Historia larga Una Vida.

Tema en 'Novelas' iniciado por Leid, 15 Marzo 2024.

  1.  
    Leid

    Leid ¡Bu! ♡.

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    Escritora
    Título:
    Una Vida.
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    617
    Capítulo 1.


    Florencia sentía la gelidez del viento en las mejillas, las cuales se palpó despacio con las yemas de los dedos mientras cerraba los ojos, sin poder evitar una mueca de disgusto. Normalmente toleraba bien el frío, había nacido y crecido en una ciudad con temperaturas muy altas pero en invierno el clima era helado y seco, de ese que llega a los huesos y puede entumecerte las extremidades, pero en esta ocasión era diferente: el frío no solo se sentía en la punta de los pies, en los dedos, en la nariz, en las mejillas o en los antebrazos… este lo sentía en el pecho, lo sentía en la garganta la cual se le antojaba enorme y apretada a la vez, como si se expandiera más allá de lo físicamente posible. Por más que intentaba tragar saliva, no la sentía, no pasa nada ahí dentro, lo único certero era el nudo enorme que le prohibía decir “te extraño mucho”, palabras que le golpeaban y golpeaban el pecho y ese maldito nudo. Pensaba que podía tener todo el tiempo del mundo para decirlas. “En unos minutos…”, pensaba que podría disponer de todo el día, de toda la semana, el mes, el año, los años, “no tengo prisa…”, para poder decirlas, escupirlas, expresarlas, gritarlas, llorarlas “no puedo…”.

    Abría y cerraba la boca de una forma casi imperceptible, empujaba su voz, pero chocaba contra la enormidad del dolor que bloqueaba y paralizaba sus cuerdas vocales. Cada que abría la boca saboreaba salado, no podía evitarlo si todo lo que quería expresar, de momento, solo podía escurrir por sus ojos.

    –Tú sabes que yo no soy así –se explicó, con los ojos bajos–. yo nunca me callo, no puedo, primero me muero, como siempre dices.

    Los pestañeos le ayudaban a aclarar su visión, a aclarar la neblina delante de sus ojos la cual aún volvía difusa la realidad. Sus cejas se apretujaban entre sí en su entrecejo cada que el llanto le sacudía el cuerpo. Había bajado mucho de peso desde entonces, las sacudidas hacían parecer que su diminuto cuerpo en cualquier momento colapsaría, y así fue. Sus rodillas se vencieron y chocaron contra el mármol frío y duro, provocándole un raspón que no se demoró nada en empezar a sangrar.

    Quería gritar, quería llorar, pero nada salía por más que abría la boca, por más que se forzaba a abrirla todo lo que su anatomía le permitía, hasta que, en determinado momento, mientras acumulaba ese dolor en la boca del estómago, escupió un quejido, casi grito, que le lastimó la garganta y tras esa liberación, no pudo parar de proferir quejidos, gritos que le retumbaban en el cuerpo y el alrededor. Sus manos comenzaron a apretarse en puños hasta que no fue capaz de contenerlo en ellos, y acompañado de un grito soltó un par de puñetazos en el suelo. Rogó que por fin el dolor parara y que ya no necesitara jamás volver a venir aquí, pero sólo podía llorar con la boca abierta, bebiendo sus lágrimas y retornando el dolor a donde pertenecía.

    Antes de ponerse de pie, mantuvo la mirada fija en la lápida que todo este tiempo permaneció inmóvil, inmutable, inerte, delante de ella, mientras se colapsaba y sentía el peso del mundo encima. Sus rodillas volvieron a temblar cuando intentó ponerse de pie, a pesar de la ayuda que recibió por parte de él al sostenerla de los brazos para incorporarse. Si Florencia hubiera sabido que las manos que se ofrecieron a levantarla, fueron las mismas que estrangularon, golpearon y deformaron el cuerpo de la persona dueña del nombre en la lápida, jamás las hubiera tomado.
     
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