Explícito Una marca imborrable (Jaki) [Accel World]

Tema en 'Mesa de Fanfics' iniciado por Reual Nathan Onyrian, 27 Noviembre 2018.

  1.  
    Reual Nathan Onyrian

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    Escritor
    Título:
    Una marca imborrable (Jaki) [Accel World]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    7463
    So...yeah. Nunca pensé que estaría publicando algo de este estilo por acá. ¿Ven esa tag roja, al lado del título? Eso es todo un mundo nuevo para mí. Una advertencia: este fic contiene relaciones sexuales explícitas. Segunda advertencia: es mi primer smut. Así que va a estar lleno de clichés de anime y demás weas. Y un dato curioso: este escrito surgió como una broma. Y ahora tiene +15000 palabras y 26 páginas, todo eso porque no conozco el signficado de la palabra mesura. Y por eso voy a ver de dividirlo en dos, que si no les va a resultar eterno leer todo esto.

    P.D: Te gané EliLover :D

    Una Marca Imborrable
    (Parte 1)

    El sol artificial iba cayendo en aquella bóveda espejada que simulaba un cielo sobre el paraíso tropical del Complejo Laguna Negra. Todo en aquel resort de relajación estaba silencioso. Nada interrumpía el silencio, y tan solo dos figuras solitarias se recortaban contra la luz naranja del atardecer, enalteciendo sus contornos pero oscureciendo sus facciones. Uno era un joven alto y musculoso, con el cabello negro un poco desordenado, la camisa rota en el abdomen, dejando ver abdominales trabajados por años de realizar actividad física. Se encontraba apoyado en muletas, y su actitud corporal demostraba arrepentimiento. La muchacha tenía el cabello largo y del color de la nieve, cayendo ordenado y ondulado sobre sus hombros, como queriendo demostrar que era completamente lo contrario al muchacho. Su expresión en su rostro aniñado era severa y molesta. Ambos jóvenes se miraban frente a frente. El muchacho, con sus ojos del color del oro y de la manzana todavía inmadura, un poco ocultos bajo mechones de su flequillo salvaje. La chica, con sus enormes ojos de un suave tono magenta, en una expresión dura, mirando directamente al rostro del chico, varios centímetros por encima de ella.

    Por extraño que pareciera, no había tensión entre ambos. Simplemente silencio. Lo que hubiera hecho falta decir, ya estaba dicho. Palabras habían sido intercambiadas, disculpas y súplicas. Aceptación, ¿aunque tal vez haya sido por cortesía? Solo la que había pronunciado esas palabras lo sabía. El muchacho tragó saliva, y abrió la boca, pero la muchacha levantó una mano de forma imperiosa, haciéndolo callar.

    —No hace falta que digas nada más, Akaname. Ya te escuché y acepté tus disculpas. Entiendo lo que dijiste, pero creo que ya nuestra reunión se extendió demasiado. No quiero seguir sintiendo más tu aliento a cerveza.

    El que fue nombrado como Akaname levantó una ceja, interrogante, pero la joven lo ignoró. Se encontraba con los brazos cruzados, y su expresión no cambiaba. Sin embargo, lo que mostraba por fuera era todo lo contrario a lo que ocurría en su interior. La muchacha era una experta en eso. A pesar de que no quería admitirlo, la historia que había dicho el joven había movido algo en su interior. Algo que había hecho que lo viera de otra forma. De la forma en la cual alguien mira a otra persona parecida, a otra persona que pasó por experiencias similares a las que uno vivió en carne propia. Pero no lo admitiría. Al menos, no nunca enfrente de él. Él era una de las razonas por la cual su corta estadía en el instituto había sido bastante pésima. Desde el principio hubo roce entre ambos, sus personalidades chocaban bastante, pero obviamente había sido él el que había comenzado la pelea. Y la había seguido. Y había llegado a un punto álgido ese día, durante su batalla. Esas palabras la había herido demasiado. Sin embargo, sus disculpas habían sido sinceras, venidas desde el verdadero arrepentimiento, o al menos eso quería creer. La muchacha no tenía muchas relaciones sociales, y pocas veces había sido el objetivo de disculpas tan sinceras. Pero su orgullo era mayor, así que mantuvo su cabeza alzada y su expresión insolente cuando pasó al lado del joven, dispuesta a dirigirse a su habitación, para leer sus doujinshis preciados. Pobrecitos, seguramente se sentirían solos y olvidados, dentro de esa cartera. Tan concentrada estaba en ignorar al muchacho y pensar en sus historias que se tropezó con sus propios pies, y se precipitó al suelo. De forma automática, se dio vuelta para intentar agarrar lo que fuera que tenía cerca, con la mala suerte de que aquello resultó ser una de las muletas con las cuales el chico se apoyaba. El tirón fue muy súbito.

    Ambos se precipitaron hacia abajo, pero antes de que la muchacha pudiera sentir el duro suelo con su cabeza, algo la detuvo. Abrió los ojos sorprendida, y casi lanza un grito al ver que la cara del muchacho estaba a unos centímetros de la suya. Su mano la sostenía en un firme agarre de la espalda, y con la otra había frenado la caída, quedando en una especie de flexión de brazos con una mano. El muchacho no parecía temblar a pesar del esfuerzo que se notaba estaba haciendo, para mantener el peso de ambos en el aire con una sola mano y la fuerza de su abdomen. Lo que sí tenía era una increíble expresión de sorpresa sobre sus ojos. El rostro de la peliblanco se tiñó de un rojo chillón. No solo sus rostros estaban peligrosamente cerca, sino que el cuerpo del chico había quedado sobre ella, con sus piernas abiertas. Debido a que llevaba pollera, sus muslos quedaban al descubierto, y con ellos podía sentir toda la textura de los jeans del muchacho, ajados y maltratados. Podía sentir los músculos de sus piernas, que a pesar de la inutilidad que ahora tenían, seguían teniendo cierta forma. Ambos quedaron unos segundos mirándose fijamente, y la muchacha pudo ver como la luz del atardecer se filtraba por los cabellos del muchacho, y hacía brillar sus ojos de color oro y esmeralda. La joven reaccionó rápida. De un cachetazo, apartó la cara del chico, mientras gritaba de forma completamente ensordecedora, haciendo que este la soltara de golpe. La muchacha se incorporó de inmediato, mirando con furia al joven. Le lanzó una sarta de insultos en japonés, que el muchacho no entendió ni jota, a pesar de que el NeuroLinker que tenía implantado en su cerebro le traducía automáticamente y con lujo de detalle todo lo que la niña estaba diciendo.


    Por último, la niña de los ojos magenta selló su discurso peyorativo con otro cachetazo, esta vez en la otra mejilla (al menos había tenido esa consideración), y se dirigió con paso pesado hacia el interior del Complejo. El chico se quedó totalmente desconcertado, con ambas mejillas palpitándole y marcadas por la mano de la chica. Tan solo logró soltar un: “Aki, yo…” antes de quedarse callado, mirando como la niña se alejaba. Agradecía que hubieran estado solos en el resort en ese momento. No podía imaginarse todos los problemas que se le vendrían encima si alguien hubiera presenciado eso. Lanzó un suspiro, recogió sus muletas, y con esfuerzo, se incorporó, dirigiéndose él también hacia adentro. Todo había ido bastante extraño, y ninguna escena que se hubiera imaginado se hubiera acercado mínimamente a como el momento se desenvolvió. Necesitaba relajarse. Un baño, tal vez algo de ejercicio para despejarse la mente, y a dormir. Hoy había sido un día demasiado extenuante. Con la cabeza clara seguro que podría descansar bien. Sin embargo, por mucho que lo intentó, no pudo dejar de pensar en una imagen que se le había quedado grabada como un fuego en su mente. El rostro pálido de Aki, con sus enormes ojos magenta brillando al sol, y su suave cabello cayendo en cascada al suelo. Su aroma a limpio. Su expresión totalmente inocente. Todo a centímetros de su rostro.

    Aki se revolvió en su cama. No podía conciliar el sueño de ninguna manera. Algo se encontraba revoloteando en su cabeza, que no le había permitido concentrarse ni en sus doujinshis. Y eso la frustraba demasiado. Todavía sentía en sus muslos las piernas del joven, podía ver sus abdominales endurecidos a través del agujero de su remera a medida que hacía fuerza para que ninguno cayera. Podía recordar sus cabellos desorganizados y enmarañados meciéndose al viento suave que soplaba siempre en ese resort. Sus ojos brillando en su rostro, con el contraste de la luz del atardecer. Tenía muchas ganas de golpear la almohada y patalear en su cama, para ver si el cansancio la dormía, pero no quería despertar a Karou, que se encontraba durmiendo en su misma habitación. No podía creer que el idiota de Jack le estuviera generando todo ese revoltijo emocional. No tenía sentido. Desde el principio le había desagradado, con su actitud completamente insolente y desvergonzada. La había insultado desde los primeros momentos en los que se conocieron, y eso nunca es bueno. Sucio, desgreñado y con la ropa rota, que dejaba pedazos de su cuerpo. Con una sonrisa impertinente y permanente, a pesar de andar en muletas. Con dos ojos exóticos y brillantes… La muchacha sacudió la cabeza, sonrojada. No, esto no podía seguir así. Necesitaba ventilarse, airear la mente. No lograría descansar si sus pensamientos seguían revoloteando de esa manera. Así que se cambió el piyama, dejo oculto sus mangas dentro de su cartera, que luego puso bajo la cama, y salió al pasillo.

    El lugar estaba desierto, no había ni un alma que recorriera los pulcros suelos del Complejo a esas altas horas de la noche. El día había sido terriblemente agotador, desde el viaje en tren hasta el torneo de práctica, no habían frenado un solo segundo. Todos estaban con el cuerpo y la mente completamente exhaustados. Y es por eso que la muchacha tenía rienda suelta para recorrer el lugar. Anduvo un rato por los pasillos, recorriendo el desértico edificio, pero ningún lugar le apeteció lo suficiente como para pasar más de unos minutos allí. Al final, se decidió por una opción que todavía no había probado: el patio interior del complejo. Tal vez le hubiera gustado más la laguna en el exterior del instituto, pero el toque de queda le impedía salir del edificio, y necesitaba el aire fresco nocturno para ventear su mente. Tomando el ascensor, y jugando un poco con los números, se dirigió hacia su próxima destinación. Cabía decir que el lugar era bastante lindo. Con un techo móvil que permitía ver las estrellas reluciendo en el terciopelo de la noche, infinidad de plantas bien cuidadas, y cómodos sillones y pequeños faroles con velas, que le daban al lugar un aspecto cálido y acogedor. Suspirando, apoyó sus posaderas en el primer sillón que encontró, dejando que su cuerpo se asentase en los mullidos almohadones. Cerró los ojos y se dejó relajar, mientras el viento le acariciaba el rostro y hacía bailar sus cabellos blancos. Sin embargo, la relajación le duró poco, pues a los pocos minutos de haberse acomodado, escuchó el rasguido de una guitarra, y la entonación de una voz que para ese entonces ya conocía muy bien. Y que tenía pocos deseos de escuchar en ese momento. Se ocultó detrás del respaldar del sillón, esperando que no la haya visto. No tenía idea de dónde estaba, pero el sonido venía detrás de ella. ¿Acaso se había dado cuenta de su presencia? ¿Y no había dicho nada? Ese idiota de Jack, siempre arruinando todo. ¿Por qué había venido también al jardín? ¿A molestar? Seguro que era a molestar. Ah, si tuviera su cartera ahora… El muchacho parecía estar afinando su guitarra, pues no fue hasta unos momentos en los cuales comenzó a cantar. Ganada por la curiosidad, Aki se asomó por encima del respaldar del sillón, apenas lo suficiente, para espiar a su archienemigo. Allí estaba, de espaldas a ella, con sus muletas a un lado, con su mugrosa remera, sus guantes rotos y su guitarra vieja. Su voz era tranquila, suave, casi como una caricia. Había sentimiento en esa canción, cualquiera que fuera. Al parecer era en inglés, pero su NeuroLinker le traducía instantáneamente todo. Aki se asomó un poco más, intentando pispear mejor. La luz de la luna y los faroles hacían un bello contraste en la figura del muchacho, y en un momento en el cual Jack giró el rostro, seguramente para ver algún acorde en específico, su ojo dorado brilló con intensidad, y la joven pudo notar el resplandor típico de una lágrima, que luego de nacer, recorrió su mejilla, creando un fino hilillo en su rostro.

    Aki se quedó sin palabras. No es que tuviera alguna en su boca en estos momentos, pero el sentimiento era igual. Nunca lo había visto llorar (concediendo que lo había conocido hace un día, obviamente), además de que no parecía que fuera de esas personas que lloran. Parecía siempre demasiado alegre y exaltado, como si tuviera energía de sobra para derrochar. Verlo de forma tan pacífica, con su voz apenas como un susurro, rasgueando las cuerdas de su instrumento, con surcos de lágrimas en su rostro, era un escenario casi irreal. La joven se pellizcó, tal vez era un sueño. El dolor le confirmó que todo era real. Todo estaba ocurriendo. Volvió a sentir una extraña sensación dentro suyo, un calor en el pecho, que hacía que viera al molesto y odioso muchacho que tenía a tan solo un par de metros de distancia de forma muy distinta. La canción comenzó a tomar un significado distinto para ella, ahora que escuchaba la letra con otra perspectiva. Comenzaba a parecer hermosa, como el moño que coronaba toda la escena. Sin saber por qué, se dejó embelesar por la estampa que tenía enfrente, absorbiendo cada momento, cada reflejo de los ojos del muchacho con la luz de la luna, el contorno de su cuerpo bordeado por el resplandor de los faroles, la paz que transmitía su voz y su guitarra, la belleza de las letras de la canción. Una frase en particular se quedó grabada en su mente, repetida un par de veces.

    “And like a candle makes a darker place

    This mark you made on me can’t be erased”

    Vaya, bastante apropiado con la situación actual. De pronto, la joven tragó saliva. ¿Estaba cantando sobre ella? ¿Acaso Akaname estaba sintiendo algo parecido? No, no. Eso era absurdo. Seguramente hablaba sobre su anterior novia, que le había mencionado cuando se disculpó esa tarde. O de esa chica tímida y torpe, Bea. No había forma de que fuera ella. No quería que fuera ella. ¿Pero sería tan malo que de verdad lo fuera?


    En esas cavilaciones estaba cuando Jack dio al parecer los últimos acordes, dejando que las notas se sostengan en el aire. Aki contuvo el aliento, y volvió a esconderse detrás del respaldar de su sillón, hecha un ovillo. Se quedó paralizada unos segundos, esperando escuchar los pasos del muchacho y su voz sorprendida o socarrona, refiriéndose a ella. Incluso se lo imaginó enojado, recriminándole que había estado espiándolo en un momento que obviamente quería estar solo. Por su cabeza pasaron miles de respuestas, cada una más despectiva que la anterior, e imaginó cientos de maneras de golpearlo en la cara sin utilizar su cartera. Sin embargo lo que escuchó no fueron pasos ni reproches, sino de vuelta el tañido de las cuerdas del viejo instrumento. Al parecer, sería una noche larga para Jack. Suprimió el fuerte impulso de quedarse escondida allí, escuchando al muchacho entonar más canciones con su voz melodiosa y pacífica, y aprovechando que todavía se encontraba distraído, se escabulló fuera del patio, y volvió a dirigirse a su habitación. Estaba vez estaba más tranquila, como si se hubiera sacado un enorme peso de encima. No sabía que era, pero se sentía más relajada, y más calmada. Decidió no pensar mucho en el asunto, y cayó pesadamente en la cama, exhausta del día. Esa noche soñó con una voz calmada, un rasguido de guitarra, y dos ojos brillantes, uno de color esmeralda y otro de color del oro, que le hacían sentir un calorcito en el pecho, cerca del corazón.

    En efecto, esa fue una noche larga para Jack. No había podido dormir, no importa cuánto lo había intentado. La imagen del rostro de Aki se repetía una y otra vez en sus sueños, apareciendo de repente, eclipsando el resto de las imágenes que asaltaban su mente. Más de una vez se había despertado y había deambulado por la habitación, haciendo cada tanto algo de ejercicio para intentar cansarse y dormirse por exhaustación. Pero le había resultado imposible. Al final, decidió aprovechar la calma y soledad de la noche para calmar sus nervios con música. Estaba el toque de queda, lo cual era molesto, pero el patio interior del cual había escuchado era perfecto. Así que allí se había dirigido, con su guitarra y su ánimo. Había decidido sentarse en el sillón más alejado de la entrada, y había comenzado a tocar sin ningún plan en particular, dejando que sus dedos improvisasen la melodía que le viniera a la cabeza en ese momento. Varias canciones de Three Days Grace y Breaking Benjamin salieron en ese momento, lo cual servía para gastar energías. Sin embargo, una canción se coló en el mix pesado. La empezó a cantar de forma completamente involuntaria, guiado por sentimientos que no entendía. La canción en cuestión era So Far Gone, de Thousand Foot Krunch. Bastante raro. La canción era preciosa, y a él le encantaba, pero no entendía como la frustración que tenía en ese momento por no poder dormir se había canalizado en esa canción. Cada tanto, imágenes asaltaban su mente: pelo sedoso del color de la nieve, piel pálida como la luna, una frágil espalda bajo su mano, el contacto de unos muslos desnudos con sus piernas, unos enormes ojos de color magenta. Agitó la cabeza varias veces, para sacarse esos pensamientos de su mente. Sin embargo, otras cosas se debieron haber escapado, pues lo que salió fueron lágrimas, que corrieron por sus mejillas hasta llegar a su cuello, algunas salpicando en la madera barnizada de su guitarra. Por un segundo consideró en dejar de tocar, pero un impulso se lo impidió. Algo que decía que debía seguir cantando. Así que siguió y siguió. Siguió rasgando las cuerdas hasta que se hizo la mañana, y el sol le acarició el rostro, calentándolo. Se restregó los ojos, cansado. Lamentablemente, a pesar de al fin estar lo suficientemente cansado para dormir, no podía. El nuevo día había comenzado, junto con todo lo que eso conllevaba. Debía prepararse y enfrentarlo.

    Durante todo ese día, Jack y Aki estuvieron buscándose disimuladamente con la mirada. Era un movimiento casi instintivo. Dar vuelta la cabeza rápido cuando escuchaban la voz del otro en la misma sala, encresparse cuando se escuchaba su voz, sentarse en lugares cercanos, para mantenerse a la vista. No lo hacían a propósito, nacía de adentro. Cada uno estaba en lo suyo, haciendo las actividades que les correspondían, conversando con amigos o tutores dentro del instituto. Jack pasando el tiempo con Bea, Aki con Karou o sus mangas. Así los días fueron pasando, con días de espionaje temeroso e infantil, y noches de sueños interrumpidos, asaltados por imágenes y sensaciones que ambos compartían, pero no podían descifrar. Más de una vez, Aki se había dirigido de vuelta al patio interior, a la noche, tal vez con la esperanza de volver a escuchar el tañir de las cuerdas del joven. Pero en ningún momento sus andanzas nocturnas volvieron a cruzarse. El recuerdo del calor del cuerpo de Jack junto al suyo y el brillo de sus ojos a la luz de los faroles hacía que el pecho de Aki se calentara, y la acompañaba por las noches. A medida que pasaba el tiempo, ya no le quitaba el sueño, sino que la relajaba y la hacía dormir de forma mucho más tranquila, como si el mero recuerdo de aquél rostro iluminado por la luna y surcado de lágrimas le diera paz. El aroma de Aki y sus enormes ojos hacían que Jack se distrajera cada vez que hacía ejercicio, y debía frenar para evitar golpes mayores. Pero a medida que los días pasaban, ese recuerdo dejaba de distraerle, enfocándolo en cambio en la tarea que quería realizar. Ambos se contentaban con observar al otro desde la distancia, dirigiéndose muy de vez en cuando la palabra, usualmente para molestarse el uno al otro. A pesar de las peleas que surgían, cuando se alejaban, cada uno tenía una pequeña sonrisa en su rostro. Se sentaban cerca en horarios de comida, lo suficiente como para poder mirarse indiscretamente. En los descansos entre peleas y entrenamientos, espiaban al otro en la sala de espera. Y a medida que el tiempo pasaba, comenzaron a ser un poco más atrevidos. Aki observaba oculta mientras Jack realizaba su ejercitación diaria, mirando con bastante intensidad la musculatura del muchacho, como se flexionaba y estiraba bajo su remera, como su cara denotaba esfuerzo y el sudor le bajaba por el cuello. Y Jack entrenaba bastante seguido. A la mañana, después de almorzar, antes y después de sus inmersiones en el mundo virtual. Y había veces que el joven entrenaba sin remera. Eso hacía que esos días fueran especiales. Aki podía sentir como se sonrojaba, y como algo dentro suyo se sentía extraño, como un revoltijo en su abdomen, cada vez que veía a Jack entrenar con el torso desnudo. Y como Jack solía entrenar solo, no había problemas en ser descubierta. Su cuerpo tenía varias cicatrices, frutos seguro de los golpes que se había dado cuando entrenaba ese deporte estúpido y peligroso que él decía amar. Disfrutaba ver el sudor bajando por el cuerpo, cada gota recorriendo sus trabajados bíceps y tríceps, sus esculpidos pectorales, bajando lentamente por los dorsales y sus abdominales bien formados, hasta llegar a la línea de los oblicuos, llegando hasta… Siempre que eso ocurría, Aki siempre se alejaba del lugar, totalmente sonrojada y tapándose la cara. Había leído muchísimos mangas y doujinshis picantes y medio subidos de tono, pero el hecho de experimentarlo en persona era algo totalmente distinto. Por las noches, las imágenes de Jack tocando la guitarra la noche se mezclaban con aquellas en donde el joven entrenaba sin remera, formando escenas del muchacho tocando la guitarra vestido simplemente de un pantalón, al lado de la laguna, con la luz de la luna iluminando su cuerpo esculpido. Esas visiones hacían que el pecho se le calentara, su cara se sonrojara, y sintiera un extraño picor en el abdomen bajo, algo que no sentía en mucho tiempo. No era una niña inocente, sabía lo que ocurría allí abajo, pero una parte de ella se negaba a aceptarlo, a pesar del tiempo que había pasado, se negaba a aceptar que fuera precisamente Akaname quien le estuviera causando esos sentimientos. Así que la mayor parte de las noches los ignoraba. Pero había algunas que el picor era demasiado fuerte, y se rendía a sus instintos, utilizando una mano para satisfacer sus partes bajas, mientras que con la otra se alternaba entre masajearse sus generosos pechos y taparse la boca, cuando sentía que sus gemidos eran demasiado fuertes, para no despertar a Karou. Cuando todo el acto acababa, se terminaba odiando a sí misma, y odiando a Akaname, por hacer que cayera en su maldición.

    Por su parte, Jack también hacía lo propio. Siempre que podía, intentaba buscar a Aki cuando estaba sola, comúnmente concentrada leyendo sus novelas y mangas. Cuando la hallaba, se quedaba cerca en una pose desinteresada, mirando por el rabillo del ojo como la joven se emocionaba cada vez que llegaba a un punto álgido en la trama (que al parecer eran bastantes. O tal vez se emocionaba por otras cosas, que Jack no entendía), o se entristecía junto con los personajes. Disfrutaba admirarla de lejos, como si de una visión se tratase, un espejismo lejano. Observaba la suavidad de la piel de sus muslos, que su pollera dejaba al descubierto, pasaba por sus delicadas manos que sin embargo, le habían dejado una marca en la cara aquél día. Su mirada subía por su cintura hasta sus senos, bastante desarrollados para su edad, pero sus ojos se detenían en los enormes de ella. Lo atrapaban como un hipnotismo, como si estuvieran hechos de coral, brillando a la luz del sol o de las lámparas del Complejo, reteniéndolo como si de una trampa se tratase. Había veces que no podía dejar de mirarlos, quedando completamente perdido en ellos. Aprovechaba cada segundo que podía para bañarse en esos ojos, admirarlos, tal vez incluso desearlos. Obviamente, había sido víctima de un hechizo. Uno del cual ahora no podía escapar. Sin embargo, por dentro estaba sufriendo una tormenta. Era una extraña mezcla de sentimientos que se conjugaban en una sola mescolanza, un torbellino de cosas, que cada vez que la miraba se intensificaba. Millones de imágenes pasaban por su cabeza, sentimientos y rostros se fusionaban en uno. Su antigua novia, Bea, Aki. Todo era un remolino en su mente. Y lo peor era que todos eran sentimientos distintos, veía a cada una de una manera diferente. Sin embargo, en su interior, todo se mezclaba. Y eso lo ponía bastante nervioso. Pero todo fue a peor un día bastante especial.

    Los directivos les habían cedido el día a toda la muchachada para descansar, después de una intensa serie de pruebas con la beta. Como premio, habían condicionado el patio exterior para darle un ambiente de playa, aumentando la temperatura del lugar y exhibiendo un enorme sol en la bóveda del patio. Reposeras y juguetes de playa podrían encontrarse por montones, e incluso habían instalado carritos de helados, licuados, refrescos y snacks típicos de playa. Era un excelente regalo. Música tropical podía escucharse saliendo de los parlantes puestos por todo el lugar, dándole un cierto toque fantasioso a toda la escena. La mayor parte de los estudiantes habían decidido aprovechar el descanso, mientras la minoría decidió aprovechar para dormir todo el día. Una parte estaba disfrutando de la piscina o relajándose al sol, mientras otros se deleitaban con las distintas comidas y bebidas que ofrecían los coloridos puestos. El ambiente general era bastante festivo, y muchos bromeaban sobre lo parecido que era todo esto a los típicos “beach episodes” o episodios de playa de muchos anime o series. Todos en traje de baño, relajándose, sin ninguna preocupación. Todos los puntos estaban chequeados. A pesar de las bromas que hacían sobre lo horrible que era ese tipo de episodios, y que solo servía para ofrecer fanservice sin agregarle nada a la trama, no había nadie quejándose sobre la situación actual. Los chicos aprovechaban para mirar de forma disimulada a sus compañeras en traje de baño, y las chicas tampoco perdían oportunidad. Seguían siendo adolescentes, a pesar de todo. La mayor parte de ellos habían hecho ejercicio durante la mayor parte de su vida, por lo que habían logrado cuerpos atléticos, que algunos exhibían orgullosos, mientras otros no le prestaban mucha atención. Sin embargo, todos disfrutaban de la atención, y parecían bastante alegres y exaltados. Todos menos Jack. Este se encontraba tirado al lado de la laguna, acostado, con las manos cruzadas detrás de la cabeza y la pierna derecha metida dentro del agua. Suspiró, mientras disfrutaba el fresco contacto con la laguna. Había entrenado antes de ir a pegarse un chapuzón, y las piernas le ardían por el esfuerzo. Podían verse las varias cicatrices que le habían dejado las quebraduras y las cirugías a la cual había sido sometido después de su accidente. Sacó una mano de detrás de su cabeza y la hundió en el agua, pensando. Varios de sus compañeros estaban jugando al borde del cuerpo de agua, e incluso lo habían invitado a unírseles, pero Jack no estaba verdaderamente de humor. Ni siquiera estaba de humor para mirar a sus compañeras, enfundadas en trajes de baño de distintas índoles, que se hallaban tomando sol en reposeras cerca. Aki también se encontraba allí, vestida en un bikini de tres piezas de color rosa, que se confundía un poco con su pálida piel y hacía juego con sus ojos, y un fino y delicado kimono de playa, que dejaba sus hombros al descubierto. La parte superior del bikini contenía con cierto esfuerzo sus desarrollados senos, haciendo que varias miradas se desviaran en su dirección. Tenía puestos lentes de sol, que ocultaban bajo su filtro oscuro su mirada magenta de enormes ojos, que cada tanto dedicaba a Jack. Y era difícil no verlo. Acostado en el suelo, al parecer dormitando, vestido únicamente con su traje de baño, su cuerpo brillando por las gotas de agua, fruto seguramente de un rápido chapuzón en la laguna, sus músculos todavía un poco marcados por el ejercicio que seguramente había hecho antes. Y también podía notar como algunas otras chicas lo miraban de soslayo también. No sabía por qué eso la ponía celosa. Era obvio que el muchacho le hacía sentir algo, algo ardía dentro suyo cuando lo miraba o pensaba en él. Pero estaba más que segura que era una especie de deseo, algo que tantas veces había leído en sus doujinshis. Si era solo eso, no entendía la molestia que sentía cada vez que atrapaba a alguna de sus compañeras mirándolo fijamente. Y Jack parecía bastante ausente a todo esto. Y su suposición no estaba demasiado alejada de la realidad. El muchacho volvió a suspirar. En estos últimos días, se había distanciado lentamente de Bea. No sabía la razón, pero la chica se estaba comportando mucho más fría con él. Temía que hubiera dicho o hecho algo que la haya ofendido, pero como era tan tímida y retraída, no había forma de poder saber qué le ocurría. Jack había albergado esperanzas de que hoy pudieran hablar, en un ambiente mucho más relajado, pero no había encontrado a su compañera por ningún lado. Incluso había ido al interior del Complejo para buscarla, pero al parecer, la chica se había encerrado en su habitación. Tal vez la presión de ver a todos sus compañeros en traje de baño, y verse ella sometida a la misma atención, había sido demasiado para la pobre. Jack esperaba sinceramente poder conversar con ella, resolver cualquier tema pendiente. Los combates se habían vuelto más intensos, y en cualquier momento, cualquiera de los dos podría quedar eliminado.

    El muchacho agitó la cabeza, ahuyentando esos pensamientos. No tenía sentido pensar demasiado en eso. Seguramente a la cena podría tener una charla sincera con su amiga. Decidido a despejarse la cabeza, el muchacho se incorporó como pudo, y se dio un chapuzón en la laguna, para refrescarse. Mantenerse a flote solo con los brazos era bastante complicado, pero se las arregló para poder salir de la laguna y volver a trepar por el borde. Tomó sus muletas, y con esfuerzo, se irguió y se fue a un puesto de refrescos, en donde pidió una cerveza bien, bien helada. Destapó la botella él mismo y se dispuso a enfriar la garganta con un buen trago de alcohol y espuma. Soltó un “Ahh” relajado, y cerró los ojos, dispuesto a dejar que el sol y la cerveza lo ayudaran a calmarse. Aunque la paz no le duró mucho al pobre Jack, pues de improviso, algo impactó contra él, haciendo que toda su bebida se derramara sobre él...y sobre Aki. Ambos se quedaron perplejos, Aki apoyada en el pecho de Jack, con su cabello chorreando cerveza. La joven podía sentir como sus senos se apoyaban sobre los pectorales del muchacho, como la bebida corría por el pecho de Jack y caía no solo en sus cabellos hasta sus hombros, para luego desparramarse por su espalda, hasta incluso colarse debajo de su traje de baño, haciendo que se estremeciera. Estaba muy fría. Jack reaccionó rápido, y entre balbuceos de disculpa, se puso a buscar servilletas, repasadores, lo que fuera, para poder limpiar a la muchacha. Esta comenzó a forcejear, para soltarse, pero el espacio no era muy amplio, atrapada como estaba contra Jack, sus muletas, y el puesto de refrescos. El joven, para intentar mantenerla quieta, la tomó por la cintura, lo que hizo que Aki sufriera un fuerte sonrojo y una sacudida aún mayor, que movió la mano del joven de su cintura al costado de su glúteo, lo que desencadenó más refriegas y sacudidas. El pobre de Jack quería dejar ir a la chica, pero su equilibrio era bastante precario, y si dejaba que se siguiera debatiendo de esa manera, se daría un porrazo en el suelo, y puede que hasta llevara a Aki con él, cosa que no quería. Varios de sus compañeros estaban observando, y Yashiro se estaba acercando a paso rápido, seguro para intentar ayudar en su situación. Jack lo miró agradecido. Entre el apretujar de los pechos de Aki contra su cuerpo y su mano que había conocido bastante de la anatomía de la chica en muy poco tiempo, estaba completamente enrojecido de vergüenza, además de que todo el estrujamiento estaba haciendo efecto entre sus piernas, y eso iba a llevar a una situación mucho más incómoda de la cual era víctima ahora. Yashiro ya se encontraba a unos pasos, cuando de repente:

    —¡A~ki~chan!

    Es increíble como tan solo una frase puede llamar al desastre. Al momento de escuchar esa voz aguda, Aki se revolvió todavía más, intentando escapar. Jack intentó que no se moviera, llegando hasta agarrarla por la espalda. En ese momento, ambos fueron sujetos a una enorme fuerza, que los tumbó a ambos en el suelo. Hoshi, al parecer, había estado persiguiendo a Aki, siendo esa la razón por la cual esta había chocado con Jack, buscando una manera de evitar a la niña. Al parecer, Hoshi la había encontrado, y se había lanzado sobre ella, con tanta fuerza que quebrantó el delicado equilibrio que ambos jóvenes intentaban mantener. Todos cayeron al suelo, Hoshi sobre Aki, y Aki sobre Jack. Después del golpe inicial, Jack pudo notar dos cosas. Una, tenía algo raro en su mano, que no era su botella de cerveza. Tenía contextura de tela. Y sobre su pecho, sentía algo suave y cálido. Cuando pudo abrir los ojos, pudo notar el rostro de Aki a centímetros del suyo. Se fijó en lo que tenía en la mano. El corpiño de la bikini de la chica. Rápidamente, llevó su mirada a la muchacha, para confirmar que sus ojos no lo engañaban. En efecto, Aki se había quedado topless, apoyando sus senos desnudos sobre el pecho del muchacho. Hoshi, ajena a la situación, había caído a un lado, y estaba partiéndose de la risa. Yashiro estaba sin palabras, mirando toda la escena perplejo. Jack pudo sentir como toda la sangre se le subía a la cara, haciendo que se volviera más roja que una manzana. Aki, por su parte, sintió algo duro como una manzana bajo uno de sus muslos, y como sus pechos desnudos se mantenían en contacto directo con los pectorales de Jack. Ambos se quedaron mirando unos segundos, rojos, y la muchacha soltó un grito que perforó los oídos del joven.

    —¡ECCHI! ¡ECCHI!

    Acto seguido, le volteó la cara de un cachetazo, dándole tiempo a Aki para arrebatarle el corpiño de su mano y taparse como podía, saliendo rauda de allí. Sus pechos rebotaban mucho y estaban atrayendo las miradas de todos los estudiantes que habían perdido interés en Jack, que se había quedado en el suelo, sin saber que sacar de todo el asunto. Ni siquiera aprovechó la conmoción para ocultarse, de tan desconcertado que estaba. Hoshi se levantó y se fue corriendo detrás de Aki, riendo, obviamente ignorante de todo lo que había causado. Yashiro se acercó a Jack y le tendió una mano, que este tomó con aire ausente. El muchacho peliblanco ayudó a levantarse a su amigo tullido, pasándole luego sus muletas. Ninguno de los dos dijo nada. No hacía falta decir nada. Yashiro acompañó a Jack hasta una reposera y ambos se sentaron, compartiendo el silencio. Las miradas en el joven heterocromo se mantuvieron por unos momentos más, con algunos murmullos de lo pervertido que era, y algunos otros diciendo que se sentían dentro de un anime. Poco después, le restaron importancia al asunto, y siguieron cada uno con sus cosas. Yashiro acompañó a Jack durante el resto de la tarde, ambos en silencio, ambos meditando, a veces con el joven peliblanco poniéndole una mano en el hombro y asintiendo, como si entendiera todo. Jack agradecía tener alguien así dentro del Complejo. Ambos corazones, tanto el de Aki como el de Jack, estaban latiendo furiosamente.

    En los días siguientes, Jack estuvo intentando disculparse cada vez que tenía una oportunidad, siendo siempre rechazado, o golpeado, por la joven. Para colmo, Bea al parecer había escuchado sobre el escándalo, pues tampoco le había dirigido la palabra más que para saludarlo en las mañanas o dar escuetos comentarios cuando se encontraban peleando en equipo. El resto de sus compañeros lo observaban de lejos, con miradas acusatorias o burlonas. El humor del muchacho decayó bastante, y solía pasarse mucho tiempo solo, en su habitación, intentando entrenar, o en el patio interior durante las noches, tocando la guitarra. Al menos Yashiro se encontraba con él, si bien no lo acompañaba a todas horas. Fueron unos días horribles para Jack. Incluso parecía que el director se había enterado, y le había dado una charla sobre decencia y comportamiento público, sobre controlar sus impulsos. Él sabía que a esa edad las hormonas actuaban como locas y podían llevar a uno a cometer actos que no quería, pero no era razón para no comportarse. Jack quiso explicar la situación desde su punto de vista, pero no tenía fuerzas para discutir. Se contentó con asentir antes las palabras del hombre, prometiendo que iba a intentar controlarse más. ¿Pero cómo podía hacerlo? No solo estaba pasando por una situación de porquería, sino que Aki lo estaba trayendo loco. Seguía sintiendo el suave tacto de sus pechos desnudos sobre su cuerpo, el calor que transmitían, la cercanía de su rostro, el contacto de sus muslos, cintura, glúteos y espalda bajo su mano. Todo eso se conjugaba en distintas escenas e imágenes en su mente, que hacían que se revolviera incómodo en la cama por las noches. Y era en esas noches que se desahogaba, pensando en ella, en su calor, en su suavidad, en su aroma. Por su mente pasaban muchas fantasías con ella como protagonista, usando su bikini rosa o algunas veces, tan solo su delicado y transparente kimono, dejando poco lugar a la imaginación. No estaba paralizado de las piernas, así que esa parte entre ellas seguía siendo bastante funcional. Después de cada noche, se quedaba pensando en lo que había ocurrido, y su cabeza se confundía y se mezclaba más. Era obvio que había un deseo dentro de él. Había tenido novia, y si bien su relación había sido principalmente infantil, conocía ciertas cosas. Además, tenía diescisiete años. No era ningún niño. Lo que lo confundía es que dentro suyo tenía sentimientos enfrentados. Por un lado, no podía dejar de pensar en Aki, en sus ojos, su voz, su todo. Por otro, pensaba en la absolutamente monstruosa relación que ambos llevaban. El único momento que parecía que podría haber mejorado fue cuando se había disculpado luego del primer combate que tuvieron en el juego. A partir de allí, todo pareció venirse en picada. No podía creer que tuviera esa clase de sentimientos tan fuertes por ella. Además, también estaba Bea, con quien se había abierto desde el inicio, ahora cerrada como una ostra hacia él. Sentía que todo lo que había hecho había sido para nada. Y todo sin haber podido controlar absolutamente nada. Todo había ocurrido demasiado rápido, todo se había ido al garete en un segundo. Pero lo peor estaba por venir.

    Fue un día gris, en muchos sentidos. Se encontraban peleando en otro torneo por equipos, y el equipo rival, compuesto todo por androides de color negro, estaba siendo demasiado para ellos. La pobre Akane, la tercera miembro de Oscillatory Universe, junto con Bea y Jack, no podía mantener la pelea ella sola, teniendo en cuenta la apatía que la robot en silla de ruedas estaba destilando hacia el muchacho, y el pesimismo de este último. La situación se estaba volviendo insostenible, y fue peor cuando al parecer, Bea explotó ante las insistencias del chico para saber qué le ocurría.

    —¿Sigues sin entenderlo, Jack? ¿Después de todo este tiempo ¿Qué acaso no puedes ver a través de mis ojos, como tantas veces has dicho? Estás ciego a mí, tienes la cabeza puesta en otra cosa. Puedo notarlo. Y yo dije que no me afectaría, que si no era importante para ti estaba bien, pues tú serías feliz. Pero no lo eres Jack, y eso me molesta. ¡Y no sé por qué me molesta! Yo sabía que estabas pensando en otra persona, pero seguías buscándome, y eso dolía. Dolía que yo no fuera en quien tú estuvieras pensando, dolía en que cada vez que hablábamos, tenías un aire ausente, en que cada vez que podías, intentabas mirar a Aki. ¡Eso dolía Jack! ¡Y ahora vienes y preguntas qué es lo que me ocurre! ¡Estás ciego, no ves lo que causas! Te acercaste a mí, y yo pensé que eras alguien especial, pero luego te olvidas de mí en cuanto otra persona roba tu mirada. ¡Eres igual que todo el resto!

    Jack estaba sin palabras. Todo había sido tan espontáneo, tan impredecible, tan violento. La explosión de Beatriz y su verborragia acusatoria habían nublado sus sentidos. No podía moverse, no podía decir nada. No podía reaccionar.

    —Y te digo todo esto porque yo...yo...Jack, yo...te a…


    Todo ocurrió demasiado rápido. Beatriz tenía todavía palabras en su garganta cuando el ataque enemigo la atravesó, aprovechando sus defensas bajas. La muchacha solo logró articular un sonido ahogado, y mirar a Jack por última vez, hasta que su avatar desapareció en una explosión de cristales de color. Jack se quedó paralizado, sin poder mover un músculo. Intentó estirar un brazo, alcanzar uno de los cristales, pero este se deshació a los segundos de haber aparecido. Jack estaba temblando. Su cerebro no quería registrar lo que sus ojos veían. Él sabía lo que ocurría cuando tu avatar era destruido dentro del juego, cuando tu contador de vida llegaba a cero. Él sabía que significaba, y todo lo que ello conllevaba. Cayó de rodillas, con una expresión desolada en el rostro, con aire ausente. Uno de sus enemigos, negro como la noche, se paró enfrente de él, y preparó su arma. No iba a fallar desde esa distancia con un rifle de ese tamaño. Jack pudo sentir como el cañón apuntaba a su frente, y pudo escuchar el ruido ensordecedor de un disparo. Así como también el sonido que anunciaba que el tiempo del combate se había acabado. Aquél arbitrario final fue lo que le salvó la vida al joven. Apareció de rodillas en el cuarto de espera, sin todavía creer lo que había pasado. Miró la pantalla en donde se mostraba el resultado del combate anterior. Había una X al lado del nombre del avatar de Bea. Jack se levantó despacio del suelo. Paseó su mirada alrededor del lugar, buscando a su amiga. No estaba en ninguna parte. Comenzó a agitarse, respirando de forma entrecortada. Empezó a moverse por la habitación, buscando al avatar de Bea, intentando encontrarla. Cada segundo que pasaba se hiperventilaba más y más. Comenzó a gritar su nombre, desesperado, comenzó a exigir que lo dejen ir, que lo dejen salir de allí, que tenía que ir a buscarla. Pero hasta que todos los combates terminaran, no podía escapar del lugar. El mismo sistema se lo impedía. Intento salir del juego manualmente, pero le resultó imposible. La gente se alejaba de su lado, lo dejaba solo, nadie quería entrometerse con el loco. Con la mirada perdida, se sentó en uno de los asientos de la habitación. No miraba a nadie, no hablaba con nadie, no respondía a nada. Se había convertido en un autómata, un ente. Su mente estaba quebrada, incapaz de comprender lo que había ocurrido ante sus propios ojos. Aki solo podía observar a lo lejos, deseando ir a poner una mano en su hombro, deseando consolarlo. Pero su orgullo no la dejaba. No quería que todo el resto la viera así, intentando reconfortar al que parecía su peor enemigo. Yashiro seguía con sus combates, por lo que tampoco podía ayudarlo. La joven peliblanca solo pudo observar de lejos como el muchacho del cual se había enamorado lloraba en silencio, con el alma quebrada.
     
    Última edición: 29 Noviembre 2018
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    Reual Nathan Onyrian

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    Título:
    Una marca imborrable (Jaki) [Accel World]
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    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    7942
    Una Marca Imborrable
    (Parte 2)

    Jack se encontraba sentado en el suelo, con sus ojos del color del oro y la esmeralda posados en su mano sangrante, incrustada de vidrios. A pesar de parecer enfocado en su herida, uno podía observar que su mirada se encontraba totalmente perdida, su mente en blanco, divagando por lugares desolados y desérticos. Parecía como si un tornado hubiera pasado por el patio interior en dónde el muchacho se encontraba. A su alrededor podían hallarse manchas de cerveza en el piso, al igual que restos de vidrio de las botellas que la contenían. Una mesa se encontraba tumbada a un costado, y un par de sillones estaban patas arriba, con sus almohadones desperdigados por el lugar. Un farol yacía destrozado a los pies del muchacho, mientras otro se encontraba a varios metros de distancia, obviamente arrojado con fuerza en un arrebato de ira. Las muletas del joven estaban cada una a un costado suyo, como si hicieran guardia para intentar protegerlo de lo que fuera que afectara al muchacho. Aki contemplaba la escena, oculta, a la distancia. Había visto la explosión de furia del muchacho, como esta destrozaba el lugar a su alrededor, como el torbellino de emociones que seguramente Jack tenía guardado adentro había aparecido de repente fuera del pecho del chico, y había arrasado con todo. Y tenía miedo. Mucho miedo de acercarse. La cara de Jack tenía obvias marcas de haber llorado. Lo había visto llorar de forma desconsolada, lo había escuchado gritar acusaciones al aire, exigiendo que le respondieran por qué todo lo que amaba le era quitado, sin importar lo que fuera. Sus piernas, sus amigos, su antigua novia, ahora Bea. Aki sabía que no tenía lugar allí, que no había sido mencionada, que seguramente no había pensado en ella en ningún momento, pero no quería irse. Quería estar con él, pero no podía. Jack seguí contemplando como hilillos de sangre escapaban de los cortes en su mano izquierda, allí donde astillas de vidrio habían encontrado hospedaje en su carne. Estaba reviviendo cada segundo de ese día de vuelta, estaba intentado comprender qué había pasado. Después de haber terminado el torneo, se había arrancado el equipamiento que le permitía sumergirse en el mundo virtual del Brain Burst, y había salido de la habitación de forma rauda, susurrando el nombre de Beatriz. La había buscado por todo el Complejo, sin éxito. Más de una vez la había visto por el rabillo del ojo, para darse vuelta rápidamente y encontrarse que ya no estaba. Había salido corriendo tantas otras detrás de lo que parecía una ilusión, con tanta prisa que muchas veces se había tropezado con sus muletas y se había dado de bruces con el suelo. Cuando eso ocurría, se seguía arrastrando hasta llegar a la ilusión, para darse cuenta que simplemente era un espejismo creado por su mente desesperada. Se saltó el almuerzo, la sesión de inmersión de la tarde, la cena, su entrenamiento. No vio a nadie, mientras intentaba buscar a Beatriz. Cuando ya la noche se alzaba serena y la luna acariciaba el instituto con sus rayos de luz pálida, Jack había enloquecido. Había robado varias botellas de cerveza de la cocina, y se había escabullido al patio interior, en dónde se había dedicado a tomar alcohol sin parar. Había escuchado que el alcohol servía para esas cosas. Había música sonando dentro de su cabeza. Una aplicación del NeuroLinker había detectado su estado de ánimo, y había seleccionado una canción acorde, según sus gustos preestablecidos. Jack no sabía en qué jodido momento había instalado esa app, pero no le importó ahora. La canción alimentaba el torbellino y el odio que estaba sintiendo en ese momento, y el muchacho dejó que eso ocurriese. Era un odio intenso, que había contenido durante bastante tiempo. Un odio hacia la vida y un odio hacia sí mismo. Desde hacía años que se odiaba por todo lo que había hecho, pero esto tan solo había acentuado ese sentimiento. Lágrimas había comenzado a caer por su rostro mientras recordaba todo lo que ocurrió ese día, y contempló la botella de cerveza vacía que tenía en su mano. A sus pies, otras cuatro ya hacían liberadas de su líquido, y dos más esperaban ser abiertas. Jack podía verse reflejado en el vidrio oscuro, sus facciones deformadas por la curvatura. Pudo ver sus ojos tristes y su rostro demacrado, su expresión perdida. Y se odió todavía más. Jack había estado cantando en voz baja, siguiendo la letra de la canción con apenas un susurro. Y en un momento de calma de la canción, de improviso, contempló en la botella no su reflejo, sino el de Beatriz, mirándolo fijamente detrás del vidrio. En ese momento, algo se quebró dentro suyo. Aplastó la botella con la mano sobre la mesa que tenía a un costado, haciendo que el vidrio se hiciera añicos, y estallara para todos lados, incrustándose en su mano. Sin prestarle atención al punzante dolor que estaba sintiendo, agarró el farol que se hallaba en esa misma mesa y lo arrojó con furia contra una pared. Jack estaba gritando, con lágrimas escapando descontroladamente de sus ojos. Jack gritaba, y las cosas a su alrededor estallaban. Tomó una muleta con una mano y la uso como un bate para destrozar las botellas que todavía tenían cerveza, manchando todo a su alrededor. Hizo lo mismo con las que estaban vacías, haciendo que más astillas de vidrio le arañaran la piel y el rostro. Exigía saber por qué. Que le dijeran por qué todo lo que amaba se lo arrebataban. Por qué lo empujaban hasta el borde, por qué nada duraba. Por qué todo tenía que ir de bien, a mal, a peor. Furibundo, tomó la mesa que ya se hallaba llena de esquirlas y cerveza, y la dio vuelta de un solo movimiento. Tomó otro farol y lo destrozó contra el suelo, la vela que lo iluminaba extinguiéndose por la fuerza del golpe. Revoleó los almohadones del sillón en dónde estaba sentado, y también dio vuelta el mueble. Contempló todo el destrozo que había causado en apenas unos segundos, respirando de manera entrecortada. Una punzada de dolor le recordó de la botella que había hecho estallar con la mano. Lentamente, fue dejándose caer, hasta quedar sentado en el suelo, con lágrimas corriéndole por los ojos, observando su mano sangrante.

    Aki estaba respirando de forma nerviosa desde su escondite. Ya habían pasado varios minutos desde el estallido del muchacho. Estaba procesando todo lo que había escuchado en su grito exasperado, exigiendo respuestas a su incógnita. Estaba uniéndolo a todo lo que le había contado hace ya tantos días atrás, sobre cómo ya no tenía nadie a su alrededor, cómo él mismo había hecho que toda la gente que lo quería y amaba lo hubiera rechazado. Y ella estaba desconsolada. Había escuchado el llanto a la noche, aunque todavía no sabía cómo lo había hecho, y cómo había adivinado que era Jack ni dónde se encontraba. Tenía muchas cosas que preguntarle. Cómo se había mantenido tan fuerte, como lo había ocultado durante todo este tiempo. Cómo podía hacer que el dolor se fuera. Cómo podía salvarlo. Quería decirle que no iba a dejarlo caer más esa noche, que nunca pensó que había caído desde tan arriba. Qué no lo iba a dejar solo esa noche. Que había estado ahí con él cuando había descendido hacia el infierno mismo y había vuelto. Cómo para ella era un ángel caído, en la oscuridad, que ella quería salvar. Pero no sabía cómo. Y así los minutos pasaron, durante los cuales solo reinó el silencio. No se escuchaba nada, ni los ruidos de la noche. Parecía que todo el mundo había decidido rendir homenaje a ese momento, darle respeto en silencio, dejar que los ánimos se calmen. Aki apretó sus pequeños puños, cansada de no hacer nada. No iba a dejar que las cosas pasen, no iba a alejarse como había hecho durante toda su vida. Iba a actuar. Se incorporó, alisándose la pollera, y tomó aliento. ¿Cómo era esa frase que Jack siempre decía? Veinte segundos son la clave. Así que se puso a contar, pero cuando había llegado al diez, sus piernas ya había comenzado a moverse por sí mismas. Con paso dubitativo, se acercó al muchacho, que al parecer no estaba prestándole atención. Se puso en cuclillas a su lado, y contempló su rostro iluminado por la luna. Sus ojos vidriosos reflejaban la luz pálida de la señora de la noche, y hacían que su rostro siguiera siendo hermoso, incluso a pesar de las lágrimas. De su cartera sacó un pañuelo, y con eso le limpió las lágrimas y el rostro, de manera delicada. Jack no parecía acusar su presencia, pues seguía en ese estado de semiinconsciencia en el cual lo había encontrado. Aki acarició su mejilla con gesto preocupado, y luego desvió su vista hasta su mano, llena de esquirlas. Con un suspiro, sacó de su cartera una pinzita de depilar, y comenzó a liberar la extremidad de vidrio. Sentía la aspereza de su mano en la suya, y acarició un poco su brazo, en un intento de reconfortarlo.

    —Akaname baka.— susurró, mientras estaba en su tarea.

    Cuando hubo terminado de sacar todas las esquirlas y trozos de vidrio, tomó un par de tijeras para manicura, y con un poco de pudor en sus mejillas sonrosadas, y también con cierto esfuerzo, comenzó a cortar una parte de la remera de Jack, allí en donde tenía un agujero. El muchacho seguía impasible, como un maniquí. Terminó de separar la tira de tela de la prenda y la utilizó para vendar la mano del chico, al menos las heridas más grandes. Cuando hubo terminado, sostuvo su mano unos momentos más, entrelazando sus dedos con los de él. Volvió a acariciar su rostro, observando a su ángel caído a la luz de la luna, a este hombre destrozado. Deseó que en su cara volviera a dibujarse aquella sonrisa socarrona y provocativa con la que tantas veces la había saludado, ese brillo vivaz en sus ojos, esa expresión de alegría constante. Deseó que volviera a ser el de antes, cuando tan sólo era un ángel. Trago saliva, y se preparó para irse. No había habido ningún tipo de respuesta por parte del muchacho, era obvio que le importaba poco si estaba allí o no. No tenía mucho más sentido seguir perdiendo el tiempo. Mañana debían seguir con su horario normal. Guardó todo de vuelta en su cartera y se incorporó, todavía asiendo la mano vendada de Jack. Quería sostenerla por unos segundos más. Volvió a contemplarlo, e invadida por un impulso, se volvió a agachar, y comenzó a inclinar su cabeza hacia la de él. Sus labios se dirigieron hacia los del joven, y suavemente, plantó un beso en su mejilla, a centímetros de la boca de Jack. Nada, ninguna reacción. Había dudado por un segundo. Algo se agitó dentro suyo, pero ya no quería estar allí.

    —Sayonara Akana...Jack.— se despidió, con apenas un susurro.

    Se incorporó y comenzó a alejarse, pero no pudo. Algo que le sostenía la mano. El muchacho no la había soltado, y su agarre era ahora más fuerte, y mucho más firme. Jack levantó la mirada, con sus ojos fijos en ella. Y ella pudo pudo ver a través de esos ojos. Y se quedó sin palabras. De improviso, el joven le dio un tirón en el brazo, que hizo que Aki trastabillara y cayera sobre él, sobre sus piernas. Antes de que pudiera protestar, Jack la abrazó, atrayéndola y apretándola contra su cuerpo. La joven se sonrojó y se quedó muda. Podía escuchar el palpitar del corazón del muchacho sobre su pecho, a la par del suyo.

    — No digas nada esta noche, Aki, si lo que vas a decir es adiós. No quiero escuchar esas palabras, no ahora.— le susurró al oído, con la voz entrecortada.— Y...gracias.

    Aki tragó saliva, sin saber que hacer. Podía oler el fuerte olor a alcohol del joven, mezclado con su aroma particular, pero eso no le molestaba. Tenía su cabeza apoyada en sus hombros, sus fuertes hombros, y sus brazos estaban entrelazados detrás de su musculosa espalda. Estaba sentada sobre sus piernas, y no parecía importarle nada al muchacho. Quería quedarse así para siempre, que ese momento no acabara nunca.

    — ¿Te quedarías conmigo esta noche, Aki?

    La pregunta tomó a la muchacha por sorpresa. Tanto, que se separó un poco del joven, y lo miró frente a frente, con sus brazos unidos detrás de su cuello. Jack en ese momento la estaba agarrando por la cintura, de forma suave. Aki podía mirar la sinceridad en los ojos del muchacho, podía mirar que su petición era verdadera. Podía sentir la sangre subiéndose a sus mejillas, el rubor coloréandole la cara. Le corrió un mechón de pelo del rostro y lo ubicó detrás de su oreja. Acarició su rostro una vez más, y acercó el suyo hacia el de él, mientras susurraba:

    — Claro que sí, mi ángel caído.

    Luego, tomando en sus manos la cara del joven, selló sus labios con los de él, en un beso suave y húmedo. Sus labios tenían un sabor salado por las lágrimas, pero a ella no le importaba. Jack le devolvió el beso, y estuvieron así por unos momentos, abrazados, Aki sobre la falda de Jack, unidos por sus labios, saboreando el sabor del otro. Ambos podían sentir su corazón latiendo al unísono con el del otro, como si fueran una sola persona, que compartía mente y alma. Aki comenzó a acariciar la espalda de Jack, siendo más atrevida en sus besos, imprimiendo pasión en cada uno. Comenzó a utilizar la lengua, y se sorprendió que Jack pudiera seguirla tan bien, aunque luego recordó que el muchacho ya había tenido novia antes. Decidió dejar de lado todos esos pensamientos, y simplemente se dispuso a disfrutar del momento, de disfrutar el sabor de los labios de Jack, de estar tan cerca de él. Comenzó a acariciar su fuerte espalda, a masajear su cuello; pasaba sus manos por sus fuertes brazos, por sus pectorales, le acariciaba el rostro. Se iba pegando más y más a él, estrujando sus pechos contra el torso del muchacho, haciendo rozar sus muslos con los de él, frotándose, excitándose más con cada pasada. Podía sentir las manos del joven acariciando su espalda, agarrando su cabeza para apretarla más contra su rostro, masajeando su cuello, apretando su cadera contra la de él. En un momento, ambos se calmaron, y separaron sus labios, uniendo sus frentes mientras respiraban de forma entrecortada, sus ojos cerrados. Aunque no se hablaban, ambos sabían que significaba eso. “¿Acaso debemos continuar?” Ambos sabían a qué llevaría eso, ambos sabían cuán lejos llegarían. Jack abrió los ojos y miró directamente a los de Aki, a sus ojos color magenta, como dos preciosas piedras de coral, brillando a la luz de la luna. Llegaron a un acuerdo sin decir palabras. Y ambos cerraron los ojos, y se abandonaron al deseo.

    Aki comenzó a empujar suavemente a Jack, hasta hacer que este estuviera acostado sobre el suelo, ella encima de él, su cabello ceniciento cayendo sobre sus hombros. La joven volvió besarlo, y con una mano, guió la de Jack por sus muslos, subiendo por su cadera y su cintura, hasta alojarla en sus pechos, dejando que los masajeara y estrujara, haciendo que diera pequeños gemidos de placer. Jack comenzó a besarla en el cuello, embriagándose del aroma de su cabello y su piel, extasiándose en la suavidad de su tacto, deleitándose con los sonidos que Aki hacía cerca de su oreja. La mano libre del joven se entretuvo con los muslos de su compañera, acariciando la piel debajo de su pollera, llegando peligrosamente a sus glúteos y a la zona que su ropa interior ocultaba. Por su parte, Aki disfrutaba con delinear el contorno de los músculos del muchacho, pasando por sus pectorales, bajando por los abdominales, y con un dedo, seguir la línea de los oblicuos, hasta llegar al cinturón, momento en el cual su mano pasaba a acariciar los músculos de las piernas del joven. Repentinamente, metió las manos por debajo de su remera, y comenzó a levantársela, lo que Jack respondió de manera diligente, dejando que desnudacen su torso, mostrando el fruto de su entrenamiento durante todos estos años, con sus cicatrices y marcas, recuerdos de errores y aprendizajes. Aki se dejó maravillar por el espectáculo, y volvió a besarlo de forma apasionada, esta vez atreviéndose más con sus manos, llegando incluso a la entrepierna, por encima de su pantalón, acariciando, apretando. El muchacho dio un respingo, al parecer había apretado demasiado. La joven se detuvo, con el rostro preocupado, pensando que lo había lastimado, pero con una mirada Jack la tranquilizó, indicándole que todo estaba bien. No hacían falta palabras entre ellos, al menos no ahora. Jack dejó de masajearle los senos, y comenzó a desabrochar la camisa marinera que la joven llevaba siempre consigo. Esta lo fue guiando, tomando sus manos, no porque hiciera falta, sino que simplemente disfrutaba del contacto de sus manos con las suyas. Al final, el último botón fue desprendido, y la prenda cayó suavemente por sus hombros, hasta desnudarla por completo. En ese momento, Jack se incorporó hasta levantar su torso, y comenzó a desabrochar el corpiño de la joven. O al menos lo intentó. Estuvo un rato lidiando, con Aki riendo bajito, preguntando si necesitaba ayuda, y Jack respondiendo testarudo que no, con los cachetes colorados por la vergüenza. Al final, el muchacho venció en su batalla contra la prenda, y el sostén fue desabrochado, haciendo que los generosos senos de Aki se liberaran. Jack se quedó un rato anonadado, volviendo a acostarse, contemplando el brillo pálido de la luna reflejar sobre la piel de su compañera, con los ojos transfigurados. Aki sintió como la sangre se le subía a las mejillas, y se tapó con los brazos en un impulso de timidez

    — ¿Qué te ocurre, por qué me miras así?— preguntó la joven, avergonzada y desviando la mirada.

    Jack sonrió y suavemente le corrió los brazos, dejando a la vista sus senos. Le acarició el rostro y volvió a besarla, mientras le susurraba.

    — Es que eres hermosa, Aki.

    Eso la descolocó. Sin embargo, Jack no le dio tiempo para reaccionar, ya que comenzó a besarla de forma apasionada de nuevo, para luego bajar por su cuello y llegar a sus pechos, acariciándolos con el calor de sus labios, haciendo que la joven se estremeciera con cada beso. Podía sentir los escalofríos de Aki bajo sus manos al abrazarla por la espalda con cada beso que daba, y sentía su aliento en su cuello, su respiración agitada y sus gemidos, cada uno animándolo a ir por más. Con una mano comenzó a masajear un de los senos de la joven, mientras besaba el otro. Su otra mano fue bajando por su espalda, hasta llegar a sus glúteos, que masajeó con pasión, haciendo que Aki soltara otra sacudida. Y por último, paseó por sus muslos hasta llegar a su entrepierna, por debajo de su blanca pollera, frotando con delicadeza y suavidad primero, y luego acelerando el ritmo. La joven podía sentir cada movimiento, que le enviaba impulsos eléctricos a todo su cuerpo, e iba humedeciéndola cada vez más. Comenzaba a respirar de manera agitada, y apretó el cuerpo de Jack contra ella, con fuerza, incluso llegando a arañar la espalda del joven, sumida como estaba en su sopor de pasión. Comenzó a gemir de manera intensa, que Jack cayó con otra serie apasionadas de besos, estrujando su rostro contra el suyo, mientras su mano hacía maravillas en la entrepierna de la muchacha. La joven sintió algo dentro suyo florecer, y con una explosión de sensaciones, tumbó a Jack de vuelta sobre su espalda, mientras su cuerpo vibraba todavía con las sensaciones que había sentido hace unos segundos. Ambos aprovecharon para tomar aliento, abrazados en el suelo, disfrutando del contacto de la piel desnuda del otro. Después de unos segundos, esta apoyó ambas manos en el pecho de Jack, y puso su barbilla sobre ellas, mirándolo directamente.

    — Oye, Jack.— comenzó dubitativa la chica.

    — ¿Sí, ocurre algo? ¿Estás bien?— preguntó el otro, preocupado.

    — Sí, sí, estoy bien. Solo que...eres muy hermoso, ¿lo sabías?

    Esta vez Jack fue el descolocado. Tartamudeó un poco, intentando responder, con la cara totalmente roja, evadiendo la mirada de la joven. Esta se rió de forma dulce, y se estiró para besarlo suavemente.

    — Tenía que devolverte el favor.— dijo, pícara. Jack, resopló, simulando estar enojado, aunque una leve sonrisa traicionaba ese sentimiento. Aki sonrió también.

    >> ¿Sabes? Nunca pensé que esto ocurriría, todo esto.— dijo, señalando alrededor con un dedo. Se puso a juguetear con ese mismo dedo en el pecho de Jack.— Y no hablo de esto en sí. El mero hecho de enamorarme de un chico, enamorarme de alguien como tú. Digamos, no diste la mejor primer impresión.


    — Podría decir que tú tampoco, la verdad.— dijo Jack, acariciando el pelo de Aki.


    — ¡Cállate, no me interrumpas!- replicó la joven, dándole un golpecito en el pecho.— Lo que quiero decir, es que parecíamos enemigos naturales. Y en cierto modo, lo éramos. Teníamos personalidades tan opuestas. Además de que a mi siempre me gustó el yuri, o sea, las relaciones entre chica y chica. Nunca pensé que sentiría todo lo que estoy sintiendo en estos momentos por ti. Es...casi irreal. Podría no llegar a creerlo.

    — ¿Acaso quieres entonces no creerlo?

    — ¿Qué? No, baka. No me hace falta creerlo. Pues ya lo estoy viviendo. Y no me hace falta creer para saber que estoy acostada con el torso desnudo sobre un ángel.

    — Tienes un increíble poder para hacerme sonrojar, ¿lo sabías?— replicó Jack, mirando hacia abajo, con las mejillas rojas.

    — Vale, pues mira, acabo de descubrir que poseo ese poder.— dijo Aki, y sonriendo, se acercó a besarlo una vez más.

    Ambos volvieron a quedarse en silencio, disfrutando de la presencia del otro. De improviso, Aki acercó su rostro a Jack, de tal manera que este sufrió un escalofrío. En especial por la sonrisa que le dedicó la chica.

    — Como dije, tengo que devolverte el favor.— comentó, con una voz seductora.

    Comenzó a besar a Jack, y luego fue bajando por su cuello. El muchacho tuvo un leve escalofrío. Eso le provocaba cosquillas. La joven siguió bajando, besando sus hombros, sus pectorales, sus abdominales, siguiendo el camino de sus oblicuos, bajando, bajando… Jack comenzó a respirar de forma agitada, pues veía hacia dónde se dirigía su compañera. Aki llegó hasta su cadera, y suavemente, comenzó a desatar su cinturón, para luego desabrochar sus jeans. El muchacho contuvo la respiración, mientras la joven comenzaba a quitarle lentamente el pantalón, dejándolo simplemente en boxers. Aki se ensañó en ese entonces con sus muslos, besándolos de forma apasionada, acercándose peligrosamente a su entrepierna, y luego alejándose, jugando con él. Jack podía jurar que escuchaba las pequeñas risitas que la joven debía estar soltando en ese momento. De improviso, la joven puso sus manos en su cadera, y agarró los costados de la ropa interior, comenzando a quitársela. Jack reaccionó rápido. De un manotazo, le quitó las manos de donde estaban, y volvió a subirse los boxers, mientras respiraba de forma agitada. Ambos se quedaron en silencio unos segundos, Jack con expresión asustada, y Aki con una mezcla de confusión y arrepentimiento.

    — ¡Oh, yo...no quería...lo siento yo...yo pensé que...la gente en los videos y los mangas y las películas lo hacen así, y yo pensé que…!— comenzó a disculparse Aki, pero se trababa tanto que no lograba expresar ninguna frase completa.

    Jack no decía nada, tan solo podía escucharse su respiración agitada. Ambos ocultaron la cabeza, Aki arrodillada y Jack acostado. Ninguno de los dos sabía que había hecho mal el otro.

    — Disculpa, es que yo...verás...yo...nunca he llegado tan lejos.— comenzó a decir Jack.— Y simplemente, me asusté, porque no sabía qué hacer. Y todo esto es tan repentino que...lo siento, no quería asustarte.

    El silencio volvió a reinar. Ninguno se movía. Aki se odiaba, pues pensaba que había llegado demasiado lejos. Jack se odiaba, porque pensaba que otra vez había arruinado todo. El ambiente se volvió pesado, y ninguno de los dos decía nada. Lentamente, Aki comenzó a moverse hacia Jack, en cuatro patas. Se quedó encima de él, mirándolo fijamente. Jack no sabía qué hacer. De pronto, Aki besó a Jack, con un beso fuerte y mantenido, que duró minutos. Cuando se separaron, Aki le habló suavemente.

    — Estás pensando que lo arruinaste de vuelta, ¿verdad? Qué volviste a echar a perder otra oportunidad de amar. Aquél día, cuándo te disculpaste conmigo, mencionaste que nunca pudiste perdonarte a tí mismo, y que los errores de tu pasado te acompañaban allí a donde fueras. Necesito que dejes de pensar así, Jack. No hiciste nada malo. Todo lo contrario. Me has hecho sentir feliz, por primera vez en mucho tiempo. Y quiero que tú también lo seas, ¿sí? Porque yo no puedo ser verdaderamente feliz si tú no lo eres. Necesito que te perdones. Por mí.

    Jack estaba sin palabras. Abrió la boca para decir algo, pero volvió a cerrarla. Su respiración era agitada, y lágrimas comenzaron a aparecer en sus ojos. Tomo el rostro de Aki y le plantó un apasionado beso en los labios, en donde transmitía todo lo que no podía decir con palabras. Y Aki lo recibió todo, devolviendo el beso de igual manera. Volvieron a quedar abrazados, uno encima del otro, Aki apoyada en el pecho de Jack, este envolviéndola en sus brazos.

    — Oye, entonces, ¿puedo continuar?- preguntó tímidamente la joven.

    Jack suspiró, y sonrojado, asintió con la cabeza. Aki soltó una pequeña risita, y volvió a escabullirse hasta las piernas del muchacho, desnudándolo lentamente. Jack volvió a contener la respiración, mientras Aki dejaba al descubierto su masculinidad. Por un segundo, la joven se quedó quieta, como si no supiera qué hacer a continuación. Y a decir verdad, no tenía idea. Ella había visto muchísimo yuri, era una experta en la materia, pero con el otro sexo andaba un poco perdida. Siguiendo a sus instintos, tomó el miembro de Jack entre sus manos, y comenzó a moverlas, de arriba a abajo. Los gemidos que comenzó a lanzar el chico le indicaban que tal vez estaba haciendo las cosas bien. Siguió con las mismas mociones, cada vez yendo más rápido. Los gemidos de Jack comenzaron a transformarse en quejidos de dolor, lo que hizo que la muchacha se detuviera de inmediato, asustada.

    — ¡Oh, perdón, yo…!

    — ¡No, no, tranquila, esta bien! Simplemente pasa que...no tienes que hacerlo tan fuerte. Es como si... — Jack se quedó unos ratos en silencio, pensando en las palabras, intentando no sonrojarse.— Pienso que es como si estuvieras brindando un masaje a alguien, ¿sí? Es algo rítmico, con suavidad, algunas veces con un poco más de dureza, para luego volver a ablandar.

    Aki a duras penas logró aguantar la risa ante las explicaciones y ademanes del chico. No pudo con ella y soltó una pequeña risita, intentando cubrirse con la boca. Jack la miró con cara de molesto, aunque luego él también terminó riéndose. Ambos dejaron escapar las tensiones con su risa, que fue escalando hasta transformarse en carcajadas, que les hicieron sacar lágrimas de alegría. Cuando pudieron calmarse, Aki dijo, secándose las lágrimas.

    — Bueno, tengo que compensarte el dolor que te causé. Así que vamos a ver como hacer para hacerte sentir bien.- dijo con una sonrisa, y volvió a tomar el miembro de Jack en sus manos.

    Sin embargo, esta vez, acercó su rostro hacia él, aunque volvió a paralizarse. Pero esta vez se recompuso más rápido, y comenzó a besarlo, para luego introducirlo dentro de su boca. Comenzó a mover su cabeza de arriba a abajo, utilizando su lengua para acolcharlo por dentro. Jack parecía estar disfrutando, pues había echado la cabeza hacia atrás, y parecía volver a soltar gemidos de placer. Sin embargo, después de unos segundos, tomó la cabeza de Aki para intentar frenarla.

    — ¡Ah, Aki, dientes, dientes!— dijo, con un gesto de dolor.

    La joven abrió grande los ojos y se sacó el pene de la boca, agitada.

    — ¡Perdón, perdón! ¿Otra vez te lastimé? Se ve que leer mucho yuri hace que una se vuelva muy mala en esto.— dijo, rascándose la nuca, y soltando una pequeña risita de disculpa. Luego, se lo quedó mirando unos segundos.— Bueno, ¿cómo quieres que lo haga? Tú eres el hombre aquí, indícame cómo tratar bien a tu pene.

    La mención de esa palabra dicha de forma tan casual hizo que Jack se volviera rojo como un tomate, y tuvo que inspirar para calmarse. Miró a su compañera de forma recriminatoria, lo que provocó que Aki le sacara la lengua, juguetona. Jack le dio un par de vueltas en su mente al asunto, y luego dijo de forma dubitativa.

    — Bueno, podrías...ehmm...un amigo me dijo que...si tal vez utilizas tus senos, eso puede sentirse bien. Y podrías usar tu boca también, hacer las dos cosas.— dijo, con un tono bastante tembloroso y bajo, sin mirarla a los ojos.


    — Ah, ¿sí? ¿Y cómo podría utilizar mis senos para eso? ¿Acaso tu amigo te lo dijo?— preguntó con una voz burlona la muchacha, mientras gateaba hacia Jack, de forma lenta y sensual, hasta quedar a centímetros de su rostro.— ¿Y cómo tendría que usar mi boca, para no lastimarte? ¿Me lo podrías describir?

    Jack podía sentir el aliento de Aki cerca de su rostro, y eso hacía que se sintiera extremadamente nervioso. Comenzó a tartamudear, intentando responder a las preguntas, pero Aki lo calló con un beso, riendo suavemente.

    — Eres demasiado tierno cuando te pones nervioso, ¿lo sabías?— dijo, riendo. Luego, tomó las manos del muchacho entre las suyas. Bueno, ahora enserio. Guíame en como quieres que lo haga. No hay nadie que conozco mejor a tu cuerpo que tú mismo.

    Dicho eso, llevó las manos de Jack a sus pechos, dejando que los masajeara y volviendo a disfrutar de la sensación. Luego, con una sonrisa pícara, volvió a dónde antes se encontraba, y puso sus senos alrededor del miembro de Jack. Este pudo sentir la suavidad de sus pechos, como lo acariciaban allí abajo, el solo contacto volviéndolo loco. Con sus manos, le indicó que debía subir y bajar, haciendo los mismos movimientos que antes había utilizado. Luego, le indicó que también utilizara su boca, lamiendo la punta. La respiración de Jack volvía a entrecortarse, disfrutando no solo de las sensaciones que le provocaban los movimientos de Aki, sino el espectáculo que brindaba. De improviso, la chica comenzó a acelerar, esta vez volviendo a poner el pene de Jack en su boca, cuidándose de no utilizar los dientes. La respiración de Jack se entrecortaba más, y su excitación era cada vez mayor. Estaba llegando a su límite. Y todo se fue a pique cuando Aki decidió mirarlo a los ojos mientras realizaba el acto. Esa visión hizo que Jack sintiera una oleada de sentimientos, que fue trasladándose hacia su entrepierna, con grave peligro de explotar. Por fortuna, Jack seguía teniendo buenas reflejos, y con un movimiento de cadera, logró sacar su miembro de la boca de Aki, justo antes de que terminara. Sin embargo, la muchacha terminó con la cara y los senos manchados con esa sustancia blanca y pegajosa que parecía haber explotado. Aki se quedó unos segundos sorprendida, sin reaccionar. Jack tenía una expresión de terror en el rostro, y rápidamente tomó su remera, disculpándose.

    -—Oh, maldita sea, Aki, yo...lo siento mucho, yo no...lo intenté controlar...te tendría que haber avisado antes. Tan solo, déjame…— el muchacho no encontraba las palabras adecuadas para decir, mientras que con su remera, intentaba limpiar todo lo que podía del rostro y los pechos de su compañera.

    Aki, cuando salió de su sorpresa, comenzó a reírse, primero bajito, y luego a carcajadas de nuevo. Jack, desconcertado, dejó de limpiarla y la miró extrañado.

    — Eres demasiado tierno. No pasa nada, se sale fácil, ¿lo ves?— dijo, sacándole la remera de la mano y limpiándose ella misma.- Tuviste la decencia de no querer acabar en mi boca, eso hubiera sido asqueroso. Además, si acabaste de esa manera, quiere decir que lo estaba haciendo muy bien, ¿no?

    — La verdad que sí, eres bastante buena.— admitió el muchacho, con una sonrisa. Luego puso una cara de asco, cuando la joven le devolvió la remera.— Tendré que poner a lavar esto luego.

    — Salió de tu cuerpo, no deberías preocuparte tanto por ello.— rió la joven.— ¿Qué pasó con el extrovertido y zaparrastroso Jack? Puede andar con cuatro capas de tierra encima y con ropa con más agujeros que un queso gruyere, pero apenas se mancha con fluidos corporales, se vuelve un maníaco de la limpieza. ¿Te ocurre lo mismo con el sudor?

    — Ja, ja, muy graciosa.—respondió socarrón el joven, para luego dedicarle una sonrisa pícara.— Bueno, ahora es mi turno de devolverte el favor.

    Y antes de que pudiera reaccionar, puso sus manos sobre sus hombros, y empujó suavemente a Aki hasta que esta estuvo de espaldas. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para dar vuelta sus piernas, aunque la práctica lo ayudó con esto. Esta vez le tocaba a la joven enrojecerse.

    — Oye, no...no hace falta. Enserio. No creemos una cadena de favores de esto, oye.- dijo, nerviosa.

    Jack simplemente le sonrió y la besó. Luego, de la misma forma que ella había hecho, comenzó a recorrer su cuerpo con sus labios, pasando por su cuello y sus hombros, sus senos y su abdomen, arrancando gemidos de placer con cada beso. Levantó una de sus piernas, y comenzó a besarle desde la pantorrilla, subiendo por sus muslos hasta llegar a su pollera. Allí, comenzó a sacársela de forma lenta, dejando a la vista las bragas de la joven, al parecer de encaje. Esta se tapó la cara, roja de vergüenza, y cerró la piernas de golpe, casi atrapando la cabeza de Jack entre ellas. El muchacho la miró sorprendido, pero esta seguía ocultándose. Intentó separar las piernas, pero era obvio que ella no quería. Sonrió, y se arrastró hasta quedar al mismo nivel que se rostro. Le besó ambas manos, y le dijo con voz suave.

    — Oye, si no quieres, no hay problema. Pero tan solo dímelo, no hace falta que estalles mi cabeza como una sandía para que capte el mensaje.— dijo, riendo.

    Ella quitó lentamente las manos de su rostro, con una mirada tímida. Lo único que hizo fue asentir, y abrió las piernas lentamente. Jack le besó la frente, y le acomodó un par de cabellos rebeldes.

    — Vamos a empezar más lento, ¿sí? Puede que me haya apurado.— dijo, con un tono tranquilizador.

    Comenzó a besarla de forma dulce, mientras bajaba su mano por su cuerpo, suavemente, hasta llegar a sus muslos. Juguetón, los apretó un poco, viendo que le causaban cosquillas a la joven. Luego, un poco dubitativo, comenzó a dirigirse hacia el interior de los mismos, hasta tocar la textura de la tela de la ropa interior de la joven. Esta dio un respingo, pero se calmó de inmediato, rindiéndose al tacto de su compañero. Esto comenzó a acariciar la vulva de la muchacha de forma delicada, por encima de sus bragas, mientras besaba su cuello. Luego, subió la mano hasta su abdomen, para luego bajarla y pasar por debajo de la ropa interior. Pudo sentir toda la humedad entre esos dos labios, y acarició el clítoris de forma suave. Aki comenzó a excitarse visiblemente, soltando débiles gemidos, y curvando su espalda. Jack le rodeó los hombros con su brazo libre y comenzó a besarle los pechos, mientras su mano seguía acariciando sus labios inferiores. Luego de un tiempo con los mismo movimientos, el joven se animó a comenzar liberar a su compañera de la última prenda de ropa que le quedaba. Lentamente, con una mano, comenzó a sacarle las bragas, para dejar al descubierto toda su feminidad. Jack tragó saliva, y terminó de sacarle la ropa interior por las piernas. Luego, bordeando la figura de sus piernas, llegó de nuevo hasta su entrepierna. Allí, comenzó a masajear nuevamente la vulva, para después, con cierta duda, comenzar a insertar un dedo dentro. Lo hizo lento, despacio, dejando que se mojase con los mismos jugos que la vagina de su compañera producía. Aki comenzó a gemir bastante más fuerte, e incluso soltó un par de quejidos de dolor, lo que hizo que Jack se frenase con una expresión de preocupación.

    — ¿Estás bien? ¿Te lastimé?

    — No, no. Solo que…nunca lo había hecho así. Además de que tienes los dedos bastante largos.— respondió con la voz entrecortada la joven.

    El muchacho sonrió, y continuó con lo suyo. Pudo sentir el calor y la humedad del interior de Aki a medida que su dedo ingresaba dentro y fuera de su compañera. Al principio lo hizo despacio, dejando que la cavidad se acostumbrara a su dedo. Cuando sintió que ya estaba lista, comenzó a aumentar el ritmo, penetrándola solo con su dedo mayor, haciendo que fluido saltara por el movimiento. Aki comenzó a gemir cada vez más fuerte, y tuvo algunas pequeñas convulsiones, que hacía que su cerviz se elevara. Después de varios minutos, en los cuales Jack aprovechaba para besarle sus senos, boca, cuello, hombros, la joven dio un grito de placer, que culminó en una violenta sacudida y un súbita cerrada de piernas, que atrapó la mano del muchacho. Este inspiró fuertemente, para no soltar un grito de dolor por lo imprevisto que fue el golpe. La joven se relajó en sus brazos, todavía teniendo un par de sacudones. Aki abrió los ojos y tomó con sus dos manos la cara de Jack, para luego atraerlo hacia ella y plantarle un beso. El muchacho cayó hacia un costado luego, respirando agitado. Vaya, eso era bastante cansador. Aki volvió treparse sobre él, apoyando su cabeza sobre el pecho de Jack. Este la rodeó con un brazo, mientras cruzaba el otro detrás de su cabeza.

    — Oye, Jack.

    — ¿Hmmm?

    — Sabes, estamos desnudos, uno encima del otro.

    — Ajá.

    — Y hemos compartido mucho, en tan poco tiempo.

    Jack asintió, cerrando los ojos. Aki inspiró, para tomar valor. Y volvió a contar los veinte segundos. Aunque estos tuvo que contarlos de nuevo un par de veces. Al final, reunió valor suficiente como para llenar cinco personas, y formuló su pregunta.

    — ¿Quisieras...llevarlo un paso más lejos?

    — ¿A qué te refieres?- preguntó el muchacho, abriendo un ojo.

    — A qué… vayamos un poco más allá. Quiero decir, que…

    — ¿Estás segura de lo que vas a decir?— la cortó repentinamente Jack.— ¿Tienes en cuenta todo lo que tu pregunta conllevaría?

    — ¿A qué te refieres con eso?— preguntó confundida la joven.

    Jack levantó el torso, haciendo que Aki también se levantar con él. Apoyó una mano en un hombro, y la otra en su rostro.

    — Estás a punto de pedirme algo que puede condicionarte toda tu vida. Es una decisión muy importante la que vas a tomar, y quisiera que la pienses bien. ¿Estás segura que quieres desperdiciar esa oportunidad conmigo? Tu cuerpo, tu inocencia, por así decirlo, no es algo que debas dar de forma tan libre. Es algo especial, es la máxima entrega que uno puede hacer hacia el otro, en nivel físico. Estás dejando que alguien más conozca tu interior, te explore, que comparta tu placer. Es, prácticamente, unirse a alguien. Tienes que hacerlo con alguien que ames de verdad, no con alguien como yo. Ya me has dado muchísimo más que cualquier otra persona, y creo que me he pasado en beneficios. Tal vez lo mejor sería que esperes a encontrar a aquella persona que de verdad amas, sea quien sea.

    La chica se había quedado sin palabras. Jack le sonrió, y le acarició el rostro. Luego, suspiró, e hizo un ademán de ir a buscar su ropa. Sin embargo, recibió una fuerte cachetada de parte de Aki, tan fuerte que lo dejó sin reacción durante unos segundos. Jack la contempló, y se sorprendió al ver que la chica estaba llorando.

    — ¡Baka! ¡Por qué eres tan idiota y tan ciego, Jack! ¡Baka, baka! ¡Por supuesto que te amo, Akaname! ¡¿Por qué crees que hice todo esto, que compartí tanto contigo?! ¡¿Crees que lo hago con cualquiera?! ¡Baka!— volvió a darle otro cachetazo, a faltas de más palabras, y rompió en llanto.

    Jack simplemente podía mirar, teniendo poca sensibilidad en la cara después de los dos cachetazos. Y se volvió a odiar. Se volvió a odiar mucho. Por haber causado todo esto. Por hacer que Aki llorara. Pero había hecho una promesa. Una promesa hacia la niña que tenía enfrente suyo, totalmente desnuda y vulnerable, llorando desconsoladamente. En un impulso, Jack la abrazó y la apretujó contra sí. Aki siguió llorando, hecha un ovillo entre sus brazos. El muchacho le tomó el rostro con ambas manos, y le plantó un beso, húmedo como las lágrimas que corrían por las mejillas de la joven.

    — Perdóname por ser un idiota. Lamento que no hayas visto mejor lo que soy. Te hubieras ahorrado un poco de sufrimiento.— dijo, con una pequeña risa.— Y estoy dispuesto a dar el próximo paso contigo, a ir más allá.

    — Baka…- replicó Aki, entre sollozos, y le plantó un beso.

    Jack la abrazó y ambos quedaron unidos de esa manera, durante algunos momentos, en silencio, dejando que los sentimientos se desahogaran. El muchacho le acariciaba el pelo a su compañera, mientras la joven se dedicaba a pasear sus manos por su espalda. Se estaba muy tranquilo, esa noche, los dos entrelazados. Aki aprovechó ese momento para susurrarle algo a Jack en el oído.

    — Oye, tal vez tú no quieras hacerlo ahora, pero tu amigo aquí abajo parece ansioso.- la cara de Jack se coloreó de un vibrante rojo. Aki soltó una risotada.— ¡En tiempo récord encima! ¡Mis poderes siguen siendo fuertes!

    Jack se mordió el labio, en una expresión de fastidio, y puso los ojos en blanco. Ella soltó otra risotada y le besó el cachete. Se lo quedó mirando unos momentos.

    — Entonces… ¿vamos a hacerlo?

    Jack asintió, con aire ausente. A decir verdad, no tenía idea de cómo iniciar el tema. Y Aki tampoco. Luego de un momento de intentar analizar cuáles serían los mejores pasos para proceder a continuación, decidieron quedarse como estaban, Jack apoyando su espalda sobre uno de los sillones, y Aki sentada en su falda. De esa manera, podían ver el rostro de cada uno, y podían estar abrazados. Además, Jack podría agarrarle el trasero a Aki, cosa que le confesó que le gustaba, y Aki obviamente aprovechó para burlarse. Ambos estaban en posición, Aki sentada sobre Jack, ambas entrepiernas unidas, los brazos de ella alrededor del cuello de él, las manos de él aferrando las nalgas de ella. Ambos respiraban de forma entrecortada, ambos estaban nerviosos. Ambos temblaban. Ambos corazones latían al unísono. Pero ninguno sabía cómo empezar. Se miraron un rato más, y asintieron mutuamente, como dándose valor. Aki agarró el miembro de Jack, para ponerlo en posición. Levantó sus caderas, y se posicionó por encima, con la punta rozando su vulva. Inspiró profundamente, y comenzó a bajar.

    — ¡Espera!

    Aki se detuvo de improviso, ante el grito de Jack. Lo miró con una mezcla de enojo y susto. ¿Acaso había hecho algo mal? ¿Lo había lastimado de alguna manera? ¿Se había arrepentido?

    — No estamos usando protección de ningún estilo, ni preservativos, ni pastillas. No quisiera que algo te pase por eso, o que salgan otras complicaciones.— dijo Jack, con voz seria.

    Para su sorpresa, Aki simplemente lo besó, y con una sonrisa, comenzó a bajar su cadera, haciendo que Jack la penetrara de a poco. La marca de la virgen se dejó ver, mientras un hilillo de sangre salía de la chica. Tenía una expresión de dolor en el rostro, pero sus gemidos denotaban placer. Jack quiso detenerla, para que no se siguiera lastimando, pero ella negó con la cabeza, cada vez bajando más, hasta volver a quedar sentada nuevamente en la falda del muchacho. Se tomó un momento para recuperar el aire, y miró a Jack a los ojos. Ambos se quedaron en silencio y empujados por un impulso, ambos se besaron de forma apasionada, mientras Aki comenzaba a mover su cadera lentamente, apretando el miembro de Jack entre sus paredes vaginales, llenándose de placer en cada entrada. Jack podía sentir lo cálido y húmedo que era el interior de Aki, así como lo apretada que estaba, por ser su primera vez. Mientras la besaba, agarró su cintura, y comenzó a ayudarla con los movimientos, haciendo que sus caderas subieran y bajaran, subieran y bajaran, al ritmo de los gemidos de placer de ambos. Unieron sus frentes y se vieron directamente a los ojos. Cada uno podía perderse en los ojos del otro. Aki, en el oro y esmeralda de Jack; y este en los corales de ella. Aki comenzó a moverse más rápido, su cavidad más acostumbrada al tamaño de Jack, con más fuerza, haciendo que sus nalgas golpeen con las muslos del joven, haciendo un ruido de repiqueteo. Jack comenzó a besarle su cuello, y eso envió nuevas vibraciones de placer al cuerpo de ella, que comenzó de vuelta a arañar la espalda del joven, perdida como estaba en el acto. A este tampoco le importaba, unido como estaba con su compañera. Volvieron a besarse, y Jack aprovechó para agarrarle los glúteos y alzarla unos centímetros, para ser él ahora el que controlara la velocidad. Comenzó con estocadas tranquilas, para después avanzar en potencia, haciendo que Aki se pegara contra su cuerpo, gimiendo en su oreja. En un momento, el cuerpo de la joven se estremeció con un fuerte espasmo, haciendo que esta se extienda hacia atrás, apoyando las manos en el suelo. Se quedó unos segundos recuperando el aliento, para luego volver a moverse en esa posición. Tomó ambos manos de Jack y las llevó hasta sus senos, para que jugara con ellos mientras ella seguía moviendo su cadera arriba y abajo. Siguieron así un rato más, hasta que Aki decidió volver a la posición anterior, aferrándose fuertemente de la espalda de Jack, acariciando cada músculo, definiendo su contorno con los dedos. Jack se acercó a su oído, susurrando.

    — Aki, estoy... estoy cerca. Voy a…

    — Hazlo... no te preocupes…puedes hacerlo.— dijo Aki, con los brazos alrededor del cuello de Jack.

    Este la besó de forma húmeda y apasionada, mientras Aki movía más fuerte sus caderas, para ayudarlo a llegar al final. La respiración del muchacho se volvió más jadeante y sus movimientos más rápidos, hasta que, con una última estocada, llegó a su límite. Una explosión ocurrió en la unión de ambos, Jack liberando toda la tensión que había acarreado en ese momento, y Aki dejando ir todo el odio que sentía por el muchacho. Jack cayó hacia atrás, respirando agitado, completamente extenuado, con Aki arriba de él, en condiciones iguales. Ambos estaban abrazados, y se quedaron así, hasta que la mañana encontró a ambos acostado en el patio interior, desnudos, con el panorama destruido alrededor suyo. Aki estaba durmiendo sobre el pecho de Jack, sus piernas entrelazadas en las de él. Jack parecía proteger a Aki con su abrazo, como queriendo asegurarse de que nunca la dejaría sola. Ambos tenían una sonrisa en su rostro. Habían dejado una marca que no podía ser borrada en el otro, y ambos corazones latían como uno.
     
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