Otro Una amistad de ensueño. La Niña y El tigre.

Contenido oculto: EXTRA

Yuma: hermano mayor.
Edad: 14
Mía: la niña, hermanita menor.
Edad:10

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La pequeña se encuentra jugando con su hermano mayor a las escondidas, el hermano era unos dos o cuatro años mayor que ella, por lo que podía conseguir sin problemas permiso para que su hermanita se divirtiera, -para él-… Era hermoso y digno de ver, observar a su hermanita feliz.

Yuma, el hermano mayor, se dispuso a cerrar los ojos y empezar a contar, y a la vez sonrió al escuchar la risa de Mía al ir a esconderse. La cabaña donde ellos vivían estaba cerca de unos bosques de pinos, un paisaje hermoso, como también, un lugar perfecto para esconderse, -o eso pensó Mía-. Y dirigirse con esa meta, al entrar, con una sonrisa divertida, no pensó en que tal vez se perdería.

Unos pocos minutos habían pasado, y mía en el primer intento había encontrado un lugar perfecto para esconderse; un hueco para ser más específicos, en el cual ella encajaba a la perfección.
Por otro lado, Yuma ya había terminado de contar hasta 20, y se encaminaba a buscar, pero al buscar y buscar, primero con una sonrisa al ver que su hermanita cada vez mejoraba en esconderse; pero luego ya empezó a preocuparse, la noche ya empezaba a anunciarse, por color anaranjado y colorido del cielo, tras las montañas de nieve. Y para más, complicar ya empezaba a nevar.

—¿Dónde te habrás metido, hermanita? —piensa preocupado, mientras corre en su busca.

El colorido espectáculo del anuncio de la noche, había culminado, y la oscuridad había cubierto al bosque, ocasionando que… Mía empezara a tener frío, junto un comienzo de pánico.

Con ella, al estar metica en el hueco al menos evitaba que el frío la congelara rápidamente, pero el vapor de su aliento ya se podía ver.

—¿Dónde estará mi hermano? —se pregunta Mía, temblando.

Mía al escuchar un ruido tras suyo, tras el hueco, se estremece de miedo, y sale de él. Corriendo con temor, corría por el bosque asustada por aquel sonido muy cercano.
Pero el ruido que había escuchado, tan sólo era un búho despertando de su sueño diurno.

La noche empezaba a sentirse más helada, conforme pasase el tiempo, Mía tenía fe en encontrarse rápido con su hermano, pero lo que no sabía era que un oso pardo merodeaba los alrededores junto a su pequeña cría. Tanto Mía como el oso, estaban tan sólo a unos metros de distancias, pero como un humano no ve en la oscuridad, ella no lo pudo prever lo de a continuación.

Al estar muy metida en sus pensamientos temerosos, se tropezó con una rama sobresaliente, cayendo, ocasionando un ruido y alertando al oso, la madre.

Mía se alarma y asusta al caer al suelo, al instante escucha el parloteo de algunas aves, logrando que el ambiente que la rodeaba se tornase tenebroso.

<<Hermanito…te necesito>>-pensó mía.

Mía intenta pararse, pero escucha un crujir de una rama, y sube la mirada encontrándose con una pequeña cría de oso, estaba a prácticamente unos metros de ella, justo al intenta ser cautelosa al levantarse, una rama crujió bajo ella, ocasionando que se asustara de ella, y gimiera de pánico, y al escuchar su madre quién no se encontraba lejos, eso la alertó, yendo inmediatamente en esa dirección, y gruñir a Mía, protegiendo a su cría

Mía se asusta, tiembla y al ver que se acerca grita, alertando aún más al oso.

—¿¡Ahh!? —grita.


Como a unos nueve kilómetros de distancia, un tigre blanco, que fácilmente se le podía confundir con la nieve, que si no fuera por sus rayas negras lo haría. Aquel tigre estaba sólo merodeando el bosque en busca de alimento, era de una estatura mediana.
Justo cuando olió a su presa, un cervatillo, se preparaba para atacar, pero un ruido, o más bien un grito ahuyenta al ciervo, alertando que el tigre estaba cerca. Gruñe fastidiado y se dirige por curiosidad e instinto al lugar, pudiendo observar a una niña frente a un oso, por alguna razón aquello lo alarmó, e instintivamente se coloca frente a ella, protegiéndola.


—Qué bonito tigre, se parece al libro...—pensó con adoración Mía


La madre osa al notar la presencia del tigre, gruñó, levantándose sobre sus dos patas intimidando, y el tigre al ver aquello gruñía receloso; esperando el momento adecuado en la cual atacar, defendiendo su posición. La osa al notar que no lo intimidaba lo empezó a atacar, él mismo a contraatacar logrando herir a la osa; con un rasguño, advirtiéndola que no estaba jugando

La osa al recibir el rasguño en su hocico, y escuchar el llanto de su cría, -quien lloriqueaba por su madre-, ella al notar aquello, optó por atacar por última vez, agarrando al tigre entre dientes del pescuezo, logrando con aquel movimiento alejarla de ella y su cría.


—¡¿Tigresito!?...—exclamó asombrada y preocupada.


Al haber sido atacado por la osa, ésta había girado y tirado de él como si fuera algo de tela, mandándolo a chocar por un pino, el tigre, gruñó sintiendo un dolor en su lomo. Un poco de esfuerzo y perseverancia, logra pararse gruñendo, demostrando a la osa que no iba a vencerlo con tanta facilidad, la osa al notar aquello y ver a su cría asustada optó por alejarse con su cría.

La osa no deseaba asustar más a su pequeña cría.

Mía; quién había sido testigo de aquella pelea, asustada y preocupada fue acercándose al tigre, temerosa pudo notar que el tigre, quién la había salvado poseía ciertamente algún que otro rasguño doloroso -ocasionando que haga una mueca-.

Él la miró fijamente notándola sana sin ningún daño, exhala hondo y se deja caer en la nieve aliviado, no le incomodó en ningún momento que la pequeña se le acercara.

—Gracias por salvarme, no sabría qué hubiera pasado si no llegabas... —dijo Mía, mientras tímidamente le acariciaba el hocico.

El tigre se sorprendió al sentir una extraña calidez ante la caricia, dejándose acariciar, por lo que sólo se dedicó a disfrutar.

Así que... sólo movió levemente la cabeza, dejando que la niña sacara su mano, Mía al hacerlo, el tigre aprovecha la oportunidad y lame la mano en muestra de agradecimiento por su preocupación.

Mía al ver aquella reacción la sorprendió y enterneció, ocasionando que en su rostro una cálida sonrisa empezara a aparecer. El tigre al notar aquella sonrisa en la niña, inundó en su corazón una gran alegría por lo que se obligó a levantar, esperando a que ella se levantara.

El tigre observa sobre sus cabezas, y nota que la nieve cae, y la oscuridad los cubre, por lo que decide acompañarla a un lugar seguro.

Mía lo veía con alegría y curiosidad, aun no entendía cómo aquel tigre la había salvado de aquel oso feroz, es decir ella podía ser su presa, pero éste la había salvado y para más era bueno con ella.

Al percatarse que el tigre la miraba, se levanta, se sacude la nieve de la ropa, y se coloca cerca de él.

El tigre pensó en acercarla a la civilización, a pesar de que él se ponía en peligro con ello, aquel pensamiento había nacido del corazón sincero del mismo, por lo que la empujó levemente con su hocico, mostrándole con aquel gesto de que la siguiera.


Mía captó el mensaje y lo empezó a seguir, pocos minutos después se fueron escuchando gritos lejanos.

—¡Mía! ¡Hermanita, ¡¿Dónde estás?! —se escuchaban gritos de preocupación por parte de una voz masculina.

Era Yuma, quién estaba muy tensionado y preocupado por su hermana.
>>soy un tonto, me descuidé<< piensa.

Mía al escucharlo se emociona, corre, pero por su gran euforia en el trayecto se tropieza y en cámara lenta fue cayendo a la nieve.

Preocupando al tigre quién lo vio, con una rapidez y agilidad digno de un tigre blanco, se colocó justo a tiempo cerca de ella, logrando que cayera sobre él y no se lastimara.


Mía fue consciente de aquel acto, como también de las heridas, preocupándose más por el tigre que por ella misma.

—¡Lo siento! —exclamó con preocupación al haber caído sobre él.

El tigre sólo pudo jadear ante el peso, pero bufa, simulando parecer una risa.

En serio se notaba que aquella niña era un fastidio, pero era tierna a la vez, la levantó del suelo, y empezó a empujarla juguetón para que siguiera su camino

—¡Mía! —Seguía llamando Yuma.

Ante el gesto, Mía sonríe al tigre, y esta vez contestó al llamado.


—¿¡Hermanito aquí estoy!? —grita Mía, para que la encontrara.


Yuma al escuchar el grito de su hermana fue corriendo a esa dirección, asustándose al ver un tigre tan cerca de ella, pero al ver que su hermana levemente acariciaba la cabeza del mismo, se percató que no era peligroso, relajándose levemente.

Mía al llegar junto a su hermano, con él corazón palpitando y alegre por verlo, se relaja.

—Hermanito~ –murmuró aliviada.

Yuma se relaja, y le corresponde el abrazo.

—Me alegro de que estés bien, mi pequeño copo de nieve —murmura Yuma al verla llena de copos y de reojo mirando al grandioso tigre blanco.

El tigre al ver que la niña ya estaba con su gente, se entristeció, e iba a marcharse para no estorbar, pero algo lo detuvo...mejor dicho alguien.

La pequeña niña se encontraba abrazándolo.

—¿Te ibas a ir sin despedirte amiguito? –pregunta Mía.

Él... quién, estaba seguro que estorbaba, se sorprendió al ver que la niña lo tenía en cuenta, y más por haberla escuchado decir "amiguito"...

El tigre niega sutilmente, y la mira. Mía se separa un poco y sonríe al sentir su mirada penetrante en ella.
Mía al ver a su hermano y luego al tigre, siente una leve caricia en su frente, ocasionando que frunza en el ceño

—Mía... –escucha una voz llamarla.
¿Acaso de dónde venía aquella voz? Mía no lo sabía.


—Mía, mi pequeña—escucha una voz delicada y cantarina.

Y poco tiempo después siente que todo lo que le rodea, lo deja de sentir, sintiendo como alguien la remueve, desapareciendo todo.

—Mía despierta, ya dejó de nevar –dijo una voz.

Que Mía reconoció como la voz de su madre, su vista era borrosa, y poco a poco fue acentuando una figura, y luego los colores, logrando ver a su madre.