de Inuyasha - Una última vez [One-shot]

Una última vez [One-shot]

Quería dejarles este one-shot que hice para el "Concurso de One-Shot de la serie Inuyasha".
Es el primero que escribo y me costó mucho porque siempre que tengo una idea para algo corto la empiezo a extender tanto y se me ocurren miles de cosas que pueden pasar que deja de ser un one-shot y pasa a tener varios capítulos, pero he quedado satisfecha con lo que surgió y más por ser el primero.
Gracias por leerlo y espero sus comentarios.

Una última vez​

Era un atardecer hermoso, los últimos rayos de sol en una suave despedida alumbraban el firmamento y las hojas, movidas por la leve brisa, se perdían en un delicado baile mientras que el ambiente cálido anunciaba poco a poco la llegada del verano. La ciudad entera se iba hundiendo en el descanso reparador mientras la gente emprendía el regreso con ansias, sólo que entre los miles de autos que buscaban llegar a sus hogares uno de ellos planeaba no hacerlo todavía.
No seguía al resto por la avenida, su destino no era escapar. Tomó las calles interiores y se dirigió directo al templo de la ciudad. Frenó frente a la escalinata y apagó el motor, en su interior podían verse a dos personas hablar.
- ¿Quieres qué te acompañe?
- No, estaré bien. Por favor, espérame aquí.
Una mujer vestida con un traje de ejecutiva bajó del auto, permaneció un momento observando y con decisión entró al templo. Caminó lentamente, conocía cada lugar, cada rincón, todo allí guardaba una parte de ella. No podía evitar que la melancolía la embargara mientras recorría lo que alguna vez había sido su hogar y había pertenecido a su familia. Podía sentirse otra vez como una jovencita de quince años, como si el tiempo se hubiera detenido y nada allí quisiera que continuara.
Estaba otra vez frente a él, merecedor de un profundo respeto, aquel que había sido testigo y confidente de sus sentimientos y de sus momentos junto a la persona que más amó en la vida, aquel ser donde el tiempo no tiene ningún poder.
Ella se llevó una mano al corazón mientras con la otra acariciaba la base del Árbol Sagrado.
- Ha pasado mucho tiempo ¿No es así? – dijo con una voz llena de ternura- Mi apariencia ha cambiado un poco mientras que tu sigues igual de majestuoso.
Posó su mano en esa marca particular y antigua del tronco.
- Quiero pedirte una última vez… Déjame ir una última vez, por favor.
La brisa meció su cabello y las hojas del árbol.
La mujer caminó directo hacia donde sabía estaba ese pozo. Abrió la puerta corrediza, allí estaba. Había marcas de descuido en él, pero seguía siendo su pozo, su entrada. Como deseaba que fuera como esas otras miles de veces, que tan sólo hubiera regresado por medicinas y alimentos para luego volver. Contempló el lugar por unos momentos, acarició el borde de la madera y sin dudarlo un segundo se adentró en él llena de esperanza.

Mantenía sus ojos cerrados, escuchando, esperando una señal. Lentamente los abrió y miró el cielo, sí, el cielo. Enseguida lo reconoció, le estaba regalando una última vez.
Salió del pozo y corrió hacia ese sitio donde siempre se encontraban, esperaba que de algún modo estuviera allí, sabía que estaría.
En medio del bosque estaba él. Su aroma, ese inconfundible olor fue percibido por su sensible olfato, pero no podía ser verdad, sus sentidos estaban jugándole una mala pasada. Después de tanto tiempo era imposible, desde el día en que ambos debieron despedirse habían pasado quince años, quince vacíos y dolorosos años. No lo entendía y tampoco soportaba la duda, tenía que confirmarlo y para ello, sin dudarlo, se rindió al anhelo de que fuera verdad corriendo a toda velocidad hacia allí.
La vio, era ella, no podía creerlo, no tenía sentido y mucho menos se detendría a buscarlo. Estaba parada frente al Árbol Sagrado, podía contemplar su hermosa figura de espaldas alumbrada dulcemente por los últimos rayos de sol que se adentraban entre las hojas, no era un sueño, simplemente era ella. Con pasos lentos se acercó y con una voz temblorosa dijo aquella palabra.
- Kagome.
La mujer lo reconoció de inmediato, no pudo evitar dejar escapar una lágrima de felicidad, se giró para verlo a los ojos, era él, su gran amor. Ambos se observaron, el tiempo había cambiado sus cuerpos. La figura de su bella Kagome lucía diferente, ya no era la jovencita que llevaba puesto su traje escolar, era toda una mujer y sus bellos ojos ya no reflejaban inocencia pero aún continuaban llenos de ternura y amor. Él, en cambio, seguía vistiendo su traje de tela de ratas de fuego y su imagen era muy parecida a la de aquel muchacho, tal vez su condición de hanyou detenía el tiempo en él, pero su mirada sí había cambiado, reflejaba una gran tristeza.
- Inuyasha – dijo con su bella voz.
- Pero ¿Cómo? ¿Tu?
- Ha pasado mucho tiempo- lentamente se acercó a él.
- Quince años desde que te fuiste ¿Por qué? ¿Por qué vienes ahora después de tanto tiempo? – Estaba lleno de dolor – Cuando cruzaste el pozo yo ya no pude ir por ti, no pude cruzarlo, me dejaste, me dejaste solo.
- Si hubiera podido escoger jamás te hubiera dejado, te habría elegido. Siempre te elegí Inuyasha. Habría dado todo por poder quedarme contigo.
Él la miró sorprendido, sus palabras eran verdaderas, ella siempre lo había elegido, siempre permaneció a su lado hasta el día en que la perla desapareció.
- ¿Me odias? – dijo ella triste.
- Nunca. Nunca podría odiarte
Kagome acarició con su mano cálida la mejilla del hanyou mirándolo directamente a sus ojos color oro.
- No ha pasado un solo día en que no pensara en ti.
- Kagome yo…- no podía quedarse sin palabras ahora cuando estaban otra vez juntos – También he pensado mucho en ti, nunca debí haberte dejado ir, debiste quedarte conmigo. Yo nunca dejé de amarte.
Ella sonrió dulcemente y él la tomó entre sus brazos en un tierno abrazo.
- Cuando te fuiste, te llevaste todo de mí Kagome.
- No sabes cuanto deseé poder volver. Pero, aunque lo hubiéramos querido, no teníamos futuro alguno, no podía quedarme aquí, no pertenezco a este tiempo y eso es algo que no podemos cambiar.
Kagome se separó de él y lo miró a los ojos.
- Siempre serás el dueño de mi corazón, nunca lo dudes. Te amé y te sigo amando, y así será por siempre.
- Kagome, tu nunca dejarás de ser la persona más importante para mí, siempre estarás en mi corazón.
Era inevitable, ellos no podían compartir sus vidas y lo sabían, por más dolor que sintieran sus destinos no estaban unidos. Nunca olvidarían ese tiempo que compartieron, tesoro que les pertenecía.
- Conocerte fue lo mejor que pudo haberme sucedido, tu me enseñaste a vivir.
- Es por eso que quiero que me prometas algo Inuyasha. Prométeme que seguirás, que mirarás adelante y que no te rendirás jamás. Quiero que seas feliz Inuyasha, quiero que la persona a quien amo logre encontrar la felicidad que tanto se merece. Aunque no estemos juntos en esta vida, podremos hacerlo en la otra, pero quiero que vivas, quiero que seas muy feliz…Promételo.
Kagome estaba llorando. Ella lo sabía, siempre supo que a pesar de los años, él se había rendido, el dolor y la tristeza lo habían consumido y el recuerdo de ella era lo único que lo mantenía con vida. Su unión, su amor, iba más allá del tiempo, no dejaría que él se rindiera, no quería que lo hiciera, él más que nadie tenía derecho a la vida.
- Kagome, lo prometo – dijo él con lágrimas en los ojos – Nunca te defraudaré.
- Nunca lo olvides mi amado Inuyasha.
Los dos enamorados volvieron a perderse en un fuerte abrazo para que la luna desde lo alto con sus primeros rayos sea la única testigo de ese último beso.

Nuevamente estaba parada delante de él, mirándolo.
- Muchas gracias Árbol Sagrado.
Una voz a lo lejos llamó su atención y logró arrancarle una tierna sonrisa.
- ¡Mami! ¡Aquí!
Una niña de apenas unos cuatro años se dirigía hacía ella a la velocidad que sus pequeñas piernas se lo permitían tomada de la mano de un hombre. En cuanto Kagome la vio corrió hacía ella y la tomó entre sus brazos.
- Mamá ¿Dónde estabas? – dijo la pequeña.
- Lo siento mi amor, pero se puso muy inquieta – dijo el hombre dándole un beso en la mejilla a su mujer.
- Lamento el retraso – dijo ella sonriente – Sabes Sakura aquí es donde vivía cuando era una niña.
- ¿De verdad? – dijo la niña sorprendida viendo a su alrededor.
- Tu tío Souta y yo solíamos jugar aquí. Tu bisabuelo era quien cuidaba del templo, él siempre nos contaba historias sobre los objetos que había aquí y este árbol que ves no es un árbol cualquiera…

Los tres se dirigían a la salida del templo. Sakura bajó de los brazos de su madre para correr por el lugar, Kagome la miraba feliz mientras caminaba de la mano de su esposo. A pesar de su dolor y de que una parte de sí misma había quedado en el pasado, ella había seguido adelante, hacia el futuro. Sabía que algún día el destino la volvería a reunir con el dueño de ese profundo sentimiento, su amado hanyou, pero no en esta vida. Hasta ese momento él viviría en sus recuerdos y en su corazón.
Ya en la escalinata miró por última vez el templo…

Hasta que podamos volver a estar juntos…​

Nunca olvides tu promesa Inuyasha.​