Un tanguito, eternamente Haciendo un puchero, abre los ojos y se sienta derechita en el piso azul, las olas haciéndole caricias. No la está pasando demasiado bien -para variar- y, aunque es bastante egocéntrica, a veces la melancolía le gana y ni ganas siquiera de actuar toda orgullosa. Mira sin ganas a su alrededor y después ve más allá de la infinidad azul; hay olor a mar de repente, como si fuera un mensaje que llega desde muy, muy lejos. Se para y, mirando con atención, logra verlo. Por fin, luego de tantos siglos, las miradas se cruzan. Él extiende su brazo infinito e imagina que la toma y que la acerca de un tirón. De fondo suena “mi Buenos Aires querido” mientras la agarra de la cintura con fuerza, una vez más pegados, bailándose eternamente un tanguito, como había pasado tanto tiempo atrás. El viento cambia de rumbo y llega a las costas de él, sacándolo de su ensoñación. Tararea entonces “No llores por mí, Argentina, mi alma está contigo”. Argentina, mientras tanto, arquea la ceja que no tiene y vuelve a mirar para Europa, suspirando; lástima que en los tiempos de Pangea no había estado pegada a ella, piensa. Para la actividad ¡Vamos a pensar! Tema: Bailar un tango Cantidad de palabras: 198 + título Comentario random: Si no fuera porque necesitaba escribir del tango y no se me ocurrió otra cosa, dudo que en mi cabeza se cruzara la idea de que África querría volver a unirse con América del Sur. Pero bueno, sin gente, los continentes debieron ser felices en la pura unidad. Yo qué sé.