Jumanji Un Obsequio Inesperado [¿El Mejor o Peor Regalo de Navidad?]

Tema en 'Fanfics sobre TV, Cine y Comics' iniciado por Luncheon Ticket, 23 Diciembre 2020.

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    Luncheon Ticket

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    Un Obsequio Inesperado [¿El Mejor o Peor Regalo de Navidad?]
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1512
    Para la actividad navideña que figura en el título, éste sería el peor regalo.



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    El espejo devolvía el reflejo de un caballero que estaba en medio de un predicamento, siendo el nudo de su corbata la causa específica de ello. Su mentón presentaba signos de haber sido rasurado prolijamente hace tan solo unos momentos, y su camisa blanca le otorgaba un aspecto muy elegante. Detrás de él, caminando por el pasillo, su esposa realizaba otro tipo de preparativos. Ella lucía un vestido de gala que la hacía ver muy bonita, y a pesar de que aún no se había maquillado, su belleza natural era destacable. El hombre soltó la corbata por un momento y se detuvo a examinarla bien, para considerar cuál sería el siguiente movimiento.

    —Oh, querido. Descuida, permíteme ayudarte —dijo una voz femenina, a la vez que unas suaves manos empezaban a anudar la corbata con una eficacia notable—. A pesar de las cuantiosas enseñanzas de tu padre, las corbatas nunca fueron tu fuerte.

    Alan Parrish solo pudo sonreír ante aquella afirmación. Sarah Whittle apretó el nudo para darle el toque de gracia. Se alejó un paso hacia atrás y contempló la imagen que tenía frente a ella. Llegando a la conclusión de que su esposo era muy apuesto, se le arrimó y le dio un cariñoso beso en la mejilla. Él recibió aquella muestra de afecto con suma satisfacción. Era el 24 de diciembre de 1996, exactamente un año después de haber conocido a los hermanos Judy y Peter Sheperd, junto a sus padres Jim y Martha. En ese entonces, Sarah estaba en la dulce espera; y unos meses después, nació su hijo Samuel, bautizado así en honor al padre de Alan. Se podría decir que era una familia realmente feliz.

    —¡Es cierto! Casi lo olvido —Alan recordó algo importante, sintiéndose aliviado por eso—. Debo ir a ver cómo está el pequeño Sam, espero que no haya despertado con hambre —aclaró y, dándole un beso de agradecimiento a su amada, caminó por el pasillo para dirigirse con cierta prisa hasta la alcoba del niño.

    La señora Parrish, por su parte, continuó con sus labores. Habían acordado realizar una cena de navidad a la cual asistiría una buena cantidad de familiares y amigos. Siendo que ella era muy dedicada a la hora de organizar ese tipo de eventos sociales, decidió ser quien se ocupara de cada detalle. La vida en matrimonio era tranquila, sin mayores sobresaltos. Los dos habían vivido toda clase de experiencias desde su pubertad, algunas olvidables y otras que aún atesoraban en su memoria. Quedaba claro que el lazo que los unía era bastante fuerte. El señor Parrish estaba sosteniendo a su hijo, quien apenas tenía unos cuantos meses de vida, cuando oyó el “ding dong” del timbre que provenía desde la planta baja. Cuando se hubo asegurado de que su pequeño estaba calmado, bajó para atender al visitante.

    Sarah hizo lo mismo, esperando que fuera el primer asistente de la reunión. Ella alcanzó la puerta cancel justo cuando su marido la estaba abriendo. En el umbral vieron a Carl Bentley, un antiguo y estimado amigo. Le ofrecieron pasar, pero inesperadamente, él se opuso. Alegó que a pesar de que hubiese querido reunirse con ellos como en tantas ocasiones, justo hace unas horas surgió un compromiso muy urgente que estaba obligado a atender, por lo que había venido a disculparse por ello personalmente. Y no solo eso, sino que quiso dejarles su obsequio por adelantado antes de resolver ese mismo imprevisto que haría que se ausentase por esa noche. Le entregó la dádiva a Sarah, aguardando a que lo viesen para ver qué tal les parecía.

    —Espero que les guste —dijo Carl, antes de explicarles lo que era y cómo lo había adquirido—. Me lo envió una de mis primas hace unos meses, cuando viajó a Londres. Creo que lo encontró en una misteriosa tienda de antigüedades. Me contó que allí se topó con un montón de artículos extraños e interesantes, pero de todos ellos, éste fue el que más le atrajo. Dijo también que oyó el sonido de unos tambores cuando lo vio. O eso le pareció.

    Bentley había sido empleado en la fábrica de Calzados Parrish, el cual fuera propiedad del progenitor de Alan. Debido a su ingenio y a su lealtad, logró ser socio del actual heredero, encargándose ambos de la empresa. Por eso mismo los tres se tenían un gran aprecio. La mujer empezó a remover el papel de regalo que fungía como envoltorio, mientras los dos hombres la observaban. Uno con entusiasmo, el otro con expectativa. Al quitar un fragmento de papel, el rostro de Sarah palideció drásticamente. La actitud alegre de antes se esfumó, dando paso a una expresión de temor y angustia. Carl, sin darse cuenta del todo del efecto que aquel objeto estaba causando, decidió añadir un detalle más a su historia.

    —¿Saben? Mi prima también me comentó que el anticuario le relató una anécdota muy peculiar antes de comprar este artículo —prosiguió él, a pesar de que Alan también exhibía una expresión angustiosa—. El dueño de la tienda le dijo que un desconocido lo despertó en la madrugada. Estaba desesperado, casi a punto de llorar. Le imploraba que le comprase el elemento que traía consigo a cualquier precio. O que incluso se lo podía regalar si fuera necesario, pero quería desembarazarse de él a toda costa. A que es insólito, ¿no? Sobre todo, porque se debe de un simple juego de mesa. Creo que solo se trataba de un lunático, o algo por el estilo.

    El rectángulo de madera, ya sin rastro de envoltorio alguno, dejaba entrever una palabra en relieve sobre sus tapas: Jumanji. Sarah estaba a punto de desmayarse, pero Alan la sostuvo a tiempo. En un acto inexplicable, él le quitó el objeto a su mujer y se lo devolvió a su amigo, murmurando algo como “no nos gustan los juegos de mesa, mucho menos éste”. Bentley se quedó sorprendido. Volvió a entregarles el obsequio. Éste le fue puesto en sus manos, por parte de Alan, nuevamente. Así estuvieron un rato, uno más insistente y caprichoso que el otro. Parecían dos niños. A pesar de que no lo hubiera querido, Sarah cortó aquel juego, afirmando que se quedarían con el presente.

    La gentil dama le pidió disculpas a Carl por la actitud de su marido, diciendo que solo estaba algo nervioso. Agregó que, a pesar de que en verdad los juegos de mesa no eran precisamente de su agrado, consideraba que igual había tenido un buen gesto, y se lo agradeció efusivamente. Su amigo se retiró de allí complacido, aunque un poco incómodo. Ni bien cerró la puerta, Sarah dejó el juego sobre una mesita del living, queriendo soltarlo lo más pronto posible. Su esposo se paseaba con los brazos en jarras, bastante desencajado. Estaba a punto de perder los estribos, y ella no se encontraba en una situación muy diferente que digamos.

    —¡Esto es inaudito, querida! —exclamó él, por fin—. Ya pasaron casi veintisiete años desde que nos deshiciéramos de ese… maldito juego. ¡Veintisiete años! Y, aun así, ¡ha vuelto a nosotros!

    —La verdad no soy capaz de comprender cómo ha podido suceder esto —respondió la mujer, mientras se dejaba caer sobre el sofá, totalmente abatida—. Si nos aseguramos de arrojarlo al mar, ¿qué hemos hecho mal?

    —De seguro alguien lo encontró de igual forma, y así pasó de mano en mano hasta llegar nuevamente aquí —concluyó él, moviendo su dedo índice para gesticular que ésa era una respuesta viable, y sin dejar de caminar—. No creo que haya una mejor explicación. O quizás seamos víctimas de una maldición. Puede que nunca podamos escapar de él.

    —¿Qué haremos, Alan? Los invitados podrían empezar a llegar pronto —Sarah recordó que tenía una responsabilidad inexcusable esa noche—. ¿Y si alguien lo encuentra y en una de esas se le da por jugarlo? Asistirán algunos niños a la cena de hoy. Oh, Dios, no quiero ni imaginar que eso pueda pasar.

    —Ya lo tengo —la cara de Alan se iluminó oportunamente—. Nos aseguraremos de poner el objeto fuera del alcance de los demás. En nuestra caja fuerte estará bien, nadie podrá dar con él si lo escondemos allí.

    Dicho y hecho, la pareja subió rápidamente por las escaleras, rumbo al primer piso. En su alcoba, removieron un cuadro que colgaba en la pared. Allí estaba la mencionada caja fuerte. Después de introducir la combinación, metieron el tablero dentro. Una vez que lo cerraron y que el cuadro fuera repuesto, se dieron un abrazo de consuelo. Luego se prometieron el uno al otro hacer como que nada de eso había ocurrido, y que más adelante encontrarían el modo de quitarse esa carga de encima, de una vez por todas. Sin lugar a dudas, ese endemoniado juego se consideraba, por lejos, como el peor regalo de navidad que habían recibido en toda su vida.
     
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    InunoTaisho

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    Jumanji, una de mis películas favoritas... aclaro, la versión con Robin Williams, porque la de The Rock no me atrajo para nada.

    Y oh, oh, oh, yo jamás hubiera pensado en semejante castigo para el pobre Alan... sin duda, el peor regalo para alguien que quiere escapar y olvidar una experiencia traumática es que se la traigan de vuelta a su memoria, y de una forma casi inocente. Obviamente Alan Parrish hubiera preferido deshacerse del juego a toda costa (yo lo hubiera quemado), pero su esposa consideró no darle más vueltas al asunto para no desairar a su amigo; afortunadamente tenían un lugar donde ocultarlo y ya después buscarían la manera de desaparecer esa cosa para siempre.

    Un entretenido corto, como de costumbre.
     
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    Luncheon Ticket

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    Entre la Jumanji original y la más reciente, la primera le da mil vueltas a la de The Rock... peeero, ésta última no está tan mal. No es excelente, pero tampoco es mala. Creo que gustó al público en general por el hecho de que muchos fueron a verla con presupocisiones erróneas (me incluyo) y por eso causó una impresión contraria. Quizás, si la Jumanji original nunca hubiese existido, las nuevas casi que hubieran tenido aún más popularidad.

    Respecto al fic, me alegro que siendo fanática me hayas dado el aprobado. Siempre quise saber qué había ocurrido a Bentley (el empleado a quien despidieron por culpa de Alan y que de seguro habrá sido reincorporado después de que el protagonista le contara la verdad a su padre). También qué pasaría con el juego después de taaanto tiempo. Y mira, hasta quise meter alguna referencia a Zathura, pero al final decidí que no. También a las nuevas pelis (Alan comprándole un videojuego a su hijo, que justamente sería la nueva forma de Jumanji), pero consideré que la historia original estaba muy bien así, aparte de sus secuelas.
    Saludos, amiga.
    ;)
     
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    No sé cómo se me pudo pasar desapercibido este relato durante tanto tiempo, pero hace unos días di con él y pues, me lo guardé para leérmelo y hasta ahora, que tuve el tiempo y el apetito de disfrutar de un relato de este tipo.
    Pues en verdad me ha gustado y me he reído bastante, sobre todo imaginando la cara de circunstancias de la feliz pareja al volver a encontrarse con ese endemoniado juego, de verdad que parece que este les persiguiese como una de esas muñecas malditas de las películas de terror, que por mucho que las entierres, tires a la basura o le hagas mil cosas, siempre vuelven a ti.
    En mi cabeza, generé una especie de continuación, imaginándome que sonarían tambores en la oscuridad de la noche, que provendrían de esa caja fuerte... Madre mía.
    No sé, además el amigo, sabiendo que alguien quería deshacerse a toda costa de ese juego... ¿Por qué demonios lo compra para regalárselo a otra persona? No sé, para mí no tendría lógica hacer un regalo así, pero no sé, quizás llámenme loca. xd
    En fin, me ha agradado mucho el relato, como casi todo lo que escribes. Por aquí te señalo algo que me sonó raro.
    No sé si esa palabra que te subrayo está bien situada o si se te ha colado ahí. Me sonó raro o al menos, es que a lo mejor yo no entiendo muy bien el significado de la palabra, no lo sé.
    En fin, como siempre, te animo a que sigas escribiendo y por supuesto, espero poder leerte en más ocasiones.
    ¡Un saludo y nos leemos!
    :Okibeta:
     
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    Paulijem

    Paulijem Hija de Aslan, Larcha y Tributo del andén 9 y 3/4

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    La verdad que si se lo piensan, no hay manos más seguras para tener el bendito juego de Jumanji que las de Alan y Sarah. Después de todo lo que es capaz de hacer en cualquier generación (hablo de las nuevas películas también xDDD), creo que es mejor que se quede allí y listo. Pero sería interesante saber si su hijo le dará curiosidad lo que ellos ocultan con tanto ahínco. Le voy a dejar trabajo a mi imaginación xDDD
    Definitivamente me encantó este relato, especialmente porque sentí que estaba viendo un especial de Jumanji :cref:. Como imágenes inéditas jamás antes vistas. Lo amé, lo amé y lo amé. Más que lograda la idea :nice:

    ¡Un saludo enorme!
     
    Última edición: 2 Noviembre 2021
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    Tauro
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    Sentía curiosidad por leer qué podías haber escrito sobre esta película que me trae tan buenos recuerdos de la infancia.

    Cómo no podía ser de otra manera el relato no me ha decepcionado en absoluto. Tienes una forma de escribir muy envolvente, engancha desde un principio. Además, contabas con el plus de ambientarlo con unos personajes que de por sí me gustan y les tengo mucho aprecio. Me gusta cómo se va desenvolviendo la historia, de un inicio más íntimo de pareja a una escena tierna con el bebé. Después está la sorpresa de la llegada de Carl que transforma el ambiente alegre y festivo en algo preocupante. Lo mejor es que Carl es ajeno a todo esto y cuenta la historia de cómo ha obtenido el objeto de forma misteriosa, para crear más expectativa. Sin embargo, el efecto que consigue es inesperado. Es divertido imaginarlos a los dos pasándose el juego de uno a otro como si fueran niños. Obviamente Sara, como buena mujer madura que es, agradece el regalo con una sonrisa. En algún momento pensé que alguien se pondría a jugar a Jumanji, en un despiste de los anfitriones, y se volvería a liar un revuelo, pero todo termina aparentemente tranquilo con el juego bien guardado.

    Me he quedado con ganas de seguir leyendo más. ¡Quiero que ese maldito juego termine en manos de alguien y vuelva a empezar la aventura!

    Un regalo genial como siempre. He disfrutado mucho de la lectura.
     
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