"Un nuevo enemigo"

Tema en 'Fanfics Abandonados de Inuyasha Ranma y Rinne' iniciado por Erazal, 3 Abril 2007.

  1.  
    Chaos Lady

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    Re: "Un nuevo enemigo"

    hola!
    me voy lechendo la conty!
    esta super!
    mediga pantera igualada!
    y mi inu!!!!!!!! ah!!!!!!!! no me lo mates!!!!!!!! por favor!!!!!
    plisplisplisplisplisplisplisplis!!!!
    no me lo dañes! por favor!
    en fin! creo que exagere ._.
    ponnos conty!
    ya!
    see you!
    cuidate!
    ypon conty!!!!!!!
     
  2.  
    Erazal

    Erazal Guest

    Título:
    "Un nuevo enemigo"
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    Re: "Un nuevo enemigo"

    Wolas!! Lo sientooooo! Sé que me he tardado mucho (aunque bueno, no sé por qué digo esto, si ya nadie lee ¬¬...) pero las vacaciones las aprobeché para salir con mis amigos, ahora ya me agobian con la tarea, y los últimos días estuve un poco atontada (ya tengo novio, por fin se atrevió a declararse! :aplausos: :fiesta3: ). Bueno, pasemos a la historia, que me da a mi que mi vida no les interesa :p

    CAPÍTULO 5: Verdades devastadoras.

    El silencio se había apoderado del bosque, sumiéndolo en una aparente y falsa tranquilidad. Las dos personas, acompañadas de la magnífica criatura, permanecían estáticas, cada una en su sitio. La muchacha no se atrevía a hablar. Sinceramente, le había impresionado escuchar en la voz del pacífico monje odio, aversión. También ella estaba furiosa, pero a la vez confundida.
    Por su parte, el monje permanecía erguido, esperando una respuesta a su pregunta. Su mirada seguía fija en la de la pantera, y a través de ella podía percibirse un odio latente, profundo y real, muy real.
    No podía soportar que alguien quisiese hacer daño a sus amigos, y si podía evitarlo, lo haría, entregando todo su ser si era necesario. Nadie dañaría a la gente que apreciaba, nunca más. No, no lo permitiría mientras quedase un hálito de vida en él.
    Enaborló su báculo, con fuerza y seguridad, exigiendo con la mirada de sus ojos penetrantes una repuesta convincente, intentando aparentar tranquilidad.
    La criatura no parecía para nada intimidada, y el muchacho tuvo el absurdo pensamiento de que le dirigía una media sonrisa. Movió lentamente la cola a ambos lados, como intentando desafiar al monje.
    Si Miroku se molestó por este gesto, no lo demostró. Su rostro permanecía sereno, imperturbable. La exterminadora no pudo apreciar ninguna variación en sus facciones.
    La voz de la pantera volvió a resonar en sus mentes, intensa y claramente.
    “ Eso a ti no te incumbe, monje. Los asuntos de mi señor son algo indescifrable para una mente humana, solo lograría confundirte más. Y aunque estuvieses capacitado para entenderlo, no revelaría tales cosas a un simple mortal, no mereces tal honor”.
    Miroku apretó un puño con fuerza, clavándose las uñas en la palma de su mano. Sentía la sangre hervir en sus venas, pero hizo un esfuerzo por controlarse y aparentar calma.
    ¿Lo había tratado de inepto? ¿Quién se creía que era? ¿Quién demonios era el causante de todo aquello, el que según la criatura era “su señor”? ¿Y que quería decir con eso de simple mortal?
    - No te he pedido que me insultes ni te he preguntado si merezco el honor de saber los planes de tu señor, te he exigido una respuesta a mi pregunta, y la quiero ahora.- Miroku intentaba que su voz sonase tranquila, pero le resultaba difícil contener ese sentimiento de odio que se albergaba en su alma, cada vez más intenso.
    Sango se asustó al escuchar las desafiantes palabras del muchacho. Estaba jugando a un juego muy peligroso, y podía acabar mal.
    - Miroku- lo llamó con voz suplicante, rogando interiormente por que las palabras del monje no hubiesen enfurecido a la pantera.- Por favor, no le provoques, ya es suficiente.
    Toda la furia y el rencor que había sentido la muchacha habían desaparecido súbitamente, dejando paso a una inminente preocupación por la vida del monje. Temía que algo malo le pasara, y él no paraba de desafiar testarudamente a la pantera. A ese paso, iban a acabar mal.
    Miroku no prestó atención a la súplica de Sango. El odio y el orgullo se habían apoderado de él, impidiéndole atender a razones. Estaba perdiendo el control de sí mismo.
    La pantera volvió a emitir una sonora carcajada en el interior de sus mentes.
    “La muchacha tiene razón. Harías bien en no enfadarme”.
    Esto fue la gota que colmó el vaso. El monje sentía que esa miserable criatura se estaba burlando de él, y eso hería su orgullo. El monje no podía razonar, estaba realmente furioso. Perdió el control de sus acciones.
    - ¡Sango!- exclamó, sin mirarla. Su mirada seguía fija en la criatura que permanecía impasible ante él.- ¡No te entrometas!- le advirtió.
    El monje se abalanzó sin pensarlo dos veces en dirección a la criatura, enaborlándo su báculo sobre su cabeza, lanzando un grito de furia.
    La pantera lo esperaba tranquilamente desde su posición, sin tan siquiera sentir un ápice de miedo al notar que el monje pretendía atacarla. Seguía en la misma posición que antes, sin mover ni un solo músculo. Esperó que el monje llegara a su altura, para después enviarlo de un zarpazo contra unos árboles cercanos.
    Se escuchó un golpe sordo cuando el monje dio bruscamente contra el suelo. Con dificultad volvió a ponerse en pié. El odio y la furia desenfrenados dirigían sus acciones, dándole fuerzas para continuar luchando.
    Desde el suelo, Sango contemplaba horrorizada la escena. El monje no tenía ninguna posibilidad de ganar, y temía con toda su alma que la pantera lo matara. Haciendo un terrible esfuerzo se puso en pié, las piernas le temblaban. Se acercó a toda prisa a Miroku, y lo retuvo por el brazo, lanzándole una mirada suplicante.
    - Por favor Miroku, te lo suplico- murmuró- déjalo ya, esto no sirve de nada. Solo conseguirás que te mate.
    La exterminadora había comprendido enseguida que no tenían posibilidad alguna de vencer a la criatura, al menos no ellos solos. Era distinta de sus anteriores enemigos, había algo en ella que hacía que se le erizara el bello en la nuca. No podía asegurar que era, pero se sentía insignificante comparada con la magnífica e imponente criatura.
    El monje la apartó con brusquedad, tirándola sin mucha delicadeza al suelo.
    La muchacha frenó su caída con las manos, y enseguida se giró de nuevo a la pelea.
    - No, Miroku... por favor, para...- el monje no escuchaba ni una sola palabra de la exterminadora.
    El monje apretaba fuertemente el báculo entre sus manos, plantado frente a la pantera. Todos sus músculos permanecían en constante tensión, aunque el monje hacía lo posible por aparentar calma. No obstante, no permaneció mucho tiempo así.
    Se dirigió de nuevo hacia la criatura, a toda la velocidad a la que sus piernas le permitieron. Miroku sentía el odio palpitar en su interior, aunque, en algún lugar de su ser, permanecía rezagada una mezcla de sentimientos. Intimidación, respeto, temor.
    La criatura solo entrecerró levemente sus ojos amarillos, mientras esperaba al monje. Según pudo apreciar Miroku, aquello, lejos de molestarla, parecía más bien divertirle. Esta apreciación sólo logró que el monje incrementara sus ganas de acabar con ella.
    Solo unos metros los distanciaban, cuando la cola de la pantera impactó sin piedad contra el cuerpo del monje, lanzándolo contra el suelo.
    Miroku ahogó un grito de dolor, mientras se incorporaba con dificultad, sujetando con firmeza su hombro izquierdo.
    Sango lanzó un gemido y se llevó las manos a la boca. Tenía ganas de detener esa absurda pelea, gritar a Miroku hasta reventar por su imprudencia... Pero sobre todo, una pregunta que la inquietaba rondaba su mente. ¿Por qué no estaba ella luchando, como prometió al monje en un principio? No podía negar que la idea estaba lejos de parecerle tentadora, pero siendo una exterminadora, tenía que luchar contra aquella criatura. Por su orgullo, por su aldea y su gente. Pero a pesar de eso, había algo que le impedía levantarse y luchar, algo que su interior pedía a gritos que huyese de allí, pero sin embargo se negaba a alejarse porque Miroku permanecía allí, y su vida corría peligro.
    Sensaciones contradictorias se agolpaban en su alma, y Sango se sentía confusa respecto a ello. ¿Dónde habían ido a parar la fuerza, el valor y el coraje de la exterminadora? ¿Qué era exactamente aquello que la hacía temblar y estremecerse de terror, como una niña asustada? En el interior de la muchacha se libraba una batalla silenciosa, que hacía, inexorablemente, que sintiera como su alma se dividía, logrando hacerla presa de una terrible confusión y de una sensación inexplicable, pero nada agradable.
    La exterminadora solo podía contemplar desde su posición, sin poder hacer nada, cómo Miroku luchaba contra la pantera.
    Miroku no permitió que el dolor o el agotamiento le impidieran lograr su cometido. Casi inmediatamente, se puso de nuevo en pié.
    Sin perder tiempo, volvió a avanzar hacia la pantera, con el báculo por encima de su cabeza, decidido a asestar el golpe final de una vez por todas.
    Esta vez, la pantera sostuvo a Miroku unos metros por encima del suelo agarrándolo con su cola, cuando éste llegó a su altura.
    El monje no parecía asustado por este hecho, y comenzó a formular con una voz apenas audible lo que parecía un hechizo destructor. El extremo del báculo que sostenía en su mano comenzó a brillar y a palpitar, como si de un corazón que bombeara se tratase, en cuanto pronunció la primera palabra del hechizo. Sin apartar la mirada de la criatura, alzó el báculo, y seguidamente, se preparó para propinarle un golpe a la criatura con éste. Su brazo comenzó el descenso, pero, repentinamente, se detuvo en seco.
    Miroku sintió pánico al notar que la pantera lo había atrapado con la mirada. No era una prisión física, sin embargo. El monje no podía apartar la mirada de esos ojos amarillos, aunque lo intentaba con todas sus fuerzas. La mirada de la criatura era hipnotizante, como un potente imán. Todo comenzó a dar vueltas alrededor de Miroku, nada a su alrededor parecía tener una lógica. Era como si estuviese en medio de un torbellino de oscuridad, que lo apresaba sin piedad. De repente, solo podía ver ese par de ojos amarillos frente a él, y, desesperado, intentó apartar la mirada de ellos.
    Eso no le estaba gustando, para nada.
    A través de los ojos de la criatura, podía ver una infinidad de imágenes. Imágenes de sucesos que había vivido, imágenes que evocaban tiempos oscuros y de tristeza, imágenes de cosas que no comprendía, que no conocía. Algunas se le antojaron incoherentes, sin sentido. Podía ver recuerdos de momentos felices, momentos tristes... Pero sin previo aviso, las imágenes comenzaron a pasar rápidas ante sus ojos, haciendo que el monje se mareara. Sentía como si un gancho lo hubiese cogido por debajo del ombligo, obligándole a dar vueltas en ese tornado de imágenes sin sentido, pero que a la vez lo tenían. Y mucho.
    A pesar de la velocidad a la que desfilaban las imágenes por su mente, el monje lograba verlas todas, por extraño que pareciese. Pudo ver a cada persona que había habitado en el mundo, conocer su historia, sus sueños, sus anhelos... Y también pudo ver a las personas que aún no habían nacido, aquellas que lo harían en un futuro, algunas en uno no muy lejano, otras, en cambio, lo harían dentro de mucho tiempo. Pudo ver acontecimientos importantes de la historia, y otros más banales. Pudo ver, con horror, las guerras que habían en el mundo y las atrocidades que se cometían en él. Pudo ver también a sus antepasados, el futuro...
    Todas estas imágenes seguían una especie de esquema. Las imágenes se entrelazaban entre sí, formando la historia del mundo. Todo lo que había ocurrido hasta entonces se dibujaba en la mente de Miroku con total claridad, sin obviar ningún detalle. Pero una vez que la sucesión de imágenes llegaba al presente, cambiaba el esquema seguido anteriormente. Ahora podía ver ante sus ojos el futuro. Pero este no estaba todavía definido, y el monje podía contemplar como se formaban varios caminos, todos distintos, con destinos diferentes. Comprendió que era la parte de la historia que aún estaba sin forjar, sin escribir. Los infinitos caminos que se desplegaban ante él, cual ramas de un árbol, eran las infinitas opciones que tenía cada persona por seguir en su futuro.
    Si seguía un camino, este le conducía a determinados eventos de la vida de alguna persona que aún estaban por ocurrir, y luego, el camino volvía a dividirse. Dependiendo del camino que tomase sucedían determinadas cosas, determinados acontecimientos.
    Miroku pudo contemplar como cambiaban los tiempos, la gente y la tecnología avanzaban, el mundo envejecía...
    Contemplaba con asombro los progresos de la humanidad, todas las cosas que la gente inventaba en un futuro. Pero también pudo ver que las guerras no acababan, había hambre en el mundo, los humanos acababan sin hacer nada por evitarlo, poco a poco, con el mundo que él conocía, llevándolo a su propia destrucción.
    Lo que podía ver en su mente en estos momentos, se trataba sin lugar a dudas, de la Historia del mundo.



    Sango observaba anonadada la escena que se desarrollaba ante sus ojos. Una vez que la criatura había alzado al monje frente a sus ojos, este había quedado como en una especie de trance, del que parecía no despertar.
    La muchacha había intentado hacer algo para impedir que la pantera continuara haciendo lo que quiera que estuviese haciendo en esos momentos con el monje, pero había sido repelida a un radio de un metro de distancia de ellos. Era como si hubiese alguna barrera invisible que le franqueaba el paso.
    Lo había intentado varias veces, arremetiendo con fuerza contra el muro invisible, lanzando su arma contra él... Pero sin ningún progreso en su empresa, que consistía en penetrar la barrera, o al menos, hacer una brecha en ella.
    Solo podía contemplar desde su situación, sintiéndose impotente, como Miroku continuaba con la mirada perdida en los ojos amarillos de la criatura. Algunas veces, el monje abría los ojos al máximo, con asombro e incluso horror reflejados en ellos, y otras, dejaba escapar algún que otro gemido.
    Sango no sabía que era exactamente lo que estaba viendo el monje en su mente, pero si pudo intuir que no era algo agradable.
    Se dejó caer en el suelo, y se aferró fuertemente a sí misma con los brazos, como intentando protegerse de un implacable y repentino frío.
    Sintió que sus ojos empezaban a arderle, y en seguida se los frotó con fuerza, con furia. Se sentía muy mal. No estaba siendo nada útil, y no podía hacer nada por ayudar a Miroku. Eso hacía que sintiese una inmensa rabia recorrer todo su cuerpo, pero también un gran sentimiento de culpabilidad.



    Las imágenes dejaron de dar vueltas a su alrededor, deteniéndose en seco. La sensación de vértigo abandonó su cuerpo, pero fue sustituida por una sensación de inmensa fragilidad.
    A su alrededor, comenzó a ser visible de nuevo el paisaje boscoso, esfumándose toda la bruma oscura. Aún le resultaba difícil acostumbrarse de nuevo al presente, su presente, su vida.
    Sus ojos consiguieron ver más allá de los ojos amarillos de la pantera, pero a diferencia de antes, Miroku ya no tenía fuerzas para luchar. La cola de la pantera continuaba sosteniéndole en alto, pero el monje no se debatía contra ella. Todo lo contrario. Se encontraba con la mirada perdida, y no se movía. Parecía una marioneta en las garras de la pantera.
    Miroku no era consciente de lo que sucedía a su alrededor. Todas esas desvelaciones sobre el mundo... Habían dejado en su alma una huella imborrable. Era algo devastador para él el hecho de haber visto todo aquello, y probablemente también lo sería para el resto de las personas. Era algo cósmico, que le hacía sentirse infinitamente pequeño, infinitamente frágil.
    Había podido ver en su mente, en un momento, todo lo que sucedía, había sucedido y podría suceder en el mundo. Y no era una sensación agradable.


    La pantera lo dejó en el suelo, esta vez con cuidado. Sango se apresuró en ir junto al monje, que todavía seguía sin reaccionar. La barrera había desaparecido.
    -Miroku... – lo llamó la exterminadora en un susurro. Lo sujetaba con sus brazos, porque él se veía incapaz de sostenerse por sí mismo.
    El monje ni si quiera la miró. Tenía los ojos abiertos, pero aún así parecía que no miraba nada en concreto.
    - ¿Qué le has hecho?- preguntó la exterminadora a la pantera, con voz ronca, sin mirarla.
    “Ahora él lo comprende” la voz resonó en la mente de Sango, pausada. “Aunque dudo que hable de esto. Con nadie”
    La exterminadora fijó su mirada en la criatura, interrogante.
    - ¿Qué es exactamente lo que ha podido ver, que haga que se siente incapaz de contarlo a nadie?- preguntó, con calma.
    “Aunque te lo explicara, no lo entenderías, humana. Es algo demasiado grande, incomprensible a los ojos de un mortal. No se puede explicar con algo tan vacío como las palabras”.
    - Pero, se recuperará, ¿cierto?- esta vez, la voz de Sango denotaba preocupación, a pesar de que ella había intentado que sonara firme.
    “ Sí”. Sango sintió como si le quitaran un gran peso de encima. “Sin embargo, nunca olvidará lo que ha visto hoy”.
    La exterminadora asintió, casi imperceptiblemente. Interiormente, estaba agradecida a la pantera. Podría haberlo matado si hubiese querido, solo con mover un músculo. Y aún así, se había controlado, a pesar de que Miroku la había atacado primero. Eso, por supuesto, no borraba el hecho de que había herido a Inuyasha, pero, en esta ocasión, la exterminadora no se enfrentaría a ella. Se sentía en deuda con la criatura porque le había perdonado la vida a Miroku.
    - Gracias- murmuró la exterminadora.
    La pantera pareció asentir. Había comprendido enseguida a la muchacha.
    “No olvidéis transmitirle el mensaje a vuestro amigo. Si apreciáis su vida, más os vale no olvidarlo”. Una vez dicho esto, la pantera desapareció entre un remolino de viento, evitando que Sango pudiese seguir preguntándole nada más.
    Ambos se quedaron de repente solos en ese claro del bosque, Miroku aún entre los brazos de la exterminadora.
    En el horizonte, los primeros rayos del alba teñían el cielo oscuro, dándole un aspecto más claro y luminoso, dando paso a un nuevo amanecer.


    CONTINUARÁ...

    .............................................................................................................................................

    Weno, que les ha parecido?? Que debería mejorar? Alguna sugerencia?
     
  3.  
    Tara

    Tara Entusiasta

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    Re: "Un nuevo enemigo"

    wenas
    perdon x no haberme pasao antes pero no he tenio tiempo
    xk m voy d viaje d studios y tngo muxo k acer

    weno, k ma encantao tu fic, esta mu lindo

    spero k pongas pronto conti

    CONTI CONTI

    l sabado k m voy y cuando vuelva tiene k haber minimo 7 capis + asi k ya sabes
    a escribir

    bsks: MAKAR

    cuidate
     
  4.  
    Erazal

    Erazal Guest

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    Re: "Un nuevo enemigo"

    Wolas!! Gracias Makar! Bueno, eso de siete capítulos más... lo veo un poco difícil jeje... De todas formas, aqui va el siguiente capitulo!!

    CAPÍTULO 6: La vida en la época actual.


    Los días transcurrían lentamente para Inuyasha. Verse convertido en humano le hacía sentirse débil e impotente, y el hecho de tener que aparentar ser “normal” en la época de Kagome no mejoraba la situación.
    Sus heridas sanaban lentamente, demasiado despacio para su gusto. Durante los primeros días había parecido que cicatrizaban con cierta rapidez, pero ahora parecía que tardarían siglos en hacerlo. Había una herida en especial que parecía no querer sanar, y la que por cierto, tenía peor aspecto: se trataba de la herida infringida por el colmillo de la criatura, entre el hombro y el pecho.
    Inuyasha no le daba demasiada importancia a eso, sin embargo.
    Fingía frente a la familia Higurashi, especialmente frente a Kagome, porque, aunque se negaba a admitirlo abiertamente, no le gustaba hacer que se sintiesen preocupados por su causa. Se las había ingeniado para convencer a Kagome de que ya se encontraba lo suficientemente bien como para valerse por sí mismo, y ella tampoco insistió en lo contrario. En realidad, la familia Higurashi creía que terminaría por sanar rápidamente, gracias a las constantes afirmaciones en ese tema por parte del muchacho.
    Si todo seguía así, Inuyasha y Kagome pronto podrían volver a la época de guerras civiles.
    Esto daba ánimos al muchacho.
    Inuyasha se hallaba en la habitación de Kagome, sentado en su cama con la mirada perdida. Era Lunes por la mañana, y convencida de que el muchacho se encontraba mejor, Kagome había decidido ir a la escuela.
    “Necesito ponerme al día en los estudios”, había dicho ella, encogiéndose de hombros ante la inquisitiva mirada de Inuyasha.
    El muchacho no había replicado.
    Todo tenía sus pros y sus contras, al fin y al cabo. Si quería volver pronto a su época, Inuyasha tendría que aceptar las condiciones de Kagome, por molestas que le resultaran.
    Así que había acabado por resignarse.
    En parte resultó ser un descanso el encontrarse un rato sin Kagome y Sota, permitiéndole dejar de fingir.
    Era un tanto difícil aparentar no sentir dolor cuando sí se sentía, o aparentar estar relajado y en plena forma. O incluso tener apetito.
    Volvió a mirar por la ventana, con algo de nostalgia.
    La familia Higurashi no le dejaba volver aún a su época, y en la de Kagome no se sentía del todo cómodo. A pesar de llevar poco tiempo allí, ansiaba volver y sentirse rodeado de árboles, en vez de edificios y coches.
    Se apoyó con cuidado en la pared, y echó la cabeza hacia atrás, aburrido.
    Ya se había cansado de pasarse todo el día acostado y durmiendo, como le aconsejó Kagome. Odiaba no hacer nada, y eso era precisamente lo que había hecho durante los últimos días. Además, estaba el hecho de que le obligaban a llevar la ropa de la época de Kagome, a pesar de que no salía de la casa.
    Sinceramente, aún no terminaba de acostumbrarse a las extrañas vestimentas.
    Oyó unos pasos ligeros que se aproximaban subiendo las escaleras. Se sintió ligeramente frustrado, porque se había dado cuenta tiempo atrás que sus capacidad de escucha, al igual que sus demás sentidos, se habían reducido a los mismos que los de un humano. Lo que antes hubiera sentido, olfateado o incluso escuchado con gran antelación y precisión, ahora no lo detectaba hasta que el causante no estaba ante sus mismas narices, por así decirlo.
    Tres golpes de nudillo en la puerta resonaron en sus oídos, pidiendo permiso para entrar a la habitación.
    - Adelante- dijo sabiendo de antemano quien se hallaba detrás de la puerta. Después de haber pasado un tiempo en aquella casa, había aprendido a identificar los principales rasgos de cada uno de sus habitantes. La señora Higurashi, que era precisamente quien estaba detrás de la puerta, era una persona tranquila y pacífica, además de cariñosa y con un gran instinto maternal. Inuyasha no lo admitiría, pero le había cogido cariño, y se sorprendió a si mismo comparándola con su propia madre. La madre de Kagome, por su parte, lo trataba como si se tratase de su propio hijo, y esto no desagradaba en absoluto a Inuyasha. Es más, le hacía sentirse inmensamente bien. El abuelo de Kagome también le caía bien, aunque era algo gruñón a veces y, en ocasiones, bastante pesado. No paraba de contar historias aburridas, y siempre intentaba sonsacarle a Inuyasha todo tipo de cosas sobre la era feudal. Empezaban hablando de cualquier tema, pero al final sus conversaciones siempre terminaban igual: la época de Inuyasha. Por último estaba Sota. A Inuyasha le recordaba mucho a Shippo, aunque claro, los dos tenían su propia personalidad. Si la señora Higurashi lo había acogido como a un hijo, Sota lo había hecho como a un hermano mayor.
    La madre de Kagome entró en la habitación, cargando con un gran cesto lleno a más no poder con ropa limpia y cuidadosamente doblada.
    Inuyasha se levantó en seguida y se apresuró en ir junto a ella, cogiendo él el cesto y depositándolo después sobre la acolchada cama.
    - Gracias, Inuyasha. Aunque no hacía falta- dijo la señora Higurashi de forma maternal, con su habitual sonrisa pintada en el rostro- No es aconsejable que hagas esfuerzos todavía.
    Inuyasha negó con la cabeza.
    - No se preocupe, ya estoy mejor. No pasa nada- mintió.
    La señora Higurashi volvió a sonreír, y después comenzó a sacar la ropa del cesto.
    Inuyasha se unió inmediatamente a ella. Reconoció la ropa de Kagome y la suya propia.
    - Eres muy amable, cielo- dijo ella tiernamente- No entiendo porqué Kagome dice todo lo contrario...
    - Bueno, he de admitir que quizás no me comporto tan bien como debería con ella, después de todo lo que hace por mí- Inuyasha dijo esto sin pensar, y cuando fue consciente de lo que había dicho sintió sus mejillas arder. Una de las cosas que no le gustaban de la señora Higurashi era que conseguía hacerle confesar todo lo que sentía, incluso lo que no reconocía ante sí mismo.
    - Ah, ¿sí? ¿Y qué es lo que hace ella?- preguntó claramente interesada de repente.
    Inuyasha dudó. La señora Higurashi sabía el poder que ejercía sobre él, y también sabía que sería capaz de hacerle confesar todo lo que sentía.
    - Esto... Me ayuda a recolectar los fragmentos de la esfera, cura mis heridas y...- Inuyasha prefirió no seguir, bastante azorado se encontraba ya.
    - ¿Y? ¿Qué más?- inquirió la mujer, clavando su mirada en la del muchacho.
    - Y es la única que me ha aceptado tal y como soy- Inuyasha sintió que sus mejillas trataban de competir con su haori, saliendo vencedoras con un bonito color rojo. Ya está. Lo había vuelto a hacer. ¿Por qué era incapaz de retener las palabras?
    El muchacho siguió sacando la ropa del cesto, sin apartar la mirada de él, intentando que la mujer no se diese cuenta de que le temblaban las manos ligeramente a causa del nerviosismo y la vergüenza. No se sentía avergonzado de sus sentimientos hacia Kagome, pero sí de haberlos confesado tan fácilmente y de que alguien ajeno a él los conociese. Irremediablemente, pronto terminó de sacar toda la ropa, y lo peor es que ahora no sabía que hacer para no tener que mirar a la madre de Kagome. Por Kami, que nervioso se sentía. Casi podía sentir la mirada de la señora Higurashi clavada en él, esperando una reacción por su parte. Decidió que tenía que afrontar la situación, así que se irguió, y miró, sin ser consciente él mismo de esto, tímidamente a la señora Higurashi.
    La señora Higurashi lo miró con un brillo de comprensión en sus ojos, y le dirigió una sonrisa maternal que lo reconfortó. Luego posó una mano sobre la frente del muchacho.
    - Vaya... Parece que aún tienes fiebre- dijo, para luego obligarle, casi literalmente, a sentarse sobre la cama.- Espera, traeré el termómetro.
    La madre de Kagome salió de la habitación, y pronto Inuyasha pudo escuchar como bajaba las escaleras. El muchacho no sabría decir si el calor que emanaba su cuerpo era debido a la fiebre o al interrogatorio tan comprometedor que acababa de pasar, o si se debía a ambas cosas. Agradeció en silencio que la señora Higurashi lo hubiese dejado un momento a solas. Respiró una, dos, tres veces, intentando tranquilizarse. Aún podía sentir como su corazón latía alocadamente.
    Posó una mano sobre su propia frente, y efectivamente, la sintió hirviendo.
    Los pasos de la señora Higurashi subiendo las escaleras lo alertaron, e intentó no parecer demasiado nervioso. Inútilmente intentó rebajar el calor de sus mejillas poniéndose las manos frías sobre ellas. Nada, no había manera.
    El sonido que hacía la puerta al abrirse le avisó de que la señora Higurashi ya estaba allí. El chico pudo distinguir entre sus manos el termome-comosellamase, que ya conocía muy bien. Durante los días que precedieron a su fatal encuentro con la pantera lo habían utilizado mucho para medir su fiebre.
    - Bueno,- suspiró la mujer, mientras que al darle al botón hacía que el aparato se pusiese en marcha emitiendo un leve pitido- A ver, túmbate, que te voy a poner el termómetro.
    Inuyasha obedeció enseguida, sin una palabra. Parecía que la señora Higurashi no volvería a hablar del tema, y eso le hacía sentirse infinitamente tranquilo. No quería darle motivos para que reemprendiera el interrogatorio.
    La madre de Kagome se sentó a su lado, y con cuidado apartó el jersey y la blusa del muchacho, para poder ponerle el termómetro. Parte del vendaje quedó al descubierto, e Inuyasha notó como la señora Higurashi lanzaba un rápido vistazo a la zona herida.
    Esta acción confirmaba sus sospechas. La madre de Kagome nunca parecía creerle cuando él decía que estaba prácticamente curado. Seguramente, sospechaba que el muchacho se hacía el fuerte.
    La señora Higurashi no dijo nada al respecto, sin embargo. Colocó el termómetro bajo el brazo del chico, y luego la habitación quedó sumida en el silencio. Permanecieron así durante un par de minutos, que a Inuyasha se le hicieron eternos ya que parecía que la señora Higurashi pretendía indagar en su alma a través de su mirada, y eso lo incomodaba.
    - ¿Aún te duele?- preguntó de pronto la mujer, cogiendo al muchacho desprevenido.
    - ¿Perdón?- no la había escuchado, estaba demasiado distraído con sus pensamientos.
    La mujer llevó una mano a su herida, y la presionó levemente. Inuyasha no pudo contener un gemido de dolor. Lo había cogido por sorpresa, otra vez.
    - Exactamente lo que pensaba- murmuró la madre de Kagome. Y sin pedir permiso al muchacho, comenzó a quitarle las vendas.
    Inuyasha no se lo impidió, no podía evitar sentirse algo culpable. Después de todo lo que habían hecho por él, de cuanto se habían preocupado por su causa... y él iba y les mentía.
    La señora Higurashi terminó de quitarle las vendas y las depositó en la mesilla de noche. Luego fijó su atención en la herida aún sin cicatrizar del muchacho, rozándola suavemente con sus dedos, haciendo que el muchacho soltase leves quejidos de dolor de vez en cuando.
    No parecía enfadada, y eso a Inuyasha le sorprendió.
    - ¿No... no va a enfadarse conmigo por haberle mentido, señora Higurashi?- preguntó sin atreverse a mirarla.
    La señora Higurashi lo miró sorprendida, y luego su expresión se suavizó. Sus labios se curvaron en una tierna sonrisa.
    - Claro que no, sé que esta situación es difícil para ti- explicó tranquilamente, apartándole con cariño el pelo que le caía sobre la cara- Pero me gustaría que no temieras confiar en nosotros. Puedes contarnos lo que te sucede, lo que te preocupa o lo que sientes, siempre te escucharemos y haremos lo posible para ayudarte. Para nosotros eres parte de esta familia.
    Inuyasha la miró con los ojos abiertos de par en par. La señora Higurashi era demasiado buena con él, y él no se merecía su cariño, ni el del resto de la familia Higurashi.
    - Pero... – iba a replicar, pero la señora Higurashi se lo impidió, adelantándose a él.
    - No hay peros que valgan, esta es mi última palabra- sentenció, con voz firme.
    En ese momento, el termómetro emitió dos pitidos, y la señora Higurashi se lo quitó al muchacho de debajo del brazo. Lo observó con detenimiento y luego dejó escapar un suspiro.
    - Y, exactamente como pensaba, tienes fiebre- dijo mientras le mostraba la pantallita del aparato, en la que marcaba treinta y ocho y medio.- Y, aunque sé que no te hace gracia la idea de quedarte todo el día en la cama, mucho me temo que es así como vas a pasar el día de hoy.
    Inuyasha solo asintió. Se había prometido a sí mismo no volver a hacer nada que pudiese molestar a la señora Higurashi. Bastantes problemas y preocupaciones le había causado ya.
    La señora Higurashi volvió a mirar su herida, y su semblante se mostró un poco más serio y algo preocupado.
    - Esa herida no me gusta nada.- declaró- A pesar del tiempo que ha pasado, no puedo apreciar apenas cierta mejoría, y eso me preocupa. Voy abajo a buscar vendas nuevas, algodón y algo de alcohol.- Se dirigió a la puerta, pero antes de salir, se volvió de nuevo hacia el muchacho- Si de aquí a unos días no mejoras, iremos al médico- advirtió.
    El muchacho la miró sin entender.
    - ¿Médico? –repitió, sin saber el significado de aquella palabra. Le parecía haber escuchado a Kagome decir esa misma palabra, pero no estaba muy seguro.
    - Sí. Un médico es la persona que se encarga de curar a la gente- explicó como si le estuviese hablando a un niño de dos años. Después desapareció por la puerta, dejando solo a Inuyasha.



    Después de limpiarle y vendarle la herida, la señora Higurashi obligó a Inuyasha a acostarse. Le advirtió que no se levantara en todo el día, ya que ella estaría en la cocina y lo tendría vigilado. A Inuyasha no le quedó más remedio que obedecer, y pronto descubrió con sorpresa que estaba realmente cansado. Se entregó a un sueño reparador y sin pesadillas, y hubiese seguido durmiendo de no ser porque se despertó hacia un poco más tarde del mediodía, a causa de unas voces femeninas que charlaban entre sí en el piso de abajo. Escuchó como la señora Higurashi pedía que guardasen silencio, y el ruido de voces se amortiguó notablemente. Pudo reconocer con algo de dificultad la voz de Kagome, y las otras voces le resultaban familiares, pero no lograba ubicarlas. Pocos minutos después, pudo escuchar con claridad que aquellas personas subían las escaleras y se dirigían, precisamente, a la habitación en la que él se encontraba.



    Kagome había decidido ir por fin a la escuela, ya no se sentía tan preocupada y pensaba que por fin iba a poder concentrarse en los estudios. En cuanto llegó a su aula, sus amigas la acorralaron, casi literalmente. No la dejaron ni decir media palabra, ya que en seguida la avasallaron a preguntas.
    - ¿Ya te encuentras mejor, Kagome?- inquirió Eri.
    - ¿Estás segura de que estás completamente recuperada?- continuó Ayumi.
    - ¿Estás mejor del reuma?- preguntó Yuka.
    - ¿Qué? ¿Un reuma? ¿No era una fiebre africana?- se sorprendió Eri.
    - Anda, pues yo tenía entendido que era una pulmonía- declaró Ayumi.
    Las tres se giraron hacia Kagome, y clavaron sus miradas interrogativas en ella. La pobre muchacha hasta se asustó.
    - Bueno, no te quedes callada- le urgió Yuka, impacientemente- dinos que te ha pasado.
    A Kagome no le agradó mucho el tono imperativo que había empleado su amiga, pero ese día no estaba dispuesta a preocuparse por nada. Y... ¿De dónde se suponía que habían sacado todas esas enfermedades? ¡Lo que le faltaba! Ya tenía suficiente con su abuelo, y ahora para colmo sus amigas se unían a la moda de inventar enfermedades para Kagome Higurashi. ¡Cualquier día de estos le daba algo!
    - No he tenido ninguna de esas enfermedades- aclaró, mientras se descolgaba la mochila del hombro y la colgaba después en el respaldo de su silla, siempre vigilada por las atentas miradas de sus amigas.- He tenido que cuidar de Inuyasha, que estaba algo grave, pero ya está mejor. Eso es todo.
    Sus amigas la miraron sorprendidas y con pena. Kagome cayó entonces en la cuenta de lo que acababa de decir. ¡Se le había escapado! “Uy, no debí decir eso, no debí decir eso” se reprochaba mentalmente.
    - ¿Cómo que “eso es todo”?- le reprochó Eri- ¿No es tu novio?
    - Si, pero como ya he dicho ya está mejor y...
    - ¿Pero que le ha pasado?- preguntó Ayumi, claramente preocupada.- ¡Vamos, cuenta!- le apremió.
    Oh, no. ¿Y ahora que decía? Obviamente no podía decirles que a Inuyasha le había atacado un demonio, ¡la tomarían por una loca! ¿Qué se inventaba ahora? ¡Esto le pasaba por decir las cosas sin pensar!
    - Esto... le... le atropelló un coche- dijo lo primero que se le pasó por la cabeza.
    - ¿Qué?- exclamaron las tres al unísono.
    Se quedaron calladas un momento, asimilando la información. Después volvieron a la carga con sus preguntas.
    - ¿Fue muy grave?- preguntó Yuka cautelosamente.
    - Bueno...
    - ¿Pero ya está bien, no?- la interrumpió Eri, sin dejarle contestar a la pregunta formulada por Yuka.
    - Sí, está fuera de peligro. Solo tiene algo de fiebre y...
    - ¿Y en qué hospital está ingresado?- preguntó de pronto Ayumi. Todas sus amigas volvieron a mirarla, ávidas de conocer la repuesta a la última pregunta, seguramente deseosas de hacerle una visita al “novio” de Kagome.
    - ¿Hospital?- preguntó Kagome momentáneamente confundida por tal torrente de preguntas.
    - Sí, ya sabes... ¿en qué hospital se encuentra?- volvió a preguntar Ayumi.
    Kagome procesó la información en su cerebro, aún algo aturdida.
    - ¡Ah! Si... Ya no está en el hospital, le dieron de alta hace un par de días. Ahora está en mi casa- respondió. Vio como a sus amigas se les iluminaba el rostro. ¡Oh, no! ¿Es que tenía que tropezar dos veces con la misma piedra, y además, en menos de cinco minutos? ¡Lo había vuelto a hacer! ¡Había vuelto a hablar sin pensar!
    - Entonces... ¿qué te parece si vamos a visitarle después de las clases?- preguntó Yuka, esperanzada.
    - Sí, no sería mala idea...- siguió Eri.
    - Lo siento, pero no creo que...- intentó pararlas una apurada Kagome.
    - Si, ¡eso sería genial!- continuó Ayumi- Podríamos llevarle algo, y seguro que le agrada que le hagan una pequeña visita.
    - Pero...
    - Entonces, ¡está decidido!- proclamó Yuka- Esta tarde iremos a tu casa a visitar a tu novio, Kagome. ¡Y no hay más que hablar!- sentenció cuando vio la cara de Kagome.
    La sacerdotisa no dijo nada, solo suspiró, resignada. Cuando sus amigas se ponían así, no había nada que hacer.
    - Esta bien, si no hay más remedio... – se rindió.
    Sus amigas sonrieron, triunfantes.



    Una vez más, y al contrario de lo que había esperado, no pudo concentrase en las clases. Se pasó toda la mañana preocupada por lo que podría pasar esa tarde, con sus amigas en casa, en la misma casa que Inuyasha.
    Sintió como el nerviosismo se apoderaba de ella cuando escuchó el timbre que anunciaba el final de las clases por ese día, y minutos más tarde, tal y como lo habían planeado, se reunieron todas en la puerta de salida de la escuela.
    Sus amigas se veían ilusionadas e impacientes. En cuanto llegó junto a ellas la cogieron de ambos brazos y le obligaron a ir con ellas hasta una pequeña tienda de dulces que se encontraba a la vuelta de la esquina de la calle. Se pasaron un buen rato escogiendo diversos dulces y pasteles, y no le hacían caso a Kagome, quien insistía en que todo aquello no era necesario. Finalmente, se decidieron por algunos que ya conocían y que les gustaban y otros que les parecieron apetecibles, presentándolos en una pequeña cajita de cartón bastante bonita.
    Y por fin se plantaron frente a la puerta de entrada de la casa de Kagome. Sus amigas llamaron al timbre, algo nerviosas, y pronto la señora Higurashi les abrió. Pareció algo sorprendida por verlas a todas allí, ya que Kagome no le había avisado de que vendrían, pero les dio la bienvenida y les incitó a entrar en la casa.
    - Buenos días, señora Higurashi. Esperamos no haberla molestado- saludaron sus amigas cordialmente.
    - Claro que no, chicas. Siempre sois bienvenidas- les aseguró la madre de Kagome.
    Las amigas de Kagome hicieron una pequeña reverencia a modo de saludo, y después se quitaron todas los zapatos para dejarlos en la entrada de la casa.
    - ¿Podemos subir a ver al novio de Kagome?- preguntó Eri.
    - Esto...- la señora Higurashi dudó.- Me parece que está durmiendo.
    - Oh, que lástima. Nosotras queríamos hacerle una pequeña visita- suspiró Ayumi, algo decepcionada, al igual que sus amigas.
    - Lo siento, pero ya habéis escuchado- saltó Kagome, esperanzada porque quizás lograse librarse de su pequeña gran preocupación.- Quizás podáis volver mañana...
    - Kagome, no seas así- la regañó su madre- Ya que están aquí, ¿por qué no subís, pero sin hacer ruido? Podéis esperar a que despierte, y ya está.
    Kagome le dirigió una mirada cargada de reproche a su madre, y esta le devolvió una mirada severa.
    - Pero en serio, no creo que...- insistió Kagome.
    - No- cortó su madre, tajantemente- No le hagáis caso a mi hija- dijo volviéndose a las amigas de Kagome- Ya que estáis aquí, no voy a haceros volver mañana.
    - Gracias- dijeron las tres, agradecidas y con unas sonrisas triunfantes adornando sus rostros.
    Se dirigieron a las escaleras, y Kagome las siguió, abatida. Sospechaba que el día iba a ser largo y agotador...


    CONTINUARÁ...

    Ya me dirán que les pareció este capi. Necesito vuestra opinión, que si no no me viene la inspiracion! (y lo digo muy enserio ¬¬) Se me cuidan mucho :beso:
    Espero que podamos leernos pronto!
     
  5.  
    Kagome-inuka

    Kagome-inuka Iniciado

    Leo
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    Re: "Un nuevo enemigo"

    Me gusto tu fic pon la conti pronto oneagai!!!! ya quiero saber lo que pasara con el lindo Inuyasha.
     
  6.  
    Erazal

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    "Un nuevo enemigo"
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    Re: "Un nuevo enemigo"

    Arigato, Kagome-Inuka!!! :) Me alegra que te guste ^-^ Intentaré no tardarme mucho en poner la conti. Muchas gracias por leer!
    Nos leemos pronto, cuidate
    :beso:
    Atte: Erazal
     
  7.  
    Tara

    Tara Entusiasta

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    Re: "Un nuevo enemigo"

    jope solo 1 conti.....!!

    no pasa na seguire esperando ansiosa

    ta quedao mu linda

    aki espero no tards porfi

    bsks: MAKAR
     
  8.  
    Erazal

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    "Un nuevo enemigo"
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    Re: "Un nuevo enemigo"

    Wolas! A partir de este capítulo, no tengo más escrito (bueno sí, he escrito un poco más, pero no un capítulo entero). Por lo tanto, me gustaría que me dejasen comentarios en los que me dijesen que les parece la manera en la que estoy desarrollando la historia y sugerencias de cómo debería continuarla (aunque ya tengo un esquema en mi cabeza, siempre se aceptan sugerencias). Bueno, eso es todo. Disfruten de la historia!!

    CAPÍTULO 7.


    Pronto pudieron escucharse perfectamente las voces femeninas detrás de la puerta. Hablaban animadamente pero sin alzar demasiado la voz, acompañadas por el eco de sus pasos sobre el suelo de madera. Cada vez estaban más cerca, a pesar de que avanzaban con sigilo y lentitud.
    Inuyasha, adivinando lo que ocurriría a continuación, se incorporó en la cama de Kagome, aún algo adormilado. No pretendía aparentar ser más débil de lo que ya lo hacía. Ni en broma.
    La puerta se abrió de repente, pero sin hacer ruido, y cuatro chicas aparecieron tras ella. Inuyasha vio a Kagome entre ellas, y reconoció inmediatamente a las demás. Las había conocido en una de sus anteriores visitas a la época de Kagome. Recordó que eran amigas de Kagome, de la escuela.
    Todas menos Kagome sonrieron ampliamente.
    - ¡Hola! ¡Qué bien que estés despierto!- saludó una de ellas en cuanto entró en la habitación. Tenía el pelo negro, corto y levemente ondulado, con una diadema amarilla que impedía que el flequillo le cayese sobre los ojos. Todas llevaban la misma ropa que Kagome, al igual que cuando las conoció.
    Sin darle tiempo al muchacho ni siquiera para responder al saludo, las amigas de Kagome corrieron a sentarse al borde de la cama.
    Las tres le clavaron sus miradas en él, como si lo evaluaran.
    - Oye, ¿te encuentras bien?- preguntó una de ellas, Ayumi, si mal no recordaba.
    - Bueno, sí...- respondió algo desconcertado. Esas chicas eran realmente impulsivas.
    Y, como cuando las conoció, comenzaron a avasallarlo con preguntas:
    - ¿Iba muy rápido el coche?- preguntó la de pelo castaño.
    - El conductor te auxilió por lo menos, ¿no?- preguntó la que había saludado nada más entrar en la habitación.
    - ¿Conseguiste ver su matricula?- preguntó Ayumi.
    - Esto... ¿Qué?- Inuyasha no entendía nada de lo que hablaban esas chicas. ¿Qué era todo aquello que le estaban contando? ¿Qué pasaba con el coche? ¿Qué era una matricula?
    Kagome comenzó a ponerse nerviosa. Claro... Inuyasha estaría completamente desconcertado, para él era como si le hablasen en otro idioma con tantas palabras de aquella época. Además, lo del accidente había sido ella la que se lo había inventado, por lo que era lógico que él no supiera nada de lo que le estaban hablando. Pero... ¡No! No podía dejar que Inuyasha contase a sus amigas la versión verdadera de la historia, porque entonces tendrían grandes problemas. Tenía que hacer algo, y rápido.
    No tuvo más remedio que decir lo primero que le vino a la cabeza, por segunda vez en aquel día, y este hecho no le gustaba en absoluto:
    - Sí, ya sabes, el accidente...
    Lo dijo mirando fijamente a Inuyasha. Este seguía mirándola desconcertado. Kagome intentó guiñarle un ojo disimuladamente, sin que sus amigas lo notasen. Pero claro, sus amigas, tan oportunas como siempre, no les quitaban la vista de encima. Y, para colmo de males, Inuyasha parecía dispuesto a preguntarle a qué venía todo ese cuento chino. Así que obligó a su cerebro a trabajar a la velocidad de la luz para inventar algo coherente.
    - Oh, ¿lo has vuelto a olvidar?- dijo por fin después de un largo silencio bastante incómodo para ella, puesto que sus amigas no habían parado de taladrarla con la mirada, ansiosas de saber más.
    Ahora no sólo Inuyasha la miraba aturdido.
    - ¿Olvidar el qué?- El muchacho ahora comenzaba a asustarse.
    - Oh, pobrecillo. ¿De verdad que no lo recuerdas?- preguntó Kagome sin responder al chico. Compadecía a Inuyasha, pero tenía que hacer algo para hacer que el engaño resultara.
    - Kagome... ¿de qué hablas?- preguntó el muchacho, totalmente desconcertado.
    La muchacha se llevó una mano a la cabeza, en una parodia de tristeza. Por suerte se le daba bien actuar.
    - Oh, no... Ha vuelto a pasar- dijo arrastrando las palabras.
    Sus amigas se acercaron a ella a una velocidad sorprendente para tratarse de humanas, y la miraron interrogantes.
    - ¿Qué sucede?- inquirió Eri.
    Kagome dejó escapar un falso pero conseguido suspiro resignado.
    -Es que... desde lo del accidente...- dijo trágicamente, por lo que sus amigas hasta se asustaron un poco, e Inuyasha comenzó a mirarla con verdadera preocupación.
    -¿Qué? Cuéntanoslo, te sentirás mejor si te desahogas.- la animó Yuka, más intrigada que preocupada.
    “Serán arpías... Lo que pasa es que son unas cotillas, y son capaces de inventar cualquier tontería con tal de enterarse de todo” pensó Kagome, algo fastidiada con la actitud de sus amigas. “Aunque, bueno, yo estoy haciendo algo parecido ahora mismo... ¡Arg, me siento estúpida!”
    - Bueno, pues veréis... resulta que desde lo del accidente, algunas veces pierde la memoria.- hizo una pausa, en la que a sus amigas se les escapó una exclamación ahogada- Aunque el médico dijo que solo pasaría durante algún tiempo, y después todo volvería a ser como antes.
    Inuyasha le dirigió una mirada indescifrable, y ella simplemente se encogió de hombros disimuladamente, pero de manera que él lo notara.
    - Oh, con que era eso...- suspiró Ayumi.- De verdad lo sentimos.
    - Ya, pero no es nada grave- se apresuró a añadir Kagome, antes de que esas tres se montaran toda una película.
    Sus amigas miraron con algo de lástima a Inuyasha, y esto a él le incomodó. No le gustaba que le mirasen así, y menos que alguien se compadeciese de él. Decidió que después de esto Kagome y él tendrían que hablar seriamente. La muchacha se quejaba de las enfermedades que inventaba su abuelo, y ahora iba ella y decía que él había tenido un accidente. ¡Keh!
    - Mira, te hemos traído esto- dijo de pronto Yuka, sacándolo de sus pensamientos. La muchacha rebuscó durante unos segundos en su mochila y sacó una pequeña cajita de cartón muy bien decorada. Se la tendió a Inuyasha, que dudó unos segundos antes de cogerla.
    Las amigas de Kagome sonrieron dulcemente, animándole mediante gestos para que abriera la caja.
    A Inuyasha no le quedó más remedio que hacerlo. La abrió cuidadosamente y descubrió que se trataba de un tipo de comida que Kagome llevaba algunas veces a la época feudal, aunque algunas eran distintas.
    -Oh...- fue lo único que pudo decir. Aunque en otra ocasión no se hubiera atrevido ni siquiera a reconocer ante sí mismo que les agradecía el gesto, esta vez si lo hacía, pero a la vez se sentía un poco incómodo porque sentía que no iba a aprovechar el regalo. Al menos, no él.
    -Estos dulces nos parecieron buenos- explicó Eri- Es una forma de desearte que te recuperes.
    -Gracias...-murmuró Inuyasha. No solía agradecer nada a nadie, pero sabía que si no lo hacía Kagome le mataría después.
    Las amigas de Kagome sonrieron ampliamente, felices porque al muchacho le había gustado su regalo.
    -No es nada, hombre.- dijo Eri restándole importancia.
    Kagome, por su parte, se había sorprendido por el gesto de Inuyasha. ¡Increíble! ¿Había escuchado bien? ¡Inuyasha acababa de dar las gracias! ¿Tanto podía cambiarlo su forma casi humana?
    Ahora que analizaba la situación, podrían haber pasado perfectamente por un grupo de amigos normal. Cuatro chicas normales que iban al instituto, y una de ellas con un novio muy guapo y completamente normal. Sonrió con nostalgia. Hace tiempo hubiera querido eso, pero ahora que lo pensaba, prefería su vida tal y como era. Aunque claro, vivir durante un corto periodo de tiempo así tampoco estaba mal, ¿no?
    De pronto, se le ocurrió una gran idea.
    - ¡Chicos!- gritó para llamarles la atención. Vaciló un par de segundos antes de exponer en voz alta su propuesta.- ¿Qué os parece si salimos todos juntos esta tarde? No tenemos deberes que hacer, y así aprovechamos para estar todos juntos disfrutando.
    A sus amigas se les iluminaron los ojos. Desde luego, aquel día les estaba saliendo redondo.
    -¡Eso no hay ni que preguntarlo, Kagome!-exclamó Eri, completamente emocionada.
    -¡Por supuesto!-afirmó Ayumi, dando un pequeño salto de alegría.
    Inuyasha miró a Kagome incrédulo, y mientras se señalaba a sí mismo con el dedo inquirió:
    -Yo... ¿Yo también?
    -Pues claro que sí, tonto- sonrió Kagome, yendo a su lado y cogiéndole del brazo, obligándole a levantarse.
    - Esto es fantástico...-suspiró Yuka, con las manos casi en forma de rezo y ojos soñadores.
    Kagome sonrió para sus adentros. Por una tarde, iba a ser una chica normal, con unas amigas y un novio normales. Con un novio llamado Inuyasha...

    CONTINUARÁ...

    Lo dicho. Se aceptan sugerencias y críticas (pero constructivas, que si no no sirven). Lo siento, Makar. Sé que esperabas que hubiese más de un capítulo, pero por motivos personales no he podido poner más de uno.De todas formas, agradezco tu apoyo y el entusiasmo con el que sigues mi historia, de verdad. Espero no decepcionar a nadie en las próximas continuaciones.
    Cuidense mucho.
    :beso:
    Atte: Erazal
     
  9.  
    Tara

    Tara Entusiasta

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    Re: "Un nuevo enemigo"

    wolaaaaaaaa

    no t preocupes no pasa na xk no aya + contis

    pos toavia no he leido la conti pero cuando la lea ya t dire alguna sugerencia

    bsks: MAKAR
     
  10.  
    Erazal

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    Re: "Un nuevo enemigo"

    T-T Ya nadie lee? jo... que me desanimo! Ah! Makar, lo siento jiji puse solo una conti cuando tu esperabas encontrar siete, y ahora además estoy tardando siglos en postear la siguiente... Intentaré no tardar mucho, lo prometo!! Y muchas gracias por leer este fic :)
    Besos, cuidate
    :beso:
    Atte: Erazal
     
  11.  
    Erazal

    Erazal Guest

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    Re: "Un nuevo enemigo"

    Por fin he escrito la continuaciión!! :) (se escuchan aplausos y algún que otro "ya era hora"). Sí, y para compensar la larga espera, he hecho esta parte bastante extensa... y por fín he llegado a las 40 páginas de word!(Oigan, para mí eso es un logro...). Bueno, me dejo ya de tonterías y os dejo leer ^^ Espero que os guste!!

    CAPÍTULO 7: Segunda parte.

    Se prepararon en menos que canta un gallo, y todos fueron al lugar acordado. Cada una de sus amigas había tenido que ir a sus respectivas casas para ponerse una ropa más cómoda y casual, además de coger dinero.
    Ayumi llevaba unos pantalones vaqueros algo desteñidos, con unas botas de color marrón claro, una camisa amarilla de tirantes, un pañuelo de tela vaquera en la cabeza, un pequeño bolso a conjunto con las botas colgando del hombro y un montón de pulseras en las muñecas.
    Eri había optado por una mini falda vaquera, unas botas altas y negras con algo de plataforma, un top negro, un pequeño bolso de mano blanco y un colgante de plata.
    Yuka se había puesto un vestido corto y muy ajustado de color crema, con botas de color marrón claro y un pequeño chaleco que le llegaba justo por debajo del pecho, de color blanco.
    Desde luego, se notaba que en esa ocasión todas se habían esmerado con su aspecto, quizá por el hecho de que, por una vez, el “novio” de Kagome las acompañaba.
    Antes de salir de casa de Kagome, se habían empeñado en ayudar a ésta a elegir la ropa que se pondría para la ocasión, y habían elegido un modelo bastante atrevido.
    Ahora Kagome se sentía algo incómoda con ese atuendo, que consistía en una mini falda vaquera demasiado corta y que dejaba poco a la imaginación, unas botas altas color marrón claro, una camiseta blanca con mucho escote y que dejaba la barriga al aire y algunos colgantes y brazaletes. Además, habían insistido en que se recogiera el pelo en una cola alta.
    Por supuesto, las cuatro llevaban algo de maquillaje, aunque no muy vistoso.
    Inuyasha también se había cambiado de ropa por orden de Eri, Yuka y Ayumi, y por suerte Kagome había logrado convencerlas de que ellos dos solos bastaban para elegir la ropa del muchacho, y de que tampoco era necesario que lo vigilasen mientras se cambiaba de ropa (por si acaso se sentía mal).
    Kagome, obviamente, había tenido que elegirle la ropa a Inuyasha. Había decidido que lo que mejor le quedaba eran unos pantalones vaqueros, una camiseta negra ajustada (y que le marcaba bastante los músculos) y una blusa blanca abierta por encima de ésta. Le había cepillado el pelo, pero se lo había dejado suelto. A sus amigas casi se les cae la baba cuando lo vieron, y a Kagome le costaba quitarle la vista de encima al chico. Estaba muy guapo, y eso no se podía negar.
    Cuando Inuyasha y Kagome llegaron al pequeño parque que estaba cerca del templo Higurashi, sus amigas ya los estaban esperando. Se notaba que hacía tiempo que no salían con Kagome, y que estaban muy contentas de que en esa ocasión les acompañase Inuyasha.
    Decidieron que lo mejor sería ir primero al cine, y las amigas de Kagome se las ingeniaron para sentarse a cierta distancia de ella e Inuyasha. Vieron una película de acción, y Kagome acabó agotada. Había tenido que controlar a Inuyasha para que no se acercara a la pantalla con intenciones de matar a los villanos de la película.
    - ¡Keh! Pero si son muy fáciles de matar- había dicho él, una de las veces que ella lo había retenido en su butaca- Comparados con Naraku, son pan comido.
    Pero se calló al instante al percibir la mirada severa de Kagome.
    Tuvieron alguno que otro percance con el acomodador, pero al final tampoco salieron muy mal parados.
    Cuando por fin salieron a la luz del día, Kagome estuvo a punto de gritar a pleno pulmón: “¡Por fin!”; pero se contuvo justo a tiempo. Habría sido muy raro gritar así justo después de ver una película que, según la crítica, era muy buena. Pero de todas formas, ella no había podido comprobar si eso era cierto por culpa de su “novio”.
    - ¿Qué os ha parecido la película?- preguntó Ayumi bastante emocionada, mientras iban de camino al WcDonald’s.
    - Estaba bastante bien- sonrió Eri- Es difícil encontrar una película de acción tan buena hoy en día.
    - Estoy de acuerdo-asintió Yuka.-¿Y a vosotros qué os ha parecido?- inquirió mirando a Kagome e Inuyasha.
    Kagome sintió que el corazón se le aceleraba. ¿Qué decía? ¿Que le había gustado mucho? Mientras no preguntasen nada más, no sabrían que en realidad no la había visto.
    Sí, eso sería lo mejor.
    - Me ha gustado mucho- mintió, sonriendo forzosamente.
    Sus amigas la miraron con algo de picardía.
    -Pues a mí me parece que vosotros dos no habéis prestado mucha atención a la película- objetó Eri.
    - Sí- coincidió Yuka- Mas bien parecía que estabais muy a gusto estando cerca el uno del otro.
    Kagome e Inuyasha se sonrojaron ante estas palabras. Era fácil malinterpretar su situación...
    - No, en serio- las cortó Kagome, bastante nerviosa y sonrojada- No es lo que parece.
    Sus amigas solo sonrieron, como si pensaran que eran muy tímidos como para declarar lo que había pasado entre ellos tan abiertamente. Kagome decidió que no valía la pena tratar de convencerlas de lo contrario.
    - ¿Y a ti que te ha parecido, Inuyasha?- inquirió Ayumi inocentemente.
    El chico sonrió con suficiencia.
    - Esos sujetos no eran nada peligrosos- aseguró, muy seguro de sus palabras.
    Kagome lo miró como se mira a un niño pequeño que se cree el rey del mundo. Ese Inuyasha... Si que era presumido.
    -¿En serio?- sonrió Ayumi, divertida.- ¿Serías tú capaz de vencerlos?
    - ¡Por supuesto que sí!- aseguró, orgulloso de sí mismo. Las amigas de Kagome sonrieron. Ese chico si que era divertido.- Comparados con Naraku y con sus extensio...
    Kagome le pegó un codazo en las costillas.
    Inuyasha gimió de dolor.
    -Auch...-se quejó.
    -No le hagáis caso- dijo Kagome a sus amigas, dirigiéndole al mismo tiempo a Inuyasha una mirada severa.
    Inuyasha, a su vez, se cuidó de no reflejar en su rostro una mueca de dolor. Le había dado cerca de la herida, y el dolor punzante que recorrió todo su cuerpo le hizo recordar que aún seguía ahí. Aún no lograba entender la razón por la cual aquella herida aún no había cicatrizado, pero ese día estaba dispuesto a olvidar todas sus preocupaciones. Por él mismo y por Kagome. No quería preocupar a la muchacha, y menos en aquel momento.
    - ¿Naraku?-inquirió Eri, confusa.
    Kagome rió nerviosamente.
    - Es el personaje de una película de terror- mintió.
    -¿Si? ¿Y qué película es?- preguntó Eri, de pronto interesada.
    - Pues... La verdad es que no me acuerdo- se apresuró en responder Kagome.
    Eri suspiró, decepcionada.
    - Vaya... Qué pena. Me hubiese gustado verla. ¡Sabes que me encantan las películas de terror!
    ¿De terror? Pensó Inuyasha, divertido. Kagome había escogido la mentira perfecta. El papel de malo en una película de terror le iba como anillo al dedo a Naraku.
    - Pues de verdad daba mucho miedo- aseguró Inuyasha, siguiéndole el juego a Kagome.- Pero Naraku de verdad era bastante malo... El mejor personaje era sin duda la chica protagonista.
    Las amigas de Kagome rieron a carcajadas, y ella no pudo evitar ponerse un poco celosa. ¿Es que acaso se refería a Kikyo...?
    - Ya, claro... Era muy atractiva, ¿no?- dijo Yuka pícaramente.
    - Sí, y muy hermosa- afirmó el muchacho- Físicamente, es igual que Kagome.- La muchacha dio un brinco ante estas palabras, y el corazón le hizo daño en el pecho. Entonces si se estaba refiriendo a Kikyo...- Pero tenía un carácter horrible. Siempre se estaba peleando con el chico protagonista, y lo mandaba al suelo cada vez que se enfadaba con él.
    Kagome abrió mucho los ojos, sorprendida. Sintió que sus mejillas se encendían, y por un momento temió que los demás se diesen cuenta de ese pequeño detalle. Pero enseguida se olvidó de eso. Lo que ahora ocupaba su mente eran las palabras de Inuyasha. ¿Se estaba refiriendo a ella? ¿Y había dicho que era hermosa?
    - ¿Lo mandaba al suelo?- preguntó Ayumi sin entender.
    - Si. Lo hacía mediante un hechizo. Cada vez que quería mandarlo al suelo, gritaba: ¡Siéntate!- Relató, mirando de reojo a Kagome, sólo para ver su reacción. Y lo que vio le hizo sentirse satisfecho: un leve rubor cubría las mejillas de la chica, y ella lo miraba directamente a los ojos, sorprendida y turbada. – Después, el pobre chico se encontraba de bruces en el suelo, con todo el cuerpo adolorido.
    - Sí, pobrecito.-rió Eri.- Pero, ¿sabes? En realidad a todas las chicas nos gustaría poder tener controlados así a nuestros novios...
    Inuyasha le dirigió una mirada aterrorizada.
    - ¿En serio?- preguntó, temeroso.
    Ella se rió con ganas al ver su expresión de horror.
    - Bueno, pero no te preocupes- dijo restándole importancia- Eso no sucede en la vida real.
    “Ojalá Buda te escuchara”, pensó Inuyasha, sintiendo de pronto que él era el único chico al que le sucedían esas cosas.
    -¿Y cómo era el chico?- preguntó de repente Yuka.- Es decir... ¿También era atractivo?
    Inuyasha pareció pensarlo durante unos segundos, mientras las chicas lo miraban expectantes.
    - Eso no lo puedo responder yo- dijo al fin.- Preguntadle a Kagome, ella es una chica, así que podrá deciros lo que piensa.
    Kagome se tensó ante estas palabras. A pesar de que lo decía indirectamente, decía lo que ella pensaba sobre él. Todos la miraron esperando su respuesta, e Inuyasha clavó su mirada en la suya, logrando ponerla más nerviosa de lo que ya estaba. El rubor se hizo más notorio en sus mejillas. Respiró una, dos, tres veces antes de contestar.
    - Bueno... El chico era muy guapo- declaró, evitando mirar a Inuyasha.- ¿Atractivo? Yo diría que si... Es más, era muy atractivo.- En ese momento deseó que la tierra se la tragara, pero aun así siguió hablando, evitando en todo momento mirar al chico.- Pero, por otra parte,-añadió- era un cabezón, testarudo y orgulloso. La chica tenía razones de sobra para mandarlo al suelo.
    Inuyasha sonrió complacido. Se había esperado que dijese que era un orgulloso y todo eso, pero no sabía qué iba a decir con respecto a como lo veía.
    Continuaron hablando de la supuesta película hasta que llegaron al WcDonald’s, y una vez allí, se sentaron todos juntos en una mesa y pidieron un menú cada uno. No paraban de hablar y de reír. Habían tantas cosas que contar... El tiempo que Kagome pasaba en la época feudal parecía aún mayor cuando hablaba con sus amigas. En aquellos momentos era consciente de todo lo que se perdía, y le gustaba que ellas le contasen todo cuanto pasaba. A veces se sentía fuera de lugar. Habían tantas cosas que sus amigas vivían y compartían... Y ella era ajena a todo esto. Pero también pensaba que, si no hubiese conocido a sus amigos de la época feudal, y a Inuyasha, se habría sentido toda su vida incompleta, aun sin saber qué era aquello que le faltaba.
    Por otra parte, Inuyasha y las amigas de Kagome empezaban a conocerse, y por lo tanto, aún tenían mucho de qué hablar.
    Durante la comida contaron numerosas anécdotas, tanto de lo que había pasado en el tiempo en el que Kagome estuvo ausente, como de la infancia de cada uno. También salieron a flote ocurrentes preguntas como la de por qué Inuyasha tenía ahora el pelo negro, y no plateado.
    Sin duda lo pasaron muy bien. No solían tener ratos como aquel, y en el fondo de sus corazones agradecían profundamente tener al menos alguno de vez en cuando. Lo único que preocupó a Kagome fue que Inuyasha apenas probó bocado, cuando normalmente lo engullía todo en un momento.
    Cuando salieron, dispuestos a marcharse a sus respectivas casas, era ya relativamente tarde. Quedaron en volver a repetir aquello pronto, y decidieron que lo pensarían y lo hablarían las chicas entre ellas en la escuela. Se despidieron ya fuera del restaurante, y las amigas de Kagome cogieron por el camino opuesto al que llevaba al templo Higurashi.
    Kagome e Inuyasha caminaban lentamente hacia la casa de la muchacha, en medio de un silencio casi sepulcral entre ambos. La chica decidió comenzar a hablar. No soportaba ese silencio tan incómodo.
    - Inuyasha... ¿Es cierto lo que dijiste antes?- inquirió. Inuyasha la miró sin comprender.- Quiero decir... Cuando estábamos hablando de la película y todo eso... ¿De verdad piensas eso de mí?
    Un leve rubor cubrió las mejillas del muchacho, que apartó su mirada de la suya enseguida, algo avergonzado.
    - Keh- masculló.- No preguntes tonterías. Solo lo hacía por seguirte el juego.
    Kagome suspiró, decepcionada. Esperaba que él le dijese algo sobre lo que sentía con respecto a ella, pero de nuevo le respondía con evasivas.
    - Pero dime- dijo él de pronto, mirándola algo nervioso- ¿Por qué dijiste tú esas cosas de mí? ¿Lo hacías simplemente por cubrir una mentira o lo decías de verdad?
    - ¿El qué? ¿Que eres un cabezón, testarudo y orgulloso? ¡Por supuesto que es de verdad!- se burló ella.
    Inuyasha negó con la cabeza.
    - No. No es eso. Sabes muy bien a lo que me refiero. Y yo no soy eso que has dicho.
    Kagome chasqueó la lengua, a la vez que lo miraba con incredulidad.
    - Lo hice por cubrir la mentira, como bien has dicho. Pero lo que sí es cierto es que describí tu carácter, y no me digas que no tengo razón. Aunque claro- añadió- eres tan orgulloso que no lo admites ni lo admitirás nunca.
    Inuyasha se cruzó de brazos y dejó escapar un bufido.
    - Vale, está bien. Admito que soy orgulloso y testarudo, ¿contenta?
    Kagome se quedó boquiabierta. ¿Acababa de admitir que era orgulloso y testarudo? ¿De verdad lo había hecho? ¿O sólo eran imaginaciones suyas?
    - ¿Qué?- exclamó, incrédula- ¿Qué has dicho?
    - Ya lo has oído. No me hagas repetirlo, tonta.
    Ya está. Volvía a ser el mismo Inuyasha de siempre.
    No se hablaron el resto del trayecto, que no duró mucho. Subieron las escaleras que conducían al templo cuando las luces de las calles comenzaban a encenderse, y cuando entraron en la casa fueron conscientes de lo tarde que era. Sota y el abuelo ya se habían ido a dormir, y la señora Higurashi era la única que permanecía despierta.
    Les dio la bienvenida con su habitual sonrisa en los labios, y les preguntó interesada cómo habían pasado el día. Ellos le contaron todo lo que había pasado omitiendo algunos detalles, que de haber contado, habrían hecho la situación algo vergonzosa.
    - Bueno- dijo Kagome una vez que terminaron de contarle todo a su madre, levantándose se su silla y dirigiéndose a la puerta de la cocina- Yo ya me voy a dormir. Inuyasha- dijo girándose hacia él- ¿vienes?
    La señora Higurashi contestó por él.
    - Un momento, Kagome. Adelántate tú, necesito hablar un momento con Inuyasha.
    Kagome frunció el ceño, extrañada. Sin embrago no replicó y desapareció por la puerta después de desearles buenas noches.
    Cuando la señora Higurashi oyó que los pasos de su hija se alejaban, se volvió hacia Inuyasha, con el semblante un tanto preocupado.
    - Cariño, ¿cómo va la herida?- preguntó- ¿Sigue igual?
    Inuyasha se pasó una mano por el cabello, a la vez que dejaba escapar un suspiro.
    - Sigue ahí, y aún me duele- admitió.- Pero no se preocupe. Estoy seguro de que se cerrará... Seguramente el proceso de cicatrización esta vez es más lento debido a que estoy en una apariencia prácticamente humana.
    La señora Higurashi negó con la cabeza.
    - Incluso para un humano es demasiado lento- explicó.- Llevas aquí casi una semana, y la herida sigue igual que el primer día.- Lo miró con preocupación.- Si en poco tiempo sigue igual, o la fiebre no te baja, no me quedará más remedio que llevarte a un médico.

    - Pero... No podemos decirle que me atacó un demonio.- Protestó el muchacho.
    - No te preocupes. Ya inventaremos algo- suspiró la madre de Kagome.- Pero no puedo consentir que sigas así. Podría ser peligroso, ¿entiendes?
    Inuyasha sabía que era un asunto delicado, pero por otra parte no quería causar tantas molestias. Además... probablemente, si recuperaba su forma hanyou, todas sus heridas desaparecerían en un momento.
    - Está bien- dijo al fin, derrotado.- Pero seguro que no es nada.
    - El tiempo dirá si no es nada o si por el contrario es algo a lo que hay que prestar atención- aclaró la señora Higurashi, acariciándole el cabello con cariño.- Pero es algo que me tiene realmente preocupada... ¿Mi hija lo sabe?
    Inuyasha negó lentamente con la cabeza.
    - No quiero preocuparla por una tontería... Seguro que no es nada.
    La madre de Kagome frunció el ceño.
    - Bueno, ya veremos mañana...- dijo dándose la vuelta para ir hacia el fregadero.- Ahora descansa, que realmente lo necesitas.
    El muchacho se limitó a asentir con la cabeza y, después de desearle unas buenas noches a la mujer, desapareció por la misma puerta por la que Kagome lo había hecho tan solo unos momentos antes.
    La chica se ocultó mejor entre las sombras, y suspiró aliviada cuando Inuyasha comenzó a subir las escaleras que llevaban al piso de arriba sin haberse percatado de su presencia. Su corazón latía desenfrenadamente. ¿Inuyasha seguía mal? Quizás ese era el motivo de su extraño comportamiento... La muchacha cerró los ojos, dolida. ¿Por qué no le había dicho nada?


    CONTINUARÁ...

    Eso es todo por ahora. Me dicen lo que piensan, si? Se cuidan tod@s!! Atte: Erazal
    :beso:
     
  12.  
    Tara

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    Re: "Un nuevo enemigo"

    Bien!!!

    por fin conti

    ya era hora!!

    solo era eso xk todavia no lei el capi

    me lo guardo para leerlo luego y te digo

    bsks: MAKAR
     
  13.  
    Kagome-inuka

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    Leo
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    Re: "Un nuevo enemigo"

    Me encanto la conti lo que le dijo Inuyasha a Kagome de manera indirecta con lo de la pelicula estuvo lindo, esta muy emocionante pon conti pronto no te tardes tanto esta vez onegai ya quiero saber que pasara con Inuyasha y cuando se enterara de lo que tiene que hacer para salvarse y que esta en peligro.
     
  14.  
    Tara

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    Re: "Un nuevo enemigo"

    wolaa

    k mona la "pelicula" de terror

    en el cine podrian haber hecho otra cosa no?? jeje

    la verdad es que merecio la pena la espera

    seguire esperando la proxima conti

    animos

    bsks: MAKAR
     
  15.  
    inu-irz92

    inu-irz92 Guest

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    "Un nuevo enemigo"
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    Re: "Un nuevo enemigo"

    me ha gustado mucho. espero q lo continues pronto! ^*

    psd: si quieres, puedes leer mis fics! ^*
     
  16.  
    Erazal

    Erazal Guest

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    Re: "Un nuevo enemigo"

    Hola!! Muchas gracias a todas, en serio ;) Sí, es cierto que "ya era hora" de que publicase la continuación... Pero lo que importa es que, tarde o temprano, siempre la pongo, ¿no? Bueno, al menos eso creo... Y de verdad que intento no tardar tanto, pero me agobian un "pelin" con los examenes, y no tengo tiempo para otra cosa que no sea estudiar (y encima, me salió mal el examen de sociales... u.u).
    Lo de la película de terror se me ocurrió sobre la marcha, y me pareció divertido que esos dos expresasen sus sentimientos indirectamente de esa manera, aunque no estaba muy segura de que le gustara a los lectores. Con respecto a lo que pasará con Inuyasha, lo iré desvelando poco a poco a lo largo de la historia, así que hay que tener paciencia. De todas formas, en el próximo capítulo, la panterá volverá a hacer su aparición, pero tampoco desvela mucho.
    Bueno, me he desviado un poco de lo que realmente quería decir (costumbre mía que no me hace mucha gracia y que llevo tiempo intentado controlar, sin ningún éxito). Quería decir que puede que me tarde un poco en poner el próximo capítulo, ruego tengan paciencia (todo culpa del instituto y mis "queridísimos" examenes...), aunque no creo que tarde tanto como esta vez.
    También agradecer, por supuesto, que gastéis algo de vuestro tiempo leyendo esta historia y dejando comentarios (que sé de buena fe que cuesta escribirlos).
    Me despido ya, que tengo que seguir con lo mío. Se me cuidan todas!
    Besos!
    :beso:
    P.D: Inu-irz92, tendré en cuenta lo de tus fics ^^ Ya me pasé a leer un one-shoot tuyo, que me encantó, por cierto.
    Atte: Erazal
     
  17.  
    Chaos Lady

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    Re: "Un nuevo enemigo"

    HOLA!!!!
    PERDON POR DESAPARECERME! u.u OJALA Y LO SIGANS PRONTO!
    LOS ESPERO!

    CHAITO!
     
  18.  
    Erazal

    Erazal Guest

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    "Un nuevo enemigo"
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    Re: "Un nuevo enemigo"

    Hola de nuevo!! Y hola de nuevo a tí también, Dama_Negra :)
    Aquí os traigo una pequeña parte del cap 8, ¡espero que lo disfrutéis!

    CAPÍTULO 8: De vuelta a la realidad.


    El viento le azotaba en el hocico, y las formas del paisaje se hacían borrosas ante sus ojos, convirtiéndose en solo unas manchas verdes. Saltó con agilidad felina un tronco que estaba apostado en medio del camino, cayendo después sobre sus potentes patas delanteras. No detuvo su carrera ante ningún obstáculo, y siguió su ruta hacia el norte.
    Las cosas no estaban saliendo como lo había planeado. No detectaba la presencia del hanyou en esa época, y el plazo para que el portal temporal se abriera ya se estaba agotando. Si él no llegaba por su propio pié, tendría que hacer algo para que se moviera. Su señor se lo había dejado muy claro, y si fallaba no tendría otra oportunidad. Tenía que darse prisa.
    Sorteó sin dificultad los árboles que encontraba a su paso, sin dejar de pensar en lo que tenía que hacer. No, ese hanyou no le arruinaría sus planes.
    Bordeó una aldea de humanos para evitar ser visto, ya que no le convenía descubrir su posición. Sabía que aquel monje y la exterminadora de demonios que lo acompañaba aún le seguían la pista, y necesitaba llegar antes que ellos al pozo devora huesos. En un principio el plan consistía en que ellos pusieran al corriente de todo al hanyou, pero su avance era demasiado lento, y el tiempo se acababa. Además, el hanyou ni siquiera estaba en la época feudal, así que aunque llegaran a tiempo, no podrían advertirle. Tendría que hacerlo todo él mismo, no había otro remedio.
    Aumentó la velocidad de su carrera dando grandes saltos cuando llegó a una zona de pastizal, dejando que su cuerpo fuese bañado en su totalidad por la luz de la luna. La luna... Sólo quedaba un día para que fuese luna llena, el día en el que se abriría el portal.
    Tendría que viajar toda la noche sin parar a descansar un momento si quería llegar a tiempo.



    Sango estrechó con más fuerza al monje entre sus brazos para mantenerlo firme en el lomo de Kirara. Volaban como alma que lleva el diablo, y no le haría ninguna gracia perder a Miroku además de perder posiblemente a Inuyasha.
    La rabia volvió a invadirla completamente, pero se contuvo.
    No dejaba de preguntarse quién diablos sería el señor de esa pantera y qué quería del hanyou.
    Movió la cabeza de un lado a otro, perpleja. Aún no entendía el por qué de tanto interés en que Inuyasha fuese a Grecia, ¡y nada más y nada menos que a la Grecia antigua!
    Además todo era muy confuso... Había un gran salto temporal entre la época del señor de la pantera y su propia época, y los lugares de procedencia de ambos también eran completamente distintos y lejanos. ¿Por qué complicarse tanto? ¿Por qué tanto interés en que fuese Inuyasha, y no alguien de su propio país y época? ¿Qué querían de su amigo?
    Tensó la mandíbula. Por culpa de esa pantera que había venido en busca de Inuyasha ahora Miroku no parecía el mismo de siempre. No había dicho ni una sola palabra desde el incidente en el bosque, y su mirada perdida hacía que se le erizara el vello en la nuca. Miroku parecía ajeno a lo que sucedía a su alrededor, y de no ser porque respiraba y había una chispa de vida en sus ojos azules, Sango hubiese creído que estaba muerto.
    Los días que precedieron a esa noche en la que el monje había dejado de ser él mismo, el pequeño grupo no se había movido del improvisado campamento debido a la preocupación de la exterminadora, pero ella y Shippo decidieron ponerse en camino cuando se dieron cuenta de que la luna llena estaba próxima. Debían llegar al pozo devora huesos cuanto antes y avisar a Inuyasha y Kagome de todo cuanto estaba sucediendo. No querían perder a Inuyasha, y todo dependía de que llegasen a tiempo para advertirle del peligro que corría y de que el hanyou cruzase el portal temporal.
    - ¿Falta mucho para llegar?- a Sango le costó entender lo que el pequeño kitsune había dicho. El viento aullaba en sus oídos debido a la velocidad que llevaban, y Shippo le hablaba desde detrás, aferrado con fuerza a su cintura.
    - Si seguimos a esta velocidad y no paramos a descansar, llegaremos mañana al atardecer-gritó para hacerse oír.
    El silencio volvió a reinar entre ellos, y de nuevo solo se escuchaba el aullido del viento. Permanecieron así unos instantes, contemplando el paisaje rural a la luz de la luna casi llena, hasta que Shippo volvió a romper el silencio.
    - Sango- la llamó, con una voz de pronto triste, lo que hizo que la exterminadora girase la cabeza hacia él, sorprendida y preocupada.- ¿Crees que llegaremos a tiempo?
    La exterminadora se mordió el labio inferior. A pesar de que el niño no había comentado sus temores anteriormente, ella sabía que el niño lo estaba pasando muy mal. Su carita se tornaba una máscara de tristeza cada vez que el monje no respondía a sus vanos esfuerzos por devolverlo a la realidad y ni siquiera recibía una muestra de que sus intentos estuviesen dando frutos, y solía sentarse bajo algún árbol el resto de la tarde, sin decir una solo palabra. Por las noches, durante la cena, solía preguntar nerviosamente, jugando con la comida de su plato, qué era lo que estaba sucediendo y por qué se hallaba el monje así. Sango casi podía sentir cómo el corazón del pequeño se estremecía cuando ella tenía que alimentar a Miroku, que aparentemente no hacía ningún esfuerzo por subsistir. Nada que ver con el chico que era antes, tan lleno de vitalidad y bromista hasta en los peores momentos. Se notaba también que el niño echaba de menos a Kagome e Inuyasha, y que el no poder ver cómo se encontraba el hanyou con sus propios ojos sólo conseguía que su preocupación y tristeza fueran en aumento.
    Sango sintió que los bracitos del niño se estrechaban con más fuerza en su cintura y que pegaba el rostro contra su espalda, esperando la respuesta a su pregunta con el corazón en un puño.
    La chica se enterneció por la preocupación que demostraba el pequeño, y dibujó una tierna sonrisa en sus labios.
    - Claro, no te preocupes por eso, Shippo.- lo tranquilizó. – Ya verás como solucionamos esto pronto, e Inuyasha y Miroku estarán bien.
    El zorrito asintió lentamente, sin levantar la mirada. Los quería mucho a ambos, y no quería perderlos como había perdido a sus padres. Sango era consciente de esto, y ella misma estaba muy preocupada por los dos chicos. Aún no sabía en qué estado estaba Inuyasha, pero la visión de los alrededores del pozo el día en que Kagome volvió a su época era suficiente para hacerse una idea de que el chico no estaba muy bien, y que las advertencias de la pantera no se trataban de un simple juego. Además, para corroborar esto último, no le hacía falta nada más que ver el estado en el que se encontraba Miroku. Pensar en cómo se encontraba el chico que amaba secretamente hizo que su corazón se estremeciera dolorosamente en su pecho, y como para tratar de aliviar esa sensación, aferró con más fuerza el cuerpo inerte que estaba entre sus brazos. Podía sentir la calidez de su piel en su cuerpo a través de la ropa, y al tenerlo tan cerca podía escuchar su respiración tranquila y regular. El olor a plantas medicinales y a incienso que desprendía el chico inundaban sus fosas nasales, embriagándola. No soportaría perderlo, y luchaba por permanecer tranquila y objetiva. Ella también lo había pasado mal los últimos días, a pesar de que trataba por todos los medios de no exteriorizarlo para no preocupar más al pequeño. Por las noches la incertidumbre de lo que iba a pasar con sus vidas la mantenía desvelada, y en realidad no le importó mucho no dormir aún a sabiendas de que lo necesitaba.
    Una mueca que pretendía ser una sonrisa cruzó su rostro. Por culpa de esas noches en vela, ahora sus ojos estaban oscurecidos por unas terribles ojeras y su mal humor aumentaba por momentos. Aun así, no sentía cansancio, y lo agradecía ya que, de otra forma, sería incapaz de realizar tan largo y extenuante viaje. Un viaje que resultaba estrictamente necesario hacer en el menor tiempo posible.
    La joven dirigió su mirada al chico que descansaba entre sus brazos, inconsciente, con una mezcla de dulzura y miedo en sus ojos castaños. Estaba casi convencida de que lograría que Miroku volviese a ser muy pronto el mismo de siempre. Ese chico estaba lleno de vida y no se rendiría tan fácilmente, de eso estaba segura, y ella haría todo cuanto estuviese en sus manos por ayudarlo a salir a flote. Acarició una mejilla del chico con ternura y timidez, pero éste, al igual que todas y cada una de las veces que ella lo llamaba, no reaccionó. La muchacha sintió ganas de llorar, pero se contuvo. No quería preocupar más al pequeño, y estaba segura de que Miroku volvería a ser el mismo de siempre, tarde o temprano.
    Por otra parte, no sabía cómo estaba el hanyou. Pero había decidido algunos días atrás que no valía la pena preocuparse por él en aquellos momentos, y que lo mejor sería hacer todo lo posible por llegar al pozo devora huesos antes del próximo anochecer. No era que no estuviese preocupada por él o que no le importara, pero por mucho que así fuera, ella no podía hacer nada por él ya que estaba en la época de Kagome. Además, el hanyou no podía estar en mejores manos que en las de la joven sacerdotisa, quien sentía por él más que una simple amistad y no le dejaría morir de ningún modo. Sango sabía que Inuyasha también estaba enamorado de Kagome, así que se sentiría infinitamente mejor estando a su lado. Lo único que podía hacer por él, se había dicho, era llegar lo antes posible al pozo para contarle todo lo que sabía y después ayudarle a salvar su vida. Pero por el momento, no podía hacer nada y por eso no valía la pena estar constantemente preocupada, teniendo que encargarse además de Shippo y Miroku.
    La muchacha dejó escapar un suspiro. Eran demasiadas cosas en tan poco lapso de tiempo que resultaba agobiante. Deberían emprender un largo viaje para salvar la vida de Inuyasha y la de Miroku, si hacía falta llegar a ese extremo, y, por supuesto, no iban a dejar impune a aquel que había osado hacerles tanto daño por Kami sabe qué razones.
    La chica acarició con cariño el pelaje de Kirara, dándole unas palabras de aliento, a lo que ésta respondió con un suave maullido. La gata estaba haciendo muchos esfuerzos para volar a aquella velocidad durante tanto tiempo con tres ocupantes. A Sango no le gustaba tener que exigirle tanto a su fiel amiga, pero el tiempo corría en su contra.
    - Vamos, Kirara- susurró cerca de su oreja- Tenemos que salvar la vida de Inuyasha.

    CONTINUARÁ...

    Sé que es muy corta, pero es sólo el principio del cap. La continuación no tardaré en ponerla, ya que ahora mismo me hallo reescribiéndola (es que no quedé muy convencida de como quedó, y esta parte también la tuve que reescribir antes de subirla).
    ¿Qué os ha parecido? ¿Qué debería mejorar, cambiar...? ¡A criticar,chicas!
    Un beso muy grande y un abrazo muy fuerte a todas!
    :beso:
    Atte: Erazal

     
  19.  
    Kagome-inuka

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    Re: "Un nuevo enemigo"

    Te quedo muy bien la conti no entiendo porque estas insegura, ya se que paresco disco rayado, pero tus fics son de los mejores que he leido, continualo pronto y tus otros fics tambien.

    pdta: Adoro tus fics.
     
  20.  
    Erazal

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    "Un nuevo enemigo"
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    Re: "Un nuevo enemigo"

    Gracias Kagome-inuka, me subes mucho el ánimo. Me alegra que te gusten mis fics ^^ Me hace muy feliz que sigas todos y cada uno de ellos. Gracias de verdad, amiga.
    Aquí teneis la conti, que espero que sea de vuestro agrado.

    CAPÍTULO 8: De vuelta a la realidad.


    El viento le azotaba en el hocico, y las formas del paisaje se hacían borrosas ante sus ojos, convirtiéndose en solo unas manchas verdes. Saltó con agilidad felina un tronco que estaba apostado en medio del camino, cayendo después sobre sus potentes patas delanteras. No detuvo su carrera ante ningún obstáculo, y siguió su ruta hacia el norte.
    Las cosas no estaban saliendo como lo había planeado. No detectaba la presencia del hanyou en esa época, y el plazo para que el portal temporal se abriera ya se estaba agotando. Si él no llegaba por su propio pié, tendría que hacer algo para que se moviera. Su señor se lo había dejado muy claro, y si fallaba no tendría otra oportunidad. Tenía que darse prisa.
    Sorteó sin dificultad los árboles que encontraba a su paso, sin dejar de pensar en lo que tenía que hacer. No, ese hanyou no le arruinaría sus planes.
    Bordeó una aldea de humanos para evitar ser visto, ya que no le convenía descubrir su posición. Sabía que aquel monje y la exterminadora de demonios que lo acompañaba aún le seguían la pista, y necesitaba llegar antes que ellos al pozo devora huesos. En un principio el plan consistía en que ellos pusieran al corriente de todo al hanyou, pero su avance era demasiado lento, y el tiempo se acababa. Además, el hanyou ni siquiera estaba en la época feudal, así que aunque llegaran a tiempo, no podrían advertirle. Tendría que hacerlo todo él mismo, no había otro remedio.
    Aumentó la velocidad de su carrera dando grandes saltos cuando llegó a una zona de pastizal, dejando que su cuerpo fuese bañado en su totalidad por la luz de la luna. La luna... Sólo quedaba un día para que fuese luna llena, el día en el que se abriría el portal.
    Tendría que viajar toda la noche sin parar a descansar un momento si quería llegar a tiempo.



    Sango estrechó con más fuerza al monje entre sus brazos para mantenerlo firme en el lomo de Kirara. Volaban como alma que lleva el diablo, y no le haría ninguna gracia perder a Miroku además de perder posiblemente a Inuyasha.
    La rabia volvió a invadirla completamente, pero se contuvo.
    No dejaba de preguntarse quién diablos sería el señor de esa pantera y qué quería del hanyou.
    Movió la cabeza de un lado a otro, perpleja. Aún no entendía el por qué de tanto interés en que Inuyasha fuese a Grecia, ¡y nada más y nada menos que a la Grecia antigua!
    Además todo era muy confuso... Había un gran salto temporal entre la época del señor de la pantera y su propia época, y los lugares de procedencia de ambos también eran completamente distintos y lejanos. ¿Por qué complicarse tanto? ¿Por qué tanto interés en que fuese Inuyasha, y no alguien de su propio país y época? ¿Qué querían de su amigo?
    Tensó la mandíbula. Por culpa de esa pantera que había venido en busca de Inuyasha ahora Miroku no parecía el mismo de siempre. No había dicho ni una sola palabra desde el incidente en el bosque, y su mirada perdida hacía que se le erizara el vello en la nuca. Miroku parecía ajeno a lo que sucedía a su alrededor, y de no ser porque respiraba y había una chispa de vida en sus ojos azules, Sango hubiese creído que estaba muerto.
    Los días que precedieron a esa noche en la que el monje había dejado de ser él mismo, el pequeño grupo no se había movido del improvisado campamento debido a la preocupación de la exterminadora, pero ella y Shippo decidieron ponerse en camino cuando se dieron cuenta de que la luna llena estaba próxima. Debían llegar al pozo devora huesos cuanto antes y avisar a Inuyasha y Kagome de todo cuanto estaba sucediendo. No querían perder a Inuyasha, y todo dependía de que llegasen a tiempo para advertirle del peligro que corría y de que el hanyou cruzase el portal temporal.
    - ¿Falta mucho para llegar?- a Sango le costó entender lo que el pequeño kitsune había dicho. El viento aullaba en sus oídos debido a la velocidad que llevaban, y Shippo le hablaba desde detrás, aferrado con fuerza a su cintura.
    - Si seguimos a esta velocidad y no paramos a descansar, llegaremos mañana al atardecer-gritó para hacerse oír.
    El silencio volvió a reinar entre ellos, y de nuevo solo se escuchaba el aullido del viento. Permanecieron así unos instantes, contemplando el paisaje rural a la luz de la luna casi llena, hasta que Shippo volvió a romper el silencio.
    - Sango- la llamó, con una voz de pronto triste, lo que hizo que la exterminadora girase la cabeza hacia él, sorprendida y preocupada.- ¿Crees que llegaremos a tiempo?
    La exterminadora se mordió el labio inferior. A pesar de que el niño no había comentado sus temores anteriormente, ella sabía que el niño lo estaba pasando muy mal. Su carita se tornaba una máscara de tristeza cada vez que el monje no respondía a sus vanos esfuerzos por devolverlo a la realidad y ni siquiera recibía una muestra de que sus intentos estuviesen dando frutos, y solía sentarse bajo algún árbol el resto de la tarde, sin decir una solo palabra. Por las noches, durante la cena, solía preguntar nerviosamente, jugando con la comida de su plato, qué era lo que estaba sucediendo y por qué se hallaba el monje así. Sango casi podía sentir cómo el corazón del pequeño se estremecía cuando ella tenía que alimentar a Miroku, que aparentemente no hacía ningún esfuerzo por subsistir. Nada que ver con el chico que era antes, tan lleno de vitalidad y bromista hasta en los peores momentos. Se notaba también que el niño echaba de menos a Kagome e Inuyasha, y que el no poder ver cómo se encontraba el hanyou con sus propios ojos sólo conseguía que su preocupación y tristeza fueran en aumento.
    Sango sintió que los bracitos del niño se estrechaban con más fuerza en su cintura y que pegaba el rostro contra su espalda, esperando la respuesta a su pregunta con el corazón en un puño.
    La chica se enterneció por la preocupación que demostraba el pequeño, y dibujó una tierna sonrisa en sus labios.
    - Claro, no te preocupes por eso, Shippo.- lo tranquilizó. – Ya verás como solucionamos esto pronto, e Inuyasha y Miroku estarán bien.
    El zorrito asintió lentamente, sin levantar la mirada. Los quería mucho a ambos, y no quería perderlos como había perdido a sus padres. Sango era consciente de esto, y ella misma estaba muy preocupada por los dos chicos. Aún no sabía en qué estado estaba Inuyasha, pero la visión de los alrededores del pozo el día en que Kagome volvió a su época era suficiente para hacerse una idea de que el chico no estaba muy bien, y que las advertencias de la pantera no se trataban de un simple juego. Además, para corroborar esto último, no le hacía falta nada más que ver el estado en el que se encontraba Miroku. Pensar en cómo se encontraba el chico que amaba secretamente hizo que su corazón se estremeciera dolorosamente en su pecho, y como para tratar de aliviar esa sensación, aferró con más fuerza el cuerpo inerte que estaba entre sus brazos. Podía sentir la calidez de su piel en su cuerpo a través de la ropa, y al tenerlo tan cerca podía escuchar su respiración tranquila y regular. El olor a plantas medicinales y a incienso que desprendía el chico inundaban sus fosas nasales, embriagándola. No soportaría perderlo, y luchaba por permanecer tranquila y objetiva. Ella también lo había pasado mal los últimos días, a pesar de que trataba por todos los medios de no exteriorizarlo para no preocupar más al pequeño. Por las noches la incertidumbre de lo que iba a pasar con sus vidas la mantenía desvelada, y en realidad no le importó mucho no dormir aún a sabiendas de que lo necesitaba.
    Una mueca que pretendía ser una sonrisa cruzó su rostro. Por culpa de esas noches en vela, ahora sus ojos estaban oscurecidos por unas terribles ojeras y su mal humor aumentaba por momentos. Aun así, no sentía cansancio, y lo agradecía ya que, de otra forma, sería incapaz de realizar tan largo y extenuante viaje. Un viaje que resultaba estrictamente necesario hacer en el menor tiempo posible.
    La joven dirigió su mirada al chico que descansaba entre sus brazos, inconsciente, con una mezcla de dulzura y miedo en sus ojos castaños. Estaba casi convencida de que lograría que Miroku volviese a ser muy pronto el mismo de siempre. Ese chico estaba lleno de vida y no se rendiría tan fácilmente, de eso estaba segura, y ella haría todo cuanto estuviese en sus manos por ayudarlo a salir a flote. Acarició una mejilla del chico con ternura y timidez, pero éste, al igual que todas y cada una de las veces que ella lo llamaba, no reaccionó. La muchacha sintió ganas de llorar, pero se contuvo. No quería preocupar más al pequeño, y estaba segura de que Miroku volvería a ser el mismo de siempre, tarde o temprano.
    Por otra parte, no sabía cómo estaba el hanyou. Pero había decidido algunos días atrás que no valía la pena preocuparse por él en aquellos momentos, y que lo mejor sería hacer todo lo posible por llegar al pozo devora huesos antes del próximo anochecer. No era que no estuviese preocupada por él o que no le importara, pero por mucho que así fuera, ella no podía hacer nada por él ya que estaba en la época de Kagome. Además, el hanyou no podía estar en mejores manos que en las de la joven sacerdotisa, quien sentía por él más que una simple amistad y no le dejaría morir de ningún modo. Sango sabía que Inuyasha también estaba enamorado de Kagome, así que se sentiría infinitamente mejor estando a su lado. Lo único que podía hacer por él, se había dicho, era llegar lo antes posible al pozo para contarle todo lo que sabía y después ayudarle a salvar su vida. Pero por el momento, no podía hacer nada y por eso no valía la pena estar constantemente preocupada, teniendo que encargarse además de Shippo y Miroku.
    La muchacha dejó escapar un suspiro. Eran demasiadas cosas en tan poco lapso de tiempo que resultaba agobiante. Deberían emprender un largo viaje para salvar la vida de Inuyasha y la de Miroku, si hacía falta llegar a ese extremo, y, por supuesto, no iban a dejar impune a aquel que había osado hacerles tanto daño por Kami sabe qué razones.
    La chica acarició con cariño el pelaje de Kirara, dándole unas palabras de aliento, a lo que ésta respondió con un suave maullido. La gata estaba haciendo muchos esfuerzos para volar a aquella velocidad durante tanto tiempo con tres ocupantes. A Sango no le gustaba tener que exigirle tanto a su fiel amiga, pero el tiempo corría en su contra.
    - Vamos, Kirara- susurró cerca de su oreja- Tenemos que salvar la vida de Inuyasha.



    Abrió la puerta de la habitación sin tan siquiera llamar antes, furiosa y dolida al mismo tiempo. Se encontró con un Inuyasha bastante confundido y a medio vestir, ya que se estaba cambiando para ponerse el pijama, y no tenía puesta la camiseta. La luz de la pequeña lámpara de la mesita de noche era lo único que iluminaba la habitación y que le permitía ver la confusión y la turbación pintadas en el rostro del chico, además de su bien formado cuerpo.
    La sangre comenzó a correr vertiginosa por sus venas, y no pasó ni un segundo antes de que sintiera sus mejillas arder. Su corazón latía con violencia y las piernas le temblaban ligeramente, aunque pudo serenarse un poco, evitando perder el equilibrio. Era cierto que lo había visto varias veces sin camisa cuando había tenido que curarlo después de alguna batalla, pero esta vez fue diferente, no supo por qué.
    Por un momento estuvo a punto de pedir disculpas por haber entrado de improviso, algo avergonzada de sus propias acciones, pero cuando vio el vendaje que cubría el torso del muchacho no le importó en absoluto, acordándose del motivo por el que había entrado de esa manera.
    Se acercó con pasos furiosos al muchacho que la miraba un tanto sorprendido, estático.
    - ¿Por qué no me lo dijiste?- soltó, señalándolo acusatoriamente con un dedo. Su respiración se tornó agitada, exteriorizando de esa manera su furia interna.
    Inuyasha parpadeó un par de veces, sin entender a qué venía aquello.
    - ¿Decirte el qué, Kagome?- inquirió.
    La muchacha sintió como su furia aumentaba por momentos, amenazando con hacerla explotar como un volcán. ¡Encima se hacía el despistado! Kagome respiró hondo una, dos, tres veces, intentando calmarse sin ningún éxito. Sus ojos castaños recorrieron rápidamente el rostro del chico que tenía enfrente, buscando algún gesto que lo delatara, que delatara que le estaba mintiendo. Nada. El parecía realmente confundido, y eso solo conseguía hacerla enfadar más. ¡Por Kami! ¡Estaba negando lo evidente! Él estaba allí, de pié en frente suya con una venda rodeando su torso, después de asegurarle cientos de veces que ya se encontraba bien, y parecía confundido cuando ella le echaba en cara que le había estado ocultando algo.
    - ¡Que sigues herido!- exclamó ella como si fuera evidente, mientras presionaba con fuerza la zona herida sin querer. A partir de ahí, todo sucedió demasiado rápido para los ojos de la joven, que no se había dado cuenta de que le había hecho daño.
    Inuyasha ahogó un grito de dolor, dando un paso hacia atrás primero y dejándose caer al suelo seguidamente. Se llevó una mano a la herida, apretando los dientes con fuerza para no gritar de dolor. Cualquier roce en la zona herida ya equivalía a dolor, así que podría haber afirmado que una fuerte presión en la herida era cien veces peor. En el mismo instante en que la pequeña mano de Kagome se posó en la herida, sintió como si una descarga eléctrica recorriese todo su cuerpo, transmitiéndose a través de sus nervios. Ahora, la herida parecía arder internamente, como si una sustancia ardiente amenazara con quemar su piel y todo lo que encontrase a su paso.
    La respiración del muchacho era irregular y su pecho subía y bajaba notoriamente, como si le costase un gran esfuerzo aspirar hasta la más insignificante bocanada de aire. Se recostó contra la pared, dejando caer su cabeza sobre el lateral de la encimera de madera que estaba justo al lado, agotado y pálido.
    Kagome sintió como se le helaba la sangre en las venas cuando lo escuchó gritar y lo vio caer pesadamente al suelo. Su cuerpo no reaccionó y solo se quedó de pié observando todo lo que ocurría con los ojos abiertos desmesuradamente, dejándose llevar por un repentino pánico Toda la rabia que la había dominado anteriormente desapareció como si nunca hubiese existido, siendo reemplazada por el miedo y una terrible angustia que siempre la acompañaba cada vez que Inuyasha estaba en una situación peligrosa. Su corazón comenzó una loca carrera, y casi podía escuchar en sus oídos cada palpitar con abrumadora claridad. Lo vio apoyarse contra la pared y dejar descansar su cabeza, cerrando los ojos después, y sintió como su corazón se oprimía. Por fin su cuerpo y su mente volvieron a funcionar con normalidad, y lo único a lo que atinó fue a llevarse una mano a la boca, asustada y preocupada. Se agachó rápidamente, acercándose a Inuyasha.
    - Lo siento... Lo siento...- murmuró apenada. Estrechó una mano del muchacho entre las suyas propias, temblorosas por el nerviosismo que la corroía.
    Inuyasha alzó la vista hacia ella con esfuerzo. No parecía enfadado en absoluto. Sus ojos antaño dorados reflejaban dolor y comprensión, y dirigió su otra mano hacia las manos de la muchacha, posándola delicadamente sobre ellas como si de una cálida y suave caricia se tratase.
    Sus miradas quedaron atrapadas en la del otro durante unos segundos que les parecieron eternos y demasiado cortos a la vez, pero giraron la cabeza hacia otro lado, azorados, a la vez que soltaban sus manos.
    Kagome lo miró por el rabillo del ojo sin que él se diese cuenta debido a que estaba demasiado débil. Un leve rubor cubría sus mejillas a pesar de su palidez y los flequillos negros y desordenados se le pegaban un poco en la frente que se encontraba perlada de sudor. Tenía la boca entreabierta y la mirada perdida en algún punto de la habitación. No se movía ni un ápice, salvo por el sube y baja agitado de su pecho, y su cuerpo descansaba contra la pared. La muchacha pensó que incluso así era muy guapo y atractivo.
    Sacudió la cabeza enérgicamente, desechando aquellos absurdos pensamientos. Ahora no podía perder el tiempo pensando en tonterías, primero debía ayudar al chico a reponerse completamente.
    Le tendió su pequeña mano, gesto que hizo que el muchacho reaccionara y la mirase de nuevo, clavando en ella su profunda y penetrante mirada oscura. La chica sintió que, por tercera vez consecutiva en aquel día, volvía a sonrojarse. Desde luego, pasar tanto tiempo en compañía de un Inuyasha humano ponía en peligro la integridad de su orgullo. Sin embargo, su mano no tembló, y lo agradeció profundamente.
    - Ven, te ayudaré a caminar hasta la cama.- se ofreció, con una tierna sonrisa.- Tienes que descansar para poder curarte.
    El muchacho, por su parte, solo asintió levemente y tomó la mano que la joven le tendía. El tacto de su piel normalmente cálida era en aquellos momentos frío, y la muchacha se entristeció levemente al no poder sentir la calidez del cuerpo de él, que tanto le agradaba y le hacía sentir bien. Con sumo cuidado, logró que el chico se pusiera de pié, pero en seguida tuvo que sostenerlo fuertemente para evitar que cayera de nuevo al duro suelo. Las piernas de él parecían no responderle, al igual que el resto de su cuerpo, y se veían incapaces de soportar su peso. Kagome lo abrazó para evitar que cayera y poder sostenerlo mejor, y él dejó caer su cabeza sobre su hombro, sobresaltándola con esa repentina e inesperada acción.
    Kagome se quedó paralizada por un momento. Se sentía tan bien al tenerlo tan cerca... Su cuerpo pegado al suyo, su olor fresco a plantas salvajes, el roce de su piel en sus manos... Le hubiese gustado quedarse en esa posición eternamente, pero una vocecilla en su cabeza la devolvió a la realidad.
    - Venga, Inuyasha, solo tienes que hacer un pequeño esfuerzo y podrás descansar...
    Él se separó lentamente de ella, recuperando poco a poco el control de su cuerpo.
    Kagome pasó un brazo del muchacho por encima de su propio hombro y lo ayudó a caminar hasta la cama, donde lo recostó con sumo cuidado. El chico respiraba con algo de dificultad, pero parecía que el dolor comenzaba a remitir lentamente. Kagome acercó la silla de su escritorio a la cama y se sentó a su lado, y le apartó el flequillo con cariño. Pudo notar que seguía teniendo fiebre y que pequeñas gotas de sudor perlaban su rostro.
    Inuyasha respiró profundamente una, dos, tres veces, para tratar de calmarse. Se había mareado ligeramente al ponerse en pié, pero tumbado se encontraba mucho mejor y tanto el mareo como el dolor de la herida se mitigaban poco a poco. Giró su cabeza en dirección a Kagome, que lo miraba con sus ojos grandes y castaños llenos de una sincera preocupación. Se sintió mal por no haberle dicho nada de su estado de salud. Maldita sea... Había sido un estúpido. ¿Cómo no se había percatado de que ocultándole todo lo único que conseguía era ponerla peor?
    - Yo... siento no haberte dicho nada- murmuró, mirándola tristemente.- No es que no confíe en ti, es solo que no quería preocuparte por algo así...
    - Pero deberías habérmelo dicho- le reprochó ella, aunque con voz dulce.- Me tenías un tanto preocupada, la verdad. No actuabas con total normalidad, y no sabía a qué se debía. Además esto podría ser grave...
    Inuyasha miró hacia otro lado y dejó escapar un suspiro.
    - Si... Tu madre no deja de repetirme lo mismo.
    Kagome sintió como su corazón latía más rápido. Si su madre pensaba lo mismo quería decir que la cosa era seria y no era como en otras ocasiones en las que el muchacho había resultado herido. Esta vez tenían que estar muy pendientes del chico.
    - ¿Me dejas ver la herida?- preguntó tímidamente.
    El chico volvió a clavar su mirada profunda en la suya, haciéndola sonrojar levemente, y asintió.
    Kagome llevó sus manos hasta el vendaje, al principio temblorosas, y comenzó a quitarlo cuidadosamente, intentando no lastimar al chico. Cuando finalmente lo quitó completamente y vio la herida, se le cayó el alma a los pies.
    - Inuyasha...- susurró apenas, captando la atención de él.
    Él volvió a mirar en otra dirección, pero estrechó la pequeña mano de Kagome entre la suya.
    - No sé por qué no cierra- admitió, sin mirarla.- Tu madre también me ha dicho que incluso para un humano esto no es normal.
    La muchacha asintió con la cabeza, apenada. Llevó la mano que tenía libre de nuevo hacia la herida, rozándola levemente con sus dedos. Inuyasha gimió de dolor, pero Kagome no apartó su mano de allí. Presionó con más fuerza la zona herida, buscando posibles restos del colmillo o cualquier otra cosa que impidiese que cicatrizara correctamente, sin encontrar nada, mientras que el muchacho hacía lo posible por no gritar de dolor y se revolvía en la cama, deseando que Kagome terminara pronto. La muchacha era consciente del daño que le hacía, pero era necesario saber si había algo fuera de lo normal en esa herida.
    - Sé que te duele- le susurró al oído, intentando tranquilizarlo- Pero necesito que me dejes ver la herida, ¿comprendes? Esto no es normal... Has sufrido tantas heridas en incontables batallas y sin embargo nunca han tardado tanto en curar. Puede ser que la causa sea que queda un trozo del colmillo u otra cosa... No lo sé...
    El muchacho asintió débilmente, intentando alejar su mente de la realidad para evitar en la medida de lo posible sentir dolor.
    Kagome abrió cuidadosamente con sus dedos una parte de la herida, para ver si había algo dentro, a lo que el chico no pudo evitar dejar escapar un grito de dolor y revolverse aún más debajo de ella. Kagome se mordió el labio inferior con fuerza. Los aullidos de dolor del muchacho eran una tortura para ella, pero se repitió que era necesario hacer eso para curarle. Aspiró profundamente, y acercó su rostro a la herida para tener una mejor visión. No, a simple vista no se podía apreciar nada fuera de lo normal.
    - Pa... Para... Por... favor...- gimió el muchacho, con los ojos abiertos desmesuradamente por el dolor y sus manos crispándose sobre las sábanas. Su espalda se había arqueado ligeramente sobre la cama, y más gotas de sudor acudían a su rostro.
    Kagome apartó inmediatamente sus manos de la herida, no soportando ya sentir en su propia piel el sufrimiento del chico. Él se dejó caer totalmente sobre la cama, cerrando los ojos y respirando con dificultad.
    - No vuelvas a hacer eso, por favor- suplicó débilmente, abriendo los ojos de nuevo, ahora con un brillo febril en ellos.
    Kagome lo abrazó con cuidado, incapaz de contenerse. Odiaba verlo sufrir, le quería tanto...
    - No te preocupes, no volveré a hacerlo- le aseguró en un susurro.- Tranquilo, ya pasó...




    La noche estaba ya muy avanzada, pero ya había logrado su objetivo: había llegado al pozo devora huesos. Todo estaba muy tranquilo y sólo se escuchaban los trinos lejanos de los pájaros y la suave melodía de los grillos. Ningún ser con algo de cordura se atrevería a acercarse a aquel lugar mientras él estuviese allí. Se impulsó hacia delante con sus potentes patas traseras, situándose justo en al lado de las paredes del pozo sagrado. Inclinó levemente su cabeza para mirar el interior de la construcción. Cómo engañaba la apariencia normal y sencilla de aquel pozo... Nadie diría que se trataba de un portal entre dos épocas.
    Si hubiese tenido un rostro humano se podría haber apreciado una sonrisa de satisfacción en sus labios.
    La pantera rió interiormente. Ahora sólo le quedaba hacer una cosa, y habría terminado su trabajo. Sintió que la euforia se apoderaba de su ser. Por fin obtendría una vida propia e incluso libertad...


    CONTINUARÁ...

    Espero de verdad que os haya gustado. Me decís que es lo que pensais, y no temais a la hora de criticar, de verdad.
    Os cuidais tod@s!! Un abrazo muy fuerte!
    :beso:
    Atte: Erazal
     

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