Un nuevo en este pequeño mundo

Tema en 'Relatos' iniciado por Zerberus, 7 Septiembre 2013.

  1.  
    Zerberus

    Zerberus Hylian y el monstruo de tus pesadillas

    Cáncer
    Miembro desde:
    30 Enero 2012
    Mensajes:
    297
    Pluma de
    Escritor
    Título:
    Un nuevo en este pequeño mundo
    Clasificación:
    Para niños. 9 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    786
    Todo era tan tranquilo, muy tranquilo, de hecho esto era, extrañamente tranquilo, decidí ponerme en pie, pues la espalda comenzaba a dolerme de estar acostado en el suelo viendo por la ventana, me acerqué al ático y dejé que la suave brisa de las 10:00 a.m rozara por mi cabello pelirrojo, cerré los ojos y extendí mis brazos, me apoyé en el barandal, fijé la mirada hacia la playa, las olas del mar acariciando suavemente la arena, suspiré lo más profundo que pude, luego eso la puerta del cuarto se abrió de par en par, de ella entró una de mis amigas más cercanas, me tomó de la mano y luego se colocó tras de mí para empujarme, casi me resbalo por la habitación, la verdad estaba muy confundido, seguimos por el pasillo, bueno más que nada ella que me iba empujando, mis pies se deslizaban porque estaba descalzo, llegamos a un puerta blanca, era grande por lo que al abrirla desplegó una pequeña ráfaga de viento, volteé de ver a mi amiga y me topé con algo impactante, al menos para mí.


    –¿¡Mi hermana está dando a luz!?– Pregunté asustado, la posición en la que estaba no era nada cómoda, así que me tapé los ojos y traté de dirigirme hacia otro lado.


    –¿A dónde crees que vas?– Desgraciadamente fui detenido por mi amiga, quién me tomó por el hombro y metió a la fuerza al cuarto.


    Fue entonces cuando empecé a cuestionarme la razón por la que estaba en tan incómodo momento, mi hermana gritando mientras tenía a su hijo, me sentí bastante extraño, ya que yo no soy doctor, ni partero, o como sea que se diga, dirigí mi mirada hacia el techo luego pregunté.


    –¿Por qué no vamos al hospital o llamamos a un doctor?– Mi pregunta no era estúpida, de hecho es lo que creo que se debería hacer en una situación como esta, pero las dos mujeres presentes me tomaron como un ignorante, con una mirada amenazadora de parte de mi amiga y, de mi hermana, sólo gritos.


    –Mira, el servicio telefónico no sirve, y el auto se lo ha llevado tu cuñado para trabajar, a diferencia de ti, que no trabajas. Así que sirve para algo, y ve por agua tibia y unas mantas.–


    La manera de decirme inútil me hizo sentir, inútil, así que me dirigí a la cocina, que por cierto quedaba en el primer piso, nosotros estábamos en el segundo, y puse a calentar el agua, entré en un armario que había cerca, y tomé las mantas, saqué el agua del fuego y subí lo más rápido que pude, procurando no quemarme las manos o los pies, aunque el agua estuviese tibia, sentiría feo si toca mis pies.


    Al llegar puse el recipiente con agua en la cama, mi amiga comenzó a calmar a mi hermana mientras yo les veía ahí parado, no había estado más confundido.


    –Eres enfermera ¿Y no puedes llevar a mi hermana al hospital?– Pregunté a mi amiga, quién volteó a verme nada contenta.


    –Mejor mira si el bebé presenta coronación…– Me dijo, ¿Qué es eso? Me quedé pensando. –¡Que si ves la cabeza del bebé!– Me gritó


    Nunca me sentí tan mal en toda mi vida, en mis diecinueve años de vida, lentamente asomé la cabeza para ver si lo que decía mi amiga ocurría, al ver, quise vomitar, pero no lo hice, me volví a ellas y dije.


    –Sí, ¿Alguna otra cosa?– Desgraciadamente tuve que abrir mi bocota, esperé lo peor, pero ocurrió lo contrario, mi amiga me apartó y me dijo que ayudara a mi hermana a tranquilizarse, haciendo ejercicios de respiración.


    Pasaron, al menos para mí, fueron treinta minutos que creí jamás viviría, yo ayudando a mi hermana a controlarse mientras me destrozaba la mano, que oprimía con una fuerza que nunca había conocido antes.


    Al final pude escuchar un llanto alrededor de la habitación, mi amiga sostenía en mantas a una pequeña criatura, era como, no sé, roja y pequeña, moviendo sus pies y manos, eran mucho más pequeñas que las mías, no tenía dientes y estaba, desnudo, volteé a ver a mi hermana a quién le entregaron al pequeño varón en brazos, mi hermana me lo mostró y me lo dio diciendo que necesitaba descansar, lo más frágil que había tomado en manos hasta antes de este bebé había sido un cisne de porcelana que nos regaló nuestra abuela, pero esto era diferente, la pequeña criatura tomó mi dedo índice con su mano, imposible, mi dedo era casi del tamaño de su mano, sentí algo dentro de mí muy profundo que me hizo sonreír y simplemente le dije.


    –Hola pequeño, soy tu tío, bienvenido al mundo…–
     
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