Romántico Un Melón con apariencia de Tomate

Tema en 'Relatos' iniciado por Brunchi, 22 Enero 2018.

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    Brunchi

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    Título:
    Un Melón con apariencia de Tomate
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1291
    Ésta historia nació de la canción dulce y romántica de "Bajo el agua" de Manuel Medrano. Versión Cesar Ávila ft Diana Herrera. Aunque como siempre mi imaginación va inclinada hacia la cocina. ¡Disfruten de la combinación más irracional que puedan ver!


    Un tomate en las orillas de la heladera estaba perdido entre aquellos pensamientos que a veces volaban muy alto, que sin poder ver se dejaba llevar por esa sensación de amor hacia ella, sintiendo como poco a poco la contraria del malestar por aceptar el amor en esa dirección lo hace realmente pensar que quiera ir muy lejos con ella, muy lejos.

    Aun sabiendo que ella el doble de su tamaño, un melón en comparación a él, un diminuto tomate.

    Mientras los días pasasen, él como tonto le sonreía al ver sus impulsos locos de llegar a él, junto al instinto de preocupación que tendían a hacerlo caer en impulsos cariñosos, protectores y tiernos. El día en que pudo saltar desde la rejilla superior de la heladera hasta la rejilla inferior donde se encontraba él, lo hizo volverse loco de la preocupación temiendo que la meloncita pudiese quedar hecha puré.

    Con aquel acto solo consiguió que él mismo se sorprendiese por cuan cursi pudo llegar a ser, ya que al llegar rodando a ella, no pudo evitar mirarla en busca de algún daño, mientras le dejaba besos, agradeciendo al santo de los melones que estuviese sana y salva a su lado. Las noches con ella fueron pasando, charlando, riendo por los intentos tontos en que ella no lo aplastase al querer darle un beso, del cual muy poco pudo evadir ya que al poco tiempo lo conseguía, y lograba ponerlo en una situación pelirrojo-tomatosa. Cosas tontas que sin dudar alguna hacian nacer aquellas ganas de tenerla en sus brazos, abrazarla y poder devolverle el sonrojo, junto al deseo tonto de observar con ella las estrellas sobre el mar, que aquella pintura de la cocina ofrecía ante sus cuerpos afrutados.

    El día en que la meloncita tuvo que volver entre las demás frutas lo hizo desear con fuerza encontrar un camino por el cual nada se cruce en medio de ambos. Aunque el detalle de altura y tamaño los dejaba en una situación de gran observación y curiosidad para el resto de la cocina, los cuales no entendían el porque de tal atracción tan irracional en ambos. Aveces el tomate deseaba querer ser un melón para dejar de tener este pánico tonto de no ser aceptado por ser tomate.

    Hubieron veces en que los sueños de la meloncita la pusieron entre la espada y la pared. Allí luchando contra la pesadilla y deseo fiel de querer decirle al mundo que son más de lo que aparentan ser, aunque el temer que por este amor los separen por la aquella tonta diferencia, los fundía en un amor en anonimato con apariencia a amistad.

    Un día el tomate tomó la iniciativa de luchar consigo mismo por la tonta culpa de sentir que el amor que sentía estaba mal. Por lo que dijo a la tristeza que por una vez en la vida no se cruce en su camino.

    Al pasar los momentos juntos pudo ver que incluso ella poco a poco se iba figurando un futuro a su lado, queriendo ir a un lugar para disfrutar de nosotros, del amor y mucho más.

    Y a pesar de las locuras que la meloncita desataba –de las cuales a veces eran muy irracionales–, lo arrastraban una y otra vez hacia ella, aunque a veces se tornaba del reverso.
    Ambos se iban provocando entre amor, diversión y la felicidad que sus corazones poseían al estar aceptando este amor irracional que los consumía.

    Una noche la meloncita de llegar sonriente junto a él, llegó llorando por la lógica y verdad que un sueño le hizo ver, ocasionando que el tomate lograr odiar ver la tristeza en ella.

    Esto le acabó doliendo a él más que a ella, ser capaz de ver y sentir las lágrimas de su meloncita, provocó un deseo en él. Tanto que en cada noche y día pedía a los cielos que la tristeza no se cruce en el camino de ella. Por lo que siempre intentó demostrarle el amor que siente hacia ella, y que lucharía por hacerla feliz siempre.

    Aquel día luego de calmarla de aquella tristeza le había dicho que haría todo lo posible por verla feliz, que no pensara en ello, que sólo era un tonto sueño. Que el tomatito nunca la dejaría de amar.

    En aquel momento cursi que el tomatito dio a la meloncita, del cual él mismo empezó a decir que su declaración había quedado muy cursi, tanto que empezaba a ser más rojo de lo común ante el silencio que abundaba en la heladera. Pero con una grata sorpresa pudo recibir un no tan doloroso abrazo por parte de la meloncita que se encontraba muy emocionada.

    Es allí como se percató que ésta era la loca que tanto le encantaba junto con la diversión misma de volverlo más loco tan sólo al jugar con él, entre aquellos intentos tontos porque él siempre sonriese. A jugar a gozar del amor que encontraron sus corazones juntos.

    Ni pensar que antes que ella llegara y conforme a que ella quería ser su amiga, iba el tomatito por el mundo solo, cerrando el paso hacia él sin ningún sentido a todo aquella fruta o verdura que deseaba apoyarlo, tan sólo se encerraba para no sufrir, cerrando tantas puertas posibles quedándose sólo sin ningún sentido.

    Pero desde que llegó ella no se rindió, y por más que fuera insensible al principio con la meloncita, no iba a lograr olvidarla, o hacerla que se olvide de él. Ya que por circunstancias ilógicas e irreales pudo llegar a él, pero ambos fueron quedando enredados en un nido de chicle que sin dudar los pegó juntos hasta un tiempo indefinido.

    Desde que ocurrió aquello, el tomatito la ve con cariño, con fuerza para luchar contra quienes querían verlo triste.

    Hubo un tiempo justo después de que él aceptó sus sentimientos hacia la meloncita, ella desapareció sin dejar rastro alguno, logrando que el corazón del tomatito se quedara con un vacío intenso. Dándole ganas de extrañarle y llegar verla sin ningún motivo racional.

    Cuando volvió la meloncita, el tomatito ni un segundo pudo estar mas sin estar a su lado, por lo que no pensó mucho en las diferencias y miradas que pudiesen llegar con vuestro amor.
    Que sin dudar su mirada se había vuelto más maduro y firme, decidiendo que para estar con ella lograría ser el tomatito mas maduro en este mundo, pero para llegar a hacer esos deseos hechos reales debería aceptar las miradas negativas de los demás y esquivar de todas las maneras posibles a las manos gigantes.
    Solo con el objetivo de salir a rodar con ella en libertad, sin importar que roca o humano pudiese interferir en vuestro amor, siempre lucharía por ella.

    Ahora juntos podrán ver que incluso con las rivalidades que el mundo pueda darles su futuro estará firme si ellos lo creen posible.

    Al final su locura se entrelaza arrastrándolos en una divertida travesía juntos, entre provocaciones, cursilerías y amor puro.
    Como con la felicidad de que sus corazones queden aceptando este amor tan irracional.

    Convirtiendo al tomatito para la vista de la meloncita, en un tomatito con sabor a melón dulce como ella.

    Con un final feliz de que con la seguridad y promesa en que cada uno sería el guardián responsable de proteger el corazón de tanto la meloncita como el tomatito de las fuerzas de la tristeza para que ni se cruce en vuestro camino.

    Fin.
     
    Última edición: 22 Enero 2018
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  2.  
    Sonia de Arnau

    Sonia de Arnau Let's go home Comentarista empedernido

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    Hola, Mabruna.

    He de decir que, a pesar de que yo y el amor romántico seamos como el agua y el aceite, y que este sea el género que menos me gusta de la literatura, tu escrito se me hizo tan lindo y adorable –quizá sea porque los protagonistas sean precisamente un tomatito y una meloncita–, disfruté la lectura.

    Añadiendo que se trata sobre un amor que se supera ante la crítica de la sociedad o los demás.
     
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  1. Kourei
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