Mie Tsu

Tema en 'Prefecturas' iniciado por Amelie, 10 Julio 2020.

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    Amelie

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    Amanecer día 5


    El sol se levantaba por el horizonte; iluminando a la ciudad de Tsu; la cual no se veía tan aterradora y enigmática como la hacía de noche. Los comercios comenzaban a abrir; pues no querían perder ventas de aquellos viajeros que usan la Ciudad para trasladarse a Prefecturas mas cercanas a Kioto.
    Las voces comenzaban a correr rápidamente pues los chismes y rumores mantenían vivo el floclore de la ciudad.


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    Shukusha (Misato; Natsu; Hideyoshi; Heya; Suzume; Yuzuki )[​IMG] [​IMG] [​IMG] [​IMG] [​IMG] [​IMG]

    El shukusha despertaba temprano con la voz de la dueña; Hiko Kagami, quien sacudía a su hijo quien dormía detrás de la recepción como era usual; pero esta vez al joven le tomó un poco de tiempo poder despertarse —Despierta Saneatsu; es tiempo de preparar el té— Saneatsu, ese era el nombre de aquel desafortunado —Fue una noche ajetreada madre; déjame descansar un poco mas— decía Saneatsu tratando de recostarse; pero su madre lo detuvo en el acto —¿Sucedió algo interesante? Debes decirme; si lo haces te dejaré dormir un poco mas de tiempo, anda — a aquella mujer le fascinaba enormemente los rumores. Saneatsu se levantó

    —Bien; primero ingresó una mujer sumamente hermosa; creí que estaba soñando por unos momentos pues aún estaba obscuro; seguido de ella un mujer y una pequeña también ingresaron; ellas sólo tomaron un baño —Frotó sus párpados mientras intentaba recordar el orden cronológico de las cosas —Pero antes de irse; llegó un hombre como de mi edad, con dibujos en la piel; al principio pensé que sería un bandido pero no fue así; era un huésped mas —se rascó la nuca —Luego Suzume empezó a hacer ruido, ya sabes; creo que la despertaron los huéspedes y pensó otras cosas. Espero que no despertara a los otros tres huéspedes que descansaban desde hace ya varias horas —dijo pensativo, después se sintió avergonzado al recordar que después despertaría a uno de ellos —Luego entró Miko corriendo; en verdad se veía asustada; era seguida de un hombre sucio con una cicatriz de miedo y otro con una máscara extraña. No los dejé entrar; incluso la pequeña niña me ayudó a ahuyentarlos; menos mal porque se veían peligrosos—

    Su madre colocó su mano en su frente revisando su temperatura —Sabes que no me gusta que me mientas— Saneatsu le quitó la mano de su frente —Juro que es cierto; pregúntale a Suzu o a Miko; ahora déjame dormir—






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    Oyaji (Daichi)[​IMG]

    Daichi despertó en aquella casa lujosa; la había rentado por unos días a uno de los hombres mas acaudalados de Tsu, Iwaki Naomune. A veces esos lugares eran rentados por al menos tres personas, pero hoy estaba solo. Aquel sitio era sumamente cómodo. Los empleados domésticos quienes atenderían sus necesidades, estaban despiertos desde que el sol aparecía en el horizonte; algunos ya preparaban el desayuno, listos para escuchar órdenes.
    —Muy buenos días; ¿desea que le traiga algo?— dijo uno de los empleados





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    Casa abandonada (Takano; Ukita; Matsuda; Takeda; Fuji; Mao; Kohaku; Kuroki; Kenzaburô)[​IMG] [​IMG][​IMG][​IMG]

    Matsuda fue el primero en despertar; se estiró haciendo que su espalda tronara, no había sido un sueño reparador pero al menos sentía haber dormido bien; miro a su lado a Fuji quien comenzaba a despertar; también despertó un poco entumida.
    Takeda se levantó; se sentía fatal, como si no hubiera dormido nada; Matsuda se volteó para saludarlo —Meishu....¡PERO QUÉ ES ESO!— gritó despertando del golpe al resto haciéndose presentes con un quejido; todos estaban mal descansados por dormir en maderaa húmeda. Takano frotó su cara y se dió un golpe en la mejilla; fue tan duro que tuvo que sacudir su cara para volver la vista a Takeda; quien tenía unas profundas ojeras y a aquel Hitodama en el hombro —Creo que ahora si es tiempo de iniciar las explicaciones de lo sucedido hace unas horas—— Matsuda era la persona más confundida en aquel lugar.

    Ukita fue el primero en hablar —Nosotros fuimos al mercado como acordamos; mientras buscábamos agua en el pozo un bandido quizo sorprendernos por la espalda— Takano rió ante las palabras de Ukita —Al primer golpe salió huyendo; así que decidimos entrenar un poco antes de tomar un baño; por eso tardamos en regresar—

    Fuji se sentó junto a Matsuda —Misato; Ryouma; Natsu y yo fuimos al Shukusha; Misato y Natsu siguen allá. Allí nos encontramos a este par—dijo hacia Kenzaburô y Kohaku —Perseguían a una mujer—

    Las miradas caían en Takeda;Kuroki; Kenzaburô y Kohaku —Fuimos al Santuario; me tomó tiempo guiarlos a él, en el transcurso podíamos escuchar un llanto lejano; después parecía que se disipaba cuando llegamos al Santuario— Takeda frotó sus párpados; parecía que quería volver a cerrarlos — después cuando recolectaba agua del pozo escuchamos una caja de música, al mirar de dónde provenía encontramos a una mujer que parecía estar sufriendo. Al hacerle un par de preguntas comenzó a retroceder cayendo, estaba muy asustada; así que decidí dejarla sola con su dolor —miró a Kenzaburô y a Kohaku—algo que también debieron haber hecho; posiblemente este amigo es un castigo por importunarla —dijo señalando la flama azul en su hombro —¿Ganaron algo persiguiendo a la pobre mujer? — Aquello no era un regaño; pero si estaba preocupado por el daño que pudieron haber causado —Aunque asumo la culpa; si no estuviera tan cansado pude haberlos detenido—





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    John Whitelocke

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    Hideyoshi Soga 曽我秀吉

    La noche ajetreada que había pasado por culpa de los gritos y ruidos acaecidos durante la madrugada no habían minado tanto sus esperanzas como esa idea que constantemente le carcomía su paciencia y templanza.

    "Los Minamoto han sido derrotados en Nara, no cabe duda, no hace falta que consulte mis fuentes para confirmar semejante obviedad. Si solamente hubiese llegado a tiempo podría haber hecho algo para impedir ese desastroso desenlace", pensaba Hideyoshi, mientras procuraba tomar algo cálido para aclarar su mente y diagramar sus próximos movimientos.

    — Takeda es aún un joven inexperto, su habilidad con la katana puede que sea legendaria, pero eso no lo salvará si no aprende a dialogar con sus enemigos, pero sobre todo con aquellos que no han tomado partido por ningún bando todavía.

    Su costumbre de finalizar sus reflexiones con una conversación en voz alta para consigo mismo era algo que le desagradaba de sí. "Algún día me escuchará la persona menos indicada, y podré consagrarme como la decepción del clan Soga"

    Pero nadie lo había oído por suerte, el shukusha había amanecido en paz y calma, y nadie le llamaba particularmente la atención, o al menos no creía que un informante de los Taira pudiera hallarse en ese momento. "Debo encontrar a Takeda, y rápido, puede que el futuro de Japón dependa de nuestro encuentro"
     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Yuzuki Minami

    De alguna forma, había logrado volver a conciliar el sueño en aquel ajetreo terrible a mitad de la madrugada y con los gritos sin sentido de la persona en el cuarto de al lado.

    Me desperecé para luego levantarme del futón y comenzar a vestirme despacio. El kimono de tonos amarillentos me abrigó el cuerpo.
    Entré los pliegues distinguí, de un tono apenas diferenciado, el emblema de mi familia, había que ser un Minami para poder entender esas formas a través de los dobleces. El kimono lo había confeccionado mi madre, apenas unos meses antes de que nos obligara a huir a mí y a las gemelas.

    Solté un pesado suspiro.

    Mi familia había perecido para los Minamoto y si me demoraba mucho más con mi misión personal, pues no iba a significar nada. Incluso si había sido una cuestión de honor.

    Tomé la katana, me la coloqué en el cinto y la oculté entre los pliegues de la tela como era usual.

    Me desenredé el cabello con la peineta que también había pertenecido a mi madre y finalmente lo até en una coleta alta con un trozo de tela.

    Salí de la habitación por fin y al acercarme a la recepción vi a Kagami riñendo a su hijo.

    —Buenos días —saludé, con una sonrisa en el rostro.
     
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    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

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    Ryouma

    El grito de Matsuda la hizo despertar sobresaltada, no había podido dormir bien, pues se demoró en conciliar el sueño, debido a lo preocupada que estaba. No había tenido la oportunidad de hablar con Kenzo o Kohaku, por lo que no sabía qué ocurrió; confiaba en que su maestro no habría lastimado a nadie, pero... ¿por qué se había asustado la chica?, ¿conocería a Kenzaburo desde antes? Solo la idea le daba escalofríos, eso no sería buena noticia...

    ¿Eso... era un Hitodama? Se refregó los ojos entre gruñidos, mientras se erguía haciendo un par de estiramientos, desperezándose. Aun incrédula, observó nuevamente a Takeda... Definitivamente era un Hitodama. Malhumorada por recién haber despertado, caminó donde Kenzburo mientras escuchaba lo que Takano y Ukita habían hecho en el mercado.

    —Más les vale no haber matado a nadie —murmulló la chica, sin siquiera mirarlos, tomando asiento al lado de su maestro y... Recostó su cabeza en el hombro ajeno, recargando su costado en el de Kenzaburo

    —Asustaron al pobre recepcionista —comentó con neutralidad Mao, cerrando los ojos, prosiguiendo las palabras de Fuji—, pero no hicieron nada malo, solo un susto por la abrupta y escandalosa llegada.

    Ante la narración de Takeda, Mao abrió sus parpados, observando con seriedad a su líder.

    —Ellos deben aprender a detenerse solos, Takeda —respondió Mao, sosteniendo con firmeza la mirada del receptor—. Puedes enseñarles el camino, pero no obligarlos a ir por él... —comentó con tranquilidad, y parecía querer agregar algo más, pero las palabras nunca llegaron. Cerró nuevamente los ojo, casi pareciera que se dormiría apoyada en Kenzaburo.

    >>El recepcionista del Shukusha me habló de la chica —empezó a relatar, sin abrir los ojos—. Se llama Miko; es extraña, pero no hace daño, eso es lo que me dijo el chico... — Otro leve silencio de parte de la niña, seguido de una sonrisa, abriendo nuevamente los ojos—. Kohaku, a pesar de haber sido visto casi como un bandido, supo mantener la calma; fue muy respetuoso, tal como lo conocemos. Kenzaburo parecía un tronco, no diría que su actitud fue la mejor, pero por lo menos no fue agresiva.
     
    Última edición: 13 Julio 2020
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    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido

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    Natsu Gotho

    La luz atravesó las blancas cortinas de las ventanas, despertándose con premura al sentarse en el futón y sobarse los ojos con lentitud. Su cuerpo estaba descansado por completo, su buen genio había vuelto. Se levantó de la colcha y se miró en el reflejo del espejo sujeto a la pared, notando aquellas heridas que comenzaban a cicatrizar. Ciertamente solo eran un par de rasguños, pero al estar a solas podía sanarlos sin mayores preocupaciones.

    Tomó de uno de los cajones unas vendas con las cuales comenzó a cubrir su brazo izquierdo, sanando su cuerpo al darle el trato indicado. El agua helada de la madrugada le había hecho bien en su piel. Al terminar abrió la puerta colocándose la boina en la cabeza, el pesado abrigo y la espada recostada en su hombro, bajando las escaleras de madera y atravesando el pasillo para llegar a la recepción, notando la presencia de las desconocidas y el recepcionista. Salió sin emitir palabra, dirigiéndose a la casa abandonada.
     
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    Ikoma-kun

    Ikoma-kun Rolero, dibujante

    Virgo
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    Misato Aoyama

    Los primeros rayos solares de un nuevo día entraron hasta la habitación, frote mis ojos con el dorso de mi mano derecha, acomodando mis flequillos me levante y observé el haz de luz, indicador de que era momento de reunirme con los demás. El baño de la noche anterior y la siesta habían hecho maravillas a la piel y lo mejor, mi kimono estaba radiante de nuevo...debería considerar el consejo de Mao, así no tendría que ensuciarlo tan seguido.

    —¿Habran hecho algo interesante Takeda y el restos?—inquiri durante mi acostumbrado peinado en las mañanas. Aquel lugar era muy misterioso y el hecho que nunca viviese algo raro no significaba que no exista

    Tras acomodar el futon y atar mi cabello, amarre la katana al cintillo lista para partir. Deslice la puerta y escudriñe el pasillo de lado a lado. Todo en calma.


    —Buenos días señora— saludé amablemente a la señora y me acerque al recepcionista—muchas gracias por recibirme, es un lugar espléndido con tu atención...me aseguraré de regresar siempre que pueda— agradeci de forma un poco empalagosa al recepcionista, pero así solo ser, antes de llegar a la entrada me despedí con una reverencia encaminándome así a la casa abandonada.
     
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    rapuma

    rapuma Maestre

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    Kenzaburô

    —Vigilaremos la entrada. —dijo con decisión, mirando a la puerta del albergue. Aquella mujer no escaparía de él. Y cuando menos quiso darse cuenta fue arrastrado junto con Kohaku a su guarida, donde el resto seguro ya se encontraba descansado. No tuvo tiempo de hacer reproche o inquirir algo, quizá el daño de dejarse ver extendería varios rumores por la ciudad y no era bueno para el clan. Se tragó el orgullo y se dejó llevar como la marea. Al llegar durmió poco y nada... pero tuvo un sueño extraño.

    Estaba en un sueño inquieto, un bosque tenebroso con varias siluetas en las copas de los árboles. Kenzaburô quería gritar pero apenas un hilillo ahogado de voz salía de su garganta. Unas sombras descendieron junto a él y quiso desenfundar la katana pero no tenía fuerzas; simplemente fue como si sus músculos no pudieran reaccionar a sus órdenes. Cerró los ojos y...

    El grito lo despertó. Lanzó un leve quejido y se reincorporó como un resorte, transpirado, con su pecho subiendo y bajando como un fuelle incontrolable. Todos estaban allí, o al menos casi todos. Buscó por inercia con su mirada la figura de Mao y al localizarla se relajó. Se sentó con la espalda apoyada a la pared y se quedó así, mirando un punto fijo mientras oía al resto. El cerebro aún estaba denso y sus párpados pesaban.

    El tacto caliente y el cuerpo de Mao sobre él no lo alteraron, simplemente permitió que la chiquilla le use de almohada. Le hubiera acariciado el cabello pero había muchas personas, muchos ojos. No podía dejar ver ese lado suyo, no se sentía en plena confianza para ello; y quizá nunca la tendría.

    —Hitodama. —pronunció en un susurro al ver la flama azul junto a Takeda. La observó con admiración, era increíble. —¿Qué sensación causa esa llama en ti? ¿Cansancio? ¿Dudas? ¿Pesar? El sentimiento que encuentres es el que te transmite; y quizá lo mejor sea ayudarle a encontrar su camino. —era fácil decirlo: esa cosa se veía visible a todos y la gente era muy supersticiosa. —No encontré nada. Sólo reafirmo lo que dijo Mao. Se llama Miko y vive en el albergue. —se levantó lentamente, sintiendo su espalda tronar. —Puedo averiguar sobre ella. —miró a Takeda. —Averiguar sobre ella sin implicarla.
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Kohaku Ishikawa

    Las cosas ocurrieron como más las había temido: había sido un incordio para el clan, para el hombre que los había abrazado bajo su ala sin preguntar nada. Kohaku estaba profundamente avergonzado por sus acciones y cuando despuntó el alba, reactivando el movimiento en la casa abandonada, se irguió frente a Takeda y los demás adultos para apoyar las rodillas en el suelo, luego la frente, y estampar las palmas a ambos lados de su cabeza.

    —¡Mis más sinceras disculpas! —afirmó, con un tono de voz más audible del usual—. Señores, señorita, lamento mucho mis acciones. Sus órdenes fueron claras y yo las incumplí absurdamente. Lo siento mucho. No volveré a poner en riesgo al clan.

    Permaneció allí, en el piso. No se incorporaría hasta que Takeda se lo permitiera. Era su forma más honesta de transmitir el arrepentimiento que le causaban sus decisiones de la noche pasada. Ni siquiera atendía al dolor en su brazo tras colocarlo en aquella posición, causando que la punta de la flecha le presionara la carne, ni a la curiosidad enorme que le provocó ver aquella hitodama en el hombro de Takeda. No atendió a nada. Era una auténtica estatua viviente, y podría permanecer horas así si ese era el deseo de su líder.
     
    Última edición: 13 Julio 2020
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    Amelie

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    Shukusha (Misato; Natsu; Hideyoshi; Heya; Suzume; Yuzuki )[​IMG] [​IMG] [​IMG] [​IMG] [​IMG] [​IMG]

    Hiko Kagami, dejó ir a su hijo gracias a la distración de Yukuzi; a su madre le gustaba hablar con ella —Oh Yuzuki; buenos días señorita. Espero no te despertaran los gritos de anoche; me acabo de enterar...—en ese instante Hiko miró extrañada a Natsu mientras salía del Shukusha; al parecer su hijo no mentía —...qué extraño sujeto...—dijo hacia Yuzuki en voz baja mientras Saneatsu trataba de escapar, no quería ponerse a platicar; pero se detuvo al ver a Misato quien le dirigió unas dulces palabras que lograron ruborizarlo; hizo una reverencia en agradecimiento, en parte porque eso evitaría que lo vieran sonrojarse; su madre se giró a Misato —Vuelve cuando quieras cariño— codeó a su hijo para que respondiera, Saneatsu se enderezó avergonzado por la obviedad de su madre —La esperaremos con mucho gusto nuevamente aquí— dijo de manera cortés. Cuándo Misato salió el joven suspiró; su madre rió —Bueno, ya que estás completamente despabilado ponte a trabajar; ve a revisar las habitaciones vacías y deja las cosas listas para que los empleados puedan asear el lugar; anda— Seneatsu no pudo negarse, salió de la recepción para revisar las habitaciones. Entró a la habitación de Natsu, levantó el futón dejándolo en una orilla doblado y dejó la puerta abierta; así los empleados sabrían que habitación limpiar. Después miró despacio en la habitación de Heya; el cual seguía dormido, así que deslizó la puerta delicadamente. Hizo lo mismo en la habitación de Hideyoshi estaba despierto, listo para iniciar su día —Muy buenos días; perdone la interrupción— dijo deslizando nuevamente la puerta para mantener la privacidad de su huésped. Seguido se dirigió a la habitación de Misato; el futón ya estaba acomodado —Qué considerada es...— dijo dejando la puerta abierta. Así siguió por todas las haitaciones. Al llegar a la de Suzume y Miko decidió no asomarse, seguramente seguirían dormidas como era la costumbre de Miko.





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    Casa abandonada (Takano; Ukita; Matsuda; Takeda; Fuji; Mao; Kohaku; Kuroki; Kenzaburô; Misato; Natsu)[​IMG] [​IMG][​IMG][​IMG][​IMG] [​IMG]

    —Nadie murió Ryouma— dijo Ukita hacia Mao mientras escuchaba sus palabra atentamente; afirmando a lo que decía —Tiene razón Takeda; ellos deben ser capaces de tener su propia autonomía y juicio crítico— Cuando Ukita hablaba podían distinguir la diferencia de edad; siempre procuraba ser propio y estaba acostumbrado al diálogo entre altos mandos. Kenzaburô habló al respecto, seguido de Kohaku quien se disculpó.

    Takeda afirmó ante las últimas palabras de Mao —No me sorprende que Kohaku se comportara con respeto— Dijo ante las palabras de Mao, levantándose para acercarse a Kohaku; lo obligó a erguirse y le dió unas palmadas en la cabeza —Seguir sus instintos no es malo; lo digo tanto para ti como para Kenzaburô; el es un ronin que ha sobrevivido por su cuenta muchos años; el moverse en grupo es una dinámica distinta. Lo que he dicho lo mantendré siempre; sus errores son míos también, y se resuelven en familia— dijo alejándose de Kohaku para poder recargarse en la pared, seguía agotado; volvió su mirada a Kenzaburô —supongo que te llevaste esa caja de música para seguir su rastro ¿cierto? Creo que sería prudente regresarla, lo haría personalmente pero no planeo salir de aquí con el Hitodama aferrado a mi, creo que causaría el mismo pánico en ella que vimos ayer— las palabras que había pronunciado el ronin lo hicieron desviar un poco sus pensamientos —...averiguar de ella sin implicarla; confió en tus intensiones aunque he de decir que tus métodos tienden a ser contraproducentes, me sentiría mas seguro si dejas que Ryouma te acompañe; comprende un poco los sentimientos de pánico que le generas —miró a los demás — Si alguien mas desea acompañarlos también está bien.

    En ese instante Natsu entraba a la casa; justo a la hora acordada, seguido de Misato ambos se veían bien descansados; no como el resto que se veían apaleados, pero no olían mal; al menos la mayoría.

    Takano estaba de pie recargado a la pared; se veía enojado como era ya su costumbre; pero esta vez guardó silencio. Takeda lo miró, sabía que lo estaba evitando, suspiró, era usual que Takano diera ideas a realizarse en el día; pero su silencio decía todo, así que Takeda habló —Fuji, debemos enfocarnos en encontrar los ingredientes que nos ha mencionado Kohaku; las sanguijuelas, eso nos podría ayudar a tratar a Matsuda; cada día que pasa nos tomará mas tiempo poder curarlo; hasta llegar a un punto de no retorno; cualquiera que pueda ayudar a está búsqueda será bien recibida— Takeda no sabía de herbolaria; pero parecía conocer bien el tratamiento en teoría —Cada quien tiene habilidades distintas; hagan uso de ellas para sus necesidades, cualquier información con respecto a los Taira nos sería de utilidad; pero no apruebo métodos que llamen la atención. —Dijo con seriedad —No planeo que nos quedemos aquí varios días, los suficientes para recuperarse—

    Ukita afirmó —Yo iré al cuartel tengo un conocido que me puede ayudar con información de nuestro futuro recorrido a Kamakura—

    Takano parecía querer hablar pero se detenía a sí mismo, algo que parecía le costaba mucho esfuerzo. Fuji se levantó —Yo buscaré los ingredientes para Matsuda; o al menos información que me de con ellos— Matsuda se levantó a su lado —Iré con Fuji—

    Takeda volvió a mirar a Kenzaburô, después hacia su hombro — Encontrar su camino... —Los sentimientos que le causaba eran diversos; pero ninguno parecía bueno —Yo me encargaré de esto, no puedo hacer mucho en la ciudad si cargo con esto. Gracias por el consejo; trataré de encontrar la causa—


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    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido

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    Natsu Gotho

    Escuchó las indicaciones sobre la recolección de información recostado desde el marco de la puerta, deslizando su mirar por los que parecían vagabundos ante ojeras y cabellos desarreglados. Al menos él, había descansado lo suficiente para borrar las bolsas que se formaron en la madrugada bajo sus ojos. Solo esperaba que por el aspecto de los demás, no fuesen a llamar la atención, sin embargo, permaneció en su cabeza incrédulo de que aún no encontraran dichas sanguijuelas; se dio vuelta, caminando por un largo camino de tierra hacia lo que creyó y fue un letrero que indicaba distintas partes de la ciudad, optando por dirigirse al santuario del barrio moderno.

    Al estar cerca notó algunos ancianos trabajando por ahí mientras platicaban entre ellos. Una oportunidad breve para que sus dedos con la sutileza adecuada terminaran como dueños de una nueva cartera bordada, la cual dejó en el suelo después de sacar las monedas dueñas de su interés, mientras llegaba a su destino.

    Al subir unos escalones de piedra comenzó a caminar por el lugar, recordando lo que decían los ancianos que acabó de robar. <<El culto del Dios de la muerte>>

    Irónico.

    Siendo él un hombre con la muerte tatuada en el cuerpo.

     
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    Kaisa Morinachi

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    Le alegró por dentro que el hombre no la apartara, y le dejara apoyarse en su hombro. Una muestra de afecto bastante silenciosa, también formó una casi imperceptible sonrisa cuando Ukita dijo que no habían muertos.

    —No —espetó Mao, levantándose de improviso, cuando Kenzaburo dijo que podía averiguar sobre la chica... pero por segunda vez, no fue capaz de formular más palabras. Desvió su mirada, llegando a observar extrañada como Kohaku se disculpaba. Aunque ninguna expresión dio indicio de ello, le transmitió algo de lástima.

    Escuchó las palabras de Takeda. Un Ronin que no sabía convivir en grupo, pero no por eso despreciaba de compañía, o eso esperaba... "Se resuelven en familia"... Se respaldó en la pared, algo abrumada por la rara mezcla de emociones que le hizo sentir aquella simple frase. Escuchó con atención lo que Takeda le dijo a Kenzo, y tras eso llegaron Natsu y Misato. En cuanto Takeda volvió a dirigirse a todos en general, Mao aprovechó de hablar individualmente con Kenzaburo.

    —Ey, Kenzo... — Sus manos se entrelazaban tras su espalda, mientras sostenía la mirada de su maestro, esta vez su ceño no estaba fruncido— ¿No hay nada de lo que quieras hablar? —comentó con tal suavidad, que hasta al hombre se le dificultó oírla—. Devolvamos esa caja, Kenzo —elevó su voz al tono estoico de siempre, perdiendo la suavidad y cambiando de tema—; bajo la luz del día, sin segundas intenciones y, en lo posible, te disculpas con el recepcionista... —desvió la mirada al suelo.

    >>Si no te gusta la idea, puedo devolverla yo sola —finalizó casi en un murmuro, pero luego volvió a sostener la mirada de Kenzaburo —, pero... ¿Estas seguro de que quieres seguir el camino de las sombras, Kenzo? —dijo en un firme susurro—. Creo que mereces algo mejor que vivir escondido —murmuró nuevamente al final, poco antes de que Takeda le volviera a dirigir la palabra.

    —Te espero afuera, no te vayas sin mí —terminó por decir Mao saliendo de la casa, para respaldarse en uno de los árboles del patio.
     
    Última edición: 13 Julio 2020
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Kohaku Ishikawa

    Su campo oscuro y ruidosamente silencioso fue mitigado por las manos de Takeda. Alcanzaron sus hombros, lo sostuvieron con firmeza y lo ayudaron a erguirse. Kohaku alzó la cabeza poco a poco, casi cauteloso, hasta alcanzar la mirada de su líder. Asintió con profundo respeto y los labios fruncidos en una línea recta. Seriedad. No consideró oportuno agradecer, cargaría la confianza del hombre en su corazón y la honraría cada luna y cada sol. Como lo había jurado en el dojo.

    Las sanguijuelas. Volvió la vista hacia Matsuda un breve momento y se puso en movimiento. Quitar el veneno de su sistema era su máxima prioridad ahora mismo, aunque primero... si quería visitar la herbolaria local y elaborar un antídoto debía lucir presentable.

    —Iré a asearme al santuario abandonado, como debí hacer ayer —informó, en tono sereno—. De allí me presentaré con el boticario y le preguntaré si tiene información de utilidad. Con su permiso.

    Salió sin mayores preámbulos, Chiasa a su hombro. La pequeña chilló apenas y Kohaku le sonrió, comprensivo.

    —Lo sé, enana. Yo también tengo hambre. Espera un poco más, ¿sí? Prometo conseguirte algo.

    La ardilla se frotó contra su mejilla, como si le hubiera entendido, y permaneció en silencio el resto del recorrido. Trazó sus pasos por los mismos lugares recorridos la noche anterior; era increíble cuánto podía cambiar la perspectiva bajo la brillante luz de la mañana. La brisa sopló suave entre los árboles y Kohaku aspiró su aroma, relajando sus músculos y nervios poco a poco. Lo importante era tener un objetivo en mente, y sabía perfectamente qué buscaba lograr. Lo demás era esfuerzo.

    Llegó al santuario abandonado, no sin antes recorrerlo con cierta cautela, y comenzó a despojarse de sus abrigos una vez se supo solo. Los ordenó sobre una baranda corroída a su lado, la máscara sobre ellos, y recogió agua en la cubeta. Se aseó lo mejor que pudo con la ropa interior aún puesta y volvió a vestirse. Afianzó la katana al obi y, por último, la máscara. La sostuvo con ambas manos y la observó fijo a medida que la acercaba a su rostro, la luz opacándose lentamente contra la arcilla hasta sentir la presión de las ataduras por encima de su nuca. Luego, la capa de lobo.

    Sólo entonces pudo relajarse.

    Chiasa volvió a subirse a su hombro y emprendió entonces el camino hacia la herbolaria. Le preguntó a algunos locales sobre la forma de llegar y estuvo un rato caminando a lo largo de la ciudad. Tsu contaba con una vida más vibrante y dinámica que la tranquila Nara, seguramente debido al puerto. La ardilla iba y venía de su hombro, muy emocionada por todo a su alrededor, y cuando Kohaku dio con el cartel de la herbolaria se detuvo unos minutos a esperarla. Siempre volvía.

    Así lo hizo, y ocurrió lo que se temía: la pequeña iba sujetando una pequeña bolsa de tela amarrada con los dientes. Kohaku extendió la mano, resignado, y comprobó su contenido.

    —Chiasa —murmuró junto a un pesado suspiro, y se guardó el dinero en el bolsillo—. ¿Cuántas veces más harás esto?

    ¿Qué tenía esa ardilla con robar monedas? Lo hacía desde que la había conocido y, aunque no podía negar que lo había rescatado de unas cuantas situaciones delicadas, seguía sabiéndole horrible despojar a alguien más de lo que había conseguido con trabajo y esfuerzo. Lo peor es que nunca tenía forma de saber a quién le había hurtado ni cómo lo había hecho. Era una pequeña ladrona por excelencia.

    Ingresó por fin a la herbolaria, con sus clásicas maneras suaves, y aguardó por que el dueño del lugar reparara en él.

    —Muy buenos días.
     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Yuzuki Minami

    Negué con la cabeza a las palabras de Kagami, era mentira, por supuesto. Los gritos y el revuelo me habían despertado, pero bueno, culpa de ellos no era, así que realmente no tenía sentido decírselos.

    —No tiene de que preocuparse-

    Detuve la frase a la mitad cuando escuché las siguientes palabras de la mujer y giré el rostro discretamente, apenas para poder distinguir la silueta del hombre que salía del hostal. Fruncí ligeramente el ceño.

    —Llegaron algunos huéspedes bastante variopintos, ¿o no, Kagami? —dije mientras regresaba mi vista a la mujer.

    Su hijo puso manos a la obra en cuanto ella se lo dijo, porque bueno, ¿qué otra opción tenía?
     
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    EN Auditore

    EN Auditore La Hermandad de Asesinos

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    Daichi Nishimura

    Los rayos incandescentes del sol aparecieron a través del ventanal de la espaciosa habitación, sacándome de mis pensamientos, el día había comenzado.—Necesito un mapa...—me dije, en un susurro. La puerta corrediza de bambú se encontraba cerrada, permitiendo tener un poco de privacidad. Estaba sentado en el suelo de bambú, con mis piernas cruzadas, el codo apoyado en mi rodilla, mientras pensaba en lo que estaba ocurriendo. "Cosas están sucediendo en Nara, parece que los rumores son ciertos... Un clan muerto ha resucitado para oponerse al poder de la capital, pero...", me detuve. La katana se encontraba extendida de manera vertical frente a mi, como si esperara que la sujetara. La saqué levemente de su vaina, observando con atención el reflejo de la cicatriz de mi rostro, hacia bastante tiempo que había sanado. Suspiré volviendo a colocar el arma en la posición de descanso frente a mí. "Respuestas...", resonó en mi cabeza, "Necesito direcciones, no, nadie las dará... Solo necesito un nombre...", sií, solo necesitaba un nombre o la dirección de algún lugar para beber o comer en Nara, allí encontraría más respuestas. Las personas siempre están más receptivas cuando las monedas o... las cabezas ruedan a sus pies.

    Me levanté de un salto. Me cambié de atuendo lo más rápido que pude, me estaba quedando en un lugar muy privilegiado para esa zona, pero estar allí encerrado no me traería respuestas. —Dos años...—susurré. Intenté vestirme con ropas de mercantes, pero mis bolsillos tenían un par de monedas de más, al anochecer regresaría, pero... "¿Cuando decidiré abandonar este lugar?", me pregunté cuestionándome mis decisiones.

    Levanté la Katana del suelo. La ajusté a mi espalda, sintiendo como la correa sujetadora apretaba mi pecho, entonces abrí la puerta, esperando estar solo, sin embargo una de varias figuras aparecieron frente a mí:

    "Muy buenos días; ¿desea que le traiga algo?—", la sorpresa hizo que llevara mi mano instintivamente hacia arriba para desvainar mi espada, pero la detuve en mitad de la acción. Mis ojos fueron directamente a los del empleado que sonreía casi con gratitud, esperando una respuesta. Tragué saliva con dificultad y suspiré: "Todavía no te acostumbras, actúa... Casual", me dijo mi mente y con mi mano aún levantada rasqué la parte trasera de mi cabeza, mientras le sonreía, disimulando mi sorpresa lo mejor que pude.

    —Buenos días...—dije inclinándome ligeramente.—Sí, agua, por favor...—respondí de manera pausada.—También requiero de información, ¿cree que me pueda ayudar?—pregunté intentando esconder el interés en mi voz.
     
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    Amelie

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    Shukusha (Hideyoshi; Heya; Suzume; Yuzuki )[​IMG] [​IMG] [​IMG] [​IMG]

    Hiko miró a Yuzuki —Si; al parecer muchos por la madrugada, ese hombre; la mujer amable que acaba de irse y otras dos señoritas que sólo tomaron el baño y se fueron— dijo pensativa; no podía imaginar tomar un baño con agua helada —Además de los dos huéspedes de hace unos días que seguramente has visto de reojo —dijo refiriéndose a Hideyoshi y Heya —Y ahora son tiempos de desconfiar de todos, al parecer ayer persiguieron a Miko; pobre mujer, ya sabes, la mujer extraña que permito duerma aquí junto a Suzume; hacen presentaciones de Kabuki en las tardes y noches; Miko tiene una voz hermosa, a pesar de que nunca hable mas que para cantar; y Suzume tiene talento histriónico nato — Hiko Kagami no se callaba con facilidad, su lengua era fácil de soltar; por eso su hijo se separaba cuando alguien mas distraía a su madre —Pobre Miko; no me gusta que haga esos recorridos tan extraños de noche, y con los rumores de que un clan malvado de samurais anda suelto; me preocupo por ella, es muy... ya sabes—






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    Oyaji (Daichi)[​IMG]

    Aquel hombre afirmó hacia Daichi —Enseguida— dijo haciendo una seña a otro de los empleados que esperaban en el pasillo —Información; no sé que tipo de información requiera; pero una buena fuente de rumores y pláticas locales siempre caen en Hiko Kagami señor; es la dueña del Shukusha en eel barrio bajo— el hombre se quedó pensando en mas opciones de información viable — El señor Kawa, Taki; es el dueño del comercio en el puerto, sabe de las novedades que llegan de los mercaderes y pescadores— en ese instante llegó el otro empleado que le extendió en una bandeja un vaso con agua junto a él colocó flores y una tela para secarse —¿Algo más que requiera, señor?





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    Santuario Barrio Moderno (Natsu)[​IMG]

    Natsu entró a aquel Santuario; parecía estar en plena ceremonia en el exterior; la sacerdotiza estaba parada en las escaleras que daban hacia la entrada al Santuario, junto a ella pero dos escalones abajo estaba un hombre. Mientras varias personas se colocaban en el jardín de rodillas escuchando a aquella mujer.
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    —...Nosotros, cómo hijos de una divinidad debemos respetar y honrar a cada uno de ellos. Siempre están a nuestro alrededor, la naturaleza es su medio... —aquella mujer no era una sacerdotiza usual; parecía ser demasiado joven —... debemos vivir en armonía junto a ellos para que nos den su aprobación —dijo con una gran sonrisa, lo que hizo que muchos se miraran entre sí, parecían aliviados — Vivir en paz con sus decisiones impuestas en nosotros —el hombre junto a ella permanecía inmovil — Y es así como debemos honrar cada acción que realizan, sin distinciones ni dudas —levantó los brazos —¡Es por eso que este Santuario ha sido bendecido por Mara; el dios de la muerte, de la destrucción misma! —Los presentes parecían espantados y comenzaban a hablar entre ellos —¿Cuál es su temor a la muerte? La muerte es parte de la vida; es algo que también debe venerarse —Varios de los presentes se levantaron y sin mas se fueron —Aquellos que le teman a sus propios fantasmas no tienen la fuerza necesaria para enfrentarse al juicio impuesto por Mara —Esto logró que sólo quedarán tres personas escuchando aquella prédica —Mara, representa la parte negativa que habita en cada persona y construye una ilusión del interior de la propia mente; si esta mente es lo suficientemente fuerte para soportar aquella ilusión podrá ser bendecido — los últimos presentes se levantaron y se fueron — ¡EL JUICIO HA SIDO IMPUESTO; LOS DÉBILES PERECERÁN SIN SU BENDICIÓN!—

    El hombre que había permanecido inmóvil se acercó a la sacerdotiza inclinándose ante ella —Si no obedecen por propia voluntad, lo harán eventualmente por temor— Natsu estaba a una buena distancia del Santuario; pero la sacerdotiza clavó su mirada en él y sonrió.




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    Herbolaria (Matsuda; Fuji; Kohaku) [​IMG]

    Un hombre bastante joven te vió entrar; no se impactó por la máscara pero la vió intrigado —No suelo recibir a muchos herboristas que esconden su rostro; eso es atribuído a una mala práctica con nuestro arte — dijo mientras machacaba unas plantas en su mesa de trabajo —¿Cuál es tu especialidad? ¿Los venenos? ¿La medicina? ¿Ambas? — dejó las plantas y volvió a mirarte —¿Qué es lo que quieres conseguir?—
    La conversación fue interrumpida mientras dos personas mas entraban a aquel negocio de Herbolaría; para tu sorpresa era Matsuda y Fuji; te vieron allí y sonrieron —Siempre ayudando primero, nuevamente gracias Kohakudijo Matsuda



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    Casa abandonada ( Takeda; Takano; Mao; Kuroki; Kenzaburô; Misato)[​IMG] [​IMG][​IMG][​IMG]

    Ukita se retiraba de la casa hacia el cuartel —Si alguien necesita encontrarme vayan al cuartel; digan que vienen de parte de Kahia Aitoko— dijo mirando a Misato Kuroki y Kenzaburô; al salir miró a Mao y asintió; ella esperaba allí a Kenzaburô

    Matsuda y Fuji ya se habían ido de aquel lugar, le habían dejado sus armas a Takeda; a pesar de que portar una no resultaba extraño en esos tiempos de caos, Matsuda y Fuji optaron por hacerse pasar por una simple pareja de viajeros; no mercenarios ni samurais.

    Takano seguía de pie, recargando en la pared, observaba a Takeda quien veía la katana de Chikusa con tristeza, Fuji solía cargar viejas armas; ahora la de Chikusa adornaba su cintura en los viajes. La otra era la kodachi de Fuji, su arma predilecta. Y por último una katana mas, la mayoría desconocían la historia de esa en específico.
    Takeda se levantó con dificultad; cargando aquellas armas —Volveré al bosque por dónde entramos ayer; tengo que entender que es esto con el Hitodama; debo hacerlo en un ambiente de paz, dónde pueda concentrarme y alejar de mi malos pensamientos —le entregó las armas de Fuji y aquella katana a Kuroki y la katana de Matsuda y Chikusa se las entregó a Takano —Por favor cuídenlas— Takano las tomó con firmeza, se detuvo a observar la de Chikusa; Takeda lo sujetó del hombro para llamar su atención, Takano levantó la mirada molesto —Perdóname Takano; no pude soportar las palabras de Eizo, eso me hizo perder mi concentración bajando mi defensa ante Yamagata— Takano se safó del agarre ignorándolo; Takeda lo dejó sin mas; girándose a Kuroki —Esas son armas muy importantes para Fuji; sé que las dejo en buenas manos—

    Takeda se quitó la capa que lo distinguía, aquella con la flor azul la cual no se distinguía por la sangre seca. La dobló y la dejó en el suelo antes de salir por la parte trasera de la casa abandonada; no sería difícil, pues muchos tablones estaban flojos —Volveré a la hora de la comida — esto lo dijo con una sonrisa.


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    Zero

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    Heya despertó algo después del amanecer, por la posición del sol supo que había descansado algo más de la cuenta.

    Después de reincorporarse, acomodó su futon, y con su katana escondida en el kimono salió de su habitación buscando al joven que atiende la recepción.

    De camino, notó como el cuarto donde presumiblemente había estado el tipo con que se cruzó estaba abierto. No tenía tiempo que perder.

    Al llegar a la recepción y ver que el joven no estaba, preguntó a la madre:

    -Buenos días, señora Kagami- dijo haciendo una leve reverencia- ¿Sabe si los viajeros que estuvieron esta madrugada venían juntos?
     
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    EN Auditore

    EN Auditore La Hermandad de Asesinos

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    Daichi Nishimura

    Extendí mi brazo izquierdo para tomar el vaso de agua y mi mano derecha fue por el pañuelo. Bebí suavemente del líquido mientras escuchaba lo que decía el hombre. Me mostré pensativo por un momento, casi absorto en mis divagaciones mentales, ambas lugares parecían buenos lugares para comenzar con la recolección de información. Suspiré, volviendo a colocar el vaso sobre la bandeja, sequé la comisura de mis labios con el pañuelo para devolverlo a un lado del vaso.

    "Decisiones...", pensé frustrado, sin embargo, ya había decidido a donde iría.—No, pero seguiré vuestro consejo...-dije haciéndole una leve reverencia.—Iré primero a hablar con el señor Taki, los puertos siempre atraen a gente variopinta de todos los rincones del archipiélago, veré si puedo enterarme de las noticias más nuevas, gracias.—respondí sin más, basándome en lo poco que conocía del lugar, el puerto parecía lo más cercano y si algo sabía es que los mercaderes y los pescadores solían ser los primeros en abrir los ojos para trabajar cada día. Sonreí ligeramente ante el lejano recuerdo del mar. Me despedí con mi mano y comencé a caminar hacia la salida, abrí la puerta y pude sentir la brisa chocando en mi cara, mientras el sol me cegaba ligeramente. Iba de camino hacia el puerto de Tsu.
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Asintió sin premura alguna, mientras detallaba la habilidad con la cual el hombre frente a él machacaba las hierbas. Pese a la máscara, la ardilla, la katana y todas las pintas extrañas que Kohaku pudiera cargarse encima, su voz mantendría siempre la fluidez y suavidad de la brisa primaveral.

    —Esta máscara es un recuerdo muy importante de la villa donde nací y crecí —murmuró; advirtió que era la primera vez que hablaba de ello con alguien—. Me recuerda quién fui, y me ayuda a ser quién soy. Hay cosas... que no quiero olvidar. Y si dejo esta máscara atrás, temo desechar junto a ella recuerdos preciosos.

    Le avergonzó un poco soltar la lengua de repente con un auténtico desconocido, pero al mismo tiempo... sentía una ligera liviandad sobre la espalda. Quizá fuera temporal, pero le resultó agradable.

    —He estudiado muchos años sobre hierbas medicinales, señor, para tratar envenenamientos y heridas menores. Me gustaría preguntarle si usted sabe dónde puedo conseguir sanguijuelas en los alrededores de Tsu. ¿Hay algún pantano, por casualidad?

    Se había acercado al mostrador donde el hombre trabajaba y se inclinó brevemente, en silencio. Se irguió entonces al oír la puerta abriéndose y una sonrisa cálida decoró su rostro al comprobar que se trataba de Matsuda y Fuji.

    —No me agradezca, señor —replicó, con cierta solemnidad en su voz—. Es lo correcto. Señorita Fuji, ¿cómo se encuentra? ¿Pudo dormir bien?
     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Yuzuki Minami
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    Le presté atención a Kagami, al aparecer no era solo el hombre extraño, sino también tres chicas. También estaban los otros que habían llegado antes que eran particulares, pero no en la misma línea, o al menos, no parecían parte de la misma cuestión.
    Es probable que para Kagami yo misma estuviera en esa lista de huéspedes estrafalarios, ahora que me ponía a pensarlo.

    Ah, los rumores de los samurai. Sí, justo por lo que había terminado en Tsu. Y los paseos raros de Miko a mitad de la noche.

    Iba a continuar la conversación con la mujer, pero alguien se me adelantó, otro de los huéspedes raros pero de mi tanda. Guardé silencio, esperando por la respuesta a esa pregunta que había planteado el chico que no parecía mayor que yo.

    ¿Sería buena idea preguntarle a Kagami dónde podía ir si quería conseguir, no sé... Información? Al menos luego de tomar un baño.
     
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    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido

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    Natsu Gotho

    Escuchar palabras tan absurdas lo hizo detenerse por un momento, manteniendo la atención en el discurso pese a ello en los aldeanos que salieron horrorizados. No era de juzgar a primera vista, y aquella no sería la primera vez en que lo haría. Honrar. Como él honró aquel anciano moribundo. Dios. No tenía creencias firmes en un Dios juzgador más que el humano mismo jugando a serlo. Muerte. Deslizó sus filosas pupilas ámbar hacia la pequeña mujer, chocándose con la mira de ella, denotando aquella pequeña sonrisa que lo hizo mantenerse ambivalente.

    Bendición. Lo que denominaban suerte cuando las situaciones se tornaban negativas.

    Continuó su caminar con parsimonia, ignorando el hombre que residía a los pies de la sacerdotisa.

    —Decisiones impuestas —repitió las palabras ajenas, calmo, mirándola desde arriba al ser más alto que ella—, ¿impuestas por quién? —cuestionó con aquella expresión desinteresada, sintiendo el sol bañar su bronceada piel.

    Creía conocer la respuesta, pero siempre había una primera vez cuando se trataba de equivocaciones. Esperaba, que al menos en esta ocasión, el equivocado fuese él.
     
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