Mie Tsu

Tema en 'Prefecturas' iniciado por Amelie, 10 Julio 2020.

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    Amelie

    Amelie Game Master

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    Bosque (Takeda; Takano; Kohaku; Mao; Yuzuki)[​IMG][​IMG] [​IMG]

    Kohaku se adentró en el bosque de las afueras de Tsu seguido por Mao y Yuzuki; entre los árboles pudieron encontrar la katana de Takeda en el suelo y al levantar la vista de allí observaron la escena; un espacio abierto con árboles destrozados, y en el centro se encontraba Takeda fundido en un abrazo a un cuerpo inerte lleno de sangre, Takeda lloraba, estaba completamente devastado; estaba completamente desajenado de sus alrededores, no sintió la presencia de aquellos que lo observaran, en esos momentos nada parecía importarle.
    Takano estaba en el suelo, desmayado pero no herido de gravedad, respiraba con normalidad; en su cuello se comenzaba a notar un golpe, el causante de que que no pudiera hacer nada para salvar a Hana.
     
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    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

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    Mao "Ryouma"
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    Kohaku... Pudo notar con facilidad lo incomodo que estaba Kohaku, desprovisto de su máscara... Mao se concentró en observar los alrededores, solamente por no querer ponerle más tensión al chico. Se sentía algo apenada, el panorama no se veía para nada favorable, y estaba empezando a temer por lo que fueran a encontrarse.

    La música... Frunció aún más su ceño, apretando los dientes y empezando a dirigirse al bosque, siguiendo las indicaciones de Kohaku. Así que había venido con Takeda, que seguro había estado en el Shukusha, ¿no?


    El susurro del viento, el frío de la noche, y un claro... Árboles destrozados, y en el centro...
    Los ojos de Mao se abrieron como platos... Takano, Takeda y...

    ¿Mi... ko?

    Se acercó, caminando con lentitud, mientras sus ojos se rasgaban al punto en que sus pupilas no se distinguían con facilidad. A unos metros del trío, pudo confirmar quien era.

    Era Miko.
    En un momento Chikusa.
    Un día sus hermanos.

    Pestañeó, mientras toda su mente se teñía de rojo, apretando los puños a su costado. Tensando los dientes, afilando la mirada.

    ¿Por qué?, ¿por qué los mataban?, ¿quién les daba el derecho a matar?... Observó a Takeda, y la ira con la pena se disputaban en su interior, logrando que sus labios temblaran. Un llanto... Un llanto desgarrador, no cualquier llanto. Un sentimiento angustiante, ahogante. ¿Quién era Miko?, ¿por qué sentía que su perdida dolía inclusive más que la de Chikusa?

    Dos personas heridas, atacadas en su momento más vulnerable.

    Vulnerable.


    Siguió caminando arrodillándose ante Takano, con tanta suavidad como fuerza levantó el torso del hombre, comprobando que no tenía ninguna herida cortante a la vista... El cuello, lo habían noqueado.

    Se quedo arrodillada en el suelo, reposando la cabeza de quien estaba inconsciente en su regazo. Acarició los cabellos de este unos segundo, perdiendo su consciencia en recuerdos de hace muchos años, dónde todo era pacífico. Sin detener su acción, alzó la vista hasta Takeda, observando como este seguía abrazado al cuerpo inerte de Miko.

    No podía llorar, ni muchos menos hablar.
     
    Última edición: 3 Agosto 2020
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    Ikoma-kun

    Ikoma-kun Rolero, dibujante

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    Misato Aoyama

    Desafortunadamente no sabía si Takeda estaba disponible para atender al viajero, de ser cierto que estaba descansando tal vez no podría atender a Togashi, sin embargo urgía ayudar a reponer su estado a como de lugar...debía actuar rápido.

    —escucha, se que podría sonar atrevido de mi parte pero...—detenidamente me dirigí al joven encargado sin mirarle allanando el camino para convencerle— pero si ve a mi lado notarás que encontré este hombre desafortunado vagando sin rumbo; desearía ayudarle a reponer sus fuerzas y se que...—fije mis orbes café en el encargado, me había acercado al joven a unos centímetros de su rostro, el cual mostraba un notorio rubor— confío en ti para ayudarme con un descuento...por favor lo agradecería de verdad...—rogaba con voz susurrante al joven apelando a su corazón por medio de una táctica de galantería.

    —Si tienes problemas, me encargaré de que no lleves castigo alguno ¿Si?—le prometí tocando su hombro derecho, sonriendo con una calidez con la que de seguro eliminaría todo temor.
     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    Yuzuki Minami
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    En un principio no logró enfocar la escena, como si una parte de sí se negara a unir cada elemento en una sola imagen y cuando lo hizo, sus ojos se abrieron en una expresión de absoluto terror.

    Miko.

    El olor a sangre le pateó la nariz con una fuerza ridícula, alcanzándole hasta la última neurona en el cerebro. Quería gritar, lo deseaba con todas su fuerzas, gritar, llorar, encontrar al desgraciado que había hecho y abrirlo en dos, de tajo.

    No había podido.

    No había podido.


    Sintió la madera de la flauta que había comprado en la mañana rozarle la piel, dentro del kimono, como un recordatorio innecesario de que ahora Miko estaba muerta.

    Kagami. Suzume. La caja de música.

    La katana se le resbaló de entre los dedos, cayendo en el suelo del bosque prácticamente sin hacer ruido.

    No había más remedio.

    Shikata

    ga

    nai.

    Se acercó a la muchachilla; en aquella escena teñida de rojo su kimono amarillo parecía un maldito faro y, de alguna manera, los bordados característicos del clan Minami resaltaban más de lo que lo habían hecho nunca.
    La chica se había acercado al otro cuerpo y ahora su cabeza reposaba en su regazo. Tardó lo que le pareció una eternidad, pero lo reconoció y la mirada se le cristalizó, su cuerpo fue incapaz de reaccionar de otra manera. Las piernas le fallaron, terminó arrodillada, allí junto a la chica a la que le había robado esa misma mañana.

    —Takano —murmuró y la voz se le quebró, a pesar de que notó que respiraba.

    Deshizo las vendas de su mano derecha, mientras sentía las lágrimas, silenciosas, correrle por el rostro, y extendió la mano hacia el joven, posándola con cuidado sobre su brazo.
     
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    Zero

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    Tanaka Heya
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    -Algo así. Nuestro pueblo natal, Nanto, fue atacado, no podría asegurar que por el clan Taira, pero estaban relacionados.-Heya bajó la mirada hacia la mesa, intentando no recordar demasiado como para que sus ojos se aguaran. Nos refugiamos en Kyoto y después de un tiempo decidí volver a Toyama. Dejé a Hide en Kyoto esperando que estuviera bien, pero fue él quien tuvo que huir de la guerra. -Tras algunos silencios, logró sacar las palabras de su garganta para explicar con más detalle.
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Kohaku Ishikawa
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    Los pulmones prácticamente le ardían, el aire se arremolinaba y raspaba su cuerpo como piedras volcánicas. Y estaba frío. Maldición, qué frío estaba.

    El escenario parecía desprendido de una pintura. La hojarasca opaca, regada por sangre fresca, los troncos desnudos y el claro de luna, bañando todo el dolor, toda la impotencia y desesperación con un dejo calmo, irónicamente poético. La respiración caliente dentro de la máscara sintió que le arrebataría las últimas fuerzas que le quedaban y clavó la katana en la tierra blanda, para sostener la caja musical con ambas manos. Caminó despacio, aterrado de hacer el menor ruido, y cuando se supo a una distancia prudencial de Takeda depositó el pequeño instrumento frente a ellos. El dolor que el hombre emanaba no era... habitual. No era un dolor nacido del honor, el compromiso y la ética.

    Era un dolor visceral. Profundo, inclemente y monstruoso.

    Lo sabía, pues encontró en su llanto el eco eterno de los gritos que desgarraron su pecho aquel día de invierno.

    Se alejó. Era una trágica pintura donde la luna observaba, atenta, y él, poco más que un mero espectador impotente. Decidió acercarse a las muchachas, quienes se habían congregado alrededor de Takano. Inconsciente, pero vivo.

    Tuvo miedo de hablar, no sabría cuán quebrado estaba por dentro hasta que se permitiera emitir sonido alguno. Tomó aire y, sin agacharse, musitó:

    —Minami-san... ¿Lo conoce?


    Cerró los ojos un breve instante. Justo como hoy, la música encontraba su camino para resonar por sobre el llanto, el vacío y la brisa nocturna.
     
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    rapuma

    rapuma Maestre

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    Kenzaburô

    Escuchó lo que la muchacha tenía para decir y su temple se oscureció un poco, si es que podía hacerlo más. Se giró; describiendo un círculo de 90 grados con sus pies y le dió la espalda mientras caminaba tranquilo fuera del muelle.

    —Hasta la próxima luna. —se despidió sin más, su voz perdiéndose en la marea que comenzó a golpear con fuerza en la madera del astillero.

    Su cabeza era un hervidero de pensamientos que involucraban su propio pasado, al mismo Takeda e incluso a los Taira. Cerró los ojos y se detuvo en el centro del puerto, sintiendo la brisa del mar y arropandose en la oscuridad tan propia de él. Desenfundó por completo su katana y observó el filo; era hermoso, casi un espejo. Volvió a enfundarla.

    Caminaría hasta el mercado principal sólo para ver esa gran piedra que se dice que albergaba dos almas unidas. Él no era propicio a dejarse llevar por espíritus pero los navegantes la tocaban antes de navegar por el infinito azul. Él haría lo mismo. A esas alturas necesitaba toda la ayuda posible y aunque no era un hombre de mar y distaba mucho de serlo, había algo en el aire que lo inquietaba.

    Un poco de ayuda del más allá sería bienvenida.
     
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    Zireael

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    Yuzuki Minami
    Bosque

    El llanto de Takeda, el olor a sangre, la respiración de Takano y la luz de la luna, arrojando su filtro sobre ellos, como un velo sobre un cadáver. Había observado los movimientos de Kohaku a través del cristal de las lágrimas, aunque apenas lo distinguía como una silueta.

    En su mente vio desaparecer uno a uno a sus familiares. Abuelos, tíos, tías, primos, hermanos, a su propio padre y a su madre, que se desvivió con tal de salvarla a ella y a las gemelas.

    Muerte.

    Por lealtad y honor.


    Cuando el muchacho se acercó a ellas y le habló, no pudo contener el violento sollozo que le rasgó la garganta. Se llevó la mano izquierda a la boca, pretendiendo callarse, porque lo que sea que ella estuviera sintiendo no se comparaba al dolor que percibía en Takeda, con Miko en brazos.
    Asintió con la cabeza al verse incapaz de formular palabra alguna.

    Inhaló y exhaló varias veces, para finalmente alejar la mano de sus labios.

    —Crecí con él y sus hermanos. Podría decirse que le debo la vida a uno de ellos —murmuró con voz gangosa, lo suficientemente bajo para que no interrumpir el dolor ajeno. Abrió la boca, pero tuvo que volver a cerrarla con tal de contener un nuevo sollozo.

    No pudo liberar las palabras que debía.

    "Llegué a Tsu siguiendo el rastro del clan Minamoto".
     
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    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido

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    Natsu Gotho
    ♤ Santuario -> Kioto (?)

    Sujetó la espada desconocida, sintiendo cómo el cosquilleo en sus manos se apaciguaba por un calor extraño en la palma de sus manos. Escuchó atento, con la mirada ida. Debía tirar su actual espada, la que el anciano forjó por varios días con una promesa inmensurable de atenerse a su lado en caso de llegar a padecer, cuando lo pensó anteriormente no se le hacía difícil, pero ahora que la inutilizaría sería inútil cargarla, causando un conflicto interno en su cerebro...

    El destino jamás ha existido, ese ha sido su pensar desde que tenía uso de razón. La voz deleznable dibujaba el camino que seguirían sus pisadas. El sitio de kioto quedó resonando en su cabeza, hasta que la criatura se nombró como su nuevo maestro, provocando que su mano izquierda se posicionara tras su nuca al sentir el vello erizarse.

    <<Si no decides a tiempo Natsu, el tiempo decidirá por ti. Mantén eso siempre en tu cabeza>>

    Acomodó su nueva adquisición en la cintura, saliendo del santuario. Se quitó la boina dejando que el viento revolviera su cabello azabache, encaminándose hacia la salida de la ciudad.

    Se reencontraría con el grupo que inició probablemente, pero al estar con la adrenalina ya drenada, reconocía las voces que gritaron llamando a la mujer que asesinó. Kohaku, el mocoso de la ardilla... y su anterior mentor.

    Le dio la espalda a la luz de la luna y se sumergió en la oscuridad de lo desconocido.

    Su camino, apenas empezaba.
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Kohaku Ishikawa
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    La respuesta de Yuzuki lo sorprendió ampliamente. ¿Lo conocía desde la tierna infancia? ¿Y se habían encontrado allí? ¿Era... una casualidad, acaso?

    ¿Eso significaría que la muchacha... era de fiar?

    Estaba asustada, dolida y posiblemente emocionada. La intensidad de las emociones que lo rodeaban fue algo abrumadora y no necesitó razonarlo para comprender que su papel allí era uno. Solo uno. Se acuclilló junto a las chicas y, precavido, depositó una mano con suavidad sobre el hombro de Yuzuki.

    —No se preocupe, Minami-san —su voz, como de terciopelo, salió embotada tras la máscara; podía oírse una pequeña sonrisa en ella—. Takano-sama estará bien, además, Ryouma-chan posee conocimientos en medicina. Si ha sufrido heridas podrá curarlas.

    Tragó saliva, alentándose a seguir.

    —Todo estará bien.

    Todo estará bien. Llevaba apenas cinco días con los Minamoto y ya había sido testigo de dos grandes dolores. De forma casi etérea, el aroma de los inciensos de Chikusa se mezcló entre el viento y Kohaku inhaló con fuerza. Era un camino peligroso, pero era el camino que había elegido.

    Y siempre había vivido en pos de sus decisiones.
     
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    Yukionnatifa

    Yukionnatifa Stephanie la Loca

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    Suzume

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    Algo no iba bien; los espectadores empezaron a irse como cucarachas ente una linterna; pero aquello no le sorprendió, lo mejor siempre era el espectáculo, ¡que se fueran! su acto había sido perfecto.

    Terminándose el cuenco de arroz, subió a su habitación a deshacerse de la producción, pero algo no iba bien, existía en el aire un pesado aroma, como las Tsubakis de su casa, que no emanaban perfume, pero sentías su penetrante esencia en la nariz; apestaba. Algo no iba bien, Suzume se deshizo el moño y cepillo la prolija melena negra, se quito el atuendo y lavo su rostro con agua helada y frustración, algo no iba bien...

    Su Rostro en el latón reflejaba al varón que le había tocado ser, se burlo de si mismo, cuando las cigarras hicieron silencio de golpe, y las tsubakis apesadumbraron mas el ambiente, lo sintió.

    Su corazón fue atravesado con una flecha de jade, aquel golpe lo derribo en el tatami, su respiración se volvió casi nula, algo no iba bien; giro su rostro al globo rosa en el suelo... ¡Aquello no podía ser!

    Sobre el furisode blanco se coloco su kimono Rojo, el único de varón que poseía, y sin calzado corrió con el alma tratando de alcanzar lo que presentía inevitable. Al salir de la casa miro con furia y tristeza a los pocos presentes, los analizo, en rostros y formas; algo no iba bien.

    Corrió sin zapatos por el frió pasto y tierra, sin importarle su apariencia o ladrones, corrió con su katana bajo el kimono, corrió hasta el santuario viejo, el necesitaba verla, aunque fuera un Yurei humano, triste y errante, pero necesitaba verla.

    En el destruido lugar escuchaba aun la música de la caja rota, ella debía estar ahí, sus ojos analizaron cada rincón como una víbora sedienta y cazadora; las voces, los gemidos, los llantos...algo no estaba nada bien... Siguiendo aquellos sonidos se interno en el bosque.

    En medio de la negrura del bosque, con los arboles meciéndose en una sinfonía maléfica, el cuerpo blanco de Miko estaba inerte en los brazos de un extraño.

    La furia se apodero de su mente, y todo el fuego y cenizas que el rencor le dejo en el corazón en el pasado, resurgió con tanta rabia, que se abalanzo sobre aquel extraño.

    —¡Maldito seas!—Gritó con los pulmones abiertos—¡Ella no tenía pecado! ¡Ella era inocente! ¡Maldito seas!

    Su mente estaba débil y no sabia si sus acciones tendrían un impacto reflejo, pero arriesgándose y olvidándose de su cobardía, lo atacó.










     
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    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

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    Kobayashi Masuyo
    Mao "Ryouma"

    Bosque

    Siguió acariciando el pelo de Takano, como cuando lo hacía con sus hermanos pequeños cuando estos se dormían en su regazo. Le calmaba, esa pequeña acción estaba permitiendole mantener un poco el estoicismo que su interior no poseía.

    La pregunta de Kohaku, el llanto de la chica que conocía a Takano...

    Pasos...

    Con lágrimas en los ojos, que habían brotado a partir del llanto ajeno y dolor propio, junto al corazón en un puño; Mao se levantó rápidamente, dejando a Takano en el suelo con algo de brusquedad.

    Logró distinguir a Susu. ¿Quería atacar a Takeda?

    Su mano estaba firme en el mango de su katana, y su mirada confrontaba los ojos iracundos de Susume. La de ella también reflejaba ira, e impotencia.
     
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    Amelie

    Amelie Game Master

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    Bosque (Takeda; Takano; Kohaku; Mao; Yuzuki; Suzume)[​IMG][​IMG] [​IMG][​IMG]

    Takeda seguía sin reaccionar a sus alrededores; estaba en un mundo completamente ajeno al real en esos momentos. No sintió la presencia de aquellos que se preocupaban por su pesar; no sintió nada mas que dolor profundo, impotencia ante un evento que pudo haber detenido si sus sentidos fueran más acertados, si su confianza y bondad no lo cegaran a las acciones de aquellos que decían ser sus aliados; era algo que Takeda no sabía, pero se convertía en una terrible carga. Sus sentidos estaban nulificados como los de Chikusa el día de su muerte; no escuchó a Suzume, su dolor no le llegaba al de él.
    Mao reaccionó, se levantó para detener el ataque por unos instantes lo logró; pero la rabia de Suzume era enorme, dirigió su ira a Takeda; pero en ese instante Takano se levantó, recibiendo el golpe directamente en la boca del estómago sin oponer resistencia, aun estaba aturdido mientras abría sus ojos, despertando de golpe; extendió sus brazos impidiendo que se acercara a Takeda —Escucha su dolor... Takeda jamás haría algo como esto— dijo mirando a los demás reunidos allí; miró a Yuzuki confundido —Estoy... viendo, fantasmas—dijo cayendo de rodillas; aquel golpe lo dañó demasiado.

    Mori y Takano ya actuaron, si Kohaku y Yuzu se quieren poner frente a Takeda y recibir otro dadido de 50 cada uno, adelante.
    Su dado es de defensa; el dado de Suzume es de ataque. (sólo lo pueden usar una vez; si después de eso quieren seguir peleando será con los dados normales de ataque)



    [​IMG]
    Cuartel militar (Heya)[​IMG]

    Kahia negó con la cabeza —De la guerra sucedida en Kioto han pasado ya muchas lunas— dijo desalentada —sé que los refugiados huyeron hacia Aomori; buscando refugio para después viajar a Hokkaido, pero la isla ya tenía su propia guerra interna; así que la mayoría de los refugiados sé que permanecieron en Aomiro; creo que esa es la mejor ruta— miró a Heya preocupada —Pero es una distancia larga, y deberías de viajar acompañado. Nunca es bueno buscar a alguien en soledad—



    [​IMG]
    Shukusha (Ukita; Matsuda; Fuji; Hideyoshi; Misato; Kuroki; Togashi; Daichi )[​IMG] [​IMG] [​IMG] [​IMG] [​IMG]

    Interior

    Seneatsu no podía ante aquel rostro con dulces palabras, la mujer frente a él era perfecta —No tendrá ningún problema señorita; su noble corazón me conmueve; su amigo puede permanecer en el Shukusha; aun ahay alimento —dijo señalando el arroz en una mesa junto a él —por favor, disfruten de las instalaciones— dijo con una reverencia hacia Misato, Kuroki y Togashi.





    [​IMG]
    Santuario barrio moderno (Natsu)[​IMG]

    Has decidido viajar; deberás hacer un movimiento tú decides hacia dónde. Lo que decidas tírame un dadito de 10 caras (leer esta discusión para entender mejor)




    [​IMG]
    Mercado Daruma (Kenzaburô)[​IMG]

    El mercado estaba completamente abandonado; los negocios habían cerrado y ningún mercader estaba en aquella plaza. Sólo estaba la gran piedra Daruma, un gran monumento que se distinguía de todo Japón.




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    Zireael

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    Yuzuki Minami
    Bosque

    Estaba bien, lo sabía. Al menos respiraba y ya eso era más de lo que Miko podía hacer, además, la chiquilla no era la única que podía sanarlo. Ella también.

    Curaciones. Venenos. Robos.

    Siempre había sido extraña, incluso bajo la genuina alegría y curiosidad por el mundo. Siempre había debajo un perpetuo estado de alerta, que le había permitido llegar hasta allí.
    Volvió a asentir ante las palabras del muchacho.

    "Todo estará bien".

    Ingenuos.


    La muchacha de ojos dorados había sido más rápida, había reaccionado a la llegada de Suzume casi como un perro guardián y ella apenas había podido sustituir su lugar sosteniendo a Takano, en un movimiento casi automático, para evitar que su cabeza golpeara el suelo.
    Sin embargo, antes de que se diese cuenta, se había levantado. Quiso asirlo por la ropa, impedirle lanzarse como escudo humano en ese estado, pero se le escapó de las manos como el agua.

    De nuevo sus ojos púrpura se abrieron en cuanto Suzume acertó otro golpe, esta vez en Takano. Se levantó, con la rapidez de un felino, se hizo con su arma y desenfundó. El metal hizo eco.
    El terror de que Suzume siguiera atacando había hecho que su llanto se detuviera de golpe, como el agua al ser retenida por una presa.

    De repente se olvidó de la existencia de Kohaku, de sus palabras amables y su consuelo.

    Fantasmas.

    Interpuso su cuerpo ya no solo frente a Takeda y Mao, sino directamente frente a Takano.

    —Él no lo hizo —gruñó, como si de repente fuese una bestia del bosque—. ¡Él no lo hizo!
     
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    Yukionnatifa

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    Suzume

    Y que si su dolor, ¡bien puede ser la hipocresía de un asesino!— Suzume hervía en cólera—Todos ustedes están malditos, nadie jamás se atrevió a lastimarla, les provocaba miedo en las noches. ¡Uno de ustedes es el asesino!— Tanto rencor en su lengua, hicieron que las lágrimas brotaran de su ser.—Ella jamás lastimó a nadie...

    Apartando de tajo al extraño, colocó la cabeza de Miko en sus piernas tratando de limpiar la sangre y arreglar su cabello. Era la primera vez que se percataba de las finas hebras plateadas. Suzu le cantó su nana.
    Odoma bon-giri bon-giri,
    Bon kara sakya oran-do
    Bon ga hayo kurya,
    Hayo modoru.
    Odoma kanjin -kanjin,
    Anhito-tacha yoka-shu
    Yoka-hu yoka obi,
    Yoka kimon’...



     
    Última edición por un moderador: 3 Agosto 2020
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    Bruno TDF

    Bruno TDF Usuario VIP

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    Togashi
    Interior del Shukusha

    Togashi siguió torpemente el caminar de Misato y el otro chico, cuyo nombre todavía desconocía, o bien no había prestado atención si se lo dijeron. La adrenalina por el encuentro ante Takano se desvanecía como un árbol de otoño deshojándose. Volvía sentirse demasiado cansado e incluso sufría un principio de mareo, pero logró mantener la compostura y caminó, como mejor podía hacerlo en su estado, detrás de sus dos salvadores.

    En un momento del camino, alzó la cabeza y movió los ojos con rapidez, pero sin saber muy bien hacia cuál de todas las direcciones mirar… Había creído oír algo en la lejanía, una voz, la desesperación lejana de un alma, o de un fantasma. Pero como no estaba seguro del todo, lo atribuyó a su estado físico y mental…

    Una noche. Sólo necesitaba una noche de buen descanso y comida para poder recuperar su ser de siempre. Y cien días más para entrenar y recuperar sus habilidades con la espada. El clan lo necesitaba, y él no pensaba defraudar a los que se preocupaban por él.



    Sus esperanzas de pasar una buena jornada de descanso se incrementaron cuando vio que entraban a un agradable y cálido edificio, al que identificó como un Shukusha. Entró siguiendo a los dos chicos y fue entonces cuando cayó en la cuenta de que no tenía dinero encima, apenas dos míseras monedas… Takano se lo había dicho: quien los proveía, estaba muerto. Todos eran fugitivos en ese clan.

    Mientras Misato conversaba con el recepcionista, ya se estaba preguntando en qué parte de los alrededores dormiría. Pero eso, al final, no iba a hacerle falta, ya que la chica logró convencer al otro de dejarlo quedarse, mediante una técnica de galantería. Asintió levemente con la cabeza cuando el recepcionista se dejó llevar por las palabras dulces de la muchacha, y sus ojos brillaron cuando vio el plato de arroz que le señalaban.

    Respondió al saludo del recepcionista con una reverencia. Fue entonces cuando se giró hacia Misato y el chico , para ofrecerles una reverencia aún más pronunciada, de modo que su torso quedó inclinado 90 grados en relación a las piernas.

    Les pido mis más sentidas disculpas por verlos como unos chicos normales y no como los guerreros que son —les dijo con voz grave—. También les estoy profundamente agradecido, no se imaginan cuánto, por traerme hasta este lugar —se irguió y se echó sus despeinados cabellos hacia atrás, para poder mirarlos mejor con sus ojos hundidos, su rostro demacrado—. Llevo varios días sin comer, apenas he bebido agua y dormí en sitios peligrosos e incómodos. Nunca pasé tanto tiempo en estas condiciones… Yo... Asumía el final de mi vida cuando me encontraron…

    Sus ojos se desviaron hacia el arroz. Dirigió un gesto solemne a Misato y el chico, como pidiendo disculpas nuevamente, y se sentó a la mesa, donde se dispuso a llenar su vacío estómago. Aunque quería seguir conociendo a los miembros de su nuevo clan, el hambre era una necesidad más urgente ahora mismo.

    La sensación en su boca le resultó exuberante. Era un arroz común y corriente, pero para él era el manjar más delicioso que había probado en mucho tiempo.

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    Última edición: 3 Agosto 2020
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    Amelie

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    Bosque (Takeda; Takano; Kohaku; Mao; Yuzuki; Suzume)[​IMG][​IMG] [​IMG][​IMG]

    Yuzuki se interpuso entre Takano y Suzume; pero Suzume desistió de atacar mas. Takano miraba la espalda de Yuzuki, extendió su mano y notó que su mirada nuevamente era difusa, estaba mareado; cayó de frente al suelo, nuevamente perdiendo el conocimiento.
    Mientras tanto Suzume le arrebataba a Takeda el abrazo de su madre; esta fue la acción que logró sacarlo de su ensimismamiento, levantó la mirada cubierta de lágrimas y detrás de ella había un odio muy grande; mas grande que aquel que sentía por Suzume que la había arrebatado de sus brazos, era el odio al responsable de tales actos.
    Un rencor profundo lo hizo buscar su katana, la cual por fortuna había sido abandonada en el bosque, sólo portaba la saya; sus manos se tenzaron en puños. Respiró profundamente, el primero; su pecho vibraba con el impulso que tenía por estar llorando. Volvía a respirar profundamente, era el segundo, recordaba a su maestro "Si uno se enfrenta a los problemas con la mente afilada como una navaja, siempre se encuentra la solución en menos del tiempo preciso para hacer siete respiraciones" tercera respiración; aun sentía el odio; las respiraciones pasaron de ser profundas a ser agitadas. Se levantó, toda su ropa estaba empapada de su sangre aun tibia —Si no conoces mis demonios, no deberías darte a la tarea de provocarlos— Su mirada causaba miedo mientras el despecio era palpable en cada palabra; si todo esto era un prueba del destino impuesta a Takeda, era una que estaba perdiendo. Avanzó al bosque guiado del reflejo de la luna que causaba su fiel katana.


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    Zero

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    Tanaka Heya
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    -¿Aomori, dices?-
    Ciertamente era más lejos de lo que esperaba. Heya ahora tenía más preguntas en un su cabeza.¿Podría Hide haber huido hasta allí, o se habría detenido en algún punto? -¿Como supiste de los refugiados?

    Si era cierto cambiaba sus planes. Aunque había un puerto en la ciudad, lo más seguro era que hubieran viajado por tierra, al menos hasta llegar a alguna prefectura segura.
     
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    Yukionnatifa

    Yukionnatifa Stephanie la Loca

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    Suzu

    se concentró aún más alto en la nana, aquel individuo hablaba de demonios, cuando el y su séquito era los mismos del infierno.

    Tu falsa congoja no me sorprende, pero piensa, pobre hombre llorón! Que más que bandidos existían y en años jamás atacaron a Miko... llegas tú y tú Parvada y misteriosamente, la mujer con menos malicia del mundo... muere... piensa...—

    Tras eso Suzu siguió con su nana, peinando el cabello de su amiga, como siempre hizo desde que se conocieron...
     
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    rapuma

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    Kenzaburô

    Caminó sin prisa hasta posicionarse frente el Daruma de piedra, de quién se dice, contenía el alma de la esposa de un artesano quién lo creó allí mismo. Lo que el Ronin pudo oír era que el alma de ambos, tanto del artesano como el de su esposa, viven dentro del Daruma de piedra.

    Kenzaburô bajó la mirada al suelo y notó que la vegetación no crecía a sus pies, incluso más, todo a su alrededor parecía estar sin vida. El silencio era tétrico y el espadachín tuvo un escalofrío en su nuca. Tuvo la horrible sensación de que alguien le espiaba por su retaguardia y giró la cabeza por sobre su hombro.

    Nada. Solo el viento. ¿O quizá algo más?

    Kenzaburô caminó hacia la escultura de piedra y tocó la superficie tosca y húmeda. Se decía que los ojos del Daruma eran usados como recordatorio de las metas personales... y que ambas pupilas debían de dibujarse una al empezar y la otra al terminar. Ambos ojos estaban sin pintura y Kenzo se cortó el pulgar y tocó un ojo, pintando una pupila carmesí.

    El Daruma tuerto lo miraba en silencio, con la pupila chorreando; a manera de constante recordatorio de que la meta debe cumplirse, cualquiera que fuera la misma.
     
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