Saint Seiya Todo por un gato

Tema en 'Fanfics de Anime y Manga' iniciado por Arkannos, 3 Julio 2022.

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    Arkannos

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    Escritora
    Título:
    Todo por un gato
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Comedia
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    3461
    Los personajes pertenecen a Masami Kurumada.

    Advertencias; No yaoi, humor negro, personajes ooc, vulgaridades. Me tomé varias licencias artísticas, Saga de Géminis es la reencarnación del dios Ares, le teñí el pelo de negro porque se ve más cool ;)

    Varias referencias a la mitología griega y a unas cuantas películas de terror e infantiles.



    Todo por un gato​

    Yacía recostado sobre la cama, con ambas manos entrelazadas sobre el pecho y su pie derecho sobre el izquierdo. Sus celestes cabellos desperdigados sobre la blanca colcha de una manera tan perfecta que parecía un modelo. La luz de la luna se filtraba por su ventana medio abierta, iluminando su cuerpo dándole un aire celestial.

    Si se le veía de lejos se podía pensar que estaba dormido, pero no. Afrodita estaba más despierto que el latoso búho que se empeñaba en pararse todas las noches sobre su tejado para ponerse a ulular. Y por culpa de ese jodido animal es que estaba con insomnio no solo por su incesante canto, sino porque dentro de unas horas tendría que hacer frente al castigo había postergado el Patriarca hace dos semanas.

    El sueco había intentado muchas veces asustarle para poder dormir tranquilo, pero fracaso miserablemente con cada cosa que hacía, que fue desde echarle agua hasta intentar correrlo a escobazos. En su último intento de deshacerse de él se le ocurrió llevar un pequeño gato para que lo ahuyentara.

    Gran error.

    Lo único que logro con eso fue ofrecerle alimento de manera accidental a la molesta ave. Recordaba como si hubiera pasado ayer como el búho se llevó entre sus garras al pobre felino por los aires.

    Del michito no hubiera quedado ni un pelo de no ser por el falso Patriarca, Saga, que en esos momentos estaba en su balcón y vio al mochuelo pasar frente a él con su asustada presa. Logro atolondrar al ave con un leve rose de su cosmos sin necesidad de dañarlo y le quito al gato en un pestañeo. Eso sí, le dio un pescado crudo, el búho no tardo en llevárselo.

    Chasqueo la lengua al recordar como la reencarnación de Dios de la Guerra le mando a llamar a las doce de la noche para decirle hasta de lo que se iba a morir.

    ¡¿Cómo se te ocurre dejar un gato bebé afuera de tu casa?! —demando Saga caminando de un lado a otro mientras él estaba hincado. El felino de color blanco con manchas naranjas estaba sobre el trono, sentado sobre sus patas traseras, su barbilla y pecho bien en alto, mirándolo con esos ojazos verdes llenos de reproche, culpándolo por su casi asesinato. Afrodita arrugo la nariz.

    Quería que ahuyentara al búho. —respondió mirando al pelinegro. No le gustaba cuando Saga tenía cierto control sobre su cuerpo, era demasiado exigente y muy perfeccionista. Los regañaba por cualquier cosita, hasta la más insignificante —Jamás pensé que se lo llevaría. —Y era verdad, por su cabeza no paso que la rapaz ave se llevara al escuálido minino, pues tenía entendido que comía ratones, peces, lagartijas y quien sabe cuánto bicho más, pero de gatos nadie le había dicho nada.

    Un ave de esas puede llevarse un gato doméstico, idiota. —siseó el geminiano.

    ¡Yo que iba a saber! —exclamó disgustado —En mis dieciséis años jamás he tendido mascotas. No se los peligros a los que están expuestos.

    ¡¿Acaso no ves animal planet?! —el mayor se plantó frente a él, con ambas manos en las caderas —¿O videos de gatitos siendo atacados?

    Afrodita sacudió la cabeza, no sabía que era más raro; escuchar a Saga hablar en diminutivo o saber que veía documentales de la vida salvaje.

    ¿Cómo demonios voy a ver televisión si me la quitaste hace cuatro meses? —bufó el sueco, soplándose los flequillos.

    ¿Y acaso olvidas por qué te la quite? —una sonrisa irónica surco el rostro de Saga.

    Ya lo olvidé. —respondió sin vergüenza el sueco, cerrando los ojos en espera de una cachetada por su osada contestación.

    De los tres; Deathmask, Shura y él, Afrodita siempre era el que mas se metía en líos por su lengua suelta. Una vez el cuarto guardián le había dicho que, de los tres, era el sueco quien tenía el menor sentido de la preservación. Y no podía estar más de acuerdo.

    Vaya, lo olvidaste, es una pena que Aioria no pueda olvidar esa película porno ¿Verdad? —soltó burlón.

    Afrodita miro a otro lado que no fuera a Saga, mordiéndose la lengua para no replicarle.

    Ya dejemos eso de Aioria por la paz. —solicitó, pasándose una mano por el pelo.

    Ajam… —farfullo Saga, sin quitarle la vista de encima —Esto no se quedará así, Emil. —bramo, mirándole con frialdad. Afrodita rápidamente se dio cuenta que se refería al incidente del búho —A primera hora llevaras a ese gato —señalo al felino, que alzo más sus orejas, dándose por aludido —a Rodorio. Regálalo a quien si se haga cargo de él, lo cuide y lo procure. Porque es más que obvio que tu no sirves para eso. Y en cuanto regreses te diré en qué consistirá tu castigo.

    ¿Recibiré mi castigo hoy mismo? —preguntó, ladeando la cabeza.

    ¿Algún problema con ello? —Saga se enderezo más, viéndose mucho más alto e imponente de lo que ya era.

    No, es solo que mañana en la tarde debo partir a la Isla Milo. Ares me ordeno hace tres días que debía cerciorarme que estaba entrenando y que tenía que pasar dos semanas con Milo. —rodó los ojos, el Santo de Escorpión no era una de sus personas favoritas.

    Mmm… —Saga se llevó una mano a la barbilla, con aires pensativos. Permaneció callado por un rato y en breves lapsos decía "Sí, ajam, no, sí" Era obvio que estaba hablando con el dios de la guerra. Piscis se humedeció los labios, le resultaba curiosa esa extraña dinámica entre ambos seres —Entonces seremos compasivos por esta vez —dijo, al cabo de un rato —Después que regreses de la Isla tendrás un par de días de descanso, al tercer día te quiero aquí a las ocho de la mañana. Ahora vete.

    Afrodita asintió y guardándose un cansado suspiro se puso de pie, camino lentamente al trono con ambas manos extendidas para tomar al animal, que al ver su proximidad siseo furioso, curvando su lomo y mostrando sus feroces dientecitos.

    ¡¿Ahora que carajo haces?! —vocifero el mayor de los dos, tomándolo de la solapa, jalándolo hacia atrás de manera tosca.

    ¡Estoy yendo por el gato! ¿Qué no estás viendo? —chilló, zafándose de su agarre de hierro, provocando que su camisa de dormir se rasgara del cuello.

    Hasta crees que dejare que lo saques de aquí. —Saga se interpuso entre el peliceleste y el trono —Vendrás por él aquí, dejarlo contigo sería una imprudencia, ahora lárgate de mí vista.

    Pero…

    Que te largues Emil. —por un momento sus ojos verdes adquirieron un tono azul grisáceo; Ares estaba apoyando a Saga en esa decisión. Y que esos dos estuvieran de acuerdo era una jodida catástrofe.

    Afrodita entrecerró la mirada, mirando de Saga al gato, resistió el impulso de quitarse la pantufla y lanzarla a esa bola de pelos que ahora meneaba su cola de un lado a otro con visible gusto.

    Está bien, Saga. Mañana vendré por él. —hizo una reverencia y se dio la vuelta, deseando llegar a su cama y dormir.

    Cuando estuvo a pocos pasos de la salida escucho la voz hastiada de Saga.

    Que no nos quedaremos al gato, entiende de una jodida vez Ares. —miro sobre su hombro como el mayor alzaba al gatito y lo acercaba a su pecho con delicadeza, desde su lugar pudo oír los maullidos gustosos por recibir mimos.

    —¿Quién lo diría? —se preguntó Afrodita en voz alta dejando de divagar en sus recuerdos —Ares y Saga son amantes de los gatos.

    Se estiro y sintió como sus vertebras crujían. Se dio la vuelta y miro el reloj, eran las cuatro de la mañana. Tendría suerte si dormía una hora al menos. Se oyó un fuerte aleteo y un ulular.

    —Sí, cuucuu cucuu… —berreó, imitando al ave —Por tu maldita culpa estoy en líos, eso me pasa por ser piadoso con un simple animal, condenado Arquímedes. —el búho canto más fuerte —Tu madre por si acaso. —bramó, alzando la mano izquierda hecha puño con el dedo corazón alzado hacia el techo —¡Tu madre! ¡TU MADRE!



    —Afrodita, que gusto verte. —un escalofrío descendió por su cuerpo al reparar en la mirada azul grisácea del hombre recostado en el diván rustico. Inmediatamente se hinco y bajo el rostro. La máscara de plata descansaba en su regazo y el casco estaba en una mesilla donde había varias frutas y una copa de vino.

    Los rayos dorados del sol apenas estaban empezando a iluminar las colinas que rodeaban el Santuario, las luces amarillas y naranjas le daban un aspecto de lo más bello al lugar. A lo lejos podía verse como todos los habitantes, guardias de bajo rango y santos, empezaban sus actividades del día.

    Ares siempre acostumbraba a desayunar, comer y cenar en ese sitio, pues desde ahí podía ver todo lo que ya consideraba su reino. Le encantaba recibir los rayos del sol y sentir el viento golpear su rostro. Era uno de los gustos culposos que compartía con Saga.

    —Levántate Piscis, hoy no es necesaria tanta formalidad. —dijo el dios, señalando con un elegante movimiento de su mano, Afrodita se levantó. La sonrisa maliciosa en su rostro no le gustó nada —Y bien, ¿Qué tal has dormido? —pregunto con sorna al reparar en las ojeras del sueco.

    Afrodita se mordió los labios, una cosa era tontear con Saga, pero una muy distinta con él destructor de hombres.

    —Muy mal mi señor. —hablo con voz respetuosa, sin alzar la mirada del suelo —¿Podría hacerle una pregunta, su excelencia?

    —Ya la estás haciendo. —Ares alzo una ceja, divertido. —¿Qué pregunta, Afrodita? —dijo después.

    —¿No será Saga quien imponga el castigo por lo del gato? —la mueca divertida abandono el perfecto rostro del pelinegro, una máscara de frialdad se instaló en cuestión de segundos.

    —No es necesario que sea Saga quien esté en control para que recibas tu castigo ¿Entiendes? —se llevó con lentitud la copa de vino a los labios, sin parpadear una sola vez.

    —Sí señor, solo era curiosidad.

    Y mayor curiosidad era saber cómo un dios, capaz de matar a una bebé y mil hombres, se molestaba por un simple gato.

    —Sinceramente, me disgusto bastante el ver a ese pobre peludo en garras de tan bella ave. No nos gusta el maltrato animal. —le informo, Afrodita alzo ambas cejas —Aunque lo que más me disgusto es saber que no puedes cuidar un simple minino de un búho. Si no puedes con algo tan sencillo, significa que tampoco podrías defender la casa de Piscis ante mayores amenazas. —el peliceleste atrinchero los dientes, eso dolió.

    —Le aseguro mi señor que eso jamás pasara. —dijo con determinación —Defenderé la casa de Piscis y a usted a costa de mi propia vida.

    —Espero mucho de ti, Afrodita. No solo debes ser un guerrero con sobresaliente belleza, debes ser el más temido de todos. No espero menos. —asintió, mirándolo con solemnidad —¿Y qué paso con Kanon?

    El santo parpadeo varias veces, confundido por el cambio tan drástico de conversación y la mención del hermano gemelo de Saga.

    —¿Kanon? —Ares le miro sin una sola expresión en su rostro —Pues, lo último que supe de ese desdichado es que usted mismo fue quien le encerró en Cabos Sounion.

    —¡Serás estúpido! —grito, lanzándole la copa que logro esquivar. El sonido de la cristalería estrellándose contra la pared le hizo cerrar los ojos por un instante —No hablo de esa escoria, estoy hablando del otro Kanon, el gato.

    ¿Kanon el gato?

    —Ah, el gato… —parpadeo varias veces —Lo entregue a la hija de Adara, la florista. —le aclaró.

    —¿Cuidara bien de él? —demandó, ladeando el rostro.

    —Si Patriarca, me lo prometió. Cuidara bien de Kanon.

    —Era un buen gato el Kanon. —farfulló. Hizo una mueca de molestia, entrecerrando los ojos —No me importa que te moleste que lo haya llamado así, Saga. Se llama Kanon y punto, no más discusión. —con calma se puso de pie, dejando la copa en la mesilla —Afrodita, es hora de tu castigo. —inmediatamente se tensó, esperando recibir el golpe de cosmos en cualquier momento —Despójate de la armadura de Piscis, ahora. —con cierto temor hizo lo ordenado, quedando vestido solamente con su usual ropa de entrenamiento —Sígueme, iremos a tu templo. —dijo, poniéndose su mascara y tomando el casco —Ya debe haber llegado lo que encargue.

    Afrodita frunció el ceño ¿A su casa? ¿Qué harían ahí?

    —Tomaras un baño antes de tu particular misión. Un muy buen baño. —la voz de Ares se escuchó distorsionada por la máscara, pero la diversión era palpable en ella —Y, para que lo sepas, no fue solo idea mía.



    —¡Pero claro que la idea no fue solo suya! ¡Fue de los dos! —grito Afrodita, oculto bajo unas rocas —¡Que me parta un jodido puto rayo si no! —miraba atento a todos lados, pues no sabía en qué momento descenderían en picada las temibles aves de picos, garras y alas de bronce.

    Las malditas aves del Estínfalo, residentes de la muy oculta isla de Ares, en el mar negro.

    Maldijo en cuanto idioma sabia. Permanecer oculto no le ayudaba en nada, pues apestaba a pescado. Literalmente.

    Jamás le paso por la cabeza que al baño que se refería Ares era a meterse dentro de una tina llena de vísceras de pescados, unas ya recientes y otras de ya varios días. Vomito antes de que su piel tocara los órganos babosos y vomito saliva después de "bañarse" entre esa porquería.

    Cuando logro salir de su cuarto de baño, Ares ya le esperaba. Su cosmos se había alzado brevemente y, como si fuera un muñeco de trapo, lo lanzo en la Otra Dimensión.

    Había caído en medio de un derruido templo que no pudo contemplar ni un minuto en santa paz, pues unas feroces aves le dieron una cálida bienvenida.

    Logro derribar algunas con sus mortíferos ataques, pero entre más las derribaba, más se embravecían, soltando chillidos que le parecieron salidos del mismo infierno.

    Escuchar al buen Arquímedes todas las noches no era nada comparado con eso.

    —Ahora entiendo al jodido gato. —masculló, encendiendo su cosmos, una hermosa rosa negra apareció en su mano. Entrecerró la mirada, intentando concentrarse. Esos animalejos no morían tan fácilmente, Ares les estaba protegiendo desde el Santuario, sentía el familiar cosmos del geminiano rodear esos pajarracos. De puro milagro al bélico dios no se le había ocurrido soltar a sus conocidas aves cuyas plumas lanzaban dardos.

    Antes de que saliera a atacar a la docena de pájaros asesinos, un canto le hizo voltear hacia el suelo. Era un pájaro carpintero.

    —Me lleva… —farfulló, mirando como cinco perros negros salían de entre las rocas y un par de buitres saltaban de un árbol seco a otro. Esos ojos no eran normales, estaban inyectados en sangre —el mismísimo Hades…

    Y, por primera vez en su vida, se encomendó a la diosa que había traicionado; Athena.



    Eran las doce de la noche cuando llego al Santuario. Y el primero en recibirlo era quien consideraba un buen amigo.

    —¡¿Pero qué demonios te paso Nemo?! —gritó Ángelo en cuanto le vio entrar a su templo.

    El sueco se veía tan mal. Su cabello parecía una maraña de paja, con varios trozos de pasto, plumas y, si no se equivocaba, excremento de estas mismas. Su ropa estaba rasgada de todos lados, muy a duras penas tenía cubiertos los muslos. Varios arañazos tenían sus manos, piernas y cuello, incluso unas cuantas mordidas logro ver en esa breve inspección. Ya no traía un zapato.

    Cojeaba levemente al caminar.

    —¡¿Dónde demonios te metist…?! —de un salto se apartó del peliceleste, al sentir su particular aroma, se llevó ambas manos a la boca, intentando no vaciar su estómago en su piso recién enserado —¿Por qué hueles…?

    —¿Por qué huelo así? —espetó, sarcástico —¡Pregúntale al maniático de mierda que tenemos por Patriarca!

    Ángelo abrió ampliamente los ojos e intento callarlo, sin despegar las manos de su cara. Conocía bien al sueco y sabía que era muy grosero cuando estaba enojado.

    —¡No me calles! —gritó, eufórico —¡Qué me oiga el hijo de su puta madre! ¡El muy desgraciado convenció a Ares de enviarme a su isla! ¡Enfrente vientos despiadados, infernales calores, las aves de Estínfalo, perros negros, buitres y un puto maldito pájaro carpintero! ¡¿Y todo por qué?! ¡Por un gato llamado Kanon! —con cada palabra, más se aproximaba al cuarto guardián, que no hacía más que aguantarse la respiración —Ah, y para varear, me hizo meterme en una tina de vísceras de peces ¿Qué te parece?

    Y si Ángelo le iba a contestar o no, nunca lo supo, pues el italiano salió corriendo como alma que llevaba el diablo en dirección a su baño.

    Afrodita rodo los ojos, hastiado.

    —¡Eres un jodido asesino a sangre fría! —gritó, esperando a que el otro le escuchara —¡Matas sin piedad alguna y te regocijas en tener sus rostros en tu maldita casa! —señalo las paredes, donde varios rostros desencajados soltaron alaridos —¡¿Pero no puedes soportar mi aroma?! ¡Patético, Jaiba! ¡PA-TE-TI-CO!

    Y sin esperar respuesta salió del cuarto templo, tenía una ducha muy larga que darse.

    Al ver su templo iluminado por la luna le hizo suspirar de alivio por segunda vez en el día -la primera fue cuando logro salir de esa isla del infierno-. Sin esperar a entrar al cobijo de la antigua construcción se despojó de su maltrecha camiseta y pantalón, lanzándolos lo mas lejos que pudo, ya después se encargaría de incinerarlos.

    Apenas iba a entrar a su templo cuando un conocido ulular le saludo. Lentamente alzo la cabeza y lo contemplo, de pie en toda su gloria estaba el búho nombrado Arquímedes. El animal volvió a cantar alegre y Afrodita, cegado por una rabia acumulada a lo largo del día, sintió que se estaba burlando de su desgracia.

    Su cosmos se encendió y una rosa blanca salió disparada de su mano directo al pecho emplumado del ave. Pero nunca llego a tocarla, una mano tomo a la rosa de sus pétalos, estrujándola hasta reducirla a cenizas.

    Ares bajo de un grácil salto al suelo, sonriendo como un niño. El búho se fue de ahí.

    —Sabes que no me gusta la violencia animal. —chasqueo la lengua, negando con la cabeza —Tal parece que no aprendiste la lección que te dimos el día de hoy… Quizá una noche en mi isla te haga recapacitar…

    Antes de que el sueco tuviera tiempo de pedir clemencia, la otra dimensión se lo tragó.

    ¿Lo mandaste otra vez a La Isla? —cuestiono Saga, cuando se internaron en la oscuridad de Piscis.

    —Na, —respondió, quitado de la pena —lo mande a la entrada de Aries, mis bebés deben dormir bien. —era obvio que se refería a sus particulares mascotas —Tampoco soy tan cruel, Géminis.

    Al abrir los ojos y ver la fachada del primer templo apretó con fuerza los puños, haciéndose daño.

    —¡ME LLEVA EL DIABLO! ¡MALDITO BASTARDO!

    Si su grito despertó al Santuario entero no le importo, así como tampoco le importo emprender su camino vistiendo solamente calzones y un zapato.



    —Fin—​

    En mi defensa debo decir que estar encerrada en casa por casi tres meses está provocando que se me ocurran estas cosas tan oscuras ¿la razón de mi encierro? Pues me fracture el tobillo y ahora tengo una placa y no sé cuántos tornillos :( Fracase en algo tan simple como caminar xD

    Espero les haya gustado este fic y me digan que les pareció, si les soy sincera si me dio poquito asco en la parte donde Nemo habla con Ángelo, me lo imagine muy bien /

    Las referencias son Dulce Venganza (esa película me dio tanta impotencia y coraje) y Shrek. Afro dice una frase similar a una que dice la Hada Madrina xD me resulto muy gracioso.

    Los perros, los pájaros carpinteros y los buitres son animales sagrados del bélico señor de la guerra. Las aves de Estínfalo residían en la isla de Ares (eso lo leí en wiki)

    ¡Gracias por llegas hasta aquí! Espero les haya resultado entretenida esta historia :D

    SafiroBipolar
     

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