One-shot Todo era un sueño [Accel World]

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Quiero que todos sepan que las acciones de Liza White provocaron esto (? Fui forzado.

Este es el primero de muchos, Andy.

Todo era un sueño​

El muchacho suspiró, los ojos cerrados, reuniendo valor. Sus manos temblaban ante la mirada de aquellos que lo estaban examinando y juzgando en esos momentos. Sus pies, firmes en el suelo, sus piernas tensas, para evitar cualquier temblor innecesario. Podía sentir la textura de la corredera bajo sus pies desnudos. Abrió los ojos, y extendió aquellos orbes del color del oro y la esmeralda hacia el frente, decidido. Levantó la mano, en el saludo reglamentario, y luego de que aquellas personas le respondieran con un asentimiento de cabeza, alzó una pierna, para marcar el ritmo y las distancias, y se lanzó al frente.

Su respiración era agitada, el sudor corriéndole por su frente, la mano alzada en señal de saludo. Tan solo le faltaba una sola prueba. Miró hacia el frente, hacia las barras paralelas que lo esperaban para que se balanceara a más de dos metros y veinticinco centímetros de altura. Sin embargo, su mirada no estaba enfocada en el aparato, sino en otro punto, más lejano. Allí había una persona, en el público, en primera fila. Alguien que había conocido en un internado, y que tenía los ojos distintos, como los de él. Solo que en su rostro, se reflejaba siempre un Día Nublado. Pero eso no le importaba, porque la sonrisa tímida que le estaba brindando en ese momento era capaz de alumbrar incluso el día más lúgubre.

Él tenía muchas ganas de saludarla de forma mucho más efusiva, sonreírle radiantemente, demostrarle que estaba feliz de que ella lo estuviera viendo, haciendo lo que amaba. Pero no podía hacerlo. Eso le descontaría puntos, y llevaba una muy buena racha. No importa, ella ya lo sabía. No era la primera vez que lo veía en una de sus competiciones. Ya hacía dos años de que habían salido de aquel instituto que había marcado sus vidas, para siempre. Y no se habían separado el uno del otro en todo ese tiempo.

El muchacho suspiró una última vez, y se lanzó hacia las paralelas, entrando en kip, para poder pasar a un balanceo alto. Al momento, y con fuerza, logró hacer una vertical en el aparato, que sostuvo durante un par de segundos. Lentamente, fue abriendo las piernas, hasta quedar en un split completo. Cerró luego ambas piernas y se dejó caer hacia delante, para con un rol, terminar en balanceo bajo. Allí, para volver atrás, realizó un doble molino, cuya fuerza volvió a aprovechar para subir a balanceo alto, y de ahí, a otra vertical. De esta, sin embargo, se dejó caer hacia atrás, y realizó una salida con giro frontal. Había sido una serie perfecta, y lo podía escuchar en los aplausos de la gente. Y en la sonrisa de ella, que lo atravasaba como los rayos del sol. Se abrió en el aire, y se dejó caer, las piernas firmes hacia abajo, buscando la colchoneta.

Sin embargo, algo ocurrió. En cuanto sus pies descalzos tocaron la colchoneta, el muchacho pudo sentir un agudo dolor, y vio con horror como ambas piernas explotaban en millones de fragmentos, como si hubieran estado hechas de porcelana. Primero fueron sus pies, luego sus gemelos, la rodilla, y por último, la mitad del fémur. Estupefacto y en shock, el joven solo pudo caer al suelo, pues ya nada lo sostenía, entre fragmentos de piernas. De sus propias piernas.

Jack despertó sobresaltado, gritando, el sudor corriéndole por la frente. Miró a su alrededor, y su respiración comenzó a calmarse. Sus ojos, a medida que se adaptaban a la oscuridad, podían reconocer la habitación en donde estaba. Reconocía esas sábanas blancas, aquel incómodo camastro, su minúscula mesa de luz, en donde apenas cabían los restos de su cena, que las enfermeras todavía no habían ido a buscar. Bueno, al menos no había despertado a nadie, pues su otro compañero de habitación estaba noqueado por la anestesia. Él también lo hubiera deseado. Así no hubiera tenido que vivir ese terroríficamente bello sueño.

Sus ojos comenzaron a cristalizarse, a medida que, de forma inconsciente, los recuerdos de esa experiencia que nunca había ocurrido comenzaron a embargarle la mente. Intentó retenerlas, juntó fuerzas, pero le fue inútil. Se cubrió el rostro con ambas manos, mientras las lágrimas corrían libremente por él. Obviamente que todo había sido un sueño. ¿Un internado de gamers? ¿Un juego de realidad virtual? ¿Conocer a personas que volvieran a llenarle el vacío que tenía dentro? ¿Volver a caminar? Ya era la quinta operación que tenía, y tenía tantos clavos dentro de las piernas que ya había perdido la cuenta. Nunca iba a poder volver a caminar. Y nunca podría conocer a aquella niña de sus sueños, la de los ojos impares, como los de él. Comenzó a reírse, pero de forma desesperada, casi maniática. Se reía de su propia estupidez, de su propia inocencia.

Mientras lo hacía, se llevó una mano del rostro a sus piernas. Hacía aquellas piernas, que al igual que sus sueños, y en estos momentos, su esperanza, se encontraban rotas, imposibles de recuperar.