Titeres

Titeres Kundera​

La tarde comienza así: El señor E llega tarde con la ropa mal puesta y una colonia olor a whisky, abre la puerta con lentitud, la señora E lo ve entrar, da una mirada al reloj y le escupe reproches y saliva a la cara, los dos siguen la rutina diaria contestandose insulto tras insulto, luego llega el momento de que la señora E corra al señor E jurandole que jamás lo dejará volver a entrar, el señor E se acomoda un poco el saco y le grita que con gusto mientras busca en sus bolsillos algunos billetes arrugados para convertir en alcohol, sube a su auto. La señora E cierra la puerta como golpeando al señor E y apaga todas las luces. El señor E enciende el motor y conduce por las calles abarrotadas por prostitutas, se queda mirándolas una a una, las hermosas piernas apenas cubiertas por una minifalda, los suculentos pechos atrapados en apretados escotes. El miembro del señor E se va despertando, él lo disfruta y mueve sus labios en una sonrisa, se detiene en momentos acariciando con los ojos los traseros bien formados los vientres descubiertos casi violando a cada una de las mujeres que cruzan el cristal de su auto, luego acelera un poco, acomoda su pantalón que le empieza a quedar chico y disfruta del frote de la tela, a los pocos minutos se empieza a sentir sobrio y mueve el volante para llegar a el bar de siempre, el tablero no muestra ni un kilómetro más del usual, espera unos minutos pensando en el sensual cuerpo con el que se casó, baja del auto y activa la alarma, en la puerta llena de luces de anuncio lo espera C como siempre con su falda casi inexistente, él la sigue agarrando su piel bronceada y firme con una de sus callosas manos, se besan, su saliva está mezclada con los mismos hombres de cada noche, se sientan cerca de la barra, va cambiando sus billetes por bebidas para él y para C. Después de un rato la sienta en sus piernas y esparce el sudor de sus manos por sus muslos. Su calzoncillos le lastiman. Al poco rato el señor E casi ha acabado con todos los billetes y monedas de su salario. Se despide del barman no sin antes manosear por última vez a C, regresa a su auto, orina una de las llantas izquierdas, quita la alarma y sube. La señora E seguramente está dormida, las prostitutas todavía buscando cliente, regresa pensando en el hermoso cuerpo que lo corrió en la tarde, las bellas curvas de su blanco cuerpo. Entra a su casa a la hora predicha, se acuesta entre las sábanas y la sudorosa piel de su esposa. Afuera las prostitutas ya han llenado sus bolsillos. El señor E pone sus manos en el sexo de la señora E que tiene las mandíbulas apretadas, sus dedos se hunden, su cuerpo se retuerce en el placer, la ropa interior con la que se duerme ya no le molesta. Sus dedos se detienen en busca de descanso para repetir todo mañana.