Título: Tinta en el papel de mi vida. Resumen: Su voz se introdujo por mis oídos y empezó a resonar en mi cabeza como un taladro o como el mismísimo eco. Abrí los ojos y casi al instante fruncí el ceño; no me disgustaba lo que veía. Tipo: One-shot. Personaje: Kakashi& Konan Advertencias: ¿Ooc?. Bueno, esto ya lo escribí hace bastante tiempo para un concurso... pero seguramente está historia sea poseedora de fallos de puntuación y etc. Y lo sé, lo sé, la pareja es rara. Nº. de palabras: 526 + titulo. Tinta en el papel de mi vida. Me alejé. La experiencia me decía que en cuestión de minutos aquella batalla acabaría, que mi clan sería el ganador y que al día siguiente pasaría lo mismo -otra batalla más-. Los gritos infrahumanos cesaron y mi clan gruño en señal de victoria. No pude evitar sonreír, la razón siempre se ponía de mi parte. Cerré los ojos. Las presencias habían desaparecido por completo, eso bien quería decir que ni un alma se encontraba a más de diez kilómetros de mi, o al menos eso creía. Sin saber lo que me esperaba me dispuse a bajar la guardia, a tranquilizar mis sentidos de vampiro. —Kakashi—su voz se introdujo por mis oídos y empezó a resonar en mi cabeza como un taladro o como el mismísimo eco. Abrí los ojos y casi al instante fruncí el ceño; no me disgustaba lo que veía. —Konan...—susurré sin apartar mi mirada de la suya. Ella era un caparazón vació, el desierto más desolado entre todos los desiertos. Su capacidad, personalidad y belleza en mi mundo la hacían brillar más que a ninguna otra, tan sólo que nunca se lo haría saber, ya que soy un buen enemigo. Volví a la realidad. Su figura esbelta había desaparecido de mi vista, ahora ella estaba detrás de mi espalda y con su mano derecha agarraba mi cuello en un intento de quitarme el lujo de respirar. No me resistí, es más, me encantaba. —Está vez si será—me susurró al oído. Quiero aclarar que soy totalmente consciente de que tan solo con un dedo puedo acabar con su existencia y no lo hago por puro capricho.Fácilmente me zafé de su agarre, pues no me apetecía perder tiempo con persecuciones ni mucho menos, por lo que directamente la atrapé. —Suéltame— obviamente no lo hice. La obligué avanzar unos pasos hacía atrás hasta que su espalda pudo notar la dura corteza de un árbol, fue entonces cuando quedó entre la espada y la pared, o mejor dicho: entre el árbol y yo. Suspiré. En un intentó de no acortar medidas entre sus labios y los míos le ordené que se fuera, cosa que ella no hizo. —Vete—le repetí sin éxito. Su expresión de calma y frialdad me quemaba aún más, siempre la comparaba con un polo opuesto a mí, me atraía sin remedio, como nadie. —¿Por qué se supone que me tengo que ir? —me preguntó y callé. Me mordí el labio con rabia, haciendo que así un pequeño río de sangre empezará a descender de mi boca. Konan tragó saliva y clavó sus ojos en la substancia roja. Sonreí. Con un movimiento rápido me acerqué a su boca y posé mis labios en los de ella, haciendo que Konan por puro instinto me rozará con la lengua; después con la mano la acerqué hacía mi cuerpo pero… en un parpadear de ojos la perdí. No me molesté en buscarla, sabía que no la encontraría. Mientras el frío volvió a mi cuerpo y la adrenalina bajaba a cero, empecé a hacerme la idea de que ella desde hace ya mucho se convirtió en tinta en el papel de mi vida, imposible de borrar.