Tiempo de Cambio

Tema en 'Relatos' iniciado por Glenda Garson, 18 Septiembre 2010.

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    Glenda Garson

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    Tiempo de Cambio

    Aquella pequeña casa, estrecha y endeble, la había visto crecer. Ahora tantos años habían pasado en un solo pestañear, que temía cerrar los ojos y dormir. La inescrupulosa rapidez de la vida le asustaba y sólo la voz de sus padres, en el piso superior, podrían tranquilizarla. Era de esa manera como recordaba que efectivamente se encontraba en casa.

    Recorrió con su mano aquel cuello blanquecino y suave, por el cual desfilaba una cadenita larga hasta su pecho. Una delicada ave de plata. Se lo habían dado sus padres por su cumpleaños, jamás se lo quitaría. Llevaba grabado su nombre detrás y sabía que así, por más lejos que estuviese y por más años de vida que acarrease encima, jamás les olvidaría.

    Al día siguiente tomaría el tren de las nueve y se iría a la ciudad, como lo había hecho su padre alguna vez. Ella también lo quería, pero el tan sólo pensarlo le hacía palidecer. Vivir sola en un lugar tan frívolo y despiadado, eso no era para ella, aún era muy pequeña.

    Intentó dejar de pensar y sólo relajarse, necesitaba descansar. Dormiría finalmente, soñaría y se dejaría llevar. Se vio ahí en la pieza, acostada a oscuras. Su madre tras suyo, acariciándole el cabello. Sabía que era ella, la extrañaba tanto y agradecía con todo su ser su presencia y sus suaves manos por su cabello. Se volteó para verla con sus propios ojos, para sentirla de nuevo junto a ella, mas algo pareció estancarse. El aire de pronto se ausentó y la necesidad de respirar aumentaba mientras la imagen de su madre desaparecía.

    Abrió los ojos, la exasperación persistía, el sueño se fue, todo había acabado, mas seguía sacudiéndose convulsa en un intento de zafarse de aquello que la estrangulaba fría y desinteresadamente. Las lágrimas brotaron puras por sus ojos, sus extremidades flotaban coléricas en un intento de librarse. Cayó en la cuenta de que no lo lograría. Comenzó a golpear las paredes, su velador, pero su fuerza disminuía y el sonido se perdía sordo entre las sábanas. No resistió más, de tanto agitarse cayó al suelo de golpe, provocando un estruendo que se escuchó en toda la casa.
    Los padres abrieron los ojos. No sospechaban en lo absoluto qué había sido aquello. El papá armado de valor cogió la lamparita de noche a modo de bate. Bajó las escaleras, con las rodillas trémulas, y se dirigió inmediatamente hacia la habitación de su hija. No podía permitir que cualquier ingrato atacara a su hija. La sacaría de ahí y la mandaría junto a su madre y él se encargaría del resto. Abrió la puerta.

    Avanzó con cuidado para evitar hacer crujir la madera a sus pies. Se acercó al lecho vació y dirigiendo la mirada hacia el otro costado, vio con perturbación a su hija en el suelo con los labios azules y una mueca de terror que quedaría plasmada por siempre en su rostro.

    La cadena, la hermosa y delicada cadena… alrededor de su cuello.

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    Para la actividad ¡Vamos a pensar!
    Palabras: 500+título.
     

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