The Velvet Room

Tema en 'Persona' iniciado por Kaito, 21 Marzo 2020.

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  1.  
    MrJake

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    Akiko Brooks

    No pude evitar mirar con admiración a Diane. La observé mientras hablaba, con el rostro impasible, segura, tranquila, serena. No podía evitarlo, un único pensamiento rondaba en mi mente cuando la escuchaba hablar.

    ... quiero ser como ella.

    No tardaron en acompañarnos, sin embargo, aquella chica más pequeña y la muchacha de extravagante vestimenta; la primera recordó perfectamente mi nombre, pero... ¿cómo era ella? ¿Nagi Wa... Watanabe? Algo así, creo, sí. Luego, llegó también la chica extravagante. Ay, ¿se había presentado ya? ¿Por qué era tan mala con los nombres?

    Sin embargo, me sorprendió ver la actitud de la última chica. Algo altiva y bastante orgullosa, se dirigió con confianza hacia Igor. Sin duda, había experimentado una situación similar a la que experimenté yo. Y Diane también, por lo que decía... estaba claro que todos lo vivimos.

    —Entonces ha sido una especie de... prueba, o algo así —miré a Igor, ceño fruncido. Nos estaba poniendo a prueba él, ¿verdad? Todo esto era cosa suya—. Tenemos que tener una conversación con Igor, pero, primero, bueno... —me sonrojé un poco, agachando la mirada. Por mucha nueva confianza que tuviese ahora, s-seguía costándome aquel tipo de cosas, ¿huh?—. Creo que ya me presenté, pero eso, soy Akiko... de la clase 3-2. Así que, ehm... Diane, ehm, ¿Nagi?, ¿y tú eras...?

    Señalé, conforme las nombraba, a las tres chicas, deteniéndome en la última, cuyo nombre no conocía, o no recordaba. Uhm... su estilo era muy llamativo, sin duda. Pero me encantaba. A decir verdad, tomaría la inocencia de Nagi, la personalidad de Diane y el estilo de esta chica encantada. Sería mucho mejor as-

    ¡Ugh, Akiko, ¿es que no has aprendido nada?! T-Tienes que ser tú misma, no anhelar ser como otra persona...

    ... pero es que, ¡míralas, ay!

    Listen, me da mucha pereza revisar si en algún momento Akiko supo vuestros nombres (?) Juraría que Nagi se presentó y Anna no, no delante de Aki, quiero decir. ¡Pero bueno, se justifica con la mala memoria en todo caso, si salidas hay para todo! :D
     
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    Kaisa Morinachi

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    Nagi Watanabe

    Watanabe se quedó en silencio mientras escuchaba hablar a Diane, vaya, su voz también era linda, para nada chillona como tendía a ser a veces la suya propia. Cuando mencionó lo de las sombras recordó lo mal que se había sentido al inició, haciendo una muesca de disgusto, pero también recordó al tigre que guardaba en su interior, y que todo lo que había salido de la boca de ese ente era solamente mentiras... más bien sus propios miedos y penas, pero ya les había echo frente, ahora solo quedaba superarlos... Claro, era más fácil decirlo que hacerlo.

    Y cuando la tal Diane dijo que los demás no demorarían en llegar, la chica de mechones rosados entró por una puerta, y mientras se acercaba al resto le hizo un peculiar saludo al vejestorio que Nagi ni siquiera se había dignado a mirar.

    —Hey, ¿Te gustó el espectáculo, viejo? — Watanabe tragó saliva apenas escuchó eso, estaba clarisimo, de seguro era una delincuente.

    Al parecer Akiko se estaba presentando nuevamente, cosa que no parecía mala idea, le miró de reojo, aunque tuvo que inclinar un poco la cabeza hacía un lado. ¡Estaba sonrojada! Menuda sorpresa, Nagi sintió que le brillaban los ojitos, ahora si que era adorable, independiente de su altura.

    —... ¿Nagi?, ¿Y tú eras?...— Y sintió que le cayó un balde de agua fría.

    —Watanabe —dijo. —Es Watanabe— Su voz sonaba algo enojada. Bufó.

    —Iré a los asientos. — Y sin esperar respuesta alguna, se fue lo más atrás del vagón posible, sentándose lo más cerca de la pared.

    Le enojaba cuando le llamaban rápidamente por su primer nombre, y le era algo inevitable. Cerró los ojos apoyando su cabeza en la pared, necesitaba descansar un rato y reflexionar por todo lo ocurrido.
     
    Última edición: 24 Marzo 2020
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    Zireael

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    Shiori Kurosawa

    El monstruo había caído y casi al mismo tiempo, Amaterasu se había desvanecido, pero la calidez de su fuego había permanecido en su pecho. Se retiró el flequillo del rostro un instante, respirando ruidosamente, y cuando se dio cuenta el asistente de Igor había aparecido, tomándola por sorpresa.
    ¿Que Igor la esperaba? Seguramente debía esperarlos a todos.

    Reguló su agitada respiración, antes de dirigirse a la puerta que Isander señalaba, la puerta que la regresaría al Velvet Room. Apareció en el extraño vagón de nuevo.

    —Yamaguchi —dijo al reparar la muchacha y luego su mirada se paseó hasta topar con su otra compañera—. Hiradaira.

    Junto a ellas estaba otra chica, muy alta cabía decir, y quien parecía la más joven de las presentes. ¿Sería la chica que intentó consolar la primera vez que estuvieron allí? Ni siquiera le dio tiempo de averiguarlo, porque notó como se apartaba del grupo de repente.
    Asumía que todos debieron pasar por algo parecido, ¿no?

    Soltó un pesado suspiro. Esto apenas comenzaba.
     
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    Gigi Blanche

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    Anna Hiradaira Soria

    Las chicas habían comenzado a charlar, y Anna decidió enfocarse en ellas en vez de aguardar por una respuesta de Igor. Allí, rodeada, no pudo evitar fruncir el ceño y soltar un gruñido bajo. ¿Por qué hasta los japoneses eran más altos que ella?

    —¡Anna! —exclamó cuando Akiko buscó saber su nombre, haciendo el saludo militar—. Anna Hiradaira Soria. ¡Un gusto!

    Entonces notó que la susodicha se sonrojaba, algo nerviosa, y buscaba derivar la atención al correr la vista. Anna se la quedó mirando unos segundos, ajena a cuán desconsiderado o maleducado podía considerarse eso allí en Japón, y acabó por sonreírle.

    —Eres suuuuper alta —soltó, estirando el brazo y todo el cuerpo hacia arriba, hasta alcanzar la estatura de Akiko—. ¡Debe ser genial!

    Bueno, quizá no había sido la mejor forma de animar a alguien, pero al menos lo había intentado. Había oído, a su vez, la presentación de Nagi, y le llamó la atención cuando se apartó del grupo sin más. ¿La habría pasado muy, muy mal en su vagón? ¿Necesitaría compañía? Recordó al chico del ukelele, y con cuánta naturalidad había sabido sentarse junto a ella y distraerla, pero... al final la distraída fue ella, cuando Shiori apareció allí y se unió al grupo.

    —Oh, hola —la saludó agitando la mano—. ¿Qué tal te fue?

    Entonces la iluminación la atravesó como uno de aquellos rayos nucleares, y aunque quizá no tuviera del todo en orden sus prioridades, no pudo evitar sentir una inmensa alegría en su pecho. Allí estaba, en un tren misterioso, intercambiando nombres y compartiendo experiencias de vida o muerte con sus compañeras de la escuela. Eso... eso era algo grande, ¿verdad? Luego en clases podría acercarse y charlar con ellas, ¿verdad? Y, y, y almorzar juntas, o volver a casa juntas, o hacer cosas divertidas juntas, ¿verdad?

    Estaba... haciendo amigas, ¿verdad?
     
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    Hygge

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    Yule Shirai

    Yule fue el siguiente en materializarse, una vez más, en el Velvet Room. El ambiente de la sala, a pesar de todo lo ocurrido, se sentía liviano. Había cierta emoción contagiando la atmósfera del concurrido vagón. Parpadeó varias veces, comprobando que no había rasguños alrededor de su cuerpo. Giró sobre sus pasos, buscando con notoria curiosidad la silueta de Boreas, y tropezó torpemente, pisando uno de sus pies en medio de su desorientación, trastabillando sin llegar a caer al suelo. Al erguirse una breve risa escapó de sus labios, una risa pura y genuina, que se reía de su propia torpeza. Que la aceptaba tal y como era.

    No, allí ya no quedaba nadie, porque ese alguien había regresado a donde pertenecía. Había vuelto a casa. A su hogar.

    Y Yule, por primera vez, se sentía completo. Se sentía él.

    El chico paseó la mirada por la sala, y el alivio brilló en su rostro al comprobar que al menos las chicas presentes se encontraban bien. Las escuchó celebrar, y no pudo evitar si no sonreír. Había descargado tanto estrés y tanta ansiedad allá atrás, que ya no sentía esa pesadez en el pecho. Aunque se encontrase perdido en quién sabía dónde, rodeado de personas que aún no se había dado la oportunidad de conocer, algo le decía que todo estaría bien.

    ¿Sería Boreas, quizás, el que murmuraba esas palabras en su cabeza? Quién sabe.

    Sea como fuere, Yule permaneció allí, de pie, aguardando con la mirada al resto de integrantes del grupo. Vigilando que ningún monstruo de cuatro metros atacase una vez más al grupo. Las chicas, al menos, se merecían una charla tranquila. Aunque en el fondo no tuviese ni la más remota idea de cómo defenderse de un ser así, mucho menos a un grupo como aquel. ¡Pero por algo se empezaba!
     
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    MrJake

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    Akiko Brooks

    De pronto, Nagi... d-digo, Watanabe, se alejó y se apartó del grupo. No pude evitar quedar algo afectada al verla alejarse así. ¿Se habría molestado por haberla llamado Nagi? En Japón era normal llamar a los demás por su apellido, pero dado que yo lo detestaba, estaba demasiado acostumbrada a no dirigirme a otros así, y lo dije sin pensar. A-Además, no me acordaba muy bien de su apellido, era mucho más complejo que su nombre.

    Con todo, la chica estilosa, que se llamaba Anna, me elogió por mi altura, y no pude evitar que todo mi rostro se enrojeciese por completo.

    —Ah, eh... s-sí, bueno, mido 1,80. S-Siempre suelo destacar un poco por eso.

    Desvié la mirada. L-Los halagos me ponían un poco nerviosa. Pero Anna, en cualquier caso, se veía muy amable y simpática. Me agradaba, me transmitía una seguridad muy fuerte, una energía muy fuerte. Se contagiaba un poco esa alegría suya. O al menos la alegría que exteriorizaba, claro.

    Luego, llegó otra chica. Una chica que no parecía ser de muchas palabras, pero parecía conocer a Anna y a Diane. Todos tendrían la misma edad, probablemente, sí; serían de la misma clase. A esta nueva chica se la veía también... buena persona. O esa es la sesnación que me transmitió; se la veía... adorable, tranquila y amable.

    Con todo, mi vista no pudo separarse de otra chica. Watanabe. Me dirigí, algo tímida, hacia ella. Sin mirarle a los ojos, me senté a su lado, algo intranquila, y dije:

    —... h-hola, Watanabe —n-no sabía ni por dónde empezar. ¿En serio, Akiko, en serio un "hola"? ¡Acabas de hablar con ella hace como treinta segundos!—. P-P-Perdona si te he ofendido antes. A mí no me gusta que me llamen por mi apellido, ¿sabes? Lo... detesto. Así que puedo entender si no quieres que te llame a ti por tu nombre. Y... eso. ¿E-Estás bien, y tal?

    Ugh. Se me daban fatal estas cosas, pero, ¿qué otra cosa podía hacer? Me sentía en la obligación moral de acercarme a ella, porque se había apartado, se había alejado... y pensaba que era por mi culpa. Si yo no quiero que me aparten, ¿no sería injusto que yo aparte a otros...?

    Mira, las chicas son todas muy cutes, eh, yo no sé a cuál apapachar primero >:(
     
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    Kaisa Morinachi

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    Nagi Watanabe

    Nagi sintió como Hiradaira se sentó a su lado ¿Le iba decir algo? Bueno, normal, se había colgado de su cuello sin previo aviso ¿Le habría enojado a ello? La miró de reojo con lo parpados caídos, cuna cara de seriedad parecida a cuando alguien no ha dormido lo suficiente.

    Ya sea por suerte o no, Hiradaira se apartó del asiento cuando saludó a una chica que acababa de llegar... Era la primera vez que Watanabe la veía, otra persona más con mechas teñidas ¿Se había vuelto una moda? Por lo menos las suyas eran más discretas.

    Volvió a cerrar los ojos, y sintió como si algo le arañara el pecho... más bien la conciencia.

    Desde pequeña le habían inculcado que a quien no fuera de su familia tendría que llamarle por su apellido, era un acto de respeto, y el nombre solo se podría usar entre familiares o personas muy cercanas, y a estas últimas tenían que autorizarlo... O por lo menos ella era así de extremista, pues tenía todo eso muy arraigado.

    Nagi... obviamente era muy importante su nombre para ella, más cuando solo seis personas en su vida acostumbraban a decirlo, sus familiares y sus dos únicas amigas, las cuales eran las únicas chicas que no llamaba por su apellido, y se había demorado bastante para eso.

    Ahhh, las extrañaba mucho.

    Y a pesar de lo molesta que se sintiera por la acción de su sempai, ella también se había comportado terriblemente tosca, más que nada por lo incomoda que se sintió en aquella situación. No conocía a ninguna persona de ahí, además, todos eran mayores que ella, y el hecho de que Akiko le dijera Nagi... Le recordó que ya no estaba con sus viejas amigas, pues tras el accidente de Tokyo todas terminaron yendo a diferentes lugares, ya no se volverían a ver todos los días... Las únicas personas fuera de su hogar en las que confiaba ciegamente ya no estaban para tenderle una mano cuando lo necesitara, ya sea en el colegio o cuando iban juntas por la calle... Y la sensación de arañazos en su cabeza continuaban, era un dolor raro, seguramente debido a Byakko, que debía haberse percatado que de nuevo se estaba aislando, porque se estaba negando a la posibilidad de formar nuevos lazos solo por el echo de que no estaba acostumbrada a crearlos, por el echo de escapar cada vez que veía que las cosas se tornaban peligrosas.

    —...ho-hola Watanabe — Nagi giró un poco el rostro para ver quien le hablaba, sin percatarse Akiko había llegado a sentarse a su lado ¿Qué hacía ahí?. —P-P-Perdona si te he ofendido antes. A mí no me gusta que me llamen por mi apellido, ¿sabes? Lo... detesto. — Oh, así que resultaba que de cierto modo era todo lo contrario a ella la situación de los nombres, eso le sorprendió mucho, pero... Supuso que no era imposible que alguien detestara su apellido, a pesar de que ella extrañaba el suyo, no por el hecho de odiara el de su madre o algo por el estilo, simplemente estaba acostumbrada al de su padre. —Así que puedo entender si no quieres que te llame a ti por tu nombre. Y... eso. ¿E-Estás bien, y tal? —.

    Watanabe volteó nuevamente hacía la pared. Sentía ganas de escapar de ahí, pero sentía que si lo hacía se sentiría peor consigo misma. Ella también había sido descortés, y Akiko merecía una disculpa tanto como ella, aparte, la suya ya había sido recibida.

    Suspiró.

    —También fui descortés, sempai —mencionó sin mirarla a los ojos. —cla-claro que te perdono... — No tenía ni la más remota idea de como debía terminar. — No estoy en mis mejores momentos, preferiría estar en Tokyo, desearía que nunca hubiera ocurrido el atentado... Solo quiero volver a casa —mordió su labio inferior, mirando fijamente hacía el frente, tratando que sus sentimientos no se desbordaran. — Tan solo... empecemos de nuevo ¿Si?.
     
    Última edición: 24 Marzo 2020
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  8.  
    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Hiroki Usui

    Y con esas, el fantasma de su padre desapareció. Y las cadenas del pasado que seguía atándolo y le impedían ser del todo libre se fueron con él.

    Fenrir desapareció. Pero de alguna forma, el joven de Shibuya sabía que no se había ido del todo. Sentía el aullido del lobo del Ragnarök muy dentro de su pecho.

    Él era Fenrir. Y Fenrir era él.

    Vaya. Menudas mierdas más interesantes descubría uno sin esperarlas, ¿no?

    Cuando entró en el Velvet Room ligera sorpresa inundó su expresión naturalmente molesta. Enarcó una ceja. Bueno, parecían estar bien. Hace unos minutos temblaban del terror, casi meándose encima del miedo... y ahora reunidas hablaban como si fuesen amigas de toda la vida.

    La niña. La chica que babeaba por el deportista. Una joven que no conocía. Otra tipa que solo conocía de vista y la joven del cabello teñido.

    A la que le instó a tomar una carta.

    Parecía que a todas les había ido bien en sus respectivos compartimentos. Imaginaba que debían haber vivido exactamente lo mismo que él. El encuentro con su pasado y el despertar de su verdadero ser, de su Persona. Ese Igor era un cabronazo. El ambiente distendido, amistoso incluso, le hizo soltar un gruñido y pasarse la mano por el cabello. La espalda apoyada contra la pared.

    Parecía ser una manía, algo que hacía de forma inconsciente cuando se sentía incómodo. Después de todo no estaba acostumbrado a esa clase de escenarios.

    Pero muy dentro de sí... no le molestaba. De hecho podía decir, sin admitir por supuesto, que le alegraba ver que todo estaba bien.

    Ah, mierda... ¿se estaba volviendo un blando?
     
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    Reual Nathan Onyrian

    Reual Nathan Onyrian Adicto

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    Sanji Allende

    La puerta que conducía desde mi compartimiento hacia el Velvet Room se abrió de golpe, e hice acto de aparición, tocando mi ukulele en tonos alegres pero tranquilos, cosa que contrastaba fuertemente con el portazo que había dado para entrar. Obviamente, había entrado bailando. O al menos, lo que se podía bailar con un ukulele en las manos. Era una bola de alegría en estos momentos. Había matado un monstruo. ¡Lo había matado! O al menos, vencido. Y solo había temblado un poquito. Eso era un avance tremendo en mi libro. Se merecía una celebración.

    Recorrí todo el Velvet Room en esa algarabía de sonidos, sonriéndoles de manera agradable a todos. No había malicia en esa sonrisa. Aún no. Por ahora, me daría un descanso de eso. Pero nunca dije que iba a descansar de invadir el espacio personal de la gente. Para nada.

    Así que rápidamente escaneando el lugar para ver quienes habían aparecido, establecí una ruta de acción en mi mente, y la puse en marcha. Me acerqué primero al muchacho con el pelo teñido, o tal vez era natural, no sé. Estaba algo apartado del resto, así que era la presa perfecta. Lo rodeé con un brazo, y mientras cantaba, me inclinaba de un lado al otro, haciendo que el chico me imitara, mientras levantaba el brazo libre en el aire y seguía mis movimientos. Lo incité con la mirada a que hiciera lo mismo. Luego de unos segundos, tomé su brazo, y lo hice girar, para después dirigirme hacia mi próxima víctima.

    Había decidido ir por los teñidos primero. Así que ahora le tocaba a la de las trenzas rosadas. Vi que estaba conversando con las otras chicas, así que me dirigí hacia allí, y con un suave "Permiiiiso" la tomé de la mano, para luego hacerla girar un par de vueltas sobre sí misma, y poniéndole una mano en la espalda, la dejé caer hacia atrás, siempre tomándola de la mano. Era difícil, teniendo en cuenta que le sacaba como unos veinte centímetros, así que tenía que bajar bastante una rodilla para no encorvarme la espalda. La levanté de nuevo, y la hice girar una vez más, soltándola y dirigiéndome ahora hacia la de la única mecha azul.

    La tomé por los hombros, y mientras yo movía los míos, hacía que ella también hiciera lo propio. La hice girar media vuelta, y repetí los mismos pasos. No podía esperar mucho movimiento, la verdad, pero algo era algo.

    La siguiente fue esa muchacha que se había enfrentado sola al monstruo de cuatro metros. En cierta manera, me daba algo de miedo. O respeto. No sabía cual de las dos. Tal vez una mezcla. La cuestión es que simplemente me puse espalda con espalda, y mientras hacía pequeños movimientos con los hombros y tocaba el ukulele, terminaba por tirar mi peso contra ella, en el estribillo de la canción. Le arremoliné el cabello y me alejé de allí. Ahora le tocaba al más peligroso de todos. Al menos, parecía tener una actitud algo más calmada, que iba a aprovechar completamente.

    Estaba apoyado contra la pared, así que no podía hacer mucho. Así que me apoyé en uno de sus costados, mientras seguía tocando y cantando, para luego girar y quedarme apoyado en la pared, a su lado. Sabía que mi sola presencia molestaba al cachorro, así que no hacían falta pantomimas extras. Me quedé un rato ahí, cada tanto tirando el peso de mi cuerpo hacia él, dejándome caer, para luego volver a enderezarme. Y luego tan solo quedaban un par, que se encontraba charlando en uno de los asientos.

    Caminando de espaldas, me puse entre ellas, y dando un medio giro, las abracé a ambas por los hombros, o al menos, lo que podía, con la diferencia de altura que había entre nosotros. Seguí cantando, mientras las iba moviendo de izquierda a derecha. Las tomé a cada una por las manos y las hice girar, para luego plantar un beso en la mejilla de Akiko y arremolinarle el pelo a la niña. Me alejé de allí, dando vueltas, y terminé sentado en el escritorio de Igor. Le guiñé un ojo a Alice, y luego me dirigí hacia el narigón.

    — Bueno, señor de las cartas y la nariz larga, ¿esperamos al resto o vas a decirnos algo más?— pregunté, con una ancha sonrisa.

    So, escribir esto fue un parto, porque me dio algo de cringe la verdad (? Si me encontrara un Sanji en la vida real, probablemente le daría un puñetazo.
     
    Última edición: 25 Marzo 2020
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    Yugen

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    Hiroki Usui

    El ambiente distendido no tardó en irse a la mierda cuando apareció el tipejo del sombrero. Estaba tocando un ukelele, haciendo ruido, porque no cantaba realmente y molestando a todo el mundo en el vagón. Hiroki apretó los dientes y cerró los ojos mientras se movía a su lado al compás desafinado de su instrumento de cuerda.

    Conteniéndose para no partirle la cara, por supuesto. La sangre le burbujeaba en las venas al notar lo obvio que era lo mucho que aquel capullo se estaba esforzando por incordiar.

    Molestar a las chicas, también. Incluso a la tipa que babeaba por el deportista que pareció ciertamente incómoda ante su atrevimiento. Dio vueltas y vueltas por el vagón, cantando y bailando...

    y teniendo en cuenta que ya le tenía ganas de antes, la gota no tardó en rebasar el vaso de su nimia, ínfima paciencia.

    —Eh, caramierda—lo llamó. Y cuando Sanji se dio la vuelta recibió el impacto de un prieto puño en el rostro, golpe que lo lanzó al suelo desde la mesa. Fue directo, brusco.

    Hiroki se detuvo delante de él crujiendo su nudillos con la mano contraria, los labios apretados en una mueca de profundo desagrado.

    Nah... ¿qué coño?

    No era un blando.
     
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    Kaisa Morinachi

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    Nagi Watanabe

    Watanabe había observado como Sanji llegaba tocando y cantando mientras formaba un alboroto, y eso no era específicamente un problema, el problema estaba en cuanto empezó a mosquear a la gente de la sala, todos y cada uno de ellos, nadie se salvaba.

    Cuando lo vio acercarse Hiroki, el tipo lobo, sintió un ligero temblor recorrerme el cuerpo, eso no podía terminar bien, pero ante de siquiera alcanzar a ver su reacción Sanji se encontraba ya entre ella y Akiko ¿Cómo diablos se había colado ahí?

    Le dolio la cabeza de tanto movimiento brusco de izquierda a derecha, si de por sí le dolía por todo el estrés que había tenido durante el día, ahora era peor, aparte de sentirse terriblemente avergonzada. No estaba acostumbrada al afecto espontáneo, mucho menos de un chico, e impociblemente mucho mayor que ella, y justo antes de que le entrarán ganas de esfumarse de ahí Sanji se había alejado para hablarle al hombre de nariz de papagayo.

    Y lo que ocurrió la dejo mal, muy mal.

    Hiroki se había acercado solo para plantarle un puñetazo en la cara, que lo termino dejando en el piso.

    Apenas Watanabe escuchó el sonido del cuerpo del chico estrellándose en el piso la chica se tapo los oídos, para rápidamente bajar su cabeza hasta que topará con sus rodillas.

    No le gustaban las peleas, no le gustaban los tipos violentos y menos aún esas dos juntas.

    —Da miedo, mucho miedo —murmulló, afinando su oído atenta a cualquier ruido que alertara cualquier peligro, con el corazón palpitando frenético.

    Y por algun motivo, sentía que esa situación ya la había vivido antes.

    Si, ellos ya habían peleado la primera vez que entraron a The Velvet Room.
     
    Última edición: 25 Marzo 2020
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    Zireael

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    Shiori Kurosawa

    —Supongo que podría decirse que me fue bien, la verdad no estoy muy segura —respondió a su compañera, junto a una risa nerviosa—. ¿Y a ti, qué tal?

    Notó como la chica alta luego de responderle a Hiradaira, se retiraba para seguir a la más joven, lástima, no pudieron presentarse. Aunque bueno, no es como si esa fuese a ser la última vez que la viera, ¿cierto? A ninguno de ellos, de hecho.

    No pudo siquiera escuchar la respuesta de Hiradaira, cuando otro muchacho había aparecido, cantando alegremente con un ukelele, el mismo que había cantado para la chica antes, debía ser mayor que ella. Se acercó primero a Shirai, a quien hasta ahora había notado, luego a su compañera y, sin siquiera permitirle reaccionar, se acercó luego a ella, tomándola por los hombres y haciendo el intento de que se moviera a su ritmo.

    —¿Se puede saber qué haces, senpai? —No era que le molestara, realmente solo la ponía algo nerviosa, y debió notarse en el violento sonrojo que le cubrió el rostro, aunque había tratado de seguirle el ritmo a pesar de la ansiedad.

    El muchacho había continuado su camino y supo de inmediato el desenlace de aquella situación en cuando lo vio acercarse al chico con personalidad de perro con malas pulgas.

    El golpe que te van a soltar, joder.

    Dicho y hecho, apenas acababa de separarse de la tímida castaña y la otra chica, para dirigirse a Igor, cuando el chico de cabello cenizo, ni lento ni perezoso, ya le había soltado un golpe.
    Suspiró, acercándose a ambos, uno el suelo y el otro a punto de provocarse las arrugas de toda su vejez en un minuto, con esa mueca de disgusto.

    —Senpai. —Esta vez a quien se dirigía era al chico perro. Hablaba con su tranquilidad usual, como si hubiera tratado con malhumorados toda su vida—. Si quieres golpearlo cuando no estemos todos juntos no es mi problema, aquí entre nos, hasta lo entendería, pero creo que si le sueltas un solo golpe más frente a esa chica, le va a dar un colapso nervioso aún peor.

    Señaló a Nagi, aún junto a Akiko, sin importarle si le hacía caso o no, pero al menos podía intentarlo.
     
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    Reual Nathan Onyrian

    Reual Nathan Onyrian Adicto

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    Sanji Allende

    Quedé con las piernas para arriba, apoyadas en el escritorio, los brazos a los costados, y la cabeza dándome vueltas. En estos momentos debía ser un excelente modelo para cualquier animador de caricaturas. Con un suave quejido de dolor, me giré hacia un costado, para luego levantarme mientras me acariciaba el rostro. Al menos, no había apuntado hacia la mandíbula. Eso me la hubiera quebrado. Eso sí, la nariz me sangraba a borbotones, y probablemente me la hubiera quebrado. Esperaba que no, respirar con la nariz quebrada no era para nada divertido. Ya lo había experimentado.

    Tiré la cabeza hacia atrás, mientras intentaba frenar la hemorragia con una manga.

    — Bueno, no te agrada ese estilo de música, anotado. Que bueno que me hayan insensibilizado la cara de pequeño, si no de verdad estaría en un aprieto. Pero supongo que un puñetazo a la cara en cavernícola o perro antropomorfo significa saludar, así que hola a ti también. ¿Cómo te fue?— pregunté, todavía sonriendo.

    No era la primera vez que me pegaban un puñetazo de tal magnitud, y seguramente no iba a ser la última. Eso sí, todo lo dije detrás del escritorio y alejado a un par de metros del bravucón. Era atrevido, no idiota. Bueno, no TAN idiota.
     
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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Hiroki Usui

    Fue en ese momento que escuchó una voz diferente. Logró colarse con suavidad, calma, entre las neblinas de su mente y su malhumor. ¿Qué decía? ¿Le hablaba a él?

    Era la joven de la mecha azul.

    Hiroki se volteó ligeramente sin apartarse del todo del tipo del sombrero en el suelo, magullado por el golpe. Soltó un bajo "¿ah?" ronco y pesado dirigiendo la mirada hasta la figura hecha casi un ovillo a un lado, que se cubría los oídos con sus manos. Temblando del terror.

    Sus ojos dorados se dilataron de la sorpresa y el impacto. Fue duro, un choque inevitable que lo trajo de vuelta a la realidad.

    Agh, mierda.

    Era la niña del sueño. Aquella que había intercedido por Sanji cuando había estado a punto de partirle la cara en aquella ocasión. La recordaba. Aquella vez su súplica casi desesperada había detenido su espiral de violencia.

    En esta ocasión no había podido contenerse. ¿Pero era su culpa acaso? Ese cabronazo estaba molestando a todos a propósito.Ya le había tocado bastante las pelotas.

    Se llevó la mano al cabello y soltó un suspiro pesado entre dientes. Nuevamente, su cabello volvió a caer en el mismo sitio como las cartas al barajarse. La había cagado o algo así. Podía darse cuenta.

    No le gustaba esa situación de mierda. No le gustaba para nada. Él no era un monstruo. No era su padre.

    No lo era, joder.

    Caminó hasta la pequeña figura que parecía tratar de desaparecer y con toda la suavidad que pudo reunir—que no fue mucha porque no sabía ser ni amable ni ser tierno—apoyó la palma de su mano en la cabeza de la niña.

    Pudo sentirla encogerse.

    —Hey—dijo, ciertamente incómodo, dando unos golpecitos suaves como si estuviese acariciando a Ike, su perro—. Ya, ya. Ya está o lo que sea. El cabronazo te estaba molestando ¿no? Agh.

    Su voz era ronca y áspera pero había en ella, muy leve, muy débil, cierto tono conciliador. Como si tratara de... ¿consolarla? ¿disculparse? ¿Ambas?

    Era difícil saberlo.

    Se incorporó como si nada hubiera pasado con las manos en los bolsillos del pantalón. Sus ojos dorados se fijaron en la chica de la mecha azul... y con un gruñido bajo, casi resignado, volvió a pasarse una mano por el cabello.

    Mierda, como costaba asumir los errores.
     
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  15.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Anna Hiradaira Soria

    Estuvo a punto de responderle a su compañera cuando el muchacho del ukelele apareció por la puerta, cantando y bailando. Le llamó la atención de inmediato y se giró hacia atrás, viendo cómo agarraba a Yule y lo zarandeaba de acá para allá. Le dio algo de pena la situación ya que podía imaginarse los nervios del pobre muchacho, pero aún así soltó una risita divertida. No se lo veía malvado, sólo... algo tonto.

    —¿Qué hace ese tipo? —murmuró hacia Shiori y Diane, las chicas que permanecían con ella.

    Comenzó a darse cuenta que sus planes incluían al vagón entero cuando lo vio dirigirse directamente a ella e, inmiscuyéndose en la conversación, la sujetó de la mano y la hizo girar sobre sí un par de veces. Al principio sorprendida, luego bastante divertida, Anna volvió a reír mientras se dejaba hacer con cierta agilidad y liviandad, producto de todos los años que llevaba de experiencia manejando su cuerpo. Se preguntó cómo rayos hacía para encargarse de tantas maniobras sin que se le cayera el ukelele, y estuvo por decirlo en voz alta cuando la sostuvo por la espalda y la inclinó hacia abajo. Anna enganchó el brazo detrás de su cuello para evitar desplomarse en el suelo, ya que aquel tipo parecía un payaso, no un trapecista, y contagiada por toda la alegría de su espectáculo alzó una pierna en el aire, como si fuera el paso final de un gran número de baile.

    Mamita, qué suerte que había decidido llevar desde el primer día sus pantaloncillos cortos de entrenamiento debajo de la falda.

    Como había supuesto, el chico siguió su recorrido por el vagón entero... hasta que el tipejo de malos modales lo calló con un buen golpe en medio del rostro. El lugar pareció congelarse en aquel momento y Anna alternó la mirada entre ambos, con una mezcla de sorpresa e indignación en su rostro. Estuvo a punto de intervenir cuando Shiori se le adelantó, hablando calmada y razonable. Vaya, ella también parecía muy centrada y templada. En cierta forma, le recordó a Diane.

    Todo había ocurrido en pocos segundos, y no supo qué hacer ni cómo intervenir para ayudar. Una vez más, la indecisión se la estaba comiendo. El muchacho agresivo, ese con pinta de perro callejero, parecía haberse dado cuenta de sus errores; incluso había intentado... calmar a Watanabe. El del ukelele, sin embargo, parecía no aprender la lección. Rebuscó entre su ropa, mas no encontró ningún pañuelo o similar para ayudarlo con la sangre. De cualquier forma, se le acercó.

    —Oye, ¿estás bien? —inquirió, frunciendo el ceño de preocupación, y luego cambió a una expresión más enojada y colocó los brazos en jarra—. ¿Eres masoquista o sólo estás tonto? ¿Podrías dejar de seguir queriendo causar conflicto, por favor? No está bueno para nadie.
     
    Última edición: 25 Marzo 2020
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  16.  
    Lucas Diamond

    Lucas Diamond Dios de FFL

    Aries
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    Diane Yamaguchi

    Por lo que nos comentó, a Shiori también le había ido bien en su especie de prueba. Me alegraba de oírlo, pues parecía una buena chica. Ofrecerse a enseñarnos el instituto sin conocernos de nada hablaba muy bien de ella.

    Pero la charla entre nosotros se vio interrumpida cuando aquel tipo volvió. Sí, probablemente él era uno de los involucrados en la pelea el primer día que tuvimos este sueño... Uno a uno, fue agarrando a todos y bailando con ellos. Anna se mostró muy receptiva, siguiéndole los pasos, mientras que Shiori parecía algo más incómoda. También bailó conmigo, colocando su espalda contra la mía y echándose sobre mí. No fue algo molesto, ciertamente, me agradaba la gente que transmitía buena energía, aunque este chico... Probablemente tenía un exceso de energía. Tanto que para algunos pudiera resultar molesto. Me revolvió el pelo, finalmente, y se marchó a bailar con los demás.

    Y como bien imaginaba, no a todo el mundo le gustaba su baile. Porque aquel que con seguridad también estuvo metido de lleno en la pelea se puso furioso. Y sin comedirse, le lanzó un brutal puñetazo en la cara, empujándolo para atrás.

    Todos quedamos algo sorprendidos, en especial Watanabe, que ya de por sí estaba algo alterada por la reciente situación vivida con Akiko. Pobre chica...

    Shiori dio un paso al frente para reñir al agresor, no tanto por su acción, sino más bien por realizarla allí, donde había gente tan aprensiva como Watanabe. El tipo, en lugar de desatar su furia contra ella por el comentario, pareció aceptarlo sin más. Se sentía culpable en cierto modo.

    —Espero que te sientas mejor después de golpear a ese chico —le recriminó también Diane—, porque probablemente seas el único aquí. La próxima vez, si te molesta lo que está haciendo, deberías pedirle que pare o tomar otra medida. ¿Qué piensas que vas a conseguir golpeando a la gente? ¿Qué culpa tiene él de que no te haya gustado su actuación? Anna se veía muy contenta, siguiéndole los pasos, por ejemplo. Espero que puedas meditar un poco tus acciones antes de volver a actuar de forma tan impulsiva. No tienes derecho a maltratar a otra persona.

    >>Y en cuanto a ti —me dirigí ahora al bailarín, cuya nariz se encontraba roja por la sangre que le salía—, deberías tener cuidado con quién decides involucrar en tu show. No a todo el mundo le puede gustar, y no todo el mundo tiene la misma paciencia. Creo que en la situación en la que estamos —y ahora se refería a los dos— no deberíamos tener estás actitudes tan hostiles entre nosotros. Estamos metidos en esto, y aún desconocemos qué buscan en nosotros o qué nos va a pasar. Creo que lo mejor será un trato cordial, cuanto menos. Por el bien de todos.

    No necesitó decir nada más. Si querían hacer caso a sus palabras o no era algo que no dependía de ella, pero desde luego les transmitiría su desaprobación cada vez que actuasen de aquella manera tan irracional. Había aún muchas cosas de las que preocuparse antes que de evitar que aquellos dos se metieran en una pelea.
     
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  17.  
    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

    Tauro
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    Nagi Watanabe.

    Después de un leve silenció Nagi escuchó una voz que denotaba confianza, pero sin perder la calma, una voz suave, que a pesar de eso se lograba es cuchar por todo el vagón. Conocía esa voz, bien que la conocía, pues había sido la misma que le calmó bajo la situación similar que se había formado la primera vez que todos se reunieron en The Velvet room, a pesar de eso nunca llegó a reconocer el rostro de la dueña.

    La chica le había advertido al tipo con complejo de perro sobre la situación de la menor, había de tener agallas para hablarle, aunque bueno, tratándose de Nagi para hablar con cualquier chico 8 cm. más alto que ella se necesitaba cierto valor, en ocasiones algo exagerado.

    Y sin pasar mucho tiempo escuchó como unos pesados pasos se acercaban hasta donde estaba ella, no necesitaba levantar el rostro para saber quien era, y mucho menos quería hacerlo. Entonces, el Inu apoyó su mano en la cabeza de Nagi, era grande, hasta llegaba a ser pesada, sentía como su corazón se detenía un momento... Aunque no le iba a ser nada ¿Verdad?

    Ya, ya. Ya está o lo que sea. El cabronazo te estaba molestando ¿no? Agh —decía mientras empezó a darle palmaditas en su cabeza, las cuales eran un poco pesadas, pero al mismo tiempo tenía un poco de suavidad, y a Nagi le costaba creer que alguien que acababa de mandar a volar a otra persona con esa misma mano podría llegar hasta ese punto. Aparte, parecía que era la primera vez que el perro de la Secundaria Hanazawa no parecía ladrar mientras hablaba. De apoco, dejaba de estar tan asustada, aunque los nervios se mantenían ahí.

    Sanji había empezado a molestar al resto, esa parecía ser la razón con la que se excuso él, y ella no podía negarlo, más cuando si le había hecho sentir algo mal... Pero tampoco podía aceptarlo como motivo suficiente para golpearle, a ella más de alguna ocasión la había pasado mal a costa de otros, aunque eso haya sido hace ya algo de tiempo, y aún así nunca recurrió a la violencia para detenerles... aunque bueno, no es como si tuviera la fuerza para hacerlo desde un inicio, y aunque la tuviera, golpear a alguien por cada vez que se haya sentido enfadada o frustrada no hubiera sido una opción, pues si fuera así ¿Qué pasaría cuando su enojo fuera injustificado o injusto? Sería mero abuso.

    No compartía las palabras de Hiroki... aunque tenía que admitir que eran diferentes, y mientras el daba el puñetazo ante algo que le cayera mal, ella solamente sería de las que huyen y se esconden cuando algo le atemoriza.

    Pero aún así llegó a comprender, aunque con algo de dificultad, que las acciones de Hiroki no habían sido con intención de asustarla, mucho menos de herirla en algún momento, pues su reciente acción no demostraba agresividad.

    Nagi dio un suspiro tembloroso, dejando escapar todo el aire contenido, y se irguió completamente hasta dar con el respaldo del asiento. Aun mantenía la cabeza gacha y sus manos se aferraban dolorosamente a sus rodillas.

    —Okey —contestó finalmente con un tono de voz bajo, nunca alzando la mirada—. Ya estoy bien.
     
    Última edición: 25 Marzo 2020
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  18.  
    MrJake

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    Akiko Brooks

    Todo iba muy bien. De verdad, todo iba estupendamente: pude disculparme con Watanabe, y ella me devolvió la disculpa amablemente, logrando robarme un pequeño pedazo de mi sonrisa. Luego entró el chico de cabellos bicolor, ¿Yule, se llamaba?, y también parecía contento y aliviado de reunirse con el grupo. Incluso cuando entró Hiroki, pese a estar alejado del resto, a no saludarnos y a fruncir el ceño de esa manera, pude notar que en el fondo estaba contento, aunque fuese un poquito.

    Porque si de algo sirve vivir aislada y sin amigos durante tanto tiempo, es para aprender a observar. Y yo solía... observar muy bien. Aunque a veces, lo reconozco, comenzase a adentrarme en ese círculo vicioso de paranoia y vergüenza y pensase que todos me miraban y juzgaban, en un estado sereno era capaz de ver más allá de los ojos de las personas, leerlos de algún modo.

    ... por eso desde el principio sube que había algo mal con Sanji, y no me equivocaba. Tan pronto como entró, todo dejó de estar estupendamente, todo dejó de ir bien. Porque empezó a danzar cual payaso por la zona, canturreando y tocando el ukelele mientras iba, uno a uno, molestando a todos los presentes

    El colmo fue cuando, sin previo aviso, besó mi mejilla durante su baile. Quedé pálida, roja, no sabía ni cómo describirlo. El desconcierto se sumó a la vergüenza y a la incomodidad, creando un cóctel tan extraño que no pude casi ni reaccionar. Sólo alcé las cejas y quedé ahí, inmóvil. ¿P-Por qué hacía eso? ¿¡Por qué me dio ese beso!? No estaba acostumbrada al contacto físico directo, y que sucediese de esa manera y lo hiciese ese chico... me causó escalofríos. Y no precisamente buenos.

    Con todo, lo que vino después fue peor. Watanabe empezó a asustarse, e Hiroki se lanzó a por Sanji, golpeándole con un puñetazo. Se me heló la sangre en ese momento.

    Suerte que todas comenzaron a poner un poco de orden. Diane dio un discurso que me dejó de piedra, admirada y maravillada más aún ante su serenidad y madurez. Anna y la chica del mechón encararon también a Sanji, ¡y hasta Hiroki trató, a su manera, de consolar a Watanabe!

    Fue por eso, por la influencia del grupo, que me atreví a hablar, aunque con la voz algo entrecortada.

    —H-Hiroki-kun, por favor, déjale, ¿sí? Pegarle no soluciona nada... ademas, s-seguro que ninguno de los dos sois malos chicos, en realidad; n-no queremos que os peleéis. Olvidemos esto, por favor. A-Además, no olvidemos que estamos aquí por Igor, y que a todos nos une algo extraño. N-No quisiera empezar esta, ehm... ¿relación? —d-decir "amistad", supongo, aún me costaba demasiado. ¿Siquiera conocía qué significaba esa palabra, acaso? C-Creo que no— de mala manera, ¿sí? L-Llevémonos bien, al menos hasta entender qué está pasando y salir de aquí.

    Y, tras eso, me giré a mirar a Watanabe y, de forma inconsciente, le volví a sonreír. Sentía que, tal vez, una sonrisa la tranquilizara.

    ... incluso a mí me tranquilizó. No solía sonreír, y era... realmente terapéutico, a decir verdad.
     
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  19.  
    Reual Nathan Onyrian

    Reual Nathan Onyrian Adicto

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    Sanji Allende

    Por primera vez, estaba...¿desconcertado? Sí, seguramente. Era una sensación rara. Ya eran como cuatro personas que me habían retado al mismo tiempo, y todos se los veían bastante serios. Terminé de sorberme las últimas gotas de sangre que me quedaban (o al menos eso esperaba) y me quité la manga, que estaba completamente teñida de rojo. Diablos, ¿cómo iba a sacar tanta sangre? Mantuve la cabeza hacia atrás, como medida preventiva, aunque el golpe me había entumecido un poco el cuello.

    Suspiré mientras me rascaba con nuca. Iba simplemente a encogerme de hombros cuando sentí una fuerte punzada de dolor en el cerebro, que me hizo soltar un grito, que me forcé a ahogar apretando los dientes. Mi respiración había comenzado a acelerarse, pero intenté calmarla.

    — ¿Y eso por qué diablos fue...? ¡Ah, carajo!— exclamé, cuando otra punzada me atravesó la cabeza. Podía sentir como una vena comenzaba a notarse en mi sien.— ¡Ok, ok, está bien, lo haré! Por la Virgen, eres igual a Nona.

    Bufé, mientras sopesaba que hacer y me frotaba la cabeza. Jodida Huitaca, ¿ahora la tenía de niñera?

    — Descuida, solo soy un idiota con mucha energía y una mujer enojada en la cabeza.— le respondí a la muchacha de trenzas rosas, con una media sonrisa, que intentaba ser tranquilizadora, aunque por la posición de mi cabeza, era difícil verlo así. Me dirigí al resto del vagón.— Prometo intentar no ser tan molesto, aunque es un hábito que será casi imposible de borrar, desde ya me disculpo. Al menos, cuando cante, les dejaré un mínimo de espacio, ¿está bien?

    Me dirigí con paso lento hacia donde estaba Hiroki, y me quedé al frente, mientras lo observaba.

    >> Te intentaría dar la mano para pedirte disculpas, pero debes ser alérgico ya a que te toque, así que...eso, lo siento. Intentaré mantener cierta distancia contigo, al menos por el resto. Y contigo.— dije, girándome hacia Akiko.— Contigo tengo que hablar luego.

    Después de eso, me alejé de allí, mientras parecía hablar conmigo mismo.

    — ¿Estás contenta ya? Maldita manipuladora. No sabía que te ibas a parecer tanto a mí. ¡Auch, auch, ok, ok, lo siento! Jesús...— repliqué, mientras me sentaba en un asiento y me ponía a afinar mi ukulele. Con tanto baile y golpiza, las cuerdas se habían aflojado un poco.
     
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  20.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Shiori Kurosawa

    Vio al gruñón dirigirse hacia la chica, casi a regañadientes, y darle un par de palmadas en la cabeza. No solo parecía un perro, era igual de torpe que uno cuando sabe que ha hecho algo mal.
    Se le escapó una risa nasal a pesar de que intentó contenerla y se llevó una mano a la boca, avergonzada. Cuando el chico perro volvió a dirigir su mirada amarillenta hacia ella, le dedicó una sonrisa genuina aunque no supo si la vio. Pudo jurar que había gruñido, como el animal salvaje que era.

    No ha sido una disculpa, pero buen intento.

    Yamaguchi fue la siguiente en reñirle, con bastante más lógica y agradeció internamente su intervención, pero lo que la tomó por sorpresa realmente fue escuchar que la tímida muchacha alta comenzaba a hablar. A ella también le agradeció en su interior, incluso más que Yamaguchi, porque parecía que le había costado el triple decir esas pocas palabras.
    Hiradaira, por su parte, estaba con el alborotador.

    ¿Así que se llamaba Hiroki? Ugh, pero dirigirse a él de esa forma era... demasiado, ¿no?

    Estuvo por dar un paso hacia adelante, cuando el alborotador del ukelele hizo algo bastante parecido a lo que había hecho Hiroki aunque menos torpe, sorprendentemente, porque al menos había sido capaz de externalizar que era una disculpa. Aún así, ni siquiera le dio tiempo de responder al remedo de perro.
    Volvió a acercarse al de cabello cenizo, con cautela, pero sin miedo.

    —Creo que ya entendiste el mensaje, ¿no? —habló sin mirarlo, aunque lo había entendido desde el inicio y lo sabía—. Tampoco pretendo que nos hagas caso, porque no eres de los que hacen caso, ¿o sí?

    Se le volvió a escapar una risa ronca, una risa que no tenía nada de burla en ella, ¿era ternura, quizás? El tipo de risa de una madre paciente, luego de que su hijo recibe de otro un golpe que llevaba buscándose desde hace meses y por el que sabe que ni siquiera debe lloriquear. Ambos chicos tenían esa actitud, a decir verdad, y provocaban en ella esa reacción.

    >>De todas formas lo que quiero decir es que se agradece el intento, senpai —dudó un instante, pero extendió su mano hacia él y acarició su antebrazo un instante, antes de apartarse.


    Prometo que es mi último post antes de que aparezcan los que nos faltan (?) porque van a tener que leerse like, 4 páginas a este paso xDD
     
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