The Velvet Room

Tema en 'Persona' iniciado por Kaito, 21 Marzo 2020.

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    Kaito

    Kaito Usuario popular

    Aries
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    —¡Atención, críos! —vociferó de repente la chica; tanto ella como el otro hombre se habían colocado a ambos lados del escritorio de su amo—. El Amo va a hablar.

    —No esperaba tanta revuelta —dijo el hombre que se encontraba sentado; su tono de voz no denotaba enfado, sino todo lo contrario. Era como si estuviese viendo una entretenida obra de teatro—. Pero de todos modos, así son los humanos. Impredecibles... eso es lo que los hace interesantes.

    >> Bienvenidos al Velvet Room. Mi nombre es Igor, y soy el maestro de este lugar. Permítanme presentar a mis asistentes. Isander.

    El hombre con aspecto de mayordomo se llevó una mano al pecho e hizo una cortés reverencia a todos los presentes.

    —Alice.

    La muchacha apartó la mirada, como si el tener que hacer presentaciones fuese una completa pérdida de tiempo para ella. Su actitud parecía ser totalmente opuesta al educado y correcto Isander. Desde afuera, se oía como las ruedas del tren seguían avanzando... hasta parecía que estuviesen acelerándose...

    —Vaya, vaya, que jóvenes inquietos han llegado a nuestras puertas... —comentó Igor, con un tono de voz levemente intimidante—. Estoy seguro de que pensarán que se trata de un secuestro. No deberán preocuparse por eso; les puedo asegurar que, cuando terminemos aquí, despertarán nuevamente en sus cómodas camas. Esto no se sentirá como nada más que un sueño... pero les aseguró que esto es bien real.

    >> Las agujas del tiempo no paran de moverse hacia delante. Aún cuando deseemos con todas nuestras fuerzas... éstas no podrán volver hacia atrás. El destino planea para el futuro, el pasado ya fue escrito... y el presente, ¿cómo lo vivirán? Sólo ustedes pueden determinarlo... sólo ustedes pueden impedir que el pasado destruya el futuro... sólo ustedes podrán enfrentar el mal que se cierne sobre sus futuros...

    Igor tronó sus dedos. Isander dio unos pasos hacia delante, y en ese momento todos se dieron cuenta de que tenía en sus manos un pequeño cofre rojo y dorado. Lo posicionó frente a los diez jóvenes, y lo abrió para revelar su contenido.

    En el interior de cofre, había un total de diez relojes de bolsillo dorados. Eran clásicos, elegantes, similares a los que se usaban en épocas antiguas... Isander les tendió el cofre en su dirección. Había 10 relojes, y 10 personas... ¿acaso era una invitación a tomar uno? ¿Un reloj para cada uno? Así parecía...

    —Tomad uno por persona —dijo Igor—. Los Relojes Dorados ciertamente serán instrumentos clave en impedir la inevitable ruina que se avecina...
     
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    Ikoma-kun

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    Oreki Tojo

    —Un poco de pan Yakisoba estaría super sin duda—dijo el rubio aún entre un sueño de pasteles y bocadillos ajeno de cualquier ruido o tumulto....eso hasta que un último golpe perturbó aquel delicado equilibrio.


    Con dos parpadeos pesados Oreki apenas podía percibir unas siluetas en unos movimientos algo bruscos e incluso creyó escuchar algún grito femenino y demás cosas.

    Aletargado sostuvo su estómago por un momento y un rugido surgió de lo más profundo. Cosa que espabilo al joven quien ojiplatico y algo ruborizado volteo la vista aveegonzado.

    —L-lo lamento creo que la hora de la cena me requiere.

    Sin embargo rápidamente noto como un ambiente extraño le rodeaba a él y otro grupo de chicos, por un minuto un manojo de nervios se apoderó de el, solo podía ver como un extraño tipo de aspecto chistosamente raro les daba la bienvenida a la par de una chica pálida y otro tipo alto ¿Que rayos era eso?

    Como si tener el estómago vacío no fuese suficiente, el rubio no paraba de observar al hombre narigon quien Lucía un atuendo elegante digno de un restaurante de alta alcurnia..

    —¡Genial! Es un restaurant—salto emocionado por alguna razón esperaba una mesa llena de bocadillos y grandes platillos pero, una extraña realidad a la vez que sentía extrañas miradas le examinaban.

    —Perdon...¿No es un banquete a caso?—inquirio observando el techo mientras frotaba su mentón, puede que pareciera alguien distraído pero tenía un extraño presentimiento ante todo aquel singular escenario.


     
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    MrJake

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    Akiko Brooks

    Los eventos eran demasiado extraños y sucedieron demasiado rápido para mí. No podía asimilar toda esa información, era... demasiado extraño e inverosímil. ¡Aquellos dos tipos habían aparecido de la nada! ¡Y la fuerza del muchacho era impresionante! Era, sin duda, una escena surrealista; aquellos dos chicos tan escandalosos (cada uno a su manera, pero los dos escandalosos, al fin y al cabo) iniciaron una pelea que pronto fue interrumpida por aquel hombre, mientras que el llanto de otra chica inundó la sala.

    Pero todo cobró sentido cuando oí esa frase. Mis sospechas, al fin y al cabo, se hicieron realidad. Y suspiré aliviada; al menos no estaba loca, porque, como el tipo narigudo dijo...


    "No deberán preocuparse por eso; les puedo asegurar que, cuando terminemos aquí, despertarán nuevamente en sus cómodas camas. Esto no se sentirá como nada más que un sueño... pero les aseguró que esto es bien real".


    Claro. Era un sueño. Un sueño. Eso lo explicaba todo, sin fisuras. Si estaba soñando, cualquier cosa extraña que sucediese se explicaría en sí misma. Ciertamente, el hombre narigudo dijo claramente que "esto es bien real", pero... si es producto de mi sueño, ¡obviamente diría que él es real! Una criatura onírica no reconocería su propia irrealidad, ¿no?

    Algo más relajada, pero sin perder del todo la tensión en mis músculos, me moví ligeramente, separándome de la pared del vagón y dando un par de pasos hacia el hombre, observando brevemente a la gente que me rodeaba, aquellos otros chicos.


    "Tomad uno por persona. Los Relojes Dorados ciertamente serán instrumentos clave en impedir la inevitable ruina que se avecina..."


    Eso fue lo que dijo el tal Igor. Mi mirada, por algún motivo, no podía apartarse de aquellos relojes. Con curiosidad, tal y como dijo él, tomé uno. Y, con un hilillo de voz, asustada, pese a saber que estaba en un sueño, dije:

    —E-Ehm... ¿y para qué queremos... estos relojes?

    No estaba segura de qué respuesta esperaba encontrar, pero, ¿qué más daba, realmente? Al fin y al cabo, todo... todo era un sueño, ¿no?
     
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    Lucas Diamond

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    Diane Yamaguchi

    Ni el traqueteo del tren ni el grito de aquella chica pudieron despertarme de mi sueño. Había acostumbrado a dormir poco en los últimos meses, quizás por eso aún dormía profundamente. No fue hasta unos minutos más tarde del grito cuando mis párpados comenzaron a reaccionar. Abrí los ojos, y vi lo último que esperaba ver. No era mi cuarto, no era mi habitación. Era una sala que nunca antes había visto en mi vida. No tuve tiempo para preguntarme qué hacía allí, o como había llegado, pues antes de que pudiera siquiera plantearme nada, mis pensamientos se vieron interrumpidos por la escena que estaba ocurriendo frente a mí. Un tipo al que no había visto antes estaba agarrando por el cuello de la camisa a otro.

    "Qué raro... Juraría que anoche dormí en casa", pensé. ¿Qué hacía allí? Yo siempre dormía en casa, desde luego. Pero si el lugar parecía lo suficientemente raro, esta sensación se volvió más intensa cuando detrás de los dos chicos enfrentados se materializaron dos figuras. Primero fue un hombre, elegante y educado. O eso aparentaba en un principio. Rápidamente, atajó aquella bronca. Los dos muchachos fueron disparados hacia zonas opuestas del lugar, que hasta ahora no había reconocido como un vagón de tren. Luego, una mujer algo más informal. Alice había dicho que se llamaba.

    Ambos dos se aproximaron a quien calificaban de "amo". Desde luego, si algo tenía en la cabeza en ese momento eran preguntas. Pero no hacía falta materializarlas, todas se iban respondiendo por sí solas. La primera, quién era ese tipo. El "amo".

    Igor era su nombre, y decía ser el maestro del vagón donde nos encontrábamos, de "Velvet Room". Nos presentó, asimismo, a sus dos ayudantes: Alice e Isander. Y no solo eso, nos calificó de humanos. ¿Acaso él no lo era? Ciertamente, me invadía la curiosidad por todo lo que estaba viviendo. Igor afirmaba que todo esto era muy real, aunque, en unas horas, despertaríamos, como si todo hubiese sido un sueño.

    La siguiente pregunta, fue el por qué. Un monólogo sobre el tiempo pasado, presente y futuro fue la respuesta. En realidad, nosotros éramos la respuesta, de algún modo. "Sólo ustedes pueden impedir que el pasado destruya el futuro... sólo ustedes podrán enfrentar el mal que se cierne sobre sus futuros...", fueron las palabras textuales. Hm, ¿se suponía que debíamos hacer algo? ¿Por qué no nos decían qué era?

    Isander dio un paso hacia delante, frente al amo, y nos tendió entonces un cofre con relojes dorados. Conté diez. Pero aquí solo éramos tres, ¿no? Aquellos dos chicos discutiendo y yo...

    No fue muy difícil entonces percatarse de que, además de nosotros tres, otras siete personas también yacían en el tren. Solté una breve carcajada. ¡Sí que debía estar dormida aún! Me puse en pie con cuidado, y me dispuse a coger uno de los relojes.

    —Me genera gran curiosidad este reloj... ¿sabremos para qué sirve? —le pregunté a Igor, aunque realmente no esperaba respuesta alguna.

    Con el reloj en la mano, me alejé de Isander, para inspeccionar el aparato. Luego quizás trataría de preguntarle a los demás si me había perdido algo mientras dormía.
     
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    Kaito

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    —E-Ehm... ¿y para qué queremos... estos relojes?

    Igor enfocó su mirada en la chica que dijo eso... pero no le contestó. Simplemente sonrió como respuesta. Esa sonrisa... era un tanto siniestra. Inquietante. Era evidente que era mucho lo que ocultaba... pero que no lograrían sacarle ni una palabra más.

    Mientras tanto, Diane, quien inspeccionaba su reloj, fue la primera en notar algo curioso. Las agujas del reloj no se movían; estaban completamente quietas. Qué extraño... ¿acaso estaban rotos? ¿Por qué este extraño les daba esos relojes defectuosos?

    —Amo, se acaba el tiempo —intervino súbitamente Alice. De uno de los bolsillos de su chaqueta había extraído ella también un reloj de bolsillo dorado... pero a esa distancia era imposible determinar si era igual que los suyos.

    Como si hiciera eco de las palabras de Alice, sintieron como si el tren tomara aún más velocidad. No tanto que llegaba a ser molesto... pero era como si el tren, fuese a donde fuese, estuviese acelerando para llegar pronto a su destino.

    —Sí. Me temo que esto será todo por ahora... —aceptó Igor. Una vez que todos habían tomado un reloj, Isander cerró el cofre vacío y regresó al lado de su amo—. Nos volveremos a ver... me pregunto cual será su respuesta en ese momento...

    Sin dar tiempo para replicar, Igor tronó sus dedos. Y en un instante, todo se volvió oscuridad.


    -----------------


    Un sonido fuerte los sacó de su estupor. Era el sonido del despertador. Cada uno se encontraba de regreso en su dormitorio, en su cama, en su respectivo hogar.

    Han despertado... de aquel sueño. ¿Había sido un sueño? Así lo parecía. Habían otras personas, un extraño sujeto de larga nariz, un tren... todo parecía tan lejano. ¿Había sido todo un sueño realmente? Sí, no había otra conclusión...

    No hay tiempo para pensar en ese bizarro sueño. Ahora que habéis despertado y estáis despabilados... sí, no había dudas, ¡hoy es el primer día de clases! ¡Es hora de partir hacia la Secundaria Hanazawa!

    Y habéis partido tan rápido más tarde... que no habéis notado el reloj de bolsillo dorado que se encontraba en el interior de su mochila de escuela.

    Todos obtenéis 1 Reloj Dorado.

    Ahora sí, bienvenidos realmente al rol :)
    Los etiquetaré a continuación en el próximo lugar donde continúa el roleo. Mientras tanto, siéntanse libres, si quieren, de hacer un post donde despiertan en sus respectivas habitaciones... ya continuaremos en la escuela luego ;)
     
    Última edición: 21 Marzo 2020
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  6.  
    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

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    Un fuerte golpeteo constante en la puerta le hizo despertar de manera abrupta, y apenas tuvo tiempo de pensar en el raro sueño cuando gritos se escuchaban desde el otro lado de la puerta.
    —¡Vamoa, Nagi! ¡Ya son las 7:40! ¡Apúrate de una vez o yo misma te saco de allá dentro! — Wow, eso se escuchaba bastante mal, así que somnolienta se levanta en busca de su nuevo uniforme escolar, a tropezones, claro, pues estaba aún media mareada por salir de su cálida cama.
    —¡Ma! ¡El bus a pasado de largo! — Escuchó al pequeño del hogar gritar con un chillón vozarrón una muy mala noticia mientras se ajustaba la falda, ya que significaba que ahora tendrían que ir caminando al centro del pueblo.
    —Diablos, ahora sí que me confiscan la compu—masculló Nagi mientras terminaba por fin de arreglarse saliendo disparada a la salida. —¡Estoy lista, estoy lista! —dijo agitada.

    Su madre y hermano la quedaron mirando, una indignada y el otro aguantándose las carcajadas.

    —¿Y cómo piensas estudiar sin llevar si quiera tu bolso, señorita? —

    Oh, no, ahora entendía porque iba tan liviana.
     
    Última edición: 22 Marzo 2020
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  7.  
    Reual Nathan Onyrian

    Reual Nathan Onyrian Adicto

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    Sanji Allende

    — Wow, de verdad tienes mecha corta. ¿Y acaso dices que por qué es una niña no puede salir a defender a otros? ¿Su condición le imposibilita hacerlo, eh bravucón?— le dije, en tono acusador, con una media sonrisa.— No necesito recurrir a los golpes para hacerme valor, cachorro.

    Ya esperaba el puñetazo en el rostro con toda seguridad, pero igual sería divertido. Teniendo en cuenta la mierda de situación en la que estábamos, había que despejarse de alguna manera, ¿no? Sin embargo, eso nunca llegó.

    No iba a mentir sobre que la aparición súbita de aquel hombretón no me tomó por sorpresa, en especial cuando nos levantó a ambos y nos lanzó como si fuéramos de cartón contra la pared. No estaba tan sorprendido que lo hiciera conmigo la verdad, yo era bastante flaco, pero sí con el muchacho perro. No sabía si las paredes estaban acolchonadas o el mayordomo había medido sus fuerzas, pero el impacto no dolió casi nada. Obviamente querían que nos calláramos y nos quedáramos quietos, y teniendo en cuenta que había caído todavía más gente al baile, lo más sensato tal vez sería escuchar. Me froté la nuca mientras miraba con una sonrisa altanera a Hiroki. Era tan fácil hacerlo reaccionar, como si fuera una simple marioneta tirada por hilos.

    Dediqué mi atención a escuchar al hombre-pingüino, mientras se explicaba. Ah, ¿todo esto era un sueño? Me relajé en el suelo, en donde me había quedado sentado. Entonces eso significaba que podía seguir molestando al grandote. Total, ninguno de sus golpes iba a doler de verdad. O tal vez debería buscar una nueva víctima. No pude avanzar mucho igual, pues, al momento en el cual el tal Igor nos ofrecía un reloj, el tren comenzó a acelerarse, e ignorando las preguntas de algunos de los presentes, nos avisó que el tiempo se había acabado. Simplemente levanté una ceja, mientras sonreía divertido. Vaya, todo esto era muy complicado.

    ******

    La alarma sonaba estremecedora, un chirrido que me taladraba el cerebro. Abrí los ojos, y miré alrededor, y la pesadez cayó sobre mí. Seguía en la casa de mi padre. Mientras me levantaba con modorra y me restregaba la cara, miré a mi alrededor, escaneando la habitación. Estaba más que seguro que mucha gente daría lo que fuera por estar en una casa como la que yo vivía, en especial en Japón, pero yo daría lo que fuera para no estar ahí. La voz de mi padre, alegre, me invitaba a comenzar el día, y también decía que me apurara, que llegaría tarde a mi primer día de escuela.

    Lo único que hizo fue irritarme más. Sabía todas las ganas y la buena energía que le ponía para que nos llevemos bien, pero una parte grande de mí lo resentía, sin que yo pudiera evitarlo. En mi interior, de verdad quería sonreírle, en especial después de lo que estaba haciendo por mí, pero...no podía. Bueno, no tenía sentido lamentarse por eso. Me lavaría la cara, pondría la misma sonrisa divertida de siempre, y todo estaría bien. Tomé el sombrero, lo acomodé en mi cabeza, y le dediqué un guiño al espejo. Era hora del show.
     
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  8.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Anna Hiradaira Soria

    Vaya, toda la explicación de aquel extraño sujeto con nariz de gancho había sonado... bueno, extraña. ¿Pasado, presente, futuro? ¿Que qué? Todo parecía demasiado elaborado para ser un secuestro normal; hasta que Igor pronunció las palabras mágicas, y la razón de Anna se aferró a ellas como si la vida se le fuera en ello.

    Claro. Era todo un sueño.

    Aún con sus reservas, la situación no se veía al menos tan desastrosa. Cuando les presentaron los relojes, decidió adelantarse y acatar órdenes sin chistar. Tenía dudas, pero... si todo era un sueño no importaba realmente, ¿verdad? Decidió no mirar por demasiado tiempo al trío a cargo, le causaban bastante repelús y prefería evitarlos, de modo que tomó el pequeño reloj y se alejó en reversa un par de pasos. Estando cerca del escritorio, pudo ver con mayor claridad a algunas de las personas allí presentes. Parecían todos tan jóvenes, y no le sonaban de nada. ¿Podía un sueño construir tantas imágenes, tan fidedignas?

    A partir de entonces, todo ocurrió muy rápido. El tren aceleró, Igor tronó sus dedos, y todo se desvaneció.



    La alarma de su celular sonando, esa que muy bien conocía, la despertó de repente. La apagó a tientas sin necesidad de segundos intentos y se sentó sobre la cama, frotándose los ojos y desperezándose. El sol ya se colaba por la ventana, pero el paisaje era diferente al de Tokyo. Se preguntó cuántas vistas diferentes la recibirían por la ventana a lo largo de su vida, y hundió los pies en sus pantuflas peluditas. Fue recién mientras se colocaba el nuevo uniforme que recordó aquel extraño sueño. ¿Debería buscar el reloj, solo por si acaso? Le echó un vistazo a su mesa de luz, luego debajo de la cama, pero entonces...

    —¡Anna! ¡El desayuno ya está listo!

    La voz de su padre llegó a través de la puerta cerrada. La muchacha, siendo ahora consciente de la hora, se apresuró con el uniforme y abandonó la idea del reloj.

    —¡Ya voy!

    Luego de subirse la cremallera de la falda decidió, tras unos segundos de análisis, atarse un collar de estrella al cuello, colocarse tres pulseras multicolor de plástico, y abrochar un pin tornasolado junto al moño de su camiseta. Se echó un vistazo al espejo antes de bajar y se sonrió, satisfecha.

    Sep, definitivamente también le harían problemas en esa preparatoria. Todos lo sabían.

    —Anna —dijo su madre tras suspirar, al verla aparecer por la puerta de la cocina—. ¿Estás segura de ir así?
    —Claro que sí —respondió sonriente, dándole un mordisco a su tostada—. ¡Nadie podrá coartar mi libertad estética!
    —Anna, no hables mientras masticas.

    Ese había sido su padre, quien la observó por sobre sus lentes de pasta con una ligera sonrisa. Ella le hizo caso y él asintió, calmo y satisfecho.

    El desayuno transcurrió con normalidad, y luego de unos veinte minutos Anna ya se encontraba saliendo de camino a la escuela. Sus padres le ofrecieron llevarla por ser el primer día, pero ella los declinó pues siempre preferiría caminar. Además, las distancias en Hanazawa eran mucho más cortas. ¡No habría ningún problema! Tras despedirse en el recibidor, cerró la puerta y emprendió su camino con la mochila a la espalda, las trenzas de cabello rosado, el collar, las pulseras y toda la cosa. Mentiría si dijera que no estaba algo nerviosa, pero también aguardaba por su nueva vida escolar con mucho optimismo y entusiasmo. ¡Sería diferente, se aseguraría de ello! Haría de su nueva escuela un lugar donde sentirse a gusto.
     
    Última edición: 21 Marzo 2020
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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Hiroki Usui

    Hiroki le dio un manotazo al despertador y este cayó al suelo desde la mesita... pero seguió sonando. Arrugó el ceño antes de abrir pesadamente los ojos.

    ¿Qué clase de sueño acababa de tener? ¿Criaturas extrañas? ¿Un tipo molesto con un sombrero? ¿Un reloj dorado...?

    Agh.

    Soltó una risa vacía y seca. Suponía que vivir solo en un minúsculo apartamento le estaba causando estragos a su cerebro. No le molestaba, sinceramente. Era buen amigo de la soledad. Sabía sobrellevarla. Estar solo era mucho mejor que estar en compañía de personas de mierda, solía decir.

    Como su padre.

    Ese maldito bastardo.

    Unos fuertes ladridos trajeron a Hiroki de vuelta a la realidad. Ike. El Akita Inu de Usui que llevaba años con él... esa era toda la compañía que necesitaba.


    ***

    Buenos días chico—le dijo al perro acariciándolo entre las orejas. Aunque se mantenía distante, en sus ojos había cierto brillo de cariño y una pequeña sonrisa se había dibujado en sus labios—. ¿Qué tal has dormido hoy? ¿Eh?

    El perro por su parte bostezó profundamente mostrando los colmillos y agachando las orejas. Su pelaje naranja y blanco, típico de los Akita, parecía resaltar bajo el sol de la mañana... aunque ese no era un apartamento especialmente soleado.

    No había muchos lugares que quisieran acoger a un muchacho gruñón de diecisiete y a su perro, una raza considerada peligrosa. Por suerte había logrado encontrar aquel departamento viejo, en un lugar no muy concurrido de Hanazawa. Su nuevo hogar, pensó con ironía.

    Y una mierda.

    Diecisiete años. Y estaba solo desde los catorce. No tenía hogar. No creía en él.

    Ike era todo lo que tenía después de todo. Los perros eran mucho mejores que las personas, era un lema que llevaba a fuego grabado en la piel. En momentos así, a solas, con su perro, eran los únicos instantes en los que Hiroki dejaba de parecer un perro gruñón... para parecer más una persona normal.

    Todo lo contrario a como había actuado en su sueño.

    Se tronó el cuello al incorporarse y al mirarse al espejo su reflejo le devolvió una expresión de ligero hartazgo. Críticos ojos dorados, despeinado cabello ceniza... el collar negro que portaba en el cuello aceraba sus duras facciones. Sí, parecía un animal salvaje.

    Un tipo duro.

    Los cabrones de las pandillas rivales en Tokio le habían puesto un buen nombre. Estaba orgulloso de él.

    ...

    El perro-lobo de Shibuya.
     
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  10.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    Shiori Kurosawa

    Había retirado la mano del hombro de la chica cuando, por encima de las voces de aquellas extrañas personas, le pareció escuchar la respiración del muchacho al otro lado de la chica. La respiración de alguien que parece ahogarse. Estuvo por acercarse a él también, cuando... ¿Igor se llamaba? Hablara de nuevo.

    Un sueño.

    El ruido del tren corriendo a toda prisa sobre las vías le impedía concentrarse y apenas puso atención a lo demás, solo observó los extraños relojes desde donde se encontraba, hasta que uno a uno, se vieron obligados a tomar uno. Lo sujetó entre su mano, mirándolo desde cada ángulo y antes de que pudiera hacer nada más, todo se volvió negro.

    .
    .
    .

    El sonido del despertador la arrancó de la profunda oscuridad del mundo onírico, obligándola a extender el brazo para apagar la alarma de su móvil. Clavó sus ojos naranja en el techo, algo manchado por el paso del tiempo, y soltó un pesado suspiro mientras se incorporaba.
    Sacó de su armario el uniforme, cuidadosamente preparado y sin una sola arruga, que había preparado la noche anterior, y aún adormilada comenzó a prepararse. Se cepilló el cabello, dejando varias hebras azules sobre el suelo, y luego de ajustarse la falda, bajó a la pequeña cocina.

    Su padre estaba leyendo un libro, mientras su madre terminaba de preparar el desayuno, y ni siquiera despegó la vista de la lectura cuando escuchó los pasos de Shiori acercarse.

    —Buenos días, papá —dijo mientras tomaba asiento, justo en el momento que su madre ponía la comida en la mesa.

    —Buenos días, ¿cómo te sientes para este nuevo año? —El hombre solo despegó la vista cuando escuchó que su esposa colocaba el té caliente sobre la mesa. Sus ojos, del mismo tono naranja que los de su hija, se posaron en el recipiente humeante.

    Ellos habían desayunado una media hora antes, así que ahora solo la acompañarían con una taza de té.

    —Bien, como siempre —tomó el bowl con arroz caliente y huevo, comenzando a comer despacio, después de todo no tenía prisa. Siempre calculaba su tiempo perfectamente—. ¿Qué tal tu libro?

    —Un poco aburrido, pero ya que lo comencé tengo que terminarlo, ¿no crees? —respondió luego de darle un sorbo al té y le dedicó una breve sonrisa, casi imperceptible.

    Su madre se sentó a la mesa, con su propio té, y también le sonrió, ambas eran sonrisas educadas más que genuinas.

    —No eres muy bueno eligiendo libros, has dicho eso de los últimos dos —comentó la mujer y notó como su marido se encogía de hombros.

    Una vez terminó su desayuno y su propia taza de té, tomó la mochila que había dejado junto a la puerta la noche anterior, y se dispuso a salir rumbo a la secundaria. Se despidió que sus padres, que se dirigían rumbo a la tienda del centro de la que había sido dueña su familia desde hace mucho tiempo, y siguió su rumbo hacia la secundaria, saludando a algunos de los vecinos en el camino.
    En su mente no dejaba de hacer eco el ruido de las ruedas del tren.
     
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    Chrollo

    Chrollo Demonio

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    Kentaro Monjiro


    Tras ser abochornado por sí mismo, Monjiro desvía la mirada y decide no interrumpir esa especie de reunión de personajes de circo. Los acontecimientos transcurren y las palabras de aquel ser, dando a entender de que todo era un sueño, hicieron relajar al joven Monjiro sobre la situación.

    —Ya veo, gente desconocida en un mismo sitio, con inquietudes y problemas, alguien detrás controlandolo todo... Simplemente estoy nervioso por el día de mañana —piensa mientras cierra los ojos en el vagón e intenta no pensar más en ello.

    El ruido en el vagón aumenta a cada participación de los jóvenes, impidiendo que Monjiro pueda pasar de sueño en sueño y volver con Mina. El amor que siente por la Idol japonesa le ha llevado, con el paso del tiempo, a saber controlar los sueños para acabar en la misma situación una y otra vez, al lado de ella, listo para declararse.


    —Yo siempre… ¡Yo siempre te he querido Mina! —empieza temblando pero termina la frase del tirón y con los ojos marcando una determinación nunca antes vista en él.

    —Monjiro... —dice Mina muy sorprendida— ¡Yo también te quiero! —salta a abrazarlo.


    Monjiro, desconfiando de la situación porque, tras un año, por fin pudo terminar sus palabras.

    —Toma, este regalo es una prueba de mi amor —saca del bolsillo una caja que contiene un collar.

    —Yo también tengo algo para darte —le entrega un reloj de bolsillo dorado, elegante y clásico.

    —No hacía falta Mina, además parece demasiado caro.

    —Acéptalo. El reloj Dorado ciertamente será un instrumento clave para impedir la inevitable ruina que se avecina —dice Mina con voz de Igor.

    —¿Espera qué?

    —Nos volveremos a ver… Me pregunto cuál será tu respuesta en ese momento.


    Sin dar tiempo a Monjiro a responder, todo se volvió oscuridad. El despertador marcaba la hora para desayunar.

    Monjiro se despierta y antes de abrir los ojos se limpia el sudor, cambia de lado hacia donde estaba durmiendo y piensa descansar cinco minutos más.


    —Qué sueño más raro pero… ¡por fin me he declarado! —piensa inundado de alegría Monjiro—. Esas personas que había en ese momento… Bueno, en un sueño, con la niebla que había y la poca luz de la habitación, tiene que ser simplemente un estado de estrés que tengo por ser hoy mi primer día de clase fuera de casa.

    Monjiro se ducha, se pone el uniforme que su padre le consiguió y baja a desayunar. Al terminar, sale por la puerta con miedo pero dispuesto a vivir una auténtica aventura nueva.

     
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  12.  
    Ikoma-kun

    Ikoma-kun Rolero, dibujante

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    Oreki Tojo


    Todo fue muy confuso para el, ver como aquel grupo extraño se reunía con aquel trío aún más extraño...sin duda debía ser algo que comió la noche anterior.

    —Creo que debi revisar la fecha de caducidad de ese Yogurt—se quejo aún entre las sabanas, con un ojo cerrado busco el despertador que aún repicaba sin parar.

    —Si ya lo se...hoy es el dia—dijo desactivando el despertador, tras una ducha y todo lo concerniente a un inicio de rutina mañanera, Oreki bajo hasta donde le esperaban un gran plato de Waffles para ser devorado por el rubio.

    Sin embargo una inoportuna interrupción de su prima Aquí quien estaba en visita le hizo dar cuenta que primero se debe saludar a la familia y no al desayuno. Aún con eso el chico disfruto de su desayuno al disculparse un sinnúmero de veces.

    —Nunca aprenderás ¿eh? Controla ese estómago ¿quieres?

    —Bien...lo haré

    Tras despedirse de sus familiares Oreki tomo su almuerzo y corrió a donde iniciaría su aventura como estudiante, aún en el camino recapitulando aquel raro sueño, uno que además aquel sujeto de gran nariz le daba aquel cofre...

    Durante el viaje en metro los minutos pasaron y el misterio rondaba su cabeza, Oreki...prefirió dejar para otra ocasión aquella extraña visión pues el reloj le jugaba en contra.

    —Y encima no banquete era...vaya desperdicio de ambiente.

    Incluso con un sueño extraño su apetito seguía siendo parte de el ¿qué se le iba hacer?
     
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  13.  
    Hygge

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    Yule Shirai

    No supo en qué momento la chica a su lado había dejado de apretarle la mano. Sí que notó, en cambio, cómo con la atención y el cuidado de una madre comenzó a acariciar su espalda, con suaves movimientos circulares. Y aunque su rostro se mostró entre la sorpresa y la confusión por sus actos, su pecho había empezado a descender con menos violencia, regulando inconscientemente su respiración. Con la cabeza gacha se enfocó en calmarse, olvidándose por un instante de las extrañas personas que se encontraban reunidas junto a él. Del tipo que había lanzado a dos chicos por el aire. De cómo aquel hombre parecía una criatura extraña más que una persona. Suavizó su expresión, dejando de apretar los ojos con fuerza. Y así permaneció unos minutos, mientras el resto de presentes se acercaban a Igor para obtener un extraño reloj, al que apenas le había prestado atención.

    Alzó la cabeza cuando la chica a su lado se separó, habiendo comprobado previamente que ya se encontraba mejor. La observó tomar uno de esos objetos, salidos de un curioso cofre que brillaba con intensidad bajo la escasa luz de la sala, y se irguió con cierta pesadez, algo abrumado aún por... todo aquello, realmente. Mientras caminaba hacia ellos no pudo evitar pensar en lo patético que tenía que haberse visto. Había intentado calmar a alguien, y al final ese alguien terminó calmándolo a él. ¿Ni siquiera eso era capaz de hacer? ¿De verdad?

    No pudo dirigirle la mirada a nadie mientras escogía otro de esos relojes casi por inercia, sin pensar realmente en lo que hacía. Su cabeza viajaba a la velocidad de aquel tren, y de repente todo se sintió extraño en el ambiente. Las palabras de Igor llegaron hasta sus oídos, distorsionadas, y si de verdad todo era un sueño sentía que estaba a punto de despertar. Estiró su brazo, allí donde la pequeña de antes se encontraba observando su reloj, y separó los labios, su garganta deseando gritar un sincero "gracias" antes de perderla de vista.

    Pero la creciente oscuridad acabó engullendo sus palabras, arrastrándolo a él consigo.


    ***​


    Yule despertó esa mañana profiriendo un grito extraño. Erguido sobre su cama, con gotas de sudor deslizándose por su frente, se llevó una mano al pecho. Respiró hondo, soltando todo el aire de sus pulmones, buscando calmar los latidos de su corazón. Había tenido otra pesadilla más, nada de qué preocuparse. Después de todo, se habían vuelto una rutina, ¿no es así? Despertar bañado en sudor, sin recordar nada de lo que había pasado la noche anterior. Con una extraña pesadez en el pecho que se mantenía durante toda la mañana.

    Como siempre, había abierto los ojos antes del aviso del despertador. Se permitió soltar una breve risa por la nariz, apagando la alarma con cierto aire victorioso, y se irguió dispuesto a tomar el uniforme de su armario antes de darse una ducha. Pero su pie se enredó con las sábanas de tal forma que acabó trastabillando, cayendo al suelo y llevándose el despertador consigo.

    Sí, definitivamente había empezado el día con el pie izquierdo. O algo así.
     
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  14.  
    MrJake

    MrJake Game Master

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    Akiko Brooks

    Tras hablar sobre los relojes, Igor esbozó una sonrisa tremendamente inquietante que hizo que todo mi vello se erizase. ¿Q-Qué era ese tipo? Sí, vale, estaba soñando, pero, ¿de dónde sacaba mi mente a un ser tan inquietante y siniestro? Era impropio de mis sueños, yo normalmente solía soñar con personas normales de mi día a día... que ya de por sí me daban bastante terror en muchas ocasiones. Soñar con ese extraño ser y sus dos ayudantes era algo muy extraño en mí.

    Y, con todo, no me cuestioné que, quizá, no era un sueño del todo. Probablemente porque no quería aceptar esa realidad.


    ...

    Sin embargo, desperté. Y lo hice acelerada, completamente acelerada y asustada. El corazón me palpitaba a mil por hora, y miré a mi alrededor en aquel pequeño cuarto. Tardé unos segundos en asimilar que estaba en mi dormitorio de Hanazawa; aún no me terminaba de habituar a esta casa nueva.

    Cuando me levanté y di una vuelta por la casa, aún pensando en el extraño sueño que había tenido, me percaté de que estaba sola. Hmm, estaría trabajando, claro. En fin. Era... hora de ir al instituto. Con un nudo en la garganta, tras darme una ducha, quedé mirando mi imagen en el espejo durante unos segundos. Estática, inmóvil. Analizando cada centímetro de mi cuerpo. No era... no era capaz de sonreír al mirarme. No era capaz de sonreír casi nunca, a decir verdad. Pero... por algún motivo, y pese a lo esbelta de mi figura, seguía sin verme del todo bien, del todo cómoda. Frustrada, aparté la mirada de la imagen reflejada y di media vuelta.

    Era hora de salir. Instintivamente, crucé los dedos.
    Ojalá esta vez las cosas fuesen bien en el instituto. Ojalá, de verdad. Ojalá.
     
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  15.  
    Lucas Diamond

    Lucas Diamond Dios de FFL

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    A mi alrededor, observaba intranquilidad. Los demás allí parecían no terminar de creer lo que sus ojos veían. Pero él lo había dicho, ¿no? Esto era real, aunque pareciera que solo era un sueño. Aún no entendía del todo qué buscaban en nosotros, pero estaba claro que no se trataba de una casualidad.

    Inspeccionando mi reloj, pude darme cuenta de que las agujas no se movían. ¿Qué explicación podía tener? Quise preguntar si se trataba de algún defecto, pero rápidamente deduje que, al igual que mi anterior pregunta, esta sería ignorada. Y supuse que tampoco estaba en condiciones de exigir una respuesta. Decidí guardarlo, por si en un futuro lo necesitaba. Casi se me escurre de las manos en un momento, cuando el tren comenzó a acelerar, pero por suerte pude retenerlo y meterlo en uno de los bolsillos de mi pijama.

    Esperaba realmente que los demás chicos pudieran asimilar esta situación cuanto antes, ya que algunos se veían muy nerviosos. Como ya nos advirtió Igor, pronto despertaríamos. La oscuridad nos comenzó a envolver, y efectivamente, así sucedió...

    El pitido del despertador me trajo de vuelta a mi hogar. Sí, como hubiera jurado, estaba allí, en mi nueva casa en Hanazawa. Me incorporé con calma, recordando aquella experiencia nocturna. Hm, ¿no llevaba un reloj? ¿Dónde estaría? Definitivamente, en el bolsillo del pijama no. Supuse que debía estar en algún rincón de mi cuarto, pero el tiempo apremiaba por las mañanas y no era el momento de ponerse a buscarlo. A la vuelta de clases podría investigar.

    Rápidamente elegí la ropa con la que me presentaría en el instituto el primer día de clase. Como siempre, unos pantalones cómodos. Decidí está vez llevar una camisa de cuadros, algo más formal. No acostumbraba a arreglarme mucho, pero algo de elegancia el primer día no me iba a hacer mal, ¿verdad? Recogí me colgante de turmalina negra y me lo puse.

    En cuestión de cinco minutos, me encontraba ya preparada y despierta para el nuevo día. Fui a la cocina entonces, para preparar el desayuno. Cuatro tazas de té bien calentitas, y unos bowl de arroz. Todo estaba listo. Sólo faltaban los comensales en la mesa...

    —Vamos, todo el mundo arriba, es la hora —exclamé a un volumen elevado, como reclamo. Ya estaba acostumbrada a que esto no funcionase, y hoy no sería la excepción. Tuve que ir cuarto por cuarto, hasta que todos acudieron, aún adormilados, a desayunar.

    Este iba a ser un día especial para todos, sin lugar a dudas.
     
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    Kaito

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    No hizo falta siquiera abrir los ojos para darse cuenta en qué lugar se encontraban. El sonido del ferrocarril, que avanzaba sobre esas antiguas vías a través de la niebla, lo dejaba bien en claro. Sin embargo, al abrir sus ojos y enfrentar la realidad, pudieron comprobarlo.

    Igor les sonrió desde su escritorio. Habían regresado al Velvet Room.

    —Vaya, vaya, no esperaba vernos de nuevo tan pronto —comenzó Igor, hablando pausadamente. La forma en que hablaba... era todo lo contrario a lo que decía. Era como si los hubiese estado esperando todo este tiempo.

    Alice avanzó y se colocó a su lado. Se agachó y susurró algo al oído de su amo. La sonrisa de Igor pareció volverse más grande, si es que eso era posible, y soltó una ligera risa siniestra.

    —Hm... ese lugar... —comentó Igor, volviéndose ahora hacia ellos—. Realmente no dejan de sorprenderme los humanos...

    >> Imagino que no tienen intenciones de morir en ese campo abandonado, a manos de un patético monstruo sin nombre. Su propósito es vivir, batallar contra la oscuridad... ¿pero es ese su deseo? ¿Sóis capaces de sobrevivir? Hmm... ¿qué tal si lo comprobamos?

    Igor extrajo de un cajón de su escritorio lo que parecían ser cartas. Eran cartas grandes... ¿acaso no eran las que usaban los adivinos? ¿Cartas de tarot? El hombre las desplegó sobre su escritorio... un total de diez cartas estaban allí presentes, arregladas en una prolija línea horizontal a lo largo del escritorio. Pero eran cartas vacías... todas estaban en blanco. Luego Igor movió su mano, como para indicarles que había terminado lo que sea que estaba haciendo.

    —Un regalo, para ustedes —prosiguió el extraño hombre, llevándose una mano al mentón—. Alice los ha salvado de la muerte una vez... pero no los salvará siempre. Los únicos que pueden salvarlos... son vosotros mismos. Recuerden eso.

    >> Si queréis escapar de un destino fatal... tomad la carta que les corresponde... eso los guiará fuera de este lugar... si es eso lo que desean, claro...

    Lucas Diamond Balam Yugen GalladeLucario Mori Chrollo No u Hygge Gigi Blanche

    Tomad una carta vacía para acceder a una nueva área. La nueva área será individual para cada personaje, no cambia en nada cual escogen, así que no os preocupéis por ello.
     
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  17.  
    Lucas Diamond

    Lucas Diamond Dios de FFL

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    Di un paso al frente en aquella zona oscura, buscando el origen de aquel rugido. Pronto, frente a mí se irguió un monstruo enorme. Los observé con detenimiento, contrariada. ¿Qué se suponía que era este lugar? ¿Y por qué nos habíamos encontrado... Eso?

    Portaba una guadaña enorme, que pronto vi como se aproximaba a mí. En un instante, paró, frente a mis ojos. Estaba algo manchada, ¿sangre quizás? ¿Y por qué me atacaba ahora? Demasiadas incógnitas sin resolver, que cobraron una breve explicación cuando aquella mariposa apareció, revoloteando alegremente. Todos parecieron percatarse, sin duda, pues las muecas pasaron de terror a estupor. La mariposa comenzó a hablar, con cierto toque altanero, tachándonos de imprudentes por arriesgar nuestra vida de esta forma. Desde luego, tenía razón en aquello que decía, aunque tampoco podíamos saber cómo funcionaban los relojes. Sólo fue cosa del destino que acabáramos en esta situación. Después de todo, ya lo dijo Igor. El futuro que nos depara es cuestión del destino, y no tenía razones para desconfiar de él, visto lo visto.

    Regresé junto a los demás estudiantes para escuchar qué nos tenía que decir la que resultó ser Alice. Su actitud era de total desprecio hace el monstruo, como si fuese uno cualquiera. Hm, cuánta seguridad desprendía. Acabó por llevarnos a todos a aquel lugar de nuevo. Al Velvet Room.

    Allí, Igor nos recibió una vez más. Sí, todo esto era muy real sin duda. Igual ahora que habíamos estado a punto de morir podrían explicarnos como funcionaban el reloj...

    Pero no era ese el motivo de la visita. No pareció extrañado de vernos. Escuché con atención sus palabras.

    "Hm... ese lugar... Realmente no dejan de sorprenderme los humanos...

    Imagino que no tienen intenciones de morir en ese campo abandonado, a manos de un patético monstruo sin nombre. Su propósito es vivir, batallar contra la oscuridad... ¿pero es ese su deseo? ¿Sóis capaces de sobrevivir? Hmm... ¿qué tal si lo comprobamos?"


    ¿Comprobar si éramos capaces de sobrevivir? ¿A qué se refería? Diez cartas del tarot, en blanco, se dispusieron ante nosotros.

    "Si queréis escapar de un destino fatal... tomad la carta que les corresponde... eso los guiará fuera de este lugar... si es eso lo que desean, claro..."

    —Está bien. Tomaré una carta, si es necesario. Así podremos salir de aquí, y según dice, la necesitaremos para sobrevivir, ¿no?
     
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    MrJake

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    Akiko Brooks

    Si pensaba que nada podía ser más raro, me equivocaba. De pronto, en aquel lugar extraño, todo se detuvo, salvo yo. Bueno, yo y... todos los demás chicos. Y apareció aquella mariposa dorada que nos salvó... Alice. La chica del sueño. De modo que... ¿no iba a morir?

    Lentamente, conforme Alice hablaba, mis músculos se fueron destensando, y mi rostro fue esbozando una mirada de incredulidad progresivamente, cada vez más y más intensa. Porque nada de lo que estaba pasando tenía sentido.

    De hecho, sin saber ni cómo, aparecimos ante Igor en la Velvet Room. Ni rastro de la niebla, ni rastro del monstruo, nada. Era como estar otra vez en aquel "sueño". Algo asustada aún, suspiré.

    —¿Qué demonios pasa? —pregunté, casi en un lamento—. Q-Que pare ya, por favor...

    Pero las palabras de Igor me hicieron reaccionar.


    Si queréis escapar de un destino fatal... tomad la carta que les corresponde... eso los guiará fuera de este lugar... si es eso lo que desean, claro...


    Cartas de tarot se alzaron, pues, ante nosotros, dispuestas a ser tomadas.

    —E-Entonces... ¿aún podemos morir? —susurré, a un volumen casi imperceptible.

    N-No entendía nada, y casi había aceptado que iba a morir. Casi me había resignado y, de hecho, en cierto modo sentí hasta alivio cuando lo creí. Porque mi vida había sido tan... dura. Tan horrible, que casi agradecí la idea de abrazar a la muerte.

    Pero cuando Igor dijo que podíamos vivir, que podíamos luchar para seguir viviendo, algo... algo dentro de mí se encendió, una luz que siempre había tenido, pero que rara vez despertaba. Un ligero optimismo que brillaba dentro de mí. P-Porque sí, mi vida había sido horrible, ¡pero no quería morir! Ahora... ahora, precisamente, no, no después de haber llegado hasta aquí. Había sufrido tanto para llegar hasta aquí que no podía tirarlo por la borda.

    Kanye estaba muerto. Era hora... de aceptarlo, y de olvidarlo. O al menos intentarlo.

    —N-No quiero morir —terminé diciendo, en voz alta, y mi mano se alargó hasta coger una carta, sin pensarlo mucho más—. ¡No puedo morir!
     
    Última edición: 23 Marzo 2020
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  19.  
    Kaisa Morinachi

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    Un traqueteo de tren muy especifico se escuchaba monótono, tanto que ya empezaba a odiarlo. Abrió los ojos, aún seguía abrazada de aquella chica, y así se quedo solo un rato corto más, pues aún no volvía sentir sus piernas y estaba muy fatigada, con los ojos seguramente hinchados.

    Cuando se sintió un poco mejor se apartó un poco de la chica. —Lo... Lo siento por lo ocurrido —dijo cabizbaja alejándose un par de pasos, sin querer mirarle a la cara. Se sentía triste, asustada, impotente, avergonzada, de todos menos bien... Pero al parecer estaba viva, y según por lo poco que pudo entender de la criatura con nariz de guacamayo se les había dado otra oportunidad.

    Los únicos que pueden salvarnos somos nosotros mismos, sí, claro, sonrió con ironía mientras se tronaba los dedos nerviosa, apenas podía hacer pasta sin pasarse a quemar con el agua caliente ¿Y creían que podría enfrentar a uno de esos temibles monstruos por sí misma? Tenía que ser una broma... Pero si lo lograban podrían volver ¿No? Ya estaba harta de todo ese asunto. Miró de reojo el escritorio y al hombre, sin levantar por completo la vista. "Cuanto menos tiempo los vea mejor" pensó mientras caminaba lentamente hacía el lugar donde estaban las cartas. Ahí estaban todas frente a ellas, de un blanco inmaculado, tomó una asomando tímidamente la mano hacía la más cercana, esta no dejaba de temblar, una vez la tuvo entre sus dedos miró de frente a la criatura. Ojos inyectados de sangre, fue lo que pensó.

    Se giró rápidamente, para caminar hasta la pared más lejana del vagón, recostándose en los asientos más cercanos, y siguió sollozando de manera casi inaudible.
     
    Última edición: 23 Marzo 2020
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  20.  
    Reual Nathan Onyrian

    Reual Nathan Onyrian Adicto

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    Sanji Allende

    Me había quedado congelado. Todo se había congelado, excepto por nosotros parecía. Bueno, nosotros y esa mariposa dorada, que resultó ser la tal Alice, del sueño. Aunque yo también estaba congelado en el lugar, temblando, la boca abierta. Mis ojos seguían mirando fijamente a aquel monstruo con la guadaña con sangre, y pasaban de la criatura a la muchacha que se había quedado al frente como si nada. ¿Acaso no tenía miedo? ¿No tenía sangre en las venas? ¿O es que el miedo la había paralizado? Sí, eso debía ser.

    Sinceramente, no le presté un corno de atención a la tal Alice. Su actitud tampoco invitaba a eso, la verdad. Cuando fuimos transportados de vuelta al motel sobre ruedas, comencé a respirar tranquilo. Carraspee, recuperando la compostura y volví a tomar mi ukulele, retomando mi sonrisa confiada. Ahora volvía a estar rodeado de humanos. Y...lo que sea que fuera el tal Igor. Al menos, eran cosas que comprendía. Podía manipular a los humanos. No podía hacer eso con un monstruo de cuatro metros con sed de sangre.

    Escuché las palabras que decía el hombre-pingüino. ¿Mi propósito? ¿Luchar contra la oscuridad? ¿Qué carajos? No, yo no tenía ni quería tener nada que ver con esa mierda rara de película o novela. Yo solo quería vivir mi vida tranquila, haciendo que la de otros no fuera tranquila. ¿Qué era eso de elegir morir? Cuando sacó las cartas de tarot, mi expresión pasó a una de completa confusión. ¿Ahora había astrología de por medio? ¿Qué carajos estaba ocurriendo aquí? Busqué con la mirada a alguien con quien descargar mi frustración. Al menos, así me distraería de toda la mierda que estaba pasando. Si tan solo hubiera alguien menos volátil...

    Pude notar como la niña más pequeña de todos se había acercado a tomar una carta, junto con Akiko, que había exclamado en voz alta que no podía morir. Vaya, sí que la experiencia le había dejado una marca. ¿Qué les pasaba a todos? Sin embargo, mi atención se centró en la niña, que se había alejado, y parecía estar...¿sollozando? Apreté los dientes, con enojo. Odiaba que la gente llorara. Me molestaba muchísimo.

    Suspiré, para calmar un poco mis nervios, y con la mano en el bolsillo, me acerqué a tomar una carta. Le guiñé un ojo de manera coqueta a Alice, para molestarla más que para otra cosa. Luego, me dirigí hacia donde la niña estaba llorando. Bufé de manera pesada cuando llegué a su lado, me senté en el suelo, con las piernas cruzadas, y puse mi ukulele sobre mi falda. Le removí el pelo, para llamar su atención, y le dediqué una sonrisa encantadora.

    — ¡Cómo estás, pequeño buñuelo frito! No es lindo que llores, ¿sabes? Así que para que pares y dejes de mojar ese bonito y tierno rostro que tienes, ¿qué tal si me acompañas con una canción? Yo empiezo y vos me seguís, ¿sí?

    Bueno, era momento de continuar con lo que el monstruo había interrumpido. Le guiñé un ojo a la niña, y comencé a rasgar las cuerdas. Por favor, ya deja de llorar. De verdad que el sonido era molesto.

    Lástima que el muchacho tiene muy mal micrófono (?
     
    Última edición: 23 Marzo 2020
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