1.  
    Whitemiko

    Whitemiko Usuario común

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    Holi!!
    Bien, estoy segura que debes pensar...¿que diablos está haciendo gina que no comenta??
    Tengo un buen pretexto para eso, y ess que estoy forrando los libros y cuadernos del cole, pero decidi comentarte ahora, antes de que el lunes entre al colegio y con mas ganas menos comente ah y mañana hay fiesta familiar asi que...comencemos!!

    Primeramente debo agradecer que me des cofcofavancescofcof, y por eso este capitulo me fue tan familiar tu sabes no??jajajaja lo que me mató fue que usaran a jaken de pelota de kemari!!jajajaajaja pobrecito!!!pero y cuando empezaron a pelear por lo de si sessho era travesti o no jajaajaja LOL eso fue tan gracioso!!!!

    Pero mira que Kanta es un pervertido...aunque quizas Sessho tambien lo es, por escoger ese tipo de aromas, si a Kanta le recordó eso, no me imagino lo que puede recordarle a Sessho!!!!brrrr no creo que cosas muy santas que digamos!!xD

    Jojojo me imagino a Inu regañando a Kanta, aunque bien sabemos tu y yo, que pronto Shinju será peor que la plaga en la aldea u_u no sabe lo que le espera, pero aun asi me mata de la risa!!!espero saber que idioteces mas se les ocurrira a Kanta o a Aki, muero por el drama!!literalmente!!

    Sessho le quiere!!!lo sabia!!!te lo dije!!*baile de 15 segundos, cof cof ya me tranquilice, bueno tu sabes lo que espero con tantas ansias!!!el drama/angustia!!!es lo mejor de este mundo!!*-* bueno, siempre y cuando no lo sufra yo XP bueno hasta entonces amiga!!!

    PD: espero haber saciado tu chantaje, pero ahora debes saciar el mio!!!!te falta comentar el mio ¬¬ y comienzo a pensar que finges demencia, pero te perseguire hasta que lo hagas xD aunque sea para regañarme por tanto Ooc hacia Sessho y Kikyou, jajaja pronto te explicare el porque puse todo eso, bueno me despido.

    Lo de siempre....
    besos...
    XOXO
     
  2.  
    Pan-chan

    Pan-chan Fanático

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    OMG por fin he resucitado MIL DISCULPAS ToT (luego hablaremos mejor por el msn) por ahora me dedico a comentar los capitulos que me he perdido y que por cierto todos han sido fascinantes :D

    Me agrada pensar que Kanta y Akyoushi tiene una excelente relacion (a pesar de que a veces se quieren matar) este ultimo capitulo me entretuve bastante, era como ver una pequeña parte que no mostrabas hasta ahora, lo cotidiano. Y como siempre Rin aparece para reprenderlos a todos cuando se pasan de la raya xD, es agradable ver como todos la respetan y aceptan el regaño sin protestar.

    Respecto a los otros capitulos, no se ni por donde empezar...como siempre te he dicho, adoro la relacion de Rin con Sesshomaru, y le diste cierto toque sensual en la pagina anterior (jaja solo imaginarme las escenas, hasta yo me ruborizaba jajaja xD) cuando Rin tuvo aquella pesadilla pense por un momento que todo era real, me diste un susto de muerte (aunque cuando lei eso de que "Los kages no mueren" pss me tranquilice un poco) pero debo decirte que si algo le pasa a Rin en este fic mi corazon no lo soportara, y tu seras la unica responsable de mi muerte.

    Esa ultima escena de Sesshomaru pensando sobre su "inepto sobrino" me agradó bastante, creo que hasta ahora es la mejor forma en la que has plasmado los sentimientos del Youkai hacia otro ser diferente de Rin, es mucho más abierto pero sin perdr su tipico semblante frio y poderoso...eres toda una experta en el manejo del personaje ;)

    Me despido por el momento, pero estare pedniente de la conti...ya me veras mas seguido por aqui.
     
  3.  
    Asurama

    Asurama Usuario popular

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    The Legacy
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    Crecimos aprendiendo a luchar, aprendiendo que ese era el único modo de vida y la única manera de sobrevivir en un mundo salvaje, donde el más fuerte es el mejor, donde sólo el más fuerte logra sus metas. Crecimos aprendiendo que en gran medida el clan dependería de nosotros y de nuestra fuerza, por eso nunca debíamos dejarnos arrastrar por la debilidad y debíamos deshacernos de todo lo que nos estorbase y nos impidiera tener tal poder.
    Pero luego aprendimos que también hay un gran poder en el deseo feroz de proteger algo preciado y ese día, nuestros intereses chocaron. Aunque a veces estorbara o nos hiciera mostrar signos de debilidad ante el enemigo, no podíamos destruir aquello que deseábamos proteger. Eso no nos fue enseñado, pero nuestros padres lo sabían y asimismo sabían que un día nosotros lo descubriríamos por nuestra cuenta. ¿Sabían acaso el caos mental que eso nos produciría? ¿Sabían que esa sensación podía hacer que nos destruyéramos unos a otros? ¿Sabían que el afecto así como crea, destruye?
    Y si lo sabían, ¿acaso simplemente lo ignoraron porque ese sentimiento era mucho más fuerte que cualquier otra cosa?
    Después de todo, un inuyoukai no elige a quién proteger, protege por instinto, y no elige a alguien en especial, sino que todo lo suyo es importante.
    Y si habría de luchar, acababa de encontrar los motivos por los que quería hacerlo.

    El reinado de la confusión

    Acalambrado y golpeado luego del entrenamiento de la tarde, Kanta fue a lavar y arreglar sus ropas de entrenamiento y se alejó pronto del almacén, en dirección a la plataforma exterior que miraba hacia los jardines, donde solía entrenar con Akyoushi cuando “no era visto por nadie”. Estaba cansado, tenía sueño, hambre y sed. Asomó con cautela y vio al joven sentado en el borde la plataforma, mirando hacia un estanque congelado, con una taza de porcelana entre las manos.

    Subió a la plataforma y caminó despreocupadamente hacia él, desperezándose y bostezando.
    —Muero de cansancio y tengo el estómago vacío —se rascó la nuca y se sentó contra una columna lacada—, tengo mucha sed. ¿Me convidas de tu agua?

    Akyoushi miró hacia su taza de agua y luego al hanyou.
    —Puedes beber esa de allá —indicó un charco de agua de nieve lodosa a un costado de la plataforma.

    Kanta sacó la lengua.

    —No sé si me sorprende más que sobrevivas a los tratos de los instructores o que no presentes una sola queja respecto de eso —él como digno príncipe, nunca hubiera dejado que alguien se lo llevara por delante.

    Kanta llevó ambas manos a la nuca para luego recostarse contra la columna.
    —Dejé de preocuparme del maltrato de los youkai luego de ver cómo se trataban entre ellos —lo miró con un solo ojo.

    Akyoushi miró despreocupadamente el jardín. El mensaje era claro: si los youkai ni siquiera se respetaban entre sí, mucho menos respetarían a las otras razas.

    —Claro, tú no puedes verlo porque toda tu vida te han entrenado para matar a sangre fría, aplastar otros clanes y convertirte en un líder sanguinario… o lo que más se le acerque —puedo ver claramente tu futuro, serás lo que mi madre llama “un asesino psicópata” mientras yo sólo seré un tipo de la media—. Tu idea más cercana al juego cuando niño era revolcarte a golpes con otros youkai y entrenar, pero los seres humanos no viven así.

    El príncipe lo miró de reojo.
    —¿Se puede decir que los humanos viven? Trabajan como animales de carga para hacerse viejos y morir, no viven más de sesenta años, edad en que un youkai aún es muy joven, son un parpadeo frente a nuestros ojos y ni siquiera les importa.

    Kanta se sentó derecho.
    —Y yo creo que los youkai viven tanto que se olvidan del verdadero valor de la vida.

    —Estás prejuzgando. Si no valoráramos nuestras vidas, simplemente no pelearíamos más.

    —Pues tú igual. ¿Qué es eso de andar peleando por la vida? ¿No saben hacer otra cosa? Creo que el único youkai que no pelea aquí es Sana —suspiró pesadamente—, aunque hasta ella parece dueña de un alma combativa, creo que para entenderlo, antes debería nacer youkai.

    El príncipe bufó.
    —Ni aunque nacieras como youkai en tu próxima vida lograrías entender a mi hermana.

    —Pues sí… ¿mencionaste que se encerró a sí misma luego de un arduo entrenamiento para no involucrar a nadie en el mismo?

    —Eso es lo que dice ella, pero parece haber más razones…

    Eso despertó la curiosidad de Kanta.
    —¿Cuáles?

    —No tengo por qué decirte eso.

    El hanyou se enojó, no le gustaban los secretos desde que tenía la impresión de que sus padres le ocultaban algo, es decir, desde siempre.
    —Pero tú no pareces molesto por que ella se aísle tanto física como mentalmente —entrecerró los ojos en gesto de suspicacia—, es más, tengo la sensación de que te complace. ¿Será que Sana tiene algo que preferirías evitar?

    El inuyoukai lo miró de reojo y hubo silencio.
    —Dudo que lo entiendas aunque te lo explique. Sana tiene una mente con la que preferirías no tener contacto, no importa cuán atractiva luzca por fuera. Por dentro, no es así.

    Kanta se sintió confundido.
    —¿Tan mala es su mente?

    Akyoushi pareció perdido en sí mismo.
    —Horrible… —sacudió la cabeza, como si intentara liberarse de algo—. Créeme, no quieres saberlo.

    Antes de que el hanyou se atreviera a preguntar, él se puso de pie y se encaminó hacia la próxima clase, instándole a seguirle y poniendo una especie de barrera mental entre ambos, pero ese breve intercambio de palabras había perturbado a Kanta.
    Dicen que la curiosidad mató al gato, pero esta vez casi mató al perro.

    Al final del día, cuando fueron liberados de sus obligaciones y antes del toque de queda, Kanta fue a buscar a su tío y lo encontró cerca de la plaza de armas, despidiendo a unos youkai armados, de piel atigrada, que venían con mal aspecto.

    —¿Qué es lo que quieres? —preguntó secamente el daiyoukai sin mirarlo, al sentir su presencia “escondida” detrás de una columna.

    El hijo de Inuyasha se acercó dubitativamente y con la cabeza baja.
    —O-yakata-sama… deseaba hacerle una pregunta.

    —Habla.

    —Ah… esta tarde, cuando Aki… cuando el joven príncipe entrenaba conmigo, me habló de algo que ciertamente me perturbó y pensaba que tal vez usted tendría la respuesta a mi inquietud, pues él se negó a responderme —Sesshoumaru se puso alerta—. El joven príncipe dice que se mantiene lejos de la mente de la princesa por considerarla horrible. ¿A qué se refiere exactamente?

    Hubo un largo silencio.

    —¿En verdad quieres saberlo, Inuyasha?

    Nuevamente había olvidado su nombre. Kanta asintió en silencio.
    —Y mi nombre es Kanta, o-yakata-sama.

    —Todo lo que para ti existe, para ella es completamente irreal, incluso tú no eres más que un sueño de su cabeza. En el interior de Sana hay un vacío total, carente de sonido, forma, textura o color. Su mente flota dentro de ese lugar vacío y le hace consciente de sí misma. Un vacío creador —puso su mano sobre la cabeza del hanyou y, al instante, éste experimentó una sensación extraña y espantosa.

    Se sintió perdido a sí mismo en un espacio vacío, silencioso y oscuro donde no sentía absolutamente nada, ni siquiera se sentía a sí mismo, tampoco le era posible gritar o entender lo que estaba experimentando y no había nadie a quien acudir. Estaba completamente solo. Ni siquiera había espacio para sentir o pensar. ¿Era ese el espacio vacío del que hablaba su tío?
    Sentía que había caído en la Oscuridad y que, poco a poco, era absorbido por algo completamente ajeno a él, estaba perdiendo su esencia. Estaba anulado, muerto.

    —Muerto… estoy muerto.

    —Kanta, no, no te dejes engañar por ellos —murmuró impasible y en el acto se separó de él, pero Kanta no volvía en sí, atrapado por la ilusión del vacío—. Kanta, tienes que oírme, estoy aquí. Y tú te encuentras con vida.

    Pero el muchacho estaba completamente ido, como creyéndose una planta.

    —Kanta, tienes que volver en ti ahora —lo tomó por el rostro, obligándolo a mirarle a los ojos—. Ahora.

    Buscó conectar con su mente para equilibrarle y traerle de regreso. Estaba acostumbrado a hacer aquello con Sana para evitar que la chica cayera en la depresión e intentara suicidarse. No debía ser mucho más difícil con un hanyou.

    Los ojos de Kanta brillaron vidriosos, esta era la primera vez que veía directo a la cara de su tío, pero aún así no podía reaccionar.

    —Tienes que reaccionar, yo estoy aquí —le imprimió su energía y, aunque al principio pareció asustado, Kanta reaccionó poco a poco, gimió y perdió el equilibrio. Su tío lo tendió sobre su espalda en el suelo—. Ya no te preocupes por eso, yo estoy aquí —murmuró mientras le veía recuperarse.

    Akyoushi tenía razón, lo que había dentro de Sana era horrible.

    Es un vacío creador —murmuró una intención ajena en su cabeza—. A partir de ese vacío, se ha creado el mundo y todo lo que existe, tarde o temprano, regresará a él —esa cosa oscura era tanto impulsor como destructor, ahora comenzaba a entender la verdadera naturaleza de las entidades oscuras.

    —Su mente es impulsora como destructora. Tío, lo que vi era el interior de Sana ¿no es así? Y lo que hay dentro de ella es sólo un trozo de lo que hay en el meikai ¿o me equivoco? —se sentó abruptamente—. Eso significa “portar la Oscuridad”. Las criaturas son vaciadas de su esencia hasta que queda “eso”. ¿Considera usted piadoso dejar vivir a una criatura en ese estado?

    —Ese estado de criatura es mi hija —se alejó rumbo a la casa—. Un día entenderás.

    No podía matar a su hija, sin importar el estado en que se hallara o la forma en la que decidiera vivir. Sin importar su naturaleza o la gravedad de un crimen cometido, aunque ese crimen fuera un intento de asesinato a su propio hermano de sangre. Él no podía juzgarla, porque seguía siendo su hija, prefería perdonarla, culpar a otro. Cualquier cosa era preferible antes de aplicar la pena máxima.
    No era realmente capaz de tomar la vida de alguien de su familia.

    Pero si Kanta llegaba alguna vez a conocer la verdad… seguramente sí detestaría a Sana y sí la juzgaría.
    Él no permitiría que eso ocurriera. Entrenaría al hanyou para ser siempre leal a él y a sus hijos.

    ******

    El cielo se cubrió de espesas nubes oscuras cuando tres youkais montados en espantosos mononokes descendieron del cielo para acercarse a la aldea. Las personas comenzaron a correr agitadas en todas direcciones, mientras la campana sonaba, avisando a las personas que se ocultaran. Inuyasha, a pesar del dolor que cargaba consigo, salió corriendo rápidamente a las afueras de la aldea, para intentar interceptar a los youkai. Ellos quedaron suspendidos en el aire a varios pies al norte de las colinas. Los youkai y sus monturas le sostuvieron la mirada al hanyou.

    —¿Qué quieren, criaturas? —cuestionó con una mano puesta en la vaina de Tessaiga y la otra en la empuñadura, completamente en estado de alerta y listo para atacarles.

    Los mononoke se revolvieron un poco, soltando rugidos debajo de sus bozales, inquietos al intuir el poder de aquella ancestral espada de colmillo, pero sus jinetes asieron las riendas con fuerza, manteniéndolos en su lugar, sin quitar la vista del hanyou.
    —Joven maestro Inuyasha…

    Inuyasha movió las orejas al oír aquellas palabras, parpadeó y abandono su posición de alerta, quitando las manos de Tessaiga.
    —Así que joven maestro —murmuró, que esos youkai estuvieran ahí podá significar problemas.

    —Joven maestro Inuyasha, vinimos a traerle un mensaje —uno de los youkai sacó de entre su armadura una pequeña caja de madera oscura, Inuyasha la recibió y la observó.

    —Quédense aquí y esperen mi regreso —se preparó para volver a la aldea y al instante se detuvo y se volvió sobre sus pasos—, y no se atrevan a atacar ninguna de las aldeas contiguas ni a ningún humano o ya verán —les soltó una mirada amenazante, sosteniendo una vez más a Tessaiga.

    La carta que había dentro de aquel paquete tenía olor de una tinta mágica, mezclada con la de un inuyoukai, pero no se trataba del olor de su hermano, apresurado, llegó a la aldea.
    La primera persona que salió a recibirle fue Shinju.

    —¿Shinju-san? —cuestionó con tono serio.

    —¿Sucede algo malo, Inuyasha? ¿Ha llegado un mensaje desde el Oeste? —replicó tímidamente mientras observaba la carta que Inuyasha tenía en sus manos.

    —Así es.

    La muchacha en seguida pasó por algunas casas.
    —No hay que asustarse —anunció—, los youkai han traído noticias de Kanta.

    Él intentó detenerla.
    —¡Espera, Shinju-san, todavía no sabemos…!

    —¿De Kanta? —preguntó una muchacha de más o menos la edad de Shinju, asomando por la puerta de una cabaña con unos ojos llenos de ilusión— ¿Noticias de Kanta-sama? ¡Chicas, vengan a escuchar! —en seguida, las hermanas de aquella joven asomaron… y también otras jóvenes de la aldea, a pesar de las protestas de sus padres.

    Había tanto alboroto que Miroku en seguida fue hasta él.
    —Al parecer, por las actitudes de estas jovencitas, han llegado noticias del Oeste —sonrió de manera sugerente.

    —Todavía no sabemos qué dice, pero Kagome aún no puede levantarse —le mostró la carta—, así que iré a leer en la casa, puedes llamar a Sango y a tus hijos para que escuchen también.

    El monje asintió.
    —Iré a buscarlos, todos están ansiosos por saber de su primo. Shinju, ven conmigo.

    Su hija lo siguió tranquilamente en silencio.

    Cuando Inuyasha entró a la cabaña, encontró a Kagome sentada y era más, estaba intentando ponerse de pie. En seguida él la sujetó de los hombros y la hizo sentarse en su futón con delicadeza.
    —Por favor, no te esfuerces. Ya sabes que no debes levantarte aún, no estás en condiciones de…

    —Escuché a las jóvenes —se apresuró la miko— ¿Es verdad que han llegado noticias del Oeste, Inuyasha?

    Inuyasha asintió mientras le entregaba el estuche.
    —Aquí está la carta, los otros vendrán a enterarse de las noticias también.

    Kagome se apresuró en abrir el estuche y pudo ver una caligrafía conocida.
    —Es la caligrafía de Kanta —sonrió con cierta amargura.

    Algún tiempo después, se apareció en la puerta el clan de Miroku y todos se sentaron alrededor de la miko, haciéndole primero una profunda reverencia cada uno de ellos.

    —Kanta nos ha escrito —anunció con un deje de felicidad y melancolía en su voz Kagome—. Miroku-sama, ¿sería tan amable de leer para todos nosotros? —pidió extendiéndole el perfumado papel.

    —Con su permiso —dijo él tomando la carta y abriéndola.

    “Hola a todos, espero se encuentren bien, yo me encuentro entrenando arduamente, mientras veo cómo la Luna Fría ha cubierto de nieve nuestro hogar. Sana-sama se encuentra bien y nada le ha acontecido desde la última vez que la vieron, pero no ha recuperado su youryoku y ha perdido los sentidos que le otorgara Akuma, permanece en la semiinconsciencia casi todo el tiempo y casi no sale de sus dependencias”.
    “Rin me ha dicho que tiene pesadillas y aparentemente, también las experimentan todos los miembros del clan, pero los hijos de oyakata-sama han desarrollado una sorprendente fuerza de voluntad para resistir cualquier prueba, en especial Akyoushi-sama. Si le vieran, mamá, papá. Cada vez es más fuerte y ha estado desarrollando sorprendentes habilidades. Sé que un día será un increíble Daiyoukai como su padre”.
    “Hace poco, oyakata-sama y los príncipes fueron a ver a la Gran Señora, la madre de oyakata-sama, pero no me han contado el motivo de esto, como les conté antes, los príncipes la visitan en cada estación, su palacio, el cual veo a la distancia, debe ser tan hermoso como el de oyakata-sama. En esos días extrañé mucho a mis primos”.
    “Pero algo ha sucedido, porque a su regreso, Akyoushi-sama ha estado distante y me ha estado tratando mal. También oyakata-sama ha estado siendo muy duro conmigo y vigila los entrenamientos, he intentado acercarme a él, pero siento como si me evitara”.
    “Shinju, espero te encuentres bien, poco antes de la Luna Fría tuve una pesadilla en la que corrías gran peligro y sentí el impulso de ir a buscarte, pero oyakata-sama me detuvo. En ese instante no entendí por qué, pero si hubiera salido antes de la luna nueva, me hubiera vuelto completamente humano a mitad del viaje y mi destino habría sido incierto. Oyakata-sama sólo quería protegerme. Además, le he hecho una promesa a oyakata-sama, no puedo volver, Shinju. Así que, por favor, olvídate de mí y encuentra a una persona que pueda darte felicidad”.

    La chica se cubrió el rostro y comenzó a llorar, por más que intentaba contenerse, no podía con el peso de la verdad.

    “Shako, espero que tú y tus hermanos estén entrenando duro también y puedan así proteger las aldeas cuando pase el invierno. Miroku-sama, Sango-san, por favor cuiden bien de Shinju, no dejen que nadie la lastime, algún día he de pagar la gran deuda que tengo con ustedes”.
    “Pero no entiendo por qué estoy siendo dejado a un lado. Siento como si Sesshoumaru-sama supiera algo y estuviera ocultándomelo, y sé que no dirá una sola palabra aunque se lo suplique y temo por ustedes. Mamá, papá, ¿saben acaso qué le sucede a Sesshoumaru-sama? Por favor, díganme que se encuentran bien, que no les ha ocurrido nada. ¿Está bien mi hermana? Díganme que Shinju y su familia se encuentran bien. Por favor, mamá, papá, tengo miedo del silencio de Sesshoumaru-sama”.

    Para esos momentos, Kagome lloraba abiertamente e Inuyasha apretaba la mandíbula, tratando de contener el agua salada que le nublaba la vista. Kanta estaba…

    Shinju lloró casi al punto de los gritos.
    —Kanta-sama jamás me lo perdonará.

    —¡Kagome! —sollozó Sango, mientras iba a su lado y la sostenía por los hombros.

    Miroku tragó grueso y cerró la carta, devolviéndosela a Inuyasha, sin saber qué decir.

    —¡Kanta, perdóname! —lloró Kagome destrozada—. Fui…. tan irresponsable, no pude cuidar de tu hermana…

    Sango seguía intentando contenerla, pero ella también estaba adolorida.

    El hanyou ya no soportó más la presión, sin saber dónde descargarla.
    —Eso es lo que pasa por preocuparte más por los hijos ajenos que por los tuyos —le espetó sin contemplaciones— ¿y después te cuestionas por qué Kanta se marchó y prefirió a Sesshoumaru?

    —Inuyasha —le cuestionó el monje.

    —Es la verdad —Kagome levantó la vista, con el rostro empapado y lo miró a los ojos—. Perdóname Inuyasha…

    Él se enfureció más.
    —A mí no me pidas perdón, pídeselo a la bebé que jamás conoceremos y a Kanta que tanto soñó con ella. Y diles que tienen una madre inconsciente que los dejó en segundo lugar.

    Sango se sentía impotente al ver sufrir tanto a su amiga por aquello que menos deseaba para ella, cerró los ojos mientras un río de lágrimas bajaba por su mejilla. Le tembló la mano.
    —Shinju… tú… —le plantó una cachetada y la miró enojada.

    Shinju suspiró y miró a su madre también con su rostro lleno de lágrimas.

    —¿Estas feliz ahora Shinju? hasta aquí llego tu obsesión con Kanta, deberías avergonzarte, no solamente te pusiste en peligro a ti y a nosotros, una vida se perdió por tu ineptitud.

    La muchacha seguía llorando.
    —Yo no quería… yo no sabía… —volvió a cubrirse el rostro—, no tenía idea de que era un engaño.

    Sango la asió con fuerza de un brazo.
    —Sabías que Kanta jamás regresaría del Oeste, ¿realmente creíste que tendría esa clase de problemas? ¿tú, que lo conocías tan bien? —la obligó a arrodillarse y bajar la cabeza hasta el suelo—. Pídele perdón a Kagome.

    —Lo siento, Kagome-sama —lloró la muchacha postrada—. Lo siento tanto, mamá.

    Kagome negó con la cabeza, intentando dejar de llorar.

    —Sentirlo no solucionará nada, porque quienes más lo sienten son Kagome e Inuyasha, me avergüenzo de saber que una de mis hijas causo tanto daño —la taijiya se postró frente a la miko— ¡Kagome, amiga!, por favor perdónanos por causarte este dolor, estoy profundamente avergonzada de lo que ocasiono Shinju y entiendo que no quieras volver a hablarme.

    Pero la miko permaneció cabizbaja y silenciosa.

    —Sal de aquí, Shinju —ordenó Miroku a su hija y ella obedeció, encontrándose con miradas de reproche de todos los habitantes de la aldea, nadie sentía compasión hacia una traidora que había herido a la persona más importante.

    Ninguno de sus hermanos se atrevió a hablarle o a mirarla siquiera.

    Escuchó las murmuraciones, todos se avergonzaban de ella, ¿por qué había sido tan estúpida? Sin poder dejar de llorar, corrió para refugiarse en su casa y se sintió más sola que nunca.

    En la cabaña, Sango seguía postrada delante de Kagome.

    —Sango, levántate por favor —suplicó ella con dolor en su voz—, ustedes no tienen la culpa de que yo descuidara a mi bebé…

    Kagome se abrazó a sí misma,

    —Fui una tonta. Si… si tan solo… —recordó ese larguísimo sueño—, si tan sólo hubiera aceptado la ayuda de Sesshoumaru en ese instante…

    Inuyasha cerró los ojos. Sesshoumaru lo sabía y no fue capaz de hacer nada.
    ¿Qué hacer con tanto dolor? ¿A quién acudir a llorar? Salió corriendo de la cabaña y profirió un grito que fue escuchado en toda la aldea.

    —¡Malditos sean todos! —volteó hacia la cabaña— ¡y sobre todo la arrastrada de tu hija!

    Miroku ofendido salió, queriendo tranquilizarlo.
    —Inuyasha, espera un momento…

    Pero el hanyou se apartó de él con brusquedad y corrió fuera de la aldea a buscar a los youkai que le habían traído el mensaje. No necesitaba de una carta para contestar a aquel clan. Cruzó los ahora nevados campos de cultivo, el bosque y llegó hasta los sirvientes de su hermano.

    —¡Llévenme con ese maldito de Sesshoumaru ahora mismo!

    Aunque fuera un hanyou, su tono impidió que aquellos youkai se negaran, le dieron uno de los Mononoke para que montara y partieron a toda velocidad rumbo a las Tierras del Oeste. Su cabeza era un completo y alborotado mar de confusión y lo único que quería era matar a golpes a alguien, quien fuera.

    Después de aquel largo viaje, Inuyasha pudo divisar las montañas y valles en las que se mantenía oculto aquel que era el hogar de su clan. Su hijo estaba ahí, ansiaba verlo más que nada y disculparse con él. Sin entender por qué, se sintió mareado.

    —Joven maestro, pronto llegaremos —le anunció uno de los youkai. Inuyasha, ensimismado, no respondió.

    Los mononoke bajaron a vuelo raso entre los valles y pronto un campo de energía se abrió, dando paso a la verdadera apariencia del palacio del Guardián. El Guardián al que cagaría a golpes por inepto.
    Las puertas principales se abrieron con lentitud y los youkai entraron, guiando a Inuyasha. Cuando los mononoke aterrizaron en la plaza de armas, Inuyasha miró al youkai que tenía más cerca.

    —Quiero ver su líder ahora mismo.

    Los youkai bajaron de sus monturas alborotados, dejando a aquellas criaturas al cuidado de los sirvientes y corrieron a buscar a la guardia, para pedirle audiencia inmediata con el daiyoukai.

    —Yo no necesito permiso de nadie para hablarle —el hanyou quitó del camino a la guardia y se encaminó sin preámbulos hacia la Casa Principal.

    Pronto, se armó un revuelo entre toda la guardia y Sesshoumaru, quien justo en ese instante iba a salir para realizar el recorrido de vigilancia acostumbrada, vio llegar al hanyou y asomó a la plataforma.
    —Rouran —llamó a uno de los guardias—, en dónde está el príncipe.

    El youkai aludido se inclinó ante él.
    —Entrenando en la parte alta de los jardines… —frunció el ceño el gesto de repugnancia— …con el hanyou.

    —Que permanezcan ahí y no salgan bajo ningún motivo —murmuró entre dientes, mirándolo de soslayo.

    Pero era tarde porque el revuelo había llamado la atención de ambos muchachos, que se habían asomado a ver “a escondidas” qué pasaba. Sólo Dios sabía de la alegría de Kanta al ver a su padre, y se había puesto tan feliz cuando su primo le había contado la noticia de su llegada…

    —Su peste le delata —murmuró el muchachito agazapado como un gato listo para cazar.

    Sesshoumaru los miró sin estar seguro de qué hacer, debía fingir que nada pasaba, aunque el probable motivo de la visita de Inuyasha era…
    —¿Qué es lo que has venido a hacer aquí solo?

    —¡Maldito reptil infernal venenoso! —le espetó— ¡Me las vas a pagar esta y todas!

    —Cállate, hanyou.

    —Cállate tú, no he venido a escucharte, sabías lo que le sucedería a Kagome y no dijiste nada —saltó listo para darle un puñetazo, pero Sesshoumaru hizo que explotara su youki, impidiendo así que su hermano se acercara siquiera.

    —Idiota, no sé de qué hablas.

    El hanyou, furioso, se puso de pie en el acto.
    —Claro que lo sabes, maldito —lo acusó.

    Sesshoumaru miró a ambos muchachos de reojo y notó que tanto Akyoushi como Kanta le miraban confundidos, como buscando respuesta a las confusas palabras de Inuyasha. Volvió a mirar a su hermano menor.
    —Estás loco, largo de aquí y regresa cuando te hayas tranquilizado.

    —Basta, ¡deja de fingir de una vez por todas! —saltó dispuesto a golpearle una vez más, pero su puño fue detenido…

    …por la mano de Kanta.
    Se había vuelto veloz y no sólo eso, sino que se había interpuesto para defender a Sesshoumaru, su propio hijo era capaz de revelársele con tal de defender al que creía su líder. Las miradas de ambos se cruzaron por un instante eterno. Inuyasha confundido por la expresión de reproche de Kanta.

    —Kanta…

    —Detente papá, no ataques a Sesshoumaru-sama. Tienes que tranquilizarte, él no tiene la culpa de lo que le aconteció a mi hermana —Kanta se paró entre su padre y el daiyoukai. Estaba preocupado, por alguna razón, su padre lucía como un loco, no era el mismo de siempre—. Regresa a la aldea, mamá y los otros te necesitan…

    —No hasta que ajuste cuentas con este imbécil.

    —Pero, papá ¿qué dices? Sesshoumaru-sama no tiene nada que ver con esto, él no sabía nada de eso ¿verdad? —volteó confuso e inseguro a mirar a su tío— ¿Verdad?

    Sesshoumaru permaneció callado e impasible.

    —Es un embustero. Este idiota no te dirá la verdad aunque la sepa —acusó su padre con brusquedad—. Yo te diré la verdad. Shinju mató a tu hermana.

    Kanta palideció al tiempo que la respiración se cortaba en su garganta y quedaba suspendido en un espacio vacío y muerto. Eso no podía ser cierto. Shinju no podía haber hecho algo así. Estaba paralizado.

    Desde su lugar, Sesshoumaru fulminó a Inuyasha con la mirada. Ese reverendísimo idiota. Él se esmeraba en guardar los secretos que podían herir a sus hijos e Inuyasha iba y sin más soltaba algo así. Sintió una punzada cuando el muchacho se volteó lentamente a verle con la mirada que tienen los condenados.

    —Eso es mentira… —murmuró con melancolía— es mentira, Sesshoumaru-sama ¿no es así? ¿No es así?

    Pero su tío no respondió.

    Sesshoumaru cerró los ojos por unos momentos y luego se dirigió fríamente al inepto.
    —Yo no tengo nada que ver en esto, yo le ofrecí mi voluntad a tu mujer y ella la rechazó. Tu hija pudo haberse salvado. Pero Kagome no quiso que así fuera —no quería seguir destrozando a Kanta, tenía que hacer que Inuyasha se marchara.

    El hanyou continuó observando al estoico daiyoukai. Esa expresión significaba tal vez… que su padre realmente decía la verdad. El corazón de Kanta se estrujó y ocultó todo aquel dolor tras una máscara de frialdad. Miró a su padre.

    —Ya no hay nada que hacer. Tienes que regresar a la aldea, todos te necesitan y mi madre te necesita más que nunca —apretó los puños para evitar quebrarse—. Dile a mi madre que lo siento tanto… y dile a Shinju… dile a Shinju que se olvide para siempre de mí y de todo lo que pasó, que está muerta para mí desde el día de la muerte de mi hermana ¡porque jamás se lo perdonaré!

    Cuando las joyas se mellan, se vuelven opacas y pierden su belleza.

    Akyoushi miró anonadado lo que sucedía, aunque su rostro permaneciera impasible.
    No era cierto. Eso no era cierto… no era Shinju… ¡esa no era la verdad!

    …Akyoushi… yo maté a la hermana de Kanta…

    No, Kanta, eso…
    …no era cierto. Pero no podía decir la verdad, estaba amordazado. Sentía tanto dolor por Kanta ¿acaso Sana no era capaz de sentir ese sufrimiento? ¿tan fría era?
    Escuchó el eco de una infantil e inocente risa en su cabeza.

    “Qué irónico ¿verdad, hermano pequeño? Ahora esa perla mellada tiene lo que se merece, todos la odian, incluso su querido Kanta. Eso es bueno, ahora él ya no tiene razones para regresar, se quedará con nosotros para siempre y tú no tienes que matarla. La torpeza de Inuyasha hizo un buen trabajo después de todo”.

    Incluso para un youkai… eso sonaba tan cruel. Nunca debía haberle abierto esa conexión de su mente, ahora quería cerrarla, dejar de oírla, ella estaba encerrada, fingiendo dormir en su cuarto y no sentía nada…
    No parecía sentir la confusión de su hermano o el dolor de Kanta. Maldita fuera por haber nacido en la Oscuridad y haberse dejado seducir por ella.

    Sesshoumaru miró a su hijo, que lucía impasible y altivo, como correspondía a un príncipe. Tocó su mente y encontró la semejante confusión.

    Él también… conocía la verdad… pero no podía decirla, Inuyasha intentaría atacar a Sana sin importarle que fuera su sobrina. Pero él no lo permitiría porque, aunque perteneciera a la Oscuridad, Sana seguía siendo su hija y jamás dejaría que Inuyasha le pusiera una mano encima. Sólo él impartiría orden cuando creyera que fuera necesario.
    Lo sentía por Kanta y por Inuyasha, pero tendrían que vivir creyendo que esa humana con su obsesión había sido la causa de todo.

    Kanta vio a su tío marchar a sus recorridos mientras su padre le contaba lo que había acontecido al comienzo de la luna fría. No tenía nada que reclamarle a Akyoushi, pues éste había salvado tanto a la torpe de Shinju como a su familia, había hecho todo cuanto podía. Despidió a su padre con tristeza y se sintió devastado. Lamentaba tanto todo aquello…
    Y una silenciosa lágrima rodó por su mejilla.

    Sana no había querido nunca que Kanta sufriera y era la existencia misma de Shinju la que le dividía. Observó la situación desde la sombra y se preparó para regresar a su habitación, pero se encontró detenida por un inuyoukai de mirada fría, que le asió del brazo con la fuerza de un torno.

    —Tú y yo tenemos que hablar.

    —¡Honorable padre!

    —Deja a nuestro honorable padre fuera de esto —se acercó a ella y le susurró tan bajo que sólo un espíritu habría oído—. Más vale que te portes bonito o de lo contrario le diré a Kanta la verdad de quién mató a su hermana.

    Ella no pudo evitar sonreír.
    —No podrías.

    —No me pongas a prueba —amenazó.

    —Nunca herirías a Kanta.

    —Pero no le mentiría para que permaneciera leal a mí. No eres diferente de esa bruja de las nieves, ni eres diferente de Akuma —la empujó y se fue.

    Inuyasha emprendió el regreso lentamente, no quería estar pronto en casa, porque no se atrevía a ver el rostro de sus amigos o siquiera el de su esposa. Con lo que acababa de pasar, su relación estaba siendo puesta a prueba y tanto dolor hacía difícil creer que se podía continuar.
    No ganaba nada con culpar a todo el mundo, porque eso no solucionaría las cosas, no las cambiaría, no le devolvería la vida a su hija. Shinju no había medido las consecuencias de sus actos, pero no sabía lo que hacía, Miroku y Sango se habían comportado como buenos padres y aunque la habían regañado por su error, habían intentado contenerla y protegerla. Pero la mayoría de las personas en la aldea veían a Shinju como a una traidora y a sus padres y hermanos como cómplices de tal traición.
    Inuyasha sabía perfectamente que ninguno de ellos había querido hacerle daño ni a él ni a su esposa, también sabía que su esposa había estado trabajando tan arduamente porque no podía dejar de pensar en Kanta, pero tampoco podía culpar a Kanta por haber elegido su destino, porque tarde o temprano todo ser en este mundo tiene que escoger el camino que debe seguir y, una vez andado, no puede mirar atrás, porque esa es la ley de la vida.
    Tampoco podía culpar a Kagome por sentirse triste. Sí era cierto que él había intentado contenerla y era cierto también que ella había sido descuidada… pero ese no era ningún motivo para gritarle todas las horribles cosas que le había dicho. Apretó los puños hasta que sus garras atravesaron su piel y le hicieron sangrar. Estaba arrepentido por todo lo que había dicho. Recordaba también que había golpeado a Shippou al sentirse atacado y también se arrepentía de eso, porque se suponía que ambos eran amigos y el youkai también estaba sufriendo… sólo que los youkai tenían un modo diferente de demostrar su sufrimiento.
    Desde aquel triste día, la mente de Inuyasha estaba en constante conflicto. El mismo impulso que le había hecho gritar a Kagome le había hecho buscar sin sentido a Sesshoumaru y atacarlo y también había provocado que le contara esa triste noticia a Kanta. Recordó la mirada llena de dolor de su hijo y el modo en que éste había intentado ocultarla para no parecer débil ante su clan.

    —Perdóname, Kanta —murmuró en la soledad del frío paisaje nevado y sus palabras fueron arrastradas lejos por el viento.

    Lo último que quería era herirlo y lo había hecho sin querer. Sesshoumaru no había proferido una sola palabra al respecto, tan sólo dijo la verdad. A la distancia, él había hecho lo que podía, había intentado ayudar a Kagome —¿Qué motivos hubiera tenido un youkai como ese para hacer tal cosa? ¿Rin? ¿Kanta?— y no lo había conseguido porque ella lo había rechazado, asustada por semejante poder. Tampoco podía pedir a Sesshoumaru que les ayudara, puesto que no era su obligación, ni su deber, estaba lejos y no podía dejar desprotegidas sus tierras y a su familia sólo por ellos, no podía dejar sus verdaderas obligaciones.
    Sesshoumaru hacía lo que podía por sí mismo y por los suyos.
    Inuyasha maldijo para sus adentros porque, en su dureza, el daiyoukai una vez más le enseñaba algo, un poco de la asquerosa verdad: que él, aún siendo el débil hanyou que era, había sido escogido por su padre como el legítimo portador de la Tessaiga que se suponía servía para proteger a la raza humana… y aún así no estaba haciendo por los suyos todo lo que podía.

    Mirar el pasado y seguir culpándose de todas formas tampoco servía de nada, porque podía encontrar las mil excusas y el millón de opciones que hubiera podido tomar antes de dejar que tal calamidad ocurriera y no había hecho. Pero eso tampoco cambiaría las cosas, a menos que encontrara un poder capaz de regresarle en el tiempo, justo como el que había hallado Kagome para llegar un día hasta él.
    Su hija estaba muerta, era doloroso, sí, pero Kagome estaba viva, Kanta estaba vivo y eso era un milagro. Más que vivir lamentándose por los muertos, debería vivir por los que estaban vivos. Después de todos, a ellos amaba más que a nada en el mundo. Ellos eran lo más importante, el principio y el fin de su vida, todo lo que tenía. Por mucho que sufriera, tenía que se fuerte, ya no para encontrar un mundo donde fuese aceptado, sino para crear un mundo en el que las personas que amaba pudieran vivir en paz y, a pesar del dolor, no sufrieran más.
    Se dice que las almas habitan el mundo para poder experimentar las sensaciones, el placer, pero con el placer también viene el dolor y eso no puede evitarse… pero si había una manera de sobrellevarlo y seguir adelante, él la había descubierto y, ahora, tenía que descubrirlo de vuelta.

    Sonrió con amargura. Era casi como la muerte de Kikyou, él se había vuelto taciturno y su único pensamiento era morir por estar con ella, se había vuelto completamente egoísta y había olvidado que los demás también sufrían. Sin darse cuenta, había hecho sufrir mucho a Kagome. Seguiría sintiendo el dolor y el vacío de perder a Kikyou aunque lo ocultara, pero aún así debió hacer lo posible para seguir de pie y pelear por las personas que amaba.

    Una suave voz interna le llamó incontables veces. Pelea por las personas que amas, pelea por las personas que amas… tenía que seguir adelante.

    —¿Por qué tan deprimido, hanyou? —preguntó una grave voz inhumana desde las sombras del frío bosque.

    —¿Qué haces tan solitario? ¿Acaso necesitas que te ayuden a encontrar un camino? —se burló una voz semejante a la primera

    Inuyasha salió de sus pensamientos, reaccionando a la defensiva y mirando en todas direcciones.
    —Salgan, malditos cobardes.

    Como ellos no salían, desenvainó a Tessaiga y echó abajo varios árboles, obligando a salir de su refugio. Se halló ante dos enormes onis de piel oscura, con cuernos, dientes afilados, ojos brillantes y largas colas de demonio. Parecían gemelos.
    Ellos se rieron.

    —En este bosque las criaturas enloquecen porque escasea la comida —le dijo uno.

    —Por eso sería una excelente idea hacerse de un arma como la tuya, ¡luego de comernos hasta tus huesos!

    Ambos se abalanzaron sobre él.

    —¡No bromeen basuras! ¡kaze no kizu! —el terrible viento impulsado por la Tessaiga hizo explotar parte del bosque, pero los onis seguían enteros—. Malditos, esquivaron mi ataque.

    —Somos veloces, imbécil.

    —¡No tengo tiempo para perderlo con ustedes! ¡Kaze no kizu! —saltó y volvió a lanzar un ataque más fuerte que el anterior, pero los onis desaparecieron de su vista. Y uno de ellos pareció a sus espaldas, dándole un manotazo que lo mandó a estrellarse contra el suelo nevado.

    Fue rápido para ponerse de pie y saltar a unos árboles antes de que uno de ellos lo aplastara.

    —¡Deja de saltar por todos lados, hanyou y déjate devorar!

    —¡Ni de broma! —volvió a agitar fuertemente a Tessaiga, pero los onis habían desaparecido.

    —¿Es el único truco que te sabes? —quisieron aplastarlo de un puñetazo, pero el hanyou fue más rápido, saltando hacia otro árbol más alto.

    —¡Claro que no! ¡Kongosou-ha! —una lluvia de lanzas de diamantes tomaron por sorpresa a sus enemigos y uno de ellos fue asesinado.

    Pero el otro derribó a Inuyasha de un golpe de cola y rugió de odio.
    —¡Maldito! ¡Asesinaste a mi hermano!

    —¡Lárgate si no quieres ser el siguiente!

    —¡No bromees! —comenzó a atacarlo con una velocidad mayor a la anterior.

    Inuyasha sólo se concentraba en esquivarlo e intentar despistarlo. Al juzgar por sus apariencias, les había creído débiles y lentos, pero al parecer, eran todo lo contrario. Lo que tenía que hacer era usar el factor sorpresa. Si usara un meidou…
    No, no, no, Miroku le había dicho que había una ley entre los youkai que se había instaurado varios años atrás y prohibía rotundamente el uso de Meidou o cualquier modo de abrir una vía al otro mundo, por el peligro de permitir la entrada de kage o cualquier porquería que Akuma pudiera inventarse…
    …Castigando la infracción de dicha ley con pena de muerte.

    Un golpe de cuerno en medio del estómago lo hizo dudar de usar esa técnica. Pero no, esa era una ominosa técnica sólo apta para verdaderas emergencias. Por algo era difícil y doloroso de obtener.

    Inuyasha y el oni comenzaron a atacarse con violentos golpes, cada vez con mayor velocidad, desplazándose por el bosque hacia el oeste. Aquello no podía seguir por mucho tiempo.
    —¡Vengaré la muerte de mi hermano!

    —¡antes de eso, te mandaré con él! ¡Kaze no Kizu! El aire a presión fue directo al oni.

    —¿Qué pasa, hanyou mal nacido? ¿Se te acabaron los trucos? —golpeó la tierra, abriendo una grieta por donde cayó la nieve… y el ataque de Inuyasha también.

    El hanyou se quedó en blanco. Tal vez era factible usarlo sólo una vez… Recordó a su sobrina retorciéndose de dolor. No, no, no podía permitir que otra criatura pasara por lo mismo por su culpa. Se metió en la grieta, esquivando así un golpe de cola del oni.
    Entonces lo entendió. Alguna criatura de ese mundo oscuro había captado la debilidad de su corazón y estaba intentando coaccionarlo para abrir un meidou por el cual entrar a su mundo. Lo staba tentando cual demonio “atácalo sólo una vez y salva tu vida”.

    —¡Ahora sí no tienes escapatoria! —el oni iba a aplastarlo cuando Inuyasha clavó a Tessaiga en la tierra y presionándola, sin siquiera necesitar moverla, consiguió hacer un solo corte. Un solo corte de viento fue suficiente para rebanarle la mano. Eso había hecho para salvarse durante una batalla con Sesshoumaru en la que había quedado en desventaja. Sesshoumaru era más fuerte pero, por alguna razón, en ese momento le había perdonado la vida. En ese y en otros posteriores.

    Mientras el oni aún se agitaba de dolor, él salió de golpe de la tierra.
    —¡ve a reunirte con tu hermano y déjame en paz! ¡Kongosou-ha! —y la feroz lluvia de diamantes destazó al oponente en pedazos.

    Agradecía haber tenido con quien pelear para liberar al fin toda la presión que sentía por dentro. Esa batalla parecía ser un buen regalo de los dioses de la guerra. Jadeando, metió a Tessaiga en su vaina y corrigió el rumbo hacia la aldea, pero se detuvo abruptamente al sentir algo extraño ¿habría otro de esos?

    —¿Quién está ahí? —volteó en todas direcciones, pero no vio nada ni a nadie.

    Entre las sombras del bosque, el inuyoukai que lo protegía a distancia se perdió sin ser notado. Es que era desesperante ¿Qué tan torpe podía llegar a ser un imbécil hanyou descontrolado a causa de sus propias emociones humanas? Qué tan peligrosas podían ser las emociones en sí. Qué tan mala podría llegar a ser la relación con los débiles e inferiores seres humanos.

    Suspiró mirando hacia el pasado, cuando había comenzado a entrenarse más duramente debido a que otros clanes atacaban al suyo por considerarlo “inferior”, por creer que su venerado padre se había vuelto literalmente loco. Varias estaciones atrás, su padre había caído flechado por una humana y “enamorarse” de la cena no sólo era ridículo, también era peligroso.
    Al principio lo creía un juego. Pero cuando se enteró de que su honorable padre había dejado embarazada a esa mujer, entró en shock, para luego reaccionar de manera paranoica. Habría querido oír que esas eran mentiras, puros rumores de gente malintencionada, pero quedó a la deriva cuando él simplemente le contestó “es cierto”. Él estuvo dispuesto a hacer todo lo que estuviera a su alcance para entorpecer la “relación” y preservar la vida de su padre, incluso chantajear a la chica o desafiar a su padre para volverse el líder y posteriormente, obligarlo a dejarla. Pero todos sus planes fracasaron.

    “Un día de estos, se cavará su propia tumba”, rogaba a sus ancestros que nunca ocurriera. Pero ese día que tanto temía llegó.

    —Príncipe —interrumpió él su entrenamiento—, he recibido informes de que el Ryuukotsusei viene hacia acá e iré al valle a detener su avance.

    El príncipe miró en dirección a una densa nube tormentosa de origen sobrenatural que se levantaba desde el Este, anunciando la indiscutible presencia del temido daiyoukai en la cercanía.

    En los mapas del cielo, estaba pronosticado un eclipse de luna y, cuando la luna dejaba de brillar para los inuyoukai, éstos, despojados de la magia de la reina plateada, debían depender de sus propios poderes. Pero desde que había visto a esa humana, su padre no estaba centrado, no enfocaba su poder y por eso el clan estaba siendo atacado. Su padre corría el riesgo de perder.
    —No puede ir. Deje que yo, Sesshoumaru, vaya en su lugar y me encargue de todo.

    —Tu deber es proteger al clan en mi ausencia.

    —Pero, padre…

    Su padre miró a lo lejos sin contestarle, pero era obvio que en su mente giraba un rotundo “no”.
    —Debo ir, además —lo miró por menos de un segundo—. Tu hermano nacerá hoy, tengo que traerle. Tengo que sacar a Inuyasha y a Izayoi de ese lugar antes de que los humanos o las criaturas les hagan algo y si Ryuukotsusei sigue con vida, entonces será muy peligroso.

    ¿Proteger a una humana y a un hanyou durante la batalla? ¡Era un suicidio! ¡su padre jamás había sido tan estúpido!

    Un relámpago atravesó el cielo y él miró a su padre a los ojos.
    —Así que este es el modo en que funciona, ya no soy el príncipe al que confiaba todo lo suyo, seré cambiado por un hanyou.

    El daiyoukai comenzó a caminar a su alrededor y el príncipe le siguió con la mirada.
    —Sesshoumaru, eres un youkai como pocos, eres dueño de un gran poder que aún no conoces, tú no dependes de la fuerza de nadie, ni siquiera de la mía.

    —Son mentiras, como cada palabra que sale de su boca.

    —No tengo tiempo para discutir esto contigo —bufó y se dirigió hacia el valle.

    —¿Resistirá otra batalla con Ryuukotsusei en su estado? ¿realmente le ha vuelto demente esa mujer humana? Ahora resulta que una humana y un hanyou son más importantes que yo.

    Su padre se detuvo en seco.
    —No, tú no entiendes.

    —¿Qué no entiendo? ¿Qué gracias a su obsesión con esa inferior raza los daiyoukai de otras tierras nos amenazan todo el tiempo por considerarlo débil? ¿Qué por culpa de ellos el clan se dividirá? ¿Qué mi propio padre se ha olvidado de quién es?

    Touga volteó de súbito.
    —Sé quien soy y cuál es mi principal objetivo y mi lugar. Y tú tienes que saber cuál es el tuyo.

    Sesshoumaru entrecerró los ojos y bajó el tono de su voz.
    —Una sombra desde que apareció esa mujer, eso es lo que quiere que sea. No le importo yo, no le importa el clan, las tierras, no le importa nada —saltó hacia su padre dispuesto a atacarlo. Había creído que menoscabando su orgullo conseguiría hacer que su padre desistiera de pelear contra otro daiyoukai, pero ya que eso no había funcionado, debería recurrir a la fuerza.

    Pero su padre lo esquivó elevándose en el aire y alejándose de él al tiempo que cambiaba de forma.
    —Lo siento, príncipe.

    —Honorable padre… —Sesshoumaru lo vio con ojos muy abiertos, mordiéndose la lengua para no gritar su angustia—. No vaya a ese lugar de muerte.

    —Tengo que hacerlo, es mi deber como Guardián —le dijo a lo lejos.

    El príncipe permaneció allí, protegiendo a su clan, como debía, escuchando a lo lejos los estruendos de la batalla contra el monstruoso espíritu, odiándose por no haber podido detenerle. Se suponía que los daiyoukai no cometían estupideces y no tenían emociones, pero una humana fuera de lo previsto se las estaba dando. Su padre una vez le había hablado de un lazo más fuerte que el de la sangre, pero él no entendía ni quería entender nada de eso.

    El mundo fue detenido por la luz de un gran relámpago y el estallido de un feroz trueno. Entonces, la quietud.
    El aire fue invadido por el olor de sangre, una gran cantidad de sangre.

    Sesshoumaru dejó deliberadamente su posición y fue tan rápido como podía hasta el valle y halló al enorme Ryuukotsusei petrificado con una garra clavada sobre el corazón, la parte baja del valle era un río de sangre, pero no encontró a su padre. El olor de la sangre del guardián del viento se mezclaba con el de la sal marina.

    Sesshoumaru miró en esa dirección.
    —¡No! —el eco de su voz resonó y miró a la luna llena, que empezaba a ser opacada—. ¿Por qué? —preguntó el eco también.

    Salió del valle y voló en esa dirección tan rápido como podía.
    No lo haga, es una locura, un suicidio —gritaba su mente pidiendo auxilio, el tan anhelado amparo. Ni una palabra salió de su boca y ninguna emoción se reflejó en su rostro aniñado.

    ¿No lo entiendes aún? ¿Tienes algo que proteger?

    ¿Qué mierda es eso? ¡El que quiero proteger está intentando matarse!

    Matarse. Esa palabra hizo eco en su mente. Al tener tan grande herida, sabía que su padre no viviría mucho. Ir a buscarlo no tenía sentido. Intentar detenerlo, menos. Estaba bien, déjalo que cumpliera su última voluntad y sacara de ese serpentario a la bola de pelo. Pero antes…

    Si insiste en ir —si insiste en suicidarse—, cédame sus poderes.

    Era lo natural, ceder al sucesor del clan los poderes, antes o después de la muerte, pero ni siquiera eso consiguió. Ni un poco de su venerada presencia, ni un resquicio de su voluntad, nada de su poder. Nada de lo que sostenerse mientras sus propios poderes crecieran. El abandono total.
    Cuando llegó a las playas, su padre ya no estaba ahí y era posible que no regresara.
    Ya le consideraba muerto, pero aún se sentía apegado a él. Sabía que en el futuro no podría matar a la bola de pelo por mucho que así lo quisiera, sería el único recuerdo que tendría de su padre. Todo era tan… carente de sentido…

    Le dio la espalda a la luna y emprendió el silencioso regreso a casa.

    ******
    Le costaba concentrarse, tratando de encontrar las palabras adecuadas antes de escribir, no podía dañar tan fino material y tenía la vista fija en aquella parte en blanco del largo escrito que había comenzado, con el pincel sujeto en la mano derecha con más fuerza de la necesaria y la mano izquierda arrugando el doblez de su largo vestido violeta. Había escuchado los rumores entre la guardia ¿Sería verdad que Inuyasha había venido? ¿Cuál era la razón más probable?
    Ella se había negado a creer que Kagome había perdido un bebé al recibir la noticia de la propia boca del maestro, pero no esperaba que éste le mintiera. Él había expuesto que Kagome había sido descuidada y a Rin le había costado mucho sustraerle una información que, al final, le había resultado fatal y que hubiera preferido no conocer. Tal y como estaba acostumbrada, ocultó su dolor y lloró a solas y en silencio la muerte del pobre bebé, lamentándose del descuido de Kagome y del sufrimiento que esto le significaría a Kanta cuando se enterase, si es que se enteraba.
    ¿El hecho de que Inuyasha hubiera vuelto solo, pero no hubiera intentado llevarse consigo a Kanta, habría tenido alguna relación con aquella noticia? ¿Habría oído Kanta de su propio padre lo que en realidad había ocurrido? ¿y aún así el joven había desechado la idea de volver con su madre en la luna fría, a pesar de todo, sólo para continuar con el maestro y sus hijos? ¿tan grande era su lealtad? ¿o tan fuerte su lazo?
    Rin había preguntado más al maestro, pero él no había querido decirle nada más. Había preguntado también a sus hijos, pero éstos mostraron tal hermetismo semejante al de su padre que ella debió desistir. Todo eso la estaba poniendo nerviosa por mucho que quisiera controlarlo.

    ¿Estás nerviosa, Rin-chan? —le susurró una voz oscura.

    —Cállate la boca —espetó con dureza, a pesar de que esa no era su verdadera forma—. No me digas que por tu culpa… —sin que se percatara de ello, sus cabellos y sus ropas flotaron en el aire como consecuencia de la liberación de una energía sobrenatural y el material de escritura se vio seriamente afectado— no me digas que fue por tu culpa que Kagome-sama… —una energía sagrada explotó a su alrededor, tomando la forma visible de una luz, una especie de campo.

    Pobre del que se acercara si se enojaba, tal vez no tuviera los dones de la energía sagrada de una miko como Kagome-sama, pero no los necesitaba, puesto que su voluntad le era suficiente para derribar un gran obstáculo si así se lo proponía.

    Se lamentó de ver destrozado su escrito, pero no le quedaba más opción que comenzarlo de nuevo cuando se hubiera serenado. La intención que molestaba se alejó aparentemente asustada por su “pequeño” berrinche.
    Caminó hasta el rincón en donde descansaba su capa oscura, se la colocó y salió de la sala de los escritos, marchando lentamente por los silenciosos pasillos, pasando junto a los estoicos guardias youkai que fingían no verla. Fue buscando la presencia de Kanta hasta que lo encontró. A pesar de que ahora tenía permitido entrar de vez en cuando a algunas de las estancias siempre que no estorbara, él permanecía sentado en la plataforma exterior, abrazándose a sí mismo mientras la nieve caía lentamente en forma de pequeños copos y lo empapaba.

    —Kanta, hace mucho frío afuera —murmuró en un tono suave.

    Él volteó casi de súbito antes de perder nuevamente su vista hacia la fría noche.
    —Ah, Rin, así que eras tú, no te sentí venir.

    Rin, como portadora de Oscuridad, no tenía una esencia propia definida y a veces no podía ser notada por aquellos que tuvieran percepción débil, por lo que no era extraño que hubiera sorprendido a Kanta, quien no esperaba su llegada. Pero llamaba su atención esa premeditada indiferencia, él no era así.

    —Te veo incómodo ¿Ha pasado algo hoy? —no era común en los japoneses hablar de forma directa, eso había aprendido de su familia consanguínea y adoptiva.

    Kanta suspiró antes de decidirse a hablar con aquella figura a la que no le veía la cara.
    —Ciertamente te ves mejor sin esa capa, no tienes por qué hacer eso, ya que realmente no recuerdo cómo eras antes del accidente, era demasiado pequeño entonces. No me traumatizaré. Es más, creo que estoy cerca de un hada —sonrió con amargura y permaneció con la vista en el cielo nublado para intentar ocultar su dolor—. De todas formas, responderé a tu pregunta, mi padre llegó aquí hoy sin anunciarse, nadie se lo esperaba, e intentó atacar a oyakata-sama.

    Rin llevó ambas manos al rostro.
    —Cielos.

    —Mi padre estaba fuera de sí, no era el mismo de siempre, no recuerdo muchas ocasiones de haberlo visto así, y no me gustó verlo de esa manera. Nunca pensé que intentaría atacar a oyakata-sama cuando más bien le era indiferente —se frotó los brazos intentando hallar calor, ya que le afectaba el aura fría de Rin—. Oyakata-sama no tiene la culpa de nada de lo que pasó, pero mi padre parecía sentirse obligado a buscar un culpable fuera de su aldea, en vez de atacar a la verdadera culpable —esto último lo dijo apretando la mandíbula y frunciendo el ceño en un claro gesto de molestia.

    —¿La verdadera culpable? —Rin estaba confundida ¿qué había querido decir?

    Kanta bufó.
    —Tú no conoces a Shinju, pero es una de las hijas de Miroku-sama y Sango y tiene la misma edad que Sana-sama. Cometí un error al estar con ella, Rin, me siento traicionado y a la vez traidor —cuando estaba cerca de Rin no podía evitar que le saliera la verdad, lo que llevaba dentro de sí—. Shinju mató a mi hermana.

    Rin abrió mucho los ojos en un gesto de sorpresa y se sintió atravesada por algo, pero su expresión fue oculta por la capa. No era cierto, no podía ser cierto lo que estaba escuchando, una hija de Miroku-sama y Sango-sama…
    —No…

    —La debilidad de Shinju llevó hacia mis padres un ejército de criaturas que estuvo a punto de matar a todos, mi madre no pudo resistirlo, es un milagro que esté con vida. Rin, pude haber perdido a todos y entonces… —se abrazó a sus piernas y escondió el rostro— y entonces sólo los hubiera tenido a ustedes.

    Rin extendió una mano hacia él, queriendo tocarlo, pero se contuvo.
    —Kanta, perdona a Shinju. Tú también eres humano y los corazones de los humanos están llenos de debilidades que los youkai no conocen, y cometen errores, pero intentan vivir del mejor modo posible, ¿realmente crees que ella hubiera querido matar a tu hermana y lastimarte a ti y a tus padres? —se atrevió a ponerse en cuclillas cerca de él—, yo no lo creo.

    —¡Nunca perdonaré a Shinju!

    —Sé que sientes dolor en este momento, pero deja que el dolor pase. A veces si darnos cuenta, herimos a las personas que amamos y…

    —Pero hay límites para las cosas ¡esto excedió los límites! ¡Es un error muy grave! —se puso de pie con brusquedad—, ¡mi familia casi muere por su culpa, prefiero que se vaya al infierno!

    Un grupo de guardias corrieron hacia él, rodeándolo en un instante.
    Kanta en seguida fue consciente de su error, había agredido a Rin y era algo que en este lugar no podía perdonarse, ni aunque fuera el hijo de Inuyasha. Retrocedió endurecido, siendo seguido por las puntas de las armas de los guardias.

    —Rin… lo siento… yo… no debí haberte hablado así —avergonzado, corrió lejos de la Casa para ocultarse por ahí.

    Shinju, Shinju, Shinju, todos se creían esa mentira con tal facilidad. Akyoushi frunció el ceño al observar aquella escena desde el tejado de sus propias dependencias, sintiéndose impotente para ayudar a nadie, ella no sabía de la locura cometida por Sana aunque la intuyera y Rin sería la última persona a la que él querría lastimar siquiera con sus palabras, pero a Kanta, a Kanta sí no pensaba mentirle, quería que Sana metiera una sola vez la pata para poder escupir la verdad. Su hermana… ¡su hermana era una vulgar asesina!
    Pero Sana sólo se reía en su mente porque no pensaba incurrir en ningún error. Se escudaba en que Rin tenía razón, en que “a veces se daña a las personas amadas aún sin quererlo.”

    —Hermano pequeño, no debes enojarte conmigo —murmuró pasa sí en la soledad de sus oscuras y frías dependencias—, yo nací para ser asesina, esa es mi razón de ser, puede que la naturaleza de un inuyoukai sea proteger, pero muchos de nosotros encuentran goce en matar —y aquello no era una mentira, pero no sabía si su hermano podía oírle y menos entenderle.

    Además, Kanta tenía razón, él hubiera perdido a todos y entonces, sólo tendría a su honorable padre, y a Rin, y a ella y a su hermano. Si todos hubieran muerto en esa ocasión, si Akyoushi no hubiera metido la nariz, Kanta no tendría motivos para regresar a ninguna aldea humana…

    Peleó contra sus propios pensamientos.
    —¡No! ¡Déjame!

    ¿Por qué, Princesa? Sólo te he estado diciendo la verdad… —esa voz… cada vez era más fuerte dentro de su cabeza y cada vez era más difícil ignorarla.

    —No, no lo es —sufriendo, se sujetó de la cabeza, luchando por sacarse eso de encima, antes de que las pesadillas volvieran—. ¡Déjame, déjame ahora!

    Tienes que escucharme y entonces, serás…

    —¡No! ¡Ya he herido mucho a Kanta y he hecho sufrir a Rin! ¡No lo soporto más! —cayó al suelo de su cuarto, sin poder levantarse— ¡No sigas! ¡Ya no me hagas hacer esto! ¡no quiero lastimarlos más! ¡No quiero que mi padre y mi hermano me odien, ya no soporto más! ¡Rin, lo siento! —intentaba a toda costa reprimir su naturaleza violenta.

    Si tanto te confunden, simplemente deberías sacarlos de tu camino ¿Acaso quieres ser itsuki-no-miya como lo fue tu madre y morir con eso?

    —¡Basta, cállate! ¡No puedes seguir haciéndoles daño! ¡no te permitiré que uses mis poderes! ¡papá, papá, quiero morir! —estiró la mano hacia donde estaba su tantou, pero no podía moverse del suelo. Ansiaba tanto poder llegar hasta esa daga y clavársela en el cuello aunque Rin sufriera—. Papá, quiero morir… —dos lágrimas resbalaron por sus mejillas y su pálida mano cayó sobre el tatami.

    ¿Quieres morir? Pobre ilusa, ya estás muriendo y la única forma de que te salves es… que cumplas mi voluntad…

    —No…

    Pronto ni siquiera tendrás la voluntad para negarte o siquiera para quitarte la vida por ti misma ¿y qué harás? ¿pedirás a tu padre que te mate? ¿Crees que podrá hacerlo? ¿crees que por morir te librarás de las pesadillas? No es más que el comienzo… yo puedo darte luz en vez de muerte y sufrimiento pero tú no quieres. Eres débil…

    —Bas… ta… —se quedaba sin fuerzas siquiera para hablar— ya… no…

    Poco después, una voluntad ajena a ella la dejó inconsciente, donde no podía sufrir ni desear la muerte.

    ***

    Rin no pareció escuchar las palabras de arrepentimiento de Kanta y se retiró con lentitud de aquel lugar, seguida de cerca por aquellos guardias que la habían “defendido”. Entró a unas dependencias y se perdió de ellos, puesto que quería estar “a solas”.

    —Kagome-sama, lo siento mucho, yo también… yo también entiendo cómo se siente perder un hijo.

    —¿De verdad lo entiendes? —le susurró una voz desde la sombra.

    —¿Quién es? —miró por sobre el hombro, alerta, a pesar de saber de quién se trataba.

    —¿Una miko teniendo un hijo? El maestro hizo bien en decidir llevarse a sus vástagos, es el castigo que ella se merece —el youkai salió con lentitud de las sombras, caminando hacia ella—, ella no debía tener hijos y por eso pierde a todos sus hijos, es el castigo que ella se merece, un castigo dado por nuestros dioses.

    —Gin —murmuró ella, observándolo sorprendida—, tú no eres nadie para decir que ella merece un castigo —él comenzó a caminar a su alrededor y ella lo siguió con la mirada—. No recordaba que te comportaras así, soldado ¿en qué momento has cambiado tu lealtad a la familia de los inuyoukai por un duro recelo, semejante al de los traidores? ¿Eres consciente de que le faltas el respeto al maestro Inuyasha al decir eso?

    —¿Y es que merece una humana como esa mis respetos? ¿O lo merece un hanyou con la mitad del poder, por muy “príncipe” que sea? No me hagas reír —la miró con cierto aire de superioridad—. Y lamento haber cambiado mi actitud, Rin-sama, pero es que ya no me basta con simplemente salvar vidas de… protegidas humanas problemáticas y cumplir los caprichos del joven príncipe Akiyoushi, molestando a mi hermano Gen sin razón para ayudarle a él. Preferiría subir de rango, o al menos de preferencia entre la casta real —se le paró detrás y con una mano le levantó suavemente el cabello, dejando al descubierto su nuca y casi apoyando los labios ahí, aspirando el aroma de la Dama.

    —¿Qué quieres decir? —estaba alterada, paralizada. Gin la había ayudado en el pasado, había salvado su pellejo y ganado el respeto de Sesshoumaru-sama, pero no había razón para que se tomara semejante confianza.

    —Entiendo su pesar. Como Itsuki-no-miya, Rin-sama jamás debería haber dado nacimiento a ningún niño, ni a estos ni a los dos que vinieron antes, por eso tuvo un engendro como Sana-sama, como castigo —Rin tragó saliva por el dolor provocado por esas palabras y la cercanía del youkai—. Ahora como penitencia, no tiene más remedio que cuidar de Sana-sama y de Akiyoushi-sama como los dioses que son pero…

    Rin no sabía qué decirle, pero en ese instante una brillante luz pasó cerca de la cabeza del youkai y les separó. La Dama observó sorprendida ¿“dokkassou”?

    —Aléjate de mi madre ahora y vete a tu agujero antes de que te aniquile.

    El youkai, miró sorprendido al joven y pensó primero en inclinarse, pero se fue corriendo de ahí sin voltear. En ese instante, una concentración esférica de youdoku le rozó la cabeza y eso sólo apresuró la carrera del kitsune por alejarse.
    El príncipe había intentado decapitarlo aún cuando le hubiera dado la espalda. Se había distraído con Rin y no se había dado cuenta de su cercanía.

    —¿Rin, te encuentras bien? —inquirió el inuyoukai, acercándosele—¿ese animal no te hizo nada?

    Le molestaba saber que algunos youkai quisieran pasarse de listos en ausencia de su padre, pero le había molestado más la falta de respeto en las palabras de ese kitsune, Gin. Era asunto de Rin si ella quería abandonar sus deberes como princesa virgen y estar con su padre, una criatura de baja casta no tenía por qué venir a cuestionarle eso.

    —¿Príncipe, qué hacía aquí?

    —¿No puedo caminar por mi propia casa?

    Ella lo miró con cierta culpa y vergüenza.
    —¿Escuchaste lo que pasó?

    El príncipe no le respondió, tan sólo la miró en silencio…

    …Aquella era la parte más alejada de la ciudad amurallada, lejos de la Casa principal, lejos de los jardines y detrás del “bosque interior”, pero Akyoushi no acostumbraba pasar por ahí, era la primera vez que acompañaba a Rin hacia ese lugar y no sabía qué decir. Observó los dos monumentos de piedra que se hallaban debajo de ese árbol. Sus hermanos mayores ¿así debía decirles?

    —¿De esto hablaba Gin? —cuestionó simplemente.

    —Es una regla humana. Como itsuki-no-miya se considera una falta grave traer niños al mundo… pero si además son hanyou en una casta daiyoukai… —Rin cerró los ojos, sintiendo que le ardían— …bueno, es demasiado peligroso.

    Él no sentía absolutamente nada hacia aquellos dos monumentos de piedra, aunque significaran mucho para Rin, pero entendía a qué se refería con peligroso.
    —Pero ni Sana ni yo somos dioses, tampoco hemos venido a este mundo a castigarte. ¿Crees en las palabras de Gin, que sabe poco y nada de nosotros? ¿y cuánto más sabes tú? —negó con la cabeza—. No sé por qué se permitiría tener celos de mi padre un youkai de baja casta como ese, pero aquí nadie te culpa de nada que hayas hecho, ni nadie piensa en castigarte. Además, tú sí nos elegiste a nosotros —era su modo de dar las gracias.

    Ella apoyó la cara en el hombro del inuyoukai.
    —Al igual que tú, a veces también me cuesta encontrar paz en este mundo —le confesó.

    —Creo que nadie puede encontrarla porque tal vez la paz no existe en este mundo —apoyó la cabeza sobre la de ella—. Nosotros los youkai peleamos los unos contra los otros en nuestro mundo, donde el fuerte devora al débil y, en nuestra vida como “daiyoukais” formamos parte del mundo del Asura, que vive para la sangre y para pelear. Y en la siguiente vida a esa, como Antiguos, pasamos a ser los Dioses a que tanto asustan a los humanos.
    »Quizás es que hay humanos que no soportan su naturaleza y en vez de volver a ser humanos, eligen el mundo del espíritu y se vuelven fantasmas hambrientos —se atrevió a abrazarla—, así, en su siguiente vida, serán también youkais con los que podrán compararse, y luego asuras… Creo… que es un ciclo irrompible.

    Rin suspiró sin deseos de deshacerse del abrazo. Un ciclo sin fin a través de los seis mundos. De humano a espíritu hambriento, de espíritu a Demonio, de Demonio a Youkai, de Youkai a Asura, de Asura a Dios y de nuevo…
    Y el humano era el único que tenía que morir para cambiar de naturaleza, justo como le había sucedido a ella. Cuando finalmente fuera una youkai, Sesshoumaru-sama... sería entonces nada menos que un Dios… y él nuevamente estaría fuera de su alcance. Volvió a suspirar.

    —Akyoushi-sama, no sabes lo que estás diciendo… pero me temo que tienes razón.

    —Creo que todos pasamos de una instancia a otra, sin paz. Y entiendo tu elección de cambiar para estar cerca de mi honorable padre. De otro modo ¿Qué sería de él sin ti? ¿Qué sería de nosotros? —miró hacia las tumbas de piedra—, tal vez los humanos y los hanyous estén por debajo de nosotros y tal vez los espíritus estén por debajo de nosotros… —la miró a la cara—, pero tú no estás por debajo de nosotros, ni debes permitir que un tarado venga y quiera meterte esa idea en la cabeza.

    Ya se lo había dicho una vez, que ella era el tesoro del clan, pero ella no parecía creerle porque le evadía la mirada.

    —A mi padre y hermana y a mí no nos ofendería que fueras diferente… sí nos ofendería que, por haber cometido un error, creas que no mereces estar con nosotros.

    Ella lo miró con los ojos muy abiertos y la pregunta escrita en la cara.

    Él también estaba consternado.
    —¡Es que tú mereces estar aquí! y no es un castigo, es la vida para ti y de la cual no debes culparte o arrepentirte.

    …Tú mereces estar aquí…
    …Tú aún merecerías estar aquí…

    Esas habían sido las palabras de Sesshoumaru-sama, las mismas palabras. El pensamiento de quienes no creían que ella mereciera castigo alguno.
    Entonces, el resto de las palabras de Gin eran también engaño, Kagome no había perdido a su bebé como un castigo, sino como consecuencia de errores propios y ajenos y tampoco había “perdido” a Kanta, sino que era su destino como hijo y nieto de inuyoukai volver al clan y debía cumplirlo por mucho que Inuyasha y Kagome sufrieran.
    Pero no podía decir que todo aquello le alegraba. No quería pensar que Inuyasha, Kagome y los demás jamás conseguirían la paz que tanto buscaban y anhelaban en este mundo. Prefería creer que las criaturas hallaban cierta paz cuando vivían de acuerdo a sus verdaderas naturalezas, por muy violentas que éstas pudieran llegar a ser. Pero aquello era difícil para Akyoushi, para ella y para toda criatura que llevara “la mitad de algo”, pues sus naturalezas estaban divididas y no se puede ser dos cosas a la vez.

    Ahora que lo recordaba, eso le había acontecido a Naraku, que había decidido tener un corazón humano mientras vivía como youkai.

    ¿Significa eso que estoy cometiendo el mismo error que Naraku?
    ¿Y acabaré como él?

    ¿Realmente no merecía un castigo por aquella aberración? ¿Debía creer completamente en las palabras de Sesshoumaru o él sólo decía esas cosas a causa de su devoción protectora?
    ¿De algún modo la estaba indultando?
    Ahora entendía realmente por qué sus amigos una vez la habían atacado, tal vez de un modo inconsciente y con un miedo oculto en sus almas. Tenía más razones que nunca para no volver a mostrarles su rostro. Akyoushi realmente no tenía idea de lo que acababa de decir.

    ******
    La casa del monje estaba en penumbra, con su techo cubierto de nieve y, dentro, los tres jóvenes, abrigados hasta el cuello, se calentaban junto al fuego mientras bebían el té rojo que Shinju acababa de preparar, pero sin emitir palabra alguna. En todo caso, los muchachos intercambiaban una o dos palabras entre sí, pero excluyendo completamente a su hermana, como si ésta fuera invisible.
    Shinju suspiró, la trataban como si no fuera nadie y justo así se sentía. Su madre había ido a hacer compañía a Kagome y no regresaría y su padre había ido a hacer los servicios de la noche en el templo, siempre tan responsable.
    ¿Dónde había ido Inuyasha? Sus padres no lo sabían y pensaban que lo mejor era que no regresara hasta que se tranquilizara.

    —Papá ya se tarda —murmuró.

    —Calla, mocosa —la regañó su hermano.

    —No me calles, estoy preocupada, uno de ustedes debería ir a buscarlo.

    —Oh, ahora te preocupa la seguridad de nuestros padres.

    El otro se sentó más cerca de ella.
    —Ya vendrá. Nuestro padre sabe cuidarse por sí mismo sin causar problemas, no como cierta persona.

    Ella volteó hacia él.
    —Si tienes que decirme algo, dímelo a la cara.

    Él tomó aire.
    —Mocosa irresponsable, cobarde, torpe, ciclotímica, estúpida. Se supone que deberías honrar a tu familia, no meterla en aprietos. Por poco y matas a Shako y a nuestros padres. Y no te molestes en negarlo, ya entiendo por qué Kanta te dejó.

    Todo eso ella ya lo sabía y no se sentía merecedora de la cálida presencia de Kanta.

    —Sí, Teruo tiene razón. El insulto de Inuyasha es lo menos que te mereces, tonta.

    Ella se enfadó y se sintió herida, aún se sentía muy culpable, su conciencia no la dejaba en paz y comenzaba a traumatizarse, viendo hasta en su mente el rostro del muchacho de plateada cabellera. Mínimo quería golpearse la cabeza hasta desangrarse. Lo único que le faltaba era pelearse con sus hermanos por esto.
    —Reconozco que fui una estúpida inconsciente que no midió las consecuencias de sus actos —¿Era necesario explicarles eso a sus hermanos? Se sentía víctima de tal confusión que necesitaba exteriorizarla—. Me arrepiento profundamente aunque sea tarde y aunque no me alcance la vida para pagarle a Kagome-sama, porque sé que no puedo reparar lo que hice —se ciñó a su ropa—. No quería cometer tal atrocidad y jamás me perdonaré a mí misma.

    —Genial, porque ni siquiera Kanta, que estaba enamorado de ti podrá perdonarte cuando sus padres le cuenten toda la verdad y sepa qué tipo de novia tiene —murmuró con cierto desprecio.

    Ella lo tomó por el cuello del abrigo y lo jaló hacia sí para mirarlo a la cara.
    —Escúchame, Teruo: si lo pierdo, cometo Seppuku y tiro mis tripas por la ventana antes de morir.

    Él cerró los ojos.
    —Pues más vale que empieces pronto, porque en primera, nunca fue tuyo, no es un objeto que le pertenezca a alguien; en segunda, nunca te perdonará lo que hiciste a su familia y no hace falta que te diga eso pues ya lo sabes bien —tomó las manos de su hermana para liberarse de su agarre.

    —¿Qué están haciendo? —preguntó su padre al entrar y verlos.

    —Nada —murmuró el muchacho mientras soltaba las manos de su hermana—. Sólo pensamos que te estabas tardando un poco y nuestra pequeña hermana estaba algo impaciente.

    El monje la observó calladamente y entrecerró los ojos.
    —Más que impaciente, deberías estar trabajando o irte a dormir.

    —Sí, padre —ella fue rápidamente a su habitación y se acostó sin esperar que alguien le diera las buenas noches.

    —Será mejor que me construyas un cuarto propio, padre —Teruo se cruzó de brazos—, no pienso compartir habitación con una traidora.

    —Yo tampoco —acotó su gemelo.

    Shinju apretó los puños y se contuvo para no contestar.

    —Tenle más respeto a tu hermana —sentenció Miroku—. No permitiré que se falten el respeto entre ustedes, no importa lo que haya hecho, no merece ser maltratada por su familia.

    —Sí, padre —el joven se puso rígido.

    —Y tú también. Ve a dormir —indicó con su báculo antes de dejarlo apostado en un rincón. Se sentó junto al fuego suspirando luego de que sus hijos se retiraran y calentó la bebida que ellos habían dejado—. Las cosas que tengo que afrontar... Me pregunto si será castigo de Buda por mis malos hábitos —bebió el té rojo lentamente, esperando que el frío y la ansiedad pasaran. Tres días eran suficientes para serenar la mente, Inuyasha regresaría pronto.

    ______________________________________________
    Lamento haber tardado una eternidad y sé que no es excusa, pero estuve algo depresiva y también algo ocupada y es por eso que no pude actualizar, pero espero al menos esto sirva como una compensación. Este capítulo fue hecho con la colaboración de la original Whitemiko, que escribió unas líneas muy profundas. En cuanto al texto en general, he de decir que he manejado más personajes que de costumbre y espero sea del agrado del lector.

    Se trata de un capítulo especial, a un año de la creación de FanFiction “The Legacy”, que con dos libros y más de trescientas páginas, ha dado bastante que hablar a quienes se han atrevido a pasarse por aquí.
    En conmemoración a este hecho, invito a todos los ficker a hacer un pastel de cumpleaños para Akyoushi. Si bien el cumpleaños de este personaje fue varios capítulos atrás, él “nació” hace un año, impulsado por ideas de Pan-chan.
    El “pastel” será un texto en relación a TL, de una sola tira y extensión libre; se les permitirá usar a todos los personajes de Rumiko y a mis cinco OCs y podrán enviármelos vía PM para que sean publicados más tarde.

    Luchy las saluda.
     
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    Whitemiko

    Whitemiko Usuario común

    Virgo
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    Holi!!!!

    Sabes lo mucho que te amo verdad?????es que me encanto el capi!!!!!aunque como bien te dije esas palabras de Rin me dejaron hecha un nido la cabeza, porque no entendi ni pizca, pero debo decir que me encanto que hayas puesto mi aporte!!!jojojo como te dije, a veces soi la reina del drama (y no con eso quiere decir que es la reencarnacion de Shakespeare, si no que con bastante frecuencia dramatiza todo y vuelve una tragedia algo sin sentido) ¬¬ nadie necesitaba esa aclaracion el caso es que me encanto el capitulo, vaya si yo fuera Shinju me suicidaria, los acusare de violencia intrafamiliar!!!bulliyng!!!jajaj eso que, pero bueno algo tenia que decir no???

    Pfff no me imagino la crisis emocional por la que debe pasar Kanta y no se si entendi bien pero Rin tiene problemas de identidad????a decir verdad no tengo ni idea, pero bue...todos en esa familia estan locos, me pregunto que papel asumiria yo si me viera envuelta en esa familia...prefiero ser la que sea menos Sana!!!!!si fuera ella me hubiera vuelto emo desde el primer dia, pero claro SUPER PAPI esta al pendiente de que no suceda, no entiendo, con los animales cuando estan sufriendo los matan para acabar con su agonia, aunque te parta el alma.

    Pero claro, un hijo no es un animal (aunque ellos parezcan serlo) y me conmovio mucho el fragmento de la conversacion de Sessho y Touga, repito SESSHO SI QUIERE A SU HERMANITO!!!!!nadie pondria en peligro su pellejo por alguien a quien no aprecias, mmmm bueno yo tengo un medio hermano, y como dije, antes le tenia cierto rencor, pero el es un pequeño y despues vi el comportamiento de sessho con inu y me senti mierda, me senti Sesshomaru OMG!!!fue horrible, pero...sobrevivi, no e vuelto a ver a mi medio hermano, pero se que no le odio y dentro MUY dentro de mi existe un cariño por el, pff en eso si m parezco a sessho xD virgos teniamos que ser, somos marcianos!!! aunque tecnicamente los virgos sean regidos por mercurio pero bue....

    Solo eso tengo que decir, largo eh???espero que quedaras satifecha con mi coment y espero los tuyos (amenaza latente ¬¬) y que vean las demas YO FUI LA PRIMERA EN COMENTAR EL CAPI ESPECIAL POR ANIVERSARIOO!!!

    *baile de felicidad*

    Una cosa mas querida, SI PARTICIPARE EN EL PASTEL DE AKI!!!!!sabes que no se hacer ni un huevo revuelto, pero...SE HACER PAY DE LIMON!!!y no es por nada pero me queda MUY rico!!!!

    Bueno amiga, lo de siempre...
    Besitos!!
    XOXO
     
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    yuebella

    yuebella Entusiasta

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    Joder... se que no debería molestarme con Sana, pero... argh! es frustrante que le echen toda la culpa a la otra. Desgraciadamente aún no puedo imaginarme a Rin adulta :/ y la verdad Inuyasha siempre ha sido impulsivo, grosero y enojón (por eso tiene tantas fangirls) Pasando a otra cosa tu forma de escribir siempre (y digo siempre) me ha parecido excepcional. Sigue así (^3^)/
     
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    rin chan

    rin chan Entusiasta

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    ahhh mi cariño por sana siempre va en un sube y baja primero la odiiee pork no manches todos culpan shinju, esq la vdd personalment tampco piensoo q fue solo culpa de ella, en todo caso es de kagome por no cuidarsee, teniendo un esposo super poderooso ahii qeria ir, tenia q cuidarsee asii misma mas q nadiie la culpa la tiene kagome mismma, por sannaa tambn se me hace q son unos cobardes por no reprenderla como se merece, aunq sesshomaruu sabe q es su naturalezaa, y nisiquiera ella puede con esoo waa dificil casoo
    pobrecita de mi rinn en todos los fics sufre xDD, pero siii ella merece estar vivaa mas q nadiie en esa casa de los locoss
    que seria mi sesshomaru sin ella :,)...vamos Rin valorattee :)

    me pregunto q mas aconteceraa??
    feliz cumpleaños a aky ( ya fueee ¬¬) no importaaa!!! :)
     
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    Pan-chan

    Pan-chan Fanático

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    Fue un capitulo muy entretenido, manejaste varios personajes, lugares y situaciones diferentes y aun asi no se perdio el hilo de la historia en ningun momento, de verdad te felicito por eso.

    Es realmente lamentable la muerte de la hija de Kagome, son muchos sentimientos encontrados (que por cierto, demostraste bastante bien) siento que Shinju es la oveja negra de la aldea (nadie la quiere todos la odian) bueno, su descuido resulto fatal y casi mueren todos en el proceso pero la pobre lo hizo por amor (estupido amor xD) lo malo de todo eso es que Kanta, cegado por su dolor le creyó culpable de todo y no fue asi...espero que mas adelante se de cuenta de su error.

    Siempre me ha gustado la relacion de Rin y Akyoushi, y a decir verdad no pense que Rin tuviera tantos sentimientos encontrados por el hecho de permanecer viva con su nueva apariencia, eso le da un toque mas real y maduro del que la misma Rumiko nos dejó ver en la serie, practicamente Rin lo dejo todo por Sesshomaru, hasta su propia naturaleza. Y ya que mencionas que tu fic cumple un año pues..Feliz cumpleaños xD es una gran historia y cofcofespero quecofcof no acabe pronto xD
     
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    Asurama

    Asurama Usuario popular

    Cáncer
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    Título:
    The Legacy
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    60
     
    Palabras:
    29704
    Misterios

    Con la cesta en la mano, estaba en cuclillas mientras elegía qué hierbas cortar, pues aquel pasatiempo se había hecho tan ameno como recoger flores, aunque luego llegara ese inuyoukai, le pusiera cara fea y le reclamara “apestas a herboristería”.

    —Ya es suficiente por hoy, Rin-chan —le detuvo la cálida voz—, regresemos a casa.

    —Ah, sí, Kaede-sama —se levantó y fue corriendo hacia ella con una sonrisa para tomarla de la mano, como antaño hacía con su madre, pues su nueva madre era igual de bondadosa y agradable, pero el doble de sabia. Gracias a ella, había aprendido a querer las obligaciones de las miko.

    Mientras iban rumbo a la aldea, levantó la cabeza para disfrutar del hermoso calor del sol del mediodía, de su luz y el armonioso canto de las aves. No importaba qué pruebas le pusiera la vida, nunca dejaba de disfrutar de su mundo.

    Kaede forzó una sonrisa al mirarla.
    —Falta poco para la luna nueva.

    —Lo sé —murmuró la niña, fingiendo indiferencia, pues sabía que era posible que sus eternos amigos llegaran a principio de mes, como era costumbre, con “obsequios de visita” de los cuales el más pequeño valía el dinero que podía alimentar no sólo a esa aldea, sino también a las aldeas vecinas.

    Esos “obsequios de visita” no eran otra cosa que solicitudes… de matrimonio. Pero le venía mejor hacerse la desentendida, la ingenua, la estúpida, aunque los youkai se enojaran, pues tal vez así se olvidarían de ella. Por supuesto, no era esto lo que quería, pero su conciencia le decía que era lo mejor.
    Al diablo con “lo mejor”, quería irse con el maestro en la próxima Luna Fría. Y viajar con él eternamente, si se podía.
    Cuando iban entrando a la aldea, en seguida unos niños le salieron al paso.

    —¡Eh, Rin, acabo de volver junto con mi padre del río, mita todo lo que hemos pescado! —llamó su atención un muchachito de más o menos su edad, mientras sostenía una cuerda de la que varios peces colgaban de las agallas.

    —Ya acabé de ayudar a mi padre con los cultivos ¿te gustaría ir a pasear a la colina? —le invitó otro.

    —Está bien, cuando acabe de ordenar las hierbas —le dijo ella con voz fuerte, sin dejar de sonreír.

    Al rato, algunas niñas la invitaron a jugar por ahí, recoger flores, jugar a algo divertido… tenía muy buenas relaciones con todos los niños y niñas de la aldea disfrutaba de cuidar a los más pequeños y de aprender de los mayores y, en alguna parte de su corazón, quería seguir haciéndolo. Estaba realmente dividida.

    Se sentó junto con la anciana cerca de la casa y comenzaron a separar y secar las hierbas y raíces que habían recogido. Rin, alegrando el mediodía, se inventó una canción.

    —Dime, Rin-chan, ¿de verdad quieres escoger la profesión de miko? —la interrumpió amablemente la anciana.

    Ella asintió.
    —Me encanta ayudar a las personas y he aprendido mucho de usted, Kaede-sama. Sé que me sentará muy bien ser miko.

    —¿Pe-pe-pero qué pasará con Sesshoumaru? —prorrumpió la histérica voz de Kagome-sama— ¿lo abandonarás? Él es tan buen novio…

    Su rostro dibujó variedad de expresiones y se puso tan rojo como las ciruelas maduras, dándole ganas de esconderse a dos mil metros bajo tierra. No sabía qué hacer, no sabía qué decir…
    —Kagome-sama, por favor, no diga eso —se tomó el rostro con las manos, pues le ardía—. Un youkai jamás podría llegar a eso con un ser humano, además, va en contra de mis principios…

    —Pero él es tan considerado contigo… —se sentó junto a ella—, no puedes dejarlo así nada más. Te pido que te lo pienses.

    —Es verdad —murmuró el monje acercándose y luego, puso un rostro dramático mientras se tocaba la barbilla—. Además, los votos de castidad te traerán algunos problemas.

    Kagome-sama entrecerró los ojos con una expresión acusadora.
    —No parece que a usted le haya traído muchos problemas…

    Miroku-sama rió nerviosamente y la graciosa escena hizo que Rin se olvidara del motivo por el que se había apenado tanto. Ahora, estaba en confianza, entre su familia. Sabía que a ellos podía decirles la verdad cuando quisiera. Era más, como buena familia, ellos sabían la verdad incluso antes de que ella hablara. No sabía si eso era una suerte o una desgracia.

    —Aunque ustedes digan eso, realmente quiero llegar a ser una buena miko y sé que Sesshoumaru-sama entenderá eso y no me pondrá obstáculos. Él no es así —se separó un poco de Kagome, que lucía algo abatida por la respuesta que acababa de recibir.

    —¡Keh! Se ve que no conoces a ese inepto, sería capaz de mover cielo y tierra con tal de que no tomaras votos de ningún tipo —comentó una molesta voz y casi al instante, la chica volvió a ponerse roja.

    —Inuyasha-sama, no le diga inepto a Sesshoumaru-sama —y al defenderle, por supuesto se delató.

    Él bufó.
    —¿Lo ves? Tú tampoco quieres hacer eso que estás diciendo.

    Rin escondió el rostro, pues ya no aguantaba la vergüenza provocada por esas palabras, quería huir.

    —¡Inuyasha, osuwari! —el hanyou se estampó en el suelo ante la orden—. Compórtate. Estás avergonzando a la pobre chica con tus comentarios.

    La aludida suspiró. En realidad, era culpa de todos, estaban tan interesados en que ella “fuera feliz” que hasta se metían en su vida en cierto modo insidioso. Sin duda alguna, eran una buena familia y no quería tener que dejarlos…

    —No te preocupes, Rin-chan, tus verdaderos sentimientos son más importantes que nosotros —dijo una amable mujer, poniéndole una mano en el hombro, mientras con la otra sostenía dificultosamente a un gordo bebé de ojos azules.

    —Sango-sama…

    —De verdad, nosotros entenderemos —le sonrió amablemente—. Además, puedes irte con Sesshoumaru y tomar votos de miko sin problemas, imagínate, tendrás el honor de ser Itsuki-no-miya.

    El desconcierto la invadió por unos instantes. Las princesas reales que tenían la obligación de orar por el bienestar de sus poderosos clanes debían, para cumplir con sus votos y sus obligaciones, encerrarse perpetuamente y permanecer completamente aisladas del mundo. Si hacía lo que Sango estaba diciendo, sabía que nunca volvería a verles, ni a ella ni a su esposo, ni a Inuyasha ni a su esposa, ni a la amable Kaede… ni a nadie que hubiera conocido en “el mundo exterior”. Viviría sólo para acompañar a Sesshoumaru como “el dios vivo” que muchos youkai le creían.

    —Sango, sango, no le digas eso —le dijo tranquilamente Miroku-sama—. Puede que tengas razón, pero si hace lo que tú le dices, tendrá problemas. Recuerda que a estas bellas princesas les espera una vida dura y, además —el rostro de Miroku cambió de forma—, si no pueden cumplir con sus votos y acaban enamorándose, el castigo de los dioses es una muerte violenta. No quedará nada de ella.

    Se sentó en la cama, soltando un grito que despertó a todos los habitantes de aquel nivel. Al verse al espejo, espantada, se cubrió el rostro y volvió a gritar.

    ¡Rin! —llamaron desesperadas varias intenciones dentro de su cabeza, trayéndola a la realidad repentinamente. Estaba en casa, en el Palacio del Clan.

    Respiró agitadamente, mientras intentaba distinguir quién le llamaba.

    Rin, ¿me necesitas?

    —Sesshoumaru-sama… no debe preocuparse por mí, sólo ha sido un mal sueño. Por favor acabe con la misión encomendada por sus súbditos y regrese pronto. Los príncipes y yo le esperamos.

    No tardaré —en el instante en que la voz del maestro la dejó, otra llamó.

    Rin, te he oído gritar, ¿estás bien? —más que pedirle una pregunta, se la estaba exigiendo con ese tono prepotente que tienen todos los inuyoukai.

    —Akyoushi-sama… lamento haber interrumpido su descanso, sólo he tenido una pesadilla…

    Sólo estaba estudiando ¿quieres que te haga compañía? —era más un anuncio que una sugerencia—. ¿Alguien te ha vuelto a molestar?

    —No es necesario que interrumpa sus estudios sólo por mí, prometo avisarle cuando necesite de su ayuda, sólo céntrese en sus obligaciones, por favor.

    Como quieras. Llámame si necesitas algo...

    Antes de que Rin pudiera responderle, la intención del príncipe fue desplazada por una tercera.
    Rin, siento tu inquietud, no tienes que quedarte ahí sola, es malo —el mismo tono prepotente que el príncipe—. Ven conmigo ahora.

    Igual que el padre. Esa chica no se andaba con rodeos. Ordenaba lo que quería y debía cumplírsele ya.
    Sus muy queridos inuyoukais, sin importar qué tan lejos estuvieran, jamás la dejarían sentirse sola o desprotegida, ni pensar que pudiera carecer de algo. Iba en contra de su “religión”.

    —No se preocupe, en seguida voy —se levantó de la cama y fue hasta el vestido de noche que estaba cuidadosamente doblado a un lado. Se quitó la ropa y comenzó a cambiarse. No quería molestar a los sirvientes.

    Ese sueño había sido demasiado vívido. Eran comunes esas pesadillas, pero por lo general no le alteraban, en cambio ahora se sentía al límite, las emociones le confundían y tenía la sensación de estar “viva”. Pero se suponía que ese tipo de sensación sólo surgía en ella cuando se alimentaba de la poderosa energía del maestro ¿qué demonios…?
    Desde hacía unos días, parecía sentirlo todo con claridad, sin ayuda de la voluntad de nadie, como si volviera a tener una esencia propia… algo que no había sentido desde hacía unos… doce o trece años…

    —No es posible, ¿acaso estoy…? —corriendo, fue hasta un armario y, abriéndolo, se miró en el fondo, en un espejo tan alto como la pared—. No puede ser… no es posible… ay de mí —dio la vuelta y se llevó ambas manos al vientre, observando desconcertada. Pero si estaba plana como de costumbre—. Será posible que esté…

    Rin ¿qué estás haciendo? —llegó el reproche.

    —Sana-sama… —se perdió en los vidriosos ojos que le observaban desde el espejo.

    ¿Qué se supone que haces? ¿Por qué no vienes? ¡Te he llamado!

    Corriendo a sentarse frente a su mesa, sacó una caja lacada con maquillaje. Maquillaje para una novia humana.
    —Ya voy, ya voy… —sin pensarlo, comenzó a pintarse el rostro, realizando colores que, al natural, no tenía. Hacía mucho desde que no se arreglaba así, pero quería que todo el que le viera supiera que sentía vida.

    La casa permaneció en silencio mientras ella la atravesaba. Como Sana parecía impaciente, Rin simplemente pasaba a través de las cosas como un fantasma, sin preocuparse por usar escaleras y puertas. Todos los habitantes de la casa estaban acostumbrados a su movimiento, por lo que no se inmutaban tampoco.

    Mientras apresuraba el paso, tuvo la sensación de que alguien la seguía, la observaba.
    —Es muy temprano para que una distinguida Dama ande sola en ausencia del maestro —murmuró una voz desde la oscuridad—. Si gusta, puedo acompañarla.

    Ella miró de reojo.
    —No temo ni a la luz ni a la oscuridad, ni a humano ni a espíritu, ni al fuego del Infierno o el poder del Cielo.

    —Vaya, vaya… ¿entonces la Dama no tiene miedo? —salió a la luz, donde ella pudiera verle— ¿no tiene debilidades? ¿No hay modo de que pueda convencerle de cortar el círculo que le ata?

    —Gin… —él de nuevo, a ver si le volvía con sus mentiras de youkai escaldado.

    Él sonrió por unos breves instantes, acercándose más.

    —Estoy viviendo la vida que he elegido. Y nada me ata a ello.

    —Me sentiría halagado si se tomara unos momentos para escucharme —bajó el tono de su voz una octava a posta.

    —Lo siento, llevo prisa, la princesa me ha llamado y debo atenderla.

    —Creí que no estaba atada a nada, mi señora —se acercó más a ella y Rin aligeró el paso.

    —Si voy es porque quiero y no es asunto de un soldado de baja casta.

    Él aligeró el paso igualmente.
    —Vaya, nunca creí que utilizaría ese tono para hablar a los subordinados…

    —Hablo como debe hablar una Dama —sonaba cortante y esquiva.

    Él suspiró y se paró en frente de ella, haciéndole retroceder.
    —¿Ve, Rin-sama? Hasta en eso se encuentra atada y tres inuyoukais le están robando su vida. Le ofrezco una vida lejos de todo ese tormento ¿no quiere probar? —le avanzó—. En especial ahora, que no está el maestro…

    —Gin, detente ahora —empezaba a alarmarse.

    —¿Por qué, mi señora? —mientras avanzaba con una sonrisa lasciva, estiró los brazos hacia ella.

    —Tú no eres nadie para decidir lo que yo he de hacer o no —tropezó y cayó sentada al suelo y comenzó a retroceder como podía—. ¿Te has olvidado acaso de tu lealtad al maestro?

    —Mi lealtad al maestro puede esperar… —se le arrojó encima y sujetándola de las muñecas y estaba a punto de besarla a la fuerza…

    —Lamentablemente yo no puedo esperar a que a ti se te de la gana —murmuró una molesta voz masculina a sus espaldas—. ¡Guardia!

    Al instante, el youkai estaba rodado de guardias que lo tenían amenazado con sus armas y lo obligaron a separarse de la Dama y correr por su vida.

    Rin se sentó para ver quién le había ayudado.
    —Kanta —su rostro reflejó desconcierto— ¿cómo llegaste hasta aquí?

    —No lo sé, algo me dijo que estabas en mala situación y me obligó a subir —se puso en cuclillas junto a ella—. Llámalo, si lo quieres, una conexión especial —dijo con un tono seductor bien aprendido de Miroku.

    Ella le dio un beso en la mejilla. Kanta se sonrojó, con una sonrisa de oreja a oreja adornando su rostro, aunque los labios de Rin estuvieran fríos. No importaba. Le dio una mano y le ayudó a ponerse de pie.

    —Iba a ver a la princesa.

    —Salúdala de mi parte —Kanta se retiró tranquilamente así como había venido—. Ah, tengo una tía muy linda, pero debe cuidarse de los atrevidos —le guiñó el ojo.

    Anotó mentalmente la sugerencia de Kanta. Tan pronto como el maestro regresara, le sugeriría deshacerse de Gin y de Gen. Akiyoushi-sama se alegraría de verse librado de su pesado instructor de Protocolo y del tarado de su hermano.

    —Llegaste rápido, Rin —murmuró la chica inmóvil en su cama, con su tono burlón, cuando le percibió llegar—. Me alegra que estés aquí, debe ser pesado para ti tener que estar tan solita. Claro que sé que eres fuerte pero, aún así el tesoro de nuestro clan no puede ni debe sufrir daños, es mejor que estés con alguien que pueda cuidarte a falta de mi padre.

    —¿Y cuándo regresará él? —e instó Rin a usar sus habilidades.

    —Mañana. O eso creo. Lo que tiene tan preocupado a sus vasallos no parece ser más que una basura que anda por ahí presumiendo de ser daiyoukai —no había razones para preocupar a Rin sabiendo que no había kages.

    —Espero tenga razón —se sentó tranquilamente junto a ella, con una sonrisa en el rostro.

    Recordó que antes, viajaba mucho con él, pero después del nacimiento de los príncipes, debió abocarse al cuidado de ambos y ya no hubo tiempo para los viajes, pues los príncipes eran lo primero, alguien tenía que ayudar al maestro a formar adecuadamente a los futuros guardianes. Eso le llenó el corazón y sonrió.

    —Te noto muy sonriente, Rin —volteó hacia ella—. Es ilógico que una persona tan feliz se obligue a ocultar sus emociones sólo porque lo exige un maldito protocolo. Debes tener muy buenas razones…

    Por mero instinto, no se dejó atrapar por las palabras de Sana, para que esta no pudiera leerle las intenciones. Sana volvió a su postura inicial y soltó un sonido de frustración. Hubo entonces un largo silencio.

    —Tuve una pequeña visita a mi mente hace unos días —rompió la chica el silencio—. Kanta se conectó a mi mente, lo hizo con la ayuda de la voluntad de mi padre. Supongo que no tuvo una muy buena experiencia —rió.

    Rin se sorprendió, sobrellevar lo que había dentro de Sana no era nada fácil.
    —¿Por qué su honorable padre habría de permitir tal cosa?

    —Bueno, supongo que Kanta sentía… curiosidad.

    Rin iba a hacer una pregunta.

    —Mi hermano pequeño me puso al tanto de la llegada de Inuyasha —la cortó—. Al parecer estaba fuera de sí e intentó deliberadamente atacar a mi honorable padre, todo a causa de una negligencia humana.

    A Rin no le gustaba que sus queridos youkais juzgaran a los humanos, pero ellos se creían de por sí con el derecho de juzgar, por lo que no se quejaba.
    —Entiendo la razón de que Kagome-sama haya sido negligente.

    La princesa resopló en desacuerdo, no sólo porque no entendiera a los humanos…

    —Princesa, tú sabes lo que se siente aislarse de los demás en pos de algo mayor, pero eres youkai, un ser humano no puede aguantar idéntica presión y ella no pudo evitar preocuparse por la ausencia de Kanta.

    —Entonces esto es así —se volteó hacia la Dama—. Un día mi hermano pequeño y yo nos vamos de aquí y tú te suicidas ¿le encuentras sentido a eso? ¿Qué será entonces de mi honorable padre? Es inútil, no me pidas que entienda a los humanos, me causas dolor de cabeza innecesario.

    Rin suspiró, mal que le pesara, la inuyoukai estaba en lo cierto.

    —Sé que es molesto para ti que te hable de este modo pero… tienes que afrontar la verdad; además, siento que algo está fuera de lugar últimamente, por eso te he llamado a mis aposentos, con la esperanza de que tú sepas de qué se trata.

    —Lamento no poder serte de ayuda, princesa. Sólo he estado teniendo algunos malos sueños, pero no debes tomarlo como un mal presentimiento.

    —Me asusta que yo te de la espalda y, entonces, El Que No Se Ve se atreva a hacerte algo. Si al menos pudiera verlo como a las demás cosas… no me preocuparía.

    Rin se tocó los labios ¿por qué estos perros siempre tenían la sensación de que ella estaba en constante peligro y necesitaba ser protegida?

    —Tal vez porque tienes facilidad de meterte en problemas —sonrió—, eres como Kanta.

    Rin no pudo evitar reír, jamás habría pensado que sería comparada con Kanta. ¿Tal vez Sana quería ser la novia de Kanta?

    —Quiero. Pero de cierto te digo que no lo seré. A veces, somos atropellados por el destino, Rin —miró hacia el techo sin ver.

    Ella asintió muy consustanciada.
    —¿Qué puedo hacer por ti, princesa?

    —Comportarte como una mujer agobiada normal y hacerte la sorda la próxima vez que te llame por mero capricho a mitad de la madrugada.

    La respuesta de Rin fue una sonora carcajada.
    —No quiero ser “una mujer agobiada normal” —se inclinó hacia ella y le tocó el cabello—. Sólo quiero ser la que cuida de los príncipes y del maestro.

    —Podrías arrepentirte de tu decisión…

    —No lo creo, nunca me he arrepentido de una sola decisión en mi vida.

    —Vaya que eres valiente, Rin —la tomó de la mano.

    ******

    —Es en esta época del año en que las manadas atacan cualquier cosa que se mueva sobre la tierra nevada —le llamó una voz desde alguna parte del bosque que había debajo de él— ¿Crees que es correcto deambular tan solitario por lugares como estos?

    La nekomata gruñó antes de que él le diera unas palmaditas en el lomo, que le indicaban que debían bajar. El mononoke no parecía estar muy de acuerdo con las órdenes de su amo, por lo que dio un par de giros en el aire, olfateando. Volvió a gruñir y lentamente descendió, buscando aquella presencia, pero instintivamente tratando de evitarla.

    —Andando —dijo él mientras bajaba de su lomo y corría intuitivamente en dirección al sur del bosque—. Ven, Kirara —la nekomata asumió su forma pequeña y corrió tras su dueño, saltando sobre su hombro—. ¿Es por aquí?

    Un agudo maullido fue la respuesta.

    Después de tanto correr sobre la nieve, se encontró frente a un youkai que se hallaba de pie junto a un añoso árbol gris. Éste le miró por algunos instantes.

    Los ojos del taijiya se iluminaron.
    —Sesshoumaru-sama, tiempo de no verlo —estaba complacido de haber podido encontrar finalmente a aquel avatar youkai al que tanto admiraba y respetaba. Y era bueno saber que se encontraba bien.

    ¿Y… y Rin? ¿Cómo se encontraría ella?

    —¿Qué hace alguien como tú en un lugar como este? —interrumpió el youkai sus pensamientos— ¿me estabas buscando?

    Él parpadeó y se quedó en silencio por un rato ¿era malo buscarlo? ¿Se ponía a sí mismo en peligro al ir detrás se un youkai aún siendo taijiya? ¿acaso no era como Rin, que había podido escoger la opción más arriesgada?

    —Las vidas de nosotros los humanos son como estas estaciones, ¿verdad? Cambian con el tiempo, se brindan a los demás y van muriendo —se sentía fuera de lugar.

    —Y aún así reviven en la próxima estación.

    El taijiya se sorprendió por aquellas palabras.
    —Eso no es posible… ¿o sí?

    —Es posible —su maestro lo miró—, me lo dijo un espíritu que habitaba las montañas del norte.

    Kohaku bajó la cabeza, para intentar ocultar la sonrisa que le había provocado ese pequeño destello de esperanza.
    —Es bueno saber eso —significaba que no todo estaba perdido, que podía haber un nuevo comienzo, quería ser un inuyoukai en su próxima vida y formar parte del clan—. A finales de la luna del Cazador se esparcieron los rumores sobre Kuroika y quería… conocer el estado de esta región… es decir… —podía tomarlo como una ofensa, como si dudara de su poder, no— …mi familia se ha establecido en la aldea en que vivíamos antaño y… yo…

    —Así que han levantado la aldea oculta de los taijiya desde sus ruinas —valoró la noticia—, no te preocupes, me encargaré de que no vuelvan a ser atacados.

    Él hizo una reverencia tan profunda como podía.
    —Muchísimas gracias, Sesshoumaru-sama.

    —Como puedes ver, esta tierra está tranquila, Kuroika se ha ido.

    Kohaku lo miró a la cara apenas por unos instantes… y descubrió que en realidad el daiyoukai no estaba seguro de aquello.
    —¿Hay una manera de evitar que regrese?

    —Tal vez no.

    Kohaku bajó la cabeza y suspiró.
    —Está bien, confío en sus poderes, nada malo les sucederá a quienes el maestro proteja.

    El inuyoukai volvió su atención hacia el árbol, ojala y este niño —que ya no era niño para nada— tuviera razón.

    —Yo sé que su madre le dijo alguna vez que usted no es un dios, pero yo sinceramente creo que sus habilidades podrían llegar a asemejarse a las de un dios, después de todo, es el más poderoso entre los suyos. Los Antiguos deben sentirse honrados —pronunció orgulloso el taijiya—. Aunque ya no pueda llamarme protegido suyo, siempre estaré a su servicio y… por favor, salude a sus hijos y a Rin de mi parte —se fue corriendo por donde vino.

    Sesshoumaru se quedó pensando en sus palabras. “El poder de un dios…” ¡claro! ¿por qué no se le había ocurrido antes? Debía encontrar el poder de un dios pero… sería capaz de soportarlo.

    “…salude a sus hijos y a Rin de mi parte”

    Tenía que intentarlo. Por ellos.
    —Gracias —murmuró antes de perderse en las sombras del bosque, mientras oía alejarse los pasos del taijiya y su nekomata.

    Era verdad, Kohaku no había tenido la oportunidad de conocer a Akyoushi, pero había estado presente la noche en que… había conocido a la pantera de las nieves. Además, seguramente habría escuchado en algún momento de Inuyasha y los otros la historia de cómo su hijo había escapado alejándose de la región y provocado estragos.
    Rin se sentiría feliz de saber que había visto a Kohaku, a quien tenía un gran afecto. Seguramente estaría feliz de que él siguiera con vida y no hubiera sido cazado por ningún youkai, aún cuando no pudiera verlo.
    Después de que ella hubiera cambiado, él había sido el único ser humano que había visto su rostro y, a diferencia de los otros, no la había juzgado por ello por la simple razón de que tanto Kohaku como Rin estaban en situaciones similares.

    Sin entender por qué, Sesshoumaru se preguntó cómo estarían los hijos del taijiya, cómo serían y qué tanta fuerza tendrían, qué tipo de armas eran capaces de blandir en la defensa de los de su raza. Quería creer que ya no se preocupaba por la familia de Taijiya, pero no podía evitarlo. Porque un inuyoukai no podía elegir a quien proteger, sino que protegía a todos los suyos, así fueran humanos o hanyous. Era así como los lazos funcionaban y existían de una generación a otra.
    Tal vez esa era la razón por la que su hijo tenía el impulso de proteger a Kanta y a ciertos humanos. Tal vez era posible, incluso probable, que él mismo tuviera el impulso de proteger la vida de Inuyasha, su único hermano, pero de existir tal necesidad, el daiyoukai la tenía muy bien oculta y trataba de no ser consciente de ella porque no quería sentirse débil.
    Pero aún así no podía evitar, no podía negar la existencia de ciertos sentimientos.
    Emprendió el vuelo hacia la aldea oculta de los taijiya, siguiendo el rastro de Kohaku.

    Las pesadas puertas de la fortaleza fueron abiertas y Kirara aterrizó junto a ella, recuperando su forma diminuta para subirse a los hombros de su dueño. Hacía tanto frío que lo único en lo que Kohaku pensaba era sentarse junto al fuego y comer algo.
    Cuando entró a aldea oculta, había bastante revuelo. En seguida, dos de sus hijos corrieron hacia él y le pusieron al tanto de un ataque reciente. Era muy poco común que los youkai pudieran encontrar de manera fortuita en medio de las montañas aquella fortaleza y que se atrevieran a atacarla deliberadamente. Además, salir en pleno invierno, cuando es más peligroso…
    Lo que los taijiya habían cazado y decapitado eran unas especies de coyotes con los lomos sucios y los estaban desmembrando para ver qué partes podían servirles de armaduras o armas. A Kohaku aquello le preocupó. No eran criaturas comunes en esa región, tal vez habían venido huyendo de algo y era probable que aparecieran más ¿pero de qué huían? No podía ser Kuroika, se suponía que no estaba en la región. Había hecho bien en pedirle ayuda al maestro. Pronto, se acercó a sus camaradas y empezó a darle instrucciones acerca de cómo tratar las partes de las criaturas, cuando unos gritos lo sobresaltaron.

    —¡Comandante! ¡es otra de esas criaturas!

    Al instante, el grupo se puso en guardia y corrieron hacia la entrada para auxiliar a los otros, pero, al llegar, Kohaku se detuvo en seco y las cuchillas se le resbalaron de las manos, mientras los demás lo llamaban para que de una vez por todas, quitara esa cara de estupor, volviera en sí y diera una orden coherente.

    —A…alto. Bajen sus armas.

    El desconcierto fue general.
    —Comandante...

    —Todos bajen sus armas y retrocedan —ordenó con firmeza y mirándoles con tranquilidad—. Esa criatura no es enemiga nuestra —miró al youkai todo blanco que le observaba desde la entrada. ¿cuándo había llegado? ¿Había estado siguiéndole? ¿cómo no había podido sentir su presencia durante el viaje? ¿Qué importaba?

    —Así que esta es tu… familia.

    Él bajó levemente la cabeza.
    —Mi aldea está a sus órdenes, oyakata-sama.

    ¿Qué no era su enemigo? Los taijiya intercambiaron miradas de molestia, susto y confusión. Era Kohaku quien les había enseñado que las criaturas sobrenaturales con una forma humana eran las más peligrosas de todas ¿y ahora él mismo no sólo permitía la entrada de una de esas criaturas, sino que también le dedicaba palabras de respeto y le ofrecía la aldea? ¿Se había vuelto loco o qué?
    Ese youkai sin mayor esfuerzo había generado un campo extraño con las manos y eso le había sido más que suficiente para deshacerse de las armas. Ni siquiera había hecho uso de la fuerza para apartar al pequeño grupo que había intentado impedirle la entrada. Haciendo uso del sentido común, no podían dejar vivir a un ser tan peligroso…
    …aunque tampoco estaban seguros de poder hacer algo en su contra y menos sin la ayuda del comandante. Le miraron pidiendo una explicación. O un suicidio.

    —Él es Sesshoumaru-sama. Este youkai me protegió en el pasado —dijo tranquilamente y sin esperar que le aceptaran o comprendieran.

    Nuevamente, todos comenzaron a murmurar. No eran pocas las veces en que Kohaku les había hablado de Sesshoumaru, pero no esperaban algo así, no se habían imaginado a criatura tan imponente y no les parecía posible que se dignara a proteger humanos con tal ominoso poder.
    Un poco inhibidas, las hijas adoptivas de Kohaku fueron las primeras que se atrevieron a dar paso al frente. No podía ser tan malo si su padre tenía la confianza de acercarse y saludarle con una sonrisa. El youkai les miraba con cierta indiferencia, sin cambiar la expresión, ni emitir palabras. Ellas se escondieron detrás de Kohaku y desde allí le miraron curiosas pues, intimidante y todo el señor era atractivo, un tanto deslumbrante.
    Para el general de las personas, toda criatura con poderes sobrenaturales era considerada simplemente youkai. Pero en algún momento, Kohaku les había explicado que los youkai veían las cosas diferentes y formaban estrictas jerarquías según rangos de poder y a aquellos que eran señores de los youkai debido a su poder, eran llamados daiyoukai, justo como este. Un príncipe. Un príncipe youkai en una humilde aldea como esa. Qué miedo y qué honor.

    —Sesshoumaru-sama, nuestro padre nos ha hablado mucho de usted. Ha hecho mucho por él —la chica se empequeñeció—. Gracias por la visita a nuestra humilde aldea, será siempre bienvenido… —no dejaba de temblar y de tartamudear, no estaba segura si del miedo o de la emoción.

    —Eh, sí, es todo un honor conocerle —una de las chicas hizo la seña de respeto del soldado de unir el puño y la palma de la mano—. Disculpe por favor nuestras incongruencias humanas, pero haremos lo que esté a nuestro alcance para servirle. Siéntase en casa.

    Poco a poco, al ver la confianza del comandante, los otros se tranquilizaron, aunque no se atrevieran a acercarse, sólo por si las dudas.

    Sesshoumaru frunció levemente el ceño, no le gustaba sentirse atracción de feria. Desagradable. Soportaba su presencia simplemente porque tenía que hablar con el taijiya.
    —Son unos torpes. Se nota que son parte de tu familia.

    Todos los cazadores bajaron la cabeza e hicieron simultáneamente la seña de respeto al superior.
    —Le suplicamos disculpe nuestra falta.

    —Sesshoumaru-sama, todos ellos le son leales a usted.

    —¿Es broma? —esas personas jamás le habían visto en la vida y por poco, lo trataban como a un dios. Le trajeron en una bandeja carne de jabalí que habían cazado, sake y arroz y se lo pusieron a modo de ofrenda, mientras encendían una gran fogata en su honor y las mujeres presentes se reunían en torno a él para cantarle y bailar. Basta, no era inugami. Al menos no todavía. Cuando decidió tener un par amigos humanos, no había imaginado eso, que los seres a los que supuestamente detestaba serían capaces de rendirle tributo. Por si fuera poco, Kohaku no hizo nada para detener su “expresión de respeto”.

    Se sentó a sus anchas en la casa del comandante y disfrutó del “espectáculo”, reprimiendo las ganas de reír. Sí, algunos humanos eran dignos de burla, pero el esfuerzo de Kohaku por hacerlo sentirse bien era loable, no hacía falta aguarle la fiesta.

    Centró su atención en las mujeres que bailaban, de una manera bastante torpe, por cierto y se le vino a la mente la imagen de Rin bailando kagura en su honor. La diferencia era que Rin había tenido entrenamiento de miko y, por tanto, tenía mucha más gracia al moverse y conocía la verdadera razón por la que bailaba. Estas personas, por muy bien que le trataran y por mucho que Kohaku les hubiera hablado de él, no le conocían y quizás nunca lo harían, pero Rin de cierto le conocía y le valoraba y respetaba en su totalidad como individuo. Era verdad que, a veces, se tentaba a tratarle como un dios, pero no perdía su aire sencillo ni se afanaba por él. Por lo menos no más de la cuenta.

    Mientras él se devoraba el jabalí crudo, Kohaku le fue contando detalles sobre el levantamiento de la aldea y sobre los nuevos entrenamientos y reglas enseñadas a los taijiya, que ciertamente eran más respetuosas con los derechos de los youkai que las imposiciones de antaño. Kohaku admitía acertadamente que no podían meter a todas las criaturas en el mismo saco, ni prejuzgarlas y tratarlas a todas del mismo modo. No era como si pudiera hacer un juicio por jurado, pero al menos quería sentir que hacía lo correcto.
    Le contó que había sido atacado en una aldea por una copia de Akuma que había sido creada por alguien que jugaba a las muñecas y que Kagome le había salvado, poniendo en riesgo su embarazo y así perdiéndolo. Al daiyoukai le molestó oír aquello, ya que no sabía de muchas criaturas que hubieran visto la cara de Akuma, vivido para contarlo y ser capaces de crear copias. Tampoco conocía muchos portadores de oscuridad.
    Kohaku le dijo también que se había enterado de que Kanta entrenaba con él, como su vasallo y que una de sus sobrinas, Shinju, le extrañaba mucho. Sesshoumaru sintió una punzada en el estómago, pues no podía decirle “a causa de eso, mi hija casi le mata. Y por cierto, le acusé de la muerte del bebé de la miko para protegerle”, sólo recibiría odio a cambio.

    —¿Sucede algo malo, Sesshoumaru-sama? —preguntó sorprendido mientras le veía dejar la carne a medio terminar.

    —Estoy satisfecho, nada más. Una vez se haya sabido de mi presencia aquí y tenga la seguridad de que no serán atacados, deberé regresar.

    Ambos miraron hacia el cielo de la tarde, que comenzaba a nublarse. El inuyoukai tenía la costumbre de mirar hacia arriba y decir que, así como la apariencia del cielo viraba constantemente, también en las vidas de las criaturas acontecía lo mismo.

    Pues la vida de él corría rápido, a diferencia de Rin, cuyo tiempo estaba ahora detenido, y de Sesshoumaru y los suyos, cuya existencia sería larga y aguerrida, como con cualquier youkai.
    —De seguro su familia le espera. Me gustaría acompañarle para servir en sus filas como soldado.

    —Tu lugar es aquí con los tuyos, pues eres parte de ellos. Y ellos de ti —eran como el clan de Kohaku.

    —Eso lo sé. Sin mí estarían incompletos y yo tampoco podría ir a un lugar sin ellos. Pero nunca podré olvidar que, antes de eso, estuve bajo su protección, que me hice amigo de Rin —rió con el corazón lleno—, soportando las quejas constantes de Jaken…

    El inuyoukai sólo bufó con la vista perdida en las nubes.

    —Tampoco olvidaré todos los pesares por los que tuvo que pasar el maestro —tragó amargo.

    Siempre le habían parecido muy injustas las pruebas del padre del maestro ya que, necesarias o no, se habían basado en maltratos y mentiras y eso no era tolerable de ningún modo. Sesshoumaru-sama había tenido que pasar el infierno y, diablos, lo seguía caminando. Durante mucho tiempo él, Jaken y Rin habían discutido sobre aquello y habían llegado a la conclusión de que querían acompañarle para ayudarle a cuidar de su prole del modo en que él no había sido cuidado.
    Pero la vida había querido otras cosas, al elegir la profesión de cazador, fue repudiado por los súbditos del maestro y, en respuesta, para evitar un levantamiento, éste le quitó su protección.
    Volvió a tragar.
    Al menos Rin y Jaken sí podían darse ese gusto de acompañarle.

    Hizo algunas preguntas sobre los príncipes y recibió respuestas vagas, como las que el maestro siempre solía dar, pero eso era más que suficiente.

    A mitad de la noche, la velada fue abruptamente interrumpida por la llegada de varios youkai como los que habían atacado antes de la llegada de Kohaku pero, a la orden de Sesshoumaru, ningún taijiya atacó, ni tampoco ningún pero movió un músculo.
    El daiyoukai caminó hasta ellos y los miró, intentando reconocerlos. Tenían los lomos pardos, y rojizos en diferentes tonalidades y con rayas. Eran inuyoukai salvajes, de baja casta y con pelaje de tora-ge.

    —Oyakata-sama —habló finalmente uno de ellos, clavando sus ojos amarillentos verdosos en los del daiyoukai—. Nuestras manadas están siendo atacadas de nuevo y oímos a los taijiya decir que usted estaría aquí, por lo que enviamos mensajeros para buscarle, pero ninguno regresó.

    Los taijiya sintieron cierta culpa, mas no hablaron.

    —¿Siguen siendo atacados por la misma criatura? —Desde hacía varios días, perros de baja casta le visitaban con la misma queja, pero no había dado con el supuesto youkai asesino.

    —Sí. Hay un youkai que nos está quitando el territorio y se hace pasar por usted.

    Resopló con burla.
    —¿Qué se hace pasar por mí?

    —Sí, un youkai sin marca ni melena. No sabemos qué es lo que hace exactamente para deshacerse de grupos grandes, creemos que tiene notables poderes sobrenaturales. Le pedimos por favor que nos devuelva nuestros territorios, no deje que ese ser ensucie su nombre y el de su casta.

    Asintió con solemnidad.
    —Iré a buscarlo, pero a cambio de eso, quiero que me hagan un favor.

    —¿Un favor, oyakata-sama? —¿qué clase de ayuda podían prestarle criaturas como ellos al gran señor del cielo?

    —Hagan correr por todas las tierras la voz de que la casta de los taijiya no debe ser desafiada en sus territorios por youkai alguno, pues me pertenecen.

    A los humanos, aquello les sonó muy ofensivo, pero Kohaku sabía que ese era el idioma en que los youkai se entendían.

    —Lo haremos, ninguno de nosotros volverá a pisar este lugar —en seguida, la jauría se marchó.

    Sesshoumaru miró a su protegido.
    —He cumplido con lo que me has pedido. Ahora debo marcharme y solucionar este inconveniente antes de que empeore —salió en seguida y fue despedido de manera fervorosa por la aldea.

    Siguió rápidamente las huellas de los tora-ge antes de que la nevada pudiera borrarlas, tal vez así encontraría pronto al alborotador. No iba a dejar que una criatura se burlara de él.
    Pero mientras más se alejaba de la aldea hacia la profundidad de las montañas, comenzó a oír el grito de los bosques, era una sensación extraña que sólo se producía cuando chocaban dos criaturas de gran poder. ¿Quiénes estarían batallando tan ferozmente?
    El grito le hizo perder pronto el camino y olvidarse de su deber. Sólo un daiyoukai venía a su mente. Su padre.

    —No. Está muerto.

    ¿Por qué tenía que recordarlo justo ahora? ¡No podía ni necesitaba depender de él! ¡Debía vivir para los vivos! Pero cientos de imágenes comenzaron a invadirlo, como si alguien las pusiera ahí. Entonces, Tenseiga en su cadera comenzó a resonar… pero sólo resonaba en presencia de Tessaiga.

    —¡Inuyasha! —su voz hizo eco— ¡Inuyasha! ¡Aquí estoy! —mas la única respuesta fue el grito del bosque—. Tessaiga… por qué…

    Aún perteneciendo a una poderosa y temida casta y teniendo grandes habilidades, durante mucho tiempo se había apegado al recuerdo de su padre y al objeto que más le representaba, es decir a Tessaiga. Desde su punto de vista, aquella arma digna de respeto era la representación del mayor poder existente y creía que sólo a través de ella lograría erigirse como un verdadero guerrero youkai. Sus poderes crecían aún y él estaba en una etapa de duda, no creyendo en sus propias habilidades, por eso constantemente buscaban nuevas armas y nuevos poderes ajenos a él y, cuando los conseguía, alardeaba de ellos cual si fueran grandes descubrimientos “dime de qué alardeas y te diré de qué careces” era una frase que se adaptaba muy bien a su situación. A veces mostraba gran sobre confianza, pero sabía internamente que aquello era sólo una pantomima. Si desaparecía aquello que le daba seguridad, en seguida se desequilibraba y cometía estupideces y locuras dignas de un adolescente inconsciente.

    Era lo que Kohaku le había mencionado. ¿Tal vez sus recuerdos hacían resonar a Tenseiga? Ridículo.

    Sólo cuando perdió sus inseguridades, cuando afrontó sus peores miedos, su realidad, cuado aceptó sus responsabilidades y comprendió cuál era su lugar y quién era él realmente, con sus debilidades y sus fortalezas… sólo cuando pudo valerse por sí mismo sin depender de nada ni de nadie, sólo entonces dejó esa etapa de idiotez y pudo considerar que había crecido.
    Pero dar esos pasos fue terriblemente difícil y doloroso, cuando era inmaduro, creía que debía ser “fácil”; cuando supo que en realidad no era tan fácil, sólo entonces comenzó a luchar verdaderamente y sin importar el coste. Lo que le empujó fue su orgullo, como a todo youkai que se preciara, pero… había algo más que lo había empujado. Y ese algo tenía nombre. Se llamaba Rin. En ella había encontrado un puntal, pero había tenido que poner distancia antes de que su apego a ella se volviera imposible.

    Siempre tan obsesionado por todo, hasta por un maldito grito de bosque.

    Siempre perseguía su ideal de perfección, pero ciertos rasgos de su personalidad impedían que llegara a ella. Su obsesión por las cosas era lo último que había tenido que eliminar, aún ahora luchaba contra eso, todavía había cosas que le comían la cabeza, aunque jamás lo exteriorizara. Había sido obsesivo por Tessaiga, por la memoria de su padre, por sus propias debilidades, por sus recién descubiertos poderes… por la integridad de Rin.
    Cuando la espada Toukijin, de la que sus hijos no tenían noticia, se quebró, simplemente la dejó de lado y fue en busca de otro poder. Pero no había podido desatarse de Tessaiga con la misma facilidad, porque representaba la voluntad de su padre. Tal vez careciera de emociones, como cualquier youkai, pero tenía afecto y respeto por su padre, por mucho que éste le hiciera sufrir y no era sencillo desatarse de eso. Su obsesión, en diferentes formas, seguía ahí.
    Al comprender que Akuma se alimentaba de las emociones y de toda debilidad existente en las criaturas, se obligó a dejar ese apego por cosas y personas y tener una tranquila aceptación de las cosas que no podía controlar. Cada vez percibía con mayor claridad su propio poder a medida que lo iba aumentando, sin temer a una posible entropía. Cada vez pensaba con mayor claridad y entendía mejor las cosas, podía decirse que, en cierto modo, había obtenido la habilidad de conocer las cosas. “Todo es más claro desde las alturas”.

    ¿Entonces qué era lo que aún no podía ver?

    Escuchaba con claridad todo lo que se murmuraba a sus espaldas, que él no era realmente fuerte, por el contrario, era débil y que en realidad no había superado a la fuerza de su padre, sino que simplemente otras criaturas sobrenaturales le decían eso para complacerlo. Pero él estaba muy seguro de que ya había superado a su padre, no solamente por haberse desapegado, después de todos ¿a cuántos youkai había cortado su padre con sus propios poderes hasta reducirlos a la nada y que éstos no volvieran a levantarse jamás? ¿Cuántos objetos había podido materializar su padre de la nada por la sola voluntad de hacerlo? ¿Cuántas heridas propias había conseguido cerrar con su propia habilidad? Si hubiera sido capaz de hacer eso realmente, no habría muerto con tal disparo al corazón. Tal vez aún no tenía la sabiduría de su progenitor y su mente era diferente de la de él… pero decididamente había logrado cosas que Touga-ou, con todo su poder jamás habría podido conseguir… y aún le faltaba mucho por hacer.

    Entonces, era verdad lo que Sana le había dicho una vez, no le había mentido, toda criatura tenía un potencial dios interno, aunque al principio sus defectos y sus desequilibrios no permitieran verlo.

    Uno se da cuenta de que ha cambiado cuando las cosas a su alrededor empiezan a cambiar y lucen distintas.
    No eran las cosas, no eran los acontecimientos. Era él.

    Eso significaba que algo realmente estaba cambiando dentro de él ya no era simplemente un daiyoukai entre la casta de los Inu y seguiría cambiando hasta que alcanzara ese estado perfecto ¿Qué sería entonces? ¿Inugami? ¿Era posible? ¿Se sutilizaría entonces? ¿y luego qué? ¿Sería realmente muy superior a su padre? ¿Y qué pasaría con el clan cuando eso ocurriera? ¿Si él podía hacer eso, los otros también podían? ¿Sana, a pesar de ser pequeña, se le estaba adelantando en ese sentido o iba al mismo nivel?

    Tratando de sacudirse esos angustiosos pensamientos, echó a correr, pero internamente una voz le decía que no debía angustiarse porque eso simplemente tenía que acontecer. La idea de cambiar de naturaleza le asustaba, temía instintivamente por su propia integridad, el miedo básico de toda criatura consciente. Y como miembro de un clan, temía instintivamente por la integridad de ellos.
    Mientras más cambiaba, mejor entendía a su padre y le juzgaba menos. Pero había muchas cosas que aún desde esas alturas no comprendía. Y jamás le había gustado no comprender algo. Esas cosas le hacían sentir idiota e impotente.
    Cuando había intentado obligar a Sana para que le dijera lo que sabía, ella se había negado, le había dicho que aún no era “el momento de que lo supiera”; “Aunque no se lo diga, eventualmente sucederá de modo que ¿por qué había de preocuparse?”. ¿Qué era lo que ella sabía? ¿Qué era lo que podía ver claramente con los ojos cerrados y en cambio él, con unos ojos perfectos, no podía notar?

    —Es el quid de no ver lo obvio, Sesshoumaru de los Inuyoukai, mientras más obvio es algo, menos se ve. Sólo piensa en el acceso a la tumba de tu padre, que estaba en un lugar donde se veía pero no se veía, un sitio donde su guardián no podía verlo.

    Empezaba a darle jaqueca.
    —¿Cómo demonios sabes…? —al levantar la vista, se quedó sin voz, dos resplandecientes ojos rojos le miraban fijamente—. Ah… muéstrate —murmuró con sus claros ojos muy abiertos.

    Aquella figura lentamente fue emergiendo del cielo oscurecido, denotando un amado pelaje claro en unas dimensiones monstruosas. ¿Qué era eso? ¿estaba enloqueciendo o tal vez alguna criatura intentaba engañarle asumiendo esa forma por el solo hecho de haberle traído al pensamiento?

    —¿Shiroi Hana? —cuestionó temiendo un juego, pero ella ni siquiera estaba consciente en esos momentos—. ¿Kuroika? —esperaba una burla por parte de la criatura y que ésta repentinamente se volviera toda negra, revelando su naturaleza de kage, pero nada de eso sucedió, el titánico inuyoukai sólo le miró en silencio, como esperando que entendiera.

    —No soy una ilusión.

    ¿Acaso estaba viendo a la razón del grito del bosque y de la inquietud de Tenseiga y de su propia mente?

    Sesshoumaru se irguió.
    —Eso no es posible.

    —¿Quieres saberlo…?

    —¿Saber el qué?

    —Lo que ella ha visto.

    —¿Ella? —¿se refería a su hija?

    ¿Y quién era él? ¿Era el youkai enloquecido que sus sirvientes tora-ge habían dicho avistar en las tierras? ¿el que asesinaba a las manadas? No, parecía cuerdo y sereno, tenía buen porte, tenía melena y tenía marcas que mostraban que pertenecía al clan y no cualquier marca. Eran las mismas marcas que le habían permitido reconocer a Kanta como “el verdadero hijo de Inuyasha”, las marcas de su padre.

    —Te demostraré que no soy una ilusión —sentenció al tiempo que una poderosa energía envolvía al daiyoukai.

    Sesshoumaru intentó resistirse a la fuerza impuesta por aquella energía sobrenatural, pero fue jalado por ella sin poder hacer nada, sentía que era absorbido, llevado lejos.

    —Te mostraré lo que hay más allá de tus tierras del Oeste —se impuso la venerada voz en su cabeza.

    Cuando la luz se hubo desvanecido, estaba de pie junto al enorme inuyoukai y ambos se hallaban observando un extenso valle que parecía más profundo que sus tierras. ¿Qué podría haber en un lugar como ese?

    —No es posible, este lugar… sólo debería existir en las historias de los humanos, no puede ser real.

    El inuyoukai lo miró.
    —Príncipe, lamento abrumarte, pero esto es muy real. He acudido a ustedes por sentir que están en grave peligro y sólo un grave peligro amerita llegar a este sitio. Te contaré por qué Sana conoce las cosas, no es sólo porque yo se las muestre.

    —Honorable padre… —no sabía qué decirle.

    —Su cuerpo se deteriora rápidamente como sus poderes aumentan, es por eso que su mente está a nuestro mismo nivel. Pero eso tendrá consecuencias—avanzó un poco, temblando la tierra con su paso y luego, volteó a mirarle—. Príncipe, te mostraré lo que hay más allá de este valle pero te advierto que, si avanzas más, nunca volverás a ser el mismo.

    Sesshoumaru volvió a mirar hacia el valle, si lo que había más allá podía salvar a su familia, correría el riesgo, sin importar cuál fuera. Cerró los ojos por unos instantes y dejó aflorar todo su poder, alcanzando así su verdadera forma, brillante, majestuosa, ahora, estaba en igualdad de condiciones con su padre, un fuerte viento de tormenta comenzó a soplar entonces en el valle, yendo en contra de ambos.

    —Vamos —murmuró el inuyoukai y comenzó a avanzar.

    Sesshoumaru le siguió el paso. Mientras más avanzaban, más escarpado y difícil se hacía el camino, mayor era el frío, peor era la tormenta y le costaba respirar y ver u oler por donde iba, pero su padre avanzaba sin dificultad “claro, está muerto, esto no le resulta un impedimento”, avanzaba lento sólo asegurándose de que él pudiera seguirle el paso.

    —¿Honorable padre, qué hay más allá del valle? —preguntó en voz alta para que él pudiera oírle por sobre la tormenta mientras iban ascendiendo. No quería que le jugara torcido, como cuando le había hecho avanzar por el Meikai, donde no había nada, sólo para encontrar la muerte de Rin.

    —Lo que necesitarás para detener al Meikai en su intento de avance —le respondió sin variar el tono de voz—. ¿Estás asustado, príncipe?

    —Para nada —negó rotundamente a pesar de que estaba agitado por dentro. De nuevo. Una prueba más.

    Cuando la tormenta hubo cedido, se encontraron con un obstáculo peor.
    —Un campo de energía sagrada —murmuró al sentir cierto escozor por ser rechazado—, padre, no podemos seguir avanzando.

    Touga volteó.
    —Regresemos entonces.

    Pero había algo que todavía perturbaba a Sesshoumaru y le hizo mirar por sobre el hombro a aquel campo ¿y si del otro lado estaba algo que le permitiera ayudar a Rin y a Sana, algo que detuviera a Akuma y él no podía llegar sólo por cobarde?
    —Honorable padre.

    El inuyoukai se detuvo sin volverse a verlo.
    —Dime.

    —Tenemos que seguir avanzando.

    —Como tú quieras, príncipe —miró de frente al campo y fue el primero en atravesarlo, a pesar de ser “tocado” por aquella energía.

    Sesshoumaru lo siguió también y resistió la primera descarga eléctrica. Era soportable pero, a medida que avanzaban, mayor era su dolor, el cuerpo le pesaba y comenzaba a entumecérsele, tenía náuseas, sus sentidos le fallaban y apenas estaba respirando. Algo le quemaba como el infierno. Seguramente así se había sentido Rin al caer al Meikai.
    Era una energía sagrada muy fuerte, incluso más fuerte que la del templo del monte Hakurei. El infierno para un youkai. Lo opuesto al Meikai, ningún tipo de oscuridad podía entrar ahí. Estaba seguro, fuera quien fuera el que estuviera creando este campo, era malditamente capaz de detener a Akuma con un estornudo. Su padre no le había engañado. Eso aumentó su decisión de llegar. Tenía que atravesar ese territorio sagrado y llegar hacia esa persona, aunque lo hiciera arrastrándose.

    “Rin, pronto te sacaré de ese infierno en el que has vivido por más de quince años… resiste un poco más”

    Al llegar a lo más lejos del terreno escarpado, se encontraron frente a un monte muy alto.
    —No hay duda, es como el monte Hakurei —miró hacia arriba—. No, es incluso peor. ¿Qué es eso que resplandece allá arriba?

    —Príncipe, esta es la última morada de los Antiguos. Yo no puedo subir hasta allá arriba y bajar eso, pero tú sí puedes —ambos se miraron a los ojos—. Confío en ti.

    Sesshoumaru inspiró tan profundo como podía, se afirmó sobre sus garras y comenzó el doloroso ascenso, de vez en cuando, miraba hacia atrás para ver al otro perro blanco. Al llegar a lo alto, vio que el resplandor procedía de una cueva. Un haz de luz pasó a través de él. Al intentar entrar, vio algo que destellaba como un sol y que lo encegueció, era eso lo que generaba tremendo campo y lo repelía. Si había una luz capaz de espantar a Akuma, esa era. Tenía que llevársela. Entró a la cueva luchando contra la fuerza de repulsión que amenazaba con lanzarlo por los aires y extendió la mano para tomarlo, pero nada más tocarlo, fue envuelto por una luz que quemaba hasta lo más profundo de sus entrañas y le hizo gritar de dolor. Estaba siendo purificado por esa luz. Un solo pensamiento cruzó su mente “voy a morir”. No podía llevarse esa luz sin sacrificar su vida. Fue expulsado violentamente de la cueva y voló por los aires fuera del campo y el territorio sagrado.

    El inuyoukai lo miró con sus ojos muy abiertos sin poder hacer nada.
    —¡Sesshoumaru! —la voz hizo eco en su mente.

    Al abrir los ojos, Se encontró de pie en el bosque y miró a su alrededor confundido. Nunca se había movido de ahí y su cuerpo estaba intacto, sin ninguna quemadura, pero lo que había sentido había sido demasiado real.
    Kohaku le había sugerido que solo el poder de un dios detendría a Akuma y dicho poder le había sido mostrado.

    Todavía respiraba agitado y miró hacia el Oeste.
    —Honorable padre… tengo que ir hacia la última morada de los Antiguos que está más allá de mis tierras, me acompañaré de Sana, quien lo ha visto sin sus ojos —allá, en el Oeste, vio resplandecer una estrella, pero sabía que eso no era una estrella. No podía pedir la ayuda de la humana, porque si un youkai no había podido llegar, un ser humano, menos.

    Sin embargo, antes tenía que encontrar y cazar al hacedor de estragos, se puso en marcha con paso rápido y silencioso.

    Un kageyoukai rió perversamente en la sombra.
    —Esto es grave, Akuma-sama tiene que saberlo.

    ***
    La Oscuridad misma se hizo presente ante los suyos, no quería ver desaparecer a las criaturas que había modelado.
    —Mataremos a ese perro antes de que haga nada. No podrá utilizar el conocimiento de su preciada hija ¡Agarren a Sana y denle a ese idiota el castigo que se merece!

    Todas las sombras salieron de su presencia, riendo por el desorden que pronto generarían.
    Además de modelar sus propias criaturas a partir de la oscuridad existente, Akuma era tremendamente manipulador y podía llegar a voltear a una criatura que no tuviera una voluntad lo suficientemente fuerte. Podía que nada estuviera pasando realmente, pero él lograra convencer a las criaturas de que había que temer y así, muchos murieran por simple miedo. Sólo era necesario mover una pequeña pieza de lugar para que todo cayera en el desorden. Sesshoumaru lo había propuesto una vez ejemplificando a través de la destrucción de una torrecita de juguete levantada a partir de muchas piezas. Tal vez eso era el mundo para Akuma, una torrecita de juguete divertida de derribar. Por supuesto, no era así para sus habitantes.

    *****
    La tarde apenas caía cuando Akiyoushi todavía entrenaba en la parte trasera de los jardines. Los youkai de la Primera Escuadra, que eran los hijos de los cortesanos, se desafiaban en un mano a mano y se retiraban por eliminatorias, mientras él, apoyado contra una estatua decorativa, se ajustaba el vendaje de las manos y los observaba entretenido. Al acabar la decimosexta ronda, varios de ellos se pusieron de pie.

    —Su turno, príncipe.

    —Sí, príncipe, enséñeles a esos brutos de lo que está hecho.

    Avanzando hacia la improvisada arena, chocó la palma de la mano con el puño.
    —¿Quién va a divertirme?

    Nadie se movió.

    —Bien. Elegiré yo entonces. Akari, Akashi, Akame, Hiro —mientras los cuatro a los que había llamado avanzaban, miró a su alrededor—, a ver, algún valiente para completar el cupo… a ver, el curioso que está detrás de aquel duraznero.

    Una melena plateada asomó por detrás del tronco, se indicó a sí mismo confundido y luego, se acercó.

    El príncipe volvió a mirar a su alrededor.
    —Miren nada más, un hanyou es más valiente, grupo de incompetentes. ¿Y ustedes se llaman sirvientes del gran Inu no Taishou? Debería darles vergüenza…

    Cuando los cinco se ponían alrededor de él para empezar, un guardia llegó corriendo.

    —Esto es la élite, no se permiten soldados de bajo rango en nuestro entrenamiento —gritó enfadado uno de los compañeros del príncipe.

    —Príncipe, me sorprende mucho verlo aquí. Creí haberlo visto hace unos momentos en el bosque al pie del palacio.

    Todos voltearon sorprendidos y escucharon la historia. El soldado pertenecía a un grupo de caza y al salir a realizar sus labores, se había cruzado con un inuyoukai macho de pelaje blanco, color solo digno de la pura casta alta, pero sin melena. Al haber creído que era él y dado que Akyoushi no tenía permitido salir sin permiso de su padre, el youkai creyó que sería atacado por “haberle descubierto” y huyó de regreso a casa para pedir ayuda a cualquiera de la Primera Escuadra, los pocos que estaban a la altura del joven.

    —¿Un macho sin melena? ¿Acaso es una broma? —miró a Kanta—. Yo nunca he visto un macho sin melena.

    —¿Qué te fumaste? —preguntó uno de los compañeros de Akyoushi.

    Kanta levantó una ceja.
    —Tal vez será un travesti como tu hermana. O tal vez es un cachorro… —un momento, el príncipe era aún un cachorro y aún así tenía melena.

    —Tampoco tenía marcas… —agregó el soldado.

    Akyoushi frunció el ceño.
    —Sin melena y sin marcas, eso no puede ser un inuyoukai.

    El soldado se aprestó ansioso.
    —¿Es una hembra? ¿En dónde está?, quiero tenerla… —sintió que el príncipe le fulminaba con la mirada—, quiero decir, oyakata-sama podrá tenerla.

    Pues sí, oyakata-sama era el único que tenía derecho a estar con cuanta hembra quisiera, cualquier otro macho que lo intentara, pronto estaría peleando con él. De todas maneras, ellos debían tener sus cabezas en asuntos más importantes que follarse una hembra, por ejemplo proteger la jauría de cualquier extraño.
    Pronto, todos los muchachos se pusieron a discutir sobre anatomía y sobre teorías de lo que había visto su inferior, hasta que uno de ellos recordó que se rumoreaba que una criatura extraña atacaba a las manadas salvajes. La curiosidad fue más fuerte y todos querían salir para averiguar qué era eso.

    Finalmente, Akyoushi sacó a relucir que era el más fuerte entre los presentes y, por lo tanto, el que tenía derecho de salir, luego rendiría cuentas a sus padres. Antes de que pudieran decirle nada, echó a correr hacia la salida y todos salieron detrás de él, intentando alcanzarlo. Pronto, Kanta quedó atrás, sacando la lengua y maldiciendo a los perros.

    —¡No van a alcanzarme! —gritó mientras saltaba y tomaba su verdadera forma.

    —¡No vas a dejarme afuera de esto! —gritó Kanta saltando tan alto como podía y prendiéndose de su cola.

    —¿Qué haces?

    —Acompañarte para que no te metas en líos.

    —Sólo estorbarás —comenzó a sacudir la cola, intentando bajarlo— ¡Suéltame hanyou apestoso! —comenzó a saltar de aquí allá, pero Kanta no se soltaba—. ¡Que sueltes mi cola! ¡Bájate! ¡Ya! ¡no soy animal de carga!

    —¡Tendrás que llevarme contigo!

    —¡Sólo si caes de pie! —en el aire, el perrazo giró sobre su lomo con asombrosa velocidad y Kanta resbaló, pero logró agarrarse de un mechón.

    —Ni creas que te vas a deshacer de mí.

    —Eres más molesto que las pulgas —al darse cuenta de que no se lo iba a quitar, emprendió vuelo en la dirección que había dado el soldado.

    Al acercarse a Heijo, no tardó en sentir un olor de perro que no conocía y empezó a seguirlo. Kanta mientras tanto, iba prendido de su melena, observando todo. Después de un rato de seguir ese olor, se encontraron con algo resplandeciente que no precisamente era la luna.

    —Ahí debe estar, lo voy a aplastar…

    —Haz caso a tus mayores y oculta tu forma para no ser visto.

    —No molestes —se agazapó con las garras listas para saltarle encima, pero cayó en medio de la nada, porque la criatura había sido veloz para esquivarlo.

    La criatura le mostró los colmillos y el príncipe respondió igual. Ambos comenzaron a caminar en círculos, acechándose. Entonces Akyoushi saltó, pero el youkai no fue contra él, sino que huyó en la dirección contraria.

    Contrariado, el príncipe bostezó y tomó forma humana.
    —No sólo se mete en territorio ajeno, sino que además es un cobarde…. Vaya, qué aburrido —cuando volteó para decirle a Kanta que volvieran a casa, fue brutamente golpeado por detrás, pero rodó sobre sí mismo, poniéndose pronto de pie.

    —¡Eres un cobarde! —le gritó el hanyou— ¡Sólo los malditos cobardes atacan a traición, pedazo de alimaña!

    —¡Sujeta tu lengua, maldito hanyou! —ambos miraron confundidos, el soldado no mentía, era un macho blanco, pero no tenía marcas que indicaran su linaje y tampoco tenía melena. Entonces tal vez no era un verdadero inuyoukai… o no uno puro.

    —¿Y tú sal de nuestras tierras en este mismo instante si o quieres que tu vida se termine aquí? —le amenazó el príncipe.

    —¡Ay, mira como tiemblo!

    —No sólo cobarde, sino también débil y hablador.

    —¡Cállate! —se arrojó sobre Akyoushi y éste le esquivó, pero Kanta se quedó viendo cómo la cosa se le venía encima.

    Akyoushi lo rodeó con la cola y lo jaló hacia sí para ayudarlo.
    —Detesto a la gente que se paraliza ante una mala situación.

    Kanta lo miró torcido.
    —Detesto a los que se meten en problemas sin ser llamados.

    —Esto no es problema, es mierda.

    —¡Eso ya lo averiguarás! —el youkai escupió la tierra que había tragado y se lanzó veloz hacia los muchachos, que saltaron y lograron esquivarlo. Para ser tan grande, era rápido. El oponente comenzó a saltar en zigzag, intentando cazarlos, mientras ellos se dividieron y comenzaron a saltar a su alrededor, para confundirlo.

    La criatura consiguió agarrar a Kanta de un brazo y arrojarlo contra el príncipe, aprovechando esa oportunidad para caerles encima. Cuando se levantó, ellos ya no estaban ahí.

    —Idiota —murmuró Akyoushi desde un alto árbol.

    Ates de darle tiempo, el youkai arrancó el árbol y lo arrojó muy lejos, fuera del bosque. Akyoushi consiguió volar, subiendo a Kanta en su espalda, pero la criatura voló también y comenzó a perseguirlos. El príncipe le lanzó un zarpazo venenoso pero, por alguna extraña razón, no consiguió hacerle nada.

    —Estúpido, estoy protegido contra cualquier poder que un inuyoukai pueda tener.

    ¿Creerle o no creerle?

    —Corre —le apuró Kanta— ¡o vuela! —después de que los persiguiera por algunas leguas, ambos reaccionaron—. Espera, dijo que no le afectaba ningún poder que un inuyoukai pudiera tener. Eso significa…

    El príncipe lo miró de reojo.
    —¿Tú crees…?

    —Tienes que intentarlo.

    —Es que no lo sé, no hemos entrenado lo suficiente…

    —No es como si tuviéramos tiempo para pensar en eso.

    —Aún no estoy listo…

    —¡Akyoushi, ahora!

    —¡Ventisca! —se giró de lleno hacia el enemigo, generando con su mano una tormenta de nieve que le arrastró y lo hizo descender.

    Kanta gritó eufórico.
    —Anda, hazlo de nuevo.

    El príncipe bajó, dispuesto a aceptar el desafío impuesto por el extraño. Éste se levantó en seguida, gruñendo, se sacudió la nieve de encima y se preparó para pelear.
    —Vaya, vaya, nunca creí que encontraría uno como yo… pero te enseñaré ahora lo que es usar el verdadero poder…

    —¿Akyoushi, qué está diciendo? —Kanta estaba confundido.

    —No tengo idea —de todas formas, se estaba preparando para atacar—. ¡Ventisca!

    El oponente lo esquivó de un salto.
    —¡No te funcionará dos veces!

    —¿Qué tal esto? —extendió ambas manos— ¡Prisión helada! —lanzó una gran esfera de energía azul, pero el youkai la esquivó, chocando ésta contra el suelo y convirtiéndolo en cristal de hielo. No se dio por vencido y repitió el ataque dos, tres veces.

    En respuesta, recibió un ataque de energía verde que alcanzó a esquivar, pasándole a apenas centímetros de la cabeza. A ese disparo, les siguieron otros.
    —¿Qué pasó con tus heladitos, perrito? ¿No tienes más? —le lanzó veneno a Kanta, produciendo una especie de serpiente que comenzó a perseguirlo—. ¿Estás demasiado cansado como para seguir?

    —Calla maldito —le saltó sobre la cabeza— ¡Prisión helada!

    El animal saltó hacia atrás, sacudiendo las patas delanteras como si quisiera sacarse algo, con los ojos ardiendo y chillando horriblemente. En eso, una gran fuerza lo empujó desde atrás hasta derribarlo, el hanyou le había sorprendido. Antes de que se levantara, los dos le saltaron encima y lo cagaron a golpes. Cuando el youkai se recuperó, los lanzó lejos de sí.

    —¿Quiénes son los cobardes ahora, malditos? —consiguió, no sin dificultad, quitarse el hielo que se le había metido hasta en las fosas nasales y estaba hecho una furia—. Los dos me las van a pagar —se levantó produciendo un temblor y echando la nieve en todas direcciones.

    —Tú eres el que se mete donde no le corresponde y por tanto mereces ser castigado —le dijo el príncipe. Si este era el asesino que molestaba a los tora-ge, les salvaría y se haría digno del reconocimiento de su padre.

    —Tú no sabes nada, me cargaré a los dos, malditos tramposos —abrió las fauces dejando ver entre ellas un destellante resplandor— ¡Primero acabaré con ese estorbo que traes, le aplastaré como insecto!

    El príncipe abrió mucho los ojos.
    Como si el tiempo se detuviera para él, se arrojó sobre Kanta sin pensar, intentando defenderle del ataque y le dio tal puñetazo que lo mandó a volar lejos justo en el momento en que aquel rayo brillante le golpeaba. Cerró los ojos pero no sintió dolor, tuvo la extraña sensación de que el mundo a su alrededor cambiaba.

    —No —escupió el animal con voz sedienta—. Eres tú el que cambia.

    —Akyoushi —balbució el hanyou espantado, pálido y con los ojos muy abiertos, incapaz de creer lo que estaba viendo.

    —¿Kanta? —el príncipe se extrañó del sonido de su propia voz e instintivamente miró sus manos. Eran pequeñas.

    —¿Qué le hiciste? —espetó el hanyou furioso.

    El youkai antagonista rió perversamente.
    —Oh, nada en especial, sólo darle la apariencia que mejor le queda.

    Kanta gruñó y miró de reojo a su primo. No podía ser verdad, éste tenía ahora la apariencia de un niño de cinco años, se había encogido incluso con su ropa y tenía una mirada que le daba escalofríos. Demasiado “tierna” para un youkai.
    Parecía, parecía los mocosos de las “películas de terror” de las que le hablaba su madre. No soportaba verlo.

    —Ah, pero no te preocupes, hanyou —el antagonista abrió de nuevo las fauces, creando el mismo tipo de resplandor de antes— Tú también… ¡Tú también tendrás el mismo destino!

    —¡No te voy a dejar! —Akyoushi se le arrojó encima, pero el youkai lo bajó al suelo de una patada.

    El rayo salió de la boca del youkai, pero Kanta se había hecho hacia atrás, esquivándolo. En el lugar donde había caído el ataque, la nieve se había derretido, al igual que parte del suelo y una nube de vapor se levantaba. ¿Acaso se trataba de veneno con alguna propiedad mágica?
    El youkai ladró y volvió a lanzarle al hanyou otro ataque, y otro. Kanta saltaba en zigzag, hacia atrás, esquivando los ataques que se sucedían cada vez con mayor rapidez y certeza. Sin embargo, sabía que no podía alejarse mucho. Su primo, hechizado, había quedado entre las patas del oponente al intentar defenderle. Gruñó.

    —¿Qué te pasa, hanyou? —mostró las fieras hileras de colmillos— ¿No puedes seguir huyendo? ¿no quieres dejar a este tonto?

    Akyoushi levantó la cabeza de la nieve, furioso. Le habían tenido en menos. A él nadie le ignoraba. Saltó hacia arriba con tanta velocidad y fuerza de cómo era capaz, causándole una herida en el estómago al oponente.
    Kanta aprovechó para saltar hacia su cara y darle tal patada en el hocico que lo hizo retroceder.

    —¡Rápido, Akyoushi, corre!

    Él mostró los blancos colmillos.
    —¡Un príncipe inuyoukai jamás corre! —sus ojos resplandecientes se volvieron rojos y una vez más saltó, cambiando en el aire a un inuyoukai de gruesa melena… pero mínimo comparado a su talla anterior. Eso no pareció importarle y se arrojó directo al cuello desnudo del oponente, mordiéndole con la fuerza de una prensa y sujetándose también con sus filosas garras— ¡te vas a arrepentir de no tener melena! —mordió más profundo en la garganta y sintió cómo le invadía el olor de la sangre.

    —¡Akyoushi! —le gritó Kanta asustado— ¡No te quieras hacer el valiente ahora!

    El youkai, soltando espantosos alaridos de bestia, comenzó a agitarse hacia un lado y hacia otro, retorciéndose y saltando, intentando por todos sus medios quitarse al cachorro de encima. Desde esa posición, no podía defenderse, ni atacar. Entonces, vio la esponjosa cola y la mordió.
    El príncipe ni gritó ni aflojó la mordida, por el contrario, se desquitó, mordiendo más fuerte en aquel trozo de carne, sin importar cuan dura pudiera ser la piel.
    El antagonista se paró con firmeza sobre sus cuatro patas, clavando las garras en el suelo y entonces, comenzó a jalar con el hocico, pero el niño no le soltaba.

    —¡Suéltame, mocoso o te voy a dejar rabón!

    —No me importa —mordió con más fuerza, mientras su cola empezaba a sangrar—. ¡Huye maldito hanyou!

    Pero Kanta se había quedado paralizado mirando la cruenta escena, incapaz de digerir lo que sucedía.
    El macho mordió con fuerza en donde al niño se le acababa la espalda y, jalando cuanto podía, se paró en sus patas traseras y tiró hacia atrás. Gritó mientras Akyoushi volaba por el aire con un trozo de su cuello en la boca y el ano sangrando.

    —¡Esto no se va a quedar así! —lanzó un rayo que tomó por sorpresa a Kanta paralizado…

    Mientras éste veía cómo se hacía cada vez más grande el inuyoukai que se le venía encima. “¡auxilio!” en el último momento, el cachorro giró con la agilidad de un gato, aterrizando de pie y por poco pisando a un diminuto y asustadizo Kanta que estaba debajo de él. Escupió la carne ensangrentada del perro y bajó la cabeza, mirando lo que había entre sus patas.

    —¿Kanta? —no eran imaginaciones suyas. Estaba viendo al Kanta que le había dicho que era raro, el Kanta que había conocido en la aldea. ¡El diminuto niño apestoso de siete años!— ¡te dije que corrieras, estúpido de mierda! ¡Me rompieron el culo, por tu culpa no me sentaré en dos días!

    —¡Y yo te dije que corriéramos los dos!

    —¡Yo no voy a huir de est…!

    —¡Niñato, ya me tienes harto! —ladró el enemigo mientras se abalanzaba hacia él, describiendo un semicírculo y atacándolo por la izquierda.

    Akyoushi levantó la vista y, cuando quiso darse cuenta, estaba sujeto del cuello y siendo golpeado frenética y violentamente una y otra vez sobre el duro suelo rocoso, en el cual comenzaban a abrirse grietas y baches, mientras el sonido de los golpes y los temblores de la batalla se extendían a varios kilómetros a la redonda. Akyoushi maldijo. Un segundo de distracción había bastado para quedar atrapado en esa trampa de la que no podía soltarse.
    Levantándolo en limpio, su oponente lo hizo girar varias veces en el aire y lo lanzó. Mientras el mundo le daba vueltas, Akyoushi intentó girar para caer de pie, pero cayó de lado, golpeándose.

    —Tu sabor es asqueroso, vomitaré —insultó a su enemigo, levantándose a pesar de los golpes.

    —¡Cállate mocoso, te voy a romper algo más que el culo! —se lanzó veloz hacia él con las fauces abiertas.

    Akyoushi se paró en dos patas, preparándose para contraatacar al primer golpe, pero sus miedos de niño le ganaron y cerró los ojos, escuchando el grito de horror de Kanta. Un sonido parecido al de un látigo le sorprendió y, al abrir los ojos se dio cuenta de que estaba entre dos pálidos brazos que le protegían.
    El inuyoukai antagonista estaba varios metros atrás, recuperándose de lo que parecía haber sido un golpe sorpresa y lucía desbordado de la ira.

    —¡Mierda! —rugió y se arrojó hacia ellos con su youki al máximo—. ¡Mocosos! ¡Les dispararé hasta que desaparezcan!

    Akyoushi miró anonadado. Y esos brazos que se negaban a soltarle…
    —¡No permitiré que toques a mi hermanito!

    Mucho antes de llegar, el inuyoukai pareció chocar contra algo invisible y fue arrojado con violencia hacia atrás, girando varias veces sobre el accidentado terreno, con varias heridas abiertas en su cuerpo. Ese era el sonido de látigo que Akyoushi había oído ¿le había sido devuelto el ataque?
    —¿Hermana mayor? —gruñó— ¡Yo no soy tu hermanito! —comenzó a patalear, intentando liberarse, pues ya se hallaba de nuevo en esa indefensa y minúscula forma humana, entre los brazos de su hermana.

    Ante su sorpresa, ella sonrió.
    —Pues lamento decirte que sí lo eres. Además con esta forma… —dijo en forma pícara y dulce, mientras le acariciaba la cabeza, desacomodándole por completo el cabello y abrazándole con una fuerza asfixiante— ¡Y te ves tan abrazable!

    —Suéltame, suéltame, me estás asfixiando, Kanta me voy a morir… —intentaba zafarse del brutal abrazo, retorciéndose.

    —Pues yo te tengo envidia —murmuró el otro niño que estaba oculto detrás de la chica.

    ¡Tan poco le había faltado! Miró al insolente que había osado interrumpir su pelea y defender a esos mocosos. Ese idiota… no, un momento, vestía como hombre, pero era…
    —¡Maldita perra! —dijo adelantándose con el hocico marcado y ensangrentado— ¡Me las vas a pagar!

    Ella le enseñó los colmillos.
    —¡Maldito perro!

    Él furioso, se abalanzó una vez más.
    —¡Te voy a tratar como la perra que eres! ¡Te voy a partir ese culo en ocho!

    —¡Inténtalo!

    Diez metros antes de llegar, el enorme youkai quedó paralizado, como si hubiera chocado contra una pared invisible y su cuerpo comenzó a retorcerse, produciendo horribles ruidos. Su cabeza comenzó a girar, produciendo ruido de vértebras rotas. De alguna manera, se liberó y huyó por el cielo, desapareciendo en forma de luz.

    —Es un cobarde, escapó —murmuró el niño con ojos de gato.

    Kanta asomó desde detrás de su prima.
    —¡Te ves como una niña! —se burló del inuyoukai en miniatura.

    —¡Y tú gritas como una! —retrucó él.

    —Al menos tu hermana parece niño…

    —Oye…

    —Anden, no peleen —dijo divertida la muchacha en un tono amable. Sonrió y abrazó fuertemente a los dos, tomándolos por sorpresa— ¡y se ven súper tiernos y abrazables! ¡Tan pequeños y esponjaditos! Vamos a casa, que aquí hace mucho frío, ordenaré a los sirvientes que les preparen algo caliente y a ti tienen que atenderte esas heridas —los levantó y, muy entusiasmada, se los llevó a los dos.

    En ningún momento Sana pareció preguntarse o preocuparse por lo que les había sucedido a los muchachos. Durante todo el camino no dejó de abrazarles, restregarles, decirles lo lindos que se veían y que quería unos así para su habitación —¿acaso pensaban que eran muñecos?—. Era muy raro que saliera de sus dependencias y de la Casa, a menos que lo considerase estrictamente necesario, tal vez aprovechaba ahora la ausencia de su padre, a quien temía más que a nada. Era probable que hubiese detectado o previsto lo que pasaba afuera y hubiera salido en su auxilio… pero ahora, los niños no sabían si era mejor estar a merced del enemigo o de la princesa.

    A diferencia de los sirvientes, que se alarmaron con la llegada de los cambiados jóvenes, ella estaba calmada… se mostraba entusiasmada, de una manera que parecía una versión loca de Rin. Después de todo, Sana era como una versión loca de Rin. Aunque hablara como su abuela, aunque fuera orgullosa como su padre, Sana tenía gustos y modos infantiles muy semejantes a los de Rin, los cuales ocultaba muy bien… sin embargo, no había podido resistirse con ese par de niñitos. Tenía que abrazarlos. Eran su debilidad. Sana se encariñaba o se enfadaba muy fácilmente con las personas. Y lo sabía.

    —Está más loca que Rin… —murmuró el sirviente verde, quien había estado todo el tiempo en un rincón, observando con ojos de plato a aquellos revoltosos mocosos al enterarse espantado de la “tragedia”.

    —¿Ahora entienden por qué se aisló a sí misma en ese cuarto? —preguntó Rin suspirando resignadamente cuando los vio.

    —Más o menos… ¿Pero qué significa esto? —preguntó Kanta confundido y se miró a sí mismo vestido con las mejores y más elaboradas ropas que había visto nunca, asemejándose a esos muñecos que les daban a las niñas, sentado frente a una gran bandeja de comida de las cosas más deliciosas que había visto nunca. Sintió que se le hacía agua la boca al ver tantos dulces.

    Miró al cachorro sentado a su lado, que estaba igualmente vestido, acicalado y rodeado de comida, sentado sobre dos mullidos cojines para proteger su recién medicada retaguardia.
    —Kanta, esta me las vas a pagar.

    —Yo no tengo la culpa…

    —Si no te hubieses quedado ahí como tonto… —su hermana lo calló, poniéndole en la boca un trozo de la comida. Él lo masticó y tragó. Lo que al principio pareció desagradable... tenía muy buen sabor.

    —¿A que sabe muy bien? —dijo Sana con una gran sonrisa, poniéndole otro bocado cuando apenas había tragado el primero—. Anda, anda, come más, los enfermos tienen que alimentarse bien.

    Kanta sólo la miraba sorprendido. No conocía esa faceta de ella. Esa chica era una caja de sorpresas.

    —Anda, come tú también —lo apuró ella, poniéndole la comida en la boca al igual que a Akyoushi, casi como si pretendiese rellenarlos en vez de alimentarlos—. Ambos están en mi casa de muñecas. Nos divertiremos mucho ¿no lo creen? —abrazó a Kanta y éste aprovechó la situación, rojo su rostro como un tomate. Ella se desató los lazos del cabello y le ató uno a Kanta en el cabello como un moño y el otro a Akyoushi, como si fuera una corbata.

    —Yo no quiero ser su…

    Rin se sentó en medio de ambos, los abrazó y los acercó a su boca.
    —Niños, háganme caso —susurró por lo bajo—, jueguen con ella a las muñecas y no le refuten nada…

    Ambos suspiraron con resignación.

    —Después de esto, esos dos jamás querrán volver a saber nada de niñas —murmuró Jaken, sudando de los nervios.

    —Tal vez hasta sea divertido —propuso Kanta antes de ser abrazado casi hasta el punto de la asfixia.

    —Sííí, primito lindo, será muy divertido —sonrió animada la princesa, en seguida se cambió de lugar, sentando a su “hermanito” en su regazo—. Ahora sí puedo decir que tengo un hermanito pequeñito —lo abrazó y restregó su cabeza contra la de él.

    —Princesa, no son muñecos —le recordó Rin—. Son su primo y su hermano respectivamente.

    —Ay, Rin, eso ya lo sé.

    —Pero los sigue tratando como muñecos —murmuró incrédulo el pequeño sirviente verde.

    —Anda, Jaken, acércate a jugar tú también —murmuró la versión peliblanca de Rin.

    —Ni loco… —volvió a sudar.

    —Mamá, dile que me suelte —protestó el pequeño alrededor del cual descansaban suavemente esos pálidos brazos.

    Sana lo miró ladeando la cabeza.
    —No le digas mamá a Rin.

    El príncipe trató de sonar lo más infantil que podía.
    —Sí le digo mamá a Rin.

    —Si le dices mamá a Rin, a mí tienes que decirme hermanita linda —sonrió.

    —No, eso no —Akyoushi frunció el ceño y Kanta le sacó la lengua.

    Sana le puso una mano en la cabeza a su primo mientras la otra descansaba alrededor de la cintura de su hermanito. Kanta se sonrojó.

    —Kanta, eres muy tierno —murmuró la chica.

    Él se sonrojó más.
    —Herencia de familia —se rascó la nariz.

    —Y te pareces mucho a tu papá…

    —Bueno, no le digo mamá, pero le diré honorable madre —protestó el príncipe, aunque nunca le había dicho así, sino hasta la reunión en la que tuvo el disgusto de conocer a la pantera esa.

    Sana le puso la mano en la cabeza.
    —Me parece justo —volvió a rodearle la cintura—. Todo estará bien. Recuerda que lo prometí, hermanito, los cuidaré muy bien a ambos.

    —Pero, princesa, no puede dejarlos así —objetó Rin—. En primer lugar, tiene que encontrar al youkai que lanzó ese hechizo sobre ellos para descubrir cómo cambiarlos a su verdadera forma cuanto antes —observó cómo los dos niños comían.

    —Pero no puedo salir a buscarle, aún no recupero mi youryoku y, aunque lo tuviera, mira nada más lo que le han hecho a mi hermano pequeño ¿crees que en este estado podrá defender el Palacio del Clan? No puedo dejarlos desprotegidos a todos y ahora que mi honorable padre no está…

    —Podría dejar a los dos niños al cuidado de su honorable abuela…

    —Deja a esa vieja loca metiche.

    Los dos niños rieron a carcajadas con ese comentario. Rin se cubrió el rostro, a veces también pensaba eso, pero nunca se atrevería a faltarle el respeto a la honorable madre de su señor. Sana en cambio se tomaba algunas libertades.

    —En definitiva, quiere cuidar usted misma de los niños.

    —Yo puedo hacerlo, no tiene nada de malo —les tocó las mejillas—. Tener niños para cuidar. Al fin y al cabo siempre seré estéril. Serán mis muñequitos hasta que padre regrese —sonrió como si eso no le importara en lo más mínimo.

    Volvió a mirar a Sana y ver cómo esta abrazaba a los dos niños. Se veía tan feliz. Era la misma niña bondadosa y solícita de siempre, como si Akuma jamás le hubiera tocado un pelo. Tal vez, al sentir que peligraba la vida de su familia, había conseguido eliminar completamente su influencia. Sonrió.

    —Rin, pareces tan feliz —murmuró la princesa.

    —Soy feliz cuando ustedes lo son.

    —Tal vez tienes a sakimitama dentro.

    Rin se sorprendió y la sonrisa se borró de su rostro por unos instantes.
    —¿Qué sabe la princesa de eso? —indagó.

    —Nada. Una vez se lo oí decir a Kanta.

    —¿Qué? ¿Qué? —preguntó el hanyou al oír su nombre.

    Sana le acarició la cabeza.
    —Que eres un niño muy inteligente.

    —Gracias, Sana-sama.

    Ella rió.
    —Dime Sana, nada más.

    —¿Y yo no soy inteligente? —refunfuñó el príncipe.

    —Tienes la inteligencia de un youkai.

    Rin sonrió ampliamente, realmente Sana parecía volver a ser ella.
    —Sakimitama es uno de los cuatro tipos de almas que hay en este mundo y que forma parte de la esencia de las criaturas. Esas almas ayudan a mantener un balance en las mentes, el naohi —le explicó Rin—. Eso fue lo que yo aprendí.

    —¿Y qué sucedería si ese balance se rompiera?

    —La existencia dejaría de ser. La contraparte del naohi es Magatsuhi, una intención maligna interna, comparable a Akuma.

    —Como Akuma ¿eh? Nada que mi padre no pueda controlar, entonces.

    —Princesa, ¿cree que su padre le protegerá toda la vida?

    —Yo sé perfectamente que algún día mi padre no estará, tú tampoco. Todas las criaturas y las cosas que son, en algún momento dejan de ser. Es lo que quieres explicarme, ¿verdad? Es por eso que mi padre quiere enseñarnos a valernos de nuestro poder y nuestra voluntad. Es por eso que a veces siento que le fallé. No tengo ni la voluntad ni el poder que tiene él. Ni siquiera sé si hay un balance en mi mente. Tal vez Magatsuhi, al que haces referencia, reina en mi mente.

    Rin se hizo bruscamente hacia atrás, con ojos como platos y más pálida de lo que ya era. Se imaginó a Inuyasha marcado y de ojos rojos arrojándosele encima, poseído por Magatsuhi y un escalofrío le recorrió el cuerpo.

    —¿Qué pasa? —preguntó Sana.

    —Nada, nada princesa —fingió naturalidad y jugó con su largo cabello oscuro, buscando tranquilizarse. Eso era ridículo, Si Magatsuhi hubiera renacido dentro de Sana… a Sesshoumaru-sama jamás se le hubiera pasado por alto algo así. La habría matado sin más. Por otra parte, no se imaginaba el horror de ser madre de un engendro como ese.

    Era ridículo, de seguro Akuma sólo intentaba jugar con su mente, encontrarle una debilidad, como el miedo a Magatsuhi o algo semejante.

    Pero la sensación de desprotección había sido fuerte por unos instantes.

    —¿Qué pasa, Rin? —la provocó— ¿No quieres acercarte a mí?

    Rin sonrió.
    —Nada de eso —se sentó junto a ella y la abrazó, apoyando su cabeza junto a la de ella y aprovechando para tocar también a los niños. Se separó por unos momentos y la miró—. Deje que le enseñe más. Las esencias humanas tienen “debilidades”. Muchos youkai se aprovechan de esas debilidades…

    —…fusionándose en los cuerpos humanos y usándolos como centros de gravedad para volverse así criaturas más fuertes. Como casi le ocurrió a la hija de ese monje, sí.

    —…la concentración de esas energías puede tener consecuencias peligrosas, Sana-sama.

    —Me hablas muy misteriosamente, Rin ¿puedes ser más clara?

    Rin se tocó las manos. Estaba a punto de romper un voto de silencio de veintiocho años. Se sentía una traidora, pero creía que era muy necesario.
    —No necesito explicarle lo que es capaz de hacer Kuroika.

    —Entiendo que es un peligro.

    —Entonces, imagine que encarnase en un cuerpo material. Que algo o alguien le brindase un cuerpo material.

    Ante la sorpresa de Rin, ella sonrió.

    —¿Le causa gracia?

    Sana rió abiertamente.
    —Lo siento, no puedo evitarlo, un portador de oscuridad disfruta de causar Caos, es muy placentero, incluso si está en riesgo la vida de la hija de un monje —Kanta y Akyoushi intentaron alejarse, asustados por su risa—. Lo siento, pequeñitos, no quería asustarlos —agarrándolos de las ropas, los arrastró hacia sí y volvió a abrazarlos.

    —Un portador de oscuridad es…

    —¿Crees que no sé que un portador de oscuridad es peligroso, Rin? En especial, si pierde su voluntad…

    Lo que le preocupaba era que supiera tanto.

    —No puedo evitar saber. Nací sabiendo, es parte de mi naturaleza, así como amar es parte de la tuya.

    —Princesa, ¿me está diciendo que cree que tiene a Kushimitama dentro de sí?

    —No. Creo que mi abuelo tenía dentro de sí a Kushimitama, que nació con una esencia de sabiduría y que parte de su esencia entró en todos nosotros —al decir eso, se imaginó a decenas de generaciones de inuyoukais, incluidos su padre, su tío, ella, su hermano y Kanta—. Creo que no son mis poderes los que me muestran las cosas, sino que alguien más me las transmite y, al no haber nada dentro de mí, las recibo…

    —Y usted cree que quien le transmite esas cosas es…

    Tocó la cabeza de su hermano.
    —Lo ignoro.

    Pero Sana había nombrado a su abuelo, a quien no podía conocer. Rin entrecerró los ojos. ¿Acaso Sana pensaba que, más allá del tiempo y el espacio, tenía alguna clase de relación con él y por eso sabía cosas y no por ser portadora de Oscuridad?

    —Piénsalo así. Un accidente te convirtió en portadora de Oscuridad… y aún así no eres capaz de ver cosas. Cuando ves a través de los otros, es por la empatía que tienes, pero no conoces el futuro o el pasado, ni puedes ver a través de las mentes y las intenciones, ni mucho menos controlarlas. Eso significa que la Oscuridad ha cambiado tu naturaleza —se giró hacia ella— pero no te ha dado poderes.

    Rin lo analizó, ¡era verdad! Si Akuma fuera capaz de dar esos poderes, ella y todos los otros kageyoukai tendrían las mismas habilidades que Sana. Y no era así.

    —Akyoushi, lindo…

    El niño miró sorprendido a su hermana, era extraño que le hablase así… aunque de por sí era extraño que le hablase.
    —Dime, hermana mayor.

    —Pasar tiempo con Kanta te ha estado dando emociones, ¿verdad?

    —Eh… sí —querría haber dicho que no, pero simplemente no pudo, como si careciera de la habilidad de mentir. Era verdad, estaba en sus brazos, lo cual significaba… que ella estaba controlando sus intenciones a placer. Se sentía el doble de indefenso que antes.

    Ella sonrió ampliamente.
    —Yo lo veo así, cuando compartes un lazo con alguien que tiene una capacidad especial de la cual tú careces, te vuelves uno con ese alguien y adquieres esa capacidad. En el caso de mi padre, la compasión y en tu caso, Rin, la voluntad.

    Rin apoyó su cabeza en el hombro de su hija.
    —¿Entonces alguien te ha estado dando conocimiento?

    Pasó sus finos dedos entre los oscuros y sedosos cabellos de Rin.
    —Es posible.

    —¿Y yo qué habilidad tendré? —cuestionó Kanta, luego de tragar un gran bocado de su merienda.

    Rin y Sana rieron.

    —Todas las almas de este mundo son cajas de sorpresas —comentó la princesa.

    —Tendrías que preguntárselo al único que puede dártelas —rió la hermosa Dama.

    —No entiendo —manifestó el confuso niño de cinco años.

    Sana lo abrazó fuerte y apoyó su mejilla contra la de él.
    —No es necesario que entiendas todavía —comentó con voz risueña—. Pero no importa, siempre serás mi hermanito lindo.

    Al ver aquello, Rin pensó que no había verdadera razón para que ellos no pudieran estar juntos y llevarse bien. Sin embargo, también era cierto que, de vez en cuando, tenían sus roces, aunque jamás se hubieran levantado la mano por voluntad propia. Pero a veces, las palabras dolían más que los golpes.
    —¿Entonces por qué le dijiste a Akyoushi que “es un accidente”? —inquirió repentinamente.

    Sana guardó silencio por un rato.
    —Porque es la verdad, mi padre se fue de caliente tras una youkai y esa youkai se convirtió en la madre de Akyoushi y, cuando ella le rechazó, mi padre no tuvo más remedio que aceptarlo aquí —parpadeó un par de veces—. Es más fácil que pensar que mi padre intentó reemplazarme por tenerme en menos y creer que yo no viviría para ser.

    Un gesto de incomodidad se dibujó en el rostro de la Dama.
    —¿Realmente crees que tu padre quiso hacer algo como eso? Él nunca te abandonaría.

    —Yo lo veo así: la confusión convierte simples problemas en grandes calamidades. Viendo mi padre la situación desde ese punto de vista ¿qué más podía hacer?

    Rin intentó digerirlo en silencio. Sana siempre hablaba de esa manera “yo lo veo de este modo”, extraña forma de expresarse de alguien que no veía con los ojos.

    —Yo, en lugar de mi padre, hubiera matado a mi hijo por considerarle una vergüenza debido a las condiciones en que había nacido —al escuchar eso, la Dama no pudo evitar tragar saliva—. Mi padre tiene una gran compasión en su interior, tal vez tiene dentro una esencia poderosa que va más allá de sus intenciones y no se ha dado cuenta. El hecho de que un ente como yo siga con vida significa mucho.

    —No te llames un ente. Tienes una existencia verdadera que no depende de nadie más.

    —¿Quieres decir que tu existencia no es verdadera, Rin?

    Rin suspiró.
    —¿Qué más puedo decir?

    —¿Qué significa tener una existencia verdadera? —cuestionó Kanta.

    Sana le acarició la cabeza y se inclinó un poco hacia él.
    —Es tener una esencia propia, dentro de un cuerpo propio, movido por una conciencia con una intención definida y por propia voluntad. Los kageyoukai no tienen esencia propia porque están moldeados a partir de la oscuridad de su Meikai y se mueven gracias al que los moldeó, que los controla como marionetas —miró a su hermanito— ¿no es verdad, Akyoushi?

    —Ah… sí —eso era lo que había estudiado, pero no recordaba haberle pasado información de sus estudios a Sana.

    Sana se mordió la lengua. Podía ir a destripar a cualquier youkai, pero no podía herir a Rin y no había sido esa su intención. Pero simplemente, no podía considerar a Rin un kageyoukai, por mucho que portara parte de la Oscuridad… porque Rin no era como los otros con los que había peleado. Era fácil pensar que Rin tenía una existencia verdadera en vez de una “sobrevida”. Sin embargo, una princesa jamás pedía perdón, sin importar lo que hubiera dicho, eso no le estaba permitido.

    —No entendí nada —murmuró el mareado hanyou.

    Sana le sonrió.
    —No es necesario que te enredes tanto. Rin es Rin y tiene una existencia verdadera en tanto lleva su propia voluntad, justo como Sesshoumaru-sama —volteó a sonreírle a ella— ¿verdad?

    —Eres muy amable —Rin le sonrió ampliamente. ¿Realmente había vuelto a ser ella misma o sólo estaba actuando?

    Sana abrió sus fríos ojos.
    —Crees que estoy actuando, ¿verdad?

    Un escalofrío subió por la columna del pequeño inuyoukai, y del hanyou, y de la Dama.

    Rin se frotó un brazo para que se le pasara la sensación de carne de gallina.
    —No vuelvas a hacer eso, princesa.

    Ella volvió a cerrar los ojos.
    —Lo siento, no era mi intención asustarte, sólo quería saber tus intenciones.

    —Yo nunca te ocultaría mis intenciones.

    La princesa se puso un dedo en la cara.
    —A mí me parece que sí. Están esas preguntas que tú y padre jamás contestan, ya sabes. Es decir, tenemos quince años… —apretó un poco a su hermano—, bueno, al menos yo tengo. Lo que quiero decir es que no somos idiotas ni retrasados mentales y a ti no te gustaría que te mintieran o te ocultaran cosas, ¿verdad?

    Kanta levantó la mano.
    —Intenta decírselo a mi papá.

    Sana se volteó hacia él y suspiró de decepción.
    —Así que tú también, ¿eh?

    El niñito asintió y también suspiró.

    —Sana-sama, no deberíamos estar hablando de todas estas cosas frente a los niños.

    —Ah, no te preocupes, puedo intentar controlar sus intenciones para que no recuerden ni media palabra…

    —Sana-sama —Rin tenía el ceño fruncido— ¿Qué te ha dicho tu padre sobre controlar las intenciones de los demás?

    La joven volvió a ponerse un dedo en la mejilla.
    —Es que este tipo de capacidades… ya sabes, tienen fines prácticos y además…

    —No deberías impedir que los demás tengan una existencia verdadera, tu honorable padre no lo haría.

    —¿Qué no haría?

    —Anular la voluntad de los demás a placer para hacerlos vivir y actuar a conveniencia.

    La princesa le extendió una mano.
    —¿Quieres apostar?

    Rin miró su mano extendida con ojos abiertos. Había un pequeño problema en apostar contra alguien que podía ver el futuro, pero no se creía que su maestro de verdad fuera capaz de anular la voluntad de alguien para quitarle su verdadera existencia e implantarle otra. ¡Era algo que iba completamente en contra de los principios de Sesshoumaru-sama!

    Tomó la mano de Sana, cerrando trato.
    —Tus bromas son muy divertidas, princesa.

    Sana sonrió.
    —Más divertida es la realidad.

    —Tu padre es libre de usar su voluntad, pero no abusa de ella y lo sabes.

    —La vida nos da sorpresas —abrazó a su “hermanito de peluche” que se empequeñeció.

    —A mí no me gustan las sorpresas —murmuró el cachorro.

    Las dos volvieron a reír y Sana apoyó la cabeza sobre la de su hermano.
    —A mí pocas cosas pueden sorprenderme. ¿Qué opinas? Cuando estemos casados nunca tendrás un destino incierto. Seremos los dueños de todo el poder —rió abiertamente y Akyoushi acabó riendo con ella también. La idea del poder era tentadora para todo youkai y, en especial, para un daiyoukai. No era extraño que fueran muchas las criaturas que caían por los engaños de Akuma solo por desear poder, ahí radicaba el peligro.

    Rin se reservó su opinión. Esos dos chicos eran irreductibles, sin duda eran hijos de Sesshoumaru.
    —¿Y qué harán cuando eso suceda?

    Sana y Akyoushi pusieron esa cara tipo Máscara de teatro Noh que tan bien aprendida tenían. No le contestaron.

    Rin se mostró un poco más altiva que ellos.
    —¿No saben qué contestarme? ¿eh?

    —No queremos contestar —dijeron ambos a la vez, mientras Kanta les miraba sorprendido.

    —Princesa, príncipe, deberían ser un poquito más respetuosos…

    —Es un secreto —dijeron ambos y Akyoushi le guiñó un ojo a su “madre”.

    Ella le devolvió el gesto.

    —Ya me puedes bajar —comentó el príncipe, sintiéndose un poco impaciente por la constante presencia de los brazos de su hermana a su alrededor. No era molesta la sensación, lo que le molestaba era sentirse tan a gusto ahí, en su regazo. Por suerte, era demasiado pequeño en ese cuerpo como para que se le vinieran los pensamientos morbosos. Y no podía saber mucho de los pensamientos de su hermana porque conectarse a ella le causaba jaqueca—. Sana-sama…

    —No quiero.

    —Ya es mi turno —murmuró Kanta, sacándoles risas a los presentes.

    De repente, todos callaron al sentir una especie de temblor y un murmullo se escuchó afuera, para luego convertirse en un gran barullo a medida que se acercaba. ¿Se acercaba?
    Las puertas de la sala de té se abrieron bruscamente e hicieron entrada muchas mujeres de cabellos de toda variedad y color y ropas suntuosas y brillantes, de estilos únicos, todas hablando a la vez, de tal manera que apenas se entendía lo que decían.

    Sana se puso ambas manos en las sienes, presionándoselas.
    —¡Demasiadas intenciones a la vez, ay! —jaqueca.

    Al instante, las dos se cubrieron el rostro, mientras las mujeres se llevaban a los dos niños de sus regazos.

    —Nos enteramos de la desgracia que aconteció —comentó una de las visitantes

    —Se nota que Rin-sama no sabe cuidarles. Oh, pobre del hijo de Sesshoumaru-sama —agregó otra.

    Se oyó desaprobación general.

    —¡Miren qué bonitos están!

    —¡Sí, se ven muy tiernos!

    —Es demasiado bonito, quiero uno así para mí.

    —Deberíamos adoptarlos.

    —Miren qué cabello.

    —Sí, y miren además los ojos de éste.

    Aquellas mujeres jalaban a ambos niños en todas direcciones, tocándolos y peleando por tenerlos en brazos al menos unos instantes, hablando de lo bonitos que estaban, mientras ellos no paraban de quejarse y llorar, admitiendo que no eran de goma.

    —¿Señoras, se puede saber qué hacen? —cuestionó la princesa, cubriéndose el rostro con la manga de su haori, de modo que sólo se veían sus fríos ojos.

    —Venimos a ver a los jóvenes príncipes —comentó alguna.

    —¡Mamá, diles que me suelten! —pidió el pequeño príncipe inuyoukai.

    Rin, con el rostro cubierto, fulminó con la mirada a las amadas cortesanas del maestro Sesshoumaru.
    —¿Señoras, serían tan amables de soltar a mi hijo? —dijo forzando un tono cordial, mientras una vena latía en su sien.

    —Como usted quiera, Rin-sama —contestaron ellas en tono similar y dejaron a los niños en el suelo, ambos corriendo espantados hacia sus protectoras.

    Hubo una especie de guerra mental en las que las damas intentaban comerse viva a la dulce Rin, mientras ella casi las maldecía con la mirada para que se fueran cuanto antes. Iba a descubrirse el rostro y gritarles, pero Sana se lo volvió a cubrir.

    —Señoras, ustedes no tienen el derecho de ver el rostro de esta princesa Shiroi Hana, ni mucho menos el de mi honorable madre. Y tampoco tienen derecho de acercarse siquiera a los príncipes con sangre real. Así que les solicito de la manera más atenta que hagan el favor de retirarse de esta sala, antes de que pierda mi paciencia y las saque a patadas.

    Varias de las mujeres sonrieron amablemente y otras ocultaron risitas nerviosas.
    —Como la princesa desee pero… esta es una cena familiar, ya sabe —acotó una—, debería reconsiderarlo, al menos debería dejarnos participar...

    —No, no, exprésate mejor —le criticó otra—. No deberían llamarle Shiroi Hana-sama, ese nombre no le queda bien, yo le hubiera puesto algo mejor…

    —Sí, es verdad, Rin-sama no tiene la menor idea de cómo elegir nombres para los herederos del hermoso Sesshoumaru-sama.

    —Tienes razón, Megami-san ¿Qué clase de nombre es Akiyoushi-sama?

    —Ni siquiera suena a príncipe.

    —¿Y no creen que Shiroi Hana suena un tanto vulgar?

    Rin y Sana estaban cada vez más enojadas.
    —¿Qué derecho… qué derecho tienen a cuestionar el nombre que me ha dado mi madre?

    Algunas la miraron.
    —Princesa, hay cosas que usted no sabe…

    —Sí… cualquiera de nosotras podría ser vuestra madre…

    —Debería escucharnos más a menudo y…

    —Fuera de mi vista y la de mi madre —espetó harta la perra.

    Todas se fueron velozmente por donde habían venido, ni siquiera cerraron las puertas, lo cual hizo Sana con sus poderes.

    —Si serán… —murmuró Jaken—. Mejor me voy afuera a revisar que no vuelvan.

    —Son unas trepadoras, es como si les faltara un tornillo —murmuró Rin por lo bajo, mientras se arreglaba nerviosamente el cabello.

    —Disculpa, Rin ¿qué dijiste? —la animó la princesa.

    —Nada, princesa, nada… que todo es tan tranquilo cuando ellas no están aquí…

    Los presentes rieron a todo pulmón.

    Sana convenció a Rin de que no era necesario que permaneciera allí todo el tiempo y que podía retirarse cuando quisiera para así realizar sus tareas. Rin no estaba muy segura de que aquello fuera lo correcto, ya que por algo el maestro siempre había tenido a sus dos hijos separados el uno del otro ¿no sería peligroso? Sin embargo, ella parecía tan inocente… y deseaba tanto que ellos se llevaran bien…
    Decidió que nunca podría saber si eran capaces de entenderse a menos que les diera una oportunidad. Tranquilamente se retiró.
    Era la oportunidad que la chica estaba esperando. Sentó a su primo en su regazo y comenzó a competir en juegos de manos con él. Akyoushi les bufó y su hermana, como si nada, volteó hacia él.

    —¿Hermanito, quieres que te trence el cabello?

    El pequeño inuyoukai la observó con sorpresa.

    —Tienes un cabello muy bonito ¿lo sabías? —le comentó mientras se ponía detrás de él y tomaba esos cabellos claros entre sus dedos—. A Rin le gusta trenzarme el cabello, pero creo que a ti te quedaría mejor, tu cabello es largo y manejable, algo muy extraño.

    A medida que pasaba el día ellos, olvidados del tiempo, continuaron jugando con la chica y, en un momento, incluso la echaron al suelo “atacándola” con cosquillas, mientras ella reía a carcajadas y les pedía que parasen.

    —Para ser una princesa inuyoukai no eres nada aburrida —le comentó su primo mientras se tumbaba cerca de ella.

    —Creí que nos tratarías peor que los instructores —acotó Akyoushi mientras se subía a su espalda como si ella fuera un caballito, mientras Sana permanecía tendida de bruces, apoyada en sus codos.

    —No me insultes tan feo —abrió un ojo.

    Y ellos rieron más, sintiéndose libres.

    —Cuéntame una cosa, querido primo —pidió ella mientras se inclinaba de manera seductora hacia el niñito de cabello plateado y le sonreía—. A ti te gusta una chica humana ¿verdad?

    Kanta parpadeó.
    —Eh, sí. Se llama Shinju, es más pequeña que yo y es la hija de Sango, una amiga de mi padre, como hija de Taijiya es muy hábil y además, muy inteligente y dulce —le habría gustado contestar que no, pero simplemente no había podido hacerlo.

    —Y esta Shinju —se apoyó en sus manos— ¿es más bonita que yo, Sana-sama?

    —No, tú eres mucho más bonita, pero ella es muy buena.

    —Sin embargo es humana y ¿sabías? la vida de los humanos es muy corta —lo acercó hacia sí, usando un tono de pena— y si te casas con ella, cuando tú seas mayor, ella estará muerta y te vas a quedar muy solito.

    La tristeza invadió los ojos de Kanta, incluso su mentalidad se había vuelto la de un niño impresionable.

    —Ah, pero no te preocupes —ella lo arrimó más—, nosotros los inuyoukai tenemos vidas muy largas. Tú te puedes quedar aquí, sirviendo a esta princesa Sana-sama y nunca estarías solo y, quien sabe, tal vez la vida de esta Shinju-san sería… más larga.

    —¿En verdad? —cuestionó inocente el hanyou.

    —En verdad. Además, mi hermanito estaría muy contento —volteó a mirar por sobre el hombro al youkai que estaba en su espalda— ¿verdad, Akyoushi?

    Akyoushi parpadeó, le hubiera gustado negarlo, pero no pudo.
    —Sí, hermana, estaría muy contento —miró a los ojos a su primo—. Kanta y yo somos muy buenos amigos. Siempre seremos amigos, ¿verdad?

    —Siempre —Kanta le sonrió y le tendió el dedo meñique.

    “Esta es la promesa del dedo meñique,
    si la rompes, deberás tragar mil agujas y cortarte el dedo”.


    Eso le había enseñado a Kanta su madre la miko.

    —Sana-sama, yo quiero ser como mi papá, seré muy fuerte y siempre les ayudaré. Ya verás cuando herede a Tessaiga, seré uno de sus mejores guerreros.

    Ella miró a su hermano.
    —¿Y tú qué quieres ser cuando sea grande?

    —Padre siempre dice “tienes que crecer y convertirte en daiyoukai”, cuando sea un daiyoukai todos sabrán a qué clan pertenezco y me respetarán por mis poderes —bajó de la espalda de su hermana y rodó cerca de ella—. Seré un daiyoukai como padre y protegeré… protegeré… —se puso rojo—, protegeré a la familia de Kanta-kun.

    Los dos chicos la miraron y hablaron a la vez.
    —¿Y tú a quién protegerás?

    Sana parpadeó consternada, tenía una buena familia pero ¿tenía a quién proteger? La verdad, ser un inuyoukai y no tener qué proteger no tenía ni pizca de sentido. Sonrió sin emoción.
    —Ya les dije, yo siempre les protegeré.

    Los dos niños fruncieron el ceño, esa no era la respuesta que estaban esperando, era muy vaga.

    Jaken vino a sacar del apuro a Sana, entrando a la habitación de manera intempestiva.
    —Princesa, debe darse prisa, su padre pronto regresará.

    —¿Tan pronto? —cuestionaron los niños.

    Tanto tiempo perdidos en un mundo paralelo de juegos infantiles les había hecho olvidar a los tres que un día entero había transcurrido. Sana inspeccionó rápidamente la casa y lo que había a sus alrededores para hacer un recuento de todo y separó rápidamente, saliendo al trote de la habitación.
    —Encárgate de ellos —le dijo a Jaken mientras se marchaba.

    —¿Yo? —preguntó incrédulo el pequeño youkai mientras miraba a los mocosos—. Bien, niños, es hora de que ustedes…

    —Vamos, Jaken, date prisa y no te quedes ahí o mi padre te regañará —murmuró Akyoushi mientras se lo llevaba a las rastras hacia su propia habitación, siendo seguido de cerca por el hanyou.

    Después de volar alrededor del perímetro del palacio un par de veces, el inuyoukai, seguido de sus sirvientes, entró a través de la puerta principal que había sido abierta para él y pasó a través de los primeros portales y la plaza de armas. De inmediato, notó que había algo diferente, en las miradas de todos, en sus actitudes de recato… una tensión poco habitual, como si estuvieran esperando una reprimenda. Buscó a Akyoushi con la mirada, pero no lo encontró ni entre las filas de youkais ni frente a la Casa Principal, lo cual era extraño ¿habría escapado de nuevo? No, aún percibía su olor allí, también percibía su intención. ¿Pero entonces por qué no salía a recibirle, como en otras oportunidades?

    —¡Sesshoumaru-sama! —llamó con aguda voz mientras corría fuera de la casa principal hacia él—, Sesshoumaru-sama, es una suerte que haya regresado tan rápido del reconocimiento.

    —¿Rin? —cuestionó cuando la Dama se abalanzó hacia él y lo abrazó frente a todos. No había nada raro en ello, siempre lo hacía. Lo extraño era el tono que había usado, un llamado lleno de cierta tensión… ¿ansiedad?—. ¿Qué pasó? —susurró de modo que sólo ella pudiera oírlo.

    Ella se paró en las puntas de sus pies para acercarse a su oído tanto como podía y respondió de manera similar.

    Muchos youkai contuvieron la respiración mientras veían los hermosos y claros ojos del maestro abrirse para luego llenarse de una notoria molestia. Los de las primeras filas retrocedieron de manera instintiva y de una forma tan sincronizada que al daiyoukai no le pasó desapercibida.
    Cada vez que se marchaba… cada vez que se marchaba tenían que suceder cosas como esas. No podía dejar ese castillo un segundo y esperar que todo de mantuviera en statu quo a su regreso, no desde que tenía mocosos insurrectos. ¿Cuándo había empezado a perseguirlo tanto la mala suerte?
    Antes de que pudiera lanzar una pregunta, otros pasos salieron presurosos de la Casa Principal, mientras todos los youkai se postraban. Sana, como era de esperarse, salió y fue hacia su padre llevando el atuendo militar al que estaba tan acostumbrada y deteniéndose, miró tanto a él como a Rin, expectante. Al menos tenía la esperanza de haber llegado antes que ella para que el general no la regañara.

    —Honorable padre —hizo una profunda reverencia—. Bienvenido a casa, espero no haya tenido ningún contratiempo.

    —Princesa —empezó el daiyoukai con una voz átona—, qué casualidad que hayas decidido salir hoy de tus dependencias, porque he traído un obsequio para ti.

    —¿Un obsequio? —cuestionó extrañada e intentó atravesar las barreras de la mente de su padre para poder leer sus intenciones, pero no lo consiguió, puesto que la voluntad de él era muchísimo más fuerte que la propia y la estaba bloqueando. Eso significaba, en primer lugar, que era posible que Rin ya le hubiera hablado de lo ocurrido.

    Tragó grueso.

    El daiyoukai se giró, mirando sobre su espalda a los youkai que venían por él y les gritó una típica orden militar. Aquellos youkai se abrieron paso y tiraron sobre el suelo a un youkai fuertemente encadenado, de piel clara, pero sucia y llena de heridas y cabello blanco sucio, corto y enmarañado. Era evidente que su padre le había dado una paliza de las buenas.

    Sana abrió los ojos, ese olor…
    —Pero si tú eres…

    El youkai levantó la vista y sus oscuros ojos dorados vieron…
    —Es… esa perra.

    Uno de sus captores le clavó en la cabeza la empuñadura de la alabarda.
    —¡Más respeto a tu princesa!

    Sesshoumaru se volteó hacia él.
    —¿Cómo así te diriges a mi hija? Mátenlo a patadas.

    Aquellos youkai se ensañaron con el prisionero y comenzaron a golpearlo a diestra y siniestra, mientras éste profería insultos a todo dios existente y el daiyoukai miraba impasible, hasta que, finalmente, calló. El general levantó una mano y los golpes cesaron.

    —¿Te disculparás con la princesa? —cuestionó en tono tranquilo.

    El youkai apretó la mandíbula. Podía ser un inuyoukai, pero no sólo era muy joven, sino que no le llegaba ni a los talones al imponente daiyoukai que tenía frente a sí, no podía contradecirlo, pero no aceptaba convertirse en prisionero, ni quería ser su subordinado y estar al nivel de los ineptos que lo tenían encadenado. Sentía que no se merecía eso.

    —Nunca me disculparé con esa perra tramposa —espetó—, no después de lo que hizo.

    Inu no Taishou se giró hacia su hija.
    —Princesa, tú conoces a este… pobre intento de inuyoukai.

    Ella levantó las cejas.
    —No, en absoluto.

    El prisionero se retorció.
    —Ahora no me reconoces ¿ya olvidaste lo que pasó ayer? eres una maldita bruja embustera… ¡ahhhh!

    Sus captores tensaron las cadenas, hiriéndolo.

    —¿Lo que pasó ayer? —cuestionó su padre, sin variar en lo absoluto su expresión, ni su voz—. Princesa, ¿sucedió algo durante mi ausencia?

    Era una pregunta trampa. Sana frunció el ceño.

    —Perra maldita, bruja de mierd…

    Uno de los youkai lo agarró del cuello.
    —Sujeta tu lengua, maldito engendro indefinido ¿acaso es que quieres servir a la princesa? —se acercó a su oído para susurrarle burlonamente—. Pero es que ella ya tiene un macho que le sirva… dos, de hecho…

    Mientras escuchaba la risa, el inuyoukai rememoró esos dos machos con los que había peleado, uno de los cuales era un hanyou.
    —Esos son unos engendros buenos para nada. Quisiera saber de qué le servirán ahora dos mocosos…

    —Ah… —Sesshoumaru se giró hacia él lentamente y le miró de una manera espeluznante—, así que es cierto. Tú eres el de los hechizos, del que me advirtieron mis tora-ge, el que se dice que venció a muchos youkai solo y de “manera inexplicable”. Al ver a las manadas del sur en problemas, salí buscando un daiyoukai, pero no creí que me encontraría a una basura como tú —usó un tono despectivo—. Te lo dije antes de noquearte, pero te lo repetiré: No eres de estos territorios y estas Tierras son mías, o sales de ellas o debes morir.

    Un escalofrío recorrió la espalda del youkai y todos los serviles guardias que le rodeaban comenzaron a reír.

    —¿De qué se ríen? —espetó de manera cortante el Maestro y todos callaron de inmediato.

    —Sesshoumaru-sama, no debería subestimar a un inuyoukai —acotó Rin, pero él la miró de forma acusadora.

    ¿Qué clase de comentario era ese?

    —Deberías hacerle caso a esa mujer —soltó el prisionero.

    —Calla —le ordenó el imponente daiyoukai—, ni siquiera tienes las intenciones de un kageyoukai como para decir que eres peligroso ¿crees que vales la pena? ¿crees que eres diferente de los youkai que te rodean?

    El prisionero se mostró enojado.
    —Los kageyoukai destruyeron a mi clan cuando descendimos desde las montañas del norte.

    Sana abrió los ojos. ¿Del Norte había dicho? ¿Provenía del mismo lugar que Akyoushi?

    —¿De las montañas del Norte? —cuestionó Sesshoumaru— ¿dices que eres de las montañas del Norte? ¿Eres mitad perro y mitad lobo? ¿o sólo un lobo que quiso pasarse de listo? Deberías volver a tus tierras y saludar al Gran Sabio de mi parte.

    —Calla, no permitiré que te burles de…

    Sus captores tensaron más las cadenas mágicas y lo golpearon
    —Deberías agradecer que oyakata-sama te perdonó la vida.

    —Tú no eres un inuyoukai —Sesshoumaru le pisó la cabeza—. Tú no eres de mi clan, no tienes las marcas de los de nuestra grandiosa sangre, no luces la orgullosa melena de un macho noble, no tienes la luna en tus ojos, no eres nada. No ganarás nada con atacar a los kikoushi, y tampoco te acercarás a mi hija.

    Debajo de su bota, el animal gruñía.

    Sesshoumaru le sacó el pie de encima y lo dejó respirar.
    —¿Tienes algo que decir?

    El engendro levantó la vista, frunció el ceño y escupió algo semejante a una bola de energía.
    Rin se quedó paralizada al ver cómo el daiyoukai que tenía a su lado cambiaba de tamaño. Sus más de dos metros de altura se redujeron varios centímetros y, de repente, tenía la apariencia…
    …de cuando ambos se conocieron. Una versión de Akyoushi con ojos rasgados.

    —Sesshoumaru-sama… —sus grandiosos poderes de daiyoukai, los poderes que había demostrado al pelear contra Magatsuhi… ¿se habían visto suprimidos?

    Se escucharon murmullos de asombro y desconcierto entre todos los presentes. ¿Qué había hecho ese engendro?

    —Nunca aceptaré el liderazgo de alguien como tú —gritó el prisionero.

    Los labios del orgulloso inuyoukai se curvaron en una sonrisa y el prisionero se preguntó si acaso se habría vuelto loco. Sesshoumaru comenzó a reír y todo el mundo se desconcertó. Su cuerpo liberó un pulso de energía y en pocos segundos, había recuperado de nuevo la apariencia de hacía unos instantes, extendió los brazos hacia los lados bruscamente, quitándose de encima una barrera que parecía estar formada por la energía que le había disparado el youkai.
    El prisionero se paralizó. ¡Su hechizo no había funcionado! ¡había sido roto en unos instantes!

    —¿De verdad creías que un estúpido truco de esa clase iba a servir conmigo? —abrió mucho sus ojos ahora resplandecientes, clavando la mirada en él—. Te condeno a ser para siempre aquello que detestas.

    Los ojos del inuyoukai prisionero se volvieron vidriosos e inexpresivos y pareció como ido.
    —Sí, oyakata-sama —respondió obediente.

    Todos los youkai de la plaza comenzaron a reírse, mientras sus verdugos soltaban las cadenas, permitiéndole liberarse y ponerse de pie, para luego inmediatamente postrarse delante del daiyoukai en signo de sumisión.

    —Lamento mi ofensa, oyakata-sama —declaró nuevamente con esa voz átona y sin vida.

    Sesshoumaru volteó hacia su hija y le sonrió.
    —¿Qué dices, princesa? ¿Quieres un guardia para ti?

    Sana sonrió por circunstancia y ladeó la cabeza.
    —No suena como una mala idea.

    El daiyoukai volvió a mirar al inuyoukai postrado delante de él.
    —Guardarás la seguridad de mi hija, la princesa Sana.

    —Sí, oyakata-sama —volvió a contestar como la marioneta que era. Entonces, parpadeó y sus ojos volvieron a tener una mirada viva y a enfocarse en un punto.

    No recordaba cómo había llegado hasta allí, lo único que sabía era que había nacido y crecido en ese lugar, era hijo de sirvientes del honorable clan del inuyoukai. Era un sirviente más, parte de las filas militares que le eran leales a oyakata-sama, Inu no Taishou. Y le estaba reverenciando, como se suponía que debía ser. Además, estaba agradecido, le habían ascendido de rango al colocarle como guardia de la princesa, una inuyoukai pura de la cual no conocía el rostro y a la altura de la cual jamás estaría. Su único deseo era… servir a sus amos, nada más.

    —Regresa a tu lugar de inmediato —le ordenó el maestro.

    —Sí, oyakata-sama.

    —Princesa, Rin —prosiguió—, entren a la casa y espérenme en la sala.

    Las dos asintieron y entraron en silencio, siendo ahora escoltadas por el nuevo guardia. Para Sana era extraño estar siendo cercada por el mismo youkai que horas antes había amenazado con “romperle el culo en ocho”, pero claro, ahora era “otro youkai”, que no sabía absolutamente nada de eso gracias a los poderes de su padre.
    Y tampoco sabía cómo romper el hechizo que él mismo había lanzado sobre Kanta y Akyoushi. Suspiró.

    —Ya no suspires, se te va a escapar la felicidad —Rin le sonrió.

    —No es como si eso me preocupara, Rin… —lo que le preocupaba eran sus dos machos.

    Sesshoumaru se quedó más tiempo ordenando a sus filas y luego entró. Junto a la puerta, Jaken le esperaba sudando copiosamente.
    —Sesshoumaru-sama… este… su hijo…

    —Llévame con él de inmediato —dijo secamente—, quiero verle.

    Jaken no estaba muy seguro de cuál sería la reacción del amo al ser testigo de aquello, poco importaba que Rin lo hubiera puesto sobre aviso y que el culpable acabara de ser castigado. De todos modos no tenía más opción que obedecer, así que acompañó a Sesshoumaru hasta la habitación del príncipe, donde éste permanecía escondido con rostro de resignación, pues había observado lo que había ocurrido y era consciente de que, como mínimo, le esperaba una fuerte reprimenda. Pero su padre era único, con sólo su voluntad había roto el hechizo y regresado a la normalidad… y él había tenido la oportunidad de ver cómo había sido su padre antes de volverse daiyoukai.

    —Sesshoumaru-sama, el príncipe no quiere hablar. Ayer salió de aquí en la compañía de Kanta, persiguiendo a un youkai extraño, que había sido visto por uno de los guardias de reconocimiento rondando en los alrededores. El príncipe Akyoushi y ese inepto de Kanta pelearon con el intruso, pero éste les lanzó alguna clase de conjuro extraño y los convirtió a ambos en simples… —antes de que terminara de hablar, salía volando por una ventana.

    Y Sana, consciente de eso, había salido y les había salvado el pellejo, reconociendo ese inepto su hermosa y pálida cara. Tenía sentido.
    Al entrar en las dependencias de su hijo, no esperó recibir respuesta alguna.

    —Príncipe, saliste de aquí y te dejaste atrapar por el truco barato de un youkai —lo miraba de una manera fría—, estoy decepcionado —dio la vuelta para marcharse.

    —Padre, yo… —Akyoushi no supo qué decir y Kanta sólo asomó aterrado detrás de él. No había excusas.

    Poco después, Jaken entró con un chichón en la cabeza e hizo una reverencia.
    —El Maestro, la princesa y la Dama están esperando en la sala, por favor, bajen rápido —antes de que Sesshoumaru-sama me use como ingrediente de pastura de Ah-Un, pensó—. El maestro está muy enojado.

    Kanta y Akyoushi tragaron saliva.

    ***

    —Completamente ridículo —espetó el daiyoukai enfadado, con claras muertas de haberse sentido ofendido, aún en la inmutabilidad de su expresión—. ¿Desde cuándo un daiyoukai necesita del poder de otro youkai o de la habilidad de otro para erigirse a sí mismo? No es eso lo que les he enseñado —golpeó con fuerza un pasamano de madera, dejando la marca de sus garras.

    —No puede derrotar por sus medios a Kuroika —acotó Sana—, entonces es natural que recurra al poder de una herramienta de otro mundo como es Tenseiga…

    —¡No me refutes, Shiroi Hana! —la fulminó con la mirada.

    Ella se empequeñeció.

    —Eso poco tiene que ver con esto, dos mundos no pueden mezclarse, no tengo la obligación de tener las habilidades para cargarme algo que no es de este mundo. Y aún así las tengo —los miró—. Y en cuanto a ustedes, esto es ridículo, es vergonzoso ¿aún después de esto se atreven a llamarse miembros del Clan del Inuyoukai.

    Los chicos cada vez se empequeñecían más, avergonzados, humillados y asustados. Kanta tragó saliva, ni las palizas que recibía a diario dolían tanto. Rin no se atrevía siquiera a respirar.

    —No parece que valgan ni una gota de la sangre que tienen en sus venas. Ni siquiera son conscientes de su propia fuerza, cuan fuertes o débiles son, ¡porque no lo han intentado! Estoy muy decepcionado. Les falta mucho para poder llegar al nivel de los dioses vivos que se espera que sean.

    Akyoushi se atrevió a hablar.
    —Lo siento mucho, padre.

    —¿Lo sientes? —inquirió cargado de ira— ¿Dices que lo sientes? Desobedeciste deliberadamente escapándote de la Casa por centésima vez, a causa de una estupidez que no te concernía, dejándote llevar por un soldado de bajo rango que ni siquiera te llega a los pies, metiendo en tus estupideces a un inferior hanyou y permitiendo que te pusiera un hechizo un youkai de baja clase, molestando a tu hermana y a Rin ¿Y todavía dices que lo sientes? —dijo cínicamente— ¿Y todavía quieres que intente regresarte a la normalidad? Mereces quedarte así.

    El príncipe bajó la mirada.

    —¿Todo esto por un hechizo? —murmuró Sana.

    —No es por haber caído en un hechizo, sino por sus actitudes irresponsables que los hicieron llegar a esto. Podía haberles ocurrido algo peor.

    Rin se levantó e hizo ademán de ir hasta él.
    —Sesshoumaru-sama…

    —Silencio, Rin, esto es lo que consigues consintiendo a estos irresponsables —y en cuanto a ti, miró a su hijo—. Ya no seguiré soportando tu constante insurrección, te regresas al Norte, a las montañas con tu madre…

    Rin se cubrió la boca, incapaz de creer lo que estaba oyendo. Eso era lo último. Kanta puso ojos de plato ante semejante sentencia. Su tío parecía sacado. Ahora sí que estaba enfadado enfadado.

    —Me escaparé…

    —No si puedo evitarlo. Y en cuanto a ti, sucio engendro…

    Kanta tragó grueso, si a Akyoushi no lo soportaba y quería mandarlo a las montañas, eso significaba…

    —Regresarás a esa pútrida aldea con el inepto de tu padre y le causarás dolores de cabeza a él. Me diste tu palabra de ser leal y obediente y no causar problemas y mira lo que pasa ahora.

    —No, padre, por favor no —Sana, incapaz de soportarlo, saltó frente a ellos interponiéndose—. No envíe a Akyoushi a las montañas y a Kanta a la aldea humana.

    Los dos levantaron la vista sorprendidos.

    Sesshoumaru tomó a su hija por el cuello y la sentó a la fuerza en el lugar donde había estado antes. Sana, por supuesto, intentó levantarse, rebelarse para hacer lo mismo que antes, pero simplemente no pudo moverse o seguir hablando.

    —Quédate en tu lugar y guarda silencio —le dijo su padre con dureza, denotando que estaba igual de ofendido con ella.

    Había sido… privada del habla. Y del movimiento.

    Kanta postró rostro en suelo, incapaz de seguir soportando aquel martirio, reconocía su culpa, pero sus primos
    —Oyakata-sama —pidió con esa voz tan infantil—, disponga de mí como quiera, pero por favor, no castigue a sus hijos, no envíe a Akyoushi-sama a las montañas.

    El niño lo miró. Tan consciente era de su aversión a ir a las montañas del Norte.

    El hanyou se quedó petrificado cuando vio al daiyoukai ponerse en cuclillas frente a él. Fue un error no bajar la vista.
    —¿Tú te crees en posición de decirme lo que he de hacer con mis hijos? —le dio tal bofetada que lo tiró al suelo.

    —Sesshoumaru-sama, por favor… —Rin suplicó pero fue ignorada.

    Kanta se levantó veloz y volvió a postrarse.
    —Sé que Kanta ha sido atrevido al pedirle por los herederos del clan, pero le suplico que no los castigue así…

    Fue levantado por el cuello del haori y volvió a recibir otra bofetada, cayendo hacia el lado contrario. No obstante, se levantó y volvió a postrarse, con la garganta ardiendo y conteniendo las lágrimas que luchaban por salir.
    —Por favor, oyakata-sama, no fue nuestra intención desobedecerle. Por favor perdone a Akyoushi-sama. Y a Sana-sama, que no tiene absolutamente nada que ver con esto… —recibió un empujón y cayó hacia atrás.

    Sólo está haciendo el ridículo. Pensó el príncipe inuyoukai al ver cómo era tratado su primo por intentar inútilmente pedirle clemencia al que era considerado como el más frío de los youkai.

    —Quiero tu palabra de que no volverás a escapar.

    Akyoushi miró sorprendido a su estoico padre.

    —Quiero tu palabra de que no escaparás nuevamente. Sólo saldrás de la Casa cuando yo ordene y cuando yo te lo permita. Y si estás pensando en romper tu palabra, entonces no me la des.

    Se hizo un largo e incómodo silencio.

    —No volveré a escapar —admitió con la cabeza tan baja como pudo.

    —Akyoushi mírame a los ojos.

    Todos los presentes sintieron escalofríos. El príncipe tragó saliva y levantó la mirada hasta toparse con esos ojos inclementes.

    —Si rompes tu palabra lo lamentarás.

    Él asintió.

    El daiyoukai se puso de pie y caminó rápidamente hasta una de las puertas exteriores, mirando el blanco paisaje.
    —Se han metido en problemas ridículos por haber desobedecido sin motivos y esperan que venga alguien más y les solucione sus problemas, qué cómoda es su posición cuando les conviene, se lo tienen bien merecido. Cuando las cosas se ponen mal todavía creen necesitar de mi poder. Más les vale cambiar eso pronto. —volvió a caminar hasta ellos—. Un día aprenderán que el valor de un daiyoukai no se reivindica por andar buscando problemas.

    Kanta intentó digerirlo. En pocas palabras, eso les pasó por querer cagar más alto que el culo, hubiera dicho su padre.

    —No esperen que haya una segunda oportunidad —dijo en un tono que les heló la sangre—. Akyoushi, ven aquí.

    El príncipe inuyoukai se asustó tanto, que no sabía si ir o no.

    —¡Ven!

    Fue corriendo hasta él como el rayo.

    Akyoushi, regresa a tu verdadera forma.

    El chico se sintió golpeado por algo invisible. Siete fuertes pulsos de energía salieron de su cuerpo. Fue sorprendido por una sensación muy familiar.
    Kanta miró anonadado cómo su primo emitía un quejido al ser rodeado por un halo de luz. Casi al instante el halo desapareció para revelar a Akyoushi en unos aparentes dieciocho años humanos… no, menos. Ante su sorpresa, el inuyoukai se encogió sobre sí mismo, abrazándose y, tal vez fuera su imaginación, pero sus ojos soltaron destellos rojos. Akyoushi saltó por la puerta exterior y un fuerte ruido seguido de un temblor se escuchó.
    El hanyou estiró el cuello para ver hacia fuera y lo que vio fue un enorme ojo gatuno rojo. Su forma. Había vuelto a su verdadera forma, forzado por la voluntad de su padre.

    Así que era verdad que la voluntad de su tío materializaba “cosas”.

    —Kanta… —el daiyoukai se volteó hacia él.

    Kanta negó enérgicamente y con ojos como platos.

    ¡Kanta, regresa a tu verdadera forma!

    Creyó haber visto resplandecer los ojos de su tío justo en el instante en que lo invadió una sensación de infinidad, de repentina fuerza. Era como si de pronto la voz de su tío, su mirada, sólo él fuera todo.
    Todo su cuerpo palpitó, liberando un fuerte pulso una vez, y otra, y otra… de repente, cayó al suelo gritando, doblegado por un fuerte dolor. Sintió crujir cada hueso y parte de su cuerpo, mientras el mundo le daba vueltas ¿eso le había pasado a Akyoushi?
    Cuando abrió los ojos, estaba despatarrado en el suelo, dentro de su cuerpo adulto al que tanto extrañaba. Respiró agitadamente, intentando recuperar control sobre sí mismo.

    —Veinte años. Veinte años de estúpido… —su primo, ya en su forma humana, le dedicaba una mirada curiosa, parado de brazos cruzados junto a la puerta.

    —Sólo diecinueve —se levantó y se arregló el enmarañado cabello.

    —Y ahora sal de mi casa —le espetó Sesshoumaru.

    El hanyou salió como una bala y gritó al sentir el hiriente frío de la nieve bajo sus pies.

    Rin se atrevió a hablar.
    —Un momento, si Akyoushi-sama volvió a la normalidad y Kanta también…

    Todas las miradas recayeron en la princesa.

    —Sana —murmuraron todos a la vez.

    —Sana —Sesshoumaru clavó la mirada en ella con tanta fuerza de cómo era capaz—, regresa a tu verdadera forma.

    Ella se abrazó a sí misma, encogiéndose, como si sintiera un fuerte dolor y luego de desplomó en el suelo. Todos corrieron hacia ella y Sesshoumaru la levantó.
    —Sana —la miró y ella parecía haber quedado completamente inconsciente—. Hasta que no recupere su youryoku que le fue robado por ese maldito, le será imposible volver a su verdadera forma.

    Aunque a Akuma tampoco le servía ese youryoku, ya que habían comprobado que sus engendros se desintegraban a sí mismos al intentar utilizarlo. Castigo divino.

    Divino, acababa de recordarlo.

    Levantó a su hija en brazos y miró a Rin.
    —Llevaré a Sana a sus dependencias para que descanse, mientras tanto, quédate al cuidado de Akyoushi.

    Rin asintió tranquilamente y le vio marcharse.

    Atravesó las escaleras y pasillos que le separaban de las dependencias de Sana, entró encendiendo las luces con su sola voluntad y la dejó sobre su cama. Casi al instante, ella despertó sin entender bien qué le había pasado.
    —¿Honorable padre?

    —Sana, iremos al Oeste para detener a Kuroika —sentenció, sabiendo que ella comprendería.

    —Sí, padre —afirmó ella. Yo misma le llevaré al Oeste, al Jardín de Buda.

    Celos

    Le había esperado sobremanera la insurrección de su familia, era como si esos chicos complotaran para hacerle la vida imposible y causarle más problemas de los que ya tenía. Ellos al parecer pensaban que ser valiente tenía que ver con meterse en líos. Pus estaban muy equivocados. Además, ahora él tenía algo muy importante que hacer, tenía que encontrar la mejor ruta hacia el Oeste para realizar pronto la travesía que le ayudaría a salvar a los suyos. Necesitaba planes, necesitaba guerreros capaces. No tenía tiempo para perderlo en estupideces.
    Extendió sobre la mesa un mapa del cielo y comenzó a estudiarlo, cuando fue interrumpido.
    Unos sirvientes anunciaron respetuosamente la llegada de la Dama y él sólo asintió en silencio, permitiendo que pasara. Al instante, los guardias y los sirvientes se retiraron para darles algo de privacidad en la medida de lo posible.

    —Es tarde —murmuró él, sin voltear a mirarla cuando entró.

    —Sesshoumaru-sama, me alegra que haya vuelto.

    —Me alegra estar de regreso —respondió con voz átona. Por ilógico que pareciera, las meteduras de pata de los chicos le hacían pisar tierra y en cierto modo eso le sentaba bien. Tenía la sensación de “oh, soy un padre con mucho trabajo que tiene buenos motivos para regresar a casa”—. He visto a Kohaku y a su familia. Te envía saludos.

    Rin sonrió, hacía tiempo desde que no oía de Kohaku. Más tarde le pediría detalles, por ahora, sólo quería asegurarse de que los príncipes estaban ya perdonados.

    —Lamento que los príncipes le hayan hecho pasar por esto, creo que Jaken y yo deberíamos haber ejercido mayor control sobre ellos.

    El inuyoukai hizo un mohín, como si aquello fuera posible.
    —¿Acaso ya olvidaste quién se metía en tantos problemas a temprana edad, sobresaltando a medio mundo?

    Ella bajó la vista y, de haber podido sonrojarse, lo hubiera hecho.
    —Creo… creo que sólo buscan el modo de llamar la atención porque de un modo u otro quieren reafirmar el hecho de que son importantes para alguien. Han crecido en un mundo muy frío.

    —Sandeces, todo youkai crece en este mundo y vive para él.

    Ella asintió aún no estando de acuerdo. Por supuesto, ella no comprendía mucho de los youkai porque se había criado en un modo diferente… no. Al morir su familia ella también había caído víctima de un mundo gris y frío. Pero después vinieron Sesshoumaru e Inuyasha, y luego Kaede, y luego, muchas personas. Entonces, el mundo comenzó a recobrar color.

    —¿Oyakata-sama también se crió en este tipo de mundo?

    Él permaneció en un silencio que podía ser tomado como un sí. Sus padres siempre habían sido fríos y no le habían prestado más atención de la necesaria, ni más seguridad que la básica. Ese era el modelo que él había estado repitiendo por un lapsus de dos años con Rin… y el que aplicaba a la crianza de sus príncipes.
    Su padre podía ser bueno, gentil, todo lo que quisieran… pero había carecido de emociones reales hasta la llegada de esa mujer humana, Izayoi. Los seres humanos parecían tener la extraña capacidad de dar emociones al youkai, como Rin había hecho con él o como Kanta hacía con el príncipe. De lo contrario, cualquier youkai crecía y vivía en un mundo frío, distinto al de los humanos, donde las reglas eran otras.

    Él levantó la mirada.
    —Eso pasa a todos los que están por encima de las nubes —era la metáfora para referirse a los que eran “superiores” a los humanos.

    —Si un día bajaran a la tierra, notarían algo muy diferente —hizo ella uso de la misma metáfora.

    —No es como si nos interesara.

    Ella se acercó lentamente y se acercó a su lado.
    —Eso lo sé bien.

    Ella parecía un tanto esquiva… pero cuando estaba molesta por algo, por lo general, se encerraba y fingía una frialdad digna de cualquier youkai, una que en realidad no tenía. Si de verdad algo le molestara, no estaría allí sentada.

    —A ti te sucede algo —no era una pregunta.

    Ela lo miró por microsegundos y permaneció en silencio, como si estuviera en medio de un vacío.
    —¿Qué haría oyakata-sama sí… —no sabía como poner en tela de juicio lo que había descubierto, sabía que se podía poner muy feo— …si llegara a tener a un tercer príncipe en su familia?

    Sesshoumaru volteó hacia ella con ojos abiertos.
    —¿Qué me estás diciendo?

    Ella movió imperceptiblemente la cabeza, como si asintiera a algo.
    —Que puede esperar la llegada de un príncipe… a su familia.

    Se hizo un silencio en que ninguno de los dos osó siquiera respirar.

    —Me gustaría decir que me complazco.

    Ella lo miró con cautela.
    —¿Y no es así?

    —Estoy abrumado —murmuró —aparentemente— impávido.

    Ella desvió la mirada y tragó saliva.
    —Si no quiere que su príncipe viva, sólo tiene que dar una orden —admitió ella con aire de resignación, sin intentar esconder que se sentía mal.

    Sin embargo, entendía que él no quisiera saber nada de eso. Sería lo más natural que no quisiera traer al mundo otro monstruo como Sana, que no quisiera pasar por esa desgracia una segunda vez. El maestro tenía ese derecho.

    Pero él nada respondió.

    Ella se inclinó sobre el tatami.
    —Debo estar estorbando en sus obligaciones, con su permiso, me retiro —iba a levantarse.

    —Eso no es necesario.

    Volvió a sentarse.
    —Entonces, permaneceré un rato más para acompañarle.

    El negó.
    —No es necesario que le quites la vida a tu… a mi cachorro.

    Ella abrió mucho los ojos. La últimas vez que le había oído decir “mi cachorro” había sido cuando había aceptado a Akyoushi. No pudo evitar que se le dibujara una sonrisa del ancho de su cara, pero en seguida la ocultó y asimismo reprimió las ganas de gritar de emoción. Antes del nacimiento de Sana, a los otros les había llamado “esas cosas”.

    —Pero que no sepan ni Akyoushi ni Sana de esto —dijo con cierta dureza.

    Ela levantó la ceja con aire de incredulidad.
    —Oyakata-sama, no podrá ocultarles algo así por mucho tiempo, Akyoushi-sama y Sana-sama son demasiado despiertos, a cual más. Sé que cree que pueden reaccionar mal, pero definitivamente reaccionarán peor si no se los dice de frente.

    Él miró en dirección a una pintura familiar.
    —Sí, claro, díselos tú.

    Ella se puso de pie.
    —Claro, lo haré.

    —No, espera —la detuvo él en seguida. No hablaba en serio—. Deja que yo maneje esto.

    Con Sana no habían tenido problemas, ya que no tenía más de un año a la llegada de Akyoushi y apenas sí tenía conciencia de sí misma en ese entonces. Pero ahora era diferente, porque los dos eran conscientes y decididamente él no había reaccionado bien a la noticia de la llegada de Inuyasha. Debido a esto, crecía poder ponerse en el lugar de los chicos.

    Rin sabía que los príncipes la querían y confiaba en que no les molestaría la noticia, no le importaba ir a contarle a Sana esa misma tarde. Pero el maestro le prohibió ir a ver a Sana.

    A mediodía, Sesshoumaru interrumpió el entrenamiento de Akyoushi y las oraciones de Sana y los reunió junto a Rin en la sala principal. Los príncipes se sentaron como buenos niños, uno al lado del otro frente a su padre y prestaron atención.

    —¿Qué hicimos esta vez? —lanzó Sana a la defensiva.

    —Ustedes, nada —les dijo cu honorable padre.

    Ambos, que parecían algo distraídos y sin ganas de ser reprochados, miraron a Sesshoumaru y a Rin con sendas expresiones de desconcierto.

    —Tengo que hacerles un anuncio importante y espero que lo tomen con madurez, como los futuros estadistas que serán.

    Ellos cada vez entendían menos.

    —Rin va a ser madre de un cachorro mío —la miró por unos momentos, con la calidez acostumbrada—. Nacerá a mediados del otoño, como todos los niños de nuestra especie.

    Sana abrió mucho los ojos. En efecto, los inuyoukai macho nacían en otoño.
    —¿Y cómo piensa llamarle, honorable padre? ¿Akikoishi?

    Akyoushi fulminó a su hermana con la mirada, “agradecido” de que le recordara que él había nacido nada más de una calentura.

    —Compórtate, princesa —exigió su padre.

    —De cualquier modo, genial, tendré otro hermano menor para consentir —ella volvió a cerrar sus ojos y desvió la mirada, tomándose el rostro con gesto de preocupación—. Pero… no tendrá con quien casarse, porque la hermana de Kanta está muerta.

    Akyoushi volvió a mirarla torcido “¿y de quién crees que es la culpa?”.

    —Primero déjale nacer, después veremos cómo arreglamos eso —comentó en tono de broma su padre y luego, miró al chico—. ¿Y tú qué dices, príncipe?

    —Bien, la Familia del Inuyoukai necesita guerreros fuertes de sangre poderosa. No a ineptos como ese Kanta.

    —Tú deberás ser el ejemplo por ser mayor. Eso implica tomar responsabilidades. Y deberás respetarle.

    —Nunca he dejado de tomar mis responsabilidades —afirmó con orgullo a pesar de saber que no era cierto.

    Sana le sonrió a tu hermano.
    —Ya verás que bonito es tener a un hermano menor que obedece todo lo que le ordenes.

    Él se abstuvo de responder. A veces no le agradaba mucho la idea de andar mansito, respondiendo a los caprichos de una niña, que no solo era su hermana mayor, sino que parecía más bien un hermano.

    Pese a eso, Akyoushi pasó los próximos cinco días encerrado en sus dependencias, no salió a entrenar, no comió, no tomó sus clases, no dejó entrar a nadie y se negó a oír a su padre, tanto que éste pensó que el chico estaba tomando ejemplo de su hermana.
    Al quito día, una apestosa sorpresa le entró por la ventana.

    —Oye idiota, ¿piensas quedarte desparramado todo el maldito año? ¿Por qué no vas a entrenar?

    Lo único que el hanyou recibió por respuesta, fue un puñetazo que lo arrojó ventana afuera, pero no se rindió y volvió a entrar.

    —Oye, vas a escucharme lo que tengo que decirte. Tienes que salir o pronto estarás siendo como tu hermana. En la guardia dicen que estás haciendo huelga de hambre, ¿es verdad? —se puso en cuclillas para acercarse al rostro de su primo y susurrarle—. Si me dices que escondes comida en el armario, me contentaré.

    Pero el inuyoukai no respondió a las bromas.

    —¿No quieres salir a jugar un rato a los jardines y acompañarme a almorzar las sobras?

    Y nada.

    —¿Ni siquiera para burlarte de mí mientras tanto? —se golpeó la cabeza contra el suelo a propósito para parecer idiota.

    Pero ni siquiera recibió una queja o unos insultos. Ese no era el Akiyoushi que él conocía.

    —Extraño que alguien me diga que apesto todas las mañanas —se sentó en una posición parecida a la de un perro—. Los de la guardia son aburridos, me dicen hanyou, pero ninguno sugiera que me estoy pudriendo o que necesito entrenar más porque soy torpe.

    El príncipe le dio la espalda y se acomodó en su cama.

    —Puedes contarme qué te sucede —fue ignorado—. Somos amigos ¿no? No puede ser tan malo.

    —Rin tendrá un cachorro de mi padre —murmuró él debajo de su cobertor de seda bordada.

    —¡Oe, genial! Entonces ahora podremos… —debido a su torpeza, tardó un momento en notar que la noticia tenía verdaderamente desinflado a su primo—. ¿No has pensado en lo importante que serás para tu hermano o hermana? —sugirió con el mismo tono tranquilo que usaba su madre cuando intentaba convencerle de algo.

    —Será el hijo de la hermosa Rin. Yo ni siquiera pertenezco aquí. Cuando esa bola de pelo nazca, pasaré al olvido. Más me vale regresarme cuanto antes a las montañas del Norte y valerme solo, como cualquiera de los míos.

    —Tu papá no te haría algo así…

    —No conoces a mi papá.

    Kanta no quería que su primo se regresara a las montañas del Norte.
    —Si tú te vas ¿con quién entrenaré?

    —Ese no es mi problema.

    Ojala nazca en peores condiciones que yo —murmuró una intención en su cabeza—. Que nazca paralítico y ciego sordomudo y se quede así.

    Hermana mayor, ¿tienes idea de lo que estás pensando? ¿Desear tal cosa a un hijo de Rin? ¿Acaso… no estarás pensando en acabar con la vida de tu hermano así como lo hiciste con tu prima?

    Eso no será necesario… —pensó la inuyoukai.

    Por supuesto que no —la interrumpió Akyoushi abruptamente—. Porque esta vez, lo mataré YO.

    Estás loco, nuestro honorable padre te matará.

    Sí, estoy loco. Y no me importa que me mate.

    Al escuchar la declaración de su hermano, intentó ayudarlo utilizando su voluntad para dejarlo inconsciente, pero una intención oscura en un rincón de su mente, le impidió usar su voluntad de esa forma; entonces, intentó llamar a Rin y advertirle que se cuidara de su hermano, pero tampoco fue capaz de hacerlo, como si solo estuviera allí para observar. Lloró calladamente, maldiciendo a la oscuridad que se llevaba poco a poco su voluntad.

    Akyoushi se sentó y miró a su primo.

    Kanta se sorprendió por un momento al verlo. Estaba más ricamente vestido que de costumbre, luciendo como un verdadero príncipe.

    —Vamos a entrenar, Kanta —sin mucho preámbulo, los dos se salieron por la ventana hacia los jardines.

    A Sesshoumaru le sorprendió que Kanta fuera capaz de hacer reaccionar al príncipe, pero se sintió complacido al creer que la etapa de crisis se le había pasado, por ende, los dejó entrenar sin queja.
    Ya entrada la noche, cuando todos se recogieron, Akyoushi fue hasta las dependencias de Rin y la encontró estudiando. Ella no parecía sorprendida de su presencia.

    —Príncipe, me alegra que haya salido de sus dependencias, estaba muy preocupada —le sonrió y dejó a un lado su pincel de escritura— ¿Qué se le ofrece?

    Él se acercó a la mesa de estudio.
    —¿Qué estudias? —preguntó con curiosidad.

    —Crónicas de su honorable abuelo, pero hay muchas cosas que no entiendo y este diccionario está a punto de enloquecerme —rió abiertamente.

    Él se sentó a su lado.
    —¿Quieres que te ayude a traducir? —tomó el pincel y el escrito y comenzó a transcribir tranquilamente.

    Ella se acercó para verle escribir.
    El príncipe le sonrió, dejó un momento el pincel y, ladeando la cabeza, le quitó a Rin la daga que ella llevaba siempre en la cintura. Era una daga labrada semejante a la que él le había regalado a su primo.

    La miró por un rato.
    —¿Una así le darán a mi hermano al nacer? —la dejó delicadamente sobre la mesa.

    —No tienes por qué preocuparte…

    —Yo vine a reemplazar a Sana. Pero ya no, ahora es turno de que tu cachorrito nos reemplace a los dos —apoyó delicadamente la cabeza en el hombro de Rin.

    Ella lo abrazó.
    —Akyoushi-sama, nadie está intentando reemplazarte.

    Él permaneció apoyado sobre el hombro de ella con los ojos cerrados y, metiéndole una mano en el cuello del vestido de varias capas, se lo fue abriendo.
    —Ojala fuera cierto…

    Ella no se preocupó de que su escote quedara a la vista, tampoco lo soltó.
    —Es cierto, tú me dijiste que yo era importante para ustedes. Tú también eres importante, príncipe.

    Él la tomó con fuerza por los hombros.
    —¿Lo soy? —le clavó los colmillos en la base del cuello.

    Ella quedó en estado de shock, con los ojos y la boca abierta, pero ningún sonido salió de su garganta mientras el olor del veneno de inuyoukai invadía el aire y su fuerza aplastante le llenaba. Cayó de espaldas al suelo, incapaz de comprender lo que acontecía, sintiendo cómo el inuyoukai caía sobre ella, sin soltar la mordida.
    Él la miró de reojo, los kage no podían morir envenenados por youdoku, pero esa cosa que ella llevaba adentro sí que moriría.
    Ella gimió al sentir una fuerte contracción en su vientre y comprender las razones que le llevaron a eso. El veneno no la paralizaba a ella, pero estaba demasiado abrumada como para moverse o hablar. Tembló cuando volvió a sentir otras contracciones y miró azorada al inuyoukai que tenía encima y que le observaba impávido, complacido incluso.

    —¿No sabes que nosotros los inuyoukai macho somos demasiado celosos?

    Ella cerró los ojos con fuerza y se puso ambas manos sobre el vientre mientras seguía teniendo contracciones, deseando con todas sus fuerzas que esto no fuera más que otra de esas pesadillas, pues no le creía capaz. ¡Que fuera un kage que sólo había tomado la forma del príncipe! ¡que fuera cualquier cosa! ¡que sobreviviera su bebé!, porque no quería pasar por esto por tercera ocasión y rememorar a las claras los sentimientos de Kagome-sama.

    Él permaneció mirándola, luego lamió la herida para cerrarla y volvió a poner la cabeza sobre su hombro.
    —Me quedaré aquí para asegurarme de que a ti no te sucede nada.

    —Prefiero caer directo a los infiernos y permanecer ahí —gimió con un hilo de voz.

    El corazón del príncipe dio un vuelco. ¿Era muy diferente de su hermana? ¿O había caído ya en la misma mierda? Al parecer, Akuma sí que le había encontrado una debilidad. Pero no dijo nada respecto de eso.

    Ella se arqueó hacia atrás, sintiendo una contracción más fuerte que las anteriores y gritó con todas sus fuerzas.
    —¡Sesshoumaru-sama!

    Akyoushi no se movió ni un milímetro al escucharla, ni cambió de expresión.

    No pasó mucho antes de que el daiyoukai apareciera en respuesta a su llamado y movió la cabeza al sentir la atmósfera envenenada. En seguida se le fue encima el príncipe, separándolo así de Rin.
    Miró sorprendido a Rin y la levantó en brazos. Ella permanecía inconsciente, puso la mano por encima de su vientre y luego, la dejó en el suelo, levantándose con la mirada fija en Akyoushi.

    —Inuyoukai bastardo, te voy a matar.

    Akyoushi salió volando por una de las puertas exteriores de las dependencias de Rin, rompiéndolas y golpeándose duramente al caer sobre una columna de piedra del nivel inferior. Mientras intentaba levantarse, volvió a ser golpeado, lanzado lejos, cayendo esta vez en la plaza de armas.
    Se levantó y miró de frente al daiyoukai que caminaba hacia él.

    —Te vas a arrepentir de lo que hiciste.

    Akyoushi salió corriendo y su padre tras él, le persiguió por toda la plaza de armas, a través de los jardines, saltando incluso sobre los estanques congelados y pasando por toda la ciudad amurallada hasta llegar al bosque interno, donde Rin le había enseñado las tumbas de sus dos niños no nacidos. Entre los árboles, le fue más fácil perder a su padre, o eso creyó antes de recibir un zarpazo en el medio del rostro que lo lanzó con violencia hacia atrás y lo hizo derribar dos árboles al duro impacto de su cuerpo. Al levantarse, intentó pelear, pero golpeado y lento, no estuvo al nivel ni tampoco logró caer de pie para, al menos, alejarse.

    El daiyoukai le golpeó hasta cansarse y dejarlo tirado en el suelo. Entonces, le pisó en medio de la columna con brusquedad.
    —Me dijiste que respetabas a Rin —lo pisó más fuerte—, me mentiste —lo agarró de un mechón de su claro y largo cabello—. ¿Y te crees mejor que tu hermana, atreviéndote a juzgarla?

    —No me creo mejor que ella —al instante, recibió un golpe y escupió sangre.

    —No cometiste un error: intentaste asesinar a tu hermano. ¿Crees que el cachorro de Rin morirá? —aún tomándolo por los cabellos, lo jaló hacia atrás—. Vivirá y tendrá mi cara y eso te perseguirá de aquí hasta que te mueras.

    …del mismo modo en que el rostro de su padre le perseguía a él…
    …en Kanta.

    Soltándolo, se levantó y se fue.

    Akyoushi no se atrevió a levantarse, no solo porque el daiyoukai podía volver. Tal vez Rin nunca le perdonara. Tal vez, Kanta tampoco.

    Idiota… —resonó en su cabeza—, el sucio hijo de una humana no representa nada para mi honorable padre, pero no puedes tocar algo que ha salido de Rin.

    El joven Inuyoukai regresó a casa cuando ya despuntaba el alba y Kanta se sorprendió de verlo llegar tan tarde, considerando lo puntual y obediente que solía ser y su apariencia no era buena: no sólo traía el traje del día anterior —y roto—, sino que además estaba lleno de golpes y cortadas profundas.
    Siendo más despierto, habría evitado hacer preguntas, pero lo cierto era que había escuchado el escándalo la noche anterior y a ningún habitante de la ciudad amurallada le había pasado desapercibido.

    —¿Qué clase de youkai te atropelló?

    Akyoushi no reaccionó de forma violenta, por el contrario, le contó todo. Y en respuesta recibió un golpe. Pero no era un golpe juguetón común en Kanta, sino un duro puñetazo lleno de ira y dolor. A ese golpe, le siguieron otros dos, pero el príncipe no se defendió ni devolvió la agresión, sabiendo que se la merecía.

    —¿No era que respetabas a Rin? —el mismo reclamo de su padre—. ¡Idiota! ¡Yo lloré la muerte de mi hermana y tú intentas asesinar a uno de tus hermanos! ¿la compasión donde mierda quedó? ¿en tus cajones de filosofía? ¡No mereces ser llamado hijo de Sesshoumaru-sama!

    Nunca pensó que Kanta le regañaría, aún siendo el mayor, ni que intentaría corregirle. Pero estaba en su derecho y, por muy hanyou que fuera, esta vez no podía cerrarle la boca, porque tenía toda la razón. Kanta estaba tan furioso que se negó a entrenar con él y se negó a hablarle hasta que se arrepintiera de lo hecho.

    Akyoushi, aún atribulado, intentó ir a ver a Rin a sus dependencias, pero había en las cuatro puertas una fuerte guardia que le impidió todo paso.

    —Es una orden del gran Inu no Taishou —le refirieron cuando protestó.

    Cuando su padre daba una orden, esta jamás era desobedecida o cuestionada y la desobediencia se pagaba con castigo.

    A medio día, Sesshoumaru todavía estaba junto a la cama de Rin, siendo que ella guardaba reposo, intentando de algún modo salvaguardar a la pobre e indefensa criatura que apenas hacía unas horas había dado muestras de existir en su interior y que, por descuidos, casi se había marchado.
    Todavía estaba en shock por lo que le había pasado y le deprimía la actitud que había tenido Akyoushi, porque aún no la entendía.

    —No tienes que molestarte —le dijo el daiyoukai—. No ha sido culpa tuya.

    Más que enojada, Rin estaba muy triste. Aún así, trataba de sonreír para alegrar al maestro.

    —No tienes que fingir tu alegría. No eres la única que está decepcionada.

    —Lo lamento, Sesshoumaru-sama, se le ha causado una molestia innecesaria en el peor de los momentos.

    Él negó. Sana le había dicho que había intentado detener a su hermano y no lo había logrado y, aunque le cortaba mucho confiar en la palabra de su hija, lo intentaba.
    —No hablo solamente de mí. Kanta y Shiroi Hana reaccionaron con furia. Kanta golpeó a Akyoushi, pero no hice nada porque tal vez le escuche, y a la princesa tuve que retenerla, no sea que cometa una locura.

    Rin casi se sentó de la sorpresa.

    —No harán nada que yo no quiera, no debes preocuparte por eso —se acercó a ella tanto como podía—. Preocúpate por el cachorro nada más.

    Ella asintió muy entrada en razón pero, aunque entendía el enojo de los chicos, le preocupaba que acabaran con malas relaciones entre ellos. Pero no era su culpa, ni la culpa de su bebé. Era culpa de Akyoushi, de que no hubiera podido controlar lo que sentía.

    —Tengo que ir a controlar a la guardia y analizar algunas rutas de viaje —murmuró en un tono suave—. Tú tienes que quedarte aquí, dentro de esta barrera fortalecida y tratar de ponerte fuerte —le tocó la frente y luego, salió del cuarto de descanso.

    Al salir de las dependencias, se encontró cara a cara con Akyoushi.
    —¿Qué haces aquí? —le espetó en un tono duro e insultante.

    —Vengo a ver a Rin —se limitó a responder.

    —Mejor átate una roca al cuello y arrójate con ella al mar —no iba a disimular su enojo.

    Él bajó la cabeza.
    —Lo haré, pero antes, quiero ver a Rin.

    Los más de treinta guardias miraron al maestro, esperando su orden para sacar a la fuerza al príncipe, pues estaban bajo la amenaza de morir si le dejaban pasar.

    El daiyoukai abrió la puerta de las dependencias de Rin. Akyoushi lo miró y luego, entró.

    Rin, al ver entrar al hijo del maestro, se sorprendió y asustó y se puso a la defensiva.
    —¿Qué estás haciendo aquí? —estaba enojada, confundida… sentía todas las emociones a la vez.

    —No te asustes, no he venido a hacerte nada —se puso de rodillas—. He venido a pedirte perdón por lo que hice, aún sabiendo que no lo merezco —no tenía excusas.

    —Tú no eres el que está herido aquí. Tú no desobedeciste una orden, ni tomaste nada que te fuera ajeno, no es el error de un niño. Tú trataste de matar a mi hijo —todo lo que sentía se reflejaba en su mirada y en su voz.

    Él intentó acercarse a ella.

    —No te me acerques.

    Akyoushi se quedó quieto en el lugar, desconcertado. Sabía que no debía estar ahí.

    —No te perdonaré lo que hiciste, pero tampoco voy a juzgarte. Tú sabes lo que hiciste y has de cargar con ello de aquí en adelante, con esto puedes marcharte. Lo más triste de todo esto es que has decepcionado a tu honorable padre —no le quitó la vista de encima a pesar de que él permanecía con la cabeza baja—. Pero a pesar de todo eso… yo aún te amo.

    El príncipe sintió su corazón partirse justo a la mitad y, de la grieta, brotó agua salada.

    —Siempre te amaré, aunque no hayas salido de mis entrañas —agregó ella.

    No podía escuchar una palabra más, ni estar un solo segundo más ahí, así que salió con la cabeza baja. Era la primera vez en su vida que había sido golpeado por su padre, pero ninguno de los golpes que su padre le había dado la noche anterior le había dolido tanto como las palabras de Rin.

    Cuando salió, su padre estaba aún en la puerta.
    —¿Por qué me ha dejado entrar? —cuestionó.

    —Porque te estoy dando la oportunidad de demostrar que entendiste. ¿O prefieres otra paliza?

    Akyoushi retrocedió, de cierto no quería aprender a los golpes.
    —Estoy arrepentido.

    —No saldrás indemne, me has decepcionado. Descenderás de rango, estás desheredado, ya no te consideraré príncipe, ni tendrás derecho de ser algún día llamado Inu no Taishou. Ese honor que recaiga en tu hermano, porque tú, como tu hermana, no te lo mereces. Con tus actos habrás de demostrarme que mereces tu título y que realmente fuiste concebido de mí.

    Él inclinó la cabeza tanto como podía, profundamente arrepentido.

    —¿Lo ves? —le dijo Kanta aún enojado cuando el príncipe regresó a él, ya conociendo la experiencia—. Dos segundos de no usar tu lindo cerebrito pueden hacer que hieras profundamente a la persona que más aprecias. Que eso sirva para que dejes de ser un mocoso inconsciente.

    Akyoushi le puso la mano en la frente.
    —Eso dímelo cuando seas tú el que se vuelva consciente.

    Si Kanta no le conociera, juraría que Akyoushi había intentado matar al bebé más por celos hacia Sesshoumaru que hacia la criatura misma. Pero no, no había modo de que el príncipe hiciera eso. Tenía que ser algún truco de alguien que intentaba manejarle la mente.
    _____________________________
    Capi compensasion por el mes que les dejé colgados
     
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    yuebella

    yuebella Entusiasta

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    :O así me quede cuando terminé de leerlo. Tu siempre logras que me quede con cara de WTF? ( que genial eres al escribir!!!) Solo espero que el bebé no se muera xq si se muere Sesshomaru no solo va a golpear a Akyoushi… lo va a despellejar vivo. ¿Que sigue ahora? Suicidio? Ya leeré cuando lo publiques, Grax x avisarme!
     
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    Pan-chan

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    OMG"!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! no puedo creer todo lo que paso en este capitulo O.O simplemente GENIAL MARAVILLOSO!!! amo tu fic xD

    Debo admitir que me diverti muchisimo en la parte que Akyoushi y Kanta se vuelven niños, es tan tierno que hasta a mi me provocaba abrazarlos xD (pense que harias un dibujo tierno Sana abrazando a ambos niños, seria gracioso xD) pero en fin, esa travesura les salio caro y Sesshomaru como siempre los castiga de la peor manera, aunque en el fondo sé que la intención fue decirles "Pudo haberles pasado algo peor"

    Me dejaste en shock con la actitud de Akyoushi, yo sabia perfectamente que él sentiria celos, especialmente sabiendo como nacio y todo lo demás, pero nunca pense que fuese capaz de lastimar a Rin (emocionalmente en este caso) ¿Acaso fue manipulado por una fuerza externa o simplemente se dejo llevar por sus celos? eso no me quedó muy claro, sea como sea, el chico debe controlar su caracter.

    Me pregunto si el hijo de Rin podrá nacer sin ningun problema, es decir...distinto a como es Sana, realmente espero eso aunque aqui entre nos, me gusta mucho Sana, a veces es un poco loca pero creo que es un personaje bastante interesante..no puedo evitar compararla con la madre de Sesshomaru.

    Por ahora esperaré la conti, fue un excelente capitulo amiga en verdad te inspiraste ;)
     
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    Asurama

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    Título:
    The Legacy
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    Drama
    Total de capítulos:
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    9013
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    Se removía intranquilo en sus sueños y una voz en su cabeza no dejaba de acusarle constantemente. “Trató de asesinar a su hermano”; “Trató de asesinar a su hermano”, “Un error grave”, “jamás será perdonado por nadie”. Es el fin. Es el fin.
    Sintió un rugido. Abrió los ojos y respiró agitadamente mientras sudaba, pues una presencia entró a sus dependencias y su olor le llenó. La puerta se abrió y vio entrar al youkai con una expresión fría, pero no se atrevió a dirigirle la palabra.

    —Akyoushi, levántate. El cachorro de Rin está muerto.

    Se sentó soltando un grito ahogado, mientras a su izquierda sentía algo semejante a un rugido. Volteó lentamente en dirección a la peste y lo miró. Kanta estaba tirado a su derecha a pata suelta.
    —¡No! —ronquido— ¡ya no más! —ronquido— ¡mamá, por favor! no más comida, estoy repleto —más ronquido.

    Akyoushi bufó enojado, volvió a tenderse en su cama, se envolvió en su cola y escondió la cabeza bajo el elaborado cobertor. Maldito ronquido, maldito hanyou, malditas pesadillas, maldita conciencia, maldito él. ¿Cuántas veces en el mismo día tenía que soñar que el cachorro moría y su padre venía a cobrar venganza? Kanta había venido supuestamente a acompañarle, pero todo lo que hacía era estorbar. Cerró fuertemente los ojos, tratando de desaparecer del mundo.

    Ronquido.
    —Osuwari… —ronquido—, papá, ahora cómete tú el resto… —más ronquidos—. Rin…

    Akyoushi levantó por un momento el cobertor y notó que Kanta estaba perfectamente dormido ¿llamaba a Rin en sueños?
    Se cuestionó su actuación, el hecho de haber herido a Rin, el hecho de que no sería perdonado.

    Ronquido.
    —Rin-sama, es muy divertida, enséñenos a cantar…

    El inuyoukai abrió mucho los ojos, jamás había oído a Kanta referirse a ella como “Rin-sama” ¿acaso la conocía desde antes? ¿Y por qué ella tendría que enseñarle algo? Era una cortesana, una princesa consagrada. En respuesta, sólo recibió ronquidos y remoloneos.

    Ajena a todo eso, Rin soñaba que flotaba en lugar indefinido. De pronto, una mano le acariciaba la cabeza. Una sonrisa se dibujó en sus pálidos labios.
    —Sesshoumaru-sama… —esa mano sobre su cabeza le hacía sentirse segura.

    —Rin…

    Momento. Esa no era la voz de su señor. Abrió los ojos y se encontró tendida en su cama junto a una figura masculina algo diferente. Moreno y con ojos oscuros.
    —¿Kanta…? —no, no era su sobrino, lucía mucho mayor—. ¿O… O-yakata-sama?

    Una de esas fuertes manos se apoyó con suavidad sobre su vientre y esos ojos oscuros miraron como si fueran capaces de ver a la pequeña criatura que llevaba dentro. Era una mirada protectora. Ella quiso moverse y tocar esa mano, pero no pudo hacerlo, estaba como paralizada. Aquella figura se inclinó sobre ella y esos labios se posaron sobre los suyos. Ella soltó un mohín y abrió mucho los ojos ante ese beso inesperado ¿Quién…? ¿Por qué…? Esforzándose, puso ambas manos sobre su pecho y lo empujó, intentando separarse de él.

    —¿Por qué me empujas? —se quejó el inuyoukai.

    —¡Pues porque…! —enmudeció al volver a mirar a su rostro y se cubrió la boca, avergonzada—. Sesshoumaru-sama… perdón —soltó con un hilo de voz—. No sabía que era usted.

    Él frunció el ceño.
    —¿Pues quién creías que era?

    —Es que… —miró en dirección a una enorme pintura en una pared— …yo estaba teniendo un sueño muy raro.

    —Ahora ya estás despierta —parecía molesto por haber sido rechazado.

    —¿Sesshoumaru-sama está molesto? —indagó.

    —¿Molesto? ¿Por qué molesto?

    —No es nada. Sesshoumaru-sama, estamos felices porque esté aquí.

    —¿Estamos?

    —Su príncipe es pequeñito pero saltó de alegría al sentirle cerca. Si yo pudiera, también saltaría de alegría.

    —No me extraña —volvió a inclinarse sobre ella frotando su mejilla contra la suya. Pasaron así un rato en completo silencio.

    —Sesshoumaru-sama… —algo le incomodaba—. Akyoushi-sama ¿cómo está?

    —Asustado —murmuró—. Aparentemente.

    Al rato, una sirviente entró en la habitación pidiendo permiso y dejó del otro lado de la cortina de bambú algo brillante, antes de despedirse en silencio y salir respetuosamente. Rin miró atentamente y vio que se trataba de un incensario que soltaba humo blanco. Un rato después, la habitación se llenó de un olor familiar. Olía como a las dependencias de Sesshoumaru.

    —Ese aroma…

    —Es el aroma de todas las tierras en las que he estado —murmuró mientras le ponía de nuevo una mano en el vientre—. Huele eso, te hará bien.

    Ella cerró los ojos y aspiró profundamente. De pronto, fue rodeada por árboles, brisa fresca y tranquila y un campo lleno de flores silvestres. No vestía de azul, sino con un vestido dorado con brocados. Se encontraba sentada entre la hierba, recogiendo esas flores silvestres de delicioso aroma para hacer con ellas una corona con la que adornaría al sirviente verde.

    —Dígame por qué está tan feo, dígame por qué está tan feo…

    —Porque me haces enojar —respondió él ofuscado.

    —Oiga, Jaken-sama, hoy también nos quedaremos aquí ¿no le parece aburrido? —cuestionó suspirando.

    Él volteó todavía molesto.
    —Sí, es muy aburrido —espetó como si la culpa fuera de ella.

    Abrió los ojos y miró a Sesshoumaru.
    —Me recuerda a los viajes durante el tiempo de Naraku.

    —¿No puedes recordar algo más agradable?

    —Fue de los pocos momentos en que conocí y viajé por todas las tierras. En ese entonces me asombraba por todo. A los catorce años, poco importaba a dónde fuéramos, ya prácticamente lo conocía todo —se incorporó.

    —No te esfuer…

    —…pero aún así ese aroma me sigue llenando, por alguna razón, se parece a los campos de flores silvestres donde descansaba en su ausencia por algún asunto —sonrió—. Al menos yo me conformaba con eso y no hacía tantas preguntas como Jaken.

    —Lo cual es una bendición considerando lo mucho que hablas.

    Ella se cubrió la boca.
    —¿Otra vez hablé mucho? —nunca se quitaría la costumbre de temer al prolongado silencio. Las únicas veces en que no tenía al silencio era…

    Sintió que era tendida en la cama a la fuerza, pero con suavidad.
    —Mejor descansa —mejor sería que no se le sobrecalentara el cerebro.

    —Sesshoumaru-sama, ¿realmente cree que se me sobrecalentará el cerebro?

    —Yo no he dicho nada.

    Ella lo miró con un solo ojo.
    —¿Lo pensó?

    —Tampoco.

    Ella lo miró así por un rato más antes de cerrar los ojos y volver a aspirar el aroma de todas las tierras y soñar que iba a montañas y valles, ríos y demás lugares, hasta le daban ganas de cantar y se olvidaba de eso que le preocupada.

    —Tengo algunas cosas que hacer, no tardaré demasiado —puso su frente sobre la de ella y estuvo así un rato—. Todo va a estar muy bien —le costó separarse de ella para salir.

    Al cruzar las puertas de las dependencias de Rin, se encontró frente a la sorpresa de que los guardias estaban tirados en el suelo, aparentemente dormidos, no tenían heridas de ningún tipo. Una sonrisa llamó su atención.

    —Princesa, pero qué honor verla salir de sus dependencias para mezclarse con otros youkai —utilizó un tono algo cínico, algo divertido.

    —Yo sólo quiero… acompañar a Rin unos instantes… dado que no puedo “verla”.

    Sesshoumaru abrió la puerta y, haciéndose a un lado, la invitó a pasar con un gesto de la mano.
    —Más te vale que seas amable con ella —murmuró.

    —No necesita decirme eso, honorable padre —hizo una breve reverencia—, dado que no podré verla sino hasta un tiempo después del tiempo —sin más, entró a las dependencias de Rin con el paso altivo que se le exigía a una princesa… aunque estuviera vestida, como de costumbre, como príncipe.

    —Hola Rin —saludó co voz cantarina al entrar.

    La aludida abrió mucho los ojos.
    —Sana-sama, no puedo creer que esté aquí —sonrió dulcemente—. ¿A qué se debe el honor de su visita?

    —Oh, nada en especial, ya que tú vas a visitarme siempre que puedes cuando estoy postrada, me pareció justo gastar un poco de energía y devolverte el favor —abrió sus vidriosos ojos—, además de reparar la metedura de pata de mi hermano pequeño —agregó con recelo.

    —No juzgue a Akyoushi-sama.

    —No me pidas que no le juzgue. Se ha atrevido a tocarte. Y bien que tiene suerte si no le quiebro los colmillos sólo porque mi padre…

    —Sana-sama.

    —Pero es la verdad. Creo que mi padre fue bastante claro con eso del respeto al otro, sinceramente no entiendo qué se le pasó por esa cabeza de asno que tiene, puedo entender que se sienta un poco celoso por ser el único varón en la familia, pero esto es…

    —Sana-sama, no quiero volver a oírle expresarse así de su hermano pequeño ¿Le gustaría que él hiciera lo mismo a sus espaldas?

    —Pero si no es a sus espaldas y de cierto te digo que sabe ahora con claridad lo que pienso de él. Y me tiene sin cuidado si llega a molestarle.

    —¿Por qué tan enojada con su hermano?

    La princesa se puso a la defensiva.
    —¿No puedo estarlo?

    —¿Cree que se está comportando muy diferente de él? Veo que esos también son celos. Sesshoumaru-sama y yo les apreciamos a ambos por igual…

    —Eso no es cierto…

    —Es lo que me dijo su hermano antes de morderme.

    Sana se cubrió la boca con ambas manos, dándose cuenta de que no había podido sujetar su lengua y se postró en el suelo en signo de respeto hacia Rin.
    —Lo siento, me pasé de la raya —se mantuvo así un rato, callada—. Está la segunda opción de que un kageyoukai le haya coaccionado sin que él se diera cuenta, tomándole un punto débil. Pero acusarle a él parecería más fácil.

    —Por eso, vuelvo a preguntarle ¿por qué tan enojada con él?

    Sana no podía decirle la verdad a Rin, pero estaba enojada con Akyoushi desde que éste había amenazado con decirle a Kanta la verdad de lo que había pasado con su madre si ella actuaba de manera incorrecta. Pero con lo que había hecho ahora, su hermano había demostrado ser el menos indicado para juzgarle. Y ninguno podía juzgar al otro. Ya su honorable padre les había juzgado como débiles y era un tanto doloroso que pusiera toda esperanza en eso que llevaba Rin adentro, olvidándose de ellos.
    Ahora que lo pensaba, era cruel desearle a Rin que perdiera ese bebé, porque ella no merecía sufrir, pero al principio no lo había visto claramente porque la oscuridad le nublaba a veces el juicio y le hacia actuar de modos alarmantes, dándole deseos de morir. Eso era. Si ella se mataba, al menos Rin tendría un bebé que cuidar y no estaría preocupándose por la chica loca que se suicidó porque no aguantaba su condición.

    —Kou…

    Rin parpadeó.
    —¿Qué ha dicho, princesa?

    —Nada, no he dicho nada. Lamento mi mal comportamiento, estoy siendo más repugnante que un ser humano —volvió a inclinarse—, juro proteger a tu bebé como si fuese mío. No le faltará nada.

    Rin volteó a mirarla de lleno con una sonrisa.
    —Princesa, es demasiado joven para tener un bebé.

    —Tú eres joven y vas por tu tercer hijo —desvió la mirada—, aunque tus dos primeros apestan y no saben hacer otra cosa que causarte daño. Deberías devolverlos y demandar al que te los dio.

    Rin entrecerró los ojos.
    —Lo último que haría sería demandar a su honorable padre por haberles dado la vida. Son su esperanza para el futuro.

    Sana suspiró.
    —Si nosotros somos su esperanza, no veo un futuro muy bonito. Pobre de mi honorable padre, no merecemos ser llamados sus hijos. Mi hermano pequeño consiguió que dejara de decirle príncipe y le llamara por su nombre. Tal vez algún día yo sólo sea Shiroi Hana.

    —Sería interesante que sintieras la mitad de lo que dices.

    —Claro que lo sien… ¡padre! —se puso de pie como si estuviera sentada sobre un hormiguero— ¿Qué tanto oyó?

    —Lo oí todo.

    Sana, que era tan blanca como la nieve al mediodía, se puso roja como una manzana y bajó el rostro hasta el suelo como si más bien quisiera pasar a la habitación de abajo y allí esconderse.
    —A diferencia de mi hermano pequeño, yo no le tocaría un solo cabello a Rin.

    —Pobre de ti si lo haces.

    Rin lo miró con el ceño fruncido, como si sus ojos pudieran traspasarlo cual cuchilla. Ella, que de niña había sido maltratada, no estaba de acuerdo con el maltrato y no podía decir que estaba muy feliz de saber de la paliza que el maestro le había dado al príncipe. No quería imaginarse a Sana castigada ni física ni psicológicamente. No quería ser testigo de dos príncipes devenidos en psicópatas.
    Él sólo levantó las cejas, fingiendo cierta ingenuidad y ella en seguida suavizó la mirada.

    —¿Hay algo que pueda hacer por ti, Rin? —Sana rompió el silencio.

    —Estoy bien, no necesito nada, no tienen por qué molestarse —miró con cierta complicidad al inuyoukai.

    —Debo pasar revista a la guardia y sinceramente espero que, al regresar, todo esté tan ordenado como cuando lo dejé —se impuso el daiyoukai.

    Sana simplemente asintió.
    —Ojala un día pueda adquirir la habilidad de mi padre para ocultar mi presencia y darle unos buenos sustos a las personas que no me caen bien —murmuró cuando su padre se hubo marchado.

    Rin rió.
    —Sana-sama…

    —¿Qué? Parece que le divierte. Sólo me imagino su cara y las caras de otros al verle y al bochorno que viene después. Imagínate que se te aparezca un día cuando estás en medio de algo importante.

    A estas alturas, Rin reía a carcajadas.
    —Gracias, creo que tu broma ha hecho que mi bebé y yo estemos mejor.

    —Me alegro. Ahora, con tu permiso… —se levantó y fue saliendo lentamente, con un movimiento muy antinatural, arrancándole otra carcajada a Rin. Antes de perderse por la puerta, hizo una seña de “te estoy observando” y a la Dama ya se le salían las lágrimas de tanto reír.

    ****

    La nieve había dejado de caer hacía unos momentos y parecía un buen momento para entrenar. La silenciosa y tranquila aldea de techos cubiertos por la masa blanca se llenó de los ecos de espadas chocando entre sí y de los murmullos de quienes observaban atentamente.
    Shinju lanzó un ataque recto vertical con la katana, pero su hermano lo bloqueó con su propia arma, empujándola hacia atrás con violencia. Ella volvió a la carga con un ataque en diagonal desde la derecha, pero fue nuevamente bloqueada. Enojada, comenzó atacarlo sin ton ni son, mientras ambos se movían en círculos, intentando hallar una mejor defensa, pero su hermano estaba más centrado y por lo tanto seguía bloqueándola sin problemas empujándola hacia atrás, manejándola como si de un bebé se tratara y burlándose.

    —¿Qué pasa hermanita? ¿acaso el frío está comprometido tus habilidades de lucha? —le decía mientras la bloqueaba con la katana en la mano derecha y le daba un puñetazo en el estómago con la izquierda— ¿eso es todo lo que puedes hacer por tu familia? Das vergüenza, con razón Kanta eligió a los youkai.

    El golpe y el malicioso comentario la enfurecieron más y Shinju volvió a la carga.
    —¿Quieres callarte de una buena vez y pelear? —lanzó un golpe bajo—. No metas a Kanta en esto.

    —¿Qué? ¿todo esto es a causa de Kanta? ¿Es que acaso no has aprendido aún tu lección? —levantó la nieve al saltar hacia atrás y le asestó una patada en el costado izquierdo, derribándola.

    Ella giró sobre la nieve, se puso de pie en el acto, descubrió el arma oculta que tenía en el brazo derecho y con ésta y su katana, comenzó un contraataque.
    —No te preocupes por eso, ¡no tendrás que aguantarme por mucho tiempo más!

    No podía esperar a que acabara la Luna Fría para irse con Kohaku. Sabía que su tío la entendería y que sería aceptado por él y los otros en la aldea de los taijiya. Allí se dedicaría a la caza de youkai, ayudaría a otras personas y a sus camaradas y se olvidaría de Kanta y de todo lo que había pasado. Creía que era el mejor remedio, antes que estar en un lugar donde era rechazada por todos.
    Una vez, su tío se lo había dicho, que había decidido marcharse de la aldea y forjar su propio destino, para así compensar sus errores del pasado, errores cometidos por haber sido débil.
    Shinju no había hablado a nadie de su decisión de marcharse, prefería irse sin dejar rastro alguno, aunque a sus padres tal vez les doliera al principio su ausencia. En un pequeño precio a pagar por conseguir un futuro mejor, todos tenían que sacrificar algo la vida, incluso Kanta lo había hecho y era el turno de ella. Además, sus hermanos tenían razón, no merecía a Kanta, e Inuyasha le había hecho llegar el triste mensaje, que él la consideraba inexistente desde el instante de la muerte de su hermana. Se lo merecía por estúpida.

    Ella y Teruo comenzaron a pelear con brutalidad, como si aquello, más que un entrenamiento, fuera un combate a muerte. Teruo empujó a su hermana hacia atrás, hasta arrinconarla contra un cercado, amenazándola con el filo de la katana al cuello. Ella puso el arma oculta entre su cuerpo y la katana y empujó con todo su peso a su hermano hacia atrás, lista para asestarle un corte en la garganta.

    —¡Alto! —gritó Sango, pero no fue oída.

    Miroku, sus hijos e Inuyasha se interpusieron en la pelea y separaron a ambos, mientras éstos luchaban por volver a la carga.

    —¡Suéltenme! ¡Le voy sacar la mierda! —Se quejó ardida la muchacha, mientras forcejeaba— ¡le voy a enseñar con quién se ha metido!

    Sango, Miroku y sus hijos estaban horrorizados ¡Shinju parecía haber olvidado que se enfrentaba a un familiar!

    —¡Esto es entrenamiento y no una ejecución! —les regañó su hermano mayor.

    —¡Pues díselo a ella, que es la culpable de todo! —se quejó Teruo, apuntándola con la katana— ¡además de zorra, tramposa!

    —¡No le faltes el respeto a tu hermana! —le reprendió Miroku con dureza.

    —¡No traigan pleitos personales al entrenamiento! —retrucó Shako—. ¡No toleraré una pelea desleal! ¡Tú deberías cerrar la boca y tú…! —miró a Shinju— ¡aprende de una vez a controlarte antes de que nos causes más problemas!

    Shinju bufó.
    —¡Él empezó!

    —¡No me importa quién empezó!

    —¡Dejen de gritarse! —se impuso Sango hastiada y todos se calmaron, separándose—. Shako tiene razón, no traigan pleitos personales al entrenamiento. Además, no pueden seguir acusándose así, el pasado no puede cambiarse —caminó hacia ellos, ya más tranquila—. Sólo en el presente pueden hacer algo.

    —Dudo que ella pueda hacer algo —espetó el gemelo de Teruo—. A la edad en que tú y papá eran fuertes taijiya ella es una completa inútil.

    —¡No me llames inútil! —se defendió la chica.

    Miroku la empujó un poco hacia atrás para que se tranquilizara.
    —Entiéndanlo de una vez, son hermanos y pelearse entre sí no los llevará a nada bueno, sólo les destruirá —estaba perdiendo su preciada paciencia.

    —Aquí el único que tiene la culpa de su mala educación eres tú —se atrevió a meterse Inuyasha y señalarlo—. Eres un monje libidinoso con nada de autoridad.

    —Claro, lo dice el padre del que dejó a mi hermana… ¡luego de haberse paseado por las casas de todas las aldeanas! —se atrevió a callarlo Makoto, bastante indignada.

    Shinju puso cara de horror al oír las palabras de su hermana mayor.

    Inuyasha se enojó y le ladró.
    —¿Cómo te atreves a faltarle el respeto a mi hijo y además en su ausencia?

    —Sólo está diciendo la verdad —la excusó el hijo mayor de Miroku—. Y encima después tuvo el descaro de huir de sus responsabilidades e irse tras una youkai —explotó de enojo—. ¡No puedo creer que por semejante idiota mi hermana se atreva a deprimirse! ¡Estoy harto de que todos le echen la culpa a ella! ¡Tú tienes al culpable en tu propia casa! ¡El que no ha educado bien a su hijo eres tú!

    Esas palabras resonaron en la cabeza de Inuyasha.
    —¡Cállate imbécil, yo eduqué bien a Kanta! ¡el problema fue tener cerca la malísima influencia de tu pervertido padre! —miró enojado al monje.

    Miroku se puso a la defensiva.
    —Si ese es el problema, entonces ya no somos amigos —no iba a permitir que lo avergonzaran frente a sus hijos.

    —Pues haz con tus hijos y con “tu aldea” lo que se te dé la gana —el hanyou avanzó hacia él molesto—. No te da el pellejo para juzgar a Kanta luego de las mil cosas que has hecho, maldito. Después no te quejes de lo ocurrido a tu hija, es el precio de tus errores.

    Miroku iba a contestarle, pero el hanyou le dio la espalda y se fue rumbo a su cabaña, mientras los hijos de sus amigos le gritaban de todo, incluso Shinju.
    Kagome estaba despierta y desayunando cuando él entró.
    —Buenos días.

    —¿Por qué tanto alboroto allá afuera? ¿Qué está pasando? —parecía como si estuvieran sacrificando algún animal en su ausencia.

    —Los hijos de Miroku están entrenando —respondió él con tranquilidad, dispuesto a dejar los pleitos puertas afuera.

    —Más bien parece como si se estuvieran matando.

    —¡Keh! ¡Son unos escandalosos!

    —Aún no han perdonado a Shinju, ¿verdad? —dejo su comida a un lado, mientras sus ojos nuevamente se llenaban de lágrimas—, esto no fue su culpa…

    —Ya no te tortures más —la abrazó como si con eso pudiera detener tal caudal de dolor.

    Kagome cerró los ojos y se dejó consolar.

    Sango entró exasperada a su casa. No podía creer lo que estaba pasando, no podía creer lo que hacían sus hijos, no podía creer que su esposo hubiera tenido que discutir con Inuyasha ni que la aldea les mirara como si fueran la vergüenza, aún siendo ella la mejor amiga de la miko.
    Tomó la botella del licor de su marido y, destapándola, bebió de la misma boca a grandes tragos, uno tras otro, cual si fuera agua, sintiendo cómo el líquido pasaba por su garganta ardiendo como fuego y calentándole la sangre. Se separó a un lado para tomar aire y se secó con la manga de su vestido. El alcohol comenzaba a hacerle efecto y le dolía la cabeza. Todo había empeorado desde el error de su hija, debía ser su culpa, debía ser una mala madre, también una muy mala amiga… volvió a llevarse la boca de la botella a los labios.

    En ese momento, Miroku entró.
    —¡Espera, Sango! ¿Qué haces? —le llamó alarmado mientras iba hacia ella para quitarle la botella.

    —Tratar de olvidar este desastre…

    Ambos forcejearon y ella intentó volver a beber, pero finalmente él ganó. Ella se tambaleó un poco y se apoyó contra la pared, viendo cómo él iba a guardar la bebida en un armario.
    Miroku se estaba preocupando, era la tercera vez que la encontraba con la botella del licor. Ella era muy sensible al alcohol, que rápidamente le hacía efecto y la volvía muy violenta. Tenía que encontrar el modo de acabar con eso y esconder mejor la llave. O bien, debería hacer un sacrificio y verterlo todo en la nieve.

    —Houshi-sama, no lo soporto más… —murmuró ella arrastrando las palabras— es mi culpa…

    —No Sango, nada de eso —la tomó de las manos y la ayudó a sentarse. Ahora sí estaba molesto con sus hijos, tendría que hablar con ellos. Si hubiera sabido que le iban a causar tales problemas, no habría tenido tantos.

    ******
    Shako fue a sentarse sobre una cerca que rodeaba uno de los campos de cultivo de la aldea, ahora cubierto por la nieve. Se le había enseñado a amar, proteger y cuidar a sus hermanos, y le había molestado mucho lo que ellos habían hecho durante el entrenamiento. Estaba molesto por el error de su hermana y por lo impulsiva que podía llegar a ser por causa de sus emociones, pero no pensaba estigmatizarla. Quería darle la posibilidad de corregirse y lo único que conseguía era esto. Era un despropósito.
    Perdió la vista en el cielo nublado, como buscando una esperanza, deseando el pronto paso del tiempo, viajando un poco al pasado para serenarse. Recordó cuando de niño entrenaba con sus hermanas mayores y bajo la supervisión de su madre. En ese tiempo, todo era más tranquilo. Luego del entrenamiento, podían sentarse durante horas a charlar o jugar a algo divertido, sin pelearse por nada, compartiéndolo todo. Un par de años atrás, disfrutaban también de las divertidas historias y los ocurrentes juegos propuestos por una elegante y extrovertida mujer que no le llevaba más de diez años de edad y cuyo pasatiempo parecía ser hablar hasta por los codos. Para los aldeanos, ella era “la princesa consagrada”, pero para los padres de Shako, sólo era Rin. Pero al no regresar ella, los chicos habían tenido que aprender sus propios juegos, manejar sus propios tiempos.
    Recordó la clara imagen de su madre sosteniendo una larga vara de bambú y moviéndola con destreza para enseñarle a manejarla como arma, haciendo giros y estocadas.

    —Ahora es tu turno —solía decirle ella luego de mostrarle los movimientos y él lo intentaba al principio con cierta torpeza.

    —¡Shako, buenos días! —saludó una aguda voz a lo lejos.

    Al mirar hacia atrás distrayéndose de su entrenamiento, vio acercarse a Kanta corriendo por el camino que llevaba a su casa.
    —Buenos días, Kanta ¿qué haces aquí? —saludó animado al niño moreno de plateada cabellera.

    —Papá trajo mucha comida ayer, por lo que mamá está preparando un gran almuerzo y quiere invitarlos a comer, me envió a avisarles —se acercó al aprendiz de taijiya para susurrarle—, si vas, prometo darte mi ración.

    Shako no pudo ocultar su cara de desagrado.
    —No gracias, Kanta, tu mamá cocina bien, pero es mejor si no lo pruebo.

    —Hijo, tus modales —le reprendió la taijiya—. Es una muy buena idea ir a almorzar a casa de Inuyasha y Kagome ¿qué dicen niños?

    Ellos asintieron porque les gustaba reunirse con Kanta.

    —Entonces, luego iremos a avisar a su padre para que así todos nos alistemos —y luego, miró a su sobrino— ¿Eso es todo?

    —Sí, Sango-san —miró animado al muchacho y a la vara de bambú que éste sostenía— ¿Shako quieres ir a jugar al arroyo?

    Él negó.
    —No, Kanta, estoy a mitad de mi entrenamiento.

    —Oh —el niño bajó la cabeza y suspiró— ¿Puedo quedarme a entrenar con ustedes? —jugó con los dedos de sus manos—. Es que mamá y papá nunca me enseñan nada porque no quieren que pelee.

    Sango y sus hijos se miraron.
    —No creo que haya problema —concluyó la mujer—, pero debes prestar mucha atención ¿de acuerdo? —agregó a sabiendas de que el chico era hiperactivo y en seguida se aburría y se distraía.

    —De acuerdo —tomó la vara de bambú que ella le tendía y luego, todos se pusieron en fila, listos para practicar.

    Entonces, Sango llamó su atención e hizo el siguiente movimiento. Los niños la copiaron y en un movimiento de bajada vertical, Kanta golpeó la cabeza del otro niño.

    —¡Oye, torpe!

    —¡Lo siento! —contestó avergonzado el hanyou.

    Sin darse cuenta, se frotó la cabeza y miró hacia el campo congelado.
    —Ah, Kanta, ha pasado mucho tiempo… me pregunto cómo será tu entrenamiento ahora… mis hermanos no han dejado de hablar de ti. Todos han estado tan nerviosos desde lo que pasó a tu familia…

    Una molestia lo hizo despertar de golpe y estornudar. Kanta abrió los ojos algo confundido, sin estar muy seguro de su ubicación espacial. Claro, estaba en la habitación de su primo, a quien quería reconfortar con su presencia.

    —Maldición, alguien debe estar hablando de mí… —se pasó el brazo por la nariz para limpiársela.

    A menudo se despertaba sobresaltado, en especial desde la aparición de Akuma. Sí…
    Kanta se había sorprendido la vez en que su tío le había llamado a reunirse con los príncipes; por lo general, era reticente a permitirle esa cercanía. Al reunirles, los instó a matarse, pero Sana fue la única que no dudó. Esa fue la primera y única vez en que el hanyou peleó con ella y no quería repetirlo. Al quedar subyugado y levantar la vista hacia esa garra cayéndole encima, creyó que todo acabaría y el mundo se puso negro.
    Despertó en un sitio frío, oscuro y silencioso. Se preguntó en dónde estaría y si, tal vez, estaba muerto. El tiempo y el espacio perdieron su realidad. Y de pronto, una puerta se abrió y vio a alguien entrar, pero no lo reconoció hasta tenerlo cerca. Era Sesshoumaru aunque parecía indiferente a él.

    —¿En dónde estamos? —le preguntó con duda.

    —En una habitación oculta en los subniveles del castillo —se limitó a contestar él—. Te traje aquí desde el sitio de la pelea cuando Shiroi Hana te atacó, pero ella no lo recuerda.

    Estaba en shock.
    —Creí que iba a morir.

    —Igual nosotros —en ese instante pareció tomar conciencia de la presencia de Kanta—. El príncipe se ha machado y cree que has muerto. Me han dicho que se ha ido en dirección a las praderas, pero eso es peligroso, porque la amenaza que vino del otro lado ha llegado desde el norte, pero no sabemos hacia dónde irá.

    El hanyou tardó en masticar aquello. ¿A las praderas, otra región? ¿Que Akyoushi pasara Heijo y fuera por su propia cuenta más allá de Musashi, aún sin conocerlo?
    —¿O-yakata-sama no irá a por él? Él tiene que saber que estoy vivo.

    Sesshoumaru lo empujó para que se levantara.
    —Quiero darle la oportunidad de regresar por su propia cuenta, pero si no lo hace iré a buscarlo y yo mismo le traeré.

    —Pero o-yakata-sama, ¿qué será de él? tiene que decirle la verdad —lo miró como cuestionándolo—. Tiene que decirle que no me ha ocurrido nada…

    El inuyoukai negó.
    —No. Ninguno de los dos tiene que saberlo. Déjales que vivan creyendo que puedes dejar de existir, será el modo de hacerles conscientes.

    —Eso es cruel…

    —No. Si el miedo a la muerte les hace conscientes de la existencia de los otros y su importancia, que así sea —Sesshoumaru no esperaba que lo entendiera al instante, pero sabía que acabaría por hacerlo.

    Escabrosos recuerdos… El hanyou se levantó y vio a su primo tumbado, pero sabía que no estaba durmiendo. Era seguro que le pesaba su error, pero él ya no estaba enojado porque Akyoushi hubiera atacado deliberadamente a Rin, intentando matar al cachorro, puesto que ya había pedido perdón. Sólo le faltaba demostrar que era realmente consciente, que nunca más haría algo así. Nada sería como antes, el chico había socavado la confianza de todos, pero Kanta quería tener fe en él.
    Suspiró. De nuevo pasaría una luna más sin decir la verdad ¿tal vez la existencia ocultaba para todos algún secreto escabroso que les hacía conscientes de sí mismos y de los otros? ¿Era necesario que todo aquello ocurriera? ¿Por qué?

    ¿Cuántas situaciones y experiencias afronta una persona a lo largo de la vida, a lo largo de un día mismo? ¿Cuánto puede aprender y cuánto puede sufrir antes de dejar todo atrás o finalmente perecer? ¿Y cuánto pueden cambiar las experiencias a una persona? ¿sus creencias, sus conceptos de las cosas, su forma de vida, sus escalas de valores?
    Kanta había vivido lo que su madre habría dado en llamar near-death experience. Se suponía que eso era lo último que una persona veía antes de morir y no era igual para todos: a veces, la vida pasaba frente a los ojos, algunos veían una luz, otros, la nada más absoluta, a veces, se veía el paraíso budista o el infierno del fuego eterno; podía ser algo muy tranquilizador o terriblemente perturbador. Su madre le había hablado de una NDE en que había conocido la realidad del infierno descrito por su tío el monje: lago de sangre, montaña de agujas, fuego eterno. Kohaku le había hablado de ser guiado hacia una puerta con luz a esta misma vida, luego de haber peleado una batalla tramposa que ocasionó su muerte tras un ataque trapero.
    Sesshoumaru le había hablado del vacío creador y en su clase de historia, Rin se había desviado cierto día y les había contado a los dos muchachos sobre el Reino Oscuro: Espíritus oscuros, almas en pena que jalaban de las patas a cualquiera que pudiera sacarlos de ahí —por ejemplo, alguien con una espada sanadora—, Mar de Sangre, Camino Único, Viento de la Muerte, Montaña de Yomotsu, Oscuridad, Akuma, fin del juego. Pero nunca había dicho si había visto eso con sus propios ojos, si se lo habían contado, si sólo eran cuentos de terror o qué diablos. Kanta tampoco sabía que sus mismos padres habían experimentado el vacío y razones no les faltaban para ocultárselo.
    Pero no todos veían luz u oscuridad, no todos veían cielo o infierno. Y lamentablemente, los que se iban definitivamente, no podía volver y contarlo con detalle. Había quien creía que aquello era sólo una jugarreta de la mente antes de dejar de funcionar, en especial lo del meikai.
    Él había experimentado la negación de sí mismo, de su propia existencia, al tener contacto con la mente de Sana, que era un vacío negro y silencioso. Pero su madre le había contado que, cientos de años después, se descubriría que gran parte del mundo material conocido estaba conformado por espacios vacíos. Así era, el mundo estaba asentado sobre… Akuma. Así que, ¿por qué temerle? Simple. Nadie quería experimentar la negación de la existencia de uno mismo, perderse o desaparecer en el infierno de la nada más absoluta. Nadie quería oír a una voz oscura contándole que toda vivencia había sido un falso sueño y que no había existido ni existiría jamás una luz para él. Nadie estaba dispuesto a aceptar la muerte como el fin de todo. Se prefería el paraíso o el perturbado infierno budista a eso. Y ese era el miedo que daba poder a Akuma. Supuso que, quienes no temían morir, simplemente no eran alcanzados por él ¿Qué más que Rin como ejemplo vivo?

    Kanta había sido entrenado para tener un carácter fuerte y era verdad que, a veces, se comportaba como un asno o como un pervertido, pero otras veces era consciente. Consciente de su propia existencia, de la existencia e importancia de los otros, de las limitaciones de la vida en las diferentes criaturas y de los deseos que un espíritu podía tener, aunque algunos de ellos fueran innecesarios y sólo aportaran un placer superfluo.
    Mucho de eso lo había aprendido con los golpes fortuitos que la vida le había dado, el terror a perder a su padre y la culpa por haber causado su ruina, el precio a pagar por sus pecados, la tortura de verse como el causante de la agonía de Sana, la pérdida de su hermano nonato, la contradicción de no querer culpar a los seres que apreciaba, los cuales eran Shinju y sus padres.
    Era como si, cada vez, la vida arremetiera más fuerte, jalándole de las orejas, como diciendo “ea, déjate de idioteces, abre los ojos, despierta, madura”. Comportarse de manera egoísta era el último signo de inmadurez permanente en las personas y éste podía no desaparecer. Es decir, una persona podía vivir inconsciente hasta morir, ser un simple zombie que se levantaba en las mañanas, cultivaba la tierra, vivía una vida miserable, se hacía viejo y esperaba su muerte; o como algunos youkai, que vivían para la pelea, actuando como animales de bajos instintos.

    ¿Qué diferencia había realmente entre la “vida” de un kage y la de un humano o youkai, que confundían sobrevivir con “vivir”?

    Él se sentía vivo, muy vivo, cada vez que abría los ojos, aunque tuviera frío y hambre, aunque debiera pasar tiempos duros y experiencias amargas. Él había elegido su vida y era realmente feliz con ella, aunque otros no pudieran comprenderle. Cada mañana se tocaba el cuerpo y agradecía seguir teniéndolo, estar íntegro. Agradecía tener un primo hermano, aunque el primer saludo de éste fuera una patada en el culo. Agradecía todo lo que tenía, lo que no tenía y todo lo que había elegido, no se quejaba de nada; si se quejaba, al instante volvía a su realidad y la aceptaba. Dejaba el pasado atrás y prefería no angustiarse con el futuro, porque éste podía no llegar nunca.
    A veces su prima tenía visiones del futuro, y estaba bien, porque era un don que la vida le había dado, pero incluso el futuro era susceptible de modificarse con una decisión, era lo que sus padres le habían enseñado. Y esa decisión sólo podía surgir en el presente. Tenían la seguridad de que Rin y Sesshoumaru pensaban igual y podían enseñárselo a los chicos.

    Quería ver a Rin para conocer su actual estado, pero si la guardia no había dejado pasar a Akyoushi, mucho menos se lo permitirían a él. Sólo confiaba en que oyakata-sama la estuviera cuidando y en que el hermano de Sana fuera fuerte y sobreviviera. Quería convencerse de que todo había sido una pesadilla, de que su primo sólo era un niño malcriado que no se atrevería a herir a los suyos por mero egoísmo... al mirarlo, lo vio tan paralizado como al despertar. ¿Se estaba haciendo el muerto?

    Le había visto sufrir las consecuencias de sus actos. Aquella mañana, luego de la paliza, se lavó y fue en busca de sus instructores, pero no encontró ninguna puerta abierta, ni a ninguno de los instructores dispuesto para él, todos ocupados en sus cosas y sin la orden de impartirle ya clases de nada.
    Así, por primera vez, le vio caminar hacia la escuela y escuchó a todos los “niños de mami” burlándose a espaldas de aquel al que ya nadie llamaba príncipe. Pero no salió a defenderle, puesto que aquello no era de sus asuntos. Tampoco en la escuela el inuyoukai fue aceptado por los maestros, ya que no tenía con qué pagar las clases ni quién se las pagara, de modo que volvió a casa y ahí estaba, tumbado desde la mañana. Y Kanta le había vigilado casi todo el tiempo, como asegurándose de que estaba bien, pero sin darse cuenta, se había quedado dormido a su lado.

    Se sentó con las piernas cruzadas, cruzó los brazos y lo miró a la espera de una reacción, pero nada pasó.
    —Sé que no estás durmiendo.

    El chico se dio la vuelta, dedicándole una silenciosa mirada vacía.

    —Mis oídos no serán tan buenos como los tuyos, pero se ha corrido la voz de lo que hiciste y lo que te hicieron y medio mundo se está burlando de ti, en especial “los niños de mami” —entrecerró los ojos—. Todos hacen leña del árbol caído.

    —Cierra la boca si no quieres que te corte la lengua.

    —Aunque lo hicieras, no cambiarías nada. Sabes que tengo razón. ¿Y sabes algo más? —se paró y le puso una de sus apestosas patas en la cabeza—. Mientras estás aquí autocompadeciéndote, les das a los otros el placer de verte hundido en la mierda. Deja de oír sus estupideces, que se las metan en el culo. ¡Deberías estar entrenando para demostrarle a tu padre tus capacidades!

    Akyoushi se levantó con brusquedad para sacarse el pie de Kanta de encima. Sabía que estaba en lo cierto. Lo miró por unos instantes y luego, se fue a otra de sus dependencias.

    —¿A dónde vas?

    Akyoushi no respondió, pero regresó al rato con el uniforme de entrenamiento. Ambos se miraron y saltaron por la ventana para irse por los jardines, donde los hijos de los cortesanos se reunían.

    No habían comenzado aún los entrenamientos porque estaban haciendo las apuestas ¿él vendría a entrenar en su actual estado? ¿herido? ¿humillado? ¿desheredado? Casi al instante la peste se levantó en el aire, denotando que el tonto no venía solo…

    —A la hora del perro y miren quién llega, no debería acercarse —comentó uno mientras se colocaba las muñequeras.

    —Es la vergüenza de su propia familia —acotó otro.

    —Seguramente no le bastó la paliza que su padre le dio anoche y quiere que le demos otra.

    —Sí, mírenlo, apenas sí puede caminar… alguien tiene ganas de morder la nieve hoy…

    —¿Deberíamos preguntarle si disfrutó de la clase de hoy? —murmuró uno de los jóvenes por lo bajo. Y se escucharon varias risas.

    —No, no —le contestó su hermano con sorna—, tal vez deberíamos recordarle que este sito es sólo para élite. Los perros abandonados no entran.

    —¿Abandonado? Querrás decir arrimado.

    —¿De qué están hablando, niños de mami? —les espetó enojado el hanyou al acercarse.

    —Miren, llegó la peste y se cree defensor de pobres y ausentes —respondió alguien cínicamente—. Vamos a enseñarle lo que les pasa a los metiches.

    Todos comenzaron a burlarse y se pusieron en semicírculo listos para echarlo a golpes.

    En ese momento, Akyoushi se les interpuso.
    —Basta, no molesten al hanyou.

    Pero la reacción no fue la esperada, aquellos youkai cerraron más su posición, algunos murmuraban y otros reían con malicia. Varios de ellos comenzaron a hacer crujir los nudillos. El chico los miró poniéndose a la defensiva y tanto él como Kanta comenzaron a retroceder, confundidos.

    —Miren cómo retrocede ¿quién es el cobarde ahora?

    —Me pregunto a quién irá a pedir ayuda esta vez. A su padre…

    —Claro: si lo tuviera. Pero nada más es un perro abandonado del Norte.

    Akyoushi les mostró los blancos colmillos, mientras era arrinconado, rodeado. Estos eran los youkai a los que muchas veces había dado palizas sin consideración alguna y de quienes se había burlado una y otra vez por su inferioridad de condiciones. Los youkai a los que, orgulloso, les había pisado las cabezas.

    —¿Qué pasa? ¿acaso estás huyendo? No puedo creer que te consideres soldado de Inu no Taishou, sólo eres un cobarde.

    Más risas se escucharon.

    —Olvídenlo, Akiyoushi ya perdió los estribos.

    Él le miró furioso.
    —¿Cómo me dijiste?

    Akiyoushi.

    El príncipe, enojado, rugió y le saltó directo al cuello, pero al instante, los demás le saltaron encima, lanzándole zarpazos y golpes. Alguien le dio un golpe bajo y, cuando cayó al suelo, todos los miembros de la primera escuadra comenzaron a golpearlo con saña, para vengarse de lo que él les había hecho antes. Akyoushi solo maldijo para sus adentros, por supuesto que ellos sabían que estaba herido y débil y no podía defenderse, eran unos malditos. Kanta al instante saltó hacia ellos, intentando quitárselos de encima a su primo y huir de ser necesario, pero los jóvenes cortesanos se voltearon y le atacaron también.

    —Íbamos a perdonarte, hanyou, pero te vamos a hacer mierda junto con Akiyoushi.

    El hanyou gritó de dolor mientras golpeaba y mordía.

    —¿Qué están haciendo? —prorrumpió una voz.

    Todos se quedaron congelados al voltear a ver en esa dirección, mientras el imponente daiyoukai caminaba hacia ellos con paso lento y firme. Los jóvenes youkai, amedrentados, se fueron de ahí tan rápido como podían.

    —Oyakata-sama… —Kanta se levantó sorprendido al verlo acercarse hacia ambos. Los niños de mami, que habían demostrado ser justo eso, pasaron a ser parte del pasado. Pero el líder pasó de largo y el hanyou se petrificó al verlo acercarse a su primo, que no se había movido del lugar en donde lo habían dejado tirado.

    —Akiyoushi.

    Los felinos ojos levantaron la vista con mirada azorada, incrédula. ¿Por qué lo miraba? ¿Qué iba a decirle?

    —Dame tus colmillos.

    El joven inuyoukai sintió que se empequeñecía hasta volverse invisible ¿por qué quería quitarle aquello que era el orgullo de todo inuyoukai? ¿sus preciados colmillos? Pero le asustaba lo que pudiera llegar a pasar si no le obedecía. Cerrando los ojos, se arrancó las cuatro piezas y con una mano se cubrió la ensangrentada boca. Decir que sentía vergüenza y humillación era poco. Sin hablar, el daiyoukai tomó las cuatro piezas y se marchó.
    El joven miró torcido a su primo el hanyou, esperando que éste se le burlara, pero Kanta sólo le miraba con los ojos y la boca muy abiertos, con una expresión mezcla de sorpresa, incredulidad y ¿pena? Caminó hacia él y lo tomó del brazo para ayudarlo a levantarse, pero Akiyoushi se soltó bruscamente de su agarre y fue a sentarse debajo de un árbol del jardín. Quería estar solo, nada tenía sentido ahora.

    Voló en silencio a través de las tierras, con la imagen del chico avergonzado pegada en la cabeza. Sabía y entendía lo que era no tener nada, perder absolutamente todo. Miró por séptima vez el saquito que llevaba colgado del cuello y siguió volando más alto y más rápido en busca del humo de un volcán que tardó en encontrar.
    Allí fue recibido por el acostumbrado calor infernal y el eco del metal siendo golpeado. Siguió aquel ruido hasta llegar a la calavera fosilizada de un animal prehistórico, siendo precedido por una extraña e inusual brisa fresca. El ruido del metal cesó y aquel anciano de ojos saltones se sobresaltó ante el viento, tirando a un lado el martillo y la cuchilla al rojo vivo en la que trabajaba hacía unos instantes.

    —¡¿Qué haces aquí?! —preguntó escandalizado.

    —Vas a forjarme un arma cuya luz sea ataque y defensa en uno —exigió bruscamente tirando sobre el yunque los cuatro colmillos que traía en el cuello.

    El viejo herrero miró por un instante las cuatro piezas. Esos no eran los colmillos de un inuyoukai adulto y fuerte.
    —Estos colmillos…

    —Son de mi hijo.

    —Debes estar de broma, no puedo forjar una buena arma con unos colmillos tan frágiles como estos. Llévatelos —rehusó quisquilloso.

    Sesshoumaru le gruñó.

    —Está bien, está bien, lo intentaré —dijo sudando copiosamente, para luego entrecerrar los ojos—. Pero por lo que entiendo, quieres un arma para tu hijo. Una espada hecha de estos colmillos será demasiado pesada para él y no podrá levantarla.

    —Limítate a realizar tu trabajo herrero, si puede levantarla o no será su problema. Regresaré en tres días a ver tu trabajo y más te vale haber hecho algo bueno —acabó con un tono amenazante.

    Toutousai sólo volvió a respirar cuando sintió aquella perturbadora presencia alejarse.
    —Este youkai nunca cambiará —miró los colmillos y se preguntó cómo sería el muchacho que iba a empuñarla—. Si es como el padre, será una amenaza, más me vale modificar los poderes de la espada…

    De pronto, tenía dos ojos rasgados mirándole muy de cerca y volvió a gritar espantado.
    —Y no se te ocurra cambiar ni un ápice de lo que te he exigido.

    —Co-como tú digas… —al verlo alejarse, soltó un gran suspiro de alivio.

    Cuando Inu no Taishou le había pedido que cortara a Tenseiga de Tessaiga y mantuviera en ella los poderes capaces de destruir y crear vida a partir del vacío, temiendo a Sesshoumaru, había “reinterpretado” la orden del señor a conveniencia y había sellado la brecha hacia la oscuridad. Le había dicho al Señor “modifiqué un poco su capacidad”, sin ser muy específico. En el proceso, casi había perdido la cabeza pues, al sentirse torturado y engañado, el príncipe inuyoukai mínimo quería matarlo. Ya no, pero había estado cerca. ¿Obedecerle o no obedecerle?, hete ahí la cuestión.
    _____________________________________

    Al fin un nuevo capi para ustedes, espero que les ayude a pasar el trago amargo.

    Algunas de las tonterías de mi galería para disfrutarlas:

    http://asurama.deviantart.com/gallery/#/d4b0hz2

    http://asurama.deviantart.com/gallery/#/d49a0pu

    http://asurama.deviantart.com/gallery/#/d48aju8

    http://asurama.deviantart.com/gallery/30405618#/d49m5vt

    http://asurama.deviantart.com/gallery/30405618#/d49m5e8

    http://asurama.deviantart.com/gallery/30405618#/d48aa74

    http://asurama.deviantart.com/gallery/30405618#/d48a92d
     
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    Pan-chan

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    Como siempre me encanta cada capitulo que subes ^^ debo admitir que me ha sorprendido un poco la mala relación que hay entre los hijos de Miroku y Sango, creí que a estas alturas se llevarían un poco mejor,la pelea de la aldea me hace ver un lado de los antiguos personajes principales que nunca se mostró en la serie. Aquí hay peleas reales, malos entendidos y comentarios fuera de tono que luego traen arrepentimientos, espero que las cosas mejoren, la chica metió la pata hasta el fondo pero tampoco pueden crucificarla.

    Te digo algo? Sana se está ganando un lugar muy especial en mi lista de personajes favoritos, es simplemente genial, me encanta que sea tan extraña pero adorable, y su relación con Rin también me parece muy entretenida. Me reí mucho cuando Sesshomaru fue a visitar a Toutousai, tengo curiosidad de saber qué tipo de espada va a crear para Akyoushi, una que se amolde a su forma de ser (bueno, me reservo eso porque Sesshomaru odiaba en un principio su espada) por cierto, amé tus dibujos :3 unos fueron tiernos y otros cómicos (en especial el de I feel... xD omg no tienes idea de como me reí con ese)

    Gracias por avisarme de la conti, espero con ansias el próximo capitulo.
     
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    Whitemiko

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    hola amiga!!!
    Que puedo decir???

    Quiero llorar!!!!!!!!!!!!!!es que neta, pobre aki, le va como la fregada y parece que ahora todo mundo esta apestado en el castillo del este, primero Kanta, luego Sana, y por ultimo Aki pfff es que pobrecito, aunque....creo que en cierta medida se lo tenia merecido, pero pues esos mocosos se pasan, aunque recordando como era él con ellos...creo que mejor me pongo a hacer otra cosa en vez de defenderlo.

    Pfff esos hermanos se llevan peor que enemigos, mira que se les olvidara que son hermanos y se pusieran a pelear de esa manera, se estan volviendo unos hijos de su...bueno Sango no tiene la culpa, parece más bien que toda esa familia esta para la rastra, además creo que Inuyasha se esta pasando de desgraciado, que culpa tenia Miroku???aunque queda claro que todo mundo ve la paja en el ojo ajeno y no ve la viga en el propio ¬¬ el se encargo de maleducar a Kanta y encima era golpeador.

    Lo único pasable fue que Sana tuviera el detalle de visitar a Rin y que Sessho salvo a Aki de que le dieran una madriza...bueno aunque lo termino de golpear el al decirle que le diera sus colmillos, pobrecito u_u

    Espero la proxima continuacion!!lamento no haber comentado ayer pero es que mi madre me quita el internet ¬¬

    TQM!

    XOXO
     
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    Qué pena que no me haya pasando antes por aquí! Pero ando suuuper distraída, y pues ahora es que me digno a dejar un merecido comentario: Excelente. Como siempre, tienes capturada mi atención! Para el próximo capítulo, espero no estar en las nebulosas y avisparme para dejar el correspondiente comentario ;D
    Nos leemos en la próxima actualización!!
     
  15.  
    Asurama

    Asurama Usuario popular

    Cáncer
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    Gracias, pero al menos me gustaría que me dijeras algo respecto de mis capítulos, de su contenido quiero decir, porque excelente me dice... ok, escribí algo bueno, igual pudo haberme dado "like"... pero no me dice nada de tu opinión u_u
     
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  16.  
    Asurama

    Asurama Usuario popular

    Cáncer
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    Título:
    The Legacy
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    60
     
    Palabras:
    5258
    La estrella del comienzo

    —¡Ay! ¡Ya basta, estoy harto! —espetó enojado el hanyou—. Era nuestro lugar de juego, tú tienes la culpa por permitir que esos zopencos lo invadieran.

    Él frotaba frenéticamente la lanza de entrenamiento para sacarle el brillo, ya que ahora tenía el número mínimo de sirvientes, no lo harían por él.
    —Eso fue antes de saber que querían comerme el hígado —por dentro todavía estaba ardiendo.

    Bruscamente puso un pie sobre una de las tarimas de almacenaje.
    —Me sorprende que no lo supiera, señor alto-cociente-intelectual —dijo con un tono altamente sarcástico—. ¡No sólo hemos sido desplazados de nuestro territorio sino que además nos golpearon en él! Creí haberte dicho con toda claridad que los youkai son capaces de comerse entre sí, bien sabes que eres la competencia, apuesto a que esperaban con ansias esto, es más…

    —Si eres tan valiente, ¿por qué no te callas la boca y vas a reclamárselo?

    —¿Yo? Estoy aquí de mero invitado ¡esta casa es tuya, tú deberías ir a reclamárselo!

    —Para tu información, ya nada de esta casa me pertenece, ni la familia, ni las tierras —Kanta iba a hablar pero él le puso la lanza al cuello—. Y ni se te ocurra decir que estamos en igualdad de condiciones, maldito hanyou…

    —¡Paren de pelear! ¡Parecen un matrimonio viejo!

    —¡Sana! —ambos, confundidos, miraron en todas direcciones, pero ella no estaba ahí. Había sido sólo su telepatía. Seguramente estaba en su cuarto como siempre.

    —¿Solo se molestó en parar la discusión? —inquirió Kanta incrédulo.

    —Es que no me dejan dormir —reverberaron las palabras de ella.

    —Me sorprende que duerma tanto.

    —Ella nunca “duerme”, a menos que oyakata-sama le obligue —le dijo el joven inuyoukai—. La mayor parte del tiempo está enfocando su energía ¿de dónde crees que saca tanto empuje?

    —Cállate, mocoso, ya te gustaría tener la mitad de su poder.

    Después de bufar, Akyoushi salió campante del almacén y extendió un brazo, contrayendo la garra como si sujetara algo con violencia y lentamente lo apretara. Kanta lo siguió intrigado y vio que su primo miraba una columna de piedra que sostenía la estatua de un Koma-Inu. Vio a su primo apretar la garra hasta convertirla en puño y en ese instante, aquella estatua se partió literalmente en cuatro pedazos. Y luego se hizo polvo.
    Kanta se quedó boquiabierto.

    —Todos los inuyoukai tenemos poderes psíquicos, pero los de la princesa son más “fuertes” porque no usa otras habilidades.

    Se preguntó de los efectos directos en una batalla y recordó algunas capacidades de Sana.
    —¿Y por qué no los utilizaste para detener la putiza de tus amiguitos los cortesanos?

    —La mayoría de nosotros no los usamos y tendemos sólo a recordarlos cuando la cosa se pone fea.

    En efecto, un inuyoukai sólo atacaba con sus poderes psíquicos cuando se sentía amenazado. Tal era el caso de líder, que recurría a la psicoquinesia cuando estaba físicamente impedido o incluso llegaba a conectarse con las intenciones de los suyos para conseguir una defensa más cerrada.

    —Tampoco nos sirven frente a un oponente de mayor nivel que pueda tener mayor control que nosotros.

    Kanta se cruzó de brazos. En definitiva, estaba tan convencido de que papi vendría a ayudarlo que no hizo nada.
    —Pon la excusa que quieras, pedazo de cobarde. Al fin y al cabo, la Escuadra de los Tarados debe estar regodeándose de que el bueno de tu papi te quitara los colmillos.

    Akyoushi le lanzó un golpe que Kanta pudo detener apenas y a medio centímetro de su cara.

    —Sí, ahora sólo te falta que la Guardia Mala agarre el valor y te orine encima —entrecerró los ojos, el chico todavía estaba molesto aunque los colmillos le hubieran vuelto a crecer—. tienes la culpa por haber hecho enojar a oyakata-sama.

    Apesadumbrado, Akyoushi bajó el brazo.

    —Antes de conocerles, mi padre me dijo algo que no comprendí “si quieres seguir vivo, jamás toques a Rin”, ahora tiene bastante sentido. Sería mejor que te murieras.

    El inuyoukai no quería hablar de eso. Las palabras de Kanta resonaban en su cabeza. Cuando su padre le había dicho que se atara una roca al cuello y se arrojara al mar, había tratado de decirle “¡Cuánto sufrirás!, no sabes lo que te espera a partir de ahora, antes de soportarlo, sería mejor que te murieras”. Kanta tenía razón, en esos momentos, su deshonra era tanta que, antes de soportarla más, era preferible suicidarse.

    —Ni pienses en suicidarte o te voy a reventar a golpes, mocoso.

    —Como si pudieras —momento—. ¿Me has leído la mente?

    —¿Qué esperas? ¡Tengo sangre de Inuyoukai! —lo miró como burlándose— ¡Nah! Es que estás tan desinflado que no me extrañaría que hicieras alguna estupidez. Mira las cosas por las que he pasado, hambre, frío, enfermedad, nadie vino a ayudarme y todavía no me he matado. Sigo vivo porque los aprecio a ustedes.

    Akyoushi se marchó.
    —Eso significa que, si nosotros no existiéramos, de todas formas te matarías.

    —¡Nada de eso! —se le interpuso en el camino de un salto—. Fuiste educado para volverte fuerte, pensamientos como esos jamás deberían cruzar por tu cabeza. Tú no eres así. Tú no eres la víctima aquí, Rin es la víctima. Así que deja el teatrito de autocompadecerte, cae de una vez en la cuenta de que al mundo le encanta patear culos ¿Todo esto es porque un grupo de idiotas se creen en derecho a degradarte? ¿En qué son superiores a ti? ¿Les debes algo acaso? —comenzó a hacerlo retroceder.

    —Kanta…

    —Tú no dependes de ellos, no dependes de nadie. Tal vez no lo recuerdes de la aldea porque los humanos no te interesan, pero los hijos de Miroku y Sango, aún si sus padres debían ausentarse, preparaban por sí mismos sus propios entrenamientos y los sorprendían, aún desde muy pequeños, y todavía les quedaba tiempo para jugar conmigo. ¿Cuánto más es capaz de hacer un inuyoukai?

    —Kanta, escucha…

    —Me sorprende que alguien con tanta voluntad haya caído en el juego estúpido de Akuma: tanto era tu miedo de ser abandonado por tu padre que provocaste que te abandonara —Akyoushi iba a darle la espalda, pero su primo volvió a interponérsele—. ¡Pues bien, ya va siendo hora de que le demuestres a oyakata-sama que ni Akuma ni los suyos son obstáculos para ti! ¡Que le demuestres que eres digno, que perteneces a este clan!

    Lo decía sin ningún atisbo de duda.

    —Akyoushi, no puedes escapar de quién eres.

    Mal que le pesara, el hanyou tenía toda la razón.
    —¿Pero por donde empiezo?

    Kanta se hizo hacia atrás con una sonrisa maliciosa y un brillo en los oscuros ojos.
    —Podrías empezar por devolverles el favor.

    Akyoushi le contó que aquellos youkai no siempre le habían tratado así, habían crecido juntos y eran compañeros de pelea.
    Le contó que en una oportunidad, cuando aún eran jóvenes, había llegado a las tierras del Oeste un terrateniente del Norte, que había pasado largo tiempo fuera de Yamato, intentando establecer un imperio, pero no había tenido suerte por falta de recursos y de apoyo, además de carecer de poderes que se lo permitieran —aparentemente, el idiota se creía daiyoukai—. Se decía que había perdido todas sus posesiones en la era de Hyouga y debió levantarse desde cero.
    Akyoushi sabía de buena fuente que ese youkai era un gran manipulador y había absorbido a otros clanes con gran facilidad, engañando y estafando a muchas familias de la Corte. Además, estaba acompañado por un mini-idiota, que fungía como la herramienta usada para engañar a otros clanes. Era supuestamente el hijo y, aunque aparentaba la edad de Akyoushi, era más viejo que Kanta y era medio psicópata, inmaduro y abusivo.
    El príncipe no sabía si su padre manejaba aquella información, pero sabía que el idiota uno y el idiota dos habían engañado a los Grandes Señores durante años, pues sabían guardar las apariencias y eran los favoritos de la Dama Kitsune. La Dama Kitsune era una emperatriz poderosa, la daiyoukai que reinaba en las Tierras del Norte, donde Akyoushi había nacido. Se decía que era muy buena, pero muy rígida y favorecía enormemente a aquellos en quienes confiaba.
    Akyoushi y los otros se habían enterado de que esos torayoukai habían llegado allí con el propósito de engañar a Inu no Taishou, tomar por esposa a la princesa y quedarse con todo. Siendo niños, no podían hacer mucho y hubieran dejado aquello en manos del líder, pero aún así el príncipe había quedado muy mosqueado por la forma en que esos youkai besaban los pies de su padre, así que había tramado una serie de planes junto con los otros niños y, juntos, les habían hecho a los torayoukai muchas travesuras, de las cuales seguramente tendrían memoria hasta la fecha.

    Ahora, se sentía traicionado. Y Kanta tenía razón, era hora de pagarles el favor.

    Los hijos de los cortesanos estaban entrenando en la parte trasera de los jardines que se había convertido en su refugio, jugando a que tratarían como Akyoushi al que perdiera, cuando una tormenta los agarró de improviso. Al voltearse, se hallaron con que la tormenta era un rugido y el causante, un enorme y enojado cachorro blanco.

    —¡Prisión helada!

    Todos huyeron antes de enterarse de lo que pasaba en el jardín. Sentado encima de una luna azul plateada, un hanyou se partía de risa.

    Dentro del ardiente volcán que era ajeno al clima invernal del exterior, el maestro forjador trabajada arduamente, cuando un violento viento hizo entrada a su cueva de huesos ¿viento en una montaña de fuego? Le traumatizaba la aparición de Sesshoumaru, por lo que se quedó paralizado a la espera de unas palabras.

    —¿Has terminado el trabajo que te encargué, Toutousai? —preguntó parsimoniosamente en un tono que al herrero le sonó a amenaza.

    Se levantó golpeándose los hombros para aliviar la tensión del trabajo y fue hasta una funda negra que descansaba sobre un soporte al fondo de la cueva. Tirando la funda a un lado, descubrió una espada de empuñadura azul plateada, que descansaba dentro de una vaina igual.
    —He terminado. La espada del colmillo de tu cachorro —caminando hacia el daiyoukai, la dejó sobre el suelo para que éste la tomara.

    Sesshoumaru la miró por un momento y luego, se inclinó y la tomó y volvió a mirarla. Finalmente, la desenvainó. Toutousai, esperando una apreciación de su trabajo, vio en el rostro del inuyoukai el tipo de sonrisa infantil y juguetona que no le había visto poner desde que tenía aquellas maneras aniñadas, varios años atrás. Aquella espada poseía una hoja lisa con un brillo poco común, su aura era fría y su filo parecía ominoso.

    —Esta espada de colmillo es capaz de desatar una fuerza explosiva sin intenciones malignas —le contó el viejo—, sin embargo, no has de esperar una expresión de poder como de Tessaiga o Bakusaiga porque, a diferencia de esas poderosas herramientas, esta espada no provienen de un daiyoukai, sino de un débil cachorro. Creí habértelo advertido hace tres días.

    —Entiendo.

    —Pero además, digamos que… he modificado un poco su capacidad al uso para que no cause problemas.

    El daiyoukai pareció complacido en aquellas palabras. Al instante, Toutousai tenía el extremo de aquella hoja contra la garganta.
    —Jódete con ella. Te dije que no le hicieras nada. Vengo al que es conocido como el más talentoso maestro forjador y obtengo esto.

    —E… espera…

    —¿Esperar? no tengo tres días para estar perdiéndolos en ti y tus estúpidas mañas —la vida de su hijo podía estar en juego y este ignorante creía que podía tener más autoridad que él.

    Toutousai comenzó a sudar copiosamente y su sudor se evaporaba con el calor del volcán.
    —Medio día. Dame medio día para reforjar el arma… pero en manos de ese chico…

    Yo conozco a mi hijo y tú sujeta esa lengua de víbora si no quieres perderla —soltó la espada, cayendo ésta al suelo, justo frente al herrero y salió de la cueva.

    Toutousai suspiró de alivio, había estado muy pero que muy cerca. Pensó que la reacción podía ser diferente, como con Touga, que pese a no haberse mostrado conforme, no había preguntado nada respecto de “la capacidad de la espada”.

    Sesshoumaru bajó de la montaña con paso duro y rápido, yendo hacia el nevado paisaje con ruido en la cabeza, medio deseando tener por sí mismo la capacidad de lectura de Sana. Bien sabía que en el pasado había cometido errores, y podía volver a cometerlos, pero ahora, estando a la cabeza de una familia, no podía darse ese lujo. No quería equivocarse en nada que respectara a su familia. Y sabía que era una locura dejar una sola arma donde había tantos descendientes, si bien no la había hecho forjar para ellos. De cierto eran perros y, más allá de su intelecto, actuaban como tales; ya veía que se mataban a ver si podían robar el Colmillo. Sólo había una manera de impedirlo y tendría que usarla.

    —¡Sesshoumaru-sama! ¡Qué bien verlo de regreso! —saludó el renacuajo, arrastrando consigo a Ah y Un— ¿y la espada de Toutousai? —al instante, salió volando a causa de una patada, gritando al aire su desconcierto.

    El inuyoukai tan sólo se quedó callado aguardando una señal. La espera se le hizo eterna, fue como si en esos instantes, cada segundo de su vida pasara frente a sus ojos y fuera analizado una y otra vez hasta el cansancio, hasta entenderlo todo con alarmante claridad. Se preguntó cómo estaría Inuyasha ahora, si se habría sobrepuesto a la muerte de su bebé… si estaría enojado con la humana… sentía el fuerte impulso de ir y decirle la verdad, pero lo reprimió. Pensó en la última visita que había hecho a Kohaku, él le había expresado que quería regresar a las Tierras del Oeste pese a saber que aquello no era posible. Nunca había pensado tanto en los otros y en sí mismo como en los últimos seis días, en especial desde que Rin llegó a anunciarle que tendría lugar el nacimiento de otro cachorro. Fuera aquello bueno o malo, sucedería. ¿Y qué pasaría con Sana y Akyoushi entonces? ¿Qué harían? Akyoushi había intentado evitar que naciera y, peor aún, había herido los sentimientos de Rin, su confianza ¿y Sana? La que había arriesgado la vida de un monje y llevado entre las patas a la negligente Kagome ¿simplemente se quedaría observando? él mismo había visto que carecía del sentido de culpa. También se había dejado usar por conveniencia, que no hubiera reaccionado ante la noticia no era seguridad de nada. Era capaz ¿Entonces qué le quedaba? ¿Agarrarlos a todos y encerrarlos de por vida? ¡No, no podía hacer eso!
    Cuando quiso darse cuenta, tenía al sol sobre su cabeza. Los tres días que eran necesario para la sanación de las heridas de un youkai de la media eran los tres días que se necesitaban para a creación de una espada. A la hora convenida, no esperó para subir nuevamente y encontró al herrero a punto de terminar el trabajo.

    —¡Espera, Inu no Taishou! ¡no me mates! —levantó la hoja al rojo vivo—, aquí está la espada reforjada con la habilidad de ataque y defensa tal y como pediste, le quité el escudo que le había puesto pero no vengas a reclamarme cuando alguna desgracia suceda —acabó de ensamblarla y se la entregó.

    El inuyoukai examinó de nuevo la espada y la notó algo diferente, pero no estaba seguro de por qué.

    —Es una buena arma. Sin embargo permanecerá contigo. Ocúltala donde nadie pueda encontrarla y que así permanezca. No le será entregada esta arma hasta que no demuestre ser digno de empuñarla.

    —Ah, veo que entiendes a tu padre…

    El inuyoukai le gruñó y en el acto el herrero cambió de tema.

    —El colmillo de tu cachorro es impresionante, parece de cristal de hielo.

    —No —Sesshoumaru miró al viejo—. Será Shinseiga, el colmillo del renacimiento.

    Así que Shinseiga.

    —Escucha, Toutousai, dile a Akiyoushi que, en el momento en que sostenga esta arma, será el preciso momento en que recupere todo lo que perdió por su inconciencia —volvió a tendérsela al anciano, que la tomó algo indeciso.

    “¿Dile?” ¿Y por qué no iba a decírselo él mismo? Por unos instantes, miró boquiabierto al inuyoukai.
    —¿Estás seguro?

    —Nadie debe saber que esta arma existe —cuando Jaken se lo cuestionó, sólo respondió que Toutousai había sido un inepto y, olvidando todo lo que había sucedido, emprendió el regreso a casa.

    ******

    Después de recibir el informe del mejor camino hacia el Oeste, asintió y despidió a sus soldados. A ninguno le había dicho por qué enviaba vigilar aquel camino. De todos los que había enviado, ninguno había tenido el valor de ir más allá de los límites de sus tierras. Tal vez era un miedo instintivo. Pero este no era un momento para sentir miedo y tenía que decírselo a su hija. Le transmitió desde su interior que nadie debía enterarse de aquello para que la misión no se frustrara. No iba a ser en lo absoluto sencillo, pero debían ir al Oeste y uno de los dos debía regresar con aquella luz para forjar así un arma que fuera capaz de convocar y derrotar a Akuma, desplazándolo de las tierras del norte que había tomado como su árido dominio. Sana estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario con tal de recuperar sus poderes pero…

    —Pero sin mis poderes, no seré capaz de soportar siquiera acercarme a ese lugar y no seré de mucha ayuda —no podía hacer nada hasta no recuperar las facultades que le había quitado Akuma, sólo estorbaría.

    —Princesa, tienes que confiar en mí. Si confías en mi voluntad, quizás ésta será lo suficientemente fuerte como para compartir contigo parte de mi fuerza y así puedas asumir tus habilidades, aunque sea por un tiempo.

    Ella se negó, pues si su padre ponía su esfuerzo en mantenerla a ella en pie, no podría enfocarse en su objetivo principal, que era obtener la Luz. Pero no había nadie más que fuera capaz de hacer eso, Sana sabía que Rin no podría resistir aquello de ningún modo y no quería poner en riesgo la vida de Akyoushi. Pero tampoco podía dejar que su padre fuera solo.
    De vez en cuando, el miedo impartido por Akuma le nublaba el sentido y se adueñaba de sus decisiones, de la falta de las mismas y de miedos e inseguridades que ella no había creído tener, confundiéndola. Akuma, aún ocultándose bajo la tierra, se había vuelto un rey despótico en su cabeza y su voluntad cada vez flaqueaba más, impidiéndole recuperar el control de sí misma y desoír a ese monstruo informe que amenazaba con corromperla y hacerle olvidar su verdadera naturaleza. Sola, era probable que perdiera la batalla. Pero no podía decirle eso a su padre, temía que él tomara el sentido práctico y decidiera aniquilarla y, tal y como los kage le habían dicho, ella estaba perdiendo la voluntad de matarse y prefería vivir por sobre todas las cosas.

    Así es, no lo haces por pura solidaridad, no puedes acompañar a tu padre porque temes a la muerte, eres cobarde.

    Ella quería acallar esa voz, porque no quería ser llamada cobarde, su orgullo no lo permitía.
    Sesshoumaru no tenía tiempo para perder mientras su primogénita se debatía entre seguirlo o no, ni le sobraba paciencia para esperar la decisión de ella o aguantar su confusión, ya que tenía suficiente con la propia, de modo que, bajo una férrea orden, la obligó a seguirlo y ambos partieron sin avisar a nadie de sus intenciones.
    Sesshoumaru puso toda la fuerza de la que era capaz en recordar la forma verdadera de su hija y ella finalmente pudo asumir la figura de la esbelta perra de patas negras, aunque esta vez no fuera real, sin embargo, aquello le significaba al daiyoukai un gran esfuerzo mental.

    —Honorable padre, esto no es bueno —intentó convencerlo, mientras salía en la persecución del veloz inuyoukai—. Darme mi forma le insume demasiada energía, usted necesita de su poder…

    —Necesito que tengas el ciento por ciento de tu fuerza para superar las pruebas que habrás de encontrar en este viaje —contestó sin dejar de correr, consiguiendo escalar la montaña más alta y dar un salto que le elevaría al cielo como un espíritu volador nocturno.

    Ella no tuvo oportunidad de volver a quejarse, no conocía por sí misma lo que había más allá de las montañas, salvo por visiones, pero sabía que su padre no estaba errado.
    Mientras más volaban a través de la noche, un gran valle se hizo evidente en la distancia y ambos aumentaron el paso. Pero antes de poder cruzar el valle, una densa bruma entorpeció sus sentidos y ambos se separaron.

    —¿Sana? —Sesshoumaru volteó confundido, buscando a su hija, pues sus sentidos no podían contarle en dónde ella estaba. Ni siquiera sabía en dónde se hallaba parado ¿se habría perdido? Aquello era inoportuno ¿acaso su hila le había abandonado así nada más?— Sana, eres mi hija ¡y eres una daiyoukai! ¡no te comportes como una perra cobarde! —sólo su eco le respondió y entonces comprendió que estaba solo.

    ¿Qué hacer? ¿buscarla? A lo lejos, la luz que se hallaba en lo alto de la última morada de los Antiguos, parecía llamarlo de manera siniestra. Tal vez con esa luz pudiera hallarla. Echó a correr nuevamente hacia el valle, pero una gran figura se le interpuso en el camino.

    —¿Qué? —al disiparse la bruma, pudo ver a su padre, justo como antes. El titánico inuyoukai se cernía imponente frente a él, agazapado, atravesándolo con la mirada—. Honorable padre, necesito de su ayuda, tengo que llegar a la última morada de los Antiguos ahora.

    El otro perro no le respondió, más bien se le arrojó encima.

    Sesshoumaru retrocedió confundido, evadiendo el ataque, sin poder quitar la mirada del que se veía y olía como su verdadero padre. No era una ilusión, entonces ¿por qué le atacaba?
    —Padre ¿por qué me ataca?

    Mostrándole los colmillos, la bestia volvió a saltarle encima, destruyendo parte de una montaña cuando su ataque volvió a ser esquivado.
    —Padre, ¿es que no me reconoce?

    El youkai concentró una esfera de energía en sus fauces, para lanzársela con violencia, provocando una explosión que Sesshoumaru apenas pudo esquivar.

    —Honorable padre, soy yo, el príncipe. Soy Sesshoumaru. —ya estaba en guardia, esperando cualquier próximo ataque en caso de que su padre no mostrara uso de razón— Padre…

    Aquellos fríos ojos rojos se clavaron en él.
    —Sesshoumaru… —murmuró con una voz espesa—. No te dejaré avanzar más —se puso en guardia también y las melenas de ambos fueron agitadas por el viento.

    —¿Pero qué está diciendo? Padre, este es el camino que lleva a la única posibilidad de derrotar a Akuma, la única posibilidad de salvar a su clan —su voz hizo eco entre las montañas.

    —Ya te lo he dicho, no te dejaré avanzar por este camino —ladrando, se lanzó hacia él con violencia, tomándolo por sorpresa, lo agarró del cuello y lo lanzó hacia atrás, volando Sesshoumaru por los aires—. No avanzarás por este camino, ni tú ni tu hija.

    Sesshoumaru se recuperó en el aire, consiguiendo caer de pie y apoyarse en la ladera de la montaña que su padre antes había destruido. Gruñó.
    —¿Qué dice? ¿Prefiere que su clan y todos los clanes de la tierra perezcan ante la Oscuridad? ¿Quiere verme morir a mí? ¿Y a Inuyasha? ¿Desea la muerte todo su linaje incluyendo a sus nietos?

    Pero su padre permanecía impasible y con una mirada dura en sus rojizos ojos.
    —Lo que hay más allá de este valle no fue hecho para ser tomado por criaturas tan débiles como ustedes —se preparó para atacar.

    —¿Acaso es usted perro faldero de su creador? —se adelantó a su padre, lanzando un zarpazo que hirió aquel pétreo rostro.

    Su padre reaccionó en el acto y, retrocediendo para alejarse de su alcance, impulsó su garra y le atravesó el pecho. Sesshoumaru, al recibir el impacto, se quedó congelado, sintiendo el olor de su propia sangre, que manaba como un río, manchando su blanco pelaje del color de la muerte.

    —Un ser como tú no cuestionará el designio de los Antiguos.

    Saltando hacia atrás, se impulsó de una de las montañas, al tiempo que cerraba la herida con su youki.
    —¡¿Cuándo Touga-ou perdió su dignidad?! ¡¿Su orgullo?! —rugiendo, le saltó directo al cuello pese al dolor.

    Pero su padre no se quedó esperando.
    —¡Te trataré justo como tú has tratado a tu hermano! —el viejo youkai saltó hacia él listo para darle una mordida baja.

    Ambos inuyoukai comenzaron a pelear una cruenta batalla de rasguños y mordidas, manchando de sangre la entrada del valle, arrancándose pedazos de carne cual si estuvieran llenos de odio y rencor.

    —¡Llegaste demasiado lejos, no sabes por lo que he pasado! —agarró de una pata a su padre y lo lanzó por el aire. Éste, en el aire, le escupió una esfera de youki. La explosión lo separó— ¡Me las pagarás esta y todas! —se lanzó hacia su padre con violencia, como si fuera un desconocido, un verdadero enemigo—. Me llevaré lo que hay allá… —jadeó y se preparó para seguir atacando— …romperé la maldición que nos ha sido dada por tu culpa…

    —¿Por qué tan enojado? ¿por qué tan preocupado? —Touga comenzó a caminar en semicírculo, buscándole un punto débil y Sesshoumaru realizó el movimiento opuesto, comenzando a acecharse ambos en círculos, mientras se enseñaban los poderosos colmillos—. ¿así de repente te preocupas por tu clan, que te lanzarás a ese monte en busca de cualquier resplandor que represente una burda esperanza? —gruñó— ¿Qué te hace crees que con eso todo acabará?

    Nuevamente se lanzaron el uno contra el otro y rodaron por el suelo escarpado, abriendo grietas en la montaña cercana. Ambos se separaron cuando Sesshoumaru quedó abajo, pero volvieron a lanzarse el uno contra el otro.

    El viejo youkai soltó un potente rugido.
    —Como tu padre y tu líder, te ordeno desistir de esta estupidez…

    No, él ya no era su líder, desde hacía tiempo no lo era.
    —Estoy cansado de verlo entrometerse en mi vida para entorpecerla —le lanzó un zarpazo que Touga apenas esquivó agachándose— …de estar atado a las miserables reglas de su juego, de su maldito rostro —vio en retrospectiva la silueta de Kanta— …Pero ya no, lo borraré en este mismo instante —se lanzó hacia él, recibiendo una dolorosa mordida en el hombro, pero no se amedrentó y, sujetándolo con sus garras, le mordió el cuello, echándolo hacia atrás con violencia inusitada.

    Ambos inuyoukai rodaron por la ladera que se interrumpía abruptamente y cayeron por un despeñadero, quedando ambos sostenidos por las paredes con sus garras.

    Sesshoumaru sintió que una fuerza ajena a sí mismo suprimía repentinamente sus poderes, devolviéndole su forma humana y, al mirar hacia el lugar donde había caído su padre, lo vio suspendido en el aire como si fuera una figura etérea que el viento del despeñadero se iba llevando. Aquel rostro moreno se giró hacia él y esos venerados ojos dorados le dedicaron una mirada llena de compasión. ¿Por qué tal cambio?

    No lo hagas… Príncipe, no vayas a ese lugar de muerte.

    Sesshoumaru abrió los ojos, pero no alcanzó a preguntar nada, pues la figura de su padre había desaparecido.

    Se sentó abruptamente en su lecho, con una sensación vívida en su interior, a pesar de que aquello podría considerarse un sueño. Las últimas palabras de su padre retumbaban en su ente, como si éste continuara hablándole. ¿Había venido a advertirle que corría peligro solamente? ¿Tal vez su hija habría recibido el mismo tipo de “advertencia”?
    Fue hasta una ventana y observó la luna. Tal vez su padre había creído ingenuamente que, si le mostraba lo difícil que era oponerse a Akuma, él desistiría de buscar herramientas y métodos para vencerle. Pero Sesshoumaru no era de los que se dejaban amedrentar por un reto o una prueba.

    —Estúpido, si no quería que fuera, no me hubiera mostrado aquel lugar —pero no era como si tuviera muchas opciones. Estaba mentalmente preparado para ir hacia la última morada de los Antiguos y afrontar las consecuencias y esperaba lo mismo de su hija—. Princesa, prepárate, en la mañana partiremos.

    _____________________________________
    Buenas, buenas, Luchy viene con nuevos aires. Aquí les presento la novedad.
    新星牙
    Shinseiga
    "El colmillo del renacimiento"
    "El colmillo de un nuevo gobierno"
    Literalmente: "Comillo Nova"
    Es la espada que, por orden de Sesshoumaru, Toutousai forja con los colmillos de Akiyoushi, con la premisa de que no le sea entregada antes de que éste muestre ser digno.
     
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    Pan-chan

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    Excelente capitulo, me gusta todo eso de la espada Shinseiga aunque me da algo de curiosidad saber de qué manera Akyoushi se hará digno de ella (hay que afrontarlo, el chico necesita crecer). La pelea entre Sesshomaru y su padre me tenía muy confundida en un principio, ya sabemos que el metodo cariñoso de ese padre para proteger a sus hijos es tratando de matarlos en los sueños (y después algunos se preguntan por qué Sesshomaru es tan duro con Akyoushi..) creo que será una prueba dificil para Sesshomaru y Sana, espero que puedan manejarlo apropiadamente.

    Por cierto, me parece algo ironico lo de la espada de Akyoushi, creo que Sesshomaru está siguiendo la misteriosa tradición del regalo aparentemente inutil que solo se volverá util cuando su propietario "esté listo". Pero a pesar de todo creo que este personaje nos sorprenderá mucho más adelante, Akyoushi puede ser algo inseguro a veces pero tiene buenos sentimientos (bueno, tratar de matar al hijo de de Rin no demuestra sus buenos sentimientos) es valiente y quiere demostrar que es digno de ser un principe, seguramente pronto recuperará el orgullo perdido.

    Por ahora me despido, no tardes mucho en actualizar ;)
     
  18.  
    Asurama

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    The Legacy
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    Al acecho

    Lastimeros aullidos llenaron el aire oscurecido. Los enormes lobos corrieron apresurados, levantando la nieve a su paso y dejando sus huellas, haciendo que el bosque se estremeciera.
    Les había costado mucho mantener en pie al Clan luego de la muerte del líder, veinticinco años atrás. Muchos habían amenazado con marcharse, pero pronto entendieron que, si se dividían, morirían. Las manadas de todo el mundo fueron reuniéndose poco a poco, hasta formar un grupo sólido, jerarquizado, poderoso.
    En los meses cálidos, todo era sencillo, pero con la llegada del invierno, siempre temían que alguna otra desgracia fuera a ocurrirles, la comida escaseaba y se vieron obligados a atacar nuevamente a las aldeas o a los humanos desprevenidos. Los animales domésticos eran buenas presas pero, sin duda, los humanos eran los más fáciles de cazar. No tenían elección, aquello era vivir o morir.

    La mujer corría apresuradamente, intentando llegar a la primera aldea que hallara en su camino, estaba lejos de casa. Las pocas hierbas medicinales que había podido conseguir en las montañas, iban a costarle la vida. El viento frío le irritaba la piel, haciéndole sentir que le clavaban miles de agujas. El vapor de su respiración agitada se convertía en escarcha. Mientras más corría, más cerca podía oír los aullidos.
    De la profundidad del bosque, hizo aparición una pareja de lobos gigantes, que tenían tres colas y que eran seguidos por toda una manada detrás. El macho saltó hacia ella con las fauces abiertas, cuando algo lo empujó con fuerza y lo hizo chocar contra un árbol. El resto de la manada saltó hacia la mujer, pero nuevamente todos fueron embestidos por una fuerza invisible, que los arrojaba contra el suelo y los golpeaba. Confundidos, giraron sobre sus pasos y huyeron nuevamente hacia el interior del bosque.
    La mujer tampoco lograba entender lo que sucedía. De repente, en el suelo cubierto de nieve, aparecieron huellas. Asustada, se levantó y corrió, alejándose del lugar. Las huellas se internaron en el bosque, en dirección a las montañas, persiguiendo el rastro de los yourouzoku.
    De pronto, el rastro se dividió y las huellas se detuvieron. ¿En dónde estaban esos bastardos? El aire tembló a su alrededor, volviendo visible su forma semihumana, de largo cabello rojizo y ojos verde esmeralda.
    Risas surgieron del bosque, rodeándole. Desde las sombras, aparecieron una a una las siluetas de las bestias. Miró en todas direcciones. Le habían cerrado completamente el paso.

    —Miren nada más —dijo la gruesa voz del alfa—, un kitsune youkai que pretende pasarse de listo.

    —No podrás derrotarnos —dijo otro.

    —Se hacen los valientes porque andan en manadas —replicó él.

    —Y tú eres lo suficiente tonto como para desafiar a la manada —le espetó el alfa—. Aprenderás lo que les pasa a los que se meten con un yourouzoku.

    —Tienes una gran bocaza —espetó el kitsune con recelo—. ¿Por qué atacaron a esa mujer humana?

    El alfa rió.
    —La tierra está yerma y la comida escasea y tú nos hiciste perder a nuestra presa —todos comenzaron a cerrar el círculo mientras reían—. Pero al menos cenaremos un kitsune imbécil para vengarnos.

    —Idiotas, ¿no saben quién soy?

    —Nos importa un carajo quién seas.

    Los yourouzoku saltaron sobre él con las fauces abiertas. Él giró sobre sí mismo, lanzando una patada a la cara del alfa, que cayó de lado, envuelto en una feroz bola de fuego azul. Nunca antes había peleado contra un fuego de zorro que quemara como el infierno. En el mismo instante, los demás cayeron sobre el kitsune.

    El alfa recuperó el impulso y le saltó al cuello, pero el kitsune tomó la forma de un oni gigante de piel oscura y se los quitó a todos de encima, a fuerza de golpes. Tenía heridas en el pecho y piernas, que comenzaban a sangrar, provocadas por las mordidas de aquellos youkai.
    Se puso en guardia. Aquellos youkai se levantaban y se preparaban para lanzar un segundo ataque, más furiosos por el desafío ¡un simple kitsune no podía ganarles!
    La hembra alfa saltó al cuello del oni, el cual se alargó, para dar paso al cambio de forma. Se había convertido en un dragón dorado que escupía llamas azules verdosas. Algunos alcanzaron a esquivar el ataque, pero más de la mitad de la manada fue quemada por aquel infierno.
    Este no era un youkai cualquiera. Probablemente, estaba más cerca de ser un daiyoukai que cualquiera de ellos, a pesar de que era en verdad muy joven. Sin dudas, tenía voluntad.

    —Pero te falta tamaño ¡Te enfrentarás a un verdadero daiyoukai! —el alfa consiguió morderle el cuello e invocar un relámpago que lo dejó aturdido.

    Con la transformación desecha, el kitsune cayó al suelo, en shock y comenzó a convulsionar a causa de la descarga eléctrica, con los ojos vidriosos, mientras los demás lobos se acercaban, dispuestos a destazarlo. Puso toda su voluntad en levantarse.
    —No me jodas… lobo apestoso… ¡Tú no eres un verdadero daiyoukai! —tomó la forma de un verdadero zorro, como su padre y le saltó al cuello, mordiendo con colmillos más filosos que una espada, quemándolo con ese fuego que podía ser tanto protector como destructor.

    Hete aquí que caía desmoronado el mito de que los kitsune eran los youkai más débiles.

    Al instante siguiente, era el alfa el que estaba tirado en el suelo, en medio de un charco de sangre, retorciéndose en medio del dolor y el olor a carne quemada. Los demás, confundidos, retrocedieron y luego se internaron en las montañas. Inesperadamente, una manada formada por ocho kitsunes aparecieron en el bosque, levantando la nieve tras ellos y se internaron en la espesura, siguiendo a los lobos.

    —¡Esperen! —les gritó Shippou, pero no fue escuchado.

    Salió a loca carrera, persiguiendo a sus congéneres.

    Un kitsune de piel dorada ágilmente se abrió paso entre la manada de lobos, que intentaron inútilmente morderlo y consiguió llegar hasta la hembra alfa. La atrapó del cuello con sus colmillos y la levantó en el aire, arrojándola con violencia contra la rama astillada de un árbol, que se le clavó hasta las entrañas. La loba gritó de dolor, al tiempo que los demás lobos se volvían para intentar ayudarla.
    Entonces, dos kitsunes rojizos se arrojaron contra los dos lobos que venían al frente y se enfrascaron en una pelea de cruentas mordidas, salpicando la nieve de rojo. Los zorros consiguieron sujetar a sus oponentes por el cuello y los azotaron con fuerza contra el suelo, una y otra vez.
    Los demás kitsunes se abalanzaron al frente, listos para atacar al resto de la manada, aún cuando fueran inferiores en número. Los lobos estaban confundidos, esos kitsune no eran comunes y no atacaban de una manera normal, sino violentamente, concentrando un youki peligroso: habían sido entrenados para ser asesinos. Una cruenta pelea entre las dos manadas youkai se desató.
    El primer kitsune que los había atacado apareció entre los arbustos y saltó hacia sus congéneres, liberando a los lobos heridos e interponiéndose en el camino y permitiéndoles así escapar.

    —¿Pero qué haces? —le preguntó consternado el cabecilla de pelaje dorado, mientras le mostraba los colmillos.

    —Déjenlos, no les ataquen.

    —Intentábamos ayudarte.

    —Me defendí bastante bien sin ayuda —les espetó enojado.

    Aquellos zorros estaban incrédulos.
    —¿Cómo puedes perdonar a tus atacantes?

    —No quieren pelear, estaban huyendo, esto era innecesario —miró a la loba agonizante y al reguero de sangre.

    —Era absolutamente necesario, no debiste haberlos dejado escapar, podrían volver a atacarte, Shippou —lo miró con el ceño fruncido—. No podíamos quedarnos de brazos cruzados, eres de los nuestros.

    Él negó enérgicamente.
    —No soy nada de un grupo de asesinos —lo empujó con brutalidad, haciéndole caer en la nieve y le mostró los colmillos.

    El líder de la manada lo miró confundido.
    —¿Y ahora atacas a los tuyos? ¡No es lo que nos enseñaste!

    Esos kitsune no sabían lo que hacían. Estaban traumatizados por las muertes de sus padres y no pensaban perder a nadie más del clan, por eso se habían entrenado como asesinos. Su técnica era mortal e incluso era probable que fueran más fuertes que él… y le superaban en número.
    Él no disfrutaba de enfrascarse en peleas innecesarias, menos con youkais pendencieros como estos. Mientras vivía en las montañas, había aprendido a ser frío y distante cuando la situación lo requería y, al igual que esos jóvenes, sufría también por la pérdida de sus padres... pero no usaba nada de eso como una excusa para asesinar ¡eso estaba mal!

    —Promete que no volverás a matar —le exigió.

    —Pero, Shippou…

    —¡Promételo! —sonaba furioso.

    El kitsune bajó la mirada.
    —Lo prometo.

    —Y ahora, lárguense de las montañas, no quiero más problemas.

    —Como quieras… si necesitas algo, búscanos, pero no nos pidas que cambiemos nuestra manera de ser… —la pequeña manada se perdió de su vista.

    Shippou gritó de impotencia y salió de ese lugar que olía a muerte.

    Aunque las horas pasaban, no conseguía ninguna presa, de seguir así, iba a morir de hambre y no pensaba hacer como los otros, que se aprovechaban de los humanos, porque sería una ofensa a sus mejores amigos. Mientras corría por el bosque, un youkai de pelo rojizo apareció corriendo a su lado. Por la forma del rostro y el color, se parecía a un kitsune, pero se trataba sólo de una extraña coincidencia de especies. Los ojos dorados del extraño delataban su verdadera naturaleza.

    —¿Qué hace un inuyoukai por estos bosques? —inquirió Shippou.

    El inuyoukai lo miró por menos de una centésima de segundo, sin dejar de correr.
    —El maestro… —se oía agitado, a pesar de la calma que reflejaba su rostro.

    —¿Qué le pasó a tu maestro?

    —El maestro está en problemas.

    ¿Acaso había escuchado bien? Shippou estaba seguro de que habían muy pocas cosas que podían meter en problemas a Sesshoumaru. Sin dudarlo, corrió tras el rastro de este youkai, pero al instante, le sorprendieron pasos detrás de él. Tres youkai de pelo oscuro y otros dos de pelo rojizo, todos con ojos dorados. No parecían conscientes de su presencia y lo pasaron por encima, aplastándolo, hundiéndolo contra la nieve y corriendo rumbo al suroeste.

    —Se dirigen a las Tierras —murmuró adolorido, mientras intentaba levantarse. Se quitó la nieve de encima, mientras jadeaba—. Demasiadas sorpresas para una sola noche.

    De repente, le sorprendió oír más pasos a través del bosque. Miró en todas direcciones: por doquier, ocultos por las sombras, enormes bestias corrían en la misma dirección.

    —El clan se está reuniendo.

    Y lo estaba haciendo increíblemente rápido, pero también había otros que parecían estar a la caza y que no eran inuyoukais. Murciélagos hyaki, hyounekozokus, yourouzokus, más kitsunes… onis…
    Escuchó zumbidos y al levantar la vista hacia el cielo, vio serpientes, mononokes… algo grave debía haber pasado.

    —Mierda, son rápidos, más me vale darme prisa.

    Decidió seguirles antes de que su rastro fuera borrado, podía adivinar mucha tensión en el aire. Entonces, cuando los grupos ya habían pasado las primeras montañas, Shippou fue nuevamente aplastado por un inuyoukai. Enojado, se levantó para gritarle, pero se quedó mudo.
    Éste olía a sangre humana, tenía el pelo casi blanco y vestía de blanco. El inuyoukai se dio la vuelta y lo miró con frialdad. El tiempo pareció detenerse.
    Shippou quedó sorprendido, no era Sesshoumaru, pero se le parecía, salvo por unos ojos de gato.

    —…Akyoushi —se impulsó sobre la nieve y corrió tras él tan rápido como le permitían sus patas.

    A duras penas, logró cogerle el ritmo.
    —Akyoushi, ¿qué pasa?

    El youkai ni lo miró ni pareció escucharlo, simplemente aumentó la velocidad de su silenciosa carrera. Aparentemente, había salido a cazar y evidentemente, se había comido lo primero que había encontrado: humanos.
    Shippou intentó acercarse para hablarle, pero el inuyoukai volteó con brusquedad y lo embistió, sacándolo del camino y dejándolo medio inconsciente. Shippou no pudo ver más. La alocada carrera de los otros integrantes de la jauría lo cubrió de nieve, mientras le pasaban por encima.
    El clan del Inuyoukai se estaba reuniendo… el clan del Inuyoukai se estaba reuniendo…

    —Aprovechemos y matemos al hijo de Inu no Taishou —dijo una burlona voz.

    Asustado, Shippou despertó, se quitó la nieve de encima y vio a unos hyounekozoku, devas pantera.
    Algunas horas habían pasado, pero los youkai aún se estaban reuniendo, aunque no para averiguar lo que sucedía. Algo había pasado con el líder del Clan Inuyoukai y estos tipos deliberadamente estaban pensando en tomar el poder por la fuerza. Ahora entendía por qué Akyoushi le había atacado, rompiéndole varias costillas. Estaba intentando defenderse.

    —No van a matar a nadie —espetó enojado el kitsune.
    Al levantarse sintió gran dolor, unas punzadas en el pecho.

    Las panteras, ahora conscientes de su presencia, le miraron con hambre.
    —Un kitsune aliado con esos idiotas… te descuartizaremos primero —afilaron garras y saltaron sobre él.

    Shippou lanzó un fuerte fuego de zorro, pero a ellos no pareció hacerles ni cosquillas. Golpeó el suelo, haciendo el truco de un torbellino y escapó aprovechando la confusión. Mientras lo maldecían, las panteras saltaron por encima de su ilusión y lo persiguieron. Primero los lobos, luego los perros y ahora, esto… Desafiarlos con tantas lesiones había sido una pésima idea.
    Las panteras lo atraparon y rodaron con él por la nieve, que descendía en un empinado camino, el cual acababa en una roca filosa. Él se golpeó en la cabeza y uno de los pantera en la espalda, los demás cayeron hasta aterrizar en una depresión de varios metros de profundidad, dejando grandes marcas en la fría nieve.
    Creyendo que se habían quitado de encima el estorbo, siguieron el rastro casi inexistente del joven inuyoukai impuro, tenían que agarrarlo solo mientras todavía pudieran.

    Algún tiempo después, Shippou despertó, sintiendo que se asfixiaba. Abrió los ojos y todo fue oscuridad.
    “Aguanta”, se dijo a sí mismo y, conteniendo la respiración, comenzó a abrirse paso hacia la superficie. Una fuerte nevada lo había sepultado, convirtiendo aquel bosque en una helada tumba. Enterrado vivo, moriría enterrado vivo bajo la nieve. Controló el pánico mientras seguía abriéndose paso con las garras. Sacó los brazos y se empujó hacia fuera. Recibió la primera bocanada de aire frío como un regalo del cielo.
    Le costó salir del agujero, pues había quedado atascado, su cuerpo estaba entumido por el frío y sus heridas habían empeorado. La nieve a su alrededor era roja.

    —Qué pequeño es el mundo —dijo una voz sobre él.

    Al levantar la vista, Shippou se encontró frente a uno de los lobos de aquella manada a la que había desafiado. Soportó que lo agarrara del cuello y lo golpeara una y otra vez contra el suelo y los árboles. No podía defenderse.
    Cuando lo creyó muerto, el lobo lo arrojó y se relamió, dispuesto a darse un festín. Entonces, su cabeza rodó hacia abajo.

    —¿Ahora nos dirás que está mal matar? —se burló uno de los jóvenes kitsune.

    Shippou estaba congelado y medio muerto, pero se esforzó y consiguió hablar.
    —No maten… a… nadie.

    —Sigues siendo un terco —los demás kitsune aparecieron a su alrededor—. Pero no te preocupes, te sacaremos de esta y pronto volverás a correr por la montaña con el resto de la manada, ya lo verás.

    —Algo…

    —¿Éh?

    —Algo le ha… sucedido… a Inu no… Tai-shou —lucía preocupado, nervioso.

    —Shhh… Ahorra tus energías —le suplicó otro de los kitsune, mientras lo abrigaba.

    Sus congéneres no parecían comprender su desesperación. Inuyasha…
    —El Clan del Inuyoukai está… en problemas… —respiraba con dificultad— Inu… Inuyasha debe… saber… —fue lo último que dijo antes de desmayarse.

    Todos se miraron consternados. ¿Inu no Taishou? ¿Inuyasha? ¿A ellos qué les importaba lo que les sucediera a un grupo de perros de montaña?

    ******

    Inuyasha no había podido conciliar el sueño aquella noche. Había algo intranquilo en el aire, se percibía denso. Había mucho movimiento incluso bajo aquellas capas de nieve. Kagome a su lado no se movía, pero él sabía que tampoco podía dormir y estaba atenta a las extrañas presencias que invadían la noche, irrumpiendo en las pesadillas de los niños y haciéndolos llorar.
    Eran muchos, de todas las clases y tamaños. Lenta y sigilosamente iban caminando todos en la misma dirección, reuniéndose hacia el oeste, arrastrándose, mezclándose con las sombras del mundo salvaje, trepando a los árboles, cubriendo el cielo, cruzando las montañas. No había grandes ceremonias en esta época del año, de modo que algo muy malo debía estar sucediendo.

    Aún siendo más de media noche, Miroku salió del templo donde había estado haciendo las últimas llamadas y miró el cielo al sentir la fuerte intención maligna unida por un solo propósito. Vio cómo los youkais volaban por el cielo, llamándose unos a otros, todos en dirección al Oeste, esa tierra llena de entidades poderosas.
    Eran demasiados ¿una guerra? ¿Podía ser que estuvieran preparando una guerra contra el Oeste?
    A nadie debía importarle qué sucedía en aquel lugar… si no fuera porque Kanta estaba ahí. Esos youkais no simplemente habían salido a jugar bajo el amparo del manto nocturno. Las espesas nubes oscuras anunciaban desgracias y las luces espirituales se levantaban por doquier a lo largo de las tierras.

    Bajó de las escaleras del templo y caminó en silencio por la aldea. Dudó sobre ir o no a la casa de Inuyasha. Como respondiendo a su llamado mental, pudo ver el hanyou subido al tejado de la cabaña, mirando hacia el cielo en dirección a los youkai. Giró lentamente la cabeza y lo miró.

    —La tormenta es muy fuerte. Ha de ser muy importante si se están reuniendo a pesar de eso.

    Miroku estaba de acuerdo.
    —Los youkai nunca andan en grupos, menos en estas épocas en las que escasea la comida, se matarían unos a otros —se cubrió mejor con su abrigo.

    —Esto es grave, estoy preocupado por Kanta —Inuyasha frunció el ceño y plegó las orejas hacia atrás—. Espero que Sesshoumaru mantenga su culo donde le corresponde, o nunca se lo perdonaré.

    —No dejará que le pase nada a tu hijo. No peleará una batalla innecesaria y tampoco gusta de hacer causa común con nadie.

    —Espero tengas razón —pero algo más le preocupaba, un feo presentimiento que le taladraba la cabeza.

    Sin embargo nadie, ninguno de ellos podía entrar al Oeste. Así lo había querido el estoico daiyoukai. Había que resignarse y esperar, al menos hasta el término de las Lunas Frías.

    ******
    La primera vez que Kuroika atacó, fue durante los duros meses del invierno, cuando pocos clanes podían defenderse, durante un eclipse que oscureció todas las Tierras.
    Ahora, todos los clanes esperaban ansiosos y aterrorizados el posible regreso de aquel hambriento ejército de nubes negras. Algunos se marcharon tan lejos como pudieron, otros se ocultaron… Pero Kuroika no apareció. Esta vez, parecía haber sido definitivamente eliminado. Lentamente, la estación fría comenzaba a remitir, para que todo volviera a la vida.

    Pero Akyoushi consideraba indigno vivir, porque había recibido la noticia de que Sesshoumaru había tenido problemas a causa de una gran revuelta iniciada por miembros de un clan torayoukai en el oeste. Su padre no podía haber perdido contra esas basuras, era un daiyoukai, era el más fuerte. Todo aquello tenía que ser mentira, pero por más que lo buscó con la Guardia, no pudieron dar con su padre ni con su hermana mayor, que le había acompañado. Eso significaba que aún podían estar con vida en algún lugar, sin embargo los youkai recorrieron los límites de las Tierras durante días y no hallaron siquiera su rastro. Era sencillo: youkai que desaparecía era considerado muerto.
    Días después, mientras aún buscaba pistas, ahora en dirección a las montañas del Norte, un soldado llegó a él desde las Tierras del Oeste y le informó de una inminente invasión. Los youkai de todas las tierras se estaban reuniendo para intentar tomar control del territorio. No había nadie a la cabeza de los clanes del Oeste. Tenía que regresar de inmediato.

    ¡Esas eran las tierras de su honorable padre! ¡No podía permitir tal sacrilegio!

    De inmediato, ordenó que todos se reunieran, cerraran filas y regresaran a defender lo que les pertenecía. Y se vio obligado a tomar el lugar como líder, hasta que su familia regresara. Casi de inmediato sufrió un intento de asesinato, pero sus “rivales” resultaron débiles.
    Kanta, al enterarse de la noticia, se horrorizó, pero no pudo ni supo contener a su primo. Él mismo no podía creer que Sana y Sesshoumaru hubieran caído en batalla. Sencillamente era imposible, ellos eran muy fuertes, Sana incluso sin todo su youryoku era casi tan fuerte como su padre. Kanta comenzó a sufrir enormemente. Las imágenes de la cara de la princesa invadían sus sueños y sus pesadillas.
    Sin saber lo que le depararía el futuro, se preparó para pelear con garras y colmillos y defender junto a su primo aquello que pertenecía al Clan. No abandonaría al Clan, ni lo traicionaría, él le había hecho esa promesa a Sesshoumaru y debía cumplirla. Sin proponérselo y aún siendo inferior, se convirtió en el confiable guardaespaldas del príncipe y así sería por mucho, mucho tiempo.

    Durante ese tiempo, Rin permaneció recluida en sus dependencias, rezando porque Sana y Sesshoumaru se encontraran bien y regresaran. Su mente se llenaba de recuerdos de Sesshoumaru y tenía la sensación de que su espíritu se estaba alejando muy lentamente, como si él estuviera muriendo. No podía conectar mentalmente con él, ni tampoco con Sana, era como si ambos hubieran sido borrados… y eso le resultaba terriblemente doloroso.

    ¿Acaso era posible que Akuma hubiera descubierto cuáles eran sus miedos ocultos y hubiera decidido aprovecharse de ellos? ¿Acababa de atraer de nuevo las desgracias al antiguo Clan?

    Concentró todas sus energías en formar una segunda barrera, que rodeara completamente el palacio y lo mantuviera protegido de eventuales ataques. A su modo, ella también estaba peleando, sin importar cuánto doliera. Akyoushi y Kanta estaban aquí todavía y al menos debía cuidar de ellos mientras le fuera posible.
    _____________________
    Vale hacer a estas alturas una aclaración sobre las actitudes de Akyoushi (y los otros). Si bien no es malo, tiene sus buenos errores. A lo largo de este fic, he querido ir rompiendo la mítica del personaje intrínsecamente bueno o malo, principalmente porque Rumiko lo hizo en su serie al plantar personajes como Kohaku, Kagura, Sesshoumaru, Sango y Miroku, que son bastante duales.
    Eso mismo se refleja en todos los personajes propios y preexistentes, que he estado describiendo a lo largo del fic. Ni siquiera he salvado aquí a mi propio original, la vida es así.
     
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    Pan-chan

    Pan-chan Fanático

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    Fue algo emocionante ver esa faceta de Shippo que nunca pudimos ver en el anime (bueno, obviamente él era un niño indefenso) pero el hecho de que ahora sea capaz de luchar como todo un kitsune adulto me resulta sorprendente, creo que mi parte favorita fue cuando usó el fuego mágico xD

    ¿Por qué será que las cosas se complican mas de la cuenta? en especial cuando Sesshomaru no está presente y no hay manera de que regrese pronto, pero ahora Rin ya no es tan indefensa como antes, ella ayuda a su manera y siempre pone la seguridad de sus seres queridos por encima de sus propios miedos y preocupaciones (por cierto, esta también es una nueva faceta de Rin, ya no es la dama en apuros todo el tiempo). Te confieso que imaginarme a Kanta como el protector de Akyoushi me resulta adorable (sin animos de caer en el yaoi, obviamente) pero siempre me ha gustado esa pareja, es decir, la extraña amistad que tienen...a pesar de que Akyoushi sigue comiendo humanos cuando le pega hambre ._.

    Espero saber sobre Sesshomaru y Sana en el próximo capitulo, todos esos problemas, relacionados con Akuma y otros youkai desquiciados, intentando enfrentarse a las tierras del Oeste, en fin...la historia se pone cada vez mas interesante!
     
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  20.  
    Aleón

    Aleón Aleón

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    hola veo q me he perdido de 2 capis y de jame decirte q los 2 estan buenisimos
    me impresionó la pelea de Sesshomaru con su padre aunque todo fuera un sueño
    me pregunto cuando le entragara Totosai la espada a Akyoushi.
    woow me gustó ver esa faceta en Shippo de valiente, buen peleador y que no mata
    solo se defiende, es una faceta q en el anime no se ve.
    wow la guerra contra el clan inuyoukai en inminente al parecer, Akyoushi va a tener q lideara la guerra
    con Kanta como su mano derecha por asi decirlo, va a ser interesante todo lo q acontecerá :O
    y a todo esta ¡¡¡QUE PASO CON SESSHOMARU Y SANA!!! :(
    espero q no les haya pasado nada :(
    no me dejes con la duda y habisame xfa :)
     
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