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    Whitemiko

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    holi!!!
    no me esperaba que pusieras a Kohaku!!eso dio un rumbo distinto a la historia y asi como que me quede pensando acerca de eso, pobre de Rin y Kohaku, de veras...en el momento que se enteraron que Akuma salio del huevo que salvaron, quizas se golpearon hasta el cansancio con alguna pared, (yo hubiera hecho eso), desde luego que tu hubieras hecho eso Kimiko, nadie lo duda, e incluso yo, me parecio tambien bastante interesante que nos dijeras de donde habian salido tus personajes originalmente, asi como que me dejo pensando Wow que gran inspiracion tenias!!, fue bastante prometedora tu idea y me alegra que la hayas plasmado de esta manera!!!
    espero la conti pronto!

    XOXO
     
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    Asurama

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    The Legacy
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    Bueno, en el día de hoy, seguiremos con el tema favorito de todos, me refiero a la trama psicológica.
    Resulta que tuve un epic fail :oops: y ustedes me disculparán, pues este es un fic tan complejo (incluso para mí) que lo tengo archivado en carpetas y se me traspapeló un capítulo, que debería estar entre los capis "Ilusiones" y "Complicaciones", es decir, incluye el arco de historia donde Sesshoumaru se encuentra en una encrucijada con respecto a lo que supuestamente siente Rin por el príncipe.

    Este capítulo se llama El Rostro de Rin, espero lo disfruten y, de veras, una vez más, discúlpenme por la equivocación, espero no volver a hacerles pasar por esto.:oops:
    ___________________________



    Al abrir los ojos, se halló en un lugar extraño. Estaba solo, a cielo abierto, en medio de una región montañosa, un sitio perdido. Miró a su alrededor, intentando ubicarse espacialmente, pero no estaba seguro del sitio en que se encontraba. ¿No se suponía que había regresado al Oeste?

    —¿Pasa algo malo? —preguntó una voz femenina a su lado—. ¿Sesshoumaru, de los Inuyoukai?

    Al voltearse, pudo ver a una youkai pálida, de cabello castaño y vidriosos ojos rojos, que lo miraba fijamente y un aura oscura la rodeaba. ¿Cómo era posible? ¿No se suponía que la había liberado de eso? Esta era la youkai que se había convertido en portadora de Oscuridad de Kageyoukai, la que había sido traicionada por su clan, la que había dejado sus tierras y atacado deliberadamente los dominios de la familia de la Dama Kitsune. Pero él estaba seguro de haber partido a la mitad ese cuerpo corrupto que no merecía estar sobre este mundo. ¿Qué había pasado?

    Una voz interior, como salida de lo profundo de un pozo, le contaba que la oscuridad no podía ser destruida, por el simple motivo de que Luz y Oscuridad eran finalmente lo mismo y ambas eran necesarias para lograr un balance. Si la oscuridad no podía ser destruida y había existido incluso mucho antes de que él naciera, entonces sería atormentado por los Kageyoukai por el resto de su vida.
    Aquella misma voz le contaba también que, algún día, los Señores que regían el mundo dejarían de existir y el orden sería completamente cambiado, aquella voz le estaba anunciando su propia muerte, la muerte de los suyos, y eso era algo que él se negaba a creer.
    La voz le recordaba también que habían sido él y sus propios protegidos quienes habían abierto las puertas para que la oscuridad entrara en el mundo y, ahora, no podían cerrarlas más. Eso era algo que ni siquiera su honorable padre había podido predecir. La llegada de un terror sin nombre que asumía la forma dada por sus mismas víctimas.

    ¿Y acaso era esta youkai extraña la materialización de sus miedos? ¿Por qué otro motivo seguiría persiguiéndolo aún después de ser atacada?

    Se puso en guardia, con las manos sobre Tenseiga. Ella puso un pie encima de las rocas de aquella montaña, para subir hacia donde estaba él. Mientras más se acercaba ella, él dio pasos atrás, sin darse cuenta.
    La youkai tuvo la impresión de que ese inuyoukai estaba intentando huir de ella, por eso seguía acercándose.

    —¿No me entiendes? —preguntó en tono severo— ¿Acaso no hablé lo suficientemente claro? ¡Con ese cuerpo corrupto, tu esencia no puede existir en este mundo!

    En un solo movimiento, desenvainó y cortó aquel cuerpo. En ese último instante, vio la realidad, pero ya no podía detener su espada. Ella tenía otra forma. No era la youkai de esa montaña. Era Rin.

    Ella lo miró con rostro aterrado.
    —¿Sesshoumaru-sama?

    El daiyoukai vio desolado, horrorizado, cómo el único motivo de su vida se desvanecía ante sus propios ojos.

    —Rin-chan.

    Se sentó y miró a su alrededor. Estaba sobre su pedestal, nada menos, en sus dependencias ¿A dónde había ido el paisaje montañoso del norte? Se puso una blanca mano en el rostro ¿Había sido ese un sueño? ¿Otro más? Jamás había pensado que matar a un youkai podía alterarlo hasta ese punto. Aquella a la que había matado era sólo una víctima más de los Sombra, no un verdadero enemigo, no alguien que mereciera la muerte.
    ¿Acaso alguien así merecía más que Rin ser privado de su existencia? ¿Alguien que empezaba a formar parte de la Nada absoluta sin siquiera habérselo propuesto? ¿Por qué? ¿Por qué todo? Él había aprendido que no era digno de decidir cuando empezaba o acababa la vida de los otros, no tenía derecho a juzgar de esa manera a aquella youkai, de la misma manera en que no podía juzgar a Rin. Pero lo había hecho.

    Cuando Inuyasha y los demás llegaron a esas tierras acudiendo a su llamado debido a la repentina muerte de Rin, grande fue su horror al darse cuenta de que la chica que habían cuidado durante años había dejado de existir, dando lugar a la existencia de un fantasma frío y de aura oscura, con un rostro que se negaba a mostrarles. De manera instintiva, ellos habían rechazado también aquel cuerpo corrupto que Akuma le había dejado. Fue más, intentaron exorcizarla, privarla de esa falsa existencia.
    También ella se horrorizó al darse cuenta de que las personas que la habían criado y a quienes admiraba, ahora querían asesinarla. Sintió que era traicionada por su propia familia y, muy a su pesar, los atacó para defenderse.
    Él detuvo la posible masacre interviniendo, interponiéndose entre aquellos cazadores de youkai y la joven. La pelea no siguió. Sin embargo, los humanos de Inuyasha lucían confundidos y molestos y llegaron a criticarlo y amenazarlo. El monje de los ojos azules le dijo algo más.

    “Si mal no recuerdo, nos dijiste que fue contaminada por el jyaki de esos malditos, ella murió. Rin ya no debería estar en este mundo, con un cuerpo corrupto y una existencia falsa. Si su alma sigue presa de ese cuerpo, sufrirá, se irá pudriendo y consumiéndose y tarde o temprano acabará por corromperse también. Tú tienes más poder que cualquiera de nosotros y entiendes mejor la situación, si realmente sientes aprecio por la joven humana que una vez fue, usa los poderes que te han sido dados, deja que descanse en paz”.

    Rin, por supuesto, no se quedó callada ante semejante sentencia y se negó a ser asesinada a manos de quien fuera, lo único que quería era seguir viviendo junto a él al precio que fuera.
    Sesshoumaru sabía que el monje y los demás tenían razón, esa sería la única manera de salvarle, pero ella seguía siendo Rin, pues su forma, su esencia, seguía siendo la misma y por eso no podía odiarla, ni matarla. Por supuesto, se negó a tomar en consideración las palabras del monje. A su juicio, Rin podía seguir viva en la forma que fuera, si eso era lo que ella realmente deseaba. Omitió que no se veía a sí mismo capaz de acabar con ella.
    Para su sorpresa, el único que lo comprendió fue Inuyasha. Discutió con los demás, los regañó y los convenció para que dejaran tanto a Rin como a él en paz. El hanyou no parecía nada conforme con lo que estaba imponiendo a los suyos, pero dejó en claro algo. Fuera buena o no, aquella había sido la decisión que ambos habían tomado y por lo tanto debían de respetarles, pues ellos, como seres humanos que eran, llenos de defectos y errores, no tenían ningún derecho a juzgarlos, especialmente a él, un daiyoukai que por poco era un dios y que, además, siempre tomaba responsabilidad por sus errores y aciertos. Tal vez, fue una de las pocas veces en que Inuyasha demostró lo buen hermano que era.
    El daiyoukai había decidido vivir arrastrando una maldición de Akuma y su hermano, el hanyou, había decidido respetar esa decisión, aunque eso significara jamás volver a ver el rostro de Rin.

    La verdad, era que Rin debía acabar como la youkai a la que había atacado en el norte, esa sería la única manera de liberarla de la influencia de Akuma. Después de todo, Tenseiga era un arma que su padre había hecho forjar para salvar almas. Pero el daiyoukai fue bastante egoísta, no quería perderla, ni separarse de ella y simplemente resignarse. Se había condenado a sí mismo, pues esa mentalidad era la que ahora le estaba torturando.

    Se levantó, fue hasta el balcón y miró la tierra en silencio, la luna aún estaba alta en el cielo y todo parecía tranquilo, aunque su corazón estuviera atribulado. Salió de sus dependencias y entró de manera sigilosa a las de Rin. Ella se encontraba dormida en medio de aquel hermoso cuarto, tan perfectamente ordenado. Ella no necesitaba dormir pero a menudo buscaba soñar para intentar liberarse.
    El youkai suspiró. Así era, ella sólo podría regresar a ser quien era antes en sus sueños. Llevó la mano a la cadera y recién entonces se dio cuenta de que no llevaba consigo ni a Tenseiga ni a Bakusaiga.
    Recorrió en silencio las dependencias y se encontró en un rincón con una caja lacada nueva. Él no se la había regalado. Al abrirla, se encontró con “Notas Breves sobre el Origen de un Daiyoukai”. El fragmento de un texto que, en forma de poema, narraba el ritual que convertía a un youkai en daiyoukai y del cual debía haber sólo una o dos copias originales en todo el mundo. Era uno de los textos que un príncipe obligatoriamente aprendía a recitar y escribir de memoria a eso de los tres años. Esa caligrafía la conocía, y también, el olor de quien la había escrito.
    Así que en verdad había estado con ella recientemente.

    —Akyoushi… —guardó el papel cuidadosamente en la caja, la cerró y la dejó en el rincón donde la había encontrado.

    Rin se movió y se sentó en el futon.
    —¿Sesshoumaru-sama? —se levantó de la cama y recorrió las dependencias, pero el daiyoukai no se encontraba allí—. Soñé que estaba aquí. Habrá sido sólo mi imaginación.
     
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    surisesshy

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    Sesshomaru esta aprendiendo por qué les he dificil a los seres humanos perder a un ser querido, esta aprendiendo sin darse cuenta sentimientos humanos, o por lo menso así lo veo yo, me ha encantado tu capi amiga y las revelaciones, nunca pense que todos se comportanron así con la pobre de Rin, ella no decidió eso, no tiene la culpa, pero es comprensible, cuando alguien siente algo maligno, su primera reaccion es temerle y atacarle para que no haga daño.

    No me imagino como debe sentirse Rin, solo en sus sueños puede obtener lo perdido, espero el próximo capitulo con ansias, bey.
     
  4.  
    Whitemiko

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    est texto me ayudo bastante a despejar bastantes incognitas acerca de porque Rin no pudo librarse de Akuma y la manera en la que reaccionaron sus amigos, y eso explica bastante acerca del punto de vista de Sesshomaru acerca de todo el problema con Akuma, a mi parecer es como si mostraras el lado debil de Sesshomaru, algo asi como el lado oscuro de la luna, me parece muy interesante el punto de vista de Sesshomaru, me parece bastante enigmatico y por eso me gustan tanto tus escritos!!!Espero pronto la continuacion!!

    XOXO
     
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    Pan-chan

    Pan-chan Fanático

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    Ambos capitulos me encantaron *o* en especial el ultimo, por razones obvias XD

    Fue agradable ver a los antiguos protagonistas de la serie en una versión más madura de ellos mismos, en especial la forma en que describes a Kagome con poderes mucho más asombrosos y su madurez tanto física como mental, incluso me resulta bastante fácil imaginarmela con la barriga de su embarazo :) jeje a quien no me imagino muy distinto es a Inuyasha, quizás porque él es Hanyou.

    Me preocupó un poco la parte donde Miroku explica las razones por las cuales Rin debía ser eliminada, afortunadamente Sesshomaru no lo permitió y para mi sorpresa Inuyasha lo apoyó. La forma en que describes esa preocupación de Sesshomaru fue genial, no hay oOC y eso ya es decir mucho, realmente te felicito porque no es fácil demostrar un sentimiento con Sesshomaru sin caer, aunque sea un poco, en la modificación de su peculiar personalidad.

    Me retiro hasta el proximo capitulo ;) sigue asi!
     
  6.  
    Asurama

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    ¿Una sorpresita de cumpleaños para Sesshoumaru?
    ¿O varias?

    (Primera Parte)


    La sirviente entró a las dependencias de la Dama y el pequeño youkai verde estaba esperándola con una mirada fija y severa.
    —¡Cinco minutos! ¡Has llegado cinco minutos tarde! ¡El maestro se enojará si la Dama se retrasa en su cita y me llamará la atención! —por supuesto que estaba nervioso, el “llamado de atención” mínimo equivalía a salir volando por una ventana.

    La sirviente se inclinó profundamente ante él, avergonzada.
    —Perdóneme, Jaken-sama, no volverá a suceder.

    —No te quedes ahí y ven a preparar las ropas de la Dama —dijo mientras iba a la enorme habitación de las ropas.

    En aquel cuarto, había armarios y cientos de cajas y baúles finamente labrados y decorados, que contenían en su interior todas las finas ropas de seda de kaikoyoukai que el maestro había mandado confeccionar durante años, mientras la condenada mocosa crecía y aún seguía ordenando su confección. En esa habitación, debía haber unas setecientas piezas de arte, sin contar las que habían terminado en el guardarropas de la princesa y las que habían ido al depósito.
    Por si fuera poco, ella tampoco usaba arbitrariamente esas ropas, sino que el maestro personalmente elegía cómo iría vestida cada día y era su pequeño sirviente el encargado de asegurarse que se cumplieran sus deseos al pie de la letra.

    —El maestro ordenó que prepararas el kosode rosa pálido, bordado de flores de loto, que fue traído el mes pasado —indicó hacia el baúl más nuevo—, el hitoe azul cielo con brocado de plata, el uchigi de capas doradas y ocres, con motivos de otoño que debe estar en la tercera estantería, en la cuarta fila a la izquierda en el segundo piso del depósito…

    —¿Cuál es ese?

    —El que usó la Dama en el cumpleaños del Maestro el año pasado —bufó Jaken—. Y también trae la capa de azul marino que tiene bordadas las imágenes de los jardines.

    Esa era fácil de encontrar, Rin la usaba a menudo, pues era su favorita y el Maestro, que hablaba poco pero observaba mucho, se había dado cuenta de ello y mandaba cuidados especiales para dicha capa.
    Claro, las flores, era lo que Rin más amaba y amaría siempre, sin importar qué forma tuviera en esta vida o en otras. Porque ella era como esas flores, precisamente. Alegre, hermosa y de dulce aroma. Siempre que podía daba vueltas por los jardines o metía la nariz entre los suntuosos ropajes que eran perfumados con esencias de esas flores naturales. “Rosas, mis favoritas”, “magnolias, mis favoritas”. Todas eran sus favoritas y el pequeño youkai siempre buscaba la forma de burlarse de su infantil diversión. Es que simplemente no podía negar que a veces deseaba estar en el lugar de Rin, por muy extraño que esto sonara.

    Mientras la sirviente corría de un lado para otro buscando rápidamente las ropas que el pequeño youkai había pedido y las acomodaba, otros dos sirvientes entraban a la habitación, listos para ayudar. Jaken miró el suntuoso mundo que le rodeaba y suspiró.
    Veinticinco años. Hacían veinticinco años desde que era lo mismo todos los días. Si la Dama tenía un solo cabello fuera de lugar, él sería fuertemente reprendido. A veces, extrañaba esos momentos en que la Dama no estaba rodeada de todo eso, era simplemente Rin-chan. Con un vestidito con brocados de oro, pero Rin-chan, al fin y al cabo. Esa que hacía collares de flores para ponérselos alrededor del cuello y hablaba y cantaba en forma estridente, esa que lo abrazaba hasta dejarlo medio asfixiado y trataba de manera afectuosa al Maestro —y aún lo trataba de maneras afectuosas, pero de otras maneras—. Debajo de esas ocho mil capas de seda, Rin definitivamente seguía siendo ella, pero a veces no lo parecía.
    Sus preocupaciones ya no eran “dónde puedo encontrar comida”, “quiero acompañarles en los viajes” o “quiero llevarme esas flores para regalárselas a Sesshoumaru-sama”. Ahora, sus preocupaciones eran distintas. “La princesa sólo comió una vez hoy”, “la princesa no se ha despertado”, “hay que tomar medidas para que el príncipe no siga escapando mientras haya estado de alerta”, “El príncipe ha estado avanzando en sus lecciones”, “Kanta necesita ropa nueva”...
    Parecía feliz en su rol de…
    En su rol de madre. Además de Shiroi Hana, madre de dos mocosos que no eran suyos pero se creían suyos y hacían cualquier cosa para acaparar toda su atención. Mientras más pasaban los años, Jaken se sentía cada vez más pequeño e insignificante. Los príncipes eran infinitamente más importantes que él. Y la Dama, la hermosísima Dama.

    Al poco tiempo, los guardias golpearon el suelo dos veces, anunciando así que ella había regresado a las dependencias luego de su baño de las mañanas y realmente olía bien. Antes, cuando tenía rastros de esencia humana, esos aromas cumplían la función de disfrazar su verdadero olor, que resultaba repulsivo a muchos youkai.
    Jaken salió por unos momentos hasta que se colocara la ropa interior y el hitoe y luego, volvió a entrar para mirarla.
    Ella le sonrió ampliamente.

    Él frunció el ceño.
    —No deberías sonreírte, si te tardas, Sesshoumaru-sama se enojará.

    —No se enojará, Jaken —dijo en tono sereno, con una sonrisa en los labios y los brazos extendidos, mientras sus cinco sirvientes le daban vueltas alrededor, poniéndole las capas de su vestido.

    —Por supuesto que sí. No puedes darte el lujo de llegar tarde en la víspera de su cumpleaños.

    Ella roló los ojos y fingió ignorarlo, él la regañó y ella sólo volvió a reír.

    —No es divertido —murmuró enojado.

    —Sí que lo es —el proceso de vestir, que podía tardar varios minutos era considerablemente más rápido en manos de youkais hábiles como esos sirvientes. Se bajó de su pequeño pedestal y le dio un beso en la cabeza, haciendo que se sonrojara.

    —Claro, porque a ti no te golpea. Y además de ti, tengo que fijarme todavía si los príncipes están listos.

    —Los príncipes siempre están listos, Jaken —salió de la habitación de las ropas y fue hasta la mesa en la que guardaba el maquillaje, seguida de cerca por el youkai—. Ellos son listos.

    —No estoy de acuerdo —intentó protestar Jaken, a pesar de que no podía refutarle nada. Sí, los príncipes eran listos y, al ser hijos del maestro, él no podía hacer otra cosa que apreciarlos y admirarlos en todo su esplendor. La princesa tenía la serenidad y el orgullo de su padre y el príncipe tenía la gracia y delicadeza de su madre.

    Miró a Rin a través del espejo, mientras otro grupo de sirvientes se abocaban a la tarea de arreglarle y adornarle el brillante cabello y maquillarla. Cuando era joven, arreglarla había sido una tarea complicada, le pintaban el rostro con arcilla de china, antes de pintarle las cejas, los ojos, las mejillas y la boca. Ahora, ella ni siquiera necesitaba eso, tenía la palidez de muchas mujeres youkai en la Corte y una belleza similar. Había tenido que acostumbrarse a maquillarse como ellas y eso no le gustaba mucho, no quería restarse personalidad. Jaken también lo sabía.

    —¿Sabías que eres el modelo de las muñecas de porcelana que se les regalan a las niñas de la Corte en las fiestas? —preguntó al verla.

    —No sabría si tomarlo como un cumplido o una provocación —dijo antes de poner la boca para que le pintaran los labios de un color oscuro.

    —Es un halago, tonta.

    —Exageras al creer que estoy bonita.

    —¿Estás mal de los ojos o qué? —saltó a la mesa y le alcanzó el espejo dorado—. Pareces un espíritu todo hecho de nieve.

    Rin se crispó y levantó ambas manos en una seña grácil, pensada para hacer retroceder a los sirvientes. Puso ambas manos en su regazo y lo miró con el ceño fruncido.
    —¿Me confundes con alguien más?

    —¡Rin, yo sé quien eres! —se quejó él, agitando enérgicamente sus bracitos—. Tú eres tú y Sesshoumaru-sama y los príncipes y todos nos alegramos mucho de eso.

    Pero no siempre todos habían estado igual de contentos. Cuando el maestro llegó a su sitio por primera vez seguido de dos humanos, no fueron pocas las quejas, protestas, críticas y habladurías. No faltó quien le comparara con el fallecido líder y le pronosticara un futuro negro, como si esos humanos, en especial Rin, fueran los portadores de desgracias. Por eso, siempre buscaban la forma de matar “por accidente” a la portadora de desgracias.

    —¡Rápido, sube! —le gritó él, escalando las rocas e iluminando el lugar con el fuego del Nintoujo—. Tenemos que salir de las cuevas y llegar al otro lado del territorio.

    —Jaken… ¿en dónde están los demás? —preguntó ella, mirándole asustada.

    —Deben estar detrás —ambos se giraron para ver el estrecho camino—. ¡No puede ser! ¡Nos han dejado solos!

    Estaban solos los dos, en medio de esa completa oscuridad… ¡¿esa completa oscuridad?!

    —Jaken, es Akuma —sonaba aterrada.

    —No es posible… Entró bajo tierra ¡engañó a Sesshoumaru-sama! —con razón la guardia les había abandonado, habían antepuesto sus vidas a las de una humana y un enano inútil.

    —¡Corre, Jaken!

    —¡¿De qué hablas Rin?! ¡Tenemos que salir de las cuevas ahora! —la atrapó de la manga y la jaló— ¡Date prisa, niña!

    Corrieron tan rápido como podían, intentando escapar de algo invisible, subiendo por el estrecho camino… pero se detuvieron bruscamente. El camino estaba bloqueado por un derrumbe y sólo había lugar para que Jaken pasara. Rin retrocedió, era demasiado pequeño para ella.

    El youkai volteó.
    —¡¿Por qué te detienes?! ¡Tenemos que…! —la tomó de la mano, pero ella se soltó— ¿Rin?

    En ese momento, la luz del báculo de Jaken se apagó y no volvió a encenderse. Entonces se dio cuenta de que aquella oscuridad les había rodeado.

    —Rin… ¡Rin! ¡¿en dónde estás?! ¡Esto es el infierno!

    —Estoy aquí —susurró ella—. Sí, Jaken, esto es el infierno. Vete de aquí, tú puedes escapar por allí y salvarte.

    Los ojos del pequeño youkai se llenaron de lágrimas.
    —¡No, Rin-chan! ¡Tú vas a venir conmigo!

    —Jaken, entiéndelo, soy una simple humana —susurró ella, aunque él no pudiera verla—. Yo no tengo salvación.

    —¿De qué estás hablando? ¿Crees que Sesshoumaru-sama aceptaría eso? —de pronto, sintió una fría mano rodear la suya.

    —Tienes razón, pero creo que nos será imposible escapar de la Tormenta Negra. Tenemos que desandar el camino.

    —Rin, no lo resistirás.

    —Pero no hay otra forma. Si nos quedamos aquí, Sesshoumaru-sama jamás nos encontrará.

    Aquello era el infierno, el verdadero infierno. El maestro estaba fuera y ninguno de los dos sabía cuándo regresaría. No sabían en dónde estaba la salida. No podían ver el camino por el que andaban, no había luz, no había esperanza, no había aire y comenzaban a asfixiarse y sus cuerpos a quemarse. Aquello era el infierno… o estaban muy cerca de las puertas del mismo.
    Después de una eternidad, llegaron a una pared de roca, subieron por ella y salieron de un pozo. Mientras huían del palacio tras el primer ataque, Rin había rasgado sus espléndidas vestiduras, convirtiéndolas en los harapos que eran ahora. Sus piernas habían quedado a la vista y las quemaduras provocadas por el jyaki de Akuma eran evidentes. Le dolían, pero ella no parecía consciente del dolor e ignoró la preocupación de Jaken. Tenían que salir de allí. Siguieron subiendo a través de las cuevas, que se ensanchaban más y más, hasta llegar a los sótanos primero y luego a los pisos inferiores. A ambos les flaquearon las piernas y debieron ayudarse con las manos para subir las escaleras. Jaken no se cansaba de maldecir a los malditos soldados cobardes y traidores.
    Llegar a la primera planta fue como tocar el cielo, Jaken sentía eso, pero Rin no parecía compartir su punto de vista. Él la miró a la cara y vio en ella la mirada que tienen los condenados, parecía como si estuviera viendo algo horrible. La ayudó a levantarse como pudo y ambos corrieron por la casa. Jaken gritaba a voces, pidiendo auxilio.
    Mil años después, seis sirvientes, dos hombres y cuatro mujeres aparecieron y se horrorizaron al ver a la Dama. Ellos intentaron ayudarla y le preguntaron por su estado. Ella los apartó bruscamente y les ordenó que no la tocaran. Aún con la vista nublada, sabía que era probable que estuviera invadida por aquel jyaki y no quería perjudicar a nadie, ni youkai ni humano.
    De pronto, varios soldados comparecieron ante ellos.

    —Rin-sama ¿se encuentra bien? —dijo uno de ellos—. Nos alegra mucho que se haya salvado.

    Ella respiró agitadamente, pues le faltaba el aire, y se sostuvo por la pared más cercana.
    —¿Qué se alegran de que me haya salvado? —frunció el ceño— ¡Pero si fueron ustedes los que nos abandonaron! ¡Cobardes! ¡Traidores!

    Uno de ellos le gruñó.
    —Maldita humana, tienes la boca muy grande.

    —No tienen derecho… —no pudo seguir hablando pues la atacó una fuerte tos y se cubrió con una mano. Sintió un extraño sabor metálico y, al mirar su mano, la vio llena de sangre.

    —¡Rin-sama! —exclamaron las mujeres con auténtico temor.

    —No me pasa nada… —volvió a toser, esta vez vomitando sangre y ensuciando lo que quedaba de sus ropas. Perdió el equilibrio y cayó al suelo.

    Los sirvientes que estaban junto a ella la sostuvieron y la ayudaron a levantarse, pues ella ya no tenía fuerzas siquiera para oponer resistencia. Miró con rencor a aquellos youkai, pero ninguna palabra salió de su boca. Mientras tanto, Jaken les gritaba a todos.

    —No se molesten en esa escoria —dijo otro de los soldados—. No le queda mucho de vida.

    Todos rieron cruelmente.

    —El maestro pronto olvidará que ella alguna vez existió.

    Todos volvieron a burlarse, mientras ella volvía a vomitar sangre y el mundo le daba vueltas. Jaken volteó a verla y quedó horrorizado. Estaba fría, muy pálida y con los ojos vidriosos. No sabía qué podía hacer, así que ordenó que la llevaran a su habitación y buscaran al maestro.

    —No te preocupes —le susurró ella con una sonrisa, tocándole la mejilla con su fría mano.

    Él sujetó aquella mano.
    —Vas a estar bien, aguanta hasta que Sesshoumaru-sama regrese…

    De pronto, el rostro de Rin se desfiguró a causa del dolor y su grito hizo eco en todo el palacio. Rin fue confinada en su habitación, para separarla de todos los habitantes, la tormenta negra se había ido, pero ella parecía no darse cuenta. Sus gritos y llantos era lo único que podía escucharse en cualquier lugar de la casa. Kohaku y Jaken pasaban con ella la mayor parte del tiempo, pero ella parecía no darse cuenta. Ella lo dijo una sola vez: era como estar siendo destazada y quemada viva.

    —Debí haber estado contigo y ayudarte —le dijo su amigo humano, torturado, horrorizado.

    —No es tu culpa —susurró ella en uno de los pocos momentos en que el dolor cedía. Inmediatamente, sujetó con fuerza la tela que cubría su pecho, como si quisiera arrancarse el corazón, se retorció y echó la cabeza hacia atrás, llorando sin poder contenerse. El dolor fue tanto que se desmayó.

    También gritaba estando inconsciente. Tenía espantosas pesadillas. Gritaba que aquel era el infierno y llamaba a Sesshoumaru. Jaken también sentía que ese era el infierno, al igual que el humano, también se sentía culpable.
    Trató de hacer que comiera y bebiera algo, pero el cuerpo de la chica rechazaba de plano todo alimento, seguía tosiendo y vomitando sangre, hasta quedar muy pálida. En ese tiempo, muchos fueron los sirvientes que entraron y salieron de la habitación, algunos con culpa, otros con simple resignación. Estaban más asustados por el destino que les esperaba que por la chica, que seguía llorando y retorciéndose.

    Llegó a quedar tan blanca como una sábana, como si tuviera a la muerte encima, pero aguantaba porque creía que el maestro regresaría pronto y la ayudaría. Tenía fe.
    —Me niego a morir —declaró ella consciente, en algún momento ante sus dos amigos, pero siguió siendo arrastrada hasta el fondo.

    Jaken no paraba de temblar de los nervios. No le cabían dudas de que aquel era el infierno. Se quedó petrificado la siguiente vez que ella despertó y les miró con cierta resignación, con unos ojos que ya no se enfocaban en ninguna parte. Jaken sintió una especie de Déjà vue al ver la sonrisa de esos labios pálidos. Esos hermosos ojos pardos se llenaron de lágrimas.

    —Jaken… dile a Sesshoumaru-sama… que… lo intenté…

    —¡Rin! ¡Despierta, niña tonta!

    Ella cerró los ojos y no reaccionó por mucho que la llamaran. En vano Kohaku y él intentaron reanimarla. Seguía viva, pero había bajado los brazos y los latidos de su corazón eran cada vez más lentos y arrítmicos ¿Y ahora qué? No, no podía ser cierto. Era el final. Él había estado con ella y no había hecho nada. El maestro iba a matarlo. Quería morir.

    Jaken

    Estaba como atrapado en el pasado.

    —Jaken, te estoy hablando —le dijo Rin con tono sereno.

    Él sacudió la cabeza y pareció despertar de una ensoñación.
    —¿Eh? ¿Decías algo?

    Ella rió por la extraña actitud.
    —Que si no debes ir a ver al príncipe.

    —Eh… sí, voy ahora mismo —dijo saliendo por la puerta y ella volvió a reír.

    ¿En qué habría estado pensando él para quedársele viendo a la cara tanto tiempo?

    Jaken entró a la enorme habitación de puertas oscuras luego de que los guardias lo hubieran anunciado. El príncipe estaba sentado en una de sus habitaciones, vestido con un haori blanco muy formal, con las mangas y los hombros en brocado de oro y las insignias de la familia bordadas también en oro. Al ser el hijo del Maestro, había sido sobreseído de sus obligaciones como soldado y aparentemente acababa de comer.
    La tupida cola se movió y se cruzó por sí misma sobre su regazo al verlo llegar.

    Jaken suspiró.
    —Ah, todo un príncipe —se acercó a él con paso presuroso y le hizo una respetuosa inclinación—. Akyoushi-sama, al parecer, al igual que su hermana, está listo para recibir —se aclaró la garganta— el aniversario de su gran padre.

    —Sí. Primero se follará a Rin, después se ocupará de nosotros —levantó la tela que le habían puesto a modo de servilleta y se limpió la boca.

    Jaken abrió sus ojos cuan grandes eran y su mandíbula cayó casi hasta el suelo. Estaba anonadado.
    —Pe-pero, Akyoushi-sama… su vocabulario…

    Él acabó de limpiarse.
    —¿Qué tiene mi vocabulario?

    —Un príncipe no puede hablar así. Debería dejar de acercarse al rotoso hijo de Inuyasha, le pudrirá el cerebro… quise decir… —al instante siguiente, volaba por la puerta hasta el otro lado del pasillo, con un chichón en la cabeza.

    Jaken se levantó, se limpió el polvo y volvió a entrar.
    —De verdad lo siento, Akyoushi-sama, no quise ofenderl… —y volvía a salir volando por la puerta—. El príncipe es demasiado sensible… y todavía el Maestro cree que es el inuyoukai con mejor educación —murmuró con los ojos llenos de lágrimas.

    El joven se puso de pie un momento y vio huir al pequeño youkai. Y es que él, como príncipe que era, no estaba acostumbrado a que le dijeran qué hacer. Más bien, estaba acostumbrado a ordenar a los otros. Obedecía a su padre porque era a su padre, y a Rin porque era Rin —aunque a ella sólo la obedecía a medias y ella no era muy dada a ordenarle, más bien a escucharlo—.

    —Pobre de ti.

    Afortunadamente para ellos, al Maestro no le gustaba que la casa se llenara de gente —de youkais— en sus cumpleaños, como buen inuyoukai que era, prefería la soledad. Tampoco era demasiado el tiempo que pasaba en compañía de los príncipes, ellos se sentaban a comer con él, a veces lo acompañaban a pasar la tarde, pero no proferían una sola palabra, todo era silenciosamente tranquilo. Y es que ni él, ni los príncipes eran muy dados a hablar, ni mucho menos a mostrar abiertamente emociones. Con mucho, era Rin la que rompía en silencio y les amenazaba… perdón, amenizaba la cena.
    De todas maneras, el daiyoukai levantaba una barrera mental, para mantener a Sana protegida contra Akyoushi y a Akyoushi protegido contra Sana. Ya que al príncipe no le gustaba la intromisión mental a la que Sana estaba acostumbrada y Sana se mostraba incómoda en presencia de quienes no fueran Rin o su padre.
    La vida corría lentamente y con serenidad durante un día, era un día adaptado a Sesshoumaru, podría decirse. Era difícil que hubiera problemas en un día como aquel, nadie entraba a las tierras si no quería, su voluntad era cada vez más fuerte mientras más pasara en tiempo. Inuyasha no se acordaba de él, pero el daiyoukai tampoco tenía deseos de que se acordara, todo era mejor sin su presencia. Sí, él había sido el favorito de su padre hasta que nació esa cosa. Esa cosa que era su hermano, le gustase o no.
    Y no, no era fácil convivir con la idea de un medio hermano de inferiores habilidades a uno, pero tenía que hacer que ciertos individuos sí se hicieran a la idea. Lo bueno era que, para situaciones como esas, contaba con el natural don de la diplomacia de Rin, que no había sido dado por ningún instructor más que la vida misma y por eso era eficiente a la hora de servir como mediadora, al menos en casa.

    Rin se pasó junto a las puertas rojas, golpeó y entró. Caminó por las frías habitaciones y finalmente llegó hasta la chica, que estaba tendida sobre la cama, como si se hallara muerta, con esa hermosa palidez que caracterizaba a los inuyoukais más puros y ataviada con las hermosas ropas que correspondían a una princesa, mezcla de blanco, azules y ciruelas. El mismo gusto que la Dama Perra.
    Los sellos que rodeaban la habitación se habían abierto para ella ni bien la chica se dio cuenta de que estaba cerca. Como era normal, ningún detalle escapaba a los ojos de la mente de la princesa. Inu no Shiroi Hana.

    —Sí —murmuró la muchacha, sin moverse ni abrir los ojos.

    Rin parpadeó un par de veces, no había dicho nada. Pero tal vez ella había escuchado, aún en el silencio. Aún en el silencio conocía su propio nombre ¿verdad?

    —Es obvio —contestó la muchacha.

    Rin simplemente se sentó a su lado en silencio, no sabía cómo decir lo que el daiyoukai le había pedido.

    —Simplemente dilo —murmuró con su voz tranquila la inuyoukai.

    Rin sonrió más para sí misma que para la chica. La manera en que Sana hablaba le recordaba mucho a la manera de hablar de la Dama Perra, la madre del Maestro. Sana tenía el mismo tono suave, sereno, cándido… y algo cínico. El inexpresivo rostro de la chica se giró hacia ella de una manera lenta, que le recordó a una muñeca de porcelana que había visto hacía poco tiempo. A cualquier ser humano le hubiera resultado escalofriante.

    La princesa sonrió inexpresivamente.
    —Los seres humanos se asustan por poca cosa —dijo de manera despectiva.

    Rin le sonrió.
    —Los seres humanos no están acostumbrados a las presencias de los youkai, a menos que hayan convivido con ellos y les conozcan. Las cosas no son tan sencillas como parecen, a veces, las diferencias son mayores que las cosas que tienen en común.

    —¿Y qué puede haber en común entre los youkai y los seres humanos? —muchas veces había oído la respuesta de Rin, pero realmente le gustaba oírla.

    —Yo tengo un lazo con tu honorable padre y yo no nací siendo youkai. Aunque… aunque creo que tal vez siempre tuve el corazón valiente de un youkai, es mi sensación.

    —Entonces, simplemente puedes contármelo —volvió a murmurar con ese tono que recordaba al de la Dama.

    —¿Eh?

    —Me refiero a lo que te ha pedido mi honorable padre. Ha de ser importante si ha hecho que interrumpieras mi descanso.

    —Tu honorable padre quiere un poco de paz en la familia. Me refiero a una tregua entre ustedes dos.

    —¿Nosotros dos?

    —Me refiero a los príncipes. Princesa, tu honorable padre quiere que tú y tu hermano menor cenen juntos hoy, sin que se incomoden el uno al otro. Sé que no lo hacen a propósito, pero deben ser capaces de tolerar vuestras presencias, pertenecen a la misma familia, así que, por una vez, sin la intervención del maestro…

    —¿Y tú no vas a cenar conmigo, Rin?

    Los ojos de Rin iban y venían, sin saber dónde posar la mirada.
    —Por ser vísperas de su aniversario, tu honorable padre ha solicitado mi presencia y mañana se reunirá con los príncipes.

    —Pero nunca antes ha pedido que mi hermano pequeño y yo nos reuniéramos en su ausencia, menos en vísperas de su aniversario —no le gustaba la idea de comer con Akyoushi, no porque le molestara, sino porque estarían solos, al menos con la presencia de Rin, pensó, podrían estar a gusto.

    —Princesa, hágalo como un regalo. Por su honorable padre.

    La chica suspiró.
    —Ya que lo pides…

    Rin sonrió ampliamente.
    —Me alegro mucho de que…

    —Pero con una condición.

    —¿Condición? ¿Qué condición?

    —Que Kanta cene con nosotros.

    Rin suspiró.
    —Princesa, bien sabes que el maestro no está de acuerdo en permitir…

    —Entonces me niego —se impuso.

    —Princesa, por favor, entiende la situación.

    —Entiende tú mi situación.

    —¿No crees que serían más complicadas las cosas en presencia del joven Kanta? ¿Un hanyou, entre ustedes, príncipes con sangre de youkai? —Rin no discriminaba a Kanta, pero conocía la opinión del maestro al respecto y no quería ir a discutírselo en vísperas de su cumpleaños, porque no era su estilo.

    —La vedad, no lo creo.

    —Por favor, debe haber una manera en que puedan estar juntos sin estos pormenores.

    Que venga a pedírmelo mi padre, pensó ella.
    —No cenaré a solas con Akyoushi.

    —Pero ustedes son hermanos.

    No por mucho tiempo, pensó la inuyoukai.
    —¿Y eso qué tiene que ver?

    —Son hermanos, tienen que estar juntos. Princesa, yo no tengo a mi hermano, pero daría cualquier cosa tan sólo por poder pasar un momento con él…

    Bla, bla, bla… porque algún día tendré que casarme con él, pero no veo un maldito futuro con Akyoushi —y tengo una buena vista para eso—, así que de todos modos ¿de qué servirá que pase tiempo con él? ¿por qué no pasas tú el tiempo con él, ya que tanto te prefiere y le prefieres?
    —No pienso cenar con él.

    —Pero…

    —Pero, si de verdad quieren que cene con él, puedo reconsiderarlo —de nuevo tenía ese tono semejante a su hierática abuela—. No cenaré a solas con él, así que deberá haber alguien más presente. Y no me refiero a los sirvientes.

    —Hum… pero yo no puedo…

    —No eres la única persona en esta casa.

    —¿Quieres a las cortesanas de tu honorable padre?

    La princesa se sentó de súbito, sobresaltándola.
    —Rin ¿me estás tomando el pelo?

    —Piénsalo, princesa, tienes a todos los miembros de la Corte para ti.

    —Sí, eso parece… —se giró en otra dirección, pretendiendo estar ofendida.

    —¿Pero no puede ser cualquier persona?

    La princesa se mostró altiva.
    —Pero por supuesto que no ¿Quién te crees que soy? —se irguió y se quitó el cabello de la cara—. Soy la princesa del Clan del Inuyoukai, nada menos. No me traerás a cualquier persona.

    Rin le hizo una respetuosa inclinación y no pudo evitar sonreír. Bajó la vista y se preguntó qué rayos haría ahora.
    —Hum… en ese caso…

    —¡¿Yo?! —preguntó confundido el pequeño youkai— ¡¿Pero por qué yo?!

    —Porque Sesshoumaru-sama lo ordena, Jaken y si no consigo que los príncipes cenen juntos, entonces…

    —Considérate vencida antes de empezar, nadie nunca ha hecho que los príncipes, con ese carácter que tienen, coman juntos. A no ser el maestro que, por cierto, hoy ha decidido desentenderse de ellos ¿acaso un padre puede dejar de serlo y delegar funciones?

    Rin lo miró.
    —Ve a decírselo a él.

    Jaken tembló y comenzó a sudar copiosamente.
    —Deberías ir a decírselo tú, ya que siempre te escucha… ah, pero claro, tú no les dirás nada, porque también quieres estar a solas con él y también sueñas con una tregua entre los príncipes, antes de que se vaya todo a la mierd...

    Rin le dio un golpecito en la cabeza, que nada se comparaba a las patadas voladoras del maestro.
    —Hazlo por mí ¿sí? —le puso ojitos de cachorrito abandonado.

    Jaken se sonrojó y desvió la mirada.
    —Está bien, sólo por esta vez.

    Rin saltó hacia él y lo abrazó fuertemente.
    —¡Ay, muchas gracias, Jaken! ¡por eso te quiero!

    —¡Suéltame! ¡Me estás asfixiando! ¡te digo que me sueltes! ¡no vas a cambiar nunca!...
     
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  7.  
    Pan-chan

    Pan-chan Fanático

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    Me encantó este capítulo, se muestra una faceta de Rin parecida a su niñez, y su conversación con sana me agradó, si te soy sincera antes se me hacia un poco dificil imaginarme a Sana, es decir su personalidad; pero con esa pequeña conversación y las referencias del parecido con La Dama creo que ya empiezo a entenderla un poco.

    Sesshomaru de cumpleaños, Rin es algo afortunada por poder darle su regalo antes que nadie (ok, no pude evitar el sarcasmo) y por cierto, estaba comiendo tranquilamente una galleta cuando de pronto leí esto:

    Omg casi no pude tragarme la galleta XD me imagine la escena tan claramente que me dio mucha risa, y ya veo que la costumbre de mandar volando a Jaken no es unicamente por parte de Sesshomaru, jaja pobre Jaken. Espero que la cena entre Akyoushi y Sana resulte bien, gracias por avisarme de la conti amiga, espero el proximo capitulo.
     
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  8.  
    Fernandha

    Fernandha Maestre Usuario VIP Comentarista destacado

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    ¡OMG! ¡No estoy muerta! Eso prueba que en realidad si puedo leer mucho en un día (?) LOL

    Gracias por invitarme Asurama.
    Bien, he leído el FF "completo" en un día, me tardé un poco pero vale la pena.
    Tienes una muy buena redacción, simplemente "natural", por así decirlo, la imaginación la tienes bien desarrollada y la idea empleada en "The Legacy" es agradablemente buena.
    Lo de Jaken me mató. Realmente esé enano es tan "él" xD
    Sí. Primero se follará a Rin, después se ocupará de nosotros —levantó la tela que le habían puesto a modo de servilleta y se limpió la boca

    Esperaré la continuación, desde ahora tienes una nueva lectora.
    Adiós, buen día.
    At: Fer-chan.


     
  9.  
    Whitemiko

    Whitemiko Usuario común

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    holi!!!!

    Ahhh nada como el frio caracter de un inu daiyoukai por la mañana...(son las 8:30 de la tarde babas!) ¬¬ tenias que arruinar mi frase Kimiko!veamos linda manera de comenzar el dia no?ashh debe ser frustrante hablar con una chica que adivina todo antes de que siquiera termines de pensarlo, y aun mas desesperante el hecho de tener que soportar a unos hermanos completamente superiores en todos lo sentidos a ti, asi como que si yo fuera Sana me la pasaría de emo todo el dia por la sola idea de tener que casarme con mi hermano...hiack!que onda con la vida de perros, jejeje vida de perros eso sono irónico no?

    Dejando eso de lado me imagino que debe ser tedioso para Rin que TODO lo controle Sesshomaru porque ashhh hasta controla la ropa que le va a quitar O///O omite eso, pero eso me fastidiaria bastante, vamos ni siquiera le digo a mi madre que iré a correr al bosque, dios menos le diria a mi marido que el me escoja la ropa xD

    Espero que pronto subas la conti!!muero por saber como será la cena de ambos hermanitos perro, espero que no termine en una guerra de mentes, ashh eso seria un dolor de cabeza para Sesshomaru...mmm pensandolo bien hazlo xD

    XOXO
     
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  10.  
    Asurama

    Asurama Usuario popular

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    Título:
    The Legacy
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    60
     
    Palabras:
    11166
    ¿Una sorpresita de cumpleaños para Sesshoumaru?
    ¿O varias?
    (Segunda Parte)

    Llegó a las dependencias del maestro y los guardias abrieron las puertas en silencio para ella. Ni bien entrar, sintió que algo extraño la “golpeaba”, no pudo evitar cerrar los ojos y aspirar profundamente.
    —Ese aroma…

    —¿Te gusta?

    Ella entró con una sonrisa, siguiendo el sonido de la voz.
    —Me recuerda mucho aquellos viajes —miraba a un lado y otro en las dependencias—, dormir bajo el manto de las estrellas… en el lomo de un dragón… bueno…

    —Viví muchas vidas aquí, pero hay olores, imágenes, sensaciones que nunca se desvanecen.

    Entró en el cuarto de dormir. Muy sutil ¿eh?
    —Es que dicen que uno no deja de ser quien es, sin importar cuántas vidas distintas viva —caminó tranquilamente por el cuarto, mirando a su derecha, luego a su izquierda—, una vez, una persona sabia me dijo que es posible conservarlo todo y estar en un presente perfecto si se evitan las trampas de la mente.

    —Pero me gustan algunas trampas de la mente —oyó a sus espaldas.

    Sintió calor a su espalda y, al voltearse, se encontró frente a un haori blanco y azul muy adornado. Fue levantando la vista hasta llegar a un par de ojos dorados. Era una de las pocas personas que podía jactarse de haber levantado la vista así y vivido para contarlo. Una sonrisa enorme apareció sola en sus labios pintados de un color claro y brillante. Bajó la vista, desviando la mirada hacia la derecha, como si intentara evitar algo y cu cabello cayó sobre su hombro como un paño de seda oscura de indefinido color.

    —¿Y cuales son esas? —murmuró sin mirar, pero aún sonriendo.

    Él se separó de ella y, rodeándole por la izquierda, camino a su alrededor con paso lento, como ella hacía muchas veces, mas no con gracia, sino más bien como un depredador acechando a una presa, mirándola fijamente.
    —Creo que traje a una Dama muy inteligente aquí.

    Ella se cubrió parte del rostro con una mano, cubierta por las muchas capas de su vestido, ocultando parte de su rostro sonriente. Era como si la hubiera iluminado una Luz de esas que Sesshoumaru buscaba para hallar esperanzas.
    —Es usted muy amable.

    De inmediato, él pareció perder el interés y súbitamente le dio la espalda.
    —Demasiada modestia para mi gusto.

    La luna baila alrededor del sol,
    el sol baila alrededor de la luna.
    Un amor como la luz y la oscuridad,
    cuando el sol y la luna se unen,
    todo queda a oscuras.
    Todo queda a oscuras.
    Todo queda a oscuras.

    Ella se apoyó en su espalda.
    —Una vez dejé que me engañaran, no es verdad que todo queda a oscuras —aspiró profundamente el aroma de él—, es todo lo contrario.

    —¿En serio?

    —Sí —se separó de él.

    La luna baila alrededor del sol,
    el sol baila alrededor de la luna…
    .
    …y comenzó a caminar a su alrededor como muchas veces hacía, cuando pasaba frente a él, fue sujetada súbitamente del brazo y se halló hundida en su pecho. Era tan cálido y su corazón se oía sereno. La capa azul resbaló por sus hombros y su espalda, cayendo hasta el suelo y dejándola con las hermosas capas del vestido con brocados otoñales que él había elegido. Al sentir que era rodeada por esas grandes manos cálidas, levantó la vista hacia sus labios y él se inclinó hasta que sus rostros quedaron a sólo centímetros. Esos sensuales labios se entreabrieron.

    —Estás muy fría —murmuró.

    —Estoy bien, Sesshoumaru-sama…

    De pronto, los labios de él tocaron los suyos y un fuerte pulso de energía la invadió. Su corazón dio un latido fuerte, su cuerpo se calentó, sus mejillas recobraron un color sonrosado y sus ojos tomaron un brillo más natural. Un pulso de vida constante como ese le mantenía perfecta cuando era humana, e igual de perfecta seguiría estando de no haber sido asesinada.
    Él le abrió las capas de su vestido de un tirón, dejando al descubierto parte de su pecho, se hundió en él y mordió sobre su corazón. Una vez, hacía mucho atrás, allí, sobre el corazón, había recibido su marca. Rin sintió un pulso de energía más fuerte que el anterior y esa sensación de vida aumentó también.
    Al primer pulso de energía le siguió otro… y otro más… no quería separarse de los labios del maestro, porque no quería perder esa forma tan humana y llena de vida….
    Pero de pronto, él se separó y apoyó el mentón sobre su cabeza, permaneció en silencio, con una mano en su delicada cintura, mientras una garra le subía y le bajaba lentamente por la espalda.

    —¿Pasa algo malo, Sesshoumaru-sama?

    —Tuve una sensación muy extraña… —era como si algo o alguien le hubiera hecho perder la concentración.

    La garra que dibujaba formas sobre la espalda se detuvo.

    Ella lo miró y levantó una ceja.
    —¿Qué quiso decir?

    —Pregúntale a tu hija.

    Ella sonrió y le tocó la nariz.
    —Después del atardecer, es su hija.

    ***
    Con paso lento, pasó a través de las puertas rojas y caminó altiva, sin prestar atención a los guardias y sirvientes que la seguían para que no le pasara nada ¿qué podía pasarle en el trayecto de sus dependencias a la sala preparada, que estaba justo en el piso de abajo?

    —“Por favor, princesa, Jaken cenará contigo y con el príncipe así que, vuelvo a pedirte, que ésta sea una velada lo más tranquila posible” ah… —soltó un largo suspiro—, Rin, yo me arrojaría amarrada en una estampida de mononokes si tú me lo pidieras…

    —Disculpe, princesa —le llamó respetuosamente y notablemente nervioso uno de los guardias—, pero se ha equivocado de camino, este pasillo lleva… lleva a la planta inferior de la Casa…

    —Oh, ¿en verdad? —dijo con un tono inocente—, no me había dado cuenta.

    —Por favor, por aquí —dijo otro de los guardias, queriendo llevarla por un pasillo hacia la sala que usaría para cenar.

    —No se preocupen —dijo en su natural tono suave y amable—, conozco un mejor camino —y siguió por el pasillo.

    —Pero… princesa… —ellos estaban confundidos, el camino que ella estaba tomando llevaba al exterior, cerca de donde entrenaban las escuadras de defensa. ¿Estaría demasiado confundida por la falta de sus sentidos? ¿o por haber estado demasiado tiempo encerrada y dormida?

    La chica rió.

    —¿Ha ocurrido algo gracioso, princesa? —preguntó amablemente una de las sirvientes que iba a su lado.

    —No, es que solamente recordé un chiste muy bueno.

    Eso era extraño, ya que todos sabían que nadie podía bromear con los príncipes.

    Ella volvió a reír por los pensamientos extraños que daban vueltas en las cabezas de la servidumbre. Realmente les faltaba algo de intelecto.
    El resto del trayecto fue silencioso. Cuando el camino acabó, efectivamente estaban en una plataforma que daba al exterior, hacia una parte de la plaza de armas.
    Todos los soldados que estaban entrenando, al sentir aquel olor, en seguida voltearon hacia la casa principal y se postraron. Kanta se confundió al ver así a sus compañeros de entrenamiento, entonces, vio a la princesa y rápidamente se puso de rodillas, como los otros. ¿Qué hacía ella ahí? ¿No se suponía que permanecía confinada? ¿por qué había salido justo ahora, en un día tan frío? ¿Importaba?

    La chica, impasible, caminó hacia el borde de la plataforma.

    —¡Princesa! —saludaron todos a la vez.

    —Mis estimados soldados… debería decir… los soldados de mi honorable padre…

    Todos permanecieron en silencio.

    Kanta levantó la vista por un momento y no pudo evitar sonrojarse. Ella estaba muy bonita. Un perro rojo que estaba de rodillas a su lado, dio señales de disgusto y, poniéndole una mano sobre la cabeza, lo empujó hasta hundirlo de cara en la fina capa de nieve.

    —Uy, Akasei… —murmuró enojado.

    La mayoría de los inuyoukais de inferior rango tenían nombres empezados en “Aka”, “Aki” o “Inu”, casi siempre debido a los colores de sus ojos o sus cabellos o a las fechas en las que nacían.

    —Maldito hanyou —murmuró el mentado youkai— ¿Cómo te atreves a ver el rostro de la princesa?

    Kanta levantó la vista otra vez y se encontró con algo inaudito, la princesa había esbozado una sonrisa y, por alguna razón, sentía que le estaba sonriendo a él ¿Acaso vino para verme a mí? Sabía que era sólo una absurda idea, pero no pudo evitar sonrojarse.

    Tartamudeó un poco.
    —¿Vas a cenar? —aludió a las bonitas ropas.

    El inuyoukai de la derecha comenzó a decirle “no le hables” mediante señas.

    —Algo así —contestó ella de buen grado.

    —Estás muy bonita.

    El inuyoukai de la derecha, mínimo quería ahorcarlo, pero estaba paralizado, con la cabeza baja y negándose a hablar.

    La princesa volvió a sonreír y se puso una mano en el rostro.
    —Gracias.

    Él no pudo evitar sonreír.
    —Que disfrutes de la cena.

    —Te guardaré parte de mi comida…

    Él se sonrojó más, imaginándose a sí mismo probar comida tocada por ella.
    —Gracias, princesa.

    —Adiós —dijo ella en un tono algo cantarín, antes de darse la vuelta y tomar el pasillo que llevaba a la sala.

    —Adiós —murmuró hipnotizado el hijo de Inuyasha.

    Cuando la princesa y su séquito hubieron desaparecido de sus vistas, Kanta pareció despertar de una especie de ensueño y se encontró rodeado de youkais que lo miraban feo. En los siguientes minutos, sólo se escucharon golpes desde la plaza de armas.

    “Lo siento, Kanta, te juro que no era esa mi intención”, pensó asustada, avergonzada por la situación, pero no mostró señal de emoción en su rostro. Su naturaleza y su posición se lo impedían. Del mismo modo, no podía nada más voltear y socorrerlo, aunque era lo que quería hacer.
    Un frío mandato llegó cortante a la mente de varios youkai de la escuadra de defensa, como si se tratara del eco de una voz salida desde un pozo. “No le tocarás un solo pelo a Kanta”. Esos youkais se quedaron paralizados y más tarde se fueron a entrenar, olvidándose de “Kanta”. Hanyou con suerte.

    Una de las sirvientes que la seguía y que tenía más o menos su edad parecía incómoda. Preocupada, Sana intentó averiguar sus intenciones y se halló con que no era algo difícil de hacer, la chica tenía una mente muy débil. Pensaba que Akyoushi-sama seguramente se sentiría molesto si supiera que la princesa se dedicaba a coquetear con un mísero hanyou inferior, también pensaba que Akyoushi-sama no se merecía semejante falta de respeto y que, de haber estado ella en su lugar, Akyoushi-sama jamás habría sido…

    —Oye tú —murmuró.

    La sirviente se volvió hacia ella con ademán respetuoso.
    —Sí, princesa —murmuró asustada.

    —Has estado mirando mucho a mi hermano pequeño ¿verdad?

    Ahora estaba oficialmente asustada.
    —No, no, princesa —negó rotundamente.

    —Porque… conoces las reglas del Clan ¿verdad?

    —S-sí.

    —…y por lo tanto sabes que Akyoushi-sama, como tú le llamas, es prometido de esta princesa Shiroi Hana y por lo tanto un día será jefe de Estado y líder del Clan —usó un tono tranquilo, embelesador—. No parece muy apropiado que tenga alrededor una… una youkai de casta inferior, que carece de las cualidades necesarias para formar parte de la línea Real.

    Ella se puso de rodillas en el suelo y se postró.
    —Sí, princesa —sin embargo, si una youkai de casta inferior no tenía esos derechos, un hanyou rotoso mucho menos.

    —Pero el hanyou rotoso es el hijo de venerado joven Maestro —Sana sonrió y se puso en cuclillas cerca de ella, tocándole suavemente la cabeza—. No le faltarías el respeto al Joven Maestro Inuyasha ¿verdad?

    La sirviente se empequeñeció más, ese también era un hanyou, pero se decía que el Joven Maestro era portador de un valioso tesoro del Clan y era más fuerte que el anterior Inu no Taishou. Sólo pensarlo era aterrador.

    —No, princesa, jamás me atrevería a faltarle el respeto al Joven Maestro.

    —Así está mejor —volvió a sonreírle—, espero y no se te olvide lo que te he dicho.

    —N-no se me olvidará, princesa.

    —Ahora, todos, a la sala —siguió caminando tranquilamente, con su séquito indiferente a lo que acababa de acontecer.

    Al llegar a la sala, se sentó en un cojín que le habían preparado en el suelo, en el centro de la enorme e iluminada habitación, los sirvientes iban y venían, poniéndose a su servicio e intentando que estuviera cómoda. La recibió también un cálido olor salvaje que le recordaba mucho a su padre y era lo que él llamaba “el olor de todas las tierras”, olor a tierra, a sal de mar, a montaña y bosque y los árboles y flores silvestres que hay en ellos. Se decía que esa clase de olores despertaban los sentidos de los inuyoukai. Con razón Rin “despertaba los sentidos de su padre”, no podía reprocharle que se la llevara un día entero para sí mismo.
    Rin al menos podía regalarle todo lo que era, pero los príncipes, aún con toda la riqueza de la que estaban rodeados, no podían regalarle nada. Aunque al parecer, a su padre le bastaba con una tranquila cena.
    Extendió la mano para que un sirviente le pusiera una copa con una bebida de sabor dulce, preparada por expertos con el mismo fin de hacer despertar. No pudo evitar que su corazón saltara de gozo al pensar… que eso mismo era lo que estaban bebiendo Rin y su padre en las habitaciones superiores.

    —Así que Inu no Akiyoushi ¿eh? Pasaremos una linda tarde —sonrió levemente mientras extendía la mano para que volvieran a servirle la misma bebida.

    Le habían dicho que aquella sería una reunión informal, por lo que podría llevar lo que quisiera, pero aún así no se quitó su traje ceremonial con escudos. La ropa formal le ayudaría a poner una distancia entre él y su hermana. Es que, por alguna razón, no le agradaba la idea de una fiesta íntima y privada. Intuía algo turbio y los inuyoukai son conocidos por su certera intuición. ¿En qué le habían metido?
    Salió a paso lento, pues le habían dicho que no se preocupara, que Jaken le estaría esperando junto con la altiva princesa. Jaken era más un estorbo que una ayuda… pero ya estaba hecho. Para intentar distraerse, se preguntó qué estaría haciendo Kanta allá afuera, con semejante frío. Pretendió que no le preocupaba.
    El camino hacia la sala de reuniones que había sido preparado especialmente para ellos se le hizo largo, más largo de lo que ya era. Se volvió a preguntar en donde habría tenido la cabeza su padre. Luego, se figuró la linda carita de Rin por toda respuesta.
    De pronto, se dio cuenta de que el cabello de Rin ya no era negro, sino blanco, y con una marca añil en la frente. Se quitó a su linda hermana de la cabeza, ¡no era un monstruo, sólo era una chica de casi la misma edad que él!
    Respiró profundamente antes de llegar a la puerta de la sala y, cuando los sirvientes abrieron para él, le recibió “el aroma de todas las tierras”, se trataba del olor favorito de su honorable padre, ese del cual se decía que despertaba los sentidos. Y así fue, sus sentidos despertaron y su incomodidad se adormeció. Entró en una especie de trance hipnótico.

    Ella levantó la vista.
    —Pero miren nada más quien está aquí, mi querido hermano pequeño.

    Él iba a hacerle una reverencia, pero ella se le acercó con paso rápido y grácil y lo levantó por un hombro.
    —No, no, eso no hace falta —poniéndose de pie, se pegó a su hombro para susurrarle, ya que “su hermano pequeño” era más alto—. Haz como que todos esos sirvientes no están aquí.

    —Pero, yo…

    —Es que, no creo que haya mucha diferencia entre nosotros, sólo piénsalo —caminó a su alrededor con paso grácil “mirándolo”—. Shiroi Hana-sama nació a principios del verano… —parada detrás de él, lo abrazó por la cintura—. Y Akyoushi-sama nació a mediados del otoño.

    Jaken entró en aquella habitación e iba a anunciarse, pero vio a los príncipes juntos y se le quedaron las palabras en la boca.

    Akyoushi la miró de lado, sin moverse ni separarse de ella.
    —Honorable hermana mayor ¿Te has dado cuenta de que hablas como la abuela?

    —¿Yo, como la abuela? Ah, lo siento, no me había dado cuenta, es que… estoy un poco sorda, pero gracias por el halago —le acarició el cabello—. Pero mira nada más, qué cabello tan suave, hace tiempo no lo toco.

    Él no respondió.

    Ella lo tomó por la cara y primero lo puso de perfil hacia un lado y luego hacia el otro.
    —Y qué perfil más hermoso, no cabe duda de que eres un inuyoukai de la clase más fina. Y también, esos ojos son tan poco comunes entre nosotros… Deberían conseguirte un artista.

    —No me gusta posar para los artistas, hermana mayor —dijo impasible.

    —Eso es ridículo —miró al pequeño sirviente— ¿Escuchaste, Jaken? Consíguele un artista a mi hermano, de inmediato.

    Jaken se volteó hacia los sirvientes.
    —Ya escucharon a la princesa, inoperantes —los sirvientes comenzaron a ir y venir rápidamente.

    Ella sonrió.
    —Shh, shh, shh, no entendiste bien —se inclinó hacia él—. Te dije consíguele un artista —de una patada, lo hizo salir de la habitación y se volteó hacia el confundido inuyoukai que estaba a su lado y que, en seguida, puso un rostro inexpresivo y miró en otra dirección—. ¿Y de qué hablábamos?

    —No lo recuerdo, hermana mayor —dijo sin mirarla.

    —Ah, sí, de que no somos tan diferentes, deberíamos tenerlo en cuenta —lo tomó por el brazo y se lo recorrió lentamente hasta llegar a la pálida mano y luego, volvió a subir, hasta posar ambas manos en su hombro—. ¿No lo crees, hermano pequeño?

    Akyoushi volteó a mirarla, sorprendido de que ella le dibujara círculos con los dedos en el hombro y siguiera subiendo.
    —¿Y por qué crees que deberíamos tomar eso en cuenta?

    —Por razones obvias. Me asusté cuando padre exigió que nos reuniéramos a cenar —le tocó el borde del rostro de una manera tierna—. Es que pensé que exigiría nuestro matrimonio como regalo de cumpleaños.

    —¿Cómo dices? —quiso fingir sorpresa, aunque también le daba vueltas a la idea desde la mañana.

    —No es mi culpa. Ya sabes, me parece muy desconsiderado por parte de nuestro padre comprometernos cuando yo sólo tenía un año y tú apenas… cuatro días de vida. Si tú no hubieses aparecido, yo estaría destinada a casarme un día con Kanta —comenzó a jugar con el cabello azul plateado del muchacho, ensortijándolo alrededor de los dedos—. Pero soy coherente, no puedo ir simplemente y contradecir a nuestro padre.

    —Y un día tendrás herederos con ojos de gato.

    —No lo sé… —dijo en un tono algo meloso, soltó sus cabellos y caminó hacia el otro lado.

    Él la siguió con la mirada.
    —¿Qué es lo que no sabes?

    —Si realmente quiero casarme contigo y tener herederos con ojos de gato —puso una mano bajo el mentón y sonrió—, prefiero niños morenos, con líneas en el rostro, ya sabes, como las pinturas de nuestro abuelo.

    —No me digas.

    —Sí te digo —se acercó hacia él y lo miró de cerca—. No me digas que sientes celos —susurró en tono cínico.

    Él intentó desviar la vista.
    —No, en absoluto.

    Ella se le pegó más.
    —¿En verdad? Porque tengo la impresión de que a veces te llevas muy mal con Kanta —apoyó su cabeza en él y sintió cómo la cabeza de él bajaba, hasta posarse sobre la suya—. Sólo piénsalo, yo un día seré Inu no Taishou, no sólo seré la poderosa gobernante de nuestras tierras, también gobernaré a los nuestros —estiró la mano hasta alcanzar un mechón de cabello que le caía por el borde del rostro, para empezar a jugar de nuevo—, gobernaremos a los nuestros y haremos lo que queramos… podríamos cambiar las reglas de la Corte y entonces… tendría dos perros para mí. ¿No te gusta la idea?

    No, por supuesto que ella no sería Inu no Taishou después de la debilidad mental que había mostrado en más de una ocasión.
    —No lo sé, hermana mayor.

    —Porque tuve la sensación de que ni tú ni Kanta quieren pelearse por algo así, ¿verdad? —nuevamente ensortijaba su cabello y con la otra mano, le abría el cuello del haori.

    —Kanta es sólo un hanyou, hermana mayor.

    —Pero es nuestro primo —se inclinó hacia el hombro que le había dejado al descubierto y entreabrió la boca, dejándole sentir su respiración.

    Akyoushi miró a su alrededor y se le cortó la respiración. Absolutamente todos los sirvientes se habían ido, ahora de verdad estaban solos, solos. Sintió cómo su hermana lo sujetaba de la manga del haori y lo jalaba hacia abajo, hasta que ambos cayeron, quedando sentados en las esteras de tatami, ella en su regazo.

    —Pero no tiene ninguna clase de derechos, hermana —su cola cayó a un costado, rodeando a ambos y dejando al descubierto su hombro izquierdo.

    —Pero tú sabes que a futuro podría tenerlos, entonces es verdad que te dieron celos —cada vez le abría más el haori y, solapadamente, estaba intentando tumbarlo hacia atrás en el tatami, pero no podía porque el inuyoukai se estaba resistiendo—. Hermano pequeño, tienes una espalda fuerte.

    —Gracias por el cumplido, hermana mayor.

    Ella sonrió.
    —No espero que dure mucho —volvió a abrir la boca contra su hombro, rozándolo con los afilados colmillos.

    —Shiroi Hana-sama ¿pero qué hace? —preguntó Jaken, apareciendo con un youkai bajo y más bien flaco, vestido de gris, que traía un estuche de bambú.

    —Nada —dijo ella, volteando hacia él con naturalidad.

    Akyoushi agarró el cuello de su haori y se lo colocó adecuadamente, para cerrárselo, luego, hizo lo mismo con la cola, acomodándosela en diagonal sobre el pecho, como siempre la llevaba.

    —Pues parecía que estaba intentando marcar a su hermano menor —dijo el pequeño youkai con cierta suspicacia.

    —Ay, Jaken, qué gracioso ¿cómo se te ocurre? Sólo estábamos hablando ¿verdad? —le acarició la cabeza a su lindo hermanito de una manera juguetona—. ¿Y lo van a dibujar o no?

    El artista se inclinó.
    —¿Quiere aparecer la princesa en la pintura?

    Ella asintió con una sonrisa que la hizo asemejarse mucho a Rin.

    —Entonces, busquemos el mejor lugar, por favor —dijo en tono muy respetuoso el artista.

    Akyoushi suspiró de alivio.

    Jaken entrecerró los ojos y miró a los inuyoukai. Con razón no podían comer solos esos dos y la incomodidad que se provocaban el uno al otro parecía no sólo deberse a una simple rivalidad, no.

    —Cielos ¿y a dónde se fueron los sirvientes? —comentó la princesa—, Jaken, ¿qué tal si vas a buscarlos?

    Jaken la miró a ella, luego al chico y finalmente al artista.
    —E-está bien.

    Sana miró al artista y se dirigió a él con un suave tono amable.
    —¿Le importaría acompañar a Jaken para que le muestre donde guardan los escribas la tinta que nosotros preferimos?

    —Claro —dijo el artista, como si hubiera visto el cielo y fue hacia Jaken.

    —Sólo es una pintura —acotó Akyoushi rápidamente—, cualquier tinta estará bien para mí.

    —No, hermano pequeño, tienes que aprender a ser como nosotros, no puedes elegir cualquier calidad que hayan sacado de quien sabe donde. Jaken, por favor, muéstrale a este youkai la tinta que usa Rin.

    Jaken empezó a sudar.
    —Está bien —dijo con ciertas dudas—. Acompáñame.

    —Sí, señor.

    Ahora estaban solos de nuevo. Sana se volteó lentamente hacia el príncipe.
    —Ahora sí, ¿en qué estábamos?

    —Estábamos discutiendo los derechos de Kanta —dijo el príncipe en el tono solemne que le habían enseñado para dirigirse a un superior, como si no hubiera acontecido nada.

    Ella se le acercó con paso grácil y apoyó las manos en el pecho de él, empujándolo hacia atrás.
    —Esa parte podemos discutirla más tarde —ambos cayeron sobre el tatami, quedando ella encima de su hermano.

    Al principio, él no entendía qué pasaba, pero luego se dio cuenta de que había sido forzado a caer por los poderes de su hermana. Su cola nuevamente había caído hacia un lado, dejando su hombro al descubierto.
    —¿Y de qué más quieres discutir, hermana mayor? —sentía cómo nuevamente el haori le resbalaba por los hombros.

    —De nada en especial, tú sabes… que nuestro honorable padre controla con su voluntad todo el palacio… —le frotó los brazos de una manera lenta y suave.

    —Sí… —al ver que su hermana se le pegaba, sintió algo extraño “allá en el sur” y sus manos fueron automáticamente a la cintura de ella.

    —Pero… él ahora está con Rin…

    —Ahá… —la siguió con la mirada cuando ella volvió a apoyar la boca contra su hombro. Y se sintió repentinamente envuelto por una sensación cálida.

    —Así que está muy ocupado… —susurró de manera sugerente.

    —Emh… —sin entender por qué, vinieron a su mente las cosas que muchas veces había visto cuando andaba de fisgón en las dependencias de Rin… y lo que sentía aumentó.

    —Por lo tanto, no puede controlar lo que hacemos…

    —Sí… —su voz sonaba cada vez más amodorrada—, lo sé…

    —Entonces, podemos…

    —¿Princesa? ¿Príncipe? —preguntó Rin de pie en la puerta y los dos se sentaron rápidamente.

    —¡Rin!

    Akyoushi se acomodó el haori y luego se cruzó la cola sobre las piernas para ocultar la “sorpresa” que tenía ahí abajo.

    —¿Qué haces aquí? —preguntó confundida la muchacha, mientras se arreglaba el cabello.

    —Su honorable padre me dijo que viniera a ver si ambos estaban bien y si necesitaban algo, por si Jaken se hubiera comportado de modo inoperante, abandonándoles. Él manda decirles que... no se preocupen por nada, que este es un día muy especial... pero él sigue controlando todo el movimiento en el Palacio, no se le escapará nada, así que todo estará bien…

    Akyoushi miró de reojo a su hermana.

    —Todo está bien, no necesitamos nada —Sana le sonrió y acarició la cabeza del príncipe, nuevamente de forma juguetona—, Jaken sólo fue un momento a traer un artista para nosotros y mostrarle dónde se guardan tus materiales de trabajo…

    —Ah, miren, ahí vienen… —dijo Rin en un tono simpático, haciéndose a un lado para permitir la entrada de Jaken y el otro… y tras ellos también venían los demás sirvientes, para servir la cena y entretenerlos un poco. La Dama les sonrió a ambos—. Princesa, Príncipe, que tengan una bonita tarde —se alejó con paso corto y grácil.

    El chico levantó la vista y se mordió los labios.

    —¿Te sientes bien? —murmuró su hermana por lo bajo.

    Él negó con la cabeza, pues seguía con una sensación muy rara en esa parte de su anatomía que le habían enseñado a no nombrar.

    Durante el resto de la tarde, fueron retratados por el mentado pintor y comieron.
    Mientras comían el primer plato, Jaken rompió el silencio, comenzando a hablar de la grandeza del maestro, como de costumbre, lo cual era monótono si se tenía en consideración que los errores no eran jamás nombrados, pero eso era de esperarse en las crónicas de un aristócrata.
    Las crónicas más importantes eran neutras y veraces y habían sido escritas por Rin, sin embargo, habían unos cuantos tomos que se tenían como “prohibidos” y estaban en una habitación prohibida. Ni siquiera los príncipes habían tenido acceso a esos tomos, lo cual era molesto Una parte de la vida del maestro estaba vedada, envuelta en oscuridad, en misterio. Ellos no sabían cómo se había convertido en daiyoukai, de dónde diablos había aparecido la poderosa Bakusaiga, cómo realmente había conocido a Rin y desde cuándo estaba ella en el Clan. Además, las respuestas de ella eran muy vagas. Sin darse cuenta, los tres comenzaron a discutir sobre eso.

    —No es necesario saber lo que pasó antes, de todos modos, no se puede hacer nada con eso —arguyó ella.

    —Eso lo dices tú porque ves el futuro y sólo de él te preocupas. No es lo que me enseñaron mis profesores de historia.

    —Deberías cambiar de profesores.

    —No importa cuántas veces cambie de profesores, ni si me enseña la misma Rin, pues nadie responderá esas preguntas y estoy bastante convencido de que eres consciente de eso.

    —De lo único que soy consciente es que no es importante, si nadie lo habla.

    —Si nadie lo habla es porque está vedado ¿pero irás a preguntárselo a nuestro padre?

    Ella le sonrió de lado.
    —Una vez le pregunté por qué dejó a Rin entre los humanos, como ella me contó. Y me respondió que no la dejó, en realidad, Rin había decidido quedarse allí de propia voluntad porque quería aprender a ser independiente y no causarle problemas a nuestro padre.

    Akyoushi frunció el ceño en claro gesto de consternación.
    —Pues a mí me dijo que efectivamente la dejó allí porque se estaba obsesionando con ella y así, no le permitiría crecer.

    La princesa se giró hacia él, evidentemente confundida.

    —A mí no me mires —dijo en el tono formal—, eres tú la de los poderes.

    —Veo el futuro, no el pasado.

    —¡Ya basta! —gritó Jaken— ¡No importa cuánto pregunten! ¡de todos modos, nunca van a saber que a causa de ella y su padre, el maestro sufrió como el infierno sólo para obtener un maldito…!

    El enano youkai se cubrió la boca al darse cuenta de que los príncipes habían dejado de comer, para mirarlo atentamente.

    —Ah… ah… pero qué preciosa tarde y… qué deliciosa comida... —comenzó a sudar de los nervios—. Por favor, altezas, sigan comiendo, no se detengan por mí…

    —¿Dijiste algo sobre mi honorable padre? —preguntó Sana, no muy segura de haber entendido.

    —N-no, yo sólo decía…

    —Pues a mí me pareció que dijiste algo sobre Rin, nuestro padre… ¿y tal vez nuestro abuelo? —Akyoushi lo miraba de una forma intimidante, como si quisiera extraerle la verdad por la fuerza.

    —Es que… yo… Es que Sesshoumaru-sama y Rin-sama… ellos… les han engañado por bastante tiempo, altezas…

    Sana usó un tono intimidante, parecido al de su padre.
    —Sé claro, estimado Jaken.

    Akyoushi se irguió, sin quitar esa mirada.
    —Porque no querrás mentir a tus príncipes, ¿verdad?

    Él comenzó a sudar más.
    —N-no, altezas… yo no… —ahora sí que la había liado, si no sonaba convincente, lo iban a poner como camote, estaba seguro.

    La princesa le sonrió de una manera fría, que le recordó a Jaken las máscaras del teatro.
    —Bien, entonces…

    —Era demasiada presión para el maestro que la Dama viniera a vivir aquí en sus tempranos años, quiero decir… —era atentamente escuchado— en algún momento tendrían que estar juntos a futuro… después de todo, se casaron cuando ella tenía trece años.

    Akyoushi se atragantó con un bocado de su comida y una sirviente corrió hacia él para servirle agua.
    Para la especie humana, trece años se consideraba una edad madura pero, para un youkai, esa edad era de un niño. Si eso era cierto, Rin era entonces más pequeña que ellos. Un youkai podía mantenerse virgen mínimo hasta los cien años, antes de casarse, a menos que las circunstancias dictasen otras cosas.

    —Pues sí, no muchos supieron de eso y no consta en las memorias pero… —dijo Jaken mirándole— el maestro se casó con ella en una aldea humana, según los rituales humanos, en una ceremonia oficiada por un monje de rango mediano. Sin embargo, siguió siendo cuidada ahí y el maestro le visitaba con frecuencia.

    El chico puso cara de repulsión y la sirviente, que seguía a su lado, le sirvió más agua y le hizo una reverencia.
    No era que le molestara el hecho de haber sido engañado, sino la idea de que su padre frecuentara una aldea llena de humanos vivos. Miró a su hermana, que seguía impasible ¿también lo estaría masticando?

    —Leo tus intenciones —entrecerró los vidriosos ojos oscuros, dirigiéndose al sirviente.

    Jaken comenzó a sudar de nuevo.

    —Son sinceras, no nos estás mintiendo. Es muy romántico, incluso para un daiyoukai —extendió el brazo delicadamente, para que un sirviente le pusiera una copa llena en la mano, mientras recordaba las historias de ceremonias que le había contado Rin— ¿No lo crees, hermano pequeño?

    Él ni siquiera parpadeó, impasible.
    —No lo sé, hermana mayor.

    —Sin embargo, creo… —bebió y mantuvo la copa cerca de sus labios— que aún nos estás ocultando algo. En fin, no tiene mucha importancia —extendió la copa para que el sirviente se la llenara de nuevo.

    Jaken suspiró aliviado de que las presiones no continuaran.

    Más tarde, los integrantes de la corte entraron a la habitación para unirse al festejo y esperar la llegada del día siguiente. Akyoushi miró todo el tiempo hacia fuera o hacia el pequeño espectáculo de bailarinas, intentando no mirar a su hermana mayor, ella le habló en un par de ocasiones y él le contestó como pudo.

    En un momento, ella lo tomó del brazo y varias de las cortesanas festejaron.
    —Finges que “no quieres estar a solas” para que luego no te crean si te acuso de esto —murmuró el joven por lo bajo.

    Ella se le pegó y todos volvieron a vitorear, ya que la fiesta formal se había convertido en totalmente informal.
    —Sólo te salvó el llamado de atención de nuestro honorable padre —respondió ella también por lo bajo—. Pero no hay segundas oportunidades —amenazó.

    Lo que había hecho, lo había hecho por impulso y él había respondido por impulso también. Era difícil que estuvieran juntos porque solían invadir el espacio del otro. No sólo habían sido criados como completos extraños, estaba en juego la herencia y asimismo se disputaban la atención de Sesshoumaru y Rin, por lo tanto, hasta ese momento de “neutralidad”, sin “factores externos” ni presiones, a ninguno de los dos se les había cruzado por la mente la idea de que podían atraerse.
    Cuando Akyoushi le había preguntado sobre su futuro, ella lo había visto solo, no se había visto a sí misma con él, por eso no le preocupaba tener una relación superficial que no acabaría en nada, como muchos youkai hacían. Akuma le había borrado el sentimiento de la culpa, se sentía capaz de hacer literalmente cualquier cosa.
    Era por eso que había insistido en la presencia de alguien más durante la cena, sólo por si acaso.
    Rin no había podido entenderlo porque, después de todo, ella provenía de los humanos y los seres humanos, a falta de instintos primarios, difícilmente reaccionaban así. Sin embargo, al parecer su padre sí había tenido ciertas sospechas. ¿Entonces por qué había permitido que estuvieran juntos? ¿Qué quería probar?

    La pequeña fiesta continuó y, pasada la media noche, el maestro entró también en aquella habitación. Todos se hicieron a un lado, dejándolo pasar y lo reverenciaron. El ruido se tornó en silencio por unos momentos.
    Después de Jaken y de Sana, los demás comenzaron a felicitarlo. Él no respondió. Fue y se sentó convenientemente en medio de los dos príncipes y les dedicó sendas miradas de reproche. Ambos se hicieron los desentendidos. Todo se calmó con su llegada y la fiesta informal nuevamente se transformó en formal. Rin se sentó frente a los tres y habló un poco con ellos. La llegada del día fue espléndida.

    Todos poco a poco fueron retirándose, hasta que, finalmente, sólo Rin y Sesshoumaru quedaron en la habitación. Jaken aprovechó eso para acercárseles con una respetuosa reverencia.
    —Por favor, no se les vuelva a ocurrir dejar a los príncipes a solas. Casi me infarté cuando vi que por poco se unían aquí en esta sala.

    Rin le sonrió.
    —Creo que estás exagerando, querido Jaken.

    Él la miró.
    —Admito que a veces exagero, pero esta vez no —miró al daiyoukai—. Sesshoumaru-sama, haga algo al respecto.

    Él lo miró molesto.
    —Estás equivocado si crees que mis hijos harán algo inapropiado estando yo aquí.

    Exactamente.

    —Pero, Sesshoumaru-sama, ¿y cuando usted no se halle presente? ¿Qué tal si debe viajar por varios días? ¿por meses? en verdad, le ruego que lo considere, esto es cierto, de seguro ese despreciable de Akuma le hizo algo a la preciada mente de la dulce princesa Sana —y estaba comenzando a pensar que ya no era tan “dulce” como cuando era niña.

    Sesshoumaru lo miró incrédulo. ¿Habladurías de nuevo? Lo mismo le habían hecho con Rin, pero se ahorró las ganas de mandar a volar a Jaken de una patada.
    —Lo tendré en cuenta.

    Jaken se inclinó una y varias veces.
    —Gracias, Sesshoumaru-sama.
    ***

    Cuando el príncipe llegó a los establos aquella mañana, el olor de Kanta estaba ahí, pero él no. De pronto, se dio vuelta y debió agacharse para evitar una patada que le rozó la cabeza. Kanta saltaba sobre un pie y luego sobre el otro, en guardia, como si estuviera precalentando.

    —¿Despierto tan temprano?

    —Es que anoche hacía mucho frío, tengo que calentar un poco —seguía trotando en el lugar, como si estuviera listo para lanzar otra de esas patadas.

    Akyoushi dio un salto de dos metros, esquivando el golpe y, girando sobre sí mismo, lanzó una patada que tomó a Kanta por sorpresa y lo lanzó hacia atrás.
    Kanta, sorprendido, se levantó, se sacudió y se frotó el rostro adolorido. ¿Y ese golpe?

    —¿Te gusta mi estilo chino, Kanta?

    —Hijo de puta.

    —Pretenderé no enojarme, porque estás en lo cierto —se abalanzó sobre él y en seguida se agarraron los golpes y se encontraron revolcándose en el suelo, quedando Kanta arriba luego del forcejeo.

    El inuyoukai se lo sacó de encima de una patada y en seguida comenzaron una pelea de pie. Kanta todavía estaba sorprendido. También podía dar golpes en el aire pero, si lo intentaba, estaría en desventaja, ya que Akyoushi, como todos los inuyoukai, podía volar, quedar suspendido en el aire y él no. Akyoushi parecía ido.

    —¡Ten esto! —con un puñetazo en la cara lo hizo perder el equilibrio. Y era muy difícil que Akyoushi perdiera el equilibrio—. ¿Te pasa algo? —lo miró con la ceja levantada.

    —No me pasa nada.

    Kanta se olvidó en seguida de sus ganas de pelear y se pasó la mano por la nuca.
    —Entiendo, aún no te has recuperado.

    —¿Eh?

    —Había una fiesta anoche, ¿no es así? Era el cumpleaños de tu padre, envíale mis saludos.

    —Su aniversario es hoy y no necesita del saludo de un mugroso hanyou de tercera.

    —Oye, no te pongas así, no es mi culpa que andes distraído desde temprano.

    Era verdad, no podía concentrarse en nada, no desde la curiosa actitud de su hermana. Había actuado como si no hubiera sido ella misma. No podía decir mucho de sí mismo. Aún era el cumpleaños de su padre, por eso aún tenía el día libre si quería ir a rendirle honores, pero pensó que salir le ayudaría a despejarse un poco.
    Seguía confundido y Kanta lo miraba inquisidoramente.

    —¿Tengo algo en la cara? —espetó con brusquedad.

    —Emh… unos ojos de gato, una nariz muy pequeña, una palidez como de muert… —un golpe en el centro de la cara lo calló.

    El príncipe se fue tan altivo como había llegado.

    —Vaya que te levantaste con pésimo humor, todopoderoso príncipe inuyoukai —se limpió la sangre y fue a buscar algo de comer.

    El almuerzo con su padre fue tranquilo y silencioso, ni él ni su hermana se miraron, no se hablaron, actuaron como dos perfectos desconocidos. Rindieron honores a su padre como era debido y sólo se retiraron una vez él y Rin lo hubieron hecho. Ni siquiera en ese breve instante de soledad cruzaron palabras.
    Akyoushi creía que su hermana había estado masticando lo de la tarde anterior y se había contenido debido a la presencia de su padre y, por otra parte, ella creía que él aún estaba nervioso, cosa que no podía confirmar, debido al bloqueo mental que había sufrido.
    Definitivamente, su padre era como una dura barrera.

    Al llegar a sus dependencias, se puso a hurgar entre sus objetos personales, intentando distraerse. No importó cuántas cosas hiciera a través del día, seguía sintiéndose incómodo. Tres de sus sirvientes salieron a anunciarle que su baño estaba listo. En silencio, entró al cuarto de baño, se soltó el cabello, tiró las ropas a un lado y se metió al agua tibia, donde permaneció por algunos minutos antes de salir y vertirse con una ropa de Corte bastante “sencilla”. Caminó en penumbra por las dependencias y entró a su cuarto de dormir.
    No le gustaba no entender las cosas que estaba sintiendo. Se tiró de lado en la cama y el recuerdo de la tarde anterior le torturó una vez más, provocando una sensación incómoda en cierto lugar de su anatomía. No sabía cómo quitarse esa sensación. Como cascadas de seda azul, su cabello se revolvió en todas direcciones, cayendo en el tatami. Se giró hacia un lado, luego hacia otro, intentó pensar en algo desagradable…

    ¿Necesitas ayuda? —llegó la pregunta a su cabeza.

    Reconoció de inmediato a su hermana e intentó cortar la repentina conexión, echarla fuera de su cabeza, pero en su actual estado de confusión, aquello no le era posible, menos cuando ella ya comenzaba a familiarizarse con el contacto.

    —Es culpa tuya. No tenías razón de hacer eso.

    —La verdad, no. Esta vez fue mero impulso —se imaginó a sí misma sentándose cerca de él y tocándolo—. Recuerdo una vez en que estaba jugando con Rin con una moneda. La moneda cayó por el balcón, yo podía haberla “hecho regresar”, pero sabía que estabas abajo, quería que la atraparas y subieras con nosotros.

    —¿Y eso por qué?

    —Eres mi hermano y además… te gusta verme a mí y a Rin ¿o me equivoco? —lo provocó.

    El no respondió. Era verdad. Como todo inuyoukai, tenía amor devoto hacia sus allegados. A Sana por ser su hermana mayor y a Rin… por estar ahí siempre. Pero aparte del amor devoto, sólo con uno se compartía un Lazo. Y lamentablemente, no se trataba de ellas.

    —Mi lazo no es contigo…

    Ella sonrió.
    —Ni el mío contigo pero… aún así no puedo evitar sentir algo de celos

    —¿Celos?

    —…porque al parecer, sí tienes un lazo verdadero con Kanta.

    Él abrió los ojos. Le estaba diciendo que tenía un lazo con un muchacho que, además, era un mísero hanyou. No podía concebir insulto peor. Se levantó para darle una bofetada, pero se encontró golpeando el aire. Era verdad, ella no estaba ahí. La sensación incómoda se fue así como había llegado y el contacto con ella desapareció también.
    Le preocupaba que ella hubiera “visto” o intentado manipular algo que él todavía desconocía. El clan del inuyoukai era conocido por su intuición, pero las habilidades de algunos miembros eran nada menos que aterradoras.

    —Hermana mayor, voy a matarte.

    —Usted no va a matar a nadie, príncipe —Akyoushi se giró en la oscuridad en dirección a la esencia y la voz que percibía—. Yo voy a hablar con ella.

    El joven se levantó, para luego inclinarse ante él, dejar las cosas en sus manos sería lo mejor.

    Todo estaba tranquilo en la hora que decidió visitarla, se movió a través de la Casa como un etéreo fantasma y llegó a la habitación de puertas rojas. Se sorprendió al encontrar las luces encendidas, ya que para la princesa eran indiferentes la luz o la oscuridad. Para ella eran lo mismo. Entró en silencio y caminó hasta donde ella yacía como dormida.

    —Sabía que vendría, padre —susurró la princesa.

    El inuyoukai entrecerró los ojos.
    —¿Dices que lo sabías?

    —El que ve con claridad no duda de las cosas. Son muchos los que dudan sobre las cosas que acontecen en este mundo. Pero el único momento en que yo he dudado o me he preguntado “por qué”, fue cuando la oscuridad me impidió ver.

    Estaba hablando de cuando había sido manipulada por Akuma. Había ganado vista y oído, pero había perdido o menguado la capacidad de ver con la mente. Es decir, se había vuelto débil. Pero ella se estaba equivocando, aún no se había recuperado, aún no podía ver con claridad, aún metía la pata.

    —¿Estás diciendo que no querías estar a solas con Akyoushi porque sabías que harías esto? —dijo con dureza.

    —¿Y si así fuera?

    —Es muy atrevido de tu parte. Conocer las intenciones de los demás no te da el derecho de manipularlas, no me importa si esas cosas te dijeron que el poder ha sido creado para fluir en libertad ¿Aún no sabes que tu libertad acaba donde empieza la de los otros?

    —No he atacado la libertad de nadie —murmuró en su tono suave.

    —Tu hermano no piensa lo mismo.

    —¿Le ha habado?

    Se hizo un incómodo silencio.

    —No.

    —¿Entonces cómo lo sabe?

    —¿Tú cómo sabes?

    Ella sonrió.
    —¿Me está cuestionando?

    —¿Shiroi Hana, me estás desafiando? —su youki aumentó súbitamente, flotando sus pálidos cabellos.

    —Nada de eso.

    Al instante, él disminuyó su youki ¿Qué se suponía que estaba haciendo? ¿Planeaba pelear con ella? Ella no tenía manera de defenderse de su youki, esa sería una pelea injusta. Por un momento, se había olvidado de que ella era un youkai de rango inferior, atrapada en una forma que no le pertenecía y sin los poderes heredados de su sangre, todo a causa de Akuma, que se los había robado.
    Y su comportamiento, también… también era diferente, nunca antes se había comportado desafiante y se mantenía aislada de los demás para protegerlos y protegerse, por lo que era inconcebible que hubiera intentado forzar a su hermano, más allá de que estuvieran comprometidos.

    —Explícate.

    —Shiroi Hana, vivió durante demasiado tiempo en la Oscuridad, sin entender nada más que eso. En un sitio donde no existía nada más que yo y la infinidad. Sé que hay puntos ciegos en mi vista pero, a través de esa oscuridad, hay cosas que sí he podido ver.

    —Como cuales —se sentó frente a ella en calma.

    —Muchos creen que Shiroi Hana no es más que un potencial peligro, una bruja maldita, si así lo quiere. Pero ellos no han visto lo mismo que ella. Para mí, no existe el pasado o el futuro, porque todo ya ha ocurrido ante mis ojos. Todo al mismo tiempo.

    —¿Y entonces por qué tuve que intervenir para que pararas? ¿Por qué no te preocupa lo que has hecho? ¿Sólo porque lo sabías de antemano? ¿Y simplemente te dejaste ir por ese camino? ¿Te parece lo correcto? Dame una buena excusa.

    »Muchos piensan “si no hubiera conocido a tal persona, las cosas habrían sido distintas”, pero esas personas simplemente tenían que aparecer, porque tenían que cumplir alguna función. También, piensan “si hubiera hecho o dejado de hacer tal cosa…” pero la verdad es que las cosas suceden como han de suceder, no de otra manera y todas las cosas tienen un tiempo de acontecer y de dejar de hacerlo.
    »El curso de los acontecimientos no puede cambiarse, ni en el pasado, ni en el futuro, por eso creo que no hay que preocuparse por ello. Los que ven como yo, no sienten ni esperanza ni desesperanza, solo vemos.
    »Sólo supe que pasaría. Es como si lo observara todo desde afuera.

    —Aún observando desde afuera sigues estando aquí. Si conoces tu futuro, eso afectará a los demás, así que habla —ella muchas veces le había dicho que era capaz de controlar el curso de los acontecimientos ¿le había mentido? ¿Era o no capaz de ver su propio futuro? ¿podía decírselo?

    Ella pareció burlarse.
    —¿Cree que, aún si su padre le hubiera hablado del futuro, eso habría cambiado el curso de los acontecimientos? ¿Qué eso hubiera hecho diferente su propia vida?

    Él entrecerró los ojos.
    —¿Qué es lo que sabes?

    —No se nada en especial, sólo sé que incluso daiyoukai como usted se han preguntado alguna vez estas cosas. ¿Acaso me equivoco?

    —¿Estás jugando conmigo?

    —Todos jugamos. Sólo que, quienes vemos, jugamos conscientemente y eso produce la sensación de que nos estamos burlando. Pero no es así. ¿Cree que su padre estaba jugando con usted?

    Era imposible que esa condenada muchacha no supiera algo. Sí, muchas veces, de joven, había tenido la sensación de que solamente había sido un juguete, una marioneta, un objeto que su padre había usado como mejor le parecía, sin tener en cuenta su punto de vista.
    Ahora, aquello no le importaba, pero antes había sufrido. Y terriblemente. Pero todas las cosas pasaban.

    —Sí, todas las cosas pasan.

    Él se crispó. No había hablado.
    —Si intentas ocultar algo, te exijo que me digas todo lo que sabes.

    —¿No sabe usted tanto o más que yo? Es tentador creer que, los que ven como yo, están cercanos a los dioses y pueden salvar vidas. Yo, en cambio, creo que todos pueden llegar a ver las cosas del mismo modo que yo, que todos pueden ver como dioses, incluso usted —se giró hacia él—. Pronto me entenderá.

    Genial, su padre ya no jugaba con él, pero ahora, la que jugaba era Sana.
    —Quiero entender ahora.

    —Pero no es el momento, por eso no puedo decir nada.

    La levantó por el cabello.
    —Habla.

    —Golpéeme si quiere, pero no es este el momento. Sin embargo, será pronto. Yo sé que usted sabe esperar el curso de las cosas, además ¿no acabo de decirle que las cosas no pueden cambiarse? De modo que ¿por qué se preocuparía?

    Volvió a dejarla tendida sobre la cama.
    —¿Por qué eres así? ¿Akuma te ha cambiado?

    —Sí, me ha cambiado, estoy más cerca de sus sombras que de usted —sonrió—. Siempre fui así, sólo que antes no era tan obvio. No me creo capaz de cambiar lo que soy. Pero tampoco me creo mejor que usted ni que nadie. Sólo soy diferente y veo las cosas de un modo distinto.

    Ella permaneció durante un tiempo en silencio.

    —Cuando era pequeña, tenía pesadillas y voces me hablaba de mundos caóticos. Eran los Oscuros. Pero desde hace algunos meses, desde que fui envenenada, alguien más habla conmigo a través de mis sueños, como si intentara reconfortarme.

    —¿Alguien más? ¿Quién?

    —Un youkai. Uno que ve del mismo modo en que veo yo. Un inuyoukai que se parece mucho a Kanta.

    Sesshoumaru se quedó en shock por unos instantes. Sólo había conocido un inuyoukai con la apariencia de Kanta. Se trataba de su padre. ¿Pero por qué su padre querría comunicarse con Sana o a través de ella? ¿Hablarle para reconfortarla? ¿Desde que había sido envenenada? ¿Debía tomarlo como un mal presagio?

    Miró el rostro tranquilo de su hija.
    —¿Quieres que apague la luz para ti? —era un ritual común apagar la luz para aquellos que estaban prontos a su hora de partida.

    —Por favor, padre —pidió ella con una sonrisa.

    Él sopló una sola vez en el aire y el viento circuló por toda la habitación, apagando las antorchas y dejando el recinto a oscuras. Se levantó y caminó lentamente hacia la salida.
    —Que descanses, princesa.

    —Adiós.

    El curso de los acontecimientos no puede cambiarse.
    Ella siempre había dicho que podía ¿por qué ahora cambiaba de opinión? ¿Akuma le había robado también la esperanza? ¿Qué más le había robado?
    Tal vez… tal vez ella le estaba diciendo que su youryoku no sería recuperado y los kage lo utilizarían como mejor les pareciera. Si las cosas eran así, si no lo recuperaba, Sana quedaría en coma para siempre. Como le había dicho Akuma, ella sólo sería un inútil trozo de carne, como al principio.
    Fue hasta su propia habitación y miró a las dos espadas de empuñadura blanca que colgaban de una pared. Su mirada se perdió en el vacío. Bakusaiga, Tenseiga. A veces, eran tan inútiles.
    Sana mentía, ella aún quería insistir en que él era un dios, cuando él le había remarcado mil veces lo contrario. Los daiyoukai sólo eran youkai, nada más. Si fueran los dioses que Sana pensaba, realmente podrían ver y cambiar el curso de los acontecimientos. En el pasado, en el futuro, como fuera.

    Ni siquiera su honorable padre, que estaba muerto, había llegado a ser un dios. Miró a Tenseiga por un largo rato y recordó que la voluntad de su padre ya no estaba ahí y no estaría nunca más.

    —¿Qué intenta decirme esta vez? ¿Por qué a ella? ¿Acaso no fue salvada? Sana… ¿va a morir?

    En lo profundo de su mente, una oscura voz rió. Una intención maligna intentó llegar hasta él y alimentarse de ese miedo… pero no encontró de qué alimentarse, no había miedo en la mente de ese blanquísimo inuyoukai, sólo una pacífica resignación.

    Ella escuchó el llamado lejano de su padre y se sentó, cayendo por sus hombros su cabello, como cascadas de blanco y plata.
    —No moriré. Si Rin se negó a morir, yo me niego también.
    _________________________________________

    Sé que dije que este iba a ser un fic corto, de capis cortos, pero la vida es tan extraña y trae sorpresas. Si no, pregúntenle a Sesshoumaru. Es que simplemente no pude evitar que algunas cosillas se me fueran de las manos.

    He de confesar algo. Al principio, no fui capaz de entender a Tsuki no Youkai, que escribió más de trescientas páginas dedicadas a complejas relaciones entre los personajes de Inuyasha y una serie de excelentemente construidos personajes nuevos. Páginas en las que volcó investigaciones profundas sobre la historia y cultura japonesa, abundando su escrito en detalles lujosos, que nos hacen imaginar a la perfección cómo vivían nuestros personajes. Creando situaciones verosímiles, aunque a veces, demasiado enredadas, dibujando una serie de complejidades alrededor del destino de todos, al mejor estilo de Rumiko, y desembocando en una tragedia como pocas.
    Tampoco comprendí a la loquita de EelKat, que armó toda una biblioteca, no solamente basada en la cultura japonesa, sino que se centró específicamente en la vestimenta, consiguiendo identificar al detalle todas las ropas usadas por nuestros personajes ¡y no sólo eso, sino que también escogió hacer a mano cada uno de esos suntuosos trajes! ¡Semejante colección valuada seguramente en cientos de dólares! ¡y todo hecho con precisión histórica!
    No entendía de donde salía tanto fanatismo, tanta locura por el mundo ficticio de personajes ficticios, que pertenecen a un libro ficticio. Tanto darle vueltas a un mismo asunto, que podría ser sencillo.
    Pero ahora, que me he unido al Club, lo comprendo. Para el que escribe y se mete en los personajes y en su mundo, el deseo de convertirlos en algo real termina siendo fuerte. La diseñadora tuvo la suerte de haber nacido con el don de fabricar esos bellos trajes ceremoniales, pero a nosotros, los escritores, no nos queda más que describir de la manera más realista posible, para traer ese mundo a la mente de los lectores de la manera más precisa posible y puedan verlo con sus propios ojos. Es por eso que los escritores de libros a veces pueden tardar años para recopilar información, estudiarla, seleccionarla, comprenderla, trabajarla y, finalmente, hacer arte con ella para distribuirla.

    Es mucho lo que he encontrado al respecto, por ejemplo, que no es cierto el error típico que cometen muchos escritores, Sesshoumaru no sólo vive en lo alto de una montaña en el Oeste —sí, ese palacio no está rodeado de nubes porque anda flotando por ahí, no, sino que está rodeado de nubes porque mínimo está cerca del Everest, literalmente—. La construcción del palacio es específicamente una ciudad con arquitectura típica china, es un sitio frío, por lo tanto los trajes ceremoniales que usa están forrados y además, están bordados con un típico patrón chino, su armadura es de estilo chino y, por si fuera poco, él tiene los ojos rasgados, como los chinos. En conclusión, Sesshoumaru no es japonés, es chino —¿por qué otro motivo estaría en el Oeste?—. Y, de hecho, mientras el 80% del mundo se lo imaginaba japonés, yo toda la vida curiosamente me lo imaginé chino.
    Ahora que aclaramos el asuntito del Oeste, es por eso que no es tan fácil para Kanta volver a casa, no está muy cerca que digamos. Lo mismo para Rin. En uno de los capítulos, Akyoushi hace referencia a Heijo como un sitio lejano. En esa época, Heijo era la parte más oriental del Oeste, límite con el Este.
    Sin embargo, la manera en que viven está altamente influenciada por la cultura japonesa, por ejemplo, la forma en que se viste el traje ceremonial propio de un aristócrata cercano a un rango de Shogun o el hecho de que Rin vista las ropas de una mujer noble, con los colores de moda en esa época, oro y bronce —en verdad, la forma en que viste una persona, dice mucho de ella, así que, chicas, vistan bien—.

    Creo que, a estas alturas, hay algunas cosas que tendría que aclarar porque leí, a lo largo del fic, comentarios del tipo “me asusté al leer eso”, “todos los hombres son iguales”, “¿Cómo pudo Sesshoumaru engañar a Rin?” y cosas semejantes.
    Lo que escribiré despejará páginas anteriores PERO habrá también spoilers.
    Lo que relataré a continuación, tiene que ver con la vida en la Corte. En los gobiernos de tipo militar, no sólo había jerarquías entre el ejército, sino también entre los diferentes miembros de la Casa Real.
    Su Majestad tenía varias esposas, siendo una la jefa —la favorita, en este caso, Rin— y las demás, concubinas, de rango inferior a la Dama. (En este caso elegí referirme como cortesanas de alto rango). Era un modo de asegurarse descendencia —me encanta esta excusa para la poligamia, deberíamos implementarla— y era algo normal y completamente aceptado.
    Si la Dama no le daba herederos a Su Majestad, éste podía tener hijos con cualquiera de las otras esposas, los hijos de esas otras mujeres eran considerados también príncipes —Akiyoushi, por ejemplo— así que era común que en las familias reales hubiera medios hermanos. Ya verán por qué digo esto.
    Los sucesores se elegían de forma rotativa. El sucesor no era directamente el hijo; era el hermano, el primo, el primo lejano, la mujer… y así, hasta llegar a la generación siguiente. No siempre el primogénito era el heredero, por lo general, el heredero más bien solía ser el más pequeño… ups, ya me spoileé los próximos 20 capis.
    En cuanto a los matrimonios, estaban arreglados, solían sucederse entre miembros de la Casa Real para preservar la sangre, por ejemplo, entre medios hermanos, como en este fic son Akiyoushi y Sana, o entre tío y sobrina y podría seguir haciendo cruzamientos, pero no tengo ganas.
    A menudo, los príncipes o Su Majestad tomaban bajo cuidado a mujeres que luego se convertirían bien en sus esposas o de sus hijos.

    Los matrimonios se sucedían a edad temprana y las esposas seguían viviendo con sus padres por algunos años, en especial si ambos eran de familias importantes o si ella era aún demasiado joven para irse con su esposo. Mientras tanto, el esposo iba a visitarla con frecuencia, llevando regalos, dinero y cuidaba de ella.
    Notad que las últimas palabras no las remarqué por capricho, ya que si analizáis la situación cuidadosamente, os daréis cuenta de que, tal vez, esa escena os suene familiar.

    Espero todo esto haya sido de su agrado. Supongo que, a lo largo de este capítulo, habrán pasado por todo tipo de estados emocionales y a mí, por ejemplo, no me molestan los post kilométricos, así que, si también quieren contarme de ustedes como yo acabo de hacerlo, pues adelante, queridas mías.
     
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    Fernandha

    Fernandha Maestre Usuario VIP Comentarista destacado

    Acuario
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    Nuevamente Asurama, aquí me tienes comentando.

    Que esplendido es saber que la imaginación en tu mente crea cosas realmente hermosas, narrando hechos con una simpleza tan agradable que deja un excelente sabor de boca al lector cuando se sumerge en el texto. A mi parecer tus ideas son bien estructuradas, no importa cuanto tiempo dediques a un escrito simplemente quieres que los clavos sueltos no sean un problema para nosotros. ¡Esplendido!

    Y la canción fue hermosa, siempre concordando o, tratando desde todos los puntos de vista, con el texto.

    De pronto, los labios de él tocaron los suyos y un fuerte pulso de energía la invadió. Su corazón dio un latido fuerte, su cuerpo se calentó, sus mejillas recobraron un color sonrosado y sus ojos tomaron un brillo más natural. Un pulso de vida constante como ese le mantenía perfecta cuando era humana, e igual de perfecta seguiría estando de no haber sido asesinada.
    Él le abrió las capas de su vestido de un tirón, dejando al descubierto parte de su pecho, se hundió en él y mordió sobre su corazón. Una vez, hacía mucho atrás, allí, sobre el corazón, había recibido su marca. Rin sintió un pulso de energía más fuerte que el anterior y esa sensación de vida aumentó también.
    Un beso puede significar grandes cosas, y esa acción realmente deja que la imaginación más "común", de esos casos, se deje al aire, provocando situaciones un tanto "sensuales". ¡Increíble!

    —No moriré. Si Rin se negó a morir, yo me niego también.
    Admirable fortaleza.

    Lo leí tres veces, tratando así de tener un comentario más "rellenado", si se le puede decir así, por lo tanto también he detectado que tu facilidad de invocar los hilos sentimentales es muy grata, ¡felicidades!

    Es mucho lo que he encontrado al respecto, por ejemplo, que no es cierto el error típico que cometen muchos escritores, Sesshoumaru no sólo vive en lo alto de una montaña en el Oeste —sí, ese palacio no está rodeado de nubes porque anda flotando por ahí, no, sino que está rodeado de nubes porque mínimo está cerca del Everest, literalmente—. La construcción del palacio es específicamente una ciudad con arquitectura típica china, es un sitio frío, por lo tanto los trajes ceremoniales que usa están forrados y además, están bordados con un típico patrón chino, su armadura es de estilo chino y, por si fuera poco, él tiene los ojos rasgados, como los chinos. En conclusión, Sesshoumaru no es japonés, es chino —¿por qué otro motivo estaría en el Oeste?—. Y, de hecho, mientras el 80% del mundo se lo imaginaba japonés, yo toda la vida curiosamente me lo imaginé chino.
    Ahora que aclaramos el asuntito del Oeste, es por eso que no es tan fácil para Kanta volver a casa, no está muy cerca que digamos. Lo mismo para Rin. En uno de los capítulos, Akyoushi hace referencia a Heijo como un sitio lejano. En esa época, Heijo era la parte más oriental del Oeste, límite con el Este.
    Sin embargo, la manera en que viven está altamente influenciada por la cultura japonesa, por ejemplo, la forma en que se viste el traje ceremonial propio de un aristócrata cercano a un rango de Shogun o el hecho de que Rin vista las ropas de una mujer noble, con los colores de moda en esa época, oro y bronce —en verdad, la forma en que viste una persona, dice mucho de ella, así que, chicas, vistan bien—.


    Ciertamente, yo tengo ciertas ideas sobre el daiyoukai. A mi parecer, en opinión, el de ojos ámbar lo he creído sobresalido de aspectos chinos, no tengo una idea concreta sobre éste argumento, sólo puedo decir que la misma esencia que puedo captar de él, la considero relacionada con china. Ahora bien, también he tratado de inculcar otra idea que me fue expuesta, y ahora no tengo idea si tiene mucha lógica: "Si Sesshomaru ha sido creado con características chinas, ¿por qué lo catalogan como japonés?" Simplemente quería opinar sobre eso, jeje.

    Adiós y buen día. Esperaré la continuación C:
    At: Fer-chan.
     
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    surisesshy

    surisesshy Usuario popular

    Escorpión
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    Este capi fue entre chistoso y algo erótico, pobre Akyoushi, en la presión que sana lo metió, suerte que lo salvo Rin (enviada de Sesshomaru XD) se me eriso un poco la piel al saber que esos dos se iban a casar, pero creo que es lo normal, por lo que dijiste, la verdad ya sabia que Akyoushi iba a ser el sucesor (por cierto one-shot que escribio cierta Asurama XD) asi que eso no me sorprende, eso y lo de que se va a quedar solo.

    En cuanto a lo del lazo con Kanta, la verdad nunca pensé que Akyoushi no se había dado cuenta, pero que lento es para saber que siente, solo espero que algun día pueda aceptar a Kanta como el hanyou que es "conscientemente", porque inconscientemente ya lo ha hecho, si no no tendría dicho lazo.

    La verdad, nunca había conocido a alguien que detallara tan bien las relaciones entre los personajes y mucho menos los lugares, ropajes, clases, etc, como tú lo haces, eso es una de las cosas que ma me gustan de ti, creo que te lo he dicho mil veces XD, me encanto la aclaración que diste al final del capítulo, me aclararon muchísimas cosas, como lo de Sana y Akyoushi.

    Por cierto, pobre Yaken, hasta Sana lo ha extrenado con una patada XD, solo falta que hagan un juego con el XD. Umm, estoy ansiosa por saber de que hablaba Sana y si el ser que le habla en sueños es en realidad el padre de Sesshomaru, la verdad, de eso no cabe duda, es bueno que por lo menos alguien le consuele en esos momentos de "oscuridad", aunque creo que Rin también le ayuda, y hablando de ella, me pregunto cuándo Sana sabrá que ella es su madre, muero por saber cuál será su reacción, si buena o mala, ya que con esto, Sana se me ha hecho totalmente impredecible, nunca imaginé que se comportará así, la verdad quedé con la boca bien abierta, tuvieron que venir a cerrármela XD aunque bien se que fue mero impulso, no se me sale de la cabeza que ella quiso ese mero impulso con todo su corazón.

    Bueno, ya he alargado el post bastante, solo espero el siguiente capitulo y saber qué trama Sana, porque esa niña, ahora como está, no se quedará quieta, hasta entonces, bey.
     
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    Pan-chan

    Pan-chan Fanático

    Libra
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    Ayer leí el capitulo y justo cuando iba a comentar mi internet me dejó a la deriva XD.

    En primer lugar debo decirte que me pasé al lado oscuro y por un momento pensé que la "sorpresa" era un lemon de Sesshomaru y Rin XD no pude evitar pensarlo ya que esa pequeña escena entre los dos se me hizo graciosa y sensual...por asi decirlo. Me sorprendió bastante lo de Akyoushi y Sana, no por su compromiso sino por su comportamiento durante la cena, Sana no se comporta como de costumbre y Akyoushi se siente confundido por las nuevas sensaciones que manifiesta su cuerpo (nuestro niño está creciendo XD)

    Al igual que surisesshy me encanta la manera en que describes a los personajes, los lugares, las ropas, en fin...cada detalle de tu fic nos hace imaginar facilmente el ambiente en que se desarrolla cada escena; fue agradable ver que Akyoushi y Kanta comparten un lazo especial, a pesar de que se tratan con rudeza (tanto el lo fisico como en la platica) me parece que hacen una buena pareja (y no me refiero al yaoi, ojo) ya que ni Akyoushi es identico a su padre, ni Kanta es identico a Inuyasha, de lo contrario creo que la historia solo se repetiria.

    Fue buena la aclaración sobre los origenes de Sesshomaru y el porqué Kanta no puede irse facilmente a su aldea. Respecto a tu explicación de la poligamia, debo admitir que en un principio se me hizo dificil digerir ese asunto (me resultaba casi imposible ver a Sesshomaru con otras mujeres) pero es logico lo que dices, y respecto a tu ultimo parrafo, donde explicas lo de llevarle regalos a la prometida, visitarla con frecuencia y cuidar de ella awww:D claro que me hizo recordar cierta parte del anime y siempre he pensado que la mismisima Rumiko quiso dar a entender eso de manera sutil sin espantar a los fans ni dejar a cierto personaje como un pedofilo. A medida que avanzan las cosas me doy cuenta de que Sana y Kanta tendrán mas participación de la que pensaba, o quizas mi preferencia hacia Akyoushi no me dejaba ver más alla, por un momento pensé que todo giraría alrededor de él; creo que ya te lo he dicho antes, esta trama es bastante elaborada y no me refiero a que sea complicada, te esmeras por hacer de cada capitulo algo unico y a pesar de que tienes una excelente narración tanto entretenida como fluida, no te complicas con palabras complejas, pero tampoco se notan redundancias, es algo que he notado en muchos de tus fics y creeme que te felicito por eso.

    Sin más que decir, espero el proximo capitulo. Ya sabes, soy tu fan XD
     
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    lunabetz

    lunabetz Usuario VIP

    Cáncer
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    Hola Asurama, mira yo soy de las que lee un fic completo en un día cuando no me llama mucho la atención (me leo líneas sin asimilar) y de tu historia (un fic es poco para describir tu escritura) apenas he leído 9 capítulos, porque los disfuté con gran devoción y alborozo, anhelando consumir más y más... aunque debo decirte algunas cosas, (claro lo terminaré).

    De la manera más respetuosa hacía los demás y de la forma más sincera posible te digo que tu historia es la más compleja, la más insólita, dramática, tentadora y admirable que he leído aquí en el foro, ahora te doy las razones:

    -La manera que describes los pensamientos e inquietudes de Lord Sesshomaru es irrefutable siendo una reflexión insondable acerca del por qué de su comportamiento, sus acciones como líder y su celo por ambas mujeres (Rin y Sana) su dama y su hija, así como la toma de sus decisiones hacia personas como Kanta y por supuesto su primogénito Akiyoushi, así como los misterios que encierra en lo más recóndito de su ser.

    -Es una narración que más que "bonita y bien narrada" es de abstracción y razonamiento mental, situándonos en un mundo que toma distintas formas y juega con el pensamiento al identificar situaciones de reflexión cotidianas y situaciones dónde en ocasiones la vida humana pierde su verdadero sentido, problemáticas actuales.

    -La trama es concisa y con argumentos sólidos; una lectura donde hay que prestar atención a las palabras e identificarlas con el rumbo de la historia (hay que saber leer ;) jeje).

    -Cada personaje es un mundo distinto incluyendo a los antiguos y sus reacciones son acordes a las situaciones que se les presenta; el Ooc queda excluido porque a pesar de tener situaciones diferentes a las de la serie, en ningún momento dejan de ser ellos mismos ¿o sí? Sólo cambia su entorno y las personas con las que se relacionan dando un panorama totalmente desconocido.

    Sólo me queda decirte que tienes una gran aptitud y más que saber manejar y matizar el texto, es tu mundo, el mundo donde creas y destruyes, donde no hay reglas ni límites para la imaginación.

    Saludos y NTR.

    "Toma aquello que no te pertenece... ¿A caso siempre será tuyo?"
     
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    Asurama

    Asurama Usuario popular

    Cáncer
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    Título:
    The Legacy
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    60
     
    Palabras:
    3923
    El rostro de Kanta.

    Kagome entró apresurada, buscando las monedas para pagar el tributo pero, por más que revolvió la mitad de la cabaña, no las encontró ¿Cómo podía ser, si las había dejado en un tazón sobre la mesa…?

    —Ay, no —se dio una palmada en medio de la cara y se dirigió a la puerta.

    Kanta estaba junto a Shako, el hijo de Sango, hablando del último viaje “de negocios” y de las cortesanas del poblado vecino, cómodamente apostados debajo de un árbol contiguo a la casa del segundo, cuando un grito rompió el silencio, espantando a las aves.

    —¡Kanta Higurashi, ven aquí ahora mismo!

    A los dos muchachos les recorrió la espalda un escalofrío.

    —Parece que tu madre te está llamando —comentó el joven taijiya.

    Kanta tenía los pelos de puntas y temblaba.
    —Debe ser tu imaginación.

    —¡Kanta, te dije que vengas! —se escuchó el grito más fuerte.

    —Mejor ve a ver qué quiere, antes de que se enoje —la mamá de Kanta de verdad daba miedo cuando se enojaba, eso lo sabía hasta el niño más pequeño de la aldea—. ¿O acaso es que usaste el dinero de tu madre para propósitos non sanctos y no lo quieres reconocer?

    —No, no, nada de eso… —Kanta estaba visiblemente pálido— sólo le pedí prestadas unas monedas para ir al pueblo ayer y…

    —¡Kanta! ¡O vienes ahora o voy a buscarte!

    —¡Deja de gritar Kagome! —dijo Inuyasha apareciendo con rostro de fastidio desde el bosque— ¡ya voy yo y lo traigo de las orejas!

    Kanta comenzó a sudar de los nervios. Shako le dio una palmada en la espalda, como si pretendiera darle ánimos.
    —Corre.

    El muchachito de cabello plateado salió como alma que lleva el diablo y su padre detrás. La carrera se prolongó a lo largo de los campos de cultivo, más allá de los campos de hierbas y subiendo por la colina que llevaba a los bosques…

    —¡Ahora sí te tengo, engendro malcriado! —Inuyasha dio un gran salto para cortarle el camino y en eso…

    —¡OSUWARI! —dos hanyous se estamparon en el suelo, uno debajo del otro, al grito de la mujer.

    Kagome llegó corriendo hasta ellos, con evidente enojo en el rostro. Inuyasha levantó el rostro golpeado y sucio, enojado porque Kagome hubiera usado el conjuro sólo para atrapar a Kanta debajo.

    —¡Oye! ¡¿Y a mí por qué?! —protestó.

    —Es lo que te ganas por no educar mejor a tu hijo.

    —¿Ah, sí? ¿Y qué me dices de ti?

    —¡Osuwari! ¡Osuwari! ¡Osuwari!

    Ambos hanyous se hundieron en la tierra, Kanta mareado debajo de su padre. Estaba pensando seriamente en denunciar a su madre por maltratos y violencia familiar.

    —Kanta, tomaste el dinero del tributo para andar de pervertido por allí con los hijos del monje Miroku —le regañó de forma cortante su madre, poniéndose en jarras—. Bien sabes que no puedes tomar dinero sin permiso. Y menos para andar haciendo tonterías. Tienes catorce años, eres un adulto, debes empezar a comportarte como tal.

    En su época, él sería como un chico de secundaria, tendría ideas inmaduras y se comportaría como tal, incluso podría llegar a ser indultado por unos padres modernos y obligado a permanecer encerrado en su cuarto, sin la mesada ni la salida del fin de semana… pero aquí las reglas eran otras.

    —Kagome-sama tiene razón —dijo Miroku apareciendo por el camino y levantando una mano en señal de paz, al ver que la sacerdotisa y el hanyou le miraban feo. Era todo por culpa de su influencia—. Deberías tomarte las cosas con más seriedad. Shako a tu edad ya estaba comprometido, pero tú, querido sobrino, no llegarás muy lejos si sigues comportándote como un libertino.

    —¡Mira quien habla! —se quejó Kagome dándole una cachetada por haber estado sobándole el trasero durante todo el discurso.

    —No se preocupe, Kagome-sama —murmuró Miroku con lágrimas—, yo les ayudaré a pagar el tributo si Kanta me acompaña en el próximo exorcismo a trabajar sin paga…

    Kanta se puso de pie súbitamente.
    —¿Cómo quieren que aprenda algo bueno si mi propia familia me explota?

    Kanta era sin dudas único, una mezcla de Inuyasha con el carácter de su madre y el temple de su abuelo paterno. Pero ya no era Higurashi Kanta. Ahora, era Inu no Kanta. Kanta de los Inuyoukai, sin más, completamente enlazado a ese clan tan antiguo, temido y poderoso. Todo por su torpeza… o por esas absurdas jugadas del destino.
    Kanta había nacido marcado como un inuyoukai.

    Kagome apagó el fuego, quedando toda la cabaña a oscuras. A través de la ventana, pudo ver la luna, sólo faltaban días para la próxima luna nueva, la Luna Fría. Suspiró y no pudo evitar pensar en él. Se acurrucó en los brazos de Inuyasha.
    —Espero que se encuentre bien.

    —Kagome, por supuesto que está bien, él es muy fuerte. Además, me he enterado de Myouga que esos revoltosos mocosos se las arreglaron para mantener lejos a Akuma por sus propios medios. Esas cosas ya no tomarán a Sesshoumaru por sorpresa —pero también estaba preocupado.

    —Aún recuerdo cuando se marchó —murmuró ella.

    Él asintió.
    —Fue una decisión dura para todos nosotros.

    Inuyasha pudo recordar perfectamente. Cuando despertó luego de estar desfalleciente por varios días bajo los efectos del veneno de un kageyoukai, sufriendo dolor y pesadillas interminables, fue sacado a la luz. Grande fue su sorpresa al darse cuenta de que la persona que le había salvado no era sólo Kagome, ella había sido ayudada por el poder de Tenseiga. Aunque no quisiera admitirlo, realmente se sintió agradecido hacia su hermano, sin embargo, no tenía idea de que el precio de aquella ayuda sería caro.
    Sesshoumaru había llegado a un trato con Kanta, quien había ido a buscarlo a sus Tierras en Occidente. Intentaría salvar a Inuyasha, pero, a cambio, el muchachito debería marchar con él al Oeste para ser entrenado pero, desde luego, las cosas no eran tan sencillas como parecían. Aquel entrenamiento apuntaría a que Kanta se convirtiera en un soldado fiel al Clan del Inuyoukai y posiblemente no regresara a casa. “Me convertiré en un guerrero fuerte y regresaré para cuidar de todos” era una promesa que seguramente se desvanecería en el aire mientras más tiempo pasara lejos de casa. Se vería atrapado por el asombroso poder de aquellas criaturas mágicas y poco a poco se iría olvidando de los humanos.
    Eso le había pasado a Rin y, en general, a todos los protegidos de Sesshoumaru. Ni siquiera Kohaku, que era un muchacho, había podido salvarse y había caído enamorado de su fuerza, según Miroku, porque eran atraídos hacia el youkai aquellos que necesitaran una “luz guía” y seguridad, estabilidad emocional. El desgraciado inuyoukai tenía alguna clase de poder magnético que dejaba idiotizado… perdón, hipnotizado, a cualquiera que se viera expuesto a la influencia directa del mismo, Sesshoumaru pasaba a ser el centro del universo mismo… y pronto escapar o volver a la vida anterior parecía una idea ridícula.

    Inuyasha se sentía tentado a creer que Rin había provocado deliberadamente a Akuma para ser atacada y así provocar una excusa que le permitiera quedarse junto al inuyoukai por tiempo indefinido. Podían decirle que había sido un accidente, un mal designio del destino o cualquier otra idiotez, pero al hanyou nada le quitaba de la cabeza que esa loca muchachita había cometido nada menos que un intento de suicidio con tal de cumplir su sueño imposible.
    Se le ponían los pelos de puntas con sólo pensar que Kanta pudiera llegar a los mismos extremos, ser capaz de renunciar a todo para seguir a Sesshoumaru, por el sólo hecho de haberse quedado deslumbrado ante su poder.

    —Papá, mamá, he tomado una decisión —les dijo esa noche.

    Ambos ya sabía lo que seguía y no estaban seguros de poder hacer mucho. Si en el pasado, habían intentado sin éxito retener a Rin.

    —He visto los poderes que tienen esos inuyoukais y hasta ahora, desconocía que en mi sangre pudiera haber tanta fuerza. Creo que sólo podría aprender a dominar los poderes de mi sangre aprendiendo de ellos, no puedo evitarlo, algún día lo necesitaré —arguyó, seguro de que ellos no estarían de acuerdo—. Además, hice un trato con Sesshoumaru-sama y pienso cumplir con mi parte.

    —No te dejes abrumar por la voluntad de Sesshoumaru —le dijo su madre—, tienes que entender que él es un daiyoukai, para él es muy sencillo dar una orden y verla cumplida, pero no podrá comprender ni tolerar las limitaciones de los humanos que tienes también en tu sangre.

    —Tu madre tiene razón —agregó Inuyasha—, además, no necesitas de los inuyoukai, nunca los has necesitado.

    Kanta negó.
    —La situación ha cambiado y además, he razonado una decisión de la cual no pienso retractarme.

    Eso era lo que ninguno de los dos quería oír ¿pero qué pasaría si retenían a Kanta?

    Inuyasha se inclinó hasta ella y le susurró.
    —No debiste dejar que se marchara al Oeste, se quedó realmente abrumado. Tal vez si lo mantenemos encerrado hasta que se le pase el “enamoramiento” por los poderes de mi hermano, cambie de idea y vuelva a ser el mismo de siempre.

    —No cambiaré de idea —se impuso el muchacho y se mostró decidido. No podía depender toda la vida de sus padres, necesitaba saber quién era realmente y cuales eran sus verdaderas habilidades. También, necesitaba saber más de esos dos cachorros de cabello blanco. Saber más del pasado que sus padres tan celosamente le habían ocultado. Tenía muchas razones para ir.

    Sus padres finalmente no le convencieron, tampoco sus amigos, que se sintieron traicionados. En la madrugada, el inuyoukai vino a buscarle y lo esperó.
    —Si has tomado una decisión, acompáñame —le dijo—, de lo contrario, me marcharé —no tenía tiempo para perderlo en indecisos, pero se había dado cuenta de que, por más confundido que estuviera, el chico había elegido ya.

    El joven asintió.

    El daiyoukai miró hacia la aldea, donde los humanos de Inuyasha y el mismo Inuyasha aún le acompañaban.
    —No podrás llevar contigo nada de lo que tengas ahora. Si sientes apego hacia algo de lo que posees, mejor quédate aquí.

    Ante la impotencia de su padre, Kanta volvió a asentir.
    —Lo sé.

    Inuyasha frunció el ceño.
    —Lárgate de aquí, quiero hablar a solas con él.

    El daiyoukai lo miró impávido por menos de un segundo y desapareció. Todos se quedaron perplejos ante aquella muestra de poder. Toda la familia de Miroku y también Kagome se quedaron observando a los dos hanyou, a la expectativa.

    Inuyasha volteó enojado hacia ellos.
    —¡Y ustedes también, grupo de chismosos!

    Todos se pusieron nerviosos y se retiraron rápidamente, quedando solos los dos. Inuyasha jaló a Kanta de la manga del haori y le pidió que lo acompañara al bosque. Kagome volteó a ver por sobre el hombro una vez más, pues esa actitud la conocía y creía saber lo que vendría. Tuvo una sensación de Déjà vue. Recordó la primera vez que fue abrazada por él en ese camino del bosque, ese mismo por el que estaba llevándose a Kanta. Después de una cruenta pelea con Sesshoumaru, Inuyasha no había estado dispuesto a exponerla al peligro que significaba pelear contra Naraku y por eso había querido dejarla fuera del conflicto. Suspiró y corrió a la casa.

    Kanta miró hacia las tupidas copas de los árboles que cubrían de sombras verdosas y coloridas aquel camino en el que había jugado muchas veces. Era posible que no volviera a verlas, que no volviera a caminar por aquel camino, que ya no ayudara a su madre a recoger esas hierbas medicinales que tan bien había aprendido a conocer.

    Miró hacia delante, donde su padre caminaba a paso lento.
    —Pienso que eres muy fuerte —murmuró, volteando a verlo por unos instantes.

    Kanta bajó la vista con humildad.
    —Miroku-sama, tú, mamá y los demás me han ayudado mucho —miró una flor de campanilla que crecía al pie de un árbol frondoso y cuyos pétalos estaban húmeros por la reciente lluvia—. Esa fuerza proviene de estar junto a ustedes.

    Su padre siguió caminando.
    —Es verdad. Es así como el que tiene un corazón humano se fortalece —la sonrisa se notaba en su voz, aunque no pudiera verla.

    Ambos caminaron en silencio hasta llegar a un claro, Kanta levantó la cabeza, dejando que los primeros rayos del sol lo bañaran y una suave brisa le trajo todos los olores del bosque.

    —Kanta, te he criado lo mejor que he podido, te he dado todo lo que ha estado a mi alcance y más, te he protegido siempre —se paró a su lado— y siempre te he amado y seguiré amándote hasta que mi vida se extinga.

    El muchacho le sonrió.
    —Eso lo sé, querido padre.

    Inuyasha le puso una mano en el hombro.
    —No quiero que te vayas.

    Kanta bajó la cabeza y soltó un suspiro.

    —Pero si sientes que debes marcharte y encontrar un camino propio, yo no te detendré.

    El chico levantó lentamente la mirada.
    —Hay muchas cosas que no comprendo y tengo cierta inseguridad, pero siento en mi corazón que debo marcharme, aún a pesar de todo eso. Algo más fuerte que yo me empuja a elegir este camino, aunque no sea el más fácil.

    —Entiendo cómo te sientes —lo soltó—. Pero los youkai jamás van a aceptarte.

    —Sí, papá, eso ya lo sabía. También… Siento que, no importa cuánto trabaje, tal vez nunca podré tener la fuerza que ostenta un youkai como Sesshoumaru-sama… —repentinamente parecía triste.

    —Te enseñaré algo importante y espero que nunca lo olvides. Cuando le temas a algo, no te dejes amedrentar —lo miró de manera altiva—, porque cuando realmente deseamos logar algo, no existe nada sobre la faz de la tierra que sea capaz de detenernos para alcanzar nuestro objetivo.

    Kanta pareció tranquilizarse y le sonrió.
    —Encontraré mi verdadera fuerza a como dé lugar y regresaré con ella.

    Ambos salieron del bosque hacia las praderas y Sesshoumaru les estaba esperando.
    —Kanta, ven aquí —le llamó el daiyoukai.

    —Sí —el chico se acercó hasta quedar a sólo unos pasos de él.

    —¿Quién eres tú?

    Kanta guardó silencio y miró hacia donde estaban su madre y sus amigos. Era hijo de Inuyasha y la poderosa miko Kagome, era amigo de esos aldeanos y era humano como ellos, era lo que su corazón gritaba.
    —Soy un descendiente del poderoso Inu no Taishou, no tengo lazo alguno con los débiles seres humanos —sentía que acababa de traicionar a su madre y no tenía cara para mirarla.

    —¿A dónde perteneces? —volvió a preguntarle el daiyoukai.

    Kanta miró hacia atrás, a esa humilde aldea humana donde había pasado su infancia y adolescencia ¿acaso no pertenecía allí?
    —Pertenezco al Clan del Inuyoukai —sentía que iba a llorar, pero se contuvo.

    —¿Quién es tu líder? —le preguntó su tío.

    —Mi líder es Sesshoumaru-sama.

    —¿Me ofreces tu lealtad y obediencia absoluta?

    Se postró frente al daiyoukai y le hizo una profunda reverencia.
    —Sí —Kanta se sintió repentinamente humillado, como si fuera menos que un trapo de fregar los pisos. Era el sumiso esclavo de un daiyoukai al que apenas conocía y no tenía a dónde ir, pues acababa de renegar de su origen, ni con quién estar, pues había renegado de sus padres y amigos. Acababa de ser arrancado de su mundo para entrar a uno desconocido y peligroso. Tembló, pero no dio pasos atrás.
    No te asustes, intentó consolarse a sí mismo en sus pensamientos, tus primos están esperándote allá, puede que las cosas no vayan a ser como antes, pero serán nuevas y sorprendentes al mismo tiempo.

    Kagome se cubrió el rostro, ya no era madre del inuyoukai con sangre de humano que estaba ahí, frente a ellos. Sabía, como todos los otros, que esas serían las condiciones a las que su hijo debería atenerse, renunciar a su familia y a su origen y reconocer a ese daiyoukai como única guía, así había sido con Rin también. Pero no podía hacer nada, porque era la decisión que Kanta había tomado, fuera correcta o no.

    Inuyasha tembló viendo a su amado hijo así de humillado frente al inepto de su hermano ¡no había derecho! Quería agarrarlo y llevárselo de vuelta a casa por la fuerza. Apretó los puños y no se movió. Los youkai jamás aceptarían, pero era lo que Kanta había decidido.
    Sesshoumaru lo miró y le sonrió, era la sonrisa del que gana una batalla.
    Él le había quitado a Tessaiga, pero su hermano acababa de quitarle lo único que era realmente suyo, lo único que era realmente valioso e importante. Había esperado mucho para cobrarse esa venganza ¿no era así?

    Sus ojos se llenaron de lágrimas.
    —Adiós, Kanta.

    El inuyoukai se alejó a paso lento, con su sobrino detrás.
    No te preocupes, hermano pequeño, pensó. Kanta sólo ha hecho lo que tú nunca te atreviste a hacer. Humillarte como el hanyou que eres. Tu sangre humana nunca será aceptada entre nosotros, eso es verdad, pero en cambio sí hubiéramos aceptado tu sangre de youkai, si tan sólo te hubieras sometido a la voluntad de tu hermano mayor.

    Kagome regresó a paso lento a la cabaña, a esperar, aún sabiendo que Kanta nunca regresaría…

    …Miró dormir a Inuyasha, se tocó el vientre y suspiró.
    —Kanta, ha pasado mucho tiempo desde aquel entonces, a veces te extraño demasiado —miró a su estómago redondeado. Sabía que ese bebé no era ningún reemplazo de Kanta, pero le recordaba cuando había tenido a Kanta dentro de ella—. Muy pronto podrás conocer a tu hermana, ella también está ansiosa de verte. De seguro querrá a Rin, Sesshoumaru, Akyoushi y Sana tanto como les quieres tú… pero estoy tranquila, aún faltan dieciséis años para eso. Mientras tanto, la cuidaremos en esta aldea tanto como podamos y siempre le hablaré de ti, de lo valiente y fuerte que es su hermano mayor. Así tendrá el valor suficiente para marchar sin temor. Ambos estarán juntos siempre.

    Cerró los ojos y se durmió pensando en él, sólo en él.

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    ¡Increíble, Fer! Te leíste todo eso en un día y además, lo sigues disfrutando, me siento halagada. Puers sí, mi imaginación parece un manantial del que mana constantemenre agua criatalina. La verdad es que mi imaginación a veces no me da pie a escribir todo lo que se me ocurre, sólo sigo el impulso del momento.
    Sana quiere ser fuerte, pero yo personalmente creo que es débil mentalmente pues, cuando Akyoushi espantó a Akuma por sus propios medios, ella le abrió los brazos sin problemas.

    ¡Suri! Chistoso y erótico. Me preguntó qué hubiera pasado de no haberse dado cuenta Sesshoumaru y no haber aparecido Rin. Sana es todo un caso y pobre de su hermanito. Yo también creo que Sana quiso ese impulso, por algo no lo refrenó. Pero prometo que esto no se va a quedar así, te sorprenderé. No sé si Akyoushi sea lento, pero no debe ser nada interesante que te digan que tienes un lazo con tu primo XD.
    En cuanto a la descripción, me parece que tiene que ser la necesaria para que el lector vea con claridad lo que ocurre, sin confundirlo, ni hastiarlo, pero tampoco debe dejarse de lado. Actualmente, he releído el fic de Tsuki no Youkai y me ha parecido que ella abusaba un poco de los lapsus mentales y los diálogos, dejando un poco de lado la descripción, aunque su historia fuera buena, compleja e interesante. Me declararía al mismo nivel que ella, pero creo que pecaría de soberbia. :3

    Clau querida... te conoces las políticas del foro. Aún así, te prometo bastante tensión sexual, si es lo que gustas. Sí, incluso yo he sido sorprendida por el comportamiento de Sana durante la cena, esa niña está bien loquita. Creo que Akyoushi empezó a aprender unas cosas que no quería, jejeje.
    El lazo es sin duda lo mejor que ha podido pasar a esos dos y es que, si hubieran sido idénticos a sus padres, esta relación jamás podría haber sido. ¿Cual es la diferencia? Sencillo: menos sobrerbia/orgullo entre las dos partes.
    Nuevamente, las descripciones y aclaraciones son hechas para el mejor disfrute del texto, me alegra que a todas les guste mi narración, me siento halagada.

    Luna-chan. Me alegra que hayas aceptado mi invitación y que te esté gustando el fic. Gracias por los adjetivos calificativos que le has puesto.
    Sí, es por los pensamientos descritos y las actitudes propias del mundo interno y los conflictos de cada personaje, que he dicho muchas veces que este es un fic "psicológico", aunque actualmente no pueda ponerle tal clasificación, porque no existe en la pequeña lista.
    Me alegro de que te hayas dado cuenta de que hago muchos juegos de mente y también reflexiono mucho sobre problemáticas actuales, de manera realista, es a lo que apunta el fic.
    Traté de hacer un argumento lo más verosímil posible y lo más semejante a la serie, usando "condimentos" sacados de la misma, en un intento de que la experiencia sea similar a leer el manga. Te agradezco que te haya gustado "mi mundo", que no es ni más ni menos que el mundo adaptado a Inuyasha.
     
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    Pan-chan

    Pan-chan Fanático

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    Este fue un capitulo bastante ameno, con un inicio comico que me recordó varios capitulos de Inuyasha; disfruté mucho la parte donde Inuyasha persigue a Kanta y luego Kagome grita Osuwari como loca XD, además nos dejaste ver un poco de la vida cotidiana de estos personajes que ya no son los principales en tu historia.

    Fue duro ver la decisión de Kanta, muchas cosas me hicieron pensar, por ejemplo ese presentimiento de Inuyasha sobre la verdadera intención de Rin...me pregunto si será cierto. Mi parte favorita fue cuando Inuyasha se llevó a Kanta para hablar a solas, a pesar de su caracter rudo es un padre amoroso y se nota que ha madurado un poco pero sin perder esa chispa tipica de su personalidad.

    Y todo finaliza con Kagome recordando a su hijo nostalgicamente, si me lo preguntas creo que la vida es ironica, ella tambien tomó su decisión de abandonar a su familia para estar con Inuyasha y su madre lo entendió, quizás ahora puede comprender mejor el dolor que le provocó en aquel entonces, pero eso es solo parte de la vida y hay que aprender a soportarlo.

    Buen capitulo amiga, esperare ansiosa el proximo.
     
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    surisesshy

    surisesshy Usuario popular

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    Corto pero bueno, así que así fue como Sesshomaru se "vengó" de Inuyasha, pero si Inuyasha no fue e que decidió tener la espada y además la necesita más que él, además creí que ya le había quedado claro que esa espada no al necesita cuándo obtuvo la suya, Sesshomaru esta desbordando todo su el rencor que tiene hacia su padre en Inuyasha y su hijo, definitivamente es mucho pedirle que deje eso en le pasado, ni Rin ha logrado que olvide eso.

    Awwwww, una Kagome embarazada debe verse muy lindo, y mas una linda hija de ella con inuyasha, de pelo negro y orejitas de perro (o de gato), se verá muy lindo, pero ahora es que falta para eso, pobre kanta, ser "obligado" a negar su procedencia y familia por un orgulloso youkai, algunas veces Sesshomaru me parece muy infantil con esa actitud rencorosa.

    No espero por el próximo capitulo y ver qué nuevas sorpresas trae consigo, contigo y tus personajes se puede esperar hasta lo imposible, hasta entonces, bey.

    PD: nunca imaginé a un pervertido kanta, siempre lo vi como el mas inocente de todos, pero creo que eso solo se aplica a Akyoushi.
     
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  18.  
    Fernandha

    Fernandha Maestre Usuario VIP Comentarista destacado

    Acuario
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    Lamento la demora, acosaron mi perfil creo que comprenderas los motivos de que no comentará rápido xD

    ¡Asurama, gracias por el aviso!

    Me gustó, sencillamente, me gustó.

    ¡Bentidos osuwaris! ¡Increíble, me sigues sorprendido con tanta lectura magnífica! Siempre jugando a una maestra titiritera, pues a todos tus lectores nos manejas como talvez no tengas una minima idea, juegas con nosotros al mover los hilos de nuestra imaginación, "atacas" a tus personajes, explotando excelente tus ideas. Mis respetos Asurama.


    ¡Increíble, Fer! Te leíste todo eso en un día y además, lo sigues disfrutando, me siento halagada. Puers sí, mi imaginación parece un manantial del que mana constantemenre agua criatalina. La verdad es que mi imaginación a veces no me da pie a escribir todo lo que se me ocurre, sólo sigo el impulso del momento.
    Sana quiere ser fuerte, pero yo personalmente creo que es débil mentalmente pues, cuando Akyoushi espantó a Akuma por sus propios medios, ella le abrió los brazos sin problemas.



    Y agradezco completamente a aquel manantial, ¿qué sería de nosotros si no brotará más agua?, tienes razón, Sana es débil en ese aspecto, lamentable pero a su vez encantador.

    Como ha dicho "Surisesshy" : Nunca imaginé a un pervertido kanta, siempre lo vi como el más inocente de todos.

    Esperaré la continuación, gracias por tomarte la molestia de pasar a mi perfil y dejar tu aviso.
    Adiós y que tengas un hermoso día.
    At: Fer-chan.
     
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  19.  
    Whitemiko

    Whitemiko Usuario común

    Virgo
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    Hola!

    Bien...lamento haber tardado tanto, lo se lo se no tengo excusa, y realmente me arrepiento de no haberme pasado antes, estos dos capitulos me han dejado más envuelta (de ser posible) en tu historia, la verdad es que a llegado a esclarecer bastantes vacíos que tenia por no saber la manera en la que Kanta había partido de su hogar, ni nada por el estilo, a decir verdad llegó a transmitirme una sensacion de soledad y me dio sentimiento el hecho de que los hijos de Kagome e Inuyasha deberán dejarlos solos algún día, lo cual irremediablemente me deja con la misma conclusión, el hecho de que en tu fic algún día Inuyasha quedará irremediablemente solo por la diferencia existente entre ambas razas tan diferentes, y también me a aclarado la duda de porque Rin y Kanta siguen ciegamente a Sesshomaru, es como si explicaras de manera clara y conscisa la razón por la cual ambos personajes se sienten irremediablemente sometidos bajo el poder de tal Inuyoukai, me pareció una ventana abierta hacia la vida que tenía Kanta antes de seguir a Sesshomaru, así como agradezco que mostraras los sentimientos tanto de impotencia como resignación que sintieron y sienten Kagome e Inuyasha.

    Por otra parte también me dejó bastante confundida el penúltimo capitulo, ya que Sana se mostró bastante osada a la manera en la que reaccionó con Akyoushi, me quería desmayar, pero recordé que en esa época lo normal era el incesto entre las familias reales, y me hizo gracia como Sana casi mata del susto a esa sirvienta igualada, yo en su lugar, me abstendría de pensar en cualquier cosa que ponga en riesgo mi vida, o en este caso mi cuello.

    También me sorprendió que Sana coqueteara tan descaradamente con Kanta y luego se le insinuara de esa manera a Akyoushi, hasta casi violarlo al pobre, (bueno...tampoco se veia que sufriera mucho el condenado) por primera vez tiene razón Kimiko, el no se veía tan desagradado con la idea tampoco...que suerte que Sesshomaru siempre tiene un ojo al gato y otro al garabato, porque si no...bueno, dejemoslo en que la hubieran pasado muy bien.

    Aunque digan que Sana es una bruja, quiero confesar algo...ella junto con Kanta es mi personaje favorito y amo la pareja que forman, principalmente porque es medio incestuosa la pareja, es menos de lo que llegarían a ser Akyoushi y Sana, además que me gustan mucho sus personalidades y los conflictos internos tan complejos que sufren ambos, bueno tal vez Kanta no tanto como Akyoushi, pero ay se da.

    Espero que pronto subas la continuación, porque sabes que me encanta tu fic y muero por saber que situación vendrá después, también ya quiero que nazca la hermanita de Kanta, sería muy bello eso, uff que mal por Inuyasha y Kagome, Sesshomaru le roba a sus hijos uno por uno, yo que ellos, andaría de coneja, teniendo un hijo después del otro para tenerlos cuando me dejará el primero, debe ser desmoralizante que te pase eso.

    XOXO
     
  20.  
    Asurama

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    Cáncer
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    Pluma de
    Escritora
    Título:
    The Legacy
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    60
     
    Palabras:
    12846
    La Perla mellada

    Le habían dicho que el tiempo transcurre para las personas que se encuentran con vida pero, para quienes están muertos, el tiempo está detenido. Si eso era cierto, ella debía estar muerta en vida, porque no importaba cuántas veces el sol se levantara en el cielo y recorriera el firmamento, hasta perderse en las tierras del Perro, ella no lo sentía. Vivía cada día con un vacío total en su interior y no podía llenarlo con nada, ni siquiera con la presencia y el amor de sus padres. Y cada vez que llegaba la tarde, sentía deseos de llorar.
    La vida en la aldea era sencilla, al menos eso creía la mayoría de las personas que allí vivían. Todos se levantaban temprano, daban sus buenos días al sol, trabajaban como perros, comían lo poco que tenían y luego se resguardaban en sus hogares cuando llegaba la noche, con temor de que se acercaran samuráis, bandidos o youkais. El miedo les impulsaba más que las ganas de vivir, todos actuaban como entes sin vida, haciendo siempre lo mismo, manteniendo una vida mediocre, ellos también estaban muertos. Al menos Shinju lo veía así.
    Así como los árboles florecían en la primavera, para dar paso a los frutos en verano, perder sus hojas y secarse en otoño y luego morir en invierno, de la misma manera las vidas de las personas se extinguían. Todo lo que alguna vez nacía, parecía a estar destinado a florecer, dar fruto y luego morir, dentro de un eterno ciclo del que nada podía escapar, salvo los dioses y los seres que estaban cercanos a ellos. Esa también había sido la suerte de su amor por Kanta.
    Pero en esta vida no parecía haber lugar para algo tan inútil y doloroso como el amor, no importaba cuántas veces se sentara en la entrada de la aldea, cuántas horas pasara allí, sabía que él no regresaría, aunque intentaba convencerse de lo contrario para tener una excusa que le permitiera seguir aferrándose a la vida. A menudo la llenaba un sentimiento de soledad, aún cuando tuviera a sus hermanos y sus padres alrededor y aún cuando muchos jóvenes le dieran muestras de estar interesados en ella. El único que le importaba no estaba y ella no quería fallarle, no quería sentir que le traicionaba.
    Tenía pesadillas en las que Kanta sufría terriblemente y, cuando despertaba, deseaba que fueran sólo producto de su imaginación, rezaba por él todos los días y pedía que regresara pronto a casa. Pero los espíritus no parecían escuchar sus súplicas.
    No había momento del día en que no lo tuviera en sus pensamientos.

    Recordaba cuando ambos eran apenas niños. Ella era tímida y solía permanecer sentada en los rincones, observando calladamente los juegos de los demás. A veces, él se daba cuenta y dejaba de jugar con los otros niños para ir hacia ella y llevarla de la mano con los demás. A veces, su familia y la de Kanta se reunían a cenar y ellos se pasaban las horas jugando a las cartas, conversando, confiándose secretos o contando historias de miedo que hacían que Shinju quisiera esconderse debajo del cobertor de su madre. Aquello le divertía más cuando podía abrazar a sus hermanos y hermanas, ya que ellos eran los que tenían las mejores historias.
    A veces, en el verano, cuando acompañaban a las mujeres mayores al río, Kanta la empujaba al agua y luego salía corriendo, mientras ella, enojada intentaba darle alcance “¡no puedes alcanzarme!”
    “Claro que te alcanzaré, soy la hija de Miroku-sama y de la poderosa taijiya Sango ¡te voy a exterminar como a un perro!”
    “Claro, si me agarras primero”
    Si se peleaban, sus madres paraban la disputa, recordándole al chico que ella sólo era una pequeñita indefensa “que ni siquiera sabe dar un golpe” agregaba él, ganándose algún tirón de orejas por parte de su explosiva madre.
    Ella sólo tenía cinco años y él nueve, estaba pronto a convertirse en un hombre, pero jugaba como un niño pequeño y no parecía molestarle la diferencia de edad.

    Shinju había escuchado que los hanyou eran menospreciados por su naturaleza, pero aquí nadie trataba mal a Kanta, ni a su padre, por el contrario, les querían mucho y ella sentía a veces algo de envidia. Kanta y su padre eran a menudo el centro de atención.
    Sin embargo, él sí se sentía discriminado muchas veces “tiene las marcas de un youkai” murmuraban a sus espaldas. Shinju y sus hermanos le decían siempre que estarían a su lado y que aquello no tenía la más mínima importancia. Lejos estaban de imaginar que esas marcas de youkai cambiarían el destino del joven. Y también el destino de quienes le tenían afecto.

    En el cumpleaños número trece de Kanta, se hizo una gran fiesta ¡el hijo de la miko había alcanzado la edad adulta! Se hizo toda una ceremonia y se invitaron a personas que ella ni siquiera conocía, pero que parecían cercanas a sus padres.
    Aquel día, a ella le pareció más apuesto que nunca, pero no se atrevió a acercarse y se quedó ruborizada y callada en un rincón. Sus hermanas mayores sí le revoloteaban alrededor, a pesar de estar ya casadas. Kayoko, la mayor, con un hijo incluso.
    Shinju se asustó muchísimo cuando, al final de la noche, llegaron unos espantosos youkais, pero tan sólo le dejaron a Kanta una caja. Y no cualquier caja, sino una lacada y adornada en oro. Era la primera vez que ella veía algo tan fino, a pesar del buen pasar económico de su familia. Shinju sabía que esa caja debía estar aún en la casa de Inuyasha y Kagome y contenía una daga labrada.
    Aunque Inuyasha se escandalizó aquel día, aquel no era un mensaje de “suicídate”. Esa era una tantou para un guerrero de alto rango. Shinju jamás se la vio usar. Lo único que ese arma hacía ahí debía ser juntar polvo y óxido.

    El muchacho sufrió un cambio brusco a partir de ese día. Pareció olvidarse casi por completo de ella, se volvió algo más serio y frío, como si escondiera su verdadero yo, ya no salía a jugar con los niños, sino se pasaba el día ayudando en el cultivo de la tierra y otras labores, salía con los muchachos mayores e incluso tenía permitido salir de la aldea solo o acompañando a los padres de ambos en sus viajes para “la realización de exorcismos”, porque siempre traían una gran cantidad de dinero.
    A veces, él hablaba con algunas chicas de mayor edad que ella, que sólo reían nerviosamente ante sus comentarios y le decían cosas como “Kanta-sama, te has puesto muy bromista últimamente”. A Shinju le causaba envidia lo cercanas a él que solían estar… “las otras” y no entendía para nada lo que él quería decirles, sus “bromas”, pero su madre a menudo se mostraba molesta por esas actitudes y le decía, intentando esconder su enojo, “es mejor para ti mantenerte alejada de Kanta”. De más está decir que ella no estaba de acuerdo pero obedecía. Por esos tiempos, su padre y sus hermanos comenzaron a ponerse un poco… celosos.
    Sí, celosos, le preguntaban a dónde iba, qué hacía y con quienes hablaba, le conseguían juguetes, la mantenían ocupada con sus estudios y sus entrenamientos. La llenaban de actividades. Cuando deseaba hablar con Kanta, por lo general, él estaba algo ocupado.

    —Pero no te preocupes —le decía con una amigable sonrisa—, luego iré a verte.

    Ese “luego iré a verte” rara vez se cumplía. Tal vez sólo era un modo amable de decir “deja de molestarme”. Y ella se hizo a la idea de que él ya no quería ser su amigo.

    A veces protestaba a su madre.
    —Ojalá y no se hubiera vuelto adulto.

    Ojalá y no se hubiera vuelto adulto. Pues aún estaría en la aldea. Luego de limpiar las habitaciones de la casa aquella tarde, se ofreció para ir a lavar la ropa en lugar de su madre, excusándose en que las demás estarían allí y no correría peligro alguno.
    Sango le prometió que la esperaría con una deliciosa cena.
    Ella suspiró por enésima vez, juntó la ropa sucia en una cesta y salió a paso lento rumbo al riacho.

    Sango salió tras ella y miró en dirección a la cabaña contigua.
    —¿Makoto? —llamó.

    Shinju bufó y siguió caminando.

    —¿Sí, mamá? —dijo amablemente la muchacha, asomando por la puerta.

    —Tu hermana menor irá a lavar la ropa ¿harías el favor de acompañarla al río?

    Makoto soltó un suspiro.
    —Pero si acabo de volver de allá. Además —miró a su hermanita— Shinju ya está bastante grandecita, sabe cuidarse sola ¿verdad?

    Shinju se dio la vuelta, la miró y le dedicó una enorme sonrisa.

    Aquella sonrisa se fue borrando a medida que se alejaba de casa. Se cansaba de fingir para los otros que la vida era perfecta. ¡No tenía nada de perfecta!
    Todavía recordaba aquel horrible ataque en el que un ente raro y oscuro arrasó con la aldea. Su padre los reunió a todos dentro de una misma casa y puso una barrera alrededor de ellos, instándoles a meditar y concentrar su espíritu. Shinju sólo recordaba muchos gritos y un enorme frío en su corazón.
    Cuando el ataque hubo pasado, Inuyasha acabó inconsciente, lleno de horribles quemaduras y gritando horriblemente debido al dolor y a lo que parecían fuertes pesadillas. Recordó a su padre y a Kagome-sama intentando todo tipo de conjuros sobre él, día y noche… y esos horribles gritos… jamás conseguiría borrar de su mente las súplicas y llantos de Inuyasha, todo ese sufrimiento, esa tortura ¡él, que parecía tan fuerte! ¡estaba ahora reducido a la nada! Y no recordaba haber visto a su padre tan desesperado antes. ¡Su pobre padre! ¡Su pobre madre!
    Kanta partió en busca de ayuda y, a la mitad del segundo día, Inuyasha quedó inerte y callado, casi parecía muerto. Recordó cómo sus padres y Kagome-sama permanecían día y noche velándolo, cuidándolo, intentando darle alimentos y medicinas y sólo la preocupación se reflejaba en sus rostros. Ni siquiera ella pudo evitar llorar por temor de que su preciado tío fuera a morir, no le importó ser fuertemente regañada por su debilidad.
    Luego, su “primo” regresó acompañado de ese portentoso youkai blanco y se marchó con él días después. Kanta pareció olvidar entonces todo, se olvidó de la aldea, de sus padres, de sus amigos ¡se olvidó de ella! Comenzó a actuar como loco y sólo parecía tener en sus ojos a aquel youkai que se decía su tío. Sólo “su tío” importaba. Y sus primos, sus verdaderos primos. Y no había nadie más. Ella estaba furiosa por aquella traición, estaba incluso más furiosa que sus hermanos.
    Shinju creyó que jamás volvería a verlo y decidió olvidarlo del mismo modo en que él la había olvidado. Pero entonces él volvió, esta vez para quedarse por una estación ¡sólo por una estación! ¡ojalá nunca hubiera regresado!

    Llegó al río, y se sentó en la orilla, dejando a un lado la cesta de la ropa y observó su reflejo en el agua.

    No puedo distinguir donde terminas y yo comienzo —le había murmurado aquella noche, mientras miraban sus reflejos unidos en el agua. Ambos se besaron.

    Él se inclinó sobre ella, dedicándole una mirada profunda y tierna, deslizó una mano por el bajo de su vestido y subió por su pierna y su rodilla hasta su muslo, acariciándola de una manera suave, primero por fuera, luego por el lado interno. Ella quiso protestar, pero él la calló con un beso corto y tierno y luego siguió besándola en profundidad. Su mano subió y ella sintió cómo el nudo de su obi se aflojaba, cayendo éste a un lado y dejando entreabierta una parte de su vestido. Él volvió a introducir la mano, tocando esta vez su vientre y luego ascendiendo con suavidad por su cadera y su estrecha cintura, hasta llegar a sus pechos. Ella no se asustó y le gustó lo que estaba sintiendo, así que dejó que él la tumbara de espaldas sobre la hierba y le abriera el vestido para seguir recorriendo con ambas manos el resto de su cuerpo.
    Shinju cerró y abrió los ojos varias veces, atrapada por las curiosas sensaciones que la invadían. Lentamente, le fue separando el haori. Lamentó que, en la oscuridad de la noche, sólo pudiera divisar su silueta. Sintió cómo le recorría con los labios el cuello, los hombros y más abajo. Él siguió bajando, mientras su cabello plateado la acariciaba cual paño de seda, cayendo en cascada en todas direcciones, también podía sentir el calor de su respiración y le oyó gemir. Las caricias de Kanta fueron aumentando en firmeza y ritmo y ella no pudo evitar gemir. De pronto, lo tenía sobre sí, con la boca pegada a su oído. “Me gustas”, le susurró en un tono grave que la excitó y entonces, le rodeó el cuello con los brazos, al tiempo que sentía algo introducirse entre sus piernas, al principio, tuvo sensaciones molestas, las cuales fueron opacadas luego por un placer intenso que, mezclado a sus atenciones, se asemejaron mucho al Paraíso ese del que tanto hablaba su padre. Él comenzó a moverse sobre ella cada vez con mayor rapidez sin dejar de tocarla.
    De pronto, Shinju pareció despertar al sentir claramente la boca abierta contra su hombro y los filosos colmillos raspándole. De su madre había escuchado que los youkai marcaban a sus parejas y Kanta tenía sangre de youkai. Pacíficamente, se entregó y echó la cabeza a un lado, ofreciendo el cuello. Para su sorpresa, él siguió bajando hasta sus pechos. Ella, consternada, le acarició los cabellos y, tomándolo suavemente de la cabeza, volvió a subirlo hasta su hombro y él volvió a presionar la boca, justo como antes, pero pereció tener un lapso de duda y volvió a bajar. El joven comenzó a gemir cada vez más fuerte y se abrazó a ella. Ella nuevamente volvió a ponerle el cuello y él sintió el impulso instintivo de cerrar la mandíbula. Entonces, se separó con brusquedad, acabando sobre la hierba y respirando agitadamente, con el rostro pegado al suelo. Antes de que ella pudiera sentirse abandonada, él regresó a abrazarla.
    De pronto, se dieron cuenta de lo tarde que era.

    —Tenemos que volver a casa antes de que se haga tarde y vengan por nosotros —murmuró ella, mientras se vestía a oscuras.

    —Saben que estás conmigo, no se preocuparán demasiado —contestó él, recogiendo rápidamente su ropa y poniéndosela con rápidos movimientos, como había aprendido a hacer en la hora del baño para que no lo corrieran los soldados.

    Cuando la muchacha llegó a casa, la invadieron las preguntas y los reproches de sus padres. Ella aseveró que no había hecho nada, pero ellos no parecieron creerle.

    —Excelencia —pidió Sango en un tono cortante.

    Él asintió y salió de la casa.
    Al principio, Shinju no comprendía.

    Su madre la miró con seriedad.
    —Shinju, quítate la ropa.

    Ella por reflejo llevó las manos al pecho.
    —Pero, mamá…

    —Nada de peros —de un tirón le abrió el cuello del vestido y le echó el pelo castaño a un lado, quedándose sorprendida. La miró del otro lado, luego miró sus hombros, entonces, le abrió más el vestido y miró su pecho, le dio la vuelta y le miró la espalda. Y cada vez lucía más sorprendida—. ¿Nada? Quítate el vestido —le dijo consternada y cruzándose de brazos.

    Shinju obedeció y dejó que su madre la mirara.

    —Bien, ya puedes vestirte —miró hacia fuera, hacia donde sabía que estaba su esposo, seguramente muy ansioso—. Creí que tendría alguna marca, pero no tiene nada. Eso es suficiente, no creo que haga falta que Kagome la revise.

    La voz de Miroku se oyó enojada.
    —Mejor llévasela a Kagome-sama.

    Shinju tragó saliva. ¿Se la llevarían con Kagome-sama? ¿Por qué? ¡Si no había podido encontrar nada!

    —Vienes conmigo —le dijo su madre en ese tono que era imposible rehusar, tomándola de la mano y caminando en medio de la noche para ir hasta la casa de la miko. Pero posiblemente no sería una visita muy amena.

    Cuando ambas llegaron, podía escucharse una discusión.
    —¡Qué desconsiderado! —se quejaba Kagome—, por lo menos deberías avisar la próxima vez que llegues…

    —Lamento interrumpir —se disculpó Sango en la puerta—. Kagome, creo que tenemos que hablar.

    Inuyasha, sentado en un rincón, olfateó el aire un par de veces, bufó y luego se giró hacia su hijo con muy mala cara. Kanta se hizo el desentendido y fingió que no estaba pasando nada.

    —¿En qué puedo serte de ayuda? —preguntó Kagome amablemente.

    —Quiero que revises a mi hija, porque tengo la ligera sospecha… —y miró a Kanta con los ojos entrecerrados— de que ya no es virgen y, de ser cierto, no querrán tomarla en matrimonio.

    Kagome se volteó lentamente hacia su hijo, pero con una expresión que daba miedo.

    Kanta comenzó a sudar frío. Ahora era blanco de miradas hostiles, ningún alma en su defensa.

    —Está bien —murmuró Kagome—. Inuyasha, Kanta ¿pueden hacer el favor de salir?

    Inuyasha agarró a su hijo de la manga del haori y lo sacó a lo bruto de la casa. Ninguno de los dos dijo una palabra. Inuyasha porque no quería explotar y Kanta porque no quería ser reprendido o golpeado.

    Con resignación, Shinju obedeció las órdenes de la miko.

    Transcurrieron unos pocos minutos cuando la voz enojada de Kagome se hizo oír.
    —Kanta Higurashi, ven aquí ahora mismo.

    Él no se atrevió a moverse.

    Inuyasha lo miró muy enojado.
    —Obedece a tu madre y toma responsabilidad de tus actos —dijo en un tono y con una expresión que al muchacho le recordaron… al mismísimo Sesshoumaru.

    Obedeció sin chistar.

    Esa noche, ambos escucharon una de las reprimendas más largas de toda su vida. A la mañana siguiente se suscitó una fuerte discusión entre Miroku-sama e Inuyasha, la cual devino en golpes y terminaron exigiéndole a Kanta que se casara con ella. Shinju se ilusionó mucho con aquello pero Kanta debió aguantarse las caras largas de sus futuros cuñados. Ese mismo día se preparó una ceremonia rápida para unir a ambos en matrimonio pero, cuando Miroku iba a pedirles que dieran sus votos, Kanta huyó, demostrando su irresponsabilidad y generando una segunda pelea, más fuerte que la anterior.
    Finalmente, Kanta aclaró que no tomaría ningún voto porque era su intención regresar al Oeste a como diera lugar, y Shinju se sintió traicionada, utilizada, adolorida. Claro, prefería a una perra que era capaz de lastimarlo en cualquier momento. Era algo completamente ilógico.

    Suspiró y metió su mano en el agua fría del río. No había nadie más allí, estaba más sola que nunca. Se abrazó a sí misma y se puso a llorar.

    —¿Por qué lloras? —le preguntó una voz—, es una tarde muy bonita, no deberías estar triste.

    Shinju levantó la vista y se encontró con una chica de pelo oscuro de su misma edad, con el cabello recogido y un sencillo vestido naranja. También traía una cesta con ropa sucia y le sonreía amablemente. No la había visto antes.
    —¿Quién eres?

    —Ah, lo siento, no me he presentado, me llamo Koyuki, llegué esta mañana a la aldea para pedir algo de dinero y comida, mi aldea es pobre y necesitamos ayuda, pero no me permitieron hablar con el jefe de la aldea —se acuclilló junto a ella y sacó de su cesta un vestido rojo que tenía una gran mancha marrón, la cual parecía sangre—. ¿Tú eres su hija?

    —Ah, sí. ¿cómo lo supiste?

    Koyuki sonrió mientras lavaba.
    —Pues vistes muy bien para ser una simple aldeana.

    —Ah, claro —en seguida se olvidó de su tristeza y se puso a lavar también—. Por cierto, mi nombre es Shinju.

    —Es un bonito nombre ¿y cómo es que la hija del jefe de la aldea viene a lavar? ¿por qué no envían a los sirvientes?

    —Como puedes ver, nuestra aldea es pequeña, en casa no tenemos sirvientes y venir aquí me ayuda a despejar mi mente.

    —¿Por qué estabas llorando?

    —Es que mi prometido debió marcharse para entrar a las filas del ejército y lo extraño mucho. Mi familia me dice que debo ser fuerte, pero a veces simplemente no puedo evitar sentirme triste —no sabía por qué le estaba contando todas esas cosas a esta muchacha a la que acababa de conocer, pero le agradaba tener a alguien con quien hablar que no fuera de su familia—. Pero supongo que todo el mundo tiene problemas y los sobrelleva como puede ¿y por qué estás aquí? ¿Qué sucedió en tu aldea? ¿fue atacada?

    Koyuki asintió.
    —Mi aldea está más hacia el norte, en la ladera de una montaña, los bosques son densos y peligrosos y no es común que los bandidos pasen por allí, pero hace unos días, unos youkai hambrientos aparecieron y atacaron a los aldeanos. No hubo pérdidas humanas, pero la aldea quedó destrozada y hay muchos heridos. Los youkai dijeron que un perro monstruoso vino cazándolos desde el Oeste.

    Shinju abrió mucho los ojos.
    —¿Desde el Oeste?

    La chica volvió a asentir mientras guardaba la ropa húmeda y se ponía a lavar otra prenda.
    —Luego, varios días más tarde, apareció un muchacho extraño, tenía el cabello muy claro y estaba malherido. Creímos que era otro de esos youkai y nos asustamos, pero luego nos dimos cuenta de que era un ser humano, uno muy extraño —soltó un suspiro—. Los aldeanos dispusieron que se quedara en casa de mis padres y eso me puso feliz, ya que se veía muy apuesto, sin embargo, estaba totalmente incapacitado para moverse. Nos contó que fue un inuyoukai el que le hizo todas esas heridas. Y nos dijo que debíamos venir a esta aldea, buscar al líder y advertirle de lo que estaba ocurriendo. Luego de eso quedó inconsciente y tanto yo como otros jóvenes fuimos enviados a buscar la aldea —parecía como si Koyuki fuera a llorar—. Pero quiero regresar, porque me preocupa mucho ese joven. Creo que se llamaba… se llamaba Kanta.

    Shinju sintió como si le atravesaran con una lanza el pecho. Kanta había escapado y estaba siendo perseguido.
    —Dime en donde está —la tomó por los hombros—. ¡Tienes que llevarme a tu aldea, tienes que llevarme con Kanta!

    Koyuki se asustó por la repentina reacción
    —¿Entonces le conoces? Pero no podemos irnos así nada más, tengo que avisar a la familia que me ha acogido, además, yo vine a hablar con tu padre…

    —Yo tengo tanto poder como mi padre —se puso de pie con brusquedad—, llévame, ahora.

    Koyuki confundida, asintió y, tomándola de la mano se la llevó por caminos que no conocía, hasta que encontró el norte. Ambas comenzaron a correr alocadamente por las praderas, mientras la noche caía.

    —No te preocupes si aparece algún youkai —murmuró Shinju, palpando una espada corta que siempre llevaba escondida bajo la ropa para protegerse—. Yo lo destruiré. Kanta, espérame, ya voy por ti.

    Sango probó un poco de la comida que había preparado y, conforme con su sabor, miró a Makoto.
    —¿Por qué dejaste que Shinju bajara sola al río? —la cuestionó con tono de reproche.

    —Creo que a menudo necesita estar sola, le hará bien.

    —Últimamente está muy deprimida por la partida de Kanta y no quiero que esté sola por temor a que haga alguna tontería —dijo recordando las mil y una traición y errores en que incurrió cuando era joven, todo por querer demasiado y locamente a unas pocas personas y olvidar a las demás y a sí misma. El último de sus errores la había puesto a instantes de morir a manos de Sesshoumaru—. Yo no puedo ir con ella porque tu padre aún no regresa y tengo que cuidar de la casa, pero tú debiste haberme obedecido.

    —Mamá, yo confío en Shinju y lo mismo deberías hacer tú. Creo que con el tiempo lo olvidará, como antes, la primera vez que se marchó.

    Sango suspiró.
    —Tú sabes que las cosas no son como antes pero espero que tengas razón —rogaba que ninguno de sus hijos llegara a cometer sus mismos errores. Y en efecto, ellos parecían ser todo más fuertes y decididos, más seguros de sí mismos.

    Makoto se levantó y se arregló el bajo del vestido..
    —Debo irme, mamá, también tengo que preparar la cena, dale mis saludos a papá.

    Sango asintió y luego volvió a suspirar, una de sus hijas era una rebelde callada. No le haría bien una hija rebelde, sólo podría entenderse con otro rebelde como ella.
    —Kanta, ¿por qué tuviste que marcharte? Desde la reaparición de esas sombras, tu madre ha estado muy preocupada por ti. Se esfuerza demasiado y temo que pierda su embarazo si sigue así —ella había perdido a dos bebés y sentía dolor. No quería algo así para su querida amiga Kagome. Pero a veces, el miedo se arrastraba silencioso y se comía los corazones.

    De pronto, sintió un gélido aliento en la nuca y le pareció que su propia sombra se movía con vida propia. Asustada y en guardia, Sango se giró hacia la pared. La sombra bailaba por efecto del fuego moviéndose. Nada fuera de lo común. No había ninguna intención sobrenatural cerca de ella.

    —Sólo ha sido mi imaginación, no hay nada de qué preocuparse —murmuró mientras atizaba el fuego.

    Una hora más transcurrió y ella se preocupó porque Shinju no había regresado aún. Poco después, como acudiendo a su llamado mental, Miroku y sus hijos regresaron a casa. Ella fue corriendo a recibirlos.
    —Shinju fue al río a lavar y no ha regresado todavía, por favor, vayan a buscarla.

    Ellos asintieron y salieron de inmediato. Los muchachos bajaron al río y encontraron las dos cestas de ropa a medio lavar, pero no dieron con rastro de su hermana, sólo un par de huellas que en seguida se perdían. Era evidente que ella había estado con alguien más, así que regresaron a la aldea y preguntaron a quién pertenecía la ropa. Ya era tarde y estaba oscuro cuando una de las aldeanas más viejas los recibió.

    —Ayer vino una muchacha llamada Koyuki buscando a Miroku-sama porque necesitaba su ayuda, pero él no se encontraba aquí y no quisimos molestar a Sango-san, así que le ofrecimos quedarse en nuestra casa y salió hoy en la tarde a lavar las ropas desgastadas que había traído puestas, pero me preocupaba, porque no ha regresado ¿Saben ustedes dónde está?

    Los tres negaron, confundidos. Ahora, no había una muchacha perdida, sino dos. Y nadie en la aldea había visto regresar a ninguna.

    —Pidamos a los hombres de la aldea que nos ayuden a buscarla —le dijo uno de los muchachos a su padre.

    —No hará falta, le pediré ayuda a Inuyasha, con su olfato será más que suficiente. Vayan a avisar a su madre —dicho eso, salió rumbo a la casa de Inuyasha, pero encontró sola a Kagome, quien estaba recostada en su futón, porque le dolía la espalda.

    —¿Pasa algo malo, Miroku-sama? —cuestionó ella.

    Él asintió.
    —Shinju fue esta tarde al río, pero no regresó a casa y nadie la ha visto por aquí y también desapareció otra joven que estaba con ella.

    La miko se sentó de súbito, con los ojos muy abiertos.
    —¿Qué desapareció?

    —Quería saber si Inuyasha podía ayudarme.

    —Fue a buscar algo de leña, regresará en cualquier momento, de todos modos… —intentó ponerse de pie, pero él la detuvo.

    —No, no se esfuerce, por favor, debe descansar.

    —Pero hay que encontrarla pronto, pudo haberle pasado cualquier cosa. Sentí una extraña presencia cerca del río hace algunas horas, pero no pensé que alguien estaría allí.

    —¿Una presencia extraña?

    —Sí, la sensación era de estar viendo un hoyo negro que absorbía la energía de las plantas y animales del bosque. Inuyasha se preocupó y dijo que iría por leña, pero creo que fue a averiguar lo que ocurría —Kagome miró una de las cicatrices de su brazo—, después, la presencia se perdió rumbo al norte.

    —¿Rumbo al norte? ¿Un kageyoukai?

    Ella negó.
    —No, no parecía ser un kageyoukai, no tenía la intención maligna desprendida por el meikai —volvió a mirar su mano—. Sin embargo, muchas criaturas han estado saliendo a hacer estragos desde que Kuroika desapareció —le preocupaba el hecho de que Shinju hubiera desaparecido justo después de que perdiera al hoyo negro de vista. Empezó a rogar que Inuyasha regresara pronto y, como si lo hubiera escuchado, él llamó.

    —Ya estoy de regreso —dijo mientras dejaba a un lado la leña.

    —Inuyasha —lo llamó Miroku—. Ayúdame, por favor, mi hija ha desaparecido luego de ir al río esta tarde.

    —La olí ir al río, pero le perdí la pista. Estaba buscando “una presencia” que Kagome dijo encontrar cerca de allí, pero creo que se dio cuenta de que alguien la seguía y se ocultó. Pensé que Shinju había regresado a casa, por eso no me preocupé —se dispuso a salir de la casa—. Acompáñame, la encontraremos.

    —Yo también quiero ir —dijo Kagome, poniéndose de pie con dificultad.

    —No digas tonterías —le recriminó su esposo—. Tienes un barril por estómago, sólo nos retrasarás.

    Kagome se cruzó de brazos con un tic en el ojo y una vena saltando en su sien.
    —Estoy demasiado preocupada como para quedarme aquí y no me quedaré tranquila hasta averiguar lo que ocurre y saber que Shinju está bien.

    —Que no. Tienes que descansar —dijo el hanyou con firmeza—, has estado trabajando mucho, ya es suficiente para una humana.

    Miroku se quedó callado, mientras observaba el comienzo de la discusión.
    —Aquí van de nuevo…

    —¡Oye, no me trates como si fuera débil! —le espetó ella— ¿Te estás contagiando de tu hermano?

    Inuyasha tuvo un tic en el ojo, pero intentó ignorar la provocación.
    —¡Sé que estás preocupada, pero tu bebé es más importante ahora! —le recriminó.

    Ella se puso en jarras.
    —¡Todo es importante!

    —¡No empieces con eso de nuevo! ¡Estudiaste medicina con Kaede y si no te cuidas, sabes que acabarás como ella!

    —¡Osuwari!

    Inuyasha se estampó de cara junto a la puerta, mientras Kagome salía acompañada de Miroku.
    —De prisa, Inuyasha, no te quedes ahí.

    Inuyasha levantó el rostro golpeado.
    —¡Eres insufrible, Kagome! ¡Con razón Kanta se marchó!

    —¡Osuwari! ¡osuwari! ¡osuwari!

    Inuyasha dejó un hoyo junto a la puerta, mientras Miroku le remarcaba lo idiota que era.
    El hanyou se levantó, corrió afuera y se interpuso en el camino.
    —Es demasiado noche para que vayas y hace frío.

    —¡Pero hay que encontrarla! Inuyasha, si Kanta se perdiera ¿no le buscarías de todos modos?

    El hanyou cerró los ojos y pareció sopesarlo por un rato. Kagome se puso un abrigo y fue junto a Miroku hasta la casa de éste.

    —Sango, no te preocupes, encontraremos a Shinju pronto —le dijo a la mujer, que estaba esperando junto a la puerta.

    —Ve tú también —le susurró uno de los muchachos—, nosotros nos quedaremos para cuidar de la casa.

    —Bien.

    —Te recomiendo que lleves un arma —le dijo Inuyasha—, tengo un mal presentimiento.

    También el mayor de los hermanos decidió acompañarlos por si llegaban a necesitar ayuda. Fue una salida intempestiva.
    Desde el cielo nublado, comenzó a caer una fina nieve justo minutos antes de que salieran de la aldea. Inuyasha cargó a Kagome a su espalda y les exhortó a que se dieran prisa, puesto que la nieve cubriría todo rastro y toda posibilidad de hallar a las jóvenes perdidas. Llegaron hasta el río y, de allí, corrieron por un trecho, hasta que el hanyou se detuvo de golpe en medio de la pradera. El olor se desvanecía y eso no era todo, no se trataba del olor de dos muchachas, sino de una muchacha y un youkai.

    —Por aquí debe ser donde se desvaneció aquella presencia —dijo Kagome—, no se trata de algo común y corriente. Intentaré encontrarla con mis poderes.

    Se bajó de la espalda de Inuyasha y se paró en medio del camino. Extendió una mano hacia delante y cerró los ojos, concentrándose para intentar hallar el rastro de la presencia de Shinju mediante sus poderes. Ella no estaba cerca. Concentró sus energías tanto como podía y se movió lentamente. Izquierda. Derecha. Izquierda. Hacia el norte. Hacia el Este. Hacia el Oeste. ¿Hacia dónde había ido? Una gota de sudor rodó por su sien, como muestra de lo difícil que era el proceso de rastreo. Todos guardaron silencio, a la expectativa de la decisión de la miko.

    —Se fueron por ese camino —indicó con firmeza luego de un rato— y de ahí hacia el norte. ¡Se mueven demasiado rápido!

    —De prisa —los movió Inuyasha, cargando a su esposa y corriendo en esa dirección.

    A Sango le habría gustado tener a Kirara para poder moverse más rápidamente. Kohaku, ojala estuviera allí para ellos. Pero justo ahora no podía preocuparse por él.

    Era de mañana cuando las dos chicas dejaron de correr, justo en medio de un bosque. A pesar de que Shinju tenía un buen entrenamiento y buen estado físico, el frío y la nieve la habían cansado rápidamente y sentía que le faltaba la mitad de su alma.

    —Tenemos que descansar —dijo la otra muchacha respirando agitadamente.

    —No, no podemos, tenemos que llegar a tu aldea —y necesitaba ver a Kanta, se inclinó en el suelo—. Koyuki, sube a mi espalda, te llevaré.

    —¿Estás segura? ¿Podrás conmigo?

    —Por supuesto —con un peso extra sobre ella, Shinju siguió corriendo, pero la aldea no se divisaba y, poco a poco, el camino se hacía más y más accidentado. No le importó y sorteó sin problemas los obstáculos del camino, pero estaba cada vez más cansada. Cuando Koyuki se recuperó, siguió corriendo a su lado. Shinju no era capaz de darse cuenta que, bajo una influencia sobrenatural, no había comido, no había dormido, había corrido varias leguas y se había olvidado por completo de sus padres y hermanos, el único pensamiento en su mente era “tengo que llegar a él a como de lugar”.
    Al atardecer, llegaron a una elevación y, cuando subieron a lo alto, divisaron varias montañas a lo lejos.

    —Mi aldea está allá —le dijo la muchacha—. Tenemos que darnos prisa, antes de que tus energías se agoten y no puedas usar tus poderes.

    —Estaré bien —le aseguró ella y siguieron corriendo. Shinju tropezó y cayó a tierra, pero se levantó y siguió su camino.

    El sol casi se había ocultado por completo cuando llegaron a la mitad del bosque que cubría la ladera de la primera montaña. Finalmente, Shinju fue consciente de todas sus debilidades humanas y cayó.
    —No doy más —respiró agitadamente, sin poder moverse.

    —Yo tampoco —dijo Koyuki—. Necesito comer y aquí tengo una buena presa.

    Shinju levantó la vista.
    —¿Una presa? ¿Dónde?

    Koyuki le puso un dedo en la frente y sonrió. La muchacha sintió que algo se introducía en su cuerpo, dejándolo entumido, la molestia le obligó a cerrar los ojos y, cuando los abrió, se vio atada de pies y manos a una telaraña gigantesca. Forcejeó pero aquellas telarañas eran sorprendentemente firmes y ella estaba demasiado exhausta y muy lejos de casa como para que alguien la ayudara.

    —No importa que intentes pelear —dijo Koyuki con una voz manipulada que parecía salida de un pozo—. Te has cansado de hacer tanto camino y estas telarañas te robaran las energías que te sobren —rió perversamente, mientras Shinju era rodeada por unos hilos que tenían vida propia. Alrededor de sus piernas y su cadera, alrededor de su pecho y de su cuello, la telaraña iba rodeándola y drenándole su fuerza.

    —¿Por qué? —murmuró confundida.

    —¿De verdad fuiste tan tonta para seguir a un extraño, creyendo que Kanta estaba aquí? Pobre niñita débil —la joven se desfiguró, para dar paso su cuerpo a la existencia de varios youkai gigantes en formas de serpientes, arañas y gusanos—. Tu propia estupidez te ha matado. Te secarás aquí.

    El grito de Shinju hizo eco a través de las montañas.

    ¡Shinju! —gritó desesperado, mientras se revolvía incómodo, pues moría de frío. Al ver a su alrededor, se dio cuenta de que estaba cubierto de nieve. Se la sacudió y cayó en la cuenta de que sólo se había dormido por unos minutos para dar lugar a semejante pesadilla. Sí, sólo hacia unos momentos había sonado el toque de queda. Se tocó la cabeza— ¿Será Akuma de nuevo? No. Esta vez hay algo diferente…

    Le invadía una inminente sensación de peligro, como si algo muy malo fuera a pasar ¿Y si de verdad Shinju estaba en problemas? Miró hacia la pared del establo y sintió que algo caía de entre sus ropas. Una daga dorada, ricamente labrada y enjoyada. Pero si era…

    —La daga de Akyoushi —se la metió en el obi y de manera instintiva, corrió hacia la entrada principal. Con suerte, podría burlar a los guardias o éstos le ignorarían. No estaba seguro de poder llegar hasta Shinju pronto, pero al menos quería intentarlo, asegurarse de que ella estaba bien.

    Cuando atravesó la plaza de armas y vio las puertas, se sintió esperanzado y saltó hacia ellas, pero una lluvia de flechas envenenadas lo obligó a retroceder y varios guardias se le atravesaron en el camino, apuntándole con sus armas.
    —Ha sonado el toque de queda, está prohibido salir sin permiso.

    —Tengo permiso del príncipe —mintió con convicción.

    Los guardias miraron hacia la daga que llevaba en su cadera y luego, mirándolo a los ojos, sonrieron perversamente.
    —Hanyou mal nacido ¿te crees que somos idiotas? Esa daga apesta a ti y, si no regresas ahora mismo a tu agujero, te rebanaremos y te serviremos a los mononoke del establo —le gritó uno de ellos.

    Kanta, sintiéndose descubierto, hizo crujir los nudillos y, sonriendo lacónicamente, se preparó para atacar.
    —Tengo algo que hacer —dijo en un tono firme.

    —Eso no nos importa.

    —Tengo algo que hacer y lo haré, ¡así tenga que pasar por encima de ustedes! ¡Sankon Tetsusou! —rompió las armaduras de dos de los guardias, cortándoles el pecho y saltó, pasando por encima de ellos.

    Los guardias reaccionaron en el acto y lo persiguieron.
    —¡Alerta todos, el hanyou se escapa!

    Kanta maldijo cuando su camino fue interrumpido por más de los guardias del lado interno de la puerta. Ellos ya estaban alerta e intentarían detenerlo a toda costa, pues no querían más degradaciones de rango por culpa de un idiota. Si lograba vencerlos, también los del lado de afuera intentarían agarrarlo. Incluso era probable que estuvieran todos con sus flechas listas.
    Uno de los guardias saltó para cazarlo y él lo esquivó y le pisó la cabeza para impulsarse hacia delante. Le dio un golpe en la cara al siguiente y continuó avanzando, pero ellos se recuperaron rápidamente y lo rodearon en un semicírculo, atacándolo con las manos desnudas. No eran tan rápidos, pero le costó trabajo esquivarlos y bloquearlos y comenzó a cansarse rápidamente. Pronto, sólo era un ente que peleaba, no podía pensar en nada más.

    Una mano se dirigió a su cuello y él retrocedió, evitando el agarre y sintió cómo algo le era arrancado. El youkai miró enojado aquel trozo de cuerda que hacía de collar.
    —Esto es basura —lo tiró al suelo y lo aplastó.

    Kanta vio paralizado cómo el regalo para su hermana, el inuyoukai de madera que había tardado horas en hacer se volvía un montón de astillas. Le llenó la ira.
    —¡Maldito! —se arrojó hacia el youkai y comenzó a pelear.

    Consiguió darle dos zarpazos y marcarle el rostro, pero los demás no se quedaron de brazos cruzados y se le lanzaron encima con sus armas. Kanta comenzó a moverse y a saltar, intentando mantenerse alejado de las garras de aquellos youkai y el filo de sus armas. Giraba sobre sí mismo, lanzaba zarpazos a diestra y siniestra, bloqueaba las armas con las manos vacías, pero no pudo evitar ser cortado. En un movimiento hábil, consiguió quitarle la alabarda a uno de los guardias y comenzó a pelear con ella como el más hábil, girando, bloqueando, haciendo movimientos de corte certero, gracias a algunas instrucciones recibidas por parte de Miroku-sama. Así, consiguió hacerlos retroceder. Pero su euforia no duró mucho. Al escuchar el escándalo, otros soldados se unieron a la “fiesta” y ninguna técnica pudo evitar que lo agarraran a golpes y lo aplastaran como mejor les parecía “como merecía un hanyou”. Uno de ellos lo tiró de bruces al suelo y lo aplastó con el pie en la espalda, dejándolo indefenso, mientras otro le torcía un brazo.

    —¿Qué está pasando? —preguntó una voz serena y la tortura se detuvo.

    Ese olor. Kanta levantó la vista, pero otro de los youkai le aplastó la cabeza contra el suelo.

    —Príncipe. Este hanyou estaba intentando escapar.

    Hubo un lago silencio, mientras Kanta intentaba inútilmente liberarse del bruto agarre.

    La voz siguió serena.
    —Agárrenlo.

    El hanyou sintió cómo lo levantaban con brusquedad y lo sujetaban de brazos y piernas con la fuerza de un torno. El mundo le dio vueltas. Estaba de pie y sujetado como un criminal, su cabello enmarañado le caía por el borde del rostro, dándole una apariencia fiera.
    Respiró agitadamente, levantó el rostro y se topó con dos ojos claros.
    —Akyoushi, no. No es cierto.

    Uno de sus captores lo agarró del pelo y lo obligó a bajar la cabeza.
    —¿Cómo te atreves a hablarle así al príncipe, maldito hanyou?

    Kanta intentó levantar la vista.
    —Akyoushi, si alguien… si alguien a quien apreciaras corriera peligro ¿no intentarías ayudarle?

    El inuyoukai permaneció impasible.
    —¿Quién está en peligro?

    Kanta lo miró con ojos muy abiertos ¿Qué pasaría si le decía la verdad?
    —Tienes que dejarme ir —comenzó a forcejear con los soldados, a pesar de que estos le herían con su fuerza y le decían que no opusiera resistencia.

    Se detuvo al sentir que una mano huesuda le cortaba el aire.

    —Miserable hanyou, creí que eras diferente de tu padre, pero eres exactamente igual que él, un traidor ¿Crees que puedes venir y marcharte cuando se te antoja? ¿Qué puedes romper tu palabra? Le debes lealtad al Clan, no puedes abandonarlo. Y además por unos míseros humanos que no valen ni la vida que tienen…

    Kanta abrió la boca, cada vez le apretaba más y ya no tenía aire.
    —T-ú… n-o pued-es decir-me nada, si si-empre t-e escapas de tu… ¡aaagh!

    Akyoushi lo sujetó con fuerza del mentón, obligándolo a echar la cabeza hacia atrás. Le estaba doblando el cuello y, mientras más se resistía, lo doblaba con más fuerza.

    —Maldito —balbució apenas, ni siquiera pudo gritar.

    El dolor era insoportable ¿pensaba romperle el cuello lentamente o qué?

    —¡Todos ustedes! —prorrumpió una voz potente y todos los youkai se separaron de Kanta, dejándolo caer al suelo como un maltratado y roto muñeco de trapo.

    Él se levantó y comenzó a toser y respirar agitadamente, intentando recuperar el aire que le faltaba, mientras le clavaba una dura mirada al príncipe. Pero se empequeñeció al ver llegar al enorme youkai.

    —Príncipe —llamó impávido

    —Padre —respondió el muchacho—. Kanta estaba intentando escapar.

    Kanta no se atrevió a levantar la cabeza, ni pronunciar palabra alguna, ni siquiera se movió durante el tiempo que duró el escrutinio.

    —Agárrenlo —ordenó el daiyoukai.

    Esta vez, Kanta no opuso resistencia alguna, ni tampoco protestó, permaneció callado y con la cabeza gacha en señal de humillación hacia el líder. No profirió palabras en su defensa, ni excusas, ni ruegos. Ni siquiera se asustó, sino que estaba lleno de una apacible resignación, pese a saber lo que le aguardaba. Sólo levantó la mirada hacia su primo por unos segundos y un solo pensamiento cruzó su mente. Traidor.

    —¿A dónde pensabas ir? —cuestionó su tío.

    —Con mi madre —mintió, aunque ni siquiera el nacimientote una hermana era buena excusa.

    —¿Quién es “tu madre”? —le preguntó el daiyoukai.

    Kanta no pudo evitar levantar la vista con una expresión de sorpresa, delatándose a sí mismo. En seguida agachó la cabeza, avergonzado.

    —¡Abran las puertas! —ordenó el maestro.

    Las puertas se abrieron, con un sonoro chirrido debido a su gran peso y el daiyoukai se dirigió hacia ellas, seguido por los soldados y guardias que habían agarrado a su sobrino y que lo arrastraban como a un muñeco, atenazado.
    Luego de que las puertas principales se abrieran, Sesshoumaru se paró junto a ellas y ordenó que soltaran al hanyou. Entonces, indicó hacia fuera.
    —Vete.

    Kanta se quedó con ojos de plato, paralizado allí y mirando hacia el mundo salvaje que había afuera, sin saber qué hacer.

    —¿Qué no entiendes? —vociferó el inuyoukai—. Lárgate de mis Tierras ahora mismo y nunca regreses.

    Kanta lo miró aterrado, no tanto por el grito, sino porque entendió que, una vez que se marchara, no podría regresar. Allá fuera, lejos, estaba Shinju y sentía que estaba en peligro y que tenía que ayudarla pero… volteó y miró a Akyoushi. Estaba parado detrás de su padre, impasible, como si no le importara en lo más mínimo lo que estaba pasando y lo que fuera a ser de él. ¿Qué pasaría con Akyoushi? ¿se quedaría solo? Siempre había estado solo antes de él ¿verdad? Por eso no le importaba tal vez.

    Kanta apretó la mandíbula.
    —No puedo.

    —¿Que no puedes? —dijo Sesshoumaru en un tono duro y cínico—. Acabo de abrir las puertas para ti. Lárgate con los de tu raza.

    Kanta volvió a mirar hacia fuera y dio un paso. Shinju. Shinju estaba sufriendo y podía morir, le necesitaba, le necesitaba ahora mismo pero… se volteó a ver al daiyoukai. Y al joven que estaba detrás. Contrajo el rostro de dolor.
    Perdóname, Shinju —murmuró.

    A paso lento entró de vuelta y demudó su rostro en una expresión fría.
    —No tengo ningún lugar a donde ir, esta es mi casa y mi familia.

    —Cierren las puertas —ordenó el daiyoukai y todos caminaron hasta las puertas de la plaza de armas, Kanta siendo escoltado por los guardias, que parecían estar esperando a que el maestro se marchara para seguir—. Pueden dejar al hanyou y volver a sus puestos —todos obedecieron y el inuyoukai habló a su sobrino sin dignarse a mirarlo—. Espero y no vuelvas a olvidarlo —dicho esto, entró a paso lento a la Casa principal.

    El hanyou fue hasta donde habían quedado los trozos del regalo para su hermana y, deprimido, comenzó a recogerlos y los puso juntos, en la palma de su mano, hasta que quedaron con la forma del inuyoukai. Tocó la pequeña cabecita partida a la mitad y su vista se nubló. A pesar de permanecer con la vista baja, Kanta fue consciente de que Akyoushi lo estaba mirando.

    —Eso te pasa por tener lazos con míseros humanos —le dijo antes de marcharse y dejarlo solo en medio de la desierta y fría plaza de armas.
    ***

    Llevaban un día entero buscándola y siguiendo el débil rastro que Kagome había encontrado, pues el olfato de Inuyasha repentinamente había comenzado a fallar. A pesar de comprender la gravedad de la situación, Inuyasha se negó a seguir por aquella noche por temor a forzar a Kagome, aunque ella protestara. Estaban cerca de una montaña, pero aún si era poco elevada a ella podría costarle y su esposo no podía evitar preocuparse. Rápidamente, entre todos, levantaron con la nieve una especie de iglú y se refugiaron dentro para protegerse del frío.
    No pasó mucho tiempo antes de que Sango se pusiera a llorar.

    Kagome la abrazó.
    —Lo siento, no he podido encontrarla —se disculpó.

    —No, es mi culpa —negó su amiga, yo debí haberla cuidado mejor.

    —¡Keh! En este momento es inútil echarse la culpa unos a otros. Tenemos que pensar en nuestros siguientes pasos.

    Kagome había llegado a la conclusión poco agradable de que aquel “hoyo negro” era un enorme cúmulo de energías negativas que habían acudido ante el dolor de Shinju y pensaban absorberla, usándola de alimento, para formar una criatura semejante a lo que había sido Magatsuhi primero y Naraku después. Rogaba que eso no fuese cierto, de lo contrario, aquello sería interminable. Y más aún con Kuroika dando vueltas a la espera de una oportunidad. Se cubrió el rostro con ambas manos.

    —Tranquila Kagome —dijo Inuyasha poniéndole una mano en el hombro—, ya verás cómo la encontraremos —el hanyou evidentemente había malinterpretado el gesto.

    Llevaban un día entero sin dormir, pero aún así nadie pudo conciliar el sueño. Cuando el sol hubo salido, ellos reanudaron la búsqueda y Kagome nuevamente buscó aquellas energías, pero mientras más se adentraban en la montaña, más parecía prolongarse el camino, como si el tiempo y el espacio hubieran sufrido una distorsión. Kagome ya no tenía dudas, aquello era un hoyo negro. El problema no sería entrar, sino salir.

    —Siento como si caminásemos en círculos —se atrevió a acotar el hijo de Sango—. ¿Inuyasha-sama, no puede oler a mi hermana?

    Él, notablemente turbado, le contestó con un golpe en la cabeza, que el muchacho no supo interpretar.
    Kagome no podía dar con el lugar exacto, porque la energía de Shinju era muy débil.
    —Tal vez haya una barrera de energía, Inuyasha. Tenemos que buscarla.

    Él desenvainó a Tessaiga, pero no se atrevió a atacar, porque todavía no sabían donde estaba ella y temía herirla.
    —Lo que sea que haya atraído a la chica hasta aquí, posiblemente quiera alimentarse de poderes —se dejó guiar por sus instintos—. Nos llevará hasta ella y nos dejará pasar.

    Miroku se puso tenso, porque tenía la misma sensación desde que habían puesto los pies en esa montaña. Aún así no se detuvieron, pero la noche trajo una sorpresa. Las nubes espesas, que durante todo el día no dejaron de esparcir nieve, no permitieron ver que esa noche había luna nueva. Aún sí, el hanyou, ahora de cabello oscuro, no pareció inmutarse.
    —Finalmente ha llegado la Luna Fría, me pregunto cómo estará Rin-chan—miró hacia los pequeños copos de nieve.

    —No es hora de preocuparse por ella —dijo Kagome con seriedad—. Shinju está cerca, por allá arriba.

    Kagome disparó una flecha, la cual chocó contra algo invisible, produciendo ondas. Todos se apresuraron y, aunque el campo opuso resistencia, ella liberó una gran cantidad de poder para romperla y lograr que todos la atravesaran.
    Lo que vieron fue horrible, Shinju colgada de una telaraña gigante, fría, pálida, hecha piel y huesos, casi cristalizada por la nieve. ¿Sería ya muy tarde?

    —Esa cosa ha absorbido todas sus energías —comprendió Miroku en el acto, casi tan pálido como su hija.

    —Así es —se burló una voz inhumana.

    —¿Quién es? —protestó Inuyasha, mirando en todas direcciones y lamentando la disminución de sus sentidos— ¡Da la cara, maldito!

    De la oscuridad aparecieron unos youkai… ¡y luego mil más! Todos se quedaron paralizados del susto y la sorpresa. Cientos de youkai salían de la nada y continuaban saliendo. Aquello era un atolladero.

    —Tal y como lo esperábamos, esta mocosa fue un buen señuelo.

    —¿Lo tenían preparado? —gritó Sango incrédula, aferrándose a su arma—. Nos hicieron caminar en círculos a través de su guarida.

    —¿Les costó trabajo encontrarnos? —se burlaron los youkai—. Shinju ni siquiera se percató del momento en que nos acercamos a ella y la envolvimos con nuestros hilos. Nuestras intenciones se hicieron una con la de ella y así nos alimentamos de sus energías y sus emociones. Muy pronto, Shinju dejará de existir, para formar parte de nosotros.

    Miroku frunció el ceño furioso ante aquellas palabras.
    —Eso nunca lo permitiré.

    —¿Y qué harás, monje?

    —¡Mandarlos al otro mundo! —les lanzó fuda exorcista y los activó con sus poderes, provocando que los youkai se quemaran. Ellos gritaron, pero Shinju también se puso a gritar, víctima de un fuerte dolor.

    —¡No importa lo que nos hagan, no moriremos! —dijeron aquellas criaturas, regenerándose—. ¿No fuimos lo suficientemente claros? Estamos conectados a Shinju a través de estos hilos y, si somos atacados, ella recibirá el impacto.

    —¡Entonces, coraremos esos hilos! ¡Hiraikotsu! —Sango lanzó en enorme y pesado boomerang hacia la telaraña, pero éste rebotó y regresó hacia ella con el doble de fuerza. Apenas si puso atraparlo y fue arrastrada varios metros hacia atrás.

    —¡Sango! —la llamaron todos.

    Ella se levantó apenas, lastimada, apoyándose en su arma.
    —Mi Hiraikotsu… mi Hiraikotsu que era capaz de destruir el shouki y el jyaki…

    —¿Por qué te sorprendes? ¿Crees que una simple arma es capaz de destruir los hilos que fueron construidos gracias a las intenciones de tu hija?

    Sango contrajo el rostro en una mueca de dolor. Las intenciones de su hija, no eran malignas... Antes de que ellos pudieran hacer nada, fueron completamente rodeados por el enorme ejército de youkais, que giraban a su alrededor, acechándoles.

    —¡No crean que nos asustan! —les espetó Inuyasha pero, en el mismo instante, una enorme red se levantó en medio de ellos, quedando atrapados ¿era eso lo que le había pasado a Shinju?

    A su vez, los youkais abrieron sus bocas, lanzándoles más y más hilos, mientras el grupo hacía todo lo posible por esquivarlos, pero luego la tarea se hizo imposible y acabaron completamente enredados. No se habían dado cuenta, pero desde el principio habían estado en una trampa. Los hilos comenzaron a ceñirse alrededor de sus cuerpos cada vez con más fuerza. No era su imaginación esos hilos tenían vida propia y se enroscaban cada vez más.

    —¡Vayan, únanse con esa cría tonta! —reían los youkai—. Miko, houshi, absorberemos sus poderes y nos convertiremos en el ser más fuerte.

    —Completamente ridículo —murmuró Shako a pesar del dolor.

    —¿Eso es lo que crees?

    Todos gritaron al recibir una terrible descarga eléctrica que comenzó a drenarlos rápidamente de su fuerza, mientras los youkai cada vez se multiplicaban y aumentaban de tamaño. Debido a la conexión de los hilos, no sólo sentían su propio dolor, sino también el de los demás. Shinju… estaba agonizando.

    —¿Ahora, humanos, entienden el verdadero significado de “compartir el dolor”? ¡Asombroso poder! ¡ja, ja, ja!

    Mientras Kagome oía gritar a los otros, volvió en sí y se concentró. En el actual estado no podía reunir todas sus energías, pues éstas eran rápidamente absorbidas, pero usó todo el poder que era capaz de liberar para quemar con él los hilos que la rodeaban.
    —No voy a permitirlo. Purificaré las intenciones de Shinju, aguanta un poco más —ante la sorpresa de los youkai, consumió los hilos que rodeaban su cuerpo y corrió hasta Inuyasha.

    Aunque corriera peligro de quedar nuevamente atrapada, buscaría el modo de liberarlos.
    Los youkai le lanzaron más hilos, pero se quemaron antes de llegar a tocarla, pues ella se defendió con una potente barrera a su alrededor.

    —Kagome, no lo hagas, te pondrás muy débil —protestó Inuyasha, intentando volver en sí a pesar del dolor y la debilidad. No pudo seguir hablando, pues fue envuelto en un capullo.

    Kagome expandió rápidamente su barrera, quemando así el capullo y liberando a su esposo, pero cayó exhausta al suelo. Lo sentía por Shinju, pero ya no podía más. Inuyasha se arrojó sobre ella y la abrazó. En ese momento, ambos volvieron a ser enredados y el dolor volvió, incapacitando esta vez a la miko.

    —Ya no hay nada que hacer, sus fuerzas se desvanecen más, sus conciencias perecen lentamente, sus espíritus y cuerpos serán alimento —mientras los youkai hablaban, el tiempo transcurría y la nieve los cubría cada vez más… y más…

    De pronto, la tormenta se hizo terriblemente fuerte y, entre las nubes oscuras, resplandecieron dos luces rojas que resultaron ser ojos. La enorme criatura se lanzó hacia el ejército, convertida en un borrón blanco y los arrastró a todos, despedazando a buena parte de ellos, pero más youkais aparecieron de la nada. El borrón blanco volvió a pasar en la dirección contraria y luego, de regreso, emitiendo un ensordecedor rugido y despedazando youkais a diestra y siniestra.
    El dolor se multiplicó tanto que Inuyasha y los demás abrieron los ojos para ver a un perro blanco, que había aplastado las cabezas de los enemigos.

    Inuyasha no terminaba de creérselo.
    —¡Sesshoumaru! —el youkai se volteó a verlo e Inuyasha se quedó mudo.

    Ojos de gato. Ese inuyoukai tenía ojos de gato.

    Saltó veloz al aire, evitando una embestida del escuadrón youkai. Las criaturas escupieron la nieve y el polvo que acababan de tragar, mientras miraban hacia arriba, al imprevisto enemigo que flotaba en el cielo.
    El ejército ascendió veloz y el perro blanco se lanzó en picada, rugiendo y pasando por encima de las cabezas de sus enemigos, que reaccionaron para evitar el golpe. El choque de energías disímiles hizo temblar la tierra, levantando toda la nieve y haciendo temblar las telarañas.

    El inuyoukai se plantó en tierra, aterrizando sobre sus patas y echando varios árboles abajo en el propósito. Su boca se llenó de un resplandor.
    ¡Reciban mis garras y colmillos venenosos!

    Se lanzó con furia hacia los youkai, evaporándolos con sus garras y colmillos y cayó casi al instante sobre las redes, derritiéndolas con su veneno y liberando a todos. Volvió a cabalgar hacia el cielo, siendo perseguido por otra oleada de youkais salidos de ninguna parte —¿de dónde mierda salían?— y giró sobre sí mismo con la agilidad de un gato, lanzándose sobre ellos y quemándolos con su veneno, pues los humanos ya no se veían afectados por aquel dolor compartido.

    Los youkai se lanzaron hacia ellos, pero el perro volvió a pasar, alejando a los agresores. Aterrizó, volviendo a deforestar otra parte de la montaña y produciendo otro temblor. Rugió.
    ¡Malditos humanos inútiles! ¡Por su culpa se le pudrirá el cerebro a Kanta!

    A pesar de lo horroroso de la situación, Kagome y Sango no pudieron evitar reír nerviosamente ante el ácido comentario.

    Se preparaba para atacar de nuevo con veneno, cuando Kagome le gritó.
    —No podrás vencerlos así. Hay un hoyo negro, destrúyelo —a ella le hubiera gustado hacerlo por sí misma, pero temía que su corazón no soportara un solo disparo más. Lanzó una flecha sin energía, indicándole la dirección y esperando que el perro lo comprendiera.

    Los youkai se sintieron amenazados y se lanzaron dispuestos a rodearlo y estrangularlo, pero se convertían frágiles estatuas de hielo incluso antes de acercarse, debido a su aura fría.
    Sus ojos iban y venían desesperados, buscando el sitio en que había caído la flecha.
    El interminable ejército cambió de estrategia, saltando de nuevo hacia los humanos.
    Miroku y Kagome reaccionaron en el acto y juntos, levantaron una barrera alrededor, pero no lo suficientemente rápido como para evitar que cazaran a la más débil. Shinju.

    Los youkai miraron confiados al perro, que les gruñía.
    —Si nos atacas, esta mocosa morirá.

    —¡No! —gritaron Sango y Miroku desesperados. Él no tendría compasión.

    El inuyoukai abrió mucho los ojos. Era ella, la asquerosa novia de Kanta, esa humana seca y moribunda. ¿Qué hacer? Hermana mayor, necesito tu ayuda. Una risita terroríficamente dulce hizo eco en su mente. De pronto, sintió la compulsión de enfocar sus ojos en el youkai que tenía apresada a la mocosa, causando que un pulso de energía despedazara al enemigo y lanzara a la joven por el aire.
    De un salto, consiguió atrapar a la humana. Estaba hecho. Miró rápidamente en todas direcciones, hasta que encontró un cúmulo de energía, el origen del poder y de las criaturas. El hoyo negro del que había hablado Kagome.

    —¡Es ahí! —Concentró su youki cuanto podía y abrió la boca, formando una esfera de energía.— ¡Prisión…!

    En el momento en que iba a lanzarla, fue rodeado por las telarañas hechas por aquellos seres. Saltó rápidamente de un lado a otro, esquivando los hilos tanto como podía, girando sobre sí mismo, haciendo zigzag con una velocidad impensable para alguien de ese tamaño.
    Pero ese tamaño le hizo presa fácil de aquellas redes. Al instante, sintió drenada su energía.

    Los youkai rieron perversamente.
    —Ahora nos alimentaremos del poder de un inuyoukai.

    El inuyoukai cerró la boca y comenzó a rebatirse, intentando liberarse pero, entre sus colmillos, aún podía verse aquella energía, que no se dignaba a dejar desvanecer.

    —Es inútil, perro —se burlaron los youkai—. Te secarás en nuestra red, junto con esa humana.

    Justo cuando todo parecía perdido, el sol asomó, Inuyasha recuperó pronto su verdadera forma, desenvainó a la poderosa Tessaiga y lanzó con su espada un ataque hacia los hilos, cortándolos.
    Tal y como los youkai habían amenazado, aquel pulso de energía cortó los hilos, pero llegó también hasta el youkai, llenándole de cortadas y lanzándole por los aires, junto con la muchacha, que parecía estar ilesa.
    ¿Acaso el inuyoukai habría absorbido todo el impacto? ¿Cómo? ¿Por qué?

    —¡Prisión…!

    Giró en el aire, cual un gato y, abriendo más la boca, lanzó la concentración de energía, que pasó con endemoniada velocidad entre el ejército de youkai y se perdió a lo lejos.

    —¡Prisión helada!

    Había fallado. Inuyasha y los demás se aterraron pero, antes de que los youkai pudieran regodearse, algo estalló dentro de ellos y todos y cada uno quedaron convertidos en extrañas estatuas de cristal de hielo.
    Justo en el blanco, el ataque había caído justo en el centro del “hoyo negro” y lo había extinguido. Las energías del hoyo negro se dispersaron rápidamente en todas direcciones en forma de pulso, con tanta fuerza que empujaron más lejos hacia arriba al youkai y a la muchacha.

    —¡Inuyasha! —le llamó claramente.

    Inuyasha blandió a Tessaiga, lanzando un viento cortante hacia el ejército congelado, convirtiéndolo en polvo de diamantes.
    Al escuchar el sonido del ataque acercarse, Shinju, en el aire, cerró fuertemente los ojos, pensando que sería su final. Fue impulsada con fuerza aún más alto en el cielo. Todo lo demás fue silencio.
    Tal vez fuera su imaginación, pero sintió claramente cómo alguien fuerte la abrazaba para protegerla del ataque ¿Kanta? No, él no estaba ahí.
    El reflejo de la energía del Kaze no kizu se refractó en los miles de trocitos de cristal esparcidos por el aire, convirtiendo todo el cielo por encima del bosque en un espectáculo de luces de colores.

    ¿Ese era el final?

    Inuyasha sonrió con cierto aire de desdén.
    —¡Keh! Llamativo y brillante, digno ataque de un inuyoukai.

    Shinju abrió los ojos creyendo que estaría en el paraíso descrito por su padre, pero no era así… Estaba flotando en el aire, en medio de un mundo paralelo, que brillaba con todos los colores del arco iris, aquello era como un sueño. Y frente a ella, estaba el rostro del que la había salvado, un gran perro blanco de brillante pelaje y con una portentosa musculatura, como un dios, era muy hermoso… extendió la mano para tocarlo y comprobar que era real. Sonrió. No pudo evitar extender ambas manos hacia su hocico y acariciarlo, era muy suave y cálido. El perro soltó un gemido.
    Shinju sintió que se estaba enamorando por segunda vez…

    Para Akyoushi, el tiempo pareció ralentizarse hasta detenerse completamente. Estaba flotando en medio de un enorme arco iris con una humana… una humana le estaba tocando, lo tocaba con una ternura semejante a la de Rin… y además, lo miraba como si no fuera nada menos que un dios. Una criatura tan débil como esa tenía tal poder… que acababa de convertirlo en un dios…

    Levantó ambos brazos hacia ella.

    Shinju miró, sorprendida y extasiada, cómo los brazos de aquel youkai repentinamente parecían rodearla, como si esa criatura tan extraña y diferente a ella quisiera abrazarla. Era más cálido de lo que creía.

    Ambos se sostuvieron la mirada.

    El youkai y la humana descendieron lentamente hacia la tierra, como si fueran sostenidos por una suave corriente de aire, que los depositó con delicadeza en el suelo, frente a los otros humanos, un suelo que comenzaba a cubrirse de la nieve multicolor que también caía.

    La miko, el hanyou, el monje y los demás miraron la curiosa escena sin entenderla. Un inuyoukai había aparecido de la nada y había abrazado a Shinju para protegerla. Luego, ambos habían descendido a la tierra, como si fueran una pareja de ángeles regresando del Paraíso, rodeados por una luz protectora.
    Como leyendo sus pensamientos, él rompió el contacto visual con Shinju y volteó hacia ellos, mirándolos fijamente.

    —¿Aki… Akiyoushi? —murmuró Kagome confundida.

    —¿Cómo nos encontraste? ¿Qué estás haciendo aquí? —Inuyasha gruñó—. ¡No me digas que has escapado de tu padre de nuevo!

    El inuyoukai entrecerró los ojos.
    —Miserable hanyou, deja de ladrar y decir idioteces.

    —¿Entonces viniste a salvar a mi hija? —cuestionó Sango, aún más confundida.

    El príncipe ladró y enseñó los potentes colmillos, que momentos antes les habían salvado.
    —Yo, Akyoushi-sama, no perdería el tiempo con escorias como ustedes.

    Kagome no pudo evitarlo y lo miró a los ojos.
    —¿Entonces por qué? —por alguna razón era como si pudiera ver a su amado hijo a través de esos ojos.

    El perro movió la cabeza y Kagome levantó las manos para atrapar algo brillante que caía. No era un trozo de nieve ¿Qué le había lanzado?
    Se sorprendió al encontrarse con un collar, un collar de oro muy fino, del que colgaba una medalla de oro, que tenía labrada la imagen de un inuyoukai con ojitos de rubí en el anverso y, en el reverso, unas letras escritas en un idioma extraño. Se veía muy valioso.

    —¿Qué te ha dado? —preguntó Miroku acercándose—. Oh, es el pendiente que se regala a un príncipe al nacer. Tal vez este pendiente se lo puso Sesshoumaru a este joven. Tiene un valor inconmensurable.

    Todos miraron con ojos de plato al impávido animal.

    —¿Es un regalo para mi bebé? —preguntó Kagome entre sorprendida e ilusionada ¿un inuyoukai preocupado por una hanyou nonata?

    Akyoushi parpadeó.
    —Es de parte de Kanta. Y tú —se volteó de lleno hacia la chica—. Olvídate de una vez por todas de esto o la próxima vez que te vea, será para matarte —amenazó.

    Shinju se puso pálida como una sábana al ver al enorme youkai venírsele encima. Pasó por encima de ella y remontó vuelo en seguida.
    Era una tonta, se había dejado abrumar por su belleza y poder. Todos los inuyoukai eran bellos y cualquier distraído y débil podía caer en el magnético encanto. Inuyasha se lo había contado muchas veces ¿cómo había podido olvidarlo? Por supuesto que ese “príncipe” no había venido a salvarla a ella. Y esa mirada… la mirada que le había dedicado no era nada más y nada menos que sorpresa. ¡Un inuyoukai abrazando a una simple humana! ¡para él habría sido ridículo, vergonzoso e inverosímil!

    Inuyasha se quedó anonadado.
    —No puedo creerlo…

    —Era por Kanta… —murmuró Kagome, mientras veía cómo el perro blanco se alejaba, cabalgando a través de las nubes, hasta convertirse en una resplandeciente luz plateada. Se ciñó con fuerza al medallón de oro— …Akyoushi vino… por Kanta…

    Acarició la cabeza del inuyoukai dorado que le miraba desde la medalla y los ojos se le llenaron de lágrimas.
    —Querido Kanta, no te has olvidado de nosotros.

    Inuyasha se acercó y la abrazó con fuerza.

    ¿No se había olvidado de ellos? ¡No se había olvidado de ellos! Shinju miró a la sacerdotisa y al hanyou y sonrió, pero su sonrisa desapareció en seguida. Su padre tenía una dura mirada. Ella se empequeñeció.

    —Shinju ¿cómo te atreves a mentir a tu madre para escapar de casa? —la regañó— ¿Qué habría pasado si un hubiéramos llegado a tiempo? ¿Y si el príncipe Akyoushi no hubiera venido? Pusiste en riesgo tu vida y la de todos nosotros —se volteó hacia la miko—. Y arriesgaste también la salud de Kagome-sama y de su bebé, ella estaba muy preocupada por ti.

    Ella bajó la vista y sus ojos se llenaron de lágrimas.
    —Papá, lo siento mucho, yo solo… yo solo… —no pudo seguir hablando.

    —Shinju, pudiste haber muerto, jamás vuelvas a hacer algo así ¿Lo has entendido bien?

    Ella asintió.
    —Sí, lo he entendido —se secó el rostro—. Yo sólo pensé…

    Todos voltearon a verla.

    —Yo sólo pensé que aquí podría encontrar a Kanta.

    Así que eso había pasado. La habían engañado los youkai. Muchos de ellos se alimentaban de las debilidades humanas o, peor aún… esas debilidades podrían llamar a la fuerza oscura de Kuroika y reinstaurarla en el mundo. ¡podía haber sido absorbida! La muchacha había hecho algo terriblemente peligroso.

    —Me avergüenzas —dijo el monje, herido—. Eres la hija de un monje y has demostrado tal debilidad espiritual.

    Shinju bajó la cabeza.
    —Lo lamento mucho, he avergonzado a mi familia —se tragó el llanto.

    Inuyasha se acercó y la miró con dureza.
    —Tenemos que volver a casa, ya habrá tiempo de hablar de esto.

    Ella volvió a temblar. Sango y Shako la ayudaron a levantarse y, a paso lento, fueron caminando de regreso a la aldea. Kagome expandió su poder espiritual, creando una barrera de protección alrededor de todos ellos para que no volvieran a ser atacados. Poco después, comenzó a respirar agitadamente.

    —¿Te sientes bien? —le preguntó Inuyasha.

    —No es nada —pero la verdad era que la pelea y el susto la habían dejado al límite de sus fuerzas. Akuma, tenía que ser obra de él.

    Inuyasha le puso la medalla de Akyoushi al cuello y la cargó en sus espaldas.
    —No te preocupes, llegaremos en seguida. Sólo resiste un poco más. ¡De prisa todos!

    Ella se recostó en su espalda, cerró los ojos y asintió.

    ________________________________________
    *N/A: Sobre el título. Perla en japonés es Shinju.
     
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