1.  
    Whitemiko

    Whitemiko Usuario común

    Virgo
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    hola!!!rayos!!!
    habia jurado que si habia comentado!!!
    seguramente borraron mis post!!!¬¬
    bien al grano no? me encanto!!!!amo cuando akyoshi habla de esa manera con kanta!!
    me hace imaginar como habria sido si inuyasha y sesshomaru hubieran tenido la oportunidad de tratarse asi como ellos o sea diario!!!
    seguro que se llevarian bien!!!espero que pronto continues!!!adoro tu fic!!!!
    XOXO
    bye!!
     
  2.  
    Asurama

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    Hola a todo el mundo!

    suri.
    Yo no tengo hermanos, pero mis primos son como mis hermanos ¡sí que daría mi vida por ellos! La relación que Rin tiene con Akyoushi es un tanto especial. Esto se notará más adelante en la historia.
    lo de la guardia mala es importante entenderlo. No son todos los youkai que sirven a esa Casa, son sólo un grupo de youkais incivilizados y muy brutos. son los que pasan por encima a Rin y los que quisieron agarrar una vez a Kanta.
    En cuanto a los extraños poderes de Akyoushi, prometo sorprender de verdad. En cuanto a la actitud de Kanta, recordemos que Kanta es Kanta, no Inuyasha, puede parecerse e incluso comportarse parecido y recordarnos a él, pero tiene su lado especial. Del mismo modo, Akyoushi es Akyoushi solamente, y los sorprenderá. Y sí, es lindo, jejeje

    Kurayami
    Por supuesto que Akyoushi se preocupa por Kanta, todos nos desvivimos por las personas a las que amamos, en cuanto al carácter de Akyoushi, es bastante maduro, es normal que sea tratado así, aunque por ahí tiene sus arranques, como cualquiera de nosotros a esa edad!
    En cuanto a la relación de Rin con Akyoushi supongo que escribiré más, es una relación bastante especial. En fin, todo lo que tenga que ver con ella es bastante especial. Por otro lado, recordemos la situación de Akyoushi para entender por qué hace las cosas que hace.

    whitemiko.
    Creí que te perdiste. En fin, dudo que Inuyasha y Sesshoumaru se hubieran llevado bien aunque lo hubieran intentado, pero en repetidas ocasiones, Sesshoumaru ha demostrado tener cierto afecto y respeto hacia Inuyasha, puesto que aún diciendo que es una vergüenza para la familia del Inuyoukai y no aceptándole, somos conscientes de que le llama "hermano pequeño" y le protege ¿Entonces? ¿En qué quedamos?

    Tal vez si Inuyasha hubiera regresado a casa y hubiera renunciado a los humanos del mismo modo en que lo hizo Kanta, y se hubiera sometido a Sesshoumaru del mismo modo en que Kanta lo hizo...
    tal vez sí, hubieran tenido una relación muy parecida a esta.

    Pero asimismo estoy segura de que Inuyasha no se hubiera sometido ni de casualidad.
    como agregado, los perros tienen un sentido natural de inhibición.. no matan al contrincante que perdió la batalla. Por eso Inu no Taishou no mataba a sus enemigos y asimismo Sesshoumaru se iba después de ganar a Inuyasha en batalla. En todas esas ocasiones, lo que Sesshoumaru realmente intentaba conseguir era la sumisión de su hermano. digamos que nunca lo logró.
    aquí encontrarás en cambio, que Kanta baja la cabeza cada vez que se lo piden. Eso es lo que hace la diferencia. Kanta es pacífico, no le gusta pelear con los suyos... ¿pero... será así a lo largo de todo el fic...?
     
  3.  
    Asurama

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    Cáncer
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    Se hallaba inmersa en las historias que contaba aquel viejo pergamino, con sólo la noche silenciosa para hacerle compañía. Hacía uso de su privilegio de poder hacer lo que deseara, aún luego del toque de queda. Sin embargo, con el maestro ausente debido a un viaje, lo único que podía hacer era estudiar. Nunca había disfrutado de estudiar sola, mil veces hubiera preferido charlar con el maestro, pero no podía ahora, no con la situación actual. Lo mejor era no acompañarlo, él estaba más tranquilo sabiendo que ella estaba protegida en la casa, si acaso debía librar una batalla, lo mejor era que ella no estuviera para distraerle, lo último que quería era causarle problemas y ella se sentía una experta en cuanto a ese tema. Estudiar y hacer las crónicas era algo mucho más útil.
    Sin embargo, aún se dispersaba cuando estudiaba. Abstraía su mente y viajaba a realidades paralelas, a recuerdos bonitos o a posibles futuros, a veces, le costaba terminar las cosas a tiempo pues a menudo se iba por las ramas, le costaba ser objetiva cuando tenía que analizar una situación, no podía abstraerse de su corazón humano después de todo. Lamentaba que nadie a su alrededor pudiera entender eso y los únicos que hubieran podido entenderla estaban un poco lejos.

    Escuchó pasos acercarse a sus dependencias, la guardia estaba quieta junto a la puerta y otros guardias iban y venían por los pasillos cercanos, ocultos en las sombras, controlando que nadie se acercara, pero los pasos no se detenían ni siquiera por eso. Ella no hizo caso y continuó leyendo. Las puertas de las dependencias se abrieron en completo silencio, pero ella ni siquiera se movió de lugar.
    Dejó su pincel junto a la barra de tinta y se giró en dirección a la puerta del cuarto de estudio cuando ésta se abrió. El fuego de su lámpara osciló con la entrada del aire, provocando penumbra por unos instantes. Sus miradas se cruzaron por un largo rato.

    —¿No puedes dormir, príncipe? —preguntó en su típico tono amable.

    Pensó que él le contestaría con suficiencia, pero en lugar de eso, no dijo nada, tan sólo permaneció en la puerta, mirándola como si ella fuera algo muy interesante. Sus ojos claros se apartaron por un momento de su rostro y fueron hacia los pergaminos que se hallaban sobre la mesa, uno de los cuales estaba casi en blanco.

    —¿Qué estás haciendo a estas horas?

    Ella miró hacia la mesa.
    —Ah, estoy estudiando. La historia mágica es interesante desde el punto en que parece interminable —entrecerró los ojos, con cierto cansancio—, aunque aprender a escribir en caracteres formales no es tan sencillo, ni siquiera yo, que lo he estado haciendo durante años puedo lograr un trazo perfecto y a veces hasta me olvido de algunas palabras —casi se burlaba de sí misma.

    Él dio unos pasos dentro de la habitación.
    —Pero si eres una excelente artista, deberías echar un mejor vistazo a tus murales.

    Ella soltó una risa divertida.
    —Esos murales no fueron hechos sólo por mí, trabajaron en ellos las manos de más de quinientas personas, mi aporte no fue la gran cosa.

    —¿En verdad? Yo los veo muy bonitos. Escribir es bastante fácil —se sentó frente a la mesa junto a ella y tomó uno de los pergaminos para mirarlo—. ¿Quieres que te enseñe?

    —Oh, eso me gustaría —Rin le sonrió ampliamente y lo vio tomar el pincel que ella acababa de dejar.

    —En las últimas semanas me has ayudado a estudiar a menudo, tengo que devolverte el favor —le dijo el chico en el tono parco que solía utilizar.

    Akyoushi volvió a cargar el pincel e hizo un primer trazo con la velocidad que Rin estaba acostumbrada a ver cuando presenciaba a algunos escribas youkai. Aún así, no terminaba de acostumbrarse a la idea de que, a pesar de la velocidad, los trazos siempre fueran hermosos. La caligrafía de Akyoushi era extraña comparada con la de otros. Sus trazos acababan siempre en finas líneas curvas que recordaban a hebras de cabello negro.
    Más que a lo que el príncipe escribía, Rin se encontró mirando sus manos, parecía como si danzara con ellas, ordenando las letras en lugar de escribir. Ella no había visto movimientos tan delicados ni siquiera en las manos del maestro. Le gustaban esos movimientos, le atraían, tenía un encanto natural.

    —Tienes la gracia y la delicadeza de…

    —¿Ah? —paró de escribir y la miró.

    Ella miró avergonzada en otra dirección.
    —No, nada —no podía nombrarle a su madre, sería una completa falta de respeto ¿en qué había estado pensando?—. continúa, por favor —le sonrió.

    Se sentó erguido, y volteó casi completamente hacia ella, mirándola con la cabeza de lado. El cabello del príncipe cayó hacia un lado, como un paño de seda azul plateado. De pronto, sus rostros estaban a solo centímetros. La sonrisa desapareció del rostro de Rin y se le quedó mirando sorprendida. Jamás ningún youkai, ni ninguna persona la habían mirado así, era una expresión extraña, no podía leerla.

    De pronto, ambos miraron a la puerta cuando ésta se abrió. Estaba allí parada una sirviente con el largo cabello recogido y una bandeja con una bebida entre las manos. Se había quedado paralizada, con una notoria expresión de sorpresa. Con las manos temblorosas, dejó la bandeja en una mesa cercana e hizo una profunda reverencia.

    —Dama, príncipe —se excusó con cierto nerviosismo y salió por la puerta tan rápido como había entrado.

    —No es lo que parece —intentó excusarse Rin antes de que la puerta se cerrara.

    —¿Qué no es lo que parece? —le preguntó el inuyoukai.

    —Esta youkai… ha pensado que tal vez tú y yo estábamos… —miró hacia la puerta—. Haciendo algo.

    Akyoushi volvió a mirarla como unos momentos antes.
    —¿Algo?

    Se inclinó hacia ella y apoyó la cabeza en el hombro de Rin y fue bajando hasta que quedó recostado sobre su pecho, con la mirada perdida. Ela le puso las manos sobre los hombros y luego lo abrazó. Él no se movió, ni dijo nada.

    —¿Cómo te encuentras? —le susurró ella.

    —Los youkai que están aquí creen que el mayor tesoro de nuestro Clan son las Espadas Colmillo que dejó mi abuelo —murmuró el inuyoukai sin separarse de ella—, pero se equivocan, el mayor tesoro de nuestro Clan eras tú.

    Ella sonrió aunque él no la viera.
    —Te agradezco que pienses eso, príncipe.

    —Hasta que no entiendan eso, seguirán pensando cosas extrañas —ocultó el rostro en el pecho de ella—. A menudo me siento vacío, ni siquiera la presencia de Kanta o de mi honorable padre puede llenar eso… pero cuando estás cerca, no siento eso en absoluto.

    Rin le puso una mano en la cabeza y le acarició el cabello.
    —¿Aún sientes ira?

    —No —nunca había sentido ira hacia nadie, no tenía rencor.

    —¿Alguna vez te han dicho que los espíritus del viento permanecen en soledad? —murmuró ella.

    —Pero no sienten vacío. Mi padre no lo está ¿lo sabías? Porque te lleva consigo.

    —¿Qué es lo que quieres, príncipe?

    —Pocos son los que comparten un lazo verdadero con otros —levantó la vista y la miró—, quiero que mi lazo sea contigo.

    Permanecieron mirándose en silencio por un largo rato. Ella le puso una mano en la cabeza.
    —Estás atravesando una crisis. Cuando ésta haya pasado, verás con más claridad a través de los otros y a través de ti mismo. Puede que al principio te asuste, pero no es una debilidad, es la forma en que nos conectamos unos con otros.

    Akyoushi bajó la vista.
    —¿No he de estar unido a nadie?

    —A aquella persona con la que más compartas. Tal vez, la vida te de una sorpresa.

    El inuyoukai levantó la vista.
    —No me gustan las sorpresas.

    Rin le sonrió ampliamente y volvió a tocarle la cabeza.
    —Tendrás que acostumbrarte, la vida es incierta.

    Él soltó un suspiro, se apoyó en su regazo y así permaneció.
     
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  4.  
    surisesshy

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    Ko kawaiiiii, fue muy bonito ese momento juntos, aunque el capi ha quedado un poco corto, algo raro en ti (o he sido yo quien lo encontró corto) bueno, tú tendrás tus razones. Técnicamente, Akyoushi se le declaró a Rin, aunque es verdad lo que ella dice, es solo una etapa de su "adolescencia", pronto pasará, mientras tanto, me gustó mucho lo que él le dijo a ella "tú eres el tesoro de nuestro clan" KIAAAAAAAAAAAAAA, morí con eso, fue muy bonito de parte de el príncipe, ojala y esa sirvienta no meta en problemas a ambos, siempre surgen los chismes, hasta entre los youkais.

    Me gustó mucho la conti, espero la próxima, beys.
     
  5.  
    Whitemiko

    Whitemiko Usuario común

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    hola!!!!!
    NO! me quede a cuadros!!!!no entendi ni pizca!!!
    se le declaro????si fue asi alguien se pondra de muuuuy mal humor, no se si me entiendan
    se referia a la adolescencia de akuyoshi???seee en esa edad no se sabe lo que se quiere
    y definitivamente ser asesinado por tu padre no esta incluido en lo que se quiere!!!!y esa siervienta...NO SABE QUE EXISTEN LAS PUERTAS!!!!DE VERAS ASI SE HACEN LOS CHISMES!!!
    bien bien
    espero conti pronto!!!excelente trabajo amiga!!
    XOXO
    bye!!
     
  6.  
    *Kurayami*

    *Kurayami* Usuario común

    Leo
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    Parece que los sentimientos de Akyoushi eran más profundos de lo que parecían, pero aún así no los ha logrado descifrar. Es verdad que se le declaró, pero tenías razón de que su relación con Rin es un tanto especial, porque no es del todo amor, también hay admiración y muchos aspectos maternales, es como, si fuese aquel tesoro que tanto ama y admira, recordándole buenos momentos, claro que ella no es solo un tesoro, sino en parte alguien que lo crió y por quien tiene un profundo respeto.
    El episodio fue realmente lindo, espero la continuación, ¿sabes? sonará ridículo, pero esque, a veces sentía que sería lindo si Kanda y Akyoushi se enamoraran... ham no me reniegues XD dije que sería lindo, pero arruinaría el seguimiento es la historia, por eso bueno n...n también me gusta mucho su amistad n___n

    Nos vemos luego [​IMG]
     
  7.  
    Asurama

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    Cáncer
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    suri.
    Pues no es tu imaginación, ha sido un capítulo bastante corto, esto es porque ni siquiera se trataba de un capítulo en sí, sino de un fragmento anunciando presencia… y otras cositas especiales.
    Es verdad, la crisis de Akyoushi está haciendo algunos estragos… aunque no tantos como la de su padre, por suerte. Y sí, lo que le dijo es muy bonito, eso es una muestra de cuánto la quiere. Y en cuanto a la sirvienta… tenía que poner algún detalle molesto… o sino no sería ya mi fic.

    Whitemiko
    Pues no es realmente sencillo entender. Mis fics son de los que tienes que leer prestando mucha atención, que si no, te pierdes. En cierta forma, puedes considerarlo una declaración, aunque no estamos hablando de algo romántico, precisamente. Pues no, en la adolescencia no sabemos que c*** venimos a hacer aquí, ni por qué. No creo que quiera ser asesinado por su padre y asimismo no estoy segura de que su padre no quier ahacer nada.
    Y yo también espero que entre estos no haya problemas. Mis historias a veces me sorprenden a mí...

    Kurayami
    En realidad, creo que has podido descifrar bastante. Exactamente eso sería lo que Akyoushi siente, si recordamos que tiene la impronta de Rin y por lo tanto sus sentimientos son “semejantes” a los de ella.
    Pues sí, la respeta y la admira, porque es en parte como su madre y tiene hacia ella profundos sentimientos. Profundo es la palabra perfecta que usaste.

    Y en cuanto a lo que dijiste sobre Kanta y Akyoushi, y lo siento, que no quiero parecer retrógrada y discriminatoria, pero no está en mis planes hacer que un inuyoukai macho se enamore de un hanyou de inuyoukai macho y tengan algún tipo de relación. En parte porque es antinatural (esto se puede discutir, pero actualmente no tengo ganas de hacerlo) y en parte porque no estoy acostumbrada y no me interesa acostumbrarme. Y no, desde mi punto de vista no sería lindo. A otro lado si te gusta el yaoi, jejeje.
    Del mismo modo en que no te imaginas a Inuyasha y Sesshoumaru intimando (olvídalo, en realidad no quiero saber si te lo imaginas o no), no te puedes imaginar a estos haciendo algo así, porque estamos hablando de un niño con educación conservadora y de un príncipe educado en una casta altamente racista (sí, sí, Sesshoumaru no es racista, pero finge serlo y con eso es más que suficiente para que estos “accidentes” no ocurran). En este mundo, pensar en algo así, sería la muerte.
    Aún así, espero disfrutes lo que se viene.
     
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  8.  
    Pan-chan

    Pan-chan Fanático

    Libra
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    Nuevamente me aparezco por aqui, solo tengo felicitaciones para ti amiga, tu historia está tan bien narrada que me cuesta creer que me lei todos los capitulos de un solo golpe xD en serio no pude soltar la computadora hasta terminar de leerlos todos, intentare no hacer un post kilométrico así que aqui voy.

    Me gusta como estás manejando la relación de Kanta y Akyoushi, no es uncambio brusco, tampoco se ha perdido la esencia de ambos personajes aunque ya sabes que siempre he tenido una extraña preferencia por Akyoushi a pesar de ser mas inmaduro en ciertas ocasiones, Kanta me esta recordando un poco a Inuyasha en sus momentos, aunque a mi parecer Kanta es menor impulsivo...o eso pienso yo...

    Los momentos de Sesshomaru y Rin son inigualables, me rei mucho con la escena de Jaken interrumpiendo en la habitación, jaja solo pude imaginarme el rostro de Sesshomaru diciendo "Largate bastardo " jajaja XD fue demasiado comico XD por otra parte me agrada la forma en que Rin se muestra persuasiva cuando habla con él, como ya te he dicho antes, aqui nos muestras a una Rin menos soñadora y mas madura, producto de las cosas horribles que tuvo que vivir, pero aun asi sigue teniendo esa chispa unica que es capas de tranquilizar a Sesshomaru en el peor de los momentos.

    Me dejo algo pensativa la actitud de Akyoushi respecto a Rin, el siempre la ha querido mucho y espero que solo sea porque la considera su madre, supongo que es normal sentir celos ya que Sesshomaru la tiene solo para él. Eso me hace recordar una frase que le dijo Kanta (si mal no recuerdo) varios capitulos atras, que el desearia que ella fuera su verdadera madre, siempre me ha gustado ese cariño especial que le tiene, a pesar de que dice no soportar a los humanos.

    Bueno, ahora que me he reportado espero no perderme de nuevo, en especial con lo bueno que está tu fic. Espero que lo continúes pronto amiga, cuidate ;)
     
  9.  
    Asurama

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    Cáncer
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    Humildemente con ustedes, el regreso de un fic dedicado al Clan Inu, que no podía simplemente morir luego de haber representado tantas emociones para tantos lectores.
    Como dije muchas veces a las lectoras que guardaron esperanzas en mí: ¡Una Inuyasha Fan no muere nada más así! ¡Arriba Inuyasha y el Clan Inu!
    ___

    Controlado

    —Despierta —exigió la agitada voz femenina—despierta, Kanta.

    El muchacho arrugó los ojos y murmuró algo ininteligible. Con la vista algo nublada, consiguió ver aquella figura menuda, cubierta con una capa ¿La Dama había venido a buscarlo?
    —¿Qué sucede, Rin? —Preguntó.

    —Tus padres llegaron hace unos momentos —le respondió ella.

    Kanta estaba confundido.
    —No ha sonado el anuncio —levantó la cabeza para olfatear el aire y recién entonces, pudo percibir la presencia, no sólo de su padre y su madre, sino también del monje Miroku y algunos de sus amigos de la infancia, los hijos de éste.

    —Es que aún no se ha levantado el toque de queda —Kanta miró hacia el cielo para descubrir que la luna aún estaba bastante alta—. Oyakata-sama les llamó de urgencia. Akyoushi-sama no ha regresado, ni tampoco lo han encontrado. Lo han buscado por todas partes.

    Kanta se quedó en silencio por un breve momento. Akyoushi había salido con uno de los grupos de patrullaje que había enviado su tío, por lo general, las rondas cortas podían tardar de tres días hasta una semana. Todos habían regresado. El príncipe aún no y hasta antes del toque de queda, aún lo seguían esperando y el maestro había mandado buscarlo en las otras tierras por temor a que hubiera escapado, como siempre hacía..
    —¿Ha escapado de nuevo?

    Rin negó con la cabeza.
    —No lo sabemos, pero no está en las Tierras, ni tampoco se supo de él en el Este. Desapareció.

    Kanta abrió mucho los ojos y sintió que el corazón iba a salírsele. Akyoushi conocía perfectamente sus obligaciones, regresaría ¿entonces qué le había ocurrido? No podía ser que su honorable tío pensara que Akuma…
    —Por favor, dime en donde están mis padres —espetó de una manera brusca, poniéndose de pie al instante y corriendo detrás de ella para alejarse del establo.

    Al llegar al ala que estaba junto al ala de reuniones, se quedó allí parado solo, mientras la Dama entraba para anunciar su presencia al maestro y a los demás. Iba de un lado a otro, como un león enjaulado. Miraba de vez en cuando hacia las figuras que podían deslumbrarse a través de los paneles. Su tío y sus padres estaban hablando, más bien, discutiendo. Pensó otra vez en Akyoushi. Que estuviera en donde fuera, pero que se encontrara bien. Comenzó a temer que Akuma conociera su miedo e intentara aprovecharse del mismo. En realidad, sabía que todos ellos se encontrarían preocupados por el más pequeño de la familia. No por nada aquellos “simples humanos” que no tenían nada que ver en aquel asunto habían viajado tan lejos.
    Sintió cómo las miradas de la guardia nocturna se clavaban en él. Estaban esperando a que intentara acecarse más de la cuenta para asestarle un buen golpe. A ellos no parecía importarles demasiado lo que fuera a suceder con el príncipe o lo preocupado que el amo pudiera estar. “Malditos”, pensó para sus adentros.
    Una eternidad después, su padre y su madre salieron al borde de la plataforma y le llamaron por su nombre. Kanta corrió hacia ellos para saludarlos, pero no pudo ocultar su inquietud.
    —¿Saben algo del príncipe? —cuestionó.

    Sus padres se miraron entre sí, antes de dirigirle una mirada de clara consternación.

    —Nadie ha sabido nada de él en los últimos días —le respondió su padre con cierta frialdad—. Ni allá ni en otras tierras. Y no hubiera pasado desapercibido, es como si Akyoushi simplemente hubiera… desaparecido.

    Kanta sintió que un rayo le partía por la mitad. Había pasado demasiado tiempo con Akyoushi y enfrentar que ya no estuviera no era sencillo. En estos momentos, la única razón para un youkai poderoso para desaparecer era Akuma.

    —Eso no es verdad —se acercó para mirar al rostro de Inuyasha de cerca—. Eso no es verdad, padre.

    Kagome se acercó a él, sintió que iba a llorar.
    —Es verdad.

    Un grito agudo y espantoso invadió la quietud de la noche.

    Kanta abrió mucho los ojos y miró en la dirección del sonido. Sus padres hicieron los mismo y varios youkai asomaron a ver a pesar de que aún no se levantaba el toque de queda.

    —Sana-sama se ha enterado de lo que sucede ¿verdad? —murmuró Kanta nervioso y adolorido, frunciendo el ceño.

    Kanta quería creer que no conocía a su prima, sin embargo, sabía que ella era siempre controlada y tan sólo gritaba cuando estaba de verdad furiosa. Y tenía que estarlo para que todo el palacio la hubiera escuchado.
    Sorpresivamente, salió de su habitación, parándose en el balcón y “mirando” hacia abajo. Parado junto a Inuyasha, Sesshoumaru también había salido a verla. Aquella actitud no había sido ninguna sorpresa para él, sabía perfectamente cuál sería su reacción al enterarse de lo que sucedía.

    Sin abrir la boca, sin proferir sonido alguno y por el sólo acto de pensarlo, la princesa habló.
    —Padre, quiero que Akuma comparezca frente a mí, ahora —demandó. Se oía realmente furiosa.

    También todos los humanos de Inuyasha salieron a observarla, impresionados, pues la chica tenía un aura realmente amenazante.

    —Si Akuma es el culpable, tú no irás a encontrarle —se impuso Sesshoumaru con su voz de mando y muchos youkai retrocedieron al oírle.

    Él sabía perfectamente que las emociones desequilibradas de Sana le impedirían controlar sus poderes y, antes de darse cuenta, podría encontrarse volando al país entero y también a sí misma con él. Por otra parte, podía ser algo así lo que Akuma deseaba. Como Guardián que era, no podía permitir que una catástrofe así ocurriera, tampoco podía permitir la muerte de su heredera, su hija, lo más importante que tenía en la vida. Y si tenía que usar la fuerza para detenerla, lo haría.
    Al darse cuenta de que ella parecía decidida a partir por su cuenta, se puso en guardia, listo para cazarla. Inuyasha observó la actitud de su hermano y en seguida comprendió lo que estaba sucediendo. Dudaba que pudiera hacer algo contra la youkai, pero no podía quedarse de brazos cruzados, así que también se puso en guardia y los youkai y humanos presentes hicieron lo mismo, muchos de ellos asustados.

    Sana volvió a hablar de la misma manera que antes y su voz hizo eco en el aire.
    —¿De verdad piensan detenerme? —era una extraña burla cruel, también cargada de ira.

    —¿De verdad crees que me desobedecerás y sobrepasarás mi voluntad? —usó Sesshoumaru el mismo tono y se preparó para saltarle encima. Él era el único daiyoukai ahí, el único que podría hacer algo contra esos diabólicos poderes que Akuma le había dado a Sana nada más nacer.

    La energía de Sesshoumaru dejó literalmente paralizados a todos. Miroku observó a Kagome, luego a quienes tenía a su alrededor y, finalmente, al daiyoukai. Esa es su voluntad, y es increíblemente fuerte, fue todo lo que pudo pensar. Estaba seguro de que sólo su esposa y sus amigos podrían entender a las claras la situación, ellos que le habían vito convertirse en daiyoukai con sus propios ojos.

    —Esto es demasiado —dijo el eco de la mente de Sana, aún con ese tono cruel.

    Muchos la miraron sorprendidos, ni siquiera había intentado moverse o atacar a alguien. Su padre era el único que no se había sorprendido, por supuesto, había conseguido paralizarla junto a los demás, con la misma facilidad.

    “Es un maldito desgraciado”, pensó Inuyasha con cierto aire de broma, mientras lo miraba de reojo, también incapaz de moverse o hablar. Ya se estaba hartando de ser estatua viviente. “Es un maldito desgraciado, sería capaz de vencer al mismísimo demonio con sólo pensarlo”.

    —Ya entendí —dijo finalmente el eco de la voz de Sana.

    Kanta levantó la ceja ¿La orgullosa princesa se había dado por vencido y reconocido su inferioridad? ¿frente a su padre y a otros youkai? Y de pronto se dio cuenta ¿Había conseguido moverse? ¿No se suponía que su tío le había dejado paralizado, impidiéndole siquiera ir a esconderse? No tardó en darse cuenta de que ya todos se movían, aunque las energías del daiyoukai no hubieran menguado en lo absoluto. Al parecer, su voluntad había cambiado.

    —Ahora, demuéstralo —volvió a imponerse Inu no Taishou—. Regresa a tus dependencias y mejor usa esos poderes para proteger la Casa del Clan.

    Ella, sin decir nada, regresó a sus dependencias por voluntad propia, volviendo a erigir los escudos que la protegían, como una jaula impenetrable.

    Todos se miraron entre sí y los youkais regresaron a sus respectivos lugares sin la necesidad de una orden.

    —Entendemos la situación por la que estás pasando —le dijo Kagome a su cuñado.

    Él la miró torcido. No había forma de que lo supiera. A lo sumo, la única que realmente podría saberlo sería Rin.
    —Ya me han dicho lo que necesitaba saber, no tienen nada más que hacer aquí —les espetó a todos—. Si Akuma ha salido de su agujero, lo mejor es que regresen cuanto antes a esa aldea, antes de que no la encuentren más.

    Al principio, el grupo lo miró impávido. Por supuesto que sabían que era necesario regresar, pero también entendían que el niño seguía perdido. Inuyasha miró de reojo a su hijo y no necesitaba preguntarle para saber que por dentro estaba sufriendo, por mucho que aparentara fortaleza frente a ellos. Él mismo había sido así toda la vida.

    —Sesshoumaru tiene razón —dijo finalmente Inuyasha—, regresemos ahora —y saltó hacia la plaza de armas.

    Kagome no estaba de acuerdo con su idea.
    —Pero…

    —Kagome, he dicho que nos vamos —dijo con una brusquedad que puso de los nervios a su esposa ¿cómo podía ser él tan insensible?

    Sango la tomó de la mano y la obligó a ir hasta la plaza de armas, seguida por su esposo y sus hijos. Tenían que regresar a casa, no parecía haber otra opción.
    Kanta no se sentía bien, comenzó a percibir un vacío en su interior al verlos marchar. Miró a su estoy co tío y le hizo una formal reverencia.
    —Oyakata-sama, por favor, permítame despedir a mi familia y escoltarles hasta la salida.

    Sesshoumaru ni siquiera se dignó a mirarlo, en este momento, tenía otras cosas en las que pensar.
    —Haz lo que quieras.

    Kanta asintió.

    —Si tardas demasiado, las puestas se cerrarán —le dio la espalda y entró rápidamente a la Casa.

    Kanta asintió y salió corriendo detrás del grupo, para ponerse junto a su amado padre y caminar en silencio hasta el exterior. Cuando estuvieron bastante alejados del perímetro del palacio, Inuyasha se volteó a verlos.
    —Bien, pongámonos en marcha —espetó con aire combativo.

    —¿A dónde vamos? —le preguntó una de las hijas de Sango.

    —A buscar al mocoso que se le ha perdido al idiota de mi hermano, por supuesto —miró a su hijo—. A que es lo que deseas.

    Kanta le sonrió, ni siquiera había necesitado persuadirlo, como había planeado al pedirle permiso a Sesshoumaru.

    Kagome le sonrió también.
    —Sabía que no pensabas abandonarlo.

    Inuyasha bufó.
    —Conste que no lo hago por este idiota —se refirió a Sesshoumaru—, sino por Kanta.

    —¿Dónde se supone que debemos empezar a buscar? —cuestionó Sango.

    Todos se quedaron en silencio por unos segundos, reflexionando. Podría estar en cualquier lugar.
    —Vamos cerca del área que Akyoushi patrullaba con la escuadra la otra noche —sugirió Kanta.

    Inuyasha lo miró algo incrédulo.
    —Sería muy tonto que un youkai o criatura que le haya atacado decidiera aún permanecer allí, donde podría ser encontrado.

    —No es tan tonto como parece —le aclaró Miroku—. Encontrar a un Kage no es tan simple, así que podría permanecer allí tranquilamente sin ser detectado “por accidente”.

    Inuyasha parpadeó y se le quedó mirando.
    —¿Es lo que crees?

    Kanta empezaba a impacientarse.
    —Así es. Nadie puede desaparecer de esa manera, sólo un Kage pudo haber sido el culpable.

    Miroku le puso una mano en el hombro.
    —Sé cómo te sientes, pero tienes que tranquilizarte.

    Kanta se lo sacó de encima de una manera brusca.

    —Kagome —Inuyasha acudió sin dudarlo a su esposa—. ¿Crees que con ayuda de tus poderes espirituales puedas llegar a encontrarlo?

    Ella lo miró con seriedad.
    —Debo intentarlo al menos.

    —Debe apresurarse, Kagome-sama —la presionó Miroku—. Cuando amanezca, será mucho más difícil encontrar a esa cosa.

    —Si nos dividimos, seremos más rápidos —sugirió Sango y miró a su esposo—. Me parece bien que vayas junto a Shinju y Shako hacia el límite Este. Inuyasha, tú ve con Kagome y con Kanta, él ha pasado tiempo aquí y conoce mejor los territorios —vbio como los hanyou asentían, entonces, miró a sus dos hijas y al mapache que seguía a Miroku algo escondido—. Iré por las praderas, las gemelas me acompañarán, y también Hachi.

    El mapache se sobresaltó unos momentos.
    —Sí, está bien señora —asintió sudando de nervios.

    —Entonces apresurémonos —declaró Inuyasha, mientras cargaba a Kagome en su espalda—. No tenemos mucho tiempo.

    Salió corriendo velozmente y Kanta le siguió detrás, hasta poder correr a su paso. Dio un gran salto e Inuyasha hizo lo mismo.

    —Es hacia el norte de las Tierras donde debemos ir —le contó.

    —Entendido —respondió su padre, ahora que podía ver mejor desde esa altura.

    Cuando ambos volvieron al suelo, comenzaron a correr y Hachi, transformado en su apariencia gigante los recogió y voló rápidamente hacia la dirección que el muchacho había marcado. Después de algún tiempo, llegaron al sitio donde se suponía que la escuadra había estado.

    —Sí —dijo Inuyasha—, la peste a inuyoukai es muy fuerte.

    —Y también hay una intención maligna, hubo un kage aquí —Kagome miró hacia el cielo—. La luna se esté metiendo. Inuyasha, ya tengo un rastro, pero cuando amanezca lo perderé, entonces será demasiado tarde.

    Inuyasha no quiso reconocerlo, pero la idea de perder a su sobrino le provocó escozor.

    Allí, los tres grupos se separaron tal y como lo habían organizado y comenzaron a seguir la huella dejada por el Kage.
    Cuando Sango, Hachi y sus hijas se alejaron bastante de los demás, pudieron sentir claramente una intención maligna en una dirección específica ¿podrían sentirla también los demás? No era el mejor lugar para ir, pero tenían que encontrar al niño.

    —Vamos —les animó.

    Al llegar al punto que desprendía tales energías, no se encontraron con ningún kage, sino con soldados youkai muertos.
    —Deben ser los youkai que acompañaban al chico ¿verdad? —aventuró una de sus hijas.

    Sango se acercó a ver. Estaban quemados, al parecer, no lo detestaban tanto como ellos suponían.
    —Debieron haber intentado defender a su príncipe, poniéndose como escudo.

    De pronto, el muerto se movió y la jaló del tobillo, arrojándola al suelo al tiempo que descubría unos enormes y afilados colmillos. Tenía una mirada oscura, rojiza.
    —¡Es un Kage! —gritó Makoto.

    Su hermana sacó una espada que llevaba oculta entre sus ropas e intentó cortar al youkai, pero la espada se fundió completamente, como si hubiera tocado ácido.
    Sango gritó, su pierna también se estaba quemando, cerró los ojos y no pensó en que podía morir, lo único que sabía era que tenía que sacar a las chicas de allí. Fue como si una luz iluminara su mente y los dos kage retrocedieron, como golpeados por esa luz mental. No tuvieron mucho tiempo de pensar, porque aquellas monstruosidades se repusieron y comenzaron a atacarlas y perseguirlas. Sango se dio cuenta de que no importaba cuán valientes fueran, jamás tendrían las habilidades para vencer a un kage. Sin embargo, era probable que la luz de los sentimientos puros pudiera, al menos, frenarlos. Sin embargo, esas cosas parecían completamente decididas… a arrastrarlas hacia algún lugar…

    Miroku paró de correr al ver aquellos dos bultos negros. A pesar de que había sido llamado por fuertes intenciones malignas, aquellos no eran kage, sino que se encontró parado junto a sus dos hijos frente a dos soldados youkai quemados hasta los huesos. No había duda, habían sido atacados por kage y lo que había sentido era el jyaki dejado en el lugar.
    —Deben ser los soldados que estaban con Akyoushi —murmuró.

    —Diablos —exclamó su hijo entre sorprendido y horrorizado—. Los atacaron con mucha fuerza.

    De pronto, los dos cuerpos se levantaron, revelando unas diabólicas miradas rojizas.

    Miroku se puso en guardia.
    —Shinju, Shako, rápido, detrás de mí —ambos se pusieron a sus espaldas, preparados para atacar a los youkai. Miroku se ciñó a su báculo y, sacando de entre sus ropas dos pergaminos cargados de poder espiritual, los arrojó a los youkai que, envueltos en una descarga eléctrica de múltiples colores, se convirtieron en cenizas y cayeron al suelo.

    —Eso fue muy sencillo —dijo el muchacho.

    De pronto, sus palabras fueron calladas al recomponerse y levantarse los cuerpos de los monstruos.

    —¿Qué? —preguntó Shinju confundida, pues estaba convencida de que su padre era capaz de derrotar a casi cualquier cosa ¿cómo podían esos youkai hacer algo?—. ¿Siguen vivos?

    —Esas cosas no están vivas —aclaró su padre con la vista fija en los espantosos ojos rojos—. Son Kage —se ciñó a su báculo, no sabía si podría llegar a controlarlos y sus simples poderes no serían suficientes. Era un buen momento para requerir la presencia de Kagome.

    —Vamos a morir —murmuró asustado el muchacho.

    De pronto, los monstruos aumentaron de tamaño y se volvieron más feroces.

    Miroku se puso alerta y se preparó para atacarlos.
    —No digan ni piensen nada, estas cosas se alimentan de las emociones negativas —lanzó un sello espiritual para hacer retroceder a los Kage—. Tienen que mantener la mente en blanco y clara —pero incluso para él mismo era difícil mantener el temple, sus hijos estaban con él y tenía que defenderlos. Había sido una mala idea separarse.

    Los Kage fueron a la carga y los tres se pusieron a pelear contra ellos, los enemigos ganaron ventaja en seguida y comenzaron a hacerlos retroceder. Ni siquiera las barreras de energía eran suficientes para impedirles el paso a los Kage, así que, dejando de lado su orgullo, Miroku se encontró huyendo junto con sus hijos.

    —Nos están rodeando —advirtió el mayor.

    Miroku asintió, mientras intentaba proteger a ambos con su propio cuerpo. Parecía como si los Kage estuvieran intentando arrastrarlos hacia algún lugar. Desde un principio lo había sospechado, aquella era alguna clase de trampa y los tres iban directo a ella, como los insectos hacia la luz.

    —Dirígete un poco más hacia el noroeste —Kagome se ciñó fuertemente a las ropas de Inuyasha—. Aquella intención maligna está desapareciendo rápidamente.

    Kanta volvió a sentir que su corazón era golpeado.
    —No puede ser —saltó y se adelantó a su padre.

    —¡Espera, Kanta! —le gritó el hanyou—. ¡No puedes ir solo! —corrió para alcanzarlo.

    Mientras más corrían, el terreno se iba volviendo más escarpado, desembocando en la entrada de un bosque bastante profundo que, sin embargo, Kanta parecía conocer, o tal vez sólo se estaba dejando guiar por su desesperación, sin preocuparle el lugar al que se dirigía. Hacia arriba, el bosque ascendía aún y la vegetación iba cambiando, para volverse más pobre y poblada de árboles rústicos, cuyo olor apenas se percibía desde allí. Sin duda, las montañas se encontraban más al norte de ese territorio.

    Kagome tomó a Inuyasha del brazo para que se detuviera.
    —Espera, Inuyasha.

    —Pero…

    Miró hacia delante, hacia donde la intención maligna parecía haber surgido.
    —El rastro… ha desaparecido por completo.

    Kanta se detuvo de súbito y no se atrevió a volverse para ver el rostro de su madre, sintió el olor del viento, soplando a su alrededor, el aroma de muchas criaturas en él, pero no de su primo. Miró hacia el cielo y vio lo poco que faltaba para el crepúsculo.

    —¡No! —gritó.

    Su queja espantó a las aves, que salieron de la espesura y volaron en todas direcciones, intentando huir.

    —Era sólo un niño… —gimió acongojado.

    Inuyasha apretó los dientes.
    —No puede ser, Kagome, tienes que conocer al menos la dirección hacia la que marchaba la intención maligna antes de desaparecer —era doloroso ver sufrir a su hijo. Aquella era la clase de sufrimiento que le habría gustado evitarle, resguardándolo siempre bajo él.

    Ella inhaló profundamente.
    —Entonces ve más hacia delante —sin embargo, no estaba segura de encontrar nada.

    —Nos estamos acercando a un claro, que está rodeado por paredes formadas por los troncos y ramas de los mismos enormes árboles que hay aquí —murmuró Kanta.

    Allí era a donde él y su primo habían sido atacados por un Kage que había querido hacerse pasar por la desaparecida Sana, utilizando su potente youryoku. Lo recordaba bien. También, temía que aquellas horripilantes cosas estuvieran intentando hacer lo mismo, guiándolos hacia una trampa de la que no sería sencillo salir. Sin embargo, el poder espiritual de su madre era capaz de intimidar a un Kage, tenía que confiar en ella.

    —Ese lugar es como una jaula —prosiguió Kanta.

    Inuyasha sólo bufó.
    —Sólo se trata de unos míseros árboles, no representarán ningún obstáculo para Tessaiga.

    —No debes confiarte, Inuyasha —le aclaró Kagome—, no debes olvidar que el crepúsculo es la hora de mayor oscuridad —y asimismo, un Kage podría valerse de esa última hora de poder.

    Cuando estaban cerca, Kanta pudo distinguir perfectamente el claro, ya que una de las “paredes” había sido derribada por el potente ataque de Sana.
    —Es allá.

    —Sí —Inuyasha pudo verlo y apresuró el paso pero, cuando estaba cerca de la “entrada”, fue golpeado por algo.

    —Quema —muemuró Kagome, con la mandíbula apretada y entrecerrando los ojos. No era su imaginación, el aire estaba quemando.

    Kanta había sentido la sensación primero y aún así no se había detenido, terco como su padre, avanzó hacia la conocida y espantosa sensación: el jyaki oculto de un Kage lo estaba quemando todo: la tierra y también el aire.
    Inuyasha desenvainó a Tessaiga y levantó la vaina, utilizándola como un escudo para absorber parte del jyaki, sin embargo, también la vaina comenzó a resquebrajarse rápidamente, pues al parecer ni el resistente material ni el escudo de su padre eran lo suficientemente fuertes para resistir aquel embate. Inuyasha maldijo por lo bajo. Cuando entraron al claro, allí no había “nada”, pero la fuerza del jyaki se había intensificado al doble. No era posible que aquel fuera simplemente un rastro.

    —No hay duda —dijo la miko seriamente—. Está aquí.

    De repente, desde la profundidad de la tierra, una pegajosa y oscura silueta se levantó, para tomar la forma de un hombre pálido, de largos cabellos negros y de brillantes ojos rojos.
    —¿Me buscaban? —preguntó burlonamente, con una voz inhumana.

    —¿Tú eres el culpable de la desaparición del príncipe del Clan Inuyoukai? —le espetó furioso Kanta.

    La “criatura” le dedicó una mirada vacía y luego le sonrió sin humor.
    —Puedes llamarme Kurokage. —Al escuchar su nombre, tanto Kagome como Inuyasha fruncieron el ceño, ninguno de ellos había olvidado todo el horror de Kuroika—. Y soy sirviente del poderoso Akuma-sama.

    Al oír aquello, no sólo la pareja se mostró más molesta, sino que Kanta también.

    Inuyasha blandió la gran espada de hoja negra.
    —No tienes nada que hacer aquí, regresa a donde debes estar.

    —Oh, no te molestes conmigo, hanyou, yo sólo buscaba unos sacrificios humanos…

    El hanyou frunció el ceño, preocupado por aquellas palabras.
    —¿Sacrificios humanos?

    De pronto, Sango y sus hijas y Miroku y sus hijos fueron arrojados dentro de las paredes de aquel claro. Los seis quedaron tendidos en el suelo, al borde del claro, muy heridos luego de golpearse contra aquellos troncos añejos y con varias quemaduras en el cuerpo. Cuatro Kage aparecieron en los bordes del claro. Inuyasha, Kagome y Kanta se cerraron en un círculo, protegiéndose las espaldas unos a otros.

    —Estamos rodeados —espetó Inuyasha, mientras lanzaba miradas a aquellos seres. Estaba claro que habían sido soldados de su hermano antes de convertirse en Kage, pero Kurokage les había asesinado de un golpe y tal vez sin ayuda. Volvió a maldecir.

    Los seis humanos se pusieron de pie como pudieron y corrieron para ampliar el círculo.
    —No nos convertiremos en tu sacrificio —le espetó el hijo de Miroku.

    Kurokage rió perversamente.
    —¿Crees que por ser hijo de youkai taijiya te será muy sencillo salir de aquí? —extendió los brazos hacia los costados, como un gesto de abrazo y los otros cuatro corrieron haca él. Se habían combinado.

    —¿Intenta asimilar su fuerza? —se cuestionó Kagome y se preparó para proteger a todos con una barrera, a pesar de saber que no bastaría con eso.

    —Eres una miko, pero no pareces conforme de haberme encontrado aquí —una cruel sonrisa se dibujó en aquellos pálidos labios—. Tal vez, lo que ustedes buscaban era esto —flotando frente al Kage, un oscuro campo de energía apareció. Pálido como la muerte, dentro se encontraba Akyoushi, completamente inconsciente.

    Una de las chicas no pudo evitar la impresión y se cubrió la boca.
    Kanta miraba anonadado, no era posible que así nada más le hubiera cazado ¿Estaba muerto? No podía sentir su presencia dentro de ese extraño campo de energía, ya que el jyaki lo enmascaraba. Lo que sí estaba muy claro, era que su primo estaba completamente invadido por ese jyaki, sin embargo, en su rostro no se reflejaba dolor, tal vez porque ni siquiera había tenido las fuerzas de luchar contra el mismo. De pronto, vino a su mente el sufrimiento de Sana luego de haber sido envenenada.

    —Maldito, ¿cómo pudiste?

    —¿Qué “cómo pude”? este resultó se un youkai fuerte con un débil corazón —se burló Kurokage.

    —¿Qué quieres decir? —le ladró Inuyasha.

    —Yo sólo pe prometí que podría volverse un daiyoukai.

    Inuyasha frunció el ceño, con un tic en el ojo.
    No puede ser… —un escalofrío recorrió su espalda ante aquella declaración y no pudo evitar temblar, no era posible que Akuma estuviera pensando…

    Kagome abrió mucho los ojos al sentir dentro del campo de energía un fuerte pulso del jyaki. No era posible que el inuyoukai continuara vivo luego de eso ¿Entonces a esto se refería Kurokage al hablar de sacrificios humanos? No se trataba de sacrificios para Akuma…
    El cuerpo de Akyoushi, del mismo tamaño que Kanta, aumentó su tamaño al doble, cambió su forma, el largo de sus cabellos e incluso las facciones de su rostro, que aparecieron más finas. Al abrir los ojos, estos resplandecieron con destellos rojizos, se giró el dirección a ellos y el campo que lo rodeaba estalló. Kurokage desapareció casi al instante. Kagome estaba segura de que había huido. Kanta miró a los ojos de aquel youkai extraño, nuca había visto en Akyoushi una mirada tan cruel antes, sus ojos eran muy diferentes ahora, iguales de vidriosos que los ojos de un hyounekozoku adulto.
    Inuyasha se puso muy tenso, sin dudas no era Akyoushi, así de repente, estaba en pie frente a un youkai de la talla de Sesshoumaru.

    Bufó.
    —Esto no es un daiyoukai, solamente ha cambiado en su apariencia —saltó hacia él, preparado para lanzar un potente Kongosouha. Con eso bastaría para detenerle.

    —Inuyasha —murmuró el inuyoukai frente a él con un tono grave y apareció pegado a él, antes de que Inuyasha se diera cuenta, había sido empujado hacia atrás por sus garras.

    El hanyou gritó y cayó con fuerza al suelo, levantándose a su alrededor una nube de polvo.

    —¡Inuyasha! —le llamaron todos.

    —¡Padre! —dijo Kanta, preocupado de que su esencia hubiera desaparecido.

    Cuando la nube de polvo se disipó, estaban frente a una estatua de cristal de hielo. Kagome se cubrió la boca, incapaz de creer lo que estaba viendo, ni siquiera la barrera de Tessaiga había podido protegerle. Kanta clavó los ojos en su primo ¿cuándo había desarrollado así sus poderes? ¿o acaso era obra del jyaki que le invadía?

    —Kanta —murmuró con esa voz que le resultaba tan extraña—, sigues tú —de pronto, estaba cara a cara frente a él. Akyoushi lo atrapó con sus garras y Kanta notó que no sentía su cuerpo. Sus piernas y también su torso habían comenzado a convertirse en cristal. Entonces, algo empujó a ambos, lanzando al daiyoukai hacia atrás y regresando a Kanta a la normalidad.

    Con la misma agilidad de un gato, el youkai giró en el aire, cayendo de pie, sin una sola muestra del impacto en su cuerpo y se impulsó hacia Inuyasha, dispuesto a destruir la estatua de hielo en que se había convertido. Entonces, una silueta negra se interpuso en su camino y saltó directo a su estómago, empujándole con tanta fuerza que lo lanzó de cabeza contra el suelo, varios metros bosque adentro. Una nube de polvo se levantó a lo lejos.

    —Sesshoumaru —murmuró Kagome al ver al daiyoukai. Siempre era tan oportuno al aparecer para salvar a Inuyasha, principalmente ahora que éste no podía hacer nada.

    El inuyoukai se giró y miró impasible hacia Inuyasha. Hubo una explosión dentro del bosque y Akyoushi le saltó encima. Pese a la enorme fuerza y velocidad, un campo mental creado por Sesshoumaru logró detenerlo, aunque apenas unos metros. El daiyoukai se sorprendió cuando su barrera fue traspasada y recibió un fuerte golpe en el rostro, que lo impulsó hacia atrás, casi haciéndole perder el equilibrio.

    —Sesshoumaru, Akyoushi fue invadido por el jyaki de un kage —le dijo Miroku—, está siendo controlado, tiene la fuerza de un daiyoukai.

    Sesshoumaru no estaba ciego.
    —Me estorban —fue todo lo que dijo.

    Había pensado que tal vez Inuyasha intentaría entrometerse, pero jamás creyó que llegaría tan lejos. Nuevamente, miró de reojo a su hermano. Totalmente petrificado. Aquel había sido su castigo por involucrarse en aquel asunto que no le concernía. Y los humanos correrían con el mismo destino si no huían ahora.
    Cuando Akyoushi saltó, Sesshoumaru hizo lo mismo, pero no consiguió detenerlo. Akyoushi pasó por sobre su cabeza y rodeó con un movimiento fluido a aquellos seis humanos, ni siquiera necesitó tocarlos.

    Kanta se volteó.
    —¡Shinju! ¡Sango, Miroku-sa…! —se quedó sin voz, todos estaban convertidos en estatuas de cristal.

    Sesshoumaru saltó frente a Kanta y lo lanzó de un golpe, evitando así que Akyoushi lo tocara. Detestaba a la gente que se paralizaba durante los combates. Asimismo lanzó a su hijo hacia el borde contrario del claro. Akyoushi cayó de pie y lo fulminó con la mirada.
    Sesshoumaru miró rápidamente a los humanos petrificados, desde un principio había sabido que no podría defenderlos en esas circunstancias y al mismo tiempo pelear, era ridículo. También miró de soslayo a Kanta. Se había recuperado del empujón ¿por qué mierda no huía? Miró hacia el otro lado, Kagome aún estaba allí, protegida con su propia barrera, no se había congelado, aunque aquello no duraría demasiado. Por supuesto, estaba intentando protegerla.
    Iba a decirles que se largaran, cuando Akyoushi se le lanzó encima. Sesshoumaru se sorprendió por un instante al quedar debajo, se giró agarrándolo por el cuello, todo en menos de una décima de segundo. Akyoushi sujetó la mano que le presionaba el cuello y Sesshoumaru se separó, cayendo de pie haca atrás. Un youkai de su mismo tamaño. No sentía su mano, por poco y se había congelado. Se impulsó hacia delante e intentó rodearlo, pero Akyoushi giró sobre sí mismo, evitando darle la espalda e impulsándose para darle un zarpazo. Sesshoumaru apenas pudo esquivarlo y, agarrándolo del brazo, lo arrojó sobre la espalda y le lanzó un fuerte zarpazo cargado de youki, sin esperar a que se recuperara. Llegó a darle un segundo golpe e intentó patearlo para dejarlo en el suelo, en posición de desventaja, pero Akyoushi se giró en el aire y saltó, pasando justo por debajo de él, cayendo nuevamente de pie a varios metros de distancia, para evitar un nuevo golpe. Sesshoumaru inhaló con fuerza y le clavó la mirada. Tenía una larga herida en el lado izquierdo del rostro, nunca antes había conseguido golpearle, ni mucho menos igualar su fuerza o su velocidad. No era con su hijo con el que estaba peleando. Tenía que buscar el modo de dejarle inconsciente y devolver ese cuerpo a su verdadero dueño.
    No debía acercarse demasiado y tocarlo, acabaría como los otros. Era lo que Akyoushi estaba esperando.

    —Se va a convertir en una estatua de hielo —sentenció el otro youkai, saltando nuevamente hacia él, con una pequeña y fría esfera de energía entre sus garras—, ¡justo como Inuyasha!

    —Eso está por verse —saltó hacia él con idéntica velocidad dispuesto a golpearlo con toda la fuerza de la que era capaz, pero repentinamente, su oponente se desvaneció en el aire.

    Sesshoumaru se giró rápidamente en todas direcciones, intentando encontrarlo. El extraño daiyoukai apareció detrás de Kagome y lanzó un zarpazo capaz de partirla a la mitad. Todo fue demasiado rápido. Kanta salió despedido hacia atrás, con el vientre abierto, cayendo en un gran charco de su propia sangre, junto a Kagome. Ella lo llamó en vano.
    Akyoushi lo miró impasible, no había esperado que se interpusiera entre su madre y el ataque para protegerla. Caminó hacia él.

    —Idiota ¿Tanta era tu prisa por morir? Iba a dejarte para el final, era lo que te merecías por ser tan amable conmigo. Acabaré con tu sufrimiento —le puso un pie sobre la cabeza, para aplastársela.

    Akyoushi se detuvo de pronto al sentir aumentar la energía de su padre, al parecer, estaba dispuesto a lanzarlo fuera de allí, valiéndose de su voluntad.

    —No se lo permitiré —pisó con fuerza en el charco de la sangre de Kanta, produciendo un extraño efecto. La tierra se volvió oscura y todo el bosque, incluso los árboles y piedras, quedaron completamente cubiertos por un extraño cristal rojo, mezcla de la sangre y el jyaki.

    Sesshoumaru frunció el ceño. Aquel era un truco digno de un daiyoukai, como esperaba, Akyoushi no era torpe ni siquiera con este poder.
    —¿Crees que este es tu verdadero poder? —abrió los ojos—. Despierta, esto es sólo oscuridad. Este no es tu poder, es la consecuencia de haberte rebajado y dejar que Akuma te controlara.

    Kagome, inclinada sobre el cuerpo de su hijo malherido, levantó la vista sorprendida por esas palabras. ¿Acaso Sesshoumaru estaba diciendo eso… al recordar que alguna vez le había vendido el alma a Naraku? ¿Y qué iba a hacer al respecto? ¿Pelear hasta que ambos se mataran? ¿Golpear a Akyoushi hasta que volviera en sí? Se sentía completamente sola en aquella situación. Volvió a mirar a Kanta. En aquel ataque no había rastro de jyaki, pero la herida era grave, incluso son sus poderes espirituales le sería difícil sanar tales heridas. Los mensajeros de la muerte ya empezaban a rondar y ella había comenzado a hacer lo que podía eliminándolos. Sin embargo eso no bastaría, necesitaba alguna herramienta. Miró la Tenseiga en la cadera de Sesshoumaru y sufrió ¿serviría? ¿O todo esto sólo alargaría el sufrimiento de Kanta?

    Akyoushi miró a su lado, Kagome ni siquiera lo había mirado, era una presa fácil, levantó la mano pero no llegó a golpearla. Sesshoumaru había logrado hacerlo retroceder con tan solo un ataque. Siguió haciéndolo retroceder hasta llevarlo al borde del bosque cristalizado, separándolo de Kagome y Kanta. Akyoushi miró una vez más hacia ellos, pero esta vez, los encontró rodeados de un fuerte campo de energía. Su padre los estaba protegiendo con su voluntad, destruirla no sería nada sencillo, ni siquiera ahora. Lanzó un sorpresivo ataque de youki, haciendo retroceder a su padre y trató de cortarlo del mismo modo en que había hecho con Kanta, no lo consiguió y debió apartarse, antes de recibir un zarpazo justo en la cara. Eso había estado muy cerca y había perdido unos cuantos mechones de cabello. Sin embargo, volvió a saltar hacia él.
    Lanzó varios ataques de youki, su padre los esquivó y las explosiones originaron más hielo, que se unió al resto del bosque. Uno de los ataques cayó directo en el estómago de Sesshoumaru. Al príncipe poco parecía importarle ser incapaz de manipular el viento.
    Con movimientos veloces y cortos, ambos inuyoukai comenzaron a asediarse y atacarse con youki cada vez más potente, provocando explosiones y grietas en el paisaje de oscuro cristal. Arriba, las nubes oscuras amenazaban, impidiendo que el sol acabara con aquellas estatuas que los miraban con expresiones aterradas. Al avanzar la pelea, ambos se cerraban en un círculo más pequeño y bloquear los movimientos del otro se volvió absolutamente necesario. Aquello era como querer empujar una fuerte barrera, pues tenían mucha fuerza. Sesshoumaru bloqueó uno de los ataques anteponiendo el brazo, mientras Akyoushi seguía forcejeando en un evidente intento de partirle la cara, como si lo odiara más que a nada en el mundo. Ese era el sentimiento que Akuma implantaba en sus súbditos.

    —¿Te crees un verdadero daiyoukai justo ahora? Entonces pruébalo —controló el viento y rodeó a ambos con un potente tornado. De ser verdaderamente como un inuyoukai de gran habilidad, Akyoushi podría controlar el tornado y evitar ser arrastrado por el mismo, aún sin las capacidades “natas”.

    Ante su sorpresa, Akyoushi no se movió ni siquiera un centímetro, soportó sin dificultad el embate del ataque, incluso cuando el youki de Sesshoumaru aumentó la potencia del tornado. Ambos comenzaron a llenarse de cortes y la armadura de Sesshoumaru comenzó a agrietarse en algunas partes. Por supuesto, como en cualquier ataque del Clan, aquel viento no era normal, era filoso.
    A pesar de las heridas en su brazo, piernas y espalda, Akyoushi no se movió. Los dos empezaron a aumentar aún más su youki y a forcejear tanto como podían, intentando arrojar al otro hacia el tornado y verlo hacerse pedazos. Ninguno conseguía mover al otro, la tierra comenzó a hundirse y resquebrajarse bajo sus pies, debido a la fuerza del viento. Sin embargo, Sesshoumaru sabía que no podría sostener esa situación por demasiado tiempo. Si la fuerza del viento aumentaba, Kanta y Kagome no lo soportarían, qué decir de los demás. Akyoushi fingió saltar hacia atrás y su padre trató instintivamente de “salvarlo” del tornado, ese truco fue suficiente para romper el equilibrio de ambos y empujarlo con fuerza hacia el viento cortante. Como lo esperaba, Sesshoumaru no sufrió ni siquiera un rasguño, rodeado por un campo de energía propio. Akyoushi hizo lo mismo y así consiguió salir de aquella “trampa”.

    —Un verdadero daiyoukai se levanta a sí mismo por su propia voluntad —le dijo Sesshoumaru, mientras se le arrojaba encima con una carga de youki en sus garras, capaz de destruir cualquier cosa— ¡Esa no es tu voluntad! ¡Es la de Akuma!

    Akyoushi golpeó a su padre directo en el pecho, con mucha fuerza y lo hizo volar hacia atrás. La Bakusaiga que llevaba en su cadera se soltó y cayó en medio de ambos. Por un momento Inu no Taishou llegó a pensar que no ganaría, el tiempo pareció ralentizarse cuando sintió el peligro de la situación ¡tenía que alejarlo de ella como fuera!, giró sobre sí mismo y pateó a Akyoushi, que cayó hacia el suelo cristalizado.
    Mientras había estado cayendo, no pensó en lo que pudiera ser de Bakusaiga y su onda explosiva en manos de otro, tan sólo pensó que Akyoushi podría hacerse daño.

    —Padre, no puede seguir vivo, tiene que morir —controló el viento del tornado que comenzaba a desvanecerse y lo dirigió directo al daiyoukai, que se encontraba flotando en el aire—. No puede haber dos como nosotros.

    Aquel escudo que parecía tan resistente fue vencido. Sesshoumaru sintió el impacto del ataque, pero aún así luchó contra el viento, en un intento desesperado de llegar hasta Akyoushi. La portentosa armadura se resquebrajó más y, finalmente, se hizo trizas. Tenseiga, con su barrera como única defensa, se soltó y fue a caer abajo en el bosque, quitándole su última protección. Su cuerpo comenzó a llenarse de profundos cortes. Pero nada de eso le importó. No le importaba lo que estuviera haciendo o pensando, no le importaba tampoco que su propio viento pudiera matarlo, lo único que sabía era que tenía que llegar hasta su hijo como fuera y salvarlo de la oscuridad que le había invadido antes de que fuera muy tarde.
    Llegó hasta la espada antes que Akyoushi y ambos se pusieron en guardia. Ante la sorpresa de Akyoushi, su padre sólo envainó la espada escrita.
    Akyoushi lo miró fijamente, ahora seguro de que su padre sería incapaz de lastimarlo, aún si estaba gravemente herido.
    Sesshoumaru entrecerró los ojos hasta convertirlos en dos finas hendiduras doradas. Por supuesto que se trataba de mucho más que eso, él no era el único herido. Akyoushi también estaba lleno de heridas.

    —Te mostraré lo que es capaz de hacer la voluntad de un verdadero daiyoukai —saltó directo hacia él.

    Akyoushi también saltó, dispuesto a detener el ataque, pero, repentinamente, su padre había desaparecido, pero no se había convertido en el viento, como antes había hecho él para atacar a Kagome… ¿cómo era posible? Una extraña sensación atravesó su cuerpo.
    Kagome se quedó paralizada al ver aquello. Sesshoumaru apareció detrás de Akyoushi, llevándose algo sólido entre sus manos. Una concentración de jyaki en la forma de un meidou seki. Literalmente lo había atravesado, y sin hacerle daño.
    El jyaki que invadía a Akyoushi, en forma de llama rojiza, lo rodeó para luego desvanecerse hacia el cielo, donde se encontraban las nubes negras. Akyoushi gritó de dolor al sentir la fuerza del jyaki saliendo. Cayó de bruces al suelo, inconsciente y vuelto a la normalidad. Contrajo el rostro y abrió los ojos, viendo a Kanta malherido. Él lo había dejado así. Su padre pasó por encima de él y miró hacia el cielo.

    —¡Esta me las pagarás! —con aquel grito, soltó un gran impulso de energía que regresó a Inuyasha, los otros, el bosque y todo lo demás a la normalidad, disipó aquellas nubes, revelando un cielo claro y sanó al instante la herida de Kanta.

    —¿Qué me pasó? —preguntó Inuyasha, levantándose del suelo.

    Kanta se movió y consiguió sentarse y los demás se acercaron para ver cómo se encontraba.
    Sesshoumaru soltó el meidou seki que había cazado del interior de Akyoushi, dejándolo caer el suelo, envuelto en una barrera.

    —Esa barrera está hecha de su voluntad —murmuró Kanta aún medio ido—, no será fácil romperla —intentaba ponerse de pie, aunque su madre lo sostenía para que no se levantara.

    Sesshoumaru se olvidó por un momento de aquellas nubes y volteó hacia Akyoushi, que estaba a sus espaldas, en el suelo, sin poder moverse, aunque intentando levantarse. Ahora no le era tan sencillo desafiar su voluntad ¿no era así? Al ver que su padre se le acercaba, el corazón de Akyoushi comenzó a latir acelerado y más intentó ponerse de pie, sin conseguirlo. Al ver que lo tenía encima, escondió el rostro y se empequeñeció. Pero nada pasó. Extrañado, Akyoushi levantó la vista y vio que Kanta estaba de rodillas entre él y su padre.

    —Kanta, vuelve acá —le ordenó Inuyasha.

    —¿Pero qué haces? —le reprochó Kagome.

    —Hazte a un lado —le ordenó Sesshoumaru.

    El hanyou ni respondió, ni se movió, tan sólo miró fijamente al daiyoukai.

    —¿Qué no escuchaste? Muévete.

    —Oyakata-sama, él no sabía lo que hacía —dijo como suplicando.

    —Eso es lo que tú crees —respondió Sesshoumaru con dureza.

    Akyoushi volvió a esconder el rostro.

    —Muévete, Kanta —volvió a ordenarle Sesshoumaru.

    —No

    Recibió un fuerte puñetazo en el rostro, pero pronto regresó a su posición

    —No.

    Recibió un segundo golpe, pero se inclinó sobre el cuerpo de su primo, cubriéndolo completamente.

    —No.

    —¿No vas a moverte?

    —No, oyakata-sama —con sus propios brazos, cubrió la cabeza del inuyoukai, por si de verdad el maestro pensaba pegarle.

    —Casi no vives para contarlo ¿y aún así lo defiendes?

    —Sí. Porque yo confío en él.

    Akyoushi, aún en el suelo, miró por sobre el hombro al hanyou, sorprendido por aquellas palabras.

    Sesshoumaru miró a Kanta con cierto aire de respeto.
    —Eso es muy noble. Sin duda eres hijo de tu padre y tu respeto hacia Akyoushi lo demuestra. ¡Pero te dije que te hicieras a un lado! —generó una ventisca que mandó a Kanta a volar hasta donde se encontraba Inuyasha.

    Sesshoumaru levantó a Akyoushi tomándolo por el cabello y lo miró furioso.
    —Voy a castigarte —sentenció, como si eso fuera todo.

    Como golpe de resignación, el corazón de Akyoushi pareció tranquilizarse y ni siquiera intentó moverse. Cerró los ojos por unos instantes y miró impasible a las personas a las que había atacado. Luego, miró a Kanta y su expresión tranquila se tornó a una completamente aterrada.

    Kanta, al verlo sufrir, quiso acercarse.

    —¡Mantente fuera de esto! —le gritó Akyoushi con dureza y brusquedad.

    Kanta se quedó en el lugar y volvió a mirarlo. Ya lo entendía, su primo no quería involucrarlo más en ese problema, como pago por haber creído en él incluso después de todo eso.
    —Akyoushi…

    El chico tragó saliva.
    —Entiende. Esto ya es muy difícil para mí —una lágrima de sangre rodó por su mejilla.

    —¡Akyoushi! —Kanta se sentó, respirando agitadamente. Ni sus padres, ni Sango, ni Miroku, ni los muchachos estaban con él. Estaba completamente solo y muerto de frío, sentado junto al establo de los mononoke, en el Palacio del Clan. Al levantar la vista hacia el cielo, pudo ver que era de noche, una noche tranquila y llena de estrellas, sin rastros de tormentas negras ni nada parecido. Su tío… ahora lo recordaba, su tío ni siquiera estaba en casa, había salido de viaje.
    Akyoushi no estaba con él tampoco, pero tampoco estaba en su habitación. Pudo sentir su olor algo mezclado con el de Rin, en alguna parte de las dependencias de ella.

    —Este desgraciado, sí que tiene suerte —entonces, lo recordó.

    Los príncipes no lloraban, no demostraban temor, ni enojo, ninguna debilidad o emoción, no hablaban, no parpadeaban y por poco no respiraban. Los príncipes eran como dioses, Akyoushi entre ellos. Y los dioses, cualquiera fuera la causa, no se dejaban manipular por los demonios, eso jamás.

    —Puta pesadilla —se dio la vuelta y se acomodó mejor en el suelo—. Buenas noches, tía, primo —suspiró, bostezó y se dispuso a dormir de nuevo.
     
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    surisesshy

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    O.O ¿era... acaso eso era un sueño? Ho dios mio, y yo que ya me estaba comiendo las uñas de la desesperación, ya me decía yo que era muy raro que Akyoushi mostrara una gran voluntad en contra de Akuma en un momento y que en otro se haya dejado influenciar, pero me ha sorprendido de verdad, eso no me lo esperaba, ha estado emocionante el capitulo, me ha gustado bastante.

    Pero sinceramente, aunque fue solo un sueño, es admirable que Kanta confie así en Akyoushi, es en verdad admirable, me gusta en serio esa relacion de primos que llevan los dos, siguela pronto, me gusto el capítulo, dile a tu musa que no se desaparesca por tanto tiempo XD, bey hasta el próximo.
     
  11.  
    Whitemiko

    Whitemiko Usuario común

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    hola amiga!!!
    WOW!!!me dejaste completamente satisfecha!!era justamente lo que esperaba!!!
    la conti!!!y estoy de acuerdo contigo, no me llama para nada la atencion los escritos yaoistas, y no por discriminacion, si no que simplemente no me gustan, me dejo bastante intrigada la conti, que andaban haciendo rin y akyoushi? eso me dejo O.o y que terrible pelea tuvieron sesshomaru y su hijo!!!y creo que lo peor fue el tremendo castigo que se llevó, aunque era realmente necesario, kanta tan lindo!!dio la cara por su primo!!!!pobre de kag!!la pobre embarazada y con esos sustos!!!
    espero pronto la conti please!!!!muuuuuuuuuuuuuuuy interesante tu fic!!

    XOXO
     
  12.  
    Asurama

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    Título:
    The Legacy
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    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
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    Por suerte para ti, White, eso sólo era un sueño que estaba teniendo Kanta, más bien una pesadilla de las buenas... digamos que esos son sus miedos. Y Akyoushi no llegó a llevarse ningún castigo, porque, por suerte, Kanta despertó... sino, ve tú a saber...

    Creo que te quedará más claro a medida que pasen los capis. Para que no te pierdas, esto sigue directamente en la parte donde Akyoushi está con Rin, mostrándole su caligrafía y le confiesa querer un lazo entre ambos...

    Recapitulando un poco sobre “The Legacy”.
    Esta es una historia que transcurre en el pasado, treinta años después de los acontecimientos que nos asombraron en la serie.

    Kanta, el obstinado hijo de Inuyasha, se encuentra viviendo en el Oeste, bajo la protección de su tío, que se ha convertido al paso de los años en un gobernante admirable. En el Clan del Inuyoukai, Kanta conoce a Rin que, luego de un desafortunado accidente, se convierte en una criatura semejante a un youkai, por lo que lleva siempre el rostro cubierto.
    Allí conoce también a la infantil y obstinada princesa, Shiroi Hana, quien es hija de Rin y futura Inu no Taishou, a pesar de ser incapacitada desde su nacimiento. Pronto se enamora de ella, a pesar de saber que jamás será aceptado por Sesshoumaru.
    Kanta entabla un fuerte lazo de amistad con el orgulloso príncipe Akiyoushi, un joven de catorce años, que fue abandonado de bebé por su madre, una youkai de las montañas, y no encuentra su lugar en el mundo, razón por la que vive escapándose de casa. Akyoushi está imprimado de Rin y la considera su madre.

    Todo es paz y tranquilidad, hasta que una serie de acontecimientos extraños hacen a todos los Clanes pensar en el regreso de una terrible amenaza aparecida un cuarto de siglo atrás, conocida como Kuroika, el Ejército de Sombras y de su malvado cabecilla, un Sombra llamado Akuma.
    Akuma se aprovecha de la debilidad emocional y de la Oscuridad de la princesa Shiroi Hana para obligarla a atacar su propio Clan. Akiyoushi, asustado de sus poderes, deserta del Oeste para contarle lo ocurrido a Inuyasha, pero cae en la trampa de un Sombra que se hace pasar por el desaparecido Naraku para asustar a Inuyasha y los demás. Intentando salvar a su hermano y a su primo, Shiroi Hana cae envenenada por el mismo Jyaki que mató y cambió a Rin. Y queriendo ayudar a su hermana, también Akyoushi cae envenenado, por lo cual Sesshoumaru se ve involucrado en una carrera por salvarles la vida, lo cual consigue gracias a la ayuda de Yakurou-dokusen.

    Culpando de todo aquello a la torpeza de Kanta y queriendo alejarlo de estos problemas, Sesshoumaru decide mantenerlo fuera del Oeste. Durante el tiempo que permanece en la aldea de sus padres, Kanta se enamora de Shinju, la hija más pequeña de Sango y Miroku, y tiene relaciones con ella.

    Poco después, Akuma engaña a la princesa, recién recuperada de sus heridas, induciéndola a atacar a su propio Clan y a Kagome. Al no conseguirlo, la rapta y le roba su youryoku, dejándola como una cáscara vacía. Al sentir la gravedad de la situación y muy preocupado por sus primos, Kanta regresa al Oeste y vuelve a presentar votos a Sesshoumaru. En medio de la presión, Akyoushi descubre que, aunque no puede controlar el viento como los otros inuyoukai, tiene los poderes de su madre: convertirlo todo en nieve y cristal de hielo.

    A causa de todo lo ocurrido, todos quedan muy asustados y Akuma se aprovecha de sus emociones negativas para meterse en sus mentes, intentando controlarlos y causarles pesadillas. Rin se cree culpable de atraer todas las desgracias, inclusive a Akuma. Kagome cree que Sana guarda algo de maldad en su interior y puede poner en peligro a Kanta y éste, por su parte, empieza a temer que Akuma le quite todo lo que ama… y grande es su sorpresa al saber que su primo siente igual. Akyoushi, instigado por Akuma, comienza a sentir cierto deseo hacia Rin.

    ¿Cómo seguirá todo esto? ¿Podrán ser derrotadas estas sombras? ¿Qué pasará con Kanta y Akyoushi? ¿Y con Sana? Y muy importante ¿Qué harán Inuyasha y Sesshoumaru?
     
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  13.  
    Asurama

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    —Oyakata-sama, no debería marcharse justo ahora —suplicó un solado, pero el daiyoukai sólo lo miró impasible—. Oyakata-sama, con el estado de alerta…

    —Si me quedo aquí, no podré hacer nada por ninguno de ustedes. Debo partir —y volteó hacia atrás, para mirar al joven que esperaba cerca del borde de la plataforma, observándolo impasible—. ¿Lo entiendes, príncipe?

    Él asintió y vio cómo su padre le daba la espalda y caminaba con paso firme hacia la entrada principal, pero de repente se detuvo, al sentir pasos detrás de él.
    —¿Sucede algo, príncipe? —preguntó sin voltear a verlo, en vez de eso, levantó la vista hacia el cielo de la tarde.

    —Permítame ir con usted —le dijo con firmeza—. Algún día, yo deberé pelear por el Clan —a menudo no participaba de las grandes batallas, porque su padre intentaba mantenerlo fuera de todo peligro.

    Su padre guardó un largo silencio, como si valorara sus palabras, intentando descubrir si eran ciertas o no.
    —¿Es eso lo que quieres, príncipe?

    Él asintió.

    —Entonces vamos —no tenía tiempo para perderlo, así que salió corriendo a toda velocidad, al tiempo que se abría el portal para él.

    El joven inuyoukai salió corriendo detrás de él con similar velocidad y ambos levantaron vuelo al mismo tiempo, en sincronía perfecta. Sus ojos claros no perdían de vista a su padre, que iba enseñándole el camino. Siempre le enseñaba el camino, a pesar de que él lo conocía ya de memoria. No compartía las ideas de su padre, pero aún así deseaba compartir parte de sus poderes y su sabiduría, con eso sería más que suficiente.
    Todo era muy simple, sólo tenía que ganar cada batalla que se le presentara, después de todo, una batalla era divertida, como un juego.

    —Pelear sin motivos no vale la pena, príncipe. Si has de pelear, has de tener un muy buen motivo para ello —le dijo su padre, leyendo sus pensamientos—. La batalla no es, como tú crees, sólo un divertido juego. La batalla es el modo en que nuestro Clan vive y se preserva, es el modo en que nos defendemos.

    Entrecerró los ojos.
    —No hallo mucha diferencia.

    Su padre rió y volteó a verlo con cierta ternura en sus ojos oscuros.
    —Sesshoumaru, tener poder sobre todo y todos puede parecer muy divertido y tentador, pero todos los cachorros ven de esa manera a tu edad. Cuando crezcas, verás las cosas de una manera distinta.

    Se impulsó hacia delante para alcanzar su altura de vuelo.
    —No me llame cachorro, ya no lo soy.

    La mirada de su padre cambió a una expresión más fría y altiva.
    —Demuéstramelo, príncipe —su voz hizo eco en el aire, mientras asumía la forma de una esfera de luz que se movía con rapidez hacia el norte.

    Él se dio cuenta de que sus pensamientos lo habían detenido y dejado atrás, así que asumió también la forma de una esfera de luz y persiguió a su padre. Hasta el día de la fecha, nunca le había ganado una carrera.

    Por supuesto que puedes —le dijo su padre.

    Concentró toda su energía y aumentó la velocidad… hasta que ambos se hallaron traspasando el espacio, para llegar a un bosque denso, cerca de las montañas del norte. El frío comenzaba ya a sentirse y la oscuridad era casi total, pues esa noche había luna nueva y el cielo se hallaba cubierto de nubes de agua.
    Miró hacia arriba, hacia la cima de aquellas montañas cubiertas de niebla y de nieve, no estaban muy lejos de ellas. Podía oír cerca el fluir de un arroyo en una zona rocosa a no muchos kilómetros de distancia. El olor a kitsune era penetrante, pero actualmente no había ninguno cerca de ellos, eran rastros viejos.

    Todos estos cobardes han huido

    Hay una gran amenaza aquí, no debes confiarte —le advirtió el daiyoukai.

    Ambos miraron en todas direcciones, mientras descendían hacia el bosque. El suelo era rocoso y accidentado y los viejos árboles eran altos, con un follaje tan denso que apenas sí dejaba pasar la poca luz que había. Al sentir la presencia de los inuyoukai, todas las criaturas del bosque buscaron refugio, provocando un silencio sepulcral.

    —Mande usted, padre.

    —Los clanes del norte están siendo atacados, primero debemos averiguar quién los ataca y por qué. Inspecciona atentamente y no te separes de mí.

    —Sí, padre —contestó Sesshoumaru con firmeza, mas no podía sentir allí ninguna otra presencia que la de ellos y de las criaturas del bosque. Estaba alerta a cualquier movimiento, cualquier sonido, cuidaba donde ponía los pies para no alertar a ningún “enemigo invisible” con sus pasos y trataba de no perder de vista a su padre.

    —Está demasiado calmado —comentó el daiyoukai—, esto no me gusta.

    —Padre, ¿con qué estamos tratando? —cuestionó, pues era obvio que no se trataba de un youkai normal.

    —No lo sé, pero hay algo aquí, puedo percibirlo más allá de mis sentidos —presionó la vaina de una de las espadas que llevaba en la cadera—. Tal vez haya hallado una forma de esconder su presencia…

    De pronto, algo se movió arriba, cerca de las montañas, un gran estruendo y muchos rugidos de bestias se hicieron oír, mientras grupos de luces espirituales ascendían hacia el cielo.

    —Las manadas se mueven, padre… —lo miró, esperando una orden.

    —¡Quédate aquí! —le gritó su padre y asumió nuevamente la forma de una luz espiritual para llegar pronto a aquel sitio.

    —Padre… —y de repente, sintió miedo. Se creía incapaz de sentir miedo, pero ahora que estaba solo, sentía verdadero terror, como si lo estuviera acechando una intención maligna capaz de devorarlo completamente, sin ni siquiera prestar batalla—. ¿Padre? ¿en dónde está? —salió corriendo en la dirección del rastro de su padre, pero el olor se desvanecía rápidamente.

    La idea de que su padre pudiera desaparecer lo golpeó con fuerza y el miedo que sentía se volvió tangible. Corrió rápidamente a través del intrincado camino rocoso que se dirigía a las montañas, saltando todos los obstáculos. Llegó hasta la base de una enorme roca y saltó hasta llegar a lo alto. Volvió a mirar hacia arriba, donde las luces espirituales se perdían. Aquel era sólo el inicio de las altas montañas y más arriba había sólo frío y nieve ¿en dónde estaba su padre? ¿por qué ya no le sentía? ¿y por qué no contestaba a su llamada mental?

    —¡Padre!

    —Me desobedeciste, te dije que te quedaras —le respondió el eco de la voz, pero no podía verlo, ni sentir su presencia.

    —¡No diga esas cosas! —gritó enojado, mientras lo buscaba con todos sus sentidos.

    —Me desobedeciste, Sesshoumaru. No has cumplido tu deber como Guardián.

    —¿Qué? —murmuró. Estaba confundido ¿de qué le hablaba?

    De pronto, un fuerte dolor lo atravesó, abriéndole el pecho. Un calor líquido le llenó el estómago. Shockeado, se sujetó a la saliente de la roca que tenía más cerca, para no caer al vacío y miró hacia abajo. Diamantes. Filosas lanzas de diamantes le atravesaban el pecho y se iban tiñendo del rojo de su sangre.
    Subió de un salto a la roca plana que estaba sobre su cabeza e intentó incorporarse a la defensiva, pero su cuerpo comenzaba a entumirse y no le respondía bien ¿acaso estaba siendo envenenado? ¿Qué podía ser tan fuerte como para envenenar a un youkai con semejante resistencia? Intentó quitarse la lanza de diamante de un tirón, pero no lo consiguió. El dolor no hizo más que aumentar. Se estaba consumiendo por dentro.

    Miró en la dirección de la que había venido el ataque. Sólo el oscuro bosque se cernía debajo de él. La silueta plateada apareció desde las sombras, llevaba consigo una espada, que no era ni Tessaiga ni Tenseiga y la hoja estaba cubierta de diamantes oscuros ¿ese era su padre? ¿su verdadero padre? No había en su rostro la cálida mirada compasiva que le transmitía siempre fuerza y seguridad. Nunca había visto una mirada tan espantosa y llena de odio.

    ¿Qué debía hacer? ¿Pelear? ¿Huir? Ni siquiera podía moverse.

    —¿Padre?

    El daiyoukai blandió la espada.
    —Príncipe, me has decepcionado… Kaze no Kizu.

    Sin poder hablar, Sesshoumaru vio con ojos muy abiertos cómo aquel viento se le venía encima con la fuerza de una explosión y una velocidad descomunal y sintió dolor, como si miles de navajas lo atravesaran. El olor de su sangre lo invadió y lo ahogó, al tiempo que perdía la vista.

    Soltó un rugido que se escuchó en todo el bosque y se giró en todas direcciones, buscando el origen de la amenaza. Las aves salieron volando asustadas y los animales y youkai corrieron lejos, el bosque dormido por la noche pareció despertar. La tierra tembló por unos momentos. Respiró agitadamente, tratando de recuperarse, inspeccionando todo a su alrededor, intentando entender lo que sucedía. Estaba solo y todo parecía tranquilo.

    —¿Qué demonios fue eso? —miró hacia el cielo, no había luna nueva, era luna llena, tampoco había nubes— ¿Una pesadilla?

    Llevó una mano hacia el pecho y pudo sentir el agitado latido de su corazón, pero no había dolor, tampoco heridas ni sangre. Se apretó el sitio en el que alguna vez Moryoumaru le había abierto un agujero con lanzas de diamantes que le había robado a Inuyasha. Recordó de forma vívida aquel dolor que tanto se parecía a la muerte: el dolor de perder a alguien amado. ¿Era esa la herida con la que acababa de soñar? ¿Era ese el dolor que estaba sintiendo? ¿por qué? ¿por qué ahora?

    Volvió a inspeccionar a su alrededor, no había nadie más allí, no había forma de que su padre alguna vez hubiera estado allí, en ese lugar inhóspito. Además, recordó, su padre llevaba muerto siglos.
    —Mi padre… —de repente, se sentía incapaz de quitar la mano del pecho, como si el corazón fuera a escapársele si lo soltaba—, jamás me hubiera atacado de esa forma —miró su reflejo en un charco de agua formado en el suelo, cerca de él. Sus ojos estaban vidriosos.

    Pisó el charco y permaneció quieto y en silencio. Se veía deplorable, su imagen no podía ser esa. Algo o alguien estaba jugando con sus emociones, con sus recuerdos.

    Su rostro volvió a lucir las facciones frías y duras que siempre había tenido. Inspeccionó los alrededores una vez más, intentando recordar los detalles de aquella visión.
    El viento soplaba en dirección desfavorable. Tomó control de él y consiguió moverlo a voluntad, pero no percibió nada extraño en el olor o el sonido. El mayor movimiento era una pequeña manada de bakeneko a varios kilómetros de distancia, estaban demasiado lejos. El olor del bosque era fuerte a su alrededor, pero las criaturas que habían estado cerca habían escapado, asustadas por su rugido. Sin embargo, tenía que haber algo más, una intención fuerte.
    Sea lo que fuere que hubiera en ese lugar, tenía poder suficiente para hurgar en los recuerdos de un Antiguo, posiblemente sabía de su presencia y le estaba diciendo que estaba allí arriba, en esa montaña. Por un momento, salió de las sombras de los árboles que lo mantenían oculto y vio que, a pesar de la luna llena, una parte de la blanca montaña se mantenía a oscuras. Sólo había una clase de “criatura” que necesitaba de la oscuridad para actuar.
    El viento siguió girando a su alrededor, de acuerdo a su voluntad, trayéndole información y manteniéndolo oculto de cualquier posible enemigo. De repente, un olor pútrido llegó hasta él.

    —El olor de la muerte —gruñó.

    Ese olor había quedado grabado a fuego en su cerebro, era el asqueroso olor que impregnaba la oscuridad del Meikai. Tomó impulso y comenzó a subir a saltos la escarpada ladera de aquella montaña, intentando llegar a la parte oscura, con una mano sosteniendo a Tenseiga, listo para desenvainarla.
    Forzó a aquella imagen “cruel” de su padre a salir de su cabeza, esos eran los miedos que tenía de cachorro, no eran parte de la realidad. Esos trucos sucios no iban a servir.

    —Kuroika, esta vez no te me escaparás —murmuró una amenaza.

    La primera vez que Kuroika había aparecido, lo había tomado por sorpresa, actuando de manera ilógica, confundiéndolo, siendo capaz de ocultar los signos de su presencia, su jyaki, su apariencia y, desde esa confusión, atacar.
    Pero ya había pasado tiempo desde eso y él había aprendido a leer las señales que indicaban la presencia de ese ejército de negras figuras. También había tratado de enseñar aquellas señales a sus sirvientes que, confiados, no intentaron siquiera recordarlas. ¿Cuándo entenderían que él no era un verdadero dios y no podía salvar a todos de sí mismos?

    No podía salvarlos a todos, a veces ni siquiera podía salvarse a sí mismo.

    El Clan Zorro del Norte había sido atacado como antaño el Clan Yourouzoku, necesitaban ayuda y él no podía hacer oídos sordos. Su principal objetivo no era, por supuesto, ayudar a aquel Clan Zorro, ya que no eran sus sirvientes, no le ofrecían su lealtad, no tenían ningún tipo de relación ¡ni siquiera pertenecían a sus Tierras! Pero detener a Kuroika era una prioridad para cualquier Guardián, no podía darse el lujo de elegir a sus protegidos justo ahora.
    Aquel ataque no había sido sorpresivo, había sido predicho en los mapas del Cielo semanas antes y él se encontraba esperándolo. Kuroika, a pesar de saber que era perseguido por todos los clanes fuertes de todas las regiones, no parecía ser capaz de cambiar sus patrones de comportamiento. Podía parecer un verdadero ejército youkai, pero al fin y a cabo, no era más que una simple tormenta negra. Predecible como el clima, por suerte.
    Le hubiera gustado poder decir aquello, si no fuera por las muchas veces que su familia había estado en peligro… a causa de su propio descuido. Ahora, les había dejado solos en casa y estaba demasiado lejos como para salvarles si algo llegaba a sucederles. Sin embargo, trataba de no pensar en ello para que sus miedos no asumieran una forma real. Rin intentaría proteger la casa al menos. No había forma de que esas alimañas entraran ¿o sí?

    Sana pasaba gran parte del tiempo concentrando sus energías y, si presentía una amenaza, podría lograr una buena defensa por sí misma… si llegaba a proponérselo. Y el príncipe también estaba en casa.
    A Akyoushi se le habían retorcido las entrañas al saber que su padre iba al norte, por eso ni siquiera había pasado por su mente la idea de acompañarlo. Aún a sus quince años aquello le afectaba mucho, Sesshoumaru lo sabía, pero era algo que no podía cambiar. Tal vez podía disminuir su sufrimiento usando su voluntad, pero de todos modos ninguna herida podía ser cerrada con el tiempo, aunque quizás doliera menos. Él, que a lo largo de su vida había recibido muchas heridas, lo sabía perfectamente.

    Siempre había tenido la esperanza de que Rin fuera como una medicina para el príncipe, ya que su sola presencia parecía ser capaz de realizar milagros en los corazones de los otros. Sin dudas, ella había nacido para ser miko también, pero no era eso lo que había elegido.
    Asimismo, tampoco había elegido a Akyoushi. Lo había criado y protegido cuando no era capaz de defenderse por sí mismo y a veces estaba con él, pero pasaba la mayor parte del tiempo cuidando de Sana, como si ella aún fuera un bebé. No era de extrañarse que el joven creyera no hallar un lugar en aquella Casa.

    Sesshoumaru se lamentó y, por un breve instante, miró hacia atrás. Inconscientemente, seguía viendo a Akyoushi como el recuerdo de algo triste, era como un estorbo, un accidente, algo innecesario; seguía culpándole de algo que ni siquiera había cometido. Yakurou Dokusen había decidido salvarle la vida a él también, a cambio de que dejara de juzgar de esa manera a sus hijos, pero el daiyoukai no había sido capaz de cumplir con su parte del trato aún. Seguía descubriendo entre Sana y Akyoushi tantas diferencias como entre el día y la noche, separándoles.

    —Esa diferencia realmente no existe, Sesshoumaru-sama —le había dicho una vez Rin— ¿o acaso es usted capaz de discernir dónde acaba la noche y empieza el día?

    Y era verdad ¿no se suponía que eran un Clan? ¿No se suponía que eran como uno? Incluso un maldito hanyou era capaz de comprenderlo mejor que él, incluso un hanyou era capaz de renunciar a todo por sentirse parte de la familia y decidir defenderlos como si ellos fueran trozos de sí mismo.
    Aquellas palabras se repetían en su mente.

    “…Esa diferencia realmente no existe, Sesshoumaru-sama…”

    Entonces, aún sigo siendo yo el que crea esa diferencia. Concluyó enfadado.
    Yo. Su ego, su orgullo era enorme. Él siempre se había creído el centro de su propio mundo… pero con el primer golpe, había tenido dudas, con la primera caída, había descubierto que no era fácil levantarse y con el golpe siguiente, entendió que definitivamente no era el centro del mundo, como le habían hecho creer durante toda su maldita vida. Había despertado a una realidad distinta, donde cada quien se salvaba como podía, sin importar la jerarquía o siquiera la especie. Una realidad donde la inseguridad y el ego podían considerarse enemigos de la supervivencia.
    Sólo era un youkai y ya, uno entre los muchos que había. Porque incluso un príncipe youkai era capaz de ser golpeado por la vida y se veía obligado a levantarse solo. Asimismo había descubierto que su orgullo era como un arma de doble filo. Podía hacerle superar adversidades o meterlo en problemas.

    Lo mismo les estaba pasando a sus vástagos, y él contribuía a que aquello continuara, pues el orgullo que tiene un príncipe youkai, las obligaciones que lleva encima no pueden ser extintos simplemente.
    Quería que ellos crecieran del mejor modo posible, por eso escatimaba información, por eso les entrenaba todo el tiempo, les regañaba si era necesario… pero no podía evitar que metieran la pata.
    Era exactamente como cuando deseaba evitarle el dolor a Rin, lo había intentado, pero la vida había elegido otra cosa, ella había elegido otra cosa. Y podía pasarse el día haciendo comparaciones, las historias parecían repetirse vez tras vez, vida tras vida… la vida parecía una danza en espiral en la que, al fin y al cabo, todo caía hacia un mismo lugar. Un sitio donde las palabras de Rin se cumplían, pues todo lo que parecía diferente, terminaba convirtiéndose en una misma cosa.

    “…Esa diferencia realmente no existe, Sesshoumaru-sama…”

    Había fantasmas en su mente, fantasmas que seguían atormentándolo, que parecían haber desaparecido, para luego reaparecer y revolver en sus heridas, como si Kuroika hubiera encontrado el modo de colarse en su alma para hacerlo sufrir.
    Con el tiempo, había aprendido a que no le importara si un protegido era youkai, hanyou o humano, si un enemigo o aliado era débil o fuerte… había aprendido a no prejuzgar, a mirar con la mente clara. Pero a veces su orgullo de youkai y sus instintos se entrometían y se hallaba haciendo lo mismo que tantas otras veces. Imponía su dominio y marcaba una jerarquía. Aún se preguntaba cómo su honorable padre había conseguido hallar un balance entre la fuerza de su voluntad y la fuerza de su corazón, entre su compasión y sus deberes como Guardián. Se preguntaba si algún día realmente alcanzaría ese balance y estaría a la altura de un verdadero Antiguo. Ya había aprendido mucho, pero aún le faltaba aprender mucho más ¿verdad? Le faltaba tanto camino por recorrer… Había algunas cosas de las que aún no se había desprendido completamente y le pesaban, cosas que iría soltando con el tiempo.

    Se paró en seco a mitad de camino y volteó hacia atrás. El bosque había quedado lejos, allá abajo.

    —Es fácil creer que eres el rey del mundo, creer que puedes jugar con la vida y la muerte de las personas a tu antojo y creerte dueño del destino de todos los que te sirven —dijo una voz encima de él.

    Sesshoumaru miró hacia arriba y no vio nada. Dio un gran salto y pudo ver cómo una extraña silueta, semejante a una cola, se movía, alejándose de él hacia el interior de la montaña. Ahora sí lo iba a agarrar. Saltó detrás de él, a toda velocidad, intentando seguirle el paso, seguir su rastro. La silueta se movía en zigzag, saltando de una roca a otra, escalando a gran velocidad. Se impulsó con fuerza en una gran roca que se desprendió para abalanzarse encima del inuyoukai, él desenvainó a Bakusaiga, reduciendo la roca a polvo.
    Esa cosa estaba equivocada si de verdad creía que se desharía fácilmente de él. De un salto, quedó suspendido en el aire. La luna hacía que su sombra se proyectara larga en las rocas. Su sombra se movió, tomando la apariencia de una rata gigante y desprendiéndose de él, para huir hacia una cueva ¿esa cosa lo había usado para esconderse en su sombra? No era un kageyoukai cualquiera, este tenía cerebro. Era peligroso, no podía dejarlo huir.
    Cuando entró en la cueva, una risa hizo eco. Chistó y se metió rápidamente, aún sabiendo que en aquella oscuridad sería difícil encontrarle. Aquel lugar podía ser una trampa mortal, podía estar rodeado de sombras y no percatarse hasta muy tarde. La intención seguía ahí pero, oh, sorpresa… no era del todo maligna.
    La cueva se adentraba y se extendía hacia abajo, ensanchándose. Siguió corriendo y evadiendo obstáculos, entradas estrechas, rocas enormes, estalactitas con puntas filosas.
    De pronto, aquella risa se oyó a sus espaldas. Sesshoumaru giró sobre sí mismo, lanzando un golpe con Tenseiga. La sombra siguió riendo, como muestra de que le había esquivado. La risa apareció entonces a sus espaldas y él volvió a girar. Golpeó una roca, pero no a la sombra. En aquella oscuridad, sería imposible darle un golpe certero, pues estaba en todas partes al mismo tiempo.

    —No eres el mejor, Sesshoumaru de los Inuyoukai —volvió a reír.

    —Te cerraré esa maldita boca —clavó la espada en el suelo de la cueva e invocó su propio youki sobre la hoja de la misma, la cual reflejó luz e iluminó toda la cueva.

    Las sombras de las paredes retrocedieron rápidamente, asumiendo las formas de los objetos que representaban: rocas, metales… de pronto, frente a él una de las sombras asumió la forma de una rata gigante. La sombra abrió sus ojos, revelando demoníaco resplandor.

    —Eres muy listo, Sesshoumaru de los Inuyoukai.

    Sesshoumaru blandió a Tenseiga, listo para eliminarla y devolverla al mundo al que pertenecía.

    La sombra rió.

    —Si me ríes, te arrepentirás, Sesshoumaru de los Inuyoukai

    —¿Por qué habría de arrepentirme?

    La sombra volvió a reír y se adentró más en las cuevas.

    —Iluso, no podrás escapar —de pronto, lo detuvo un golpe mental, una imagen atroz, difícil de sobrellevar, la imagen de su padre muerto e Inuyasha como el culpable de esa muerte. No se dejó llevar por esos sentimientos y se adelantó por medio de su voluntad a los movimientos de la sombra, cortándole el paso e iluminándola con Tenseiga.

    —Tienes una gran voluntad, no hay duda de que eres un verdadero y poderoso daiyoukai, Sesshoumaru de los Inuyoukai —la sombra asumió una forma distinta a la anterior, se veía más grande, como un felino.

    ¿Una pantera de las nieves? Él abrió mucho los ojos.

    —No, Sesshoumaru de los Inuyoukai, no soy lo que piensas —la sombra se desprendió sorpresivamente de la pared y saltó sobre él con los colmillos al descubierto.

    Sesshoumaru la esquivó, pero la pantera volvió a atacar. ¿Quién era este kageyoukai que no dejaba de llamarle por su nombre completo? Con Tenseiga, logró cortarle una pata, pero sorpresivamente el kageyoukai se regeneró y saltó sobre él, ambos se enfrascaron en una dura batalla y el kageyoukai logró cortar parte de su armadura. Luego, se fusionó al piso y escapó hacia dentro de la cueva, pasando por debajo de él. En ese instante, Sesshoumaru intentó empalarlo en el suelo con Tenseiga, pero la cosa fue más rápida. Volvió a perseguirla. Tal vez, aquel no era un túnel ciego, tal vez había una escapatoria que esa cosa podía usar. Intentaba una y otra vez clavar y cortar la sombra en el suelo, pero la sombra lo esquivaba, culebreando sin cesar.

    —¿No es divertido? Esto es como estar persiguiendo a tu propia sombra —rió el enemigo a carcajadas.

    De pronto, el camino se detuvo abruptamente, frente a una pared de roca. La sombra saltó, cayendo directo a su cuello y tumbándolo de espaldas. Sesshoumaru giró sobre su espalda y consiguió quitarse a la sombra de encima, la cual se desvaneció.

    —Yo fui como tú una vez, pero ese maldito de Akuma —la voz se convirtió en un espantoso y fantasmal gemido—, me envenenó con la esencia que vive en el Meikai —la voz gemía cada vez más furibunda y llena de pena— ¡y me convirtió en esta cosa! ¡Ya no puedo reclamar mis tierras, no más! ¡nunca más! ¡Los míos creen que soy la amenaza que les desaparecerá! —el llanto se convirtió en una risa macabra.

    ¡Esa cosa estaba loca! ¡El jyaki de Kuroika la había corrompido y enloquecido totalmente!

    —No te preocupes, acabaré con tu sufrimiento ahora —cerró los ojos, se ciñó a Tenseiga y se concentró, intentando materializar a aquella cosa.

    —¡No, déjame en paz, maldito inuyoukai! —gritó horriblemente, retumbando su voz a través de toda la montaña, mientras asumía frente a los ojos del daiyoukai su forma verdadera.

    —No me importa quién seas, pero estas tierras a las que estás atacando no te pertenecen.

    La sombra luchaba para no materializarse, para mantenerse amorfa t libre de cualquier conjuro.
    —¡Jamás vencerás a un kageyoukai con una energía como la tuya, sin importar qué tan fuerte sea tu voluntad! —dijo con su espantosa voz— ¡Necesitas de una energía sagrada para acabar con un kageyoukai! ¡Destruye a Akuma!

    Un lado bondadoso había brotado de repente de aquella cosa, por eso sus intenciones no eran totalmente malignas y por eso no había podido detectarlo. Al perder la concentración, soltó al kageyoukai, que nuevamente se le abalanzó encima, con increíble velocidad. Sesshoumaru se encontró esquivando los ataques con la misma velocidad. Una batalla en cámara rápida.

    —Yo también sé lo que es el placer de una batalla y el orgullo de ser un youkai… —decía la cosa mientras atacaba—. Yo también me creía un dios igual que tú… —iba aumentando de tamaño.

    —Te dejaste devorar por Kuroika —le acusó, mientras le esquivaba—, perdiste tu orgullo —intentó clavarle a Tenseiga, pero falló.

    —¡Yo no me dejé devorar! —gimió horriblemente, con su voz de demonio—. ¡yo luché!

    Sesshoumaru desenvainó rápidamente a Bakusaiga y abrió un hueco en el techo de la cueva, provocando un derrumbe y abriendo una salida.
    —Perdiste.

    La sombra lo agarró de una pata, impidiéndole el escape.
    —¡Yo luché! ¡¿Me escuchaste, Sesshoumaru de los inuyoukai?! —Sesshoumaru comenzó a forcejear, intentando escapar de la sombra, intentando no pensar que podía ser devorado ahora mismo— ¡Yo luché hasta las últimas consecuencias!

    Finalmente, consiguió zafarse, “materializando” la idea de volverse como el viento.
    —Di lo que quieras —blandió la espada hacia abajo y las rocas restantes se hundieron, junto con el kageyoukai.

    Sesshoumaru continuó subiendo por el túnel abierto a toda velocidad, hasta que finalmente alcanzó la cima, donde se paró para mirar hacia el bosque. A sus espaldas, la cosa resurgió, mucho más grande que antes.
    —Maldito inuyoukai, yo luché contra la maldición que me lanzó el desgraciado de Akuma —Sesshoumaru miró fijamente a la sombra—. Luché día y noche, con el dolor y la fiebre, contra las pesadillas. No me detuve por nada. Y gané la batalla, Sesshoumaru de los Inuyoukai, le gané a la muerte —rió macabramente—. Yo derroté con mi propia voluntad a Akuma, la voluntad de seguir con vida.

    Sesshoumaru abrió mucho los ojos…
    Rin

    —¿Y después de eso perdiste la razón?

    —¡Después de eso, mis sirvientes me odiaron por mi apariencia y me abandonaron! ¡ellos me traicionaron a mí!

    —¿Y crees que esa es una excusa para andar a tu libre voluntad? —se elevó en el aire velozmente, alcanzando la altura de su cabeza y si bien no logró decapitarlo, le hizo un corte profundo.

    —Es inútil, este cuerpo que me ha dado Akuma no siente ningún dolor —se preparó para atacar—. Pero si tú destruyes este cuerpo, yo ya no tendré dónde seguir viviendo ¡Deseo seguir viviendo!¡no quiero desaparecer! —se le abalanzó encima.

    El youkai intentó resistirse y conservar aquella forma inventada por su mente, pero no pudo contra él.
    —¡No!

    Sesshoumaru se enfocó esta vez con toda su fuerza, dándole a aquel kageyoukai su verdadera forma: una muchacha increíblemente hermosa, de cabello castaño, pálida como la muerte y con ojos rojos resplandecientes.
    Levantó a Tenseiga sobre su cabeza y sus ojos dorados resplandecieron de tristeza.
    —Sé cómo te sientes… —era como si tuviera en frente a Rin, como si fuera a matar a la misma Rin— ¡Pero tú, con ese cuerpo corrupto… NO DEBES SEGUIR AQUÍ! —la cortó en limpio por la mitad.

    La youkai gimió con una voz espantosa y luego comenzó a reírse abiertamente. La risa perversa se convirtió pronto en la risa de júbilo de la dulce voz de una muchacha.
    —Akuma, ahora sí, te he vencido… —el cuerpo de aquella youkai se sutilizó y se desvaneció en el aire.

    Sesshoumaru clavó a Tenseiga en el suelo y se quedó allí de rodillas, cabizbajo. Tal vez acababa de ver el destino para Rin, y no quería aceptarlo.
    Entonces, sintió una mano pequeña posándose en su hombro, aunque a su alrededor no había absolutamente nadie.
    —No te preocupes, Sesshoumaru de los Inuyoukai, yo regresaré a mi tierra para vivir allí al menos cien años más —susurró esa extraña y dulce voz femenina—. Siento mucho haberte llamado con la ilusión de tu padre, él también era un grandioso youkai. Sesshoumaru de los Inuyoukai, acabo de descubrir que nada muere del todo: todo renace, aunque sea en una forma diferente.

    Él levantó la vista. Había acabado con su misión y debía regresar pronto a casa. Rin y sus príncipes lo estaban esperando.

    *****

    El bosque tembló al paso de las criaturas de cuatro patas, mezcladas con otras de olor semejante, ocultas bajo la forma humana y cubiertos de piel de animal. El olor a sangre humana que desprendían era abrumador, dar caza a los débiles humanos les resultaba sencillo y gratificante a los devoradores de hombres, así era desde la muerte del mal nacido de Kouga. Aquel era considerado el mayor clan y uno de los más fuertes y, al invadir otros territorios, muchas criaturas huían a los poblados, causando caos. Eso originaba peleas innecesarias entre los clanes establecidos en la zona, que buscaban bien escapar de los invasores, atacarlos o conseguir algún premio que sobrara de los desafortunados grupos humanos. Aquella era una situación tan estúpida que el gobernador no estaba dispuesto a perder el tiempo.
    Al cruzar el río, ladridos y aullidos llenaron el aire. En aquel territorio había kitsunes y los lobos habían pensado que no tendrían dificultades para tomarlos, pero aquellos aullidos desde luego no pertenecían a kitsunes.

    —Largo de aquí, lobos rabiosos —les insultó una voz desde lo alto de los árboles—, este territorio no les pertenece.

    Varios de los lobos con forma humana miraron hacia arriba.
    —¿Y tú quién te crees que eres?

    Saltaron a los árboles, intentando perseguir al molesto espía, pero éste era mucho más rápido.
    —Lobos lentos ¿y ustedes se dicen el Clan más fuerte? —saltó al suelo, dándoles la espalda.

    Los animales se detuvieron sorprendidos, era un mocoso andrajoso, sucio, maloliente y de pelo largo. Un simple humano, aunque de apariencia algo extraña.

    —¡Humano tonto! —le dijo el cabecilla— ¡nunca le des la espalda a un lobo!

    Él volteó y les dedicó una enorme sonrisa.
    —¡Hola! —cuando el lobo estaba a punto de romperle el cuello, un simple puñetazo lo mandó a volar contra un árbol— ¡y adiós! —volvió a subir a los árboles.

    Los lobos comenzaron a perseguirlo. En algún momento él se quedaría sin árboles para saltar. Entonces le darían su merecido, ellos eran más numerosos.
    —¿Qué no entienden, animalejos? —les repitió el muchacho, desde lo alto—. Este territorio nos pertenece a nosotros, el Clan Inu.

    —¡Tú no eres un inuyoukai, eres un maldito humano cobarde!

    —¿Yo cobarde? ¿Y qué me dicen de ustedes? ¿Uno contra dieciséis es justo?

    El mocoso moreno parecía un perro, pero desde luego no lo era.
    —Ya entiendo —dijo otro lobo—. Este maldito es un hanyou.

    El cabecilla miró hacia arriba y rió a carcajadas.
    —El Clan Inu está formado por un grupo de cobardes ¿por qué sus líderes no dan la cara y pelean con nosotros si realmente temen por su territorio? En vez de eso mandan a un zaparrastroso hanyou.

    De pronto, una segunda silueta apareció saltando entre los árboles junto a la primera y era mucho más rápida y ágil. Un fuerte olor de perro se percibió en el aire. Ese no olía a humano como el primero, no era un hanyou.
    —Nuestro grandioso líder, Sesshoumaru-sama, no perdería el tiempo con basuras como ustedes —dijo la hermosa voz—. Pero seré compasivo y se los repetiré una vez más: largo de nuestro territorio, ahora.

    —¿Ahora resulta que un perro cobarde y un hanyou bastardo van a amenazarnos? Bajen y loa haremos pedazos.

    Dos muchachos que aparentaban dieciocho años aparecieron frente a ellos. Eran como el día y la noche, uno parecía un ángel y el otro, el que les había atacado primero, un maldito pordiosero muerto de hambre.
    —Se los advertí, además… —les dijo el perro— sólo yo puedo insultar a mi primo.

    A espaldas de los dos muchachos, aparecieron veinte perros negros y marrones, con las bocas escurriendo baba y resplandeciendo los feroces ojos dorados que caracterizaban al clan.

    Los lobos miraron en todas direcciones. Estaban rodeados de perros salvajes.
    No era ninguna broma, estaban en frente… no, en medio del Clan Inu. ¿Cuándo habían llegado allí, a sus tierras? ¿Y cuando habían aparecido los animales? ¿Por qué no habían podido notarlos antes? ¿Esos muchachos habían sido mera distracción? Miraron de nuevo al cabecilla, el muchacho era un perro blanco, jamás antes habían visto a uno blanco, eso significaba que… ¿ese era el príncipe del Clan Inu?

    Uno de los lobos reculó y sonrió nervioso.
    —Su… su alteza. Nu…nuestros res..respetos —varios de sus camaradas tomaron ejemplo...

    El inuyoukai ladeó la cabeza, con ojos divertidos y curiosos y luego, lo indicó con un dedo.
    —Ataquen.

    La manada de perros salvajes se abalanzó sobre la manada de lobos. Aullidos, ladridos, gemidos y gañidos resonaban por todo el bosque. Los lobos volaban por el aire, eran arrojados contra los árboles e intentaban en vano huir.

    El hanyou se cruzó de brazos y uno de los animales cayó sobre él.
    —Un lobito… —un segundo animal cayó sobre el primero— …dos lobitos… —Kanta hizo crujir las articulaciones de su cuello antes de la caída del tercero— …tres lobitos… podría hacer esto toda la tarde ¿tú no, Akyoushi?

    El chico parado junto a él se cubrió la boca y soltó un bostezo.
    —Es muy aburrido... y pensar que esto altera a la pobre de Rin… sólo lo hago por ella.

    —¿Y qué es eso de “a mi primo sólo lo insulto yo”? —Kanta se puso en guardia— ¿Te crees con derecho de insultarme? —un lobo quiso aprovechar su distracción, pero Akyoushi lo mandó hacia atrás de una patada, donde la manada de perros salvajes seguía alterada.

    —Todos los hanyou tienen derecho de ser insultados, la verdad —se desperezó hacia los costados, golpeando justo con la mano a uno que se le venía encima— ¿y qué te pasó anoche? Gritabas como niñita.

    —Soñé que te aliabas con Akuma para matar a tu hermana y robarte el trono, y todos te odiaban —Kanta agarró a uno de los lobos por la cabeza y comenzó a darle de coscorrones y trompones, luego, lo tiró a un lado para que fuera comida de perro—. ¿y tú qué hacías allá arriba? ¿Robarte a Rin?

    —Sólo me estaba contando historias.

    —“Sólo me estaba contando historias”. No te hagas el inocente —pateó a un animal que se acercaba—. Ya me di cuenta de que quieres acercarte a ella y aprovechas la ausencia de tu padre, maldito…

    —No tengo la culpa de que tengas la cabeza podrida por haber vivido con humanos. Por supuesto que no haría eso, no a mi honorable padre, ni a Rin.

    —No me digas, pues es muy tarde para excusarte, porque en casa ya todos lo saben.

    —¿Saber qué?

    —¿Cómo que “qué”? Pues lo que hiciste anoche —dijo cínicamente y lo miró con ojos entrecerrados—. Todos en el Palacio hablan de eso.

    —Pues no sé qué sepan ellos, pero yo no hice nada —usó de tapete a un lobo que había caído junto a él—. Pero ya me estoy aburriendo de discutir, mejor vamos a casa.

    —Sí —respondió Kanta arqueando las cejas—, creo que se nos fue un poco la mano.

    A los pies de ambos había puré de lobo. Los que aún podían moverse, huyeron.

    Akyoushi les dio un poco de carne que guardaba a algunos de los perros, a otros, les acarició la cabeza.
    —Sí, sí, todos son muy buenos chicos... Pronto cazaremos más lobos malos, sí... ahora vayan.

    Cuando los perros salvajes se marcharon, ambos se miraron, Kanta sonrió amigablemente, Akyoushi lo miró tranquilo y como si nada, aunque sus palabras quedaron dando vueltas en su cabeza ¿Qué se suponía que creía esa sirviente haber visto la otra noche? ¿Le perjudicaba su reputación como príncipe? ¿Y si su padre llegaba a oír esos rumores falsos? Esa sirviente... Iba a matarla.

    —Oye, niño bastardo, más te vale que te prepares una buena coartada.

    Akyoushi miró confundido a Kanta.

    —No te has olvidado que tu padre regresa hoy ¿verdad?

    —No, no se me ha olvidado —dijo con su típico tono altivo—. Pero no tengo nada que ocultar.

    Cuando regresó a casa esa noche, nada parecía haber cambiado. La guardia de la primera hora y el grupo principal de la armada salió a recibirlo como siempre en la plaza de armas y Rin delante de todos, saliendo a abrazarle frente a todos, sin ningún tipo de recaudo, ni vergüenza. Akyoushi estaba parado en medio del escuadrón al que pertenecía, en vez de su lugar privilegiado como príncipe. Cuando demostraba perfil bajo, era porque de seguro había hecho “algo” y quería pasar desapercibido. Aquello era casi una “tradición” desde que había entrado a las filas de soldados. La pregunta era ¿qué se suponía que había hecho esta vez? Ya tendría tiempo de enterarse de todo.
    Sana permanecía inconsciente en su habitación, podía sentirla con claridad. Kanta daba vueltas, escondido por ahí, detrás de todos, intentando enterarse de las nuevas noticias que él podría traer. Pero el maestro no tenía noticias importantes para nadie esta vez. Entró a la casa y fue directo a sus dependencias, acompañado por Rin. Al paso del maestro y la Dama, todos y cada uno de los presentes se postraron y reverenciaron.
    Todo era tan normal y agradable, no había forma de que el caos entrara en esta Casa protegida por él, se sentía orgulloso de sí mismo y lo que había hecho. Pero incluso el youkai más orgulloso y fuerte puede ser golpeado de forma inesperada.

    ¿Escuchaste los rumores? —murmuró por lo bajo una voz femenina a lo lejos.

    —¿Sobre el príncipe? —cuestionó en el mismo tono una segunda voz—. Sí, Kayoko me lo dijo. Que el príncipe estaba con la Princesa Dama anoche, ella lo vio con sus propios ojos.

    Sesshoumaru se detuvo por un momento. A pesar de que ellas estaban en otra parte de la Casa, sus sensibles oídos pudieron captar sin problemas las murmuraciones.

    Aparentemente, el joven príncipe visita a la Princesa Dama cada vez que el Maestro se ausenta —dijo la primera voz.

    El daiyoukai trató de ignorar eso. Era mentira. No podía ser cierto, no de su hijo, Akyoushi era en la Casa por mucho uno de los youkai con la mejor educación… aunque también era cierto que un día había querido escaparse por la ventana antes del toque de queda y eso hacía bastante cuestionable su sentido común.

    Kayoko me dijo que, cuando entró a servirle a la Princesa Dama, los vio besándose —agregó la segunda voz—. Y además, estaban en la habitación medio a oscuras.

    El daiyoukai miró a la mujer que tenía al lado. Ella ni siquiera se había dado por enterada de lo que ellas decían o tal vez no quería darse por enterada… Tenía que ser mentira lo que estaba oyendo, Rin simplemente no podía hacerle algo así y mantener silencio ¿o sí podía?

    Cuando entraron a las dependencias del maestro, Jaken estaba esperándolos ahí.

    —No saliste a recibir a Oyakata-sama —le reprochó Rin.

    —Silencio, Rin, es que había demasiada gente para mi gusto.

    Sesshoumaru se aclaró la garganta y Jaken retrocedió unos pasos, haciendo una reverencia. Por unos momentos se había olvidado de que Rin tenía mayor rango que él —aunque menor que los príncipes— y por eso no podía contestarle, ni mucho menos gritarle.

    —¿Cómo ha estado todo en mi ausencia? —preguntó el inuyoukai de manera completamente neutral.

    Jaken se aprestó.
    —La guardia ha protegido sin problemas todas las dependencias y los territorios adyacentes.

    —La comida comienza a escasear, según me han comentado —agregó Rin.

    —Tal vez, pronto sea el tiempo de preparar las partidas de caza nuevamente, Sesshoumaru-sama —agregó Jaken, solícito.

    —Sin duda tendrán que ser partidas especiales —le aclaró Rin—, no debes olvidar que nos encontramos en estado de alerta.

    —Eso déjaselo a los que saben, Rin —se quejó Jaken—. Tú dedícate a escribir las crónicas y a cuidar de los príncipes, no te metas.

    Sesshoumaru arqueó las cejas.
    —Hablando de los príncipes…

    —Los príncipes han estado bien, la princesa comió esta mañana y permaneció descansando el resto del día. Le ha estado esperando para entrenar —le explicó rápidamente Rin—. El príncipe realizó su entrenamiento de modo normal junto al resto del grupo, salió de patrulla en la tarde junto con el joven Kanta… y anoche permaneció en vela.

    Sesshoumaru la miró.
    —¿Cómo parte de la guardia? —lanzó al pregunta como quien no quiere las cosas.

    —Estudiando —aclaró ella, pero no especificó nada.

    ¿Estudiando qué? Pensó él. ¿Realmente ella le estaba mintiendo? ¿Ella, que en su vida jamás había dicho una sola mentira?

    —Akyoushi-sama sabe ocupar el lugar que le corresponde —Jaken sonaba complacido—. El inepto hijo de Inuyasha aún no le ha echado a perder del todo —retrocedió al sentir la mirada asesina del maestro.

    —¿Y nada más ha sucedido? —inquirió.

    —Nada más —Jaken se inclinó—, más tarde puedo solicitar la presencia de los tenientes, para que ellos le den los detalles…

    —¿No hay algo que tengan que decirme?

    Jaken y Rin negaron al unísono.
    —Nada en absoluto —ambos se inclinaron.

    Sesshoumaru asintió.
    —Pueden retirarse.

    Jaken se inclinó una vez más.
    —Con su permiso —y salió con paso rápido de la habitación. Él también había escuchado ciertos rumores, pero si intentaba entrometerse, lo único que recibiría a cambio sería un golpe en la cabeza.

    —Puedes retirarte —repitió Sesshoumaru mirando a Rin, al notar que ella seguía en el mismo lugar.

    Ella se quedó boquiabierta. ¿El Maestro expresamente le decía que se retirara después de haber estado tanto tiempo fuera?
    —Pero, Oyakata-sama…

    Él habló con sólo la mirada.

    Rin se inclinó.
    —Que tenga muy buenas noches, Oyakata-sama —se retiró a paso lento y, cuando iba a salir por la puerta, volteó una vez más a mirarlo—. Oyakata-sama, le extrañé.

    No recibió respuesta alguna. Nada de “puedes quedarte hoy”, nada… de nada.

    Por alguna razón, se había sentido rechazada. Y jamás antes se había sentido así, salvo, tal vez, cuando se quedó en la aldea de Kaede. Pero ahora él no tenía excusa alguna para enviarla lejos ¿o sí? Pensando en eso, se mordió los labios y fue a sus dependencias. En el camino, se encontró con una sirviente.

    —Por favor, llévame algo de cenar a mis dependencias —le pidió amablemente.

    La muchacha se inclinó.
    —En seguida, Rin-sama.

    Entró a sus dependencias y las encontró más solitarias que de costumbre. Miró las cosas que tenía, los vestidos que eran regalos del maestro, desde los que usaba a los diez años hasta los que llevaba a los treinta y cinco. Un álbum de fotografías, regalo de Kagome, en donde había todo tipo de recuerdos. Varias pinturas en las que aparecía junto al maestro e incluso con Kohaku. En uno de los rincones había un adorno nuevo. Un papel con la bellísima y extraña caligrafía de Akyoushi, guardado dentro de una bonita caja de madera adornada. Le dio una mirada al papel y no pudo evitar sonreír, volvió a guardarlo en la caja y lo puso en su rincón.
    Algún tiempo después, mientras escribía, como era su trabajo, llegó la cena y ella paró para comer. Minutos más tarde, Jaken hizo entrada.

    —¡Jaken!

    —Pensé que no querrías comer sola —comentó mientras se sentaba frente a su propia bandeja—. Ya, confiesa ¿Qué le hiciste a Sesshoumaru-sama? ¿por qué no quiere tu compañía?

    —Ah, ¿cómo se te ocurre? ¿yo hacerle algo? —la sola idea le horrorizaba—. Sabes que yo jamás le haría nada.

    —¿Entonces por qué está molesto contigo?

    ¿Entonces no era sólo su imaginación?
    —Pero, si te digo la verdad.

    Jaken bufó y entrecerró los ojos.
    —No me digas. Escuché los rumores.

    —¿Rumores? —Rin alzó una ceja— ¿Cuáles rumores?

    —No te hagas la tonta —la apuntó con los palillos—. Bien sabes que todos los sirvientes están diciendo que estuviste con el hijo del amo anoche.

    Rin lo miró torcido.
    —¡Esos son inventos de los sirvientes que no me conocen! —de repente, parecía apenada, incluso herida, bajó el tono de voz—. Pero tú me conoces ¿de verdad les crees más a sus palabreríos o a mí?

    Jaken se dio la vuelta y miró en otra dirección. No le gustaba ver esa cara toda triste, porque simplemente no parecía ella, ella sonreía todo el tiempo —excepto en los eventos formales, donde era necesario parecer hierático— y él no había querido molestarla.

    —Pero Sesshoumaru-sama por alguna razón sí les cree, Rin.

    —¿No serán invenciones tuyas? Sesshoumaru-sama jamás pensaría así de mí —ella estaba segura, porque entre ellos no había secretos.

    —¿Ah sí? Pues dímelo mañana, cuando vuelva a rechazarte. ¡Y digas lo que digas, es por tu culpa que se ha aislado!

    Esas palabras la preocuparon.
    —Espera, Jaken, ¿significa eso que está solo?

    El pequeño youkai volvió a bufar.
    —Está con una de sus cortesanas.

    Rin asintió y se puso a comer la cena en pequeños bocados.

    —Y tendrás suerte si esa youkai de tercera no le viene con alguno de esos chismes —le espetó Jaken con brusquedad.

    Rin abrió mucho los ojos por la sorpresa de la declaración de Jaken y en seguida volvió a su expresión normal.
    —No será la primera vez que alguien hable mal de mí.

    —El problema será si le cree.

    Ella volvió a denotar gran sorpresa.
    —Jaken, ya te dije que esas son sólo patrañas —le sonrió ampliamente, como burlándose de los “rumores”—, no son ciertas —negó enérgicamente y luego se limpió la boca—. Ups, se me ha corrido el maquillaje…

    El pequeño demonio se cruzó de brazos.
    —Aún con el maquillaje malogrado eres más bonita que la youkai de tercera que está arriba, eso es seguro… ¡y si ella está ahí, es culpa tuya!

    —Deja de decir que es culpa mía, no es culpa mía.

    En sus dependencias, Akyoushi suspiró después de haber oído la discusión que tenían Jaken y Rin. Maldecía ser capaz de escuchar casi todo lo que se murmuraba en aquel palacio. Y por sobre todo, maldecía a la torpeza y desconsideración del que había iniciado el rumor.
    ______________________________________
    Esto, como lo prometí, de verdad seguirá avanzando y lamento haber mezclado un momento emo con otro más bien tirando a cómico, pero hasta en la serie es así. Sí, sé que esta no es ninguna excusa, pero creo que sí tengo la excusa de decir que encontré para fumarme una hierba nueva... así que, por favor, no esperen nada "normal".

    Su amiga Luchy
     
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    surisesshy

    surisesshy Usuario popular

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    Me ha encantado el pequeño resumen que diste y este capítulo ha estado picante ¿de verdad Sesshomaru cree todas esas patrañas? Akyoushi, has metido a Rin en un gran lío, espero y esto no traiga consecuencias nefastas para el clan y mucho menos le dé otra oportunidad a Akuma, rayos, esto se está poniendo cada vez peor, Sesshomaru sama, dese cuenta de que son solo habladurías de chismosas sin oficios, no quiero que la relación tan linda de Sesshomaru sama y Rin se arruine por un montón de envidiosas.

    El capitulo ha quedado genial, me intriga qué pasará de ahora en más, al principio creí que era un recuerdo del pasado, sobre la niñes de Sesshomaru, nunca creí que fuera un sueño hasta el momento en que su padre le atacó, que bueno que Sesshoamnru pudo hacer que esa pobre youkai descanzara en paz y me temo que ese sea el futuro de Rin, definitivamente ese sería un duro golpe para Sesshy, espero el próximo capítulo con ansias, bey.
     
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    Asurama

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    Título:
    The Legacy
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
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    Complicaciones

    Kanta permanecía acuclillado frente a un estanque, estaba medio ido, con la vista fija en ninguna parte. Parecía estreñido. Aquella mañana no había ido a la práctica, tampoco había querido salir a hacer patrulla o salir de caza. Akyoushi se acercó a una prudencial distancia de quince metros y lo miró ¿Le habían caído mal las sobras de los sirvientes o qué?

    —¿Te vas a quedar ahí toda la mañana?

    Kanta aún mantenía la extraña posición.
    —¿Crees que Akuma es capaz de utilizar esto para causarnos problemas?

    —¿Esto? ¿Te refieres a los importunos comentarios? ¿Crees que Akuma es idiota o qué? O peor aún, ¿crees que yo soy idiota? —le dio una patada en la cabeza, provocando que cayera de cara al estanque.

    Bajo el agua, Kanta abrió los ojos y vio cómo unas carpas pasaban nadando a su lado y frente de él. Sacó la cabeza y escupió un chorro de agua.
    —¿Qué crees que haces?

    —Despertarte. Que te quede claro que aquí el único idiota eres tú.

    —¡¿Cómo te atreves?! —saltó del agua, salpicando en todas direcciones— ¡Mocoso engreído y malcriado! ¡Respeta a tus mayores!

    Ambos comenzaron a pelear, a jalarse y golpearse como siempre hacían. Akyoushi le puso un traspié, logrando hacer que Kanta perdiera el equilibrio y, cuando lo empujaba hacia el suelo, Kanta giró rápido en el aire, agarrándolo por los hombros del haori y haciéndolo girar con él. Lo estampó de espaldas en el suelo.

    —Así aprendera-a-a-aaaaaah… —la cola del inuyoukai lo había dado vuelta, dejándolo tendido de espaldas en el suelo y con Akyoushi sentado sobre su torso como un chinito.

    —¿Qué se supone que debo aprender?

    Kanta se preparó para darle un zarpazo.
    —¡Eres un maldito tramposo!

    Con increíble velocidad, Akyoushi desapareció para aparecer varios metros atrás.

    Dijera lo que dijera, Kanta estaba preocupado, porque si los youkai se ponían uno en contra de otro, por la razón que fuera, estaba seguro de que el enemigo podría aprovecharse. Clavó la mirada en su primo.
    —Te crees muy listo, pero cuando ves a tu padre, no puedes enfrentarlo, ni siquiera por lo que pasó ahora… prefieres esconderte de él o huir —frunció el ceño y le gruñó—. Digas lo que digas, siempre estás huyendo ¡y luego dices que soy yo el que grita como niñita! ¿Quién te crees?

    Akyoushi se lanzó contra él, Kanta saltó hacia su primo también y comenzaron a pelear de nuevo, tratando de quedar uno encima del otro.

    Akyoushi esquivó rápidamente uno de los golpes.
    —No tienes derecho a criticarme nada. Eres físicamente incapaz de hacer algo correcto —lo golpeó en la cabeza y volvió a esquivar otro ataque—, vives metiéndonos a todos en líos.

    —Mira quién habla —Kanta consiguió patearlo, pero en seguida recibió una patada como respuesta.

    Akyoushi le gruñó.
    —Eres un maldito inmaduro —lanzó un golpe que Kanta esquivó, pero no pudo esquivar el siguiente—, torpe, irreverente e irresponsable… —los puñetazos y zarpazos iban y venían—. Cuando no puedas resolver algo, avísanos, bebé —saltó encima de él y con la ayuda de sus manos, lo clavó de cara en el suelo— y Sana-sama y yo vendremos a cambiarte el pañal, darte leche tibia y cantarte una canción de cuna para que te duermas.

    Kanta se puso rojo, esa burla estuvo de más, se liberó y saltó sobre él.
    —¡¿Qué quieres decir?! —al pisar el suelo, Kanta resbaló hacia atrás, cayendo y golpeándose. Intentó levantarse, pero volvió a resbalar chistosamente y caer— ¡Maldito tramposo!

    Resbalaba, resbalaba, resbalaba…

    Todo el suelo alrededor de Akyoushi se había convertido en hielo y ahora, él caminaba tranquilamente por la plataforma exterior, para entrar a la casa, donde el hanyou no podía entrar. Kanta se quejaba y soltaba improperios, mientras intentaba recuperar el equilibrio para salir de la improvisada pista de hielo, pero volvía a caer.

    El príncipe rió.
    —Quise decir que deberías tratar de aparentar la edad que tienes —le contestó y se perdió en el interior.

    El hanyou volvió a sonrojarse.
    —Yo… ¡yo no soy un inmaduro!

    El príncipe se paró frente a aquellas puertas rojas. Todo estaba tan tranquilo y silencioso, tan frío y oscuro, tan tenebroso. Se aclaró la garganta, para denotar su presencia porque, al parecer, quedarse allí parado no era suficiente. Por supuesto, era una costumbre en él pararse siempre a admirar aquellas puertas y por eso ella no lo consideraba extraño, ni se daba por aludida. O tal vez estaba dormida.

    Se enfocó en lo que debía haber detrás de aquellas puertas, sintió su propia sangre de inuyoukai y pensó.
    Hermana mayor —sus pensamientos hicieron eco en el vacío. ¿Estaría ella realmente inconsciente?

    La respuesta le llegó como desde lo profundo de un pozo, o desde un sitio muy lejano.
    —…Akyoushi… —abrazó el contacto de su mente. Era sumamente extraño que él buscara el contacto de la mente de ella, por lo general lo rechazaba.

    Al estar la habitación sellada, él no podía entrar, a menos que ella así lo quisiera.

    ¿Quieres entrar? —preguntó ella y no obtuvo respuesta.

    Necesito que me respondas algo —se enfocó en ella— ¿Puedes ver mi futuro?

    Ella, desde su adornada cama, abrió los vidriosos ojos, que resplandecieron por unos breves instantes.
    Lo veo —acentuó las palabras.

    Él no pudo evitar sonreír unos instantes.
    ¿Me ves con alguien? ¿En la compañía de alguien? —hizo lo posible por no sonrojarse— ¿Con alguna pareja?

    Se hizo un largo silencio.

    Te veo solo —contestó la lejana y susurrante voz.

    ¿Solo? Akyoushi se deprimió, pero intentó que no se notara. Hizo una profunda reverencia, a pesar de que ella era incapaz de verlo.
    Gracias por decírmelo, hermana mayor —giró hacia la izquierda, listo para regresar a sus propias dependencias. Pero la voz de Sana en su mente le detuvo en seco.

    ¿Es verdad que la otra noche estuviste con Rin, hermano pequeño? —no era un reproche, más bien había curiosidad y una morbosa diversión en sus palabras.

    El chico quitó en seguida la expresión de sorpresa.
    No, ¿cómo cree? —estaba un poco enojado por la acusación.

    Todos en el Palacio lo dicen, incluso mi honorable padre.

    ¿Su padre? ¿Incluso su padre pensaba así? ¡Que se lo tragara la tierra antes de que fuera tarde!
    Pues están completamente equivocados, ni yo ni Rin hemos hecho absolutamente nada, no sé quién ha inventado eso, pero se merece un castigo memorable. Blasfemia.

    Sólo Rin no dice nada.

    Por supuesto que no, porque es mentira —creyó escuchar una leve risa, pero no dijo nada al respecto. Ya mucha sorna le había hecho el inepto de Kanta.

    —¿Y de quién es la culpa entonces? ¿De Rin, que no hace absolutamente nada o del que escapa de sus dependencias en las noches para ir a verla?

    Akyoushi se tragó la protesta. Era más lista de lo que creía. Y al parecer, nada le pasaba desapercibido, ni siquiera aquellos pequeños detalles ¿o tal vez lo estaría haciendo por celos? ¿Era alguna especie de venganza solapada? ¿o acaso simplemente era la maldad que le había dejado Akuma y tenía que ignorarla?
    Ahora sí, escuchó una clara risa. Por supuesto, ahora que le había abierto su mente, ella podía leer todas sus intenciones sin dificultad alguna, ni siquiera lo había forzado para extraerle información, le había bastado con seguir abrazando aquel contacto.
    Él se apresuró en llegar a sus dependencias, mientras intentaba romper el inoportuno contacto mental.
    Sana rió. Así que los sirvientes y sus murmuraciones habían conseguido engañar a su padre… No, él sólo les había hecho creer que había sido engañado. Tras esa falsa complejidad, ocultaba alguna preocupación verdadera y más grave. Con sólo su voluntad, su padre la bloqueaba y por eso ella no podía saber de qué se trataba, sin embargo, podía percibir que era algo doloroso y no estaba muy segura de querer enterarse. Era inevitable, ella también le temía al dolor.

    Detrás de una esquina, Rin observó callada ¿Por qué había estado Akyoushi tanto tiempo parado frente a la habitación de Sana? ¿Habría intentado acaso comunicarse con ella? Rin siempre había deseado que los hermanos se llevaran bien, pero rara vez se hablaban o se veían y, por si fuera poco, las pocas veces que se habían visto había sido en medio de algún conflicto. Ella no quería pensar, como el maestro, que ellos eran capaces de pelear el uno contra el otro para imponer supremacía si se encontraban alguna vez. Ambos eran por lo general muy obedientes y dóciles.
    Ella hubiera dado cualquier cosa por poder estar con su fallecido hermano y estos dos, que sí tenían un hermano, no eran capaces de estar juntos.
    Además, le preocupaba otra cosa ¿Para qué querría ver Akyoushi a Sana? ¿Le habría preguntado algo? ¿Tendría que ver con Sesshoumaru? ¿o tal vez con ella?
    Negó con la cabeza. Podía haberle preguntado cualquier cosa… ¿pero cuál era la razón de que luego él saliera huyendo? ¿Sana le habría presionado?

    ¿Rin? —preguntó la suave voz en su mente— ¿Estás cerca de mí ahora?

    Sorprendida por la repentina llamada de Sana, ella desapareció en el acto.

    Caminó lentamente por los jardines, mirando las flores que, de niña, pasaba tanto tiempo cuidando. Ahora tenía otras obligaciones y sólo de vez en cuando podía acercarse y admirarlas. Los sirvientes cuidaban bien del jardín, pero antes, cuando ella pasaba horas allí, las flores, los árboles y hasta los estanques parecían reír.
    De vez en cuando, hallaba mariposas de todos colores revoloteando, pero los sirvientes se encargaban meticulosamente de matarlas a todas y cada una de ellas, porque ni siquiera un mísero insecto podía atreverse a dañar los hermosos jardines de la Dama.
    Ella negó con la cabeza. Patrañas, los jardines eran de todos, hasta de Kanta, que vivía afuera, pero los sirvientes estaban seguros de que la Dama era casi una reina de ese jardín que tanto amaba de niña.
    De pronto, vio junto a unos arbustos una libélula muerta. Había visto varias en las últimas semanas. La levantó con ambas manos y tocó con delicadeza las afiligranadas alas, miró el cuerpo, de un azul bonito. Sintió pena del pobre insecto. Juntó las manos, cerró los ojos y le insufló energía. Abrió las manos y esperó. El insecto, ahora con ojos rojos y brillantes, movió las alas y revoloteó delante de ella. Rin sonrió.
    Pero su sonrisa desapareció cuando la libélula se hizo polvo ante sus ojos.

    —¿Cómo te atreves a crear un kageyoukai y además en frente de mí? —la regañó el maestro.

    —¡Sesshoumaru-sama! —dijo espantada, girándose a verlo. Se inclinó respetuosamente—. Lo siento, tan sólo era una libélula y yo pensé…

    —¿Tan sólo era una libélula? —se oía enojado, ofendido—, incluso un mísero insecto puede convertirse en una amenaza. Después de todo un portador de Oscuridad se ve impulsado a expandirla. Más te vale que no vuelva a verte hacer algo como esto.

    Ella volvió a inclinarse, ahora más que antes.
    —Lo siento, no volveré a hacer algo así —dijo apenada. Acababa de cometer un error estúpido

    Por otro lado, ¿sería verdad que él estaba enfadado con ella?

    —¿Qué? —preguntó el inuyoukai al sentirse observado.

    —¿Está oyakata-sama enfadado conmigo?

    Él la miró en silencio por un rato.
    —No —murmuró.

    Pasó junto a ella, sin mirarla y se dirigió hacia la casa principal. Al parecer, había estado controlando a los soldados por un buen rato, pero ya no lucía preocupado, como la noche anterior. Rin pensó que sería un buen momento para averiguar qué era lo que realmente pasaba. Si lo que le había dicho Jaken era cierto, era posible que el maestro sintiera que ella le había ofendido, aunque en realidad no fuera así. Si había algún malentendido, tenía que arreglarlo ahora, lo que menos deseaba era ser ignorada por él. En silencio, lo siguió. Él no dijo nada.
    Ambos llegaron a las dependencias del maestro, él caminó hasta el fondo y se paró junto a la balaustrada del balcón, mirando hacia la plaza de armas, que a esa hora estaba vacía.
    Rin lo observó en silencio. Él no parecía muy dispuesto a observar a nadie hoy, ya que en otras oportunidades subía aquellas escaleras que llevaban a la plataforma alta, desde donde podía verse parte de las Tierras del Oeste.

    —¿Tuvo una buena noche? —inquirió.

    —¿A qué te refieres? —preguntó con la mirada fija en un punto lejano.

    Ella decidió utilizar un tono casual, para que él no lo sintiera como una ofensa.
    —Ah, Jaken me dijo que estuvo en compañía de una cortesana.

    —Guardia —murmuró el daiyoukai.

    En el acto, un soldado apareció detrás de ellos, postrado del otro lado de la cortina de bambú que dividía las dependencias.
    —Sí, oyakata-sama.

    —Traigan al renacuajo.

    —Sí, oyakata-sama —el guardia se fue velozmente.

    Rin lo miró levantando una ceja, lucía algo desconcertada por aquella actitud.
    —¿Oyakata-sama?

    Él no dio ningún tipo de explicación.

    Un rato después, Jaken apareció del otro lado de la cortina.
    —¿Me llamaba usted, Sesshoumaru-sama?

    —Acércate, Jaken.

    Al oír el tono utilizado por el maestro, el pequeño youkai verde comenzó a sudar copiosamente. Se acercó. Al instante, salía volando por el balcón con dos chichones en la cabeza.
    —¡Perdóneme Sesshoumaru-sama! —gritaba mientras se perdía en el aire.

    —¿Era necesario hacer eso? —preguntó ella, mientras veía a su amigo caer en medio de la plaza de armas.

    —No estuve con nadie —respondió en inuyoukai fríamente.

    Ella volteó a verlo por sobre el hombro.
    —Pero, si él me dijo… —se quedó boquiabierta y asintió lentamente— …ah… —ahora el golpe cobraba sentido. ¿Era realmente posible que Jaken se lo hubiera inventado por celos, enojo o algo semejante? Tal vez pensaba implantarle algún sentimiento de culpa y por eso le había dicho lo de la cortesana. Ella le había creído. Ahora se sentía como una estúpida—. Pero, dígame, ¿por qué decidió permanecer en soledad? —en seguida se retractó—, ah, no debí haberlo preguntado, no es necesario que me responda…

    Él la miró en silencio por unos instantes. Parecía un ángel ataviada en aquel vestido de seda azul clara, todo bordado de nubes, contrastado con esa piel tan blanca y esos ojos tan bonitos. La imagen de un ángel inocente. Era imposible… Era sencillamente imposible que este ángel lo estuviera engañando a sus espaldas y además con el príncipe.

    —Cuando fui a buscar al kageyoukai que estaba atacando el Norte, fui testigo de una realidad diferente. Cuando hallé al culpable, no se trataba de un kageyoukai, sino de un youkai que había sido contaminado por Akuma y sobrevivido, aunque con mucho rencor hacia quienes lo traicionaron.

    Ella intentó analizar aquella información.
    —Hum… ¿y lo destruyó?

    Sesshoumaru miró a Tenseiga.
    —Un ser viviendo en un cuerpo corrupto y falso como ese no puede permanecer en un mundo como este. Este mundo no es para la muerte andante. Este es un mundo para aquellos que se encuentran con vida.

    Rin asintió, Miroku-sama muchas veces le había dicho eso.
    ¿Eso la incluía a ella también?
    —¿Y le dijo algo?

    —Me pidió que destruyera a Akuma —él miró en otra dirección, pues ya no estaba tan seguro de poder hacer tal cosa—. Akyoushi creyó erróneamente que un kage es capaz de vencer a otro. Pero los kage sólo se devoran unos a otros, haciendo más grave el problema.

    Era normal que estuviera tan preocupado.
    —Es verdad, no se puede vencer a la oscuridad con oscuridad. Pero él no puede saberlo, no ha visto ese mundo. Yo lo he visto.

    Cerró los ojos un momento, para recordar aquella sensación tan tenebrosa que se sentía al estar a punto de desaparecer. Silencio, oscuridad, frío intenso, desolación. Akuma era todo eso ¡no!, ¡si no se quitaba esa sensación, Akuma la devoraría allí mismo, sin necesidad de mover un dedo! Piensa en cosas bonitas, piensa en cosas bonitas…

    —Hacer retroceder a la oscuridad no es sencillo, es necesaria mucha luz… —cuestionó ella—. ¿Es posible crear semejante luz?

    Él la miró. La Tenseiga era poderosa, pero resultaba inútil ante tanta oscuridad.
    —Tal vez un youkai no pueda hacerlo, pero sí un ser con un espíritu de gran fuerza.

    —Pero, oyakata-sama ¿dónde hay esa clase de espíritu?

    Sesshoumaru no le respondió. No pudo hacerlo.

    Ella se inclinó ante él.
    —Le ruego me disculpe pero ¿Le causo incomodidad? ¿Hay algo que pueda hacer por usted? —¿marcharme de estas tierras, por ejemplo?

    Él entrecerró los ojos.
    —Intenta seguir con vida. No pido mucho.

    Ella le sonrió.
    —Lo intentaré, Sesshoumaru-sama. No quiero seguir quitándole tiempo, así que será mejor si me retiro…

    —Espera un momento —la detuvo él.

    —¿Sí, oyakata-sama?

    —Permanece aquí.

    Ella asintió, buscó un lugar cómodo cerca de él y se sentó, sonriéndole. Poco después, otra presencia hizo entrada improvista en las dependencias del maestro y se postró del otro lado de la cortina de bambú.
    Rin miró sorprendida ¿Akyoushi? ¿Qué hacía él allí? ¿El maestro sabía de esto?
    El youkai parecía querer solicitar algo, pero al levantar la vista y verla a ella, se desfiguró la expresión seria de su rostro y se levantó para irse por donde había venido.

    —Agárrenlo —ordenó Sesshoumaru.

    Al instante, los cuatro guardias que estaban junto a las puertas saltaron sobre el príncipe. Él giró sobre sí mismo, quitándoselos de encima a golpes y patadas y salió por la puerta.
    Los guardias se levantaron y salieron tras él tan rápido como podían. Al rato, muchos otros pasos apresurados se oyeron corriendo y saltando por los pasillos y escaleras.

    —¡Oyakata-sama! —se quejó Rin ante el impávido daiyoukai, al darse cuenta de que los soldados estaban cazando dentro de la casa— ¿Qué piensa hacerle al príncipe?

    —Darle un escarmiento por salir huyendo.

    —Pero…

    Él la miró de reojo.
    —No me cuestiones.

    Ella golpeó las esteras con las manos.
    —Sí lo cuestiono. No necesita llegar a estos extremos, él debe tener sus razones, estoy segura de que esto puede solucionarlo hablando.

    Él se volteó a mirarla de lleno y una leve sonrisa se fue dibujando en su rostro. No era una sonrisa inocente.
    —¿Desde cuando defiendes a Akyoushi?

    Ella se quedó quieta, callada, la sorpresa se reflejó en su rostro y se sonrojó. Era verdad, nunca había defendido al príncipe ante una posible reprimenda, ni cuestionado al maestro por ello, más bien, defendía a Sana.

    Bajó la vista, algo avergonzada.
    —No… no lo defiendo —murmuró temblando.

    Él se acercó a ella y aún tenía esa sonrisa.
    —¿Así que no lo defiendes?

    Ella volvió a levantar la vista y sudó de los nervios ¿Qué le quería decir? ¿En qué estaba pensando?

    —¿Entonces qué te dio? ¿Con qué te sobornó para convencerte?, dímelo.

    Se hizo hacia atrás, simplemente no sabía qué contestarle. Mientras tanto, en los pisos inferiores continuaba la cacería y ella no podía hacer nada para detenerlos. Simplemente no estaba de acuerdo con que maltrataran a Akyoushi, pero dado que nunca antes había opinado al respecto y hasta parecía indiferente, de verdad daba la sensación de que lo defendía por alguna causa expresa.
    —Desde que Sana-sama permanece inconsciente, he hablado mucho con él y lo comprendo mejor… —se cubrió la boca, eso podía malentenderse—, quiero decir que al fin, después de catorce años sé cómo es realmente… —volvió a cubrirse la boca y se encogió.

    —¿Qué es lo que quieres decir? —estaba casi sobre ella, de pie con sus más de dos metros, mientras ella permanecía sentada y empequeñecida, evidentemente nerviosa.

    —Que le aprecio más que antes porque lo he conocido mejor —dijo recuperando la calma—. No me ha comprado.

    —Explícate, Rin.

    —Casi siento como si fuera parte de mí, igual que Shiroihana.

    Él pareció valorar por unos instantes la veracidad de aquella respuesta.
    —Retírate a tus dependencias —le dijo en un tono suave, apartándose para permitirle levantarse.

    —Oyakata-sama… —no sabía por qué, pero no le agradaba la idea de dejarlo a solas con el príncipe.

    —Voy a castigarle, te guste o no.

    Ella cerró los ojos y se fue corriendo. Él negó con la cabeza y esperó.

    Poco después, entraron a sus dependencias quince guardias maltrechos, que tenían fuertemente agarrado a su hijo. El cabello que llevaba atado, ahora lo tenía suelto y despeinado, cayéndole por el borde del rostro y llevaba una expresión desafiante, aunque era evidente que no se estaba resistiendo más, de lo contrario los guardias estarían inconscientes en el suelo.

    —¿Qué creías que hacías? —le preguntó el daiyoukai.

    —Nada, padre.

    —Intentabas huir porque viste aquí a Rin.

    Akyoushi no respondió.

    —¿Así es como se comporta un príncipe? —le dijo con dureza.

    Sesshoumaru miró a los guardias y éstos arrastraron al chico hasta la mesa y, sujetándolo de las muñecas y el cabello, lo obligaron a postrarse sobre la misma.

    —¿Crees que puedes hacer lo que quieres a mis espaldas? —le dijo su padre—. Voy a castigarte.

    Al oír eso, el temor se reflejó en los rostros de los guardias y se hicieron rápidamente para atrás. A pesar de haber sido liberado, Akyoushi no se movió de la mesa donde lo había dejado postrado. Seguía en la misma posición, inclinado y con la vista baja. Sólo cerró el puño y esperó nervioso.

    —Y ustedes, retírense.

    Los guardias se esfumaron antes de que el maestro terminara de dar la orden.

    —Niño insensato. Esperas a que yo te de la espalda para salirte por esa puerta —indicó hacia la puerta principal— y hacer lo que te da la gana. No puedes salir de las Tierras y abandonar a tu Clan. No, no me estás dando la espalda a mí, le estás dando la espalda a tu Clan.

    —No pensaba marcharme… —intentó sonar convincente.

    —Tu expresión decía otra cosa. Y cada vez que algo sucede, tú te vas. He escuchado las murmuraciones de los sirvientes, de los cortesanos y hasta de las ratas de los pozos, no soy estúpido —lo miró enojado—. Si tienes algo que decir, dilo ahora, pero si vuelvo a enterarme de que te atreves a huir de la casa, te encerraré con Sana por el resto de tu vida —le espetó con dureza.

    El príncipe se empequeñeció.
    —No tengo nada que decir, no pensaba hacer nada… no sé qué es lo que le hayan dicho de mí… no fue mi intención… pero a veces algunas cosas sólo… suceden.

    —¡Pero a ti no debe “sucederte” nada, a los demás “les sucede”! No puedes seguir siendo irresponsable.

    Se hizo un largo e incómodo silencio.

    —¿Por qué ibas a huir ahora? ¿Es verdad, entonces? ¿Has estado con Rin?

    Otro largo silencio llenó el espacio.

    Akyoushi agachó la cabeza.
    —No, nunca me atrevería —respondió en tono bajo—. Es la verdad.

    —Puedes bajar —entonces era verdad, puras murmuraciones de chismosas. Akyoushi sólo había intentado huir por instinto.

    Akyoushi exhaló y saltó por la ventana que tenía más cerca en vez de usar las escaleras. Fue saltando de pasillo en pasillo, hasta bajar a la plaza de armas. Siguió saltando y subió al techo del largo depósito de armas del ala Este.

    Desde detrás de una columna, el hanyou le espiaba.
    —¿Qué pasa niño bastardo? ¿Te regañaron?

    Él no respondió.

    —¿Es que acaso intentaste huir otra vez?

    —¡Cállate, hanyou mugroso!

    —No te preocupes, yo en tu lugar también habría huido.

    —¡Ahora vas a ver! —le saltó encima y comenzaron a empujarse. El buen humor ya le había regresado. Pero Kanta tenía razón, al igual que su padre. No debía escapar de la casa, menos frente a algo que esta vez era mentira.

    Akyoushi estuvo tranquilo el resto de la tarde, luego de aclarar ese maldito malentendido, fue como si se sacara de encima un enorme peso. Pero no se atrevió a decirle a Kanta cómo se sentía porque no quería recibir ninguna burla en respuesta. Le agradaba Rin, eso era cierto, pero jamás se hubiera atrevido a robársela a su padre, ni siquiera después de que Sana le profetizara un futuro de soledad. Después de todo, se suponía que ese era el destino de un youkai de viento y debía enfrentarlo. Además, él sentía una profunda admiración tanto por su padre como por Rin. No estaba dispuesto a profanar esa relación, eso jamás había estado en sus planes. Sólo Akuma había intentado engañarlo y convencerlo de lo contrario. Jamás haría algo así de propia voluntad, no se creía capaz.
    En la noche, se asustó cuando su padre lo visitó en sus dependencias. El príncipe no se movió, tan sólo esperó en silencio lo que fuera a suceder.

    —¿Cómo te encuentras? —se sentó frente a él.

    —Me encuentro bien, padre —a diferencia de otras noches, su padre no olía a Rin y eso era extraño, jamás se perdonaría si ellos se habían peleado por su culpa. Aunque tenía ganas de huir, se contuvo.

    El daiyoukai aún no daba por terminado aquel tema, ya que no era la primera vez que Akyoushi andaba acompañado de Rin, tampoco era la primera vez que escuchaba esa clase de murmuraciones y, además, en varias oportunidades lo había agarrado espiándolos cuando estaban juntos. Aunque todavía no entendía por qué a Akyoushi le gustaba verlo con Rin. Aquello no era una simple curiosidad morbosa y tenía que cortar el problemita de raíz, antes de que fuera muy tarde.
    Por eso, en las últimas noches había evitado estar acompañado de ella. Akyoushi le había dicho que no había estado con ella, pero había algo que aún no le había respondido.

    —Quiero que me respondas la verdad —lo miró con solemnidad lo que fuera a suceder de allí en más, dependería de su respuesta—. ¿sientes algo por Rin?

    Akyoushi levantó la vista y miró con la misma solemnidad a su padre.
    —No, no siento nada.

    Si él le decía que sentía algo por Rin y ella le hubiera dicho lo mismo, el inuyoukai simplemente hubiera dado un paso al costado y permitido que ambos estuvieran juntos. De hecho, siempre había estado abierto a que Rin pudiera encontrarse algo mejor que él y aquello ni lo apenaba ni lo desvelaba. Lo que sí le preocupaba era que Rin o alguno de sus hijos pudieran ser infelices o sufrir.

    —¿Es esa la verdad? —volvió a preguntarle una vez más.

    El chico asintió.
    —Esa es la verdad, honorable padre.

    Sesshoumaru asintió y se levantó para marcharse.

    —Pero, padre…

    El daiyoukai volteó.

    —Rin ha llenado algunos espacios vacíos que quedaron en mí, padre.

    Su padre le dio la espalda.
    —Olvida tu pasado y mira hacia delante —salió de la habitación a paso lento y lo miró por sobre el hombro una vez más—. Pero me alegra que hayas encontrado en Rin lo que la vida te negó.
    ______________________________
    Bueno, espero no haber desilusionado a nadie si esperaban un gran escándalo respecto de este tema, ya que Sesshoumaru es Sesshoumaru y definitivamente el escándalo no es lo suyo. Para hacer un escándalo, debe sucederle antes algo realmente grave (que se le muera un amigo/familias o similar) y aún no quiero hacer algo así en este fic.

    Como pueden ver, en el género de mi fic puse “Acción”, aunque esto no se ajusta perfectamente, ya que mi fic no se centra en la acción. Como ustedes saben, aquí hay comedia, romance, intriga, terror, drama… y ningún género sobresale más que otro porque, como habrán notado, este fic no está hecho con el propósito de acaparar lectores, sino por el puro placer de escribir y publicar. También saben ustedes que este fic se centra en las mentes de los personajes, sus sueños (y pesadillas), sus anhelos, sus recuerdos y principalmente sus sentimientos. Ustedes saben que es un fic psicológico. No terror psicológico. Psicológico a secas.
    Tenía que aclarar eso. Es que me pareció pobre extralimitar las elecciones a uno o dos géneros, si tenemos en cuenta que la mente de los verdaderos escritores no sólo es prolífica, sino que también compleja.

    Estuve analizando algunos de los primeros fics que escribí. Sinceramente, eran de muy baja calidad y poco atrayentes. Eran cortos, pues no superaban las veinte páginas, escribía los diálogos en color, con comillas y muchas veces hacía uso del formato script. También era común para mí cometer el error que remarco a muchos ficker: mezclar los tiempos verbales al conjugar. Por ejemplo, comenzaba en presente y terminaba escribiendo en pretérito imperfecto.
    Utilizaba viñetas, recortes de trama a mitad del fic e incluso llegaba a meter flashbacks en medio de la trama, cortándola. Solía haber mucho OoC, principalmente con personajes tan complicados como son Kikyou o Sesshouamru.
    Describía poco o nada los lugares y situaciones, limitándome a usar los diálogos para ubicar los acontecimientos. También las tramas eran poco desarrolladas, a veces incoherentes y con varios huecos argumentales.
    A menudo colocaba imágenes en medio de los textos a veces también usaba emotíconos, como para rellenar dichos huecos y no sabía cómo utilizar el guión literario, utilizando cualquier otra clase de guión. Errores ortográficos nunca tuve, pues mi madre desde siempre me ha motivado a escribir correctamente, aunque a veces me equivocaba con los nombres de algunos personajes.
    La verdad, si me lo pidieran, hoy día no publicaría ninguno de esos, aunque sí me sirven para comparar. Por ejemplo, creo que The Legacy se caga de risa de todos esos mini-fics.
     
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  16.  
    surisesshy

    surisesshy Usuario popular

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    La verdad, me alegra que esto no haya llegado a mayores y se haya acabado, temía por Akyoushi, de quien estoy harat decir que es mi personaje favorito. temía por la relación de Sesshomaru y de Rin, pero por fin todo acabó, chismes siempre serán chismes, que suerte que Sesshomaru sama no le haga caso a cosas así, Y ESE JAKEN cuando le agarre, le pasará peor que con Sesshy, me dio un susto de muerte, a mi y a Rin, huy, lo envidioso y celosos no se le quitará nunca, jump.

    Me ha encantado el fic, y también las aclaraciones, admiro que escribas por puro placer y no para llamara a los lectores y también admiro que veas tus errores de antaño y los reconozcas, la verdad tus fics, este y los demás, me gustaron mucho, tu estilo es único y me encanta el tema psicológico que manejas en cada uno de ellos, también manejas muy bien las emociones y personalidades, sin llegar a haber OoC, en fin, nunca me cansaría de esta ni de ninguna de tus historias, ¡gracias por compartirlas! Hasta el próximo capitulo que espero con ansias, bey.
     
  17.  
    Pan-chan

    Pan-chan Fanático

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    Supuse que las cosas terminarian así, me encanta como manejas la personalidad de Sesshomaru y tambien digo que Akyoushi es mi personaje favorito de este fic. En algunas ocasiones siento lastima por él, es obvio que quiere a Rin pero se reprime un poco para no causarle problemas a ella, la verdad es que yo no creia que el estaba atraido en otro sentido...siempre lo he visto como un amor de hijo adoptivo hacia su madre : /

    ¡Rin tiene corazon de oro! Por eso es que ni el mismo Sesshomaru puede molestarse con ella por mucho tiempo, me gusta cómo describes sus pequeños momentos juntos, sin duda alguna son una pareja dificil pero que se complementa a la perfección. Ya que se ha cerrado el tema de Akyoushi/Rin/Sesshomaru, solo me queda esperar el proximo capitulo. Te está quedando genial tu fic ;)
     
  18.  
    Whitemiko

    Whitemiko Usuario común

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    Holi!!
    perdon por no comentar antes, es que me quede idiotizada, no me di cuenta que no habia comentado
    me quede!!! O.o akyoshi va a pasar a mejor vida!!!y te juro que me levante de la cama para sentarme, porque pensaba que iba a ser historia el pobre!
    y ya cuando llego rin y le pregunto lo de la cortesana me quede A LA! y luego cuando golpeo a jaken y jajajaaja lo mando afuera del castillo!!
    jajajaja eso me dio risa, me dio mucha risa eso fue rara tu conti, asi como que tuvo suspenso y luego humor xD

    pero aun asi me gusto mucho!!ESPERO LA CONTI!!

    XOXO
     
  19.  
    Asurama

    Asurama Usuario popular

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    Escritora
    Título:
    The Legacy
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    60
     
    Palabras:
    4980
    Acontecimientos extraños

    El pueblo estaba tranquilo después de la tormenta, aunque las negras nubes amenazaban con seguir vertiendo su llanto sobre la tierra desolada. Los aldeanos estaban confundidos, metidos en sus casas desde que aquel engendro apareció en los alrededores, una criatura putrefacta, que desprendía un fuerte olor, que parecía medio muerta y que asesinaba a toda criatura que se cruzara en su camino, manchándose de sangre. Esta criatura había sido vista atacando a varias aldeas y no importaba cuánto se le atacase, ésta aún se levantaba e intentaba cobrar venganza.
    Los aldeanos estaban seguros de que se trataba del espíritu vengativo de algún terrateniente de la zona, puesto que se rumoreaba que una feroz tormenta había caído cerca del castillo y lo había arrasado con todo. Asustadas, las gentes de los pueblos no se atrevieron a acercarse al lugar para rendirle honores a la acaudalada familia desaparecida.
    El patriarca le explicaba todo esto en un estado de nerviosismo, mientras la llovizna comenzaba a caer nuevamente. Habían llamado a monjes, sacerdotisas y exterminadores, pero nadie había podido hacer nada en contra de esta amenaza. Sus últimas esperanzas las depositaban en ellos.

    —Acabaremos con la amenaza —le aseguró al patriarca y luego miró a su familia, que estaba a su espalda.

    No vivían a tiempo en lugares públicos y viajaban de un lugar a otro acabando con aquellas plagas, pero lo que más les preocupaba era aquella historia, la cual se la habían repetido una y otra vez a lo largo y ancho de las montañas. Sin embargo, jamás dieron con la supuesta amenaza, sólo encontraron los pueblos arrasados y se dedicaron a cavar tumbas.

    Kirara soltó un pequeño maullido, apoyada en su hombro derecho, él le tocó la cabeza y esperó.

    —Tenemos que acabar con esto, antes de que la amenaza pase Musashi hacia el este —le dijo a su segundo al mando—. Mi hermana mayor y mis sobrinos están allá.

    El hombre lo miró incrédulo y con el ceño fruncido.
    —Kohaku, creo que estás llegando a los extremos creyendo a estos aldeanos, hemos recorrido todas las montañas sin encontrar nada —se encogió de hombros—. Tal vez sólo se tratan de grupos de bandidos y es su imaginación exacerbada la que les hace creer que son youkai…

    Él lo calló con una sola fría mirada.
    —¿Acaso no pueden sentirlo? Hay una fuerte intención maligna… y ha estado aquí desde aquella tormenta negra.

    Kuroika.

    —¿Cómo lo sabes? —le preguntó una de las jóvenes que lo seguía.

    —Esto sucedió antes —ocultó sus nervios para estabilizar a los suyos—. Cómo desearía que Kagome-sama estuviera aquí.

    Kagome era como una leyenda entre el pequeño grupo que lo seguía, ninguno le había visto, pero sabían que tenía un poder espiritual inconmensurable y que había salvado la vida de mucha gente.

    —¿Qué es lo que sucedió antes, Kohaku? —le preguntó su segundo.

    Kohaku rememoró aquella situación, pero no habló en voz alta, para que ninguno oyera su miedo. Cuando cumplió quince años y tuvo la oportunidad de conocer la casa de oyakata-sama, una serie de masacres y acontecimientos extraños comenzaron a asolar la tierra, en forma de espantosas tormentas de jyaki, a la que los youkai llamaron Kuroika y de la cual se sospechaba que era Naraku, que seguía con vida. Espantado por la posibilidad, oyakata-sama los dejó encerrados en la casa a él y a Rin y viajó en dirección al Este. Pero ellos desobedecieron, burlaron a la guardia y escaparon hacia los bosques, dispuestos a averiguar por sus propios medios qué era lo que sucedía.
    Entonces, encontraron un huevo extraño abandonado en un bosque y se lo dieron a una youkai que lo reclamaba como su hijo perdido. Esa extraña mujer era un Kageyoukai y el huevo que él y Rin rescataron era nada más ni nada menos que Akuma.

    —Debimos haberlo aplastado cuando tuvimos oportunidad —maldijo para sus adentros—, ahora estamos a su merced.

    Akuma era el responsable de que el rostro de Rin fuera tan blanco como la muerte y de que Sana hubiera nacido ciega y sorda. También había destruido a casi todo el clan de los lobos y había dejado a la poderosa Kagome fuera de combate.
    Si sus sospechas eran ciertas y era Kuroika el responsable de lo que estaba sucediendo, sabía que no le derrotaría solo.

    —Papá —lo llamó uno de los muchachos, sacándolo de sus pensamientos—. Si es muy grave, tal vez deberías pedir ayuda.

    —No —negó categóricamente.

    —Es verdad que te protegía un youkai, puedes llamarle.

    —Eso era verdad, pero como hace quince años —se preguntó si, con quince años, Sana era lo suficientemente fuerte como para proteger ella sola a todo el Clan Inuyoukai o si sería asesinada en el intento.

    No quería causarle problemas al Clan Inuyoukai, no quería arrastrar esa clase de problemas hacia Rin… o hacia Sesshoumaru.

    Un relámpago iluminó el cielo y un trueno se hizo oír. La lluvia aumentó en fuerza y pronto se encontraron bajo un aguacero y el cielo, negro como un manto de luto, se tendía cobre sus cabezas.
    Kirara percibió algo en el aire y, gruñendo, saltó al suelo envuelta en una bola de fuego rojiza, que le dio su verdadera apariencia. Todo el grupo corrió hacia las afueras de la aldea y se pusieron en guardia.

    —Kirara —llamó Kohaku, con la vista perdida en el camino vacío—, si se pone feo, nos separaremos. Te llevarás a todos a un lugar seguro.

    El mononoke asintió con un gruñido.

    —Pero…

    —Sin peros —reprendió Kohaku al grupo—. Esto puede resultar demasiado peligroso.

    Sujetó la kusarigama de doble filo en una posición de ataque, oculta tras su muslo derecho, preparándose para lanzarla.

    De pronto, unas siluetas aparecieron en el camino, parecían simples seres humanos, sin embargo, no se percibía rastro de vida en ellos ¿marionetas?

    —Son seres humanos —le dijo su segundo al mando—. Aldeanos.

    Aquellas personas se acercaron, pero en vez de hablarles, desenvainaron unas armas rudimentarias y se las arrojaron con una fuerza impensada para una persona. Aunque sorprendidos, los taijiya no tuvieron problemas en bloquear los ataques.

    Kohaku negó con la cabeza, conocía el truco.
    —Esos no son humanos, al menos ya no.

    Algo brillaba alrededor de ellos, cuando las gotas de lluvia caían. Quien había creado esas marionetas había sido torpe. Los hilos invisibles que los manejaban se habían hecho visibles con el agua. Lanzaron sus armas y cortaron los hilos…

    …pero en vez de caer al suelo, las marionetas permanecieron en pie y se abalanzaron hacia ellos. Los taijiya intentaron esquivarlos primero y luego bloquearlos y empujarlos lejos, pero a pesar de los golpes, las marionetas volvían. Una de ellas sacó un arma escondida justo frente al rostro de Kohaku y apenas sí pudo detenerlo con la kusarigama y parte de la cadena. El rostro de aquella mujer estaba cerca del suyo. Sus ojos eran vidriosos, estaba pálida, con el cuerpo tieso y no respiraba.

    —Son todos cadáveres andantes —dijo esforzándose para quitársela de encima.

    En el acto, le cortó la cabeza y la mitad del cuerpo. Muy a su pesar, sabía que, de no hacerlo, la marioneta seguiría levantándose incontables veces. Los demás hicieron lo mismo y acabaron con el resto del grupo. Lo único que restaba era quemar aquellos cuerpos, para evitar cualquier reincidencia.
    Kohaku estaba confundido, no eran así como se veían los aterradores kageyoukai, ni atacaban de esa manera. Los kageyoukai no podían ser derrotados fácilmente, con métodos físicos. Eso significaba que aquello no era obra de Akuma.

    No estés tan seguro —susurró una voz en su cabeza.

    Del bosque colindante, una criatura apareció, un lobo negro de gran tamaño y tres colas y saltó en dirección a la aldea.

    —Un youkai —dijo una de las muchachas.

    —¿Es eso un yourouzoku? —le preguntó a Kohaku uno de los muchachos.

    Kohaku lo miró por un breve instante.
    —Ojala solo fuera un yourouzoku —corrió en dirección al bosque, al tiempo que otras criaturas semejantes aparecían. No debía dejarles llegar a la aldea.

    Los demás se prepararon para seguirlo, pero Kirara se interpuso en su camino.

    —¡Kirara, llévatelos! —le gritó el taijiya, sin dejar de correr.

    La gata obedeció. Los demás protestaron, pero la siguieron.
    Sin embargo ¿qué le pasaría al líder?

    Kohaku lanzó la kusarigama justo al pecho, pero el lobo negro fue más rápido y saltó, quedando sobre su cabeza. Kohaku tiró de la cadena e hizo cambiar el sentido del giro, clavándose el arma en la parte de atrás de la cabeza del monstruo. Jaló hacia abajo y el cuerpo se partió a la mitad… pero casi al instante, el oponente recuperó su forma y se puso en pie, aumentando de tamaño, casi al doble.

    —De verdad… de verdad eres tú.

    El lobo le gruñó y volvió a saltar hacia él.

    —No te dejaré llegar a la aldea.

    Ambos se enfrascaron en una pelea, mientras las demás criaturas oscuras observaban. Kohaku sabía que estaban esperando un error para abalanzársele encima.

    —Me vengaré de lo que le hiciste a Rin.

    El lobo le arañaba en intentaba morderlo, tirarlo de espaldas, pero él se las arreglaba para mantener el equilibrio, a pesar de que el suelo estaba resbaloso. Un relámpago hizo relucir los brillantes ojos rojos de la criatura. Con cada corte, aumentaba de tamaño y se lanzaba con más fuerza.
    Cuando supo que ya no podía controlarlo, Kohaku le dio la espalda y corrió hacia el interior del bosque. Tal y como lo esperaba, todas las sombras lo siguieron a una velocidad endemoniada, haciendo temblar el suelo del bosque, listos para devorarlo.

    No escaparás de mí —gritó esa voz salida desde el fondo de un pozo.

    Kohaku continuó corriendo tan rápido como le permitían sus pies. No se convertiría en kageyoukai, no quería ser un muerto andante, no estaba listo todavía. Volteó a ver a sus enemigos, tropezó con una roca y cayó rodando por una pendiente. En ese momento, las criaturas se le abalanzaron encima, mordiéndolo. Quedó hundido en el barro ensangrentado, donde la pendiente acababa. Maldijo para sus adentros al verse rodeado.

    De pronto, un resplandor iluminó el bosque y las criaturas desaparecieron. Una flecha sagrada había sido la causante.

    —¿Estás bien? —le preguntó una voz femenina.

    Se quedó mudo y sorprendido a levantar la vista. Kagome, era Kagome ¿Qué hacía ella ahí? ¿Cómo había llegado hasta ese lugar? ¿Acaso estaba soñando?
    Se quitó la máscara.

    —¿Eres Kohaku? —estaba muy sorprendida, corrió hacia el taijiya y lo ayudó a levantarse— ¿Qué hacías aquí?

    Él estaba más sorprendido ¿Qué hacía ella ahí? Y además en ese estado. Hacía mucho tiempo desde que no la veía, lucía más madura… y también con un embarazo de unos cuantos meses.
    Desde la espesura, Inuyasha y Miroku hicieron aparición, habían estado cerca de ella todo el tiempo, pero él no se había percatado. Lo miraron con ojos muy abiertos por la sorpresa.

    —¿Qué hacías tú aquí? —le preguntó Inuyasha.

    —¿Cómo que qué hago? ¿Qué hacen ustedes aquí?

    —Nos habían mencionado que en esta zona habían ocurrido ataques extraños —le dijo Miroku—. Hace algunos meses, Kuroika reapareció desde el norte. Fuimos atacados. Y también la hija de Sesshoumaru fue atacada. Hemos estado muy preocupados desde entonces.

    —Escuché algo entre los youkai —afirmó Kohaku—. Los rumores eran fuertes. Me temía que algo así pudiera llegar a ocurrir, quería evitarle problemas a mi hermana.

    —Ese no era el verdadero Akuma —le dijo Kagome—, era alguna ilusión creada por alguien más, alguien que probablemente vio su rostro.

    Estaba preocupada, no conocía muchas personas que hubieran visto el rostro de Akuma y vivido para contarlo y las únicas que conocía no crearían ilusiones que pudieran atacar humanos. Además, ahora estaban demasiado lejos del límite con el Oeste. No podía ser ella, se suponía que permanecía inconsciente.
    Cuando la flecha se disparó, había alguien “del otro lado”, alguien con poder, pero sin intención maligna, que estaba manipulando a esas ilusiones. Había algo de curioso juego infantil en la forma en que había procedido. Se trataba de alguien que estaba jugando a las muñecas. Una niñita.
    No podía ser.
    Kagome se puso nerviosa. Tenían que regresar al Oeste y sacar a Kanta de ese atolladero, sólo por si acaso. Su hijo estaba conviviendo con el demonio, un demonio disfrazado de niña… Pero no era tan sencillo, tal vez él no le creería.

    —¿Qué le pasó a la hija de Sesshoumaru-sama? —preguntó Kohaku sorprendido, consternado.

    Kagome se sobresaltó con las palabras de Kohaku.

    —Lo mismo que a Rin hace veinticinco años —le dijo Inuyasha—. Akuma la controlaba, casi nos mató. Si no hubiera sido por las flechas de Kagome…

    —¿Sesshoumaru-sama se encuentra bien?

    Todos se miraron.
    —Por el momento, sí —lo tranquilizó Inuyasha—, pero no estamos muy seguros de lo que pueda ocurrir, Kuroika tiene una fijación con él, no puede derrotarlo. Kagome quería asegurarse de que nada pasara en estos lugares —la miró con reproche—, aún si no puede viajar en su actual estado.

    —Ya basta, Inuyasha —lo regañó ella—, estoy perfectamente bien, mi bebé también lo está.

    —Aún así no deberías arriesgarte. Es más, deberíamos volver a casa de inmediato.

    —Primero debo encontrar a Hachi —le recordó Miroku—. Salió huyendo cuando vio las ilusiones de Kuroika.

    —En lo que tú encuentras al mapache, nosotros iremos por la familia de Kohaku —le guiñó el ojo—. De paso, ya tiene una excusa para ir a ver a Sango y explicarle lo que ha estado haciendo.

    El taijiya se sorprendió.
    —¿Aún desde esta distancia y con esta lluvia pudiste percibir su presencia? —preguntó por su familia.

    Inuyasha le sonrió.
    —Inconfundible.

    Aparentemente, dormían todos juntos, Kohaku tenía en la piel el olor de todos ellos.

    Rin-chan, no deberías permanecer aquí. Todos en casa han estado muy preocupados y han salido a buscar a Sesshoumaru-sama —bajó del lomo de Kirara y le tendió la mano amablemente, con una dulce mirada en sus ojos—. Estará muy preocupado y es posible que hasta se enoje con nosotros.

    Ella levantó la vista con los ojos llenos de lágrimas, sin poder creer que él estuviera ahí. No pensaba que nadie iría a buscarla, no cuando su maestro había declarado estado de alerta y todos estaban preocupados por sí mismos. Su amigo estaba ahora ahí para ella.

    Soy un problema para el maestro, he sido egoísta al querer permanecer con él —escondió el rostro—. Déjame aquí y regresa con los demás.

    No hay modo de que pueda dejarte, somos amigos ¿lo recuerdas?

    El maestro debe preocuparse por el Clan del Inuyoukai, por las Tierras del Oeste, no tiene tiempo para nosotros, no quiero estorbarle.

    Entiendo cómo te sientes, pero creo que le causarás más problemas si permaneces aquí en las montañas y sin nadie que cuide de ti —suspiró y se sentó junto a la chica—, si no vas a regresar, me quedaré aquí contigo y te protegeré.

    Kohaku, no puedes

    ¿Y tú sí? —había algo extraño en el bosque, algo fuera de lo común, que les incomodaba, sentía que debían permanecer juntos.

    Miraron a su alrededor, el invierno estaba terminando y algo de hierba comenzaba a asomar entre la nieve, dándole una impresión particular a aquel mundo salvaje. Era en un bosque así, donde ella se había visto obligada a lidiar con lobos, sola. Ahora Kohaku estaba a su lado y ella, maldita sea, no encontraba el valor de regresar.
    No tenía el valor y no podía seguir fingiendo que era igual que su maestro. Al fin de cuentas, no era tan fuerte, sólo era una débil y patética niña humana y siempre otros tenían que protegerla. Era por eso que, al darse cuenta de la dura realidad, había escapado nuevamente hacia las montañas.

    Ambos se pasaron un largo rato discutiendo en murmullos sobre lo que sucedía y sobre lo poco que cada uno había escuchado sobre Kuroika. Un ente extraño que atacaba los clanes poderosos. Rin entendía perfectamente por qué le había sido ocultada esa clase de información, el maestro creía que así la protegía. Tal vez ellos podrían tratar de entender lo que en verdad sucedía, pero primero debían regresar y buscar alguna herramienta. Kohaku estaba nervioso, porque creía que los rumores apuntaban hacia un ataque de Naraku, quien se suponía ya no existía más.
    Cuando regresaban a la seguridad del Palacio, Kirara pisó un sitio cubierto de nieve frágil y cayó en una enorme y profunda grieta. Kohaku, con su reciente entrenamiento, consiguió saltar y quedar en el borde, pero Rin cayó dentro.
    Al principio, se asustó de no verla ni oírla, hasta que ella lo llamó.

    —¡Estoy bien! —su melodiosa voz hizo eco— ¡Hay algo aquí!

    —¿Qué has encontrado? —temía que ella pudiera hacerse daño.

    —Es algo extraño… parece… un huevecillo.

    Él usó la cadena de la kusarigama y ella se la ató en la cintura para poder escalar, ayudada por Kirara.
    Kohaku se sorprendió al ver a aquel huevecillo rojizo, traslúcido y brillante, que parecía haber sido abandonado. Estaba vivo, podía sentir que había algo dentro del mismo.
    Sin saber qué hacer, emprendieron el regreso a casa, pero esta vez por el aire, para evitar otro eventual accidente, pero pasada la tarde, unos gemidos les obligaron a bajar.
    Una youkai pálida, en la oscuridad, lloraba por su hijo al pie de un barranco y, a pesar de que era diferente a ellos, los dos niños humanos le tuvieron compasión. La youkai apenas les habló, desapareció llevándose al huevecillo que, decía, era su hijo.
    La compasión fue un error.

    —fue nuestra culpa, nosotros despertamos a esa maldita amenaza, le salvamos —recordó—. Oh, Rin-chan, tu rostro nunca volverá a ser el de antes y tú tampoco...

    A Kohaku le costaba mucho dejar eso en el pasado, pues desde entonces, su vida había cambiado mucho. En ese huevecillo estaba el origen de todos sus pesares.
    Algún día, moriría y Rin seguiría junto al maestro, viviendo esa media vida que Kuroika le había dado. No sufría por sí mismo, sino por ella. Ella vería morir a todos los que amaba, sin poder hacer nada y era tal vez ese el peor de los castigos, ya que Rin no quería ver jamás el rostro agonizante de un ser amado.
    Lo que los kageyoukai le habían hecho acababa siendo un premio y una tortura también.

    —Es verdad —pensó el Taijiya—, el temor de Rin-chan siempre ha sido ver morir a sus seres amados… ese maldito de Akuma trata de volver real el miedo de ella también.

    ****

    La familia de Sango era enorme, seis hijos, siete sobrinos, dos de ellos adoptados y cuatro hermanos adoptivos. Ellos solos podían formar una aldea propia, incluso podían reconstruir la aldea de los taijiya si así lo querían, de hecho, Kohaku pensaba en hacerlo a corto o mediano plazo. Sus sobrinos se mostraron entusiasmados.
    Deberían hacerlo, no podían mantenerse a sí mismos en los viajes, por mucho que los aldeanos a los que visitaban fueran caritativos. La vida de un taijiya era un tanto extraña y Sango lo sabía.
    Shinju se preguntó si, viajando con su tío y buscando otras ocupaciones, podría tal vez olvidar lo que había pasado con Kanta. No le guardaba rencor, pero sentía que cada vez lo extrañaba más y estaba entrando en un estado de depresión que no podía ocultar a sus hermanos y menos a sus padres. Por otro lado, si se iba, la familia se dividiría y esa imagen en su mente no la dejaba en paz.

    —Todos tus hermanos están alegres, hace mucho que no nos vemos —le dijo mientras se sentaba a su lado, en la parte trasera de la casa.

    —A veces me olvido de que el mundo existe.

    Su tío le sonrió con complicidad.
    —¿Hay alguien en especial que sea la causa?

    Ella intentó sonreír, pero no lo logró y desvió la mirada.
    —¿Recuerdas a Kanta?

    —¿El hijo de Inuyasha? Creo que se parece mucho a él. Hace mucho tiempo desde que no le veo, lo último que supe es que estaba entrenando con Sesshoumaru-sama.

    Shinju lo miró.
    —Sesshoumaru-sama. Sólo lo vi a la distancia cuando ese niño problemático llegó a la aldea. ¿Tú conoces a ese youkai, verdad tío?

    —Sesshoumaru-sama es un daiyoukai, el líder de los suyos. También fui su protegido, al igual que Kanta.

    —¿Y cómo es él?

    Kohaku miró a lo lejos y sonrió.
    —Es fuerte y gentil y cuando pelea, es orgulloso. Siempre se preocupaba por nosotros y nos mantenía a salvo —la miró—. Los inuyoukai son protectores y territoriales ¿lo sabías?

    —¿Y cómo es la hija de Sesshoumaru-sama?

    Kohaku negó con la cabeza.
    —No la conozco. En realidad, pocos la conocen, no he oído hablar mucho de ella —soltó un largo suspiro—. Pero dicen que tiene habilidades poco comunes y que es muy buena, aunque callada y un tanto orgullosa, como su padre… A Kanta le gusta ¿verdad?

    Shinju asintió pesadamente.
    —Me temo que sí.

    Él la abrazó.
    —La llamada de su sangre youkai es muy fuerte a pesar de que esté muy perdida… y eso se acentuará a medida que pase el tiempo y mientras más permanezca con Sesshoumaru-sama y los otros.

    Shinju se tragó la protesta.
    —Eso significa que nunca regresará.

    —Ah, pequeñita, eso sólo Kanta puede decirlo.

    —Se hace tarde, mejor entramos —no quería que la viera llorar.

    —Shinju.

    —Dime, tío.

    —Todo va a estar bien, ya lo verás.

    —He escuchado que los demás quieren conocer los rumores que has oído mientras viajabas. Kagome-sama dice que hubo problemas en el Oeste. Tal vez, lo que oíste sea de alguna ayuda, ya que de vez en cuando llegan noticias desde el Oeste. Podemos intercambiar información.

    —Sí, es lo que me dijo tu madre.

    Kohaku sabía algo más. Si un solo Guardián se hallaba en una situación inestable, la tierra que estaba bajo su dominio entraría en caos y con ellas, todos los demás territorios. Su temor era que el último ataque a Sesshoumaru fuera interpretado como debilidad y avivara el fuego de una guerra entre clanes. La luna del cazador anunciaba siempre sangre.
    Kuroika era listo… no había hecho grandes ataques, intentando no delatar su presencia, sólo había hecho algunas apariciones, pero había puesto en peligro a los inuyoukai.

    La ansiedad lo embargaba. Quería saber cómo estaba Rin, cómo se encontraba Sesshoumaru, necesitaba saberlo, ver que se encontraban bien. Ayudarlos si era posible. Sin embargo, no podría entrar en esas tierras con facilidad.
    Entendía la preocupación de Shinju y de todos los demás. Sus corazones estaban divididos, habían estado así desde el día en que Kanta se marchó… a causa del ataque de los kageyoukai precisamente.

    Kohaku conocía a Sesshoumaru. Una vez los había dejado en esa aldea para protegerlos de otros youkai y de sí mismo. Y ahora, se había llevado a Kanta por motivos similares.

    Sus corazones estaban divididos.

    —Sesshoumaru-sama…

    ___________________________

    Como ven, he abierto un nuevo arco de historia y espero sorprenderlos. Me alegra en verdad que les esté gustando. El desarrollo del fic es algo en que no me he tomado mucho tiempo para escribir. Solo alguna idea en un rato libre y ¡paf! Una nueva hoja. Por lo general, son cosas que se me ocurren al instante, pero lamentablemente, no siempre tengo a mano material en el que escribir, así que no son historias que coinciden del todo con lo que me imaginé al principio. Esto es porque imagino las escenas varias veces, en diferentes versiones y aplico la mezcla que mejor quede… tal y como haría Naraku con partes suyas, je. Sin embargo, ya que la historia está basada en algo que escribí hace años, es factible que haya errores, como OoC o incluso, Mary Sue, que es a donde pueden tender mis tres personajes (espero que no).
    Sana es un personaje que hice hace mucho tiempo, cuando era tan solo una niña. Por lo tanto, tiene errores. Tenía antes otros nombres, características y orígenes distintos. Entre ellos, que era ella la que llevaba el rostro siempre cubierto para que los demás no supieran, por su parecido, que era Rin su madre —en una versión, incluso, la madre era Kikyou, créase o no—. En otra versión, Sana era tan hanyou como Kanta. También tenía versiones en las que ella interactuaba con todo el clan del Inuyoukai y siempre estaba peleando, al punto que cada vez se volvía más fuerte.
    En una de las primeras versiones, tenía características de Mary Sue. Era demasiado ingenua, tanto que veía hasta las mismas batallas como un juego. En tanto iba avanzando, cambió mucho. A veces, seguía viendo la lucha como un juego, pero otras veces, se involucraba en serio. Después, se metía en peleas ajenas para proteger a otros de un mal destino y, finalmente, acabó siendo seria y centrada, perfeccionista hasta un punto algo exagerado y también algo tiránica. Fría que da miedo. Como una versión un poco cruel de Sesshoumaru, que es como aparece en este fic.
    En todas las versiones viste como hombre y la confunden con tal.
    En todas las versiones, Sesshoumaru la somete a algún tipo de maltrato.
    En todas las versiones, es protegida por alguna mujer —Kikyou, Rin, Kagome—. Y es la consentida.
    En todas las versiones, ella nace ciega y sorda y tiene poderes psi que suplen los sentidos que le faltan.

    El otro que tuvo un cambio brusco fue Kanta. Al principio, también era “Inuyasha”, pero finalmente, le puse el nombre de mi signo zodiacal oriental: Kanta.
    Su apariencia también cambió. Era más parecido a Inuyasha y era él quien tenía los “ojos de gato”. Finalmente, se me ocurrió ponerlo más parecido a Inu no Taishou, solo para ver qué salía. Decidí no cambiar su condición de hanyou.
    El propósito de él y del otro personaje varón, Akyoushi, era crear un universo alterno en el que Sesshoumaru —personificado en la hija— siguiera siendo terriblemente cruel y sometiera de mala manera a Inuyasha —los chicos—.
    Mediante estos personajes, pude conseguir que Inuyasha observara su situación, pero desde afuera.
    Hete aquí la razón por la que los hijos de Sesshoumaru pelean “a lo bruto”.
    Finalmente, Akyoushi fue el último personaje en aparecer, como regalo al user Pan-chan y me he dedicado mucho tiempo a construirlo y adaptarlo. Veo que este es el personaje favorito de varios. Sin dudas, se ha demostrado que no se necesita del estereotipo de la niña de rizos rubios y listón rosa para crear un personaje que luzca “tierno”, con un antisocial youkai también se puede.
     
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    surisesshy

    surisesshy Usuario popular

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    Wow, la verdad ya me estaba preguntando por Kojacu, cuanta familia tiene Sango, toda una aldea XD, me ha gustado mucho el capitulo, espero que en verdad quien esté jugando no sea Sana, aunque con la descripción de ella que diste al final, creo que eso es lo que más debo esperar, Si, Akyoushi se ha convertido en el favorito sin tener un gran moño rosa (se lo imagina con uno) O.O y creo que no lo necesita XD (que imaginaciones las mías) Guao, nunca creí que Sesshomaru fuera tan cruel, pero se esperaba, solo Rin puede sacar su lado "amable y dulce".

    Me sorprendiste con esta historia, esto es nuevo y kagome debería cuidarse más, alguien que juega nunca conoce los daños que sus juegos pueden causar, espero el siguiente capitulo pronto, bey.
     
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