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    Asurama

    Asurama Usuario popular

    Cáncer
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    The Legacy
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    60
     
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    La obligación

    Hablaron tanto que, al final, concluyeron que, mientras lo dejaran pensar, Akyoushi buscaría nuevamente una manera de escapar, porque era lo que estaba haciendo, aunque lo negara. Ahora, estaba tan tranquilo porque se encontraba cansado, hambriento y estresado. Fue entonces que trazaron un plan para mantener al margen sus ideas de cachorro rebelde.

    Akyoushi despertó en algún momento de la mañana y tardó en recordar qué le había pasado y cómo había llegado allí. Después de tanto estrés, su cuerpo había conseguido relajarse y, ahora, le pesaba y le dolía, haciendo difícil la simple tarea de levantarse de la cama.

    Cuando Kagome entró, él le gruñó.

    —Tranquilo Akyoushi, solo soy yo.

    Él tardó un rato en reconocerla. Se sentó en la cama, parpadeó un par de veces, movió la cabeza de un lado a otro y luego, se desperezó.
    —¿En dónde está el agua? —fue lo primero que preguntó.

    —Si quieres agua, tendrás que ir a tomarla de la pequeña cascada que está junto al riacho —le aclaró Kagome.

    Akyoushi no estuvo muy de acuerdo. En su casa, tan pronto como despertaba, tenía lista el agua, tenía preparado un baño y le preparaban también la ropa que usaría.

    Se levantó y, sin decir una sola palabra, fue a buscar el agua, guiado por su agudo sentido del olfato. Luego de lavarse, buscó a alguien que le diera instrucciones sobre cómo estar allí. A falta de su padre, decidió que esa persona sería Inuyasha. Pero el hanyou lo trató bastante mal y le dijo de manera algo brusca que lo ayudara con el traslado de algunos sacos de arroz, el corte de la leña y otras cosas prácticas.

    Akyoushi, en su casa, nunca había tenido que hacer ninguna de esas cosas, gracias a los sirvientes. Su padre no lo hubiera permitido. Pero aquí no solo se lo proponían como actividad cotidiana sino que, prácticamente, se lo estaban exigiendo.

    —Un príncipe no hace esas cosas —se quejó de manera altiva.

    Pero Inuyasha ignoró la queja y le arrojó un saco de arroz que el chico se vio obligado a atrapar. Otros trabajos comunes en la aldea eran el cuidado del cultivo, el labrado de la tierra y la importación y exportación de productos varios.

    Vio que los niños corrían de un lado a otro, retándose con palos, como si fueran espadas.

    —¿Están entrenando? —preguntó con curiosidad. Y varios rieron a sus espaldas.

    Los niños estaban jugando, pero él no sabía claramente lo que era “jugar”. Lo que más se parecía a un juego era ponerse a pelear a puño limpio contra Kanta, pero a eso, ellos le llamaban “entrenamiento” y lo hacían solo para volverse fuertes. No estaba en la mente ni en el plan de un youkai el divertirse. Sobrevivir era mucho más importante y el único modo era luchar. Al menos así se lo había expresado su padre.

    Se dio cuenta de que los humanos, al ser débiles, directamente no se preparaban para pelear “a menos que fueran reclutados por un ejército”, le aclaró el monje Miroku. Los humanos tenían preocupaciones diferentes a las de un youkai, concepciones muy distintas y, por sobre todo, tenían mucho miedo. Un youkai, por el contrario, debía sentirse indignado de temer justo en medio de una batalla.
    Los humanos tenían que quemar la comida para poder comerla, puesto que la carne cruda les daba tantas nauseas como a él la asada. Bueno, a ese proceso le llamaban “cocinar”.
    Los humanos dormían todas las noches y comían tres veces al día, mientras él solo necesitaba comer tres veces al mes y con dormir tres veces le bastaba, puesto que su mayor tiempo lo ocupaba en “estudiar”.
    Cuando un humano lo veía, iba directamente a esconderse, pero tardó en darse cuenta de que ellos ni siquiera sabían quién era él. Le temían solo porque sí y eso lo decepcionó.

    —¿Un duro golpe para tu ego? —llegó a preguntarle Inuyasha.

    Iba a decirle algo como “no te culpo, es culpa de Sesshoumaru”, pero la noche anterior habían acordado no decir el nombre del daiyoukai, luego de concluir que eso podría alterar la precaria estabilidad del niño.

    Akyoushi siempre había disfrutado mucho de aprender, y las costumbres humanas no eran una excepción. Claro que no le encontraba el sentido práctico, pero pensó que, tal vez, lo hallaría más tarde.
    Los hombres lo llenaban tanto de tareas, que ni siquiera tenía tiempo de recordar qué estaba haciendo allí. Tratando de esclarecer su mente, al atardecer, salió a paso lento de la aldea e iba tan ensimismado que no se percató de que el olor a humano que sentía, se acercaba justo en la dirección opuesta. Claro que lo notó cuando chocaron.
    Estaba frente a una mujer de liso cabello castaño y ojos marrones. Tal vez tenía unos veinte años. Ella se sonrojó y se le quedó mirando.

    —Hola —tartamudeó, sorprendida por la apariencia del muchacho, pero él no respondió—. Tú deber ser Akyoushi-sama ¿verdad? Me llamo Makoto, soy hija de Sango.

    Él siguió sin responder, aunque la apariencia de la mujer le llamó la atención. Por una aparte, odiaba a las mujeres pero, por otra, inconscientemente, deseaba una. No estaba seguro de por qué o para qué.
    Rodeó a Makoto y siguió de largo. Esa mujer seguramente le doblaba la edad y no estaba acostumbrado a entablar relación o conversación con alguien que no conociera. Como mucho, en todo el día, había soltado dos palabras.

    Se sentó sobre una roca alta, que estaba en medio de la pradera al norte de la aldea. Allí, el viento le hizo recordar los motivos por los que estaba allí.

    Su hermana mayor pasaba casi todo el tiempo encerrada, concentrándose en entrenar para su prueba. Aunque su hermana era muy fuerte, a él le parecía más como si ella se estuviera escondiendo. Eso le había dado muy mala espina desde siempre. Si se escondía de la Prueba, la misma no debía ser algo muy agradable. Si se trataba de pelear con su padre, sabía que tenía todas las de perder. Si era algún otro plan, no quería tener que verse involucrado.

    A Akyoushi no le gustaban las sorpresas. Le gustaba la seguridad: tenerlo todo planeado, fríamente calculado, seguir un esquema trazado cuidadosamente, tener una rutina y un modo fijo de hacer las cosas. Era sumamente metódico, perfeccionista y detallista y no soportaba nada que estuviera fuera de lugar. Asimismo, todos los que estuvieran con él debían seguir sus indicaciones y sus mismos métodos. Si algo se salía de su plan, toda su estabilidad, su equilibrio y hieratismo se rompían. Como ahora, que había tenido que huir, aunque no quisiera reconocerlo. Sabía que su obligación como príncipe de las Tierras del Oeste era regresar. Y de inmediato.

    —Pero mi honorable padre tiene a mi hermana. A mí no me necesita. No necesito regresar.
     
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    Pan-chan

    Pan-chan Fanático

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    Vaya me gustó la parte en que mostraste a la hija de Sango XD me imagine por un momento a una de las gemelas versión adulta. Bueno este capitulo estuvo un poco corto pero me ha gustado, Akyoushi es bastante inocente, creo que a veces olvido que es solo un niño y lo peor de todo es que está acostumbrado a una vida de principe, tener que lidiar con Inuyasha y otros humanos no debe ser nada fácil.

    Auque quiera negarlo, yo veo que Akyoushi escapó por miedo a enfrentar a su padre, tal vez tee no ser lo suficientemente bueno o que se yo...me pregunto si llegará a extrañar a Rin (lo digo porque he visto que le tiene un cariño especial, al punto de amarla como una madre). Me maó de la risa eso de "odiaba a las mujeres pero, por otra, inconscientemente, deseaba una. No estaba seguro de por qué o para qué" XD jaja no sé qué habras querido decir con eso.

    Espero el proximo capitulo (ya te he dicho que adoro a Akyoushi??) XD
     
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    Asurama

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    El error

    Akyoushi se quedó en una pieza cuando vio a su padre bajar por las escaleras con su hermana mayor siguiéndolo. Cuando ella era sacada, era solo por algo importante y no muy agradable. Los poderes de su hermana no eran agradables. Y su padre la llevaba a entrenar en secreto a la “Frontera Desierta” en muy raras oportunidades, de modo que él no sabía cuáles eran esas espantosas habilidades.

    —Príncipe —llamó su padre y él levantó la cabeza, prestando atención—. Es hora de que veas.

    —Veré —dijo con falsa seguridad.

    —Kanta —pidió Sesshoumaru—. Sal ahora.

    Tímidamente y con paso lento, el joven hanyou comenzó a salir de su escondite de detrás de un pilar y se mostró delante de su regio tío, haciendo una reverencia tosca.

    —Princesa, párate frente a Kanta —volvió a ordenar Sesshoumaru y la chica salió de detrás de él, con paso silencioso para acercarse a su primo. Aquello se sentía bien.

    Ninguno de los dos comprendía nada.

    —Es hora de la prueba de ambos —anunció Inu no Taishou y la tensión se palpó en el aire, todos se pusieron rígidos y no se escuchó ninguna respiración.

    No esperaban ser reunidos para una prueba, no tan pronto, no estaban listos, no habían entrenado lo suficiente, no se habían preparado mentalmente. ¡Que su padre aplazara aquella situación! Aún no estaban listos, nunca lo estarían.

    Sesshoumaru abarcó a todos con la mirada y estudió sus reacciones.
    —Mátense.

    El corazón de los jóvenes dio vuelcos violentos. Estaban listos, preparados para enfrentar a “la prueba” como una terrible tortura, pero jamás había pasado por sus mentes la idea de matarse unos a otros, y reinó el desconcierto. La princesa comenzó a temblar y no encontraba su voz. Ella apreciaba mucho a Kanta y no quería hacerle daño, pero su padre acababa de dar una orden irrevocable. Mientras más tiempo permanecieran en esa situación, más difíciles serían las cosas. Si tenía que cumplir con la orden de su padre, debía hacerlo ahora o nunca.
    Cerró los puños, se agazapó y saltó sobre Kanta con una velocidad inusitada, arrojándolo varios metros hacia atrás y levantando una densa nube de polvo. Kanta fue fácilmente derribado, mientras aún se debatía entre herir o no al objeto de su afecto. Pero el objeto de su afecto, insensible, ya se le arrojaba encima para volarle la cabeza de un zarpazo. No tenía tiempo para decidir. Giró sobres sí mismo y saltó hacia atrás, describiendo un círculo para poder escapar de tres golpes seguidos, lanzados por Sana. Él no quería herirla, sin importar lo que Sesshoumaru hubiera ordenado, por eso solo retrocedía y se agachaba, esquivando cada golpe, patada y zarpazo.
    Sana soltó un gruñido de indignación y le saltó al cuello con los colmillos al descubierto. Él se sintió extrañamente tentado a dejarse morder, pero la empujó con tal fuerza que la hizo volar a más de diez metros.

    —¡Quédate quieto! —ella aterrizó sobre el pié izquierdo, giró sobre sí misma y volvió a lanzársele—. Ya no prolongues esto.

    Cuando Sana estuvo junto a él, Kanta vio que el rostro de ella estaba empapado de lágrimas. Ella tampoco quería herirlo, pero primaban demasiado las órdenes de su padre, a quien jamás había aprendido a desobedecer.
    Sesshoumaru observaba impasible cómo la joven atacaba al hanyou sin darle tregua, mientras él seguía esquivándola, sin desear introducirse a la contienda. Ella no se molestaba en dar golpes bajos o utilizar técnica de combate alguna. Solo lanzaba zarpazos a la cabeza, quería acabar rápidamente con todo. Para Sesshoumaru, era evidente que ella estaba sufriendo. Pero aquella prueba no era ni más compasiva ni menos dolorosa que las que había utilizado su padre para él y para Inuyasha. Sesshoumaru trató de no sentirse un monstruo, pero no podía evitarlo. Quería saltar en medio de la contienda y hacer que todo acabara antes de empezar… pero se esforzó para contenerse.

    Akyoushi, por su parte, observaba paralizado desde el balcón. Su verdadero deseo era saltar y detener la pelea… pero ésta había sido incitada por su padre y él no le dejaba saltar. Intentó prepararse mentalmente, puesto que era posible que tuviera que matar al vencedor. Y así, solo quedaría un candidato a líder. Aunque la idea era espantosa, tembló de gozo y se odió. La conexión telepática con su hermana le hizo sentir que ella también estaba confundida y también estaba sufriendo.

    —¡Basta, Kanta! —gritó ella, utilizando una explosión de poder a la vez que lo golpeaba y lo hizo caer contra un muro, abriendo así un hueco.

    Kanta quedó enterrado debajo de polvo y escombros, aturdido y adolorido. Mientras intentaba levantarse. Sana apareció y lo hizo volar a veinte metros, golpeándolo contra el suelo con tanta fuerza que abrió otro hueco. Se paró junto a él y dudó.

    —Mátalo —volvió a ordenarle Sesshoumaru.

    Aturdida, ella levantó la garra.

    La sangre se esparció por doquier y el cabello de Kanta se extendió en el suelo cual abanico de seda plateada. Sana, aturdida por lo que acababa de hacer, tembló, las piernas le flaquearon y cayó de rodillas junto al cuerpo de su primo…

    Ya. Ahora, Akyoushi estaba oficialmente asustado. Sus ojos se abrieron como platos y empalideció notablemente.

    —Shiroihana —Sesshoumaru nunca antes la había llamado por su nombre.

    Ella volteó el rostro.

    —Shiroihana, ¿Qué has hecho?

    Ella se desconcertó.
    —He matado a Kanta. He cumplido su orden, padre.

    —Me obedeciste sin vacilar.

    Ella asintió.

    —Akyoushi —pronunció Sesshoumaru con fuerza y el muchacho le miró horrorizado—. Prepárate. Cuando yo me haya ido, tú serás mi sucesor.

    Sana gritó escandalizada. ¡El liderato era de ella! ¡Era para ella! ¡El Clan era de ella! ¡Las Tierras del Oeste eran de ella! ¡De nadie más!

    Sesshoumaru la miró con severidad y ella se empequeñeció, sintiendo aquello.
    —Antepusiste una orden a la vida de Kanta —reprochó con su voz serena y fue como si le lanzara mil pedradas.

    —¡Noooo! —gritó ella al borde de un ataque de histeria, mientras se jalaba de los cabellos y se arrojaba al suelo— ¡No! —no sabía si gritaba por su orgullo perdido o por haber hecho pedazos a su primo.

    Comenzó a llorar abiertamente, convertida en un ovillo junto a Kanta. Su corazón le había dicho todo el tiempo lo que debía hacer, pero ella deliberadamente lo había ignorado. Y ahora, le faltarían días para sufrir las consecuencias.

    —Quédate ahí a pensar lo que hiciste —Sesshoumaru pareció olvidarse completamente de ella y se dirigió de lleno a Akyoushi, mirándolo con cierto… ¿afecto?—. Tú no me obedeciste, supiste hacer lo correcto. Vamos —y se acercó a él.

    Pero el príncipe no le oía, puesto que seguía paralizado.

    La princesa, confundida y bañada en la sangre de Kanta y en sus propias lágrimas, se puso de pie con dificultad, subió hasta el palco y caminó hacia Akyoushi, con una mano extendida para llegar hasta él a tientas y poder acariciarlo. Pronunció su nombre. Pero él se hizo hacia atrás en el acto y puso gran distancia.
    —¿Qué hiciste? —le tembló por primera vez la voz—. Asesinaste a Kanta.

    —Akyoushi, yo…

    —¿Y después qué? ¿Sigo yo? —francamente gritaba. De un salto, puso entre ellos la distancia de medio palacio.

    —¿Akyoushi, a dónde vas? —le reprendió Sesshoumaru al verle cerca de la puerta principal.

    —Lejos de aquí. Iré a la aldea de Inuyasha —miró a Sana— ¡y le contare lo que le hiciste a su hijo! —dicho esto, levantó vuelo y se alejó del palacio hasta que los habitantes de la Casa lo perdieron de vista. No pudieron detenerlo.

    —Padre —suplicó Sana—. Padre, deténgalo.

    Sesshoumaru se quedó mirando hacia el sitio por donde su hijo había desaparecido, pero no se movió del lugar, sin importar cuánto le gritara Sana.
    —Regresará —y la miró consternado—. Está huyendo de ti, de su propia hermana. Es culpa tuya que se ha marchado. Quédate aquí junto a Kanta y piénsalo.

    Ella se quedó sentada y en silencio junto al cadáver, con los ojos perdidos en la nada y el miedo a que su hermano nunca regresara… por su culpa. Ahora también lo perdería a él.
    Sesshoumaru la miró una vez más y luego subió las escaleras y cruzó por los pasillos que lo llevaban a sus dependencias. Desde lo alto, se quedo mirando a Sana sufrir y se vio a sí mismo… cuando había sentido que perdía para siempre a Rin.
    Tal vez, no todo estaba perdido, pero Sana necesitaba entenderlo sola para pode comprenderlo y aprender de su error. Ella vivía encerrada, temiendo a la prueba, sin sospechar que a lo único que debía temer era a sí misma.
    Desde lo alto, él se lo explicó en silencio y la sombra de su honorable padre se acercó a observar.

    Akyoushi estaba asustado, confundido y horrorizado. Jamás había pensado que su hermana fuera capaz de hacer algo tan horrible, realmente temía mucho ser el siguiente, ella era capaz de hacer cualquier cosa por poder. Y Akyoushi acababa de darse cuenta, de un golpazo, que el poder no era lo verdaderamente importante, que el poder en sí era algo muy vacío y oscuro. No tenía el valor de regresar, ni aunque su padre hubiera declarado que él reemplazaría a su hermana —su sueño hecho realidad, ahora insignificante—. Tampoco tenía el valor de ir hasta Inuyasha y contarle la verdad, por eso le había mentido. Tampoco esperaba que Inuyasha con sus humanos lo encontraran a él, antes que él a ellos. Su mente no estaba lista para afrontar el shock que suponía aceptar la verdad.
    Que lo llamaran cobarde, pero lo que su hermana había hecho no tenía nombre y no podían culparlo por sentirse como se sentía. Su padre tenía que entenderlo.
    Si quería escapar, sabía que tenía que hacerlo pronto. Si su padre reaccionaba, llegaría a buscarlo a la aldea y solo Dios sabía lo que podría acontecer. Escapar de Inuyasha no sería difícil. Lo difícil sería esconderse. No pensó en regresar a la aldea. Se puso de pie y corrió bosque adentro, dispuesto a alejarse tanto como podía, directo hacia el Este.
     
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    InunoTaisho

    InunoTaisho Orientador del Mes Orientador

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    Amiga, me dejas sorprendida e intrigada por el giro que le vayas a dar a tu historia... eres poco convencinal jajaja . Yo he pensado muchas cosas con respecto a la descendencia de Inuyasha, y por supuesto la de Sesshomaru, de hecho lo plasmo en "Pasado mañana" aunque mis espectativas no son tan... tétricas, jajaja. Pero ese es tu estilo característico y te felicito. Así que la hija mayor de Sesshomaru es de Rin y el menor de otra yokai... casi como InunoTaisho, con dos mujeres jajaja; a ver como sacas esta trama tan intensa, pues me imagino que no matas en realidad al hijo de Inuyasha, y los dos vástagos de Sesshomaru entenderán que hay cosas mucho mas importantes que el poder o el honor... y saber enfrentar sus miedos y temores.Y Rin... pues tenia que dejar de ser humana para estar siempre con su señor, que pena que no puede decir que es la mas querida, su posición se lo impide. Sigue adelante y ya veremos como va todo. Sayonara y gracias por invitarme
     
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    Asurama

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    Sí, hola, querida amiga, sé que esta parte es un poco tétrica, pero aunque eso es parte de mi estilo, esta historia es considerablemente más suave que CS. Pero como todo en la vida tiene algún propósito, descubrirás que situaciones extremas nos llevan a tomar medidas extremas. Después de todo, el piadoso Inu no Taishou no presionaría sólo porque sí a sus hijos.
    En este caso, no precisamente se trata del poder, ese tema podemos dejarlo aparte, puesto que pronto mostraré cómo lo ven los youkai, por cierto, esto es sólo el comienzo de algo poco usual…

    La búsqueda

    Estaba aprendiendo que la vida tenía un valor que no podía cambiarse con nada y tampoco podía recuperarse.
    Varias veces se había dormido y despertado. Las pesadillas de su primo degollado en medio de un charco de sangre eran espantosas, por eso intentaba mantenerse despierta a como diera lugar. Sus ojos se habían secado de tanto llorar. Tal vez estuvo días enteros allí, había perdido por completo la noción del tiempo. Ya ni siquiera sabía quién era, solo sabía que era una basura y que su hermano estaba huyendo por su culpa. Las imágenes de sangre eran mucho más dolorosas que cien golpes. La verdadera batalla había empezado en su interior luego de la violenta muerte de Kanta.
    Cuando creía que iba a enloquecer, levantó la cabeza y sintió a su padre frente a ella. Era como si le exigiera, en silencio, que se levantara y aprendiera de sus errores.

    Entró apresurado en la cabaña y buscó. El olor de Akyoushi aún estaba impregnado en el futón de Kanta. Sin embargo, era obvio que el chico no estaba allí. Inuyasha chistó, salió corriendo y fue a buscar a Kagome, quien estaba secando unas hierbas sobre un lienzo.

    —¿Inuyasha? —levantó a vista algo confundida. Había regresado muy pronto.

    —¿Dónde está Akyoushi? —preguntó él, algo inquieto.

    —¿No está en la cabaña?

    El hanyou negó rotundamente y Kagome se quedó por unos instantes sin aire.
    —Ay, no, no me dirás que se ha vuelto a escapar.

    —Tenemos que encontrarlo rápido, él no tiene aprecio por los seres humanos, no le importará nada seguir masacrando aldeas.

    —Les avisaré a los otros —propuso Kagome.

    —No, déjalo, lo haré yo —dijo Inuyasha al tiempo que saltaba en dirección a la casa de Sango y Miroku.

    Les explicó en seguida que Akyoushi no había regresado luego de trabajar. Una de las hijas de Sango le contó entonces que se la había encontrado cuando regresaba desde el bosque a la aldea. La muchacha no sabía que el motivo de llevarlo a la aldea era retenerlo, así que propuso ir a buscarlo. En efecto, todos salieron en diferentes direcciones, dispuestos a encontrarlo e intentar traerlo de regreso.
    Inuyasha y Kagome fueron en dirección al bosque, tan pronto como Inuyasha pudo captar su olor. El olor de Akyoushi seguía un sendero del bosque, pero se desvanecía cerca del pozo come-huesos.

    —Ese chico es más listo de lo que pensé —reconoció Inuyasha.

    Estaba seguro de que el joven inuyoukai había hecho ese sendero del bosque con la intención de despistarlos y luego, había levantado vuelo o había seguido su camino por una corriente de agua. El agua desvanecía olores con facilidad, sin importar qué tan fuertes pudieran ser las esencias de las criaturas. Para empeorar las cosas, momentos más tarde comenzó a llover.

    Inuyasha, Kagome, Sango, Miroku y los hijos de éstos se reunieron en un claro del bosque, luego de haber buscado hasta bien entrada la noche y sin tener resultados.

    —Es como si se lo hubiera tragado la tierra —comentó Miroku, exhausto después de mucho caminar. Ya no era tan fuerte como cuando era joven y reconocía que necesitaría de la ayuda de criaturas sobrenaturales si querían hallar al chico… antes de que se produjera otra masacre.

    Kagome había tenido oportunidad de entablar conversación con Akyoushi. Fuera del territorio de su padre, el muchacho era bastante impulsivo y en seguida gruñía o enseñaba sus colmillos, muy “pequeños” comparados con los de Sesshoumaru o de Inuyasha. No gustaba de hablar y no terminaba de comprender a los seres humanos. No soportaba su comida, ni su olor y tendía a alejarse de ellos o a querer dejarlos inconscientes. Su pensamiento era por demás salvaje debido que, al encontrarse fuera de casa y lejos de papá, se sentía vulnerable y asustado… y un inuyoukai asustado era un punto en contra de la humanidad. Kagome rememoró las primeras veces que Inuyasha había perdido el control y se había dejado dominar por su sangre de Youkai. Con eso había llegado incluso a asustar al mismísimo Sesshoumaru.
    Si bien había posibilidades casi nulas de que un youkai puro se perdiera a sí mismo, sí había muchas posibilidades de que atacara por instinto. Los youkai criados de un modo tan salvaje no solo eran impredecibles, sino que no sentían nada de culpa.

    Kagome se lamentó, ni siquiera el haberse criado con Rin lo había hecho “manso”. Akyoushi, en efecto, no comía carne humana… pero mataba peor que Sesshoumaru. El orgulloso daiyoukai parecía no haberse tomado siquiera la molestia de enseñarle un estilo de lucha adecuado. No estaba muy segura de querer que su Kanta aprendiera de Sesshoumaru ¿Qué le enseñaría? ¿Cómo lo tratarían? ¿Estaría bien? ¿Cómo sería al regresar? Su corazón se acongojaba y se sentía extremadamente preocupada. Ni siquiera haber ido a verlo la tranquilizaba. Su hijo se veía demacrado, Sesshoumaru seguía siendo bastante cruel respecto de su trato con los hanyou. Pudiera que no lo odiara, pero tampoco le daba un lugar de individuo, como si quisiera robarle su identidad. Además, por lo poco que había hablado con el hijo, había descubierto que Sesshoumaru fomentaba el rechazo fuerte a toda criatura que no fuera youkai. La educación entre youkais era algo elitista y cruel.

    No era de extrañarse que el mismo príncipe hubiera huido.

    Pero ahora tenían que encontrarlo, y rápido. Habían salido de inmediato, en plena tormenta, empapados y muertos de frío. No llevaban consigo ninguna muda de ropa más que lo puesto y no llevaban ni dinero ni comida. A ese paso, Inuyasha tendría que cazar algún jabalí salvaje para almorzarlo. Poro a poco, la oscuridad de la noche fue dando paso a la claridad de la mañana. Había dejado de llover y las nubes iban dispersándose lentamente. Estaban todos cansados, luego de caminar durante toda la noche.
    Pronto, fueron acercándose a una aldea. Pensaban bajar, descansar y comer algo, pero se encontraron con la horrible sorpresa de que estaban todos masacrados. Por un lado estaba muy mal, pero por otro lado, habían conseguido encontrar la pista de Akyoushi, y eso era bueno. No podían detenerse en ese instante, así que, como estaban, siguieron viajando a la espera de encontrarlo antes de que llegara a la próxima aldea. Lamentablemente, debido a la lluvia, no podían saber qué dirección había tomado el chico. La lluvia jugaba en contra del excelente olfato de Inuyasha.

    Los hijos de Sango, cansados, comenzaban a pedir un milagro…

    …cuando una bola de fuego cayó en medio del grupo.

    —¡Hola, chicos! —saludó animado un youkai de pelo castaño claro.

    —¿Shippou? —inquirieron algo confundidos.

    Inuyasha, metido en sus propias preocupaciones, ni siquiera había sentido su olor.

    Shippou pasaba la mayor parte de su tiempo en las montañas, entrenando para pasar las pruebas del kitsune. Tenía gran habilidad para subirse de rango luego de unas cuantas peleas. Pero claro, las pruebas del kitsune solo consistían en crear trucos y engaños, no pedían que asesinaras o vieras morir a un ser querido, ni requerían que entregaras tu sangre para demostrar que habías crecido. Y la variedad de rango era mucha.

    El joven Kitsune miró en todas direcciones, mientras silbaba de forma grave.
    —Qué terrible lo que ha pasado aquí. Todas esas personas fueron atacadas desprevenidas y desmembradas —negó con la cabeza mientras revisaba las quemaduras que acompañaban a los cortes. Era youdoku de inuyoukai—. Había escuchado rumores de que un youkai resplandeciente como la plata estaba merodeando por las aldeas humanas y atacando de manera terrible a todo el mundo… pero no esperaba que Sesshoumaru hiciera algo así.

    Kagome negó con la cabeza.
    —No es Sesshoumaru el que está atacando las aldeas. Se trata de su hijo.

    —Vaya —el kitsune se incorporó y la miró—. ¿Tiene un hijo ése?

    —Tiene dos, de hecho —le corrigió Sango.

    Shippou no conocía a los hijos de Sesshoumaru porque, en las pocas oportunidades que ellos habían tenido de verlos, Shippou no estaba presente. De hecho, ni ellos mismos habían tenido la posibilidad de conocerlos a fondo. A la chica jamás la habían visto.
    —Es como si ustedes supieran lo que ha estado pasando por aquí —a cada instante estaba más confundido.

    Miroku asintió y se le acercó.
    —El pequeño hijo de Sesshoumaru ha escapado de las Tierras del Oeste y ha venido aquí. No sabe sobrevivir en la espesura, ni tampoco sabe pelear. Cada vez que se acerca a una aldea humana, ataca de esta manera.

    —¿Y por qué ha escapado de casa? —preguntó Shippou.

    —Lo ignoramos —le respondió tranquilamente Miroku—. No nos ha querido decir nada.

    —Lo encontramos mientras había invadido una aldea —le explicó Sango—. Peleamos entre todos, conseguimos reducirlo y le ofrecimos quedarse en nuestra aldea a cambio de que no volviera a atacar.

    —Al parecer, no le ha gustado la idea.

    —Seguramente, pensó que lo llevaríamos con su padre y por eso escapó anoche—concluyó Kagome.

    Ellos estaban seguros de que él huía de su padre, basándose en las horribles reacciones que había tenido Sesshoumaru cuando sus mentores habían comenzado a probarlos en contra de sus voluntades.

    —El agua borró su rastro, no pude encontrarlo —admitió Inuyasha, fastidiado.

    —¿Puedo ayudarlos en algo?

    —¿Puedes buscarlo? —pidieron todos, en coro.

    —¿Cómo es el chico?

    —Es más alto que Inuyasha —le explicó Kagome—. Y se parece mucho a Sesshoumaru, salvo por unos ojos de gato.

    Shippou no pudo evitar reírse.
    —¿Qué dices? ¿Que el mocoso tiene ojos de gato?

    —Oye, esto es en serio —le gritó Inuyasha al tiempo que lo golpeaba en la cabeza para hacerlo entrar en razón.

    —Está bien, busquemos rápido —y saltó, envuelto por una bola de fuego azul.

    Creía que encontrar a un inuyoukai parecido a Sesshoumaru no sería nada difícil, sin embargo, antes de que desapareciera de su vista, Kagome le gritó, haciendo una bocina con las manos. Le advirtió que Akyoushi era escurridizo como un reptil.

    Comenzaron a correr nuevamente.

    El olor de la sangre y el barro se mezclaba en el aire, impidiendo percibir nada más. Inuyasha tuvo oportunidad de recordar a su fallecida Kikyou. En momentos como éste era cuando sentía que realmente la necesitaba. Eso no significaba que no quisiera a Kagome. El amor hacia Kagome era muy real, pero no era posible compararlo, por ser diferente y por haberse forjado estando ellos siempre juntos, en el día a día.
    Él sólo había dejado de huir de sí mismo y de lo que era cuando aprendió que debía proteger a los otros y enfrentar las dificultades aún cuando no pudiera. Entonces, había dejado de importarle su propia integridad, en tanto la vida de sus protegidos prevaleciera. Y creía que su hermano veía de un modo más o menos similar.
    Tal vez, aunque fuera un youkai puro, el pequeño hijo de Sesshoumaru necesitaba eso.

    La búsqueda se fue prolongando hacia el Este —si estaba huyendo de Sesshoumaru, no iría hacia el Oeste, donde él podría encontrarlo— y casi a mediodía, con el sol en lo alto, se reunieron nuevamente y debieron detenerse para comer. Inuyasha cazó algunas aves y otros animales salvajes para cocinarlos. Las mujeres se dedicaron a buscar algunos hongos y hierbas que pudieran comer también. Shippou ayudó en la cacería y dio muestras de abnegación al separar una ración muy pequeña para sí mismo. El hijo de Miroku lo copió.
    Cocinaron y comieron rápidamente, pues Inuyasha había encontrado que, a no muchas leguas de allí, había unas cuantas aldeas contiguas. Esperaba —rogaba— que Akyoushi no llegara antes que ellos.

    —Ese mocoso de mierda. No sabe cazar y se mete a las aldeas para robar el ganado y las gallinas.

    —¿No son más numerosos los seres humanos? —preguntó una de las hijas de Sango.

    —Rin vive con ellos —le recordó Kagome—. Nació como humana. Para él, comer humanos debe ser tan terrible como comer carne de inuyoukai.

    —Pero mata sin asco —agregó la otra gemela, consternada.

    Todos fueron víctimas de la misma confusión.

    —¿Y cómo es que Sesshoumaru tuvo un hijo problemático —preguntó Shippou, mientras intentaba imaginárselo, con la mirada perdida—. En primer lugar, me sorprende incluso que haya tenido un hijo. Con ese carácter podrido es difícil creer que alguna mujer lo haya aceptado —y trató de imaginárselo manteniendo coito con alguna hembra—. Salvo que fuera Rin ¿no? Cosa que también dudo.

    Inuyasha, desubicado como siempre, jugueteó con su trozo de carne.

    —Algunas teorías dicen que Sesshoumaru se pasó de copas en alguna fiesta y luego se arrepintió.

    Kagome le dio un golpe con el codo, debido a que no le parecía un buen momento para hacer bromas de esa clase.

    —Otras teorías —prosiguió Inuyasha— dicen que le tenía tanta aversión a su hija que, como un reemplazo, decidió tener a este monstruito.

    —Una teoría menos aceptada, opina que lo que Sesshoumaru quería hacer era repetir en su propia descendencia la historia que hubo entre ustedes dos, Inuyasha —agregó Miroku con cierto aire de seriedad.

    —¡Keh! Es un idiota.

    Shippou, en silencio, recopilaba y analizaba toda la información que estaba recibiendo. Como fuera, el “Sesshoumaru en miniatura” era una plaga, como en sus tiempos había sido el propio Sesshoumaru. La diferencia era que Sesshoumaru se mantenía lo más alejado que podía de las aldeas humanas y núcleos poblados, luego de que las guerras esparcieran a la gente por el campo abierto, anterior territorio solo perteneciente a youkais.
    El vastaguito, en cambio, se metía en cualquier lado como si estuviera en su casa y no le importaba nada, ni la vida de los humanos que allí habitaban. Espantoso.

    Todos volvieron a suspirar, comieron en silencio y rápidamente, apagaron el fuego y siguieron con la búsqueda. Se dividieron en dos grupos bien proporcionados para ir a cada aldea y así poder detener al mocoso.
    Sin embargo, Akyoushi no apareció, ni siquiera al caer la noche.
    Inuyasha vio con espanto cómo, poco a poco, la luna iba menguando.
    Pasaría un mes más. Sinceramente, conociendo a Sesshoumaru, no creía que éste dejara que un hijo suyo vagara libremente por más de un mes y que causara alboroto por medio país. De seguro, era demasiado para la honra de un príncipe.
    Cuando la media noche se fue acercando y, al notar que el youkai no aparecía, ellos se replantearon qué había hecho mal en su búsqueda. El chico no iba a ir hacia el Norte —había nacido en las montañas—, ni tampoco al Oeste. Debían, entonces, dirigirse bien a las montañas del Este o a la región del Fuego.

    —No se lo puede tragar la tierra —soltó Inuyasha con impaciencia—, en algún lugar tiene que aparecer.

    —Tal vez nos equivocamos y esté a campo abierto —le sugirió Shippou—. A los perros les gustan los bosques ¿no?

    —No hay bosques por aquí, tan solo planicies —le recordó Miroku—. Los inuyoukai son tan blancos que, en la noche, resplandecen como la plata. Es por eso que tienen que buscar lugares llenos de sombras para poder ocultarse. No sobrevivirá a campo abierto, no tendrá en dónde ocultarse.

    Ya se habían dado cuenta de que el chico era temeroso, inseguro. A diferencia de Sesshoumaru, no sabía ocultarlo.

    —Entonces, si es así, lo encontraremos más rápido —propuso Inuyasha, al tiempo que daba un gran salto para salir de la aldea.

    Shippou tomó una forma gigante para cargarlos a todos en sus espaldas y sacarlos de allí, siguiendo a Inuyasha. Pronto, comenzó a sentir peste a perro, así que creyó que tendrían suerte esta vez. Fueron siguiendo el olor, hasta llegar a la entrada del único pequeño bosque que parecía haber.

    —¿Qué haces aquí? —preguntó una voz sin tono.

    De entre las sombras, el youkai asomó y los miró sorprendido. Detrás de él, apareció el dragón de dos cabezas, cargando a quien parecía una muchacha, completamente cubierta con una capa, de modo que no se distinguía tan siquiera una parte de su cuerpo o su rostro. Al otro lado, apareció una youkai pequeña, vestida de azul, con un larguísimo cabello blanco atado con un pañuelo rojo.

    Kagome miró a la mujer sentada sobre el dragón.
    —¿Rin? —indagó.

    Ella movió la cabeza y su risa fuerte hizo eco en la profunda noche. Sin embargo, no se quitó la capa que ocultaba su real apariencia. Kagome lamentaba que ella no quisiera mostrarle su rostro.

    El youkai los miró.
    —No pareces sorprendido de verme.

    Inuyasha negó con la cabeza.
    —No lo estoy.

    —Eso significa que te has cruzado con Akyoushi.

    —Lo encontramos en una aldea y nos lo llevamos con nosotros —le explicó Kagome.

    —¿Y en dónde está?

    Inuyasha y el grupo se miraron unos a otros.

    Él no podía creer la incompetencia de esos humanos.
    —Y son tan idiotas que lo dejaron escapar —les recriminó.

    —Cállate, no estás en posición de regañarnos —le dijo Inuyasha—. En primer lugar, tú le dejaste marchar, no nos arrojes a nosotros culpas que son solo tuyas.

    —No son solo mías.

    La pequeña youkai a sus espaldas se hizo varios pasos hacia atrás, como queriendo ocultarse nuevamente en la espesura.

    —Es como culpar a Inu no Taishou de la resurrección de sus ocho mil enemigos y de las nefastas consecuencias de ello —se excusó el inuyoukai.

    Inuyasha escupió, pero sabía que Sesshoumaru tenía razón.
    —¿Y se puede saber por qué no viniste a buscarlo antes?

    —Estaba dándole tiempo, a ver si regresaba por sí mismo. No me interesan los desertores. Y no admito excusa alguna. Pero ya que no tiene intenciones de regresar, me lo llevaré a la fuerza —hacerle eso iba en contra de sus principios, pero no tenía otra opción—. A diferencia de tu incompetencia, acabo de encontrarlo y venía siguiéndolo, hasta que me crucé con tu peste, tan parecida a la de tu hijo.

    Inuyasha se sorprendió al ver salir a Kanta de detrás del grupo y quedó aún más sorprendido cuando él corrió hacia ellos y abrazó a Kagome.
    Sesshoumaru hizo un claro gesto de asco, pero no se sorprendió de las reacciones del grupo, creyéndolos conocedores de la situación que aquejaba al Clan.
    Sin importarle lo que pasaba, levantó vuelo en dirección al olor de Akyoushi y fue seguido de cerca por Sana y por Ah-Un. De todos modos, le molestó que Inuyasha y el grupo saliera a toda prisa detrás de ellos. Quería hablar a solas con el chico, pero no tendría oportunidad.
     
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    InunoTaisho

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    Bien amiga, me atrapaste un poco pero no he cambiado de opinion respecto a tu estilo macabro jajajaja felicidades sempai. El capitulo estuvo bien, me imagine que revivirias al hijo de inuyasha y lo regresarias con su padre...y por lo visto han pasado años pues los hijos de nuestros amigos son ya mayores. Ahora lo importante es detener al muchacho y explicarle todo... veremos que ocurre. Por cierto, tiene ojos de gato pues de quien es hijo??? de una de las pantera??? me intrigas y si, Sesshomaru perdido bajo los efectos de alguna bebida embriagante... solo asi pudo haber cometido semejante atrocidad y engañar a Rin... Sayonara
     
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    Asurama

    Asurama Usuario popular

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    En realidad, la "atrocidad", se explica bastante bien cómo fue que la cometió en el capítulo "la youkai". Y vaya que eres intuitiva, de hecho estás en lo cierto, Akyoushi es hijo de una pantera que vive en las montañas.
    Las edades respectivas en el orden, son:
    Kanta 19
    Sana 15
    Akyoushi 14

    Una reunión

    Mientras viajaban a toda prisa, siguiendo el infalible olfato de Sesshoumaru, el grupo no pudo evitar mirar a Rin.
    Era difícil creer que esa chica del corazón tan cálido realmente hubiera cambiado y se hubiera convertido en un youkai.
    Recordaron la primera vez que fueron espectadores de aquel prodigio.
    Se hallaban tranquilamente en la aldea, como siempre, cuando llegó un mensaje, traído por una horda de youkai. Habían recibido un recado de Sesshoumaru, en el que les informaban que habían tendido una emboscada.
    Un youkai enemigo de Sesshoumaru le había tendido una trampa a éste, haciéndolo alejarse de la Casa, la cual fue inmediatamente invadida. Muchos murieron. Los que estaban en la Casa, incluida Rin, intentaron huir hacia el mar, pero no pudieron hacerlo. Con mucha dificultad, los sirvientes consiguieron reducir a los youkai enemigos que los habían atacado, pero Rin había quedado contaminada por la energía del youkai y había caído inconsciente. A pesar de que habían tratado de limpiarla, no consiguieron hacerlo adecuadamente. Aún estaban buscando medicinas, médicos, hechiceros, cualquiera que pudiera hacer algo por ella y confiaban en la fuerza de Kagome. No había otras alternativas, puesto que Rin estaba agonizando.

    Kagome no lo pensó ni un segundo, no había tiempo que perder.

    Todos juntos partieron en el acto, pero cuando llegaron, un día después, los golpeó el rumor de que Rin había muerto. Las banderas a media asta lo confirmaron. Cuando iban a entrar al campo de energía que rodeaba el Palacio del Clan, un youkai salió a enfrentarlos, impidiéndoles el paso. Llevaba una capa que le cubría todo el cuerpo y también una máscara. Inuyasha peleó con el youkai y lo derribó, rasgando la capa y rompiendo la máscara.
    El youkai se levantó y se cubrió la cara con ambas manos.

    —Mi rostro —gritó con una voz ronca.

    Cuando el negro cabello cayó a un lado, ellos sintieron escalofríos.
    Esa fue la primera y la última vez que vieron el rostro pálido de Rin, completamente diferente a como era antes.
    Rin no volvió a mostrarles su rostro, porque sabía la sensación que les provocaba. Quería que ellos la recordaran como era antes de morir, ese era el rostro que ellos debían conocer.
    Los únicos que veían el rostro de Rin eran Sesshoumaru y sus dos hijos. Y los tres la idolatraban.

    Ella giró la cabeza y los miró a través de la máscara.

    —¡Por qué viniste esta vez? —preguntó Inuyasha de un modo algo brusco, sintiéndose incómodo.

    —El príncipe debe estar asustado —contestó ella con la voz dulce que siempre había tenido—, he venido para interceder e intentar convencerlo de regresar, porque tal vez no quiera escuchar al amo.

    Sesshoumaru miró por sobre el hombro y gruñó.

    —¿Y no pueden llevarlo a la fuerza? —sugirió Shippou.

    —Eso haré si no piensa escuchar a Rin —al escuchar las palabras de Sesshoumaru, Sana y Kanta temblaron a sus espaldas. Rin no pareció molestarse por ello.

    Inuyasha lo pensó. Debía de ser muy feo que tu hijo se te escapara de casa a mitad de la noche, sin siquiera decir a donde iba y, además, hacía travesuras por doquier. Travesuras con resultados nefastos. Esta vez, tenía que darle la razón a su hermano. Si no podían convencer al mocoso con palabras, habría que hacer uso de la fuerza bruta, es decir, darle unos golpes. Pero para reducir a un espíritu canino, raza poderosa si las había, se necesitaba de otro con mayor fuerza y, en lo posible, muy temido. El problema radicaba en que Akyoushi parecía estar huyendo precisamente de eso.

    Sesshoumaru esperaba tan sólo que no cruzara el mar. Si lo perdía del otro lado del mar, tendría suerte en encontrarlo… o lo perdería para siempre. Hacía mucho tiempo desde que había renunciado a la idea de perder a alguien por mera estupidez. El miedo de Akyoushi había sido más grande que su responsabilidad —y Akyoushi era realmente responsable cuando se lo proponía—.

    Rin, conociendo las vicisitudes por las que había pasado su amo cuando aún estaba creciendo, le había rogado que fuera razonable y que no recurriera al escarmiento ni a la fuerza bruta para hacer cumplir su voluntad para con el niño. Él era inteligente y ella estaba segura de que podría ser convencido con palabras.

    —Muy bien, lo intentaremos a tu modo —se rindió Sesshoumaru después de una discusión.

    Y allí estaban, sobrevolando una aldea, donde el olor de Akyoushi se percibía por doquier.

    Durante todo el camino de viaje, ella había tenido oportunidad de observar las espantosas muertes ocasionadas por el príncipe a su paso. Sabía que tenía que detenerlo, aún conservaba amor por su raza de origen, ella había perdido a su familia sin ningún motivo, no podía permitir que alguien siguiera destrozando familias de aquella manera, ni siquiera un descendiente de Sesshoumaru. Si sus palabras no funcionaban, ella misma estaba dispuesta a recurrir a la fuerza, aunque no fuera uno de sus métodos preferidos.
    Es que Rin no era “débil”. Cuando humana, había tenido oportunidad de aprender de sus tutores diferentes tipos de artes de pelea, que en alguna ocasión le habían salvado la vida. Ya con su nueva naturaleza, no había tenido necesidad de incurrir en muchas peleas, pero tampoco se dejaba amedrentar por un youkai que solo pareciera más grande. Bien por Sango, bien por Miroku, bien por Kohaku, bien por Kagome, bien por Inuyasha. Les sonrió sin que ellos se dieran por enterados.
    Cuando pudieron ver a Akyoushi, Rin jaló las riendas de Ah y Un, obligándoles a bajar, pero Sesshoumaru se puso en medio, indicando con la mirada que esperaran allí ocultos. Todos permanecieron bien escondidos por la saliente del barranco y abajo, podían ver la aldea.

    Los aldeanos, en efecto, se habían reunido cuando sintieron la extraña presencia y no tardaron nada en rodearlo y lanzársele encima.

    Inuyasha no aguantó e iba a saltar, pero Sesshoumaru lo derribó al suelo de un puñetazo.

    —No te muevas —le ordenó con un grito ronco.

    Y todos miraron hacia abajo.

    Akyoushi saltó con insospechada velocidad y, quedando sobre las cabezas de sus “atacantes”, lanzó un ataque de garra que los convirtió a todos en rodajas.

    Las mujeres del grupo no pudieron hacer más que cubrirse la boca para no gritar su horror. Inuyasha se puso a gritar un montón de palabrotas, pero Sesshoumaru le apuntó con la espada, así callándolo. Luego, miró a Rin, como indicándole que ya podía bajar. Ella no esperó ni un segundo. Tomó aire, se quitó la capa y la máscara que llevaba y trató de poner una expresión que no denotara su espanto. Si quería transmitirle tranquilidad, tenía que aparentarla primero.
    Ah-Un aterrizó a pocos centímetros de Akyoushi y él giró sorprendido.

    ¿Cómo no había sentido antes la presencia de Rin? ¿Habría ella visto lo que él acababa de hacer? De todos modos, los cadáveres eran evidentes y el olor de la sangre lo infestaba todo. Rin parecía una diosa, con esa cara neutral que no mostraba ni desagrado ni complacencia. Su hieratismo le atrajo en el acto.

    —¿Rin? ¿Qué haces tan lejos de casa?

    —He venido a buscarte. Tu padre te necesita, quiere verte, necesita que regreses.

    —Tiene a mi hermana, no me necesita.

    —Tu hermana quiere verte también. Tú y ella son únicos e irreemplazables y ambos tienen un lugar en las Tierras de Occidente. Has estado lejos de ellas por demasiado tiempo y has visto otras cosas, pero es hora de regresar —todo lo decía con calma—. Tu lugar no es en estas tierras, debes entenderlo, no sabes cómo sobrevivir en ellas y causa muchos problemas a mucha gente. Un día podrás vivir sin necesidad de hacer esto, pero por ahora, debes regresar con tu padre.

    Él se burló en su cara.
    —¿Te ha enviado él para que intentaras convencerme de regresar?

    —No. He venido porque quiero y porque también necesito verte y también deseo que regreses.

    Eso era más de lo que él podía soportar. Más allá de todo, Rin lo quería y él no podía evitar el deseo hacerla feliz en la medida de lo posible. Miró a los cadáveres a su alrededor y pensó que ella no debía sentirse bien de ver a los suyos, a los humanos, así masacrados. Quería esconderlos, quería esconderse. No sabía cómo excusarse.

    —Yo… perdona.

    —No es necesario que te disculpes por nada —de todos modos, era algo tarde ya—. Ahora, regresemos a casa —y le tendió la mano.

    —No, no puedo hacerlo. Mi hermana es capaz de hacer cualquier cosa, no pienso tolerar eso. Tampoco puedo tolerar las horrorosas pruebas que impone mi padre, aún si han sido tradición de generaciones. No, no puedo.

    ¿Que no podía? ¡Esto ni siquiera había empezado! Rin lo lamentó.
    —Necesito que seas muy fuerte.

    Invariablemente, las cosas malas terminarían sucediendo… y era preferible que ocurrieran mientras ella y el Clan estaban para cuidarlos a él y a la hermana. Pero para eso, él debía volver.
    —Akyoushi, debes confiar. Tu padre no te lastimaría, ni dejaría que tu hermana ni nadie te hiciera daño.

    —Cómo me gustaría creerte.

    —Estarás a salvo en casa, nada malo volverá a suceder.

    El chico estaba más confundido que antes.
    —No me importa lo que digas. Si tengo que vivir huyendo de mi padre, lo haré.

    —¿Así que piensas huir de mí?

    Akyoushi se congeló.

    —¿Piensas huir y traicionar al Clan y todavía creer que eres mejor que tu hermana? Esto no es cuestión de si quieres regresar o no. Debes hacerlo, es urgente.

    Akyoushi volteó a verlo. Su padre salió de las sombras y, detrás de él, su hermana, Inuyasha con el grupo… ¿Y Kanta? ¿Estaba vivo?
    —¿Kanta? —gritó, creyendo que alucinaba— ¿Kanta, realmente eres tú? Estás vivo.

    —¿Qué significa eso? —preguntó Inuyasha con desconfianza.

    Sana dio un paso atrás. Eso significaba que Inuyasha aún no sabía nada, pero podía enterarse, ahora, en este mismo instante. La haría pedazos, aún cuando su honorable padre estuviera allí presente. Conocía los rumores, Inuyasha era tan fuerte como si se tratara de un verdadero Daiyoukai. Si era posible, palideció más.

    —Vas a regresar —exigió Sesshoumaru con una voz firme, que significaba claramente “solo sigue confiando y regresa”.

    Akyoushi, honrado, a pesar del susto, se postró en el suelo delante de su padre.
    —Chichi-ue.

    Tuvo que reconocer que tenían razón. Huir significaría enfrentarse a un mundo desconocido, peligroso e incierto, traicionar a Rin —atacando a los humanos—, traicionar a su padre, deshonrándolo, y traicionar al Clan por desertor. Por otra parte, huir sería inútil, ahora que su padre lo había encontrado.

    De todos modos, aún miraba a Sana con desconfianza y miedo… y se dio cuenta de que Kanta la miraba igual. Volver a confiar en ella le costaría muchísimo. Ante su sorpresa, ella también se postró y no dijo nada. Humillarse ante su hermano menor era su modo de disculparse por haberlo tratado de una manera tan terrible. También era el modo de disculparse ante Inuyasha y ante su preciado primo, aunque no hubiera forma de pagarle el error que había cometido. Los horribles sentimientos que todos le dedicaban ahora, era el precio a pagar. Ella no tenía excusas y no iba a defenderse tampoco.

    Akyoushi presenció la disculpa en silencio.
    Y la aceptó…

    Su padre, desde el lugar más alto que podía tener un daiyoukai, seguía observándolos.
    Y mientras en sus manos estuviera, no permitiría otro error.
     
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    La aldea de Inuyasha

    —El error fue mío, al creer que sería capaz de discernir, en vez de obedecer ciegamente —le confesó Sesshoumaru con altura, luego de que la docilidad de Akyoushi lo hubiera tranquilizado, pues llevaba días estando irritado y sin habla, como cada vez que alguna situación se salía de su control—. Creí que era ella como tú.

    Ella escuchó en silencio y así permaneció por un rato.
    —No hay dos criaturas iguales en este mundo. La verdad, es que siento culpa de no haberle transmitido valores que le permitieran proteger a personas importantes, en vez de sacrificarlas deliberadamente por otras causas —negó rotundamente con la cabeza—. Ese era mi deber, no de usted, admito mi culpa en el asunto, Sesshoumaru-sama.

    —¿Tu culpa? —se burló—. Un líder youkai que no sea capaz de dirigir a los suyos debe sentirse deshonrado. Nunca creí que diría esto, pero sería capaz de aceptar que Inuyasha me aplaste.

    —¿Qué tanto estarán hablando esos dos? —preguntó Shippou con intriga y curiosidad, desde atrás, puesto que venían observando cuidadosamente a Rin y Sesshoumaru.
    Convertido en youkai gigante, Shippou miró a los amigos que traía sobre su espalda.

    —Después de tanto tiempo, aún parecen llevarse bien y entenderse de maravilla —comentó Kagome, feliz, aunque Rin, ahora siendo un youkai, se negara a hablarle y mostrarle su rostro.

    —¡Keh! Esos dos son malditamente similares —escupió Inuyasha junto a su esposa—. Creí que Rin se cansaría de él al cabo de un tiempo, pero eligió aburrirse de él por los siglos de los siglos.

    Kagome le ladró, incapaz de creer que fuera capaz de echar abajo un momento perfecto. Inuyasha inoportuno como siempre.
    Kagome miró también a los hijos de Sesshoumaru. El pequeño se parecía especialmente a él, pero era evidentemente inseguro. Era fácil darse cuenta de que, a veces, se comportaba de un modo demasiado adulto para su edad. Por eso, por reprimirse, en otras ocasiones actuaba como un niño y de manera infantil. Se preguntó si Sesshoumaru era consciente del daño que le estaba haciendo… o si se daría cuenta tarde…
    La hermana mayor, por el contrario, parecía de piedra. Parecía como si fuera viejísima, a pesar de que tenía tan solo quince años.
    Como fuera, por la experiencia que tenía y por lo que había estudiado, estaba segura de que esos dos tenían grandes posibilidades de sufrir problemas de bipolaridad o también de personalidad múltiple —aunque en esa época aún no fueran conocidas tales definiciones—. A ese paso, no importaba cuánto Sesshoumaru los cuidara y los entrenara, ambos serían inadecuados para convertirse en líderes de Clan, mucho menos guardianes del Oeste. No era que apoyara los métodos prehistóricos y poco ortodoxos del anterior Inu no Taishou… pero Sesshoumaru ya se pasaba para el otro extremo.
    De todas maneras, si se ponía a discutir con él sobre métodos de crianza, tendrían un fuerte choque, como los que solían tener cuando eran disonantes en algún asunto. La acusación de Sesshoumaru sería sabida: que un ser humano no tenía por qué meterse en asuntos de youkai y que ella no tenía por qué involucrarse con su familia o cuestionar sus métodos. Después de todo, si había algo que a ese youkai le molestaba, era que le marcaran los errores. La única persona con la que milagrosamente parecía no discutir era con Rin.
    En realidad, eso no era una novedad, nadie solía tener diferencias cerca de ella, irradiaba un aura de armonía, aún teniendo una naturaleza diferente. Tal vez por ello, los hijos de Sesshoumaru la seguían sin chistar. Ella era casi como una madre para ellos.

    Bueno, en realidad, sí era madre de uno de ellos. A Sana podía engañársela, por ser ciega, pero todos los demás podían ver con claridad que su parecido con Rin, la Rin humana que ellos recordaban, era enorme. Sin embargo, su rostro jamás parecía ser adornado siquiera por una mísera sonrisa falsa. Aparentemente, ella no sabía que su madre era Rin —la llamaba “Rin”, igual que Akyoushi y Sesshoumaru— y aparentemente, a la misma Rin la idea no le molestaba.
    Aunque, como Rin escondía el rostro, jamás podría llegar a saber verdaderamente cómo se sentía ella al respecto. De todos modos, parecía tener una relación estrecha con los dos jóvenes inuyoukai…. y en realidad, tampoco eran ambos inuyoukai de gran pureza.

    Akyoushi parecía tenerle celos y envidia a su hermana, sin embargo, ya por miedo u obediencia, era dócil con ella. Esos dos hermanos no parecían tener el tipo de relación encendida, peligrosa y cortante que había entre Inuyasha y Sesshoumaru. Inuyasha se lo preguntó a Kanta y éste, en efecto, se halló respondiendo que la Casa de Oyakata-sama era, en verdad, muy pacífica y agradable. En efecto, la época maldita había quedado muy atrás.
    De todos modos, Inuyasha se preguntó si a su hijo no le habrían estado lavando el cerebro.

    Después de algún tiempo, todos arribaron a la aldea en la que vivía Inuyasha. Los youkai, incluido Shippou, no entraron a ella por la prohibición de la ley de no ensuciarse conectándose con seres humanos. Sesshoumaru era incapaz de creer que Akyoushi no se viera afectado de algún modo al haber pasado algún tiempo ahí, sobre todo con Inuyasha dándole vueltas alrededor. De todos modos, los rumores de la presencia de Akyoushi en la región habían sido fuertes, tanto así que ningún youkai se atrevió a acercársele siquiera, creyendo que él era tan fuerte como el Sesshoumaru Daiyoukai, aunque en realidad le faltara mucho para acercarse siquiera a ese nivel. Donde el chico se quedaba a dormir cada noche durante sus viajes, no había humanos vivos y ensuciarse con su sangre no parecía haberle afectado en lo más mínimo.

    Los instintos básicos de un inuyoukai variaban de un individuo a otro, lo mismo que la fuerza. Lo más débiles solían atacar núcleos habitados por seres humanos, los asesinaban, se los comían y utilizaban sus pieles para disfrazarse y dormían bajo los techos construidos por manos humanas. Los más fuertes, por contraposición, buscaban esconderse en las montañas y bosques, permanecían en las sombras, donde nadie fuera testigo del resplandor de su piel —generalmente blanca o plateada— y evitaban las contiendas con otros youkai y los encuentros con seres humanos.
    Toda su familia era de la “raza fuerte” y sin embargo, Akyoushi se había comportado como un perro de montaña cualquiera.
    Era de esperarse que Sesshoumaru se hallara inconforme con su comportamiento reciente y se lo hizo saber con una mirada dura inclemente. El primer impulso del chico fue esconderse, pero lo resistió.

    Akyoushi vio con desgano cómo su primo, el hanyou, entraba tranquilamente en la aldea y todos le abrían los brazos. El fuego de la cabaña se encendía y toda esa extraña familia se sentaba alrededor y contaban historias.
    Como el tiempo solía mostrarse justo, imparcial e inclemente, ahora era su turno de dormir en la intemperie y sentirse como un perro callejero. Se lo tomó con tranquilidad, puesto que, en el último tiempo, había tenido que adaptarse a unas situaciones adversas, todo por culpa de no conocer los territorios. Tan pronto como pudiera y, si su padre se lo permitía, entraría a Reconocimiento, escuadra encargada de vigilar las Tierras, recorriéndolas de extremo a extremo.

    Sesshoumaru, pese a que quería “otras cosas”, se vio obligado a compartir a Rin con sus dos hijos, así que se fueron los cuatro al abrigo de un árbol frondoso, que estaba en la entrada del bosque y muy cerca de la aldea.

    —Ay, mira eso, Inuyasha —animó Kagome, mientras espiaba la escena— ¿no se ven lindos?

    —Parecen una familia feliz, se burló Shippou, están todos juntos.

    —Pues eso está bien. Se supone que así ha de ser una familia —explicó Miroku—: siempre unidos.

    Inuyasha bufó y se mostró en desacuerdo.
    Todos fueron a sus respectivas cabañas y, cuando apagaron la hoguera, ya pasada la media noche, se prepararon para dormir.
    Kanta permaneció en vela.

    Antes de que despuntara el alba, estaban todos listos para comenzar el día. Solo Inuyasha y Kanta parecían tener mucha energía. Ambos eran hiperkinéticos y no se cansaban con facilidad. Por otra parte, Kanta ya se había acostumbrado tanto a los trabajos pesados del Palacio y al ritmo frenético, que estaba deseoso de comenzar con cualquier tarea y fue el primero en levantarse. Agradeció tener un futon mullido en el que recostarse y un techo bajo el cual dormir, también agradeció el desayuno que le preparó su madre —el primer desayuno en meses y meses—, aunque su estómago aún estuviera cerrado y no tuviera apetito.

    Kagome intentó tomarle la temperatura.
    —¿Estás enfermo? ¿Tienes fiebre? ¿Estás bien?

    —Estoy bien mamá, solo que he estado haciendo dieta. Una radical dieta.

    En el palacio, él solo comía las sobras, solo una vez al día. A veces, no sobraba nada, así que podía pasarse días sin comer, incluso sin dormir, si el entrenamiento de oyakata-sama era muy pesado. Kanta se veía obligado a habituarse al pesado ritmo de Akyoushi, que era entrenado de una manera que él consideraba “difícil”. Evidentemente, Kanta encontraba dificultades porque, a pesar de ser resistente, no tenía toda la fuerza de un youkai. Aún así, la costumbre había hecho que aquel trato comenzara a gustarle o, al menos, que le pareciera algo normal. De todos modos, se cuidó de no decir nada de eso a sus padres, o ellos se negarían a dejarle ir de nuevo con Sesshoumaru. No tenía especial interés en acompañar al estoico daiyoukai pero… se llevaba de maravillas con Akyoushi —salvo cuando se tiraban de los pelos— y era uno de los pocos verdaderos buenos amigos que se había hecho en la vida. Por otra parte, también Sana estaba allí.

    —Regresar a los palacios después de todo esto, a mi primo no le será sencillo —suspiró.

    —¿”Los” palacios? —inquirió Inuyasha.

    —Existen dos enormes construcciones allá, alejadas la una de la otra. Por un lado, está el palacio del Clan del Inuyoukai. Ahí vive la abuela de Akyoushi y varios youkai de fuerte nivel, que disfrutan de tratar como basura a hanyous escorias como yo —soltó un largo suspiro—. Y luego, está el palacio del Guardián. Sesshoumaru oyakata-sama vive ahí y es donde nos tiene a nosotros. Es la fortaleza que ustedes han tenido la oportunidad de conocer. Ambos edificios son bastante parecidos y el Palacio del Clan es un sitio que no solemos frecuentar... Aparentemente, mis primos lo hacen de vez en cuando, pero yo soy un hanyou, la dama perra no querría verme, tal vez me comería vivo.

    —¿Tú conoces a la dama perra? —volvió a preguntarle su padre.

    —La he visto desde lejos, pero no me atrevería a acercarme —lo miró esperanzado— ¿Tú sí la has conocido?

    —¡Keh! No lo he hecho, ni me interesa conocerla a ella, ni a ningún otro familiar del engreído de Sesshoumaru. Deben de ser todos unos insoportables.

    Tal vez, aquel era el modo de solapar que todo hanyou, quisiera o no, en algún momento se vería impedido e inferior, debido a su condición.
    Son todos unos insoportables —afirmó Kanta.

    De pronto, Inuyasha irguió las orejas, se puso tenso y se le desfiguró la cara.
    —Esa peste…

    —Inuyasha —lo llamó una voz desde afuera.

    —¿Qué quieres aquí? —salió a gritarle—, pensé que ya te habrías ido.

    Kanta salió de la cabaña, detrás de su padre.

    —Vete de aquí —le espetó Sesshoumaru—, tengo que hablar con tu padre a solas.

    Kanta tragó saliva, imaginándose con claridad de qué se trataría la “conversación”, pero no tenía más opción que obedecer, al menos si quería que su venerable tío se lo llevara de regreso, junto a los otros.

    Inuyasha se sorprendió, Kanta no tenía por qué irse y Sesshoumaru no tenía por qué ordenarle en su propia casa. Torció el gesto, mirando con desdén a su hermano.
    —¡Oye, no lo trates a… —Kanta pasó junto a Inuyasha y salió en dirección al bosque— ...así
    Y nuevamente se preguntó si a su hijo no estarían lavándole el cerebro.

    Sesshoumaru susurró en un tono bajo, asegurándose de que sólo el chico le oyera.
    —Si vas a obedecer, no lo hagas ciegamente.

    —Tengo que regresar al Oeste —se limitó a responder.

    Y Sesshoumaru se sorprendió de que el chico tuviera la responsabilidad y el sentido de pertenencia que el padre no tenía. Casi le costaba trabajo creer que realmente fuera hijo de Inuyasha. Incluso se preguntaba si Kagome le habría sido del todo fiel en esos años. Si quería ensañarse con Inuyasha, éste era el momento.
    —La obediencia ciega de mis hijos puede llegar a resultar en un problema grave. Inuyasha, no va a gustarte lo que debo decirte…
     
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    Pan-chan

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    Supongo que Kanta fue revivido por Sesshomaru, debo decirte que esa pelea con Sana me dejó un poco desconcertada. Sesshomaru tiene una manera muy peculiar de dar lecciones de vida :confused:

    Hay algo que no me queda claro de la transformación de Rin ¿Por qué ella nunca muestra su rostro? ¿Acaso quedó muy distinta o deforme? eso no lo entiendo muy bien. Por otra parte ¿Qué será lo que tiene que decirle Sesshomaru a Inuyasha? no puedo creer que lo dejes en la mejor parte >.< te perdono solo porque pude leerme varios capis de una sentada.

    La trama se hace cada vez más interesante, y como siempre digo...Akyoushi es un amor (L)
     
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    Asurama

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    bueno, paso a responderte sobre estas cuestiones.
    la pelea con Sana fue desconcertante incluso para mí, i gess, pero la razón de la misma no es de servir como una lección, sino basada en una urgencia, la cual verás a futuro. situaciones desesperadas requieren métodos desesperados y si tienes un poco de paciencia, lo comprenderás a medida que lleguemos a lo principal.
    Rin no es especialmente fea con esa forma, tiene la apariencia de un kageyoukai. palidez y ojos rojos vidriosos, ella no quiere que inuyasha y los demás la vean en esa apariencia, puesto que la criaron mientras ere humana...pero no puedo decirte más, lo descubrirás a futuro...
    lo que tiene que decir Sesshomaru es sobre la metida de pata de Sana
     
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    InunoTaisho

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    Que leccioncitas a sus hijos!, amiga en serio que me dejas siempre con la boca abierta, mira que pensar que Kagome le haya sido infiel a Inuyasha, es como si alguno de los hijos de Miroku y Sango no fuera... de Miroku! (Sango infiel a su marido? como si las cosas pudieran pasar asi jajaja). Amiga que interesante historia, a ver como reacciona Inuyasha a lo que Sesshomaru tenga que decir, y a ver cual va siendo el desarrollo de tus interesantes acontecimientos, porque el legado de Sesshomaru tiene que ser para el mejor de sus hijos, el que pueda comprender cuando es necesario ser un guerrero y cuando ser una persona compasiva, y saber discernir sobre eso.
     
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    sessxrin

    sessxrin Fanático

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    Kyaaaaaa ¡No puedes dejarme así, de esta manera tan fangirl! Realmente quiero leer cuando Sesshoumaru le diga lo que Sana hizo, me imagino la reacción de Inuyasha y kyaaa, necesito leer más :'o
    En general, me gustó mucho, adoro este fanfic, la narración es muy fluída y la trama es muy buena y original, tenés como te dije antes, una imaginación sin límites.
    Me gusta, pues no es tan sangrienta, pero a la vez, no rosa :'o
    Me gusta, puesto que no haces Ooc y Rin, amo a Rin, es ella, no es fría ni las has cambiado, sigue siendo la misma niña dulce y tierna, compasiva.
    Amo a Kanta y Akyoushi (no sé como se escribe xD) sus personalidades son geniales, y me gusta esa relación tan bonita que se tienen.
    Y por otro lado, me fascina que no hayas dejado de lado al grupo de Inuyasha, y que nos presentes una escena familiar Inu&Sess que fascinan (a mi me encanta ver a ese par de hermanos juntos, ya sabes...

    Genial, me fascina, muy bien estructurado y llevadero de leer, e Inuyasha es un amor, no ha cambiado para nada :D

    Lo unico que medio puedo criticar, es que a veces, a veces te comes una que otra letra y algunos parrafos los haces muy confusos, hay veces que me confundes :P

    Pero nada grave, tu fic es G E N I A L O S O <3
    Conti rapido, me dejaste muy fangirl *----------*
     
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    Asurama

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    Título:
    The Legacy
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    60
     
    Palabras:
    3133
    Las lejanas Tierras del Oeste

    Kanta caminaba con paso ajustado y dudoso, mientras se adentraba más y más en el bosque. Si su padre estaba tan asustado como él al enterarse de la noticia, no le permitiría bajo ningún motivo regresar al Oeste. La situación en sí era muy complicada.

    Kanta, al igual que su padre, estaba exiliado de las Tierras del Oeste o al menos, lo había estado desde su nacimiento. Inuyasha tampoco lo dejaba partir, puesto que temía que le pasara algo grave o que Sesshoumaru fuera a ser extremadamente cruel con él, especialmente por las dos cosas que Kanta no podía cambiar de sí mismo: su apariencia y su especie. Kanta, Inuyasha o cualquier allegado suyo tenía terminantemente prohibido poner un pie en las tierras. La primera vez que Kanta arribó, fue en contra de la voluntad de su padre. Su padre había caído víctima de una enfermedad extraña y el único modo seguro de ayudarlo era acudiendo a Sesshoumaru. Kagome era quien quería viajar al Oeste, pero Kanta le rogó que se quedara junto a su padre mientras éste permanecía inconsciente. Él iría.

    —Toma, llévate contigo la espada de tu padre, ella te protegerá de todo peligro —Kagome le entregó a Tessaiga y Kanta, un poco asustado, pero más preocupado por su padre, partió con la bendición de todos los amigos que había hecho en la aldea.

    Salió a pie y no tenía tiempo que perder, puesto que su padre estaba realmente mal y Kanta sentía que era culpa suya.

    Varios días antes, una madrugada, la tierra había temblado y todos despertaron. Casi al instante, una terrible fuerza maligna se sintió en los alrededores. Kagome no pudo evitar asustarse, no comprendía qué podía ser tan terrible.

    Inuyasha miró a su hijo y le pidió que permaneciera dentro de la cabaña y no saliera por ningún motivo. Luego, él y Kagome salieron. Kanta pudo escuchar claramente los estruendos de una batalla contra algo de tamaño colosal. Cuando no pudo soportar la presión, salió de la cabaña pese a la orden de su padre y vio al enorme monstruo. Era algo poco común, como un dragón negro de ojos encendidos. Gritaba con voz ronca y profunda y escupía veneno. No, no era cualquier veneno. Se trataba de un potente miasma.

    Kanta no pudo esquivar el ataque y, para protegerlo, Inuyasha lanzó a Tessaiga, que se clavó en el suelo, a pocos centímetros de él. Cuando la espesa nube de miasma rojo se hubo desvanecido, el youkai ya no estaba, Kanta se hallaba protegido por la poderosa barrera de la Tessaiga e Inuyasha estaba desmayado, contaminado por el miasma. Kanta y su madre trataron de reanimarlo, pero no despertó. Kanta sabía con claridad que, de no haber salido, su padre no hubiera sido golpeado de esa manera, hubiera podido utilizar a Tessaiga y no habría quedado inconsciente.

    Luchando contra su culpa, entró finalmente a las tierras del Oeste. En el momento en que puso un pie dentro de un bosque en la zona, supo que su destino era incierto y se aferró a la espada de su padre.
    Varias manadas le atacaron, pero él no dejó de avanzar.
    Cuando el número fue aumentando, supo que estaba muy cerca.

    Unos ojos brillaron en la oscuridad. Un youkai le salió al paso.
    Se trataba en realidad de un youkai más bien pequeño.

    —¿Quién eres, hanyou? —preguntó.

    —Me llamo Kanta —respondió él, reconociendo la apariencia del inuyoukai—, soy el hijo de Inuyasha.

    El youkai retrocedió.
    —Hijo de Inuyasha. Ustedes tienen prohibido entrar en estas tierras, debes marcharte de inmediato.

    —No, tú no entiendes, mi padre está enfermo, necesita ayuda de inmediato. Debo ver ahora mismo a Sesshoumaru, es el único que puede ayudarlo. Por favor —y si la súplica no servía, recurriría de todos modos a la fuerza.

    —Mi honorable padre no te recibirá con los brazos abiertos. Sin embargo, entiendo tu situación. Puedo intentar hablar con él para que te ayude, pero dudo que quiera hacerlo.

    Kanta se dio cuenta de que el inuyoukai frente a él, a pesar de su frialdad, de verdad intentaba ayudarle, así que accedió a acompañarlo.
    —¿Cómo te llamas?

    El pequeño youkai volteó y le dedicó una sonrisa inexpresiva.
    —Soy Sana del Clan Inuyoukai.

    —¿Eres hembra? —preguntó sorprendido.

    —¿No lo parezco? —soltó una risa fría. Después de todo, no era la primera vez que la confundían con un niño—. Tú y yo somos primos. Aunque tenga menos edad que tú, soy el youkai, eso significa que soy más fuerte y que debo cuidar de ti.

    —No digas tonterías, no necesito que una niña cuide de mí. No tengo tiempo para jugar contigo.

    Ella soltó otra de esas risas aparentemente crueles y apuntó con un dedo hacia un árbol, el cual en al acto ardió hasta las raíces.
    —Ten cuidado —le advirtió entonces, sobre sus desarrollados poderes psíquicos—, la niña no juega suave.

    Él, nervioso, asintió.

    Pronto, llegaron a un claro del bosque y Kanta pudo sentir una presencia que los seguía de cerca, así que intentó advertírselo a Sana.

    —No te preocupes —le dijo ella despreocupadamente con una voz sin tono—. Solo siente… curiosidad.

    Un inuyoukai, también pequeño, saltó desde un alto árbol, cayendo en medio de ambos y haciendo que Kanta retrocediera, con una mano sobre Tessaiga.

    —Humano, tienes olor de inuyoukai, no eres de estos alrededores —sonaba amenazante.

    —No le ataques —le dijo Sana—. Es el hijo de Inuyasha, ha venido a pedir ayuda, quiere ver a nuestro honorable padre.

    El youkai junto a Sana abandonó su posición agazapada, se irguió y lo miró con curiosidad.
    —¿El hijo de Inuyasha? ¿Tú… tú eres Kanta?

    Kanta, confundido porque el extraño lo reconociera, lo miró por un largo rato, el inuyoukai se le hacía conocido…
    —¿Eres Akyoushi?

    El chico asintió con ganas.
    —Sí, eres tú, eres Kanta ¡Tanto tiempo sin verte! ¡Mírate! ¡Cómo has crecido!

    —Tú también has cambiado mucho ¡no te he reconocido!

    —¿Y qué haces aquí? Se supone que ustedes no pueden entrar a nuestras tierras ¿no estaban todos exiliados? ¿Ha pasado algo?

    —Mi padre ha caído enfermo, necesito habar con tu padre.

    Los dos inuyoukai lo llevaron entonces hasta Inu no Taishou, pero la reacción fue la esperada.
    —Lárgate en este mismo momento, mocoso de sangre sucia, no tienes ningún derecho a estar aquí.

    —Pero, padre —se atrevieron a quejarse los dos jóvenes.

    —Sesshoumaru-sama, sé que estoy rompiendo un trato, mas mi padre se halla mal. No tengo derecho a pedir su ayuda, pero no tengo opciones —y se postró.

    —No me importa.

    —Sé que quiere que me marche de inmediato, pero no lo haré, no hasta que usted no acepte prestarme su ayuda.

    Sesshoumaru, sorprendido y contrariado por su insolencia, mandó a una escuadra a atacarlo, pero Kanta se defendió con un impresionante Kaze no Kizu que dejó congelada incluso a Sana.

    —Tú, no te permitiré permanecer aquí, no me importan tus motivos y no me importa que Inuyasha se muera.

    Kanta se sintió herido, pero aún así se resistió. Siguió a Sesshoumaru hasta el palacio del guardián e intentó entrar. Al principio, fue repelido y herido por el fuerte campo de energía.
    Debido al campo, tan solo podía distinguirse el bosque y, antes de darse cuenta, había caminado en círculos durante largo rato. Cuando se dio cuenta de que su objetivo estaba “del otro lado del bosque”, golpeó la barrera hasta que ya no tuvo fuerzas. A las cansadas, recordó que Tessaiga tenía algún poder para romper barreras. Desafortunadamente, esta barrera era demasiado fuerte y resistente, incluso para que los poderes de Tessaiga lograran penetrarla.

    Finalmente, pudo pasar y ver el palacio gracias a algún prodigio divino. Días después, descubriría que el prodigio divino se llamaba Rin.
    Kanta no recordaba a Rin, sus recuerdos de ella eran borrosos, incluso más que los de Sana y Akyoushi. Tuvo oportunidad de volver a verla cuando ella se arrojó en medio de una horda de guardias youkai que pensaban comérselo vivo por el solo hecho de ser hijo de Inuyasha.

    “No dejaré que lastimen a este chico. Primero deberán pasar por sobre mi cadáver”

    Claro que, cualquiera que osara pasar por sobre el cadáver de Rin, se convertiría en cadáver. Sesshoumaru la protegía. Es decir, Sesshoumaru terminó indirectamente protegiendo a Kanta. Casi siempre, cuando protegía a alguien a quien rechazaba, lo hacía por culpa de Rin. Ella tenía “algo” para exprimirle la poca misericordia que tenía.
    De modo que Sesshoumaru terminó salvando a Inuyasha.

    “Sesshoumaru-sama, se trata de la vida de su hermano, ¿de verdad no le importa lo que le suceda? ¿Sería capaz de dejar que su hermano muriera? Sesshoumaru-sama, le suplico que lo piense, por favor”.

    Pero a cambio, el precio fue bastante alto.
    Ya que Kanta había roto el trato al cruzar los límites no permitidos, cuando tuviera la edad acorde, debería ir a entrenar allí, en las Tierras de Occidente. Era el modo de Sesshoumaru de tomar venganza por lo que su padre le había hecho alguna vez.
    Y allí se cerraba el círculo.

    Kanta, a pesar de ser un humano, se había atado para siempre al destino de sus ancestros, los poderosos espíritus caninos del viento.
    Era algo inevitable, los hilos que atan nuestros destinos pueden estirarse, mas nunca romperse.

    Mientras recordaba las cosas que le habían sucedido en las lejanas Tierras del Oeste, Kanta llegó, guiado por el olfato, hacia donde Akyoushi se encontraba sentado, junto a un pequeño arroyo. Su primo no volteó a verlo, ni lo saludó.
    Se sentó junto a él en absoluto silencio y así permanecieron, quietos, sin decir nada, mirando al río y al cielo azul lleno de nubes algodonadas, que iban viajando lentamente. No necesitaban hablar, tan solo estar allí.

    La vida en aquel palacio era ajetreada y no tenían tiempo de hacer eso. Ahora, el bosque les aportaba tranquilidad y calma, todo era pacífico y silencioso y no había necesidad de preocuparse por nada. Después de todo, el Paraíso no era un invento de alguna religión loca. El Paraíso era nada más y nada menos que un estado muy placentero. Podía compararse con echarse a dormir una siesta, comer o tener sexo, en especial con una persona amada. Aunque del último punto ninguno podía opinar. Akyoushi era aún pequeño y Kanta… no podía terminar de creerse a sus diecinueve años seguía siendo virgen. Todo un récord… o una maldición. Como fuera.

    El día transcurrió en silencio y paz, mientras ellos seguían sentados debajo del cálido sol, cada uno perdido en sus pensamientos.

    Kanta rompió el silencio.
    —¿En dónde están todos?

    —Mi honorable hermana se ha ido por allí a caminar —ella disfrutaba más de su soledad que de la compañía de cualquiera, necesitaba demasiado espacio para sí misma—. Rin se ha ido a recoger flores para llevar a las tumbas humanas que hay en esta aldea —aparentemente, allí estaban las lápidas de personas importantes, ella no había querido entrar en detalle.

    —O-yakata-sama ha ido a hablar con mi padre —le comentó Kanta—. Me temo que le dirá lo que pasó la otra vez. Lo que hizo Sana sin duda fue horrible, pero no fue del todo su culpa. Nosotros no tenemos que ser castigados por su culpa y tampoco es justo que tengas que verte obligado a huir de algo así.

    —No estaba huyendo.

    —Tranquilo, yo también hubiera huido de haber estado en tu lugar —le sorprendía que Akyoushi no le hubiera dicho nada ya a Inuyasha.

    Por supuesto, él ya era mayor de edad y sería su decisión lo que haría de allí en más. Inuyasha podría decirle que se quedara en la aldea, pero él tendría la opción de obedecerlo o no.

    —Me sorprende que estés con vida —murmuró Akyoushi.

    —O-yakata-sama fue amable conmigo.

    —No culpo a mi padre. Tampoco a mi hermana.

    Era verdad. A veces, en las guerras, alguien tenía que dar el brazo a torcer y negarse a pelear, entonces, todo sería paz. Aunque también estaba la opción de que el fuerte aplastara al débil. Si Sana era fuerte, tendría que aprender a respetar al débil, aunque eso fuera completamente contranatural… porque las leyes del Abuelo sí obligaban a la compasión.

    —Solo tenemos que ser más fuertes que ella, eso es todo —concluyó el niño.

    —Akyoushi, yo nunca seré más fuerte que ella y nunca podré superarla, pero con poder estar cerca de ella me basta y me sobra... En serio… quiero estar cerca de Sana.

    —Te acercas a mi hermana y te rompo tu cabezota.

    —¿Ah, sí? ¡Quiero verte intentarlo, mocoso cobarde! —se puso de pie con violencia— ¡Hace dos días estabas huyendo!

    —¿Ah, sí?, pues tú dejaste que te patearan el culo. Al menos yo no me dejo aplastar por nadie.

    —Di lo que quieras, pero yo soy libre. Tú eres dominado por tu padre y por tu hermana.

    —A mí no me domina nadie —le saltó encima.

    Kagome estaba intrigada por la relación que tenía Kanta con los hijos de Sesshoumaru, así que ella y los otros lo siguieron en silencio hasta las sombras del bosque. Kanta estaba tan perdido en sus pensamientos que no prestó atención a la presencia humana en los alrededores. Cuando llegaron hasta el arroyo, Kagome, Sango y Miroku observaron cómo se golpeaban el uno al otro, revolcándose en el suelo como verdaderos perros salvajes y se asustó.

    —¡Oye, niño! ¡Deja a mi hijo en paz!

    Como la pelea parecía muy dura, Miroku saltó en medio y le dio un fuertísimo golpe en la cabeza a Akyoushi, para separarlo de Kanta. Akyoushi rodó colina abajo y luego miró a su primo y al monje, que estaban encima de él.
    —¿Por qué me pegan? —se frotaba la cabeza.

    Para su sorpresa, Inuyasha apareció arriba, entre los arbustos del bosque.
    —Oye, Kanta, mil veces te he dicho que no juegues tan bruto o Sesshoumaru se cabreará contigo. Y tú, mocoso, contrólate.

    —¿Sólo estaban jugando? —preguntó Kagome sorprendida. Más bien parecía como si estuvieran a punto de sacarse las tripas.

    —Me han dicho que tienes una prima loca —agregó Inuyasha, mientras le tocaba el hombro a Kanta—. Espero que utilice de vez en cuando su cerebro. Mientras tanto, espero tengas cuidado… y no me sorprendería si en vez de regresar, deseas quedarte en casa —el ruego implícito.

    —Deseo regresar al Oeste.

    —No sé si tienes una enorme valentía, una gran voluntad, una gran estupidez o si Sesshoumaru te lavó el cerebro, pero… Si te maltratan y no te gusta ese espantoso lugar, me veo en la obligación de pedirte que lo reconsideres —no quería reconocer que se había asustado, al rememorar sus antiguas peleas con su hermano mayor. No era eso lo que deseaba para Kanta.

    —Ya lo reconsideré —soltó Kanta, sin dejar que su padre le replicara—. Si tengo problemas, regresaré de inmediato a casa, tenlo por seguro.

    —No es por valentía o por estupidez —Akyoushi le miró torcido—. Kanta tiene “otras razones” para acompañarnos a casa —y salió en dirección al bosque, dejando a todos reflexionando sobre sus suspicaces palabras.

    Miroku fue el más rápido, se acercó a Kanta y le pasó una mano por los hombros.
    —Ya, di la verdad. Te gusta tu prima ¿no? —susurró en un tono pícaro.

    —No diga estupideces, Miroku-sama —replicó el joven hanyou, mientras desviaba la mirada, sonrojado.

    —Hijo mío, debes pensarlo, esa chica te metió en problemas más que graves.

    —No fue su culpa, no voy a echarle la culpa a nadie, prefiero mil veces creer que Akuma intentó matarme a través de O-yakata-sama a pensar que ellos me hicieron daño deliberadamente —lo miró con complicidad—. A pesar de ser un inferior hanyou, me siento apreciado por esa familia, no soy discriminado, soy tratado igual que los príncipes, de verdad.

    —¡Oigan! ¿Qué tanto están hablando ustedes en secreto? —les preguntó Sango.

    —Nada, nada —acotó Miroku con una sonrisa inocente.

    Escondido en las sombras del bosque, Sesshoumaru escuchó la conversación. Así que Akuma en efecto seguía rondando, y sus pupilos creían completamente culpable a Akuma. ¿Quería Akuma matar a Kanta? ¿Y a sus hijos? ¿Era posible que nadie se percatara de algo así?
    Miró a su propia sombra y se maldijo a sí mismo ¿Sería posible que un daiyoukai como él se dejara manipular así sin más por una basura como Akuma? ¿Se había convertido, sin saberlo, en una herramienta de Akuma? ¿Y corrían acaso sus hijos el mismo peligro? Por todo eso, quería regresar a las Tierras del oeste tan pronto como le fuera posible, porque era el único lugar en el que se sentía seguro, porque creía que teniéndolos cerca podría defenderlos.

    Eso ya no era una obsesión, ni un invento de su mente. Era cuestión de vida o muerte. Akuma, con su frío de muerte y sus ojos negros sombríos, seguía rondándolos… y podía salir desde cualquier sombra.
     
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    sessxrin

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    Awwwwwwwwwwwww me enamore de este cuento *--------------------* En serio, es tan fluido y tan fácil de llevar, y aunque la trama es buena y es interesante, lo que me gusta son esas escenas tan familiares que me recuerdan a Inuyasha de una vez; Akyoushi y Kanta me recuerdadn mucho a sus respectivos padres, y si Sesshoumaru & Inuyasha nunca antes hubieran sido separados por ese odio tan ridiculo, hubieran sido tan cercanos como esos primos *--------* o bueno, al menos quiero consolarme con eso.
    Amo a Rin, ella es tan ella.

    Y el capitulo cuando Sessho metió la pata, realmente casi lloro, fue tan tenso y real, duro, sentí mucha lastima por Rin y rabia por Sesshoumaru, igual amé la personalidad de Rin, no se rebajó :o mi idola *-*

    Conti conti, que me estas matando <3<3 *¬* <3<3 Te quiero muchoooo <3<3 My luchy <3<3
     
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    Asurama

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    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    60
     
    Palabras:
    3390
    La razón de que al leer, recuerden a Inuyasha y Sesshoumaru tiene un propósito que quedará más claro en el futuro.
    Por la forma en que hablas de Rin, pareciera como si llevaras siglos leyendo OoC de ella, claro que Rin es Rin.
    En el caso de la "metedura de pata", había muchas cosas en juego, entre ellas, debes entender que Sesshoumaru estaba desmoralizado por culpa de su hija, si se puede decir así. Claro que no es culpa de Sana haber nacido así...

    El lamento

    Sana dio un rodeo por el bosque y miró los árboles. Vio uno que tenía fuertemente marcada la esencia de Inuyasha, pero no entendía por qué. Llamada por la curiosidad, comenzó a pasar la mano lisa por la corteza del viejo árbol, pero aquella superficie se vio abruptamente interrumpida por una herida, una profunda marca en la corteza.

    —¿El corte de una espada? ¿O tal vez…

    —¿Hay alguien aquí? —preguntó una voz muy cerca de ella.

    Sana, asustada, huyó para no ser encontrada y siguió caminando bosque adentro, hasta entrar en un claro. Sin darse cuenta, tropezó con lo que parecía ser un pozo y lo “miró” sorprendida, por un largo rato.

    —¿Sólo hay uno?

    En el palacio, había dos pozos como ese en la zona más profunda. Ambos tenían escaleras que llevaban a una cueva subterránea de muchos metros de profundidad, en medio de la cual había un enorme lago de agua cristalina. Debajo de ese lago, había una enorme red de cuevas que desembocaban al mar y que, en tiempos de guerras, eran usadas para tender emboscadas y para ocultarse de enemigos.
    Debajo de esas cuevas, su padre había hecho construir un recinto del tamaño de dos inuyoukai, para usarlo como refugio en caso de que algo grave pasara. Sana lo veía ilógico, puesto que su padre era el daiyoukai más fuerte de todos y no era posible que algún peligro los acechara. De todos modos, él vivía repitiéndole que no siempre estaría allí para protegerlos a todos y por eso ella debía aprender a protegerse a sí misma y a los demás.

    Claro que nadie en su sano juicio espera algún día que sus padres mueran. Los youkai son capaces de vivir cientos de años, hasta convertirse en poderosos Antiguos y esos chicos tenían la falsa ilusión de que su padre viviría para siempre. Después de todo, su abuela tenía cientos de años y seguía muy viva.
    Sin embargo, era un buen punto que su padre fuera precavido para construir semejantes trampas debajo de sus tierras. Significaba que los amaba ¿verdad?

    Sin embargo, nunca le había dado muestras de afecto ¿y eso importaba? Rin les daba todo el afecto que necesitaban… o eso querían creer…

    Siguió mirando el pozo, intentando descubrir qué misterio tendría, en dónde desembocaría. Sujetándose por una liana, bajó y se halló en un recinto estrecho y sin nada de especial. Estaba rodeada de cuatro paredes angostas y sintió claustrofobia.

    En seguida, buscó la manera de salir.
    —Este pozo está mal construido, se supone que tiene que tener una salida en alguna otra parte…

    —Es que tiene una salida en otra parte —le dijo una voz femenina.

    Sana movió la cabeza en dirección a la voz y se encontró cerca de una humana de unos treinta y tantos años. La conocía, porque la había percibido en varias oportunidades.
    —¿Tú eres Kagome?

    —Eres Sana, la hermana mayor de Akyoushi.

    Siempre la llamaban como “la hija de Inu no Taishou”, era la primera vez que la hacían referencia con su hermano y se sentía… raro.

    —Me llamo Shiroihana —Rin le había puesto ese nombre, al igual que a Akyoushi.

    —Dicen que tu padre te trajo a la fuerza, que no sueles salir jamás del palacio en el que viven.

    —A las gentes que viven en esos lugares les gusta creer que nuestro honorable padre nos tiene recluidos.

    —¿Y no es cierto?

    —Es parcialmente cierto —salió del pozo y se sentó en el borde.

    —¿Por qué entraste a ese pozo? —preguntó Kagome intrigada.

    —Sentía curiosidad, es la primera vez que veo uno —los secretos del castillo no podían ser revelados a ningún extraño, menos a un humano—, pero has de estar más ciega que yo, puesto que no tiene salida.
    —Lleva a otra época.

    Sana rió escandalosamente.

    —Yo llegué a este mundo por ese pozo —defendió Kagome su historia—. Yo no pertenecía aquí. De no haber entrado ahí, nunca habría conocido a Inuyasha… y tal vez, tu padre nunca sería daiyoukai.

    —Es peor que una blasfemia sugerir que mi padre es un daiyoukai gracias a la intervención de un miserable humano —mostró los colmillos por unos instantes.

    —¿Alguna vez Rin te dijo que fue humana? —preguntó sorprendida Kagome.

    —No parece posible —pero sí, lo había oído en repetidas ocasiones, Rin había tenido un grave accidente y había quedado así.

    —No puedes decir que un ser humano no hizo nada por Sesshoumaru. Rin era humana, e hizo mucho por él —se acercó al pozo y la youkai desapareció para reaparecer a más de veinte metros, a la sombra de un árbol, en un claro “no te me acerques”.

    —Eso ya lo sé —contestó—. Pero Rin nunca ha sido miserable.

    No tenía deseos de permanecer cerca de Kagome y volvió a perderse dentro del bosque.

    Kagome negó con la cabeza sin terminar de entender la actitud esquiva de los hijos de Sesshoumaru.

    —En realidad, es comprensible —dijo la voz de Inuyasha a sus espaldas—. Sesshoumaru nunca ha apreciado a los humanos y Rin tuvo en verdad mucha suerte. Ellos son lo mismo que el padre.

    —Pensé que criarse cerca de Rin les ablandaría.

    —Pero no es ella quien los entrena. Ese odio hacia los humanos lo llevan en la sangre, deben creer que acercarse a ustedes es rebajarse.

    —Creí que todos los perros tenían un buen corazón —ella se le acercó y le jaló de las orejas.

    —¡Oye!, ¿cuántos millones de veces debo decirte que no soy tu mascota? —sacudió la cabeza—. Ya sabes cómo son ellos, tal vez lo tiene muy, pero que muy oculto.

    Hay muchas maneras de meterse en problemas, pero la peor de ellas, es hacerlo por voluntad propia. Sana vivía quejándose de Kanta por su marcado libertinaje y ella, sin desobedecer, había incurrido en un error. Seguía buscándole una explicación que fuera más allá de las reglas de sus abuelos y más allá del odio que los youkai tenían a los hanyou.

    —Lo acepto, soy débil, todos lo somos en algún punto.

    No importaba cuánto se escondiera o se aislara, sabía que no podía ocultarse de sí misma.
    Levantó la vista al cielo, intentando imaginar cómo sería. Se imaginó volando junto a su padre. Tenía la esperanza de ser perdonada y llegar a ser Inu no Taishou algún día. Sin darse cuenta, llegó a un campo lleno de flores silvestres y se sentó allí. El viento le trajo todos los olores que había en la región y los cantos de algunas aves llenaron su silencio. Estar sola en un lugar como ese, le traía tranquilidad como pocas cosas, incluso en medio de las peores tormentas internas. No acababa de entender por qué su padre la había obligado a salir después de lo que hizo. Disculparse con Inuyasha y con Akyoushi no le parecía excusa suficiente, por el contrario, imaginó que merecía un encierro de siglos como castigo.

    Ella se negaba a escuchar rumores, pero no había podido evitar enterarse de lo que su hermano había estado haciendo, masacrando aldeas, atacando youkais deliberadamente e invadiendo sus territorios. Ni siquiera su padre en sus mejores tiempos había hecho algo semejante.

    Tampoco pudo evitar oír hablar de “la Sombra”, algo a lo que hacían referencia como si del mismísimo demonio se tratara. “La sombra” o “Kuroika”, qué enorme y terrible misterio. Era una amenaza que había llegado desde Otro Lado, pero ella ignoraba dónde era ese “Otro Lado”. Su padre les había puesto una prueba extremista debido a que necesitaban prepararse tan pronto como fuera posible para una batalla dura. Kuroika tenía que ser algo terrible para que su padre le considerara una amenaza. Era la misma razón por la que, repentinamente, había decidido llevarse de regreso a Akyoushi por la fuerza, el viaje había estado lleno de incertidumbre.

    Por más que quería tranquilizarse, todos esos acontecimientos se lo impedían.

    Hermosas flores ¿verdad? —le susurró una voz desconocida—, ¿Te gustaría verlas? Deberías robarle los ojos a Kagome.

    Sana abrió mucho los ojos. No apreciaba a los humanos, pero destriparlos sin motivos no estaba entre sus planes.

    —¿Quién…? ¿Quién es?

    La voz rió burlona.
    Sé que naciste sin tus sentidos y que jamás podrás tenerlos, tal vez deberías obtenerlos robándoselos por la fuera a alguien más…

    —No, no puedo privar a nadie de los dones con los que ha nacido.

    Si es alguien verdaderamente fuerte, no necesitará sus ojos. ¿Qué te parece Kagome? ¿O Rin…

    —¡No!

    ¿O Sesshoumaru?

    —¡¿Qué?! —de pronto, no pudo evitar imaginarse atacando a su padre por la espalda— ¡No! ¡No puedo hacer eso! —se sujetó la cabeza con ambas manos.

    Claro que puedes —se burló la voz—, sólo que aún no lo sabes.

    —No es verdad…

    ¿Por qué les temes a las sombras, Sana, si naciste presa de ellas? ¿Acaso tus ojos vidriosos han visto alguna vez algo que no sea Sombras y oscuridad?

    —Nunca he podido ver nada más —reconoció adolorida.

    ¿Y no deseas ver algo más?

    —Sí, lo deseo.

    Un daiyoukai puede conseguir todo lo que desea, conviértete en un daiyoukai, derrota a un daiyoukai. Tienes poderes suficientes para hacerlo… mata a Inu no Taishou.

    De repente, una silueta extraña se dibujó en su mente, un lobo con tres lagas colas, que corría muy rápido, que venía corriendo hacia ella.

    El lobo saltó hacia ella y Sana sintió mucho frío. Se puso de pie para defenderse, pero nada aconteció.
    —¿Todo eso fue producto de mi imaginación?

    —¿Pasa algo malo? —preguntó una voz femenina.

    —¿Rin? —no la había sentido llegar, ni siquiera había percibido su olor a la distancia— ¿Qué haces aquí?

    —Vine a recoger flores para las tumbas de unas miko que vivían en esta aldea tiempo atrás. Mira, hay flores de campanilla.

    —¿Qué tienen de especiales? —lamentó no poder verlas.

    —Los aldeanos dejan flores de campanilla en esa tumba, en honor a Kikyou-sama, una miko que hizo grandes cosas por todas esas personas, mucho tiempo antes de que yo naciera. Entre los aldeanos, se dice que esa tumba representa la fuerza y la constancia —soltó un largo suspiro—, pero tiendo a creer que todos veían a la pobre mujer como un objeto, una herramienta, la persona que los salvaba cuando se metían en apuros… dudo que realmente a ellos les importara.

    —¿Todos los humanos son así de crueles? —inquirió Sana.

    —No todos lo son. Y tampoco todos hacen esto a propósito.

    —Pero no puedes utilizar a personas como objetos —la inuyoukai negó con la cabeza—, no cuando son de tu misma raza y tienen los mismos defectos y virtudes que tú. Yo no podría herir sin más a otros inuyoukai —pero la verdad era que lo había hecho y aún seguía pensando en hacerlo...

    —A veces, sin darnos cuenta, todos somos un poco egoístas.

    —¿Pero de qué hablas, Rin? Eres la persona menos egoísta que he conocido.

    Rin se levantó luego de recoger en una canasta las flores que deseaba.
    —Me alegra que pienses eso de mí, pero me temo que alguna vez habré utilizado a otras personas sin pensarlo. Tendemos a creer que las personas que amamos son perfectas —hizo una corona de flores blancas y se la puso en la cabeza a la chica—, pero la perfección no existe.

    Sana le sonrió inexpresivamente.
    —Puede que la perfección no exista, pero tú te acercas mucho a ella, Rin —soltó un largo suspiro—. No te has descubierto el rostro desde que salimos de casa.

    —Estas personas tienen que recordarme como fui antes, es lo mejor.

    —Yo creo que te amarían igual ¿no es lo que siempre dices? —le tocó un mechón de sus negros cabellos.

    —Lo sé, pero tengo mis razones —miró en dirección a la aldea—. Bueno, voy a la aldea… ¿me acompañarás?

    —Te observaré desde aquí. Quiero mantenerme lejos —le sonrió—, yo también tengo mis razones.

    —Como gustes, princesa.

    Rin entró a la aldea y caminó hacia la columna del templo. Donde antes había un nicho, ahora había dos. Había pasado mucho tiempo desde que había estado allí, pero le parecía que las cosas no habían cambiado del todo.

    Pero no podía evitar sentir las ausencias, Kaede-sama, que la había criado, había muerto mucho tiempo atrás y ella no había podido ir a visitarla en su lecho de muerte, tan sólo le había dejado flores en su tumba y nada más. A veces, se sentía culpable, sentía que la mujer había muerto por culpa de su ausencia… aunque ciertamente no sabía cómo habría podido evitar su muerte si de todos modos permanecía allí.

    Al tomar la decisión de seguir a Sesshoumaru, debió dejar muchas cosas atrás, aunque sólo valoró de manera lejana la posibilidad de nunca poder volver a ver a esas personas que la habían cuidado, mejor dicho, que ellos nunca volvieran a verla.

    Visitó también un cenotafio que se encontraba en la parte posterior del templo, rodeado de una densa arboleda. Se trataba de un monumento que había sido construido en honor a los caídos durante la batalla contra Naraku. Aunque algunas heridas sanaran, siempre quedaban cicatrices cuando el corte había sido profundo.

    Vio un Boddhisatva en el camino y le rezó para que esos pequeños youkai hallaran dentro de sí mismos la fuerza de la que creían carecer.

    Al verlos nacer y crecer, había guardado votos de silencio, en condescendencia con Sesshoumaru para no perturbarlos con historias pasadas que no tenían nada que ver con ellos. Sin embargo, se cuestionó la posibilidad de que conocer esas historias les fuera de ayuda.

    —Hace mucho tiempo que no vienes aquí —murmuró la voz de Kagome.

    Rin se ciñó a su capa, segura de que no la había visto.
    —No es sencillo cruzar las tierras de Occidente y llegar hasta aquí. A veces, siento una profunda añoranza hacia esta aldea —miró a Kagome detenidamente, había madurado y tal vez, pronto envejecería y moriría.

    Recordó las palabras de Jaken “para un youkai, cien años no son nada, pero para un ser humano como tú, cuanto ese tiempo haya pasado, es probable que ya te encuentres muerta”. Cuando era humana, jamás pensó que le tocaría observar desde el otro lado del cristal.

    —Les has dejado flores a Kikyou y a Kaede.

    —A ambas les debo la vida, es lo menos que podía hacer, ahora que estoy aquí, para que al menos sus almas sepan que no me he olvidado del lugar del que salí.

    —A veces, pensamos que nos olvidaste.

    —Eso nunca. No importa cuán lejos esté o cuánto renuncie, no puedo dejar atrás mi corazón.

    —Sigues siendo igual de noble. Temí que eso se perdiera.

    —La entiendo.

    —Te extrañamos mucho.

    —Es muy poco el tiempo que pasé con usted, Kagome-sama.

    —Pero fue un buen tiempo. Siempre me pareció que te conocía desde toda la vida.

    Durante la batalla con Naraku, sólo había estado cerca de ella por media estación. Luego, sólo la había visto por algunos años, antes de regresar al Oeste. Había estado con Kanta y con los hijos de Sango, les había criado, jugaba con ellos y les contaba historias. Esa fue la última vez en que el maestro le pidió que reconsiderara vivir entre los humanos, la última vez.

    —Aún recuerdo la última vez que te vimos, aún tengo cicatrices de esa pelea.

    —No fue mi intención lastimarla, Kagome-sama.

    —Lo sé, no tenías la culpa de haber sido controlada por la basura de Kuroika. Por suerte, pude regresarte a la normalidad… —suspiró— pero veo que mis esfuerzos fueron en vano. Kuroika fue muy persistente, se nota que de verdad quería atraparte.

    —Estar bajo la influencia de Kuroika es lo peor que puede pasarle a alguien, se parece mucho a caer en el meikai. Cuando Sesshoumaru-sama me dijo que Kuroika podía seguir rondando por estas tierras, no supe qué pensar. Temí por la vida de Akyoshi que, sin conocer las tierras, se había atrevido a escapar.

    Kagome tomó aire.
    —Inuyasha me dijo lo que sucedió.

    Rin se empequeñeció.
    —Es en parte mi culpa, lo entiendo si me odia.

    —No podría odiarte, tampoco es tu culpa. Sesshoumaru lo hizo por los rumores de Kuroika ¿verdad?
    Rin asintió.

    —Los actuales miembros del clan son demasiado fuertes, si cualquiera de ellos fuera devorado por Kuroika y se convirtiera en un kageyoukai… no sé qué podría pasar con estas tierras.

    —Tal vez no conozcamos a Sesshoumaru tan bien como tú, pero sin embargo, sabemos que él no dejaría que eso sucediera.

    —Confío plenamente en Sesshoumaru-sama… pero aún así no pudo evitar que me convirtiera en un kageyoukai.

    —Jamás podrás regresar a la normalidad ¿no es así?

    Rin se acongojó.
    —Creí que les había quedado lo suficientemente claro aquella vez. Si quisieran “regresarme a la normalidad”, habrían de matarme.

    —No estamos locos, no pensamos en matarte… en ese momento, Miroku-sama creyó… él pensó que jamás descansarías en paz si seguías atrapada en ese cuerpo que tienes.

    —Entiendo que las intenciones de Miroku-sama eran buenas, pero hubiera hecho mejor en ahorrarse el intento de exorcizarme con sus pergaminos… de todos modos, los kageyoukai somos mucho más fuertes que los youkai normales, no somos rivales para simples seres humanos… al menos no desde que Miroku-sama se salvó de la maldición de Naraku —su risa se hizo evidente—, pero estoy bien, sé que lo estaré.
    Kagome asintió.

    —Eso lo sabemos. Nosotros no te discriminamos ni a ti ni a ellos. Somos felices de que se encuentren bien y queremos que sigan estándolo.

    Rin se refugió en su pecho y permaneció largo tiempo abrazada a ella en silencio.
     
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    sessxrin

    sessxrin Fanático

    Virgo
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    No es que haya leído por años a una Rin Ooc, es sólo que me encanta como la muestras en tu fic...y vos sabes, y te lo dije en ese momento, que no me gustaba la Rin en tu fic "Guerra" creo, era ese. Me gusta que le hayas mostrado el pasado a Sana, queria ver mas de esa escena, creo que es porque siempre intento recordar de nuevo a Inuyasha.

    Me gustó mucho la ultima escena Rin & Kagome, fue muy tierno el abrazo y creo que Rin, a pesar de que cambió un poco, sigue siendo la misma niña huerfana que necesitaba de cariño.

    Tengo una dudilla ¿por que Sana no sabe que Rin es su madre? o lo sabe pero por que no se nota que así es?

    Conti hermanita querida, necesito leer mas :D
     
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    Pan-chan

    Pan-chan Fanático

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    Me encantó esa pequeña conversación de Kagome y Rin, especialmente porque Rin pudo notar que Kagome ya estaba envejeciendo, y el hecho de recordar aquella frase de Jaken me dejó helada...yo tampoco creí que Rin pudiera ver las cosas desde el otro lado, siendo ella Youkai.

    Kanta está interesado en Sana, es bastante noble (teniendo en cuenta que ella lo mató) me temo que esos sentimientos puedan ponerlo en peligro más adelante. Por otra parte, Sana está siendo manipulada por alguien más...esto no está bien, seguramente se dejará llevar atacará a Kagome -.-'' me da la impresión de que se aproximan algunas batallas.

    Como siempre me ha encantado tu continuación, espero que actualices pronto gracias por avisarme :)
     
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    InunoTaisho

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    okas me gusto este capitulo, los recuerdos de Rin, la conversacion con su hija, la conversacion con Kagome... todo por lo que Sesshomaru los prepara es para estar listos por si los llega a atacar ese tal Koroika, el cual me pinta a ser mucho peor que Naraku... y por lo que se ve piensa manipular a la hija de Sesshomaru y Rin para sus negros propositos... ya veremos como lo continuas. Entonces el legado va por otro lado... no por ser el nuevo Inu no Taishou en cuanto Sesshomaru deje de serlo... bien, espero la conti
     
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    Asurama

    Asurama Usuario popular

    Cáncer
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    Pluma de
    Escritora
    Título:
    The Legacy
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    60
     
    Palabras:
    4677
    El entrenamiento

    Hay cosas que no pueden explicarse, como la maldad inherente en las criaturas o las reacciones que provoca el miedo. Sana seguía preguntándose si acaso sus últimas visiones y sus reacciones, tan poco comunes en ella, no estarían de alguna manera influenciada por el miedo que había sentido o por el temor de las personas que le rodeaban.

    Recientemente, había sentido mucha ira, mucho rencor, tal vez se trataba de una violencia ejercida hacia sí misma, pero no podía evitar herir de una u otra manera a los demás. Quería parar, pero simplemente no podía. Se preguntó también si aquella oculta maldad, aquella perversión, había despertado justo después de haber atacado a Kanta.

    Tal vez, su padre había cometido un enorme error al creer que ella resistiría. Se tocó el rostro y se preguntó cuántas veces se habías mentido a sí misma, queriendo creer que era la más fuerte, cuando en realidad era la más débil de todo el clan.

    —No, no soy débil —racionalizó—. Matamos, matamos para sobrevivir, todos en el clan hacemos lo mismo.

    —No. La tolerancia es una virtud entre todos nosotros ¿No has escuchado eso de los sirvientes?

    Se sorprendió al sentir la presencia de su padre muy cerca de ella. Sin darse cuenta, había estado caminando todo el tiempo hacia él.
    —He aprendido muchas cosas de usted, tanto buenas como malas y la lucha por la supervivencia es casi como su ideal, padre ¿Cuándo cambió de opinión?

    Él volteó a mirarla.
    —Mataría a mis enemigos, no a mis aliados y no sin necesidad.

    —¿Por qué no me enseñó a desobedecer? —se lamentó, pero seguía sintiendo ira, en ese momento, el foco de su ira era su mismo padre y, sin comprender cómo, sentía fuertes deseos de abalanzársele encima y descuartizarlo. Su youryoku era tan fuerte como el de su padre, no podía serle muy difícil.

    No, en qué estás pensando, se regañó a sí misma y se maldijo.

    —Pareces incómoda —observó él.

    —Estoy fuera de mi elemento, nunca había estado tan lejos de casa. Aún estando cerca de usted, no puedo evitar sentir cierta inseguridad.

    —No creo que mostrar tu vulnerabilidad abiertamente sea una correcta decisión.

    —A usted puedo mostrársela sin problemas. Conocen mi debilidad. Usted y mi hermano, y Kanta.

    —Pero al parecer, Kanta aún te teme.

    —No lo culpo, me he convertido en un monstruo o tal vez… tal vez lo ha hecho usted.

    Sesshoumaru volteó a mirarla otra vez.
    —¿Me odias?

    La chica guardó un largo silencio.
    —No, no lo odio —pero seguía sintiendo una encendida ira.

    —Entendería si me odiaras —él perdió su vista en el cielo—, pero no entendería que vivieras con eso.

    Ella intentó racionalizarlo todo una vez más. La prueba había sido extremista porque carecía del tiempo suficiente para entrenar, aún así…
    —Siento que el error fue mío, padre, mas no completamente. Nunca seremos lo suficientemente fuertes como para inmiscuirnos en una batalla de tal envergadura.

    —¿Qué pasaría si algún día me sucediera algo y no estuviera para protegerlos? Si no fueran capaces de defenderse a sí mismos o si se atacaran los unos a los otros, como sucedió ahora, serían destruidos.

    —¿Por qué solamente no lo mencionó?

    —Ninguno hubiera entendido, todos ustedes son unos niños engreídos y orgullosos.

    Sana se sentó en el pasto, con la vista baja.
    —Lo somos —suspiró—. Dígame usted lo que debo hacer.

    —De ahora en más, no te diré nada, serás tú la que tomará las decisiones de lo que debes o no hacer.

    Ella se sorprendió.
    —¿Me está quitando su protección?

    —No. Yo estaré aquí mientras pueda.

    —Me gustaría poder entender algún día de dónde obtiene tanta fuerza de voluntad.

    —He vivido mucho y he peleado muchas batallas.

    Sin embargo, él se negaba a revelar nada más de su pasado, por eso, era un misterio incluso para sus propios hijos.

    —¿Está enojado conmigo, padre?

    —No lo estoy.

    —Le he decepcionado.

    —Sí, lo has hecho.

    —Lo siento.

    —Sentirlo ahora no basta.

    —No deseo que mi familia viva con un monstruo incontrolable, he de poder hacer algo al respecto —ya no soportaba aquellas imágenes de sí misma ideando mil formas de matar a su padre, pero también le preocupaba que él pudiera llegar a leer sus pensamientos—. Sería capaz de hacer cualquier cosa para intentar redimirme, lo que sea que me pidan.

    Él se sorprendió ante esa declaración.
    —¿De verdad harías cualquier cosa?

    Ella asintió en silencio.
    —Entonces, nos veremos obligados a permanecer aquí más tiempo.

    —No entiendo por qué, no entiendo por qué en esta aldea humana hemos permanecido más tiempo que en cualquier otro lugar en el mundo, qué tiene de especial –negó con la cabeza—, no sé qué le encuentra Rin de especial para decidir bajar a ella y permanecer allí, rodeada de esos seres humanos.

    —Ella creció aquí.

    —Es superior a ellos, debería olvidarlos.

    —No puede hacerlo. Los seres humanos no olvidan a las personas que aman y su corazón es humano y seguirá siendo humano aunque haya cambiado en su exterior.

    —No entiendo a los corazones de los humanos, padre —se quejó ella.

    —No debes sentirte mal por eso, nosotros los youkai no podemos entender lo que sienten los seres humanos, pero tú aprecias a Rin tanto como yo: concédele respeto.

    Ella suspiró profundamente y asintió en silencio.

    Su padre se movió y la pasó de lado.

    —¿A dónde va, padre? —pero al no recibir respuesta, se levantó y lo siguió.

    Inuyasha no le permitió llegar a la aldea, lo detuvo de camino a esta y miró con enojo a Sana, sin poder ocultarlo, más allá de sus expectativas.

    —He pensado en tu propuesta —lo sacó Sesshoumaru de sus pensamientos.

    —¿Padre? —Sana no recordaba haber oído nada de una propuesta.

    —¿Y bien? —inquirió Inuyasha.

    —Me parece adecuada. Acepto.

    —¿No lo pensarás más? —no lo creía, Sesshoumaru aceptando una propuesta suya.

    —Carezco de tiempo.

    —¿Padre? ¿Qué es todo esto? ¿De qué hablan? —Inuyasha seguía mirándola.

    Pero el daiyoukai la calló con un gesto.
    —Está decidido.

    —Entonces —concluyó Inuyasha—, es mejor empezar en este mismo instante.

    Sesshoumaru tomó a Sana y la empujó hasta dejarla justo frente a Inuyasha.

    ***
    Sesshoumaru no quería salir de caza con Kanta, ni quería que sus hijos fueran tampoco, pero Sana, aunque increíblemente disciplinada, decidió desobedecer aquella vez.
    Aquel fue el momento en que Sesshoumaru entendió que Kanta era mucho más que un simple humano con sangre de inuyoukai… y se sintió frustrado ¡aquello era un castigo divino! ¡no podía ser que sus hijos apreciaran a hanyous y trabaran amistad con ellos!

    La primera caza de Kanta, como era de esperarse, resultó un desastre, eso era sencillamente porque en la aldea, era su padre el que salía a cazar, pero sólo una vez cada dos meses, aproximadamente, ya que la dieta más básica de las personas del poblado era de arroz, pescado y vegetales… cosas que a Sana le dieron nauseas.

    —Eres estúpido y torpe —le dijo Sana mientras le arrojaba un jabalí muerto que había agarrado sin ninguna dificultad de una pata.

    Kanta, confundido, retrocedió.

    —¿Qué pasa? —le preguntó la chica, burlándose— ¿No te gusta el jabalí?

    —No como alimentos crudos.

    Sana taró en entenderlo, pero en seguida recordó que Rin solía preparar los alimentos, o bien los secaba o los ponía en el fuego. Claro que no podía imaginarse cómo podía lucir un jabalí seco, ni quería imaginarlo.

    —Enfermaré si no lo cocino.

    —No puedo creer que no puedas cazar un animal tan pequeño como éste. Akyoushi es mucho más pequeño que tú y aparentemente es capaz de derribar de un golpe a un oni de tres veces su talla… pero claro, él es un inuyoukai, como yo.

    —Mi sangre humana no me hace débil —se impuso Kanta.

    —Sí, lo mismo dice Rin —lo sorprendió ella.

    Kanta buscó algunas ramas secas con las que intentó prender una fogata, hizo una estaca para el jabalí y lo puso a cocerse, pero el fuego atrajo onis hacia donde estaban ellos.
    Kanta se levantó en el acto y se preparó para atacarlos.

    Pero los onis cayeron descuartizados al suelo.

    —¿Tú hiciste eso? —preguntó extrañado al ver a Sana, que ni siquiera se había movido un ápice.

    Ella de inmediato caminó hasta el fuego y lo pisó para apagarlo, repitiéndole a Kanta lo torpe que era.

    —¿Crees que estos oni pueden comerse? —preguntó él con algo de hambre.

    —La carne y sangre de los oni son venenosas para los seres humanos, no deberías probarlas.

    Kanta se sentó en el suelo y probó la carne dura del enorme jabalí, que Sana había calificado de “pequeño”. No se había cocido muy bien debido al escaso tiempo que había estado en el fuego y le sabía amarga.
    —¿Decidiste acompañarme a cazar porque me consideras débil?

    —Y no me equivoqué.

    —No soy débil.

    —Akyoushi es el más débil del clan y no has podido ganarle.

    ¿Me leyó la mente? Kanta estaba confundido.
    —Tal vez sea el más débil de tu familia, pero definitivamente no el más débil del clan.

    Sana rió con ganas.
    —Así que te agrada Akyoushi. Ese niño bastardo es tonto e ingenuo.

    —No puedes expresarte así de tu hermano.

    —Tengo que protegerlo porque es mi hermano pequeño y es parte del clan. Tampoco puedo dejar que le pase nada, porque padre jamás me lo perdonaría… pero eso no cambia que es un niño bastardo, que tiene solo la mitad de la magia del clan. Alégrate, tienen algo en común —y volvió a reírse.

    A Kanta le pareció cruel que la chica se riera de su propio hermano.
    —¿Detestas a Akyoushi?

    —No lo detesto, pero no tengo tiempo para perderlo con él.

    —¿Y entonces por qué pierdes tiempo conmigo?

    Sana no respondió.

    Hubo un largo e incómodo silencio.

    —Entraste al Clan hace poco, me causas gran intriga. Nunca entendí el afecto de Rin hacia los humanos, nunca entendí a los seres humanos… y estoy segura de que posiblemente Akyoushi esté igual de intrigado que yo —le sonrió—, pero cuando su curiosidad pase, te abandonará, no te preocupes.

    —Subestimas mucho a tu hermano.

    —Porque es más débil que yo. Si realmente quiere que le respete algún día y le acepte como miembro de la familia, debería derrotarme —sonrió con suficiencia—, pero eso es técnicamente imposible ¿Por qué crees que mi honorable padre ni siquiera se ha molestado en entrenarlo? Porque sería una pérdida de tiempo y de energía. Akyoushi será un increíble daiyoukai, como todos mis ancestros —negó con la cabeza—, pero jamás me superará. Con sólo pensarlo, podría hacer que dejara de respirar.

    Kanta tembló, eso era un tanto cruel.
    —¿Y entonces por qué no lo haces?

    —No puedo jugar con la vida de mi hermano, así como puedo hacerlo con un oponente.

    —¿Para ti pelear es sólo como un simple juego, verdad?

    Sana guardó un largo silencio.
    —No siempre será como un simple juego. ¿Tu padre nunca te habló de la prueba?

    —¿Qué es la prueba?

    —Es lo que todos hemos de afrontar para convertirnos en daiyoukai. Muchas veces se apela al sufrimiento físico y emocional y no es nada sencillo, como cuando una mariposa rompe la pupa en la que se ha mantenido encerrada y pelea con todas sus fuerzas para salir, porque ésta ya se le ha quedado pequeña.

    —¿Y todas las pruebas son iguales?

    —Se dice que nuestro abuelo debió derrotar a su padre, eso quiere decir que tendré que derrotar a mi padre en una muestra de fuerza —mantenía todo el tiempo la vista fija en el vacío—, es lo más probable.

    —¿Y tu padre qué tipo de prueba debió afrontar?

    —Lo desconozco.

    —¿Eh?

    —Nadie me ha dicho nada al respecto.

    —Pero ¿no puedes leer la mente?

    Así que ya se había dado cuenta.
    —Me bloquean.

    —¿Eh?

    —Mi honorable padre y Rin… me bloquean.

    —¿Cómo pueden hacer eso?

    —No lo sé pero…

    —¿Pero?

    —Mi padre tiene una inmensa fuerza de voluntad, así que no me extraña que pueda hacerlo.

    —¿Tienen tú y Akyoushi la misma fuerza de voluntad?

    —Lo desconozco, mi voluntad nunca ha materializado objetos, no he llegado a ese límite. Crear, cambiar y destruir con el pensamiento son sólo habilidades reservadas a los señores de los youkai, los daiyoukai.

    —¿Significa que algún día podrás hacerlo?

    —Todo daiyoukai que se precie es capaz de hacerlo, así que lo lograré, incluso es posible que Akyoushi llegue a hacerlo... En cambio, tú seguirás igual, año tras año y no cambiarás ni será mayor tu fuerza... Lo único que puedes hacer es utilizar algún tipo de herramienta. Nosotros te veremos morir. Y veremos pasar el tiempo. Nosotros nos convertiremos en dioses y tú te convertirás en cenizas, como todos los humanos. Cuando mueras, la sangre de nuestros ancestros dejará de dispersarse entre los seres humanos.

    —Sí ¿verdad? Es posible que muera joven, los seres humanos no pueden superar los cien años a menos que se conviertan en youkais —analizó Kanta—. Conoceré a una linda chica humana, tendré hijos, viviré una vida feliz y luego moriré. Es mi destino.

    —Y luego serás historia —agregó ella, mientras aceptaba un trozo de carne que le daba su primo.

    —Y luego, seré historia —asintió él—. Triste ¿verdad?

    —Sí, triste. A menos que continúes perteneciendo al clan y tengas hijos entre los inuyoukai.

    Él se quedó en blanco.
    —¿En qué estás pensando?

    —En que yo… soy una inuyoukai.

    A Kanta se le cayó la carne y se puso rojo, como las cerezas. ¿En qué pensaba ella? ¿Qué le estaba diciendo?
    —Eso… me estás sugiriendo… ¿tú quieres que yo…?

    Su padre le decía mucho que Kanta se parecía a su abuelo. Él…
    —Eres lindo, tal vez eres diez veces más lindo que Akyoushi.

    Kanta estaba anonadado.
    —¿Con eso quieres decir que tu padre decidió… que él ha decretado… que Akyoushi… que Akyoushi te… sirva?

    Sana lo “miró” inexpresivamente.
    —Es una tradición de generaciones —le era tan natural— ¿Tú qué crees que habría pasado si, en lugar de tu padre, a esa humana le hubiera nacido una mujer? ¿una hanyou hembra? …Dejando de lado lo que Dios quiera haya sido tu abuela.

    Kanta hacía un esfuerzo por no imaginar lo que su prima le estaba proponiendo. Las imágenes se disparaban solas, como si fueran dardos de fuego.
    —Oh… por… Dios…

    Se sintió tentado a decir que no, además, dudaba que a su regio tío le simpatizara la idea.

    Pero de Sana, fue aprendiendo la constancia al enfrentar situaciones, a encontrarle a todo un lado divertido, incluso a las cosas más difíciles e ir tomando responsabilidades cuando eran necesarias. También, aprendió a evitar los problemas en los que se metía por su torpeza y su ligereza de juicio… aunque no siempre lo lograba… y descubrió que meter la nariz en todo, como su madre, a veces le podía valer castigos y reprimendas muy duros.

    Sana fue aprendiendo que los hanyou no eran tan débiles como aparentaban y que no vivían con las tensiones de un youkai y también fue aprendiendo que el contacto con la sangre de humano es capaz de ablandar, igual que el hierro al calor, sin importar cuánto quiera evitarse.
    Descubrió que castigo no es sinónimo de golpe y deuda es más que necesidad de devolver dinero. Descubrió que proteger a un clan es más que luchar por él, sino que renunciar por él es igual de importante.
    ***​
    —Veamos cómo lo haces —propuso Inuyasha desenvainando a Tessaiga y poniéndose en posición de pelea delante de la chica ciega y sorda.

    Sana no podía verlo, pero por la forma en que el viento soplaba a su alrededor, arrastrando su esencia de hanyou y un deje de su forma física, ella pudo saber lo que él estaba planeando. Separó las piernas, preparó las garras y se agazapó.
    Pelear con Inuyasha sería juego de niños. Él le había enseñado muchas cosas. Como la manera de detectar el Kaze no Kizu, el youketsu o el youryoku: todas excelentes estrategias de ataque para una persona que “debía ver” mediante el olfato y el tacto. Además, ella no podría ser nunca engañada mediante la vista.
    Aunque Inuyasha solamente aportaba muy poco de teoría, debido a su ínfimo coeficiente intelectual, semejante al de un ratón, le había dado una leve idea a Sana de lo que tenía que buscar. La niña había lo practicado y dominado en cuestión de horas. Por lo general, no solía ser torpe, aunque, a veces, cometía semejantes estupideces, poniendo los nervios de puntas a su padre.

    —No lo hagas —los interrumpió una voz—, yo lo haré en lugar de él.

    Inuyasha, Sana y los espectadores del entrenamiento voltearon a ver al recién llegado.

    —Sesshoumaru —lo llamó Inuyasha, mientras se erguía y envainaba a Tessaiga—. Claro, hazlo —dijo cordialmente.

    Sana no escuchó ninguna de las palabras pronunciadas pero, mediante la vibración en el aire, podía saber qué se decía e, incluso, quién lo decía. Sabía que para los demás era muy difícil de imaginar su mundo negro, vacío y silencioso… pero Inuyasha y Kagome sí habían entrado alguna vez a ese mundo y no podían comprender cómo alguien era capaz de vivir allí durante quince años de existencia sin perder la cordura.
    La chica de largo cabello plateado y vidriosos ojos dorados volteó hacia él lentamente y luego, volvió a su posición de pelea.
    Sesshoumaru no cambió de posición y analizó el terreno y alrededores.

    —Vamos a ver qué tan bien peleas.

    De inmediato, Sana fue presa del desconcierto. La presencia de Sesshoumaru había desaparecido por completo, como si no existiera, como si se hubiera esfumado. Pero su intuición le decía que seguía en algún lugar allí afuera, preparándose para atacar. Comenzó a sudar frío. ¿Cómo pelear contra un enemigo invisible?

    —¡Eso no es justo! —le gritó Inuyasha enojado— ¡ella no puede verte! ¡Es como si peleara con los ojos vendados!

    Sana sonrió.
    —Lo tomaré como un cumplido —Inuyasha estaba a sus espaldas, pero no se atrevió a voltear—, después de todo, estos ojos son hoyos inútiles que están de adorno.

    Saltó velozmente hacia delante al mismo tiempo que el daiyoukai, pero él la esquivó en menos de un segundo y la mandó a volar de una patada en la espalda. Sana rodó sobre sí misma y, como un gato ágil, saltó en el aire, pero no podía darle, puesto que no lo sentía con certeza. Su intuición no funcionaba en batallas veloces. Voló al tiempo que recibía una patada en el estómago, escupiendo sangre. No obstante, volvió a levantarse justo al momento de esquivar un zarpazo venenoso que dejó un enorme hoyo en el suelo, justo a su lado. Aprovechó esa cercanía para cortar el aire cerca de él. Sesshoumaru se hizo un poco hacia atrás para cerrar la herida vertical que le cruzaba el rostro.
    Sana sintió su presencia en esos instantes y aprovechó para arremeterlo con fuerza y echarlo hacia atrás con otro zarpazo en el aire. Pero en el acto, él volvió a desaparecer. Ella retrocedió esquivando un golpe y respiró profundamente, intentando tomar el aire que se le había ido. Su corazón corría una carrera mientras movía su cabeza de un lado a otro en un inútil intento de captar a su padre. El estómago le dolía y aún no había desarrollado la capacidad de sanarse en pleno combate, capacidad que a su padre le valía su temible reputación.
    Corrieron en círculos a una gran velocidad, levantando la tierra y se lanzaron hacia delante. Sana sabía que no iba a aguantar otro golpe directo. Lo sujetó de la ropa y soltó un despliegue de energía que hizo temblar la tierra, abriendo un pozo y provocándole algunas quemaduras al daiyoukai, quemaduras que se desvanecieron en el acto. El defecto de la recuperación rápida era el considerable despliegue de youki que requería y que lo hacía visible al sentido de Sana. Ella se lanzó para golpearlo, pero él la sujetó de las muñecas. Forcejearon por solo segundos, pero de un modo tal que dejaron claras huellas en la tierra. Cada vez que se impulsaban hacia delante o soltaban algún golpe, rompían el suelo y uno que otro árbol.
    Sesshoumaru se sorprendió cuando salió volando, pero tardó nada en regresar y darle un golpe en el estómago. Sana no se redujo y, negándose a permitir la distancia entre ambos, siguió atacándolo en un círculo cerrado. Arriba en el cielo, abajo en la tierra, al costado del claro, todo temblaba. Ella se llevaba por mucho la peor parte. Intentó soltar otro despliegue de energía cuando él la bloqueó con una táctica similar.
    La onda explosiva le dio directo en el rostro, quemándoselo. Ella se cubrió la herida mientras lanzaba un grito “humano” mezclado con el horroroso gemido de una bestia herida. Sana voló y se golpeó en la cabeza. Quedó tendida de lado y sus cabellos le cubrían el rostro. Sesshoumaru saltó sobre ella y detuvo su garra a pocos centímetros de la cabeza de la chica.
    Inuyasha, Kagome y Miroku intentaron ayudarla, pero Sesshoumaru los mantuvo a la distancia de un salto, impidiéndoles acercarse. La miró en silencio por un rato.

    —Puedes levantarte... Sana —no se lo preguntaba, se lo ordenaba.

    Pese a su terrible dolor y al aturdimiento, ella levantó la cabeza hacia donde estaba él y parpadeó lentamente, anonadada. En parte porque él había vuelto a ser visible a sus sentidos y en parte porque nunca la llamaba “Sana”. Llevó una temblorosa mano a su rostro. Su rostro, su hermoso rostro había sido marcado. Eso tardaría días en desaparecer, al menos hasta que aprendiera a curarse con mayor rapidez que “tres días” —su padre solo usaba tres… segundos—.
    Ella intentó sujetarlo de la pierna para poder levantarse, pero él retrocedió, cerrándose la garra de Sana en el vacío.

    —Levántate tú sola

    —Eso es cruel —le recriminó Kagome.

    —Más cruel sería que no la dejara levantarse por sus medios.

    —¿Por qué no la ayudas?

    —No lo necesita —dijo con firmeza. Para incentivarla, le dio la espalda en una clara señal de marcharse, abandonándola ahí.

    Eso fue suficiente para que Shiroihana, con mucha dificultad y tambaleándose, se levantara y lo siguiera, en un intento de no ser abandonada, pero sus pasos fueron inseguros y quería caer. Un pañuelo rojo cayó de la manga de su sucio, ensangrentado y roto haori. Lo usó para recogerse el desordenado cabello. La horrible quemadura en su rostro fue evidente.
    Sin quejarse, se fue en silencio.
    Ella tenía unas cuantas lagunas mentales y muchísimas dudas, puesto que su padre rara vez le respondía. Era como si le estuviese ocultando algo, como si a las crónicas se le hubieran perdido unas cuantas páginas de la historia de su entrenamiento y evolución. Ella no sabía nada de “la prueba” de su padre o su tío, pero estaba obsesionada por ambas… y ninguno de los dos jamás respondía a nada —era más, nadie le respondía nada, ni siquiera el sabio monje Miroku, ni siquiera su abuelo Myouga ¿Qué era lo que le ocultaban?—. Todo en su vida cotidiana eran golpes y caídas. Nada de preguntas. Y nada de respuestas.
    Aún así, sin saberlo, ella se tomaba las cosas de una forma más metódica que su padre a su edad. Todo lo que ellos hacían era por una buena razón, no porque se ensañaran con ella. Al menos así se lo proponían.
    Aún así, alguna vez le hubiera gustado tener respuestas de por qué su padre nunca la ayudaba en nada. Por qué, a diferencia de su primo, a ella la habían criado con la idea de que no necesitaba pelear con armas o por qué no necesitaba depender de nadie, de la ayuda de nadie… ni siquiera de él.

    _____________________________________________________
    *Sana. Diminutivo de Shiroihana: flor blanca
    *Tessaiga. Apócope de Tetsusaiga: colmillo de Acero.
    *Youki: energía mágica.
    *Youryoku: poder mágico
    *Youketsu: hoyo de energía mágica.
    *Daiyoukai: literalmente Gran Demonio. Rango último de poder de youkai.
    *”Estos ojos son hoyos inútiles que están de adorno”. Frase cínica de Sana. Es lo que Sesshoumaru suele decirles despectivamente a los que lo adulan en un intento de levantarle el ánimo en situaciones evidentemente malas.
    * “[…]La capacidad de sanarse en pleno combate […]que a su padre le valía su temible reputación”. Se supone que Sesshoumaru, al cambiar a daiyoukai adquiere un youryoku y una voluntad tan fuertes que es capaz de materializar cosas —cerrar heridas, conseguir la Bakusaiga…—.
     
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    InunoTaisho

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    pobre sana... su padre la dejo como trapo... el legado se me hace algo perverso, Sesshomaru no creo que siga siendo tan malo... bueno es una forma de decirle a sus hijos que los quiere, y que ellos deberan enfrentarse solos a la vida algun dia y saber defenderse, especialemente ella por ser... hembra y algo diferente. Ya me imagino el shock de los demas al ver a Sesshomaru tratar asi a su hija... y la conversacion que tuvo ella con su primo... se me hace muy... ¿Qué pretendes de verdad, que ellos se relacionen sentimentalmente con el consentimiento de su padre o que ella y su hermano...? ay que dudas me dejas, ya veremos lo que sigue... Sayonara
     
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