1.  
    Asurama

    Asurama Usuario popular

    Cáncer
    Miembro desde:
    21 Octubre 2008
    Mensajes:
    648
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    The Legacy
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    60
     
    Palabras:
    11987
    ¿Qué es lo primero que piensas al ver muerta a tu hermana? No piensas, entras en shock y te premiaría si no te desmayaras o perdieras la razón. El primer pensamiento que cruza tu mente es un rotundo ¿por qué? O tal vez una simple negación, eso depende en gran medida de la fuerza mental de cada quien, de quién eres y de qué has aprendido. Para ese momento, yo tenía una gran fuerza mental, pero jamás pensé que estallaría.
    En ese momento, dejé de ser yo, mis fuerzas, mi voluntad, todo salió de los límites de mi cuerpo y con ese poder ataqué al que creía culpable sin medir consecuencias, sin importarme nada. No había mucho que hacer ya. Ese tan solo era el inicio de la peor lucha.
    Una mente débil en medio de tanta presión tal vez intentaría morir, pero la mía había crecido repentinamente y sólo pensaba en sobrevivir.

    Pelea en el hielo

    El fantasmagórico clan atravesó con velocidad los límites de aquellas tierras que no le pertenecían, mientras reían cruelmente, aplastando las cabezas de toda criatura que se cruzara en su camino, incluso humanos inocentes. Los cuerpos inertes volaban y la sangre teñía la nieve, dejando su olor en el aire brumoso.

    —¡Esto es genial, hermana! —festejó la pantera de rojos cabellos, mientras derretía la nieve a su alrededor con su fuego mágico e iluminaba la noche agonizante.

    —Sí —concordó su hermano—, hacía tiempo desde que no teníamos tanta libertad, ¡todo por culpa de esos ineptos!

    —No importa —susurró la más pequeña de todos ellos, parándosele en frente—. Siete generaciones, una familia maldita por siete vidas no puede existir por demasiado tiempo antes de desaparecer ¡todos ellos van a morir! ¿Acaso ya olvidaron cómo se siente tener poder?

    Su hermano entrecerró los ojos.
    —Sí, lo hemos olvidado —miró entonces a todos los de su especie, que se reunían a su alrededor. Eran numerosos—. Lo hemos olvidado, pero pronto lo recordaremos. ¿No es así, hermana? —se giró.

    La pálida hyounekozoku de cabellos azules que estaba a su lado rió y cientos de voces le hicieron eco. Las de su clan y las de quienes acababan de rendirse a ellos y a su poder, formando aquel espantoso ejército.
    Aquellas criaturas estaban llenas de envidia y odio de haber sido olvidadas. Todo clan que tuviera un daiyoukai a la cabeza quería sentirse el dueño de todo… pero aquellas tierras ya tenían un líder, un verdadero guardián, un clan poderoso que precedía a todos los otros…
    Sin embargo, ¿quién iba a pensarlo? gracias a aquel maldito de Akuma, aquello había acabado. El Clan del Inuyoukai ya nunca más se levantaría. Tanto Inu no Taishou como su única heredera habían desaparecido de la faz de la tierra.

    —¡Durante mucho tiempo hemos estado relegados, pero ahora el gran Guardián del Viento ha caído! ¡El Clan del Inuyoukai ya no tiene cabeza! —sentenció la pantera—. ¡Ataquemos el Templo del Viento y tomemos el poder por la fuerza!

    Todos comenzaron a correr hacia el Oeste, seguidos por una nube negra de energías malignas de cientos de youkais, onis y espíritus hambrientos, que se habían reunido con el solo propósito de reclamar aquel poder sin dueño y también aquellos territorios. Tanto el cielo como la tierra se cubrieron de oscuridad.

    —¡No permitiremos que una mísera pantera y su decadente clan nos gane! —murmuró una viva llama dorada, mientras les cortaba el paso—. ¡Nosotros acabamos con el guardián del viento y nosotros nos adueñaremos de su poder! —desde aquellas llamas una larga y furiosa criatura fue emergiendo hasta alcanzar su verdadera forma. Un dragón de extrañas escamas doradas—. Estas tierras serán mías y ustedes serán también mis esclavos.

    —¡Eso nunca! —le gritó una de las panteras—. Además, no fuiste tú el que derrotó a Inu no Taishou y lo sabes bien.

    —¿Eso es lo que crees, imbécil? Déjame mostrarte la verdad —levantó una de sus garras doradas—. ¡Mi clan nunca más volverá a ser utilizado!

    Desde lo alto del cielo, comenzaron a aparecer cientos de criaturas semejantes a él. Dragones. Dragones de cuerpo serpentino y otros de forma humana, serpientes, lagartos… un ejército de espíritus que no superaba en número al que se había sometido a las panteras, pero, en cambio, sus energías eran mayores.
    Los integrantes de ambos grupos se desafiaron, mientras el choque de sus energías desataba una fuerte y fría tormenta de nieve.
    Aquello comenzó con una contienda con fuerzas igualadas, pero acabó en una carrera por llegar antes a aquel tan ansiado trono. El ejército del dragón, pronto tomó la delantera, haciendo comer nieve a los demás.

    Un enorme ejército de criaturas pertenecientes a aquellas tierras formaron una barrera, intentando detener a los invasores que los oprimirían cruelmente si llegaban al poder. Una batalla sangrienta se desató entre los tres ejércitos youkai. El ejército que protegía el Oeste no tardó en sentirse inferior al numeroso y poderoso invasor y todos se replegaron, huyendo al único refugio posible, la Casa del Guardián.

    —Ya empezaron —anunció un guardia youkai de ojos dorados en tono serio, presidiendo a un ejército de varias criaturas, sus ojos resplandecieron.

    —Tal y como Inu no Taishou lo preveía, los youkai de todas las tierras se han levantado —murmuró otro youkai parecido al primero.

    Los dos se postraron, bajaron la cabeza en signo de profundo respeto y el enorme ejército tras ellos los imitó. Esperaban ansiosos la llegada del líder. Varios soldados con olor de inuyoukai comenzaron a unirse a aquellas filas, con la sed de sangre reflejada en sus rostros y varios de los youkai replegados de la batalla comenzaron a llegar a la plaza.

    —Así que ya empezaron —concluyó una hermosa voz, desde lo alto—. Llegó el momento de atacar —sus clarísimos ojos felinos resplandecieron y una sonrisa sádica se dibujó en sus pálidos labios. No importaba quién quisiera borrar los nombres de sus ancestros, se encargaría de que ninguno quedara con vida.

    El hanyou se empequeñeció, escondiéndose, incapaz de verlo en esas condiciones. Era la primera vez que veía a su primo con el traje y la armadura de un gran regente. ¿Realmente pensaba salir a la cabeza de ese ejército a pelear con los otros? ¿no era una locura? ¡Habían intentado asesinarlo! ¿pero había acaso otra opción? Era su deber en el lugar de un Guardián, el deber que le había dejado su padre. Kanta sabía que esta vez Akyoushi no podría huir aunque quisiera. Si lo hacía, todos acabarían muertos…
    ¿Pero había una manera de que salieran vivos ahora?
    Kanta hacía lo posible para contenerse y no saltar frente a él para detener aquello. Sonrió con amargura. Sólo recibiría un golpe en respuesta, e insultos. Se sintió impotente y deseó con todas sus fuerzas que su padre estuviera ahí, con su espada, con sus poderes. También tenía necesidad de su bondadosa y poderosa madre y de la voluntad de su tío.

    Si era verdad que los antepasados oían y ayudaban… su abuelo, su grandioso abuelo, que usara algo de su poder y les salvara.

    Sus oscuros ojos, brillando con vida, se levantaron hacia el cielo y por primera vez, se atrevió a decir algo…

    —Abuelo… si me estás escuchando, por favor abuelo… protégenos así como protegiste a mi padre… —tragó saliva—. Me dijeron que tú… me dijeron que tú eras como Sana, que tú podías ver el futuro y cambiarlo… —sus ojos se llenaron de lágrimas— …por favor, abuelo, usa esos poderes para cambiar esto ¡no quiero que mi primo perezca en una guerra!

    Un gran golpe en la cabeza le hizo olvidar lo que estaba diciendo.

    —¿De verdad crees que moriré a manos de unos repugnantes insectos como esos, maldito hanyou? —le reprochó el inuyoukai con una amenazante mirada.

    Kanta se frotó la cabeza, mientras sudaba y reía nerviosamente.
    —Por supuesto que no… yo sólo pensaba…

    —Abstente de pensar y mantén los ojos abiertos.

    —Tranquilo príncipe —dijo una serena y dulce voz—, al menos Kanta recordó que tiene ancestros poderosos capaces de defender nuestro clan. Pero alguien que se ha ido no puede defenderles y su voluntad no permanece más en este mundo —asumió un tono serio—. Príncipe, sólo dependes de ti.

    Akyoushi asintió.
    —Sí, abuela.

    La blanquísima youkai sonrió y algo brilló en esos ojos tan claros como los de él.
    —Eres muy listo, justo como tu padre. Estarás bien —se preparaba para marcharse a sus aposentos.

    —Pero no pelearé solo —agregó el joven—. Usted me acompañará en la batalla.

    La Dama Perra soltó un dramático suspiro.
    —Y yo que creí que ahora, con herederos en la familia, podría retirarme y tener una vida tranquila. Parece que la Princesa Dama es débil e inoperante, es una vergüenza… no es capaz siquiera de levantarse en nombre del Clan Inuyoukai…

    —No es así —murmuró una miko vestida de blanco y armada, mientras salía de la Casa Principal—. Disculpe mi atrevimiento, Gran Señora, pero no soy inútil y por supuesto que pelearé por el clan y en nombre de Sesshoumaru-sama.

    Akyoushi le clavó una dura mirada.
    —Tú no pelearás, Rin, te quedarás aquí, en la casa —dijo con frialdad.

    —Pero…

    —¡Es una orden!

    Rin hizo una profundísima reverencia.
    —Le suplico que me perdone… pero tendré que desobedecerle, príncipe Akiyoushi de los Inuyoukai —usó su verdadero nombre.

    Kanta le sacó la lengua a su primo y se hizo rápidamente hacia atrás para evitar un oportuno golpe en la sesera.

    —Akiyoushi-sama, los kageyoukai han causado grandes desgracias a este poderoso clan —le recordó Rin—. Deje que un portador de poder utilice esos mismos poderes para salvarle.

    Él cerró los ojos por unos momentos.
    —Yo salvaré a este clan, no necesito de tu ayuda.

    Rin asintió.
    —Sé que está preocupado por mí pero eso no es necesario, soy absolutamente capaz de valerme por mí misma y yo también pertenezco a este clan —una sonrisa se dibujó en sus labios—. Es mi derecho luchar con usted. Se lo debo al clan y a Sesshoumaru-sama.

    El espíritu que había demostrado Rin levantó el ánimo de Kanta. No todo estaba perdido. Tal vez, era una seña de que su abuelo no pensaba ver destruido al clan que tanto había cuidado. Tal vez, Rin era un ángel que podía protegerles, después de todo. Estaba más que claro que ella tenía el mismo tipo de espíritu fuerte que Sesshoumaru-sama y por eso había sido signada para caminar con él.

    ¡Él no se quedaría de brazos cruzados a ver cómo ellos saltaban al fuego!
    —Yo también le debo mi lealtad a Sesshoumaru-sama y le prometí defender al clan, aunque sólo sea un hanyou no nacido en esta tierra, yo también pelearé —dijo con firmeza.

    Akyoushi no quería meter a su querido primo en ese lío, pero nada ganaba con que se pusieran a pelear. Suspiró.
    —Cuida que no te arranquen esa hueca cabeza de buenas a primeras.

    —¡Oye!

    Rin le puso una mano en el hombro.
    —El enemigo no es Akiyoushi-sama —le recordó—, el enemigo está ahí afuera, esperando para arrasar con lo que encuentre. No son muy diferentes de Akuma —entrecerró sus ojos—. Escucha bien, Kanta. Cuando un youkai sale a pelear, defiende su orgullo y piensa en la sed de sangre y el deseo fuerte de matar… pero tú recuerda que tienes la fuerza protectora de un inuyoukai y el corazón benevolente de un ser humano, tal y como tus padres. Kanta, recuerda que tú no saldrás a matar, saldrás a defender lo que es importante para ti.

    Él tomó esa fría y pálida mano entre sus manos morenas, sonrió suavemente.
    —Eso jamás se me olvida, mi estimada tía.

    Ella le sonrió dulcemente, no recordaba cuándo había sido la última vez que le había llamado así, pero se encargaría de que no fuera la última. Era el hijo de Kagome-sama, le protegería para expiar sus pecados, le protegería a costa de su vida, como si fuera su propio hijo. Ella, sin darse cuenta, tal y como una sombra, había asumido parte de la naturaleza de un inuyoukai. Y la naturaleza de un inuyoukai era proteger.

    Akyoushi sabía que el deber de Rin como sacerdotisa era levantar una potente barrera alrededor del Palacio, que le protegiera constantemente de cualquier invasor, además, debía cuidar de su bebé o acabaría como Kagome. Pero ella nuevamente se negó a cumplir con su tarea, esta vez por una buena razón. Creía que proteger con sus poderes al líder y al ejército era lo más importante. Iban a empezar a discutir, pero en eso, llegó un soldado anunciando que tenían al enemigo en las narices.
    Akyoushi salió encabezando al ejército, con su abuela a la derecha, Rin a la izquierda, montada en Ah-Un y Kanta atrás, montando un mononoke. De verlo su padre, le acusaría de pésimo estratega y por poner a las mujeres al frente en vez de guardarlas, pero las dos habían mostrado tener más voz de mando que él. Ambas decían que debía crecer, pero le trataban como a un niño. Oía claramente lo que se decía a sus espaldas: que era un pésimo líder, manejado por las mujeres y que jamás sería un Guardián.

    —Un ego de ese tamaño debe doler mucho —murmuró Kanta agradeciendo que la distancia entre ambos no permitiera a su primo voltearse y asestarle un puñetazo. Cuando reaccionó, estaba hundido de cabeza en un montículo de nieve, mientras allá en el cielo, su ejército y su montura ya lo dejaban atrás.

    Cuando pudo distraer a sus niñeras, Akyoushi se adelantó veloz y fue así como se cruzó con una youkai de cabellera castaña y verdes ojos felinos, que parecía tener su edad.
    —Hey, niño, vas en la dirección contraria —ella estaba segura de hallarse frente a un igual al juzgarlo por su apariencia—. El clan al que tenemos que atacar está allá.

    —Oh, no, eres tú la que va en la dirección contraria —sin preámbulos, le asestó un golpe en el centro del rostro, haciéndola golpearse de espaldas contra un árbol.

    Ella se paró en el acto, con una mano en la cara.
    —Oye, qué falta de respeto hacia las mujeres.

    —Las mujeres son unos insectos molestos que vinieron a este mundo a ser castigados.

    Shunran abrió mucho los ojos.
    —Vaya, eres un niño con carácter… y aunque luces como una hermosa pantera de las nieves, tu olor delata a otro tipo de criatura —sonrió con picardía—. Al menos deberías saludar.

    Él se arrojó hacia ella para golpearla.
    —¡Si sales viva… —pero golpeó el aire, pues ella desapareció.

    De repente, el aire estaba saturado de un nauseabundo olor a flores, mientras cientos de panteras iguales a ella saltaban a su alrededor y se burlaban de él. Ilusiones de aroma…

    —Entonces, te saludaremos nosotros primero —dijo otra voz femenina. Una llama viva saltó hacia él, golpeándolo de frente— ¡Hola, príncipe! —muchas bolas de fuego se dirigieron hacia él, pero sus reflejos le ayudaron a esquivarlas.

    —¿Dónde estás? Aparece —el olor floral de Shunran no le dejaba sentir nada.

    Más bolas de fuego vinieron hacia él, pero Akyoushi las esquivó y lanzó una esfera de youki en esa dirección. De las sombras del bosque, apareció una hyounekozoku de ojos rojos y cabello como fuego, ella le sonreía.
    Hiciste mal en esquivarlas.

    Con su olfato bloqueado, Akyoushi tardó en darse cuenta de que los árboles a su alrededor ardían.

    —Déjame presentarme, soy Karen —envuelta en una lengua de fuego, comenzó a correr velozmente alrededor del bosque, mientras Akyoushi la perseguía con idéntica velocidad, intentando destriparla. Cuando quiso darse cuenta, estaban dentro de un infierno de llamas. El bosque ardía. Las panteras lo atraparon y lo arrojaron deliberadamente al fuego, sujetándolo ahí.
    El joven sentía que se asfixiaba y sus fuerzas le abandonaban, quiso escapar, pero una cuerda hecha de fuego lo ató y lo arrastró hasta el centro de las llamas. No sabía por qué, pero no podía escapar de los poderes de Karen.

    —Pobre príncipe, ¿te sientes débil? La debilidad de las panteras de las nieves… es el fuego. Hoy cenaremos príncipe asado, ja, ja, ja.

    Él cerró los ojos y una visión vino a su mente: estaba en un río de fuego y esa mujer rubia aparecía, ofreciéndole ayuda e invocaba al poder del hielo, apagando así las llamas.

    Estiró una mano hacia el ardiente rostro de Karen.
    Prisión de hielo —y su ventisca helada se convirtió en una ducha de agua fría que bañó y apagó a la pantera y a la mitad del bosque.

    Mientras Karen intentaba recuperarse, Akyoushi las arrojó a ella y a su hermana hacia el interior de la arboleda. Pero las llamas ya habían enseñado a enemigos y aliados el lugar en donde estaban.
    De repente, un sonido le advirtió de la llegada de un arma. Akyoushi cazó la lanza de cristal en el aire y la arrojó en la dirección de la que había venido. La pantera de cabello azulado que le había atacado, saltó y la lanza se clavó en el suelo, donde ella había estado segundos antes, cristalizando todo el bosque y sofocando el incendio.
    Ella estaba anonadada ¡un inuyoukai capaz de controlar el hielo! No sabía de la existencia de un hijo varón en la familia de Sesshoumaru.

    Ambos cruzaron miradas.

    —Príncipe…

    —Kouran… vete por donde viniste o te haré tragar la nieve.

    —Qué criatura —la hyounekozoku rió con malicia—. Vaya, pero quién iba a pensar que ese inepto de Sesshoumaru sería capaz de meterse con la bruja de las nieves.

    Él se sintió ultrajado al oír aquello.
    —No dejaré que te expreses así de mi padre —hizo crujir las articulaciones de los dedos, generando una fría aura.

    Ella tomó su arma.
    —Veamos qué tienes, cachorro —una fría aura envolvió a Kouran y se arrojó hacia él— ¡Ventisca!

    —¡Ventisca!

    Ambos ataques chocaron y provocaron una explosión que congeló más al bosque y a parte de los súbditos de ambos bandos que se hallaban demasiado cerca, pero ambos contrincantes estaban intactos, forcejeando el uno contra el otro por la tenencia de la cristalina arma de Kouran.

    —Nada mal, para tener la mitad de la sangre —ella acercó su rostro a él, casi chocando su frente—. Eres como tu padre.

    Akyoushi se sintió extraño al ver de cerca esos profundos ojos azules y recordó otros muy parecidos. La calidez de la sangre, el frío de la Tormenta del Norte y el dolor del rechazo. Enfurecido, comenzó a forcejear en contra de ella, ampujándola, rodeándola de su viento frío y haciéndola retroceder, sin importar que ella afirmara los pies sobre el suelo.

    Ella no entendía de dónde un niño inexperto podía sacar tanta fuerza, pero él no le quitaba los furiosos ojos de encima. Era la fuerza que daba el odio.

    Al ver a Kouran en problemas, Shunran, Karen, Shuran y todos sus sirvientes le saltaron encima, atacándolo a traición para defender a su líder, pero los soldados de Inu no Taishou, se arrojaron en grupos sobre los traidores para ayudar al príncipe, mientras él y la pantera seguían forcejeando, cada vez más violentamente. La guerra había comenzado.

    —Maldito cachorro de inuyoukai, ninguno de tu raza se burla de mí ¡te convertiré en polvo!

    Sintió aquello como un insulto. La ira lo llenó más.
    —Mi nombre es Akiyoushi de los Inu y te vas a acordar de eso de por vida —de un zarpazo, le marcó la mitad de la cara, consiguiendo que ella perdiera la concentración y soltara el arma.

    Iba a saltarle encima a esa ramera, cuando una esfera de youki dorada cayó entre ambos, causando una violenta explosión e interrumpiendo la batalla. Un látigo dorado estaba a punto de golpear a la hyounekozoku, pero ella pronto reaccionó y lo esquivó.

    Akiyoushi miró anonadado ¿qué era ese látigo dorado y de dónde había salido? No tuvo tiempo de analizarlo. Una extraña serpiente de energía comenzó a perseguirle, intentando aplastarlo en el suelo y forzándolo a salir del bosque, el medio natural en el que los inuyoukai tenían ventaja, hacia el campo abierto, donde estaban desprotegidos. ¿Qué tipo de ataque era ese y quién lo había enviado?

    Shunran se encontró frente a un muchacho de piel morena que olía a una mezcla de humano.
    —¿En dónde se ha ido tu amo? —le sorprendía lo mucho que este idiota se parecía al anterior Guardián, pero era imposible que Sesshoumaru fuera su padre.

    —¿A quién le llamas “mi amo”? —espetó Kanta indignado.

    —¿Qué significa esto? —se le burló ella— ¿Se llevan lo más interesante y me dejan con un estúpido hanyou? ¿por quién me toman?

    —Ustedes son basura, un hanyou es más que suficiente para derrotarles ¡cabezas de chorlito! —se arrojó contra ella, pero Shunran era notoriamente más rápida por ser youkai.

    Pronto, él estuvo rodeado del olor de flores y de cientos de Shunran.
    Ella estaba horrorizada de que él, sin embargo, la siguiera a ella, la verdadera.

    Mientras jugaba el juego del gato y el ratón a través del bosque helado, Kanta tenía una sonrisa pervertida en el rostro. Agradecía tener una madre miko y un tío houshi.
    —No necesito olerte, bruja ¡puedo sentir tu youki!

    Ella gritó cuando fue tomada por la muñeca.

    —¡Te atrapé, anciana con cara de mocosa! —aplicándole una llave de judo, la arrojó de cabeza contra el suelo cristalizado. En eso, una horda de youkais aliados de Shunran le saltaron encima, hiriéndolo y ella aprovechó para reducirlo a zarpazos—. ¡Cien contra uno no es justo! ¡no me gustan las chicas tramposas! —gritaba él mientras era brutalmente arrastrado y herido por los youkai.

    Entonces, vio algo que siempre llevaba consigo bajo la ropa y hasta ahora no había creído necesario usar. “Toma, Kanta, lleva esto siempre atado a tu cuello, es un pañuelo rojo tejido con piel de rata de fuego y te protegerá”, le había dicho su padre al entregarle ese regalo que había sacrificado parte de su traje. Mojó sus garras en su propia sangre, tocó la suave tela y lanzó un feroz zarpazo convertido en brasas.
    —¡Hijin Kessou! —el ataque eliminó a varios de los youkai, tomándolos por sorpresa.

    Shunran le miró furiosa, demostrando el demonio que en realidad era.
    —¡Eres un maldito hanyou!

    —Te dije que no me gustan las chicas tramposas. ¡Te voy a tratar como lo que eres! ¡Hijin Kessou! —ella tuvo dificultades para esquivar el ataque, pero finalmente lo consiguió escondiéndose entre los árboles.

    Él no se quedó atrás y reanudó la persecución, pero los youkai que quedaban vivos, a la vez le perseguían a él y éstos eran a su vez perseguidos por la quinta escuadra de Akyoushi. La sangre y las tripas volaban por todo el bosque.

    Kouran estaba furiosa con el mocoso que le había marcado el rostro y pensaba vengarse, no sin antes maldecirlo por siete generaciones. Iba en dirección a él, cuando su sombra quedó paralizada en medio de la arboleda, paralizándola a ella. Por más que intentaba moverse, no lo lograba.
    —¿Qué demonios? —miró a su sombra y ésta abrió unos ojos rojos— no puede ser ¡un kageyoukai! —también su clan había sido víctima de esas cosas, razón por la que hasta ahora no se habían atrevido a salir de su refugio.

    La boca de la sombra se abrió.
    No permitiré que le hagas ningún daño al príncipe, ni mucho menos que le maldigas. Primero deberás pasar por sobre mi cadáver —la horrenda boca sonrió—. Ah, pero es verdad… los kageyoukai no mueren.

    Kouran intentó clavarle su lanza, pero la sombra cambió abruptamente de posición y se levantó del suelo con arma en mano.

    Kouran, tú pelearás conmigo.

    —No seré derrotada por una criatura como tú —se puso en guardia y las armas de ambas chocaron, pero el aura fría de Kouran fue repelida por la insoportable aura del kageyoukai y la pantera retrocedió por miedo a ser quemada—. ¡Bruja!

    Ni el hielo más frío resiste el fuego de los infiernos —le apuntó con el arma.

    Una mujer con cara de muerta y ojos vidriosos la estaba amenazando ¡el asco!
    —¡Eso está por verse!

    —¡Si te atreves a tocar a Akyoushi-sama no dudaré en matarte! —lanzó su arma con violencia hacia la hyounekozoku— ¡Estas tierras pertenecen a Sesshoumaru-sama, tú y los tuyos no tienen derecho de estar aquí!

    La pantera bufó.
    —¡Mira quien habla! ¡un ser sin vida propia que devora lo que no es suyo!

    —Te equivocas, Kouran, mi alma no pertenece a Akuma —la pálida mujer entrecerró sus vidriosos ojos—. ¡Mi alma siempre pertenecerá a Sesshoumaru-sama! —volvieron a lanzarse la una contra la otra.

    Cuando ambas se cruzaron, Rin soltó su arma y tomó de los brazos a la hyounekozoku.

    —¿Qué haces?

    —¡Cavar tu tumba, gata ramera! —comenzó a murmurar un poderoso rezo shinto al tiempo que liberaba una energía espiritual que atrapó a su oponente—. ¡No necesito de la Oscuridad para derrotar a alguien como tú!

    En ese momento, Karen llegó y vio lo que le ocurría a su hermana, pero al saltar sobre su oponente, chocó contra una barrera de energía espiritual y fue brutalmente repelida.
    ¿Esa era una miko humana luchando por el Oeste? No. No era un ser humano, ni siquiera parecía uno, más bien parecía la muerte andante. Varios de los aliados de los hyounekozoku trataron de arrojarse contra la criatura en forma de mujer, pero eran repelidos o despedazados por la barrera.

    Rin soltó a Kouran y ésta retrocedió.
    —Sólo quiero que entiendas. Váyanse de aquí, esta Región pertenece a los Señores del Cielo.

    —Tu enamoramiento por ese perro idiota de Sesshoumaru te impide ver la verdad. Ese mocoso nunca será un Guardián, no pueden seguir llevándose la tierra que creen que es suya. La era de los Inuyoukai se acabó. ¡Ahora los Hyounekozoku seremos los nuevos Señores del Cielo!

    —Eso nunca, porque jamás se han levantado de la tierra.

    Kouran bufó.
    —Como si Sesshoumaru lo hiciera.

    La portadora de oscuridad entrecerró los ojos.
    —Tú no sabes nada.

    Kouran sonrió con malicia.
    —Mataré a tu hijo bastardo y me quedaré con su trono.

    Rin imitó el tono de su altiva suegra.
    —Te cortaré la lengua con la que profieres infamias y se la tiraré a sus sirvientes.

    Volvieron a lanzarse una contra la otra y Rin se preparaba para cazarla de nuevo por los brazos y darle una descarga de energía espiritual, pero se encontró ante una sorpresiva ventisca que no le dio tiempo de usar los poderes otorgados por Akuma.

    Kouran ladeó la cabeza, mirando la extraña estatua de cristal que había frente a ella.
    —Mira, Sesshoumaru, en lo que se ha convertido tu mujer —ella, su hermana y sus sirvientes rieron a carcajadas.

    La Dama Perra estaba tranquilamente sentada bajo un árbol mientras la nieve caía. Frente a ella, había un amenazante ejército youkai encabezado por un Hyounekozoku moreno y fornido.
    —Siempre me mandan lo peor —murmuró antes de bostezar, cubriéndose la boca delicadamente con una mano.

    —Ah, no te preocupes, eso tiene solución —se burló una voz femenina.

    Tras una repentina ventisca, tres hembras aparecieron.

    —¿Ustedes? —la inuyoukai levantó las cejas—. Creí que esa chiquilla, Rin se encargaría de quitarlas del camino.

    Kouran sonrió.
    —Tu linda niña se ha convertido en una estatua de hielo y será el próximo adorno de mi jardín en el Templo de Viento.

    La Dama Perra apoyó el rostro en su pálida mano.
    —¿Y qué les hace pensar que les dejaré llegar allá? —todo el ejército avanzó, mientras ella simplemente suspiraba—. Sabía que Sesshoumaru se casó con una inoperante, ni siquiera pudo con tres gatas en celo. Siempre tengo que limpiar yo el desorden —levantó el meidou seki y de éste comenzaron a salir sabuesos del infierno, tsukais, kages y demás porquerías, que se llevaron por delante a toda la escuadra, mientras varios hyounekozoku, ni lentos ni perezosos, huyeron antes de ser alcanzados.

    Aquel luminoso látigo dorado seguía persiguiendo al príncipe, doblándose y cambiando de trayectoria, impactando contra en suelo, contra árboles, levantando la nieve. Una extraña llama dorada compareció ante el príncipe cuando estuvo a campo abierto.
    —Destruiré tus montañas para inundarlas y convertirlas en mar.

    Lo fulminaba la mirada furiosa de los resplandecientes ojos de un imponente dragón, de cuerpo serpentino, cubierto de escamas que relucían como oro, crin de hilos de oro y enormes garras de plata.

    Con tal imponente apariencia, no le cabía duda de que estaba frente a un miembro de la Familia del Este, ¿sería éste el hijo del Guardián del Agua? De ser así, significaba que ambos estaban en igualdad de condiciones. Iba a saltar.
    —No te dejaré hacer tal cosa, esta región nos ha pertenecido por generaciones —ambos comenzaron a moverse en círculos, acechándose—. Vete por donde viniste.

    —No puedo hacer eso —antes de que el inuyoukai pudiera reaccionar, le lanzó una llamarada de aquel fuego dorado—. Odioso perro, tu padre dejó malherido al mío y yo le maté a él.

    Akyoushi le mostró los colmillos y le gruñó.
    —¡Te voy a sacar la mierda!

    —Acabaré contigo justo como con tu estúpido padre —le lanzó una serie de enormes ataques de youki, imposibles de esquivar.

    No podía ser cierto que esta basura hubiera matado a su padre, eso era imposible.
    No pudo esquivarlos todos y uno de los ataques lo golpeó desde atrás y lo hizo volar a varios metros por la pradera y arrastrarse por el suelo. Él giró sobre sí mismo y logró levantarse y ponerse en guardia, pero el dragón era demasiado veloz para atacar con su energía, todos sus esfuerzos se iban en esquivar los ataques y no podía abrir un hueco para contraatacar. Además el dragón no dejaba de serpentear. No había duda de que se trataba del hijo de un daiyoukai. Si su padre o su hermana mayor estuvieran ahí, ya lo habrían paralizado y destazado. Se enfocó tanto como podía en su oponente y consiguió rebotarle algunos de sus ataques con sus poderes psíquicos…
    Pero sus habilidades no tenían comparación con las de un daiyoukai… o la energía de su oponente era demasiada como para desviarla de ese modo.

    —Pobre príncipe, debe ser muy duro para ti tener sólo la mitad de la magia —el dragón detuvo sus disparos y arremetió con la boca abierta, pero Akyoushi saltó y lanzó un zarpazo que consiguió hacerle heridas… muy leves. Tenía la piel tan dura que parecía metal. Su agresión fue contestada con otro disparo.
    Él lo golpeó nuevamente con las garras, logrando derribar al dragón y ocasionando un gran temblor.

    —Soy un inuyoukai de sangre pura ¡a mí no me llamarás hanyou!

    —¡No te resistas, perro! —movió la cola como un látigo listo para golpear al príncipe, pero éste la esquivó.

    En el suelo, ahora había una grieta de bastantes metros. La cola del príncipe dragón, sus garras y sus colmillos iban y venían, rasgando el cielo y la tierra levantando la nieve, buscando destazar al perro.
    —¡Muérete de una vez, te cortaré las piernas y se las llevaré de obsequio a mi padre!

    Qué enfermo.
    —Jamás ¡Prisión helada! —la fría esfera de youki lanzada desde sus garras voló veloz hacia el oponente, haciendo resplandecer todo. Pero se quedó en shock al ver la inefectividad de su ataque.

    —¡Ese truco ya no va a servirte conmigo! —el reptil volvió a usar su fuego.

    No era posible que hubiera esquivado un ataque como ese, no era posible que lo conociera. Intentó poner una barrera entre el lanzallamas y él, pero fue brutalmente empujado hacia atrás.

    —Con que el fuego es tu debilidad. ¡Pues ahora conocerás el infierno! —comenzó a reunir a su alrededor una enorme cantidad de youki para un gran ataque.

    El inuyoukai, anonadado, aumentó sus energías, listo para transformarse a su verdadera forma de ser necesario. Cuando una bola del tamaño del sol se le vino encima y ante la imposibilidad de esquivarla, detenerla o desviarla, cerró los ojos, esperando ser consumido por ese asqueroso olor a incendiario. Pero no sintió nada.
    Al abrir nuevamente los ojos, se vio rodeado por unos pálidos brazos femeninos.

    —Lagartija, no permitiré que toques a mi nieto.

    Akyoushi miró por sobre el hombro.
    —¿Abuela? —no podía creer lo que estaba viendo, la inuyoukai había venido para protegerle, ella que parecía tan desagradable... una inuyoukai había venido a defenderle a él, a quien debía ser el líder—. Abuela, esto es entre él y yo —murmuró.

    El príncipe dragón rugió.
    —¡No te metas en nuestra batalla, anciana!

    —Mocoso insolente ¡No me digas anciana! —vociferó la Dama Perra mientras sus ojos se volvían rojos, su rostro se deformaba y su voz se convertía en la de una bestia.

    Furiosa, se separó de su nieto y saltó hacia la insolente lagartija dorada, cambiando en el aire a su verdadera forma, una esbelta perra blanca, con las fauces abiertas, listas para deshacer esa bola de escamas en pedazos.
    Con velocidad idéntica a la suya, el dragón la esquivó y, rugiendo, se lanzó a su cuello.
    Ella usó sus patas para separarse de él y ambos se movieron en el aire en círculos, acechándose, antes de arrojarse de nuevo el uno contra el otro. Entonces el youkai lanzó un zarpazo a su hocico.

    Ella gritó del odio.
    —¡Maldita lagartija! ¿Cómo te atreves a marcar mi hermoso rostro?

    Esta vez la inuyoukai fue quien le mordió el cuello y, aunque no pudo traspasarlo con sus colmillos, lo sacudió en todas direcciones y finalmente le lanzó veneno. El serpentino cuerpo dorado se enroscó en ella, constriñéndola con fuerza. La Dama Perra rugió de dolor, al tiempo que soltaba la mordida y profería un grito de bestia. El dragón aprovechó eso para morderle el pecho con fuerza. Su intención era traspasarla.
    Ella rugió más ¿acaso la iban a matar como a Touga? ¡Era demasiado joven y hermosa para convertirse en un costal de huesos! Y además no podía dejar huérfano a Sesshoumaru. Usando sus patas y convirtiendo parte de su cuerpo en energía, se zafó de los anillos constrictores formados por el cuerpo del dragón y lo agarró de la cabeza con violencia, separándola de sí. Sin embargo, la lagartija no soltó la mordida y le arrancó un trozo de carne de su pecho.

    Pero este no era momento para preocuparse por su estética.

    Ambas criaturas rugieron, amenazándose. El dragón lanzó una bola de energía pero ella lo esquivó en zigzag y le dio un zarpazo en medio del rostro, en príncipe dragón enrolló la cola en una de sus patas y con fuerza la lanzó hacia el suelo, intentando azotarla, pero ella se movió en el aire, resultando más fuerte de lo que él creía y cayó al suelo con estrépito. Entonces, ella se abalanzó para morderle el cuello, pero los dragones del ejército del este se le arrojaron encima, dándole tiempo al príncipe de recuperarse y contraatacar con violencia por la espalda.

    El príncipe inuyoukai abrió mucho los ojos.
    —¡Abuela! —tenía que ayudarla, pero antes de que pudiera transformarse, le fue lanzada una bola de fuego—. ¡Karen!

    —¡Tú pelearás con nosotros! —le gritó la hyounekozoku.

    —¡Púdrete! —no podía darse el lujo de perder el tiempo con ellos.

    —¡Púdrete tú! —Shura le lanzó entonces un relámpago haciéndole volar varios metros atrás y clavarse de cabeza en el suelo. Al primer golpe le siguió otro y otro… y otro más. El youkai le aplastaba, mientras, en su confusión, una voz interna le exigía levantarse y luchar.

    —¡Déjalo! —le gritó Kanta a Shura mientras se le arrojaba encima y le mordía, logrando así separarlo de su primo.

    —¿Kanta? —¿cómo era posible que hubiera llegado tan rápido hasta él?

    Kanta y Shura rodaron por la nieve, forcejeando y éste último lanzó una descarga eléctrica que frió el cuerpo del hanyou. El hyounekozoku lo agarró de los pelos y lo hizo volar.
    —Maldito hanyou, te carbonizaré antes que a tu amo —sus garras comenzaron a ser rodeadas por cargas eléctricas.

    Kanta se puso de pie como podía, con el cuerpo adolorido y los ojos resplandeciendo en rojo, mientras se repetía mentalmente que tenía que proteger a su familia, no podía dejarse llevar por el miedo. De pronto, empezaba a sentir en su interior fuertes pulsos de energía que le superaban, le ahogaban. Su padre se lo había advertido, no podía perderse a sí mismo. Tranquilo, Kanta, controla… tu instinto… no dejes que te controle… Tenía que pensar en algo, lo que fuera.

    —¡Maldito animal, no vuelvas a decir que soy esclavo de este mocoso inútil y estúpido! —distrayéndose con sus propias palabras, se arrojó directo al hyounekozoku, pero una patada voladora lo mandó hacia atrás.

    —¡Maldito hanyou, este es mío! —le gritó Akyoushi mientras escupía su sangre—. Le devolveré cada golpe —el joven príncipe comenzó a saltar en zigzag, resultando mucho más veloz que su oponente y logrando asestarle una lluvia de patadas.

    Entonces, recibió un sorpresivo golpe por la derecha, que lo separó de su oponente.
    —Acabemos lo que empezamos, cachorro.

    El joven la miró, desatando de nuevo su aura fría.
    —Kouran, tú de nuevo. ¡Ahora sí te hago mierda! —le saltó listo para darle un zarpazo.

    —¡Inténtalo! —ella preparó su lanza de cristal para clavársela.

    Antes de que llegara a la youkai, Shuran lo agarró de atrás, propinándole una descarga eléctrica y aplastándolo nuevamente contra el suelo. Aquello fue aprovechado por Kouran para lanzarle un zarpazo en medio del rostro, al que le siguieron varios más.

    —¡Te haré sufrir hasta enviarte con la mujer de tu padre!

    El mundo quedó quieto y en silencio, mientras desde el cielo oscuro comenzaba a caer una nevada.

    Él le lanzó una dentellada.
    —¿Qué le hiciste a Rin?

    —La mandé al otro mundo en forma de cubo de hielo —se preparó para atravesarle el pecho con el ataque congelante.

    No, era mentira. Tenía que serlo.

    Akyoushi la tomó por sorpresa al golpearla con la cola. Haciendo el mismo uso, se enrolló en un pie de Shuran y, levantándolo en limpio, lo arrojó sobre sus otras hermanas que ya se preparaban para venírsele encima. Los ataques de los cuatro youkai chocaron entre sí, provocando una explosión violenta que levantó nieve y humo y dio lugar a que los tora-ge —los soldados perros— los separaran y los agarraran a mordidas, permitiéndole al príncipe correr tras el rastro que Kouran y los suyos habían dejado en la nieve.

    —¡Rin!

    El motivo de la batalla, la misión de proteger al clan y a las tierras, el problema que enfrentaba su abuela al pelear sola contra tantos dragones y el orgullo del youkai perdieron sentido, mientras la nevada se transformaba en tormenta, cubriendo su mente. El bosque a lo lejos iba convirtiéndose en una borrosa mancha gris azulada y, en vez de acercarse, cada vez parecía más lejano.

    —¡Rin!

    Apenas podía ver, la tormenta se hacía más fuerte y él corría más rápido, pues quería llegar a Rin antes de que se perdiera el rastro de Kouran. El rastro lo llevó a un lugar cercano a donde la batalla había iniciado, la princesa dama no podía estar muy lejos ¿pero cómo detectar a un kage? Corrió entre los árboles hasta llegar a dos que formaban un arco, debajo del cual había una silueta.

    —¿Rin? —al acercarse, sólo se encontró con una estatua de hielo que miraba con perplejidad hacia delante—. ¡Rin!

    Aturdido, el inuyoukai caminó a su alrededor, sin saber qué hacer. Venían a su mente las imágenes de su padre furioso y Rin deprimida, el recuerdo de su ataque traicionero hacia ella…
    No pudo evitar acercar el rostro al cuello de la estatua de hielo. Tembló.

    —Por eso te dije que te quedaras en la Casa —murmuró adolorido. Un gemido salió de su boca.

    Y de pronto, el eco de una risa llegó hasta ellos, mientras la fuerza de la tormenta aumentaba más.

    Akyoushi miró en esa dirección.
    —¿Quién es?

    Recibió otra risa por toda respuesta. Entre la ventisca, pudo ver una silueta vestida de blanco que caminaba de forma antinatural. La tormenta se volvió aún más fuerte y ella volvió a reír.

    —¡La bruja de las nieves!

    Mientras se acercaba, extendió ambas manos hacia el inuyoukai y él reaccionó rápidamente, evitando por los pelos convertirse en lo mismo que Rin.

    Una de esas pálidas manos volvió a abrirse en dirección a él.
    —La prisión del hielo.

    Pero él volvió a esquivar el ataque.

    Aquella risa volvió a oírse, mientras la tormenta se abría en torno a la youkai, revelando su apariencia. Vestía un vestido blanco y llevaba sobre la cabeza un velo blanco adornado con flores de cristal de hielo. Le sonrió.
    —Eres rápido.

    —¿Qué haces aquí? —le espetó el príncipe. Sin dar tiempo a que respondiera, abrió las manos en dirección a ella, lanzando un ataque idéntico al que había recibido, pero la silueta desapareció para reaparecer en otro lugar.

    Un golpe duro, provocado por una fuerza invisible, lo agarró por sorpresa de atrás, lanzándolo contra la estatua de hielo y provocando que la misma se hiciera trizas.
    Akyoushi se levantó horrorizado.
    —¡Rin, no! —volteó hacia la pantera y le mostró los colmillos—. Maldita serpiente.

    Ella reía con una mano en la boca.
    —¿Qué le ha pasado a tu honorable madre?

    Akyoushi lanzó un ataque tóxico, pero de nuevo ella desapareció disuelta en la nieve para aparecer varios metros atrás.

    —¿No que ella era fuerte entre las criaturas sobrenaturales? —seguí riendo.

    Saltó hacia ella y comenzó a propinar golpes certeros en ataques de zigzag, pero dondequiera que atacara, ella desaparecía para aparecer en otra parte.

    Puedo leer tus movimientos con tanta facilidad…no importa si mantienes una expresión de hielo.

    De pronto, otro duro golpe lo mandó hacia atrás y varias siluetas enormes aparecieron a su alrededor. Eran panteras de nieve. Amenazadoras, blancas, pardas, con una dura apariencia. Él se puso a la defensiva, mientras las criaturas le gruñían.

    La bruja permanecía quieta y sonriente.
    —Ataquen.

    Las panteras saltaron simultáneamente con insospechada velocidad. Él atrapó a una por el cuello y la azotó contra el suelo, atrapó a una segunda, aplicándole una llave y arrojándola de espaldas, golpeó con las garras a una tercera… pero se levantaban de inmediato y volvían a la carga con mayor violencia que antes y cualquier herida que hiciera inmediatamente sanaba. A esas criaturas la tormenta parecía darles fuerza. Finalmente lo agarraron entre todas, mordiéndolo con fuerza y perforándole con aquellos colmillos y garras y comenzaron a sacudirlo en todas direcciones mientras él hacía lo posible por herirlas y quitárselas de encima.
    No podía creer…
    Que tuviera una de esas cosas en su interior. ¿por qué había tenido ese pensamiento?

    De pronto, abrió los ojos y vio cómo las blancas manos de la youkai lanzaban un ataque hacia él. Maldita. Sus ojos brillaron y se movió con violencia, lanzando a tres de las criaturas hacia ella, sorprendiéndola y así evitando que lo atacara. La batalla cambió a favor de él y ganó más velocidad que las criaturas, atacándolas con su veneno casi sin pensarlo, derribándolas, peleando sucio, mordiendo y esquivando sus ataques mientras corría al ras de la nieve.

    La youkai miró furiosa el deplorable espectáculo de sus sirvientes.
    —¡No puedes ser tan rápido!

    Era la fuerza que daba el odio.

    Los youkais, furiosos, se pararon a su alrededor, gruñendo y acechando. La bruja y él se miraron.
    —¿En dónde está tu padre? —preguntó ella con cierta malicia.

    Él sintió un escalofrío, esa sonrisa parecía un precepto de muerte. Ella sabía hacia dónde iban los kageyoukai, acaso… ¿acaso eso significaba que su padre…? ¿Qué su honorable padre había sido…?

    —Lo pagarás —saltó hacia ella al tiempo que los youkai pero él los golpeó, acaso más furioso que antes, sin apenas sentir lo que ellos le hacían, pero cuando se acercó a ella y la golpeó, su cuerpo se convirtió en nieve, fundiéndose con el paisaje y volviendo a aparecer en otro lugar.

    —¿Acaso crees ser capaz de derrotarme con un golpe como ese?

    No sólo se disolvía en la ventisca, también podía hacerlo en la nieve. Gruñó, cómo le gustaría tener esas habilidades.

    —Admítelo, podrás ser el hijo del youkai más fuerte existente, pero no tienes su fuerza y nunca serás más fuerte que yo.

    Él hizo un ademán de atacar, pero las panteras se movieron como si fueran sus sombras.
    —No apuestes a eso, maldita bruja. ¡Regresa a las montañas ahora con tus sucias bestias!

    —¿Y si no lo hago, qué me harás tú? ¡Prisión del hielo! —Akyoushi vio el ataque venírsele encima y lo esquivó rápido de reflejos—. No puedo regresar a las montañas, esos Kageyoukai han destruido todas nuestras preciadas tierras del norte convirtiéndolas en la nada. Y esa desgraciada Dama Kitsune… se ha olvidado de su deber de protegernos, nos ha abandonado a todos… —volvió a lanzar un ataque que él esquivó, pero al instante, recibió un segundo golpe que lo lanzó contra un gran árbol y eso fue aprovechado por las bestias, que lo atacaron.

    Era por eso que todos los youkai del Norte descendían e intentaban entrar al Oeste. Se quitó a las bestias de encima y muy a tiempo esquivó un ataque que cristalizó el árbol.

    —Entonces, alguien pidió ayuda a tu padre, pero él no hizo nada, es justo que como pago entregue sus tierras —lo agarró sorpresivamente por el cuello y lo estampó contra el suelo, hundiéndolo varios metros—. Pero no quiero tener que matarte, así que ¿por qué no me conviertes en Dama y estamos en paz?

    —Jamás en la vida —se la quitó de encima de una patada—. ¡Puta!

    —¡Engendro del demonio! —su hermoso rostro se desfiguró y la ventisca a su alrededor giró violentamente hasta volverse un tornado que arrasó buena parte del bosque— ¡Pagarás tu traición! —generó un segundo tornado de nieve y ambos tornados comenzaron a girar en torno a los dos, intentando golpear al inuyoukai.

    —Yo no te debo nada ¡la única traidora aquí eres tú! —le saltó al cuello, pero ella lo rechazó con un zarpazo.

    Entonces, ambos comenzaron a lanzarse golpes de garra, siendo los de él venenosos y los de ella, congelantes. El youdoku no parecía hacerle absolutamente nada a su cuerpo etéreo, mientras él se vio obligado a retroceder cuando parte de su cuerpo se cubrió de hielo.

    Los tornados de hielo se levantaron del suelo, yendo hacia él.
    —¡Tendrás una muerte indolora! —entonces, ella sintió que algo la agarraba de los pies, jalándola hacia abajo y más de la mitad de su cuerpo quedó horriblemente atrapada dentro de la tierra. Eso quebró su concentración, provocando que los tornados desaparecieran.

    —No permitiré que le hagas daño —sentenció Rin mientras emergía desde la tierra, justo frente a los youkais.

    Él abrió mucho los ojos.
    —Estás bien.

    —Una sucia pantera jamás sería capaz de acabar conmigo.

    La bruja salió violentamente de la trampa de tierra.
    —Maldita puta, ¡estoy hablando con mi hijo!

    Rin le apuntó al cuello con su alabarda.
    —¿De modo que ahora es tu hijo? ¡Me las vas a pagar esta y todas!

    —Oh, no, eres tú quien va a lamentar esto —la golpeó por sorpresa en el centro del pecho, pero Rin retrocedió sin ninguna herida y luego contraatacó, cortándola verticalmente con su alabarda.

    Pero ella reapareció entera y estaba a punto de lanzarle un ataque, cuando Akyoushi la derribó de un puñetazo para ayudar a Rin.
    —Cuidado Rin. Se disuelve en la nieve y también en la ventisca.

    Al instante, ambos fueron atacados por la manada de panteras y debieron quitárselas de encima, creando una buena defensa al ponerse espalda a espalda.
    —Gracias por el dato, príncipe —miró a los enemigos—. Yo me encargo de esto.

    —De ningún modo, sal de aquí.

    —Yo no necesito tu protección, ahora es mi turno.

    —Pero, Rin…

    —Qué gracioso, ambos discutiendo por ver quién me atacará. Inténtenlo, una pobre mocosa estúpida y un inuyoukai bastardo no pueden vencer a un ser como yo.

    —La pobre mocosa estúpida te tiene una sorpresa —Rin se le lanzó encima, apartando a las bestias con golpes secos de su arma.

    Comenzó a lanzar fuertes golpes y cortes, pero tal y como le dijo el joven, ella se disolvía.
    —Sé tus movimientos ¿Olvidaste acaso que conozco a donde se dirigen los kage?

    —Pero hay algo que tú no sabes —abrió una brecha en el vacío, agarrando a la pantera de nieve de un brazo y obligándola a materializarse. Acto seguido, le lanzó una descarga de poder espiritual tal y como antes había hecho con Kouran, al tiempo que a su alrededor se generaba una barrera que repelía a las fieras que intentaban inútilmente defender a su ama.

    —Maldita desgraciada —habló presa del dolor, mientras intentaba separarse de la Dama—. Sesshoumaru se casó con un engendro —la agarró del cuello y comenzó a estrangularla con fuerza.

    Entonces, Akyoushi agarró de atrás a la pantera y también comenzó a estrangularla, sin importarle el dolor de la descarga de energía de la Dama. Pero ella, consciente del daño que le hacía, paró el ataque y eso fue más que suficiente para que la bruja la derribara y agarrara al chico por la ropa, arrojándolo con violencia hacia ella.

    —¡Tú, puta, hiciste que este niño se volviera en mi contra! —acusó la pantera.

    —¡No! tú eres la única que tiene la culpa de eso —ambos se levantaron mientras Akyoushi le hacía de escudo. Rin, horrorizada, pasó bajo él y se puso como escudo.

    —¡Rin! —protestó él.

    —No intervengas, Akyoushi, te protegeré de ella hasta el regreso de tu padre —no se movió cuando él hizo el intento de ponerla a sus espaldas de nuevo y permaneció con la alabarda dirigida a la bruja, mientras las bestias ya los rodeaban de nuevo.

    —¿Qué le protegerás? ¿Estás loca, princesa? Y tú, qué vergüenza dejarte defender por una mujer. Me los llevaré a ambos por delante.

    El inuyoukai le mostró los colmillos, listo para saltarle encima, pero Rin no le permitió moverse.

    —Antes te enviaré al meikai de donde Akuma no te dejará salir.

    —Pues inténtalo —sonrió con maldad—, pero si intentas hacerte la superada, te llevarás a Akyoushi por delante.

    Rin se mordió los labios. Era cierto. ¿Qué podía hacer? Se puso en guardia cuando ella y los suyos les saltaron encima y consiguió repelerlos con una barrera espiritual generada alrededor de ambos. De inmediato las panteras comenzaron a saltar, intentando derribar la barrera una y otra vez. La bruja lanzó también ataques de youki, pero aunque la barrera temblaba, no cedía con nada.

    —No podrás levantar esa barrera para siempre. ¡Mira qué cobarde eres, puta barata y revolcada! ¡Sólo un idiota infeliz y miserable como Sesshoumaru habría elegido una basura como tú!

    Akyoushi enojado por las palabras de la bruja, salió de la barrera y le saltó encima, lo cual fue aprovechado por ella para derribarlo de un zarpazo que le abrió una herida en canal desde el hombro izquierdo hasta el vientre. Sonrió viendo que su plan de insultar a Rin y a Sesshoumaru había funcionado a la perfección.
    Rin, furiosa al ver aquello, cambió la barrera de energía por una capa de jyaki y la agarró del cuello, arrojándola al suelo con toda la intención de envenenarla. La bruja gritó quemada por el jyaki y por unos instantes, vio los ojos de Rin cambiar a rojo y su cuerpo tornarse a una silueta negra.

    La pantera una vez más se disolvió en la nieve para aparecer debajo de un árbol, respirando agitadamente y tocándose la cara.
    —¡Mi rostro! ¡¿Qué le has hecho a mi rostro?!

    —¡Bruja maldita, tocaste a mi hijo! ¡Te voy a destrozar algo más que el rostro! —saltó de nuevo hacia ella, dispuesta a disolverla con el jyaki.

    Akyoushi se levantó sorprendido al ver la actitud de Rin. No había escuchado mal, ella le había llamado su hijo. Aún después de lo que él había hecho, ella le consideraba su hijo.
    Pero la bruja no esperó el contraataque y, aumentando su poder al máximo, generando un tornado gigante alrededor de todos, un tornado que convertía lo que tocara en filosas esquirlas de hielo. Su largo cabello rubio ondeaba ahora como si fueran serpientes y lucía amenazante.
    Estaba fuera de control y Rin se paró en seco ¡Hacía falta un verdadero daiyoukai para vencerla! Pero Sesshoumaru no estaba aquí. Se quedaba sin opciones, si quería ganarle tendría que usar la Oscuridad, pero al hacerlo, pondría en peligro al príncipe.

    —¡Corre Akiyoushi! —gritó al tiempo que el inuyoukai obedecía yendo hacia los árboles.

    Rin no pudo voltear a verlo, porque la youkai lanzó hacia ella un fuerte zarpazo. No era un ataque común: la nieve la tierra y los árboles desaparecieron en la dirección del ataque. Al instante, vino un segundo golpe y Rin lo bloqueó con la alabarda, pero la empuñadura se quebró, a pesar de ser de las más fuertes.
    Por un instante volteó en dirección al príncipe, vio que una pantera de nieve salía tras él y saltó hacia esa dirección. Recibió de la bruja un zarpazo que le abrió la espalda, pero eso no impidió que usara su fuerza para detener a la fiera y la derribara.
    Sin embargo el monstruo volteó en el acto sobre sus lomos, dejando a Rin abajo y quebrándole el cuello con los colmillos. De la herida brotó un espeso jyaki oscuro y el monstruo, envenenado y adolorido, retrocedió, se sacudió, se retorció y quedó tendido sobre la nieve, convertido en una estatua de hielo que fue mutando color del blanco al negro, entonces, abrió unos espantosos ojos rojos, convertido en un kage y atacó a los que, momentos antes, eran sus familiares.

    Rin se levantó en el acto y saltó hacia las demás fieras, que se le vinieron encima. No iba a perder el tiempo con ellos. Fue hacia la primera y, levantando su arma, realizó un corte vertical.
    —¡Seki del Meidou! —al instante, se abrió una violenta espiral negra que tomó forma de un vacío elíptico y se llevó a las criaturas hacia el otro lado— ¡Sigues tú! —giró el ataque hacia la youkai, pero cuando el vacío se abrió, ella ya no estaba ahí, había aparecido más lejos.

    De inmediato, Rin siguió atacando, intentando cortar a la youkai y al mismo tiempo destruyendo los trozos de hielo que parecían querer clavarse en su cuerpo y esquivando los terribles zarpazos. Ella no podía morir, pero su bebé sí. Una voz interior le decía que huyera de ese lugar, pero dejar viva a la bruja sería peligroso.

    Abrir un Meidou estaba penado, pero ella no temía al castigo.
    —¡Seki del Meidou!

    Mientras la youkai levantaba de nuevo el brazo para atacar, un vacío se abrió frente a ella. Sin dudarlo, lo cortó, deshaciéndolo y Rin se quedó dura al ver su ataque inutilizado.

    La bruja rió.
    —¿Esos son los poderes que legan las criaturas salidas del Meikai? Dan lástima.

    —¡No son los únicos! ¡Raimeihou! —gritó al tiempo que lanzaba con la mano libre una negra bola de jyaki que se convirtió en una energía explosiva.

    La bruja rodó por la nieve con una quemadura en el estómago, pero reaccionó en seguida, esquivando la repetición del golpe. Las bolas de energía siguieron lloviendo, mientras el equilibrio de la batalla se invertía drásticamente y la bruja ya no reía de su oponente. Si quería ganarle a Rin, primero tendría que evitar un meidou, si se acercaba a sus manos, corría el riesgo de que volviera a golpearla como antes y también tenía que encontrar el modo de traspasar la barrera de jyaki que la envolvía. Además, se movía aunque tuviera heridas amplias. Ganarle a un kage no era fácil. Precisamente por eso había huido de las montañas, donde esas cosas negras y aterradoras se habían aglomerado, pero no tenía idea de que aquí se encontraría a uno.

    Pasó a través del siguiente Seki del Meidou cortándolo con sus garras, detuvo el movimiento de la alabarda atrapando a Rin de la muñeca, pese al dolor que esto le causó y la mandó a volar hacia atrás con un zarpazo en medio de la cara. Ese golpe le volaría la cabeza incluso a un daiyoukai.

    Pero la Dama se levantó.

    —¡Maldita puta! ¿No te mueres con nada?

    —¡Esto recién empieza! —saltó hacia ella sin dudarlo— ¡Seki del Meidou!

    La violencia del tornado de hielo aumentó, al tiempo que la bruja intentaba bloquear los ataques. Sus blancas manos estaban quemadas y no podía dejar de ver a la Dama. El golpe en medio de la cara le había deformado el rostro de una manera horrible, pero no había mermado en nada sus fuerzas.
    De pronto, ambas forcejearon, intentando arrojar a la otra hacia los filos de los trozos de hielo que el tornado movía. Entonces, la pantera se dio cuenta de que Rin estaba protegiendo su vientre desde un primer momento.

    —¡Elegiste un mal momento para pelear! —intentó precisamente atravesarle el vientre, logrando así que Rin retrocediera, al perderse el equilibrio, la bruja la empujó.

    Rin intentó defenderse abriendo un meidou, pero la pantera lo cortó, volvió a abrir otro que fue igualmente cortado, entonces interpuso la alabarda y la bruja partió la empuñadura quebrada con un tercer golpe, con el siguiente, la arrojó de espaldas al suelo y se lanzó hacia ella para atravesarla.

    —¡Adiós Rin!

    ¡Adiós! —hizo eco una voz a sus espaldas.

    Un golpe seco se oyó y la bruja sintió que el pecho le estallaba y algo caliente corría entre sus senos. Al bajar la vista vio su vestido blanco empapado por la sangre y atravesado por una mano pálida como las suyas.

    Soltando gemidos de gato, miró por sobre el hombro y se encontró con dos claros ojos felinos.
    —Príncipe… a… ayúdame… —de repente, no podía moverse ni cambiar de estado: el jyaki con que Rin le había estado contaminando entraba ahora también por la herida y la llenaba de dolor.

    Akyoushi la sujetó con violencia al tiempo que el tornado amainaba. Había sido buena idea regresar.
    —¡Rápido, Rin! ¡Córtale la cabeza a esta gata ramera!

    La youkai sintió que el mundo se desbarataba.
    —¡Perdóname niño!

    Levantándose, Rin moldeó otra alabarda de la nada y con ella lanzó un golpe seco que hizo rodar la cabeza de la youkai por la nieve. Aquellos vidriosos ojos azules miraron al príncipe, mientras una sonrisa permanecía en sus labios.
    —Mi… hermoso…

    El inuyoukai aplastó aquella cabeza, la cual se convirtió en trozos de hielo y el inerte cuerpo, caído a un lado, sufrió la misma suerte. Se había acabado.
    Rin se quedó quieta y en silencio, tomando consciencia de lo que acababa de hacer.

    —Tenemos que ir a ayudar a los demás —le dijo él mientras corría.

    Rin lo siguió y ambos se internaron rápidamente en la espesura, rumbo a la pradera, de donde provenían los sonidos y olores de una cruenta batalla de clanes.

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    Buenas, buenas, no tengo excusas para mi ausencia, pero de todos modos intentaré darlas. En primer lugar, el estudio.
    En segundo lugar, dejé un poco a un lado los fics por el gratificante pasatiempo del dibujo, pero espero ser perdonada rápidamente si los dibujos son buenos (algunos no son de TL, pero pueden gustar igual).

    http://asurama.deviantart.com/gallery/30405618#/d4fk2oh

    http://asurama.deviantart.com/gallery/30405618#/d4f2f3k

    http://asurama.deviantart.com/gallery/30405618#/d4fk2zg

    http://asurama.deviantart.com/gallery/30405618#/d4dxqhp

    http://asurama.deviantart.com/gallery/30405618#/d4e4v61

    http://asurama.deviantart.com/gallery/30405618#/d4ehvff

    En tercer lugar, la crisis existencial (descubrir que en mi vida pasada fui una mujer que trabajaba con su cuerpo no es sencillo y mi mente quedó medio en blanco…).

    Esto es sólo una pequeña parte de lo que se viene. Se trata de una guerra con varios frentes y creo que, a pesar de lo enredada, se deja leer.

    Luchy los saluda.
     
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  2.  
    Pan-chan

    Pan-chan Fanático

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    Me gustó mucho este capitulo, a pesar de ser tanlargo en medio de la lectura me pareció muy corto xD (bueno, sabes que leo rápido, y con emoción mas todavía)

    Lo que mas me sorprendió de este capitulo fue la actitud de Rin en batalla, definitivamente ya no es aquella niña débil que siempre debía ser protegida por otros, aunque su dulzura y bondad la hacen digna del cariño de Akiyoushi y los demás, quienes siempre están dispuestos a protegerla para que no se exponga demasiado, pero en esta situación creo que era necesario. No pensé que ella tuviera tanto poder. Fue lindo saber que Rin considera a Akiyoushi como su propio hijo, a pesar de que él intentó hacerle daño a su hijo ella lo sigue amando y lo perdonó por completo; eso demuestra que aunque ella haya cambiado y ya no sea humana, aún conserva esos grandes sentimientos que tanto cautivaron a Sesshomaru (por cierto...y Sesshomaru? xD quiero saber de él y Sana)

    También me sorprendió la participación de la madre de Sesshomaru, le diste ese toque sarcástico y elegante tan típico de ella y te atreviste a mostrarnos su lado agresivo en batalla, cosa que yo jamás me pude imaginar en la serie, y es que siempre la vi tan delicada y tranquila, era obvio que ella tenía mucho poder pero nunca nos lo mostraron más allá de lo que es obvio. No te preocupes por estos caps, todo se entiende facilmente por tu excelente manera de narrar y manejar los diálogos ;) por cierto, adoro los dibujos que publicaste.

    Esperaré el próximo capitulo, no te tardes.
     
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  3.  
    Aleón

    Aleón Aleón

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    wow el capi te kedo genial!!!!!! :)
    ¡vamos Rin, eso Akyoshi! siiii me facinó la pelea de ellos contra la pantera de las nieves
    y sus subordinados estuvo exelente, aunque por un momento me hisiste creer q Rin habia muerto
    si me asusataste :( ya habia empezado a pensar ¡pobre Rin y pobre Akyoshi! pero despues Rin aparecio
    siiiiii :b jejeje.
    aunque quien si se las vio bien fea en la batalla fue la abuela de Akyoshi al pelear con ese dragón. ese si le dio batalla.
    Awww me facinó la escena donde su abuela proteje a Akyoshi fue taan tierna siii.
    pero ¡¡¡QUE PASÓ CON SESSHOMARU Y CON SANA!!! vamooos ese dragon no pudo haberlos matado noooo no seas malita q paso con esllos. :(
    bueno el capi esta buuenisimo te encargo la conti xfaaa jejeje :)
     
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