The last fantasy: eternal cycle

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por Lyden, 29 Diciembre 2014.

?

¿Quien es tu personaje favorito?

  1. Lyderning

    100.0%
  2. RayLeigth

    0 voto(s)
    0.0%
  3. Austin

    0 voto(s)
    0.0%
  4. Aran

    0 voto(s)
    0.0%
  5. Otro

    0 voto(s)
    0.0%
Se permite votar por más de una opción.
  1.  
    Lyden

    Lyden Usuario común

    Tauro
    Miembro desde:
    24 Julio 2013
    Mensajes:
    353
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    The last fantasy: eternal cycle
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    6
     
    Palabras:
    3119
    Primera entrega de: The Saga of False Justice
    Capítulo I: Ella

    Diez años antes había estado sentada en uno de los vagones del tren que conectaba el país Efiel con Heiligen Gesetzes mientras regresaba de Lufremia y ahora estaba de nuevo en esa situación, a diferencia que esa vez no estaba haciendo nada ilegal.

    Se acomodó en su mullido asiento y sacó su teléfono. Tenía la obligación de revisarlo cada diez minutos ya que este siempre estaba en silencio y solo había una conversación.

    Todos los mensajes comenzaban con «Tienes una misión en…» y terminaban en «La recompensa es de…». Suspiró y se hundió lo más que pudo, buscó por la lista de aplicaciones hasta el GPS.

    Abrió el mapa del país de Lufremia y lo tachó completamente, ya no debía volver allí. Se acomodó el parche que tenía en el ojo derecho, miró a los lados para asegurarse de que no había nadie, solo al estar segura sacó del bolsillo de su pollera un reloj. Era de plata y estaba encadenado a su otro bolsillo, al abrirlo pudo ver su reflejo, se sorprendió, quizás bastante.

    La verdad era que ella ya ni se preocupaba por su aspecto, pero se sorprendió al ver su reflejo. Llevaba tantos años sin verse a sí misma que si le hubieran sacado una foto probablemente no se reconocería. Tenía el cabello mucho más largo pero brilloso, su flequillo era “rebelde”; sus ojos grises ya no eran tan claros como la última vez que los vio. Se concentró en ver las manecillas que no parecían moverse, escuchó un ruido proveniente de la puerta, las manecillas del reloj —Que antes marcaban VI; I— ahora estaban en XII; XI. Se concentró en la puerta sin darle interés al reloj, parecía que una pareja discutía.

    “¡Se me han roto las uñas!” escuchó chillar, “¡Y a mí la espada y no me quejo!” respondió una voz masculina entre todos esos agudos chillidos. Ella volvió a su posición inicial y suspiró después de colocarse la capucha y cubrirse el rostro lo más posible. El reloj volvió a su marcación inicial VI; I.

    Lo guardó rápidamente al escuchar la puerta abrirse. Una mujer de unos veintiséis entró al vagón de primera clase, ella se irguió en su asiento y giró la vista hacia la ventana del piso la cual le permitía ver lo que sucedía a sus pies.

    La mujer se sentó a unos metros de ella sin mediar palabra, ella se mantuvo alerta pero sin dejar que esa mujer lo notara. La señora usaba un vestido rojo hasta los muslos que cubría sus brazos con mangas largas y tiras doradas enroscando sus piernas hasta sus tacones negros

    Se aseguró de tener el objeto que había robado en su bolsillo y se levantó de su asiento para dirigirse a otro vagón, había más de uno de primera clase. La mujer del vestido la siguió con la mirada, la voz robotizada de una mujer anunció que los pasajeros debían sentarse, abrocharse el cinturón y asegurarse de estar alejado de esas marcas amarillas que brillaban en la oscuridad en el suelo. Después de todo ese no era un tren normal, si no uno que tenía un gran parecido con una montaña rusa; con giros; vueltas; vomito, etc.

    — Deberías sentarte. — dijo la mujer, ella no respondió sino que siguió intentado llegar a la puerta antes de que se cerrara debido a las medidas de seguridad. Pero no lo logró, los sillones quedaron atrapados en cubículos creando algo parecido a un laberinto. — ¿Tú madre nunca te dijo que robar es malo?

    Sintió un prominente peligro, lentamente llevó su mano hasta ese bolso atado en su pierna donde sostenía su arma, era una especie de daga demasiado larga pero tampoco para llegar a ser una espada.

    Un cuchillo zumbó a centímetros de su oído y se encajó en la abertura de la puerta. Se movió rápidamente evitando a los demás cuchillos, regresó la vista hacia la mujer tenía las mangas abiertas y varios brazaletes llenos de cuchillos uno detrás de otro. El mecanismo de su muñeca le dio tres cuchillos, los cuales sostenía entre sus dedos.

    Empuñó su daga preparada para el ataque, vio a la mujer acercarse por el pasillo frente a ella. La mujer comenzó a golpear los cubículos con sus cuchillos

    — No te escondas corazón, hablemos de mujer a mujer. Mi nombre es Mónica— dijo la mujer sonriente— ¡Y vengo a matarte!

    Mónica lanzó seis de sus cuchillos a un espacio vacío. Se irguió y continuó hablando

    — ¿Qué sucede? ¿Tienes miedo de pelear?— preguntó burlona. Cinco cubículos más atrás ella suspiró, no tenía miedo de pelear. Solo tenía sueño y la mejor forma de que no la molestara seria esconderse en un lugar y esperar que llegaran a Heiligen Gesetzes y que la mujer huyera o los soldados la detuvieran. A ella no le importaba o interesaba pelear contra alguien quien no le habían ordenado detener (léase, según ella, asesinar) se sentó en el suelo y sacó de uno de sus bolsillos una consola junto a su celular. Revisó el estado de sus partidas y la volvió a guardar junto al objeto esférico que había robado.

    «Quiero la lista de las personas buscadas por infringir la ley»

    Cuatrocientos noventa y cinco kilómetros al norte (En Heiligen Gesetzes) Ed no cabía en sí mismo al ver que ella le estaba escribiendo. Ella NUNCA escribía NUNCA, comenzaba a llover, le envió una imagen y se sentó en el marco de la ventana. Esa chica necesitaba amigos.

    Recibió la imagen y casi se mata del susto, pesaba cinco jodidos gigas. Inhaló todo el aire que pudo mientras escuchaba a esa mujer acercarse, miró por la ventaba; faltaban aproximadamente treinta segundos para que las vías tomaran una ruta mucho más movida, veintinueve segundos para que Mónica la encontrara y unos diez minutos para llegar a Heiligen Gesetzes.

    Colocó la imagen en un programa, este comenzó a descifrar los datos ocultos que la imagen contenía, al terminar buscó el nombre “Mónica”. Iban diez segundos, comenzó a sentir como el tren vibraba. La búsqueda terminó diez segundos después: Se encontraron ocho resultados, comenzó a mirarlos rápidamente; la mayoría eran hombres y al final había una mujer de mirada retadora y cabello rubio rojizo, una especialista en armas que trabajaba a sueldo. Recompensa: 10.000DM por diez de sus cuchillos los cuales tenían extraños venenos, eso le alcanzaría para reparar su moto.

    Las pisadas se hicieron más cercanas, Mónica emergió desde arriba de la cabeza de ella decidida a clavarle seis de diez de sus cuchillos de clase 1. El tren cambió de posición lanzándolas a ambas hacia la ventana del lado derecho, la primera en reaccionar fue Mónica lanzándole un cuchillo que fue interceptado por la joven de cabello azul, con algo de dificultad lo guardó en otro de sus bolsillos. Iban uno, faltaban nueve.

    Mónica creyó que se le había dado y continuó con otro de clase 2 que de nuevo fue atrapado por ella, unos segundos después se dio cuenta de que Mónica solo lanzaba de clase dos, ella necesitaba que llegara a la clase 10.

    Empuño su daga y se preparó para el combate colocándose en su posición (En cuclillas con una mano de soporte y su arma frente a ella). Corrió hacia Mónica y la atacó pero ella bloqueó su ataque y le dio una patada, la chica de pelo azul hizo como si nada y encontró la forma de zafarse y cortarle la mejilla. Mónica parecía furiosa.

    — ¡Infeliz!

    A Mónica ya le habían advertido “No uses cuchillos lanzadores de clase tres en adelante contra una sola persona” pero todas las advertencias se habían borrado de su memoria cuando se planteó la situación de que esa niñata que parecía de apenas dieciséis años le ganara. Los ataques de esa chica eran rápidos y precisos, bloqueó su ataque que podría haberle tajado el rostro un momento antes que el tren volviera a girar bruscamente hacia la izquierda lanzándolas a ambas a la ventana.

    Mónica cayó encima de un cubículo y la joven en la ventana, dejándola aturdida por unos segundos. Al ver el aturdimiento de su contrincante aprovechó para deshacerse de su manga izquierda, uno de los brazaletes de cuchillos se separó y amplió unos segundos después comenzó a girar y disparar cuchillos a gran velocidad. Apenas pudo reaccionar cuando vio los destellos de los cuchillos acercarse a ella, giró lo más rápido que pudo pero un cuchillo de clase 3 le dio en el brazo. Su extremidad se entumeció, le costó un poco pero se lo arrancó y guardó.

    Pelear contra Mónica ya le estaba costando, se escuchaban las gotas caer; estaban entrando a Heiligen Gesetzes. Pero todavía quedaban algunas vueltas bruscas.

    Y así fue, el tren giró y ambas cayeron al suelo. La chica de cabello azul fue la primera en levantarse, alcanzó su daga y se empeñó en conseguir los cuchillos que le faltaban, Mónica la miró desde el suelo y, unos segundos más tarde, se levantó para bloquear el ataque de la chica.

    La forma de ataque de Mónica era inusual, atacaba solo con el brazo derecho y el izquierdo se quedaba quieto y si se movía era de una forma bastante robótica. Mientras intentaba asestarle algún golpe se planteaba la posibilidad de terminar con todo en un simple corte, Mónica también se estaba cansando. Los cuchillos de ambas chocaban constantemente hasta que se vieron en un bloqueo, Mónica aprovechó ese momento en que su oponente vaciló e intentó cortarle la garganta. Pero ella se movió más rápidamente y le cortó el brazo izquierdo. Mónica cayó al suelo y la joven no vaciló al momento de dispararle en la frente.

    Ella se dio la vuelta y el tren dio una vuelta completa haciendo que cayera al techo y luego volvió a su posición inicial azotándola contra el suelo de nuevo. De uno de los bolsillos de Mónica rodo un objeto parecido a un dado de veinte caras, se acercó hacia hacía esa curiosa cosa y la levantó para apreciarlo mejor. Los asientos fueron liberados, habían llegado a la estación.

    Juntó los cuchillos y se encaminó a la salida, al llegar a la puerta paró en seco. Miró el cuerpo de Mónica por encima de su hombro.



    — ¿Cómo lo lograste?— preguntó el capitán de la sección de los Ridders tipo Eldur (fuego).

    — No hay que entrar en detalles, quiero mi recompensa. — cortó sin mirarlo

    Un hombre de cuerpo musculoso entró al cuarto después de pasear por la academia, miró a su capitán, luego a esa chica de pelo azul y para finalizar al cuerpo extendido en la mesa.

    — ¿Qué es esto?— preguntó acercándose

    — La chica que se suicidó porque no le entregaron su recompensa. — respondió con un semblante serio, el hombre movió su cuerpo y la miró

    — ¿Quién es?

    El capitán buscó por sus desordenados cajones el informe, la chica giró sobre sus talones y se acercó a los archiveros sacando uno del tercero y se lo lanzó al general.

    — Agregadla a la lista de personas que quisieron matarme. — dijo, para luego sentarse en la mesa— Pusieron un precio por cada uno de sus cuchillos ¿Qué tal por su cabeza y todos sus cuchillos? Quiero mi recompensa. — finalizó pero sin mostrar emoción alguna

    El capitán sacó de cajón una tarjeta que se la lanzó a la chica, la cual hizo una seña con sus dedos y se retiró del cuarto. Antes de salir vio a una mujer de cabello castaño con mechas rojas que vestía el uniforme de los Pleger bastante desarreglado y una bata de laboratorio

    — Gracias Sourire, me has hecho el día más interesante. — le comentó dándole un golpecito en la espalda.

    Reiko entró al cuarto viendo con una sonrisa el cuerpo muerto de Mónica DiAlba. De su riñonera sacó un extraño aparato, parecía un marco de fotos sin nada adentro, pero su verdadera utilidad era un escáner de rayos X. Al terminar su análisis apretó los labios y los miró a ambos.

    — Sus armas tienen distintos tipos de venenos, pero por suerte tengo los conocimientos necesarios para crear antídotos. Tal vez tengamos que lanzar una nueva vacuna…

    — Eso no importa. — Interrumpió el general— ¿Tiene algún Haos?

    Reiko apretó los labios y miró hacia otro lado— Lo tenía… Pero cuando Sourire le disparó la destrozó.

    Ambos hombres se miraron entre sí decepcionados.

    — Deberíamos hablar con los más altos. Esa niña necesita disciplina… y amigos.



    Dos kilómetros al este ella caminaba por las calles con un rubí en sus manos, estaba algo rayado por la bala que ella disparó. Entró en un taller blanco y brillante de techo alto y atravesó todos los autos y ganándose algunas miradas de los hombres que trabajaban allí. Buscó con la vista a sus mecánicos y los encontró trabajando en un motor en el fondo. Stilhed era un hombre perteneciente a una antigua raza llamada Idaten, quienes —literalmente— llevaban adrenalina en la sangre. A su lado un hombre de tez oscura quien terminaba un Sudoku.

    — ¿Está lista mi moto?— preguntó cuándo estuvo frente a ellos.

    — Ah, eres tú— murmuró alzando la vista— Buen día.

    — Ni tú te lo crees.

    — Cierto, ya no hay buenos días. — dijo limpiándose las manos mientras se levantaba —Por aquí.

    La guio por el taller hasta un cuarto con paredes de vidrio. En el medio estaba su moto, brillante y arreglada. Parpadeó un par de veces, tenía que admitirlo: Ese hombre hacia milagros, la última vez que vio a su amada moto fue en casi en pedazos.

    — Es mi favorita ¿sabes?, la primera vez que te vi llegar al taller con una moto del setenta y cuatro me emocioné como niño en Navidad

    Ella asintió, si no se hubiera tratado de ese viejo ella se habría ido sin darle importancia a lo que diría. Pero el caso de Aiden Farron era distinto, ese hombre se había ganado su respeto; cosa que es casi imposible.

    Stilhed colocó el motor en el cual estaba trabajando en la moto, se acercó al manubrio e introdujo su llave, la moto se iluminó tenuemente demostrando que estaba prendida.

    — Lo lamento, no puede llegar a su máxima potencia. — se disculpó el Idaten— Las piezas dejaron de producirse hace tiempo

    Ella se achicó de hombros— Mientras pueda llegar a 190km no me importa.

    Le dio su tarjeta y el viejo caminó hasta la caja registradora. Un chico de tez morena y pelo castaño que comía una manzana entró al taller seguido de otro pelirrojo en skate con una caja en sus manos quien se dirigió directamente a su abuelo.

    — Te traje lo que pediste, ¿Con esto terminas la moto súper genial que siempre traen?

    — Si, ahora no grites. Estoy viejo no sordo— le renegó arrebatándole la caja. De allí saco una pirámide hecha de cristal.

    — Buenos días Aran, Austin ¿Cómo les ha ido? — saludó Aiden mirando primero al pelirrojo y luego al moreno

    — Hola Aiden— saludaron al mismo tiempo

    — No adivina lo que pasó en la academia— exclamó Aran con un brillo extraño en los ojos

    — Reiko nos contó que atraparon a Mónica DiAlba— siguió Austin

    — Y que encontró más de cuarenta tipos diferentes de venenos en sus cuchillos— agregó Aran.

    Aiden rió— CUARENTA tipos de venenos, supongo que esta es obra tuya. — miró a la chica. Ambos miraron a la joven de cabello azul que no despegaba su vista del cuarto de cristal

    Iban a presentarse pero el viejo Stilhed, emocionado, exclamó: — ¡Está lista niña!

    Ella fue directamente hacia el cuarto sin prestarles atención a los dos chicos, se subió a ella y arrancó, pero antes le dio una mirada a Stilhed y Aiden. Condujo como si nada hacia su casa que estaba cerca de la academia y delante de esa extraña torre que era tan largo que no se veía por donde comenzaba o por donde terminaba.

    Al entrar por la cochera subterránea estacionó su moto en el medio, la puerta se cerró detrás de ella bajo cinco puertas de acero reforzado. Cuando el ultimo destello de luz solar se apagó se prendieron varias luces a la vez. La cochera, al igual que el taller de Aiden y Stilhed, era de pisos blancos y relucientes con techo alto y bastante tecnología.

    Bajó de su leal moto y lanzó su sacó negro hacia un escritorio después de sacar las cosas que había robado. Lanzó los tres objetos varias veces en su mano para luego atraparlas, dejó la esfera que había robado inicialmente encima del asiento de la moto, sacó la pirámide de cristal del depósito de gasolina y colocó el rubí. Encendió su moto, esta comenzó a emanar extrañas luces, por lo cual se apresuró en quitar el rubí. Suspiró; no le servía para nada.

    Lanzó el rubí intentado apuntar a un basurero pero falló y este calló en un conducto de ventilación. Colocó la esfera que emanaba brillo en su lugar y luego la pirámide, encendió el motor nuevamente. Este comenzó a ronronear, las partes del motor expuestas comenzaron a brillar, el tubo de escape se abrió en cuarto partes y varios compartimientos se abrieron a los lados, dejando ver varios tipos de balas. Suspiró, todo funcionaba perfectamente, se levantó y apagó el motor atándose la extraña llave al cuello.

    Se dirigió hacia el ascensor, directamente a su cuarto. El piso número cuatro era baste grande comedor, living, cocina, etc. Y su cuarto estaba en el quinto piso. Llenó una botella con agua y se lanzó a su cama, dispuesta a dormir.

    Su teléfono vibró en su bolsillo causándole una extraña sensación, era un mensaje de alguien llamado “Antolí Grootheid”, si no se acordaba mal era algo así como el Ridder supremo, o el alcalde, no estaba segura ni le interesaba. Tampoco se quedó pensando el contenido de aquel mensaje, mañana sería un “nuevo día” pero al final solo sería otro día de mierda en su miserable vida.

    “Tenemos que hablar.”
    ............................................................................................

    Capítulo uno, que emoción. Y bueno esto es una versión editada y mejorada del primer T.L.F el final que tenia planeado será el mismo y como ven también están algunos personajes del TLF original. Si leyeron el anterior se darán cuenta de las mejoras y todo lo demás.
    En este capítulo damos el primer enfoque a la que seria la protagonista y antes de terminar haré algunas aclaraciones.
    Ridders: Son soldados con habilidades especificas que poseen un nivel de poder aceptable
    Pleger: Son los Ridders que se han hecho tan fuertes que la definición les queda corta
    Haos: Spoilers
    Sourire:
    No, no es su nombre. Significa sonrisas en frances
    Nada más que escribir, nos vemos la próxima.
     
    Última edición: 31 Marzo 2015
    • Ganador Ganador x 1
  2.  
    Lyden

    Lyden Usuario común

    Tauro
    Miembro desde:
    24 Julio 2013
    Mensajes:
    353
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    The last fantasy: eternal cycle
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    6
     
    Palabras:
    1307
    Capitulo II: Cielo azul.

    Se leyó por quinta vez los boletos que lo llevaban a la estación “Heiligen Gestees” de la ciudad Eternal Empire (o como él le decía: “Empire” para abreviar) a unos quinientos kilómetros al norte de su localización. Contempló el paisaje con la mirada, desde la pareja que estaban agarrados de las manos al lado del anciano encorvado que tenía un bastón de madera hasta la cámara de diputados al noroeste. A él le gustaba el país de Efiel, el canal de agua cristalina que recorría toda la ciudad; las casas eran modernas pero con un cierto aire de antigüedad; los arboles eran bastos y habían al menos un árbol maduro en cada jardín; la pobreza era casi nula en ese país; y lo que más le gustaba: No tenían ejército, lo habían disuelto. Él odiaba todo lo relacionado con la guerra y aunque él prácticamente pertenecía al ejército de Empire se consolaba sabiendo que los Ridders de su país solo utilizaban sus poderes para hacer el bien.

    Pero también conocía la realidad que ignoraba, había Ridders que se ensuciaban las manos. Los rumores contaban que solo las personas más poderosas se encargaban de aquellos trabajos. Su amigo: Argento, hizo uno que otro de esos, pero nunca le comentó nada.

    Todos los Ridders que le ofrecieron hacer esos trabajos eran excepcionales, nunca fallaban. Dejando de lado los asesinatos, él respetaba y admiraba a aquellos Ridders que estaban destinados a ser los mejores Plegers. Ansiaba tener un compañero de aquellos, un compañero del que no debía verificar su estado cada tres segundos ni uno al cual debía pagarles las cuentas.

    — ¿¡Me estas escuchando, Vincent!?— exclamaron dándole una cachetada. Él volteó con una mano sobre su mejilla para ver a Sarah, la compañera que le había tocado aquella vez. Era una “adolecente” con aspecto de niña que tenía el cabello castaño rizado sostenido por dos coletas y vestía de rosa.

    — Que no me llamo Vincent…— le dijo en un tono más bajo del deseado. — ¿Qué quieres?

    — Te decía que tengo hambre, ¡Ve a buscarme algo para comer! — bramó enfadada

    — Allá hay una máquina expendedora, — señaló con su cabeza, a unas filas detrás de ellos había una de color rosa con una gran variedad— Ve tu misma.

    Sarah hizo un puchero y le dio un golpe en la cabeza a su compañero

    — ¡Ve tú, idiota!— gritó sentándose con las piernas cruzadas.

    — A los niños le hace bien el ejercicio, — comentó— además, estas engordando…

    Sarah se exaltó completamente levantándose de su asiento

    — ¿¡NI-NI-NIÑA!? ¿¡CÓMO TE ATREVES!?— chilló dando varios pisotones al suelo

    — Si «niña», eres pequeña para ser un Ridder. — dijo mirando para otro lado como si no importara— Si te soy sincero esperaba algo más de una niña que haya logrado ser un Ridder…

    Sarah comenzó a cabrearse

    — ¿Cuántos años crees que tengo…?

    — No lo sé… ¿doce?, trece tal vez— respondió sin animo

    A Sarah le dio un TIC en el ojo derecho, miró al suelo intentando contenerse

    — ¡¡TENGO DIECISEIS, IDIOTA!!— chilló dándole un golpe fuerte en la cabeza. Él chico se tiró al suelo sosteniéndose fuertemente la cabeza como si se le fuera a salir, estuvo así hasta que cayó en cuenta de…

    — ¿Enserio?— parecía perplejo mientras la miraba de pies a cabeza— Pensé que eras una niña con ropa atrevida.

    Sarah se quedó en completo silencio con una expresión tan perpleja como la de su compañero. Y la verdad era que cualquiera pudiera confundirse, usaba ropa que parecía que iba a la playa a una sesión de fotos. Él también pensó que era como esas chicas de catorce que parecían de dieciséis y actuaban como adultas.

    Un empleado de la estación apareció detrás de la puerta de la entrada con los brazos cruzados, antes de hablar miró a todos los presentes: un viejo mirando la ciudad; un chico castaño de ojos azulados tirado en el suelo; una niña de unos trece años y una mujer de cabello verde sentándose al lado del viejo

    — ¿Qué sucede aquí?—preguntó el oficial acercándose a la niña, Sarah se quedó callada. El oficial miró al chico— ¿Eres su tutor?— él negó temiendo que ella reclamara— Quédate callada o tendrás una multa.

    Sarah intentó articular una palabra, pero se redujo a quedarse callada y sentarse en su asiento con un puchero. El oficial dejó de mirarlos a ellos y se concentró en la mujer de verde.

    — Señorita. — llamó firmemente, la mujer apenas se inmutó de su presencia— ¿Puedo ver su boleto?

    Ella comenzó a revisar su bolso, pero de allí no sacó un boleto, sacó una pistola y le disparó al empleado sin miramientos. Los dos Ridders miraron la escena, en especial el chico: quien lo miraba como si fuera en cámara lenta. El viejo se levantó de su asiento y comenzó a acercarse al borde de las vías. El muchacho corrió hasta el empleado, que por milagro, estaba vivo. Encargó a Sarah el cuidado del hombre hasta que el regresara.

    Apenas el viejo puso un pie en el aire un rectángulo color celeste claro apareció en el aire y así comenzaron a aparecer más hasta crear una especie de puente entre la plataforma que daba directamente a un vacío extrañamente iluminado y la cámara de diputados. La mujer de verde se colocó a su lado mientras este sacaba un arco y flecha.

    — ¡Oye viejo!— exclamó desde la plataforma, el hombre y la mujer lo miraron— ¡¿Qué demonios crees que haces?!

    Sin embargo el hombre no le hizo caso, solo miró a su compañera; quien asintió y comenzó a caminar hacia el chico. Este solo atinó a sacar una espada de un pedazo de mineral color azul profundo, así como los ojos del chico. La mujer se detuvo a los cinco escalones y comenzó a dispararle.

    Le costó mucho desviar las balas y aún más no caerse al vacío. Cuando logró acercarse lo suficiente como para golpear a la mujer esta lo alejó con una fuerte y sonora cachetada. Con ese golpe casi cae al vacío pero por suerte logró sujetarse y antes de que ella le disparara en los dedos como tenía planeado se subió a otro rectángulo.

    La mujer le disparó pero por suerte logró saltar a otro y la bala siguió su trayecto hacia otro rectángulo creando una grieta y destruyéndolo. La mujer frunció un poco el ceño y él sintió como la estructura se debilitaba un poco.

    Saltó hacia otro rectángulo esquivando las balas hasta llegar a la mujer. Zigzagueó cambiando constantemente su patrón, haciéndolo difícil de descifrar por lo cual pudo evitar que le dieran un balazo en la cara. La mujer le alcanzó a disparar en la pierna por lo cual perdió el equilibrio y cayó al vacío.

    La mujer se acercó al extremo para verificar que no había nadie allí, pero de la nada sintió un golpe en el estómago que la arrastró hasta la plataforma a unos metros de Sarah donde se estrelló contra el vidrio de la casilla.

    — ¡Viejo es tu turno!— exclamó cuatro rectángulos más abajo. El hombre lo miró como si no fuera nada, solo se concentró en la granada que sostenía en su mano.

    Se apresuró en atacarlo pero una bala zumbó a unos centímetros de su brazo pasando justo frente al viejo. Volteó, la mujer de verde seguía consiente con una buena cantidad de sangre recorriendo la mitad de su cara. Ella parecía desesperada, tenía una bazuca con láser.

    Ya se estaba hartando de esa situación y notaba que esa mujer no estaba actuando con claridad. El chico solo se movió a un lado haciendo que el proyectil que iba dirigido a él fuera directamente hacia el rectángulo base, en otras palabras: en el que el viejo estaba parado.

    Y justo antes de la explosión pudo escuchar una frase, algo rara: “El sujeto sigue vivo.”
     
    • Ganador Ganador x 1
  3.  
    Lyden

    Lyden Usuario común

    Tauro
    Miembro desde:
    24 Julio 2013
    Mensajes:
    353
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    The last fantasy: eternal cycle
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    6
     
    Palabras:
    3271
    Capitulo III: 5150
    "La próxima vez que vaya al campo de batalla, voy a usar ropa ajustada."
    Pensó mientras se deshacía de aquella camisa holgada que solía usar para guardar diferentes objetos, que ahora se estaba quemando. Lo lanzó y el seco y muerto viento de aquel desagradable país se lo llevó. Se asomó por encima del barandal y comenzó.
    Dos, nueve, catorce, cincuenta, cien personas cayeron muertas. Miró como sus numerosos pero inútiles enemigos rodeaban aquel castillo del reino sin rey, algunos intentaban trepar: pero sus esfuerzos fracasaban en un segundo cuando ella le llenaba la frente de plomo.
    Veinte, noventa, ciento catorce personas más, debía admitir que hasta ella misma se impresionaba de su habilidad, ya que el número original fue de unos novecientos. Pero por otra parte se decía a si misma que no debía conformarse con eso, estaba muy herida. Tal vez demasiado, para una persona normal.
    Pero ella no era normal.
    Escuchó unas extrañas palabras desde el jardín tres pisos debajo de ella. Ya sabia lo que iba a suceder, por lo cual pensó en aquella palabra de seis letras capaz de definir ese presentimiento:
    "Mierda."​
    Un tremendo estruendo se escuchó seguido de unas extrañas luces que emergían desde la oscuridad de los pisos inferiores, se pudo escuchar como esa bestia trepaba por el exterior de la estructura (matando a varios). Tan concentrada estaba en el enemigo (que probablemente valla a costar un poco más que una bala en la frente) que no se dio cuenta del hombre que había logrado trepar y posicionarse justo detras de ella, él aprovechó su desconcentración para enroscarle la pierna con su látigo y tirarla al suelo. Se dio fuertemente contra el pavimento provocando que incluso más sangre saliera de la herida que comenzaba en el cuero cabelludo se perdía entre su ropa y, además, su arma se había alejado de ella, él la pateó provocando que cayera por el tragaluz. Intentó zafarse del agarre pero el hombre la arrastró hacia él, ahora solo contaba con sus manos y eso. Cuando ya estuvo a un metro del tipo movió violentamente su pierna y luego la atrajo hacia ella provocando que él cayera al suelo, se paró rápidamente y le dio un rodillazo en la cara cuando el tipo intentó pararse y una patada en la cara que lo dejó inconsciente. Lo miró por unos segundos esperando reacción, lo que obtuvo fue un fuerte golpe en la espalda. Cuando estuvo en el suelo se giró para ver a la bestia que habían invocado, era una gárgola dos veces más grande que ella.
    La gárgola intentó rasguñarla pero ella lo esquivó pesadamente rodando hacia la derecha, la bestia le dio un gran golpe en la cara provocando una profunda herida en su mejilla desgarrando el parche de su ojo derecho. Seguido de otro manotazo que le dio en el pecho luego de que ella intentara darle un puñetazo que terminó siendo inútil; allí ya comenzaba a ver que sus guantes de cuero con manillas les serian inútiles. Cayó al suelo, su campera estaba manchada de sangre suya y ajena (más ajena que suya), la camisa blanca que utilizaba estaba en iguales condiciones y sus pantalones sucios con barro.
    Evaluó sus posibilidades contra esa gárgola, ninguna, bueno... Casi. Pero debía recordar que tenia un cuerpo de un niña de catorce años y la casi única ventaja que tenia era su agilidad y ademas no usaría eso contra una invocación de un sicario del ejercito de tercera de los Arcana.
    Intentó esquivarlo en zig zag hasta llegar al tragaluz; empujarlo dentro; esperar que se rompa o simplemente llenarlo de plomo. Siguió esquivando yendo únicamente hacia atras, en cuanto logró llegar hacia el tragaluz la gárgola se le tiró encima, ella rodó entre sus piernas y la bestia cayó desde el tercer piso directamente a su cara, partiendose en miles de pedazos. Miró como los pedazos desaparecían y cuando no hubo más movimiento saltó dentro del castillo aterrizando sin lastimarse, al menos: no más de lo que ya estaba, corrió hacia su arma y salió del castillo sin detener el ritmo, cuando salió pudo escuchar el ruido de la gente gritando hacia la salida, dio vueltas evaluando sus probabilidades, las cuales se redujeron cuando vio que un grupo alejado la buscaba, por lo general ella era bastante buena para mezclarse con la multitud, gracias a su capucha, pero ahora esta estaba quemada y además el hecho de tener un cabello azul cielo claro no le ayudaba en nada. Soltó una maldición y se echó a correr hacia el ala sur del castillo, entró por un agujero en la pared. El cuarto se veia sombrio gracias a la poca iluminación, siguió caminando hasta patear algo. Bajó su vista para observar un fusil AK-47, soltó un murmuro de sorpresa, por lo general la suerte no estaba de su lado, pero esta vez si.
    Se quitó la campera y la arojó a un costado. Se paseó entre los estantes con escasas armas como si fuera un niño en navidad.
    "Se han llevado las mejores armas…" pensó decepcionada​
    Evaluó sus posibilidades: una AK-47, un franco tirador dragón, unas shotgun's. Sin elegir ninguna se paseó por lo que quedaba hasta que al final de un pasillo vio un brillo que le llamó la atención, era una caja fuerte. Se acercó y limpió el polvo que cubría cerradura, en otros casos debió pasarse horas buscando la conminación, pero una de las cosas que le había enseñado la vidas era que todo se solucionaba a tiros. Se acercó hacia un arma pequeña y tomó su campera, colocó la prenda sobre el seguro, doblando la tantas veces como fuera posible y disparó. La cerradura cayó al suelo, abrió la pesada puerta y solo se quedó mirando aquello en ese pedestal de cristal, dos cosas que alguna vez pensó haber visto. Se volteó rápidamente al escuchar un estallido a su espalda, la pared de la armería fue destruida por una granada, después de que el polvo y el humo se despejaran tuvo una buena vista de aquella torre con un loto blanco impreso en el frente a través del reflejo de aquel objeto.
    Esa imagen quedaría en su mente para siempre y ahora la veía de nuevo en blanco y negro con ligeras arrugas con un fondo más brillante que demostraba que era de día. Cerró el libro que tenia entre sus manos rápidamente, ¿por que demonios recordaba eso?
    " Eres un Ridder, no una niñita."​
    Pero la otra contradecía.
    " Es parte de ti..."​
    Devolvió el libro a su lugar, intentando no leer el titulo re-escrito en el lomo: Torre de Loto, Lufremia.
    Sus piernas se sentían cansadas debido al peso que ella había colocado para mejorar sus peleas sin armas. Se sentó en el sillón y comenzó a pensar en sus teorías sobre por qué la llamaban, tal vez la llamaron para alguna misión especial, se sintió complacida de recordar aquella frase a mitad de la noche.
    "La próxima vez que vaya al campo de batalla, voy a usar ropa ajustada."​
    Y sí, se puso ropa más cómoda que le permitiera mayor movilidad, resopló mientras se le acababa la paciencia. Miró las puertas simétricas de madera al final del cuarto, no hubiera ido.
    ...
    Tuvo miedo, la asustada adrenalina recorría sus venas y su deseo de salir de allí era cada vez mayor, podría pelear; podría ir con todo; pero no podría ganar. Miró como una vena se formaba en su frente, llevó su vista hacia la mujer que se mantenía a unos pasos de el hombre quien estabas a espaldas de ellos mirando fijamente la ciudad, como si él la hubiera creado.
    — Me han llamado de Efiel…— dijo, bastante calmado— y me han informado de la destrucción de la cámara de diputados...
    — Puedo explicarlo.— cortó el chico, el hombre de sentó en su silla y le dio un largo trago a su café (probablemente con alcohol).— Verá... Es culpa de Sarah.
    — ¡¡Espera!!, ¡¿qué?!— chilló la chica en un tono tan agudo que la misma Reiko, quien disfrutaba de las voces agudas de algunos de sus estudiantes, se tapó los oídos. Antolí comprendió lo jodido que era llevar a Sarah Johansson como compañera.
    — Se quedó allí todo el tiempo... Sin hacer nada...
    — Vete a casa, Sarah. Te re-ubicaremos mañana.— dijo apoyando su frente contra dos dedos.​
    La chica salió ofendida por el comportamiento de su compañero, Reiko salió antes que ella. Sarah se fue dando un portazo detrás de sí, ambos hombres suspiraron.
    — Ya no se que hacer contigo muchacho...— le dijo en un suspiro, el chico se cruzó de brazos y se achicó en su asiento— Uno de los requisitos mínimos para pasar de año es completar al menos un trabajo de cada clase con un compañero al azar... Y tú..., no haz pasado más de una misión con ningún compañero...
    — ¿Qué hay de mis amigos?— preguntó elevando cuatro dedos y comenzó a enumerarlos— Aran; Austin; Argento; Lilled.
    — El punto es te relaciones más allá de tu grupito.​
    Ambos se callaron
    — Te avisaré cuando encuentre alguna solución.— cortó, el chico se levantó y se fue... Por la ventana, trepó por las ventanas hasta el suelo.​
    Cuando bajó una pelota casi le da en la cara a no ser de sus envidiables reflejos que mandaron a volar la pelota a un árbol, miró a su alrededor buscando alguien jugando béisbol
    — ¡Oiga señor!— exclamaron detrás de él, se dio la vuelta. Era un niño de unos diez años de cabello castaño rosado y ojos azules claros bastante brillantes, este se detuvo a unos pasos de él —¿donde lanzó mi pelota?
    Pero él se quedó pensando por unos segundos — ... ¿Se-señor?
    — Si... Señor. Me enseñaron que debo ser respetuoso con los mayores.— respondió serenamente
    Él rió y se puso en cuclillas— Tengo diecisiete, todavía no soy tan viejo
    — Eres ocho años mayor que yo, señor.​
    Al muchacho comenzaba a darle un TIC en el ojo— está en ese árbol.— señaló a su izquierda un árbol y el niño se fue.
    — No creo ser tan viejo...

    ...
    — Díganle que pase— pidió mientras hablaba con un ínter comunicador. Unos segundos más tarde escuchó la puerta abrirse y cerrarse, la silla frente a su escritorio rechinó
    — ¿Por qué me molesta a estas horas?— preguntó sin rodeos
    — Buen día, Ridder 1205— saludó sin despegar la vista de sus papeles. Ella bufó
    — Solo me llama para que le haga "trabajitos".
    — Esto no tiene que ver con tus "habilidades especiales", es sobre tu futuro aquí. Sobre el torneo del próximo año— comentó, pudo escucharla tomar aire​
    Su espalda se puso derecha, luego acomodo el pañuelo que rodeaba su cuello
    — ¿Por qué aun no soy un Pleger?— preguntó firme pero paciente, Antolí se quitó los lentes
    — Las misiones se separan en dos grupos, las normales y las clase S, tu haz hecho todas las misiones terminando con las más altas clasificaciones, todos los clientes terminan satisfechos contigo, desde un robo a la vivienda hasta la captura de un terrorista. Haz hecho misiones suicidas sin un rasguño cuando eras una niña, y todas esas misiones la haz hecho en solitario.​
    Ella levantó una ceja
    — ¿Que hay con eso?
    — Que todas fueron en solitario.​
    Ella quedó en silencio
    — Me manejo mejor en solitario.
    — Eso te quita chances.— dijo— Solo un cinco por ciento de la población mundial llega a ser un Pleger y todos ellos saben manejarse en equipo.
    — En... Lufremia, el veinte por ciento del ejercito es Pleger— Antolí la miró
    — Tu sabes que Lufremia tiene un ejercito de pacotilla. Aquí nuestros Plegers son de lo más fuertes, no niñitas.— escupió enfadado
    — Lo sé.​
    El silencio los rodeó
    — Te voy a poner con un compañero.— comentó, ella lo miró sorprendida
    — ¿Com...pañero?— susurró como si lo no supiera que significaba esa palabra, como si fuera la primera vez que la escuchara.
    — ¿Quieres ser un Pleger? Tienes que hacer tres misiones de cada rango, excepto "esos trabajos", con él y podrás entrar en el torneo del próximo año.​
    Ella apretó los labios
    — Traigan al chico.— dijo apretando el botón del ínter comunicador, la puerta se abrió mostrando a Ed agarrándole de los pelos a un chico castaño que no dejaba de quejarse, Antolí levantó una ceja —¿Que hizo?
    — Rompió la ventana de la casa de un noble con la pelota de un niño.— informó soltándolo, él dio unos tropiezos hasta la otra silla, la chica lo miró.
    — Muchacho, saluda a tu nueva compañera.​
    Ambos se miraron, ella se levantó dandole una seña para que hiciera lo mismo. Él se levantó nervioso por aquella firme mirada gris debajo de ese cabello celeste cielo.
    — ¿Cuantas misiones haz hecho?— preguntó mientras daba vueltas a su alrededor
    — Ehh...— vociferó sin acordarse, ella siguió preguntando
    — ¿Tu arma?
    — ¿Mi... Mi arma?— preguntó nervioso (Su espada se había roto en Efiel, junto a la uña del dedo meñique de Sarah.)
    — ¿O será que peleas con los puños?— se planteó para si mismo mientras tomaba al chico por la muñeca y lo obligaba a levantar el brazo— Te falta músculo..., y ¿ vas a decir algo en tu defensa?
    — Uso una espada,— comentó luego de que ella se le alejara, esa chica le ponía nervioso— Utilizó una fuente de poder llamado Rehellien que me ayuda con el dominio del agua, hice noventa y seis misiones en total... Y creo que eso es todo...— miró hacia el suelo, levantó la mirada y esquivó en menos de un parpadeo la bala que venia hacia él. Parpadeó un par de veces mirando como ella sostenía un arma. — ¿Po-p-por qué...?
    — No hagas un drama por esto,— dijo calmada mientras metía su pistola en un bolsillo del saco— Solo te probaba.​
    Él iba a responderle pero se escucharon unos golpes en la puerta, esta se abrió y la cabeza de Reiko se asomó por esta.
    — Ehm... necesito a Sourire...— dijo, ella se levantó de la mesa y se fue.​
    Cuando esta se fue y los hombres se quedaron solos el chico de comentó algo a Antolí
    — Me quiso disparar...— murmuró mirando al hombre, este suspiró
    — Dijiste que querías un compañero que pudiera valerse por su cuenta. Esta chica a hecho todo tipo de misiones en solitario.
    — Pero... ¡intentó dispararme!— chilló, Antolí frotó su frente
    — Si quieres te pongo a Sarah de nuevo...— él chico se quedó callado.— Escucha, también te he asignado con ella por otra razón— él esperó por la razón del emparejamiento— Ella es... un caso especial, verás desde que llegó ha hecho montones y montones de misiones, siempre en solitario lo que quiero es que se integre más y ademas es candidata para Pleger. Creo que es un trato justo, tu pasas de año con probabilidad de Pleger de segunda clase y ella puede entrar al torneo.​
    Él se quedó callado
    ...
    — El chico parece débil.— comentó sentada sobre el escritorio de la enfermería de Reiko mientras miraba sus exámenes médicos, Reiko se acercó con una jeringa llena de un liquido brillante; la dejó sobre la mesa al lado de ella, tomó la manga de ese largo saco negro y lo enroscó hasta un poco más arriba del hombro
    — No se como haces para soportar el calor— comentó tocando la tela del guante que seguía por debajo del saco, tomó la jeringa e intentó inyectarsela sin éxito alguno. Suspiró, la tomó del cuello y se la inyectó en una pequeña vena.— Sabes que necesitas hacer misiones en equipo para ser Pleger ¿verdad?, yo hice tantas misiones con mi compañero que cuando volvíamos dormíamos por tres días seguidos​
    La chica de cabello celeste cielo se quedó pensativa
    — ¿Ed?— preguntó sin prestar mucha atención, Reiko suspiró
    — No..., no era otra persona...
    — ¿Se murió?— interrogó fríamente sin despegar la vista del expediente medico. Reiko se quedó callada,— Mis condolencias.​
    Y volvió a la oficina de Antolí sin decir nada. No iba a la oficina central muy seguido por lo cual le costó ubicarse. Cuando llegó su nuevo compañero estaba sentado en el suelo.
    — Hola...— dijo mientras apretaba los labios y levantaba levemente las piernas para luego dejarlas caer. Ella se asomó por la puerta, Antolí no estaba, giró sobre sus tobillos y se fue. El chico se levantó apresuradamente y la siguió— Entonces... Seremos compañeros...— ella solo se limitaba a asentir, el ambiente era tenso— Mi nombre es RayLeight Strike. Pero todos me llaman Ray, ¿cual es tu nombre?
    — ... Llámame Lyderning.
    — ¡Okey!, entonces... Lyderning...— dijo nerviosamente, ella siguió caminando— Nunca escuche ese nombre... Oye, ¿podrías acompáñame verificar unas cosas?, ya sabes... para conocernos mejor...
    — Bien.​
    Ray giró sobre sus tobillos y se fue hacia una de las oficinas. En el camino ambos (Ray) sostuvieron una conversación
    Ray: ¿De dónde vienes?
    Lyderning: ...
    Ray: ¿Vives en los dormitorios?
    Lyderning: No.
    Ray: Nunca te vi en el colegio
    Lyderning: Yo no voy​
    Y así sucesivamente hasta llegar a la enfermería, Ray entró seguido de Lyderning.
    — Hola Austin— saludó, un chico moreno de cabello castaño revuelto se volteó con una manzana en la boca.
    — ¡Hola Ray! ¿Qué haces por aquí?— preguntó algo nervioso mientas hacia una seña a una chica, esta dejó lo que hacia para correr a algún lugar
    — Vengo a verlo, y está es mi compañera Lyderning— él se hizo a un lado para que la vea, pero ella se había entretenido viendo a una serpiente comiendo una manzana.
    — Hola, Lyderning.
    — Nieto de Farron.​
    Ray los miró confundidos, aunque Lyderning no separaba la vista de la serpiente
    — Nos conocemos del taller del abuelo, él nos dijo su nombre— comentó, la misma chica que había salido corriendo volvió y le hizo una ceña— Vamos a ver a Dominico, por aquí— por alguna razón el tono que utilizó Austin no le pareció bueno, por lo cual dejó de ver a la serpiente y fue con ellos.​
    La sala era casi en su totalidad blanca y el aroma a hospital la impregnaba, algo que a Lyderning pareció disgustarle (más de lo normal) entraron a un pasillo con habitaciones separadas por cortinas, en la ante ultima había una cama con un viejo dormido que tenia un respirador y estaba tapado con mantas en exceso, Ray lo miró por unos momentos
    — Que suerte que se salvó— comentó apoyando sus manos en la baranda de la cama— De acuerdo eso es todo, adiós Austin​
    Y así Ray se fue, pero Lyderning no. Miró al moreno que se notaba impaciente y nervioso por el rabillo del ojo (estaba a su izquierda)
    — ¿Por qué le mentiste?— preguntó de la nada, Austin se tensó.
    — ¿De que hablas Lyderning?— interrogó dándose la vuelta y mirando una planilla, se notaba el nerviosismo en su habla.​
    La chica comenzó a sentir que tener a alguien tan sensible como compañero era molesto, era un trato que supuestamente debía ser igual, pero alguno de los dos estaba recibiendo algo de más y si no era ninguno de ellos era un tercero...
    — Este hombre está muerto.​
    Era como un 5150.

    Tercer capitulo... Al fin, estoy desde una tablet que pude conectarle un teclado, ¿qué les pareció? ¿Bueno? ¿Malo...? Recuerden votar en la encuesta, desearía que se pudiera poner más de cuatro opciones... ¡Nos leemos!
    [​IMG]

     
    Última edición: 5 Febrero 2015
    • Ganador Ganador x 1
  4.  
    JPV

    JPV Iniciado

    Leo
    Miembro desde:
    22 Febrero 2015
    Mensajes:
    2
    Me a gustado mucho tu fic :)
    Es vastante diferente a como me lo dijiste la otra vez... Le cambiaste el nombre a Yukine y Keith, pero el final va a ser el mismo? No entiendo mucho... Explicame la cosa pliss
     
  5.  
    Lyden

    Lyden Usuario común

    Tauro
    Miembro desde:
    24 Julio 2013
    Mensajes:
    353
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    The last fantasy: eternal cycle
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    6
     
    Palabras:
    2638
    Capitulo IV: ¿Grupal?

    En algunas partes de Empire la vida era complicada, muy complicada. Aunque muchas de las partes de la ciudad gozaban de gran belleza y elegancia su contraparte en los barrios bajos se escondía detrás de lo que podía. Una de las desventajas era que la seguridad era escaza.

    En realidad, la seguridad no existía.

    Para las familias donde las madres solteras eran el sostén de la casa, eso era más que fatal. O al menos para que las que se preocuparan por el bien estar de sus hijos. Y ese no era el caso de ese niño.

    Unos cuantos DM cayeron en las manos del pequeño Sora, cuatro que conformaban el dinero suficiente para comprar el pan que comerían esa noche. El pequeño apretó los labios y miró con fingido agradecido al viejo que se encontraba contando el dinero que él producía con su servicio de mensajería. Guardó los DM en su desgastado bolsillo y comenzó a trepar por la pared de ladrillo de su jefe hasta llegar al techo y poder saltar al siguiente y así sucesivamente hasta llegar al callejón frente al río que separaba la parte pobre de la rica. Se acercó al rio y se mojó el cabello con el agua no tan cristalina que había en el. Una sombra se le acercó por detrás, una corpulenta y que despedía un feo olor, lentamente miró por encima de su hombro al hombre que menos quería ver, todos lo llamaban el Padre, porque todo lo que él decía se hacía, si alguien lo desobedecía aparecía muerto al día siguiente.

    El niño tragó duro.

    — ¿S-si?— susurró sin atreverse a mirarle a los ojos, el Padre lo miró con desprecio

    — Tu madre no ha pagado este mes— escupió, unos cinco hombre más le rodearon, volvió a tragar duro

    — Por favor… debe entender— rogó retrocediendo unos pasos hasta caer a la orilla del rio— La condición de mi madre…

    Pero antes de poder seguir recibió una patada en el pecho que lo dejó sin aire. Sora cayó a la fría tierra, después recibió otra patada en la mejilla haciendo que escupiera un poco de sangre de un probable diente roto. Intentó levantarse, pero lo único que consiguió fue volverse a caer. El tipo lo agarró del cuello de su camisa, levantándolo del suelo.

    — Tú vas a pagarme. — concluyó mientras lo sacudía. Unos cuatro DM cayeron al suelo junto a un papel perfectamente doblado. Soltó al niño y se propuso a ordenarle a alguno de sus subordinados que levantaran la paga, pero fue interrumpido.

    — ¿Frederick Pichel?

    El Padre se volteó enfadado hacia una chica que sostenía un papel con la mano izquierda, manteniendo la otra en su cintura y con expresión aburrida.

    — Me llaman el Padre, señorita…— le dijo con ese asqueroso aliento que la chica tuvo que recibir. Esta frunció un poco el ceño

    — Tienes un asqueroso aliento— comentó mientras se tapaba la nariz, era obvio que ella ni sabía a quién insultaba.

    — ¿Qué quieres?— preguntó inflando el pecho orgulloso, ella se cruzó de brazos y bufó aburrida

    — Vengo a arrestarte, —respondió mirando para otro lado, luego lo miró— ¿Te leo tus derechos?

    El padre, entre risas, dijo— ¡Por favor!, los Ridders están cada día más desesperados por tener reclutas— se dio la vuelta para mirar a sus cómplices con una sonrisa— Vamos, entrenen con esta niñita.

    La chica, sin dejar de cruzarse de brazos, le dio una patada en las costillas que lo hubiera tirado si no fuera porque sus cómplices lo agarraron. El Padre se dio la vuelta buscando una venganza contra ella, pero no la encontró, al contrario halló una patada en el cuello y un rodillazo en el pecho que lo dejó sin aire. El pequeño Sora solo miraba la escena desde su lugar, impresionado por sus rápidos movimientos.

    La chica caminó hasta el padre con los brazos cruzados con un cierto aire de superioridad. Antes de que él se levantara para hacer alguna mínima cosa ella le pateó la mandíbula tan fuerte que lo obligó a caerse al agua. Unos segundos después salió a la superficie dentro de una burbuja de agua, un chico castaño con las manos extendidas en dirección al padre se acercó.

    — Buen trabajo, Lyderning— exclamó con una sonrisa— Tengo a los otros dos. — señaló con la cabeza otras dos bolas de agua con otros dos tipos que el niño reconoció como otros jefes. — Me voy, esto cansa bastante— comentó con tono cansado pero divertido, Lyderning asintió.

    El niño se levantó lentamente sin quitarle la vista de encima a la chica de cabello celeste. Ella sacó una daga algo larga, él se asustó pero Lyderning la guardó en su bota con un respiro, claramente aburrida.

    — em… disculpe…— susurró, ella apenas lo miró

    — Oh, sigues ahí. — dijo neutralmente.— ¿Quién era ese?

    Ella se volteó, él se concentró en el parche de su ojo por unos segundos hasta notar como fruncía el ceño con impaciencia. Parpadeó un par de veces y luego respondió

    — Es el Padre, ¿no lo conoces?

    Ella frunció el ceño aún más— Si lo conociera no te preguntaría.

    El silencio los rodeó por unos segundos

    — Es el jefe de un sub-grupo de mafiosos, creo que eran parte del “ejercito” de los… eh, no me acuerdo bien; Orellana, Mariana…

    — Arcana. — completó hablando entre dientes. Sora asintió un segundo antes de que una ráfaga de viento los atacara a ambos, Lyderning entrecerró un poco los ojos para protegerse del viento. Un papel llegó hasta su cara, ella se lo sacó dispuesta a deshacerse del papel pero Sora se lo impidió

    — ¡Espera, espera!— pidió casi rogando— no lo tires…

    Lyderning miró el papel, era una inscripción para Ridder. Apartó la vista del papel y se lo dio con algo de molestia.

    — ¿Qué más sabes de ellos?— interrogó Lyderning cruzándose de brazos

    — Mucho. — contestó seguro

    — ¿Cuánto quieres por tu información?— interrogó buscando algo entre sus bolsillos. Sora se lo pensó por unos momentos, Lyderning parecía impacientarse. De un bolsillo extrajo un papel, escribió algo y se lo lanzó. Tenía un número

    — Tienes una semana.



    La pantalla estaba llena de misiones por hacer, estas se habían incrementado notablemente gracias a que los festivales de las lluvias de estrellas estaban cerca y los países querían librarse de la delincuencia, todo eso se traducía en la alta oferta de trabajo.

    — Ten, — le dijo Ray sonriente mientras le tendía un vaso descartable de tergo Pol. — Es chocolate caliente, no sabía si te gustaba el café.

    Lyderning, con la cara contra la mesa, lo miró por unos segundos antes de achicarse de hombros y tomar el vaso. Se incorporó, buscó entre los bolsillos de su saco, de allí sacó un par de monedas con forma de 10 y se las tendió a Ray.

    —Ah, no. Yo invito. — respondió con otra sonrisa, Lyderning las guardó de nuevo. — ¿Te gusta el chocolate?, ¿O prefieres café?

    Lyderning negó— No me gusta el café.

    Ray le dio un sorbo a su chocolate con una expresión serena, estaba feliz ¡Por primera vez había terminado tranquilamente una misión! ¡Y le habían dado una recompensa tremenda! 200 DM a cada uno. Cosa que a su compañera no impresionó mucho, ya que (Según lo que Reiko le había dicho) Lyderning hacia misiones con recompensas mucho más grandes que esa. Su expresión serena cambió a una de sorpresa a los pocos segundos ¡Ese chocolate estaba hirviendo!

    Dejó el vaso en una mesa contigua y se bebió el agua de la botella que siempre traía llena en su bolsillo. Miró a su derecha, donde Lyderning se tomaba todo el vaso de un sorbo.

    — ¿No te quema?— preguntó mientras se masajeaba su garganta, ella apenas lo miró por el rabillo del ojo dejando de beber

    — No. — respondió mirando al frente lista para elegir alguna misión.

    Los trabajos que habían eran aburridos (Al menos para Lyderning), para Ray: estaban bien, estaba entusiasmado de poder elegir una misión después de mucho, pero mucho tiempo. Por otro lado Lyderning miraba una en especial, la recompensa era buena y (según ella) era pan comido. Extendió su mano para tomarla, y cuando apenas la tomó otra mano se sumó tocando la pantalla por el otro lado, solo hizo falta una pequeña ojeada a su contrincante para que ella frunciera el ceño.

    ¡Mierda!, este cretino de nuevo… pensó enfadada. El chico la miró con una sonrisa falsa, él era un chico rubio de ojos verdosos con una sonrisa encantadora que lo hacía muy codiciado entre las chicas. Su nombre era Martin Grootheid, el hijo de Antolí. Por lo cual, el respeto de todos estaba garantizado, excepto (Obviamente) el de Lyderning quien no podía importarle menos.

    — ¡Oh!, pero si es la siempre alegre Lyderning…— exclamó tocando la pantalla con su otra mano para quedar frente a ella. — ¿Qué te trae por aquí?

    — Una misión— respondió fríamente (más de lo normal), — Ahora sueltala yo lo tomé primero.

    La sonrisa de Martin se esfumó por unos segundos, pero luego volvió a aparecer — ¿Y qué?, yo tengo mayores privilegios a la hora de elegir y quiero esta.

    Lyderning se mostró aún más molesta —Te recuerdo que ser el hijo de papi no te deja en una posición más alta, el talento sí.

    — Deberías respetarme, no, debes respetarme. — Contradijo, una sonrisa orgullosa, pero maliciosa, se dibujó en su cara— Una persona tan vulgar como tú no le puede hacer frente a alguien como yo. El proletariado no se compara con la nobleza— le dio un pequeño golpe al vaso de tergo Pol haciendo que este se derramara en el pecho de ella, manchando su saco negro. Lyderning miró por unos segundos la mancha que el chocolate había dejado en su saco. Eso era suficiente como para despertar su ira.

    Nadie, absolutamente nadie mancha su saco y vive para contarlo.

    Volvió la mirada hacia Martin, arrancó la mano de la pantalla y le dio una patada en el pecho (quien no tuvo ni tiempo de reaccionar) mandándolo unos metros atrás hasta una pared. Este se re-incorporó rápidamente desenfundando su espada, Lyderning sacó su daga.

    Mientras tanto Ray, quien estaba absorto en las misiones, se había mantenido desinformado de las acciones de su compañera, hasta que escuchó los gritos de los otros chicos que había.

    Al acercase lo suficiente escuchó con claridad las palabras que clamaban los adolescentes: “¡Pelea, pelea!”. Algunos decían (Mayormente chicas): “¡Tú puedes Martin!”, y otros (Chicos) gritaban: “Déjale una cicatriz en su rostro de muñeco, celestita”. A Ray le tardó unos minutos asimilar la última palabra Celestita, ¿Quién podría hacer que lo llamen de esa forma? Claro, Lyderning tenía el cabello celeste.

    Mientras tanto Lyderning peleaba contra Martin por venganza contra su saco, que ahora tenía una mancha en el pecho, cosa imperdonable. Giró su daga entre sus dedos varias veces mientras esta chocaba contra la espada de Martin, este (al ver la oportunidad) le puso una traba en las piernas para que cayera, hizo un rápido movimiento con su espada logrando cortar la daga de la chica y dejarla caer. Lyderning tropezó quedando de rodillas en el suelo e intentado hacer un esfuerzo por conservar el equilibrio y no caerse.

    — Bueno, bueno— se burló— ¿Acaso tu orgullosa daga te ha abandonado?, igual, quédate así. Los de tu tipo siempre vivirán así.

    Levantó su espada dispuesto a cortarle la cabeza a Lyderning, pero cuando estaba por llegar a su cuello esta tomó el filo de la espada entre su mano cubierta por aquel guante.

    — Déjate de parloteo— dijo con un tono cansado mientras lentamente elevaba la mirada— Suerte que eres un parlanchín, así podía arreglar mi daga.

    Se apoyó en su rodilla y trazó una línea diagonal, Martín casi la esquivó, la daga le cortó medio mechón de cabello. Contempló por unos momentos como su peinado perfecto había sido arruinado y luego regresó la mirada a su contrincante, quien se acercaba a toda velocidad hacia él. Giró su espada entre sus manos para protegerse de sus ataques, los cuales apuntaban a los signos vitales.

    Típico de una asesina. Pensó

    Y si, la mejor palabra que Martín encontraba para describir a Lyderning era: Asesina; letal. Él pensaba que como los de “su tipo” (Con el cabello de colores no naturales pero sin teñir) los “adefesios” eran brutos por naturaleza, sospechaba que todos nacían con un tipo de orgullo hacia su propia “raza”. Y eso, hablando sin la intención de insultar.

    Martín intentaba en cada uno de sus movimientos cortarle alguna extremidad, como siempre hacia, su objetivo era dejar a su contrincante seriamente herido, pero con vida (o al menos eso creía), diciéndole que podía vivir su vida como un lisiado. En uno de sus “momentos de genio” (caprichos) se le dio por intentar rasgar el strapples azul oscuro de Lyderning con la esperanza que esta se avergonzara e intentara taparse, lo que le daría la perfecta oportunidad de ganar. Se liberó del bloqueo que ambos se ejercían y trazó una línea con su espada, pero ella fue más rápida. Se agachó rápidamente, le dio un codazo en la mano donde Martín tenía su espada obligándola a soltarla, en ese momento Lyderning aprovechó para girar sobre si misma y colocar su daga sobre el cuello de Martín.

    — Acepta la derrota, basura. — le exigió entre dientes, Martín le sonrió nerviosamente.

    Ese no se merecía, debía, morir a manos de Lyderning.

    Guardó su daga en su bota (la cual le llegaba hasta el muslo), giró sobre sus talones y se dispuso a retirarse. Pero no contó con que Martín recuperara su espada e intentara matarla.

    — ¡Suficiente!— exclamó una voz muy conocida por todos de manera firme. Todos los presentes voltearon a ver a aquella Pleger castaña con bata de laboratorio cruzada de brazos mirándolos desde el entrepiso. — Los dos, ¡a mi oficina!



    — Que te haya insultado no es motivo para que lo golpees— le explicó Reiko con una mano masajeando su frente. Miró a Lyderning, quien se sostenía su strapples, ahora con un corte en el pecho, ella estaba enojada. Por otro lado Martín no prestaba mucha atención, él se creía… intocable. Reiko suspiró y dirigió su vista hacia Martín. — Y tú intentaste cortarle el cuello después de que ella te haya dejado…

    Él chico le dio una sonrisa de cachorro, cosa que derretiría el corazón de cualquier mujer o eso creía, esa técnica la había aprendido de su madre, quien tenía el don de que todos hagan lo que ella ordenase. Pero en algunos raros casos, no funcionaba. Y Reiko era uno de ellos, el segundo para ser exactos.

    — Tu reparas el desastre— ordenó señalando a Martín con su lápiz a quien se le borró la sonrisa, se dirigió a Lyderning — Tu iras a una misión en Banfield.

    Ambos tragaron duro.

    Martín se levantó y se fue insultando a todo dios, luego Lyderning salió de la oficina topándose con su compañero sentado en el suelo tomando una botella de agua.

    — ¿Qué quieres?, Reiko no está de humor para nada— le dijo. Él la miró, por el rabillo del ojo antes de pararse.

    — Pues vengo por ti. —explicó con un leve sonrojo y rascándose la nuca— Tenemos misión, ¿Recuerdas?

    — Ve tú. — Respondió fríamente mientras se daba la vuelta, miró la mancha de chocolate de su saco. — Yo tengo una misión en Banfield.

    Ray corrió hacia ella y se detuvo al estar a su altura— Voy contigo, la misión que elegí es grupal y está a unos kilómetros de Banfield. Después de hacer el trabajo te ayudo con lo tuyo.

    Voy contigo […] Te ayudo con lo tuyo.

    Fueron las palabras que retumbaron en la cabeza de Lyderning por muchos minutos mientras caminaba hacia su casa con Ray al lado hablándole de cosas sin sentido, Espera. Pensó deteniéndose un segundo ¿Dijo “grupal”?
     
  6.  
    Lyden

    Lyden Usuario común

    Tauro
    Miembro desde:
    24 Julio 2013
    Mensajes:
    353
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    The last fantasy: eternal cycle
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    6
     
    Palabras:
    1450
    Capítulo V: Reencuentro (Parte I)

    Le dio un puñetazo a la pared de concreto de la lavandería del ante último piso de su edificio creando un túnel hasta la habitación adyacente. Los escombros chochando contra la pared de la otra habitación no se hicieron esperar, pero Lyderning no le dio importancia y se dedicó a mirar con rabia a la mancha de chocolate que se hacía notar sobre el negro. Lanzó un gruñido, sacó su teléfono de su bolsillo y miró varias páginas de internet sobre como quitar manchas como esa, al rato vibró; era un mensaje de su compañero:

    ¿Dónde estás? 09:58

    Lyderning suspiró y guardó su teléfono de nuevo en su bolsillo. Comenzó a tallar la prenda consigo misma enfadándose cada vez más.

    — ¿Tan mala era fue la mancha?— preguntó alguien a su espalda. Lyderning rápidamente desfundó su daga y se la colocó a unos escasos centímetros del cuello del intruso.

    Ray dio un gritito ahogado que a Lyderning le pareció de niñita. No bajó su daga

    — ¿Qué demonios haces aquí?— preguntó con el ceño fruncido, aún sin bajar su daga.

    Él la miró acobardado mientras levantaba ambas manos en señal de rendición

    — ¿¡Qué mierda haces!?

    — Yo debería preguntarte eso.

    — Baja esa daga y te digo.

    Lyderning pareció pensarlo por un rato, terminó por bajarla pero no la enfundó. Cruzó los brazos esperando explicación manteniendo su daga en su mano izquierda

    — ¿Qué esperas? Dime porque te metiste a mi casa o haré que mi daga te obligue a hablar. — ordenó

    —Te dije que vengas a las 09: 00 ¡y me harté de estar esperándote!— le gritó, Lyderning frunció el ceño

    — Creo que deberían habértelo dicho. — contestó serenamente— Yo no voy a ningún lado sin mi saco.

    Ray pareció perder el habla— ¡Es, es solo un saco!

    Lyderning se le acercó unos pasos, le hizo una “traba” en la corva provocando que el perdiera el equilibrio y se vaya hacia adelante. Ella lo tomó del cuello de su remera azul e hizo la suficiente fuerza como para sostenerlo en su posición indefensa y colocarle la daga en el cuello nuevamente

    — Nunca en tu vida vuelvas a decir que solo es un saco, ¿entiendes?

    Ray comenzó a asentir repetidas veces mientras sentía el sudor bajarle por la espalda y la mirada asesina de Lyderning sobre él, la cual, realmente era digna de una película de terror tachada solo para mayores de veintiuno.

    — Vale, vale— afirmó atemorizado—Ya entendí, ahora baja esa daga… Por favor.

    Lyderning terminó por bajar su arma, pero no la enfundó.

    — ¿Cómo entraste aquí?— preguntó Lyderning

    — Reiko me dijo como entrar— ella bufó, se lo esperaba.

    — Tendré que asegurar mejor mi casa…— murmuró sin mirarlo, regresó su vista hacia él -sin mirarlo a los ojos-, — Ya, vete. Estoy ocupada.

    — ¡Pero tengo que hacer la misión contigo!— reclamó siguiéndola hasta el lavarropa. — ¡Es casi una obligación! y… ¿Por qué lavas con guantes tan largos?, ¿son de metal…?

    Ray acercó un dedo al límite de la piel de su compañera y el guante que le llegaba hasta un poco más abajo de la axila. Esta rápidamente movió su daga entre sus dedos, giró sobre sí misma y colocó su arma sobre el cuello de su compañero. Este dio unos pasos hacia atrás hasta tropezarse con sus propios pies.

    Se hartó.

    Se levantó rápidamente, y tomó su espada -la cual apareció de la nada- y la atacó. Pero ella se giró rápidamente y logró bloquear por poco su ataque, lo que provocó que necesitara dar unos pasos hacia atrás. Él le ganaba en fuerza, ya no era tan fuerte como antes.

    Antes era fuerte. Antes era invencible.

    Se inclinó junto a su daga y logró que la espada del chico se deslizara hasta deshacerse de su fuerte bloqueo, dio un fuerte salto obligándolo a volver atacar, pero ella se adelantó a su ataque y se dispuso a golpearlo en la espalda. No se esperó que su compañero tuviera un manejo tan bueno del agua, las cañerías que se conectaban al lavarropa explotaron lanzándola a un vidrio que daba a un pequeño jardín iluminado levemente por el sol que llegaba a resistir esos cinco pisos, Lyderning atravesó el vidrio y se estrelló contra la pared, después no se volvió a mover.

    Ray se acercó lentamente cuando se dio cuenta de la atrocidad que había hecho ¡tenía que aprender a controlarse!, probablemente Lyderning estaría herida o inconsciente. Cuando pasó por el agujero la vio de espaldas hacia él con la espalda media desnuda -debido a los gruesos mechones de su cabello- y con algunas heridas que sangraban.

    Sangraban. A Ray no le gustaba que las personas sangrasen

    Y menos por su culpa.

    — ¿Ly-Lyderning…?— susurró acercándose lentamente, se agachó frente a ella y tomó uno de los mechones de su cabello el cual impedía ver en su totalidad su espalda. Justo cuando iba a tocar (su piel su dedo se sentía algo frío), ella se removió y levantó. Ray se asustó de muerte haciéndose para atrás rápidamente.

    Lyderning ni lo miró, aclaró la garganta, y lo miró de una forma que no pudo descifrar, parecía perdida— Cuando saque la mancha te acompaño. Te aviso cuando haya salido.

    Giró sobre sus tobillos y se dirigió hasta su destrozado lavarropas. Tomó su sacó y lo colocó sobre su hombro, luego se fue hacia el elevador; apretó el botón del cuarto piso. Una mano se coló entre las puertas cuando estas estaban a punto de cerrarse. Ray entró y se puso a su lado, Lyderning ni lo miró, solo el suelo.

    — Ehm… Yo puedo ayudarte con esto— comentó señalando el saco, ella apenas lo miró.

    — ¿Cómo? Acabas de destrozarme la lavadora.

    — Así. — tomó su saco rápidamente sin dejarla protestar. Ella se volteó rápidamente -sin sacar su daga- pero Ray le puso la mano en la cara impidiéndole acercase su cara estaba muy fría pero no apartó la mano.

    — No es muy grave. — se dijo a si mismo mientras intentaba que Lyderning no tomara el saco. Acarició la mancha con el pulgar, y esta se esfumó dejando agua y chocolate en polvo en el suelo. Lyderning dejó de intentar quitarle el saco, mirando como la mancha se había desvanecido.

    Ray se lo devolvió -algo temeroso-, ella lo tomó bruscamente y marcó el botón de la planta baja en el ascensor. Las puertas no tardaron en abrirse, estaban en la recepción.

    Esta era blanca y grande, había un sillón largo color negro junto a otros dos -más pequeños-. Al otro lado del cuarto había un escritorio como en los hoteles, pero sin ningún recepcionista. Cuando Ray entró se le hizo raro no ver a nadie.

    — Hey, Lyderning…— susurró mientras la veía ponerse su saco— ¿Cuántas personas viven en este edificio?

    — Solo yo.

    .:.:.:.:.

    Lilled era la única chica del grupo. Ella tenía dieciséis años, por lo cual era la más pequeña del grupo; ya que Aran, Austin y Ray tenían diecisiete mientras que Argento (el mayor) aparentaba dieciocho, aunque nunca les dijo su verdadera edad.

    Se incorporó en su asiento y acarició a su zorrito en la cabeza detrás de una de sus orejas, este se revolvió sobre su regazo y volvió a dormir. Dirigió su vista hacia Aran y Austin, quienes discutían por alguna cosa sin sentido; y luego estaba Argento, él tenía el cabello gris brillante largo el cual le cubría el ojo izquierdo y una máscara negra de cuero que también cubría hasta el puente de la nariz, por lo general él vestía de negro y blanco, siempre elegante. Argento era mucho más maduro de los otros chicos y eso le encantaba.

    — ¿Strike te envió algo?— le preguntó Argento sin mirarla, Lilled casi salta del susto, tal vez debía dejar de fantasear a cada rato. Su zorrito, Kitsu, le tendió el teléfono. Lilled lo abrió solo para encontrarse con una foto de los cinco juntos en una misión hacía dos años atrás.

    —No…— murmuró algo triste— Espero que no le haya pasado nada, dijo que iba a buscar a su compañera y ya ha pasado un tiempo desde que partió…

    Argento comenzó a juguetear con un brazalete de plata, eso hacía cuando estaba nervioso y no quería que nadie se diera cuenta. Ella le sonrió.

    — ¡Oh vamos!—exclamó Ray a la lejanía mientras venía a la par de una chica un poco más baja que él, vestida con un saco largo negro y un cabello bastante largo y de color cielo.

    — Entonces ella es la nueva compañera de Ray— comentó Lilled con una sonrisa, — Vamos a presentarnos… ¿Argento?

    Intentó llamar su atención; pero él solo miraba fijamente a aquella chica, lo que causó una extraña situación en su pecho.
     
  7.  
    Lyden

    Lyden Usuario común

    Tauro
    Miembro desde:
    24 Julio 2013
    Mensajes:
    353
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    The last fantasy: eternal cycle
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    6
     
    Palabras:
    4056
    Capítulo VI: El orgullo de los asesinos

    —Dicen que por hace un siglo existió una mujer que se hacía conocer como 5150, una asesina a sueldo que dejó a todas las fuerzas militares de los países bajo un permanente estado de alerta por el temor de que ella decidiera “encargarse” de algún personaje importante. Desde el año dos mil doscientos y algo que ya no la ven, rumorean que murió cuando cayó a un volcán ardiente tras vencer a White Smoke —comentó Aran intentando crear un aura de terror.

    — ¿Quién es White Smoke?— preguntó Ray levantando una ceja e imitando el intento de tono aterrador que Aran había estado usando. Involuntariamente casi todas las miradas se centraron en Lilled ya que ella es la que hace de historiadora en el grupo. Ella se sonrojó y apenas pronunció un “eh… Creo que fue una reina de…”

    White Smoke fue un intento de asesina que estuvo activa entre el dos mil doscientos treinta y el dos mil doscientos cincuenta y cinco. Estuvo involucrada en el asesinato de treinta mil personas, entre ellos veinte mil inocentes, su forma de pelear era bastante tosca por lo cual se ocultaba tras un manto de humo extremadamente blanco que causaba ceguera, desorientación además de un fuerte pitido en los oídos que era dañino a los menos resistentes. — comentó Lyderning mientras miraba desinteresada el paisaje con la frente apoyada en el frío vidrio del monorriel. Argento fue el primero en hablar

    — ¿Y de dónde sabes todo eso?— preguntó incorporándose para mirarla de pies a cabeza como si entre sus ropas o apariencia encontrara algo más que la conclusión de que se cuidaba bastante y que tenía algo entre los dedos de las manos que no pudo identificar. Lilled frunció el ceño y la miró con algo de molestia, Lyderning apenas se achicó de hombros.

    — Rumores, testimonios, documentos…— enlistó con el mismo tono despreocupado.

    — ¿Qué opinas de ella?

    — ¿Eso importa?

    — Le dijiste “intento de asesina”—citó, Lyderning descruzó las piernas y apoyó la espalda contra el respaldo con los ojos cerrados y cruzando los brazos, Ray se movió un poco para dejarle más espacio.

    — Era tosca y gritona— escupió con desprecio— Era débil; pero decentemente ágil. Su problema era que se sobre-aprovechaba de sus bombas de humo

    — ¿De qué forma?— interrumpió Austin, Lyderning apenas se movió.

    — Las lanzaba muy seguido y mataba más de los necesarios.

    — ¿Más de los necesarios?— cuestionó Lilled, Lyderning frunció el ceño

    — Ella usaba bombas de humo con gran alcance en espacios cerrados en los castillos u hoteles; en lugares con mucha gente. El humo se filtraba por los conductos de ventilación, o cualquier otro lado, llegaba a las habitaciones y la gente se moría.

    — De eso no hay registro. — murmuró Lilled repasando todo lo que sabía.

    Lyderning abrió su ojo “sano” y miró Lilled, luego a Argento, él la miraba de una manera penetrantemente carmín sobre el cabello plateado que cubría su ojo derecho -el mismo que ella tenía oculto por su parche- además de la capa blanca que se encargaba de ocultar toda su cabellera y gran parte de su cara -complementando la otra parte que estaba escondida por una máscara de cuero negro-. Por los ojos grises brillantes de Lyderning se mostró -por unos escasos segundos- un extraño brillo (lo que nunca pasaba, ya que los ojos de Lyderning, a pesar de ser brillantes de por sí, tenían un brillo apagado y aterrador).

    Rápidamente se cambió de tema y el vagón se llenó de risas, Argento y Lyderning no volvieron a hablarse, pero se miraban los más disimuladamente que podían, bajo la desapercibida mirada de Lilled.



    Después de unas horas se vislumbró la estación de Banfield a través de la niebla y la villa miseria que rodeaba la ciudad se hizo presente. Lyderning se apresuró en quitarse la coleta que sostenía su largo cabello y colocársela en la boca mientras lo acomodaba de una forma diferente. Ray la miró

    — ¿No te molesta tener el pelo tan largo?— preguntó, Lyderning apenas lo miró. Y si, su cabello era ridículamente largo y contradictorio a su rebelde flequillo que cubría los costados y centro de su cara.

    Lyderning dirigió su vista hacia como su pelo descansaba en el asiento y le llegaba hasta las pantorrillas— No.

    Respondió cortante aun sosteniendo esa liga negra entre sus dientes y volvió a su tarea de intentar acomodarlo en un momento indeterminado Ray agarró un mechón.

    — Pensé que teñirse de celeste estaba prohibido…— murmuró mientras analizaba el mechón de cabello. Lyderning se volvió hacía él indignada, si no fuese por el miedo que infundía con tan solo una mirada Ray se hubiera reído de su graciosa expresión, tenía el ceño fruncido justo en la línea de la sorpresa y la indignación mientras sostenía con sus labios y dientes ese chuflin de una manera adorable que contrarrestaba su actitud.

    — ¡No es teñido!— chilló después de escupir el chuflin a su regazo, tomó un mechón y se lo mostró. — ¿¡Esto te parece teñido!?

    Ray retrocedió asustado diciendo que no le parecía teñido, Lilled también tomó un mechón y con envidia que no estaban secas; ni abiertas; ni nada. En resumen, no era teñido.

    Lyderning se terminó de recoger el pelo y luego se lo ocultó debajo de su capucha negra, Lilled le preguntó por qué se lo tapaba, a lo que Lyderning levantó apenas la mirada como si se preguntara si era enserio. Argento también miró a la pequeña rubia, quien se arrepintió enseguida de hacer esa pregunta.

    — Los de cabello celeste no tenemos buena reputación. Menos en Banfield.

    Lilled se quedó callada, hablándose a sí misma diciéndose una y otra vez: “Pero no hay registros de eso.”

    El tren paró en la estación unos segundos después, todos se apresuraron en bajar. Los primeros, Lilled y Ray comenzaron a toser; el aire era inmundo. Aran y Austin se taparon las bocas, Lyderning jaló su pañuelo de lana gris para cubrir su cara hasta el puente de su nariz con una obvia expresión de asco, por otro lado Argento fue el único que permaneció neutral.

    Más adelante por la estación había un cartel desgastado de madera mal pintada de color blanco que rezaba “Ridders extranjeros, oficina 309”. Aunque el mal presentimiento rondaba por esos lares decidieron ir allí, aun con las quejas de Lyderning.

    — ¡Oh vamos Lyderning!— exclamó Ray con molestia en su voz deteniéndose en la puerta de la oficina trecientos nueve—Deja de quejarte, ya vamos al hostal…

    — ¿Hostal? ¿De esos donde se comparten los cuartos?— preguntó confundida

    — Eh…. Sí.

    — ¿Enserio?

    — Sí.

    — ¿Desde cuándo nos alojamos en hostales?—se sumó Argento acercándose unos pasos hasta estar a la par con Lyderning.

    — El hostal es incluido.

    — Yo no me quedo en hostales. — afirmó Lyderning

    — Yo menos. — aportó Argento

    — Ustedes quédense allá. — agregó de nuevo la Ridder

    — Tenemos que quedarnos juntos. — contradijo Ray entre dientes, aunque le había agradado de cierta forma la chica debía decir que no le gustaban esos tipos de caprichos.

    — Chicos…— interrumpió Lilled algo nerviosa. — Cuando terminemos con esto buscaremos otro alojamiento.

    Ray asintió, algo decepcionado seguramente que ellos los llevarían a algún hotel tremendamente caro. Austin y Aran se quedaron decepcionados, querían ver alguna buena pelea entre Ray y la nueva alianza de emos.

    Lyderning se dio media vuelta.

    — ¿A dónde vas?— preguntó Argento dando unos pasos hacia ella.

    La verdad que Lyderning no tenía intención de responderle, pero ya había dejado de caminar

    — ¿A ti que te importa?— respondió con otra interrogativa— Voy a cambiarme, tú también deberías hacerlo; los que usamos ropa especializada para las peleas— refiriéndose a que ella usaba ropa similar a la de él— no somos muy bien vistos por aquí, ni siquiera es aceptable tener un color de cabello diferente. No voy a correr el riesgo de que si encontramos un buen hotel ellos no me dejen entrar por esto. — se señaló a sí misma y siguió con su camino. Argento se miró los guantes y luego a las personas que lo evadían con temor, seguido levantó levemente la vista hacia el pasillo donde Lyderning se había ido, ahora separado en dos por las personas que le dejaban paso libre atemorizadas.

    Y sin hacer otra cosa se fue a cambiarse.

    Ray tocó suavemente la puerta totalmente ajeno a la conversación de sus otros dos compañeros. Esta se abrió levemente dejando la vista a una oficina blanca de piso flotante donde a un lado había un detector [1]. Sentada detrás del escritorio había una mujer de espaldas a ellos leyendo un periódico más grande que ella, esta se dio la media vuelta cuando Lilled se aclaró la garganta. Aran y Austin corrieron hacia los asientos giratorios frente al escritorio antes de que los demás siquiera entren.

    — ¡Bienvenidos!— exclamó la mujer juntando las manos delante de su rostro con una sonrisa. — Ustedes deben ser los Ridders de Empire.

    — Si, si los somos. — afirmó Ray algo sonrojado mientras se despeinaba su cabello castaño.

    — Siéntense por favor ¡oh!, y lamento el olor de afuera. Una cloaca desbordada, ya saben…— comentó la mujer. Lilled sonrió penosa intentando esconder que no sabía cómo se veía una cloaca desbordada ya que por los lados que ella concurría las calles eran limpias o, al menos, decentemente limpias.

    La mujer sacó un archivo de entre los cajones y lo expandió en la mesa mostrando imágenes de cinco hombres.

    — Hace unos minutos llegaron unos importantes hombres de negocios y necesitamos protección para los tres, las veinticuatro horas del día a partir de mañana; arreglen los turnos que quieran. Nos vemos mañana a partir de las 9 a.m. en el capitolio.

    La mujer cerró el archivo y les sonrió, ellos se fueron unos segundos después.

    — Okey— dijo Ray animado mientras ponía sus manos detrás de su cabeza— Lyderning. ¿A qué hotel querías ir?

    Al no escuchar respuesta se volteó y comenzó a buscar a su compañera con la mirada.

    — Argento no está…— murmuró Lilled con algo de recelo bajo su inocente y dulce tono de voz.

    — Lyderning tampoco ¿Dónde se metió?— preguntó entre dientes

    — Tal vez fue amor a primera vista y se fueron a buscarse un hotel. — comentó Aran con una voz aguda y soñadora haciéndole burla las típicas chicas que aparecían en esas películas que le gustaban a Lilled.

    — Le acertaste a una. —comentó una voz fría y elegante a sus espaldas. Argento venía vestido con una remera blanca y los pantalones que utilizaba con su típico traje.

    — Aprovechando que ustedes decidieron perder su tiempo escuchando a esa mujer, fuimos a buscar un hotel. — comentó Lyderning mostrando unas tarjetas para habitación. Le tendió unas Argento y él repartió a los demás.

    — Lastima…— suspiró Austin, — El sueño de Aran de historias de amor no se ha cumplido.

    Lilled frunció el ceño e infló las mejillas.



    Lilled estaba terminando de bañarse; ese día había sido muy largo, además de que mañana iban a tener que estar cuidando a unos tipos. Miró fuera del baño buscando con la mirada a Lyderning, con quien le tocó compartir habitación. Lilled salió vestida con un camisón de verano y se acostó en la cama dispuesta a dormir.

    Por otro lado Lyderning abrió su ojo sano de golpe con un rostro grabado en su mente. El rostro de alguien que debía matar.

    Ese reloj, lejos de dar la hora, era un artefacto multiusos. Ya había olvidado quien se lo había dado pero el por qué tenía que matar a la gente que aparecía en él seguía claro: encontrarlos. Cada vez que ella mataba a quien fuese que apareciese allí ella recibía pequeñas pistas de sus recuerdos, los cuales, había perdido en gran cantidad.

    Tomó su saco negro y desapareció del balcón sin dejar rastro alguno. Caminó tranquilamente a través de las calles sin prisa, tenía tiempo y además solo eran las dos y media y ella siempre esperaba hasta las tres de la mañana para actuar. Miró su teléfono comprobando que el tiempo había pasado rápidamente a punto de ser las tres. Corrió por las sombras hasta la casa de gobierno donde estaba su próxima víctima coincidentemente saliendo por la puerta junto a una mujer de rojo quien se separó de él… luego de robarle la billetera.

    Por pura suerte para Lyderning esa mujer venía en su dirección. Se adentró un poco más en su escondite y esperó a que aquella campante mujer, que contaba el dinero robado, pasara por delante suyo para luego seguirla hasta la esquina. Ya cuando ella se dispuso a doblar Lyderning la tomó por el hombro y le dio media vuelta, la mujer chilló y sacó un cuchillo de entre sus ropas pero Lyderning fue más rápida y detuvo el cuchillo con su mano cubierta por su guante, aun así la acompañante no se rindió e intentó golpearle en el estómago. Pero Lyderning bloqueó con su mano libre la patada y jaló de la pierna de su contrincante provocando que esta se cayera, y antes de tocar el suelo Lyderning le cortó el cuello y el cuerpo de la mujer cayó sin vida sobre un charco de color carmín y con la billetera en la mano.

    Lyderning se acercó a ella y pateó la billetera en una dirección opuesta al charco de sangre. Zapateó levemente su bota contra el asfalto para quitar la sangre que había quedado en esta y cogió la billetera, retiró todo el dinero que había allí dentro y la volvió a lanzar donde estaba el cadáver de la mujer. Era castaña con un lunar debajo del ojo izquierdo.

    — No voy a decirte que lo siento, porque lo disfruté. — Lyderning volvió a dejar la billetera en el mismo lugar de antes y se dirigió hacia la dirección donde el hombre había desaparecido minutos antes. Sacó el fajo de billetes que habían estado en su billetera y revisó unos papeles que estaban entre estos. Mostrando una invitación a una despedida de soltero a unos kilómetros de allí. Nuevamente; Lyderning volvió a desaparecer entre las sombras de la noche.



    Marco Vancouver era un famoso empresario de materiales para hacer armas, entre estos estaban el Sabia Sacro un material importantísimo para la fabricación de armas y medicinas; un escaso recurso a punto de desaparecer. En otras palabras el sustituto de los diamantes, los cuales podían ser entrelazados con los humanos lo que generaba que estos consiguieran grandes poderes en todos sus sentidos. Pero, como era de esperarse, el lado oscuro de las personas tendría que controlar ese poder para poder manipular a su antojo a los otros humanos y convertirse en los ganadores, para más adelante marcar la era cuando los ganadores se convirtieron en la justicia.

    Ese era el pensamiento que tenía Lyderning sobre los ganadores en general: unos abusivos y ese tipo no era la excepción. Lo siguió por detrás hasta que este se metió en un callejón, donde estaba la entrada al club al que iba. Lyderning lo siguió e intentó emboscarlo, pero alguien le retuvo antes de siquiera poder entrar en el callejón. Sintió como una punta pretendía perforar puntos vitales sin éxito alguno, ella desfundó su daga e intentó defenderse, pero era casi inútil, ya que ambos tenían la misma fuerza; precisión y velocidad.

    En unos segundos descubrió que se trataba de una lanza lo que le dificultaba un poco las cosas a la chica. Cuando sintió que podría tener la oportunidad tomó la lanza y se la arrebató, pero su contrincante hizo lo mismo con su daga. Fuegos artificiales iluminaron el cielo, al igual que identidades de ambos contrincantes.

    — Es una daga muy pesada para una chica, ¿no crees Lyderning?

    —Y esta es una lanza demasiado liviana para un chico. Con razón te la pude sacar tan fácilmente. — respondió orgullosa a aquel amigo de su compañero temporal, ese tipo de mirada penetrante de ojos azules y cabello plateado.

    — ¿A qué has venido?— preguntó él alzando la daga.

    — A matar a al empresario. — respondió tranquila.

    — Ya somos dos. — dijo antes de atacarla rápidamente con su propia daga.

    Lyderning dio un salto hacia arriba hasta una pequeña cornisa quedando justo encima de su cabeza y brincó intentando darle un talonazo en la cabeza pero él la bloqueó con la daga haciendo que cayera hacia atrás pero logró usar la lanza como soporte para poder dibujar un circulo en el aire con sus piernas y dar algo parecido a una voltereta hacia atrás y caer ilesa al suelo, antes de que pudiese reaccionar el albino le había dado un mandoble con su daga que apenas pudo esquivar acostándose, pero él le clavó la daga en el hombro; lo que ella reaccionó pateándolo con ambos pies haciendo que saliera despedido hacia atrás. Ella se volvió a levantar limpiándose unos hilos de sangre.

    — Ríndete Lyderning. No puedes contra mí. — dijo señalando su herida

    Ella bufó, luego señaló su cuello — Tu tampoco.

    Se tocó el cuello en busca de algo, luego encontró como una herida se abría chorreando sangre.

    Él resopló — Te advierto: el hecho de que seas una chica atractiva no significa que tendré piedad.

    Y con esto dicho atacó, Lyderning esquivó su primer golpe. Pero no logró esquivar la segunda puñalada que le dio en el hombro, debía admitirlo: ese tipo era un buen rival.

    Se colocó unos pasos más atrás y atacó nuevamente encontrándose varias veces con su propia daga intentando lastimarla más de lo que ya estaba: pero ella era una asesina; una mercenaria, los golpes no le dolían.

    De nuevo él intentó apuñalarla en el otro hombro, pero ella logró esquivarlo lo suficiente para poder tomar su muñeca, tirarla hacia ella provocando que él se tropezara ella le dio un rodillazo en el estómago que le quitó el aire, él estaba a punto de caer y le proporcionó un golpe en el cuello que lo hizo girar quedando de boca arriba dándole la oportunidad perfecta a Lyderning de poder sentarse a horcajadas sobre él quien, para su sorpresa, seguía vivo. Le quitó su daga y colocó la lanza en su cuello. Aprisionándolo completamente.

    — ¿Por qué quieres matarlo?— preguntó— ¿Quién te mandó?

    — Como si fuera a decírtelo. — respondió mirando desinteresado hacia otra parte. Lyderning apretó el agarré quitándole buena parte de su respiración y abriéndole una pequeña herida.

    — Dímelo. Y tal vez reconsidere pensar en darte una muerte rápida y mínimamente indolora.

    — ¡No me hagas reír!, ¡Soy un asesino; un mercenario! ¡No moriré bajo tu orgullosa daga!

    Dicho esto se levantó con más fuerza que Lyderning podía soportar. Provocando que ambos rodaran cuesta abajo hasta estrellarse contra una pared. Solo les tomó unos segundos averiguar que habían quedado encerrados en una jaula completamente transparente.

    — ¡Han caído!, ¡no puedo creer que hayan caído!— exclamó una voz, Lyderning estaba apresada por el cuerpo del albino, quien la sostenía de firmemente de las muñecas y mantenía su lanza en su cuello, pero rápidamente la soltó, quedando solo a horcajadas al reconocer esa voz.

    La jaula rápidamente se llenó de agua.



    Una línea verde se dibujó rápidamente en los parpados de Lyderning para luego desaparecer. Abrió los ojos viendo que se encontraba en un tubo con un líquido verde y espeso en paños menores y una especie de contenedores de metal en sus piernas y brazos encadenados a las paredes del recipiente. Su cabello estaba suelto y ondeando en el líquido. No le importó para nada estar casi desnuda en un caño de líquido de dudosa procedencia y encadenada, solo se sentía indignada de haber dejado que cualquiera le haya desarmado.

    Con la fuerza que su enfado -ignorando los estímulos de su cerebro que le decían que no debería hacer lo que estaba pensando hacer- arrancó las cadenas de las paredes y golpeó la superficie de cristal cayendo junto el líquido al suelo. Respiró desesperadamente y luego intentó pararse cosa que no logró, ya que sus manos y piernas seguían apresadas. Intentó nuevamente y logró pararse después de equilibrar el peso de su cuerpo -los contenedores de sus manos detrás de la espalda- y comenzó a caminar por ese cuarto color negro. Todo se notaba metálico y las paredes podrían parecer cerrarse en cualquier instante.

    Llegó a un vidrio, donde se podía distinguir vagamente un cabello blanco brillante de espaldas.

    — Ya te me hacías sospechoso. —dijo Lyderning sacando la conclusión de que esto era culpa de aquel maldito albino, luego comenzó a caminar hasta la tenue luz que emitía una vaga vela. — Tienes tres segundos para sacarme de aquí antes de que pinte esta habitación de rojo con tu sangre.

    Él alzó una mano para demostrarle que estaba encadenado, siguiendo estando de espaldas.

    — Veo que a ti también te han desarmado. — comentó riendo levemente, luego se volteó a mirarla para deleitarse un poco con su vista. — Pero que te hayan dejado en interiores ya es un abuso.

    Volvió su vista al frente dejando a una Lyderning indignada.

    — Toma una foto. — le dijo cambiando el peso de su cuerpo a la otra pierna. —Dura más.

    Lyderning comenzó a caminar por el cuarto intentando buscar algo que le sirviera para liberarse, pero no habían más que puras mesas vacías.

    allí va el plan A” suspiró derrotada. Ahora seguía el plan B: esperar a hasta que alguien apareciera y usarlo para liberarse.

    — Nadie vendrá. —comentó el chico sin mirarla.

    — ¿Por qué tendría que creerte?— interrogó Lyderning sentándose de espaldas al vidrio y apoyándose en él.

    — Porque este lugar está a punto de ser demolido por una explosión. Y nosotros seremos sepultados.

    — Mierda…

    — De todas formas— dijo— ¿Por qué quieres matar a Marco?

    Lyderning no respondió.

    — Si me dices te digo como salir.

    — ¿Cómo sé que no estas mintiendo?

    — Te lo digo si me prometes que me dirás por qué quieres matarlo

    Lyderning se lo pensó, “Sacarse esos escombros de encima será complicado.”

    — Vale, acepto.

    Él sonrió. — Dentro de mi habitación hay un conducto de ventilación que se comunica con la puerta para abrir las celdas y salir antes de que todo explote.

    Lyderning se arrodilló y miró al otro lado de la celda para darse cuenta de que justo allí había un conducto de ventilación. Comenzó a dar puñetazos al cristal hasta que este se rompió. No perdió tiempo y corrió dentro, miró al chico. Quien mantenía su cara oculta por su cabello, llevaba solo su pantalón largo y no tenía su máscara. Además de que tenía una larga y pálida cicatriz en el torso.

    — Quédate viendo si quieres, pero no te quejes después cuando yo te quiera mirar los pechos. — comentó de la nada, Lyderning se volteó y se metió en el conducto de aire.

    Este se hacía cada vez más pequeño. Hasta el punto en el que tuvo que dejar de gatear para comenzar a arrastrarse, lo que le provocaba cierta molestia. Se arrastró como gusano hasta encontrar la otra rejilla. La empujó con su cabeza provocando que esta cayera, luego salió encontrándose en otra habitación similar a la anterior. Caminó por el cuarto hasta encontrarse con una sierra de láser, Lyderning trotó hasta ella y colocó sus brazos apresados en el tenue rayo de luz al tacto de la herramienta los contenedores se rompieron y cayeron al suelo, luego siguieron las piernas. Lo cual no trajo mucho problema.

    Cuando sus extremidades estuvieron liberadas se dirigió a la puerta pero antes de salir paró en seco. Aun no encontraba su saco y ese tipo aún seguía allí…

    Por un lado él también quería matar al empresario, lo que lo convertía en su rival, ella hace mucho, mucho tiempo, no hubiera dudado en ir a ayudar a quien fuese que necesitara ayuda, pero el mundo es triste y sádico. Los buenos son los perdedores, los malos son los ganadores, pero por otro lado… él le había ayudado a salir, giró sobre sus tobillos y fue a liberarlo.

    Al llegar a la puerta de la celda del albino este alzó la mirada encontrándose con la compañera de su amigo. Este dibujó una sonrisa

    —Y yo que pensaba que no volverías.

    —No te creas. — respondió fríamente— Solo te devuelvo el favor

    — Cómo digas.

    Argento se paró cubriéndose la mitad de la mitad de la cara y caminó hasta la puerta, al llegar al marco se paró — ¿Vienes a por tus cosas o quieres ir en ropa interior hasta el hotel?

    Lyderning lo siguió.

    ¡Uff! ¡Qué largo!
     
  8.  
    Sakuno kun

    Sakuno kun Usuario común

    Piscis
    Miembro desde:
    22 Abril 2011
    Mensajes:
    314
    Pluma de
    Escritor
    Hola. Tu historia me gusta mucho. Combina misterio con acción, una ligera y buena comedia con drama y una excelente narración. Trabajas bien los personajes y los ambientes haciendo que el lector forme parte de cada momento. En sentido muy general me encanta la historia, no tiene desperdicios.

    Hubieron, sin embargo, algunos errores de acentuación que leyendo en voz alta se pudieron corregir. Por lo demás tu historia es bastante buena.
     

Comparte esta página

  1. This site uses cookies to help personalise content, tailor your experience and to keep you logged in if you register.
    By continuing to use this site, you are consenting to our use of cookies.
    Descartar aviso