毒グモ Lo que había aprendido era sencillo; quien demoraba en actuar, mayor eran las chances de perder. Aquellos que se pensaban las cosas dos, hasta cinco veces; o eran muy fuertes o unos simples idiotas. Por eso era rápida, para huir y esconderse. Vivía con miedo, y no se lo iban a arrebatar tan fácil. Ser malo era demasiado sencillo, ser bueno muy difícil, Mao se mantenía en una abrumadora escala de grises... Los Clanes eran igual; bestias despiadadas que solo pensaban en el bien de los suyos, en la victoria propia; independiente de que tan nobles fueran sus causas, mataban igual que todos los otros. Nadie era totalmente santo, y todo los corruptos hacían por lo menos algo bueno. La verdad era que no le apetecía estar ahí; ante la muerte, porque sus piernas temblaban y su cuerpo se erizaba, pero era lo único que podía hacer para evitar que otros sufrieran el mismo destino que sus hermanos: Era arriesgarse a cortar, no podía llorar, porque un solo tiriton y el esfuerzo sería en vano... Primero fue hija, para convertirse en fugitiva; cuando era aprendiz, no fue nadie; asesinó y dejó morir cuando no fue guiada por su maestro; para al final terminar en lo mismo... Con un grito al cielo, confesándole sus intenciones a la luna, no importaba que no se viera; Mao sabía que siempre estaría ahí para observarla. Odiaba el sol, te cegaba por completo, en cambio; una luna llena iluminaba tu camino oscuro, te advertía de la maldad en las sombras a tus espaldas... El silencio de la noche era un aliado, y el ruido diurno un distractor nato. Aun temía a muchas, demasiadas cosas; el fatídico final no hizo que los superara, solo los incrementó a niveles incontrolables. La oscuridad, los ruidos fuertes, el silencio sepulcral... El rojo... Le aterraba aquel color rojo; y lo detestaba con todas sus fuerzas. Cuando venía de su sangre, cuando venía de la ajena; no tenía sentido, el rojo era tan solo rojo... No era como el blanco y negro, nunca puros. La sangre roja es y sería por siempre roja; como la que cubrió a sus hermanos, y la que soltó su madre en un solo tajo... Nauseas. Vomitó arrodillada contra el suelo, arcada tras arcada mientras todo su cuerpo tiritaba; le había dejado el pescado a Kenzaburo, con suerte se había tomado el té, ahora era incapaz de cerrar los ojos; porque estaba aterrada. Su cabeza dolía, su corazón dolía, su vientre; y las puntas de sus pies estaban tan heladas como dagas de hielo. Desde el cabello más ínfimo de su cabeza, hasta las uñas sin cortar; el hilo que unía todo aquello se retorcía y dolía, mientras Mao sentía que desfallecía. Recostada en un campo olvidado, miraba moribunda la luna en el cielo, junto a constelaciones que narraban historias. Si hubiera conocido que eran los fénix, Mao tal vez habría sido uno... pero no; vivía en Japón, el renacimiento no existía, era o vivir o estar muerto... Y ella ya estaba muerta. Un alma en pena, el recuerdo de un Clan destruido, la traición del mundo; y su mente exclamaba palabras hirientes mientras su corazón deseaba venganza... ¿Y qué quería ella?; ¿Masuyo qué quería? Quería estar enterrada bajo tierra, junto a sus hermanos y madre. No le importaba si su padre les acompañaba; nunca estuvo a su lado... Tan solo era una niña de 14 años; ella había querido siempre cuidar de otros, ayudarlos y ser buena bailarina; el arte con la katana y el arco era un mero pasatiempo más. Quería ser el orgullo de su madre, ser tan hermosa como ella... pero no; no podía, porque eso significaría morir a costa de otros, en manos propias. Otra arcada, pero no importaba; no tenía nada que regurgitar, así que ni siquiera se movió, no quería perder la luz de la luna reflejada en sus orbes amarillos. Solo obedecía tres cosas; A la vida, a Kenzaburo y, por último; a ella misma. Cualquier otro consejero era peligroso; y ella temía por morir sin poder vengarse de los que mataron a su preciada familia, a quienes obligaron morir a su madre. 健三 Tres conocidos... Kenzo... Sonrió, mientras lagrimas salían por sus parpados cerrados; una gran sonrisa. Ya sabría como nombraría algo especial... Solo faltaba encontrarlo, o crearlo. 織工 Y se sentó con los pies entrelazados, mientras sus rodillas apuntaban cardinales opuestos. Cerró las ojos y gritó un canto. Alegre, risueño; sobre las aventuras de un tal Kenzo, un mal nacido que solo se divertía robando, estafando y enseñándole malos modales a los niños; mientras ligaba con cualquier dama que se encontrara, aunque tuviera 80 años agotadores en su joroba. Se irguió, mirando el horizonte... Estaba aclarando; significaba que tendría que volver en menos de unas 3 horas a Nara, para conocer el rumbo que debería tejer de ese momento en adelante. Bailó mientras cantaba, y de paso estiraba; le tomó 15 minutos su coreografía, su fiel Katana desenfundada danzó junto a ella; y cuando sintió que su corazón vivía otra vez, mientras el horizonte se veía esperanzador; emprendió en un rápido trote, totalmente controlado; a encontrarse con el líder del Clan Minamoto: Takeda
Qué te puedo decir es interesante la sensación de estar Armando un un rompecabezas cargado de subibajas en emociones A ese es unas más calmadas a veces da un poco de ansiedad porque parece que estás apunto soltar un Dato que nos va a dar toda la historia pero no ya será en otra ocasión pero igual que ese gusto por seguir jalando de la madeja A ver hasta dónde llegamos