Hunter Aquel acertijo no era como los otros, lo notaba con cada segundo que pasaba. La mecánica de la sala entera había sido creada alrededor de esta incógnita, como el jefe final de algún videojuego que podría pertenecer a cualquiera de estos niños. El hecho de haber sido creada en la propia salida le daba cierta sensación de urgencia, probablemente al encontrarnos tan cerca de salir de aquella maldita sala. Quien quiera que había orquestado todo eso sabía bien cómo jugar con nuestra psique. Apreté los dientes, frustrado. Cómo necesitaba en ese momento una cajetilla de cigarros. Stanley se revolvió, inquieto a mi lado. Pese a su aparente inteligencia y habilidad para las máquinas seguía siendo un crío de… ¿cuánto, doce años? ¿Trece, a lo sumo? La incertidumbre de no saber lo que nos esperaba si dábamos un paso en falso amenazó con desestabilizarlo, y me confesó que aún no entendía bien lo que debíamos hacer. Realmente yo tampoco. Pero si el único adulto de la sala decía algo por el estilo, iba a cundir el pánico demasiado rápido. Y debíamos evitar esa situación a toda costa. —Se trata de un puzzle de descarte —Inicié, acuclillándome frente a la puerta para apuntar a las zonas más bajas de la cerradura—. Tenemos dos llaves y quince filas de cerraduras. El puzzle nos indica la posición donde colocar ambas cerraduras: primero nos centramos en la de la derecha, contamos cinco huecos, y la introducimos dentro del cerrojo de turno. Hacemos lo mismo con la de la izquierda, contando cinco en la misma fila donde introdujimos la anterior llave, y la colocamos en el lugar que toque. La condición para saber si está bien es que, como resultado, queden tres cerraduras entre la primera llave y la segunda. Solo hay una fila que cumple con estos requisitos. >>Cuando lo hayamos hecho, sacamos las llaves, y buscamos ahora una segunda fila donde hacer lo mismo. Pero esta vez parece que el puzzle está buscando ser ambiguo, y quizás no haya que contar exactamente cinco desde la derecha o desde la izquierda. Quizás haya que probar a darle una vuelta a este detalle en concreto.
Ichigo Ichigo se removió incómoda cambiando el peso de un pie al otro. No quería ni pensar en lo que sucedería si fallaban y la imagen de tantas cerraduras le resultaba intimidante. Podía sentir una sensación opresiva y angustiosa formarle un nudo prieto en la garganta. ¿Cómo iban a saber cual era la correcta? Aún teniendo todas las llaves para salir, si no completaban ese acertijo adecuadamente... Eek. Se encogió sobre sí misma. —Q-quizás...—titubeó con una voz muy baja, la mano cerrada en un puño sobre el pecho—. ¿Sea... la antepenúltima fila? Puedo contar cinco huecos en ambas direcciones y quedan tres cerraduras libres en el centro... Si esa era la solución, al menos tenían una parte del puzzle completa. Pero la segunda parte... lograba inquietarla verdaderamente. Contenido oculto
Hunter —Muy bien... Vamos a probar. Ichigo y Stanley me extendieron una llave cada uno. Analizando la fila que la niña indicaba, cumplía con todos los requisitos que el acertijo pedía. En principio no debería suceder nada malo. En principio. No permití que las dudas me frenasen y sin pensarlo demasiado introduje la primera llave en la cerradura. Contuve el aliento por unos segundos, aguardando a lo que sea que iban a hacerme. ¿Una descarga? ¿Una quemadura? Necesitarían algo más para echar a un lado a este perro viejo. Pero nada de eso pasó. El mecanismo del costado de la puerta se activó, y una de las cuatro bombillas se iluminó con una luz verde. Lo mismo sucedió con la segunda llave. La niña había acertado. —Parece que me toca vivir un día más —comenté al aire, suponía que para relajar un poco el ambiente. Sin embargo ni mi voz ni mis gestos parecían reflejar que en realidad estaba bromeando. No se me daban bien esas cosas—. Dejadme que recupere las llaves. Ahora que sabemos cómo funciona esto, la siguiente fila no debería andar muy lejos. Saqué las llaves de las cerraduras, pero las bombillas no se apagaron en ningún momento. Seguían quedando dos, aún así. >>La segunda parte del acertijo parece un poco distinta. Si enumerásemos todas las filas, tendríamos quince en total. ¿Y si en lugar de referirse al número de movimientos que debemos contar desde cada esquina para encontrar la cerradura adecuada, se refiriese a otra cosa?
"Stan" Marsh Poco después de escuchar la explicación del señor de cabello castaño comencé a entender un poco más en que consistía la primera parte del desafío, pero antes de que pudiese hacer cualquier movimiento, Ichigo se adelantó, expresando la misma respuesta en la que había pensado: Las llaves debían ir en la decimotercera fila. —¡Excelente! —solté entusiasmado, mientras un brillo invadía mis ojos, quizás realmente estábamos cerca de salir—, ¿pero y ahora que hacemos? Escuché la hipótesis de Hunter con atención, no podíamos saber a ciencia cierta si las indicaciones eran literales o metafóricas, no sin arriesgarnos claro. Coloqué el espacio entre mi indice y mi pulgar en mi mentón, tratando de encontrarle una solución al dilema, pero tampoco es que tuviésemos demasiado tiempo para simplemente quedarnos aquí hasta que la iluminación nos llegase, esto probablemente tendría que ser algo a base de prueba y error. >>¿Y-Y si probamos ponerlas al inicio y al final de la quinta fila? Seguirían siendo 5 de izquierda a derecha y aun nos quedarían 3 en medio...P-Por probar algo.
Hunter escuchó la hipótesis del niño. Tenía su lógica, y el crío tenía razón en algo: si no probaban ni se arriesgaban a nada, iban a quedarse encerrados allí para siempre. ¿Qué eran un par de calambres si su libertad formaba parte de la ecuación? El hombre introdujo las llaves en los huecos indicados. Esta vez ni siquiera se lo pensó, probablemente agotado de toda aquella parafernalia. Su sorpresa fue mayúscula cuando las dos bombillas restantes se encendieron, con la misma tonalidad que las dos anteriores. Verde. Habían logrado resolver el acertijo. El bloqueo de la puerta cedió, permitiéndoles abandonar finalmente la estancia. Pero ahí no acabó la cosa: de una de las máquinas cayeron varias tarjetas, hecho que a Hunter no le pasó desapercibido. Se levantó, con movimientos mecánicos, aún sin asumir que habían resuelto aquella estúpida sala. Dos de las tarjetas, de color blanco, tenían unas palabras en su superficie: "A/B ROOM". Las otras tres eran tarjetas identicativas, cada una con el nombre de cada uno de los presentes. Hunter tomó todas, y fue entonces cuando Zero III habló por los altavoces, solicitando su presencia en la zona Delta. El castaño bufó, no muy contento con tener que verle la cara a ese molesto conejo de nuevo. —Tocará averiguar para qué sirven estas cosas en otro momento —Les indicó a los niños con un movimiento de cabeza que se encaminasen a la salida—. Salgamos de aquí antes de que el conejo se arrepienta de dejarnos en libertad.