Toyama Tateyama

Yuzuki Minami
Shukusha (interior)

A su manera me había encargado de construir algo con un montón de piezas rotas, que parecían pertenecer a otros escenarios o tableros y habían terminado aquí por un motivo u otro. Desde fuera podía parecer que no tenía sentido, era normal, pero cuando el ruido externo nos abandonaba y me mantenía aquí con Takano y Hayato sabía que nuestras uniones eran resistentes, pero sobre todo que si no había perdido mi centro era por ellos dos.

Las palabras de Takano me ayudaron a relajar el cuerpo y aunque no lo estaba mirando lo conocía lo suficiente para saber que debía estar avergonzado por lo que estaba diciendo. Eso y la sonrisa que tenía Hayato en la cara lo delataron, pero en vez de molestarlo le dije una sola cosa antes de hablarle al niño.

—No lo perderás, esa es posible una de las únicas certezas de este mundo.

Él le sacudió el cabello al niño, como para sacarse sus ojos de encima, y el pequeño Sugawara se libró de su agarre para volver a acercarse a mí. Le rodeé los hombros con el brazo atrayéndolo hacia mí, pero de forma que pude girar el cuerpo para mirar a Takano también.

—Escúchalo —le dije—. Dice que es como nosotros. ¿Debería hacernos sentir orgullosos o preocuparnos? Yo diría que ambas.

Igual que dijera que sus padres nos habían enviado me hizo presionarlo un poco contra mí, frotando su hombro suavemente. Si había una sola cosa que podía rescatar de habernos separado por la herida que arrastraba en ese momento era que habíamos llegado a tiempo a Hayato, no a Fujimi, pero sí a él. Había perdido a su familia y también un ojo, pero seguía vivo.

Solo vivos podíamos cambiar el curso de los acontecimientos.

—Seguro que sí, cariño.

 

Kohaku Ishikawa
Santuario

Que se mantuviera entre nosotros un ambiente ameno me ayudó a calmar tanto los nervios como la vergüenza. No conocía a Yume, de hecho me resultaba más difícil de leer, pero al menos no lucía hostil; Tamura, por otra parte, se veía totalmente relajado. Eso era... reconfortante, en cierto modo. Había visto el miedo en sus ojos allí arriba, en la montaña, al confirmar que éramos Minamoto. No me hacía gracia causarle eso a un muchacho inocente.

La tontería sobre la comida me arrancó una risa genuina, incluso si Yume pretendió reprenderlo por ello, y me encogí de hombros.

—Como mucho mejor desde que estoy con ellos que en los últimos años, así que yo diría que sí —respondí, no porque hiciera falta, sino porque me ayudó a tranquilizarme.

Yume era una Sugita. No fue una revelación que me provocara demasiado impacto ni alguna otra emoción particular. Suponía que, pese a lo que sabía, los sucesos relacionados a Murai nunca me habían tocado muy de cerca. Estaba lo de Mao, sí, pero eso... En fin, quizá fuera un pedazo de hielo y ya. No tenía ganas de darle vueltas en ese momento.

—¿Esas mujeres? —le pregunté directamente a Yume, con una sonrisa amable, y solté el aire por la nariz—. Con respecto a Murai... no sé demasiado, la verdad, pero lo poco que sé que ocurrió en Kamakura no fue agradable. ¿Qué saben de su relación con los Minamoto? Los Fujiwara también.

 

Kohaku Ishikawa
Santuario

Shino y Tomoe Taira. Alcé levemente las cejas, asimilando la información, y esbocé una sonrisa de disculpa. La incredulidad de Yume había sido palpable y supuse que, bueno, la culpa del desconocimiento era mía.

—Lo siento, he vivido la mayor parte de mi vida en una Villa bastante... aislada del resto del país. La información que siempre me alcanzó era escasa y administrada a conveniencia.

Mi pregunta motivó otras que no me sentía particularmente cómodo respondiendo, pero comprendía que esto, antes que una negociación o interrogatorio, era un intercambio. ¿Yume podía estar mintiéndome? Sí. ¿Había algo que hacer al respecto? No. Palpé su angustia, sus nervios, y solté el aire por la nariz.

—En Kamakura, tu padre fue apresado —respondí con seriedad, mirando a Yume directamente a los ojos—. Escapó, sin embargo, con ayuda de una de las nuestras. Alguien que... nos traicionó. Hasta donde yo sé, Murai está vivo. Los Minamoto los rastrearon pero no dieron con él.

No era mucho, pero esperaba que eso, al menos, le confiriera cierto alivio. Era evidente que se preocupaba por él. Con eso zanjado, miré a Tamura.

—¿Qué sientes con respecto a tu padre? —inquirí, frunciendo levemente el ceño, y jugueteé entre mis dedos sin darme cuenta—. Sé que es una pregunta delicada, pero he... he visto y sabido cosas de Saizo Honda, y me gustaría saber qué piensas tú de él. Qué es lo que has visto y conocido.

 

Yuzuki Minami
Shukusha (interior)

Que Takano me siguiera la corriente con el tema de que Hayato nos debía enorgullecer tanto como preocuparnos me hizo reír ligeramente a la vez que apretujaba suavemente al niño, además llevaba razón en que era fuerte. De hecho mantenía mi idea de que cubríamos el área de mejor forma los tres juntos, con Hayato cubriéndonos las espaldas con el arco y nosotros encargándonos de las amenazas inmediatas.

Sonreí al escucharlo decir que cuando creciera sería más fuerte, asentí con la cabeza y luego atendí a las palabras de Takano. Acaricié el cabello del pequeño Sugawara con mimo, el contacto me servía para tranquilizarme a mí también y asentí con la cabeza.

—Hasta entonces, mientras creces e incluso cuando nos sobrepases sabes que con nosotros estás seguro —secundé con calma—. Así como ustedes me cuidan a mí, Takano y yo te cuidamos y nosotros dos lo cuidamos a él.

Recibí su mirada entonces, cuando me dijo que debíamos prepararnos para partir y me permití una suspiro resignado. Tenía razón después de todo y eso de por sí lo había tenido presente desde el inicio.

—Pues pongámonos en marcha lo más pronto posible.

 

Kohaku Ishikawa
Santuario

El relato de Tamura me sorprendió lo suyo, aunque no lo expresé realmente. El muchacho tenía una forma de narrar las cosas que parecía quitarles buena parte del peso que poseían; no estaba seguro si era una virtud o un defecto. Dependía del contexto, quizá. Fui intentando atar cabos, detallé el contacto entre ellos y me surgieron bastantes dudas. ¿No se suponía que todos formaban parte del mismo bando? ¿Qué clase de conflictos internos no era capaz de ver?

—Perdona, ¿Gendo? —recapitulé, siendo ignorante respecto a ese hombre—. Y... ¿sabes por qué te encargó esa misión?

Miré a Yume un instante. Había dicho que había crecido junto a Shino y Tomoe Taira, ¿verdad? Era hija de Murai Sugita.

—¿Qué podría tener Saizo Honda contra ella? ¿O en qué lo beneficiaría su secuestro?

 

Yuzuki Minami
Shukusha (interior)

Busqué la manita de Hayato cuando Takano dijo que fuéramos por Kohaku, la sujeté con suavidad y caminé detrás de él junto al niño, al menos lo hice hasta que Yoshio lo detuvo antes de que estuviéramos afuera. El hombre habló sobre Tamura y Yume, luego me miró y mis gestos se comprimieron ligeramente al verlo inclinarse con una dificultad que no parecía ser física sino que provenía de su orgullo.

Que no volveríamos a dormir en paz si algo les pasaba.

¿Cómo en Kamakura?​

Solté con cuidado la mano de Hayato un segundo, me acerqué a Takano y me adelanté un paso para posicionarme entre Yoshio y él. Miré al hombre con firmeza un instante antes de inclinarme como había hecho él aunque lo hice sin dificultad y permanecí así un momento, de hecho hablé sin enderezarme.

—Si nos acompañan los cuidaremos, le doy mi palabra —dije con la misma resolución que usado para traer a Hayato con nosotros.

Me erguí entonces, volví a mirar a Yoshio y después lancé un vistazo al exterior del shukusha. Ni siquiera le pregunté por las pesadillas ni las mencioné, no porque no les temiera si no porque el hecho de que las usara para amenazarnos del destino que correríamos si les pasaba algo, bueno, me parecía comprensible si los había cuidado por mucho tiempo.

—Ahora si nos permite iremos a buscarlos.

 

Kohaku Ishikawa
Santuario

Las palabras de Yume me sentaron pesadas en el cuerpo. Pensé automáticamente en Mitsuyo Utsunomiya, refugiada en Shimotsuke bajo la protección de las demás mujeres. Quizá no estuviera relacionado, pero... Bajé la vista un momento. A Tamura le había sido encargado cuidar de Yume toda su vida, para ganarse su confianza y eventualmente poder secuestrarla. ¿Eso significaba que... la habían elegido de pequeña? ¿Que ya estaba marcada? Algo muy parecido al asco se me revolvió en el estómago y no pude evitar pensar en Chiasa, en la insistencia con la cual mis padres habían pretendido convertirla en una miko. Quizá fuera una locura, pero el paralelismo me disgustó muchísimo.

O están ocultas.​

Yume podría ser Mitsuyo.

O están muertas.​

O Chiasa, o cualquier otra mujer o niña.

Era... era una locura.

Tomé aire, intentando apartar aquella sensación tan desagradable, y asentí apenas.

—Entiendo —murmuré, sin saber qué más agregar al respecto, y los miré—. Gracias por haber respondido todas mis preguntas, y por confiar en mí. Con respecto a nosotros... Entiendo que alberguen dudas y resquemores con respecto a los Minamoto, por ello pensé preguntarles si... les gustaría venir conmigo.

Les sonreí, pese a los nervios que sentía.

—Sirvo a Takeda Minamoto, pero también creo que mi misión va más allá de los clanes y sus señores. Han visto a Hotaru, ¿cierto? Es Suzaku, uno de los cuatro shijin. Tamura presenció su renacimiento en lo alto de la montaña. Quiero... Estoy intentando localizar a los cuatro shijin y garantizar su seguridad lo mejor posible. Son criaturas sagradas, muy poderosas, muy importantes, y... les están dando caza.

Comprimí los puños ligeramente, presa de un arrebato de frustración momentáneo. Si Saizo Honda respondía a las órdenes de Gendo Mori, ¿existía la posibilidad de que la muerte de Suzaku, la guerra de Utsunomiya, hubiera sido también cosa suya?

—Por eso quiero protegerlos. Al irnos de aquí, desearía poder encontrar a Byakko. —Hice una breve pausa y sonreí, algo avergonzado—. Sólo es una oferta, claro. Estarán más seguros si se quedan aquí, en Toyama, pero... no creo que valga la pena estar divididos según clanes. Creo que podemos trabajar juntos y servir a un propósito más noble.

 

Yuzuki Minami
Santuario (exterior)

El pacto verbal no requirió de añadiduras, Yoshio asintió, Takano no dijo nada más y nosotros nos retiramos, dejando atrás al hombre que se mantuvo firme al vernos salir. Fuimos guiados hasta el santuario por un lobo y adentro se podía ver a los demás, todavía conversando.

Tomé aire por la nariz, lo solté y me acerqué a Takano para poder hablarle sin alzar demasiado la voz.

—Podemos dejar que terminen, ¿no?

 

Kohaku Ishikawa
Santuario

Una pequeña piedra pasó junto a mí de repente, haciéndome notar que me había ensimismado por completo en la conversación. Al voltear, noté que Takano, Yuzuki y el niño que siempre los acompañaba nos estaban esperando afuera. Les dediqué una sonrisa gentil y regresé mi atención a Yume, sorprendiéndome. Vaya, sabía bastante. Me pregunté por qué y dónde había aprendido al respecto, pero ahora que me acompañarían, tendríamos mucho tiempo para conversar. Mi sonrisa reflejó alegría genuina e incliné la cabeza, con respeto y gratitud.

—No te preocupes, jamás les demandaría una cosa semejante —respondí a Tamura, sobre su negativa de unirse al clan—. Además, quiero confiar en ustedes, y quiero hacerlo sin necesidad de pensar igual o luchar en el mismo bando. Creo que... una cosa no debería estar obligatoriamente atada a la otra.

Yume anticipó que poseía sus propias razones para encontrar a uno de los shijin y meneé la cabeza con calma, pretendiendo decirle que no se preocupara. Lo único importante, como bien había dicho Tamura, era la protección de los shijin. Luego mencionaron el grueso del grupo, que sería contraproducente, y asentí.

—De primera mano seríamos cuatro: ustedes, Hotaru y yo. Ukita mencionó que sus lobos podrían rastrear a Byakko. —Los miré, empezando a incorporarme—. De cualquier forma, dudo que estén todos aquí para buscar a un shijin. Podemos regresar al shukusha y hablarlo entre todos antes de partir.

 

Yuzuki Minami
Shukusha (exterior)

Después de que Hayato anunciara nuestra presencia lanzando la piedrita permanecimos afuera mientras ellos terminaban su conversación, se reunieron con nosotros no mucho después y volvimos al shukusha donde nos esperaban los demás ya afuera. Era preciso que nos organizáramos lo más pronto posible, eso estaba claro.

Takano fue quien tomó la palabra para decir que debíamos dividirnos, pero que el grupo de Kohaku y los demás no podía moverse sin gente de guerra. Era lo lógico, incluso si su búsqueda no parecía tener que involucrarlos en conflictos... pues el contexto no permitía otra cosa.

Cuando los grupos estuvieron establecidos Takano me miró, dijo que podía decidir a quiénes acompañar y paseé la vista entre él y Kohaku. Si acompañaba al muchacho estaría viajando con Yume, si lograba convencerla podría aprender algunas cosas de ella en el camino y podría intentar cumplir lo que le habíamos prometido a Yoshio de forma directa, pero si seguía viajando con Takano, Hashimoto y el resto continuaría forjándome como guerrera. Me parecía que había avanzado más en esa dirección ya de por sí.

Pasado un rato me permití un suspiro, parpadeé con cierta pesadez y regresé la mirada a Takano. Las decisiones de este tipo siempre eran un poco tediosas.

—Seguiré con ustedes. El grupo de Ko tiene una tarea muy específica, acabaría estorbándoles tarde o temprano. —Decidí por fin luego de un mapa mental algo apresurado—. Además, quiero volver con Takeda yo también.

Contenido oculto

Yuzu se queda con el equipo táctico aka el de la violencia-

 

Kohaku Ishikawa
Shukusha

De regreso en el shukusha, Hotaru se acercó a mí y yo le dediqué una sonrisa cálida, repasándolo brevemente con la mirada antes de hablar.

—¿Estás bien? —indagué en voz baja—. Digo, por el entrenamiento. Podríamos empezar a practicar poco a poco, que tampoco es cuestión de exigirle tanto a un recién renacido.

La tontería me aflojó una risa suave y mi atención viró a Takano apenas habló, sugiriendo que nos dividamos otra vez. Rápidamente los grupos se conformaron, Soreku y Reijiro nos acompañarían y le sonreí a éste último con aires livianos, a modo de agradecimiento. Se me ocurrió la idea de que esos pobres hombres quedarían a cargo de una guardería entera, pero no sentía la confianza o la soltura para decírselos. Miré a Yume brevemente. Confiaba en que Tamura la cuidaría, aún así sería la única mujer de nuestro grupo y era un detalle que mantendría presente en mi mente.

Tocaban las despedidas, suponía. Me acerqué a Inuzuka, esforzándome por hablar y moverme con más firmeza, aunque mi voz conservara la amabilidad propia de la gratitud.

—Otra vez, gracias por todo. Si los Dioses lo desean, volveremos a vernos pronto.

En lo que me despedía también de los demás, llegué a notar que no había rastro de Yoshio. También quería agradecerle a él.

—¿Y el señor Yoshio? —Miré a Tamura—. ¿Tienes idea dónde puede estar?

 

Kohaku Ishikawa
Shukusha

Esbocé una sonrisa calma, comprensiva, ante las palabras de Hotaru. Evidentemente no sabía demasiado respecto a las resurrecciones de Suzaku, pero aún así me costaría creer que iniciar una nueva vida no acarrearía desafíos renovados. Coloqué una mano en su hombro y meneé lentamente la cabeza.

—Tómatelo con calma. Para mí, jamás serías una carga.

Su simple compañía me parecía un milagro en sí mismo, la idea de que había encontrado el espíritu de este muchacho vagando por los campos de Shimotsuke y ahora estaba aquí, en carne y hueso.

Takano se acercó a mí y, antes de marcharse, me dedicó unas palabras. Su pequeño discurso fue agobiante y alentador a partes iguales, pues radicaba en mí una responsabilidad para la cual me habían criado, pero que por primera vez me veía forzado a desempeñar. Había sabiduría y experiencia en él, como persona y como guerrero. Absorbí sus palabras, una a una, y sonreí. Él me había sujetado por los hombros y yo deposité mi mano sobre una de las suyas.

—Gracias, Takano. Tengan buen viaje. Y agradécele de mi parte también a Takeda. —Miré a Hotaru un instante y mi sonrisa se amplió—. Cuéntale las buenas noticias.

Cuando el grupo finalmente se marchó, me regresé hacia Tamura y retomé el asunto que había quedado pendiente.

—Me gustaría hablar una última vez con él, sí —dije, refiriéndome al señor Yoshio.

 

Kohaku Ishikawa

Seguí a Tamura hacia la casa del señor Yoshio, a la cual entré detrás del muchacho y murmurando un "con permiso" algo tímido. Esperé que tanto él como Yume se despidieran del hombre, cada uno a su manera, y entonces avancé. Me incliné frente a él y, tras erguirme, hablé.

—Gracias por su confianza. Nos cuidaremos entre nosotros y seremos prudentes, se lo prometo. Velaré por ello. —Lo dudé un poco, pero al final agregué—: Si consigo cualquier clase de información sobre Seiji o su hijo, se lo haré saber, señor. Nuestro trato se limitaba a la montaña, pero también quiero honrarlo fuera de ella. Buscaré un buen herrero de confianza para que restaure su arco.

Ah, cielos, sentía la boca seca. De seguro eran los nervios. Volví a inclinarme, agradeciéndole una vez más, y nos retiramos de su casa. Afuera estaban los demás. La imagen de Hotaru jugando con el lobo era adorable y me quedé prendado a ella un par de segundos, observándolos con una sonrisa. Me alegraba tanto haber cumplido mi misión, haber sido capaz de regresarle estos pequeños momentos de felicidad.

—Bueno —dije en general—. La idea es encontrar a Byakko pero... no sé dónde pueda estar. Sólo sé que salió en busca de Shi, la espada maldita. ¿Alguna idea?