Toyama Tateyama

Tema en 'Prefecturas' iniciado por Amelie, 4 Septiembre 2022.

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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    Yuzuki Minami
    Shukusha (Exterior)

    Fuji recibió mi halago con orgullo y a mí se me estiró la sonrisa, quizás no fuese la guerrera más hábil, pero no por ello era menos. Su fuerza yacía en otras cosas, así de sencillo, y me gustaba que fuese consciente de ello.

    Reflejé el bufido de Takano porque sí y me encogí de hombros, cediéndole razón con lo de Tsuna. Además acababa de estar aquí apaleando a Yamagata sin más, era imposible negarlo.

    Me despegué de Hayato cuando Yoshio apareció cargando a Yume como si nada, la mujer dijo que había conseguido convencerlo de guiarnos por la montaña y yo crucé los brazos. La verdad es que lo prefería así, no me quedaba tranquila sabiendo que Kohaku estaba arriba incluso si estaba acompañado, así que tampoco pretendía quejarme.

    —Subiremos entonces —acordé de inmediato y regresé la vista a Yamagata y Fuji—. No me gustaría ponerlos en peligro porque sí. Pueden quedarse y de paso tomar un descanso, pero si quieren acompañarnos tampoco voy a negarles la decisión.


    A Fuji me da miedo que le estornuden encima y me la maten, prefiero que se quede. Yamagata que decida qué hacer con su vida (???
     
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    Amelie

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    Sur de la montaña
    [Kohaku; Hotaru; Tamura; Ukita; Hashimoto; Inukawa; Soreku]

    Tamura observó a Kohaku —Confío en ti —dijo para después mirar al resto.

    —No vamos a hacerte daño, chico — la voz de Soreku era bonachona; abrazó a Ukita y lo sacudió — Somos emishi; no atacamos sin provocación.

    —Me habían dicho que los emishi eran bárbaros —dijo Tamura sin sutileza alguna.

    Inukawa lo señaló —Esa es una provocación suficiente para atacarte —se notaba enojado por el comentario; pero no dio pasos hacia Tamura.

    —Lo siento; los ofendí sin intensión. Es lo que me habían dicho; pero veo que no es así, han sido muy corteses y hábiles hombres de montaña —se defendió Tamura, para después mirar a Hashimoto; parecía que él problema iba más enfocado a él que a los demás —Tu lo has dicho, nadie es su padre. Y... creo que tampoco el pasado define a una persona —miró a Kohaku —Quiero entender. Y eso se hace hablando —soltó una risa nerviosa —No soy muy culto, hablo con mis emociones y debería pensar antes de hablar. Yume siempre me lo ha dicho —negó — Lo lamento, no quise... —Tamura señaló al centro de la planicie de nieve —¡Un yurei!

    Hotaru volteó al instante, pensando que podría tratarse de Seiji o Hachi; pero no fue así —Eso no es un yurei...

    [​IMG]

    Era un hombre el cual caminaba perdido. ¿De dónde había salido?



    [​IMG]
    Shukusha
    [Yoshio; Rokujou; Yuzuki; Takano; Hayato; Fuji; Yamagata; Yume]


    Fuji decidió quedarse y con ella Yamagata; quién no quería que ella se quedara sola.

    Así que avanzaron siguiendo a Yoshio al inicio de la montaña.

    Entrada al monte Tateyama
    [Yoshio; Yuzuki; Takano; Hayato; Yume]


    La montaña era hermosa cuando no estaba rodeada de una gran ventisca, y sobre todo, era mucho más sencillo escalarla. Yoshio avanzaba con precaución, cuidando que Yume fuera cómoda. Takano iba hasta atrás, cuidando que nadie tropezara. Hayato iba junto a Yuzuki, mirando a todos lados, no como un cazador, sino con admiración por la nieve. Al parecer le gustaba.

    —Al frente tenemos el santuario de monos —exclamó Yoshio señalando al norte desde su posición —Tamura le tiene pavor a los monos, así que dudo tomaran esa ruta, iremos hacia la derecha; pasando una gran cueva. Pasándola; tendremos la gran amplitud de la montaña, será difícil encontrarlos; pero al menos el día es soleado y bastante despejado —miró hacia arriba —tendremos luz por mucho tiempo más, siempre que una tormenta no se avecine.

    —No hay nubes y la sensación térmica no parece indicar que tengamos una tormenta — La voz de Takano era segura. Tanto Yuzuki como Takano conocían lo caprichosas que eran las montañas, pero podían entender el clima.

    Yoshio soltó una risa —Esta no es una simple montaña, niño— dijo hacia Takano —Este es territorio de Dioses.

    Takano no replicó, siguió al anciano hacia la cueva.

    Aquel sitio era enorme y de una visión impresionante, varias estalagmitas y estalactitas de hielo se formaban naturalmente; pero no eran delgadas y frágiles, eran enormes. Tan grandes que si una caía, seguramente perforaría el suelo causando un leve temblor.

    —Cuiden sus pasos, es suelo muy liso; pueden resbalar con facilidad. No quiero bajar más cadáveres —Aclaró Yoshio mientras Yume le daba un golpe en el hombro, reclamando sus comentarios sobre la muerte.

     
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    Gigi Blanche

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    Monte Tateyama (Sur)

    Que Tamura confiara en mí genuinamente logró destensarme el cuerpo, se sintió como si hubiésemos estado a punto de provocar una explosión y que de alguna forma supimos controlarla. Soreku intervino, relajado, y la respuesta de Tamura me hizo regresar la mirada. A ver, me estaba jugando un poco el honor por él, bien haría pensando las cosas dos veces antes de decirlas.

    El comentario consiguió enfadar a Inukawa, entonces Tamura se disculpó y solté el aire por la nariz. Avancé hasta su posición, lo hice tranquilo por si acaso y apoyé una mano en su hombro, dándole un apretón suave. No tenía mucho caso enojarse con él, ¿cierto? No lo hacía con malicia.

    —Tú lo dijiste: lo importante es querer entender. Yo también quiero hacerlo.

    Quise concederle una sonrisa, pero entonces exclamó, alarmado, que estaba viendo un yurei, y volteé en la dirección de su dedo. De ser un yurei, él no podría verlo, ¿cierto? Lo que apareció fue un hombre bastante desalineado, surgido de la mismísima nada. ¿Vendría del Sur? Quité la mano del hombro de Tamura, con la atención aún puesta en la distancia, y empecé a caminar hacia el desconocido. Parecía un vagabundo.

    —¿Señor? —exclamé—. Señor, ¿se encuentra bien? ¿Está perdido?
     
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    Zireael

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    Entrada al monte Tateyama —> Cueva del Defensor

    Al final tanto Fuji como Yamagata se quedaron en el shukusha y el resto decidimos subir la montaña, que ahora libre de la ventisca se veía hermosa con su capa de nieve. Yoshio guiaba la marcha llevando a Yume, Hayato caminaba a mi lado y Takano iba atrás, vigilándonos.

    El primero comentó que adelante había un santuario de monos, pero que no tenía caso avanzar hacia allí por Tamura así que nos desviaríamos por la derecha. Encontrarlos no sería fácil, pero si el clima cooperaba deberíamos poder avanzar sin dificultades por lo menos y de momento, así como acababa de decir Takano, la montaña no daba indicios de que algo fuese a cambiar.

    Territorio de Dioses.

    Por algo Kohaku había terminado aquí.

    Seguimos al anciano a la cueva donde había enormes formaciones de hielo, él nos advirtió del suelo y suspiré al escuchar lo de bajar más cadáveres; en su defensa, yo preferiría que no tuvieran que bajarnos muertos, eso sin duda. Comencé a avanzar con cuidad, estiré la mano hacia Hayato para que la tomara y siguiera el mismo camino, de paso me acordé de cómo venía mirando el paisaje antes.

    —¿Te gusta la nieve, cariño? —pregunté quizás para distraerme a mí misma de la idea de poder desnucarme si me resbalaba aquí.

    Antes de que me respondiera, también le hablé a Yoshio.

    —¿Qué hay en esta montaña entonces? Quiero decir, además de monos, hielo y nieve.
     
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    Amelie

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    Amelie

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    Sur de la montaña
    [Kohaku; Hotaru; Tamura; Ukita; Hashimoto; Inukawa; Soreku; Reijiro]

    Tamura se mantenía algo incómodo; pero Kohaku lo aseguró nuevamente, y ninguno de los presentes parecía estar alerta con respecto a las acciones de Tamura, incluso Reijiro se notaba preocupado por el chico pues había permanecido expuesto al frío por mucho tiempo.

    Pero la atención hacia Tamura se vio minimizada por completo con la aparición de aquel "vagabundo"; el hombre levantó la vista hacia Kohaku quién le había pregunta si estaba bien o se encontraba perdido, lentamente se acercó al grupo y Reijiro junto a Hashimoto avanzaron para detenerlo —¿Dónde estoy?

    —En el monte Tateyama; señor —respondió Reijiro sin separar su mano de su katana, listo por si aquel hombre tenía otras intenciones; a pesar de todo, estaba armado.

    —Hmm — el hombre logró mascullar, estaba cansado

    —No es habitante de la ciudad —mencionó Tamura acercándose lentamente al hombre —¿Qué es lo que busca?

    —Venganza— su respuesta fue tan seca, mientras sus ojos se clavaban en el muchacho; lo sujetó del cuello con fuerza —Eliminaré todo rastro del clan Taira.

    Aquel hombre no pudo haberlos escuchado antes; por lo que no podía deducir que Tamura se inclinaba hacia el clan Taira. Pero el hombre sujetaba el cuello de Tamura como si supiera algo; aunque no fuera así.

    Hashimoto fue el primero en reaccionar, separándolo de Tamura quien nuevamente tenía su mirada de miedo mientras cubría su cuello. Hotaru se interpuso entre ellos, protegiéndolo.

    —¿¡No me oíste Amanozako!?— el vagabundo gritó con todas sus fuerzas —¡BUSCO VENGANZA!

    Hashimoto fue el primero en reaccionar pero cuando intentó taclear a aquel hombre; Hashimoto cayó directamente en la nieve. El hombre había desaparecido.

    Fue en ese momento que todos voltearon a todos lados, buscándolo; no lo encontraron, pero si vieron una flecha con fuego caer muy lejos de su posición. ¿Qué significaba aquello?

    —Tal vez... es Inuzuka; ha de estar perdida — intervino Inukawa, dejando atrás el tema de aquel extraño vagabundo.




    Cueva del defensor
    [Yoshio; Yuzuki; Takano; Hayato; Yume]


    Hayato afirmó tomando la mano de Yuzuki; le gustaba la nieve, el brillo del hielo.

    —Cadáveres— respondió Yoshio para después guiarlos por aquella cueva hasta salir.

    —El señor Yoshio ha perdido muchos amigos en esta montaña; perdonen su acides —lo justificó Yume —También hay aguas termales, son muy buenas para los reumas

    —Ahora... ¿hacia dónde los llevo? ¿La cima? ¿A un sitio de reposo? ...— Era evidente que aquel hombre no quería estar allí; pero trató de relajar sus facciones — También hay una capilla, una pequeña —dijo mirando hacia Yuzuki, esta vez lo dijo con amabilidad.

    Takano miró a su alrededor, era nieve y árboles; no tenía indicio para saber dónde podría encontrarse Kohaku —Buscar en cada sitio nos hará perder tiempo y energía —Takano miró a Hayato — Usa tus flechas incendiarias— miró a Yoshio —Usted... díganos dónde están los sitios más importantes en la montaña.

    Mientras Yoshio y Takano conversaban, Hayato preparaba su arco; y algo hizo que este se estremeciera como si en aquel sitio estuviera nevando; pero el clima era bastante ameno.

    —Bien, el cielo está despejado —Takano se acercó a Hayato y le señaló hacia dónde disparar, después tomó sus flechas y marcó algo en ellas, era el kanji de "Genji". Hayato observó aquel detalle mientras apuntaba, esperando que Kohaku pudiera ver alguna. Pero antes de lanzarla miró a Takano con duda.

    —Llevan a una arquera con ellos, así podrán respondernos la flecha—
    respondió Takano a la mirada de duda de Hayato, este afirmó.

    —¿Cómo sabrán que son aliados los que los buscan? —preguntó Yume.

    —No lo sabrán si la flecha cae lejos—respondió Takano; mientras Hayato lanzaba la flechas —Dependemos de la suerte

     
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    Zireael

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    Cueva del Defensor —> Donde nos lleve el corazón buscando a Kohaku (?)

    El pequeño Sugawara había afirmado ante mi pregunta, lo que me hizo sonreír y presioné suavemente su mano cuando tomó la mía. Con eso también llegó la respuesta de Yoshio, me hizo mantener la mirada en el suelo y asentí ante la justificación de Yume, era innecesaria, porque asumía que uno no decía cadáveres solo porque sí.

    Cuando Takano le habló a Hayato solté la mano del niño, indicándole con una señal que le hiciera caso, y miré al primero como esperando que explicara lo que sea que estuviese planeando. Incluso antes de que le contestara a los demás que dependía de la suerte que recibieran la flecha ya había asumido que era así, como siempre, y suspiré mientras miraba la flecha elevarse.

    —Lanzar otra nos dejaría demasiado expuestos a cualquier otra persona en la montaña, ¿verdad? —pregunté todavía con la vista puesta en el punto lejano donde había caído la flecha, pero era evidente que le estaba hablando a Takano. Cuando bajé la vista miré a Hayato y le sonreí—. Gracias.

    Tomé algo de aire, quería confiar en lo despejado del cielo pero eso no arreglaba el asunto de la distancia, así que no había mucho que pudiéramos hacer de momento. Di un par de pasos hacia adelante, pero me detuve casi de inmediato y crucé los brazos bajo el pecho.

    —Para este momento deben estar bajando la montaña, ir hasta la cima sería un desperdicio, estoy casi segura. No deberíamos movernos demasiado en caso de que vean la flecha, pero tampoco deberíamos quedarnos en el mismo lugar por si la vio alguien además de ellos —dije casi como si estuviese pensando en voz alta—. ¿Quizás avanzar hacia la capilla y esperar un rato estaría bien? No sé.
     
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    Gigi Blanche

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    El hombre lucía realmente aturdido, fueron Reijiro y Hashimoto quienes se acercaron a dialogar con él. Tamura mencionó que no era de la ciudad, se adelantó también y... todo ocurrió muy rápido. El vagabundo se abalanzó sobre el chico, Hashimoto los separó y Hotaru se interpuso. Mi cuerpo también reaccionó en automático. Me encontré junto a Tamura, una mano en la empuñadura de mi katana, mientras que la otra se afirmaba sobre el hombro del muchacho. Lo miré, me agaché un poco para inspeccionar su cuello y suspiré.

    —¿Estás bien? —le pregunté en voz baja.

    El vagabundo gritó el nombre de Amanozako, el pecho se me contrajo y giré el rostro hacia él; pero ya no estaba. Tensé la mandíbula. ¿Lo habría llevado a su hogar, por eso había desaparecido? ¿Entregaría su ojo y la diosa cumpliría su deseo? Mi mano, la que permanecía en el hombro de Tamura, presionó ligeramente y acabé regresándole su espacio.

    Maldición.

    Nuestra atención, sin embargo, viró hacia una flecha que apareció en el cielo. Cayó bastante lejos de nuestra posición, Inukawa dijo que podía tratarse de Inuzuka y propuse ir en esa dirección. No teníamos otra cosa que hacer, de todas formas, y si ese vagabundo reaparecía... prefería que no nos encontrara en la montaña.

    —Eso sí fue extraño —murmuré, caminando junto a Hotaru, y le eché un vistazo a Tamura—. Pobre criatura, de por sí ya nos tenía miedo a nosotros.


    vamos hacia la flecha, sea donde sea eso (?
     
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    Amelie

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    [Kohaku; Hotaru; Tamura; Ukita; Hashimoto; Inukawa; Soreku; Reijiro; Yoshio; Yuzuki; Takano; Hayato; Yume]

    Yoshio afirmó sin decir nada ante Yuzuki; guiándolos hacia la pequeña capilla. El sitio era muy pequeño, una vieja capilla para oración, con una tablilla. Cerca de allí había caído la flecha de Hotaru, quién la recogió alegre.

    Mientras tanto el equipo de Kohaku aún estaba muy confundido por lo que acababan de presenciar. Tamura se llevó la mano al cuello y afirmó ante Kohaku —No pensé que fuera atacar —mencionó mientras caminaban por la nieve hacia dónde la flecha los había convocado —Pensé que su mirada era de tristeza; pero no tardó en cambiar a una de odio

    Siguieron avanzando hasta llegar a la capilla; dónde reconocieron el espacio a pesar de que no estuviera envuelto en nieve; además, un pequeño grupo estaba allí.

    —¡El señor Yoshio trajo una expedición para buscarme! —dijo Tamura levantando la mano para saludar a Yoshio a distancia; pero dos manos se levantaron para responderle, no eran de Yoshio, eran de Yume quién estaba sobre la espalda de Yoshio —¡YUME!— gritó Tamura con tanta felicidad mientras corría hacia ella.

    Lentamente todo el grupo se fue acercando; Ukita y Takano se afirmaron el uno al otro; pues con eso podían asegurarse que sus misiones habían sido satisfactorias.

    Yoshio se mantuvo distante al ver a los emishi; después dejó bajar a Yume la cual corrió hacia Tamura, brincándole encima. Toda la hosquedad de la chica se nulificó al ver el rostro de Tamura al cual abrazó con tanta fuerza que este exageraba diciéndole que lo lastimaba.

    Yoshio observó a Hotaru, y miró sus pies; su confusión era evidente.

    Inukawa buscaba a Inuzuka a la distancia sin éxito alguno, Soreku le sacudió el hombro y le reafirmó que la encontrarían.

    Hashimoto se acercó a Yuzuki y Hayato —¿Qué tal les ha ido en la capital de Toyama?— dijo con una grata sonrisa.

    Yáahl Gigi Blanche por fin se han reunido :3
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    Gigi Blanche

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    Monte Tateyama (Capilla)

    Nuestro camino hacia la flecha nos guió en dirección a la capilla, donde topamos con otro grupo que ciertamente me sorprendió. Junto al señor Yoshio había dos niños que no conocía, Takano y Yuzuki. Tamura se reencontró muy efusivamente con la niña mientras el resto se iban acercando poco a poco.

    —Son aliados de los Minamoto —le conté a Hotaru brevemente, con una sonrisa en el rostro.

    Cada quien había entablado sus respectivas conversaciones, de todos modos, así que decidí acercarme al señor Yoshio, quien había permanecido algo apartado. No me extrañaba, teniendo en cuenta su carácter. Le concedí una sonrisa amable, puede que incluso precavida, en lo que buscaba el arco de mi espalda y se lo mostraba.

    —Creí ver a alguien al pie de este acantilado, un hombre —le expliqué en voz baja, tranquila—, y fue eso lo que me condujo a este arco. Estaba enterrado junto a Seiji, en el hielo. También lo vi a él.

    Mi sonrisa adquirió un leve tono de tristeza y tomé aire por la nariz, inclinando la cabeza ligeramente.

    —Del pequeño Hachi no logré saber nada. Lo siento, señor Yoshio.
     
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    Zireael

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    Yuzuki Minami
    Capilla

    Yoshio nos llevó hasta la capilla como sugerí, allí había caído la flecha y con eso solo nos quedaba esperar cualquier señal de las personas que buscábamos. Al cabo de un rato apareció un grupo, la primera reacción fue hacia Yoshio y luego hacia Yume, lo que me hizo asumir que este era el famoso Tamura un poco por defecto, y sonreí al ver el reencuentro.

    Ukita se reunió con Takano, Yume prácticamente aplastó a Tamura y yo me mantuve al margen junto a Hayato, aliviada al ver a Kohaku de una pieza mientras se acercaba a Yoshio. Estiré la mano hacia el pequeño Sugawara, peiné su cabello suavemente, con cariño, y estaba en eso cuando Hashimoto se acercó a nosotros para preguntar cómo nos había ido en la capital.

    —Para sorpresa de nadie tuvimos algunos inconvenientes, pero solucionamos las cosas lo mejor que pudimos. Yo diría que nos fue bien a pesar de todo —respondí dedicándole una sonrisa al hombre, todavía pasando los dedos por el cabello de Hayato con aire distraído—. Queríamos esperar a que bajaran la montaña, pero la paciencia no es un virtud que posea este grupo y al final Yume consiguió convencer a Yoshio para que nos guiara. Me alegra poder verlos.
     
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    Amelie

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    Capilla
    [Kohaku; Hotaru; Tamura; Ukita; Hashimoto; Inukawa; Soreku; Reijiro; Yoshio; Yuzuki; Takano; Hayato; Yume]

    Hotaru se mantuvo alejado; pero sonreía al ver las reuniones. No lo hacía porque no quisiera interactuar, aun era ajeno a su forma corpórea y se comportaba como lo hacía al ser un simple yurei, respetuoso y analítico.

    Yoshio se alejó de Tamura y Yume para después dirigirse a Kohaku quién lo buscó. Su rostro mostraba hastío hasta que Kohaku le mostró aquel arco —Sepultado en el hielo... —no despegaba la vista del arco —Siempre tuve la esperanza de que si no vi al pequeño Hachi... tal vez éste hubiera sobrevivido de algún modo. Pero no se hubiera ido sin ese arco... hubiera tomado el arma de su padre, él arma que le prometió darle cuando se volviera un hombre —levantó la vista a Kohaku — Gracias... al menos podré recuperar el cuerpo de mi antiguo líder, tendrás que señalarme en el mapa en dónde lo has encontrado.

    —Nos caímos en el acantilado—gritó Tamura mientras ahora era él quien cargaba a Yume entre sus brazos —No puedo creer que no buscara bien allí. Lo encontramos muy rápidamente —comenzó a reír —Bueno, yo no. Fue él —señaló a Hotaru.

    Hotaru los miró y saludó ligeramente sin acercarse.

    Hashimoto le sonrió a Yuzuki —A mi también me alegra poder verlos con bien. ¿Cómo se encuentra el viejo Saburo? —Al parecer, Hashimoto conoció al padre de Kintaro —Seguramente sus inconvenientes fueron la falta de interés que tiene ese hombre a los asuntos políticos.

    —Saburo murió — interrumpió Takano mientras Ukita abría los ojos por completo, sorprendido por las palabras tan poco delicadas.

    —¡¿Qué han hecho?!—Comenzó a reclamar Hashimoto

    —Ya estaba muerto antes de que llegáramos — dijo Hayato mientras se mantenía a un lado de Yuzuki —Fue traicionado; pero vengamos su muerte junto a su hijo Kintaro — mencionó sonriente.

    La expresión de Hashimoto se relajó de inmediato.

    —No han hecho nada aquí en Tateyama que nos obligue a pedirle a Kintaro que nos ayude ¿Cierto?— preguntó Takano.

    Ukita negó —El joven Kohaku no ha creado ningún inconveniente en la ciudad.

    —Y tampoco parece haber molestado a los Dioses —Atajó Hashimoto —Pero aun tenemos asuntos pendientes.

    —Cómo la desaparición de Inuzuka —la voz de Ukita se escuchaba preocupada — Pensamos que la flecha provenía de ella.
     
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    Monte Tateyama (Capilla -> Casa)

    La deducción del señor Yoshio poseía sentido, aunque honestamente aún no quería perder las esperanzas. Seiji... había muerto, era un hecho. Habíamos encontrado su cuerpo. Pero ¿qué ocurría con el pequeño Hachi? ¿Y si había conseguido escapar de ese acantilado?

    —Es territorio de Dioses, señor —argumenté, sereno y confiado en mis palabras, viéndolo a los ojos—. Allí arriba, en lo alto de la montaña, Seiryu me salvó de ahogarme. Vi a Amanozako a los ojos. Que el pequeño Hachi recogiera el arco de su padre sería lógico, pero aquí la lógica se trastoca. Se convierte en fe. Y quiero creer. —Llevé la mano contraria a la altura de mi corazón y cerré los ojos—. Creo que el pequeño Hachi está allí afuera, en alguna parte.

    Tamura le había dicho dónde fue que encontramos a Seiji, para mi gusto con poco tacto, pero ya lo conocía y sabía que no lo hacía a malas. Señaló a Hotaru, entonces, ambos volteamos hacia el muchacho y le hice una seña animada con la mano para que se acercara.

    —Es el acantilado entre la capilla y la casa, sí. Despejamos la nieve que había encima del hielo para quitar el arco, así que debería encontrarlo rápidamente. —Una vez estuvo Hotaru junto a nosotros, la sonrisa me iluminó el rostro y mi voz se permeó de alegría—. ¿Ve lo que digo? Sobre la fe ocurren cosas maravillosas.

    Los demás habían seguido conversando entre tanto, el reclamo tan ferviente de Hashimoto captó mi atención y volteé hacia ellos. No entendí muy bien de qué hablaban, luego Ukita y el viejo Taira mencionaron que no había generado inconvenientes ni en la ciudad ni con los Dioses y sonreí apenas, entre cohibido y contento. Quizá fuera una tontería, pero me alegraba mucho haber cumplido con la misión de forma prolija. Takeda había confiado en mí, además, por eso estaban todas estas personas aquí.

    Ya quería poder contarle lo que había ocurrido.

    —Si Inue regresó, lo más razonable sería buscar primero en su casa —aporté detrás de Ukita—. Es probable que Inuzuka haya pensado lo mismo y se encuentre allí.


    si al crew le parece bien, podemos movernos a la (5) Casa
     
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    Capilla —> Casa

    La pregunta de Hashimoto que cortó la cantidad de sangre que me llegaba a la cabeza, lo sentí, y aunque brusco agradecí que Takano respondiera de inmediato porque yo me había quedado en blanco, incluso había dejado de peinar a Hayato con los dedos. El reclamo de Hashimoto me hizo encogerme apenas en mi lugar, casi como si hubiese sido nuestra culpa, pero Hayato que seguía a mi lado dijo que ya estaba muerto cuando llegamos y era cierto.

    —No pudimos hacer nada por Saburo, pero lo hicimos por Kintaro —añadí cuando volví a encontrar mi voz y reinicié las caricias en Hayato, como si eso me distrajera.

    Ukita dijo que Kohaku no había hecho ningún lío, para sorpresa de nadie, y suspiré con cierto alivio, aunque no me duró demasiado. Tenían todavía cosas pendientes, así que tampoco era que pudiéramos regresar al shukusha y punto, no éramos de los que hacían esas cosas de por sí. Ya aquí en la montaña solo debíamos seguir a los demás, ellos llevaban más tiempo arriba.

    Había reparado en la presencia del otro muchacho, que no terminaba de sonarme de nada, pero se comportaba un poco como lo haría algo que no tenía presencia. Estaba allí, claro, pero no se involucraba como tal y parecía solo observar, al menos hasta que Kohaku lo animó a acercarse en medio de nuestra conversación con Hashimoto mientras él conversaba con el resto. Fue cuando lo vi un poco mejor, luego de haber dejado el asunto de la muerte de Saburo quieto, y sonreí para mí misma.

    Me faltaban todos los detalles, pero no me interesaba mucho viendo que parecían a gusto el uno con el otro.

    —Vamos entonces —añadí cuando Kohaku terminó de hablar, le sonreí al grupo en general ya de paso—. Los seguimos.


    let's gooo
     
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    Amelie

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    Yoshio escuchó a Kohaku y miró al horizonte —Tal vez... uno deba tener fe —mencionó para después mirar a Hotaru.

    —Lo escupió la montaña —dijo Tamura colocando su mano en el hombro de Hotaru haciéndolo brincar al instante; lo soltó pero no por la incomodidad del joven sino porque con sus brazos imitó el movimiento violento del geiser —Un ave bermellón

    Yoshio miró a Hotaru con mayor sorpresa. Hotaru hizo una reverencia.

    —Ohara Hotaru —se presentó no sólo ante Yoshio sino ante los presentes.

    Yoshio sonrió — La misión de Shimotsuke, ahora lo entiendo.

    Para los demás ajenos al tema; aquellas palabras eran crípticas; pero para Kohaku y aquellos que lo acompañaron en su misión, todo comenzaba a tener mayor sentido.

    Mientras tanto; Hashimoto se relajaba por completo al saber de voz de Yuzuki que había ayudado a Kintaro —Han hecho bien; lamento mucho la situación de Kintaro. Los líderes están cayendo y sus responsabilidades están cayendo en los hijos que educaron. Kintaro siempre ha sido un prodigio, por ello su padre se saltó la sucesión directa quitándolo a su primogénito el poder de conducir Toyama.

    —Seguramente esa fue la razón de la envidia de sus ahora occisos hermanos —atajó Takano cruzándose de brazos.

    Hashimoto suspiró apesadumbrado. Para después surgiera la idea de ir a la casa cerca de la capilla.

    [​IMG]
    Casa

    [Kohaku; Hotaru; Tamura; Ukita; Hashimoto; Inukawa; Soreku; Reijiro; Yoshio; Yuzuki; Takano; Hayato; Yume]

    Avanzaron hacia la casa donde un montón de búhos aun se posaban sobre ella, al entrar pudieron notar que Inuzuka se encontraba en el interior; parecía abstraída en sus pensamientos. Inue no se encontraba allí.

    Inuzuka levantó la vista, sus cuencas vacías —Inue... ella —negó, no parecía querer asumir lo que también Kohaku sabía. Inue nunca fue mortal, era Amanozako en disfraz de humano, e Inuzuka siempre la llamó su madre, una mentira más. Y ahora, Inuzuka había perdido ambos ojos ¿Pero por qué?

    — Mara... —la voz de Inuzuka fue suave; fue Inukawa quién se acercó a ella para reconfortarla —Desee eliminar al enemigo del enviado de Ebisu... no creí que ese fuera un Dios, uno no corpóreo; por lo tanto, intocable.

     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    No vi necesario agregar nada con respecto a la introducción de Hotaru, el señor Yoshio lo había comprendido y lo demás, el grueso más complejo de la historia, podía esperar. Mantuve mi atención sobre el muchacho, cuando se presentó frente a todos. Recordé la pequeña ave bermellón surcando el cielo, la calidez que descendió junto a ella como una cortina dorada, recordé las luciérnagas emergiendo de la tierra y sonreí.

    El camino hacia la casa lo hice junto a Hotaru y en algún momento lo codeé suavemente, para captar su atención. Le sonreí.

    —Te los presentaré cuando bajemos, son aliados de los Minamoto también —murmuré en voz baja, como una suerte de promesa—. Y tienes que pensar qué te gustaría comer, cuáles té probar. Los prepararé todos.

    La presencia de los búhos me indicó que no habíamos venido hasta aquí en vano y pensarlo me alegró. La sensación, sin embargo, desapareció de mi cuerpo apenas ingresar y ver a Inuzuka. Sus ojos... sus ojos no estaban. Ninguno de los dos. El nombre de su madre brotó de sus labios y supe que ya lo sabía. No había llegado a advertírselo a tiempo. Quise acercarme, pero siguió hablando y sus palabras se me enterraron en el pecho.

    Mara.

    El enemigo del enviado de Ebisu.

    Había deseado eliminar a Mara y el precio fueron sus ojos. Esto era obra de Amanozako, ¿cierto? Quien debía ser su madre le había ofrecido venganza y le había arrebatado por completo la visión, todo por un pedido que, la diosa sabía, era imposible de cumplir. Era retorcido. Era injusto. Y lo había hecho por mí. Porque era el maldito enviado de Ebisu.

    Me lo había dicho en esta misma cabaña, la noche anterior. "Mucho menos entiendo quién pueda ser su enemigo". Me lo había dicho y no le había explicado.

    Sentí un impulso desmedido por salir de esa cabaña, tan atestada de gente, hacia un lugar donde pudiera respirar. Permanecí inmóvil, sin embargo, estático, hasta que me armé de valor y avancé hacia Inuzuka. Hinqué la rodilla frente a ella. ¿Debería haber compartido más información con ella desde que supe que su misión era protegerme? ¿Habría podido evitar esto? ¿Acaso era mi culpa?

    No, pero así lo sentía.

    —Fue Amanozako —susurré, si acaso para confirmar mis sospechas, y una mezcla ajena de ira, vergüenza y frustración se me revolvió en el estómago. Agaché la cabeza y respiré—. Lo siento. Lo siento mucho, Inuzuka.

    No las había pedido, las rocas se seguían apilando sobre mi espalda y no me quedaba otra opción más que aceptarlas. Alcé la mirada, incluso si ella ya no podía verme, para que oyera mi voz de frente.

    —Tu sacrificio no será en vano.

    No lo sentía, no estaba seguro de poder con todo esto, pero las personas a mi alrededor seguían entregando con tal de ayudarme y ¿qué me quedaba, sino tomarlo?

    —Haré todo lo que esté a mi alcance para que no lo sea.


    kinda asumí que inuzuka estaba sentada, me acabo de dar cuenta

    y pucha, ya estoy sad de vuelta
     
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    Zireael

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    De nuevo, nos faltaban un montón de detalles pero por ahora no importaba mucho, esa clase de cosas podían esperar momentos más tranquilos para ser explicadas. Todo lo que supe fue que el muchacho se presentó, le dediqué una sonrisa de las que le brindaba a todos y seguí alegrándome por las cosas que iba notando, a pesar de todas las piezas que faltaban todavía.

    Hashimoto dijo que habíamos hecho bien y solté el aire por la nariz, todavía con una sonrisa liviana pegada al rostro. Asentí con la cabeza a parte de lo que dijo, aunque me sorprendió cuando soltó que su padre se había saltado la línea para colocar a Kintaro como el sucesor, porque eso explicaría la traición.

    Como fuese, avanzamos como acordamos y al llegar a la casa habían un montón de búhos posados en ella, me hicieron pensar en Fukuro y Kumo, pero también me preocuparon. Cuando la persona que estaba dentro alzó la vista detallé las cuentas vacías, mi corazón se saltó un latido y me quedé estática, escuchando apenas lo que sucedía ante nosotros antes de comenzar a sentirme terriblemente fuera de lugar.

    Deseé eliminar al enemigo del enviado de Ebisu.

    Era intocable.


    Comencé a hilar información de forma bastante azarosa, pero creí descifrar el nombre que salió de la boca de Kohaku aunque fue un murmuro y algo extraño me palpitó en el pecho, fue confusión y miedo, revuelto con algo más que no supe descifrar. ¿Amanozako? ¿No se la describía como una deidad embustera? Le gustaban las cosas a su manera, y... ¿Le había pedido sus ojos a cambio de algo que no podía cumplir? Las reacciones dejaban claro que su ceguera no era el estado en que la habían conocido.

    No era yo la que estaba allí en el centro de atención de esta gente, pero sentí la presión de repente y reaccioné con algo de retraso, pero alcancé a Hayato por el hombro, a Takano por el brazo y les hablé a los dos en un murmuro, esperando que quizás al menos una parte de los presentes nos imitara.

    —Denles espacio —dije lo más bajo que pude.
     
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    Amelie

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    Inuzuka afirmó ante Kohaku —Fue ella la que me ayudó.

    —¿Ayudarte? —La pregunta de Inukawa fue más in reclamo, estaba molesto; se notaba que esta situación le importaba demasiado; porque le importaba ella, Inuzuka.

    —Hay reglas que seguir cuando uno pide un favor a un Dios; pero también hay leyes inquebrantables, los Dioses no mueren de ese modo —Inuzuka volvió hacia Kohaku — Amanozako cumple venganzas; pero también deseos si es que ofreces sin resistencia tu vista.

    Takano iba a interrumpir, si Mara estaba nuevamente involucrado, también Rengo estaría entre las dos paredes; pero la voz de Yuzuki lo hizo detenerse, la miró; a veces sentía que no había tiempo para ponerse sentimentales; pero él sólo pensar así lo hacía recordar a su padre y el cómo él no quería ser igual. Así que Takano se cruzó de brazos y miró a Kohaku, confiaba en él, y gracias a Takeda ahora entendía más el peso que el niño cargaba encima, así que dejó que tomara el control de esa situación de la cual le faltaban varias piezas en su tablero.

    —¿Por qué entregaste ambos ojos? ¿Pediste algo más a Amanozako? — preguntó Hotaru tratando de ayudar un poco a Kohaku.

    Inuzuka negó —Porque pedí que me diera el nombre de los ocho perros de las montañas; los sirvientes de los Dioses, aquellos a quienes nos han obligado a seguir órdenes a cambio de dones únicos....

    Soreku la miró con intriga; del mismo modo que Ukita e Inukawa, pues entendían perfectamente a qué se estaba refiriendo Inuzuka. Hashimoto también mostró un genuino interés.

    —Usted no es un perro como nosotros, Kohaku —mencionó Inuzuka —No debe cumplir como nosotros, no has sido condicionado a ser castigado si fallas en tu misión.

    Takano observó a Yuzuki, su mirada le decía que debían intervenir.

    —Pero ha caído en él como un deber de un Dios superior —la voz de Hotaru se escuchó ligera, mientras se acercaba a Kohaku para tomarlo del hombro — Pero no estás solo, no más —le sonrió; reflejando como espejo la ayuda que Kohaku le había brindado a él.

    —¡Eso es cierto! —gritó Tamura — No sé de que demonios hablan; pero seguro podré ayudar. Seguro ese tal Mara no es tan fuerte.

    —Bajemos la montaña —intervino Yoshio — No es buena idea hablar de planes en contra de Dioses en tierra de Dioses — se refería a estar hablando en lo que podría considerarse la casa de la mismísima Amanozako —¿O quieren hacer algo más en esta gran roca con nieve?

    —Entre más rápido Tamura esté alejado de los monos de la montaña, mejor — atajó Yume.
     
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    Zireael

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    Era una metiche, de hecho metía las narices en tantas cosas que no me correspondían que era una suerte que no me hubiesen matado llegados a este punto. Puede que relacionarme con los Harima hubiese sido la primera decisión de mi vida que entraba en esa clasificación y así había seguido hasta pasar por barrer el suelo con Tsuna, haber seguido a Rengo a Kamakura, sustituir a Takeda en Nagano y buscar como una desquiciada copiar o eliminar a Murai. No había medias tintas, era demasiado entrometida, pero ahora en este escenario retrocedí tanto como me lo permitió el espacio.

    Habían cosas que no nos correspondían y que debíamos confiarles a otros, incluso si esos otros no eran más que niños. Kohaku no parecía ser mayor que mis hermanas siquiera, a mis ojos no era más que eso, un niño, pero Takeda confiaba en él y yo, que le había pedido ayuda para recuperar al Rengo que conocíamos, lo hacía también. Era posible que aunque no habláramos casi nada a pesar de haber tenido que mantenerle la sangre dentro del cuerpo en Odawara, pudiese entregarle un arma para que me atravesara el pecho a sabiendas de que no lo haría.

    Era un poco contradictorio, pero a veces la confianza hacía esas cosas.

    Cuando se creía en el poder de los otros se les podía dejar solos.

    Una correntada de agua helada me bajó por la espalda al escuchar lo de la venganza, pero también lo de los deseos y se me revolvieron un montón de cosas en el centro del pecho, que empezaban por Rengo y terminaban en quién sabe dónde o quién. No quise seguir escuchando, ya no solo porque sabía que Kohaku podía manejarlo, sino porque no me pareció lo mejor para mí misma.

    La mirada de Takano me dijo que se le había cruzado por la cabeza que no teníamos tiempo para eso, al menos eso creí porque lo conocía, pero también sabía que no quería ser como Kato y que entre Takeda y yo le hacíamos contrapeso a su personalidad. Cedió, le dejó el control al muchacho y yo pasé saliva, tensa. Volvió a mirarme mientras la situación seguía fluyendo y yo tomé aire.

    —Ya deja de mirarme como si te tuviera sujeto con una rienda —le dije con voz suave, no era un regaño—. Haz lo que creas conveniente, pero sabes que este asunto nos queda grande a los dos. Los Dioses no quieren nada con nosotros y a veces es mejor así.

    Yoshio intervino diciendo que bajáramos de la montaña porque esto de hablar de planes contra Dioses en su presencia no era muy inteligente y le concedí razón en silencio, luego de haber escuchado todo eso. Suspiré, no dije nada sobre el descenso por si los demás consideraban que teníamos algo más que hacer en la montaña y me incliné hacia Takano para susurrarle algo.

    —Habla con Ko cuando puedas, solo no lo presiones, porque ya sabes... Eres un poquito difícil de tratar. —Por más que no metiera las narices, seguía tomándome demasiadas confianzas a veces—. Sé que faltan varias piezas en el tablero y guiarnos así es más difícil.

    Que Mara no era tan fuerte decía Tamura.

    Dos ojos habían sido cobrados en su nombre y había muchísima sangre a su alrededor.

    relleno que le llaman
     
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    Gigi Blanche

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    Había sido demasiado descuidado. Inuzuka y los demás emishi provenían del Norte, probablemente no todos fueran ainu como tal pero sí debían estar alejados del núcleo de creencias que se estaban expandiendo en el corazón del país. Ni siquiera yo sabía de la existencia de Mara hasta hace poco. Los errores se apilaban, convirtiéndose en dudas, y me susurraban insistentes al oído. Intenté ignorarlos, sin embargo. Culparme de lo ocurrido no ayudaría a nadie.

    Inuzuka había deseado acabar con Mara y saber los nombres de los Ocho Perros. ¿No se conocían enteramente entre ellos? ¿Habría sido consciente de lo que debía entregar a cambio a la hora de verbalizar su deseo? ¿Amanozako la habría engañado? De ella era probable, pero al mismo tiempo... se sentía fuera de lugar.

    —¿Por qué? —murmuré tras remojarme los labios, intentando apartar el nudo en la garganta. ¿Por qué esos nombres eran tan importantes?

    ¿Planearía reunirlos, acaso?

    Inuzuka se dirigió directamente a mí. Me dijo que no era un perro, que no debía seguir órdenes. Observé su rostro, mi semblante seguía contraído y solté el aire por la nariz, mas no repliqué nada. No me sentía en el derecho, no frente a ella, quien acababa de entregar su visión a expensas de un destino que le había sido impuesto. Que prometía un castigo si osaba desviarse. Ebisu... no me había ordenado nada, era cierto; pero me había recordado que todos éramos descartables. Había sucedido imágenes frente a mis ojos, imágenes horribles, y se había anudado al núcleo que los Ancianos sembraron en mi pecho: el sentido de la responsabilidad.

    Quizá no hubiera un castigo prometido, pero el maldito país se derrumbaría si no escuchaba.

    Eso me habían asegurado.

    La mano de Hotaru se posó sobre mi hombro, silenciando momentáneamente el ruido y el vacío que se arremolinaban contra mis oídos, y alcé a mirarlo. Vi su sonrisa y exhalé, relajando el cuerpo a consciencia. Tamura se metió en la conversación con su energía usual y la tontería me causó algo de gracia, por más de no haber conseguido reflejarla. Que Mara no era tan fuerte, decía. Dioses, si tan sólo supiera.

    Si tan sólo lo hubiera oído.

    Yoshio intervino, recomendó salir de la montaña y me incorporé con cierta lentitud. Me avergonzaba, lo hacía de verdad, pero quizá lograra encontrar fortaleza en la entrega hacia otros; quizá, de esa forma, la culpa se mitigara un poco. Extendí mis manos hacia Inuzuka, rocé las suyas y busqué, con mucho cuidado, envolverlas entre las mías.

    —Vamos —susurré con suavidad, y una vez estuvimos ambos de pie, la solté.

    Giré sobre mi eje, dispuesto a seguir a los demás hacia el exterior de la cabaña, y localicé a Hotaru para caminar a su lado. No había una razón concreta, simplemente me apetecía; quizá me tranquilizaba. Le dediqué una pequeña sonrisa, un agradecimiento silencioso, y me vacié el pecho. No dije nada en el camino, seguía algo atorado dentro de mi propia mente.

    pos volvemos a Tateyama, i guess owo
     
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