Toyama Tateyama

Tema en 'Prefecturas' iniciado por Amelie, 4 Septiembre 2022.

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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Monte Tateyama (Cueva del defensor)

    Las reacciones de todos ante mi breve relato fueron variando, quien más me preocupaba había sido Tamura, pero el muchacho pareció ser capaz de procesarlo. Debía llevar varios años asimilando las verdades sobre su padre, imaginaba, y si había decidido quedarse aquí, junto al señor Yoshio, en cierta forma... era su forma de redimirse, ¿no? De alivianar la carga.

    Cuando Shiryu me habló, comprendí que claramente tenía una forma de comunicarse con Kuroki. No lo entendía, pero no hacía falta. La frase que Kuroki había dicho en Shimotsuke, al parecer, estaba tallada en piedra en lo alto del monte. Existía la posibilidad de que hubiera sido obra de Shimotsuke Ohara, quien había abandonado Tateyama con la intención de cumplir a un propósito: convertirse en el guardián de Suzaku.

    La intervención de Ukita hizo que volteara a verlo. Fruncí ligeramente el ceño.

    —Nos separamos de Inuzuka y los demás en el camino, la tormenta era muy fuerte y acabó confundiéndonos —informé, algo preocupado—. Espero que consigan llegar.

    Luego regresé la mirada a Shiryu, quien me confió el nuevo mensaje de Kuroki. Ni siquiera sabía que Kyogi había muerto, o que se la creía muerta, así que la porción de información que realmente me perturbó fue la segunda: shi. Rengo había dicho que la había ocultado antes de marchar voluntariamente hacia los Taira, ¿cómo esa mujer la había encontrado? ¿Eso significaba que ahora shi estaba en manos de los Taira? Dioses, eso... no podía ser bueno.

    Asentí tras procesar mis pensamientos durante algunos segundos. Deseaba que Shiryu nos acompañara, pero entendía si había asuntos que requerían de su atención. Había algo, sin embargo, que aún me preocupaba bastante, así que aproveché aquel momento para preguntarle.

    —Kibo... el niño también es un shijin, ¿verdad? ¿Qué ha ocurrido con él?
     
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    Cueva del defensor
    [Kohaku; Tamura; Reijiro; Hotaru; Ukita; Hashimoto; Inukawa; Shiryu]

    Ukita miró a Kohaku y asintió —No debes preocuparte por mi padre; siempre sabe como regresar.

    Después Shiryu miró a Kohaku —Kibo sigue allá arriba; él está a salvo allí. Necesita quedarse allí... recuperarse —no afirmó nada ante Kohaku —Tal vez sea bueno que hablen con él, seguramente te recordará.

    —¿Qué es lo que hay allá arriba exactamente? —Preguntó Tamura con preocupación; para él, todo eso era nuevo, algo que jamás había sucedido en todo el tiempo que llevaba viviendo Tateyama —Sólo hay nieve, rocas, árboles frondosos... y muchos monos salvajes.

    Shiryu sonrió ligeramente —Es una montaña antigua, créeme hay mucho más que eso —Con estas palabras se separó del grupo, despidiéndose —Volveremos a vernos.




    Capilla

    [Kohaku; Tamura; Reijiro; Hotaru; Ukita; Hashimoto; Inukawa]

    [​IMG]
    Avanzaron hacia la capilla guiados por Tamura, quién conocía aquel sitio perfectamente; el sitio era minúsculo, si no sabías como llegar era casi imposible encontrarlo entre la densidad de la nieve. Allí pudieron ver la tablilla que mencionó Shiryu.

    "Encontrarás al fénix en el campo de luciérnagas"

    Hotaru observó aquella tablilla; pero no había nada más ni nadie más que pudieran decir algo con respecto a ese lugar, estaba vacío.

    Lo único que destacaba de todo lo que cubría la nieve, era un gran acantilado; Kohaku miró hacia él, y en el borde, distinguió una silueta.

    [​IMG]

    —Ha...chi...

     
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    Gigi Blanche

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    Monte Tateyama (Capilla)

    Me sorprendió saber que Kibo se encontraba aquí, a la vez que me concedió una chispa de esperanza. Si Hotaru había recuperado parte de sus recuerdos al entrar en contacto con Shiryu, existía la posibilidad de que ocurriera lo mismo con los demás shijin. Además, su presencia aquí creía que en mayor o menor medida garantizaba su seguridad. Había dicho que se estaba recuperando.

    ¿De qué, exactamente?

    Asentí hacia Shiryu e incliné la cabeza un par de segundos. Tras erguirme, le sonreí suavemente.

    —Muchas gracias, Byakko. Buena fortuna en tus viajes. —Alcé las cejas apenas—. Ah, y si vuelves a hablar con Kuroki, dile que estoy bien y que espero que él también lo esté. Que espero que nos volvamos a ver pronto.

    Con su despedida, reanudamos nuestro recorrido por la montaña. Tamura nos guió hasta una pequeña capilla donde estaba la tablilla referida a Hotaru. Arrastré la mano para quitarle el exceso de nieve y la leí. Se sentía... extraño. Como si todo estuviera conectado. Me erguí, observando alrededor, y acabé detallando el acantilado que se precipitaba hacia abajo. Allí, al borde, había una persona.

    Y lo escuché claramente, pese a la distancia.

    —¿Seiji? —murmuré, absorto en mis pensamientos, y apunté hacia él al mirar a los demás—. ¿Pueden verlo?

    No esperé mucho, sin embargo, y tomé una decisión bastante repentina. No podía perder la oportunidad de alcanzarlo si realmente era el espíritu de Seiji. Me apresuré lo más que me permitió la nieve tan densa, pero el paisaje acabó jugándome una mala pasada y, al llegar al borde, me resbalé sobre el hielo de las rocas. Trastabillé, perdí el equilibrio y me fui derechito hacia abajo.


    Bueno, no podía atravesar la aventura tan dignamente, ¿verdad?

    Ko haciendo culopatín por un precipicio helado es todo lo que hoy necesitaba (??
     
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    Amelie

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    Amelie ha tirado dados de 20 caras para Tamura Total: 7 $dice
    Elegir, al azar, de una lista

    De las opciones:

    • Tamura se cae con Kohaku
    • Reijiro se cae con Kohaku
    • Ukita se cae con Kohaku
    • Hashimoto se cae con Kohaku

    Ha salido: Tamura se cae con Kohaku

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    Amelie

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    Capilla
    [Kohaku; Tamura; Reijiro; Hotaru; Ukita; Hashimoto; Inukawa]

    Y antes de que alguien pudiera responder a Kohaku; este se acercó al borde del acantilado y al ver esto fue Tamura quién reaccionó; pues conocía aquel sitio perfectamente.

    —¡No! ¡Espérate! —gritó corriendo a su lado —La nieve se acumula sobrepasando la orilla firme y...— Kohaku se deslizó hacia abajo y Tamura saltó para intentar sujetarlo; pero el hielo no fue tan resistente y Tamura también bajó deslizándose entre las rocas y nieve de aquel acantilado.

    Reijiro estaba a punto de saltar sin conciencia alguna por su vida; pero fue Hashimoto quién logró detenerlo —No podemos todos saltar esperando que el resultado sea diferente; pensemos en una solución más inteligente que saltar al vacío —dijo dándole un ligero golpe en la espalda.




    Fondo del acantilado
    [Kohaku; Hotaru; Tamura]

    —Por favor...— decía la voz trémula de Hotaru a un lado de Kohaku, quién estaba debajo de la nieve; a su lado estaba Tamura. Kohaku sentía un fuerte dolor de espalda, y al moverse ligeramente el dolor se extendió por todo el cuerpo. Hotaru sonrió al ver que se encontraba con vida
    —Esta es una de las maneras en las que más gente muere en el monte Tateyama; sólo Yoshio baja acá, me dijo que no lo intentara o no sabría volver a subir— reclamó Tamura quién se quitaba la nieve de encima mientras miraba hacia arriba—Menos mal nos deslizamos hacia abajo y no caímos en picada; la nieve parece suave pero al caer de lo alto es como caer en roca, no queda nada de ti —comenzó a buscar entre sus cosas y le entregó a Kohaku un frasco — Ginseng puro; te ayudará a darte la energía necesaria para no morir aquí abajo — se acercó a Kohaku y revisó su espalda, acomodando de golpe ciertas áreas —Menos mal no te rompiste nada; pero seguro tendrás ligeras fisuras; saliendo de aquí necesitarás todo un tratamiento —miró a Kohaku sosteniendo el frasco —¿Qué esperas? Bébelo— dijo buscando el propio para también beberlo con gusto.

    —Yo también vi a ese hombre — mencionó Hotaru rompiendo el ambiente que Tamura había creado —Pero desapareció cuando cayeron.
    Gigi Blanche Al beber el remedio recuperarás los -20 pv que has perdido por caer. Pero por la noche sentirás una fatiga acumulada.
    Necesito otro d20 para ver si encuentras algo, también Tamura lo tirará
    1-5 no encuentras nada
    6-10 encuentras algo simple
    11-16 encuentras algo importante
    17- 20 encuentras algo trascendental
     
    Amelie ha tirado dados de 20 caras para Tamura Total: 12 $dice
    Amelie ha tirado dados de 20 caras para Hotaru Total: 18 $dice
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    Monte Tateyama (fondo del acantilado)

    Dioses, fui demasiado descuidado. Tamura intentó detenerme, pero fue demasiado tarde y, para cuando quise acordar, estaba cayendo por el precipicio. La nieve no fue amable, la sentí contra mis huesos con fuerza y tuve que contener un gruñido al finalmente llegar al fondo. Me quedé quieto unos instantes, aguardando a que el dolor mitigara, y me quité la nieve de encima con varios manotazos. Suspiré.

    Fantástico.

    —Lo siento —murmuré hacia Tamura, al verlo a mi lado, y acepté el frasquito que me ofrecía con cierta timidez.

    Debería haber tenido más cuidado y nos habría ahorrado un problema a ambos, pero ahora... ahora ya estaba. Me empiné el frasquito, bebiéndolo lo más rápido posible, aunque mi expresión se arrugó de todas formas. Era amargo. Fui a suspirar, pero Tamura siguió con sus órdenes-indicaciones y, sin darme demasiado aviso, me acomodó la espalda. Fue... bueno, digamos que fue abrupto. Le agradecí, sin embargo, aunque la molestia física se me filtró en la voz.

    Me incorporé con cierta dificultad, sintiendo el resentimiento de varios músculos, y miré hacia arriba antes de repasar los alrededores. Ahora tendríamos que descifrar cómo volver a subir. En eso, Hotaru me respondió.

    —Creo que era Seiji, tiene sentido —analicé—. Dijo el nombre de su hijo.
     
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    Fondo del acantilado
    [Kohaku; Hotaru; Tamura]

    Tamura observó a Kohaku cuando bebió el frasco y sonrió; sabía que se sentiría mejor; luego borró su sonrisa cuando escuchó que había visto a Seiji quién seguía buscando a Hachi. No dijo nada.

    Kohaku comenzó a buscar entre la nieve algo que pudiera ayudarlos; pero sin éxito alguno.

    Tamura comenzó llamar a Kohaku con los brazos, estaba muy emocionado; al parecer el había encontrado algo que les ayudaría.

    [​IMG]

    Era una sección oculta dónde el hielo mostraba una vieja escalinata, que parecía estar por completo congelada —Será mejor su subir con las manos y pies; así si nos resbalamos al menos no nos lastimaremos tanto; Yoshio siempre dice que bajar escaleras congeladas siempre es más peligroso que subirlas, así que no creo que tengamos muchos problemas... —señaló a Kohaku —Si somos cuidadosos —recriminó

    —¡Esperen!— gritó Hotaru a ambos a pesar de saber que Tamura no lo iba a escuchar, de hecho, él ya parecía dirigirse hacia las escaleras —Encontré algo...

    Hotaru señaló un viejo arco incrustado en la nieve; no parecía que alguien lo había dejado allí; parecía que el tiempo y la nieve lo habían sepultado de a poco.
    Gigi Blanche recuperaste +20 pv por la noche tendrás fatiga
     
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    Gigi Blanche

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    Monte Tateyama (Capilla - fondo del acantilado)

    Seguía renegando mentalmente con mi espalda cuando Tamura llamó mi atención, advirtiéndome que había encontrado una escalera para ascender sin tantas complicaciones. Era aún un riesgo, por supuesto, pero se agradecía la ventaja. Estábamos con la cabeza metida ahí, husmeando los peldaños helados, el chico medio me regañó por mi exabrupto y yo solté una risa liviana, avergonzada, que pretendía ser una disculpa en sí misma.

    —Tendré cuidado, papá, lo prometo —respondí, medio en serio, medio en broma.

    Estábamos a punto de comenzar a subir cuando, esta vez, fue Hotaru quien exclamó. Tamura no habría podido oírlo, por supuesto, así que fui yo quien le dijo que esperara, que Hotaru nos había llamado, y entonces nos acercamos al muchacho. Le dediqué una sonrisa antes de reparar en lo que nos señalaba: un montículo de nieve. Fruncí ligeramente el ceño y me agaché para quitar un poco, recién ahí denoté lo que parecía ser la curva de un arco.

    —Vaya, qué buen ojo —admití, alzando a mirar al chico con una sonrisa—. Bien hecho, Hotaru.

    post de relleno para decir nomás que desentierro el arco, a ver qué pingo es
     
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    Amelie

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    Fondo del acantilado
    [Kohaku; Hotaru; Tamura]

    Tamura se cruzó de brazos al oír que le decía papá —¡Más te vale! O tendré que acusarte con tu madre, y no tiene buen humor —dijo siguiendo el juego.

    Pero antes de subir, Kohaku le explicó que Hotaru les había llamado, fue así que juntos se dirigieron hacia dónde algo estaba sepultado en la nieve; Hotaru le sonrió al escuchar su halago e hizo una ligera reverencia, algo avergonzado. Kohaku comenzó a escarbar hasta que la nieve se convirtió en hielo rígido. El arco estaba casi congelado a su base.

    —Tuviste suerte de que yo también cayera en este sitio —dijo Tamura con una sonrisa volviendo a buscar entre sus cosas — verás, no sólo siempre cargo drogas; también soy un experto picando hielo — dijo sacando picahielos —A veces los cadáveres se adhieren a bloques de hielo, y hay que saber escarbarlos sin que nada te caiga encima. En este caso no debo picar justo a un lado del arco para liberarlo; debo golpear por debajo, así podré desprenderlo sin dañar la madera que seguramente ya está algo podrida —Y así lo hizo, comenzó a golpear por debajo para comenzar a liberarlo.

    Klank.

    El golpe fue diferente; no sonaba al hierro sacando hielo, fue un golpe seco que hizo que Tamura se detuviera —El sonido es inconfundible, esto seguramente es una tumba—El arco estaba prácticamente descubierto, sólo faltaba un poco más; al parecer estaba sujeto por piedras perfectamente colocadas alrededor para mantenerlo de pie; pero era justo debajo de las piedras dónde podía notarse un rostro, uno tan pálido y bien conservado que emanaba cierta presencia intimidante. Tamura siguió golpeando alrededor del arco, esquivando el cadáver, parecía que a aquel chico la presencia de la muerte no parecía afectarle.

    El arco fue liberado de su prisión de rocas. Tamura terminó el trabajo, limpiando el arco de los remanentes de hielo.
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    —Un arco viejo; pero tal vez en manos de un buen herrero pueda renacer —dijo mirando a Kohaku —Seiji Tachibana — señaló la inscripción en el arco; después se lo extendió a Kohaku para mirar lo que podía verse del cadáver en el hielo; hizo una reverencia completa.

    —Lo lamento mucho, señor Tachibana —dijo con sinceridad — No justificaré jamás las acciones de mi padre. Lo que hizo me avergüenza; pero no camino en sus pies, decido caminar con los propios.

    —Los hijos de los viejos yamabushis —decía Hotaru a un lado de Kohaku — Tamura Honda; Hotaru Ohara... —miró a sus alrededores —... si pudiéramos encontrar de algún modo el espíritu del pequeño Hachi... no sólo Seiji se regocijaría; también lo haría la montaña.
    Gigi Blanche obtienes arco antiguo de Seiji Tachibana
     
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    Gigi Blanche

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    Kohaku Ishikawa
    Monte Tateyama (Capilla -> Casa)

    Reí con algo de ganas ante la respuesta de Tamura, quien se había colgado de mi pequeña broma sin ninguna clase de problema. No planeaba seguir alargando el teatro, y de todos modos Hotaru llamó mi atención. Escarbé la nieve hasta que me fue posible, lo que se descubrió como un arco apareció atascado en el hielo y, cuando me pregunté de qué forma quitarlo sin dañarlo, Tamura habló. Alcé a verlo, se había puesto a rebuscar entre sus cosas y en cierta forma sonó... orgulloso de sus talentos. Volví a reír.

    —¿Viste? Por eso me resbalé y me caí, estaba todo fríamente calculado.

    Cuando golpeó el hielo, sin embargo, no sonó como se habría esperado. Arrugué ligeramente el ceño, confundido, y me incliné un poco sobre el muchacho para tener un panorama más abarcativo de lo que yacía debajo. Distinguí el círculo de piedras y, más allá, un rostro. Un rostro humano. Retrocedí instintivamente; no por miedo o desagrado, sino porque estaba pisando una tumba.

    Y me parecía una falta de respeto.

    Aguardé a un costado, junto a Hotaru, hasta que Tamura acabó su labor y consiguió sacar el arco. Me lo extendió, lo acepté y, mientras lo observaba de cerca, noté que el muchacho se inclinaba frente al cuerpo de Seiji y pedía disculpas. En cierta forma me sentí reflejado en su silueta, sus palabras, y regresé la mirada al arco.

    "No camino en sus pies, decido caminar con los propios."

    Esa frase tan sencilla resumía la cuestión.

    Hotaru habló, bajé el arma para descansar el brazo y lo miré, asintiendo. Luego desvié los ojos al paisaje a nuestro alrededor.

    —Lo haremos —afirmé, tranquilo, y le sonreí a los muchachos—. De momento salgamos de aquí, si vi al señor Tachibana en lo alto del acantilado... hay chances de que también encontremos a su hijo.

    Con eso hecho, tomamos las escaleras que Tamura había encontrado para subir (con cuidado) de regreso a la capilla. Una vez nos reunimos con los demás, les concedí una sonrisa de disculpa.

    —¿Seguimos hacia el Oeste, entonces? Más allá parece haber una edificación.

    >>Hacia (5) Casa.
     
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    Amelie

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    Orilla del acantilado
    [Kohaku; Hotaru; Tamura; Ukita; Hashimoto; Reijiro; Inukawa]

    El grupo se reunió después de esos momentos; parecía que Ukita y Hashimoto ya habían creado una especie de barandal para comenzar un descenso; pero al verlos subir de una pequeña caverna de hielo, hizo que Reijiro soltara el aire que estaba conteniendo; se le notaba nervioso, y cómo no estarlo. Aquella idea de Ukita y Hashimoto no se veía muy estable, incluso Inukawa roprochaba a los dos.

    [​IMG]

    La noche se cernía; y juntos avanzaron al nuevo objetivo de Kohaku.
    Pero el lobo se detuvo en la mitad de la noche; esto alertó al resto. Un aullido lejano resonó en la fría noche; un aullido que el otro lobo respondió. Inukawa y Ukita supieron al instante de que se trataba. A la distancia, Soreku e Inuzuka los alcanzaban.

    —Perdonen la tardanza —dijo Inuzuka —fue difícil cruzar la nieve.

    —¡Siguen vivos!— la voz de Soreku fue tan fuerte que hizo que Tamura diera un paso hacia atrás. Pero sus ojos no quedaron en el joven; sino en Hashimoto a quién señaló —¡Inugami!

    —Inusaka Soreku —respondió Hashimoto

    —Hace tiempo no escuchaba ese nombre —negó —Pero ya no me pertenece —dijo mirando a Ukita —El ahora es Inusaka. Se ha sellado ese destino.

    Todos esos nombres comenzaban a ser confusos ¿Acaso era una tradición del Norte?



    [​IMG]
    Casa
    [Kohaku; Hotaru; Tamura; Ukita; Hashimoto; Reijiro; Inukawa; Soreku; Inuzuka]
    Llegaron a la casa, estaba un poco sepultada de la nieve; pero se notaba un camino escarbado hacia la puerta principal. frente a ella; esperaba sentada una mujer, a ella la rodeaban diferentes tipos de aves.

    [​IMG]

    Inuzuka corrió hacia ella, quién la recibió con los brazos extendidos, fundiéndose en un abrazo.

     
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    Monte Tateyama (Casa)

    Apenas alcanzamos lo alto del acantilado pudimos ver la especie de barandal que Ukita y Hashimoto habían fabricado a las prisas con la intención de rescatarnos. Parecían tan enfrascados en la para nada confiable empresa que no pude evitar soltar una risa ligera, bastante divertida y que no pretendía burlarse de ellos bajo ningún concepto. Alcé las manos a medida que los alcanzabamos, Reijiro fue el primero en notar nuestra llegada.

    —Por favor, no quiero más accidentes por mi culpa —dije al aire, pretendiendo llamar la atención de los rescatistas improvisados con una sonrisa—. Ya conseguimos subir gracias a Tamura.

    El blanco paisaje de la montaña poco a poco se iba permeando de un tinte oscuro, anunciando el arribo de la noche. Tamura me había advertido que comenzaría a sentirme cansado, razón extra para encontrar un lugar donde descansar. La casa que se divisaba al Oeste no estaba muy lejos, aunque a mitad de camino nos vimos interrumpidos por una esperada incorporación: Soreku e Inuzuka. El reencuentro me relajó el cuerpo y lo presencié con una pequeña sonrisa pegada al rostro; si debía ser sincero, aún me confundían bastante los nombres de los provenientes del Norte, por eso sonreía mucho y asentía otro tanto. Mejor jugar sobre seguro, ¿no?

    Llegando a la casa, notamos que poseía un camino mantenido entre la densidad de la nieve. Allí había una mujer, a quien Inuzuka corrió a abrazar y ésta le correspondió. Por suerte habíamos encontrado a su madre, eso cumplía uno de nuestros objetivos. Repasé a las aves que la rodeaban con la vista, recordé el águila de Kato y Chiasa, quien ni de casualidad había asomado el hocico hasta entonces, escarbó debajo de mi piel de lobo y sacó la cabecita. Olisqueó el aire, curiosa, y se quedó allí. Supuse que estaba reaccionando ante la presencia de otros animales, aunque los lobos le habían dado igual.

    —Buenas noches, señora —me acerqué con prudencia de aguardar a que el reencuentro familiar mermara, le concedí una sonrisa cordial y desvié la vista hacia el Sur, señalando en dicha dirección—. ¿Sabría decirme qué se encuentra hacia allá? Estamos buscando la cima de la montaña.


    Algo de repente, di un leve respingo y volví a mirarla, ejecutando una leve reverencia.

    —Ah. Ishikawa Kohaku, señora —agregué con cierto apuro, avergonzado—. Es un gusto.
     
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    Casa
    [Kohaku; Hotaru; Tamura; Ukita; Hashimoto; Reijiro; Inukawa; Soreku; Inuzuka]
    La mujer se separó de Inuzuka; acarició su mejilla —Es bueno verte pequeña.

    Después miró a Kohaku y sonrió — Entonces eres a quién Shiryu buscaba; si estás aquí has superado su prueba; pasen por favor —dijo la mujer invitándolos a su pequeño hogar. Las aves se colocaron sobre el tejado; mirándolos entrar uno a uno.

    En el interior entraron algo apretados; pero se agradeció de inmediato, el cálido recibimiento de un hogar con un fogón encendido dio pauta a varios suspiros de comodidad, en especial de Tamura; quién fue el primero en tumbarse junto al calor que emanaba la olla.

    [​IMG]

    Y junto a Tamura, había un pequeño niño.

    [​IMG]

    Se veía algo débil; aun así, al verlos entrar forzó una sonrisa y levantó su manita para saludarlos. Por un momento, pareció que un olor le molestaba; Tamura se olfateó algo apenado pero negó; no era él. El niño miró a Kohaku por unos breves instantes, luego le sonrió, se le notaba muy cansado.

    —¿Está enfermo? —Preguntó Soreku con preocupación, quitándose las pieles para pasárselas al niño; por un instante, el pequeño lo abrazó; hasta que levantó la vista y se detuvo en sus facciones; para después separarse de él algo avergonzado.

    —Creo que que te ha confundido con Shinryu — mencionó la mujer.

    —¿El tigre blanco? —preguntó Soreku y luego sonrió —Eso es un honor. ¿No crees, Inue?

    La mujer que al parecer respondía por el nombre de Inue, afirmó. Después miró a Kohaku —Arriba se encuentra la cima, muchacho. Para la gran mayoría un montículo de nieve, fríos vientos y sonidos graves del viento golpeando Tateyama; pero para algunos otros, hay aguas termales; vida y un gran recibimiento.

    Tamura miró a Inue —Si hay aguas termales, hay monos ¡Y esos monos están locos!

    Inue dejó escapar una risa la cual cubrió con su mano — Son protectores

    —Son envidiosos; sería muy grato que compartieran las aguas termales —
    dijo bostezando; estaba cansado, al igual que Kohaku.

    —A los jóvenes ya no los hacen como antes —reclamó Reijiro al ver a los tres más jóvenes, Tamura; Kohaku y el pequeño niño. Pero al instante sacó de entre sus cosas tres cañas de azúcar, las cuales les dio a los tres —Eso les dará energía.

     
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    Asentí brevemente ante la mención de Shiryu y su prueba, no es que hiciera falta pero tampoco sobraba confirmar lo que la mujer había asumido. Ésta nos invitó a pasar, le agradecí con una inclinación de cabeza y aguardé a que pasaran primero Ukita, su padre y los demás; no había una razón concreta, sólo me parecía lo correcto. Adentro había una hoguera chispeando y suspiré, aliviado, al sentir el aire cálido contra mis mejillas frías.

    Advertí la presencia del niño cuando todos se hubieron más o menos acomodado, estaba junto a Tamura y lucía afiebrado. No era Kibo. Cuando sus ojitos se detuvieron en mí, le concedí una sonrisa amable y atendí al intercambio con Soreku. Luego Inue respondió a mi pregunta, asentí brevemente y, mientras Tamura se quejaba de los monos, me acerqué silenciosamente al niño. Me acuclillé a su lado, pidiéndole permiso antes de presionar con sumo cuidado una mano en su frente. La voz de Reijiro me alcanzó de un costado, en cierto punto me sorprendió que él, siempre tan serio y diligente, de cierta forma pareciera estar regañándonos, fue curioso y me causó gracia. En mi sonrisa danzó algo de diversión al aceptar la caña de azúcar, le agradecí y me acerqué a Inue para hablarle.

    —Señora, ¿tiene aquí menta y tomillo? —Eran hierbas que resistían el invierno, así que había una posibilidad—. Podría prepararle al niño un té antitérmico.

    La noche había caído, y con ella, comencé a sentir el peso de la fatiga que Tamura había mencionado; pero no quería estarme quieto aún, no si podía ayudar a la pobre criatura.
     
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    Amelie

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    La mujer negó ante Kohaku — Eso no funcionará en él; su enfermedad es distinta. No es algo que se pueda remediar tan fácilmente; pero aquí se mantendrá a salvo, aquí podrá volver a ser el mismo — acarició la frente del pequeño que parecía ausente, a pesar de seguir sonriendo ocasionalmente. Después volvió la vista a Kohaku— Hace unos momentos me señalaste al sur; sólo te dije lo que había al norte. Al sur... sólo unos cuantos han sido capaces de cruzar aquel sitio; el suelo es inestable, cambiante —sonrió y miró a los presentes —Y tienes la fortuna de estar en presencia de uno de ellos — Inue señaló a Hashimoto.

    Hashimoto la miró sin decir nada.

    — Inugami, uno de los ocho perros de las montañas — dijo Soreku hacia Hashimoto — No podía esperar menos de el único hombre que se ha visto cara a cara con Enma

     
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    Gigi Blanche

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    No pude sino observar al niño con evidente preocupación; pese a eso, asentí ante las palabras de la mujer y no seguí indagando al respecto. No era un lugar que me correspondiera. Luego de eso, Inue siguió explicándome la geografía de la montaña: al norte se encontraba la cima, el lugar donde debíamos llevar a Kusanagi para que Suzaku renaciera. También había monos, según Tamura, pero detalles. Al sur, por otra parte... La conversación se desvió hacia Hashimoto y abrí los ojos, sorprendido.

    Todo lo que sabía del hombre era que se trataba de un general retirado del ejército Taira cuando Takano me envió a distraerlo, pero ahora, más información comenzaba a aflorar. Al parecer era un hombre del Norte, ya había estado en esta montaña y...

    —¿Enma? ¿El Gran Rey Enma? —repliqué, atónito—. ¿Cómo es eso posible?

    ¿De qué forma, exactamente, se suponía que el señor Hashimoto se había topado con uno de los jueces responsables de definir el destino de las almas en Meido? Intenté hacer memoria, ya que toda la información referida al Gran Rey Enma había sido guardada con recelo por los Ancianos, y sólo había conseguido acceder a ella colándonos en secreto con Chiasa en el archivo familiar. La entrada a Meido... se encontraba siguiendo el río Sanzu, en el monte Osore de la prefectura de Aomori. ¿Podía ser de esa forma que Hashimoto hubiera...? Deslicé la mirada al susodicho.

    ¿Estaría relacionado a la pérdida de su ojo? ¿A la razón por la cual el señor Yoshio...?

    Yomigaeru.

    Resucitar.

    —¿Acaso... —tanteé, bajando el tono de voz sin darme cuenta—, estuvo en Meido, señor?
     
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    Amelie

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    Hashimoto cruzó la mirada con Kohaku, quién le preguntaba sobre aquel encuentro. Hashimoto suspiró, se notaba que no quería ahondar en aquel tema; miró a Inue y Soreku como un viejo amigo mirando la traición de los suyos; volvió a mirar a Kohaku.

    —A veces los Dioses juegan con nuestro destino —mencionó elusivo —Nos incitan a ver y vivir eventos que no precisamente uno esté buscando; ya sea por deber moral o por obligación.

    Soreku bajó la mirada un tanto apenado; pues obligaba a Hashimoto de hablar de algo que lo incomodaba.

    Hashimoto señaló el tatami, indicándole a todos los que estuvieran de pie que tomaran asiento — Tendré que regresar un poco en el tiempo...

    —No debe hablar de algo que le incomoda, creo que todos los presentes lo entenderíamos — La voz de Reijiro era baja y con completo respeto.



    Hashimoto sonrió y negó —Está bien. Fuimos enviados aquí porque Takeda buscaba ayudar a Kohaku en todo lo que le fuera posible; si esto ayuda un poco a lo que el joven Kohaku busca encontrar en Tateyama; mi vergüenza no habrá sido en vano —tomó aire y lo dejó escapar lentamente — Como algunos ya saben fui un general del clan Taira; al servicio de Sakurai; y en su momento... —parecía que cada palabra de su pasado le causaba un grave dolor — fui gran amigo de Kaito Harima; el famoso demonio carmesí— el espíritu que Kohaku había visto en Kamakura, el abuelo de Rengo —Y fue él quién me hizo prometerle que sólo yo podría tomar su vida —Hashimoto sonrió levemente —Lo decíamos como una broma; éramos amigos; pero también habíamos desarrollado una rivalidad entre guerreros —Borró su sonrisa.

    —Fue por ello que su muerte me sorprendió; una muerte a manos de su propio hijo. Yo sabía de los rumores, que había perdido la cordura; pero también me llegaron los mismos rumores sobre su hijo. Debía verlo con mis propios ojos, entender que estaba sucediendo en esa familia que parecía que las desgracias no paraban de llegar a sus puertas — apretó ligeramente los labios, seguía incómodo — Visité Kamakura, no era la primera vez que lo hacía; pero era la primera vez que la veía en aquel estado de abandono. Su gente no era la misma; ya no había comerciantes, monjes ni agricultores; sólo guerreros. Guerreros que defendían a su líder. Tardé en poder ingresar a Kamakura, y cuando lo logré, busqué a Kato por la ciudad, al no dar con él decidí buscarlo en una vieja herrería, una dónde el hermano de Kaito solía trabajar. Y lo encontré...

    Hashimotó apretó sus puños —Ya no era el joven que yo conocí; era un hombre completamente distinto. Aun así lo desafié —negó — Habían pasado muchas estaciones ya desde que no entrenaba como era debido; el mismo Kaito me lo había advertido tiempo atrás. Tanto yo como el mismo Sakurai habíamos dejado nuestros entrenamientos a un lado. Creíamos que la paz dominaba Japón, que ésta era no iba a darnos más guerras —Suspiró — Pero fui aun más tonto al creer que le ganaría nuevamente a Kato, que le ganaría como lo hice cuando él era apenas un joven inexperto; en mi arrogancia, ignoré el hecho de que él había sido el asesino de Kaito, el mejor guerrero que ha dado Japón.

    Hashimoto llevó su mano a la tela que cubría su ojo faltante, quitándola delicadamente para mostrar la cicatriz que ocultaba; no era una cuenca hueca, en su lugar había una quemadura severa dónde la cuenca había sido cerrada completamente. Kohaku ya la conocía, la vio en Iwakura, dónde lo conoció.

    —Kato fue quien me quitó la vista de este ojo; lo hizo con un fierro al rojo vivo en su herrería. Su mirada... la recuerdo bien. Era un demonio que disfrutaba ver el dolor que infringía —recordó, y sin cubrir su cicatriz continuó —Escapé; el me dejó correr. No me persiguió. No era un desafío para él, no valía su tiempo — tragó grueso, aquella historia lo avergonzaba enormemente — Corrí a la clínica; sabía que podía encontrar a su esposa, Sora. O a alguno de los Harutomo... fue allí dónde me enteré de la fría realidad. Los Asakura habían escapado de Kamakura, al menos los que sobrevivieron a su locura, y con ellos se fueron los Harutomo. Y Sora... había muerto. O al menos eso fue lo que creí en aquel momento— mencionó ante los presentes; pues ahora sabían que Sora seguía con vida —Tuve que irme de Kamakura; avergonzado y herido.

    Se podía notar la vergüenza de Hashimoto, quién no sostenía la mirada con nadie; estaba siendo esquivo, estaba siendo vulnerable ante los testigos de su historia, la cual aun no terminaba —Cuando supe que Sora había muerto; decidí buscar a su hermano. Seiji Tachibana... —La narración comenzaba a ajustarse, el por qué había dado tal preámbulo para llegar a ese tema. Tamura reaccionó al instante y miró a Kohaku. Incluso Hotaru reaccionó ante ello.

    —Si encontraba a Seiji; podría pedirle que me ayudara a reunir a las suficiente personas para derrocar a Kato. No podía pedírselo a mi señor Sakurai, aquello crearía un guerra entre clanes externos, debía ser una pelea interna; una que reclamara justicia por la muerte de uno de los suyos; después buscaría a los Asakura y así poder crear una alianza lo suficientemente grande para pedir justicia. Por Kaito... por Sora... por Yoshiro y Kumo Asakura...

    Hashimoto tomó aire nuevamente. Allí se mantuvo en silencio unos momentos hasta que Soreku colocó su mano en su hombro, alentándolo a seguir con la narración. Hashimoto prosiguió.

    —Viajé aquí. A Teteyama; subí la montaña tratando de dar con él. Jamás logré encontrarlo; me perdí en una ventisca —miró a Kohaku — No podía ni ver mis propias manos entre la espesura de la ventisca; pero escuchaba una pequeña campana, una que parecía guiarme. Lentamente avancé en la nieve; sin vista alguna. Hasta que la vi... Amanozako.

    Reijiro, Tamura y Hotaru fueron los únicos en reaccionar ante aquello; los demás, parecían saberlo. ¿Cómo era aquello posible? Y entendió un poco el porqué nadie se había sorprendido demasiado con su propia historia, sólo Reijiro.

    —¿La Diosa Amanozako? —preguntó Tamura con gran sorpresa. Ni en sus viajes más fuertes inducidos por las drogas había visto una aparición como aquella.

    Hashimoto afirmó —Un templo iluminó mi camino; dónde antes había una ventisca, ahora había aguas termales con un clima más cálido. Y allí estaba la opositora de los cielos. Pues ella encuentra a todos aquellos que buscan venganza, y les otorga un deseo si le das uno de tus ojos —bajó la mirada — Yo buscaba a Seiji; pero encontré a Amanozako; y ella me ofreció lo que realmente buscaba, la muerte de Kato. Pero yo no podía darle el único ojo que me quedaba; me quedaría completamente ciego. Así que me negué. Mi venganza no eran tan visceral, no quería la muerte de Kato sobre todas las cosas; aun deseaba ver, seguir sirviendo a mi señor; ver los colores del cielo, del mar... no lo daría todo por una simple venganza. Le dije a Amanozako que no buscaba matar a Kato, le dije que buscaba justicia. Y la justicia no siempre implicaba la muerte. Recuerdo como ella se burló de mi; me dijo que se había equivocado al juzgarme, y tanto ella como su templo desaparecieron. Dejándome de nuevo en una ventisca; yo seguí avanzando hasta caer agotado. Al despertar, estaba en el santuario de Tateyama; a las faldas de la montaña.

    —¡La montaña lo trajo de entre los muertos! —gritó Tamura emocionado —¡Igual que a Yoshio! —sacudió a Kohaku por su energía contenida; parecía que el cansancio por las drogas se había disipado; pero no era así, el cansancio seguía allí, simplemente Tamura era muy energético y disfrutaba de las historias. Miró a Hashimoto —¿Y usted también despertó viendo fantasmas ?

    Hashimotó miró a Tamura, pensando que tal vez él no era el único de aquella fortuna en la montaña —No; pero desperté con una voz en mi cabeza... —miró a Kohaku —una que me decía que fuera a mi tierra natal, Aomori. Y eso hice... —En Hashimoto seguía habiendo vergüenza, se notaba cada vez que desviaba la mirada, le indicaba a Kohaku que su historia seguía —Seguí la voz, crucé el río Sanzu, y me detuve ante el monte Osore esperando la voz. Y escuché una; pero no la misma que en mi cabeza. Fue la de una mujer, una Itako llamada Rin.

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    —Hashimoto; te hemos estado esperando...

    —La mujer me cubrió la vista; y la seguí tomando el bastón guía que cargaba con ella; avanzamos por mucho tiempo...—bajó la mirada —demasiado tiempo. Cuando Rin me quitó la tela de mis ojos; estaba en presencia del mismo Enma; pensé que había sido mi recorrido para llegar al Yomi; y que si había muerto en Tateyama; pero antes de poder preguntarle aquello, fue él quién habló...

    —¿Sabes por qué estás aquí?

    La voz de Enma le llenó el corazón de terror; obligándolo a hincarse —Creo que he muerto...

    —Hmmm— aquel sonido parecía un temblor a los pies de Hashimoto — Negaste tu venganza con Amanozako; aquello ha captado mi atención. Te decidiste por justicia en lugar de venganza ¿Por qué?

    Hashimoto levantó la vista; jamás pudo ver su rostro perdido entre su gran altura —¿Qué aprendería de una muerte sin sentido? Se debe pasar por un juicio. Se debe buscar que la persona aun tenga cualidades para ser salvado, si se arrepiente de lo que ha hecho desde lo más profundo de su ser. Creo que las personas pueden superar su maldad, si se les somete a las pruebas correspondientes que demuestren su verdadero espíritu.

    —Palabras muy sabias — respondió Enma

    —No son mías —la voz de Hashimoto era segura, y logró esbozar una sonrisa —Son las de mi señor.

    —La benevolencia es mal representada en este mundo; por ello es tan difícil de conseguir. Inugami, Así te conocen ¿eh? y es así como yo también te llamaré; servías a un gran señor... siempre lo hiciste sentir orgulloso.

    Aquellas palabras estremecieron a Hashimoto.

    —Por breves momentos moriste; pero has vuelto a vivir. Y te he llamado aquí porque necesitaba un guerrero como tú. Te otorgaré mi bendición, y a cambio; harás una promesa conmigo. Con tu benevolencia has demostrado que buscas la justicia sobre todas las cosas; por ello, quiero que traigas ante mi al asesino del Emperador.

    Hashimoto se sorprendió —Akishino sigue vivo...y mi señor también...

    —No hablo de Akishino; hablo de Haruki Yamato


    Y antes de que Hashimoto pudiera preguntar más o tan sólo hablar... en un parpadeo volvía estar del otro lado del rio Sanzu. Con vida.

    —Tenía una nueva misión, una impuesta por el gran Rey Enma. Y cuando desperté nuevamente en esas tierras, me enteré que estuve ausente por varias estaciones...— cerró su ojo y con gran pesar continuó —... mi señor murió en mi ausencia; muchos de los que yo conocí... y yo estaba allí, sin entender a quién debía de buscar para traer ante Enma —miró a Kohaku — Estaba perdido, mis pasos cansados y vacíos de esperanza me llevaron a Iwakura. Miré al río que corría sin detenerse, miré por primera vez mi rostro con mi nueva cicatriz, ya había curado por completo, demostrando el paso del tiempo. Eso era lo que quedaba de lo que alguna vez fui, yo creía que ya no había más de Hashimoto; sólo quedaba lo que me mostraba el río —le sonrió, melancólico — Y por eso me gustan los ríos, son transparentes, puedes ver el agua fluir sin que nada pueda evitar que veas su interior. La vida debería ser así de sencilla; pero no es así... todos somos agua profunda... por más que lo tratemos de ocultar.

    Las palabras que Hashimoto había dedicado a Kohaku en Iwakura, tomaban otro nuevo sentido.

     
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    Por un instante, la atmósfera dentro de la casa cambió. Reinó el silencio, sobre él únicamente se alzaba el chasquido de la leña, sutil, y la ventisca helada afuera. Una parte de mí se lamentó haber preguntado, pues Hashimoto lucía contrariado y no me agradaba en absoluto la idea de forzarlo a hablar; callé, sin embargo, pues fue aún más fuerte el deseo de saber. Necesitaba toda la información que fuera posible para unir los hilos del desorden al que había caído.

    Quizá me estuviera volviendo más egoísta.

    A veces los Dioses juegan con nuestro destino.
    Pero esperaba que Hashimoto lo entendiera.

    Su relato dio inicio, en él aparecieron personajes que ya conocía pero que nunca había asociado al anciano. Los Harima seguían encontrándose en el vórtice de los eventos, cobrando aún más notoriedad. Había desafiado a Kato, el responsable de... quemar su ojo. Nos mostró su cicatriz, aquella que ya había conocido en Iwakura, y descarté la primera de mis sospechas: que aquella herida estaba relacionada a los extraños eventos de Tateyama. ¿Una mera coincidencia?

    Los Dioses sí que eran caprichosos.

    Comprendí, entonces, la vergüenza a la cual Hashimoto se había referido en un primer momento. Era la vergüenza de un guerrero, de la impulsividad y la ira ciega. Era la vergüenza que cualquier hombre honorable sentiría. Por ello, también sabía que no existían las palabras para alivianar su peso: Hashimoto llevaría esa carga encima hasta el último de sus días. Era injusto, pero era parte de él.

    Quería justicia, y por ello buscó a Seiji Tachibana. La montaña lo superó, sin embargo, y se vio perdido hasta... dar con Amanozako. Me sorprendió pero al mismo tiempo no, pues había vivido algo similar con Ebisu, primero, Mara después. La diosa le ofreció la posibilidad de vengarse y él se negó, lo cual me hizo pensar en el señor Yoshio. ¿Él sí había aceptado? ¿Él sí deseaba venganza, y en retribución cedió su ojo? Por otro lado, según Yoshio, los tres yamabushis de la montaña habían ofrendado sus ojos. No me quedaba claro hasta dónde llegaba la intervención directa de Amanozako, pero ahora tampoco importaba demasiado.

    Tras ese encuentro, cayó rendido y la historia tomó un giro que desde el primer momento me supo extraño, casi como si... como si hubiera muerto en la montaña, y todo su camino hasta el Meido hubiera sido parte del Meido mismo. Estaba pensando eso cuando Tamura se alzó a mi lado, emocionado, y empezó a sacudirme. La tontería me asustó pero casi al instante sonreí, soltando el aire por la nariz. Ese muchacho era todo un caso.

    La voz en su cabeza lo guió hasta la entrada al Meido, y desde allí una chamana lo llevó ante el mismísimo Enma. La piel se me erizó debajo de la ropa sólo de imaginar el escenario, lo que debía haber sido ese momento. Hace no muchos soles no le habría dado demasiado crédito a semejante historia, pero con todo lo vivido recientemente... Además, ¿cuándo habría muerto precisamente? ¿Y si había sido incluso antes, al encontrarse con Amanozako, sólo que aún no lo sabía?

    Y de no captar la atención de Enma, ¿habría estado condenado a vagar por la montaña eternamente?

    Haruki Yamato.

    No conocía ese nombre, pero probablemente haría bien recordándolo. Hashimoto había revivido gracias a una segunda oportunidad concedida por un juez del Meido, de eso ya era mucho tiempo. ¿Lo habría logrado? ¿Lo habría intentado, siquiera? Fue inevitable captar los puntos en común con mi propia historia. Ebisu también me había asignado una misión, una a la cual no creí tener derecho de oponerme. Rengo se había desviado del plan divino y desde los cielos lo habían descartado.

    Una parte de mí no quería sentirse así.

    Inútil.

    Todos somos agua profunda, por más que lo tratemos de ocultar.

    El fin del relato me regresó adonde estábamos. Una pequeña casa en medio de la montaña, tras un extenso día de caminata. La fogata repiqueteaba y mis huesos seguían resentidos. Parpadeé, asimilando la información. No quería hacer una gran escena, así que, aún sentado donde estaba, incliné el torso lo suficiente para demostrarle mi respeto. Me dolió en el cuerpo, pero lo soporté; Tamura había llevado razón con lo de la fatiga.

    —Gracias por compartir su historia, señor. Allí donde hay vergüenza también hay vulnerabilidad, y usted se ha expuesto ante nosotros en busca de servirle a un bien mayor. Llámelo paradoja, yo creo que eso refleja gran fortaleza y valentía.

    Me erguí, pues, y busqué su mirada para sonreírle. Quizás en el pasado no me habría visto capaz de hacerlo, no habría podido escapar a los límites de la formalidad y el respeto que siempre me habían inculcado como lo único correcto hacia los mayores; pero los eventos me estaban moldeando, las murallas se desdibujaban lentamente y en ese instante quise agradecerle dos veces, desde dos personas: el Kohaku que había conocido en Iwakura y en el que me estaba convirtiendo.

    Se sentía más humano.

    —Y gracias por querer ayudarme —murmuré, la sonrisa amplia, y llevé una mano a mi corazón para cerrar brevemente los ojos—. Lo valoro inmensamente.

    Con eso hecho, regresé la mano a mi regazo, junto a la otra.

    —¿Qué ocurrió con su misión? La que le impuso el Gran Rey.
     
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    [Kohaku; Hotaru; Tamura; Ukita; Hashimoto; Reijiro; Inukawa; Soreku; Inuzuka; Inue]
    Hashimoto le regresó la sonrisa; no era de alegría, no era una falsa emoción; era la sonrisa de aquel que se sentía vulnerable, pero seguro. Después. Kohaku le preguntó por su misión —Aun la mantengo; pero sigo sin entenderla; jamás volví a oír de Enma, tampoco volví a ver a Rin. Me dispuse a desvanecer lo que quedaba de mi vida en Iwakura, en calma. Sin entender aquella promesa que se me impuso.

    —Los ocho perros de las montañas —interrumpió Inue — sirvientes... bendecidos a cambio de cumplir una promesa —miró a Ukita — Tú tampoco lo habías entendido ¿Cierto? que has sido obligado a cumplir una misión. Y aquí están cuatro de ellos... —Señaló a Hashimoto —... Inugami; el perro espíritu. Con la misión de llevar al Jigoku al asesino del Emperador; a quién se desconoce —se señaló a Inuzuka — Inuzuka; el perro de la meseta; tu has hablado con Ama no Uzume ¿O me equivoco? —señaló a Ukita — Inusaka; el perro de la ladera; con la misión de proteger el Norte; una bendición que heredaste de tu propio padre al escuchar a Amatsu-Mikaboshi—Señaló a Inukawa — Inukawa; el perro de río. Destinado a defender a todos los refugiados, guiarlos al Norte, dónde Inusaka los protegerá. Esa orden te la dio Namazu.

    Inue miró a Kohaku — No... tu no eres un simple perro — le dijo tajante — Tú no estás aquí siguiendo órdenes. Tu naciste con habilidades que le son útiles a los Dioses; y te han hecho creer que es tu deber —sonrió — pero no lo es. En cambio... — Miró a Inuzuka — ...a ti te lo han ordenado, cuidar de el protegido de Ebisu; cuidarlo de su enemigo.

     
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    Hashimoto respondió a mi pregunta, cosa que agradecí en silencio, cuando Inue lo interrumpió. Fue señalando uno a uno a varios de los allí presentes, quienes provenían de las tribus del Norte. Al parecer... habían sido encomendados con misiones divinas. Ukita, el mismo Hashimoto, Inukawa y... Inuzuka. Cuando Inue se dirigió a mí lo hizo de forma tajante, pero sus palabras, a decir verdad, dibujaron una sonrisa en mi rostro. ¿El deber no era, acaso, una misión autoimpuesta? ¿Se suponía que le diera la espalda a Ebisu cuando aseguraba el declive del mundo, y me daba las herramientas para detenerlo? Permanecí en silencio, no me apetecía discutir.

    Pero sí era mi deber.

    Lo sería para cualquier persona que lo recibiera.

    Cuando Inue reveló la misión de Inuzuka, abrí los ojos y la miré. Ame no Uzume... ¿le había encomendado protegerme? Protegerme de mi enemigo.

    —¿Sabe quién es ese enemigo? —pregunté hacia Inuzuka, en voz baja.
     
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