Sven y Olaf [Long-fic]

Tema en 'Fanfics abandonados TV, Cine y Comics' iniciado por Ruki V, 8 Diciembre 2014.

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    Sven y Olaf [Long-fic]
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    4
     
    Palabras:
    1105
    (NOTA: En este universo alterno, los originales Olaf y Sven, no existen. Es decir, esta historia se basa en unos años después de la historia original... solo suponiendo que no existió ningún tipo de intervención por parte de un mono de nieve ni de un reno.)

    CAPÍTULO 1.-Elsa.

    La reina Elsa de Arrendell, a la edad de 25 años, decidió que no había idea más maravillosa que tener un hijo.

    Después de aprender a controlar sus poderes, a dirigir el reino y a vivir nuevamente al lado de su querida hermana y amiga, Ana, y su esposo, Kristof; Elsa descubrió muchas cosas de las cuáles no tenía permitido saber de niña.

    Entre esas cosas estaba el "amor verdadero". Ana le contó a Elsa cuentos clásicos donde los príncipes salvaban a las princesas y había finales felices para toda la vida. Elsa inmediatamente se dio cuenta de por qué sus padres nunca le habían contado esas historias.

    —Ya no quiero que me leas esos cuentos, Ana.
    —Pero ¿por qué, Elsa?
    —Seguramente...— Elsa hizo una larga pausa y suspiró. —Seguramente sería la menos indicada para tener una relación romántica con alguien.
    —Lo dices...— Ana fue a abrazarla y le dedicó una tierna sonrisa. —¿...porque te preocupan tus poderes?
    —Si.
    —¡Eso es ridículo! Digo, ¿olvidas como con un acto de amor de verdad descongelaste al reino?
    —No Ana. Pero las relaciones humanas no son como el amor perfecto a primera vista de los libros.
    —Si, eso yo lo aprendí por la mala...
    —Tu y Kristof son de envidiar, de la mejor manera.
    —Oh, vamos, tampoco tenemos un amor perfecto.
    —De algún modo son perfectos el uno para el otro.

    A Elsa de verdad le aterraba la idea de nunca encontrar a una persona a la que pudiera llamar como "a la que más quiere". Su querida hermana Ana; lo único que tenía, la mejor amiga que podía haber deseado, podía ser a quien más quería en todo el mundo... Pero deseaba a alguien como Kristof. No precisamente igual de apariencia o personalidad, sino que igual que Kristof lo era para Ana, alguien fuera perfecto para Elsa.

    Cuando Ana tenía 19, dio a luz a un niño al que Kristof nombró Sven.

    Cuando Sven tenía tres años, sus padres jugaban con él en la sala un día de verano. Elsa los miraba con una sonrisa en su rostro, y permaneció así un par de minutos hasta que decidió acercarse.

    —Les tengo grande noticias— dijo Elsa. Ana la miró impaciente.
    —¿De qué se trata, Elsa?— preguntó Kristof.
    —Bueno... Se que tal vez debía haberlo comentado antes pero... Quiero decirles ahora que he tomado la decisión de tener un bebé.
    —¡Wow!— dijo Ana con una mirada seria y una voz incrédula. —¿Hablas en serio?
    —Sé que siempre te he dicho que no soy la más indicada para tener una pareja amorosa pero...
    —¡¡La has tenido desde hace tiempo y nos la has ocultado!! ¡¿Es eso?!
    —N-no Ana, tanto asi no es de grande la noticia...
    —Ana, linda, deja que tu hermana hable.— dijo Kristof, tomando a Sven de los brazos de Ana.
    —Esta bien...— dijo Ana mientras sonreía levemente y esperaba atenta las palabras de Elsa.
    —Bueno, hace tiempo estuve viendo a un doctor a escondidas de ustedes— dijo Elsa.
    —¿El doctor que vino de otro país?— dijo Kristof.
    —Si. Y es que quería informarme sobre el proceso de inseminación artificial.
    —¿Cómo...?— Ana estaba todavía más incrédula. —¿Vas a embarazarte sin siquiera tener relaciones con alguien?
    —Es el mejor proceso que se haya inventado— dijo Elsa con una sonrisa sincera. Ana se quedó sin palabras.
    —Y bueno... ¿Cuándo comienza el proceso?— preguntó Kristof.
    —.........— Elsa guardó silencio.
    —No... No me digas... ¡¿Ya está hecho?! ¡Elsa, ¿cómo pudiste ocultármelo?!
    —No es algo que importe mucho ahora, Ana— dijo Elsa llevándose una mano al vientre y dejando salir un par de lágrimas. —Tendré un bebé.

    La habitación comenzó a refrescar de una manera agradable debido a los poderes de Elsa. Ana sonrió y fue a abrazarla. Kristof adoraba verlas a ambas así de felices, considerando lo que le había contado Ana sobre su infancia, especialmente. "Aunque pareciera que por culpa de Hans casi la pierdes para siempre, aquella tormenta terminó trayendo la calma para ustedes dos" le dijo a su querida esposa en una ocasión.

    Cuando Elsa tenía ya 26 años, nació su bebé. El parto fue muy difícil, para ella y para los profesionales que la atendieron, pero todo resultó muy bien para ella y su bebé. Nació un varón al que decidió nombrar Olaf. El niño nació en el castillo, en la habitación de Elsa; por falta de un hospital con los recursos necesarios y por comodidad y seguridad de los pacientes. Ana, Kristof, y Sven, ahora con cuatro años, visitaron a Elsa una vez que estuvo mejor capacitada de sus cinco sentidos una vez más.

    —¿Cómo te sientes, hermana?
    —Estoy bien. Aunque ansiosa.
    —El frío del cuarto lo hace notar— dijo Kristoff.
    —No me han traído a mi bebé.
    —Seguro no tardarán mucho más— dijo Kristof. —Nos dijeron que estaba bastante sano.
    —Es un alivio saber eso— dijo Elsa.
    —Muero por conocer a mi sobrino— dijo Ana.
    —¡Yo también quiero conocer a mi primo!— dijo muy emocionado Sven.

    De rato, una enfermera entró a la habitación con un pequeño niño albino en brazos. Estaba a punto de decir que el clima repentinamente frío en el lugar podría ser malo para un recién nacido: Pero se trataba del hijo de la reina Elsa de Arrendel, la Reina del Congelado.

    Elsa tomó a Olaf en sus brazos y lo pegó contra su pecho, sonriendo llena de alegría. Él aún no habría sus ojos pero (lo sabía ela misma por fotos que tenía de cuando era bebé) se parecía bastante a Elsa. A decir verdad, aunque a Elsa no le hubiese importado mucho, hubiese sido un poco extraño que se pareciera al padre al que ninguno de los dos conocerá.

    —¿Puedo cargarlo?— preguntó Sven.
    —No cariño, es muy pequeño— le dijo Ana a su hijo.
    —Y luce tan frágil...— dijo Elsa.
    —¿Creen que vaya a crecer similar a Elsa?

    Kristof lo preguntaba sin mala intención y Elsa lo sabía, pero no pudo evitar deprimirse al pensarlo.

    —Yo lo amaría aún a pesar de eso...— dijo Elsa.
    —Todos lo haríamos— aseguró Ana.
    —...No dudo que sería difícil para él.

    El rostro de Elsa se entristecía cada vez más. Entonces el bebé bostezó y buscó con sus manitas los dedos de Elsa; fue a dar con ellos y los apretó con la poca fuerza que tenía. Elsa sonrió y dejó salir un par de lágrimas.

    —Te adoro, Olaf...

    CONTINUARÁ...
     
    Última edición: 4 Abril 2015
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    Título:
    Sven y Olaf [Long-fic]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
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    Romance/Amor
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    CAPITULO 2.- Olaf.

    Al pasar los años, Olaf creció como un niño sano y feliz, rodeado por una familia que lo adoraba: Él, por su parte, también amaba a su madre, a sus tíos y a su primo Sven. Durante sus pocos años de vida, creía que tenía amor para dar a todo el reino de Arrendell.

    —¡Soy el chico más feliz en todo el reino!— gritaba Olaf (de cinco años ya) mientras jugaba en el patio central alrededor del mediodía, como cada día.

    A Olaf le gustaba jugar con sus poderes; sólo, o con los hijos de la servidumbre, o con los ciudadanos, o con la visita de otros reinos. Pero con quien más le gustaba jugar era con Sven, quien ahora tenía nueve años.

    —¡Oye Olaf, oye Olaf!— gritaba Sven mientras corría hacia él. —¡¡Eh!! ¿Cómo que no está nevando todavía?
    —Te estaba esperando— dijo Olaf mientras hacía una esfera de nieve del aire con sus manos.
    —¡Vamos, vamos! ¡Lánzala al aire, haz nieve!

    Recreando una escena bastante similar a la infancia de sus progenitoras, Olaf lanzó la bola al aire, hasta que se convirtió en una larga y delgada nube, de la cuál comenzó a nevar. Sven estaba fascinado; corriendo alrededor de la fuente con los brazos abiertos y los puños abriéndose y cerrándose, como si fuese a atrapar un copo de nieve y a conservarlo. Mientras tanto, Olaf comenzaba a congelar el suelo, haciendo que Sven resbalará y cayera.

    —¿De verdad? ¿Todos los días?— se quejó Sven mientras Olaf reía.

    Como la nieve se acumuló rápido, mientras estaba tendido en el suelo, Sven aprovechó para hacer una bola de nieve y fue a golpear el hombro de Olaf. Ambos se rieron y comenzó la guerra. Reían y reían mientras las olas de nieve no dejaban de ir y venir. De rato, Kristoff fue a llamarles; pero fue ignorado hasta que se quejó de una bola de nieve lanzada por Olaf que cayó directo en su cara. Los niños se detuvieron.

    —Ow... eso es frío... Ejem, chicos, entren. Coman y luego pueden jugar más.
    —S-si, tío Kristoff...
    —¡Si papá!

    Kristoff entró pidiéndole una toalla a la servidumbre. Sven se deslizó por el hielo hacia la entrada, pero se detuvo cuando vio que Olaf avanzaba despacio, cabizbajo y soltando un suspiro. Se acercó a él, deslizándose nuevamente, y aunque pretendía abrazarlo, terminó tirándose con él al suelo. Olaf apenas y se quejó; Sven no se puso de pie por completo y Olaf ni se movió.

    —¿Qué te pasa, Olaf?
    —Nada.
    —Hmmp. No hay nada bueno en mentir, primo.
    —Sólo... quítate y vete.
    —Tal vez en lugar de eso deba... ¡atacarte hasta que hables!

    Sven le hizo cosquillas a Olaf, provocando que la nieve se arremolinara en pequeñas ventiscas.

    —¡No! Jajajaja ¡Basta! ¡Hablaré, hablaré!— dijo Olaf y Sven se detuvo. Olaf se puso serio. —No lo sé... a veces tengo la sensación de que el tío Kristoff me odia.
    —¡¡Eso es ridículo e imposible!! ¿Por qué piensas eso?
    —A veces siento que él menos que nadie entiende por lo que pasamos mamá y yo...

    Olaf tenía sentimientos muy profundos para la edad que tenía. La nieve comenzó a caer en cámara lenta y el lugar se hizo más frío. Sven comenzó a toser.

    —Pero Olaf, toda la vida de mi padre fue el hielo— dijo Sven para luego sonreír de una manera extraña. —Creo que si papá hubiese conocido a tía Elsa antes que a mamá, seguro se hubiera enamorado de ella.

    Olaf no veía como eso debía mejorar sus pensamientos. El frío continuó igual y Sven no dejaba de toser. Olaf comenzó a caminar hacia la entrada seguido por Sven, y se encontraron nuevamente con Kristof.

    —Niños, creí decirles que-- ¿Sven?— Kristof tocó la piel de Sven. —Estás pálido y helado. ¿Qué te he dicho de jugar con Olaf usando ropa de verano?

    Sven sólo tosió de nuevo, encogiéndose de hombros. Olaf salió corriendo de ahí como si hubiese pasado desapercibido ante ellos: Pero Sven se dio cuenta. Kristoff lo llevó a tomar su medicamento y luego toda la familia se sentó a comer. O bueno, casi toda.

    —¿Dónde está Olaf?— preguntó Elsa.
    —Subió a su habitación y se encerró sin escucharme recordarle que bajara a comer— dijo una sirvienta.
    —Mínimo una vez a la semana...— dijo Elsa en un suspiro poniéndose de pie. —Disculpen que ya no los acompañe. Iré a ver a mi hijo.

    Sven reaccionó ante lo que sucedía, pero educadamente se quedó sentado a la mesa, ocultando que aún tosía.

    Cuando Elsa llegó a la habitación de Olaf, encontró la puerta sin cerrojo asi que decidió entrar. El cuarto estaba frío, nevaba levemente dentro y Olaf estaba hecho un ovillo en la cama, llorando. Elsa se acercó, se sentó a la orilla de la cama y acarició sus cabellos. Olaf reaccionó y se sentó erguido, mirando a su madre y sintiéndose un poco más contento. La abrazó. El frío de la habitación se sentía cada vez menos.

    —Ya es la tercera vez este mes que no comes con nosotros— dijo Elsa, más preocupada que con ánimos de reprocharle.
    —Lo siento, mamá— dijo él cabizbajo.
    —¿Hay algo que te moleste, Olaf?
    —Yo… Yo solo…— Volteó a ver la nube que se desvanecía sobre ellos.
    —¿Tiene algo que ver con tus poderes?
    —De algún modo.
    —Te he dicho que cualquier inquietud sobre tus poderes me la hagas saber. Siempre estaré para escucharte.
    —Mamá… Me contaste lo que pasó hace años, cuando te coronaron reina. Sobre la amnesia de mi tía Ana sobre tus poderes, sobre el príncipe Hans, sobre como huiste del reino porque todos te creían una bruja malvada…
    —¿Puedo preguntar a donde quieres llegar?
    —¿El tío Kristoff fue bueno contigo?
    —No conocí a tu tío Kristoff sino hasta que se solucionó todo. Le agradeceré por siempre que haya cuidado de Ana, la haya salvado, la haya hecho abrir los ojos sobre el amor.
    —Pero, considerando que muchas personas pensaron mal de ti, ¿el tío Kristoff no era igual?
    —No cariño.
    —¿Estás segura?
    —Ana me lo hubiera dicho…— Elsa hizo que Olaf la mirara a los ojos. —¿Por qué preguntas todo esto, Olaf?
    —Yo… A veces…— dejó salir un par de lágrimas y agachó la mirada. —A veces he pensado que el tío Kristoff me odia.
    —¿Pero cómo se te ocurre eso, Olaf?
    —Siempre le veo el ceño fruncido cuando llega a ver a Sven jugando conmigo. Le dice que es mejor que no juegue conmigo…

    Las lágrimas silenciosas de Olaf se convirtieron nuevamente en llanto desconsolado. Se refugió en los brazos de su madre hasta quedarse dormido, sin dejarla hablar con él sobre la realidad acerca de Kristoff.

    Ninguno de los dos se dio cuenta de que Sven, quien había acabado de comer lo más rápido posible y subió hasta el cuarto de Olaf a escondidas de su padre; había estado escuchándolo todo.

    Antes de que Elsa saliera, Sven ya se había ido.

    CONTINUARÁ…
     
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    Sven y Olaf [Long-fic]
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    Romance/Amor
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    CAPÍTULO 3.- Sven.

    Sven era ya un apuesto chico de 15 años. Kristoff le estaba ayudando, sin muchas ganas, a ponerse la corbata.

    —¡Papá, apúrate por favor!
    —Antes di que te ayudo…— se quejó Kristoff en voz baja.
    —Anda cariño, que nos esperan los invitados de la alta Rusia— decía Ana mientras se terminaba de recoger el cabello.

    Antes de que Kristoff volviera a bufar, completamente molesto, Ana lo jaló por la corbata y lo sacó de la habitación, mostrándole a Sven los pulgares en alto. Él sonrió.

    —Quedarán impresionados, Sven— dijo Ana cerrando la puerta tras su espalda.

    Sven desvaneció la sonrisa de su rostro y fue a recargarse contra la ventana, viendo desanimado cómo caían las hojas de los árboles a causa del otoño. Suspiró contra la ventana sin empañar el vidrio. Le frunció el ceño a la nada. “Tengo calor…” pensaba mientras tosía.

    Ana golpeó la nuca de Kristoff mientras caminaban por el pasillo vacío. Kristoff sólo se rió. Ana frunció el ceño y le dio un codazo.

    —¿Esperas que me disculpe por algo?
    —¡Si! ¡Y sabes exactamente por qué!
    —Lo siento por no estar enamorado de la idea de intentar emparentar a nuestro hijo, a esta edad, con princesas que ni siquiera lo voltean a ver.
    —Es un príncipe y necesitamos aliarnos de esos reinos.
    —¿Tú te hubieras prestado en una situación así?
    —¿Por el bien de mi reino? … Probablemente a esa edad hubiera dicho que no.
    —¿Entonces?
    —A esa edad, mis padres fallecieron. Quedamos Elsa y yo, teniéndonos sólo la una a la otra. No podía abandonarla… Aún si ella no estaba conmigo como yo hubiese querido… Es mi familia.

    Mientras que Kristoff comenzaba a rodearla con un brazo, creyendo que Ana comenzaba a entristecer, ella de pronto sonrió orgullosa.

    —¡Además, Sven no se negó!
    —Pero Ana, tú has visto qué pasa cuando tratamos de introducir a Sven ante la realeza de otros lugares.
    —Teniendo tan poca confianza en nuestro hijo no mejorarán las cosas.
    —¿Nuestro hijo es el problema?

    Poco después llegaron al gran salón a reunirse con la amplia familia real de Rusia, así que ahí frenó esa conversación. La cuál, Olaf escuchó desde las sombras.

    Sabía a qué se refería su tío Kristoff: Fuera por sus poderes o no, Olaf, como tierno niñito albino de once años, era el centro de atención cuando había visitas de otros reinos en palacio. Y lo detestaba, porque entablar relaciones rápido no era su fuerte. De hecho, ese era el punto fuerte de Sven.

    Olaf simplemente no lo entendía: Sven era muy simpático, oportunista, positivo, espontáneo, apuesto y cariñoso por sobre todo (cuando se encontraba pensando en esto, Olaf se sonrojaba). ¿Por qué toda las princesas cercanas a su edad que habían ido a palacio no se habían fijado en él?

    Sven realmente odiaba llegar a sentirse como mercancía de baja calidad para la realeza de otros reinos, pero no dejaba de prestarse a ello por dos razones: La primera era que para él era un honor saber que podría afianzar una alianza para el bien de su reino; la segunda era que… Realmente quería conocer personas, hacer amigos; aunque no consiguiera esposa, quería amigos.

    —Odio el otoño…— se quejaba Sven con la ventana. —Y también odio el verano… Y la primavera… Y el invierno…—

    Se levantó con cierta euforia y pateó el balón más cercano (de entre todos los juguetes viejos, con los que ya ni jugaba, que tenía regados por el cuarto). Fue a dar contra la puerta, dejándose oír una secuencia de sonidos: El impacto de la pelota contra la puerta, el sonido de alguien cayendo contra el suelo, un pequeño grito y algunos sollozos en voz baja. Sven corrió hacia la puerta y al abrirla se encontró a Olaf en el suelo.

    —¡Olaf!— lo ayudó a levantarse y lo llevó a sentarse en su cama. —¿Qué hacías ahí?
    —Y-yo… V-venía a decirte que no quiero… B-bajar y saludar a la visita…
    —¡¿Qué?! ¡¿Por qué?!
    —¿P-por qué te alteras tanto?
    —¿Eh? Pues… ¡Pues porque tienes que bajar a saludar a la visita!
    —P-pero…— Olaf puso un gesto serio y se aclaro la garganta, mirando a Sven a los ojos. —Te seré honesto. No quiero ser quien evite la posibilidad de que encuentres a tu futura esposa allá abajo.
    —¡Oye! — Sven se sonrojó levemente y rió. —Pero Olaf, eso sería muy descortés de parte del futuro rey de Arrendell.
    —Tú podrías ser el futuro rey de Arrendell… Si la gente no se fijara en mi antes que en ti, que eres tan bueno.

    Sven jamás lo había visto de ese modo. Había pensado que a Olaf lo agobiaba el hecho de tener a tanta gente prestándole atención. Pero nunca pensó que le robara la atención a él.

    —Oye… No es como si me apantallaras— dijo sonriendo. —¡Bueno, inevitablemente lo haces! Pero yo sé que no es a propósito.
    —¿D-dijiste inevitablemente?
    —¡Es que solo mírate! ¿Cómo no detenerse a admirar al príncipe albino, de ojos azules, con poderes sobre la nieve?

    Olaf se encogió sobre sí mismo y vio a Sven con los ojos llorosos. Sven se llevó una mano al rostro, buscando las palabras adecuadas para arreglar las anteriores. Aunque Olaf no lo dijera, ese era uno de sus peores temores: Ser eternamente juzgado por su apariencia, su posición, sus poderes.

    —Oye, primo…— dijo mientras lo atraía contra su pecho y palmeando su espalda. —El día en el que una chica te conozca tan bien como yo, más por dentro que por fuera, podrá decir que se sacó la lotería.

    Olaf sonrió y se separó de Sven, no sin antes acomodarle su corbata y recomendarle con un gesto de la mano que se apurara.

    Entonces Sven salió corriendo del cuarto y a mitad del pasillo adoptó una postura adecuada para un príncipe de 15 años de edad.

    Cuando Olaf se dio cuenta de que Sven no miraba hacia atrás, suspiró bajando la mirada. —¿Para qué quiero una chica que me conozca tan bien como tú? —. Se irguió y le siguió el paso hacia el gran salón.

    CONTINUARÁ...
     
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    Yoko Higurashi

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    Hi!
    Soy yo, cuando me mencionaste esto, inevitablemente tenía que leerlo ¿Sabes? Simplemente no me podía imaginar la idea :D

    Empecemos por lo técnico que es la ortografía, la cual notó bastante limpia y sin mucho problema para mi lectura, si hubo alguna falta debió ser demasiado mínima realmente no le presté atención B)

    Bueno ya hablando la narración, es buena, entendible y sencilla de leer, pero siento que le falta fluidez, en algún punto no sé como explicarlo, pero a mi parecer en algunas partes te apoyabas demasiado de muletillas, nada grave y como tal no arruina la narración pero si seria bueno tratarás de no usarlas, ya que estás limitan la fluidez de tu escrito, evitando que llegues a tu máximo potencial.

    Ahora viene el plato fuerte OuO/ la historia, la cual es bastante interesante y, como no decirlo, creativa, en un punto que nunca me esperé, en parte fue una buena idea crear está historia en un mundo paralelo, ya que Sven y Olaf como tal son personajes independientes y aparte de su base (por así decirlo) de la historia original, ciertamente algo demasiado creativo a mí gusto.

    Me ha gustado el manejo de personalidad de Olaf, un chico tierno, amoroso y sensible (uke), quien en parte no salió con la personalidad tan estricta como la madre, y eso es algo de remarcar para ese gran diseño, también me gustó que no lo hicieras igual al muñeco de nieve original, me creas o no, ese muñeco me frustraba en la película, lo sentía tan fuera de lugar en algunas escenas.

    Ahora hablando del personaje Sven, un chico alegre y carismático (seme), no puedo evitar que me cayera bien, aunque aún me falta conocerlo, porque en sí desarrollaste más la personalidad de Olaf pero aún falta (a mí parecer) que se desarrolle la personalidad de Sven, que sigue siendo un personaje un poco desconocido, pero eso parece que lo harás más adelante, lo cual es una buena idea.

    El ritmo de la historia simplemente es bueno y fácil de llevar, el trama interesante y los personajes agradables de leer.
    ¡Me gusta esta historia!
    ¡Sigue así!
    Atte.
    Yoko Higurashi
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    Ruki V

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    2775
    CAPÍTULO 4.- Ana.

    —Buenas tardes, sus altezas— saludó Sven al tiempo que él y Olaf hacían una reverencia ante los reyes de Rusia y sus tres hijas.
    —Usted debe ser el príncipe Sven— señaló la reina extranjera tendiéndole la mano a Sven, quien besó el dorso de la misma.
    —Un placer tenerlos de visita en Arrendell— dijo Sven sonriendo.
    —Y tú debes ser el príncipe Olaf— señaló el rey, igualmente tendiéndole la mano a Olaf, quien la estrechó temblando un poco.
    —Un placer— dijo Olaf haciendo lo posible por no tartamudear.

    Los chicos habían bajado puntualmente a la hora de la comida. Esto supuso un alivio para Olaf, pues su lugar en la mesa junto a su madre fue ocupado por la reina de Rusia, pero él terminó sentado junto a Sven. Enfrente de ellos estaban sentadas las tres princesas, pero a ambos se les había educado para dejar a los adultos ser los que conversaran en la mesa y no los niños (aún si eran prácticamente adolescentes).

    A pesar de que pasar casi toda una hora en silencio fue un enorme alivio, no tardó en acabarse. Mientras los adultos se dirigían a la sala principal, Sven y Olaf escoltaron a las princesas al salón de baile. Sven sonreía bastante encantado, ansioso de poder de hecho conocerlas mejor.

    —Bueno— La primera de ellas en decir una palabra era pelirroja y se veía como la mayor de las tres. —Gracias por dejarnos ver el salón de baile.
    —Un placer— dijo Sven. —Podemos llevarlas a cualquier parte del castillo que deseen.
    —Muchas gracias— habló la misma princesa. —Antes, permitan que nos presentemos. Mi nombre es Agatha y tengo 15 años— dijo e hizo una reverencia.
    —Mi nombre es Diana y tengo 13 años— dijo la rubia, igualmente haciendo una reverencia.
    —Mi nombre es Olga y tengo 11 años— dijo la de cabello castaño oscuro, también haciendo una reverencia.

    Agatha tenía la misma estatura que Sven. Sus rojos cabellos estaban peinados naturalmente con rizos delgados que descansaban en sus hombros y sus ojos eran de color verde oscuro. Ella y Diana eran las únicas que llevaban maquillaje. Diana tenía el cabello lacio y largo hasta la espalda baja y sus grandes y lindos ojos eran celestes. La menor, Olga, tenía el cabello recogido en una coleta corta que no pasaba de su nuca y sus ojos eran como los de Agatha. Las tres traían vestidos ligeros, acostumbradas al frío, y ni siquiera usaban abrigo (al menos no dentro del castillo).

    Sven sonrió amablemente antes sus presentaciones y respondió con una reverencia igual que ellas hicieron antes.

    —Todo un placer. Mi nombre es Sven y tengo 15 años.
    —Yo soy Olaf y tengo 11 años.

    Olaf hizo una reverencia también y mientras se enderezaba suspiró con cuidado de que no lo notaran, pero Sven sabía que estaba nervioso, aunque también sabía que debía estar haciendo un gran esfuerzo por calmarse: De no ser así, la habitación estaría helada.

    —¿Sería mucho pedir que hubiese música? Me encantaría bailar.
    —Lo que sea por nuestras invitadas— dijo Sven mientras retrocedía un paso. —Mandaré llamar a la banda del palacio. No tardaré.
    —Muchas gracias, príncipe Sven— dijo Olga con una sonrisa iluminada por la admiración. Sven le sonrió de vuelta antes de retirarse.
    —Tu primo es bastante agradable, príncipe Olaf— dijo Diana con un leve sonrojo.
    —Él estaría encantado de saber que les parece un buen anfitrión.

    Olaf estaba demasiado nervioso, pero pensando en lo mucho que le ilusionaba a Sven atender bien a las princesas tenía que mantener la cabeza fría, sin enfriar su entorno al dejarse llevar por esos nervios. Le alegraba oír a la princesa Diana decir eso, porque sabía que Sven de verdad estaría contento de saberlo.

    —Entonces, príncipe Olaf,— empezó a decir Agatha dirigiéndose hacia él. —¿Sabes bailar?
    —Tanto como mis torpes pies me permitan, su alteza.— Las princesas rieron.
    —Espero con ansias bailar contigo.

    Un escalofrío recorrió su cuerpo, pero se mantuvo firme como una roca. Si bien parecía que Sven era un buen chico a ojos de a Olga y Diana, de pronto pensó que sería problemático que Agatha no se fijara en su primo: Siendo la mayor de las tres, era el mejor prospecto a futura reina de su nación, y por eso era más importante su aprobación hacia Sven.

    —La banda estará aquí en cinco minutos, señoritas— dijo Sven al regresar.
    —¿Podrán tocar música de vals para nosotras?
    —Sus deseos son órdenes.

    A los ojos de Olaf, Agatha parecía muy divertida con los modos de Sven. Sabía que no debía ser prejuicioso, pero la pelirroja parecía ser una princesa que sabía perfectamente que era merecedora de que sus deseos fueran órdenes. Mientras tanto, Diana y Olga aún parecían unas niñas, no precisamente mimadas, pero con toda la gracia de las princesas que eran. Unas niñas agraciadas que miraban sonrientes a Sven, reconociendo, creía Olaf, el increíble chico que era.

    Pasados los cinco minutos, la banda llegó y Olaf volvió a suspirar disimuladamente.

    —Música de vals, por favor— dijo Sven en dirección a los músicos.
    —Vamos, príncipe Olaf— dijo Agatha tendiéndole su mano.
    —Qué honor, princesa Agatha— dijo Olaf con un nudo en la garganta mientras tomaba su mano y la llevaba a la pista.
    —¿Bailarías conmigo, príncipe Sven? — preguntó Olga con cierta timidez.
    —Encantado, princesa.

    Una vez que ambas parejas ocuparon sus lugares en la amplia pista, la música empezó a tocar y sus pies se empezaron a mover. Diana, aunque sin pareja, encantada con la música, empezó a valsear sencillamente en su lugar. Olaf estaba totalmente concentrado en el baile, manteniendo el paso con la mirada inevitablemente fija, aunque inexpresiva, en Agatha, que sonreía muy complacida. Sven también sonreía gustoso a Olga, que estaba levemente sonrojada. En algún punto, Diana se detuvo a observar como bailaban Agatha y Olaf.

    Cuando se acabó la canción, cada uno hizo una reverencia a su pareja.

    —Muchas gracias, príncipe Sven.
    —Un placer.
    —Ahora me gustaría bailar con Olaf— dijo Olga, quien también había estado echando un vistazo al baile de Olaf y su hermana.
    —Oh, entonces a mi me toca el príncipe Sven esta vez— dijo Diana acercándose.

    Diana no se oía muy convencida, creía Olaf. Notó también que Agatha no dijo nada: Le sonrió con seriedad a Olga mientras se les acercaba y le guiñó un ojo a Olaf antes de irse a parar donde estaba Diana. Sven se mantenía galante y Olaf seguía luchando con sus nervios.

    Sonó de nuevo la música. Olaf de nuevo miraba a su pareja como si no estuviera frente a él; como si estuviera bailando con una ventana y viera a través de ella. Y en algún punto, su mirada perdida se cruzó con la de Sven, que retiró la vista de su pareja por medio segundo. Un simple error; por el cual de pronto mezcló los pasos y casi se tropieza con Diana.

    —Lo siento mucho, princesa.
    —No importa. Sigamos.

    Olga y Agatha no despegaron la vista de Olaf ni por un segundo.

    —Qué bien bailas, príncipe Olaf— dijo Olga.
    —Estoy de acuerdo— dijo Agatha.

    En cuanto la canción acabó, Olaf soltó las manos de Olga, casi empujándola. Al mismo tiempo lo hizo Diana con Sven.

    —Mi-mil perdones... — dijo Olaf.
    —Tus... manos están heladas, príncipe Olaf.

    Entonces empezó a nevar dentro de la sala. Las princesas miraron hacia el techo, sonrientes y boquiabiertas, impresionadas. Los ojos de Olaf se inundaron de lágrimas. Se rodeó a sí mismo con los brazos y bajó la mirada avergonzado. “Lo he hecho otra vez...” pensó. Sven de inmediato caminó hacia él, pero las princesas hicieron lo mismo antes de que él llegara a su lado.

    —Ya me estaba preguntando cuándo nos dejarías ver tus habilidades— dijo Agatha, para mayor nerviosismo de Olaf.
    —Yo... — Olaf retrocedió un paso instintivamente. Sven lo miró negando con la cabeza.
    —Ah, es como seguir en Rusia— dijo Diana alegremente.
    —¿Se amontonará pronto?— dijo Olga, aunque luego bajó la mirada apenada.
    —Lo siento mucho, altezas— Olaf hizo una reverencia, dando otro paso atrás. —No pretendía arruinarles la pista de baile— intentó permanecer tranquilo, pero como caía cada vez mas nieve y todo era cada vez más frío, era obvio que no lo estaba logrando.
    —Oh, pero aún podemos disfrutar de la banda en tan agradable ambiente— dijo Agatha, acercándose demasiado a Olaf.
    —Ah— Olaf se sonrojó y empezó a hacer cierto viento.
    —Uff— Diana se acomodó el cabello. —Sí, nuestros padres estarán encantados.
    —Oh, haberlo dicho antes— dijo Sven sonriendo, aunque con la mirada baja. —Ta vez deba ir a llamarles.
    —Eso estaría bien, príncipe Sven— dijo Olga y Sven se dispuso a irse.
    —¡O-oye, Sven!
    —Te encargo a las doncellas, primo— le sonrió Sven con tristeza desde la puerta. —No dejes de ser encantador.

    Y Sven se fue. Olaf creyó que estallaría en cualquier momento. Empezó a aparecer hielo en las paredes y lámparas. “Lo he hecho otra vez, lo he hecho otra vez” pensaba estremeciéndose por las ansias. Sentía que de nuevo había robado la atención sin intentarlo. Se detestaba tanto a sí mismo.

    —Oh, Olga— empezó a decir Agatha. —deberías saber que a nuestro padre no le gusta que lo interrumpan cuando está charlando con gente importante.
    —Pero Agatha, Sven no es como yo hace un año— dijo sonrojada Olga. —Él tiene que decirle algo importante a nuestros padres.
    —Tal vez ya planeaban venir en camino— dijo Olga.
    —En ese caso, nuestro padre no tiene que tener ningún problema si se topa con Sven, que iba a decirle eso— dijo Diana, sorprendida de la actitud de Agatha.
    —De... ser tan problemático...— empezó a decir Olaf. —Simplemente le hubieran dicho a Sven que no fuera.
    —Bueno, no deseaba estropear el deseo de Olga por llamar la atención de Sven.
    —¡A-agatha!— se quejó Olga.
    —Compostura, hermanas— dijo Diana.
    —¿Plural, Diana?
    —No creo que sea el modo de comportarse frente al príncipe Olaf.
    —¡Ta-tampoco creo que sea prudente estar encima de él, por cierto!— dijo Olga alzando l voz y volviendo a bajar la mirada avergonzada.

    Agatha se había abrazado al brazo de Olaf desde hacía rato. Desde que las hermanas empezaron a argumentar, el aliento de Olaf se detuvo por un segundo, al igual que la nieve que caía; se quedó suspendida en el aire, y cuando las chicas se dieron cuenta estaban de nuevo asombradas. En eso, Sven abrió las puertas de nuevo para la entrada de sus padres, Elsa y los reyes de Rusia. Estos últimos se unieron a sus hijas en su asombro.

    —Los copos de nieve... no están cayendo— dijo el rey, tomando algunos entre sus dedos.
    —Cielos... — la reina dio un paseo por la sala. Su alto peinado se llenó de nieve. Se vió reflejada en la ventana con una sonrisa.

    Ana y Kristoff estaban aliviados de la buena impresión que causó Olaf en los reyes, no así Elsa y Sven.

    Los nervios volvieron a Olaf y la ventisca fría volvió. Los reyes rieron y se acercaron a la banda a pedir música, y así empezaron a bailar alegremente, pidiendo a todos que se les unieran. Elsa fue junto a Olaf.

    —Hijo, ¿bailas conmigo?
    —Con todo gusto, madre— dijo Olaf algo apenado, pero ciertamente más calmado.

    Olga volvió a pedir a Sven que bailara con ella, y Ana llevó a Kristoff a la pista. Agatha y Diana s hicieron a un lado; Agatha lucía disgustada por haberse apartado de Olaf, quien sonreía ampliamente bailando con su madre de cualquier modo. Elsa estaba feliz de haberlo calmado, pero para mantener el ambiente animado de los reyes de Rusia, ella mantuvo la habitación fría, con ventisca y nieve cayendo muy lentamente. La música acabó y los reyes estallaron en carcaadas para sorpresa de todos.

    —Ah, nos han proveído de una tarde magnífica, Arrendell— dijo el rey acercándose a Elsa.
    —Me alegro mucho. Son bienvenidos cuando lo deseen, por cuanto deseen.
    —Pero hoy se está haciendo tarde y lo mejor será que nos retiremos. El viaje es algo largo y hay cosas que hacer en casa— dijo la reina abrazando a Ana, quien le sonrió a Kristoff orgullosa.
    —Oh, pero, padre... — empezó a quejarse Olga.
    —No hemos tenido suficiente tiempo para hablar con el príncipe Olaf— dijo Agatha, dejando a los de Arrendell mudos.
    —Otro día vendremos, sin duda alguna, querida.

    Tratando de mantener compostura como era debido, Agatha se despidió de todos, y al final de nuevo le guiñó un ojo a Olaf. Mientras tanto a Sven, muy apenas le dirigió la mirada. Diana y Olga hicieron una reverencia frente a Olaf y su madre y al pasar al lado de Sven les dio cierta vergüenza y aceleraron el paso. Por primera vez desde que llegaron los rusos, Sven dejó de sonreír. Olaf se dio cuenta y se sintió tan culpable que apartó la mirada, mientras el hielo de las paredes empezó a expandirse. Sven abrió los ojos como platos y empezó a toser con fuerza, con una mano en el pecho.

    —Sven, ¿te tomaste tu medicina hoy? — dijo Kristoff preocupado.
    —Y-yo... — no pudo hacer sino volver a toser.
    —Lo siento— se disculpó Kristoff con los reyes. —Debo...
    —Debo llevar a mi hijo a tomar su medicina— dijo Ana con calma antes de llevarse a Sven del lugar.
    —De-deberán disculpar a Ana por no despedirse— dijo Kristoff, confundido.
    —Esa tos del muchacho... Se oía bastante severa— dijo consternado el rey.
    —Sven... No es muy fuerte de salud, si hablamos de su sistema respiratorio.
    —Supongo que este ambiente no le sienta de la mejor manera— dijo la reina.

    Olaf inconscientemente se escondió detrás de su madre para oculta que estaba a punto de llorar. Elsa se aclaró la garganta.

    —Kristoff y yo los acompañaremos al puerto.
    —Que... tengan buen viaje— dijo Olaf al dar un paso hacia adelante para hacer una reverencia y permanecer de ese modo.

    Los cuatro adultos se fueron y Olaf se dejó de caer de rodillas al suelo. “Lo he... hecho... otra vez...” pensó.

    Mientras tanto, Ana hacía que Sven tomara sus medicinas.

    —Sven, ¿sabes que contener el llanto también es malo para tu salud?— le dijo Ana sonriendo maternalmente a su hijo sentado al borde de su cama.
    —Ya no soy un niño.
    —Eso es cruel. Si hubiera podido yo hubiera sido aún bastante llorona a tu edad... Sobre todo si hubiese tenido a mi madre para llorar en sus brazos.
    —Entonces ¿qué experiencia tienes en ello, mamá?
    —Yo también sostenía sonrisas llenas de optimismo... y dolor.
    —¿Optimismo y dolor?— se rió. —¿Dolor?
    —Optimismo ante la idea de no volver a sentir ese dolor. Dolor al rechazo.
    —¿Re...?— las lágrimas salieron. Sven chasqueó la lengua contra los dientes y se abrazó a su madre.
    —Sven, nadie te obliga a ser el futuro rey de Arrendell. ¿Lo sabes? Mejor dicho, nadie te obliga a casarte con una princesa. ¿Lo sabes?
    —¿No necesito casarme?
    —No necesita ser una princesa— lo corrigió Ana.
    —Casarme no es opcional.
    —Para Olaf es para quien es opcional.
    —¡Pero eso es...!— Sven se separó de su madre para mirarla con cierto enojo y el rostro sonrojado, luego volvió a pegarse a ella.
    —Todos sabemos que Olaf es perfectamente capaz de convertirse en rey cuando sea mayor de edad. ¿Puedo saber la razón por la que quieres ser tú el rey?
    —Obviamente. Porque él no quiere serlo.
    —¿Oh?
    —Tía Elsa lo sabe. Dice que está agradecida de que quiera la tranquilidad de Olaf, a la vez que intente establecer relaciones con otros reinos...— volvió puños sus manos. —Lo intento...
    —Sven...
    —Mamá... ¿no tienes frío?— susurró.
    —¿Eh?

    Sven se levantó de la cama, limpiándose las lágrimas del rostro, y dirigiéndose a abrir la puerta, donde encontró a Olaf, llorando igualmente.

    —Cielos, Olaf. Qué maña la tuya— dijo abrazándolo.
    —Lo siento... — dijo Olaf tratando de dejar de llorar.
    —Cielos, chicos. Van a hacer que llore también— bromeó Ana obligándolos a entrar al cuarto, yéndose ella.
    —Lo he hecho otra vez, Sven.
    —No te culpo por nada, Olaf.

    Ana se alejó lentamente de la puerta e la habitación de Sven hasta encontrarse con Kristoff.

    —¿Y Sven, linda?
    —En su cuarto, con Olaf.
    —¿Con Olaf? ¿Acaso olvidaste el ataque de Sven de hace rato?
    —Kristoff, nuestro hijo es sensible de salud. No puedes culpar a Olaf de eso.
    —Olaf no está en el mejor estado emocional en estos momentos. ¿Crees que eres la única que habla con Sven? Sé por lo que están pasando ambos, y por lo mismo no deberían estar en la misma habitación ahora.
    —Son primos. Son mejores amigos. Por lo mismo deben estar en la misma habitación ahora, animándose el uno al otro.

    Kristoff suspiró.

    —¿Alguna vez ganaré una discusión?
    —¿Casado conmigo? No.

    CONTINUARÁ...
     
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