Sunny (continuación de "memories")

Me acerqué al timón y pasé la mano por la suave madera. El ocico de la cabeza del león asomaba tímido entre los rayos de sol que formaban su melena. Sonreí y cruzando aquella línea que tanto había temido me tumbé en la cabeza de aquella figura un tanto insegura. Cerré los ojos segundos después como si me lo hubieran ordenado y me obligué a permanecer así un buen rato. ¿Cómo podía ser aquel sitio tan tranquilo?

Abrí los ojos al escuchar un sonido tintineante y vi un pajarito cruzar volando delante de mí. No se como no se me ocurrió ir antes allí. El paisaje era el mismo que miraba siempre desde cubierta, pero, ahora se veía diferente. El mar seguía siendo igual de azul, el cielo acompañándole con un azul más claro y las nubes blancas y esponjosas flotando a la deriva. Pero no encontraba la diferente. Solo sabía que aquella sensación era genial.

Ahora entendía porque le encantaba tanto ese sitio a Luffy. Mi cuerpo se tensó de golpe y me apresuré a levantarme de allí antes de que él viniera, ya que sabía que le molestaba que estuvieran en su asiento especial. Y aunque esperaba aquel sombrero aparecer sobre mi, no lo hizo. Me dejé caer de nuevo al recordar que él ya no estaba con migo. Ni ninguno de ellos.

Así que me quedé allí sin hacer nada. Por una vez no tenía que preocuparme por lo que pasara en el barco. Y aunque me agradaba la idea, me disgustaba completamente estar allí sola. Bajé la cabeza triste y acaricié la superficie de madera del mascarón de proa. Hecho esto, me levanté a toda prosa y corriendo llegué a los árboles que tenían mis preciosas mandarinas. De un salto agarré una y la arranqué con fuerza. Me senté en el columpio y la desmenucé con cuidado. Empecé a comérmela mientras me balanceaba lentamente.

No pasaron ni segundos cuando una lágrima resbaló y cayó al césped haciendo que una de las hojitas bailara. Nokijo ya que había avisado que sería muy duro para mi venir a ver al Sunny, pero yo necesitaba hacerlo. Tenía de despedirme de él.

Me abracé a mi misma y la mandarina se precipitó al suelo. Enseguida caí yo detrás. Aún abrazándome cerré los ojos con fuerza y mordí mi labio interior. Me permití entonces llorar. Lo más fuerte que pudiera. De todos modos, quién iba a escucharme? Él único que podía, el Sunny, que aún seguía con migo, también lloraba. Yo lo sentía, sentía su dolor. Sentía lo mismo que él. Intenté abrazar el césped mojado para no sentirme sola y él me abrazó también, o eso es lo que yo sentí.

-Duele.-sollocé y el barco crujió como respuesta. A él también le dolía.

El sol desapareció en el horizonte y me quedé a oscuras allí tirada. Recuerdo haber llorado por horas hasta que me quedé sin lágrimas y el dolor pareció desaparecer, vencido por el cansancio y el sueño. Suspire aliviada. Por aquella noche había pasado todo. Sonreí porque os sentí suspirar con migo. Parece que os duele verme llorar porque os oigo a vosotros también hacerlo. Parece que no soy la única que sufre y eso me calma bastante.

Aunque os oigo llorar las noches que yo no lo hago, porque os pensareis que os he olvidado. Simplemente, imposible. Aún mantengo la promesa de aquella noche.

- Os prometo que nos volveremos a ver. Lo prometo...- y caí rendida, sin fuerzas.

No os desesperéis porque yo también lo deseo tanto como vosotros. Nos veremos pronto, más de lo que pensamos. Ya lo veréis...