Sueño Fluoxetinico

Tema en 'Relatos' iniciado por Yumehito, 14 Marzo 2009.

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    Yumehito

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    Sueño Fluoxetinico
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    Sueño Fluoxetinico

    (Había olvidado publicarlo xD)

    Este cuento lo hice para el Concurso de Cuentos a Elección de Sandritah... Lástima que no haya ganado nada, especialmente, porque este es uno de los cuentos que más me ha gustado de todos los que he hecho. Espero que a ustedes les guste o al menos les provoque algo xD

    Muchísimas gracias a Pami(ta) por betearlo. (Te lo dedicaría si no fuera porque dices que te da miedo la oscuridad xD)

    Espero críticas, por favor ToT

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    Sueño fluoxetinico:

    —Por la mierda… Otra vez lo mismo —se sentó en la cama, respirando agitado y con una mezcla de miedo, fatiga, furia y tristeza—. Ya estoy cansado. C-a-n-s-a-d-o. Can-sa-do. ¡CANSADO, POR LA MIERDA!

    Dio un fuerte golpe con el puño cerrado a las sábanas y encendió la lámpara lo más apurado que pudo. La luz le afectaba y hacía doler los ojos, pero definitivamente eso era bueno… Significaba que estaba irradiando toda la habitación, no solo su cara.

    Buscó a tientas en la mesita de noche la maldita caja. Se le confundía entre envoltorios de dulces de limón ya comidos, vasos de agua, algunos bebidos y otros que no; un par de velas, una lamparilla a pilas y muchas de esas por si se cortaba la luz y una carta… Esa carta maldita y tan amada al mismo tiempo.

    Cuando ubicó su medicamento, lo tomó con seguridad entre sus manos. Abrió la caja de Prozac y sacó una tira de esas pequeñas y firmes pastillas. A medida que iba sacando una de su envoltura, se iba tranquilizando más. No sabía con seguridad si era porque lo iba a consumir y lo ayudaría a tranquilizarse o se estaba sugestionando y haciéndose creer que le haría bien tomar una de esas.

    Tomó uno de los tantos vasos de agua. Cuando se lo iba acercando a la boca y se dio cuenta de que no tenía nada, lo lanzó con furia contra el piso, haciendo que se estrellara y rompiera en mil pedazos (Ah, lo recogeré mañana, pensó). Tomó otro que sí tenía agua… Estaba tibia, de seguro había pasado un par de días en su velador, pero no le importó: necesitaba con urgencia tomarse esa pastilla. Al cabo de eso, miró la caja en su mano “Prozac/Fluoxetina, 20 mg.”. Sacó las instrucciones de dentro de ésta. “Esta porquería tiene más contraindicaciones que cosas buenas”, se dijo a sí mismo. Entre las contraindicaciones se encontraba que podía, paradójicamente, darle ganas de suicidarse además de náuseas, vómitos, diabetes, epilepsia, alteraciones bipolares, hipersensibilidad, insuficiencia hepática y renal, entre otras (“¡¿Más todavía?! Ay, Dios Santo…”). Más abajo pudo leer “Úsese bajo prescripción médica. No consumir más de 80 mg. en un día”. No pudo evitar leer esto y reírse. “Me las como cómo si fueran dulces de limón y ahora me dicen esto esos malditos… Imbéciles, no saben nada de nada. Ese estúpido de Martínez (su doctor) debió haber previsto esto.”.

    Arturo pudo sentir, de repente, cómo sus pulsaciones iban apaciguándose, cómo se iba tranquilizando poco a poco. Era como si uno de estos tipos que van por la selva con una cerbatana le hubiese propinado un buen tiro. “¡Ah! La dulce sensación de paz que te proporciona un antidepresivo. En estos momentos es bueno ser un enfermo tan cagado de la cabeza como lo soy yo”. Se aferró un poco más a las sábanas mientras cerraba los ojos. No quería quedarse dormido, sin embargo, ya no aguantaba el sueño… Había pasado 3 días sin dormir y todo por ese estúpido miedo.

    Abrió los ojos rápidamente y miró el velador. La luz estaba encendida aún, por suerte. Sin darse cuenta, su vista se posó en la carta… La carta que Laura le había dejado con tanto amor y odio al mismo tiempo. Quería volver a leerla, pero le daba miedo. Era el último de sus recuerdos, el último vestigio de amor que quedó en la casa, la última discusión antes del punto final. Ella se llevó todo consigo: Su ropa, un poco de comida, uno de los autos, los niños, los juegos, las risas, el sexo… Todo. Incluso se llevó hasta su perfume favorito. Si hubiese sido un poco más amable, estaba seguro de que se lo hubiese dejado a modo de recordatorio. Podría apretar cariñosamente la válvula y de esa forma, el alcohol que contenía el dulce aroma lo seguiría a todas partes, en todo momento. ¡Ah! ¡Maldita sea! La extrañaba tanto…

    Repentinamente, nuestro amigo Arturo recordó el momento en que empezó todo esto… Era una noche de invierno, ¿habrá sido hace unos 7 meses atrás? Estaba durmiendo, soñando apaciblemente, abrazado suave y tiernamente y enlazando su calor al de Laura cuando entonces… “¡Mierda, esta cosa ya no me hace efecto! Deberé tomar otro… No puedo ni mantener una maldita idea en mente.” Acercó la mano nuevamente al velador para alcanzar la tira de Prozac. Sacó uno, dejó la tira donde estaba y miró la mesita de noche. Se dio cuenta de que ya no había ningún vaso que tuviera agua por lo que se levantó del otro lado de la cama (ya que su lado, como recordarán, estaba lleno de vidrios rotos) a ir a buscar más. Volvió, estiró el brazo hasta el velador para dejar el vaso, se acomodó en la cama, arropó y miró al techo.

    “¿Dónde estaba? ¡Ah, sí! Aún recuerdo lo abrazado que estaba a Laura cuando empezó todo esto… Y pensar que mi matrimonio se arruinó en 8 meses, ¡ja! Esa noche, el sexo estuvo magnífico. ¿Habrá sido algo así como un designio? Nah, no creo. Laura lo disfrutó demasiado, aún recuerdo sus gemidos en mis oídos… Creo que desde hacía tiempo no teníamos una verdadera noche de pasión. Desde que concebimos a Rodrigo, me parece. Cerré los ojos y la abracé. Me sentía como todo un macho protegiendo a su princesa. “Nunca te voy a dejar, amada mía, princesa de mi vida” fue lo último que le susurré antes que comenzara la pesadilla. No sé en qué momento ella se transformó, pero cuando volví a abrir los ojos, ella estaba comiendo mi carne, mis sesos… Engullía todo lo que estuviera a su alcance. Aún recuerdo cómo hacía raspar sus filosos dientes en mis costillas. Cuando le llamé por su nombre, levantó la cabeza y apareció ante mí una joven desnuda, empapada en sangre y con la cara desfigurada y diabólica, riéndose a mandíbula batiente mientras la mitad de mi cuerpo era corroído y sangraba. Se parecía tanto a Laura, pero estoy seguro de que no era ella. Ella no sería capaz de hacerme algo así, ¿o sí?… El dolor, la agonía… El miedo…”

    Agarró algo de la mesita y se lo llevó a la boca sin ver qué era. Estaba casi seguro de que era un dulce. “Sabe a medicamento… Específicamente a Prozac. Debo estar consumiendo mucho de estos. Uhmm… Bajaré la dosis, pero da igual, sólo me va a hacer menos efecto y listo”. Al parecer, de cualquier forma, no era un dulce…

    Miró hacia la pared de enfrente y vio que el reloj anunciaba que eran las 3:25 AM. Demasiado temprano para la hora en que él solía cabecear. Ahora, si quería, podía pasar la noche en vela y dormir en el día, a la hora que él sabía que la joven come-humanos no se aparecería… Tenía una licencia médica por tiempo indeterminado y con lo único que debía cumplir era con ir al médico cada cierto tiempo para que lo evaluara y viera si iba peor o mejor… Al parecer, iba empeorando, en todo caso.

    Cerró los ojos con fuerza. Ansiaba leer la despedida de su esposa, su amante, su hermana, amiga y confidente… Aquella que se terminó transformando en la joven de sus pesadillas: Una mujer escuálida que todas las noches lo abrazaba para adormecerlo con un beso y después empezar a comer su cuerpo. “Esta hambrienta, lo necesita. Necesita sentir el sabor de la sangre para sentirse viva, para sentir que tiene un motivo para existir.

    Tomó la carta con las dos manos. Tenía miedo, no el miedo que le tenía a la come-humanos, sino un miedo que se explica en que creyó que si la abría, se volvería en polvo y ya no quedaría nada más de Laura, más que bajar las escaleras y mirar las fotos colgadas de ella, sonriente bajo la luz del sol. “Eran otros tiempos… Nos veíamos tan felices…”.

    “Querido Arturo:
    Sabes que en el fondo de mi corazón te sigo amando, sin embargo, ¡ya no aguanto el hecho de que no me dejes dormir por tus estúpidas desconfianzas, de que no me dejes siquiera darte un beso por miedo a tu “joven come-hombres” (que al parecer, habita en mí) y de que seas un adicto a la Fluoxetina! ¡Despierta, por favor! ¡La situación ya no puede seguir así! Mientras sucedan todas estas cosas, yo NO volveré a la casa. Me llevé a Jacqueline y a Rodrigo conmigo. Contigo nuestros hijos no sobrevivirían ni tres días. Estas ENFERMO, acéptalo. Debes internarte lo antes posible por tu bien, por el de tus hijos… por el mío. Sé que tienes mi número de móvil. No te atrevas a llamarme si no es para decirme que te vas a hospitalizar en una clínica psiquiátrica o en rehabilitación… ¡O en una clínica psiquiátrica que te ayude a superar tu adicción! Llamé al Doctor Martínez y le pedí que ya no te recetara Prozac. No accedió porque estás enfermo. Si estás tan enfermo, ¿por qué no te cuida él mismo y deja de recetarte esa mierda que te hace tan mal? La última vez que me pegaste por quitarte tus pastillas, me dejaste un moretón del porte de Italia. Como dije, fue LA ÚLTIMA VEZ.
    Nos vemos, Arturo… Si bien dije “Hasta que la muerte nos separe”, mi matrimonio contigo acabó desde que empezó todo este asunto, desde que comenzaste a doparte y desde que comenzaste a golpearme. Espero que te mejores.
    Con mucho amor y odio al mismo tiempo,
    (Casi) Siempre tuya,
    Laura.”

    Al terminar de leer, una lágrima amarga se descolgó de la comisura de su ojo izquierdo. “Laurita…”. Pudo darse cuenta que ella también lloró, habían marcas de lágrimas por todo el margen de la carta, incluso la tinta estaba meticulosamente corrida en algunos lugares, como si hubiese sido a propósito, por ejemplo en las palabras “(Casi) y odio”. Jacqui y Rodrigo también debían odiarlo. “¿Qué hace tu papá, Rodrigo? — Mi papá es un maldito enfermo. Ya ni trabaja. Se queda en la casa y se dopa con Prozac”.

    ------------------------------------------​

    “¡Laura, eres tú, amor!” La mujer, de sedoso pelo castaño oscuro y ojos celestes como el cielo, se acercó lentamente, como una pequeña gatita, a Arturo. Llevaba un liviano camisón blanco que acentuaba toda la majestad de su hermosísima figura. Arturo se sonrió y estrechó lo más fuerte que pudo a su esposa entre sus brazos… “Al fin solos, al fin los dos juntos sin nada ni nadie que nos interrumpa.” La besó con pasión. No pudo evitarlo. La extrañaba tanto que hubiese querido estar así por siempre con ella.De repente, la oscuridad. Se paseaba como una fiera enjaulada. No le dio ni tiempo para gritar. El terror, la angustia, algo que se encaramaba en la cama. Unos ojos enormes mirándolo y de pronto un dolor penetrante en el pecho. “Laura, ¡ayúdame!”, pero no podía… Era ella la que lo atacaba. Su sonrisa enferma, dos alfileres enterrándose en su cuello. “Tengo que moverme, ¡muévanse piernas, maldita sea!”. La ansiedad lo agobiaba, Laura lo paralizó.

    — ¿Quieres irte, amor de mi vida? —La mujer lo miró con los ojos lujuriosos por su sangre y se rió sonoramente. —Tú siempre lo supiste, ¿verdad? Laura y yo ya somos una…

    Siguió devorándolo, aterrorizado, ardiendo. Sintió un dolor enajenante. Bajó la vista y vio que con su boca, la bestia había partido su carne en la mitad y se disponía a destruir y devorar. Podía ver su corazón al aire y cómo latía. “El Sacrificio Final”.
    Sacó uno de los pulmones de Arturo y mientras esta le miraba a la cara empezó a chupar uno de los bordes. Le costaba respirar. Hubiese querido morir ya mismo para no ver a su mujer, convertida en un ser monstruoso, mordiéndolo y matándolo lenta y furiosamente.

    ------------------------------------------​
    Más, necesito más… ¡MÁS!”. Se despertó sudando y miedoso. Lágrimas de terror se asomaban en sus ojos y corrían ciega y rápidamente por sus mejillas. El sudor lo bañaba completamente, la cama estaba húmeda. Ella volvió para acosarlo hasta el fin de los tiempos. La carta tenía razón: debía internarse por el bien de todos. Ya habría tiempo mañana para eso, podía esperar. “Las 3:56 AM. Dormí bastante y las consecuencias están a la vista…”. Estiró la mano. Necesitaba otro Prozac, aunque fuese el último de su vida. Cuando lo alcanzó, sacó uno y vio la tira de 8 pastillas ya vacía. “Espera un momento…”. Sacó cuentas: 20 x 8 son igual a 160… “¡160 mg! ¡POR LA MIERDA! Tomé uno a las 10, cuando me levanté. Tomé uno a las 14 y otro a las 16… Tomé otro ya a las 12 de la noche y dos mas recién ¡¿De dónde salieron los otros dos que me tomé?!”. Todo calzó. El dulce con sabor a Prozac y el que estaba a punto de tomarse ahora… 160 miligramos. Dosis letal. El brazo izquierdo y el pecho le empezaron a doler. Era casi comparable al dolor que le provocó la come-humanos. “Taquicardia”. Si iba a morir, no quería que fuera en esas condiciones. Se levantó rápidamente y olvidó los vidrios en el suelo hasta que se los enterró. “¡Ahhhhhh!” El dolor era punzante. Alcanzó el teléfono y marcó el número de emergencias. Debía llamar una ambulancia antes de que fuera tarde. Un charco de sangre empezó a desparramarse por el suelo. Levantó el torso y vio sus piernas y pies con miles de vidrios enterrados por doquier, con la sangre envolviéndolo… Se sintió mareado y, acompañado por el aroma a sangre, vomitó. Ya incluso hasta le dolía marchar los números del teléfono. Cuando lo hizo, empezó a sonar el maldito biiiiip… biiiiip… que significa que está marcando. El dolor aumentó. El Sacrificio llegaba a su fin. Alzó la vista y pudo ver a la mujer come-hombres y a Laura abrazadas. La misma faz, el mismo pelo… Laura acarició el rostro desfigurado de la mujer y empezó a besar en forma erótica sus mejillas. La mujer acarició con una mano la espalda de la esposa de Arturo mientras la otra la posó en sus pechos. Se besaron con pasión. La saliva de las dos se caía y esparcía en los camisones blancos, manchados con sangre. Era como ver un choque de trenes: un espectáculo horroroso. Quieres taparte los ojos, pero no puedes evitar mirar. Las lágrimas se asomaron por tercera vez en la noche en los ojos de Arturo para después detenerse y ver el maquiavélico resultado del juego: La mujer come-hombres comenzó a comer el rostro de la hermosa Laura. Se separaron y ambas lo miraron con satisfacción: La mujer sonreía con la cara atiborrada en sangre y a Laura le colgaba un ojo… Sus mejillas tenían los músculos a la vista y de su boca sólo quedaban sus perlados dientes. Soltaron una carcajada diabólica. “Laura, dile a Jacqueline y a Rodrigo que se cuiden y sean buenas personas en el futuro. Por favor, tú también perdóname todo lo que te hice. Te amo, mi cielo, y siempre te amaré…”. Exhaló el último suspiro y la sangre siguió su curso.

    — Aló, Emergencias… ¿En qué puedo ayudarle?

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    Saludos,
    Nobu​
     
  2.  
    melodia

    melodia Guest

    Re: Sueño Fluoxetinico

    Estubo genial, realmente no me lo esperaba, fue muy original, juro que no despegue la cara del monitor jaja.
     
  3.  
    Sandritah

    Sandritah Usuario popular

    Piscis
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    5 Septiembre 2007
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    718
    Pluma de
    Escritora
    Re: Sueño Fluoxetinico

    Todo lo que yo podía decir de esta historia ya lo dejé claro en la crítica que realicé. Sin embargo, quería recalcar que me gustó. Esa forma de ponerme los pelos de punta cuando ella desgarra su cuerpo, lo mal que se siente el hombre y la decisión que toma al final, son perfectas. En especial me encantó la forma en que, al final, los médicos no consiguen ayudarle y la respuesta de emergencias llega tarde.

    Muy buen trabajo :3.
     
  4.  
    berlinQueer

    berlinQueer Usuario común

    Capricornio
    Miembro desde:
    22 Diciembre 2003
    Mensajes:
    304
    Pluma de
    Escritor
    Re: Sueño Fluoxetinico

    ya te habia dicho darling, lo que pensaba cuando lo lei antes. volvi a leerlo y no pierde emoción... tan cronenbergiano.
     

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