One-shot Spice!

Spice! [Len]



El joven miró victorioso una vez más a su alrededor. Todo lo que quería, lo tenía.
La chica peliazul que estaba recostada a su lado lo miró con una sonrisa de joven enamorada, seguro nunca sospecharía que hasta hace unas horas alguien estuvo acostada en ese mismo lugar.

El teléfono del rubio comenzó a sonar, suspiró pesadamente y contestó con un aire seductor. Miró de reojo de nuevo a la chica de cabellos azules, quien ya se vestía con las ropas del día anterior y se despedía mandándole un beso al aire.

Ilusa.

—¿Sí?
—...
—Ah, eres tú Luka.
—...
—Sí, sí, a las ocho nos vemos en el lugar de siempre hermosa.
—...
—Igual, nos vemos.

Nada ni Nadie parecía llenarlo; satisfacerlo.

¿Era tan difícil?

Llegó a su hogar, su hermana lo recibió con una sonrisa de felicidad, la joven rubia vio que traía la misma ropa de ayer pero optó por no preguntarle nada, prefería no enterarse.

—Ya está el desayuno, hermano. En media hora me iré yendo a la escuela, ¿irás hoy?

El joven sonrió y acomodó con dulzura la diadema blanca de su hermana, besó su cabello y suspiró.

—Iré.

La joven corrió hacia su habitación con alegría y regreso a la cocina donde se encontraban con el uniforme de su hermano en las manos.

—Entonces, toma esto.

El joven rubio agarró su uniforme y miró a su hermana mientras desayunaba.
Realmente ella era hermosa.
Suspiró con pesadez y al oír la puerta contestó de mala gana para saber quién era.

—¡Len! ¡Soy Kaito! ¡Vengo a recoger a Rin-chaan!

Y sin esperar la respuesta del rubio, la joven se levantó de su asiento con rapidez y se miró al espejo, sonrió y con las mejillas rosadas se despidió de su hermano.

—Me adelantaré, Len.

El joven miró con enojo al par alejándose lentamente de su casa.
Estaba enojado. No, estaba más que enojado. Estaba furioso.
Golpeó con fuerza la puerta y sacó su teléfono y se dispuso a marcar al único numero que siempre estaba disponible para él.

—¿Gumi? Soy Len. No iré al colegio, ¿te apetece pasar el rato conmigo?

Al escuchar la respuesta, colgó y giró su cabeza para mirar el espejo al que se había mirado su hermana.

Miró su reflejo y lo único que veía era un rostro furioso y con ira por dentro.
En su cabeza todavía escuchaba resonar la voz de su amigo yendo a por su hermana. Su única hermana.

Salió con su uniforme y se dirigió al colegio. Ya no importaba Gumi, no dejaría las cosas a Kaito tan fácilmente.

—¡Len! ¡Has llegado!
—Leeeen~
—Len, hace mucho que no salimos~

En cuanto entró al colegio, las chicas comenzaron a rodearse alrededor de él. Todas habían estado esperando a su llegada y sentían que el rubio las tenía muy abandonadas. El joven sólo susurraba unas cuantas palabras a sus oídos y ellas mordían sus labios con picardía.

Siempre era igual, siempre el mismo truco.

Miró de reojo a su hermana que se ubicaba en el mismo salón que él.

¿Qué le molestaba tanto?

Tenía todo lo que quería, ¿no?

Sintió una punzadéz en su corazón y cayó en cuenta que le hacia falta una cosa. No, se dio cuenta que solo necesitaba de una cosa para llenarse de felicidad.

Lo que necesitaba estaba frente a él. Lo que necesitaba se llamaba "Rin", y lo que necesitaba estaba interesada en otra persona.

Apretó su puño con fuerza y giró su mirada a quien le estaba enchinando el cabello con su dedo indice.

—Meiko..., ¿estás libre a las seis?

—Para ti, a todas horas.

Sonrió el joven con picardía.
Si no podía tener lo que quería, tendría lo que lo llenaba por instantes. Al menos así olvidaría sus problemas por un rato.

El rubio llegó a su casa a las diez de la noche, la oscuridad lo invadía todo.
El olor a alcohol de su boca empezaba a notarse en su hogar.
¿Por qué había bebido tanto?
Ni el mismo lo recordaba.

Con dificultad y torpemente comenzó a dirigirse a su habitación. Miró la habitación que se encontraba antes de llegar a la suya y contempló la vista que tenía desde el marco de la puerta.
¿Realmente todo acabaría así?
¿Y desde cuando se había enamorado de ella?
Con lentitud se acercó hacia la cama de su hermana y la miró a más detalle.

Cabello rubio y corto; pestañas largas y oscuras; tez blanca y lisa.

Con su mano pasó hacia la frente de la chica y acomodó con delicadeza el fleco de la joven. Mordió con enojo su labio inferior y salió de la habitación.

¿Qué estaba haciendo?
Sentía algo por su hermana, y no lo podía evitar.
De sus ojos empezaron a brotar lagrimas y cayó en cuenta de algo que no habia notado hasta ahora: nunca tuvo lo que realmente quiso en toda su vida.

Patético. Había perdido contra el chico peliazul amante de los helados.
Muy patético.