Colección Songs and tales upon the sea of clouds [Genshin Impact UA]

Tema en 'Mesa de Fanfics' iniciado por Gigi Blanche, 11 Mayo 2023.

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  1. Threadmarks: I. Bosque de Piedra Huaguang
     
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Escritora
    Título:
    Songs and tales upon the sea of clouds [Genshin Impact UA]
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    2172
    N/A: belu: vamos a hacer una colección de drabbles
    also belu: *2k*

    HEYO con el juego de Gabi se nos ocurrió aprovechar la excusa para rellenar empty spaces de la timeline de Annita y Aleck. La idea sería que esta colección englobe sus aventuras y anécdotas durante los años que pasaron juntos en Liyue according to LORE so thats that

    Rider welcome welcome, mah boi. La idea ya la habíamos hablado but still, i hope u like it <3

    A que no se imaginan cómo hackeé el sistema para meter la prompt que me tocó aquí JASJAJAJ

    Los títulos de los fics de momento van a corresponder al lugar de Liyue donde transcurren porque no se me ocurrió nada mejor :D





    .

    - Minlin -

    Bosque de Piedra Huaguang

    华光林
    bosque de luz brillante


    .
    .
    .

    —¿Falta mucho, Annie?

    —¡No puede ser que ya estés cansado! ¡Y te haces llamar aventurero!

    La risa de Anna lo alcanzó desde más arriba y Aleck suspiró, volviendo a buscar la próxima saliente de la cual agarrarse. La queja no había surtido efecto, sólo tocaba… aguantar, suponía. Ni siquiera quería mirar abajo. Era un muy honrado miembro del Gremio y había vivido ya incontables aventuras junto a sus compañeros, ¡p-pero esas montañas eran condenadamente altas! El tal Morax estaba loco para haber creado picos tan pronunciados, ¡y sus feligreses también! ¿Acaso la gente en Liyue arriesgaba su vida como pasatiempo?

    Tras otro rato de escalada, finalmente alcanzaron una porción de terreno horizontal. Era pequeño, si acaso cabían ellos y uno de los árboles que se enroscaba hacia la cumbre, pero servía como descanso. Aleck se sentó en el césped, suspirando, y Anna le dejó… ¿cuánto? ¿Quince segundos de prórroga? Enganchó sus brazos bajo los del muchacho y lo forzó a incorporarse de un movimiento rápido. Vaya que tenía fuerza, y siendo tan pequeñita.

    —¡Vamos, vamos! Ya falta poco, ¡es el último tramo!

    Por todos los Arcontes. Al menos era cierto. Sólo tuvieron que escalar un par de metros y finalmente alcanzaron la cima. Lo primero que llamó la atención de Aleck fue que el piso era de círculos de piedra blanca y estaba diseñado en patrones espiralados. También había una estatua de grulla en el centro. El viento le azotó el cabello y giró sobre sus talones, maravillado con el paisaje. El manto de nubes se deslizaba con pereza muy por debajo de ellos, era blancuzco, vaporoso, y a duras penas permitía entrever el suelo. Los picos montañosos se alzaban en todas direcciones, delgados y escabrosos, replicándose hacia el horizonte.

    —Te dije que valía la pena —murmuró Anna, de pie a su lado—. Bienvenido al Bosque de Piedra Huaguang.

    Aleck estuvo a punto de responder cuando reparó en la gran cantidad de puentes de madera que serpenteaban entre los picos rocosos, conectándolos en varias alturas y direcciones. Había escaleras, también, cornisas y casetas. Frunció el ceño, indignado.

    —Había todo eso… ¿y nos hiciste escalar como Celestia nos trajo al mundo?

    Cuando volteó a verla, Anna ya tenía encima la sonrisa inocente y supo que discutir sería inútil. Bufó, algo exasperado, y se rascó el cabello de la nuca.

    —Anda, Aleck, no te pongas así. ¿Y tu espíritu de aventura? —Inmune a la molestia del muchacho, Anna buscó sus hombros y lo instó a girarse—. Si hubiéramos usado los puentes no habría podido mostrarte esto.

    Detrás de la montaña sobre la cual se encontraban se escondía un pequeño oasis. Rodeado por enormes piedras y frondosos árboles de avellana, poseía una pequeña laguna decorada con nenúfares y flores de loto. El agua, por alguna razón, se veía de un color casi esmeralda, y en el centro, sobre una pequeña porción de césped, se alzaba un único avellano. Aleck entrecerró los ojos, inclinándose. ¿A la sombra del árbol había… una mesa con banquetas de piedra?

    —No podemos bajar —aclaró Anna, en voz baja—, a menos que en tus planes del día esté enfurecer a un Adeptus, claro. Supuestamente esta es la morada de Preservadora de Nubes. Te he hablado de ella, ¿la recuerdas? Luce similar a una grulla y es la maestra de Ganyu, la chica tan amable que trabaja en el Pabellón Yuehai.

    —La que es mitad Adeptus.

    —¡Sí, esa! —Ambos observaron el oasis bajo el cálido sol de la tarde—. A decir verdad, toda esta zona de Minlin se considera hogar de los Adeptus y durante muchísimo tiempo apenas fue visitada por los humanos. Pero en los últimos años, desde la muerte de Morax, nuestra relación ha mejorado. Nin-nin es quien se encarga de todos esos procesos diplomáticos, claro, ¡pero mira! Incluso consiguió establecer aquí un centro de esquí.

    Aleck había permanecido tan ofuscado por la escalada, primero, y por las historias después, que había olvidado por completo el propósito original de esa travesía. La palabra clave lo regresó a tierra y volvió a girarse, hacia el Bosque de Piedra y el manto de nubes. ¿Esquí? ¿Cómo se suponía… que esquiaran ahí?

    Por Barbatos, esto le gustaba cada vez menos.

    —Hablando de eso, ¿sí trajiste tu planeador, cierto? —agregó la chica.

    Aleck rebuscó en la bolsa que llevaba a la espalda y desplegó el aparato, totalmente resignado a seguir el flujo de acontecimientos. Ya no podía echarse atrás, de todos modos. Además, Anna lucía muy emocionada por todo el asunto y verla así lo ablandaba un poco. Sólo un poquito.

    —Tenemos que aterrizar allá —indicó la morena, señalando uno de los picos centrales mientras se aferraba al cuello de Aleck—. En el Bosque de Piedra soplan muchas corrientes verticales de aire. Te ayudarán a planear, pero te aviso para que las tengas en cuenta.

    El castaño rodeó su cintura y, con la mano libre, sostuvo el planeador sobre su espalda. Desde que llevaban juntos en Liyue se habían valido de ese método infinidad de veces, era incluso más eficiente que en Mondstadt debido a las enormes altitudes de la Nación de los Contratos. Otra vez, ese Morax estaba loco.

    Aterrizaron en un pico donde había una caseta muy pintoresca. Seguían por encima del manto de nubes, aunque lo tenían tan cerca que Aleck debió controlar el impulso de pretender tocarlo. Anna se acercó a la construcción y saludó a la muchacha sentada afuera, bebiendo una taza de té con gran serenidad.

    —¿Han venido a esquiar? —les preguntó, cortés.

    Aleck empezó a comprender el sentido de todo aquel delirio cuando la joven regresó de adentro de la caseta con dos tablas. Eran muy similares a las que utilizaban en Mondstadt para divertirse en Espinadragón, pero estas eran de piedra y lucían más robustas. Pesadas, también. Por debajo de las vetas serpenteaban hilillos de un ámbar cristalizado, opaco.

    —¿Lo han hecho antes? —consultó la empleada.

    —Yo sí, pero él no —respondió Anna velozmente, con una sonrisa traviesa que delataba sus intenciones.

    —Oh, entonces permíteme que te explique. —La muchacha se acercó a Aleck y posó la tabla frente a sus pies; la manejaba con gran soltura—. Este invento se lo debemos a Preservadora de Nubes, la Adeptus que habita allí, en la Montaña Aozang. Hay mucho que desconocemos de la tecnología de los Adeptus y, pese a que tuvo la amabilidad de obsequiarnos estas tablas, nunca nos explicó su funcionamiento interno. En resumidas cuentas, el ámbar del núcleo resuena con los minerales de la ladera y genera un efecto magnético que mantiene la tabla suspendida a pocos centímetros de la roca. En tanto enganches bien los pies y la montes con cuidado, no te ocurrirá nada malo. Es un dispositivo muy estable.

    Sonaba complicado, pero Aleck suponía que tenía sentido. Además ya era un deporte establecido en Liyue y Anna lo había hecho decenas de veces. ¡Había hasta una empleada! No… no había riesgo, ¿verdad? Cuando volteó a ver a su amiga, ella ya se había subido a su tabla y le dedicó una amplia sonrisa, llena de confianza.

    —¡Sólo haz lo que yo! Ya verás que es super fácil. Lo único, fíjate donde aterrizas.

    Y sin esperar mucho más, balanceó la tabla con sus piernas y desapareció colina abajo. Aleck se apresuró hasta el borde pero, con el manto de nubes entremedio, no logró ver mucho. Un grito de pura adrenalina hizo eco entre las montañas y se perdió, dejándolo a solas con la empleada. Suspiró.

    —Ni siquiera te pagó, ¿cierto?

    La muchacha rió suavemente y aceptó las monedas que Aleck depositó en la palma de su mano. Anna tenía… razón, ¿no? Podía ser atolondrada pero en líneas generales también era amable y atenta. Si se estaba tomando el asunto con tanta ligereza debía ser porque no había peligro alguno.

    O porque la gente en Liyue, otra vez, estaba loca.

    —Muy bien… —Tomó aire, armándose de valor, y acercó la tabla al borde.

    Enganchó sus pies sobre el dispositivo, fue bastante sencillo y comprobó que hubieran quedado bien amarrados. El ámbar de las vetas, antes opaco, había comenzado a brillar.

    —Tu amiga tiene razón —murmuró la joven tras su espalda, concediéndole una sonrisa de despedida—. Relájate y disfruta la pendiente, es una experiencia increíble.

    ¡Bueno, ya estaba! Respiró muy hondo, sacudió las manos y se inclinó hacia adelante. Había experimentado incontables peligros en sus aventuras, ¡hasta se había enfrentado a la tormenta de Dvalin! ¡Esto era pan comido! Se inclinó un poco más, balanceó la tabla y…

    El vértigo le dio un golpe en el estómago, se hundió en el manto de nubes y, pocos segundos después, el mundo se abrió ante sus ojos. Iba a una velocidad absurda y el viento le pegaba en la cara, pero la tabla parecía moverse por sí misma. Se deslizaba sobre la ladera suave, precisa y sin golpearse contra la textura irregular de la piedra. Tecnología Adeptus, ¿eh? Más bien parecía magia.

    Su mente se había vaciado, una mezcla de miedo, emoción y adrenalina le hervía en la sangre y en medio del descenso soltó un grito desde lo más hondo de sus pulmones. Podía sentir a Barbatos junto a él, su Visión parpadeando como loca. Pocas veces se había sentido tan… libre como en ese momento.

    Cuando bajó la vista, divisó a Anna. Estaba saltando y aplaudiendo sobre su cabeza, exclamando cosas incomprensibles que, obviamente, serían palabras de aliento. Al menos en su cabeza, claro. Conforme se fue acercando, la expresión en su rostro se le antojó menos alegre que antes y Aleck frunció el ceño, confundido. Los gritos fueron tomando forma de a poco, hasta que fue demasiado tarde.

    —¡El agua! —exclamaba—. ¡Cuidado con el agua!

    Ah, le había dicho que se fijara dónde aterrizaba… ¿cierto?

    No tuvo tiempo de nada. Con la misma velocidad que traía, la tabla se hundió en el agua y Aleck, por supuesto, desapareció con ella. No era profundo, sólo lo suficiente para empaparlo de pies a cabeza. El muchacho batalló entre contener la respiración y desengancharse los pies para finalmente salir a flote, tomando una amplia bocanada de aire. Anna estaba a la espera, preocupada, pero apenas lo vio aparecer, soltó la carcajada.

    —¡Arcontes! ¡Te dije que tuvieras cuidado! —exclamó entre las risas.

    Aleck resopló y nadó hasta la costa, atravesando los lotos. Salió chorreando agua y se dio la vuelta, observando el lugar. El terreno estaba anegado y varias montañas surgían del interior del pantano.

    —¿Cómo se suponía que esquivara el agua? —inquirió, confundido.

    Anna, secándose las lágrimas, recuperó algo de compostura para responder.

    —Antes de hundirte tienes que pisar la tabla con fuerza, para que se despegue de la ladera. Son muy pocos metros hasta aquí, así que aprovechas la velocidad residual para “patinar” sobre el agua. Una vez en tierra, la tabla recupera la estabilidad y el ámbar entra en reposo.

    —Muy bien, ¿y se suponía que adivinara todo eso? —replicó, indignado, y Anna volvió a reírse.

    —Perdón, pensé que te darías cuenta. —Alzó la mano y se puso de puntillas para palmear su cabeza un par de veces—. ¡Igual lo hiciste muy bien! Ese es mi aventurero favorito~

    El castaño desvió la mirada, notando un ligero ardor en las mejillas. Aún se sentía un poco avergonzado, pero la experiencia había sido realmente increíble y, chapuzón o no, era algo que lo acompañaría el resto de sus días. Estaba seguro.

    —Bueno, ¡andando! Hay que devolver estas.

    Anna calzó su tabla debajo de su brazo sin problema y Aleck dio un respingo, viéndola empezar a caminar.

    —¡Annie, espera! ¡Tengo que…!

    —¡El último es un chile podrido!

    ¡Que tenía que buscar su tabla adentro del pantano, joder! Se lanzó al agua de cabeza, apresurado, y así se siguiera quejando y resoplando, no podía negar que sus aventuras con Anna siempre, siempre eran inolvidables.



    Ya que saqué fotitos en el juego para usarlas de referencia, las dejo también acá <3

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  2. Threadmarks: II. Casa de Libros Wanwen
     
    Gigi Blanche

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    Songs and tales upon the sea of clouds [Genshin Impact UA]
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    Para todas las edades
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    Total de capítulos:
    2
     
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    2339
    N/A: un día una sólo se despierta de la siesta y dice "¿y si retomo la colección que lleva un año muerta?". Esta idea la tuve en mente desde que largué el primer capítulo, pero me hice mucho lío estructurándola y al final ahí quedó. Pensé que me había quedado un registro escrito de lo que había pensado pero resultó que no, o si sí no lo encontré, así que jalé de lo que recordaba y el resto surgió sobre la marcha.

    Lo escribí con calma y sin complicaciones y lo disfruté mucho. Me hace muy bien al alma todo lo relacionado al Genshinverse(??) de Annita y Aleck, y estos fics tan lighthearted son terapéuticos. Rider heyo mah boy, surprise JAJAJA hope u like it <3

    Evidentemente esta colección empezó siguiendo una actividad de Gabi, pero tampoco pude encontrarla. Hoy no fue mi día para jugar a ser detective.





    .

    - Puerto de Liyue -

    Casa de Libros Wanwen
    萬文集舍

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    —¡Buen día, Jifang! Me encanta tu labial, ¿es nuevo?

    La dependienta de la tienda soltó una risilla educada ante las palabras de Anna, cerrando los ojos brevemente y ladeando la cabeza un par de centímetros. Llevaba el cabello corto, color chocolate, y un vestido oceánico con el estilo clásico liyuense que Aleck se había acostumbrado a ver. Era una mujer bastante joven y sus ojos dorados se deslizaron al muchacho apenas un instante, esbozando una pregunta silenciosa.

    —Tan observadora como siempre, señorita Anna —respondió, con modestia.

    —¿Se lo compraste a Ying’er? —La mujer asintió—. Oh, tengo que visitarla. Hace mucho que no voy a su tienda.

    —Le encanta innovar. La última vez que nos vimos me comentó que estaba incurriendo en la elaboración de maquillaje con compuestos orgánicos y me dio algunas muestras gratis. —Se inclinó ligeramente hacia Anna, señalando sus labios con el meñique—. Incluso conserva el perfume de las flores de seda.

    Anna olfateó el aire sin acercarse demasiado y sonrió muy amplio. Aleck la imitó con disimulo, presa de la curiosidad, pero él… no sintió nada. ¿Sería un secreto femenino? ¿Super sentido del olfato o algo así?

    —Sólo a Ying’er se le ocurriría hacer un labial con flores de seda —comentó la chica, riéndose, y apoyó una mano en el hombro de su amigo a tientas—. Este es Aleck, por cierto, un aventurero de Mondstadt.

    —Encantada de conocerte —concedió la dependienta, agachando la cabeza con un movimiento grácil, y Aleck hizo lo mismo con más torpeza.

    —¡Lo mismo digo, señorita Jifang!

    Aún intentaba habituarse a las costumbres de Liyue y las reverencias, sin lugar a dudas, seguían saliéndole rígidas y nerviosas. Las personas allí eran muy amables y serviciales, pero también sentía una distancia irreparable entre ellas. Se alejaba mucho de las confianzas que se tomaban los borrachos de Mondstadt y sus compañeros de gremio, sin lugar a dudas. Toda Liyue se sentía como una sociedad increíblemente organizada, donde cada quien cumplía su pequeño papel y mantenía la máquina funcionando sin descansos ni interrupciones.

    Tenía sentido, ¿no? Tratándose de la nación de Rex Lapis.

    —Qué muchacho adorable —murmuró Jifang, provocándole un muy ligero rubor a Aleck, y regresó su mirada dulce a Anna—. ¿Se conocieron en los viajes de la Compañía?

    —Sip, en el Ludi Harpastum del año pasado. —Se rió al evocar aquellos recuerdos cálidos—. Había salido a recorrer los alrededores de la ciudad antes de la presentación y nos chocamos en Levantavientos. Quiero decir, literalmente nos chocamos.

    —Suena a una gran manera de iniciar una gran amistad, ¿verdad?

    —¿Conoce Mondstadt, señorita Jifang? —inquirió Aleck, sintiendo curiosidad tras notar que Anna le nombraba locaciones específicas y ella no preguntaba.

    La mujer abrió suavemente los ojos y asintió, apoyando sus manos sobre el mostrador que los separaba. A su alrededor, en segundo plano, se deslizaba el bullicio y la algarabía del boulevard de la Pendiente Feiyun, con los transeúntes recorriendo, los comerciantes anunciando sus productos y los turistas admirando cada pequeño detalle del Puerto de Liyue.

    —Así es, tuve la oportunidad de viajar una vez cuando era muy joven. —Su sonrisa se ensanchó—. Siempre sentí un interés apasionante por los libros y, cuando supe de la enorme biblioteca que administran los Caballeros de Favonius, me propuse visitarla a como dé lugar. En Liyue no se ha visto una cosa así nunca, es fascinante.

    ¿Cómo había logrado que Lisa le permitiera el acceso? Esa mujer era muy vaga y aún más quisquillosa respecto a su adorada biblioteca. Cualquier civil ajeno a los Caballeros debía presentar una solicitud escrita que tardaban semanas en procesar y que, quizá, igual acababan rechazando. Aleck se sintió incrédulo pero intentó no demostrarlo, considerando que preguntar habría sido descortés.

    Sus esfuerzos, sin embargo, no parecieron bastar.

    —Conseguir acceso a la biblioteca es difícil, lo sé —concedió Jifang, risueña, y una chispa de orgullo iluminó su voz—. Mi marido es un ávido coleccionista de libros antiguos y muy extraños; bueno, por ese entonces sólo éramos buenos amigos. Digamos que… la señorita Lisa no pudo negarse a la oferta que le realizamos.

    —¡La sobornaron! —exclamó Anna, acentuando el dramatismo de la acusación, y la sonrisa de la dependienta alegó una inocencia que la delató.

    —Saber negociar es una de las nobles características que heredamos del gran Rex Lapis, ¿verdad?

    —¿Sí? Pensé que era la parte de respetar los contratos.

    —Esa también, por supuesto.

    Aleck intercambió la mirada entre ambas, algo confundido, y volvió a relajarse en cuanto las oyó reírse a la par. Bueno, la gente en Liyue era muy formal, pero esa quizá fuese su primera impresión o lo que le permitían ver como forastero. O quizá fuera la personalidad de Anna, que se corría de lo usual y empujaba a los demás a relajarse un poco. De la forma que fuera, le alegraba ver que se llevaran tan bien.

    —Por cierto, ¿qué los trajo por aquí? —inquirió Jifang, una vez la broma se evaporó.

    —¡Ah, es verdad! —Anna dio un respingo, arrancándole otro a Aleck—. Xingchiu nos envió a retirar un libro a su nombre.

    —¿El joven amo? Lo estaba esperando, sí. Aguarden un minuto, por favor, que lo buscaré en el depósito.

    La dependienta se dio la vuelta y desapareció detrás de las estanterías, hacia un lugar que… Aleck no pudo ver, por mucho que se estiró hacia el costado. ¿Dónde se suponía que estaba “el depósito” si aquella tienda se ubicaba en las escalinatas, al aire libre? ¿Acaso estaría conectada al edificio detrás? ¿O sería bajando?

    —Oye, Annie… ¿Annie?

    Se volteó al no recibir respuesta y descubrió que la chica se había ido de su lado. La encontró más allá, frente a las estanterías llenas de libros, con las manos recogidas tras su espalda. La observó un instante y sonrió, yendo a su encuentro.

    —¿Te gusta leer, Aleck?

    —Nunca me he hecho el tiempo, la verdad… —reconoció, ligeramente avergonzado—. Ya sabes, ¡siempre hay una aventura que perseguir!

    Anna se rió y su atención se enfocó en un libro particular. Cuando lo extrajo de la repisa, Aleck detalló su portada: el fondo cerúleo, la medialuna translúcida y las cañas de bambú sobre el manto estrellado. Le dio la sensación de que estaban meciéndose gracias a una brisa invisible.

    —El Bosque de Bambú a la Luz de la Luna —pronunció Anna, abriendo el libro, y la encuadernación emitió un leve quejido—. Es un clásico liyuense, lo leí varias veces de pequeña. Es sobre un muchacho que se pierde en la falda del Monte Chingtsé, en el bosque de bambú, y experimenta sucesos extraños. Te he hablado, ¿cierto? De la Aldea Chingtsé.

    —¿Sucesos extraños cómo? —reclamó Aleck, demostrando claramente adónde se había ido su interés… o su preocupación.

    Anna despegó los ojos del libro para detallar su semblante y soltó una risilla. Echó un vistazo a su espalda, comprobando que Jifang aún no venía, y se sentó en el suelo, con la espalda contra la estantería. Aleck la imitó al cabo de algunos segundos, luego de que su amiga lo instara a ello.

    —Hmm, está incompleto —advirtió Anna, pasando las páginas sobre su regazo—. La historia tiene cuatro volúmenes y algunas ediciones son recopilatorias, pero se ve que esta no. Faltan el primer y… el último capítulo. Bueno, tendré que hacerte un pequeño resumen.

    Apoyó su mano en la hoja y miró a Aleck, quien se removió ligeramente con toda su atención puesta en la historia que estaba a punto de oír. La chica, entonces, comenzó a relatar en el tono suave y constante que muchas veces empleaba sobre el escenario.

    —Un muchacho deja su aburrido pueblo natal y se pierde en un bosque de bambú durante el crepúsculo. ¿Con qué sueños antiguos soñará allí? Hay muchas leyendas de zorros en los bosques del Monte Chingtsé. La anciana de la aldea le había advertido que no se acercara demasiado a la procesión de la boda de los zorros, ya que corría peligro. “¿Qué harás si te roban el alma? Quizás te conviertan en una corneta, unos platillos o un tambor”. Pero el muchacho, testarudo, no hizo caso. Serpenteando el camino, escaló rocas mojadas y recorrió caminos de piedra cubiertos de musgo hasta llegar a la orilla del bosque esmeralda del Monte Chingtsé. Pero nada encontró allí y, decepcionado, siguió adentrándose en sus profundidades…

    Anna esbozó una sonrisa al notar la atención con la que Aleck seguía el relato, y para no distraerlo demasiado, le indicó sutilmente que bajara su vista al libro. Retiró la mano de la página y siguió leyendo, habiendo alcanzado el segundo capítulo.

    —Cuando la luna se eleva en el cielo nocturno, el muchacho se encuentra con una joven en el bosque de bambú. Pero ¿será ella una Adeptus, o se trata de una trampa urdida por algún monstruo? Una voz sorprendió al chico. La esbelta figura de una mujer que vestía de blanco estaba parada al lado de un manantial burbujeante. Las perlas de su ropa brillaban, y sus ojos dorados se confundían con los últimos destellos del sol crepuscular.

    Anna fue saltándose fragmentos y rescatando otros para presentar una versión condensada de la historia. La mujer poseía una actitud burlona que irritó al muchacho, pero finalmente le ofreció su ayuda y él la aceptó. Al tocarla, sintió su mano fría y húmeda, y entonces recordó las historias de la anciana.

    —“Los demonios y fantasmas son producto de la condensación de las ánimas de aquellos que murieron con resentimiento. Las ramas y los tallos de bambú que crecen a su alrededor se marchitan poco a poco y los cuerpos de las personas allí enredados se corrompen”. Lentamente, el sol se ocultó detrás de las montañas, tiñendo el cielo de azul en un instante, y el joven pensó en la mano de la mujer. ¿Acaso ella era un demonio del bosque?

    Anna se detuvo y Aleck la miró con insistencia, ligeramente ansioso.

    —¿Termina ahí? ¿Qué ocurre después?

    —¡Lamento la demora, chicos! —Jifang emergió de repente, sorprendiendo a ambos—. El pedido del joven amo se me había traspapelado… o, mejor dicho, me lo traspapelaron.

    Anna soltó una risilla mientras se incorporaba y sacudía suavemente la falda de su vestido, reuniéndose frente al mostrador con la mujer. Aleck, en vez de seguirla, le había quitado el libro de las manos y se quedó hojeándolo.

    —No pasa nada, nos entretuvimos leyendo —respondió, con calma.

    —Oh, ¿El Bosque de Bambú? Por desgracia no he conseguido la edición recopilatoria, sólo tengo algunos volúmenes sueltos.

    Anna le echó un vistazo a Aleck antes de inclinarse hacia Jifang y bajar la voz.

    —¿Sabes dónde puedo comprar los demás capítulos?

    —¿No lo tienes en casa? —indagó la mujer, confundida, y Anna sonrió.

    —Sí, pero me gustaría regalárselo.

    La dependienta deslizó la vista a la espalda del muchacho, su gesto se suavizó y, tras escribir rápidamente una notita, se la dio a Anna.

    —Aún siendo un clásico, ya es uno muy antiguo. Las únicas ediciones en circulación llevan varios años en el mercado y a veces es un poco complicado rastrearlas. Pregúntale a estas personas, aunque no los tengan seguro podrán ayudarte. —Le sonrió, la chica le agradeció en silencio y estampó el libro de Xingchiu sobre la mesa, arrancándole un respingo a Aleck—. ¡Bueno! Aquí está. Lo había dejado pago, así que no me deben nada.

    —Muchas gracias, Jifang.

    —Gracias a ustedes por pasar a saludar. ¡Nos vemos!

    Aleck devolvió el libro a su lugar, inclinó su cabeza a la pasada y no tuvo tiempo de hacer mucho más. Anna atrapó su muñeca y lo arrastró escaleras abajo hasta alcanzar el boulevard, el cual comenzaron a transitar en dirección a la Terraza Yujing.

    —¿Fue idea mía o la actitud de la señorita Jifang cambió… repentinamente? —inquirió Aleck, confundido.

    —Es que se enfadó —resolvió Anna, despreocupada, junto a una risa breve—. ¿Notaste cómo se quejó de que le desordenaron el depósito? Hablaba de su esposo. Es un… lío recurrente entre ellos, digamos, muchas veces no se ponen de acuerdo en la administración de la tienda y es gracioso, son como dos niños peleándose. Lo importante es que cumplimos nuestra misión.

    Anna alzó el libro para Xingchiu en el aire, triunfante, y Aleck sonrió.

    —¿Dónde debemos dejarlo ahora?

    —Dijo que un empleado del gremio de su familia nos esperaría afuera del Ministerio. El de Asuntos Civiles, quiero decir. —Miró a su amigo y volvió a reírse—. No tienes idea de qué te estoy hablando, ¿verdad?

    —¡Es que Liyue es muy grande!

    Anna se siguió carcajeando y se enganchó a su brazo, arrastrándolo con cierta torpeza.

    —¿Cómo? ¿Que te haga un décimo quinto tour por la ciudad? ¡No se diga más!




    El libro que cito es uno que se recolecta en el juego, acá lo dejo linkeado.
     
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