Sobrevivir

Para la actividad Sobrevivientes de @Fenix Parker.

Mi primera historia en este tipo de género. Disfrútenla :)

Sobrevivir​

Como un acto involuntario sus uñas se hunden contra el grueso tronco del árbol al mismo tiempo que entre-busca agazaparse lo máximo posible sobre la gruesa rama de la que cuelga, resguardado hasta ahora entre las hojas verdes. Abajo, la horda de zombis deambula con languidez alrededor de su escondite, gruñendo hambrientos y arrastrando sus miembros al caminar en pos de carne fresca y, en lo posible, humana. Damián agradece —una vez más— el hallarse en tan buen estado físico como el poseer rápidos reflejos para ser un simple amateur en los deportes. De lo contrario, sabe que no habría podido eludir con tanta tenacidad a aquellos horribles monstruos cuando surgieron repentinamente de la nada ante él.

El agudo y rítmico pitido de su reloj lo sobresalta abruptamente, casi provocándole una dolorosa y muy vulnerable caída. Una situación que sin duda lo habría enviado a su drástico final.

Permanece observando el aparato sin comprender lo que anuncia durante los primeros cinco segundos hasta que cae en la cuenta de qué es lo que significa —¡7 AM! ¡Hora de elongar!— y sabiamente lo apaga. Sinceramente desconoce cuán sensible pueda ser la audición en un zombi, mas no siente ni la mínima pizca de curiosidad necesaria para llegar a tratar de averiguarlo.

—Siete en punto. Y aquí —sentencia en tono lúgubre, arrancando una hoja de las que lo rodean al azar; la gira entre sus dedos con cierto aire ausente, absorto en el momento antes de dejarla caer— es cuando comienza el mismísimo infierno.

Y, para su desgracia, no se equivoca en cuanto al pronóstico.

A medida que el tranquilo e invariable barrio de Luna y Azul comienza a despertar para un nuevo, apacible y prometedor día de enero, son los gritos y lamentos de los habitantes aledaños a esa plaza los que se hacen resonar, haciéndose eco indiscriminadamente por entre las calles y caminos, alertando así al resto de la población de que algo peligroso e implacable ocurría. Algo que estaba atentando contra la propia humanidad.

Pronto las sirenas de los patrulleros abandonando la comisaría del barrio se alzan con estrépito por encima del incipiente caos y con toda esa algarabía matutina, la atención de los últimos muertos-andantes rezagados es finalmente alejada de allí.

—Momento de ponerse en acción —murmura.

Dirige una última mirada a su alrededor, comprobando y asegurándose de que el peligro ya ha pasado para él. Ágilmente baja del árbol, en completo estado de alerta, y se encamina en dirección contraria a la hecatombe. Sirviéndose de toda la vegetación como resguardo comienza su marcha, centrando sus esperanzas en la estación del ferrocarril, estando al tanto de que en aproximadamente cinco minutos más estaría llegando un tren que podría significarle la salvación.

No tiene ni idea de hacia dónde debería ir o qué lugar existente podría auxiliarlo contra la locura de un mundo acechado por cadáveres revividos. De momento lo que sabe es, con suma certeza, que su amada patria ya no es segura y que si lo que de verdad quiere es sobrevivir tiene que dejarlo todo atrás de inmediato. Su hogar, sus amigos. Incluso a…

—No. —La realización asalta su mente como si de un violento choque automovilístico se tratara, eliminando sus defensas. Huir ahora implicaría abandonarla para siempre. Sería darle la espalda sin remordimientos y dejarla atrás a su bendita suerte.

Tal y como la pequeña fracción cobarde de su ser bramaba por cumplir. Lo importante aquí era él, lo primordial era ponerse a salvo y luchar por subsistir por lo menos treinta años más aunque eso fuera en una Tierra apocalíptica.

Damián sabe que jamás podría perdonárselo.

Se da media vuelta, listo para iniciar una acelerada carrera hasta el pueblo cuando todo pensamiento racional lo abandona ante la presencia de aquella figura marchita ante sus ojos. Incrédulo y atemorizado, su primera reacción es dar un paso hacia atrás antes de que su cuerpo se congele a causa de la impresión.

Un zombi. ¡Tiene un zombi justo frente a él, bloqueándole el paso!

La “criatura” permanece en aparente calma, bamboleándose de un lado para el otro debido a la falta de equilibrio. Su cuerpo ajado por la putrefacción y las circunstancias apenas si cumple con lo más elemental en cuanto a vestimenta se refiere pese a que ésta se encuentra toda desgarrada y cubierta de sangre y lodo. Ambas sustancias —nota horrorizado— en estado fresco.

El gruñido animal que brota desde lo más hondo de aquel destartalado pecho le trae escalofríos y el único pensamiento coherente que Damián puede hilar y repetirse a sí mismo es que por favor sus cordones no se hallen desatados.

Cuando el zombi se arroja sobre él, es su cuerpo el que actúa evadiendo el ataque mientras su mente se encuentra inmersa en un extraño tipo de ensueño caótico en donde sólo puede contemplar con exasperante parsimonia toda la situación transcurriendo a cámara lenta junto al helado y cruel conocimiento de que ya es hora de su muerte.

—¡Grr! —gruñe la bestia al perderlo de vista. Se tambalea hacia adelante varios pasos por el impulso antes de conseguir frenar. Gira la cabeza de izquierda a derecha, olfateando el aire ruidosamente hasta captar nuevamente el olor que persigue para el espanto de su presa humana.

Lo siguiente a continuación ocurre tan deprisa que Damián apenas si es capaz de procesarlo en cuanto empieza a obrar. No obstante, el recuerdo de una sonrisa desdentada, tan cruel e innatural se convertiría en un condimento infaltable para sus pesadillas.

Presenciar algo tan grotesco y repulsivo hace un clic en su interior, como si alguna especie de interruptor de piloto automático se hubiese activado en su sistema. Se agacha lo suficiente para palpar la superficie del suelo con su palma y en ningún momento aparta la vista de su enemigo. En cuanto sus dedos la rozan, toma la piedra entre sus manos calibrándola y en un practicado movimiento la avienta hacia adelante con todas sus fuerzas. El proyectil cruza la corta distancia como un relámpago, estrellándose con un repugnante sonido a hueso quebrado en medio de las vacías cuencas blancas.

Damián no se queda para comprobar cuán efectivo habrá resultado su lanzamiento, aunque duda que hubiese sido suficiente para matarlo. Seguramente sólo lo mantendrá aturdido por un largo tiempo. De todos modos, lo esencial ahora es ponerse en movimiento.

Tiene alguien por quien vale la pena arriesgarse.

Antes de comenzar, recoge un par de piedras moderadamente puntiagudas y se las guarda en los bolsillos de la campera. Sabe muy bien que no serán suficientes para hacer frente a semejante apocalipsis, pero al menos cuenta con algo hasta que pueda hacerse con algún arma contundente en el camino. Si hace tiempo quizás logre recuperar algún bate o incluso palo de hockey de su casa para defenderse.

Comprueba la hora. Siete y veintidós.

El corazón le da un vuelco completo.

Sacude la cabeza vigorosamente, negándose a creer que fuera demasiado tarde para salvarla. ¡De ninguna manera! Ella era fuerte y astuta, sabría de qué forma mantenerse en pie hasta que él llegara a su encuentro. Y luego… sólo se preocuparían por vivir.