Historia larga Soñando con Luna/Sol de Rimidia

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por Yoko Higurashi, 27 Enero 2016.

  1.  
    Yoko Higurashi

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    Título:
    Soñando con Luna/Sol de Rimidia
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    5
     
    Palabras:
    676
    Nota del Autor: Hola a todos, esta es una historia corta, probablemente no tenga final pero aún así espero que la lean. Trataré de ir escribiendo conforme me llegue la inspiración, e intentaré que los capítulos sean lo más auto-conclusivos que pueda escribir, para que si esta historia se queda sin final no quede en un punto crítico. También, no he podido decidirme por un nombre definitivo, al inicio se iba a llamar sólo "Luna" pero consideré que era un título corto y algo redundante (sobre todo con el capítulo 2) por lo que busqué algo más "cursi" o "romántico" como es "Soñando con Luna", pero a la vez me gustó el nombre de "Sol de Rimidia", por lo que dejaré el nombre de este escrito a su disposición, ambos títulos serán validos. Sin más que decir, aquí les dejo el capítulo uno.

    Capítulo 1: Rimidia.

    Hace mucho tiempo, en algún lugar, existió un reino llamado Vustonia. En ese reino existía un hermoso príncipe llamado Rimidia; su cabello castaño claro, sus ojos cafés, su piel blanca, y en algunas partes bronceada, su delgada barba de un castaño más obscuro que su cabello, sus rasgos algo toscos que le daban un toque gallardo que podría conquistar a cualquier doncella.


    No cabía duda que él era el orgullo de su pueblo, era admirado y amado por todos a pesar de su personalidad fría y calculadora, esa personalidad, incapaz de expresar con sinceridad sus sentimientos, tenía un encanto que muy pocos podían apreciar. Algunos lo tachan de ser un príncipe prepotente, otros simplemente decían que era obsesivo con la educación y el orden, y por ende las chicas a veces rehuían de él.


    — ¡Nunca voy a casarme! —solía decir con orgullo cuando alguien hablaba con él sobre el tema— prefiero vivir libre de esas cosas —y se quedaba absorto en sus libros.


    ¿Amor? ¿Acaso aquel sentimiento había pasado alguna vez por la mente de ese príncipe? No es que no sintiera interés por las jóvenes que lo rodeaban, al contrario, el sentía una gran atracción hacía el género femenino: esos largos cabellos, esas manos pequeñas, cuerpos frágiles, voces suaves, piel tersa y dócil; la idea de tener compañía femenina no le disgustaba del todo, pero de ahí a tener algo formal con alguna de esas chicas, era otra historia.


    Para él lo más importante era el conocimiento, lo demás eran cosas vanas que se volvían un obstáculo para su objetivo, cosas que no necesitaba. Siempre mirando por su ventana hacía la Luna que discretamente observaba su labor, que le cuidaba a ausencia de una madre que le aconsejara, ella en silencio sólo lo guiaba con su tenue luz.


    A veces sin dormir por aquellas extrañas lecturas, a veces soñando despierto sin entender muy bien el propósito de sus propias acciones, no cabía duda que era un príncipe demasiado errático en su forma de vida. ¿Qué esperaba de la vida? ¿Cuál era su sueño, su ilusión ante la misma? Él simplemente no podía ver eso con claridad y agobiado por las preguntas prefería no pensar en ello.


    — Tal vez sea mejor que beba algo y descanse —miraba con recelo su libro, el cual cerraba abruptamente, para levantarse y salir de su habitación.


    Caminar en el silencio de la madrugada, sus pasos eran torpes pero a la vez suaves, mientras bajaba a la bodega donde estaban una gran cantidad de licores. Se quedó un rato, en silencio, observando toda la variedad que estaba a su disposición, después de unos minutos, casi sin ánimo, tomó una y se dirigió de nuevo a su cuarto a servirse.


    Una copa, quizá dos, tal vez fueron diez o toda la botella, él perdió la cuenta después de hundirse en un profundo sueño, sintiéndose vacío. Mirando el techo de su cuarto, viendo los estantes de libros, la botella vacía y se sentía vacío también, para él todos los días se derivaban en la misma historia sin propósito, sin fundamento.



    Él era un príncipe vacío.
     
  2.  
    Yoko Higurashi

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    Soñando con Luna/Sol de Rimidia
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    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    5
     
    Palabras:
    504
    Capítulo 2: Luna.

    Por otro lado de la historia, tenemos a Luna. Ella era una simple aldeana, hija de los médicos de un pequeño pueblo ubicado a las afueras de Vustonia. Su pelo negro y largo, sus ojos color castaño obscuro, su piel blanca con algunas manchas causadas por el sol, de baja estatura y una complexión media. Podría decirse que el opuesto de aquel apuesto príncipe.


    Ella vivía en sus sueños, escapando de la realidad, fantaseando con imposibles, siempre sonriendo y haciendo escándalo por donde quiera que fuera. Una chica que a pesar de su inteligencia, era sumamente problemática, siempre discutiendo y riendo de forma estrepitosa, como si no le importara la opinión de los demás sobre ella. Quizás ese era su peor error al momento de vivir.


    Ella gustaba de caminar largas distancias por aquel recóndito pueblo, viendo el cielo y pensando para sí misma las cosas que le esperaban de su futuro, esas cosas que la asustaban y a la vez le causaban ansiedad, como si se tratara de un pájaro encerrado en una jaula tratando de encontrar su libertad.


    — Viajar por el mundo… —sus ojos se iluminaban ante esa idea.


    Una visión lejana, exasperante, que la hacía sentir ansiosa y a la vez feliz, a la expectativa de una nueva realidad. A veces sonriente, a veces suspirando, viendo al infinito del cielo o a la nada del suelo, sus pensamientos iban como ráfagas que de vez en cuando salían de su boca en forma de palabras sin sentido.


    Siempre escondiéndose para soñar, como si dos seres vivieran en ese cuerpo. Un ser capaz de sonreír por siempre, que se podía alegrar por cualquier pequeña cosa, y otro que se la pasaba en fantasías, en sueños imposibles, suspirando con tristeza y llorando en la obscuridad.


    — ¿Qué es lo que quiero de la vida? —sus deseos siempre se cruzaban en cosas que la confundían. Una chica que quería ser simple y a la vez era complicada en su propia esencia.


    Pasando las noches en vela con lágrimas en sus ojos, un llanto que ni ella comprendía: un llanto de soledad. Nadie debería ver jamás ese llanto, ese dolor en su pecho que como una daga seguía taladrando su corazón lentamente sin que nadie, ni ella misma, pudiera frenarla.


    Ella realmente se sentía como la Luna, a veces enorme y brillante: llena de vida, y otras obscura e inexistente: como si no importara. Finalmente cuando ella brillaba era porque reflejaba la felicidad de otros, no la suya, finalmente nadie entendería que la hacía feliz, ¿Cómo podrían entenderlo cuando ni ella misma lo entendía?


    Como las hojas que caen en otoño, como el primer asomo del viento invernal, eso la hacía sentir paz y ver las cosas de una mejor manera, con un nuevo ángulo. Sus pensamientos contrastaban con la personalidad que mostraba a los demás, como si se tratara de un hechizo que nadie debería romper.


    Ella dormía, suspiraba, soñaba, como cualquier Luna que sueña con su Sol.
     
  3.  
    Yoko Higurashi

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    5
     
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    666
    Capítulo 3: Encuentro.

    Un clima frío, mientras el caballo relinchaba; él se encontraba caminando lentamente mientras con las riendas jalaba al cuadrúpedo para que le siguiera el paso. Las hojas de los árboles se encontraban en el suelo y hacían un extraño ruido en cada pisada, aun así, eso no le causaba ningún tipo de interés.


    — Umm… —él observa las ramas, un tanto distante— aburrido, ni si quiera sé que hago aquí —mira de forma fría al caballo y le da un jalón hacía él— ¡Vamos!


    Sus pasos se vuelven lentos, como si quisiera frenar su destino, tapándose un poco la boca mientras avanza. Su cabeza dolía después de tantas copas, y su cuerpo se sentía cansado y entumecido, era obvio que no quería caminar tanta distancia desde la mañana.


    — Agh… —tocía un poco, hasta que decidió recostarse en el tronco de un árbol, atando a su caballo en el mismo— necesito parar un poco.


    Su mirada se perdía en el cielo matutino, en aquel sol que no llevaba mucho de haber salido; su luz le deslumbraba un poco y le hacía sentir molesto, no cabía duda de que estaba a punto de gritar maldiciones si algo malo ocurría en aquel viaje.


    No importaba dónde estuviera: en el castillo, en el pueblo o a las afueras de reino, todo derivaba en el mismo sentimiento, en ese sentimiento que lo hacía sentir pequeño y diminuto dentro de su propia grandeza, que le demostraba lo insignificante que era su existencia, lo que era su vivir hasta ese entonces.


    — Mmmm… —se rodó un poco para recostarse mejor, descansando un poco sus pies.


    La la —una voz a la distancia— mmm la la mmm la la la ra la —no se enfoca mucho en ese sonido, pero lo escucha.


    — Una mujer, supongo —mantenía la mirada fija en el suelo, viendo apenas el mover de las hojas secas.


    El tarareo era suave, a veces sonaba un poco más, pero siempre se mantenía en el mismo tono soñador y alegre; cerró sus ojos ignorando aquella melodía, no le importaba del todo, ¿Por qué le iba a importar una aldeana tarareando? Sólo iba a cansar su mirada en buscar a la dueña del sonido.


    Mmm… la la la re la —aun así el sonido no le disgustaba— canto, canto… sólo para ti mmmm la re la ra ra la re lo —a veces salían pequeñas oraciones que le parecían relajantes, y otras veces sólo quedaba el silencio.


    Con sus ojos entrecerrados distinguía una figura a lo lejos, abrió un ojo para distinguir a una joven subiendo a un árbol. Se reincorporó, encontrándose descansado y listo para continuar su viaje, aun escuchando aquella dulce melodía.


    — Me pregunto si ya estaré cerca del lugar —se dijo así mismo con un fuerte bostezo. Posteriormente vio a la chica aún encima de la rama de un árbol, sentada, viendo al cielo; fue entonces cuando el decidió acercarse— disculpa… —dijo con una voz tranquila.


    — Ah…—ella miró hacia abajo, con un rostro sonrojado.


    — Hola… —él sonrío, tratando de ser encantador, aunque no tenía ninguna intención más allá de pedir indicaciones. Sabía que siendo amable era más fácil conseguir lo que quería, y era obvio que una burda campesina como ella caería fácilmente en sus encantos— ¿Cómo estás? —le volvió a hablar, notando su sonrojo.


    — Yo… —su rostro parecía casi una flama de lo rojo que se encontraba, le costaba articular las palabras, su corazón se aceleró— esto… bien… hola… —Rimidia sólo se limitó a fingir una simpática risa mientras le seguía sonriendo.


    — Ya veo, eso es bueno… —la miraba fijamente a los ojos, mientras ella a su vez intentaba ocultar su rostro— disculpa… ¿Podrías decirme que tan lejos estoy del pueblo más cercano?


    — Esto… —con su cuerpo temblando, ella extendió su brazo en una dirección. Sin decir más, ni si quiera despedirse, el príncipe tomó su caballo y se dirigió a ese destino.
     
  4.  
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    Palabras:
    547
    Capítulo 4: Auxilio.

    Bailando con la Luna, sus ojos lloraban a la noche en medio de la lluvia y una risa descontrolada salía de sus labios. Deseaba morir, deseaba desaparecer y nunca revivir en el recuerdo de nadie; lloraba sin consuelo, su corazón parecía romperse en mil pedazos provocándole casi la muerte de sus emociones.


    — ¿¡Qué hay de malo!? ¿¡Qué es!? —gritaba desesperada en medio de los truenos; cualquiera que la hubiera visto, hubiera pensado que estaba loca, aun así, sólo estaba dolida y llena de amargura.


    Sus pies tropezaron y la llevaron a caer al suelo mientras corría lejos de su pueblo, su vestido se rasgó y sus rodillas se rasparon; ella se abrazó a sus piernas y continuó llorando como si nada importara: ni ella misma.


    Su mirada se encontraba perdida en el obscuro cielo, su boca se movía sin emitir ya palabras, estaba cansada: “Llorando por un amor no correspondido”, ¿qué tan patética podía ella ser como para lamentarse de algo así? Aun así, su corazón ardía y la quemaba lentamente en un sentimiento de odio y rencor.


    — Siempre igual… —suspira mientras se tira al suelo, e intenta dormir; la lluvia no era nada ante las lágrimas que recorrían sus mejillas y no la dejaban ser feliz.


    Esa noche ella tuvo un sueño, quizás una visión cálida y bondadosa de la tierna Luna para consolar a su allegada chica, quizá fue un deseo inconsciente de su mente o corazón. Ella lo soñó a él, cantando una canción sólo para ella, dándole un beso que la sintiera ir al cielo, y sus manos rodeando su cintura para hacerla sentir segura y amada.


    Ella bien sabía que eso nunca iba a ser.


    Sus ojos lloraron fuertemente, y su cuerpo temblaba; todo pudo haber sucedido aquella noche, ella pudo haber muerto de frío o de tristeza, ella pudo haber sido encontrada por alguien peligroso, o pudo simplemente haber enfermado de una gripa y volver a la normalidad.


    Pero el destino preparó una sorpresa, cuando aquella noche cierto joven pasó con su caballo por la zona y la encontró, tocó su frente caliente, y la cargo para refugiarla de la lluvia.


    Sus ojos miraron sus sonrojadas mejillas, rasgó sus ropas y las mojó con la lluvia para refrescarla, la veía respirar pesadamente y se preguntaba que podía hacer al respecto; aun así, no había nada que hacer para hacerla reaccionar.


    Él miró las estrellas en aquel cielo nublado y lluvioso, y se sorprendía por el brillo de la Luna que aún se podía distinguir a la distancia, se preguntó unos momentos porque aquella joven se encontraba en medio del camino inconsciente y en tal estado; pero tampoco lo pensó mucho.


    Miró a su caballo comiendo del pasto húmedo, mientras estaba sentado debajo de un árbol, y sólo suspiró, preguntándose cuando ella despertaría o por lo menos cuando la lluvia desaparecería. Se molestó por encontrarse perdiendo el tiempo, pero su mirada cambio cuando la chica suspiró y se removió.


    — Trein… —dijo un nombre desconocido para él y vio sus mejillas llenarse de lágrimas. Entonces él se acercó más a ella, abrazándola y besando su frente, tratando de hacerla sentir mejor.


    Los brazos de Rimidia la abrazaron toda la noche, observados por la Luna.
     
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    Yoko Higurashi

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    Para adolescentes. 13 años y mayores
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    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    5
     
    Palabras:
    333
    Capítulo 5: Amor.


    ¿Creen en los cuentos de hadas? ¿En los príncipes temerarios, fuertes y fieros? Ya saben esos príncipes que harían todo por proteger a cualquier doncella; llenos de heroísmo, de sabiduría y nobleza. Luna no creía en ellos, hasta aquella noche.


    Había pasado mucho tiempo desde entonces, pero podía recordar el rostro de aquel joven. Su piel blanca, sus bellos ojos castaños, su fina barba, y la voz de él mientras le cantaba canciones de cuna para arrullarla. Aquella noche había sido la peor de su vida, pero por alguna razón, se había vuelto en un encuentro mágico que jamás olvidaría.


    — Un príncipe… —susurraba.


    Aquella noche, la lluvia era tan fuerte, que pensó que en algún momento moriría, no, ella quería morir. Ella suplico a la Luna que la llevara lejos, que desapareciera el dolor, le suplicó dejar de existir; pero ella, en silencio, sólo observo. Como una madre la consoló con su tenue luz y, antes de darse cuenta, ella se desmayó.


    No recuerda cuánto tiempo estuvo bajo la Luna, o cómo él la encontró; sólo recuerda el calor de sus brazos, su aliento y el rostro borroso que vio partir cuando despertó. Él tomó su caballo blanco, a la mañana siguiente, y sin decir más, desapareció. Pero la imagen quedó grabada en su mente, de un hermoso hombre cabalgando en su jinete.


    Un hombre que encontró su roto corazón, que la sostuvo en sus brazos y le ofreció protección; ella vio en aquella ancha espalda, a un gallardo y poderoso hombre que la hizo sentir, por unos segundos, que su vida realmente valía la pena.


    Entonces recordó a aquel forastero que encontró el otro día en su camino, mientras cantaba su canción. Y lo supo de inmediato, que aquel día, hace muchos años, conoció al hombre que no hace muchos días la había salvado.


    Lo supo, sin remedió, todo lo que había pasado. Y desde entonces quedo soñando, con aquel que la había enamorado.
     

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