Snack Falcon

Una alarma programada en su móvil despierta a Luna Crangler del quinto sueño del día, porque después de que William se fue, prácticamente nadie más llegó al local. Se despereza, dejando salir un gran bostezo, y se rasca los ojos con algo de fuerza. Revisa el móvil, busca el contacto de Billy y le da a "llamar".

Apenas contesta, suelta las palabras en tropel a pesar de que sigue atontada.

—Eh, Billy, ¿es cierto que Baxter te ayudará con el cierre?

—Ajá —dice medio de mala gana—. ¿Alguien llegó por tu anuncio, garrapata? ¿O quieres que esperar que cerremos el bar y te acompañemos a que cierres tu pocilga?

—¡Qué va! Lester vino por el anuncio, estoy por enviarle un mensaje para que venga. Vete a casa con Baxter, yo me iré con ella.

—Llévate contigo ese puto bate, Crangler. Aunque vayan juntas no confío una mierda en este pueblo cabrón y, no te ofendas, eres jodidamente enana, te pueden cargar y meterte en cualquier puta parte.

—¡Oye, te puedo partir la cabeza si me da la gana! ¡No me hagas subir a tu puto bar y partirte el culo!

—Te dije que no te ofendieras, mocosa impertinente. Dios, cómo engañas con ese tamaño y esa carita de niña buena, no tienes respeto por nadie.

—Sí, sí. Yo también te quiero, viejo Billy. ¡Ve con cuidado, cara de culo!

—Ve con cuidado, jodida pulgosa.

Luna suelta una carcajada y cuelga la llamada, para luego abrir los mensajes y empezar a redactar uno nuevo.

"¡Hola, Lester! No sé por dónde andes, pero ya está cayendo el sol entonces sería bueno que vinieras. Puedes cerrar las puertas en lo que acomodo la caja y luego iremos a casa, ¿de acuerdo? Te espero".

Al final adjunta un emoticón de un gatito sonriendo y le da a enviar.

 

Brooklyn Lester

Llegué con cierta rapidez a la tienda y entré con una ligera sonrisa.

—¿Luna? —pregunté, en lo que me introducía más en el edifico en lo que cerraba la puerta detrás de mí—. Espero no haber tardado demasiado, no hago mucho ejercicio así que me canso con facilidad...

Reí ligeramente tras decir aquello, con un tono culpable. Era algo que tenía que corregir de mis actividades, desde luego, pero siempre acababa prefiriendo dibujar nuevos diseños a salir a hacer ejercicio.

>>Me has dicho que cierre, ¿cierto? ¿Me tienes que dar alguna llave~?

 

Te sonríe al verte llegar y agita una pata buscando restarle importancia. Luego esculca entre las cosas bajo el mostrador de nuevo hasta sacar un juego de llaves.

—¡Atrapa, Lester! —dice mientras te lanza las llaves, apenas con la fuerza suficiente para que lleguen a ti—. ¿Qué tal tu día? ¿Andas en cosas raras como Baxter?

Mientras tú cierras, ella abre la caja y empieza a contar el dinero, eso sí con mucha menos fluidez que Billy.

 

Brooklyn Lester

Me sentí mucho más aliviada cuando Luna movió la mano, quitándole importancia a mi posible preocupación. Al menos saber que ella estaba feliz y tranquila a pesar de toda la situación, me tranquilizaba por igual.

Cogí las llaves que me lanzó, siendo que había usado la fuerza necesaria para que me alcanzasen y no tardé en dirigirme a realizar la tarea. Mientras lo hacía, Luna se dedicó a contar el dinero y... no pude evitar reír ligeramente al escuchar su pregunta.

—Podría decirse que sí, aunque creo que él acaba metido en más sitios que yo —respondí, encogiéndome de hombros—. He visitado el Ol'Pickaxe, pero no he descubierto nada nuevo...

 

Doscientos.

Trescientos.

Se nota que te está poniendo atención aunque no te está mirando, asiente con la cabeza un par de veces y deja salir una ligera risa.

—¿Al Ol'Pickaxe? Eso significa que ya te topaste a Mason.

Cuatrocientos.

Quinientos.

—Ah, Lester, ¿puedes darle una barrida al local? —dice mientras deja de contar un momento—. Aquí detrás del mostrador hay una escoba.

 

Brooklyn Lester

Asentí con la cabeza y, tras comprobar que las puertas estaban correctamente cerradas, me acerqué a la barra para coger la escoba y comenzar a barrer el suelo de la tienda.

—Sí, lo he conocido. Es un chico... ¿curioso? —reí ligeramente ante eso.

A decir verdad, me había comportado como una adolescente recién entrada en la pubertad con las hormonas disparadas cuando hablamos, cosa que no debería haber pasado teniendo en cuenta ya mi edad pero... tenía que ser el aura que desprendía, sí.

>>¡Oh, por cierto! ¿Te suena de algo el nombre Eide?

 

Seiscientos.

Cincuenta y siete.

Vaya fiasco de inicio de semana. Eso había sido todo entre ayer y hoy.

Toma el dinero que acaba de contar, suelta una risa nasal y desaparece un momento tras la puerta de la que debe ser la bodega.
Te habla desde allí, alzando un poco la voz.

—Un mujeriego, querrás decir. Si te molestó, puedo batearle la cabeza. —Guarda el dinero en la caja de seguridad, regresa sobre sus pasos y sale de detrás del mostrador—. ¿Eide dices? No, no me suena de nada, lo siento.

Saca de una vieja caja de madera, como a la que le disparó en la mañana, varios candados y se dispone a hacer lo mismo que Billy y asegurar los enfriadores. Trata de no estorbarte demasiado mientras la ayudas a dejar el sitio limpio.

—Ah, por cierto. Puedes tomar algo de comer si gustas.

 

Brooklyn Lester

No pude evitar reír al escucharla. Sí, desde luego que se veía como un mujeriego pero lo realmente tierno fue su reacción. Bueno, sin tener en cuenta que se había ofrecido a batearle la cabeza, que podía ser un poco agresivo... el hecho de que quisiese defenderme a pesar de conocerme, realmente, tan poco, me resultaba lindo.

—No te preocupes, se ha portado bien y... tampoco pasa nada por lo otro.

Suspiré, ¿quién o qué sería Eida y por qué William me había preguntado por ello? Tendría que averiguarlo la próxima vez que lo viese por el vecindario.
Moví la pata de un lado a otro, aunque no estaba segura de que Luna me hubiese visto.

>>Gracias, pero estoy bien~ Y creo que ya casi... estoy acabando de barrer~

 

Tararea una canción mientras deja bajo candado los enfriadores y luego se dedica a acomodar las cosas que la gente a veces sacaba de lugar a veces, cuando regresan algo a los estantes a último minuto porque no les alcanza o cambian de opinión. Por último, saca la bolsa de la cesta de basura, la anuda y la deja junto a la puerta, y regresa para tomar su bate.

—Todo listo entonces~ —dice mientras sale, apagando las luces tras de sí, y espera a que la sigas.

Una vez fuera cierra las puertas y baja la cortina de hierro, para asegurarla con un nuevo candado, mira hacia su izquierda, allá donde está el abandonado Food Donkey y el bosque, antes de dejar la bolsa de basura en un contenedor municipal, e iniciar su camino por el Towne, hacia Chestnut Street. Con el bate reposando sobre sus hombros, tomando al pie de la letra las palabras de Billy.

Porque es cierto, si alguien quisiera llevársela, no la tiene muy difícil.

—Gracias por ayudarme hoy, Lester. —A medio camino, se detiene, se saca unos cuantos billetes arrugados del bolsillo y te los entrega. Antes de seguir caminando en silencio.

Cuando alcanzan su destino, se despide de ti con un movimiento de mano y te desea buenas noches luego de dedicarte una gran sonrisa. Entra a su casa y puedes escuchar varias vocecillas que reaccionan a su llegada.

Obtienes $7 por tu ayuda a Luna Crangler.

Parece que, así como Billy con William, ha decidido darte algo más de dinero del que se planeaba inicialmente.

Contenido oculto

Doy por finalizada la interacción para ir preparando el cierre e inicio de día. Igualmente, por ahora Luna no puede ayudarte con nada más, pero que no panda el cunico (??) porque como vas a estarla ayudando con el cierre, pues vas a tener oportunidades de sobra para interactuar más con ella.

 

Bobby Jum

Empujó la puerta con una pata e ingresó al local, echando un vistazo alrededor.

—Eh, Crangler —la llamó, alzando la voz por sobre la música ambiente del Snack Falcon—, ¿tu amigo llegó?

Contenido oculto

este spoiler sólo sirve para rellenar un poco más el post de mierda que acabo de hacer(?)

 

Tu voz atrae la atención de Crangler, quien acaba de colgar el teléfono y se lo está guardando en el bolsillo.
De nuevo, está comiendo unos bocadillos de queso que seguro tomó del local.

Asiente con la cabeza para no hablar con la boca llena y una vez se bajó la comida, se dirige a ti.

—Acabo de estar hablando con él. Me dijo que vendrá a saludar, así que en cualquier momento llegará.

Apenas está terminando de hablar cuando las puertas del Snack Flacon se abren de nuevo.

.

.

.

​

Gregg Lee

Lo cierto es que ya no venía al pueblo con la frecuencia que ameritaba, apenas aparecía para ver a mi madre cuando esta quería enviarle algo a Jen y esta no podía ir. Cuando tenía que venir entonces aprovechaba para saludar al amargado de Billy, quien a pesar de todo se alegraba de verme.

Así había sido aquel día, luego de recoger algunas cosas en casa de mamá, dejamos el vecindario para caminar por Possum Springs.
Pasamos por Chestnut, por Maple, vimos la casa de los padres de Mae y finalmente nos dirigimos al Towne.
Angus se me adelantó y subió al Miller's luego de que recibí la llamada de la pulga haciendo que cambiara de planes.

Abrí las puertas del viejo Snack Falcon de golpe y agité los brazos en cuanto vi a la pequeña Luna Crangler tras el mostrador.

—¡Pulga! —solté con energía.

Ella dejó su lugar a toda prisa y prácticamente se me abalanzó encima, rodeándome con los brazos. La aplasté contra mí, revolviéndole el pelo de la cabeza y luego la solté.

—¡Gregg, bienvenido a casa! —dijo con energía.

Casa.

Qué va. Ese pueblo de mierda no era mi casa.

Debía admitir que la admiración y el cariño que veía en los ojillos de la pequeña siempre me desarmaban. Era como tener una hermana pequeña y la sensación me llenaba el pecho, Luna Crangler era una de las pocas criaturas que lograban hacerme sonreír incluso en los días más bajos.

—¿Cómo estás, pulga? ¿Todavía sabes usar ese condenado bate entonces?

Asintió con la cabeza rápidamente y luego pareció recordar algo. Me tomó por la manga de la chaqueta y me arrastró hasta el chico que apenas había notado al entrar, el mapache.

—Este es Bobby Jum, el chico del casco fascista.

—De la Primera Guerra, pulga.

—¡Da lo mismo!

Se me escapó una risa nasal.

—Vale, vale. Vamos a ver el famoso casco entonces, Jum, ¿qué es lo que pretendes conseguir por él?

 

Bobby Jum

Una escena que probablemente no tenía por qué estar presenciando se desarrolló frente a Bobby con una naturalidad tal que acabó incomodándolo. Chasqueó la lengua, aunque apenas hizo ruido, y apoyó la espalda en el mostrador mientras Crangler y Lee acababan con su numerito. ¿Por qué le molestaban las demostraciones de afecto ajenas? Bueno, no era algo que se detuviera a pensar nunca.

Allí estaba su potencial comprador y, encima, por el juego de mierda que había pasado ayer le habían caído diez dólares del cielo. Menudo desperdicio, debían estar forrados los imbéciles. En fin, no iba a quejarse. Puede que ese día acabara con más verdes de los que había tenido nunca.

Y ese, señores, era motivo para celebrar.

—Eh, zorro —intervino, una vez su nombre apareció en la conversación—, ¿cuánto me ofreces por esta belleza? Seguro queda a juego con el tuyo, por lo que me contó Hartley.

Claro que conocía a Gregg Lee, era prácticamente una leyenda entre los de su generación. Él y sus amigos. Pero eso no implicaba que fuera a besarle los pies ni a regalarle el puto casco. Para lo que a él le concernía, Greggory era un mero comprador y no mucho más que eso. Su orgullo, al fin y al cabo, le impediría ponerse a preguntar sobre todos los jodidos crímenes, fechorías y vandalismo que, según los rumores, su pandilla había perpetrado.

Sonaban genial, pero él no soportaba a la gente y ya.

 

Gregg Lee

—La gente tiene nombre, Jum —dijo Luna en cuanto regresó a su puesto tras el mostrador y tuve que contener una risa. Había que ver cómo se ponía cuando alguien era maleducado con la gente que quería, incluso si ella misma era una grosera un porcentaje importante del tiempo.

No dije nada al comentario de la pulga, me acerqué y tomé el casco que el mapache tenía entre las orejas y me lo calcé en la cabeza. Arrugué la nariz, ya sabía de dónde lo había sacado. Mae tenía algunas cosas que apestaban igual, era muy probable que así oliera la boca de Satanás.

¿Cómo era que lo llamaban ahora de todas formas?

Inframundo.

Me saqué el casco y le di algunas vueltas entre mis patas, observándolo. De hecho parecía en muy buen estado, quitándole ese puto olor horrible.

—El casco es tuyo, ¿has visto cómo funcionan estas cosas? Tú pones tu idea del precio y ya veremos qué pasa, Jum.

No es que tuviera un montón de dinero que derrochar en esas cosas, pero era débil, y si podía tener un compañero para el casco agujerado del abuelo... pues no sonaba mal.

 

William Baxter

Al fin había llegado al aclamado lugar que era el Snack Falcon, a este punto este lugar terminará siendo mucho más recurrido que cualquier otro del pueblo. Aunque el Subterráneo tenía sus razones para ser consultado más veces.
Abrí las puertas con calma, haciéndose escuchar la campana de cuando alguien entra cuando veo solamente a Luna, pero porque los mostradores me tapaban, la saludo de lejos mientras daba un suspiro, honestamente ni sé como iniciar una conversación con Gregg si es que estaba ahí. Tal vez, y era por la sencilla razón de que puede ayudarme como, no lo sé. Yo y mis ideas estúpidas.

Poco después, rodeé los mostradores hasta que vi a Manos largas y al propio Gregg, o Culo Inquieto como le llamaría Hartley. Por lo que musité alegre.

—¡Hola Gregg! Tengo algo que seguro te dará nostalgia. Es un gusto conocerte—. Le hablé un poco alto para captar su atención y voltease, claro. La ballesta era lo suficientemente grande como para pasar desapercibida.

 

Gregg Lee

Un movimiento por parte de Luna me llamó la atención, agitó la mano, saludando a alguien y cuando estaba por voltearme, aún con el casco del mapache en la cabeza, escuché una voz masculina llamarme.

¿Nostalgia?

Me volteé completamente entonces, solo para topar con un chico, un alaska, pero lo que más me llamó la atención fue lo que llevaba en la espalda. Sentí una mezcla terrible de miedo y alegría de verlo cargando aquella cosa, porque significaba que alguien podía usarla... pero también que alguien la había sacado de allí.

—¿Y quién-

—¡Oh, él es William Baxter, Gregg! —respondió Luna.

¿Baxter? ¿Baxter? Ah, el cachorro de aquellos zorros de Chestnut, sí.

—¿Se puede saber de dónde sacaste semejante reliquia, Will? ¿O te llaman Bill? ¿O quizás Billy como a Hartley? —Me llevé una pata al hocico, pensativo sobre aquello.

 

William Baxter

No evité reír enérgico por su último comentario, no fue exactamente la reacción que esperaba, por lo que me quité la ballesta y se la dí, para que viese que se la había restaurado totalmente, si tenía miedo de que la portara, podía tomarla hasta que confiase. Aunque necesitaba estar con él, claro.

—Del Inframundo como llaman los chicos, o del Subterráneo. El punto es que yendo con Salvi dimos una excursión y en una de las islas de basura estaba ahí derrumbada, gracias a tu firma en ella. Es que ahora sé un poco sobre ti—. Sonreí mientras le explicaba.
>>Will, Bill... Billy. Como quieras. Lo cierto es que compartimos nombres ese viejo y yo. De hecho gracias a él es que estoy un poco al tanto. Por eso es que añoraba llegar aquí cuanto antes—. Seguí explicándole.

—¿Qué hay Gregg? Disculpa si me acerco como si fuésemos conocidos. Pero es que admito que añoraba conocerte—. Dije, no pudiendo evitar expresar emoción. Mientras miraba a Luna y le asentía.

 

Gregg Lee

No creí que fuese a entregármela, ciertamente, pero se desarmó de ella rápidamente para colocarla en mis patas. La sostuve, sintiendo su peso y me di cuenta de que a pesar de que la había restaurado la talla, mi talla torpe seguía allí.

Gregg Rulz.

Joder, sí.

Solté una risa al verla y seguí escuchándolo. ¿El amargado de Billy había hablado de mí con este chico? Vaya.

—La caja agujereada del fondo está vacía.

—¿Disparaste esta cosa, pulga? —Se encogió de hombros, con una sonrisa cómplice en el hocico—. ¡Debiste llamar antes entonces, enana!

Soltó una carcajada que se me contagió y recuperé la compostura antes de ajustar la posición de la ballesta, ver por la mirilla y tirar del gatillo. La flecha cortó el aire y se clavó hasta el fondo de la caja, pasando por el agujero que ya tenía.
Suspiré en cuanto bajé los brazos. Extrañaba ese sonido, no iba a mentir.

¿Que la había encontrado en el Inframundo decía? Eso significaba que aquel lugar de mierda conectaba, de alguna forma, con el flujo de agua del canal y eso... eso no era bueno.

Sacudí la cabeza, tratando de sacarme esos pensamientos de la mente. Caminé hasta la caja, recuperé la flecha y volví a cargarla, antes de regresársela con cierta duda al chico.

—¿Conocerme dices? Bueno, aquí estoy. —Coloqué los brazos en taza, sonriendo ampliamente.

 

William Baxter

No evité sonreír ampliamente cuando me pareció verlo con nostalgia al ver su marca, no era en vano. Cuidé que esa firma suya se mantuviese en realidad. Me preparé mucho con esa ballesta para que la viese en el mejor estado posible.
Carcajeé con ellos ante la pregunta que le hizo a Luna. Por lo que no tardó tampoco en disparar la flecha y nuevamente ese sonido tan imponente se presentaba.

Poco después, volvió a cargarla y, pese que él tenía dudas, me la devolvió. Aunque aún no me la había colocado, riendo un poco.
—En cierta medida puedo devolvértela si quieres, o si desconfías. No soy de obligar a nadie, Gregg. En parte la restauré para que la vieses en el mejor estado posible—. Comenté mientras miraba a Luna, añadiendo:—. Gracias por los consejos Luna, me ha servido para saber lo que hago con ella—. Reí de forma nasal mientras volví mi vista a Gregg.

—Bueno Gregg. ¿Con qué comenzar? Creo que hace años trabajaste aquí. ¿Verdad? Venga, cuéntame. ¿Cómo era todo en ese entonces? Porque para aquellos días yo aún no me hallaba en este pueblo, y si lo estaba aún era muy inconsciente para todo—. Comenté con calma.

 

Gregg Lee

Era hipócrita de mi parte quedarme el arma por no confiar en él, porque después de todo a su edad yo también había andado por el puto pueblo con esa mierda encima. Los chicos lo sabían bien, después de todo había perdido más de una flecha en el bosque, haciendo el imbécil con Mae.
Negué con la cabeza y luego miré a la chica, cuando Baxter habló sobre los consejos.

—Ojos, pulmones y corazón —dijimos al unísono—. Garganta a veces funciona.

Solté otra risotada en cuanto terminamos la frase y volví a agitar los brazos.

—¡Aprendiste bien! —solté mientras apoyaba mi peso en el mostrador.

Volví mi atención a Baxter cuando habló de nuevo.

>>En realidad rondabas la edad de la pulga de aquí cuando yo solía trabajar en el Snack —corregí mientras señalaba a Luna, la vi inflar las mejillas como respuesta, fingiendo enojo por referirme a ella así—. Le enseñé a disparar con doce años, así que debías andar por ahí, quizás un año arriba. ¿Que cómo era? Hombre, lo que ves es lo que hay, Possum Springs vive detenido en el tiempo. Aunque claro, todavía teníamos Pastabilities al menos, tenían buena pizza allí. Cerró tiempo antes de que nos mudáramos a Bright Harbor y lo sustituyeron con ese sitio, el Taco Buck.

 

William Baxter

—Dan miedo ustedes dos.—reí poco después de ellos, no, no era miedo. Porque el que yo estuviera metido en este agujero era ya darle miedo a otros, más cargando una jodida ballesta conmigo. Por lo que al ver que no hizo más por ella, al fin me la coloqué en la espalda de nuevo.

Me entristeció un poco el comentario de que el pueblo viviese congelado en el tiempo. Tristemente era lo que muchos opinaban, y yo no era la excepción. Reí otro poco por la reacción de Luna y seguí escuchando a Gregg. Por lo que asentí.

—Supongo que este pueblo ha caído ya en una maldición, que se le va a hacer—. Comenté mientras me quedé pensando en algo.
>>¿Te apetecen unos bocadillos? Como los que tiene Luna. Yo los invito.—sonreí mientras preparaba la billetera.

—Y tengo 20, creo que si le supero un año más, pero bueno. No es como si eso importase realmente. Espero que las cosas en Bright Harbor vayan mejor. Admito que este pueblo llega a dar miedo a veces. ¿Y qué te hizo volver Gregg? La verdad es que pasaba por alto de tu existencia hasta el día de hoy. Claro, si sumamos que veniste por lo de Bobby.