Song-fic Sin ver atrás

Tema en 'Relatos' iniciado por Ruki V, 5 Febrero 2020.

  1.  
    Ruki V

    Ruki V Usuario popular

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    1 Agosto 2012
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    Escritora
    Título:
    Sin ver atrás
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1942
    Hola <3
    Finalmente hice un song-fic, que era lo que planeaba hacer para cada valentín (?)
    Utilicé versos de la canción precisamente titulada "Sin ver atrás" de Los Claxons.
    Así que dejo ahí el link a la canción por si la quieren escuchar (?)

    —Adiós, Scott— fueron las últimas palabras de Anna antes de alejarse a mis espaldas.

    Me detuve un momento para ver a mi alrededor; sentir el aire congelándome el rostro, oír el murmullo de las personas caminando a las orillas del parque, observar qué me rodeaba.

    Me encontré el ambiente un poco frío; y no sólo me refiero solamente a la nieve que comenzaba apenas a caer suavemente del cielo, con la intención de cubrir las bancas y las calles. Encontré también que tenía lo suficiente en el bolsillo para dejar despreocupada a mi inspiración: mi hermana de 14 años, que esperaba yo volviera a casa a salvo en camión.

    Y recordé un par de manos con marcas en la piel, ampollas, por la guitarra que descansa meditando de lo que le conté. Las manos de la mujer que acaba de devolver mi guitarra.

    Me quedé pensando en esas manos, parado en medio de aquel parque, junto a la fuente apagada; y a la mitad un cigarrillo, que se apagó por mi descuido, al recordar esa mirada… que la mujer de ayer me regaló… De haber sabido que la mujer cuyas únicas miradas me importaban iba a dejarme solo 24 horas después, le habría regresado el gesto a la extraña.

    Tiré la colilla de cigarro y me encaminé a la parada del camión para regresar a casa con mi hermana, y mientras caminaba me empecé a imaginar lo que me diría cuando le dijera que oficialmente estaba soltero de nuevo. Probablemente algo como que esperaba que yo fuera capaz de no dejarme caer a mí mismo; de mantener mis labios sonriendo. Y mi voz cantando. Pensaba en eso hasta que subí al camión, y al hacerlo me di cuenta de que estaba anocheciendo, y la nieve estaba apilándose. Y la luz borrándose. Elegí un asiento con la ventana abierta, un poco, disfrutando la vista del camino, y el viento tocándome.



    Tres años después, mi hermana ha obtenido beca tras beca para estudiar la preparatoria. Y ha empezado a estudiar para la universidad: está decidida a una carrera en medicina. Yo entré a trabajar en un restaurante, y de mesero pasé a ayudar en la cocina: era un trabajo bastante bueno para un hombre de ahora 27 años que terminó la preparatoria y tuvo que empezar a cuidar de su hermana diez años menor, salvándose ambos de padre alcohólico.

    —Nicole, no vayas a olvidar las hojas que dejaste en el escritorio— le dije desde la cocina.

    —No te preocupes, ya las metí a la mochila. ¿Qué desayunaremos?

    —Anoche me dieron tocino de cerdo muy bueno del restaurante.

    —¡Genial! ¿Te he dicho cuando odio el tocino de pavo que comprabas?

    —Bueno, un mejor empleo y menos gastos escolares permiten ciertos lujos.

    —Gracias por tu esfuerzo. De nada por el mío. Aliméntame, por favor.

    Me reí. Terminé de preparar el desayuno y me senté con ella en nuestro comedor. Íbamos a la escuela y al trabajo por la tarde: ella estudiaba de 2 a 6 y yo trabajaba de 12 a 6, así que se iba sola a la preparatoria y yo pasaba a recogerla para tomar el camión juntos de regreso a casa. Yo preparaba el desayuno, entre los dos hacíamos la comida y ella hacía la cena. Nos turnábamos los quehaceres de la casa y los domingos siempre los pasábamos juntos, dentro o fuera de casa.

    Estoy increíblemente agradecido con la vida porque a mí adorada hermanita no se le ha ocurrido tener novio: definitivamente soy la clase de hermano sobre protector que no quiere que nadie se le acerque. Y ella no se queda atrás. A pesar de que solo me he permitido tener un par de novias en mi vida, ninguna ha sido de su agrado. Y ha estado para mí ese par de veces que me han dejado; y no diría que no me ha dejado llorar, pero si me ha obligado a mantener mi ánimo.

    ¿La verdad? Es que sí mantengo mis labios sonriendo. Y mi corazón latiendo. Latiendo al ritmo de recuerdos que nunca olvidaré. Recuerdos que me han dado los pasos para seguir buscando el amor. Recuerdos felices y recuerdos tristes, de amor y de desagrado, de risas y de gritos llenos de furia. Cosas de las que he aprendido; experiencias que me han enseñado que si me vuelvo a enamorar hay cosas que debo evitar decir o hacer, y cualidades que debo ver en la otra persona.

    Y aunque a mí querida hermana Nicole le dije después de terminar con Anna, con quién tuve una relación de un año, que no quería volverme a enamorar, la verdad es que así no funciona la vida. Necesitamos amor como necesitamos de oxígeno. Pero necesitamos amor de verdad. Que dure y que sea comprensivo, que supere obstáculos, que no se doblegue tan fácilmente…

    Llevo más de dos años de trabajar en el restaurante, así que llevo más de conocer a Emilia, quien también hace de mesera y a veces de bartender. Es cuatro años menor que yo y está haciendo una maestría en mercadotecnia. Trabaja en el restaurante porque en sus tiempos de licenciatura acumuló experiencia como practicante en empresas más formales y sabe que seguir estudiando la ayudaría a conseguir un mejor empleo, pero necesita dinero rápido mientras tanto. Vive con sus dos padres, sin hermanos; ayuda con los gastos en su casa, es muy educada, y es bellísima.

    Es una mujer bastante centrada y dedicada que claramente sabe lo que quiere y no va a parar hasta conseguirlo. ¿Y saben qué quiere además de ser una exitosa mujer de negocios? Me quiere a mi. ¿Y saben que está haciendo para “conseguirme”? Nada. Al par de meses de conocernos, teniéndonos confianza y considerándonos amigos, me confesó que le atraía, pero que entendía que mi hermana fuera lo más importante para mi y que no hubiera superado mi última relación.

    A los pocos días me sentí como un completo estupido de haberla dejado rechazarse a si misma. Y a las pocas semanas que se lo conté a Nicole me dijo que efectivamente había sido estupido.

    —La conozco poco y no la conozco en persona, pero suena mil veces mejor que Anna.

    —Nicole, no hace falta hacer esa clase de comparación, por favor.

    —Mira Scott, solo quiero que sepas que Anna no puede detenerte de seguir adelante.

    —No es ella la que me detiene. La he superado, ese no es problema.

    —A mi tampoco me pongas de excusa. Ya no soy una niñita. Tú y yo somos un equipo.

    —Yo…— abrí la boca para dar la razón de haberme acobardado, pero no tenía una.

    —…Es Anna. Yo sé que es Anna— dijo Nicole con una mano en mi hombro.

    —No es… ella… no realmente— suspiré. —Es… el momento de la noche en qué me dejó.

    —Es solo un recuerdo— Nicole también suspiró. —De hace tres años, ni más ni menos.

    —Es sólo que… No lo sé. Jamás lo olvidaré. Fue tan seca. Tan… Como si ese año juntos no hubiese significado nada para ella y yo hubiese sido el mayor de los idiotas al creer que sí.

    —Scott, está bien. ¿Te demuestro lo adulta que me estoy volviendo con esta increíble combinación de palabras que voy a decir?— ella se rió, y yo también. —A cualquiera le ha pasado, le está pasando o le va a pasar. A mí me va a pasar. Y no vas a querer que eso me arruine mi vida amorosa para siempre ¿verdad? Me dirías que no es el fin del mundo.

    —…Eso sí que son palabras de adulta. No crezcas más rápido que yo. Me pondrás triste.

    —Nunca subestimes mi inteligencia. Escucha los sabios consejos de tu hermanita.

    —Eres la mejor. Pero eso ya lo sabes ¿verdad?

    —Por supuesto. Y tú eres el mejor.

    Pero esa es una conversación que tuvimos hace casi dos años. No es sino hasta el día de ayer que entré al restaurante respirando hondo, tratando de no ponerme nervioso, más que decidido. Saludé al gerente y me dirigí a ponerme el uniforme en el pequeño cuarto donde teníamos un par de casilleros para nuestras cosas y que utilizábamos de vestidor. Me tocaba ayudar en la cocina así que también me coloqué una redecilla en el cabello.

    Cuando salí del vestidor, me topé con que Emilia iba llegando y se dirigía a cambiarse.

    —E-Emilia, buenos días— balbuceé y me mordí los labios.

    —Buenos días, Scott— respondió ella sonriendo. —¿…No me vas a dejar vestirme?

    Le estaba estorbando. Me di cuenta entonces que no tenía sentido preguntarle aún.

    —L-lo siento, lo siento. Me aparto…— y eso hice, pero luego la tomé del brazo. —Pero…

    —¿Hmm?— me volteó a ver con una sonrisa confundida pero paciente. Reí nervioso.

    —Normalmente te vas muy temprano. ¿Podrías esperarme hoy? Quiero preguntarte algo.

    —¿Cuándo salgamos? ¿Por qué no en nuestro descanso?

    —Umm… ¿por favor?— le pedí juntando mis manos como si estuviera orando. Se rió.

    —De acuerdo. Pero ahora me dejarás irme a cambiar— dijo entrando al vestidor.

    Se me ocurrió que si le preguntaba cuando estaba tan apurada por empezar el turno podía ser molesto para ella; o que si después de tanto tiempo ya no estaba interesada sería algo muy incómodo para ambos tener que interactuar durante el resto de nuestro turno. Tenía que esperar hasta el final del turno para que todo fuera más fácil para ambos. O al menos eso esperaba. Me puse nervioso yo solo pensando en qué haría si decidía rechazarme.

    Afortunada o desafortunadamente, el turno acabó más rápido de lo que solía parecerme. Aún así, Emilia había acabado antes que yo y me estaba esperando afuera del restaurante.

    —¿Sabes? Me ha estado matando la curiosidad sobre tu pregunta— me dijo, acusatoria.

    —Oh, ¿fastidié tu día de trabajo? Lo siento. N-ni siquiera es la gran pregunta.

    —Ya no te hagas el misterioso, Scott— se rió. —¿Qué es lo que sucede?

    —Sucede… que llevo dos años siendo un idiota. ¿Aceptarías ser mi novia?

    Su primera reacción fue sonrojarse. La siguiente fue reírse, pero no burlándose, sino como avergonzada, llevándose una mano al rostro y sonrojándose todavía más. Me hizo sonreír.

    —¿Q-qué manera de preguntar es esa?— dijo entre risas. —Ah, Scott. No eres un idiota.

    —Sí, sí lo soy. Creo que tengo una suerte tremenda como para que sigas soltera.

    —Y para que siga interesada.

    —¿Lees mentes? Eso es justo lo que iba a asumir, pretendiendo seguridad en mí mismo.

    —Eres adorable, ¿sabes?

    —¿Eso es un sí?

    —Ya te dije que sigo interesada. ¿Quieres un “sí” más directo que eso?

    —¿Eso es otro sí?

    —Okay, ahora lo haces a propósito— se volvió a reír. —¿Qué te parece éste “sí”?

    Entonces Emilia dio un paso al frente, rodeó mi cuello con sus brazos y se alzó levemente sobre las puntas de sus pies para darme un gentil beso en los labios. Yo la rodeé por la cintura y correspondí, sintiéndome como en las nubes, sintiéndome infinitamente feliz.

    Nos separamos, nos reímos como niños de secundaria, hablamos por unos segundos y la acompaño a la parada en donde ella toma el camión. Y ahí es donde me doy cuenta que me dejo caer una vez más en un enamoramiento sin ver atrás. Listo para intentarlo.

    Me dejo caer sin ver.

    La vida me atrapará.

     
    Última edición: 6 Febrero 2020

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