Sin sentido

Hoy en día, el mundo como ha sido conocida dejo de existir hace tiempo.

Tiempo, eso ya no existe.

Incluso el lugar en el que estamos ha dejado de tener nombre, todo está infestado de aquellas cosas come humanos.

Humanos, ¿aún puede existir esa palabra?

No conozco a nadie más, no sé si hay más sobrevivientes escondidos entre la sombras y sinceramente es algo que no me importa.

–Capitán, ¿puedo dormir? –dice Mia. Suspiro agotado, ser navegante en el mar sin rumbo no tiene ningún sentido pero, en este nuevo lugar, ¿qué es lo que tiene sentido?

Nada tiene sentido, ni siquiera esta voz que habla en tu mente.

Sacudo la cabeza ignorando esos pensamientos, aunque… ¿son verdaderamente mis pensamientos?

–Te he dicho que me llames papá, además, ¿ves alguien más aquí? –pregunto con dureza, ella baja la cabeza y niega con la misma, la miro fijamente–. No puedo llamarme capitán.

–Pero estoy yo, me ordenas a mí… ¡Eres mi capitán! –dice con el mismo tono de voz que empleé hace un momento. Sus ojos verdes están mirándome fijamente, parecen enojados. No puedo evitar reírme, ¿por qué trata de parecer mayor? Solo tiene 12 años.

Es porque desde hace un año está aquí contigo. Es porque vio morir a su madre frente a ella mientras tú huías sin mirar atrás. Porque recuerda los gritos de su alrededor, porque sabe que ya nada tiene sentido en este mundo más que mantenerte con vida.

La sonrisa desaparece de mi rostro, recordar… Recordar como ella fue arrancada de mis brazos mientras corríamos con desesperación hacia un lugar seguro; recordar como ella corría y como esas cosas la seguían sin darle la oportunidad de huir.

–De acuerdo, de acuerdo –miro hacia el frente agarrándome fuertemente de la soga. La ciudad luce pequeña pero tan grande en cuanto a destrucción. No hay un solo lugar en el que se pueda estar a salvo, nosotros encontramos seguro el mar aunque no sabemos si lo es.

–¿Algún día tendrá fin todo esto? –pregunta con voz triste mientras se acerca y me abra. Acaricio su cabeza y ella pasa una mano por mi espesa barba negra. Si alguien nos viera diría que no somos familiares.

No bromees, ¿quién te verá aquí? ¿A quién le importas? ¿Eres importante en este nuevo mundo? Ni siquiera saben que vives, solo eres comida para ellos. No eres nada ya.

–No lo sé –respondo cortante. El silencio nos acompaña, siempre nos ha acompañado. La acerco más a mí y acaricio su brazo. Las cicatrices que se han formado me dan escalofríos.

–¿Por qué no soy como ellos, a pesar de que me mordieron? –pregunta de nuevo con voz curiosa, ¿cómo habría de saberlo? Solo recuerdo que corrimos una vez que tomamos todo lo necesario, que buscamos lo básico y comenzamos una nueva vida en este barco pesquero sucio y desagradable.

¡Ja! ¿Vida? ¿Esto es vida? Disparar cuando es necesario, correr cuando vas a tierra firme Encontrar comida ya putrefacta y agua que está casi seca, ¿esto es vivir? No bromees contigo mismo.

–Eres especial –las palabras quisieran ahogarse en mi garganta… Agua, como quisiera gozar de un poco de agua fresca pero esos beneficios nos fueron privados hace tiempo. Sin que me diera cuenta Mía alzó mi camisa, mostrando las mordidas de mis hombros

–Somos– responde tajante. Bajo bruscamente mi camisa y la suelto para separarme de ella. No tiene sentido, nada tiene sentido, ¿por qué nosotros podemos ser inmunes a ellos? ¿Por qué ella no lo pudo ser?

Era débil, los que murieron eran débiles. Incuso tú lo eres pero lo niegas, pensar en ella, ¿no es signo de que no la superas? Eres humano, ellos lo eran pero… ¿mereces ser llamado así?

Por primera vez concuerdo con la voz, no puedo llamarme humano, ¿verdad? Suspiro, no tengo rumbo, no tengo el viento a mi favor pero en este tiempo solo puedo estar seguro de 2 cosas:

–Mia, ¿de qué estamos seguros? –pregunto con interés. Me he encargado de repetirle estos puntos hasta el cansancio.

–Hay que ser egoístas en este nuevo mundo –responde confundida. Asiento sin mirarla, egoístas… No importa si podemos ser inmunes y probablemente una cura, las cosas que nos pongan en riesgo quedan descartadas.

–¿Qué mas?

–Somos únicos… Somos sobrevivientes.

–Bien dicho –respondo con una sonrisa, la tomo entre mis brazos y nos metemos a la caseta de navegación para descansar.

Este barco es nuestro hogar, lo que sea externo a nosotros es ajeno. Nada vale la pena, nada tiene sentido más que nuestra existencia. El mar, el cielo, el sol, las nubes… nada de ello nos importa más que nosotros mismos. Permanecer lejos del peligro, ese era el punto.

Sin sentido, sin motivos, ¿qué razón tiene vivir?

Río, Mia me mira sonriente. Quizá la vida ya no tenga un objetivo, la muerte es inminente pero en eso consiste todo, sobrevivir hasta la muerte, después de todo, ¿no es ese el sueño de los humanos? Vivir hasta que llegue el final, sobrevivir hasta que ese final aparezca frente a nosotros, por el momento eso es todo lo que tiene sentido.