Ciencia ficción Sin Salida

Tema en 'Novelas Terminadas' iniciado por Manuvalk, 2 Enero 2016.

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  1. Threadmarks: Parte 5 / Capítulo 6: El cobertizo
     
    Manuvalk

    Manuvalk el ahora es efímero

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    Capítulo 6: El cobertizo














    Zorah conducía la furgoneta con Teo de copiloto. En la parte de atrás estaban el resto; Cristóbal, Santos, Vanessa y Javier.

    El vehículo avanzaba por la carretera, que estaba devastada por choques entre coches y camiones. Zorah hacía zig zag para evitar chocar contra aquella chatarra oxidada que obstaculizaba el paso.

    — Hay un pueblo cerca. Quizá estén ahí. — Murmuró Teo, observando un mapa.

    — Esperemos que estén ahí. Pero Teo, escucha... — Musitó Zorah, conduciendo. — Si no los encontramos, habrá que seguir adelante.

    Teo asintió. Sabía que no podían estar buscándolos toda la vida.

    — Lo sé. — Dijo Teo. — ¿Cómo vais ahí detrás?

    — Todo bien. — Respondió Javier.

    El grupo avanzó durante quince minutos más hasta salir de la ciudad y llegar al pueblo. La furgoneta solo pudo llegar hasta la entrada, ya que se quedó sin gasolina.

    — Hasta aquí hemos llegado. — Murmuró Zorah.

    — Bajemos entonces. — Dijo Teo, saliendo del vehículo.

    El psicólogo abrió la puerta trasera de la furgoneta para que el resto salieran.

    Cogieron sus cosas y comenzaron a observar a su alrededor. El pueblo estaba desierto, tan solo bolsas y papeles corrían por las calles, empujadas por el viento.

    — ¿Qué hacemos ahora? — Preguntó Javier.

    — Nos hemos quedado sin gasolina. Podríamos buscar en estos coches. — Indicó Zorah.

    — Buena idea. — Dijo Cristóbal, poniéndose manos a la obra.

    — Yo iré a dar una vuelta, haber que encuentro. — Murmuró Teo.

    — Te acompaño. — Añadió Javier.

    Mientras Zorah, Cristóbal, Santos y Vanessa buscaban combustible, Javier y Teo se fueron a inspeccionar el pequeño pueblo.

    — Es cómo si se hubiesen ido todos de aquí. Cómo si hubiesen desaparecido. — Dijo Javier de pronto, sorprendido por el vacío que tenía el pueblo.

    — Quizá cuando todo empezó, nadie se quedó a esperar si la situación mejoraba. — Respondió Teo, que llevaba su pistola en la mano.

    — Recuerdo que me mandaron a controlar a una masa que estaba furiosa con el ayuntamiento porque no daba noticias sobre el brote. Yo y un compañero mío tratamos de apaciguar a la gente pero uno de ellos salió de la nada y comenzó a devorar personas. La gente se descontroló y comenzó a correr y saltar sobre otros para huir del lugar. Mi amigo acabó con una pierna rota y cinco costillas partidas. — Contó Javier, recordando el inicio del caos. — Entonces...

    — Cállate.

    — ¿Cómo?

    — Silencio.

    Teo se cubrió en una esquina, seguido de Javier, que no sabía que ocurría.

    — ¿Qué pasa? — Preguntó el policía.

    — Hay un tipo ahí. — Señaló Teo.

    — Voy a salir a su encuentro. — Dijo Javier. — Cúbreme desde aquí.

    Teo asintió. Javier comenzó a acercarse a aquel hombre apuntándole cuando el hombre se giró y le apuntó con su arma.

    — ¿Quién eres? — Preguntó aquel hombre.

    — Me llamo Javier. ¿Y tú?

    — Matías. ¿Qué pretendías viniendo por mi espalda?

    — ¡Eh! — Exclamo Teo, saliendo de su cobertura. — ¡Matt!

    — ¡Teo! — Dijo Matías, abrazando a su amigo. — Joder, pensé que habríais muerto o algo.

    — Lo mismo digo. Pero, ¿dónde están Shaun y Luke?

    — Un loco nos atacó. El líder de esos canallas. Mató a Shaun y disparé accidentalmente a Luke.

    — ¡¿Luke también a muerto?!

    — No, estoy con una mujer que es enfermera. Ella lo está cuidando. ¿Y vosotros? ¿Dónde están los demás?

    — Los soldados fueron asesinados. Paula... — Teo tragó saliva. — No sobrevivieron. Ese Dominic mató a mi mujer.

    — Joder, lo siento... — Murmuró Matías, triste. — No te preocupes, yo lo maté a él. Paula ha sido vengada.

    — Me hubiese gustado matarlo. — Dijo Teo.

    — Lo sé, amigo. Oye, ¿quién es éste?

    — Me llamo Javier.

    — Nos lo encontramos con su hermana Vanessa. Se han unido a nosotros. — Dijo Teo. — ¿Nos llevas a ver a Luke?

    — Claro, seguidme.

    Teo y Javier siguieron a Matías hasta el interior del centro médico. Megan salió de la habitación y se sorprendió al ver a dos personas más.

    — Son de mi grupo. — La tranquilizó Matías. — ¿Cómo está Luke?

    — Malditamente bien. — Murmuró Luke, saliendo del cuarto. — Teo, cuanto tiempo.

    — Me alegro de que estés bien, Luke. — Dijo Teo, abrazando a su compañero.

    — Chicos, ella es Megan. Sin ella, Luke no estaría vivo. — Dijo Matt, presentando a la cirujana. — Megan, ellos son Teo y Javier.

    — Encantado. — Musitó Teo.

    — Hola. — Dijo Javi.

    — Igualmente. — Dijo Megan.

    — ¿Nos vamos? Los demás están buscando gasolina en los coches, para largarnos de aquí. — Dijo Teo.

    — No hay combustible en ningún coche del pueblo. Lo recaudé yo todo. — Dijo Megan. — Tengo un camión de bomberos con litronas de gasolina por si algún día tuviese que salir de aquí.

    — ¡Al fin algo de suerte! — Exclamo Teo.

    — Antes de daros mi vehículo de escape, quiero saber hacía dónde vais. — Indicó Megan.

    Matías y el resto le explicaron a Megan la misión que tenían que hacer, le hablaron sobre Libertalia y le dijeron todos los detalles de la misión.

    La cirujana accedió a marcharse con ellos, ya que llevaba sola mucho tiempo en aquel lugar. Todos se dirigieron a por al resto, que estaban buscando algo útil que coger, además de gasolina.

    — ¡Chicos, tenemos vehículo! — Exclamo Teo. — ¡Y adivinad a quien nos hemos encontrado!

    Ambos grupos se juntaron y se saludaron. Matías parecía retomar el liderazgo del grupo, mientras algunos no parecían tan contentos cómo otros de haber encontrado a Matías y Luke. Cristóbal y Matías se miraron cara a cara pero no se dijeron nada.

    ...

    Libertalia era un auténtico caos. Parecía una partida de ajedrez en el que los peones estaban encerrados dentro del tablero. Un campo de batalla del que todos intentaban huir o esconderse.

    Varias personas se agolparon en la salida de la colonia, intentando huir de aquello, pero al ser avisados de que en el exterior se estaba reuniendo una gran multitud de infectados, decidieron irse a la zona más alejada de la batalla; el norte de la comunidad.

    Algunos ciudadanos inclusive ayudaban al ejército contra aquellos soldados "falsos" que se hicieron pasar desde el principio por militares reales. Erick buscaba a Álvaro, que había desaparecido de entre sus brazos.

    Jack y Noah se fueron a por Mia, Luke Jr, Mina, Iris y Charlotte para protegerlas. Joshua, la mano derecha del general, seguía al pie de la letra las ordenes que Álvaro le había dado; acabar con los soldados e instaurar una dictadura.

    Jack y Noah entraron rápidamente en una de las casas en las que las mujeres estaban reunidas.

    — ¡¿Qué está ocurriendo?! — Preguntó Mina, asustada.

    — Una especie de golpe de estado. — Respondió Noah. — El ejército se enfrenta entre sí. Al parecer había un grupo terrorista infiltrado en la milicia.

    — Les hemos quitado la máscara y han decidido dejar de esconderse para tomar el control del refugio. — Añadió Jack.

    — ¿Y qué hacemos? ¿Nos vamos? — Preguntó Mia, con Luke en brazos.

    — ¿Dónde nos vamos esta vez? — Preguntaba Charlotte, cansada de huir de los refugios.

    — ¡No nos vamos a ir! — Dijo Jack. — Esperaremos a que se calmen las cosas. Además, informan de que todo éste p*to ruido está atrayendo a todo ser muerto que ronde a veinte kilómetros de aquí. Así que, estamos sin salida. Si ganan los malos, entonces no habrá más remedio que huir de éste sitio.

    — O tomarlo por la fuerza. — Dijo Charlotte, sorprendiendo a todo el grupo.

    — Es una opción. — Añadió Laurie.

    — ¡¿Y si vienen a por nosotros?! — Preguntó Iris, asustada.

    — Si se acerca alguien, me ocuparé de él. — Respondió Jack, calmando a su chica.

    — Un momento, ¿y Erick? ¿Dónde está? — Dijo Mia.

    — ¡¿No estaba detrás?! — Dijo Jack, molesto con la actitud de su amigo. — ¡Mierda!

    — Ha debido ir tras Álvaro. — Musitó Noah.

    — Tengo que buscarlo. — Dijo Jack, dispuesto a irse.

    — ¡No! ¡No te vas a ir! ¡Te vas a quedar! — Exclamo Iris, frenando a su novio.

    — Tranquilos, yo y Noah iremos en su busca. — Dijo Laurie. — ¿Verdad?

    — Bueno, está bien. — Murmuró Noah, sin estar seguro de irse.

    — ¿Tenéis armas por ahí? Necesitaremos salir con algo. — Dijo Laurie.

    — Yo tengo una pistola, ya que trabajo de guardia nocturno. — Dijo Jack, cediéndole el arma a Laurie.

    — No hay nada más que eso. — Dijo Mia.

    — ¿Sabes manejarla? — Le preguntó Laurie a Noah.

    — No, no estoy familiarizado con las armas. — Dijo el alcalde, rechazando la pistola.

    — Bueno, tú sígueme y estarás bien. — Indicó Laurie, cogiendo la pistola. — Vámonos.

    ...

    El camión de bomberos avanzaba a gran velocidad por la autopista que salía de la ciudad. El grupo había cogido una carretera paralela hasta poder entrar en la autopista, que estaba vacía por uno de los carriles.

    Zorah conducía mientras Teo estaba de copiloto. Subidos en la parte trasera del vehículo, estaban el resto. Avanzaron durante unas horas hasta que comenzó a desaparecer el Sol.

    La carretera tenía una desviación a la derecha, y el grupo la tomó, llevándoles a una pequeña granja, con una colina al fondo y un amplio terreno al descubierto. El camión paró a un lado de la casa.

    — Yo y Teo iremos a inspeccionar la casa, para no encontrarnos sorpresas. Esperad aquí. — Dijo el líder.

    Mientras el resto esperaban, Teo y Matt se llevaban sus armas dispuestos a comprobar que no habían infectados en aquella granja. Ambos se pusieron frente la puerta.

    — Te abro y entras, ¿entendido? — Dijo Teo.

    — Venga.

    El psicólogo abrió la puerta, que comenzó a chirriar debido a que las bisagras estaban oxidadas. Matt sujetaba su pistola mientras entraba a la vivienda, sumida en la penumbra. Teo encendió su linterna y comenzó a inspeccionar aquel salón rural.

    — Tú mira abajo, yo iré arriba. — Indicó Matías.

    El líder subió las escaleras y fue a comprobar una a una cada habitación. Eran cuatro en un total. En la primera no había nada especial, pero la cama era de matrimonio.

    En la segunda habían dos camas, por lo que supuso que era de niños. La tercera estaba vacía salvo un colchón sucio en el suelo. La cuarta resultó ser un trastero. Una vez la parte de arriba comprobada, el líder bajó las escaleras. Al momento se encontró con Teo, que salía de la cocina.

    — ¿Qué has visto? — Le preguntó el psicólogo.

    — Tres habitaciones habitables, la última es un trastero. Vacías todas. — Respondió Matías. — ¿Y tú?

    — Tampoco nada especial. Salvo por un par de latas de sopa en la despensa. — Dijo Teo. — Iré a avisar a los demás.

    Mientras Matías se acomodaba en aquella casa y encendía un par de velas para tener algo de luz, Teo le indicó al grupo que podían entrar. Una vez entraron, Matías y Cristóbal volvieron a mirarse mal, pero nadie se fijó.

    Entre ambos había algo pendiente, no sé llevaban bien. Por el momento, pasarían juntos la noche en aquella granja.

    ...

    Laurie y Noah corrían por las calles de Libertalia agazapados, evitando los disparos.

    El ejército seguía con su guerra particular, dejando al margen a los civiles, que temían por sus vidas.

    — ¡¿Dónde estará éste maldito?! — Exclamo Laurie, refiriéndose a Erick.

    — No sé cómo vamos a encontrarlo. — Musitó Noah.

    ...

    Erick había dado con el laboratorio secreto que la célula terrorista tenía en el edificio militar. Habían microscopios, probetas con virus y demás material científico.

    Avanzó por unos pasillos, entre los que habían varias habitaciones. En cada habitación habían cuerpos sin vida enganchados a tubos y demás cables. En una de esas habitaciones, estaban los cuerpos del coronel Henry y Anna, asesinados por Álvaro.

    Erick se acercó perplejo al ver a su amada ahí, desnuda y atravesada por agujas y tubos que entraban en su cuerpo.

    — No... no... — Susurró Erick, sollozando.

    El hombre posó la cabeza sobre el cuerpo de Anna y comenzó a llorar, derrumbado. De pronto escuchó un ruido detrás suya, y vio a Álvaro junto con su mano derecha, Joshua.

    — Vaya, vaya, vaya... — Murmuró Álvaro, asombrado de que Erick hubiese encontrado el laboratorio. — ¿Cómo has llegado hasta aquí?

    — Te recuerdo que me habías secuestrado antes aquí. Sabía por dónde entrar. — Respondió Erick, empuñando su pistola.

    — Deberías dejarla en un lado, compañero. — Dijo Joshua, obligándole a dejar el arma.

    Erick obedeció, mientras pensaba formas de cómo matarlos a ambos. Su cabeza planeaba alternativas a acabar con todo allí mismo.

    Mientras Joshua apuntaba a Erick, Álvaro comenzó a coger una probeta con el nombre Lázaro 2.0. Erick recordó lo que el virus Lázaro significaba.

    — ¿Ves esto, Erick? Esto, es un arma sin precedentes. Algo por lo que pagarán mucho en otros países. — Dijo Álvaro, mostrando la probeta con una sangre muy oscura en el interior.

    — ¿Pretendes traficar con eso? Pero si el virus se ha expandido por todo el mundo. No sé con quién vas a poder negociar. — Dijo Erick.

    — Israel seguía en pie debido a sus murallas. Corea del Norte mantiene su país. — Respondió el general, ante la sorpresa de Erick. — Con esto, podrán invadir países a su antojo, amenazando con un virus peor del que ya hay. Y yo, viviré cómo un Dios. Intocable.

    — Estás enfermo. — Murmuró Erick.

    Álvaro comenzó a salir de la habitación con la probeta en la mano, pero en el último momento paró.

    — Joshua, dame tu pistola, por favor.

    Joshua accedió y le cedió su pistola al general. Éste de pronto y repentinamente le apuntó.

    — ¡¿Qué haces Álvaro?! — Exclamo Joshua, levantando las manos.

    — Bébete la probeta. Vamos. — Le ordenó Álvaro.

    — ¡¿Qué?! ¡No, ni de coña!

    Álvaro le pegó un tiro en la rodilla a Joshua, que soltó un grito mientras caía al suelo.

    — ¡Joder, joder! — Repetía, doliéndose de la rodilla izquierda.

    — Bébetelo o te disparo en la otra. — Dijo Álvaro.

    — ¡No quiero tragarme esa mierda! — Exclamo Joshua.

    — Tú lo has querido. — Dijo Álvaro, disparándole en la otra pierna a Joshua, y dejándolo sentado.

    Erick observaba atónito, mientras Joshua sufría. Álvaro le hizo tragar entonces la probeta y acto seguido comenzó a marcharse.

    — Erick, vas a ser el primer humano en comprobar la evolución del virus Lázaro. — Dijo el general, cerrando la puerta y yéndose.

    Joshua comenzó a combulsionar y de pronto se le pusieron los ojos negros, a diferencia de los ojos de un infectado normal, que los tenía grisáceos o blancos.

    Teóricamente, Joshua tenía ambas rodillas rotas, por lo que ponerse de pie sería imposible. Pero aquel virus tenía algo, que lo hizo levantarse y ponerse de pie.

    Aquel ser ya no era Joshua, era algo peor. Erick fue lentamente a coger la pistola, pero Joshua se abalanzó rápidamente sobre Erick, gruñendo furiosamente.

    — ¡Erick! — Exclamo Laurie, entrando en aquella habitación.

    — ¡Quitádme a ésta bestia de encima! — Clamaba Erick.

    Laurie se lanzó sobre Joshua, forcejeando. Joshua empujó a Erick y se lanzó sobre Laurie.

    — ¡Noah, dispara! — Exclamo Laurie, mientras Noah recogía la pistola del suelo.

    Noah apuntó a pesar de que no tenía experiencia y disparo varias veces por la espalda a Joshua, salpicando a Laurie de su sangre.

    — ¡En la cabeza! — Exclamo Erick, levantándose del suelo.

    Noah apuntó de cerca y le asestó un tiro en la nuca, matando al Joshua infectado. De pronto, Laurie comenzó a tener espasmos. Sus ojos se pusieron negros y comenzó gruñir rabiosamente a Noah y Erick.

    — ¡¿Qué le ha pasado?! ¡¿La ha mordido?! — Exclamaba Noah.

    — ¡¿Pero que clase de virus es éste?! — Dijo Erick, disparando a la que fue su amiga.

    Uno de los disparos dio en la cabeza de Laurie, matándola al acto.

    — No lo entiendo, la transformación tarda su rato, no sucede en diez segundos. — Murmuró Noah, aún impactado por la situación.

    — Esto es raro de cojones. Vámonos de aquí. — Dijo Erick, marchándose con el alcalde de aquel laboratorio.

    ...

    Javier y Vanessa tendrían la cama de matrimonio, ya que eran hermanos y aún no tenían confianza total en el grupo, por lo que preferían estar juntos. Luke y Megan dormirían en la segunda habitación con camas separadas, ya que Luke aún no estaba bien del todo y Megan tendría que estar al tanto de su progreso.

    En la última, Santos dormirían en el colchón desgastado mientras que Zorah subió un sillón a dicha habitación para vigilar a Santos. Solo quedaba el salón para Matías, Teo y Cristóbal. Teo se había cogido el sofá, y Cristóbal dormiría en el suelo de la cocina con un par de mantas en el suelo, al igual que Matías en el salón.

    Así se distribuyeron, pero por el momento estaban todos en el salón, cenando las latas que habían encontrado.

    — Según las estimaciones de Santos, estamos a una semana o menos de llegar al laboratorio. — Dijo Zorah. — Podemos conseguirlo.

    Cristóbal escribía en su diario lo sucedido, cómo cada noche, mientras Santos hacía un sudoku que se había encontrado en una mesa.

    — Lo conseguiremos. — Dijo Matías, seguro de sí mismo y del resto.

    — Por cierto, ¿habéis inspeccionado el cobertizo? — Preguntó Javier.

    — No, pero lo haré ahora. — Dijo Matías.

    — Voy contigo. — Dijo Cristóbal de pronto.

    — Deja, iré yo. — Musitó Teo.

    — Déjalo Teo, que venga él. — Indicó el líder.

    Cristóbal dejó de lado su diario y se enfundó una pistola, al igual que Matías. El líder sujetaba con una mano la lintera y con la otra la pistola.

    Cristóbal iba detrás suya, observándole con una mirada de desprecio que siempre le reservaba a él, desde que se quedó con Mina y desde el incidente de la munición al inició del viaje.

    Ambos llegaron a la puerta, pero tenía candado.

    — Está cerrada. — Murmuró Matías.

    — Lo sé. — Dijo Cristóbal, serio.

    — Tenemos que encontrar la forma de entrar y ver que hay dentro. Quizá encontremos algo interesante.

    — Quizá.

    Los dos le dieron la vuelta al cobertizo hasta que Matías dio con una entrada. Una escalerita daba acceso al piso de arriba del cobertizo.

    — Sube. — Le indicó Matías.

    — Sube tú primero. — Murmuró Cristóbal.

    — No voy a darte la espalda, capullo. — Dijo Matías. — Me llevas mirando mal desde que he vuelto. ¿Tienes algo en mi contra?

    — Tengo muchas cosas en tu contra. — Respondió Cristo, subiendo primero.

    El historiador subió por las escaleras, seguido del líder. Una vez en la parte de arriba, ambos comprobaron que el granero estaba lleno de podridos.

    Unos veinte caminaban sin rumbo, chocándose entre ellos y sin salida.

    — Ahora entiendo lo del candado. — Dijo Matías, observando aquella multitud. — Me preg...

    Cristóbal empujó con fuerza a Matías, arrojándolo a la muchedumbre de muertos que estaba en el cobertizo.

    En la caída, el arma del líder desapareció entre la paja y los pies de los infectados, que comenzaron a acercarse a él.

    El historiador observaba a Matías, siendo rodeado por esas cosas.

    Con la mirada seria y fija en su odiado líder, se marchó, dejándolo a su suerte y merced en el cobertizo.
     
  2. Threadmarks: Parte 5 / Capítulo 7: Extraña condena
     
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    Capítulo 7: Extraña condena














    — Ahora entiendo lo del candado. — Dijo Matías, observando aquella multitud. — Me preg...

    Cristóbal empujó con fuerza a Matías, arrojándolo a la muchedumbre de muertos que estaba en el cobertizo.

    Al caer, Matías trató de apoyarse con los brazos para frenar la caída, con la mala fortuna de que el choque con el suelo fue fuerte, y el líder se rompió la muñeca al instante.

    — ¡Argh! ¡Joder! — Exclamo Matt, mientras los muertos se giraban hacia su presa.

    Cristóbal se marchó del cobertizo. Comenzó a correr en dirección a la granja, que no estaba muy lejos. Mientras corría, observaba con alegría los gritos que se escuchaban desde el granero.

    Matías tenía que estar muerto. El historiador llegó a la entrada de la casa y se apoyó en sus rodillas, descansando. De paso, esperaría un poco más para certificar que el líder estaba prácticamente muerto.

    Tras un minuto largo, se dejaron de oír gritos. Cuando Cristóbal iba a entrar, salió todo el grupo por la puerta.

    — ¡¿Qué era eso?! — Preguntó Vanessa.

    — ¡¿De dónde proviene?! — Preguntó Zorah, observando en todas direcciones.

    — ¡¿Cristóbal?! ¡¿Qué haces aquí?! ¡¿Y Matías?! — Preguntó Teo, exaltado.

    — Allí... — Dijo Cristo, señalando el cobertizo. — Entramos y fuimos rodeados. Había muchos podridos dentro, Matías cayó y...

    Cristóbal tragó saliva. Sabia que esa mentira podría jugarle una mala pasada.

    — ¡Mierda! ¡Tenemos que ir! ¡Rápido! — Exclamo Teo.

    — ¡Venid todos! ¡Vamos! — Dijo Zorah.

    El grupo comenzó a correr en dirección al cobertizo. Eran más o menos las cinco de la madrugada y comenzaba a haber un poco de claridad. Todos llegaron a la puerta de granero, que tenía un candado.

    — ¡¿Por dónde mierda habíais entrado?! — Preguntó Teo.

    — Por una escalera que hay al otro lado. — Respondió Cristóbal.

    Todos llevaban sus pistolas a mano excepto Santos y Megan, que observaban al resto.

    — ¡No hay tiempo! — Exclamo Zorah, disparando al candado para romperlo. — ¡Preparaos!

    El candado se rompió y la cadena cayó. Las puertas se abrieron un poco, pero no salía nadie.

    — ¡¿Cuantos habían ahí dentro, Cristóbal?! — Preguntó Javier, apuntando al cobertizo.

    — Muchos. Unos veinte, quizá. — Murmuró el historiador.

    — ¡¿Por qué no sale nadie?! — Dijo Zorah, impaciente.

    El grupo esperaba que aquel grupo de infectados saliese para acabar con todos y entrar, pero nadie salía.

    — Esto es muy... raro. — Musitó Vanessa.

    — Voy a entrar. — Dijo Teo.

    — Voy contigo. — Añadió Zorah.

    Ambos se disponían a entrar cuando Matías abrió las puertas de par en par. El asombro de todos era total, sobretodo el de Cristóbal, que no daba crédito a que Matías siguiera con vida.

    El líder estaba totalmente cubierto por sangre y vísceras y presentaba un aspecto demacrado y aterrador. Su rostro lo decía todo; solo tenía ojos para Cristóbal, que lo observaba con cierto temor.

    — Joder macho... — Murmuró Javier, junto con Vanessa.

    — ¿Matt? — Preguntó Teo.

    — ¿Qué mierda te ha pasado? — Dijo Luke.

    — ¿Es tu sangre? ¿Te han mordido? — Le preguntó Zorah.

    — Estoy muy bien. — Respondió Matías, con una seriedad pasmosa.

    — ¿Has acabado con todos los infectados? — Preguntó Teo, asombrado.

    — No todos exactamente. — Musitó Matías.


    Zorah se asomó dentro y pudo ver una gran cantidad de muertos tirados en el suelo. Algunos tenían las piernas partidas y no podían moverse, otros se arrastraban hacía Zorah cuando lo vieron. El soldado cerró las puertas del cobertizo, sorprendido.

    — ¿Qué ha pasado ahí dentro? Cristóbal dijo que te caíste, que fuistéis atacados. — Dijo Luke, que no creía en nada al historiador.

    — Pues eso ha pasado. — Respondió el líder, caminando en dirección a la casa.

    ...

    La batalla en Libertalia iba en declive. La célula terrorista había perdido a muchos de sus hombres, y con Joshua muerto y Álvaro escondido, no tenían alguien que les diese instrucciones.

    — Pónganse todos de rodillas. Quedan det...

    — ¡Una mierda! — Exclamo uno de los terroristas, disparando a aquel soldado.

    Quedaban unos quince terroristas frente unos cincuenta soldados del ejército. La pelea fue a menos hasta que todos los soldados falsos fueron abatidos. El ejército tranquilizó a los ciudadanos asegurándoles que los terroristas habían sido asesinados.

    Ahora solo faltaba uno: el general Álvaro. Noah era ahora mismo el alto mando, por lo que estaba a cargo de la colonia. El alcalde le dijo al ejército que formara grupos de cinco y peinara toda la comunidad en busca de Álvaro.

    No tardó en aparecer. Noah fue avisado y junto con Jack y Erick se fueron a verlo. El ex-general del ejército estaba en una sala de interrogatorios esposado a la silla. Mantenía su carismática sonrisa siempre en el rostro, cosa que irritaba a más de uno.

    Noah mostró su identificación y le dejaron entrar.

    — Van conmigo. — Añadió, para que Jack y Erick pudiesen entrar.

    Una vez dentro de la sala, Álvaro observaba a los tres hombres con tranquilidad. Estaba completamente seguro de sí mismo, de sus posibilidades de vida.

    — Oh, me alegra verte de una pieza, Erick. ¿Qué tal con Joshua? — Dijo Álvaro, disfrutando con sus palabras.

    Erick no respondió, aguantando sus impulsos. Por su culpa, Laurie había muerto. Además, era el asesino de Anna.

    — Jack, Jack, Jack... ¿Qué tal tu mujer? ¿El feto está bien?

    — Tú si que vas a estar bien, Álvaro. — Respondió Jack, sarcástico.

    — ¿Sabes qué te va a pasar? — Le dijo Noah. — Vamos a encerrarte hasta que tus huesos se hagan polvo y te desintegres en una oscura y sucia celda hecha especialmente para asesinos de tu calibre. Espero que disfrutes de tu estancia, capullo.

    — Noah, noto cierto rencor hacia mi... ¿Dónde está Henry, eh? Tú amigo... Disfruté matándolo. — Musitó Álvaro, sonriendo.

    — Lleváoslo, por favor. — Ordenó Noah. — Ya sabéis dónde.

    Dos soldados cogieron a Álvaro por cada brazo, le quitaron las esposas y se lo llevaron, vigilado por dos hombres más armados, por si intentaba escapar.

    — Deberíamos matarlo. — Dijo Erick, con sed de venganza.

    — Libertalia es el renacimiento de la civilización. No podemos ser así. Ésta batalla ha sido la última en la que se derramará sangre. — Dijo Noah.

    — Tenemos que empezar a volver a ser cómo antes. Ahí fuera, tras los muros, si que es matar o morir. Aquí dentro tiene que ser diferente. — Murmuró Jack. — No quiero que mi hijo nazca y crezca rodeado de ejecuciones.

    Erick se marchó frustrado de la sala, dejando a Noah y Jack solos.

    — Dime Jack, ¿te interesaría ser el segundo al mando?

    — ¿Cómo que segundo al mando?

    — Cómo si yo fuera presidente de Libertalia, pues tú vicepresidente. Un cargo así, ¿qué me dices?

    Jack tragó saliva, atónito.

    — Bueno pues, claro pero... mientras no tenga que ponerme corbata. — Musitó, mientras ambos comenzaron a reírse.

    Mientras tanto, la gente de Libertalia arreglaba los estropicios de la batalla, colaborando entre sí para dejar la colonia cómo estaba antes.

    Mia daba de comer a Luke, que estaba con Iris, Mina y Charlotte. En la cabeza de las chicas solo se pensaba en Laurie, que había muerto recientemente.

    — ¿Estás triste? — Le preguntó Mina a Charlotte.

    — Un poco. Pero estoy acostumbrada a que muera gente. — Murmuró la niña, ante el asombro de Mina.

    — Espero que ya no pase nada más. Merecemos un poco de tranquilidad y estabilidad moral. — Dijo Mia, dándole un biberón a su hijo.

    — Así es. — Murmuró Iris, aún decaída.

    — Ya quiero que Matías regrese. Y Teo, todos. — Dijo Charlotte de pronto.

    — Nosotras también, Charlie. — Respondió Mia, pensando en su hombre.

    ...

    Megan le vendaba la mano a Matías, ya que se le había roto la muñeca.

    — Sé que no nos conocemos casi, pero me puedes contar que ha pasado. No llevo mucho con vosotros, pero sé cuando alguien no se lleva bien con otro. — Dijo Megan.

    — Decirte lo que ha ocurrido no serviría de nada. — Respondió Matías.

    — Bueno, respeto tú decisión. Ya está. No muevas la mano si no quieres que la muñeca tarde en ponerse en su sitio. — Musitó la cirujana, guardando su instrumental médico.

    — ¿Podré disparar? Soy diestro. — Dijo Matías, levantándose de su asiento.

    — No podrás con la mano así. Con lo frágil que la tienes, el retroceso del arma te partiría el hueso en dos y la recuperación podría tardar más. Incluso tener un dolor crónico. No te lo aconsejo. Aprende a disparar con la izquierda. — Indicó Megan, dejando al líder solo.

    Matías espero a que Megan se marchase para coger su pistola e irse. Se estaba haciendo de día pero el grupo quería descansar un poco más, por lo que seguían en la granja.

    El líder se llevó consigo una pistola y una cuerda. Dejó la granja y se marchó al bosque. Mientras tanto, Teo esperó a que Cristóbal se queda a solas para hablar con él. Ese momento no sucedió hasta la hora de comer.

    Cristóbal escribía en su diario cuando Teo se lo quitó de las manos, lanzándolo unos metros atrás.

    — ¡¿Por qué has hecho eso?! — Exclamo Cristóbal, molesto.

    — Me vas a decir la verdad de lo que ocurrió en el granero si no quieres que queme ese p*to diario. — Amenazó Teo, con seriedad.

    Cristóbal asintió y tomó asiento.

    — Pasó lo que te dije, Teo. — Murmuró el historiador.

    — Es evidente que no, porque Matías te mira con odio. Más odio aún, del que ya os teníais. — Respondió el psicólogo.

    — Déjame en paz. — Dijo Cristóbal, marchándose.

    En el momento en el que Cristóbal se fue, Zorah entraba al salón.

    — Teo, vamos a tener que irnos ya. — Indicó Zorah. — Aprovechar las horas de día para adelantar unos kilómetros. La costa está cerca y a partir de ahí necesitaremos un barco para ir a la isla.

    — Claro, ¿dónde está Matt? — Dijo Teo.

    — ¿No estaba aquí? No lo sé. — Murmuró Zorah, extrañado.

    — Joder.

    ...

    — Sígueme. Vamos. — Decía Matías, mientras un podrido le gruñía.

    El líder guiaba al muerto de nuevo hacia el cobertizo. La cuerda que había cogido antes la había empleado en usarla para mantener la puerta del granero cerrada, ya que el candado estaba roto.

    Mientras lo guiaba y llegaba a la puerta, desataba la cuerda y acto seguido empujaba al infectado al interior. Había reunido un total de doce podridos. Javier observaba por la ventana cuando vio al líder acumular podridos en el cobertizo.

    — ¡Eh, Matías está allí!

    — ¿Qué mierda hace? — Preguntó Zorah.

    — Joder. — Murmuró Teo.

    Matías encerró a los infectados en el cobertizo y se dirigió a la granja. Al llegar, cogió su arma con la mano izquierda y apuntó a Cristóbal, ante el asombro del resto.

    — ¿Qué haces Matt? — Preguntó Luke.

    — Matías... — Murmuró Teo.

    — Sal. Ahora. — Le ordenó Matías a Cristóbal.

    El historiador obedeció, asustado.

    — Camina hasta el cobertizo y no te pares. — Le dijo Matt.

    Cristóbal obedecía, mientras el grupo se preguntaba que diablos hacía su líder. Todos fueron a la entrada del granero y Matías quitó la cuerda que mantenía las puertas cerradas.

    — Cristóbal me empujó desde el primer piso hacía ahí abajo, dónde estaban los muertos. Al caer, me romí la mano derecha. Se ha inventado una falacia para matarme. Y lleva queriendo hacerlo desde que comenzó ésta misión. Todo porque estoy con su ex-mujer, Mina. — Dijo Matt.

    — P*to enfermo... — Dijo Javier, observando a Cristóbal.

    — No me esperaba esto de él. — Murmuró Zorah.

    — Sabía que era algo así. — Dijo Luke.

    — ¿Y qué pretendes, Matt? — Preguntó Teo.

    — Ponerle en la misma situación que yo. Lo voy a encerrar en el cobertizo, y si sobrevive matando a todos los infectados, lo dejaré en paz. Con vida. — Indicó el líder.

    Matías se acercó a Cristóbal, dispuesto a empujarlo pero éste se zafó de él y le pateó en la mano rota, haciendo gritar al líder de dolor. Matías cogió su pistola con la mano izquierda y le apuntó a su pierna buena.

    — Te lo pondré más difícil. — Dijo, disparando al historiador en la tibia.

    Cristóbal gritó de dolor mientras Matías lo arrastraba hacia el interior del granero, en el que los podridos gruñían desesperados. Luke fue a ayudar a su compañero a arrastrarlo.

    — Dios, esto es enfermizo. No puedo verlo. — Murmuró Megan, yéndose a la casa. — Estáis locos.

    — Te acompañamos. — Dijo Javier, alejándose de la zona junto su hermana Vanessa.

    Santos también se marchó de allí, dejando a Zorah, Teo y Luke viendo lo que sucedía. Eran los únicos que lo consideraban justo a pesar de que no les acababa de convencer aquello.

    Matías encerró a Cristóbal y en granero y con una pierna rota, y no tardaron en escuchar los gritos del hombre, siendo devorado por unos diez podridos. Teo se fue el primero, seguido al momento de Zorah. Luke y Matt se quedaron solos.

    — Entiendo esta clase de justicia, Matt, pero esto tendrá que parar una vez volvamos a Libertalia. — Dijo Luke. — Si sigues así, acabarás muerto.

    Luke se marchó de la zona, dejando al líder solo y frente los gritos del historiador.

    Al día siguiente, el grupo volvió al camino sin articular palabra, pensando en la línea que se acababa de cruzar con la extraña condena que le habían dado a Cristóbal.
     
  3. Threadmarks: Parte 5 / Capítulo 8: Por Libertalia
     
    Manuvalk

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    Capítulo 8: Por Libertalia














    El silencio se había asentado entre los miembros del grupo. La muerte de Cristóbal había sido demasiado cruel incluso para el ser más vengativo.

    Quizá Matías no se sentía orgulloso de lo que hizo, pero por culpa del historiador, tenía una mano rota y había estado al borde de la muerte. Hizo que lo tenía que hacer, según su experiencia ahí fuera.

    Teo comprendía a su amigo, probablemente él hubiese hecho lo mismo, pero aún así pensaba que no debió haberse hecho de esa forma. Había formas mejores de castigar a Cristóbal, cómo exiliarlo.

    Zorah conducía el camión de bomberos en absoluto silencio. Pensaba en lo ocurrido, pero le daba igual. Al soldado le daba igual todo excepto la misión. Quizá la locura que abarcaba Matías le serviría a la misión. Ese carácter le había llevado a vivir hasta ahora, pensó. No le iba a reprochar nada, porque más o menos, lo entendía.

    Luke estaba preocupado por Matías, pero pensaba más en acabar la dichosa y maldita misión y regresar a su hogar, con su familia. Poder dormir relajado, poder beber un refresco frío de la nevera. Pensaba también en cómo decirle a Laurie que Shaun había sido asesinado por un psicópata.

    Megan no comprendía la venganza de Matías. Quizá lo hubiese entendido al comienzo del apocalípsis, o si hubiese pasado las cosas terribles que el líder había pasado, pero no era así. Y Cristóbal no le caía mal, aunque quizá si que era un idiota. Sin que nadie lo viese, ella cogió su diario y lo seguía escribiendo, ya que creía que el propósito del historiador era interesante; contar la historia de aquella misión.

    Santos no sabía que pensar. Nunca había estado en el exterior, siempre protegido, siempre tras unos muros. Aquella misión era más un infierno que una bendición para él. Las expectativas depositadas en sus capacidades para crear una cura le ponían aún más nervioso. Se jugaba mucho, él y la colonia entera.

    Javier era policía antes de todo, y las situaciones así no le gustaban. Él no conocía ese tipo de justicia a pesar de que era la justicia de aquel nuevo y peligroso mundo. Sus ideales le impedían ver que lo que había hecho Matías estaba medianamente aceptable, y rechazaba la idea de hacer eso en su lugar.

    Vanessa trataba de entender al líder. Entendía sus motivos, entendía su endado, su seriedad pero no entendía esa ira acumulada. Quizá no lo entendía porque nunca había pasado por lo que él.

    El grupo prosiguió su andadura pasando por algún que otro pueblo desierto hasta llegar a la costa. El puerto presentaba un aspecto irreconocible, ya que varios barcos estaban semihundidos o chocados entre sí. La isla se podía divisar desde la distancia.

    — Genial, no hay un barco aceptable. — Dijo Luke, observando toda la zona costera del puerto.

    — ¿Qué hacemos? — Preguntó Teo.

    — Debe haber algún barco que podamos usar. — Dijo Matías.

    — ¿Ese? — Preguntó Javier, señalando un velero que sobresalía del muelle. — Podemos empujarlo de vuelta al mar y rezar para que tenga algo de combustible.

    — Buena idea. Santos, ¿sabes cómo se maneja un trasto así, verdad? — Dijo Zorah.

    — Algo de la mecánica de barcos sé. — Murmuró el científico.

    — Bien, tú conmigo. Javier, Teo. — Ordenó el soldado.

    Zorah, Santos, Javier y Teo se disponían a empujar el barco mientras Matt, Luke, Megan y Vanessa esperaban. Estos cuatro no hablaban, mientras se limitaban a sacar las armas del vehículo.

    — Dejaremos las cosas escondidas en el camión. — Dijo Luke. — Salvo las armas.

    — No, mejor guardarlas en la basura. Nadie buscará ahí. — Indicó el líder.

    — Buena idea.

    Luke comenzó a guardar las pertenencias de todos excepto las armas en un cubo de la basura, que estaba rodeado de bolsas con un olor putrefacto y asqueroso que pocos podían soportar.

    Con ayuda de Megan, escondió todas las cosas. Vanessa sujetaba varias armas a la espera de que el resto cogiese la suya. El resto consiguió poner a flote el velero estancado en el muelle, y avisaron a los demás de que podían subir.

    Una vez todos dentro, Zorah se aseguró de que en los camarotes no hubiese ningún indeseado. Él y Santos sabían de barcos, y manejarían el timón en dirección a la isla. Comprobaron que tuviese suficiente gasolina y una vez comprobado, arrancaron el motor.

    — Vamos, venga pequeño. — Susurró Zorah.

    Tras varios intentos fallidos, Zorah consiguió arrancar el velero.

    — ¡Sí! ¡Estamos en marcha! — Exclamo.

    El grupo se puso en marcha rumbo hacia el laboratorio. Estaban en el tramo final de la misión; coger el instrumental necesario y salir de allí, de regreso a Libertalia.

    El velero se alejaba de la costa, y los supervivientes se distribuían por el barco. Zorah y Santos se encontraban en el puente de mando, controlando el rumbo del velero.

    — Oye. — Murmuró Zorah. — ¿Crees que podrás hacer una cura? ¿De verdad?

    — Es una posibilidad, no algo seguro. Pero sí, creo que podría. — Respondió Santos.

    — Espero que puedas hacerlo. Sino, éste viajecito lo habremos hecho para nada. — Añadió Zorah.

    En uno de los camarotes, Vanessa estaba sentada en la cama. De pronto, alguien tocó a la puerta.

    — ¿Sí?

    — Soy Teo.

    — Pasa.

    El psicólogo entró al camarote y cerró la puerta.

    — ¿Estás bien? No te había visto y pensaba que te pasaba algo. — Dijo Teo, sentado a su lado.

    — No me pasa nada, es solo que Santos me ha contado sobre las posibilidades de crear un antídoto y... me da esperanzas. — Respondió la mujer.

    — Entiendo. Pues, lo conseguiremos seguro. — Dijo Teo.

    — Sí, tienes razón. — Respondió Vanessa. — Quizá nos mate allí algún infectado, así que... ¿aprovechamos?

    — No rechazaré esa oferta.

    Mientras Teo y Vanessa se desvestían, Javier y Megan hablaban en la proa del velero.

    — ¿Llevas mucho con éste grupo? — Preguntó el policía.

    — Realmente no. De hecho, tan solo hace unos días. Encontré a Matías y Luke, que estaba malherido. Le curé y me cansé de vivir sola, así que me embarqué en ésta misión. — Respondió la doctora.

    — ¿Qué opinas de ellos? — Preguntó Javier, apoyado en la barandilla del velero.

    Megan observaba el horizonte, compuesto por el mar. Hacía una brisa fresca que relajaba, y ella estaba disfrutando del momento.

    — Me parecen buenas personas. Aunque han sufrido lo suyo, siguen viendo lo buena de la gente. El único que me preocupa es Matías. Esa actitud vengativa no le viene bien. — Respondió Megan.

    — Entiendo. Concuerdo contigo. — Añadió Javier, disfrutando de la brisa al igual que la cirujana.

    Matías rebuscaba entre las cosas del velero algo que pudiese ser útil. Luke se acercó a ver que hacía su líder.

    — ¿Qué buscas?

    — Nada en especial, tan solo busco algo que nos pueda servir. Algo interesante. — Respondió Matt.

    — ¿Qué pretendes encontrar? — Le preguntó Luke.

    De pronto, Matías encontró una cerradura en el suelo. Comenzó a quitar los trastos que había por encima y encontró un compartimento secreto. El líder se giró sonriendo hacia su compañero.

    — Bueno. Vaya. — Murmuró Luke.

    — Veamos que nos reserva éste sótano misterioso y secreto. — Dijo Matías con sarcasmo.

    Ambos descendieron por unas pequeñas escaleras. La oscuridad allí abajo era total.

    — Esto está bajo el nivel del mar. — Indicó Luke.

    — Huele mal. Dios. — Murmuró Matías. — ¿Tienes linterna?

    — No me separo de ella. — Respondió Luke, sacando una pequeña linterna de su bolsillo.

    Luke alumbró aquel sótano secreto, viendo un par de cajas tiradas allí. Al fondo, una puerta cerrada. Al acercarse, vieron que tenía escrito en la madera de la puerta "estamos enfermos". Alguien lo había escrito rayando la madera.

    — ¿Entramos? — Preguntó Luke, dudando.

    — Veamos que hay. — Dijo Matías.

    Ambos se posicionaron. Luke alumbraba el pomo de la puerta mientras Matías la abría lentamente. Las bisagras chirriaban silenciosamente y el polvo se mezclaba con el mal olor que salía de aquella habitación.

    La linterna alumbró dos cadáveres totalmente en descomposición tumbados en una cama matrimonial, y cogidos de la mano. Él sujetaba un pequeño revolver y ella un crucifijo.

    — Dios... — Murmuró Matías. — Decidieron no seguir viviendo.

    — Se rindieron. — Musitó Luke, observando los cuerpos.

    — Fue su decisión. Hay que respetarla. — Respondió el líder. — Vayámonos de éste sitio, que apesta.

    Ambos hombres salieron de aquel compartimento y cerraron la puerta tras ellos, mientras decidieron subir a cubierta. En la habitación de Vanessa, Teo se vestía al igual que ella. El psicólogo sonreía mientras se ponía los botones de la camisa.

    — ¿Por qué sonríes? — Le preguntó Vanessa, colocándose sus pantalones.

    — Porque me ha gustado. — Respondió.

    — Oye, no te ilusiones. Esto lo hago porque quiero, no porque haya algo entre nosotros. Baja de la nube. — Musitó Vanessa. — Si mi hermano se enterara...

    De pronto entró Javier, queriendo avisar a su hermana de que estaban cerca de la isla. Al ver a ambos vistiéndose, supo rápidamente que había ocurrido.

    — Creo que debo irme. — Murmuró Teo, pasando por el lado de Javier, que lo observaba serio.

    Una vez el psicólogo se fue, Javier cerró la puerta, dispuesto a hablar con su hermana menor.

    — ¿Ha ocurrido lo que creo que ha ocurrido? — Preguntó Javier.

    — Sí pero...

    — ¡Vanessa, joder! — Exclamo su hermano. — ¡Sabes el problema que tienes! ¡Eres una ninfómana!

    — ¡Superé ese problema mucho antes de que todo esto sucediera! — Renegó Vanessa.

    — ¿Cuantas veces?

    — ¿Cómo?

    — ¡Qué cuantas veces lo habéis hecho! — Gritó Javier.

    — Dos, solo dos. — Murmuró Vanessa, cabizbaja. — La primera fue en aquel bar en el que pasamos la noche.

    — ¡¿Cómo?! ¡Joder! ¡Estás volviendo a hacerte adicta! — Exclamo el policía, enfadado.

    — ¡Mierda Javi, deja de preocuparte por mí! ¡Soy mayorcita para hacer lo que quiera! — Dijo Vanessa, marchándose del camarote.

    — ¡Mierda! — Dijo Javier, golpeando el armario del camarote.

    En el puente de mando se encontraban Zorah y Santos junto con Matías y Luke.

    — ¿Es esa isla? — Preguntó Matías.

    — Así es. Con los prismáticos se puede ver parte del edificio científico. El laboratorio. — Indicó Santos.

    — Bien, dale al acelerador. Lleguemos de una vez. — Dijo Matías.

    El velero aceleró y su velocidad se incrementó. Diez minutos después, el velero se acercó a la costa. Zorah levó la pequeña ancla que el velero tenía y con una barca remaron hasta la costa.

    Al llegar, docenas de cuerpos echados en la arena les dieron la bienvenida. Algunos estaban enterrados, y solo se veían sus extremidades sobresaliendo al exterior.

    — Esto es repugnante. — Murmuró Megan, viendo cómo unos cuervos mordían un cuerpo.

    — Me preguntó que habrá pasado aquí. — Dijo Santos.

    — Hemos venido a coger cosas del laboratorio, no preguntarse lo que haya pasado aquí. Centrémonos en la misión. — Dijo Matías.

    El grupo continuó en silencio durante unos minutos. Se adentraron en un pequeño bosque que tenía pinta de selva exótica, hasta que se toparon con el cuerpo de un científico sentado bajo una palmera. Tenía un cartel que colgaba del cuello y en el que ponía: "Regresad".

    — ¿Ahora no debemos preguntarnos que ha pasado aquí? — Dijo Santos, siendo sarcástico.

    Matías lo miró de mala manera mientras Zorah inspeccionaba el cuerpo.

    — No lo han asesinado. No veo navajazos ni disparos. Ni un corte. Esto es muy raro. — Murmuró el soldado.

    — Sigamos, estos árboles dan la sensación de que nos espían. — Dijo Javier.

    El grupo avanzó hasta que se encontró con otro cuerpo. Éste estaba atado de pies y manos, y tenía los ojos totalmente oscuros y profundos.

    — Dios, tiene los ojos negros. — Musitó Megan.

    — Tampoco parece que le hayan matado. — Indicó Zorah.

    — Esto va de raro a peligroso. — Dijo Luke. — No me gusta nada.

    — Seguid y punto. — Ordenó el líder.

    Entre vegetación y arboleda, el grupo llegó a lo que parecía una entrada a un bunker. Santos se acercó a una máquina en la que pedía que se insertara un código.

    — ¿Qué haces? — Preguntó Vanessa.

    — Viendo si puedo abrir eso. — Dijo Santos, apretando unos números.

    — ¿Es aquí dónde debemos entrar? — Preguntó Matías.

    — ¿No era ir al edificio? — Preguntó Zorah.

    — Miremos aquí, y si no encuentro lo que debo coger, miraremos en el edificio. — Indicó el científico, accediendo al código. — Correcto.

    La compuerta de aquel bunker se abrió, soltando un poco de humo. Un largo pasillo se extendía ante el grupo, que decidió descender y avanzar. Santos iba con Zorah a la cabeza, que se encargaba de protegerlo.

    Una vez llegaron al fondo, una pequeña trampilla daba salida a aquel túnel. Zorah subió primero y observó que se encontraba en un pasillo, en medio de salas de experimentos. Probetas, microscopios y demás utensilios científicos se encontraban tirados por el suelo.

    — ¿Dónde diablos estamos? — Dijo Zorah, extrañado.

    — En el edificio. — Dijo Santos. — Hemos cogido un atajo.

    — Vaya, algo que nos sale realmente bien. — Murmuró Teo.

    Las luces parpadeaban a lo largo del pasillo, dándole al edificio un toque tenebroso.

    — Bien, vamos a dividirnos. — Dijo Zorah. — Yo, Santos, Teo y Javier iremos a los últimos pisos.

    — Entonces yo, Luke, Megan y Vanessa iremos por éste y el siguiente piso. — Murmuró Matías. — ¿Qué debemos buscar?

    — Probetas intactas y vacías, cepas del virus Lázaro si veis y ya está. El resto lo tenemos en Libertalia. — Indicó Santos.

    — Que no se hable más. Suerte. — Dijo Teo.

    Un grupo se marchó por las escaleras en dirección al tecer y cuarto piso, siendo éste el último. El otro, inspeccionaría el primer y segundo piso.

    ...

    Matías sujetaba su pistola con la mano libre, la izquierda. Luke llevaba la suya, al igual que Megan y Vanessa. Tras avanzar unos pasos, llegaron a una puerta en la que ponía: Lab.

    — Bien, Luke y yo entraremos a ver que encontramos. Vosotras esperad aquí. — Dijo el líder.

    — ¿Cómo? Espera un momento, ¿no confías en nosotras? — Dijo Vanessa, sorprendida por ello.

    — No os hemos visto en acción. No sabemos si sabéis defenderos o no. — Indicó Luke.

    — Sabemos defendernos. Iremos con vosotros. — Dijo Megan.

    Matías asintió. Las mujeres acompañaron a ambos hombres al interior de aquel laboratorio, libre de cadáveres. Los cuatro comenzaron a buscar cepas de Lázaro o probetas. Megan sabía más la forma que podían tener ambas cosas, por lo que fue la primera en encontrar unas cepas.

    — ¡Aquí! ¡Tengo unas cepas! — Indicó la doctora.

    — Genial. — Dijo Luke. — Miremos en otros sitios.

    ...

    — ¿Encuentras algo? — Preguntaba Javier.

    — Guardad estas probetas. — Indicó Santos. — Serán útiles.

    Teo se acercó con una mochila y comenzó a guardar probetas. De pronto, Zorah gritó y comenzó a oírse una fuerte pelea en la otra habitación. Cuando los tres llegaron, Zorah ya había matado a aquel científico podrido, pero tenía un mordisco en la pierna izquierda.

    — ¡MIERDA, MIERDA, MIERDA! — Exclamaba Zorah, pateando todas las cosas.

    Teo, Javier y Santos observaban asombrados la mordida que tenía Zorah en el gemelo izquierdo.

    — ¡Joder! Apareció de la nada y... — Murmuró el soldado. — Se arrastraba por el suelo el muy hijo de perra.

    — Bueno, relájate. — Dijo Teo.

    — Voy a seguir. Os ayudaré a encontrar lo que falta y os llevaré hasta el velero. Una vez ahí, os largáis. Yo me quedaré en esta isla del demonio a morir.

    Los tres asintieron, tristes. Zorah siguió buscando el material necesario cuando de pronto escucharon unos fuertes gruñidos al fondo del pasillo. Zorah cogió su escopeta y el resto mantenía sus pistolas en mano.

    Santos había tenido práctica, pero no sabía disparar bien aún. Los cuatro se asomaron a ver. Vieron a dos hombres gruñendo y haciendo movimientos extraños, golpeando la nada. Tenían los ojos negros y las venas hinchadas además de negras también.

    — ¿Eso son infectados? — Preguntó Javier.

    — ¿Qué mierda...? — Dijo Teo.

    — Son infectados, pero con la cepa más agresiva del virus Lázaro. — Susurró Santos, reconociendo enseguida los rasgos de ese tipo de infectados. — Los llamamos rabiosos o mutados. Tened cuidado con ellos, son extremadamente peligrosos.

    De pronto comenzaron a escuchar disparos en el primer piso.

    ...

    — ¡Megan corre! — Exclamo Matías, disparando a aquel extraño infectado.

    — ¡¿Qué son esas bestias?! — Dijo Luke, disparando sin parar.

    — ¡Tenemos que salir! — Exclamo Vanessa, asustada.

    — ¡Salgamos de éste p*to edificio! — Indicó Matías.

    De pronto, comenzaron a oír disparos en el piso de arriba. Zorah, Teo, Javier y Santos se abrían paso a disparos entre aquellas extrañas bestias mutadas. No tardaron en encontrarse todos, justo en el primer piso.

    — ¡Tenemos que salir! ¡Vamos! — Exclamo Teo, corriendo junto el resto a la salida y perseguidos por los rabiosos.

    El grupo salió del edificio y comenzó a correr por dónde había venido, de regreso al velero. Tenían lo necesario en sus mochilas y estar allí era un peligro en ese momento. Zorah iba el último, disparando su escopeta a aquellos infectados, que tenían algo más de velocidad que nos normales.

    Tras correr varios minutos, llegaron a la costa. Los gruñidos de los mutados que los seguían atrajeron a más, y una gran horda les pisaba los talones.

    — ¡Corred! ¡Subid a la barca y remad! ¡Los contendré! — Exclamo Zorah, gastando la munición que le quedaba.

    — ¡¿Qué haces Zorah?! — Exclamo Matías.

    — ¡No! ¡Ven! — Gritó Megan.

    — ¡Lo han mordido! ¡Por eso se queda! — Dijo Teo.

    Los rabiosos se lanzaron sobre Zorah, comenzando a morderlo y demás. Antes de morir, sonrió y sacó una granada potente de su bolsillo.

    — La misión ha sido completada, capullos. — Susurró, antes de volarse por los aires.

    La explosión hizo que la barca se zarandease durante unos segundos. Después, una nube rojiza y negra subía al cielo. El grupo contemplaba con tristeza la muerte de Zorah, que se había sacrificado para darles tiempo de huir.

    ...

    Todos estaban subidos en el barco. Santos, muy triste por la muerte de su protector, se limitó a encender el motor y arrancar el velero para marcharse. Mientras los demás estaban cabizbajos, Javier se acercó a Teo, que estaba distanciado del resto. Vanessa vio que ambos comenzaron a hablar.

    — No te lo he dicho antes porque estábamos en la misión, pero te lo digo ahora: aléjate de mi hermana, o tendrás un problema mayor que los muertos. — Dijo Javier, mirando fijamente al psicólogo.

    Teo se limitó a observar al policía con cierta superioridad mientras éste se iba.

    — No conviene que me amenaces. No sabes de lo que soy capaz. — Susurró Teo para sí mismo.

    Matías observaba desde el puente de mando el horizonte, la isla al fondo. Aún quedaba polvo suspendido en el aire. Megan escribía en el diario de Cristóbal lo ocurrido, pero especialmente sobre aquellos extraños infectados. De pronto, Luke entró en el puente.

    — ¿Y ahora qué? — Preguntó.

    — Ahora volveremos a casa. — Respondió el líder.

    Mientras el velero regresaba a puerto, en el muelle una aglomeración de muertos llegaba desde todas direcciones, atraídos por la explosión de aquella potente granada que Zorah había hecho explotar por él, por el grupo, por Libertalia.
     
  4. Threadmarks: Parte 5 / Capítulo 9: El regreso
     
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    Capítulo 9: El regreso














    El velero surcaba el mar con dirección al muelle, que estaba abarrotado de infectados. Estos caminaban por el puerto atraídos por la explosión de Zorah en la isla.

    Luke y Javier recogían las pertenencias del grupo mientras Santos frenaba la velocidad del barco siendo custodiado por Matías. Teo y Megan vigilaban la distancia entre el barco y el muelle.

    Algunos de los podridos a medida que veían el barco acercarse se lanzaban al mar, engullidos por el agua y sin salir a flote.

    — Son muchos. Va a ser imposible abrirse camino a través de ellos. — Dijo Teo.

    — ¿Cómo lo haremos? — Preguntó Vanessa.

    — Necesitamos una distracción. — Indicó Matías, apartando a los demás para ver desde la proa. — Algo que desvíe su atención hacía otra zona.

    El grupo comenzó a observar por toda la costa algo que pudiese hacer ruido, explotar o cualquier cosa.

    Megan divisó bidones de gas en una esquina cercana, que podía explosionar y provocar un incendio de grandes dimensiones.

    — Allí hay gas. — Señaló la doctora.

    — ¿Quién tiene mejor puntería con el rifle? — Preguntó Matías.

    Luke dio un paso al frente.

    — Dejadme a mí. — Dijo, colocándose el rifle al hombro. — Es pan comido.

    Luke apuntó a aquellos bidones de gas y disparó, acertando de pleno y provocando una explosión potente. Parte de la esquina se derrumbó en pedazos haciendo un agujero en el edificio.

    — Eres muy bueno con eso. Me gustaría aprender a disparar así. — Dijo Vanessa, asombrado con la puntería de Luke.

    — Si quieres te enseñaré una vez estemos en Libertalia. — Respondió Luke.

    Javier observó a Luke con cierto desprecio, al igual que Teo al policía. Matías comenzó a repartir las mochilas entre los miembros del grupo.

    — Vale, está funcionando. — Dijo Matías. — Saltaremos al muelle y correremos hasta el camión. Yo iré el último con Santos y Teo, Javier con Vanessa, Luke con Megan. ¿Entendido?

    — Sí. — Afirmó Megan.

    — ¿Listos? — Preguntó el líder.

    — Cuando quieras. — Le dijo Teo.

    Todos estaban preparados con sus armas. Cuando Matías dio la señal, el grupo saltó al muelle y comenzó a correr camino al camión de bomberos.

    Algunos muertos se acercaban a ellos pero eran empujados por los supervivientes.

    — ¡Teo, al volante, ahora! — Exclamo Matías, disparando su pistola.

    Mientras Teo arrancaba el camión, Matías se acercó al contenedor y cogió la bolsa de armas.

    Al girarse, un podrido se le abalanzó pero Javier le salvó con un disparo certero en la cabeza. El líder subió el último al vehículo y éste arrancó, marchándose de la costa en dirección a la colonia.

    ...

    — Podrían estar regresando. — Dijo Jack, sentado frente Noah. — Sé lo que te dije, pero he decidido cambiar de parecer.

    — ¿Por qué me confías a otra persona? Yo decidí que fueses tú el segundo al mando de la comunidad. — Dijo Noah.

    — Lo sé, pero lo he pensando con frialdad y no soy el adecuado para ese puesto. Por eso te digo que esperes a que regresen, hay candidatos mejores en el grupo. — Respondió Jack, levantándose del asiento. — Además, me gustaba mi trabajo de vigilante nocturno. Y también seré padre, aunque falte tiempo. Quiero estar con mi mujer a tiempo completo.

    Noah asintió, sin querer presionar al muchacho.

    — Está bien, cuando regresen veré cuál es el candidato idoneo para el puesto. — Murmuró Noah. — Puedes irte.

    Mientras Noah continuaba con su papeleo en el despacho, Jack se fue a su casa.

    Por el camino veía a los ciudadanos reconstruir con alivio el lugar mientras la normalidad se hacía cada vez más presente.

    El joven llegó a su casa en la que estaban Iris y Mia con Luke Jr.

    — Hola a todos. — Dijo, acercándose a dar un beso a Iris. — ¿Cómo estáis?

    — Bien, hablando sobre Erick. — Dijo Mia. — Lleva desde lo de Laurie sin salir de casa. Creo que piensa que es su culpa.

    — Dios. — Murmuró Jack. — Iré a hablar con él.

    Jack se despidió de las chicas y se fue a ver a Erick. Su casa estaba con todas las persianas bajadas, por lo que parecía abandonada. Jack tocó a la puerta repetidas veces, sin éxito.

    De pronto, se percató de que podía abrirla. Al entrar, la oscuridad lo cegó por un momento. De repente se encendió la luz y Erick estaba frente él apuntándole con su pistola. Estaba sudado y tiritando, y el arma le temblaba en las manos.

    — ¡Eh, soy Jack! — Exclamo, asustado.

    Erick bajó la pistola y la dejó sobre la mesa. Acto seguido comenzó a beber un refresco abierto que tenía en la mesa.

    — ¿Qué quieres? — Preguntó.

    — Para empezar, que devuelvas el arma a la armería. No puedes ir con eso apuntando a las personas que vienen a verte. — Le reprochó Jack, molesto por la reacción de antes.

    — La única forma de estar seguro es tener un arma en cada casa. — Respondió, acercándose a Jack.

    — Oye deja de ir de intimidador, ¿vale? Somos amigos, quiero ayudarte. — Murmuró Jack.

    — ¿Ayudarme? Ayúdame a matar a Álvaro y volveremos a estar cómo antes. Bien y a salvo. — Musitó, lanzando el refresco vacío al suelo.

    — Álvaro está encerrado en la prisión y vigilado constantemente por militares. No puede hacer más daño. — Indicó Jack, preocupado por la actitud de su amigo.

    — Es un error el mantenerlo vivo. Acuérdate de mis palabras; Álvaro escapará, y matará a alguien más. Esto es así. — Dijo Erick.

    — No tiene porqué suceder. — Respondió el joven.

    — Vuelve cuando seas razonable, Jack. — Dijo Erick, subiendo al segundo piso y dejando solo al chico.

    Jack se marchó de la casa frustrado y molesto con su amigo, porque quería venganza por Anna y Laurie, y aunque el también quería justicia, el dejar a aquel asesino en prisión los hacía más civilizados, y esa era la norma de Libertalia; ser civilizados de nuevo.

    ...

    Luke observaba una foto de su hijo en el interior del camión. Recordaba el principio de la misión, cuando miraba de nuevo la foto de su hijo. Megan vio la foto y sonrió.

    — Ya veo que luchas por algo. — Dijo la doctora.

    — Así es. Él crecerá en un buen mundo, o por lo menos mejor que en éste en el que vivimos. — Dijo Luke. — ¿Y tú? ¿Por quién luchas?

    — Luchaba por mi hija de cinco años. Hasta que esos seres diabólicos la devoraron, junto con mi marido. — Dijo Megan, soltando algunas lágrimas.

    — Dios, lo siento. — Respondió Luke, abrazando a la mujer.

    — Pasó en el comienzo, así que lo tengo más o menos asimilado. Sigo viva por ellos, porque no querían que me rindiera, no querían que me fuera igual que ellos de éste mundo. Si muero, moriré haciendo algo importante, algo que valga para alguien. — Murmuró Megan.

    — No sé si tendría tu fuerza de voluntad estando en tú lugar. — Dijo Luke.

    — Chicos, ¿cuanto falta? — Preguntó Vanessa.

    — Le preguntaré a Teo. — Dijo Luke. — Hey, ¿qué queda de viaje?

    — ¿De viaje? Joder tío, un día más o menos, quizá algo más. — Musitó el psicólogo. — ¿No recuerdas que estuvimos vagando por ahí un día o dos sin seguir la misión?

    — Mierda, pensaba que estaba todo hecho. — Dijo Luke. — Lo siento Vanessa, tardaremos un poco.

    Vanessa asintió desesperada mientras su hermano observaba el paisaje por la ventana. Teo conducía con Matías y Santos a su lado.

    — Lo que hizo Zorah es digno de ser premiado. — Murmuró el científico de pronto.

    — No te lo discuto. — Admitió Matías. — Nos ha salvado el culo muchas veces.

    — De no ser por él, la misión hubiese sido más complicada. — Dijo Teo.

    Mientras entre ellos se hablaban, el viaje se acortaba a medida que llegaban al pueblo en el que se encontraron a Megan. Una vez llegaron y justos de combustible, el grupo se asentó en el centro médico de Megan para pasar la noche.

    Al día siguiente, buscaron más gasolina y continuaron el viaje. pasaron por la ciudad de los salvajes, recordando a Dominic y sus víctimas. Paula, Shaun y los soldados que acompañaban a Zorah solo llegaron hasta ahí.

    Continuaron avanzando hasta llegar por la tarde a la carretera embarrada dónde el camión se quedó atrapado al inicio de la misión.

    Los recuerdos bombardearon la mente de todos los que estuvieron presentes ahí. Sin darse cuenta, ya llegaban a Libertalia.

    ...

    Mina llegaba a casa con una cesta repleta de verduras. Al entrar, se encontró con Charlotte leyendo en el sofá. Mina dejó la cesta en la cocina y fue a ver a su hija adoptiva.

    — ¿Qué lees? — Preguntó la mujer.

    — Un libro sobre ciencia ficción. Lo encontré en el sótano. — Murmuró Charlotte.

    — Es bueno que leas, ¿y qué tal el inicio de la escuela? — Dijo Mina, dirigiéndose a la cocina.

    — Bueno, no me acostumbro de nuevo. — Musitó la niña, concentrada en su libro.

    De pronto Mia entró en casa, con Luke en brazos.

    — Hola Charlotte, Mina, ¿te importaría quedarte con Luke un momento? Tengo que hacer algo. — Dijo.

    — Claro, ¿qué ocurre? — Preguntó Mina.

    — Tranquila, nada malo. Vendré en un momento. — Murmuró Mia.

    La doctora salió de la casa para dirigirse a la de Erick. Iris y Jack la esperaban en el porche.

    — ¿Lista? Espero que nos escuche. — Dijo Jack.

    — Esperemos. — Murmuró Iris.

    El trío abrió directamente la puerta para irrumpir en casa de Erick. El salón estaba totalmente oscuro, al igual que el resto de la casa. De pronto salió Erick de la cocina.

    — No podéis entrar en mí casa así por así. — Reprochó el hombre.

    — Lo haremos hasta que dejes de culparte por Laurie y Anna. Y hasta que desistas de querer matar a Álvaro. — Dijo Jack. — Se pudrirá en una celda, no hay peor castigo.

    — Hay cosas peores, créeme. — Dijo Erick, refiriéndose a su situación.

    — Tienes que superarlo. — Dijo Mia.

    — ¿De verdad te quedarías con los brazos cruzados si Álvaro hubiese matado a tu hijo? ¿O a Luke? — Respondió Erick, dejando a Mia silenciada. — Lo suponía.

    — Per...

    — ¿Y tú Jack? ¿Te quedarías así si ese asesino matara a Iris? ¿O al revés? No lo creo. — Añadió Erick.

    — Debe haber otr...

    — No hay otra solución. La única forma es matándolo lentamente. Y que recuerde todas las víctimas que ha asesinado hasta desfallecer.

    Jack, Mia y Iris desistieron de seguir hablando con Erick y se fueron de la casa, volviendo a las suyas respectivamente. La noche estaba al caer.

    ...

    Un camión desconocido para los guardias se acercaba a la entrada de Libertalia. Bajo la oscuridad de la noche, sus luces eran cómo dos faros en el horizonte, y los soldados que vigilaban los muros no tardaron en ver que un vehículo desconocido venía.

    Charlotte dormía plácidamente cuando de pronto algunos gritos la despertaron. Se ató los cordones de los zapatos y salió con su pijama al porche.

    Vio cómo varios militares corrían en dirección a la entrada, al igual que algunos ciudadanos, curiosos de saber que ocurría. Sin avisar a Mina, Charlotte corrió en la dirección a la que iban todos.

    — ¡Paren el camión! — Exclamo un guardia.

    Al momento, el guardia indicó con un gesto que abriesen la puerta.

    — ¡Son ellos! — Gritó, alegre.

    Las puertas se abrieron y las luces del camión iluminaron a toda la gente que se amontonó en la entrada. Charlotte observaba con asombro, y vio que varias personas bajaban del vehículo.

    La gente comenzó a aplaudir y gritar, llamando la atención de algunos que aún no habían salido de sus casas.

    — ¿Qué haces aquí? ¿Qué ocurre? — Preguntó Mina, apareciendo detrás de la niña.

    — Son ellos. Han regresado. — Murmuró Charlotte, con una alegría inmensa en su rostro al llegar el regreso de su grupo.
     
  5. Threadmarks: Parte 5 / Capítulo 10 (Final): A la vuelta de la esquina
     
    Manuvalk

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    Capítulo 10 (Final): A la vuelta de la esquina



















    Teo bajó del asiento de conductor. Ver Libertalia fue reconfortante, y el psicólogo ya deseaba dormir en su casa. La gente aplaudía al grupo y demás, pero se sorprendieron de no ver a Zorah o Cristóbal, Paula o Shaun.

    Incluso algunos soldados se entristecieron de no ver a los compañeros escogidos para la misión, aunque no hacía falta contar lo ocurrido. Noah corrió a recibir al grupo, saludando a Matías mano a mano.

    — Habéis vuelto. Sabía que volveríais. — Dijo el líder de Libertalia.

    — No todos han podido volver. — Respondió Matías. — Pero tenemos caras nuevas.

    Megan, Vanessa y Javier observaban el refugio con gran asombro. Los muros, las casas, la gente... jamás pensaban volver a ver algo así. Noah los observó, confundido.

    — Tenemos que hablar. Todos vosotros. — Dijo Noah.

    — Ahora no es el momento, Noah. Mañana por la mañana, ¿vale? — Respondió el líder. — Quiero estar con los míos ésta noche.

    — ¡Matt! — Exclamo Charlotte, corriendo a sus brazos.

    — ¡Hey! — Dijo Matías, abrazando a la niña. — Me alegro de verte, pequeña.

    — Te he echado de menos. — Murmuró Charlotte.

    — Yo también, y mucho. — Respondió el líder, viendo cómo Mina se acercaba a ellos. — Cariño.

    — Me alegro de que estés bien. — Dijo Mina, abrazando a su novio. — He contado todos los días desde que te fuiste esperando éste momento.

    — Ya estoy aquí. — Susurró Matías, besando a su amada.

    Noah se llevó consigo a Megan, Javier, Vanessa y Santos. Luke bajó del camión y al ver a su hijo comenzó a correr entusiasmado. Lo abrazó cómo si fuese la última vez y acto seguido se acercó a Mia, que lloraba de la emoción.

    Ambos se fundieron en un abrazo lleno de alegría. Teo se acercó a Jack e Iris, que observaban la escena con júbilo.

    — ¡Teo! — Dijo Jack, abrazando a su amigo. — ¿Dónde está Shaun? ¿Y Paula?

    La mirada de Teo parecía hablar en aquel momento. No hizo falta respuesta, la pareja ya sabía que había ocurrido. A pesar de todo, no era el momento de hablar.

    — ¿Y Erick? — Preguntó Teo. — ¿Anna? ¿Laurie?

    — Erick está en su casa. Quizá puedas hablar con él. Él... se siente culpable de las muertes de Anna y Laurie. — Dijo Iris.

    — Dios... — Murmuró Teo, decaído.

    La noche se hizo muy larga y amarga para algunos miembros del grupo. Por la mañana, no iba a ser diferente. Noah los reunió en su despacho a todos.

    Matías, Teo, Luke, Megan, Santos, Javier, Vanessa, Jack y Erick que vino forzado. Aquellos presentes estaban allí para ponerse al día tanto con lo ocurrido en la misión cómo en Libertalia.

    — Antes de todo, ¿dónde está Álvaro? — Dijo Matías, sin saber lo ocurrido.

    — Ese asesino debería estar muerto. — Respondió Erick, ante el asombro del grupo.

    — ¿Por qué? — Preguntó Teo, preocupado por su amigo, que tenía una extraña actitud.

    — ¡Mató a Anna y Laurie! — Exclamo, furioso.

    — También mató al coronel Henry. Y a más personas. — Añadió Jack. — Erick y yo fuimos secuestrados por una parte del ejército que resultó ser una célula terrorista. Álvaro la lideraba en la sombra.

    — Así es. — Dijo Noah. — Con la colaboración de Erick y Jack, que hicieron la mayor parte, conseguimos frenarlo. Pero hubo una pequeña guerra civil aquí, que por suerte, ganamos.

    — ¡Maldito! ¡Quiero ver a ese hijo de perra! — Exclamo Matías.

    — ¡No es el momento! — Dijo Noah.

    Matías se quedó en silencio. Claramente compartía la postura de asesinar a Álvaro, igual que Erick.

    — Trabajaba en secreto en la mutación del virus Lázaro, llamado 2.0. De no ser por Erick y yo en aquel momento, habría en Libertalia infectados peores aún. — Dijo Noah.

    — Nos hemos encontrado con infectados así en el laboratorio. — Afirmó Santos de repente.

    — ¿En serio? — Preguntó Erick.

    — Así es. Son extremadamente peligrosos en comparación con los podridos normales. Ahora mismo iré a quemar los restos del virus 2.0 para evitar que pueda haber una fuga. — Dijo el científico, marchándose.

    — En fin, eso fue todo. Breve pero intenso. — Dijo el líder de la comunidad. — ¿Qué ocurrió en la misión? No veo caras conocidas pero sí nuevas.

    — Son de confianza. Javier y Vanessa nos los encontramos en un edificio de la ciudad, y desde entonces nos ayudaron. — Indicó Teo.

    — Megan salvó a Luke de un disparo. Le debemos mucho. — Dijo Matías.

    — ¿Y qué ocurrió con Shaun, Paula, Zorah y su grupo? — Preguntó Jack.

    — En la ciudad nos emboscaron unos salvajes de mierda. Un grupo de psicópatas que cazaban supervivientes. Nos quitaron parte del armamento y el camión. Nos jodieron la misión. — Dijo Luke.

    — Paula y Shaun fueron asesinados por su líder, un tal Dominic. Matías acabó con él. Los soldados murieron a manos de sus salvajes enfermos, que los decapitaron y cosas así. — Dijo Teo.

    — Zorah fue mordido en el laboratorio y se quedó a cubrir nuestro escape. Murió haciendo explotar una granada, y gracias a él escapamos bien. — Dijo Matías. — No hay mucho más que contar.

    Tras más de una hora de charla, cada quién se fue a su respectivo hogar. Todos excepto Teo, al que Noah quería hablarle.

    — Teo, voy a ir sin tapujos; ¿te interesaría ser mi compañero de liderazgo de Libertalia? — Dijo Noah.

    — ¿En serio? ¿Por qué no Matías? — Preguntó Teo.

    — Ya he hablado con él a primera hora, antes de hablar con todos juntos. No quiere, es más, quiere dejar de liderar. Cree que ha hecho suficiente mal, y ha rechazado el puesto. Por eso he pensado en ti. ¿Qué me dices?

    — Que sí. Me gustaría, creo que podría contribuir a hacer Libertalia mejor.

    Santos había erradicado toda prueba posible de que el virus Lázaro 2.0 siguiese ahí. En su lugar, contaba con soldados científicos para ayudarle a desarrollar y distribuir el antídoto.

    Consiguió aislar el gen del infectado y de él extrajo lo que hacía falta para crear una cura. Tras intentos fallidos, consiguió aislar el gen y comprobar mediante análisis con carne aún viva que funcionase.

    Aunque la prueba de fuego sería inyectar dicho gen trastocado a una persona en forma de líquido. Buscaron algún voluntario pero sin éxito, hasta que Noah ofreció a alguien.

    — Tengo una idea. — Dijo.

    Al momento, dos guardias traían a Álvaro al laboratorio.

    — ¿Vamos a jugar a los doctores malos? — Dijo Álvaro, sarcástico. — Santos, cuanto tiempo... ¿me vas a vacunar contra la rabia?

    De pronto dos soldados sacaron a un infectado y se lo acercaron a Álvaro.

    — ¡¿Qué c*ño hacéis?! — Exclamo.

    Le dieron margen suficiente al podrido para que mordiese a Álvaro en el hombro izquierdo. El hombre gritó por unos segundos hasta que le quitaron al muerto de encima y se lo llevaron a la jaula en la que lo tenían.

    — Sentadlo. — Indicó el científico.

    Forzadamente sentaron al ex-general en una silla y lo sujetaron a pesar de que el terrorista no ofrecía resistencia alguna.

    Santos cogió el antídoto y con suavidad hundió la aguja de la jeringuilla en las venas del brazo de Álvaro. Éste ni se inmutó, mientras el científico vertía todo el líquido en su conducto.

    — ¿Esto qué es, Santos? — Preguntó Álvaro.

    — Un antidoto. Eres mi conejo de pruebas. — Respondió Santos.

    Tras esperar varios minutos, Santos le hizo una analítica al ex-general.

    No había rastro del virus pero tampoco del antídoto, por lo que se llegó a la conclusión de que el virus tenía un tiempo para invadir el cuerpo al igual que el antídoto y que una vez el antídoto mataba el virus, desparecía de la sangre, volviendo a dejar al ser vivo vulnerable ante otra mordida.

    — La vacuna Lázaro no es definitiva, pero sirve para salvar personas de una mordida por parte de infectados. — Indicó Santos, comenzando a producir en masa la vacuna para todos los ciudadanos de Libertalia. — Tenemos un antídoto, pero seguiré trabajando en una solución definitiva.

    ...

    En un bosque lejano a la colonia, un grupo de personas convivía desde hacía mucho tiempo. Se vestían con ramas de árboles además de ropa haraposa y sucia, para pasar inadvertidos en el bosque.

    Iban por las copas de los árboles, observando en silencio. El barro les cubría la cara y llevaban armas de mano cómo hachas, dagas y además colocaban trampas brutales en la maleza.

    Cazaban animales, tal y cómo ellos se describían, cómo animales, incluso en momentos de hambruna, cazaban personas y se las comían. El bosque y las colinas era su territorio y quien lo cruzaba se convertía en su enemigo y amenaza.

    — Tiffany, deja de silbar por Dios. — Dijo un hombre.

    — ¿Qué más te da, Carlos? — Murmuró Tiffany.

    — ¡Porqué atraerás a esos monstruos! — Dijo Carlos, molesto.

    — Dejad de hablar y seguid. Necesitamos un sitio dónde pasar la noche. — Murmuró otro hombre.

    — Paul, por el bosque. Así acortaremos distancia. — Indicó Carlos.

    Aquellas personas se adentraron en el bosque, buscando llegar al otro lado y ver si había un sitio dónde dormir.

    — ¿Sabes? Creo que voy a comerme un par de cacahuetes. Esos que encontramos en...

    — ¡Carlos! — Exclamo Tiffany, horrorizada al ver a su amigo muerto.

    Carlos había pisado una rama que hizo que sobresaliese una daga enganchada a un palo desde un árbol, hundiéndose en su torso. El hombre murió al acto, mientras la mochila le caía de la espalda.

    — ¡¿Qué coj...?! — Decía Paul antes de ser partido en dos por la fina hoja de un hacha.

    — ¡Paul! — Gritó Tiffany, aterrada. La mujer sacó su pistola. — ¡Atrás! ¡Tengo un arma!

    — No te comportes cómo una niñata. — Dijo aquel hombre con el rostro encubierto por el barro. — Has cruzado una línea que llevaba trazada desde hace mucho. Has irrumpido en el territorio de los Animales, y eso se paga caro.

    Aquel hombre salvaje degolló a la mujer de un corte limpio con el hacha. Su cabeza rodó unos metros hasta perderse por los arbustos.

    — Estoy harto de que crucen la línea los civilizados. A partir de ahora, verán claros avisos antes de adentrarse en nuestras tierras. — Dijo aquel hombre a sus súbditos, que salieron de todos los lados. — Poned sus cuerpos en los árboles, y con advertencias.

    Mientras los Animales, grupo que se hacía llamar así, obedecía al que parecía ser su líder, a una distancia de treinta kilómetros los muros de Libertalia sobresalían por encima de los árboles.

    Aquellas personas estaban más cerca de lo que pensaban, estaban a la vuelta de la esquina.
     
    Última edición: 3 Agosto 2016
  6. Threadmarks: Parte 6 / Capítulo 1: Legado
     
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    Parte 6




    Capítulo 1: Legado















    Cinco años después...

    El Sol salía por el horizonte, iluminando poco a poco los rincones más oscuros. Eran las ocho de la mañana, y Libertalia despertaba bajo un día caluroso. La colonia había crecido considerablemente en esos cinco años, y las cosas habían cambiado para mejor.

    Libertalia había crecido, sí, pero había crecido en todos los aspectos. Se hizo una amplia expansión y ahora contaban con un amplio campo para cultivar, en el que se implantaron granjas con todo tipo de animales.

    Desde gallinas a vacas pasando por ovejas hasta campos de cultivos, Libertalia subsistía fácilmente de sus propias cosechas. Habían nacido bebés, y habían llegado personas desde el exterior, tanto buenas cómo malas. Se lidió con problemas cómo un pequeño grupo que entró haciéndose pasar por gente honesta y acabó matando a cinco personas.

    Desde ese entonces, no se dejaba entrar a nadie hasta que Teo los analizara psicológicamente. Noah entonces daba el permiso para dejarles entrar con vigilancia. Debían probar su honestidad y lealtad a la comunidad mediante trabajo, ayudando al refugio a crecer para mejor.

    Matías se dedicaba a cultivar junto con Mina y convivían en una de las casas junto con Charlotte. La familia era feliz, a pesar de que no era realmente una familia. Charlotte era una adolescente y siempre le pedía a Matías salir a dar una vuelta al exterior, pero hasta el momento, el ex-líder rechazaba la idea, sobre protegiéndola.

    Luke se hizo guardia y patrullaba el muro por arriba, observando el paisaje del exterior. Mia era médico junto con Megan, y dejaba a su hijo Luke Jr en la guardería de Libertalia, que estaba a cargo de Iris.

    Jack renunció a ser co-líder con Noah y decidió volver a su puesto de vigilante nocturno con Erick, que volvió a ser el de antes después de mucho tiempo en el que quería acabar con Álvaro. La hija de Jack e Iris nació, y le pusieron Sofía. Ésta iba con su madre a la guardería y jugaba con el pequeño Luke.

    Erick y Megan entablaron una relación ya que ambos tenían muchas similitudes, entre ellas el haberse quedado solos en aquel mundo.

    Teo y Vanessa oficializaron su relación, y aunque al principio a Javier no le hizo gracia, acabó por llevarse muy bien con el psicólogo, que era el líder de Libertalia con Noah y trabajaba también analizando a nuevas personas que llegaban. Vanessa se hizo guardia del muro y con Luke patrullaba, ya que éste le había enseñado a disparar un rifle con bastante precisión. Javier por el momento ayudaba en la construcción de los muros, pero había poco trabajo por lo que se pasaba la mayor parte del tiempo en su casa o dando vueltas por el lugar.

    Santos seguía con sus investigaciones científicas pero era siempre querido en la comunidad, por haber fabricado el antídoto que daba una oportunidad a las personas infectadas.

    Noah mantenía su cargo de líder de la colonia con Teo, y de vez en cuando iba a ver a Álvaro, que llevaba en prisión cinco años y siempre sonreía al ver al alcalde por allí.

    ...

    Teo se dirigía a su primera reunión grupal. Noah le había encargado que planificara cómo podría ser la comunidad dentro de otros cinco años, con todas sus ventajas y planes de futuro cómo la expansión de granjas y el muro, etc.

    Llegó a la sala en la que Noah y varios ciudadanos esperaban la exposición del psicólogo.

    — Buenos días a todos. — Dijo, llegando algo tarde.

    — Un poco tarde, Teodoro. — Le dijo uno de los ciudadanos.

    — Disculpe. — Murmuró Teo, dejando sus cosas sobre la mesa.

    — Bien, ahora que estamos todos, queremos explicar cuál será el progreso que Libertalia tendrá de aquí a los próximos cinco años. — Dijo Noah. — Cuando quieras, Teo.

    Teo se puso frente todos los presentes, sobre una palestra.

    — Sé que hace solo tres años expandimos el muro notablemente, pero se tardó tres años en hacerlo. No tenemos la maquinaria suficiente y he pensado en no expandir más el muro. — Indicó Teo.

    — ¿Cómo? — Dijo una mujer.

    — ¿Por qué? — Preguntó un tipo.

    — Cuanto más grande sea el lugar, más difícil será de defender ante cualquier amenaza. Además, nuestros recursos no son infinitos y tenemos docenas de casas que no están siendo habitadas. — Argumentó Teo.

    — ¿Qué amenazas dices? Hace meses que no viene gente y además, con el muro que tenemos totalmente inpenetrable los muertos no pueden hacernos nada. No entiendo el problema de la expansión. — Dijo otro hombre.

    — Tendremos recursos para construir casas, o reforzar el muro, o incluso hacer más granjas. Pero la expansión es una pérdida de tiempo por el momento. — Indicó Teo.

    La gente comenzó a murmurar entre sí, aparcando el silencio a un lado. Noah asintió y Teo se fue de allí, con su trabajo acabado. Vanessa esperaba fuera a su novio, y al verlo le saludó con un suave beso.

    — ¿Cómo ha ido? — Preguntó la mujer.

    — No se lo han tomado muy bien, pero lo aceptarán. Es algo bueno a largo plazo. — Respondió el psicólogo.

    — Lo harán, estoy segura.

    — Hola pareja. — Dijo Jack, junto con Iris y su hija de cuatro años, Sofía.

    — Hola, ¿cómo estáis? — Preguntó Vanessa.

    — Muy bien, dando una vuelta ahora que podemos. Ésta tarde tengo que encargarme de la guardería y... es agotador estar al tanto de tantos niños. — Murmuró Iris, con Sofía cogida de la mano.

    — Lo entiendo totalmente. ¿No tienes a Jenny ayudándote? — Dijo Teo.

    — Así es, pero aún así nos cuesta trabajo mantener a los niños a raya. — Respondió Iris. — En fin, seguiremos con nuestro paseo. Un placer veros, haber cuando nos juntamos.

    — Cuando puedas, Iris. Hasta luego, Jack. — Dijo Teo.

    Teo y Vanessa se iban a su casa mientras Jack, Iris y Sofía proseguían con su paseo. Javier, Erick y Luke se encontraban en casa de éste último conversando tranquilamente.

    — ¿A qué hora tienes turno, Luke? — Preguntó Javier.

    — A la noche, a las 22:00h. — Respondió Luke. — Es aburrido, pero todo sea por contribuir a la comunidad.

    — ¿Y tú Erick? — Preguntó Javier de nuevo.

    — Me toca con Jack el turno de noche, por suerte tendré con quien hablar. Ah, pues más o menos a la misma hora que Luke. — Dijo Erick. — ¿Tú que vas a hacer?

    — Por el momento trabajo en la construcción, pero he oído que Teo ha paralizado la expansión. Supongo que tendrá sus motivos. — Dijo Javier.

    — Bueno, algo podrás hacer. — Dijo Luke. — ¿Queréis café?

    — ¿Café? ¡Saca las cervezas! — Dijo Erick, riéndose.

    Mia y Megan se encontraban en la enfermería organizando las medicinas en un estante. Junto a ellas estaba Luke Jr, pero pronto Mia lo llevaría a la guardería. De pronto entró un joven de unos veinte años, doliéndose del brazo.

    — Hola. — Dijo. — Me ha vuelto a pasar.

    — ¿Otra vez? ¿Otra vez haciendo parkour en la obra? — Dijo Megan.

    — Déjanos ver. — Indicó Mia.

    — Creo que me he roto el hombro. — Musitó el chico, preocupado.

    Mia y Megan comenzaron a realizar pruebas mediante toques en el hueso.

    — No está roto, te lo has dislocado, Freddy. — Dijo Mia.

    — ¿Se lo colocas tú o yo? — Preguntó Megan.

    — ¿Te importa? Yo voy a llevar a Luke a la guardería y regreso.

    — Sin problema. Túmbate, Freddy.

    Freddy obedeció y se tumbó en una tumbona. Megan le subió el hombro hasta colocárselo, no sin antes que Freddy clamara gritando que parara.

    — ¿Ves? Ya está. — Murmuró Megan. — Listo.

    — ¡Wow! ¡Gracias Megan, eres increíble! — Exclamo Freddy.

    Freddy siempre había sido un chico fácil de sorprender, y algo cómo eso era alucinante para él.

    — Fred, eso lo puedes hacer tú solo. Si quieres te enseño algún día. — Murmuró la doctora.

    — Lo tendré en cuenta. Gracias de todas formas, Megan. — Respondió Freddy, marchándose.

    En el campo de cultivo, bastantes personas se encontraban trabajando la tierra para plantar. Entre ellas, Mina y Matías. El líder había dejado de lado el mandar y se dedicaba a trabajar con su mujer.

    — Dios, ésta zanahoria está podrida. — Dijo Matías.

    — No Matt, está bien. Tú ves podridas todas las verduras. — Dijo Mina, riéndose. — ¿Sabes? No me acostumbro a verte aquí, conmigo, trabajando en el cultivo.

    — Es lo que hago ahora. — Respondió Matías.

    — Matías, me encanta que estés conmigo aquí, trabajando juntos. Pero, se te ve en la cara que no estás cómodo. Éste no es tu sitio. — Dijo Mina.

    — ¡Llevo haciendo esto cinco años! — Dijo Matías, molesto.

    — Y siempre te he dicho lo mismo, lo sé. Pero, no quiero que hagas algo que no te gusta por estar más tiempo conmigo o porque no hay algo que te pueda gustar. ¿Me entiendes? — Dijo la mujer, dejando algunas verduras en un cesto.

    Matías enmudeció durante unos segundos. Llevaba cinco años haciendo algo que no le agradaba del todo, pero tenía sus motivos.

    — Sabes que hago esto porque sino estoy aquí estoy ahí fuera. Mina, he sobrevivido ahí fuera durante meses, y si seguía saliendo, acabaría muerto. Me lo avisaron los de mi grupo, que mi actitud en el exterior me reservaría una muerte lenta y dolorosa. No quiero dejarte sola, ni a Charlotte. Por eso hago esto. — Dijo Matías, tratando de tener la comprensión de su mujer.

    Mina suspiró, porque a pesar de que no quería que su novio hiciera algo que no le gustara, tampoco quería que saliese con regularidad al exterior. Por eso le decía no a Charlotte todas aquellas veces que la chica le suplicaba para salir.

    — ¿Cómo vais? — Preguntó Noah, apareciendo de pronto.

    — Todo bien, poco a poco vamos. — Dijo Mina.

    — Sin prisa, tranquilos. — Dijo Noah, de pie frente a ellos. — Oye Matías, tengo que hablarte de algo. En privado.

    — ¿Sobre qué?

    — En privado.

    Matías observó a Noah y luego a su mujer. Mina asintió, mientras Matías de despedía de ella y se iba con el líder de Libertalia hacia el despacho. Una vez en el despacho, Noah se puso serio, cosa que puso en tensión a Matías.

    — Matt, tengo que hablarte de algo.

    — ¿Qué ocurre?

    — Aunque las cosechas dan sus frutos, que son muchos, no hay suficiente comida para todos. Llevábamos meses bien, pero se han agotado las reservas y si volvemos a racionar la comida la gente se quejará. Y no quiero p*tos dramas ahora mismo. Hemos hablado Teo y yo sobre un plan, una misión, algo que requiere de tus... capacidades, en el exterior. — Murmuró Noah, con seriedad.

    — No. — Dijo Matías con firmeza.

    — Ni siqu...

    — He dicho que no. No saldré al exterior para una misión. — Dijo de nuevo, rotundo.

    — No irías solo. Vamos a colocar carteles en toda Libertalia para ver a quien le interesa ser explorador. Tendrás un equipo formado y calificado. — Añadió Noah.

    Matías observaba a Noah en silencio. Quería, pero no debía. O debía, pero no quería. No sabía que hacer, y las dudas se le acumulaban en la cabeza.

    — Sé que de todos los miembros de tu grupo, tú has sido el que más ha permanecido en el exterior. Has sobrevivido ahí fuera siendo cómo eres, le guste a quien le guste. Libertalia te necesita.

    — De nuevo. — Respondió Matías, recordando la fatídica misión de la cura.

    — No te voy a obligar, pero sí te suplicaré si es necesario. Joder Matías, liderarías un gran grupo de personas preparadas y traerás la paz a la comunidad. Es buscar comida, no otra cura. — Dijo Noah, en un intento desesperado de convencer a Matt.

    — Está bien. — Dijo Matías, para sorpresa de Noah. — Pero yo, decidiré el equipo y los que crea que están preparados. Ésta vez no me obligaréis a ir con soldaditos de plomo.

    — Hecho. — Dijo Noah, satisfecho.

    — Coloca los carteles y en un plazo de dos días quiero a los voluntarios listos para entrenar. — Añadió Matías, volviendo a su estado más puro de líder.

    Tras acabar de hablar con Noah, Matías salía del edificio principal de Libertalia cuando Charlotte se acercó a él. Aquella niña cambió mucho durante esos cinco años, y su ya de por sí valiosa valentía era lo que la llevaba adelante.

    — ¿Estás preparada? — Dijo Matías.

    — ¿Cómo? Venía a decirte que Mina ha acabado su turno y está en casa. En un rato estará la comida. — Dijo Charlotte.

    — Vamos a dar una vuelta por el exterior. — Dijo Matías, dejando a Charlotte sorprendida.

    — ¡¿En serio?! ¡Al fin! ¡Estoy preparada! ¡No te defraudaré, pap...!

    De pronto Charlotte se calló. Acababa de llamar papá a Matías, y a pesar de que técnicamente lo era, no le gustaba hacerlo. Matías se sorprendió pero decidió no hablarle de ello.

    — Vamos a la armería y preparémonos. — Indicó Matías.

    ...

    Matías y Charlotte caminaban por una carretera abandonada rodeada de arboleda. El hombre llevaba su característica palanca de hierro y una pistola. La adolescente tenía un cuchillo de caza y otra pistola, además llevaba una mochila, cosa que intrigaba a Matías.

    — ¿Por qué la mochila? No vamos a coger nada, solo a dar una vuelta. — Dijo.

    — Por si veo algo interesante. A mis amigos les gustará que les lleve algo del exterior. — Respondió la chica.

    Ambos avanzaban con tranquilidad por el aslfalto cuando de pronto salió del bosque un infectado. Éste llevaba puñaladas por todo el torso y los dedos cortados, cosa que asombró y bastante a Matt y Charlie.

    — ¿No vas a matarlo? — Dijo Charlotte, viendo que el podrido se acercaba a ellos.

    — Yo no, lo vas a hacer tú. — Indicó Matías, apuntando al muerto con la pistola. — Te cubro.

    — Hace mucho que no mato a uno de ellos...

    — Tú puedes.

    Charlotte cogió su cuchillo y esperó paciente a tenerlo delante. Una vez lo suficientemente cerca, lo esquivó y le dio una patada en la rodilla, haciéndolo caer al suelo. Acto seguido le clavó con fuerza el cuchillo en la nuca, pero el muerto seguía gruñendo.

    — Dale otra vez. — Dijo Matías.

    Charlotte le desatascó el cuchillo y volvió a hundirlo con fuerza, ésta vez en la cabeza, matándolo al momento. Su ropa estaba llena de sangre y el cuchillo goteaba también.

    — Es una sensación abrumadora cuando no lo haces siempre, pero te acostumbrarás. — Dijo Matías. — Llevamos mucho rato caminando y nos hemos alejado un poco. Regresemos.

    — Sí. — Dijo Charlotte, sintiéndose extraña.

    Mientras ambos caminaban, Matías observaba a su hija adoptiva con alegría y esperanza, sabiendo que el legado de Libertalia sería para ella y su generación en el futuro.
     
  7. Threadmarks: Parte 6 / Capítulo 2: Fuga
     
    Manuvalk

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    Capítulo 2: Fuga



















    Álvaro meditaba en su celda. Llevaba meditando en ella desde hacía cinco años, los mismos que llevaba encerrado. Le daban la comida justa, pero él se mantenía en forma cómo siempre, en vez de adelgazar.

    Cada fin de semana Noah iba a verlo, y salvo sorpresa, siempre era así. Hablaban acerca de la comunidad y su crecimiento, los problemas que habían tenido y demás, cosa que le interesaba a Álvaro.

    Él siempre quiso Libertalia para sí mismo y gobernarla a su antojo, cómo un dictador, cómo lo fue Oliver y Los Renegados. El guardia jugaba con él al ajedrez con normalidad, y con confianza, logró sacarle toda la información sobre los turnos de guardia en las celdas.

    Fue entonces cuando su plan se puso en marcha. Era de noche, a pesar de ello hacía calor pero se soportaba. Las celdas no tenían ventanas y le pusieron un ventilador a Álvaro para que no muriese de calor.

    — Llevo aquí cinco años, podríais sacarme todas las noches a dar una vuelta. — Dijo el ex-general.

    — Eso se lo propones a Noah, yo no decido. — Dijo el guardia.

    — Vamos Dylan, ¿qué tendría de malo? Anda, ve a preguntarle por favor. — Dijo Álvaro, sonriendo cómo siempre.

    — Bueno, lo haré solo porque jugamos ajedréz y tenemos buenas partidas. — Murmuró Dylan, marchándose en busca de Noah.

    Álvaro esperó a que Dylan se marchase para efectuar su plan. Cortó el cable del ventilador con un cristal pequeño y acto seguido cogió el cable, sujetándolo por un extremo e intentando alcanzar con el otro las llaves de la celda que estaban en la mesa, para que cayeran y cogerlas.

    Tras varios intentos fallidos, logró su cometido. Luego alargó el brazo entre los barrotes hasta finalmente alcanzar las llaves. Con rapidez, abrió la celda y se cubrió a un lado de la puerta, esperando la llegada de Dylan. Pronto comenzó a escuchar pasos, hasta que la puerta se abrió.

    — Álvaro, soy yo, hab...

    De pronto, Álvaro se lanzó sobre el tipo y comenzó a golpearlo. Al verle la cara, comprobó que era de nuevo el guardia, Dylan.

    — Hijo de perra, has salido. — Dijo Dylan, poniéndose en posición de defensa.

    — Llevo cinco años esperando ésta oportunidad. — Respondió Álvaro, asestándole un fuerte puñetazo.

    Dylan retrocedió debido al golpe, hasta finalmente caer al suelo. Acto seguido se levantó, quitándose la sangre que le caía por la nariz.

    — Te voy a meter de vuelta a esa celda. — Dijo Dylan, abalanzándose sobre su enemigo.

    Dylan golpeó a Álvaro, que sabía aguantar los golpes mejor que él, y en un momento de imprevisto Álvaro golpeó a Dylan en el abdomen, y después le dio un rodillazo en la cara. Dylan se quedó casi inconsciente en el suelo, y un acto se ira, Álvaro le aplastó la cara, matándolo al acto.

    Sin dudarlo, le cogió la pistola y salió por la puerta. La sensación de libertad emocionó a Álvaro, que comenzaba a entusiasmarse. Con sigilo, el ex-general se dirigió a la zona de obras, por la que había varias zanjas por las que poder salir al exterior.

    Una vez fuera, Álvaro sonrió de felicidad. Después de cinco años, el plan de fuga le había sacado de aquel agujero.

    ...

    — ¿Lo encontraste así, tal cuál? — Preguntó Jack, observando el cadáver de Dylan con la cabeza destrozada y el rostro desfigurado.

    — Así es, yo venía a traer el desayuno a Álvaro cómo todos los días, y me he encontrado con... con... — Sam comenzó a llorar. — ...con mi hermano muerto.

    — Sam, tranquilo. Sé que es duro, pero nos ocuparemos. — Dijo Noah, con Teo, Jack y Erick a su lado.

    — Más os vale. ¡A ese psicópata deberían haberlo matado! — Dijo Sam, marchándose.

    — Tiene razón, cómo yo la tuve en su momento. — Dijo Erick.

    — Oh, vamos Erick... — Dijo Jack.

    — Sam tiene razón, eso es así te guste o no. — Dijo Erick. — ¿Qué vamos a hacer?

    — Para empezar, el entierro de Dylan. Era un buen chico. Después, una reunión de todos los ciudadanos. Hay que decir lo que ocurre. — Dijo Noah.

    — ¡Provocarás el pánico! ¡¿Y si ese loco sigue suelto por la comunidad?! — Dijo Teo, tajante. — ¡Es una locura!

    — ¡¿Nos conviene que se enteren por otro que no sea yo?! — Exclamo Noah. — Es mejor contarlo. Jack, Erick, haber que podéis hacer con esto, yo y Teo iremos a hablar con la gente.

    Mientras los dos vigilantes nocturnos se metían de lleno en la tarea de encontrar pistas sobre Álvaro, los líderes de Libertalia preparaban una reunión para la gente y después harían el entierro del guardia Dylan.

    Una vez la mayor parte de los residentes de la colonia estaban en la gran plaza de la comunidad, Noah con Teo a sus espaldas tomó la palabra.

    — Bien, supongo que sabréis más o menos lo que ha ocurrido. Álvaro ha escapado. — Dijo Noah, serio. — Y ha matado a Dylan.

    A un extremo de la plaza, Sam lloraba mientras era consolado por Freddy, Charlotte y más amigos.

    El hermano de Dylan tenía tan solo dieciocho años, y perdió a sus padres al inicio del virus, dejándolo solo con su hermano Dylan. Desde entonces habían sobrevivido unidos hasta llegar a Libertalia, pero ahora estaba solo.

    La gente murmuraba asombrada al saberse la noticia. Teo tuvo que salir al frente a pedir silencio para que Noah continuase hablando.

    — Se está investigando y buscando algo que pueda indicarnos dónde está. — Dijo Noah, frente aquella multitud.

    — Ah, ¿qué encima no sabéis dónde está? O sea, ¿qué puede estar aquí dentro aún? — Preguntaba una mujer adulta.

    Noah asintió. Esa reacción provocó varios gritos en su contra.

    — ¡Calmáos! — Exclamo Teo, al frente. — ¡Lo encontraremos! ¡Estaréis a salvo!

    — ¡¿Y quién nos asegura que lo estaremos, eh?! — Se quejó otra mujer.

    — ¡¿A quién será el siguiente en asesinar?! — Gritó un hombre con su hijo de ocho años al lado.

    — ¡Silencio! — Exclamo Matías, subiendo a la plataforma en la que estaban Noah y Teo. — ¡Si vais a estar más tranquilos, yo me encargaré de buscarlo en el exterior!

    La gente enmudeció. A Mina no le gustó eso, mientras que al resto le sorprendió. Noah se acercó rápidamente a Matías.

    — No debías ponernos a mí y Teo en evidencia delante de nuestra gente. — Dijo Noah, molesto.

    — ¿Necesitas más evidencias que ésta? La gente quiere soluciones, y hay que darlas. — Dijo Matías.

    — Noah, te dije que debíamos mantener éste tema en secreto. Ahora tenemos a toda Libertalia asustada. — Susurró el psicólogo.

    Matías bajó de la plataforma y en ese momento se encontró con Javier, que decidió ir con él.

    — Es evidente que ese tal Álvaro no está en la comunidad. — Murmuró el que fue policía antes del apocalípsis. — Si quería libertad, no querrá ser buscado, por lo que habrá salido al exterior.

    — Lo sé, por eso he dicho que lo buscaremos fuera. — Indicó el líder.

    Jack y Erick se añadieron a Matías y Javier.

    — Hemos buscando algo que nos dijese por dónde se ha ido, y hemos encontrado huellas en la tierra mojada de la construcción. Creémos que ha salido por las zanjas, porque la entrada estaba bien vigilada. — Dijo Jack.

    — Nosotros vamos con vosotros. — Añadió Erick.

    — Señor. — Dijo Sam, junto con Charlotte. — Nosotros queremos ir.

    — No, Álvaro es extremadamente peligroso. — Dijo Matías, dejándolos a un lado.

    — ¡Matías! — Exclamo Mina, frenando al líder en seco. — ¡No voy a dejar que salgas a buscar a ese loco!

    — Debo hacerlo, cariño. Por el bien de todos. — Dijo Matt.

    — ¡Habrá otra manera! ¡Qué salgan otros! — Dijo Mina, preocupada por su novio.

    — Lo siento Mina, pero voy a hacerlo. — Dijo Matías. — Escucha, antes de que anochezca volveré. Solo voy a buscarlo hoy, no me iré lejos.

    — Matt, iré contigo. — Dijo Charlie.

    — He dicho que no.

    — Estoy preparada.

    Matías asintió.

    — No arriesgues, solo te diré eso. Y mantente cerca mía; lo mismo tú, Sam. — Dijo el líder.

    ...

    Matías, Javier, Jack, Erick, Sam y Charlotte se aventuraron al exterior de la colonia en busca del fugitivo Álvaro. Era mediodía y antes de salir había llovido con fuerza, dejando la carretera mojada y una sensación de frío debido a la humedad, aunque se agradecía porque eran días de calor bochornoso.

    Matías iba al frente, junto con Charlotte. Jack y Erick los seguían de cerca mientras que Javier y Sam iban los últimos y algo alejados del resto.

    — Oye, siento lo de tú hermano Dylan. Debe de ser duro. — Dijo Javi, dándole sus condolencias.

    — Aún no me puedo creer que esté muerto. — Dijo Sam, cabizbajo. — Siempre me ha protegido de todo, pero ahora no he podido protegerle yo de ese psicópata.

    — En tu estado, ¿por qué has accedido a salir aquí fuera? — Preguntó Javier, curioseando.

    — Porque si lo encontramos, quiero matarlo con mis propias manos. — Respondió con furia el joven Samuel.

    Javier vio en Sam a una persona que solo buscaba venganza, y cómo le contaron el resto de los miembros del grupo, Erick estuvo así un tiempo.

    — No nos quedemos atrás, vamos. — Indicó el ex-policía.

    Delante de ellos, Jack y Erick compartían opiniones sobre la situación.

    — Me acuerdo de aquel día en el que me dijiste que Álvaro tarde o temprano, escaparía. — Murmuró Jack. — Me resulta difícil pensar que tenías razón. Quizá tenías razón, quizá hubo que matarlo en su momento.

    — Ahora mismo Sam tendría a su hermano Dylan y nosotros no tendríamos éste jodido problema. ¿Álvaro suelto por el exterior? Genial, es cómo un boomerang que lanzas creyendo que no va a volver a tu puerta. — Dijo Erick, metafórico. — Si no lo encontramos, cuando Matías salga con el grupo de exploradores en busca de comida tendrá que estar pendiente de los muertos y de Álvaro. Ese enfermo regresará tarde o temprano, y a saber con que sorpresas.

    Jack asintió. Sin duda alguna, su compañero tenía razón. De hecho, ahora matarlo no sonaba tan drástico.

    Los más adelantados, Matt y Charlotte, escuchaban la conversación entre los vigilantes nocturnos y sabían que indudablemente tenían razón.

    — Matt. — Dijo la joven. — ¿Confías en mí?

    — Por supuesto, con mi vida. ¿Por qué me preguntas eso?

    — Cuando me has dicho que no me dejabas salir, pensaba que era porque no confiabas en mí en caso de que tuviésemos que cubrirnos las espaldas y eso. — Dijo Charlotte, preocupada por lo que pensara su padre adoptivo.

    — Si que confío en ti, lo que no quiero es ponerte en peligro o en una situación de vida o muerte, ¿entiendes? Solo intento protegerte. — Respondió el líder.

    — Lo sé, pero ya soy mayor. Puedo protegerme. — Dijo Charlotte.

    — ¿Qué es eso? — Dijo Sam de pronto, observando al frente algo que se acercaba.

    — Mierda. — Murmuró Jack. — Es una horda.

    — ¿Cuantos veis? — Preguntó Javier.

    — ¿Dos docenas? Quizás. — Dijo Erick.

    — ¿Qué vamos a hacer, Matías? — Preguntó Charlotte, viendo que esta podría ser su primera batalla contra los muertos.
     
  8. Threadmarks: Parte 6 / Capítulo 3: Los Animales
     
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    Capítulo 3: Los Animales



















    — ¡Corred hacia el bosque! — Exclamo Matías.

    El líder, seguido de los suyos, comenzaron a correr por el bosque, esquivando árboles y troncos caídos.

    Parte de la horda siguió adelante ya que no los había visto, pero la otra parte los vio y cambió de sentido en dirección hacia el bosque.

    — ¡Nada de armas de fuego! — Dijo Jack, prefiriendo ser sensato.

    — Hacía mucho que no era perseguido por una horda. — Murmuró Erick.

    — Lo mismo digo. — Dijo Javier.

    — Es lo que tiene estar en Libertalia durante varios meses seguidos y no hacer ninguna excursión al exterior. — Dijo Sam, acostumbrado a salir de vez en cuando de la comunidad.

    — Dejad de hablar, os recuerdo que nos están siguiendo una docena de podridos. — Dijo Charlotte.

    La chica tenía razón, debían estar en silencio ya que eran perseguidos. Continuaron avanzando con velocidad hasta que llegaron a un callejón sin salida: una cantera.

    Había grúas de obra y material de construcción que era lo que justo necesitaba Libertalia para proseguir con su expansión.

    — Vaya, no sé si llamarlo suerte o casualidad. — Dijo Matías, mientras se dirigían hacía la zona. — Habrá que contarles de esto a Teo y Noah.

    El descenso era mortal por lo que bajar ahí no era una opción. Más de doce infectados se acercaban a ellos velozmente, y ellos no tenían salida.

    — Nada de armas de fuego, o estos no serán los únicos que vengan hacia aquí. — Indicó Jack.

    — Exactamente. — Añadió Matías. — Preparaos.

    Matías, Charlotte, Jack, Erick, Javier y Sam se prepararon para enfrentar a los muertos con sus armas cuerpo a cuerpo.

    Matías se acercó al primero y le hundió su palanca de hierro en el cuello. El líder notó que ya no estaba tan ágil cómo cinco años atrás a pesar de que ahora tenía los cuarenta años. La falta de práctica hizo mella en sus ataques, y ahora él mismo notaba que la fuerza no era la misma. Aún así, logró acabar con aquel podrido, que se derrumbó a sus pies.

    Javier sujetó con fuerza su cuchillo afilado y esperó paciente a que su objetivo se acercara. Con fuerza lo cogió por el cuello, hundiendo sus dedos en su masa de piel descompuesta y clavó su cuchillo en el cráneo, matándolo al instante. El ex-policía aún se mantenía en forma y seguía con sus mismas habilidades de lucha.

    Jack y Erick formaron un dúo y acabaron con cuatro podridos más que parecían estar deshaciéndose, ya que la piel parecía derretirse y se les caía a cada paso que daban.

    Sam y Charlotte enfrentaban a seis, que se dirigían a ellos al estar más separados del resto. La adolescente pateó la rodilla de uno de ellos y hundió con fuerza su navaja en la cabeza. Sam hizo lo mismo, pero los nervios le jugaron una mala pasada y se resbaló, cayéndole encima un podrido.

    — ¡Ayuda! ¡Ayuda! — Exclamaba el joven.

    Los gritos del muchacho captaron la atención del resto de la horda de infectados, que comenzó a dirigirse hacía el grupo.

    Charlotte mató al muerto que lo atacaba y ayudó a levantarse a Sam.

    — Gracias Charlie. — Dijo Sam, aliviado. — Malditas cosas.

    Pero no daba tiempo a hablar. Tenían encima a más de veinte infectados que avanzaban en tropel hacía ellos.

    Sin salida por detrás y con los muertos obstaculizando el paso, la única salida a aquel problema era enfrentarlos, aún arriesgando la vida.

    ...

    Álvaro observaba a su alrededor la vegetación del bosque y la humedad de la lluvia que horas antes había caído. El frescor del aire le daba una sensación de felicidad al ex-general que hacía mucho no sentía.

    Necesitaba un lugar en el que crear su propia base, su puesto de mando, para comenzar a subsistir por sí mismo. Pero lo único que lo rodeaba era bosque y el camino al pueblo más cercano estaba demasiado lejos a pie.

    Sin saber que hacer y después de haber caminado durante toda la noche, decidió sentarse en un borde de la carretera. Fue en ese momento cuando varias personas totalmente sucias y con ropa haraposa surgió de los bosques, acercándose al que fue líder de una organización terrorista.

    Aquellas personas lo rodearon mientras Álvaro cerraba los ojos y esbozaba una sonrisa de oreja a oreja. Su líder se puso ante él. Llevaba el rostro cubierto por el barro y un hacha que sujetaba con la mano derecha. La balanceaba de un lado al otro frente la mirada de Álvaro, que ni se inmutaba.

    — ¿Quién eres, forastero? — Preguntó aquel hombre.

    Álvaro simplemente observaba a aquel hombre que tenía enfrente con una hacha en mano, sin articular palabra.

    — Si no obtengo una respuesta, te colgaré del árbol más alto del bosque.

    Álvaro miró a los ojos del hombre y se levantó. El resto de sus súbditos alzaron sus lanzas o hachas por si intentaba algo contra su líder.

    — Mi nombre es Álvaro, y te sugiero que te limpies un poco antes de dirigirte a mí. — Dijo el ex-general.

    — Los animales no usamos las necesidades absurdas de los civilizados. En nuestra cultura no existe eso que llamáis ducha. La lluvia nos limpia. — Respondió aquel hombre. — Mi nombre es King, y te sugiero que me hables con respeto si no quieres que tú cabeza acabe en mis dominios cómo trofeo.

    — Púdrete. — Susurró Álvaro en la oreja de King.

    El líder de los Animales le dio un fuerte empujón que lanzó a Álvaro varios metros atrás, cayendo al suelo.

    — Levantadlo. — Ordenó King. — Sujetadlo.

    — ¿Te has enfadado? — Preguntó Álvaro en un tono sarcástico.

    — Éste tipo se está riendo de nosotros. — Dijo un hombre.

    — Creo que no lo volverá a hacer. — Dijo King.

    Sus subordinados levantaron los brazos de Álvaro, sujetándolo para evitar un escape. King colocó la parte afilada del hacha en el hombro izquierdo del ex-general.

    — ¿Qué brazo usas? — Preguntó King.

    — Venga, ¿te vas a poner así? — Dijo Álvaro.

    — Te cortaré el izquierdo y luego me lo comeré para cenar. — Dijo el hombre.

    — ¡Espera joder! — Exclamo Álvaro. — Seamos razonables.

    — Jefe, ¿por qué no lo matamos ya? — Preguntó otro tipo.

    — Cierra el pico. — Le ordenó King. — Antes lo hacíamos así, pero ahora las personas nos pueden ser útiles.

    Aquel súbdito asintió ante su líder, dándole la razón.

    — Bien, Álvaro, seamos razonables. Aunque sea cosa de civilizados, hasta los animales somos razonables. — Dijo King.

    — ¿Qué es lo que quieres? — Preguntó Álvaro, aún sujetado por varios hombres.

    — Quiero saber que me puedes ofrecer. — Dijo el líder animal.

    Álvaro tragó saliva. Claramente eran un grupo numeroso, aunque nada comparado a la cantidad de personas que vivían en Libertalia.

    Pero eran suficientes cómo para hacer daño a la colonia, aunque les faltaban armas de fuego. Entonces si que serían un pequeño ejército.

    — Te puedo ofrecer un antídoto contra el virus de los muertos. — Dijo Álvaro.

    ...

    — ¡Mierda! — Exclamo Jack, disparando contra varios de esos seres.

    — ¡Corred! ¡No paréis! — Ordenó Matías.

    Charlotte iba la primera abriendo el camino. Otra cosa no, pero le enseñaron a disparar bastante bien. En Libertalia se daban clases a los que querían aprender a disparar cualquier arma. Charlotte fue dos años a prácticas de tiro y ahora tenía una puntería formidable.

    Sam la seguía con el arma en la mano. Aunque no la usaba, asustado al ver de nuevo lo que un grupo de podridos podía hacer si se juntaban.

    Jack era seguido por Erick, y entre los dos disparaban cuando se interponía en sus caminos algún infectado.

    Javier y Matías iban los últimos vigilando la retaguardia y acabando con los que los seguían.

    Aún así, eran bastantes y el tiempo que hacía que ninguno de ellos salía los había perjudicado más o menos en la forma de actuar y defenderse.

    Los seis corrieron hasta llegar a la carretera que daba a Libertalia.

    La reconocieron porque en medio de los carriles una caravana y dos coches estaban accidentados y aún no los habían quitado de la carretera.

    — ¡La caravana! — Exclamo Sam. — ¡Puedo hacer que funcione!

    — ¡Sam, no! — Exclamo Charlotte. — ¡Sigue corriendo!

    — ¡Hay tiempo! — Indicó Sam, metiéndose en la caravana.

    — ¡¿Qué diablos hace?! — Dijo Erick, quejándose.

    — ¡SAM! — Gritó Matías. — ¡Sal de la caravana! ¡Se acercan!

    De pronto la caravana logró arrancar, ante el asombro del grupo. Sam se asomó por la ventanilla de conductor al mismo momento que acercaba al casa rodante al grupo.

    — ¡Vamos, subid! — Dijo Sam.

    — ¡¿Desde cuando éste trasto tiene gasolina?! — Preguntó Jack, asombrado.

    — ¡Al parecer tiene! — Exclamo Javier.

    El grupo al completo subió a aquel vehículo y aceleró, dejando atrás a aquella pequeña horda y dirigiéndose a Libertalia sin haber encontrado a Álvaro.

    ...

    — ¿Aquí es dónde vivís? — Preguntó Álvaro, viendo que unas cuarenta personas acampaban en un lado del río.

    — No, no vivimos en ningún lado. Somos cómo viajeros. Llevamos aquí una semana, pero pronto iremos a otro lado. Nunca nos quedamos en el mismo sitio. — Dijo King, bebiendo agua del mismísimo río. — ¿Tú dónde vives?

    Álvario sonrió. Había llegado el momento de hablar sobre Libertalia.

    — Un refugio de más de doscientas personas a unos diez kilómetros de aquí. — Dijo el ex-general. — Se llama Libertalia.

    — ¿Libertalia? Un nombre interesante. — Respondió King. — ¿Es allí dónde está el antídoto que me has prometido? Te recuerdo que si no obtengo lo que me has prometido, te mataré.

    — Lo tengo muy presente, King. — Dijo Álvaro. — Sí, está allí.

    King dejó de lado su hacha mientras observaba fijamente a Álvaro, que estaba atado.

    — ¿Y pretendes que ataquemos un lugar con doscientas personas siendo nosotros cuarenta solo? — Preguntó King, dudando de si Álvaro decía la verdad.

    — No hay porqué atacarla. No ahora. Pero somos menos. Un grupo aún más pequeño se puede infiltrar y sacar de ahí parte del antídoto. — Afirmó Álvaro, con su sonrisa carismática.

    King sonrió pero rápidamente su rostro se puso serio.

    — Nosotros no vamos a ayudarte. Tú te vas a infiltrar y tú nos vas a traer dicho antídoto. — Dijo King. — El antídoto por tu vida.

    Álvaro cambió su sonrisa siempre presente por una mirada de desprecio hacia King. El líder de los Animales lo dejó solo en un lado del río, atado a un árbol.

    Los demás, se encontraban un poco más abajo del río, conversando.

    Álvaro estaba deseando matar a King para tomar el control de los Animales y atacar así de una vez por todas a Libertalia.

    Deseaba que fuera suya a toda costa, y esos salvajes asquerosos iban a ser su pasaporte hacia la gloria.

    Los Animales iban a obedecerle, tarde o temprano, si les prometía algo que su líder nunca podría darles.
     
    Última edición: 8 Agosto 2016
  9. Threadmarks: Parte 6 / Capítulo 4: La gran prueba
     
    Manuvalk

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    Capítulo 4: La gran prueba




















    Dos semanas después...

    Matías avanzaba junto con Javier y ocho personas más en la amplia caravana que habían cogido semanas atrás. Durante las dos semanas que habían pasado, Matías escogió a nueve personas que lo acompañarían a la salida que tendrían que hacer para traer comida a la comunidad.

    Matías lideraría aquel grupo de inexpertos pero entrenados jóvenes. Javier sería el segundo al mando.

    — Álex, no conduzcas tan rápido. Nadie nos persigue. — Dijo Javier, que estaba sentado de copiloto.

    Álex aminoró la marcha, mostrando una sonrisa forzada y nerviosa.

    — ¿Estás bien? — Le preguntó el ex-policía.

    — ¿Quién? ¿Yo? Ah, sí sí, claro. — Respondió el conductor, que fue escogido por su habilidad innata a la hora de manejar vehículos.

    — Oye, relájate. Sé que es una de las pocas veces que has salido al exterior, pero te has entrenado para esto. — Dijo Javier, tratando de amenizar los nervios del joven.

    A sus veinticinco años, Álex había visto muchas cosas. El apocalípsis frenó sus estudios de creación de vídeojuegos y lo obligaron a madurar mentalmente más aún si cabía.

    Durante las primeras semanas del brote, su madre fue asesinada por varios saqueadores en un supermercado. Él y su padre no pudieron hacer nada por la mujer, y con el trauma de ver morir así a tu madre, el joven prosiguió su vida.

    Por suerte, fue de los primeros en llegar a Libertalia cuando recién se comenzó a fundar y crear, y su padre ayudó en la construcción de los muros y demás. Ambos eran bien reconocidos en la comunidad, por lo que le habían aportado.

    — No guardo buenos recuerdos de mi estancia fuera de los muros. Nunca sabes lo que te puedes encontrar. — Dijo Álex, concentrado en conducir la casa rodante.

    — No me digas. — Respondió Javier, con sarcasmo.

    Sentados en un pequeño sofá del vehículo, estaban dos mujeres y dos hombres. Entre ellos conversaban acerca del viaje y la situación en la colonia.

    — Yo con mi mujer voy a cualquier misión. De hecho, me ofrecí para aquella misión del antídoto junto con ella, pero Noah me rechazó. Dijo que irían los más preparados. — Dijo Kyle. — Ahora estoy preparado.

    — Lo estamos, cariño. — Añadió su pareja, Amber.

    — Por cierto, ¿hemos traído probetas con el antídoto, no? — Preguntó Jeremy a su hermana Sarah.

    — Sí, tranquilo. De todas formas, hay dos por persona, así que no os dejéis morder. — Respondió Sarah, que llevaba una mochila con las probetas en su interior.

    Al fondo de la caravana, Matías junto con Freddy, Frank y Diana les mostraba un mapa con la ubicación de su objetivo: un supermercado que, si no lo habían saqueado, estaba repleto de comida.

    — Obviamente las estanterías y demás las habrán saqueado con el paso del tiempo, pero si Frank tiene razón, el almacén está repleto. ¿Cuanto hace que fuiste allí, Frank? — Preguntó el líder.

    — Hace casi un año. Salimos un pequeño grupo a reconducir una horda que nos había seguido hasta Libertalia. Al llegar, vimos que el supermercado era grande y parecía estar intacto. He trabajado en un supermercado así antes de todo, y sé que los almacenes están siempre cerrados y repletos de comida salvo que si que los hayan saqueado. — Afirmó Frank, conocedor de toda la zona que rodeaba Libertalia.

    — Recemos para que ese almacén siga lleno. — Murmuró Diana.

    — ¿Tenemos plan B? Porque si ese supermercado está vacío, no conozco un sitio más cercano que pueda albergar comida. — Dijo Freddy.

    — Sí, obviamente hay plan B. Una tienda de semillas para plantación de vegetales. Aunque iríamos a esa tienda cuando nos faltaran semillas, y de momento Teo me dijo que estaban bien. Nuestra prioridad es el supermercado. — Dijo Matías, señalando en el mapa el círculo rojo.

    — ¿Cuanto queda en llegar? — Preguntó Freddy.

    — Un par de horas. Por suerte tenemos suficiente combustible y tanto la ida cómo la vuelta no serán un problema. — Indicó Frank, tomando asiento.

    ...

    Teo paseaba por las tranquilas calles de la colonia. El día en Libertalia tan solo estaba comenzando y horas después de despedirse de su amigo Matías y del resto del grupo que iba con él, decidió comprobar algo que hacía mucho aún no veía.

    Se dirigió al pequeño y propio hangar de Libertalia. Un helicóptero y una avioneta eran los vehículos mimados por la comunidad. Vehículos que les serían útiles tarde o temprano. Santos se encargaba del mantenimiento de ambos pájaros.

    — ¿Cómo vas? — Le preguntó el psicólogo.

    — Todo bien, Teo. — Respondió Santos. — El helicóptero está listo para volar, a falta de encontrarle un piloto cualificado. El avión necesita más reparos, pero pronto podrá funcionar.

    — Me alegra oír eso. — Dijo Teo, continuando su paseo.

    — ¡Teo, espera! — Gritó el científico.

    Teo se dio la vuelta, esperando ver que quería decirle el científico.

    — He realizado más pruebas y... me temo que tendremos que conformarnos con el antídoto. No he hallado cura posible al virus, aunque sigo trabajando en ello por si hay una posibilidad. — Afirmó Santos. — En fin, era eso. Aún así, el antídoto ya es algo.

    Teo asintió, alejándose. Los esfuerzos de Santos por encontrar una cura fueron en vano, pero por lo menos consiguió un antídoto con un rápido efecto. Más valía eso que nada. Mientras tanto, en la guardería de la comunidad, Iris cuidaba de doce niños pequeños. Junto a ella, su ayudante, Jenny.

    — ¡Luke, deja eso! — Exclamo Jenny, quitándole al pequeño Luke un boli que quería meterse en la boca. — Dios.

    — ¿Poca paciencia? — Dijo Iris, acercándose a la joven. — No te imagino siendo madre.

    — No quiero serlo por el momento. Me gustan los niños pero... son agotadores. — Dijo Jenny, cansada.

    — Necesitas madurar para ser madre. Y tranquila, acabarás teniendo paciencia, más si se trata de tú hijo o hija. — Musitó Iris.

    — Supongo que tienes razón. — Dijo la joven cuidadora, observando aquel patio de niños entre los que estaban Luke y Sofía.

    ...

    Casi dos horas después de viaje, el grupo enzarzado en la búsqueda de comida para Libertalia llegó a su destino. Álex frenó en el parking del supermercado y paró el motor. Todos bajaron del vehículo con sus armas y listos para su cometido.

    — Somos diez, será mejor dividirnos en dos grupos. — Dijo Matías. — Freddy, Frank, Jeremy y Sarah, conmigo. Javier, tú liderarás y te llevarás a Diana, Álex, Amber y Kyle.

    — Entendido. — Murmuró Javier. — Vamos chicos.

    — Vosotros entrad por la parte trasera del supermercado, nosotros iremos por delante. — Ordenó el líder. — Si encontráis el almacén, silbad.

    Dicho y hecho. Matías y su grupo se disponían a entrar por la zona principal mientras que Javier y los suyos entraría por la puerta trasera. Planeaban hacerlo rápido y en silencio.

    — Vamos. — Susurró Matías. — Frank, tú primero.

    Frank obedeció y entró primero apuntando con su Glock en todas direcciones. El interior del supermercado era un completo caos. Estanterías volcadas, comida caducada por el suelo y cuerpos sin vida esparcidos por el complejo.

    El lugar no tenía luz, por lo que algunos miembros llevaban linternas para alumbrar todas las zonas. Fuera era de día, pero dentro era una completa oscuridad salvo por los ventanales que alumbraban ciertos rincones del supermercado.

    Por el otro lado, Diana fue la primera en entrar seguida del resto. Su excelente precisión al apuntar la hacían digna de llevar un buen rifle.

    — Busquemos el almacén, venga. — Indicó Javier, con pistola en mano.

    Los cinco avanzaron bajo la penumbra del complejo y prosiguieron rodeados de estanterías y comida enlatada esparcida por el suelo, que llevaba una buena capa de polvo.

    Sorpresivamente, Javier y su grupo fue el primero en encontrar el almacén. Una puerta que lo indicaba con su mismo nombre, estaba frente el grupo. Amber se preparó para abrir la puerta mientras Kyle, Javier, Diana y Álex apuntaban a la puerta.

    La mujer abrió y Javier entró rápidamente seguido del resto. Vieron a cuatro personas que estaban desempacando varias cajas de comida.

    — ¿Matt? — Dijo Javier, pensando que eran ellos.

    De pronto aquellas personas se giraron y ambos grupos se observaron. Ellos no tenían armas de fuego, cosa que tranquilizó bastante a Javier.

    — ¿Quienes sois? — Preguntó Javier.

    — ¡Qué te importa! — Exclamo uno de los hombres, sucio y desaliñado.

    — No vamos a quitaros nada, solo venimos a por comida. — Indicó Diana, apuntando a aquellos extraños con su rifle.

    — ¡Ésta comida es toda nuestra! — Dijo una mujer, con un bate en las manos y con la cara cubierta por barro seco.

    De pronto el grupo de Matías entró por la puerta de enfrente y al igual que los suyos, apuntaron a aquellos desconocidos.

    — ¡Quietos! — Exclamo Matías. — ¡Ésta comida es nuestra!

    — No os la habéis ganado. — Dijo una mujer, sonriendo. — ¡Ya!

    De pronto dos hombres salieron de las esquinas y atacaron al grupo. Uno de ellos se lanzó sobre Jeremy, que no pudo reaccionar a tiempo y se llevó una puñalada en el pecho.

    Diana ejecutó rápidamente a tres de ellos que tenía delante y Matías se cargó a dos de ellos. Mientras el que había apuñalado a Jeremy trataba de huir, pero fue frenado por un disparo de Sarah, la hermana del malherido.

    — ¡Jeremy! ¡Aguanta! — Dijo Sarah, buscando frenar la hemorragia con una gasa.

    — Sar... — Susurró Jeremy, antes de cerrar los ojos.

    — Sarah, le ha apuñalado el corazón. Lo siento. — Dijo Javier.

    — ¡No! ¡No! ¡No! — Gritaba Sarah, llorando por la muerte de su hermano.

    El grupo sintió la perdida de Jeremy, pero las dudas acerca de aquellas personas les llenaba los pensamientos de incertidumbre. En vez de haber sido razonables, habían preferido matarlos por la comida. Sin duda, la gente ahí fuera se estaba volviendo salvaje.

    — Aquí hay comida más que suficiente. Creo que he visto un camión ahí fuera, veré si puedo arrancarlo y llenaremos el camión de toda la comida. — Dijo Kyle.

    — Te acompaño. — Murmuró Freddy, observando a Sarah llorar sobre el cadáver de Jeremy.

    Mientras Kyle y Freddy preparaban un camión, el resto enterraba a Jeremy a un lado de la carretera, donde había tierra. Frank cuidaba de Sarah, totalmente rota por dentro.

    El objetivo estaba cumplido, pero la muerte de Jeremy era un golpe duro para ellos, que no presenciaban una muerte desde hacía cinco años.

    ...

    Pasado el mediodía en Libertalia, la gente se iba a sus casas para comer. En casa de Mina, Charlotte se encontraba en su habitación preparando una mochila con una botella de agua, chocolate, una toalla, un cuchillo y una pequeña pistola. De pronto, Mina tocó a la puerta de su cuarto, sobresaltando a la joven.

    — ¡Adelante! — Dijo, cerrando la cremallera de la mochila.

    — Charlie, es Samuel, ha venido a verte. — Avisó Mina, volviendo de nuevo a sus quehaceres.

    — Está bien, ahora bajo. — Dijo Charlotte, colgándose la mochila al hombro.

    Una vez se despedía de Mina, salió de casa. Sam la esperaba a ella con otra mochila igual.

    — Creo que esto es una locura, ¿sabes? — Dijo Sam. — Es un error.

    — Entonces no vengas. — Dijo Charlotte, segura de sí misma.

    — Tampoco voy a dejar que vayas sola ahí fuera. — Respondió Sam, cogiéndole del brazo. — Eh, para.

    Charlotte se giró, para mirar a Sam a los ojos.

    — ¿Puedes recordarme por qué hacemos esto? — Preguntó Samuel, sujetando a la chica por las manos.

    — Porque presiento que Matías está en problemas. Y confío en mí instinto. — Afirmó la joven.

    — Sé que lo quieres cómo un padre, pero hacer esto solo te pone en peligro. Y él no querría que te pusieras en peligro. — Dijo Sam, en un último intento por convencer a la chica.

    — No tienes ni idea de las veces que he estado en peligro y Matías me ha salvado. De no ser por él, por mi grupo, ahora mismo no estaría aquí. Por eso creo que se lo debo, el ayudarle cuando esté en peligro. — Dijo Charlotte, tajante. — Entonces, ¿estás conmigo?

    — Estoy contigo. — Respondió Sam.

    Sin que nadie los viese, ambos jóvenes salieron al exterior por las zanjas de la obra que había en la expansión, justo por donde Álvaro había escapado semanas atrás.

    Era la gran prueba para Charlotte de saber si era capaz de cuidarse por sí misma.
     
  10. Threadmarks: Parte 6 / Capítulo 5: Vayamos a hablar, Matías
     
    Manuvalk

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    Capítulo 5: Vayamos a hablar, Matías



















    Charlotte y Sam caminaban por el bosque. Hacía tan solo unos minutos que habían salido de Libertalia y sentían cómo la adrenalina les recorría todo el cuerpo.

    No había adultos cuidando de ellos, o supervivientes experimentados asegurándose de que no les pasara nada. Eran ellos contra el mundo y el mundo contra ellos.

    Se sentían libres y fuertes, listos para cualquier cosa. A medida que se alejaban de la colonia y se adentraban en el bosque profundo, la sensación iba en aumento.

    Hasta tal punto de estar totalmente alejados de la comunidad.

    — No me gusta estar aquí. — Murmuró Sam. — ¿Qué mierda hacemos, Charlie?

    — Buscar a Matías. Eso hacemos, Sam. — Respondió Charlotte, algo molesta con el chico.

    — ¿Buscáis a vuestros papás? — Escucharon los jóvenes.

    Charlotte y Sam se giraron sobresaltados. Tanto él cómo ella desenfundaron sus pistolas. Observaron a todos lados, sin ver a nadie.

    — ¿Quién eres? ¿Dónde estás? — Preguntaba Charlotte, asustada.

    De los árboles, un grupo de diez personas saltaron ante los jóvenes, rodeándolos y sobresaltándolos.

    Llevaban armas blancas y el rostro cubierto por lodo u trozos de ropa en forma de máscara.

    Sam y Charlotte los apuntaron a todos pero la diferencia numérica iba en su contra.

    — Sea lo que sea que estuvieseis haciendo aquí, vais a venir con nosotros. — Dijo uno de ellos.

    — ¡Nunca! — Dijo Sam, cubriendo a Charlotte por un posible ataque.

    — No seáis ingenuos. ¿Valoráis vuestra vida? Entonces obedeced. — Dijo aquel hombre.

    — ¡He dicho que no! — Exclamo Sam. — Si realmente valoras tú, tu vida, largo de aquí, o te dispararé.

    — Sam... — Murmuró Charlotte, dejando el arma en el suelo.

    Samuel se enfado con el acto de Charlotte, y a regañadientes dejó su pistola en el suelo junto la de la joven.

    — Muy astutos. — Dijo una mujer, recogiendo las armas.

    — Nos vemos pronto, jovencitos. — Musitó un tipo, antes de que Sam y Charlotte fueran noqueados.

    ...

    Kyle conducía el camión con Amber de compañera a su lado. En la parte trasera, cajas de comida de todo tipo llenaban todo el compartimento. No se dejaron nada en el almacén del supermercado, pero el camión estaba totalmente lleno.

    En la caravana, Álex llevaba el volante con Javier a su lado. Matías, Diana, Frank y Freddy cuidaban de la destrozada Sarah, aún recordando a su hermano fallecido Jeremy.

    — Llegaremos a Libertalia, dejaremos la comida y saldremos de una puñetera vez a por esos salvajes. — Murmuró Frank, sintiéndose mal de ver a Sarah llorar.

    — No te precipites, Frank. Quizá eran solo esos, y ya están muertos. — Dijo Matías, tratando de calmar la furia de su compañero.

    — ¡No lo entiendes! ¡Nosotros conocíamos a Jeremy mucho más que tú! ¡No tienes ni idea de lo que sentimos con su perdida! — Dijo Frank, notablemente furioso.

    — ¡¿Y por eso vas a lanzarte a un suicidio?! ¡¿Por eso vas a clamar venganza cómo un psicópata?! ¡Pues adelante, pero irás solo! — Dijo Matt, molesto.

    Frank asintió enfadado. La actitud del hombre era comprensible pero lo único que conseguiría con dicha venganza sería la muerte.

    Ambos vehículos proseguían su andadura de regreso a Libertalia cuando veinte personas se presentaron en medio de la carretera. Álex frenó de golpe la caravana al igual que Kyle el camión.

    — ¿Quienes son esos? — Preguntó Javier.

    — ¿Y qué c*ño hacen? — Añadió Álex.

    — ¡Son ellos! ¡Esos salvajes! — Exclamo Frank.

    — No paréis el motor. — Indicó Matías a Kyle y Álex. — Saldré a hablar con ellos.

    — Te acompaño. — Dijo Diana.

    — Y yo. — Dijo Javier.

    Matías, Javier y Diana bajaron de la casa rodante para hacer frente a aquellas veinte personas. Uno de ellos se adelantó para hablar con Matías.

    — ¿Qué llevan en ese camión? — Preguntó, con una extraña sonrisa.

    — Nada que te importe. ¿Qué mierda quieres? — Dijo Matías, hablando sin tapujos.

    — A vosotros. — Dijo, mientras veinte personas más salían por detrás de los vehículos.

    Matías y el resto observaron atónitos la diferencia numérica entre ambos grupos. Claramente estaban en desventaja.

    — No tenemos armas de fuego, pero somos muchos más que vosotros. — Dijo el hombre. — En lo que intentáis matarnos, se os echan encima veinte de los míos. No tenéis escapatoria alguna, así que deponed las armas y acompañadnos.

    — Mierda. — Susurró para sí Matías.

    — ¿Qué hacemos? — Preguntó Diana.

    — No quiero morir atravesado por un machete ahora mismo. — Dijo Javier, dejando sus armas en el suelo. — Matt, es lo más inteligente.

    En el interior del camión, Kyle y Amber conversaban acerca de la situación.

    — Estamos en problemas. — Dijo Amber, preocupada. — Seguro que quieren la comida.

    — Es probable, pero Matías no quiere que nos movamos. — Indicó Kyle, con las manos en el volante.

    — Están hablando. Están distraídos, deberíamos llevar la comida a Libertalia. ¡Acelera! — Dijo Amber.

    — ¡Pero...!

    — ¡Kyle, hazlo!

    De pronto el camión aceleró y atropelló a tres de aquellas personas, marchándose en el horizonte. Varios de aquel grupo se acercaron a sus amigos atropellados.

    — Jefe, dos han muerto y éste sufre una hemorragia interna. — Dijo un hombre que comprobó el estado de los afectados.

    — Tres han muerto. — Dijo el jefe, cogiendo la pistola de Matías y matando al tipo que sufría.

    Matías observaba al líder de aquellas personas con cierta seriedad.

    — Bueno, dos de tus miembros se han marchado atropellando a varios de los míos. Eso habrá que pagarlo. — Dijo el hombre.

    — ¿A qué te refieres? — Preguntó Javier.

    Varias personas bajaron al resto del grupo de la caravana y los pusieron junto Javier, Diana y Matías.

    El hombre comenzó a contar hasta diez y en dicho número su dedo apuntó a Sarah, que estaba aún cabizbaja por el fallecimiento de su hermano, cosa que notó el tipo.

    — ¿Qué le pasa? Parece estar en otro planeta. — Dijo el hombre, apuntándole con la pistola.

    — Ha perdido a su hermano hace poco. — Dijo Freddy.

    — Oh, vaya... — Murmuró el tipo.

    De pronto el hombre le puso el cañón de la pistola en la cabeza a la chica.

    — ¡Eh, no! — Exclamo Frank.

    — ¡Espera, espera! — Dijo Álex.

    — Te liberaré de tu sufrimiento. — Dijo el hombre con una sonrisa en el rostro y disparando cruelmente a Sarah en la cabeza.

    El grupo observó con asombro cómo Sarah caía de rodillas al suelo con la mirada perdida en el cielo. Aquel hombre indicó a los suyos que cogieran al grupo y se fueran, mientras uno de ellos se encargaría de llevar consigo la caravana.

    A medida que se iban, el cadáver de Sarah se alejaba, con sus sesos esparcidos por el asfalto.

    ...

    Charlotte despertó adolorida, con la vista nublada. Se encontraba tumbada en el interior de una tienda de campaña. A su derecha tenía una botella medio llena de agua y un trozo de pan.

    Rechazó el pan pero le dio un sorbo al agua. Al ver que estaba sola en la tienda, se preocupó más aún de no ver a Sam con ella. Rápidamente salió y observó que estaban en la orilla de un río.

    Habían muchas tiendas de campaña y no sabía en cuál de ellas podría estar su amigo. De pronto, uno de los Animales le vio y se acercó a ella con pasos veloces.

    — ¡Eh! ¡¿Qué haces aquí?! — Dijo el tipo, cogiéndole del hombro. — ¡Vuelve dentro!

    — ¡Déjame! — Exclamo Charlotte, golpeando al hombre.

    La chica se deshizo de su captor y comenzó a correr en dirección al bosque, pero antes de poder adentrarse en él, varias personas le cortaron el paso.

    — Vaya vaya... qué chica tan mona... — Decía uno de ellos.

    — ¿Dónde ibas, guapa? — Murmuró otro.

    Aquellas personas comenzaron a acorralarla. Charlotte no veía escapatoria pero de pronto alguien frenó a aquellos hombres.

    — Dejadla en paz. — Dijo otro hombre, acercándose a ellos. — Es mía.

    Dicho hombre cogió del brazo a Charlotte y se la llevo a la tienda de campaña más grande.

    Una vez dentro, el hombre cerró la puerta y observó a la chica. Charlotte le resultaba familiar.

    — ¿Qué queréis? ¿Dónde está Sam? — Preguntaba Charlotte, algo asustada.

    — Tu amigo está bien, aún inconsciente. — Dijo el hombre, ofreciéndole la comida que había en la mesa. — ¿No me recuerdas?

    Charlotte se quedó extrañada. Con la cara cubierta por barro era difícil saber quien era.

    — No, pero me resultas conocido. — Dijo Charlotte, fijándose en que el tipo tenía una daga llena de sangre.

    El hombre se dirigió a un cubo con agua para quitarse el lodo del rostro. Al girarse, Charlotte comprobó de quien se trataba.

    — Sí, soy Álvaro. — Murmuró el nuevo líder de los Animales, sonriendo.

    ...

    Dos horas antes de los anteriores acontecimientos...



    Era la hora. Álvaro iba a matar a King. Era la oportunidad perfecta, ya que el líder de los Animales se había alejado del resto de la acampada. En total silencio, Álvaro se desvaneció entre los árboles para acercarse a King.

    Éste llevaba una pistola en la pistolera, robada a Charlotte y Sam. Álvaro sujetaba una pequeña daga que había conseguido en una de las tiendas.

    A pesar de que quería matarlo en silencio, el ruido de las piedras no lo haría tan sigiloso por lo que decidió salir cómo si nada, escondiendo en su manga derecha la daga.

    King se giró para ver a Álvaro acercarse a él.

    — ¿Qué quieres? — Preguntó King, de espaldas al ex-general.

    — Lo que es tuyo. — Susurró Álvaro, clavándole la daga por la espalda y atravesándole el corazón.

    King trató en ese momento de coger su pistola pero perdió las fuerzas rápidamente. La vida se le desvaneció y Álvaro le cortó la cabeza con la daga. Lanzó el resto del cuerpo al río y se dirigió a la agrupación de súbditos que estaban en la acampada.

    Cuando Álvaro llegó allí con la cabeza de King y una pistola en mano, todas las personas se quedaron impactadas, casi sin reacción alguna.

    — Ahora yo soy vuestro nuevo líder. — Dijo Álvaro, lanzando la cabeza de King hacía aquella multitud.

    — ¡¿Qué has hecho enfermo?! — Exclamo una mujer, observando la cabeza del que fue su líder.

    — Hice lo que tenía que hacer. — Afirmó Álvaro. — Quien no obedezca mis ordenes, será ejecutado.

    — ¡Vete al diablo, somos más! — Dijo un hombre.

    Álvaro disparó sin pestañear a aquel tipo, que cayó fulminado al suelo. La gente realmente comenzó a temer a Álvaro y retrocedía en pequeños pasos.

    — Pero yo tengo las armas. — Dijo Álvaro, respondiendo al comentario del hombre recientemente muerto.

    — Val... vale, tranquilo. Haremos lo que tú digas pero deja de ir matando. — Dijo otro.

    — ¡Qué bien que hayamos llegado a un entendimiento! — Dijo Álvaro, satisfecho. — Pero tranquilos, os lo compensaré. Si hacéis lo que os digo, obtendréis la salvación a una mordida de esos seres. ¡Seréis inmortales!

    La gente observaba a su nuevo líder con temor y respeto, pero lo que dijo se quedó grabado en las mentes de todos ellos. Tenían un motivo por el que seguir a Álvaro.

    ...

    Después...



    Matías y el resto fueron llevados al campamento de los Animales. Aparcaron la caravana y de ahí bajaron todos, uno a uno.

    El líder se sentía frustrado porque ahora ellos tenían las armas, pero lo bueno era que el camión de comida marchaba en dirección a Libertalia.

    — Esperen aquí. — Dijo uno de ellos. — Pronto vendrá él.

    — ¿Él? ¿Quién es él? — Dijo Javier.

    — Se refiere a mí. — Dijo Álvaro, apareciendo frente a todos y dejándolos con total asombro. — Nunca hemos hablado nosotros a solas. Así que, vayamos a hablar, Matías.
     
  11. Threadmarks: Parte 6 / Capítulo 6: No hay opción
     
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    Capítulo 6: No hay opción


















    Álvaro separó a Matías del resto de miembros del grupo y se lo llevó a una de las tiendas de acampada que tenían. El ex-general llevaba en su mano derecha una pistola, por si Matías intentaba algo.

    Una vez estaban los dos dentro, Álvaro se sentó en una silla pequeña de madera. El líder hizo lo mismo, mirando a su enemigo fijamente.

    — Hablemos. — Murmuró Matías, sin quitar la vista del ex-general.

    — La única forma de que no tengamos más problemas es que aceptes mi trato. — Dijo Álvaro, poniéndose serio.

    — ¿Cuál trato? — Preguntó Matt, con curiosidad.

    — Quiero probetas con el antídoto para mi y para los demás. Es innegociable.

    — ¿Cómo sabes de la existencia de un antídoto?

    Álvaro se quitó la camiseta para mostrar una mordida que tenía en el hombro. Matías se asombró bastante de verla.

    — Santos y Noah ya probaron dicho antídoto conmigo. Sé que funciona, y lo quiero. — Indicó Álvaro, volviendo a ponerse la camiseta.

    Matt sabía que no tenía otra forma de salir de allí vivo salvo aceptando la propuesta de Álvaro. Por él y su grupo, lo mejor era acceder a sus pretensiones.

    — Está bien, tenemos un trato. — Dijo Matías, levantándose de las silla.

    — ¡Genial! Es bueno tratar con gente razonable. — Dijo Álvaro, lleno de júbilo. — Dentro de dos días, nos vemos en la cantera, dónde las grúas de obra.

    Tras cinco minutos que había durado más o menos la conversación, Álvaro y Matías salían de la tienda de campaña.

    El ex-general con una sonrisa en el rostro mientras que en la del líder una mirada seria y distante.

    — Dejadlos marchar. — Indicó el líder de los Animales. — Y traed a los otros dos.

    La gente de Álvaro obedeció y dejó marchar al grupo de Matías, que no entendía nada, mientras llevaban a Charlotte y Sam con el grupo. Todos subieron a la casa rodante, con Álex de conductor.

    Mientras éste arrancaba, Álvaro se despedía saludando con la mano derecha y sonriendo macabramente. La caravana aceleró y se marchó del campamento de los Animales, dirigiéndose a Libertalia.

    Matías se sentía frustrado por no haber tenido un ás en la manga y por haber accedido al trato con Álvaro.

    Aunque decidió aparcar ese pensamiento y dirigirse a Charlotte y Sam, que no debieron haber dejado la colonia.

    — ¿Se puede saber qué hacíais saliendo de Libertalia? ¿Acaso os dieron permiso? — Preguntó Matías, molesto con los jóvenes.

    — Queríamos ayudar. — Dijo Sam, evitando que Charlotte tuviese que dar la cara. — Tan solo eso.

    — Pues habéis tenido suerte de que Álvaro sea bipolar y no os haya matado. — Dijo el líder.

    — Tampoco es para tanto. — Musitó Sam, cabizbajo.

    — ¡Sí que es para tanto! — Exclamo Matías, enfadado. — ¡Podríais haber muerto, joder!

    — ¡Hoy en día podemos morir en cualquier momento! — Respondió Samuel, haciendo frente a Matías.

    — ¡En Libertalia hay menos riesgo de que te partan el cráneo con un hacha! ¡Debisteis quedaros allí! — Gritó Matt, zanjando el tema. — Dicho esto, espero que no vuelva a ocurrir. Habrá consecuencias.

    Sam y Charlotte asintieron. Matías tenía razón, y en realidad tan solo quería evitar más muertes absurdas después de perder a Jeremy y Sarah.

    — ¡Matt! — Dijo Javier, que estaba de copiloto. — ¡Tenemos un problema!

    — ¿Qué ocurre ésta vez?

    Álex frenó la caravana. Enfrente, el camión de comida que Kyle y Amber manejaban estaba volcado a un lado de la carretera, con algo de humo saliendo del motor.

    Además, varios podridos se encontraban tirados por el asfalto, algunos aún teóricamente vivos, gruñendo a la casa rodante y alzando el brazo tratando de alcanzar algo invisible.

    — Que nadie salga de la caravana, y Álex, no apagues el motor, ¿entendido? — Dijo Matías, cogiendo su arma para salir.

    — Entendido, señor. — Murmuró Álex.

    — Javier, baja conmigo. — Indicó Matías, llamando a su hombre de confianza en el grupo.

    — Claro. — Dijo el ex-policía, saliendo del vehículo con su líder.

    Mientras ambos descendían de la casa rodante, en el interior todos observaban el fatídico accidente que tenían enfrente.

    — Dios, ¿qué habrá pasado? — Preguntó Frank, preocupado.

    — Parece que han tenido un percance con algunos infectados y se han estrellado. — Dijo Diana, teorizando.

    — Espero que Kyle y Amber sigan con vida. — Murmuró Freddy. — Estoy harto de tantas muertes en un solo día.

    — No eres el único. — Añadió Álex.

    — ¿Qué les pasó a Jeremy y Sarah? — Preguntó Sam, junto con Charlotte.

    — Nos atacaron en el supermercado y mataron a Jeremy allí. Después nos bloquearon el paso en la carretera y ejecutaron a Sarah para que no sufriera más, dijeron. Hijos de perra. — Contaba Diana, furiosa.

    — Maldición... — Susurró Charlotte, triste por ambas muertes.

    Mientras conversaban en el interior, Matías y Javier se acercaban al camión accidentado. El ex-policía mató a un podrido que trataba de cogerle desde el suelo, hundiéndole el cuchillo en el ojo.

    Se fijó en que sus piernas estaban desparramadas y parecían chicle pegado al asfalto. Una escena un tanto asquerosa, y que al igual que aquel podrido, habían más así.

    Matías se acercó al camión y subió al lado que miraba boca arriba. Se asomó por la ventanilla y vio a Amber transformada pero muerta, con un tiro en la frente.

    De pronto, Kyle, también infectado, se abalanzó sobre Matías, pero no llegó a tocarlo porque tenía el cinturón de seguridad puesto. Matías suspiró debido al susto que se acababa de llevar.

    Kyle le gruñía frenéticamente y Matt decidió ponerle fin sujetándolo del cuello y clavando su cuchillo en la coronilla, matándolo. Cabizbajo por la muerte de la pareja, el líder bajó del camión y con un gesto le indicó a Javier que no había nada que hacer por ellos.

    — Ayúdame a abrir el compartimento trasero. — Dijo el líder.

    Ambos cogieron de la parte de abajó y estiraron, haciendo uso de su máxima fuerza.

    Consiguieron abrir la puerta y comprobaron que había comida inservible, ya que tras el choque se había abierto o destrozado.

    Por suerte, aún habían bastantes cajas que estaban en buen estado.

    — ¡Freddy, Diana, venid a coger cajas! — Ordenó Matías.

    Fred y Diana accedieron y salieron de la caravana para subir cajas de comida a la misma. Matt las sacaba del interior del camión mientras Javier se las pasaban a Freddy y Diana, que les dejaban dentro donde Frank, Sam y Charlotte las ordenaban.

    Fueron interrumpidos por dos muertos que salieron del bosque, pero Álex bajó del vehículo y se encargó de ellos, demostrando su habilidad contra los no muertos.

    Después de diez minutos apróximadamente, todos subieron a la casa rodante y con la pena de ver muertos a Kyle y Amber, prosiguieron su regreso a la comunidad.

    Un total de treinta cajas llenas de comida era lo que se llevaban a Libertalia. Era bastante, pero pudo haber sido más. El espacio en la caravana se redujo y algunos tuvieron que viajar apretados.

    Media hora después llegaron a las puertas de Libertalia, donde les abrieron para dejarles paso. En aquel momento, Noah y Teo llegaban corriendo. Matías salió a su paso.

    — ¿Cómo ha ido? — Preguntó Noah, jadeando por la carrera que se había pegado.

    — Tenemos bastantes cajas de comida dentro. — Indicó Matt, sudando debido al calor.

    — Genial, pediré que las almacenen. — Dijo Noah, yéndose.

    — ¿Cómo ha ido, amigo? — Preguntó Teo, que sabía que no demasiado bien.

    — Jeremy, Sarah, Kyle y Amber están muertos. Sam y Charlotte escaparon de aquí pero los encontramos. — Dijo Matías.

    — Joder... — Murmuró el co-líder de Libertalia.

    — Hay algo más. Álvaro lidera un grupo numeroso de salvajes. Nos capturaron y negociaron algo a cambio. Quieren antídotos para ellos y han acordado que nos veamos dentro de dos días en la cantera. — Avisó el líder.

    — ¡Mierda! — Exclamo Teo, molesto. — Maldito Álvaro...

    — ¿Qué ocurre? — Preguntó Erick, con Megan a su lado.

    — Ya os informaremos. Pero me parece que vamos a tener que pelear. — Dijo Matías, con el ceño fruncido.

    — De nuevo. — Suspiró el psicólogo.

    A pesar de que dolía, Álvaro tenía la sartén por el mango. Él había jugado sus cartas y Libertalia podía estar en problemas.

    — No irás solo a esa quedada. Vamos a acabar con él, con esto. — Dijo Teo. — Prepararemos una emboscada para él y su grupo de capullos.

    — Aunque no lo parezca, son bastantes personas. — Advirtió Matías.

    — Nosotros somos muchísimos más. Álvaro sabe que podríamos destrozarlo. Ese idiota nos está probando. — Murmuró Teo, pensativo. — Sabe lo que hace.

    — Nosotros también. — Dijo Matías, dándole unas palmadas en el hombro a su compañero. — Nosotros también.

    — No hay descanso, no hay opción. Pronto los disparos volarán. — Añadió Teo, serio.

    Después de cinco años sin serios problemas, Libertalia y el grupo en sí se encontraba en una nueva batalla que enfrentar.
     
  12. Threadmarks: Parte 6 / Capítulo 7: Algo único
     
    Manuvalk

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    Capítulo 7: Algo único






















    Faltaba un día para que Matías y Álvaro se reuniesen en la cantera.

    La gente de Libertalia, sabedora de lo que ocurría, exigía que no se le diesen antídotos al ex-general, cosa que de todas formas Teo y Noah no pretendían.

    Ambos líderes de Libertalia, Matías, Erick y Javier se reunieron aquel día porque iban a ser los encargados de ir a la quedada.

    Entre todos conversaron acerca de que hacer, y se quedó en que irían allí a acabar con todo, especialmente con Álvaro.

    Una vez todo listo, esperaron a que llegara el momento.

    ...

    El escenario era una cantera en la que se estaba haciendo un complejo residencial justo antes del apocalípsis.

    No llegó a ser ni siquiera comenzado por lo que había una grúa y varios bloques con materiales de obra además de un gran camión totalmente oxidado que llevaba encima palos de madera.

    Álvaro se encontraba en medio de todo, esperando a reunirse. Parecía desarmado, pero por precauciones, Matías llevaría un pequeño revolver escondido en la parte de atrás del pantalón.

    — Se va a llevar una sorpresa. — Dijo Teo, sonriendo.

    — Veremos cómo reacciona. — Dijo Noah.

    Teo y Noah preparaban a Matías para el encuentro. Ambos estaban a un lado de la cantera con rifles de francotirador al igual que Erick y Javier en la otra parte.

    El plan consistía en jugársela a Álvaro y matarlo allí misma, aunque sabían perfectamente que solo no había ido. Aún así, no vieron a ningún Animal cerca.

    — Ésta es la mochila con las probetas vacías. — Indicó Noah. — Se la das, esperas su reacción y cuando se ponga agresivo lo mataremos.

    — Está bien. — Murmuró Matías. — Estoy listo.

    El líder descendió por un sendero hasta llegar a la cantera. A lo lejos, Álvaro lo esperaba de brazos cruzados.

    Matt caminó en su dirección, y en dos minutos llegó a su posición. Llevaba la mochila en la mano derecha y en su rostro se reflejaba seriedad.

    El ex-general sonreía al ver llegar a su enemigo.

    — Me alegra que hayas venido. Aunque llegas un poco tarde. — Dijo Álvaro.

    — Quería ponerme guapo para ti. — Respondió Matías, sarcástico.

    — Oh vaya, que considerado. — Dijo Álvaro, burlón. — ¿Vienes solo?

    — ¿Vienes tú solo? — Preguntó Matt, recalcando la pregunta.

    Álvaro sonrió, observando alrededor y finalmente a Matías.

    — Vamos Matías, dejemos de fingir. Es evidente que ninguno de los dos ha venido solo. Hubiese sido algo estúpido, ¿no crees?

    — Sí, lo creo.

    Erick y Javier veían a ambos gesticular y hablar desde cierta distancia. Erick ajustó la mira del rifle, que apuntaba a Álvaro.

    — Lo mataría ahora mismo. — Susurró Erick de pronto.

    — Créeme, yo también. Aunque entiendo que te sientas así, y tienes más motivos que yo. — Respondió Javi.

    — Así es. — Dijo Erick. — Me pregunto que estarán diciéndose.

    Matías se descolgó la mochila de la espalda.

    — Aquí está lo que me pediste. — Musitó Matías. — Tómala.

    — Gracias. ¡Me alegra haber llegado a un acuerdo! Tu Libertalia estará tranquila. — Dijo Álvaro, cogiendo la mochila.

    Matías comenzó a marcharse sin responder mientras Álvaro abría la mochila en busca de su contenido.

    Al ver probetas vacías, lanzó la mochila a un lado, enfurecido, y sacó de detrás del pantalón una Glock.

    — ¡Para maldito, para! ¡Deja de caminar! — Exclamo Álvaro, apuntando a Matías. — ¡¿Acaso me la querías jugar?! ¡¿A MÍ?!

    Matías se volteó y desenfundó su revolver.

    — Te aconsejo que cierres la boca si quieres vivir dos minutos más. — Advirtió el líder.

    — ¡Tú si que no tienes dos minutos! ¡Estás muerto, capullo! — Gritó Álvaro, dispuesto a disparar por la espalda a Matías.

    De pronto, una bala impactó en la mano derecha del ex-general, haciéndole soltar la pistola y quitándole dos dedos de cuajo.

    El grito que soltó sirvió cómo orden de ataque para los suyos, que salieron de todos lados en dirección a Matías, en el epicentro de todo.

    El líder se vio rápidamente rodeado por muchos hombres y mujeres que corrían hacia él.

    — ¡Matt corre! — Exclamo Tio, abatiendo a varios Animales.

    Matías disparó su revolver en repetidas ocasiones pero viéndose rodeado decidió encerrarse en la plataforma de la grúa.

    Los Animales trataban de entrar pero sin armas de fuego no podían hacer nada. Varios de ellos se marcharon socorriendo a Álvaro y llevándolo de vuelta a su campamento.

    — ¡Debo ir tras él! — Exclamo Erick, que había sido el autor del disparo en la mano al ex-general.

    — ¡No! ¡Matt está en peligro y necesita toda la ayuda posible! — Le frenó Javier.

    — ¡Pero...!

    — ¡Erick, son muchos los que están atacando a Matías! — Dijo Javier.

    Y sí que eran muchos para una sola persona. Hasta veinte buscaban la forma de irrumpir en la grúa y acabar con la vida de Matías. Lo que no sabía el grupo es que no eran los únicos por allí.

    Teo y Noah se disponían a bajar para acabar con el resto de Animales cuando uno de ellos surgió de la nada y cogió por el cuello al líder de Libertalia. Antes de que Teo pudiese decir algo, el Animal le rajaba el abdomen a Noah, que jadeaba viendo la cantidad de sangre que perdía.

    En cuestión de segundos perdió la vida, y sus tripas salían del estómago lentamente. Sin dudarlo, Teo disparó a aquel Animal, pero aún así no había remedio para Noah. Había muerto.

    Mientras, Erick y Javier disparaban a todos aquellos Animales que trataban de matar a Matías, pero al ver que eran abatidos uno a uno, el resto se marchó huyendo por el bosque. Finalmente, Matt salió de la grúa totalmente sudado.

    — Parecían una horda de muertos enfurecidos. — Dijo Matías, suspirando.

    — Tienen cierto parecido. — Dijo Javier.

    — ¿Teo y Noah? ¿Dónde están? — Preguntó Erick, viendo que no estaban con ellos.

    De pronto vino Teo con el rostro mirando hacia abajo y el arma en su espalda, junto con la de Noah.

    — ¿Qué ha...? — Iba a preguntar Javier.

    — Ha muerto. — Murmuró Teo. — Lo pillaron por sorpresa.

    — Eso significa que eres... — Murmuró Erick.

    — ...el nuevo líder legítimo de Libertalia. — Dijo Matías, terminando la frase.

    ...

    Álvaro se vendaba la mano mientras apretaba los dientes para soportar el dolor que aún tenía.

    Estaba furioso por la falsedad de Matías, la traición que le habían hecho.

    Lo tenía decidido; iba a atacar Libertalia. No sabía cómo ni cuando, pero lo haría.

    De pronto, recordó un momento, una situación, que lo marcó de por vida.

    ...

    Tenía el dedo en el gatillo.

    Era cómo un pulso entre él y el arma; un retroceso del dedo índice con fuerza y la bala saldría disparada, literalmente.

    La otra opción, quizá la sensata, era bajar la pistola. Después, buscar una forma de deshacerse de ella.

    Pero Álvaro no lo veía de esa forma. Desistir en su intento de apretar el gatillo significaría perdonarle la vida al asesino de su hermano pequeño.

    Y no podía permitirlo, la sed de venganza era cómo una fuente ilimitada de frustración e ira.

    — No lo hagas, por favor. — Le suplicaba aquel hombre, arrodillado. — Lanzarás toda tu vida por la borda, y no creo que quieras eso. Cometí un error, y lo estoy pagando, créeme.

    Álvaro solo apretó los dientes. No iba a frenar en el último momento, aquel hombre merecía morir y lo que sucediese después sería cosa de improvisar sobre la marcha.

    — Lo siento, pero no me has dejado otra opción. — Dijo, cómo si le recriminase su decisión.

    Exhaló un poco de aire por la boca y apuntó a aquella escoria sabiendo que lo tenía ahí, que su vida estaba en sus manos.

    El cañón del arma parecía un pozo sin fondo a ojos de la víctima, del sacrificado. Cruzaron las miradas.

    Éste le miró a los ojos, pero no encontró el perdón en ellos. Sin pensar en las consecuencias de ello, apretó el gatillo.

    ...

    Aquella noche, fue el brote del virus que había dejado las cosas cómo lo eran actualmente.

    Aquella noche, Álvaro cambiaba el rumbo de su vida para siempre.

    En el momento en el que Álvaro recordaba esto, una horda nunca antes vista se acercaba al campamento. E iba a arrasarlo.

    Mientras tanto, Matías, Teo, Erick y Javier tenían claro que se aproximaba a sus vidas una guerra sin precedentes, algo único.
     
    Última edición: 11 Agosto 2016
  13. Threadmarks: Parte 6 / Capítulo 8: El vivo no se diferencia del muerto
     
    Manuvalk

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    Capítulo 8: El vivo no se diferencia del muerto



















    Los pies de los muertos se arrastraban al unisono sobre el asfalto de la carretera, la tierra y el barro del campo. Era de noche, que venía acompañada con una lluvia torrencial, de esas que parecen permanentes, casi eternas.

    La horda de infectados era incontable, una cantidad que ni de asomo alguien podría imaginarse. Miles, quizá más, se acercaban sin descanso hacía Libertalia y sus tierras.

    ...

    Matías vio la luz del día entrar por los resquicios de la persiana de la ventana. Ya se escuchaba movimiento en las calles, producido por la orden que se dio en la reunión que Teo y Matías hicieron ante todos los residentes de la colonia.

    — Las amenzas ahí fuera son incontables, y por desgracia, siempre nos topamos con alguna. Es inevitable tener confrontamientos con gente de ahí fuera, porque los que aún siguen ahí fuera están locos. No tienen nada que perder, igual que los Animales. — Dijo Teo.

    Matías se incorporó a un lado de la cama, vistiéndose y colocándose los zapatos. Mientras realizaba sus quehaceres, recordaba lo dicho en la reunión de anoche.

    — Por eso, vamos a prepararnos. Vamos a estar listos para cuando esos Animales vengan aquí. Porque vendrán, os lo aseguro. Después de la decisión votada por la mayoría de no entregarle el antídoto a Álvaro, querrán venganza. Y vendrán aquí dispuestos a destruir éste lugar, a reducirlo a cenizas. — Dijo Matías, siendo observado por las trescientas personas que conformaban el pueblo de Libertalia. — Pero los pararemos. Haremos lo que haya que hacer para frenarles. Y lo que hay que hacer, es matarlos, a todos.

    Al lado de su cama, Mina dormía plácidamente. Después de la reunión, la mujer le afirmó a su pareja que tenía miedo de lo que se avecinaba.

    — Matt, sé que tenemos las de ganar pero estoy aterrada. — Le dijo Mina, preocupada.

    — Tranquila Mina, no dejaré que te lleguen a tocar. Dentro de estos muros has estado y estarás a salvo. — Respondió Matías, tranquilizando a su mujer.

    — No lo entiendes. — Murmuró Mina. — Presiento que esto no acabará bien, ¿sabes?

    — Confía en mí, ¿vale? Acabará bien para nosotros.

    Sin hacer ruido, Matt se levantó de la cama y salió de la habitación.

    Bajó las escaleras hasta el primer piso de su casa, se dirigió a la cocina y se puso a calentar café. Mientras se hacía, fue al salón y cogió su Glock de la mesa.

    — ¿Vamos a tener que pelear?

    — ¡Podemos con ellos!

    — ¡Morirán!

    — Mañana por la mañana quiero a los mayores de dieciocho años presentes en la plaza. Se les asignará un arma a cada persona para que proteja su hogar y a los suyos, pero sobretodo a Libertalia. — Indicó Matías aquella noche.

    Se colocó la pistolera y se enfundó en ella el arma. Acto seguido fue a la cocina y se sirvió el café en una pequeña taza. Sentado en la mesa, los recuerdos proseguían.

    — Os enseñaremos a todos a disparar mañana después de recoger las armas. En el campo de obra, colocaremos dianas y practicaremos el tiro al blanco. — Ordenaba Teo, que ejercía su nuevo liderazgo.

    Dejó la taza en el fregadero y decidió salir de casa. En el porche, Charlotte lo esperaba. Estaba sentada en las escaleras y se puso de pie al ver a su padre adoptivo.

    — Matt, quiero pelear. Puedo hacerlo. — Le dijo la joven, convencida de ello.

    — No pelearás. Te quedarás en la retaguardia, protegiendo a los niños y ancianos. Si todo va cómo esperamos, no tendrás que disparar ni una bala. — Dijo Matías. — Además, lo hablamos anoche. No reproches.

    — ¡No eres mí padre! ¡No decides lo que hago o dejo de hacer! — Exclamo la chica, metiéndose en casa.

    Matías asintió, serio. Tan solo quería protegerla de que algo pudiese ocurrirle, pero a Charlotte le costaba entender eso. Sin calentarse más la cabeza, decidió continuar su camino.

    La gente por las calles se repartía munición mientras los soldados llevaban las armas más potentes cómo lanzacohetes, lanzagranadas y demás armamento poderoso.

    Ellos usarían ese material, ya que tenían más experiencia. Los ciudadanos iban de un lado a otro llevando y dejando cajas con armas y munición. De pronto Jack frenó al líder, que estaba confuso viendo todo aquello.

    — Matt, he estado pensando y he trazado un plan de protección para los niños. Viendo que son el futuro de Libertalia, me ha parecido lo correcto. ¿Te lo cuento? — Dijo Jack.

    — Claro, claro. — Murmuró Matt.

    — Bien. Básicamente he pensado en colocar el autobús escolar en la zona de obras, con un lanzagranadas dentro. Te preguntarás para qué el lanzagranadas. Pues por si éste lugar se va al demonio, hablando en el peor de los casos, se destruiría el muro, se subiría a los niños al bus y huirían del lugar. El vehículo contiene aparte del lanzagranadas, varias armas con suficiente munición y comida para un mes. ¿Qué te parece?

    — El plan me parece bueno, pero no entiendo porque tomárselo tan en serio. Los Animales son unos cuarenta individuos ahora, nosotros somos trescientos. Quizá parezca que tengo un serio exceso de confianza, pero esta batalla está ganada, Jack. Aún así, pon el plan en marcha si estás más tranquilo. Sé que lo haces por tú hija.

    Jack asintió y fue a preparar el plan, a pesar de que a Matías no le parecía necesario. Finalmente llegó a la zona de obra.

    Teo indicaba a varios soldados que formaran filas para practicar el tiro de todos los residentes de la comunidad. Al ver a Matías, se fue directo hacia él.

    — Matt, todo listo. Los soldados enseñarán a disparar a todas las personas capaces de Libertalia. El conteo dice que somos doscientos setenta capaces, restando a ancianos y niños menores de dieciocho. — Dijo el psicólogo y líder total de Libertalia.

    — Bien, eso es genial. Teo, quiero estar en primera línea. Quiero acabar con Álvaro y con ésta amenaza. Déjame liderar ésta batalla. — Dijo Matías, sorprendiendo a Teo.

    — Lo siento amigo, pero con Noah muerto, yo soy el líder. Y al igual que los lidero cuando las cosas están en calma, los lideraré cuando haya que pelear. No te ofendas Matt, pero tu liderazgo es más brutal. En cada grupo que ha salido al exterior estando tú al mando, han muerto personas. — Respondió Teo.

    — ¿Hablas en serio? Te recuerdo que os lideré desde que Mark se volvió un psicópata y que os he arrastrado por todo el país hasta encontrar un lugar seguro. Si han muerto personas, no han sido por mi liderazgo, sino porque teníamos a Mark, Mike y los suyos, Oliver y Los Renegados, el Padre Joe y sus feligreses, Dominic y los salvajes y ahora a Álvaro y Los Animales. No es mi culpa que nos encontremos con locos que quieran matarnos. — Dijo Matías, molesto por lo que Teo le había dicho.

    — Dejaste marchar a Mark muchas veces, y luego regresaba y mataba a alguien. Pudiste matar a Oliver en la base pero no lo hiciste. Por cosas así, no te conviene ser líder. — Murmuró el psicólogo, sentenciando la opción de que Matt liderase la batalla.

    — ¿Y tú? ¡Nunca fuiste de utilidad! ¡Eras cómo Mich, alguien que prefería quedarse atrás mientras todo se derrumbaba a su alrededor! — Dijo Matías, furioso.

    — ¡He cambiado! ¡¿En serio no me has visto?! ¡Ahora soy más superviviente que tú! — Gritó Teo, llamando la atención de la gente.

    — ¡Vete al diablo! — Respondió Matías, golpeando a su compañero en la cara.

    Teo fue ayudado a levantarse mientras que varios soldados se acercaron a Matías, defendiendo a su líder.

    Matt decidió marcharse frente la atenta mirada de Teo, que comprobaba que sus labios no sangraran.

    ...

    Los Animales afilaban cuchillos, hachas y machetes. Algunos pocos tenían pistolas, que consiguieron cuando secuestraron al grupo de Matías junto Charlotte y Sam. Álvaro veía cómo su gente se preparaba, y la adrenalina de que el momento de la batalla se acercaba iba en aumento.

    De pronto, comenzaron a oír pasos. Muchos pasos y seguidos, que sin parar, sonaban más fuerte a medida que se acercaban a ellos. Los Animales se pusieron alerta cogiendo sus armas, mientras que Álvaro no sabía que hacer. De pronto, uno de ellos tuvo una idea.

    — ¿Veis dónde se dirigen? — Dijo el tipo. — A Libertalia.

    — Sí, es verdad. — Sonrió otro.

    — ¿Y? ¿Qué significa? — Preguntó una mujer.

    — Sé que con las tripas de esos seres por encima de nosotros, nos hacemos indetectables para ellos mismos. — Afirmó el tipo. — Antes de llegar a ser un Animal, iba con un grupo normal. A uno de ellos se le ocurrió probar eso y vimos que funcionaba perfectamente.

    — ¿Quieres que hagamos eso? — Preguntó Álvaro.

    — Así es. Llegaremos a las puertas de ese refugio sin que se den cuenta. Las destruimos e invaden el lugar. ¿Qué mejor ataque que ese? — Dijo aquel hombre.

    — ¡Es magnifico! Genial, haremos eso. — Sentenció Álvaro.

    Dos de ellos esperaron a que un infectado se desviara del rebaño y lo mataron. Acto seguido se cubrieron de tipas y esperar a poder matar a varios más, para así que los cuarenta que eran se cubriesen de tripas de muerto.

    El plan comenzaba siendo un éxito, y poco después caminaban lentamente en dirección a Libertalia.

    ...

    Mia se encontraba curando la herida que Matías le había hecho a Teo en el labio y el pómulo, que estaba morado.

    — Matt está volviéndose imbécil. — Murmuró Teo.

    — No lo niego. — Respondió Mia. — Pero es uno de los nuestros.

    — Dejó de serlo en el momento en el que se le subió a la cabeza el papel de líder todopoderoso. — Se quejó Teo, molesto con su amigo.

    — Dale el beneficio de la duda. Seguro que se disculpa. — Dijo Megan de pronto, irrumpiendo en la sala. — Además, lleváis juntos desde el inicio, ¿verdad? Os conocéis perfectamente.

    — Así es. Pero al inicio si que era alguien con principios, esos que acabó perdiendo con el paso del tiempo. — Musitó Teo.

    — Todos cambiamos desde que esto comenzó hasta ahora. — Indicó Mia. — Recuerdo que cuando tu grupo me encontró en el refugio de la obra, yo era una simple joven asustada. He cambiado a mejor.

    — Eso es verdad, estás mucho más hermosa que antes. — Dijo Luke, apareciendo de pronto en la enfermería.

    — ¡Cállate! — Dijo Mia, riendo y dándole un beso a su marido.

    — ¿Cómo estás, Teo? — Preguntó Luke. — He oído que tú y Matt habéis discutido.

    — ¿Discutido? ¡Me ha pegado!

    — Se disculpará. Ya verás. Bueno, solo venía a veros. Debo ir a patrullar el muro, por si vienen esos Animales.

    Mientras, en la guardería, Iris y Jenny daban de comer a los niños pequeños. Luke Jr y Sofía jugaban juntos, cosa que le agradaba a Iris, que su hija jugara con el hijo de Mia.

    — ¿Te imaginas que de adultos se hagan pareja? — Dijo Jenny, sobre Luke y Sofía.

    — ¡Sería asombroso! — Exclamo Iris. — No me molestaría, la verdad. Y no creo que le preocupara a Mia.

    — Lo que si que le debe preocupar es esa batalla de la que hablan, ¿no crees? — Dijo Jenny.

    — Obviamente. A mí igual. Me preocupa que pueda pasarle algo a Sofía. Y a Jack. A todos en general. — Indicó Iris.

    Javier y Erick daban vueltas por Libertalia. A su alrededor, la gente se preparaba para estar lista en cualquier momento ante el ataque de Los Animales.

    — La verdad es que somos un jodido gran ejército. Esos Animales no tienen nada que hacer ante nosotros. — Dijo Javier, viendo cuantas armas había por todos lados.

    — Sé que ganaremos, pero no dejaré ésta vez que Álvaro escape. Tengo el rifle preparado, con una bala que lleva su nombre. Lo mataré en cuanto lo vea. — Afirmó Erick, pensando en su venganza por Laurie y Anna.

    — Estoy tranquilo sabiendo que lo matarás, amigo. — Dijo Javier.

    Teo salía de la enfermería en ese momento, con unas pequeñas tiritas en el pómulo y labio inferior. En ese momento, Matías se acercaba a él.

    — ¿Vienes a pegarme de nuevo? — Dijo Teo, sarcástico.

    — No. Quería pedirte disculpas. Todo esto me tiene algo preocupado aunque tengo claro que vamos a matarlos. — Dijo Matt, cabizbajo.

    Teo lo observó sin dar respuesta, pero finalmente le tendió la mano.

    — Seamos de nuevo amigos. Por los viejos tiempos. — Dijo el psicólogo, con la mano tendida.

    Ambos se dieron la mano, certificando así la paz entre ambos y olvidando lo ocurrido. De pronto, Vanessa, una de las vigías del muro junto con Luke, comenzó a gritar.

    — ¡Son muchos! ¡Dios, ocupan el horizonte! — Exclamaba Vanessa, llamando la atención de toda la ciudadanía.

    Una inmensa horda de podridos se acercaba cómo un tsunami hacia la comunidad de Libertalia. Uno de los vigías observaba con el rifle a la multitud de muertos cuando un disparo le dio de lleno en el torso, haciéndolo caer del muro hacia dentro de la comunidad.

    La caída lo mató al acto, y la gente se acercó a tratar de socorrerlo. Aquel hombre estaba muerto. De repente, un segundo disparo proveniente de la horda al igual que el primero dio en otro vigía en el brazo derecho, haciéndole caer hacía fuera de la colonia.

    La caída sonó fuerte, mientras Luke y Vanessa observaban cómo el cuerpo ya sin vida de aquel hombre estaba siendo devorado, y la horda llegaba a las puertas de Libertalia, golpeándola frenéticamente.

    Sin esperarlo, varios disparos de proveniencia desconocida comenzaron a dar en la gran puerta de la comunidad. Si golpeaban a las bisagras y las rompían, las puertas cederían y los muertos irrumpirían en el área.

    Los causantes de los disparos comenzaron a ser devorados al llamar la atención de los infectados que estaban a su alrededor.

    — ¡Los Animales están entre los muertos! — Avisó Luke, cubriéndose.

    Teo y Matías corrieron a la entrada seguidos de muchas personas para evitar que ésta cediese ante los disparos y los constantes golpes de los infectados.

    En el fondo de la horda, de los últimos, Álvaro, cubierto con tripas y barro observaba la desesperante situación de Libertalia.

    — Al final, el vivo no se diferencia del muerto. ¿Verdad, Libertalia? — Se dijo Álvaro para sí mismo.
     
  14. Threadmarks: Parte 6 / Capítulo 9: Sin salida (Parte 1)
     
    Manuvalk

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    Capítulo 9: Sin salida (Parte 1)




















    La incesante llegada de los muertos sumada a su persistencia tratando de entrar en la comunidad iba hacia un punto de quiebre.

    Los ciudadanos de Libertalia sujetaban las puertas con todas sus fuerzas, pero viendo que iban a ceder, algunos comenzaron a correr alejándose de ésta, dejado cada vez el grupo más pequeño y por ende provocando que hubiese menos fuerza de resistencia.

    Era cuestión de tiempo que la gran puerta cediese.

    — ¡Atrás! ¡Atrás! — Exclamaba Teo, alejándose de la puerta.

    — ¡Corred! — Gritó Matías. — ¡Dispersaos!

    Los Animales disparaban a las bisagras de la puerta hasta que finalmente cedió. Los portones de hierro cayeron con fuerza al suelo, dando paso a una gran humareda que a medida que se disipaba, daba a entrever una pesadilla mayor de la que cualquiera se habría imaginado. Cuando el humo se iba, las caras de los no muertos se daban a ver.

    Algunos no tenían dientes, otros aún sí pero podridos, unos pocos incluso tenían carne humana entre sus sucios dientes. La piel del rostro se les caía a la gran mayoría, hasta unos pocos no tenían ojos y se guiaban por el sonido de los gritos y los disparos.

    La gente comenzó a correr, despavorida, por toda Libertalia. Solo unos pocos hacían frente a la amenaza, disparando en vano a una horda que tenía miles de soldados.

    — ¡Son demasiados! — Exclamo un tipo, viéndose superado.

    — ¡Son un ejército de demonios! — Clamó una mujer supersticiosa, sujetando un collar con el característico crucifijo.

    — ¡Hay que salir de aquí! — Gritó un anciano, que veía el poco tiempo de vida que tenía.

    Jack se acercó al anciano y le ayudó a avanzar deprisa.

    — ¡Señor, al autobús! — Indicó Jack, guiándolo.

    En la zona más alejada de la comunidad, los niños y ancianos que subían al vehículo eran ajenos al caos que se estaba produciendo en la entrada. Iris y Jenny subían a los ancianos y ancianas con sus nietos y nietas. Mia corría rápidamente con Luke Jr en brazos y Megan a su lado.

    — ¡Subid, subid! — Dijo Iris. — ¡Álex, arranca y estate listo para irte! ¡Ya sabes dónde!

    — ¡Está bien, está bien! — Respondió el joven, aterrado. — Dios, Dios... — Susurró, buscando el contacto para encender el motor.

    Mia subió con su hijo pero Megan decidió no hacerlo. Se quedó bloqueada frente la puerta.

    — ¡Vamos Megan! — Exclamo Mia, tendiéndole la mano.

    — No puedo. — Murmuró la doctora.

    Un soldado cogió el lanzacohetes y disparó al muro para hacer un agujero por el que el bus escapase.

    — ¡¿Cómo?! — Preguntó Mia, que no la había escuchado bien con el sonido del estruendo.

    — ¡Qué no puedo! — Exclamo Megan. — ¡Debo buscar a Erick! ¡No me iré sin él!

    — ¡Pero Megan...! — Dijo Iris.

    — Lo siento. — Dijo la médico. — Nos veremos pronto.

    Megan se marchó corriendo contracorriente, ya que ancianos y niños con madres luchaban por una plaza en el autobús y corrían en la dirección correcta, a diferencia de la doctora. Jack llegaba con Santos y Diana, ayudando a un anciano y dos jóvenes a ir al bus.

    — ¡Jack! — Exclamo Iris, abrazando a su novio.

    — ¡¿Y Sofía?! ¡¿Está dentro?! — Preguntó Jack, notablemente preocupado.

    — ¡Sí, sí, Jenny está con ella! — Dijo Iris.

    La pareja subió al bus, que estaba totalmente lleno y casi no cabían personas.

    — Ya estamos aquí. — Dijo Iris, cogiendo a Sofía. — Gracias por cuidarla, Jenny.

    — No hay de qué. — Musitó la niñera.

    De pronto, la abuela de Jenny parecía trataba de alcanzar el bus, pero cinco podridos la seguían. Al ser una mujer mayor, no podía correr demasiado, y se cansaba deprisa. Jenny vio a su familiar y no dudó en querer ayudarla.

    — ¡Abu! — Exclamo la joven, saliendo del vehículo.

    Jenny salió y corrió a los brazos de su abuela para ayudarla, pero no resultó ser lo que creía.

    — ¡Jenny no! — Dijo Diana, que disparaba con su rifle.

    Jenny alzó la vista en entendió que ocurría. Los podridos no atacaban a su abuela. Al observarle el rostro, comprobó que esa cosa ya no era su abuela, sino algo peor. La anciana hundió su dentadura postiza en el cuello de la joven, pero al ser falsa, no le inyectó el virus.

    A pesar de ello, le arrancó carne y sus gritos histéricos atrayeron a los cinco podridos que avanzaban hacia el bus. Diana les disparaba para así evitar que devorasen a Jenny, pero en vano, la joven fue rodeada y mordida en varias partes del cuerpo.

    — No... — Susurró Diana, no queriendo ver la carnada.

    En el interior del autobús, la gente lamentaba la muerte de Jenny y estaba desesperada porque Álex arrancara. Los reproches por no hacerlo iban en aumento, y algunos comenzaron a discutir.

    De pronto, un disparo dio en un cristal del bus, haciendo agacharse a todas las personas. Jack y la mayoría desenfundaron las armas. Fuera del vehículo, Diana se cubrió tras un pequeño muro.

    — ¿Dónde iban, sabandijas? — Dijo un hombre, con la pistola en alto. — Éste es el precio que tenéis que pagar.

    Aquel hombre no dudó en seguir disparando contra el vehículo, pero no sabía de la posición de Diana, que cuando lo tuvo a tiro, lo ejecutó de un disparo limpio y certero en la cabeza. Dentro del bus respiraron aliviados, agradecidos a Diana.

    — ¡Sube, rápido! — Le indicó Álex, que comenzó a arrancar.

    Diana subió al vehículo y éste aceleró, saliendo de la comunidad por el agujero que un soldado había hecho en el muro.

    — Oye, ¿y Luke? — Preguntó Jack, viendo que Mia estaba sola con el pequeño Luke.

    — Me insistió que si ocurría algo, me alejara de aquí con nuestro hijo. Él sabe donde nos dirigimos. — Murmuró Mia, que a pesar de ello, hubiese preferido estar con su marido.

    Unas treinta personas apróximadamente viajaban en aquel autobús en dirección desconocida para la gran mayoría de personas que estaban dentro.

    ...

    Luke y Vanessa disparaban desde lo alto del muro a los muertos, pero era en vano. Aunque mataran a uno, tres ocupaban su lugar. Era algo que te hacía sentir inútil a la hora de matarlos, que era en vano, absurdo.

    Luke vio desde lejos cómo el autobús salía de la comunidad, y se sintió aliviado al saber que Mia y su hijo estaban en él.

    — ¡Luke, tenemos que irnos! — Dijo Vanessa.

    — ¡Pero dónde! — Respondió Luke. — ¡Estamos aquí arriba y no podemos bajar, están en todos lados!

    — ¡Chicos! — Dijo Frank, sobre una casa que estaba cercana al muro. — ¡Aquí!

    — ¡Frank! — Exclamo Luke. — ¡¿Qué haces ahí?!

    Frank cogió una escalera, con la que había subido al tejado de aquella casa. De pronto, la sujetó y trató de apoyarla sobre el muro, cosa que funcionó. Frank había improvisado un puente entre el muro y la casa en la que estaba.

    — ¡Venid, vamos! — Dijo Frank.

    Luke y Vanessa se acercaron a la escalera, que estaba sujeta por Frank. Viendo que no podría aguantar, Luke cortó la cinta con la que se colgaba el rifle en la espalda y ató la escalera a un extremo que sobresalía del muro.

    Vanessa hizo lo mismo, haciendo más resistente la escalera. Viendo lo que sus compañeros habían improvisado, Frank se quitó el cinturón y ató la escalera al balcón del último piso de la casa en el que el estaba en el tejado.

    — ¡Tened cuidado! — Advirtió Frank, preocupado.

    — Obviamente. — Susurró Vanessa.

    — Tú primero, me aseguraré de que esto no caiga. — Indicó Luke.

    Vanessa subió a la escalera y comenzó a descender hacia el balcón donde habían atado dicha escalera. A medida que cruzaba, observaba abajo cómo los podridos ocupaban toda la calle, algunos cambiando de dirección y chocando entre ellos.

    Cerró los ojos para no observar la multitud que había a sus pies, hasta que finalmente llegó a aquel balcón. Frank la ayudó a bajar y una vez hecho, Luke se puso en marcha.

    Con tranquilidad para no perder el control, Luke comenzó a descender hacia Vanessa y Frank, pero cuando se encontraba en el centro, una serie de disparos a la escalera lo hicieron tambalearse lo suficiente cómo para quedarse colgando de la escalera.

    — ¡Luke! — Exclamo Vanessa, aterrada.

    — ¡Corre tío, corre! — Gritaba Frank.

    Luke, sujetándose con fuerza a la escalera, veía cómo sus pies se encontraban sobre la muchedumbre de podridos de abajo. Pudo distinguir a un Animal entre ellos, apuntándole.

    — Vaya listillo tenemos aquí. Ingenioso pero absurdo a la vez lo de la escalera. — Comentó el hombre. — Ahora muere.

    Aquel Animal se disponía a hacer caer a Luke cuando Frank encontró su posición y comenzó a dispararle, vaciando el cargador. La lluvia de balas impactó en el torso del tipo, matándolo instantáneamente pero dando su posición a gran parte de la horda, que rodeó la vivienda en la que estaban.

    Luke comenzó a avanzar rápido hasta llegar donde estaban sus compañeros. Finalmente al pisar suelo firme respiró, aliviado.

    — Mierda, ¿qué hacemos ahora? — Dijo Vanessa, viendo la situación.

    — Pues, creo que deb...

    A Frank no le dio tiempo a hablar más porque recibió dos disparos en la cabeza, salpicando de sangre a Vanessa y Luke. Sin saber de donde provinieron los disparos, no pudieron hacer nada.

    — ¡Al suelo! — Indicó Luke, mientras una balacera pasaba por encima de sus cabezas.

    — ¡¿Qué demonios tenemos vamos a hacer?! — Dijo Vanessa.

    — Por el momento mantener la calma. — Respondió Luke.

    De pronto se escuchó un ruido en el piso inferior. La puerta parecía haberse abierto abajo.

    — ¡Mierda!, ¡¿nos han visto?! — Dijo un hombre.

    — ¡Lo dudo! — Respondió una mujer.

    — Vayamos arriba, rápido. — Dijo otro.

    Luke y Vanessa apuntaron con sus armas hacia la escalera, esperando encontrarse con Animales. En su lugar, Teo, Mina y Matías subían. Al ver a Vanessa, el psicólogo se fue a abrazarla con fuerza, contento de que estuviese con vida.

    — Gracias por mantenerla a salvo. — Le dijo Teo a Luke.

    — Fue ella y Frank los que me salvaron. — Murmuró Luke.

    — ¿Y Frank? — Preguntó Matt.

    — Oh, Dios... — Susurró Mina, al ver el cadáver de Frank que yacía en el suelo.

    — ¿Habéis visto a Charlotte? No la hemos encontrado. — Dijo Matías, muy preocupado.

    — Lo siento Matt, pero no. — Dijo Luke.

    — En fin, ¿cómo habéis logrado ir por las calles? — Preguntó Vanessa.

    Matías se señaló, mostrando que estaba con tripas de muerto, al igual que Mina y Teo.

    — Así es cómo hemos venido. — Dijo Teo. — Y así es cómo todos saldremos de aquí.

    ...

    — ¡¿Dónde está el bus?! ¡¿Dónde?! — Exclamaba Freddy, buscando desesperadamente el autobús.

    — ¡Freddy, es evidente que se han marchado! — Dijo Sam.

    Freddy estaba desesperado buscando una ruta de escape. Samuel y Charlotte estaban con él. Se encontraban tras una casa mientras por la calle gran parte de la horda avanzaba sin freno.

    La joven sujetaba su pistola al igual que Sam, pero Freddy prefería tener el cuchillo a mano. Rezando para que no fueran encontrados, permanecían escondidos.

    — ¡Podemos salir! — Dijo Charlie de pronto.

    — ¿Por dónde? — Preguntó Freddy.

    — ¡Por las zanjas en la zona de obra! — Exclamo Charlotte.

    — ¡¿A qué esperamos?! ¡Vamos! — Dijo Sam.

    Los tres comenzaron a correr en dirección a la zona de obra por donde Sam y Charlotte habían salido al exterior varias veces. De pronto, se encontraron con dos Animales, que se sorprendieron al igual que ellos de encontrar gente vida. Ambos grupos se apuntaron instantáneamente.

    — Ahm, esto... hagamos un trato. — Dijo un Animal. — Nosotros no os disparamos y vosotros tampoco lo hacéis. Cada uno se va por su lado.

    — Me parece justo. — Dijo Freddy, que sin arma de fuego, dejaba a Charlotte y Sam con fuerza igualadas ante ambos Animales.

    — Lo siento pero no estoy de acuerdo. — Murmuró Charlotte, disparando fríamente a aquel hombre.

    — ¡Maldita mocosa! — Exclamo la mujer Animal.

    — ¡No! — Dijo Sam, logrando matar rápidamente a aquella chica, evitando así que Charlotte saliese herida.

    — Gracias... — Susurró Charlotte a Sam.

    — No hay de qué, te protegeré sin importar el coste. — Respondió Sam, observando a la chica con ojos de enamorado.

    — ¡Muy bonito, ahora tenemos otro problema! ¡Corred! — Dijo Freddy, al ver que varios podridos habían oído los disparos.

    Los tres corrieron de nuevo mientras la gran parte de los infectados se distraía comiéndose a aquellos Animales. Charlotte salió primera por la zanja, seguida de Sam y de Freddy por último.

    Una vez en el exterior, la situación no mejoraba. La horda aún estaba en la carretera que daba entrada a Libertalia. Un mínimo ruido y esa gran parte de infectados avanzaría hacía los jóvenes. En silencio, el trío se metió en el bosque, esperando huir del lugar.

    ...

    Javier y Erick se encontraban en plena calle cuando la horda irrumpió en el complejo. Al ver que finalmente habían conseguido entrar, decidieron buscar la forma de irse. No les dio tiempo a llegar al autobús, pero Erick se encontró con Megan y se abrazaron cómo nunca, seguido de un beso.

    Los tres juntos, decidieron buscar al resto. Javier estaba preocupado por todos, pero más por su hermana Vanessa. La búsqueda fue en vano y decidieron marcharse por el agujero que el lanzacohetes había formado para escapar de Libertalia.

    Se encontraban caminando por una larga carretera, y a medida que se alejaban de Libertalia, sentían un vacío en su interior.

    — Ya sé que el autobús se fue por aquí pero, ¿realmente debemos seguir sus huellas? Ya deben estar a treinta kilómetros. — Dijo Megan. — Probablemente nunca los volvamos a ver.

    — Megan, por favor, no digas eso. — Dijo Erick.

    — Dios, no puedo creer que Libertalia se haya esfumado. — Murmuró Javier. — Esté donde esté, espero que Vanessa esté bien.

    — Lo estará Javi, seguro. — Musitó Megan.

    — Quizá no lo esté, Javier. — Murmuró Álvaro, apareciendo de entre la arboleda que estaba a la derecha de la carretera.

    Álvaro los había estado siguiendo a Erick, Javier y Megan durante un largo rato, sin ellos ser conscientes. Esperó el momento idóneo para hacer acto de presencia.

    Erick estaba rabioso por verlo, Megan había oído hablar de él pero poco más y Javier igual, aunque ambos sabían lo peligroso que podía ser.

    — Es sorprendente verte aparecer solo. — Dijo Erick.

    — Si bueno, mis peones han caído en el tablero. — Dijo Álvaro, haciendo alusión a que la mayoría habían muerto en Libertalia. — Otros han huído lejos de aquí, decididos a no volver a seguirme.

    — Siempre has sido un líder de mierda, que le vamos a hacer. — Dijo Erick, con la mano en su pistola enfundada.

    Álvaro mostró su sonrisa carismática a los tres, que no comprendían la misma.

    — No tengo nada más que hacer en éste mundo, y me he dado cuenta de eso hace muy poco. Pero, antes de irme, porque sé que me vas a matar, Erick, déjame dejar mi recuerdo en tu memoria por siempre. — Murmuró Álvaro, alzando su arma y disparando en el abdomen a Megan, que cayó al suelo.

    — ¡NO! — Exclamo Erick, disparando sin parar a Álvaro. — ¡MUERE HIJO DE PERRA!

    Erick vació el cargador de la pistola sobre Álvaro, que había muerto al acto, mientras Erick seguía pateándolo y clavándole su cuchillo en todo el cuerpo, furioso por que hubiese matado a Megan.

    Primero a Anna, después a Laurie y ahora a Megan. Erick había perdido totalmente la cordura hasta que de pronto Javier lo tranquilizó drásticamente.

    — ¡Está respirando! ¡Está viva! — Exclamo Javier, tomándole el pulso a Megan.

    Erick dejó de lado el cuerpo del ex-general y se acercó a Megan. Estaba inconsciente pero viva, y aún había posibilidades de salvarla.

    — Fui policía, y nos dieron algunas clases de enfermería en su momento. Por si a los detenidos les daba un ataque de nervios o un infarto. No es lo mismo que esto, pero puedo salvarla. — Dijo Javier, escuchando varios gruñidos que se acercaban. — Encárgate de ellos, yo pararé las hemorragias de los dos disparos y a partir de ahí esperaremos.

    — Aguanta Megan, por favor, no me dejes. — Murmuró Erick, acariciando el rostro de su mujer.

    Acto seguido observó cómo unos cinco infectados se acercaban a él, atraídos por los dos balazos de Álvaro a Megan. Furioso, el hombre comenzó a acuchillar a los muertos en la frente.

    Una vez acabó con todos, se puso de rodillas, derrotado. Las dudas sobre si seguir el rastro del autobús o volver a Libertalia a por instrumento médico le inundaban la mente.

    Finalmente, descartó la opción de regresar a Libertalia, ya sumida en el caos. Ir allí sería encerrarse en una trampa mortal y acabar sin salida.
     
  15. Threadmarks: Parte 6 / Capítulo 10: Sin salida (Parte 2: FIN)
     
    Manuvalk

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    Capítulo 10: Sin salida (Parte 2)


















    Sin Salida llega a su fin después de 48 capítulos. Algunos inolvidables y otros para olvidar, pero en definitiva me lo he pasado bien escribiendo ésta historia y espero que los que la han leído les haya gustado. Sin más dilación, os dejo con el capítulo.




    ...

    El autobús llevaba hechos unos quince kilómetros desde que salió de Libertalia. Quince kilómetros que habían de la comunidad hacia el punto de encuentro previsto por si ocurría algo.

    Un parque natural que se encontraba a un lado de la carretera por la que el bus llegó. Aparcó a un lado y acto seguido todos bajaron del vehículo para estirar las piernas.

    Jack salió con su hija Sofía en brazos y con Iris cogida de su mano izquierda. Mia salió con Luke Jr de la mano, que no era consciente realmente de lo que pasaba a su alrededor.

    — Mamá. — Murmuró, estirándole de la mano.

    — Dime Luke. — Le respondió su madre.

    — ¿Dónde está papá? ¿No viene? — Preguntó el niño, cabizbajo al no tener a su padre con él.

    — Sí que vendrá, cariño. Ya lo verás. — Dijo Mia, con una mezcla de optimismo y desilusión.

    Álex bajó del bus acompañado de Diana y Santos. Los quince restantes, unas cinco familias, bajaron y se acomodaron en la zona. Jack parecía liderar el grupo extenso que tenía.

    — Bien, descansad un poco. Comed y bebed si tenéis hambre o sed. — Dijo Jack. — Diana, Santos; vosotros montaréis guardia. Álex, conmigo, daremos una vuelta haber que encontramos.

    Diana y Santos comenzaron a patrullar la zona estando cerca del resto de personas, mientras que Jack y Álex se adentraron en el parque natural. A medida que avanzaban, veían más lejos al gran grupo.

    Pronto se toparon con una señal que indicaba que el lugar estaba protegido y que tenían prohibido el paso. Sin hacer caso de la advertencia ya que nadie les iba a parar, continuaron su andadura.

    — ¿Qué crees que podamos encontrar? — Preguntó Álex, que no entendía del todo la idea de Jack.

    — No creo que encontremos nada interesante. — Murmuró Jack.

    — ¿Entonces?

    — Te he querido alejar del grupo porque quiero hablar contigo. — Dijo Jack, dejando de caminar. — Si en un par de horas no han llegado personas de la comunidad, quiero que tú y yo vayamos a Libertalia a buscar gente. No puedo quedarme de brazos cruzados pensando en que pueden estar en peligro.

    — Escapamos de allí por los pelos. ¿Acaso crees que quiero volver? — Dijo Álex, que no pretendía volver al caos de Libertalia.

    — ¡Lo hacemos por la gente! — Exclamo Jack, molesto. — ¡¿Acaso no te importan tus amigos?!

    Álex asintió, pensando en si sus amigos continuarían con vida o no.

    — Sí, bueno, pero...

    — Pero nada. No seas un capullo y acompáñame a Libertalia. — Insistió Jack.

    — Está bien. — Musitó Álex, caminando en la dirección contraria, de regreso al improvisado campamento que tenían.

    ...

    Erick llevaba en sus brazos a Megan, que sufría a cada paso que su novio daba. La doctora estaba en un estado grave a pesar de que Javier la había estabilizado.

    El ex-policía se limitaba a protegerlos si se acercaba algún podrido, pero por el momento todo era tranquilo. Megan cerraba los ojos porque mantenerlos abiertos le cansaba, además de que estaba muy débil.

    Erick miraba al frente sabiendo que debían llegar pronto con sus compañeros para así tener una posibilidad de salvar a Megan.

    — ¿Crees que falte mucho para llegar? — Preguntó Javier, que veía a una Megan moribunda.

    — No deben estar lejos. — Dijo Erick, que hacía un gran esfuerzo llevando a Megan en brazos. — Además, caminaré lo que haga falta para que Megan se recupere.

    — Lo sé, y yo contigo. — Indicó Javier.

    El Sol daba con fuerza y muy pronto Erick comenzó a cansarse de cargar con Megan. Aún así, llegaría al límite de su resistencia por ella. Para su suerte, vieron a lo lejos el autobús aparcado. La esperanza lo llenó de fuerza para seguir.

    — ¿Lo ves? Es el autobús. — Señaló Erick.

    — Vayamos entonces. — Musitó Javi.

    Quedaban unos doscientos metros y ambos aceleraron el paso, aunque a Erick le costaba seguir el ritmo. Finalmente llegaron. La gente se asombró al verlo venir, y se temió lo peor al ver a Megan con la ropa ensangrentada e inconsciente.

    — ¡Mia! ¡Mia! — Gritaba Erick.

    La médico no tardó en aparecer, corriendo a ver a su amiga.

    — ¡Megan! ¡Oh, Dios! ¡¿Qué le ha pasado?! — Dijo Mia, ordenando que le trajeran el instrumental médico del bus.

    — Álvaro apareció. — Dijo Erick.

    El nombramiento del ex-general silenció a todos los presentes.

    — Llevadla dentro del bus, para que no le de el Sol. Ahí yo y Santos la trataremos, pero no te prometo nada. — Dijo Mia.

    — Por favor, haz todo lo posible porque se recupere. — Murmuró Erick, sufriendo.

    — Por supuesto.

    Varias personas ayudaron a llevar a Megan al interior del bus seguida de Mia y Santos, que la atenderían y estarían al tanto de su mejora. De pronto, Álex y Jack llegaron, sorprendiéndose de ver a Erick y Javier vivos.

    — Maldición, me alegro de veros con vida. — Dijo Jack, saludando a sus amigos.

    — Lo mismo digo. — Dijo Javier. — ¿No está Matías con vosotros?

    — No, aquí el que está al mando soy yo. ¿Tú lo has visto? — Preguntó Jack.

    — No, que va. Esperemos que esté bien, al igual que todos. — Añadió Erick.

    — ¿Y Megan? — Preguntó Álex.

    — Álvaro apareció, y le disparó dos veces. Yo lo maté. — Afirmó Erick, serio.

    — Lo siento por tu mujer, Erick. Y me alegro de que lo mataras. — Dijo Jack, dándole una palmada en el hombro.

    — ¿Qué tenéis pensado hacer aquí? — Preguntó Javier.

    — Esperar. Por el momento, no hay nada mejor que hacer. — Respondió Jack. — Me alegra haber planificado una ruta de escape. Gracias a eso he salvado a bastantes personas.

    — Y que lo digas. — Dijo Javier.

    ...

    Matías, Teo, Mina, Luke y Vanessa salieron de la casa cubiertos por las tripas de la sangre de los muertos. Hacía un par de horas desde el ataque, pero parte de la gran horda que llegó aún permanecía en las calles de la comunidad.

    En total silencio y cogidos de la mano, los cinco caminaron lentamente entre los muertos hasta que pudieron salir de Libertalia. Desde fuera, el caos parecía mayor.

    — Todo por lo que hemos luchado... — Murmuraba Teo. — ...ha sido destruido.

    — Tranquilo amor, encontraremos otro lugar. — Dijo Vanessa.

    — ¿Otro lugar? ¿Para qué? ¿Para qué esto vuelva a pasar? — Dijo el psicólogo, derrumbado. — Vaya mierda.

    — Primero debemos encontrar a los demás. — Dijo Mina. — Quizá estén todos juntos.

    — Así es. Debemos buscar a los demás. — Afirmó Matías.

    — Ya pero, ¿por dónde empezamos a buscar? — Dijo Luke. — Solo sabemos que el autobús huyó del lugar, por lo que aún hay supervivientes.

    — No podemos buscar a nadie con éste caos. Tenemos que irnos. — Indicó Teo, junto con Vanessa.

    Matías comenzó a pensar algo. Se encontraban fuera de Libertalia, pero la horda estaba tanto cómo dentro cómo fuera. Además, no había signos de supervivientes cerca.

    — Atajaremos por el bosque para ir por la carretera e iremos donde el autobús. Es la mejor opción ahora mismo. — Afirmó el líder.

    El grupo accedió, pero para ingresar en el bosque necesitaban cruzar de nuevo por parte de la horda. No tenían otra opción. Se cogieron de las manos y se dispusieron a cruzar con la mayor tranquilidad posible. Matías avanzaba el primero, seguido de Mina, después Teo y Vanessa y por último Luke.

    — Matt. — Susurraba Mina.

    — Silencio. — Dijo Teo.

    — Matt. — Insistió Mina.

    — Lo que tengas que decirme dímelo luego. — Dijo Matías.

    — Dejad de hablar. — Murmuró Luke.

    — Estoy emb... ¡MATT! ¡ARGH!

    — ¡MINA! — Exclamo el líder, observando cómo los infectados devoraban a su mujer.

    Los susurros habían llamado la atención de los más cercanos, provocando que fueran detectados. Matías comenzó a llorar mientras observaba cómo Mina grita y es mordida por varios podridos. Teo y Vanessa comienzan a correr en dirección al bosque, viendo que los han detectado.

    Luke accede por hacer lo mismo, pero Matías, furioso, comienza a matar muertos con la pistola. Los disparos atraen a gran parte de la horda que permanecía en el interior de Libertalia, mientras el líder dispara con furia a todos los seres, hasta quedarse sin balas.

    Después coge su cuchillo y se defiende, pero rápidamente es rodeado. Matías está fuera de sí, desenfrenado, histérico y furioso. Mientras acababa con los muertos, recordaba los diálogos que le habían marcado en el pasado:

    — No quiero vivir en un mundo así. Moriré ayudando a mí familia. — Susurró Leo. — Cuida de ellas.

    — No te dejaré sólo, Matt. — Dijo Martín.

    — Cómo os decía, sé que esto sobrepasa nuestros límites. Pero hay que estar preparados para matar, si llega a ser el caso. Que el miedo no os pare, o estaréis muertos vosotros. — Dijo Matías a su grupo.

    — Tú debes ser el líder. — Dijo Peter. — Yo soy Peter, y mi amigo es Nathan. Somos exploradores de una comunidad llamada La Atlántida.

    — ¿De verdad vas a matarme y perder los pocos segundos que tienes para escapar de aquí? Te creía más listo, Matt. — Dijo Oliver, sentado en la silla de su escritorio.

    — Subid al coche si queréis venir. Vivimos en una pequeña comunidad católica. — Dijo Erick. — Os explicaré más por el camino.

    — No llegaste a con... conocerme bien, entonces... — Respondió Mark, agitado y respirando fuertemente. — ...has cambiado, Matt, desde... desde que nos conocimos hasta ahora, has cambiado... eres igual que yo, un monstruo...

    — Vamos Matt, demuestra que sabes hacer. — Vacilaba Oliver.

    — La misión es llevar al señor Santos a ese laboratorio, que coja el instrumental científico que necesite y volver aquí, a Libertalia, para que pueda elaborar una cura. — Añadió Álvaro.

    — Matías, ¿verdad? — Dijo, estrechándole la mano. — Soy Zorah, espero que nos llevemos bien.

    — Tengo muchas cosas en tu contra. — Respondió Cristobal.

    — Entiendo esta clase de justicia, Matt, pero esto tendrá que parar una vez volvamos a Libertalia. — Dijo Luke. — Si sigues así, acabarás muerto.

    — ¡Matt! — Exclamo Charlotte, corriendo a sus brazos.

    — Sé que de todos los miembros de tu grupo, tú has sido el que más ha permanecido en el exterior. Has sobrevivido ahí fuera siendo cómo eres, le guste a quien le guste. Libertalia te necesita. — Dijo Noah.

    — Nunca hemos hablado nosotros a solas. Así que, vayamos a hablar, Matías. — Dijo Álvaro.

    — No lo entiendes. — Murmuró Mina. — Presiento que esto no acabará bien, ¿sabes?

    — ¡No eres mí padre! ¡No decides lo que hago o dejo de hacer! — Exclamo Charlotte, metiéndose en casa.

    — Dejaste marchar a Mark muchas veces, y luego regresaba y mataba a alguien. Pudiste matar a Oliver en la base pero no lo hiciste. Por cosas así, no te conviene ser líder. — Murmuró Teo, sentenciando la opción de que Matt liderase la batalla.

    ...

    Charlotte, Sam y Freddy se encontraban agazapados en el bosque cuando escucharon una serie de gritos que procedían de muy cerca.

    — Deberíamos ayudar. — Dijo la joven, sujetando su pistola.

    — ¿Estás loca? ¿Pretendes ponerte en peligro? — Preguntaba Freddy, que se negaba rotundamente.

    — Fred, deja de ser un cobarde. — Murmuró Sam. — Vayamos, rápido.

    Freddy asintió, resignado. El trío se dirigió a la fuente de los gritos cuando se encontró de pronto con Teo, Vanessa y Luke corriendo hacía ellos.

    — ¡Chicos! — Exclamo Teo, corriendo. — ¡Atrás, que vienen!

    — ¡Corred! — Gritó Vanessa.

    — ¡Os cubro! — Indicó Luke.

    — ¡¿Y Matías?! — Preguntó Charlotte, preocupada. — ¡¿Mina?!

    Nadie le respondió. Todos se limitaron a correr mientras eran perseguidos por varios infectados. Corrieron durante unos largos minutos hasta que no vieron a nadie siguiéndoles. Fue entonces cuando tomaron descanso.

    — Teo, ¿dónde están Matías y Mina? ¿Los has visto? — Preguntaba Charlotte.

    El psicólogo asintió y tragó saliva, decaído.

    — Mina ha sido devorada, Charlie. Matt, se ha quedado atrás. — Dijo Teo.

    — Pensé que nos seguiría. — Indicó Luke. — Quedarse era un suicidio.

    ...

    Matías estaba cegado, y no veía más allá de asesinar podridos. Recordaba cómo perdió a Mary, y lo que le costó superarlo. Ahora era Mina, y eso fue uno de los peores golpes que el líder podía sufrir.

    Su cuchillo se hundía en cada cabeza que se le acercaba con toda la fuerza del hombre. Hasta que las manos de otros le cogieron por la espalda, los de delante se le abalanzaron y Matías vio el cielo sobre él, mientras le mordían en todo el cuerpo.

    No sufría porque estaba en shock, no notaba el dolor de los dientes hundiéndose en su piel. De pronto se escuchó una explosión en Libertalia y los podridos que iban a por un trozo de su carne se voltearon para dirigirse hacia la dirección del ruido.

    Pero Matías ya había cerrado los ojos. Ya estaba muerto.

    ...

    Teo, Luke, Vanessa, Charlotte, Sam y Freddy se asustaron al oír aquella explosión. Por suerte para ellos, estaban algo alejados de ésta, aunque fue en el interior de la colonia. Sumidos en la desesperación, decidieron ir a por su líder.

    Avanzaron sigilosamente por el camino por el que había huído hasta llegar a la zona dónde Mina había desatado el caos.

    Charlotte observaba aquella montaña de podridos enfrente suya con tristeza. A un lado, los restos del cuerpo de Mina totalmente devorados, hasta el punto de quedar casi irreconocible. Por el contrario, Matías se encontraba bajo la montaña de muertos, pero transformado.

    El líder gruñía a la joven, que comenzó a llorar al ver a su padre adoptivo transformado en una de esas cosas. Teo se echó las manos a la cara, sin creerse lo sucedido. Vanessa comenzó a sollozar y se abrazó al psicólogo. Luke se limitó a observar a su amigo gruñendo, sin poder expresar su sentimiento del nudo que tenía en el estómago. Freddy se encontraba cabizbajo y Sam abrazó por detrás a Charlotte, que lloraba desconsoladamente.

    Los supervivientes no tenían palabras. Teo decidió que no quería ver más esa escena y se acercó el primero dispuesto a acabar con el sufrimiento de Matías, pero Charlotte le frenó los pies.

    — Debo hacerlo yo. — Dijo, con lágrimas brotar de sus ojos.

    Teo asintió y le cedió su cuchillo. La joven se acercó al infectado Matías, que le gruñía con frenesí al tenerla cerca. El brazo derecho lo tenía enterrado bajo la montaña de muertos pero el izquierdo estaba fuera y trataba de alcanzarla.

    — Lo siento. Siento no haber estado contigo ni con Mina. Siento no poder ayudaros. Perdóname Matías. — Suspiró Charlotte, hundiendo el filo del cuchillo en la frente de Matías. — No te olvidaré.

    Charlotte continuaba llorando mientras el resto del grupo la observaba triste. Finalmente, decidieron buscar al grupo del autobús, dejando atrás a Libertalia y a Matías.


    Cinco meses después...


    Teo avanzaba a paso ligero acompañado de Charlotte. El psicólogo llevaba una escopeta y una mochila en la que guardar suministros. La adolescente sujetaba una pistola y también portaba una pequeña mochila.

    A lo lejos, en el horizonte, los restos de Libertalia se alzaban cómo un monumento de hacía cientos de años, aunque realmente solo habían pasado cinco meses.

    — Aún no me has dicho para que volvemos a... — Charlotte decidió no decir el nombre de la comunidad, por los malos recuerdos.

    — Vamos a por comida, y en Libertalia teníamos mucha. A eso vamos. — Indicó Teo, con la barba desaliñada.

    La muerte de Matías había dejado las relaciones algo frías entre los integrantes del grupo. Teo lideraba ahora el numeroso grupo, pero era totalmente diferente al Teo de hacía unos meses.

    Era distinto. Ambos llegaron al agujero en la parte trasera de Libertalia que tiempo atrás sirvió para que el bus huyese en el ataque. Al entrar, los escombros y las casas quemadas y derrumbadas les dieron la bienvenida.

    El que fue su hogar por más de cinco años ahora solo era cómo sus anteriores refugios; la zona de cuarentena, la granja de Aiden, el complejo en obras de Ethan y su grupo, La Atlántida de André, Tierra Santa del Padre Joe y la base de Oliver y Los Renegados. Todas destruidas, inservibles.

    Teo y Charlotte se dirigieron hacia el edificio en el que se almacenaba la comida y vieron que aún quedaba bastante comida. Era tanta cantidad que no podían llevársela.

    Charlotte cogió latas del suelo y desesperadamente las metió en su mochila. Teo alumbró con la linterna que tenía su escopeta la cantidad de comida que había. Sin duda, había aguantado el frío y el invierno en el que estaban. Teo sacó del abrigo que tenía un walkie.

    — ¿Alguien me escucha? Soy Teo, tengo buenas noticias.

    Aquí Luke, cuéntame.

    — Hay bastante comida y nos es imposible llevarla toda en un viaje. De hecho, ni siquiera en cinco podríamos.

    ¿Qué quieres decir con eso?

    — Que podemos volver a Libertalia. No hay ningún podrido, y podemos reconstruirla poco a poco.

    Las palabras de Teo sorprendieron bastante a Charlotte.

    Hablaré con el campamento, haber que opina.

    Tras varios minutos en silencio entre Teo y Charlie, el walkie volvió a hablar.

    Todos están de acuerdo. Quedaos ahí, iremos con el bus.


    Dos años después...


    La mitad de Libertalia estaba siendo habitada por el grupo, ya que fue reconstruída. La otra mitad estaba más dañada y se tardaría algo más, pero el plan iba en marcha.

    Eran un total de treinta personas y subsistían con los cultivos y alguna que otra salida. Después de la horda que acabó con la mayor parte de personas, pocos infectados habían por el área.

    Sam y Charlotte estaban juntos desde hacía año y medio. Luke y Mia eran felices con su hijo Luke al igual que Jack e Iris con Sofía. Teo y Vanessa tuvieron un bebé y le pusieron Matías.

    Erick y Megan iban a tener una hija muy pronto. Freddy y Diana habían iniciado una relación, y el hombre ahora dejó de ser un cobarde para ser un gran activo del grupo.

    Santos dedicaba su vida a buscar formas de debilitar a los muertos, de potenciar el antídoto y demás. Libertalia pasó a llamarse Nueva Libertalia, ya que pretendían que fuera distinta a la anterior.

    Aquel día Luke y Erick eran los guardias, que aunque no tenían mucho trabajo ya que no volvieron a ver personas en la zona y quedaban pocos infectados por lo que sus vigilancias eran simples y tranquilas.

    Hasta ese momento. Un hombre y una mujer se acercaban lentamente, ambos a caballo. Luke y Erick se sorprendieron gratamente pero no dudaron en apuntar a aquellos desconocidos.

    — Frena. — Indicó el hombre al caballo. — Hola, ¿sois amigables?

    — Depende. ¿Tú? — Dijo Luke.

    — ¿Quienes sois? — Preguntó Erick.

    — Yo soy Giovanni y ella es Danny. Somos de una comunidad muy al norte. La nieve los para y además cada vez son menos. Buscamos refugios con los que comercializar.

    Erick y Luke se miraron a los ojos. Aquello si que era realmente algo nuevo después de todo lo que les sucedió durante años.

    De estar sin salida, a encontrar una.

    FIN
     
    Última edición: 17 Agosto 2016
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