Nunca la había visto, y ella a mí tampoco. ¡Debíamos conocernos un poco! Con verguenza me acerqué a ella. Traté de hablarle y comprenderla, y resultó ser mi perdida Cinderella. Compartimos nuestros gustos, compartimos disgustos; y creamos un sentimiento mutuo. Sin saberlo amigas nos volvimos. Fue rápido y divertido. Gracias a la actividad de Kai, ahora podemos hablar.