de Inuyasha - Silencio (NarakuxKagome)

Re: Silencio (NarakuxKagome)

Buenoooooo al parecer el ultimo capitulo a traido ciertos problemillas de crisis nerviosas y depresiones.... Unos pocos... ^^ (je je... soy mala, lo admito, por que si no Kira me pega) un par de cuestiones a resolver:

Efectivamente, yamita, me he cargado a Shippo.
Si, Naraku casi al fin salio del control de la perla.
Y tambien Sesshômaru se ha interpuesto entrela joya y Kag al final.

No cfeo que puedan adivinar el Epilogo, por que ni yo misma me lo creí cuando acabe de escribirlo... Es tan... Bueno, el jueves ya lo leeran...Muajajajaja!!!

 

Re: Silencio (NarakuxKagome)

Epilogo​

[FONT=&quot]“Silencio”[/FONT]​

​

​

Ya no tengo palabras, de todo y de nada, el tiempo se las llevó.​

-¿De nuevo aquí, Shirômaru?- pregunto el poderoso hanyou, mirando con tranquilidad al joven que había frente a él, que vestía un yukata blanco, con una armadura pectoral y un estampado de hirabanna, mientras su rostro delicado, era adornado por una línea morada cada mejilla y la luna decreciente estampada en su frente, continuaba con una expresión impasible. Una pequeña estola caía por su hombro izquierdo, dándole un parecido casi irreal con su padre, tan solo sus ojos, color chocolate, daban a entender que no era el mismo ser.

-…-no le respondió, pero tampoco esperaba que lo hiciera. En eso también había salido clavado a su padre.

El viento comenzó a soplar ligeramente sobre aquella colina, haciendo que sus largos cabellos plateados y los de su sobrino se ondularan con al suave brisa, allí, sobre la colina colmada de rosas rojas, admirando en silencio una roca monumental que se alzaba frente a sus dorados ojos.

-¿Cómo murió?- dejo escapar al fin el más joven, sin desviar la vista, pero con una angustia profunda en su voz, generalmente fría y calmada.

-Con honor. Como tu abuelo, protegiendo a la persona que amaba, a tu madre- respondió, a sabiendas de lo mucho que sus palabras pesarían para siempre sobre la memoria del chico.

-¿Era fuerte?

-Si-admitió, consternado, con algo de resignación mezclada con admiración- Muy poderoso.

-¿Más que tú?- cuestiono incrédulo. Lógico, Inuyasha era uno de los más poderosos seres que habían en ese mundo, a pesar de ser un hanyou.

-Mucho más- y casi sintió ganas de echarse a reír al ver la cara impresionada de su sobrino, que era igualita a la de su madre.-Por cierto, deberías volver a casa, Kagome estará desesperada.

-…- puso cara de fastidio, una que Inuyasha reconoció de inmediato: Shirômaru, al igual que su hermano, se obstinaban en pensar que su madre era excesivamente sobre protectora.

-Te quiere mucho, es normal que se preocupe.

-Las madres del resto de demonios no se preocupan tanto- suspiro resignado- Es demasiado…

-Tu madre es humana.- le recordó, pues él era un demonio completo, mantenido por los fuertes poderes de su madre- ¿Te avergüenzas de ella?

-¡No!- le grito con furia, como si lo hubieran ofendido personalmente- No… Yo…

-Tranquilo, se que la quieres.

Shirômaru giro la cabeza avergonzado, para mirar de nuevo la tumba que tenia delante. Siempre había sentido algo de rencor por todo, por que él no estuviese, por que nadie le hablase de él. La sola mención de su nombre hacía que su madre bajase la cabeza triste e incluso, algunas veces, lloraba. Por fin Inuyasha le había contado algo, por fin había podido escuchar algo de su padre sin arrepentirse por hacer sufrir a su madre.

Después de unos minutos, dio media vuelta y se elevo por los aires, dispuesto a volver a casa, mientras su tío Inuyasha lo observaba con calma.

Una vez desapareció de su vista, el hanyou poso sus dorados ojos en la piedra, leyendo la inscripción que él mismo había tallado diecisiete años atrás.

Sesshômaru​

Hijo de Inutaisho​

Señor del Oeste.​

-Tanto menospreciar a nuestro padre y acabaste haciendo lo mismo que él, estúpido- le reprocho, con suavidad, casi con cariño, para luego seguir los pasos de Shirômaru y llegar a casa antes de que Kikyô pusiera el grito en el cielo.

Solo queda la noche en mi interior y este frío de amor.​

Y esta calma que rompe el corazón, de esta guerra yo he sido el perdedor y se clava muy dentro este silencio.​

-Sango… ¡Sango!- grito la joven, acercándose a toda prisa a su amiga, con las manos agarrando su kimono para no tropezar. Ella que sostenía un niñito de apenas dos años en sus brazos, pero volteo al ver a Kagome bastante nerviosa- ¿Has visto a Shirômaru?- preguntó con ansiedad.

-No, pero si a Kikyô, que esta muy enfadada. Inuyasha también ha desaparecido sin dejar rastro.

-¿Inuyasha?- se tranquilizo- Entornes estarán juntos.

-Lo están, creo- dijo Miroku, entrando en la sala en la que las chicas hablaban, con dos niños a cada lado, una chiquilla de diez años y otro de ocho los miraban aferrados a las piernas de su padre- Los vi salir. Primero fue Shirômaru y casi inmediatamente tras él Inuyasha.

-Por el propio bien de tu amigo espero que tengas razón, Miroku- susurro la gélida voz de Kikyô, haciéndose escuchar desde la puerta de la sala.

-Je je…- rió asustado el monje- No se preocupe, Kikyô. Si Inuyasha la deja, siempre podría tener un hermoso hijo conmigo, ¿no cree?

-Miroku…- este volteo asustado y al minuto siguiente ya tenía un chichón en al cabeza, producto de una Sango mosqueada- Vamos amor, si sabes que yo solo te quiero a ti…

-¡Más te vale! – le dijeron a coro sus dos hijos, que querían y admiraban a su madre ciegamente.

Kagome sonrió y abandono la estancia, todavía con la angustia de no saber donde estaba Shirômaru.

Y esta calma que rompe el corazón, de esta guerra yo he sido el perdedor y se clava muy dentro este silencio.​

De una forma u otra, sabía que era demasiado protectora con sus hijos y que a ellos les molestaba, pero no podía evitarlo, especialmente con Shirômaru, que era lo único que quedaba en el mundo de su padre, no podía soportar la idea de que nada les ocurriese a sus cachorros.

Desde el momento en que los tuvo en sus brazos, los amo con toda su alma y ya jamás había podido librarse de ese amor, ni nunca lo haría. No importaba que ya tuvieran diecisiete años y fueran más adultos que niños, para ella siempre serían sus cachorros indefensos que tenía que estar separando por que desde la cuna habían estado peleándose a base de mordiscos.

-Tranquila, mama- exclamo alguien a su derecha, saliendo de una de las habitaciones del palacio y reconoció su otro hijo. Este portaba un hermoso cabello rizado, como su padre, pero de color castaño y los ojos carmesíes se habían mantenido también de su herencia paterna. Al contrario que su hermano, era un hanyou y bastante apacible. Un poco chinchoso, pero nada serio- Estará bien, ese idiota siempre se va sin decir nada.

-Nataku, no insultes a tu hermano.

-Jo- suspiro resignado- Papa dice que no tiene nada de malo que exprese mi gran amor hacia él con apelativos cariñosos.

-Pues usa esos apelativos.

-¿Estas segura de lo que dices?

-¿Eh?- lo miro sonriendo- Mientras no lo insultes…

-Vale, pero mama, recuerda que me has dado tu consentimiento- comenzó a alejarse corriendo, mientras sentía el aroma de su hermano.

-¡No hagas ninguna de las tuyas, Nataku!- le grito Kagome, a sabiendas de lo mucho que su hijo se parecía a Naraku en cuestión de fastidiar a los demás.

Eterno y mudo como el recuerdo del amor que tu me diste, silencio, tan grande tan vacío y tan muerto.​

-Déjalo, son jóvenes, tendrán derecho a incordiarse un poco entre sí- ella volteo para ver al recién aparecido y, como siempre que lo veía, su corazón dio un vuelco, tan hermoso y altivo como siempre, Naraku la miraba con intensidad desde el quicio de la puerta.- En el fondo se quieren.

-Me da la sensación de que la mitad de las veces eres tu el que induce a Nataku a meterse con Shirômaru.

-Si, claro que soy yo- se acerco peligrosamente a su mujer, rodeándola con sus brazos- Y precisamente lo hago por que él lo necesita y su hermanito también. Los mantienes tanto tiempo encerrados en casa que no se que les podría pasar si no hicieran un poco de saludable ejercicio de vez en cuando.

-¡Liarse a patadas y puñetazos no tiene nada de saludable! ¡Algún día terminaran haciéndose daño de verdad!

-Si en diecisiete años no lo han hecho, dudo mucho que eso vaya a pasar ahora, preciosa- acerco sus rostros, sintiendo con satisfacción como el adjetivo había turbado a la chica- Vamos, déjales vivir un poco.

-Eres retorcido- suspiro rindiéndose ante él.

-Gracias- contemplo antes de apoderarse de sus labios con desmedida lentitud, lamiéndolos con cuidado para después penetrar esa cavidad que lo traía loco desde hacía más de 17 años, sintiéndola tan suya como del que mas.

Como quema este dolor del silencio, que llena cada espacio en mi cuerpo, como duele este silencio de amor.​

En el otro extremo del palacio, Shirômaru aterrizaba limpiamente sobre la madera, preguntándose si debía disculparse con su madre o exigirle algo de libertad. Pero todos sus pensamientos se esfumaron apenas vio a la persona que había salido a recibirlo.

-Por fin has vuelto, desconsiderado. Podrías haberle dicho a mama que salías, no es algo tan difícil. Aunque supongo que debe serlo para alguien que no es capaz de pronunciar tres palabras seguidas- comento retorcidamente, haciendo referencia a lo callado que era u hermano.

-Metete en tus asuntos, Nataku- dijo dando por terminada la conversación, comenzando a caminar hacia al entrada principal del palacio.

-No seas así, algodoncito de azúcar.

Shirômaru dio media vuelta y encaro a su hermano, con un brillo peligroso en sus ojos castaños.

-¿Te enfadaste, plumita blanca?

Y ahí acabo la charla, cuando el moreno tuvo que agacharse parea esquivar un golpe de su hermano, que ya había previsto. Y comenzó la pelea.

Que difícil se ha vuelto, seguir respirando, sabiendo que ya no estas.​

Naraku sonrió ávidamente al lograr sacar el kimono con destreza del cuerpo de su amada mujer, acariciando toda la piel que se presentaba antes si, como analizándola con su manos deseoso de volver a acariciar cada rincón que ya conocía a la perfección. Se deshizo de su propio haori y quedo en hakama.

-Naraku…- gimió Kagome- No juegues…

-Vaya, ¿tan deseosa estamos?- la acaricio más profundamente- Bien, yo también quiero ir rápido.

¡¡TE MATAREEE!!

Alertados por el grito, Kagome se cubrió con una sabana y Naraku salio muy enfadado de la sala, mientras la miko observaba con alivio que Shirômaru había vuelto y, con preocupación, la tunda que se estaban dando el y su hermano, con todos los habitantes del palacio mirándolos, entre ellos Kikyô, Rin, Kohaku, Miroku, Sango y los hijos de estos dos últimos.

Naraku se acerco con total rapidez al lugar de la pelea, justo cuando Inuyasha llegaba al palacio y también corría hacia allí. Y mientras el primero tomaba a Nataku, el peliplateado agarro a Shirômaru y los mantuvieron a ambos flotando en el aire, con los pies a un palmo del suelo.

-¿Qué ha pasado esta vez?- exigió saber Inuyasha a Shirômaru, pero fue su hermano quien la contesto.

-Nada, yo me limite a “expresar mi amor por mi hermano con adjetivos cariñosos”, mama me dio permiso.

-“Adjetivos cariñosos”… ¿Cómo cuales?- pregunto bastante divertido el hanyou de ojos dorados.

-“Algodoncito de azúcar”- Shirômaru se revolvió tratando de liberarse de su tío para matar a su hermano- “Plumita Blanca”, “Caramelito”…

-Vale, vale- corto Inuyasha sabiendo que no podría aguantar la risa mucho más.

Si pudiera encontrar una razón, que me ayude a entender, que no vas a volver.​

-Vamos a ver…- inquirió Naraku- Nataku, tú te vas ahora mismo a las cocinas a fregar los platos… y Shirômaru… vas a barrer todo el palacio.

-¡Pero…!- protestaron los dos a una, callando al darse cuanta de que hablaban al unísono y mirando al otro con furia.

-¡Nada de peros!- grito su padre y ambos entraron corriendo al palacio, mientras Naraku regresaba a terminar su “agradable” tarea e Inuyasha y el resto de presentes se reían a carcajada pura.

Y esta herida que sangra en mi interior y esta espina clavada sin razón y el inmenso dolor de este silencio.​

-Bien, ¿por donde lo habíamos dejado?- pregunto Naraku sonriendo al regresar junto a ella, que lo miro con la risa tatuada en sus ojos castaños.- ¡Ah! Ya recuerdo…- expreso lamiendo sus pechos y pegándola a su cuerpo.

-Eres un caso...- jadeo al morena- Shirômaru siempre te obedece sin chistar… Incluso es más obediente que Nataku…

-Shirômaru sabe que soy más poderoso que él y, en cierta forma, me admira. Respeto su decisión de no llamarme padre y el mantiene los protocolos, no hay más que decir- continuo con su tarea, dejando que su cuerpo cayera hasta quedar tumbada en la colcha extendida bajo ellos.

-Mentiroso- acuso la chica, con el rostro abrumado por las caricias recibidas.- Él te quiere y tu a él. No entiendo esa manía de ambos por fingir que todo son formalismos.

-Si tu lo dices…- dijo ocupado, mientras de un movimiento hacia desaparecer todos los pensamientos de la mente de Kagome, iniciando un vaivén sensual que pronto se volvieron profundas estocadas que la hacían gritar de placer.

Eterno y mudo como el recuerdo del amor que tu me diste, silencio, tan grande tan vacío y tan muerto.​

Horas después, Kagome observaba la luna creciente que decoraba el cielo esa noche, esplendorosa, magnifica, única. Esa luna decreciente que le recordada su hijo y... a su amante. El demonio al que le debía toda su felicidad.

-Sesshômaru…- dejo que el murmullo de su nombre escapara de sus labios, convirtiendo el pensamiento en realidad, dando forma, dejando en claro que el existió.

De que camino entre los vivos y, aquella noche, hacía diecisiete años, se habían interpuesto entre ella y la Shikon no Tama, que se desintegro al contacto con el, mientras la besaba y alcanzaba a susurrar sus dos ultimas palabras antes de que su cuerpo cayera sobre ella, sin vida, pero dejando en su mente y corazón su ultimo susurro, que tan solo ella e Inuyasha alcanzaron a escuchar.

“¿Qué dirías, Sesshômaru de ver a tu hijo?” Pensaba la morena, con los ojos clavados en la Luna “¿Cómo habrías reaccionado? Aunque fuera solo un momento, ¿me hubieras dejado echar un vistazo a tu alma? ¿Y si supieras que Shirômaru esta enamorado de Rin? O eso, o debe tener un afán de protección por la joven increíble, ya que a la mínima que ella anda cerca con Kohaku sale a toda prisa de la sala… Si, tu pequeña Rin, que ahora es toda una mujer y esta enamorada de nuestro hijo…”

Como quema este dolor del silencio, que llena cada espacio en mi cuerpo, como duele este silencio de amor.​

De pronto, se vio interrumpida en sus cavilaciones por un ruido de suaves pisadas que se alejaban rápidamente y alcanzo a ver el cabello castaño de Nataku, que había salido corriendo de la sala del comedor, seguramente enfadado por que Naraku lo castigo sin cenar por haber roto más que limpiado los platos.

Sonriendo, se incorporo pasa seguirlo, pero alguien mas salio del comedor, con un plato en la mano y casi se cae al suelo a percibir al silueta de Shirômaru, que seguía la estela dejada por su hermano.

Curiosa como ella sola, lo siguió. Este se encamino con decisión hasta donde Nataku refunfuñaba, maldiciendo a su propio padre, sentado en el tatami de madera.

“Le lavare al boca con jabón después de esto” se prometió Kagome.

-¿Qué quieres?- le espeto a su hermano, que estaba comiendo ante sus narices del plato que traía-¿Vienes a burlarte de mí?

-Muy astuto.

-¡Oh!- Nataku se levanto, dispuesto a irse, pero el peliplateado lo agarro y lo volvió a sentar por la fuerza, plantándole el plato de comida al lado y sentándose en el otro, el hanyou miro con desconfianza la comida- ¿La has envenenado?

-¿Qué no me has visto comer, baka?- bufo Shirômaru.

Nataku empezó a comer, en silencio, mientras de tanto en tanto su hermano también picaba algo. Kagome no pudo resistirlo más y se fue derechita a ellos, para abrazarlos a los dos, haciendo que se chocaran entre si al hacerlo.

-¡Mama!- le replicaron al unísono.

-¡Pero mira que sois orgullosos!- los soltó y se sentó en medio de ambos, sonriendo cuando cada uno la tomo por una mano- Os quiero mucho, pero sois la viva encarnación de vuestros padres, lo peor, tenéis una mezcla de ambos.

-Ni que fuera malo- exclamo una voz a sus espaldas y apenas voltearon, sabiendo perfectamente de quien se trataba.

-Claro que no- corroboró Kagome- Mientras no me salgan con tus aficiones de arruinarle la vida los demás o las de Sesshômaru de matar a todo el que se interponga en su camino, no tiene nada de malo.

El mencionado se acerco a ella y al tomo por la cintura, dejándola recostarse en su pecho, mientras atraía a los dos presentes a apoyarse en su madre, que lo hicieron, pero se rehusaron todo lo que pudieron y más.

-¡Que ya no somos críos!- se quejo Nataku.

-….- La mirada de Shirômaru hablo por el, estaba más abochornado que su hermano.

-¡Que os estéis quietos ahí!- ordeno Naraku y ambos se quedaron quietitos y obedientes como los cachorros que en el fondo, seguían siendo.- La paciencia que hay que tener.

Kagome se río, con su risa suave y fresca, por que le encantada mimar a sus hijos, por mucho que estos no se dejaran, así que las pocas veces que lo conseguía, eran las que Naraku andaba cerca.

Era feliz. Y su familia lo era. Miroku y Sango, junto a sus hijos, también disfrutaban de una vida contenta e Inuyasha y Kikyô también, a pesar de no poder tener hijos, se tenían el uno al otro y se amaban. Kohaku posiblemente lo pasaría mal cuando Rin, de quien estaba enamorado, se fuera con Shirômaru, pero lo superaría.

Y la vida seguiría su curso.

Por que el Silencio se puede romper en dos palabras, ​

“Te Amo”​

Y en su interior, se halla la felicidad.​

Fin​

Autora: Kayazarami​

Anuladora de traumas del fic: Aiduchi (aiduxi)​

Ganadora del concurso del fic: leti​

Canción: Silencio (David Bisbal, álbum Premonición)​

 

Re: Silencio (NarakuxKagome)

NOVEDADES!!!!!^^
HAY UN NEUVO ONE-SHOT DE LOS MIOS (SESSHXKAG)
INTERESA@S EN LEERLO, VAYAN A LA SIGUIENTE DIRECCION:

"El Espiritu" = http://foro.cemzoo.com/showthread.ph...post1228882540

Por cierto, ¿les habia mencionado que es posible, si quieren, que haga un segundo epilogo con alguna de las vivencis de Shiroamru y Nataku?