Microrrelato Sietemesino.

Tema en 'Nano y Microrrelatos' iniciado por Freedom, 25 Marzo 2012.

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    Freedom

    Freedom Entusiasta

    Capricornio
    Miembro desde:
    25 Enero 2012
    Mensajes:
    54
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Sietemesino.
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    351
    Sietemesino.




    Recuerdo haber visto a Victoria, en un sillón bordó con detalles en dorado. Ese fue el obsequio de mi bisabuela, encarnizada con nuestro matrimonio. Ella, que con tantos años había logrado adjuntar siete matrimonios, ahora era una divorciada enamorada. ¿De quién? De sus zapatos y vestidos. Nunca vi a una mujer—poco tiempo, por su vejez—, tan obsesionada con la vestimenta.
    Raras veces, mi esposa salía al jardín a recolectar flores. Tenía una alergia incurable, y no podíamos pasear juntos ni siquiera por la vereda.

    Cierto día, me miró con unos ojos que no supe entender.
    — No te preocupes por mí, él será feliz a tu lado.

    Hacía varias semanas que estaba postrada, en una camilla que un médico ruso le consiguió. Era especial, una mujer sin réplica. Le encontraron una enfermedad terminal, por allá cerca del dos mil. Éramos jóvenes, vaya si lo éramos. ¡Cómo anhelaba verla jugar con nuestros hijos!
    Claro que no supe de su embarazo, hasta unos pocos meses después que le declararan cáncer.

    “—No hay cura, lo siento”, me dijo el doctor. El universo entero se cayó a mis pies, y mis lágrimas pudieron haberle calmado la sed a media África.

    Victoria también lloraba, en silencio. Según decía, “debía entregar sus días más felices, hasta que su corazón dejara de gotear”.Veía cada mes, como mi hijo crecía en su vientre. Le hablé maravillas de su madre, de su sonrisa y sus deseos. Era sietemesino, menudito y débil.

    Recuerdo haber visto a Victoria sonreír, en su lecho de muerte, en aquella sala de parto que tanto le costó afrontar. Ocho años después, la suerte volvió a golpearme a mi disfavor.
    Ahora era nuestro hijo, el que me decía: —No te preocupes por mí, serás feliz al lado de mamá.
     
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