Shizuoka Shizuoka

Tema en 'Prefecturas' iniciado por Amelie, 6 Septiembre 2020.

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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    No tenía la menor idea cuánto tiempo llevaba allí, siendo la marea el único indicativo constante, calmo y silencioso de que el mundo no se había detenido, de que esa noche no duraría eternamente. El agua seguiría avanzando y retirándose, cada vez con un poquito más de ímpetu, hasta que el sol le ordenara lo contrario. Brillaría, entonces, apartaría las penumbras y bañaría la ciudad en una luz diferente. Olería a sangre, sí, a sudor y hierro, pero eventualmente, con cada sol y cada luna, la marea lo limpiaría. Nos limpiaría. Así funcionaba.

    Era lo que significaba seguir adelante.

    Sangre seca y agua fría no eran la mejor combinación del mundo, pero quizás estuviera empeñado en ello para mantener las manos ocupadas en algo, para silenciar la mente y poco más. No era de hundirme, de quedarme quieto en un pequeño lugar hasta olvidar cómo moverme. Quizás era taciturno, incluso retraído, puede que incluso lo fuera mucho más que antes, pero a mi propia manera me aseguraba de no congelarme.

    Era tal el silencio que no tuve mayor problema oyendo a Rengo acercarse. Estaba inclinado encima de la espada, limpiándola con un trapo ya mojado, y la marea me alcanzó las manos en cuanto alcé el rostro para identificarlo. Lucía abatido, no había otra descripción posible. Es decir, dudaba que alguien exudara alegría precisamente hoy, pero ¿qué hacía aquí, solo? Me pareció que murmuró tras verme, algo de vestir de negro, pero no llegué a comprender sus motivos. Supuse que hablaría consigo mismo y lo dejé correr.

    Me erguí, atento a si preferiría acercarse o seguir su propio camino. No era yo ningún instigador, mucho menos presionador, de modo que lo que fuera que él decidiera sería lo que ocurriría. Aguardé, en silencio, hasta que bajó la mirada y volvió a abrir la boca. Que ahora entendía por qué usaba la máscara, había dicho. Ahora lo entendía.

    ¿Qué cosa, exactamente?

    Tuve el impulso de detenerlo pero, otra vez, llevaba ya mucho tiempo dudando de todo, incluso mi propia sombra. Puede que no tuviera idea, incluso que jamás llegara a dimensionar todo lo que había enterrado bajo la nieve, junto a mi familia. Todo lo que alguna vez me había pertenecido y ahora sabría perdido para siempre. Sentí el impulso en todo el cuerpo. De incorporarme, de alzar la voz. Pero, al final, fue alguien más quien actuó por mí. Como siempre, vaya.

    Parpadeé, notando que Chiasa correteaba y se le trepaba encima. Se le subió al hombro y siguió hasta sentarse muy regia sobre la mismísima cabeza de Rengo. Las piernas me reaccionaron en automático, me giré hacia el muchacho y tartamudeé antes de formular cualquier cosa decente. Fue la disculpa que se me atoró en la garganta, esa que pretendió excusar la conducta de Chiasa, pero en su lugar salió algo totalmente diferente.

    —¿Qué entendiste? —pregunté, pretendí alzar la voz para que me oyera pero sonó algo trémulo y dubitativo. Retraje los brazos, tomando aire, y me tragué los nervios—. Sobre... mi máscara.
     
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    Amelie

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    [Yuzuki; Takano]

    Takano observó detenidamente las acciones de Yuzuki mientras Rengo se alejaba, su dolor era tan palpable y fue aun más evidente cuando cubrió sus ojos con la manga de su haori; eso era parte del trauma en Kamakura, uno que no cualquiera entendería; pero Takano entendía, y antes de contestar se acerco a ella, la abrazó y llevó el rostro de Yuzuki a su pecho, sin importarle quienes miraran.

    — Tu corazón no es débil — dijo con calma — Si este te obliga a cuidar de esos niños; yo también seré su escudo.

    Se mantuvo en silencio por un momento, respiró profundamente para después dejar salir el aire lentamente— Jamás había tenido miedo de perder mi vida hasta esta guerra, crecí pensando que era una pieza mas, que si moría alguien podría tomar mi lugar, hasta que me hiciste ver que no era así, porque para algunas personas... no hay sustituto —dijo sin soltarla — No puedo prometerte estar siempre a salvo, como también yo no puedo obligarte a mantenerte alejada de la guerra; aun así, peleo por mantenerme con vida y poder regresar a ti.

    Seguía sin separarse de ella, no quería hacerlo —Así que llora, hazlo por los dos. Porque mi corazón es el débil, al ser incapaz de mostrar lo que siento.



    [Kirara; Riku; Shinko]

    Kirara escuchó las palabras de Riku y llevó nuevamente a Kosu hacia ella —La guardaré; pero tampoco me corresponde portarla, no es mía —mencionó mientras observaba como sus dados perdían en la segunda ronda.

    Shinko lanzó sus dados, los números eran extraordinarios, lentamente fue subiendo en la escalera hasta llegar a la cuarta ronda, manteniendo a los ojos de los Fujiwara interesados, por desgracia, la quinta ronda lo eliminó. Haciendo que Shinko soltara una pequeña queja.

    —Mejoraremos —repitió Shinko las palabras de Riku —Esta vez lo haremos.





    [Kohaku; Rengo]

    Las acciones de Chiasa lo tomaron desprevenido, el contacto lo hizo sentir escalofríos mientras la pequeña ardilla llegaba hasta su cabeza, sentándose allí como si aquel sitio le perteneciera. Rengo se mantuvo inmóvil, pues no sabía como reaccionar; pero al escuchar la voz de Kohaku dio un paso hacia atrás con sobresalto; no porque Kohaku le pareciera amenazante pero estaba tan susceptible que cualquier pregunta le causaba un pesar en su interior, cualquier estímulo lo obligaba a llevar sus miedos al máximo; le sucedió del mismo modo en la cueva en Chiryu al no escuchar la voz en su mente a la cual estaba tan acostumbrado.

    —Perdón, yo...—dijo dándose cuenta que el sólo se había encerrado en un cuestionamiento, todo por siempre expresar sus pensamientos sin detenerse a pensar un poco. Jamás miró directamente a Kohaku, a pesar de que la máscara lo cubría lo suficiente y la noche jugaba a su favor — Yo quisiera también ocultar mi rostro de ahora en adelante —se tapó el rostro con sus manos —Tener una máscara que oculte mis emociones, esconder este miedo, mi vergüenza, incluso mis deseos — Nuevamente comenzaba a temblar, algo que seguramente Chiasa podría sentir — Ocultar todo de mi, así como mi pasado debió haber permanecido perdido; ya no puedo fingir o mentir, todos sabrían que es lo que deben mirar en mi. Tengo miedo, y quiero esconderme, porque no soy capaz de levantar la mirada sin la protección de saber que nadie me juzgará— se dejó caer de rodillas —Que nada ni nadie podrá lastimarme. Porque así, como estoy ahora, soy vulnerable.
     
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    Gigavehl

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    Siento si me omito detalles o a alguien pero la vida me odia y me ha quitado el internet así que... eso (?
    Tan pronto estábamos volviendo a Shizuoka... de alguna manera lo sentí en extremo distinto... nada era igual, es... como si acabara de entrar a un especie de mundo nuevo, como si esta fuese una realidad alterna porque... nada se sentía igual, como si genuinamente un yo distinto ingresara a la ciudad.
    La tarde fue movida en todo sentido, desde la gente que celebraba como los que se derrumbaban por las inminentes pérdidas. Podía escuchar los rumores de cómo no se podían creer que un niño dirigiera a un grupo de soldados, algunos inclusive me reconocieron pero no les dirigí la mirada, solo me mantuve fijo en el avance... Apenas si habíamos descansado ya que llegó un anuncio que me heló... Kenzaburo... aquel samurái que había dedicado su tiempo y atención a mi y fue clave para Rengo... había caído en combate.

    La noticia me azotó con una brutalidad abrumadora... no me lo podía creer y simplemente cada vez que era confirmado era de no creerse, no podía dar crédito a las palabras ajenas y solo me llevé una mano al rostro, en evidente shock.

    Era evidente lo que tocaba hacer, los Minamoto tenían que ir a hacer la ofrenda a alguien tan imponente como ese hombre, por mi parte cerré los ojos un instante, inclusive solté una lágrima... de todos es al que menos creí escuchar muerto. Me era más evidente que yo muriese por falta de experiencia y saber que él había caído era doloroso.
    Solté una lágrima... quería preguntarle tantas cosas, quería saber tanto de él, haber interactuado más... y ahora... esto...

    Decidí tomarme un momento y le dije a mi padre que me esperara un momento, quería ducharme para reflexionar y asimilar un poco la situación. El anochecer llegó y con ello ya todos estábamos reunidos, o al menos la gran mayoría, pero los principales ya estaban allí.
    Takeda se veía fatal y eso caló en mi... escuché todo en silencio mientras recordaba las pocas experiencias que tuve con el samurái... después de haber desconfiado de Natsu y haberle dicho todo el asunto de Mara al samurái en las cuevas de Tsu que habíamos discutido en privado. Con la intención de dejar una semilla para el asunto de Rengo, después de haber escuchado de él que podía ver mi fidelidad al clan aún pese a todo. Es como me calaba... primero Natsu que me salvó la vida a pesar de que en secreto yo dudé tanto de él. Kenzaburo quien fue clave para que pudiera quedarme con Rengo y me perdonara mis acciones, me sentía en profunda deuda con él como con Natsu... y nuevamente... otro que se muere sin que pudiera siquiera decirle las gracias o demostrar algo para que notase mi gratitud me calaba de una manera horrible...

    Volví a llorar en silencio y eleve la mirada mientras podía ver todo ese espectáculo en el río... suspiré, dejando salir la tensión mientras volteaba a ver a Rengo y compañía, se le veía roto... había perdido su capacidad de sentir y usar las fuerzas sobrenaturales... y yo lo único que pude hacer fue quedarme en silencio y mirar hacia el horizonte, me quedé así por unos momentos, y para cuando me pude dar cuenta, Rengo empezaba a alejarse...
    —... es tan irreal...—. Dije, viéndolo alejarse, mientras el comentario era dirigido a mi padre.
    >>Alguien que respetaba mucho y creía hasta invencible ha caído esta mañana. Veo ahora mismo la abrumadora cantidad de velas y... no puedo evitar pensar en aquel día, pero también en la brutal masacre que vivimos hoy... perdieron los Taira... ¿pero a qué costo? Así como nosotros, vivimos un día horrible, fuimos borrados del mapa de un momento a otro, y no hubo más que llantos en silencio. Vivimos, papá. Pero no me puedo imaginar cuantos más están devastados... muchos acaban de perder a un hijo, a un hermano, a un padre, a un tío... tanto...—. Dije, perdiendome en la vista, y en realidad mi diálogo iba dirigido a cualquiera que pudiese escucharlo mientras por mi parte me aislaba en la visión y en mis palabras.
    >>No puedo evitar pensar la gran fortuna que tenemos de contemplar esto y no haber quedado tirados en medio campo. En las probabilidades tan altas de haber caído y no haber podido cumplir nuestras promesas—"aunque en parte acabo de perder otras" pensé, me había jurado convivir con Kenzaburo y ahora ya no era posible...

    —Ahora entiendo tantas cosas... pero a la vez... no sé. Me quedo estático y no sé qué hacer o qué pensar... aún pese a todo el recuerdo me pesa y aún con esta victoria me hace verlo de otra manera que simplemente me mantiene en shock. Sin duda alguna, no estaba preparado para esto—. Dije, tal vez por primera vez en mi vida con un tono ciertamente apagado y reflexivo, no estaba viendo lo bueno, no estaba celebrando, no estaba intentando reanimar la situación... solo intentaba asimilarlo y entenderlo, había detenido mi energía de siempre para ver la realidad. Una que me calaba y simplemente me dejaba estupefacto.

    La adrenalina de la guerra ya había pasado y eso provocaba esto. Que no fuese capaz de saber qué hacer.

    Simplemente... era tan irreal.

    Suspire mientras bajaba la mirada y cerraba los ojos, sintiendo una brisa helada y aún así no me moví, al menos el dolor ya casi no estaba y podía moverme como antes, pero era más la ola de emociones que cualquier otra cosa.
    —Me alegro... en parte, que Masuyo no vea esto... no me puedo imaginar lo devastada que debe estar ahora—. Dije tal vez con más claridad de lo debido, sin haberme dado cuenta que la llamé por su nombre real y mucho menos sabiendo que desde mucho antes había sido asesinada por traición...

    Suspire de nuevo y eleve la mirada de nuevo, ahora entendía tanto... las palabras del Armero errante era una de ellas... inclusive las de Kato y tantos otros... podía sentir el cambio, y lo estaba recibiendo con los brazos abiertos...

    Ya era hora de aceptar la realidad... aún más de la que de por sí lo hacía...

    Me quedé así un momento y después gemi un poco adolorido mientras me secaba los ojos...
    —Bueno... papá... ¿te gustaría un poco más tarde ir a cazar a caballo? Quisiera... recordar un poco los viejos tiempos—. Dije mientras lo veía y sonreía, intentando recuperarme. Luego miré hacia allá, y no evité apenarme un poco, pero confiaba en Rengo y decidí dejarle su espacio por ahora, confiaba en él y ya motivos para pensar que se pudiese ir ya no tenía. Genuinamente ya no lo veía capaz de abandonarnos, en especial a Yuzuki y a mí.
    —Pero antes quisiera ir con mi Maestro... hace mucho que intenté consolarlo y... bueno. No quiero dejarlo sólo—. Dije hacia los que pudiesen escucharme, por lo que suspiré de nueva cuenta y sin detenerme avancé con paso lento y algo dudoso... tal vez después de todo, con todo lo que he estado haciendo ya genuinamente no era solo un niño, si no alguien que debería ser tomado muy en serio cuando habla y cuando actúa... después de tantas cosas.

    Tal vez el orgullo por haber sobrevivido persistía en cierta medida y eso me dio el valor para avanzar, mire a un lado y pude ver a Togashi y a Hideyoshi... los hombres con los que llegue a tener problemas en Kamakura... como olvidarlo. Intenté dedicarles una sonrisa o algo pero nada salió... apenas si era consciente de lo que hacía, pero por lo menos me había disculpado con Hideyoshi en su día, así que como mínimo no tenía porqué haber alguna rencilla...

    Volví mi vista al frente y conforme me acercaba a Takeda fui desacelerando, por un momento dudé... pero al final avancé, no sabía si mi presencia teniendo un duelo tan importante podría mancillarlo o consentirlo, esperaba con todas mis fuerzas lo segundo...
    —¿Maestro..?—. Pregunté, tímido, si me escuchó o no, solo deseaba no exaltarlo si estaba muy ensimismado, cosa que no me sorprendería.
    >>¿Puedo acompañarlo..? Kenzaburo también fue alguien muy importante y... me duele bastante, solo... por favor, al menos déjeme estar a su lado, como me dijo en la casa feudal antes de todo esto—. Comente, no pudiendo sentir mi voz trémulo en eso último mientras soltaba otro par de lágrimas, lo miré pero al final volví mi vista al mar, viendo aún la escena...

    Al menos pasaba esto con mi familia... no me lo hubiese podido imaginar bajo otro contexto.
     
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    Gigi Blanche

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    Costas de Shizuoka

    Noté el sobresalto que le ocasionó oír mi voz, y ser consciente de que no soné amenazante ni abrupto me dio una idea de cuán susceptible debía sentirse. ¿Qué sabía de Rengo, realmente? Nada. Lo había conocido en el Shukusha de esta misma ciudad, fue breve pero me bastó para formar una imagen en mis recuerdos. Alegre, vibrante y charlatán. Curioso como un niño. Luego le perdí el rastro en el ascenso a Kamakura, sobrevino el cansancio, los obstáculos y entonces, el color penetrante de las wisterias. El aullido de los vientos altos, el frío de la noche y su silueta recortada frente a la inmensidad de Kato. El filo de la espada bajo la luz de luna. Su sangre. Sus palabras.

    Que él había matado a Hana Harima.

    Él la había matado, decía, a la mujer que intentamos salvar, y su voz cansada se entremezcló con la densa oscuridad del bosque, los títeres extraños que nos retrasaron, las lágrimas de Takeda y la perpetua melodía de aquella cajita musical, elevándose hacia el cielo. Alejándose, inalcanzable, como el incienso en Nara o las linternas para los caídos. Lejos, lejos, cada vez más lejos. Siempre lejos.

    Fuera el cielo, el océano o bajo tierra.

    Sólo se iban.

    El asunto era que no conseguía temerle. Sin importar con cuánto ímpetu reiterara sobre sus presuntos pecados, una parte de mí no se estremecía. No reaccionaba. No sabía si estaba siendo ingenuo o debía hacerle caso a mi instinto, pero ni siquiera estar a solas con Rengo me arrojaba encima la tensión suficiente para considerarlo una amenaza. Dioses, y menos así, con los recuerdos alegres solapándose a su voz temerosa. Su figura trémula, como una frágil hoja de otoño, y sus palabras. Otra vez eran sus palabras.

    Yo quisiera también ocultar mi rostro.

    ¿Por qué?

    Tener una máscara que oculte mis emociones.

    ¿Para qué?

    Ocultar todo de mí.

    No funciona así.

    Tengo miedo y quiero esconderme.

    La máscara sólo se convierte en un nuevo rostro.

    No soy capaz de levantar la mirada sin la protección de saber que nadie me juzgará.

    Y lo harán igual.

    Que nada ni nadie podrá lastimarme.

    Porque la máscara no protege, no salva, no redime.

    Porque así, como estoy ahora, soy vulnerable.

    Sólo te niega a ti mismo.

    Acabó en el suelo, de rodillas, y Chiasa se bajó de su cabeza para observarlo de frente. No me había dirigido la mirada en ningún momento y me pregunté qué sería capaz de hacer alguien como yo por este niño. Alguien sin rostro, sin emociones o ideas propias. Alguien que había sido tallado a mano, al resguardo de tradiciones y creencias antiguas. Los ancianos lo habían logrado, ¿verdad? Incluso años luego de la tragedia aún era incapaz de quitarme esa máscara, de reconocerme a mí mismo por lo que yaciera debajo. No me había protegido, sólo me había robado todo lo que podría haberme pertenecido.

    —No podrá —murmuré, en voz baja, y me acerqué con una cautela absurda—. No podrá hacerlo, Rengo.

    Me senté frente a él, cruzado de piernas, y liberé el aire por la nariz tras haberme acomodado. Chiasa permaneció entre ambos, aunque seguía con sus ojitos puestos en el muchacho. Yo sólo seguí hablando, en el tono suave y pausado de siempre.

    —¿Sabes por qué uso esta máscara? En mi villa es sinónimo de magnificencia, de grandeza y reverencia. Existió entre nosotros desde siempre, cuando los shichifukujin arribaron a las costas de Ishikawa hace cientos de años. Ebisu en persona descendió del Takarabune, puso sus pies sobre la tierra infértil, y el césped brotó de inmediato. Los sembrados revitalizaron, los arbustos recuperaron sus frutos y el agua se tornó pura y cristalina. Los aldeanos comenzaron a exclamar, llorar de alegría, y los dioses sólo impartieron una única condición para mantener su bendición: en tanto hubiera un primogénito portando esta máscara, las cosechas serían abundantes y las tempestades, clementes. Ishikawa sobreviviría al resguardo de la mala fortuna. Y así fue. El primogénito de cada regente debió portar la máscara desde su nacimiento hasta el día que sucediera a su padre.

    Tomé aire y suspendí un breve silencio, bajando la vista al suelo rocoso.

    —Le oculté mi rostro a todos y acabé aislándome. Cumplía con mis obligaciones, asistía a los eventos oficiales y poco más. Si acaso me escabullía para ir a la herbolaria o al bosque, a recolectar plantas y semillas, pero jamás hubo un momento donde me sintiera mejor conmigo mismo que estando solo. Donde nadie pudiera verme, no a los ojos, sino a la máscara. —Esbocé una sonrisa leve, amarga, y solté el aire por la nariz—. Se convirtió en mi verdadero rostro.

    Volví el rostro hacia el océano. La luz pálida de la luna danzaba sobre el vaivén del oleaje, negándose a apartarse.

    —La vergüenza, el miedo, los deseos que tengas, seguirán allí. O quizá los pierdas todos, quizá sea el precio que pagues por esconderte del mundo. Te perderás a ti mismo pero no desaparecerás, sólo te reemplazarás y a nadie va a interesarle. Tus ojos serán de arcilla, tus palabras caerán en oídos sordos. —Sentí que estaba siendo bastante duro, pero no encontré otra manera de formularlo. Regresé mi atención a él—. Con o sin máscara, te seguirán viendo y te seguirán juzgando.

    Luego observé mis propias manos y acabé por repasar la piel de lobo detrás de mi cabeza, la que Rengo había utilizado para abrigarse del frío. Dejé la mano allí, dubitativo, y parpadeé con parsimonia.

    —Dices que te sientes vulnerable —murmuré, jalando de la cinta, y me hice con la máscara entre ambas manos. La detallé, serio, y sin intenciones de invadir su espacio la extendí hasta simplemente apoyarla sobre su rostro—. ¿Y qué tal ahora?

    uuups perdón el tocho, nadie puede pedirme rolear con Rengo bb y no emocionarme al respecto (??
     
    Última edición: 24 Agosto 2021
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    Zireael

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    Leo
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    Yuzuki Minami
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    No esperaba nada, había hablado por hablar, para no dejarme cosas encerradas en el pecho y ya. Ni siquiera me dio por buscar soporte, no me pasó por la cabeza pedirle a Takano directamente que me hiciera de sostén un momento porque quizás, en el fondo, tampoco sabía cómo hacerlo a pesar de hacerle de hermana y madre más personas de las que llevara la cuenta.

    Porque me soltabas a mí, me enfrentadas a mi propio dolor y lo llevaba a cuestas sola, como una completa idiota que no sabe cómo verbalizarlo o cómo pedir ayuda, porque quizás así era como entendía el mundo. Un mundo de pilares, donde unos cuantos debíamos sujetar las estructuras de los otros, impedir que cedieran por su propio peso o quizás un mundo donde los que teníamos fuego en el centro del pecho debíamos ayudar a los demás a hacer ignición, crear fogatas, incendios o lámparas de aceite para ellos. Éramos instigadores, guías o protectores, en ocasiones todas a la vez.

    ¿Las hermanas mayores pedían ayuda a los menores? ¿Las madres no le entregaban el mejor cuenco de arroz a sus niños? ¿No eran las que se servían menos comida sin decirlo? ¿Las que no se quejaban de dolores o enfermedades? ¿Las que no lloraban frente a la gente que cuidaban y peleaban como bestias con tal de mantener a los otros seguros incluso a costa de sí mismas?

    Porque mi madre habría muerto por mí en el campo y lo sabía.

    Porque la sangre de papá nos bañaba a ambas y Kato no podía tocarnos.


    Porque yo habría muerto por otros de la misma manera y al final, quizás, era un acto tan egoísta como el de mantener solo la propia vida. Queríamos velar por los otros, salvarlos, porque no queríamos siquiera imaginar un mundo donde las personas que más amábamos no estuvieran, porque nos creíamos incapaces de soportar semejante carga de dolor y porque alteraba el orden de la propia naturaleza que muriéramos después.

    Por eso preferíamos morir antes, sin dudar un solo segundo.

    ¿Pero a quién acudían los supuestos pilares cuando se fracturaban y el dolor de los suyos, más que nunca, se volvía propio? No había respuesta, al menos no la encontré en ese momento y una vez terminé de hablar intenté poner la mente a funcionar, con ella el cuerpo, y ya había decidido que seguiría mi camino a la ciudad cuando Takano se apareció en mi campo de visión borroso de lágrimas. Su movimiento me dejó fuera de juego un rato, el suficiente para que me dejara hacer con una docilidad que nada tenía que ver con mi carácter que a veces pecaba de indómito, y cuando quise darme cuenta de nada me había atraído a su pecho.

    El mismo cara de perro que me había dicho que no demostraría afecto frente a los demás.

    Hubo un momento en que el que mi cuerpo estuvo por activarse de nuevo, fue un chispazo, y estuve a nada de revolverme como un animal acorralado por alguna razón, pero su cuerpo estaba tibio, Dioses, me transmitió tal calidez que el impulso se disipó y pensé que yo debía estar helada. Me acordé un poco de golpe del abrazo que le había dado también allí, en Shizuoka, cuando le pedí que no volviera a darme un susto como los de Iwakura y se me ocurrió o más bien deseé que esa vez él hubiese encontrado en ese gesto lo mismo que yo acababa de encontrar en el suyo en este instante: protección.

    Tu corazón no es débil.

    Tu padre nos condenó por este mismo corazón.

    Si este te obliga a cuidar de esos niños, yo también seré su escudo.

    No puedes hacerme esto ahora, aceptar mi justicia sin más.

    Volví a pasar saliva para tragarme el nudo que tenía en la garganta, no tuve éxito obviamente, y tampoco había podido reaccionar cuando siguió hablando. Cada palabra me atravesó el corazón, hizo que se saltara un latido tras otro y me hizo contener la respiración para no romper a llorar como una niña. Aún así Takano movió la vasija y los trozos de mi ya de por sí remendada cerámica, así como los de Rengo, fueron a dar al suelo sin permiso de nadie. No fue cuando me dijo que peleaba por mantenerse vivo y volver a mí, porque eso lo sabía, sino cuando me dijo que llorara.

    Fue como si me hubiese dado un empujón o una sacudida para obligarme a despertar, los brazos me reaccionaron al fin, se enredaron a su alrededor y lo abracé con tal fuerza que agradecí que no tuviera heridas grandes encima porque lo habría lastimado. En la mano derecha todavía sostenía la pieza de shogi, como si fuese un amuleto o quién sabe qué.

    El sollozo que me salió del pecho cuando tomé aire por fin fue espantoso, me lastimó la garganta directamente y el chispazo de dolor, que en nada se comparaba con otras heridas que había recibido si debíamos ser honestos, me hizo encogerme entre sus brazos, ya descompuesta en llanto. No me quedó más que hundir el rostro en su pecho a voluntad, porque de todas formas no tenía nada más que me ayudara a amortiguar el desastre y no quería dejar que fuese tan audible, viendo que no podía contenerlo ya.

    —Le puse el filo en la garganta a una niña en vez de protegerla —solté en medio del llanto, si se me entendía algo era una suerte—, la cacé para que Takeda la matara y luego solo le trajimos su katana a Kenzaburo. Ahora Kenzo está muerto también.

    Había pensado que no importaba, en su momento eso creí, porque era una traidora y había liberado al desgraciado que casi mata a Takano. Pero me pesaba, ¿no? Me pesaba a mí y a Takeda le pesaría aún más.

    Otro sollozo que dolió y ya el cuerpo me estaba temblando como le había pasado a Rengo. Tampoco estaba enlistando las cosas en el orden exacto en que ocurrieron, porque cuando seguí hablando solté algo previo a eso a pesar de que ni siquiera entendía cuál era la relación de una cosa con la otra.

    —Saqué la cabeza del padre de Hayato de donde la habían empalado, pesaba y me daba miedo hacerle daño aunque ya estaba muerto, pero el niño gritaba... Gritaba que debía haberse muerto con él, que tenía que bajarlo de allí. —Si tenían sentido o no el montón de cosas que decía, vete a saber, pero ya no importaba—. El rencor de mamá no había dejado descansar a papá. Luego Takeda y los Hattori, Takeda y Kenzo, antes todavía Takeda y Hana, en Tsu. Shinrin teniendo que dejar a Kato atrás y el padre de Kuroki interponiéndose para salvarlo. Mis hermanas, Taiyo, Inosuke, Fuji, Hashimoto y Masamune. Le ofrecí mi sangre a Kirara por haber dejado a Murai huir, le puse una katana a los pies.

    Los contaba a todos, recién entonces me di cuenta que aunque fuese en desorden había comenzado a memorizar cada momento o cada persona a mi alrededor que había perdido algo o que había derramado su sangre. Como si quisiera grabármelo a fuego o impedirme olvidar que la peste a sangre que nos rodeaba no era de desconocidos, que tenía apellidos, tenía nombres y que los espíritus estaban en nuestras espaldas, que los cargaríamos por siempre.

    Era mi forma de recordar por qué estaba donde estaba, pero a la vez me causaba un dolor inmenso. Era como llevar una herida que nunca se cerraba, la sangre fluía, lo empapaba todo y teñía el mundo de un rojo oscuro, ferroso y opaco. A eso se sumaba el hedor a muerte.

    Pensé que debía callarme, pero no podía parar, cada que tomaba aire escupía las palabras, soltaba otra oleada de lágrimas y de regreso al principio.

    —Y entonces lo de Rengo, que Kamakura, que Natsu muerto y el niño aquí metido en la guerra con nosotros. Tuvo que matar a alguien y el espiritista ese lo tocó antes de morirse. —Presioné su ropa entre mis manos—. Ahora ni nos mira, ¿y qué se supone que haga? ¿Con qué cara puedo verlo yo a él para empezar? Si no pude hacer nada por él, si lo más cercano que tuvo a una madre no pudo cuidarlo en su propio hogar.

    Ah, era eso. Estaba perdida.

    —Debí matar al espiritista yo. Tenía que haberlo hecho yo mucho antes.


    sabrán disculparme el tochopost, pero es que no podía salir otra cosa (? tremendo PTSD van a tener todos y eso que es la primera guerra

    also no encontré esta versión en soundcloud y jodo el orden, pero es que me gusta mucho así que ni modo ups
     
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    Amelie

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    [Yuzuki; Takano]

    Takano se mantuvo en aquel abrazo mutuo mientras escuchaba cada palabra con atención; debía asimilar todos esos sentimientos que Yuzuki seguía cargando. Pues entendía que en los momentos de gran agitación o en los desastres, bastaba una palabra. En los momentos de felicidad, también una palabra. Al saludar a los demás o hablar con ellos, basta una palabra. Por eso pensaba bien antes de hablar

    —No puedes protegerlo de las batallas que él decidió tomar; si lo haces y llegas a fallar, él se sentirá mas perdido porque irremediablemente sería su culpa —mencionó con su frialdad mas característica, suspiró. Cómo si aquel aire le permitiera suavizar sus ideas — Rengo está formando su espíritu — Recordaba su infancia, el momento preciso en el que decidió usar su fuerza para la guerra; no fue en una pelea a muerte; no fue en una partida de shogi; fue la primera vez que fue privado de su libertad en la jaula del monte Genji; porque fue allí dónde sentía lo mismo que Rengo siente ahora, ese vacío, vergüenza, miedo y confusión— La espada que está siempre en la vaina se oxidará, se embotará. Es momento de que deje de huir de sí mismo, y de ese modo, pueda levantar su vista a nosotros.

    Takano se separó ligeramente de ella.

    —Tu no huyes de tus emociones como Rengo, tampoco las suprimes como yo; las conviertes en algo mas, usas esa energía en proteger a los demás para negarles el sufrimiento que tú estás cargando, y con ello, lentamente de lastimas a ti misma—Colocó su mano en la cabeza de Yuzuki —No siempre tienes que hacerlo, no siempre debes cargar con el dolor ajeno; pero si es algo que sientes es tu deber, puedes estar segura que yo estaré aquí para que llores nuevamente; porque no debes cargarlo sola. Así como le has dicho a Rengo —le dedicó una sonrisa sincera.




    [Kuroki; Satou]

    —Hay veces que uno desearía tener el poder de regresar a alguien a la vida; pero es un camino imposible —mencionó con tristeza ante las palabras de su hijo, sonrió y colocó su mano en su hombro — Mañana... —dijo con mirada serena —... mañana iremos de cacería; esta noche deja que esta tierra descanse, deja que tu cuerpo se recupere —cerró los ojos — Ve ahora con tu maestro...




    [Kuroki; Takeda; Shinrin]

    Takeda no despegaba la mirada del horizonte, el cual se podía distinguir gracias a la luz de las velas sobre el calmo mar que las balanceaba suavemente. Era un brillo singular y en Takeda era un completo espejo, las lágrimas brotaban constantemente en un rostro impávido viendo la danza de luz. El mar viendo al mar.

    —Siempre puedes acompañarme, Kuroki —mencionó Takeda sin apartar la vista o limpiar sus lágrimas — Eres otra luz que brilla a mi alrededor para recordarme que aun hay mucho por lo que seguir en pie —su voz era melancólica; aun así controlada, no estaba perdido en emociones desenfrenadas —Un hombre vive una generación; pero su nombre perdura hasta el fin de los tiempos, eso es y será Kenzo. Era mi amigo, uno que me entendió sin que yo le dijera nada —dijo mirando hacia el tanto en su mano, el último regalo de Obata, uno que vendió en Gifu para poder comprar medicinas para los suyos; Kenzaburo se lo devolvió. Tenía la katana de su maestro, el tanto de Obata, el mala de Chikusa —siempre que vea fuego mantendré avivado su recuerdo.



    [Kirara; Riku; Shinko]

    Kirara volvió a perder en la segunda ronda; mientras que Shinko perdía a la tercera; esta vez fue Riku quien perdió a la cuarta. Habían hecho una escalera, pero ninguno había ganado, Taiyo seguía ostentando el título de campeón en Kaidan.

    Mientras tanto, algo había arrastrado el río para desembocar en el mar.

    Era Kojiro, mirando hacia el cielo, su expresión mostraba desilusión, posiblemente de no haber muerto en la olas —Bajo el azul, lamenta mi espíritu, canto en silencio.





    [Kohaku; Rengo]



    Escuchaba la historia de Kohaku con atención sin levantar la mirada; conocía los rituales, conocía a los kamis, podía recitarlos en listado sin problema, y recordó como odiaba que hubiera ocho deidades de los truenos. Pero no se distrajo y siguió escuchando las palabras tan bien ejecutadas en oraciones que le resultaba placentero escucharlo, tenía esa presencia de orador que inspiraba paz. ¿Por por qué se sentía así?

    "Se convirtió en mi verdadero rostro."

    Mencionó Kohaku con respecto a la máscara, algo que hizo sentir el peso de sus anteriores palabras en sus hombros. La medida de la dignidad de cada persona se mira a simple vista. Hay dignidad en la apariencia. Hay dignidad en el aspecto tranquilo. Hay dignidad en la parquedad de las palabras. Hay dignidad en los modales impecables. Hay dignidad en la conducta solemne. Y hay dignidad en la visión profunda y la perspectiva clara. Todas estas cosas se reflejan en la superficie. Pero, en último extremo, se basan en la sencillez de pensamiento y tersura de espíritu. Había mucho mas en Kohaku, aun así, emanaba tranquilidad a pesar del dejo de tristeza en su voz.

    "Con o sin máscara, te seguirán viendo y te seguirán juzgando"

    Aquello era cierto y lo sabía; si bien, no usaba una máscara, siempre ocultaba todo con aquel rostro acostumbrado a recibir prejuicios que antes no parecían importar, pero ahora pesaban, porque era a ojos de personas a las que amaba, por lo tanto ahora el juicio era real, no era mas un teatro. No se sentía digno de mirar a nadie directamente.

    Y fue entonces que su rostro fue cubierto. Rengo detuvo la máscara en su rostro con cuidado cuando esta le fue colocada. Con seguridad pudo levantar el rostro y ver a través de la limitada vista que le otorgaba, aun así fue suficiente para ver las facciones frente a él bajo la luz de la luna.

    Negó inmediatamente; no podía ser él, a pesar del parecido. Aun así comenzó a temblar instintivamente y volvió a bajar el rostro con ojos cerrados, apretando con fuerza los párpados, esta vez su frente llegó hasta la arena, sosteniendo en su regazo la máscara para no dejarla caer —Lo siento... lo siento... lo siento... Si tuviera que explicar en pocas palabras qué es hacer lo correcto, diría que es soportar el sufrimiento. No soportar es siempre malo, sin excepción —abrió los ojos y sin levantar la mirada —Es verdad... ya no puedo verlos, entonces no es... —levantó el rostro con una mirada humedecida y la frente llena de arena —... Itami.
     
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    Monpoke

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    "Es una parte de mí, por eso quiero que la tengas". Continué hablando a Kirara sobre Kosu. Suspiró un poco por lo bajo, casi en resoplido, no voy a negar que tampoco siento un peso de portar una katana que no me corresponde. "Si quieres darmela al menos déjame deshacerme del peso extra primero". Hago señas con la mirada a al arco y katanas que agarre de la guerra. "Portala hasta entonces, para que sepas lo orgulloso que estoy de ti el día de hoy y la confianza que tengo en tu guía".

    "También deberé hablar con Takeda". Susurró al pensar en la katana que se me fue otorgada.

    Seguimos rodando nuevamente los dados, siguiendo apuntando a la cima. Al trono que Taiyo sigue poseyendo.

    Donde anteriormente treinta y dos monedas hubiera sido buen botín, el día de hoy se sintió medio vacío.

    "Taiyo llego a ser un campeón sin siquiera escalar a la cima". Hablo en voz baja, sin dejarme agriar por el resultado de derrota. "Aveces el mejor resultado posible no lo encontraremos al final de un recorrido... Sino al mitad de este".

    "Paciencia y constancia". Sonrío medio adolorido al recuerdo del pasado. "Si llegar a la cima fuera tarea fácil, el esfuerzo de querer mejorar no tendría ningún significado".

    Dejando esas palabras, espere en silencio. Ya sea una respuesta o Kirara vuelva a tirar los dados.

    Desde mi espalda, un mantra curioso se escucho proveniente del mar.

    Habiendo sentido familiaridad en la voz, voltee a ver un cuerpo flotando por el final del río. Logrando suponer de quien trata.

    "Perdónenme un minuto". Digo en aviso con cierta duda antes de levantarme y acercarme al cuerpo flotando en el mar, sin ninguna intención de volver a la orilla o a tierra. Es preocupante.

    Me fui en dirección a esa persona, con cuidado/sigilo con intención de no molestarlo si me equivocaba. "¿Maestro?". Le pregunté una vez habiéndome acercado lo suficiente y reconocerlo.
     
    Última edición: 26 Agosto 2021
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Puede que Rengo no me viera en ningún momento, pero de cierta forma la quietud de su cuerpo, casi tensa, me indicó lo suficiente para saber que me estaba escuchando. Que me prestaba atención. Fui consciente de todo aquello que le imprimí al relato y no me interesó detenerme por suprimirlo. Las multitudes me agobiaban, hablar frente a muchas personas definitivamente no era mi fuerte, pero entre tanto silencio, entre tanta penumbra y frente a un niño roto, las palabras sencillamente fluyeron. Había ocurrido igual con Chiharu cuando intenté levantarle el ánimo, con el señor Tomioka tras la muerte de su esposa. También lo había hecho con Mao, esa noche que hacía frío y la abrigué con la piel de lobo.

    Eran esos pequeños instantes de solitud, de intercambio directo, los que me permitían enorgullecerme brevemente de mí mismo.

    La tranquilidad siempre había permanecido conmigo, sin importar cuánto se sacudiera el mundo a mi alrededor. A veces era una virtud, otras, una desgracia, pero en definitiva existía. Existía y si me permitía apaciguar las aguas, calmar los vientos y convertir el incendio en una tibia fogata, lo haría. Me valdría de sus cualidades, más similares a un soplo de brisa que a cualquier otra cosa.

    Aire.

    No era más que aire.


    Rengo sostuvo la máscara en su lugar, no pude verlo pero supe que me estaba mirando. No al montón de arcilla y pintura, sino a mí. La piel de lobo también había cedido sin el agarre de las cintas, de modo que la luz de luna alumbró todo. El cabello celeste, similar a un cielo de otoño. Los tatuajes en mis mejillas, de un rojo intenso, y los ojos amarillentos. Los ojos de Amaterasu, de resina fría y pupilas rasgadas. Eran los malditos ojos que me habían condenado aún más a ser todo lo que se me pretendía.

    No sólo el primogénito, también el regalo de los dioses.

    Kohaku, del ámbar.

    Y aún así, me había pesado horrores darle un nombre falso a Chiharu.

    Pensé que sería capaz de mantenerse erguido, al menos más tiempo, pero no tardó nada en regresar la frente al suelo y el movimiento, todo el dolor y el cansancio que cargó, me lanzaron una oleada de angustia directo al pecho. Me quedé quieto, sin saber muy bien qué hacer, hasta que Rengo comenzó a disculparse. Una y otra, y otra vez. No tenía idea a quién iban dirigidas sus disculpas ni con qué culpa cargaban, pero me estaban hundiendo una pena inmensa. Era la misma sensación que tuve al verlo malherido, afiebrado, intentando casi con desesperación confesar sus pecados. Como si le quemaran, ardieran y no pudiera respirar a menos que se los quitara de encima.

    Le pesaban.

    Lo ahogaban.

    ¿Cuán malo podía ser?

    ¿De verdad la había matado?

    Lo correcto era soportar el sufrimiento, decía. Quizá tuviera razón, al fin y al cabo a veces era la única salida, la única alternativa capaz de mantenernos en movimiento. Yo lo había hecho, ¿no? Era el primer paso luego de cualquier gran dolor. Pero cuando se excedía, cuando caracterizaba el segundo, tercer, cuarto, quinto paso, hasta olvidarnos que lo estábamos haciendo, ¿seguía siendo lo correcto? Además, ¿podía serlo cuando sonaba tan triste al decirlo?

    ¿Cuando parecía que lo hacía por obligación?

    De la forma que fuera, no creía que hablara conmigo. No tenía idea los demonios que habitaban su mente, esos que ahora mismo parecían cernirse sobre él y mantenerlo en el suelo, con la frente pegada a la arena. No tenía idea y probablemente nunca consiguiera verlos, pero resultaba que estaba allí. Estaba allí, y también estaba Rengo, y quizá, sólo quizá lograra interponerme sin pretenderlo del todo. Sin saber qué rayos estaba haciendo.

    Un momento antes de que levantara la vista, aproveché su posición para alzar la piel de lobo en el aire y dejarla caer suavemente sobre su cuerpo. Recibí sus ojos, entonces, las lágrimas destellaron bajo la luz pálida de luna y no demostré la sorpresa que sentí al oír aquel nombre. Itami era el sacerdote de Kamakura, ¿verdad? Quien había reconocido mi máscara.

    —Quizá siempre tengamos que soportar, pero no es requisito hacerlo solos. —Decía yo, quien jamás en la vida buscaba ayuda de los demás, pero nobleza obliga—. Aún tienes una familia, ¿verdad? Personas que ansían cuidarte, permanecer a tu lado. No vas a quebrarlos, Rengo, no son tan frágiles. Puedes apoyarte en ellos si soportar pesa demasiado.

    Anda, no los niegues.

    O quizá mañana sea demasiado tarde.


    Le sonreí, sin molestarme en disimular la tristeza que empañó el gesto, y estiré la mano para acunar su mejilla. Me valí del pulgar para remover la arena de su frente, que le cayó encima de la nariz antes de regresar al suelo. La tontería me resultó algo tierna.

    —¿Conoces a Itami? —pregunté finalmente, regresando el brazo a mi espacio tras haber limpiado su frente—. Luego de esta batalla le dije que hablaría con él.

    Kohaku es un poco gay en todos los universos posibles and i wont deny it
     
    Última edición: 26 Agosto 2021
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Si hilaba muy fino podía imaginar que mi visión del mundo estaba construida con bloques de madera o piezas similares a las del shogi, que las había apilado todas para construir una casa, un castillo o un templo. Era una estructura, sí, pero a fin de cuentas no tenía uniones, no tenía hilos que la sujetaran o acero que les hiciera de soporte. Así como la vasija, mi hogar de bloques podía caerse al suelo con una sola frase, con un golpe directo en la base y así, de un momento a otro, quedar reducida a nada. Era como una cortina de neblina, una mentira inmensa o solo un sistema de defensa que allí no valía de nada.

    Habían muchas cosas que uno ya sabía, cosas obvias que eran parte de la vida y aún así, en momentos cruciales, era increíblemente difícil aceptarlas. Las palabras de Takano entraban en esa categoría, lo que me dijo sobre la protección, la formación del espíritu y todo lo demás. Llevaba razón, pero que me cortara las manos con una de las katanas que llevaban encima si a pesar de entenderlo lo aceptaba a secas.

    Sus palabras tiraron abajo mi templo de bloques, que se desperdigaron por el suelo solo para revelarle que cada uno, por el otro lado, tenía escrito un nombre o varios. Algunos se repetían incluso y sólo una parte de ellos eran los que le había dicho en medio de mi colapso. No estaban ni la mitad.

    Era como si en lugar de haber fabricado talismanes hubiese pretendido hacer lo mismo pero con trozos de madera vieja, nombres y tinta roja. Como si hubiera conjurado algo capaz de hacerme soportar el hedor a muerte que me rodeaba desde que los Minami habían perecido. A pesar de la fragilidad de la estructura, de la falta de uniones y demás, lo que sea que había hecho había funcionado hasta entonces... Que el nombre de Rengo se repitió de nuevo entre el resto y Takano apareció para tirar abajo todo.

    Todos estábamos dentro de nuestras propias jaulas, con nuestros propios sellos, llenos de miedo, confusión y vergüenza. Todos llevábamos cargas y lidiábamos con ellas a nuestra manera, o no lo hacíamos del todo.

    Lo escuché ya habiendo terminado de escupir todo lo que tenía atorado dentro, lo que resguarda entre los pedazos de madera, y asentí con la cabeza un par de veces a sus palabras. Así no pudiese aceptarlas en ese momento quería que supiera que tan siquiera las entendía, que le daba razón y ya luego, cuando pudiese serenarme, buscaría por dónde asimilarlas.

    Tomé aire profundamente en varias ocasiones, forzándome de una vez por todas a levantar los bloques de mi templo y las piezas de la vasija rota, despacio, casi con miedo de ir a tirarlo todo de nuevo. Tan siquiera logré componerme un poco cuando se separó de mí y dejé la mirada puesta en algún punto muerto de su pecho. Había dado en el centro del caos y a la vez en la energía que potenciaba todos mis movimientos, a su manera era un poco vergonzoso saberse tan descubierto.

    Usas esa energía en proteger a los demás para negarles el sufrimiento que tú estás cargando.

    Lo he hecho casi toda mi vida incluso antes de saberlo, es mi única y absoluta función en este tablero y en cualquier otro.

    Con ello, lentamente te lastimas a ti misma.

    ¿Ya de paso no descubriste que los rayos del sol son tibios, Takano?

    Sentí su mano en mi cabeza y esbocé una sonrisa ligera, el tipo de sonrisa culpable que te dedica un niño cuando lo atrapas justo luego de haber roto algo. Había culpa en el gesto, que a su vez pretendía suavizar el posible regaño.

    Aproveché para volver a limpiarme el rostro con la manga del haori, el movimiento no cargó la brusquedad que había tenido la primera vez que lo hice y así pude obligarme a alzar la vista hacia él, de forma que recibí su sonrisa.

    Que no debía cargarlo sola decía.

    —Veo que aprendes rápido, como siempre —dije casi en un susurro al ver que me repetía lo que le había dicho yo a Rengo y estiré la mano hasta acunar su mejilla, lo acaricié un momento y luego deslicé el tacto hasta colocar el dedo índice entre sus cejas—. Te sienta bien sonreír. Modestia a un lado, te sienta bien cuando me sonríes a mí en particular. Muchas gracias.

    Dioses, sentía los ojos terriblemente irritados y la respiración todavía no se me regularizaba del todo, de vez en cuando al tomar aire prácticamente hipaba como los niños pequeños luego de llorar, pero en mi defensa solo me había roto de esa manera frente a mi madre al llegar a Minami. Incluso así no había podido evitar picar un poco a Takano, pues porque era esa clase de persona también.

    No sabía muy bien cómo ponerlo en palabras en realidad, pero así este cabeza dura siguiera conteniendo lo que sentía o fuese incapaz de dejarlo salir del todo, había hecho un avance inmenso a su propia manera. Estaba actuando como el reflejo del agua, tomaba lo que le decía, lo asimilaba a su manera y después, cuando hacía falta, lo regresaba a mí para que entendiera que estaba para ayudarme, que ahora vivía para mí y que tenía que dejar de cargar con todo yo sola.

    Cuando entendí bien lo que sentía los gestos se me relajaron, lo miré con un cariño inmenso a pesar de que todavía tenía los ojos algo llorosos y me cargué los pulmones de aire antes de hablar. Despegué el dedo índice de su entrecejo, solo para regresar la mano a su mejilla.

    —Estoy orgullosa de ti, mucho. Te estás convirtiendo en un hombre maravilloso a pesar de todo lo que has cargado tú también y eso es porque aceptaste el amor que puse a tu disposición. —Volví a tomar aire, separé la mano de su rostro y le eché los brazos sobre los hombros, abrazándolo de nuevo. Un poco fue porque no sabía cómo decirle lo otro viéndolo directamente y de hecho aproveché que lo tenía tan cerca para murmurar—. Ayúdame. Cuando me pierda o ya no soporte el dolor ajeno que he aceptado cargar, por favor sosténme y ya verás que pronto me levantaré de nuevo.

    Nunca lo había hecho, ¿cierto? Acceder a recibir ayuda, a compartir una carga y quizás me costara muchísimo, pero al menos había podido abrir la boca y pedir ayuda una vez, como esperaba que hicieran las personas a mi alrededor.
     
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    Slam

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    Ginko Harutomo

    —Bueno... más para mí— exclamó en un suspiro ante la negativa de Kojiro y volvió a tomar el pedacito de opio que le había ofrecido. Luego de unas palabras, el espadachín derrotado se fue y Ginko no tuvo tiempo para pensar en la metáfora del río que ya estaba ingresando Tsunayoshi con el antiguo zorro de Kenzaburo a su lado.

    —Que siguiéramos aquí también fue decisión de Kenzaburo, es lo que él hubiera querido y honraré ese deseo dando lo mejor de mí... sólo tengo que descubrir para qué soy mejor— agregó esto último por lo bajo, aún se debatía entre las artes médicas y las marciales.

    —Lo importante es que Izamu esté bien, venía a asegurarme de eso ¿Tú lo cuidarás a partir de ahora?
    le preguntó acariciando amistosamente la cabeza del zorro.
     
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    John Whitelocke

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    —Sí, pero nunca en batallas de esta magnitud. Escaramuzas y enfrentamientos intrafamiliares, cosa que se resolvía siempre "puertas adentro". Lo que sé de tácticas y estrategias es por el shogi y los libros, más que por experiencia.

    Dijo sin mirar a Togashi, para luego girar el cuello y verlo a los ojos.

    —A mí también me alegra que hayas vuelto amigo. Solíamos ser tres, Kenzo, tú y yo. Ahora somos dos, no puedo evitar sentir cierta amargura, pero, al menos la visión de mi sueño no llegó a cumplirse.

    Se movió unos pasos, buscando el cielo.

    —En mi sueño te había visto a ti tirado en el suelo, casi derrotado, a punto de ser ejecutado. No sabía si medio muerto o medio vivo, pero me alegra ver que nada te ha sucedido. También vi a Kenzaburo en el campo de batalla, empapado en sangre. Así fue como lo encontré, la sangre que brotaba por su garganta lo había bañado, y su piel de oso se había vuelto escarlata—lo miró nuevamente—¿Crees en los oráculos? Porque yo no... pero mis sueños... tienen algo especial. O quizás sea un delirio, el delirio de un hombre grande como yo.

    "Solía ignorar ese tipo de ideas. Pero a veces siento que mientras que el budismo es mi aspiración, el sintoísmo es lo que corre por mis venas", pensó.
     
    Última edición: 28 Agosto 2021
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    [Yuzuki; Takano]

    Takano desvió la mirada junto con un bufido, talló con fuerza sus párpados —Sabes que me desespero con facilidad, no sonrió a nadie mas que a ti porque nadie me hace feliz como lo haces tú —mencionó para dejar sus manos a un lado intentando desviar el tema —Los demás pareciera que se pelean por ver quien me hace enojar más rápido —Trataba de mantener su fachada pero era algo inútil en ese momento; iba a separarse cuando sintió el abrazo sobre sus hombros, después el susurro. Sus hombros se relajaron y la volvió a abrazar con fuerza cerrando los ojos, permaneció en silencio unos instantes. Junto a ella no tenía que planear el siguiente movimiento, no tenía que anticiparse a sus acciones, siempre tenía baja su guardia y era por eso que lo tomaba por sorpresa, sin defensa alguna, con ella su mente no era la que hablaba primero — Yuzu... siempre te sostendré porque no quiero perderte— su corazón comenzó a latir con fuerza — Jamás había confiado realmente en alguien hasta que volví a encontrarte. Te debo mi vida y te la doy sin pensarlo, porque yo... —Y en aquel momento, Takano mostró su fragilidad, escondiéndose en aquel abrazo mientras —... te amo.



    [Hideyoshi; Togashi]

    Miraron como los Azai se perdían al horizonte; el recorrido sería uno de solemnidad, cargando a su antiguo líder de regreso a casa.



    [Kirara; Riku; Shinko; Kojiro]

    Kirara suspiró al escuchar las razones de Riku por darle su arma —Siempre me has mantenido armada, Riku; desde que perdí mi katana contra Murai, me has dado las armas necesarias para seguir mi camino y eso jamás lo olvidaré —sonrió —Portaré a Kosu a mi lado; un recordatorio de que Riku jamás me quiere ver sin un arma en manos.

    Después, Riku se levantó para ir hacia el mar, adentrándose un poco y encontrar a Kojiro flotando en el agua helada. Kojiro lo miró al escuchar su pregunta, enfocó su mirada y sujetó a Riku del brazo —¿Maestro? Soy un simple aprendiz, humo — volvió a recitar — Reté al águila, caí en picada, mientras ella levantó vuelo— recargó su antebrazo sobre sus ojos —Humillación, ahogarme debía, el mar se burló...

    Kojiro se enderezó, dejando de flotar para empezar a nadar junto a Riku —He perdido mi alma, mi querido palo de secar fue destruido en un sólo movimiento, tan fugaz... más rápido que el vuelo de la golondrina, más fuerte que el ataque de un oso —Sujetó a Riku — Traté de tomar mi vida saltando al río y el mar me ha dado otra oportunidad, perdonándome como a aquel hombre que rescaté en Iwata —Comenzó a nadar hacia la playa —Nademos a la orilla, debo buscar a mi padre; el debe imponer el castigo que la naturaleza fue incapaz de tomar.

    Miró hacia la costa donde Shinko y Kirara observaban la escena, lo cual hizo que Kojiro se sumergiera en el mar.




    [Kohaku; Rengo]

    La piel de lobo lo cubrió nuevamente como lo hizo en Kamakura; de nuevo aquel calor compartido sin necesidad de contacto directo. Lo mas cercano a un abrazo, uno que le recordó que aquella persona no podía ser Itami a pesar del parecido, que no se relacionaba a él, pues ya conocía la historia de ambos.

    Las lágrimas seguían cayendo, algunas sobre la parte trasera de aquella máscara, y fue en ese momento que hizo contacto con su rostro; un movimiento que heló a Rengo por unos instantes. Se había acostumbrado a Natsu y sus ligeros toque en su frente, al efusivo de Kuroki y sus abrazos espontáneos; estaba acostumbrado al amor de Yuzuki y a los golpes de Takano; pero no al tacto de alguien nuevo. Lo miró nuevamente, no había miedo, no emanaba maldad, sólo una tristeza silenciosa, una que Rengo también entendía.

    —No son débiles —mencionó con respecto a su familia — Pero les he ocultado tanto que no me atrevo a mirarlos, no quiero enfrentarme a sus miradas llenas de preguntas, a el dolor que veo en la persona que más me ha amado, un dolor que le he causado por haber ocultado mi pasado pensando que eso la protegería —hablaba directamente a los ojos de Kohaku, con una emoción palpable —El débil soy yo —miró nuevamente hacia la máscara aun en sus manos.

    —Itami... él ha... trascendido — mencionó sin querer usar la palabra muerte que ya cargaba consigo; recordó el rostro de su antiguo maestro, para después volver a clavar su mirada en Kohaku —...¿Por qué querías hablar con él?




    [​IMG]
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    [Ginko; Tsuna]


    Tsuna observó a Izamu y afirmó —Cuidaré de él; en honor a Kenzaburo, jamás le hará falta alimento, estaba perdido buscando a su dueño, así yo yo —miró a Ginko —Somos parecidos los tres en eso; aun no sabemos que hacer de ahora en adelante. El camino del guerrero no es para mi, forzarme a ello terminará matándome, es por ello que debo buscar mi propio camino.
     
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    Fujiwara no Riku

    "Un alma no puede ser destruida tan simplemente". Agarre a Kojiro del hombro y detengo su avance, soltando mis palabras lo más claro posible. A un cuando cierta perturbación fue surgiendo en mí interior. "El alma se pierde cuando la abandonas o te olvides de ella".

    Habiendo seguido su mirada, arrastró a Kojiro lejos de las Kirara y Shinko en un intento de darle más comodidad. Pero eso es también es por mí...

    "Es una llama que no se extingue". Miro hacía el faro, aquel que arde y esparce las cenizas de un guerrero. "Piensa lo que estás diciendo, en el lugar que lo haces". Estas en Shizuoka, en una noche donde lloramos las pérdidas y aún así nos mantenemos de pie.

    "En un día puedes conseguir grandes logros, orgullosas victorias contra todo pronóstico. Haciendo cantar tu nombre por montones de tal hazaña". Lo miro, agarrándolo de los hombros para que no escape de mí mirada. Una de vacío. "Al siguiente puedes tropezar... Y morir de forma miserable en una zanja".

    "Así es la vida, mientras se siga viviendo e intentando, todos nuestros logros y fracasos se darán vuelta". Bajo la cabeza, contando contacto visual, aflojando también el agarre en sus hombros casi soltandolo.

    Luego de unos segundos volví a hablar en tono más apagado. "Es lo mismo a la inversa...".

    "Fue tan solo ayer cuando pude perder mí vida". En el momento que fui descubierto y caer prisionero de los Taira.

    "No". Niego y corrijo esa oración de inmediato. "Fueron dos veces". Cuando me arrojaron esas agujas envenenadas, impotente.

    "Tres...". Intenté quitarme la vida ante la muerte de Taiyo, abriendo una herida en mí cuello.

    "Cuatro...". Intenté escapar de esa jaula y fui descubierto.

    "Cinco...". Seguí siendo terco, de regresar por aquello que nos habían arrebatado.

    "Seix". Aún por todas las veces que estuve próximo a experimentarla, fui incapaz de fingir mí muerte.

    Fracasos que pudieron contarme la vida, pero acabo fueron otros quien recibieron el castigo.

    "Y, hoy estoy aquí, sin tratar de enmendar mis fracasos muriendo". La voz se volvió ronca y pesada durante el conteo, al sacarle a Kojiro aquello que no me atrevo decir frente Kirara y Shinko. "Participando en una guerra, comandando a un escuadron hasta el final y estar en el bando ganador".

    ¿De que sirve sentirse orgulloso de eso? Todo se acaba en el momento en que mueres. Y la muerte viene de muchas formas.

    "Yo aún tengo a personas que debo intentar proteger. Si he de morir que sea luchando".

    "Lo entiendo, el fracaso te llevo a perder algo preciado y a cambio sigues intacto". Levanté la cabeza, mostrándole la herida en mí cuello. "Castigo, muerte, eso es lo que crees merecer".

    "Pero ¿Por què el mar? ¿Por què tu padre? Haslo con tus propias manos, eres el único que se puede responder". Porque no quieres perder la vida de esa forma, es cobarde. A cambio tiras el peso de esa decisión a alguien más... cómo yo también lo desee.

    "Que me importa si eres invencible o no, o si eres el perdedor más grande de la historia". Volví a levantar la voz. "Me has aceptado como tu discípulo y responderé de la manera que se corresponde, no te dejare mientras siga siendo así. A cambio, no tienes derecho olvidarte de mí en estas decisiones".

    "No se es un Maestro por la habilidad, sino por que ha enseñado y compartido. Así que no te atrevas de dejar la escuela Ganryu sin al menos dejar un sucesor".

    "Si buscar morir hoy, está parvada de golondrinas terminara conmigo en vez de iniciar".
     
    Última edición: 29 Agosto 2021
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Yuzuki Minami
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    Quizás era egoísta haber encontrado un fragmento de paz entre mi propia tormenta mientras el resto estaban viendo cómo lidiar con las suyas. Se me ocurrió de la nada, fue un pensamiento salido de ninguna parte, y quizás por las condiciones solo lo dejé correr y me quedé allí donde estaba, fue una de las pocas veces que supe quedarme quieta de una vez por todas.

    En mi propio refugio.

    El bufido que soltó me hizo algo de gracia y asentí con la cabeza, pues porque claro que sabía que se desesperaba con facilidad. Lo de que parecía que los otros se peleaban por ver quién lo enfadada más era un poco más cuestionable, pero no se lo diría yo, al menos no ahora y la verdad es que a mí también tendían a probarme bastante los límites con más frecuencia de la que me hubiese gustado admitir.

    Cosas de Kamakura, suponía. No nos habían entrenado en paciencia.

    Su intento por desviar el tema o mantener la fachada de poco o nada servía conmigo, siempre acababa por tirarla al suelo así como él destrozaba mi templo de piezas de madera sueltas con facilidad. Yo debía adaptarme a su actitud hosca, como había hecho desde pequeña, y él debía recibir el remolino de emociones que yo había sido toda la vida. Al final lo que importaba era eso, que con todo nuestros bordes encajaban y lográbamos orientarnos o ser extensiones del otro cuando hacía falta, como cuando me envió con Takeda sin órdenes expresas.

    Noté que relajaba los hombros al recibir mi nuevo abrazo y el gesto consiguió hacerme sonreír, podía pecar de tontería, pero poco a poco me iba centrando de nuevo. Que el abrazo, que sus palabras y ahora la forma en que su cuerpo se había relajado bajo mi tacto, todo fue ayudándome a levantar mis trozos para rearmar lo que se había destrozado.

    Aún así cuando siguió hablando y vi venir lo que iba a decir, el corazón se me detuvo en el pecho, la garganta se me cerró unos instantes y cuando lo soltó no supe ni cómo reaccionar de buenas a primeras. Había una diferencia abismal en entenderlo a partir de acciones a escucharlo de su boca, oírlo me lanzó encima una mezcla de alegría y miedo de lo más rara.

    Mis manos alcanzaron su nuca, le dediqué una caricia de nada y subí los dedos hasta alcanzar las puntas de su cabello. Fue un poco para distraerme con algo, porque me había dejado inútil y no sabía a dónde apuntar mi respuesta. Tampoco vi por dónde deshacer el abrazo viendo que nos estaba haciendo de escondite a los dos.

    —¿Así nada más? ¿A los posibles ojos y oídos de vete a saber quiénes? No hacía falta ser tan atrevido, ¿sabes? —dije en voz baja, pues porque no era yo si no lo molestaba un poco. De todas formas me acomodé de manera que pude volver a colocar la cabeza en su pecho, tomé aire como si acabaran de sacarme de debajo del agua y el tono se me suavizó de tal manera que se notaba desde la prefectura lo que sentía—. Iba a encontrarte tarde o temprano de por sí, ni que haber dejado Kamakura fuese a librarte de mí. Ahora mi fuerza, mis metas e incluso mis miedos son tuyos, en realidad quién sabe desde cuándo lo son.

    Me separé un poco, apenas lo suficiente para apoyar la mano en su pecho con suavidad. Recordé cuando tuve que atenderlo en Iwakura por la gracia de Inugami, como luego le solté al viejo que, para no hacer la historia muy larga, primero lo sacaba del Yomi que hacerle daño así me costara la vida.

    No puedo matar al terco que está en esa habitación, me di cuenta antes.

    Si algún día muero por esa imprudencia me lo habré ganado.

    Pero quiero confiar en el hombre junto al que crecí, a pesar de sus errores.

    Había hablado de incapacidad, de justicia y de sentido de familia, todo por darle vueltas a algo que era mucho más sencillo. Lo que había pretendido decir era que no podía alzar un arma contra este idiota porque lo amaba, lo había amado toda mi vida como parte de mi familia, ahora solo había cambiado de forma.

    Volví a tomar aire, tragué grueso y aparté la mano para apoyar la frente en su pecho de nuevo.

    —Te amo —dije por fin, cerrando los ojos—. Ya lo sabías, pero no te quitaré el gusto de oírlo.


    ahora no estaba Jiin para cortar el momento (???
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Era muy probable que Rengo y yo tuviéramos la misma edad o similar, ¿verdad? Al menos lo suficiente para tratarnos como pares. En sentido estricto era diferente a Mao o Kuroki, comprendía que con ellos me hubiese resultado tan fácil sentir el deseo de ayudarles o cuidarlos. Luego de perder a Itsuki y Hinata, a Chiasa, a todos mis hermanos pequeños, era lo menos que podía hacer. Como una necesidad que me fluía en la sangre. Rengo, sin embargo, podría incluso ser un par de años mayor que yo y aún así la historia se mantenía.

    Ahí estaba, limpiándole el rostro como si fuera un niño.

    Mi tacto lo había congelado en su lugar, pero no me apartó y decidí proceder con suavidad. Poco a poco se acostumbró, o al menos de eso me convencí, y me alegré que tampoco rechazara la piel de lobo. Me alegró que me permitiera acercarme y confiara lo suficiente para hablarme, y así saberme expuesto me incomodara ligeramente... me forcé a no retroceder. Como si me estuviera poniendo a prueba en el proceso de servirle de apoyo.

    Como si pretendiera hacerle honor a mis palabras.

    —Yo también soy débil —murmuré, acompañado de una sonrisa que me obligó a entrecerrar los ojos un momento—. Hay muchas razones por las que me considero débil, y jamás creí que fuera el indicado para ser el líder de nada. Para gobernar mi villa. Pero sólo seguí a la corriente, me amoldé a los demás y me callé. Me callé y me callé hasta que perdí mi voz. Eso es pura debilidad. Pero tú la tienes, ¿cierto? Es la voz capaz de abatirse, de llorar como un niño y lanzarse de rodillas al suelo. Es la voz que pide disculpas cientos de veces e intenta explicarse, así sea a trompicones.

    Es la voz que intenta y ya.

    —Estoy seguro que nadie va a juzgarte, al menos no quienes te aman. No callaste por debilidad, lo hiciste para protegerlos, y ese es uno de los motivos más nobles que existen. Nadie pierde su voz por cuidar a su familia, todo lo contrario. Y estoy seguro que, así hoy la creas perdida, eventualmente la recuperarás. —Estiré el brazo para pinchar apenas su pecho con la punta del índice y le sonreí, conciliador—. Porque está aquí. Siempre permaneció contigo.

    Probablemente habría sido capaz de mejores cosas si fuera otra persona. Si hubiera sido mi hermana, por ejemplo. Chiasa lo habría sacudido de pies a cabeza, primero con dulzura, luego molesta y recién al final con un vigor de antología. Seguro hasta se ponía de pie y empezaba a gritar como loca, sólo para que Rengo la imitara y se quitara todo ese peso de encima. Pero yo no era esa persona, no tenía el talento o la capacidad para sacudirle el polvo de encima a los demás.

    A lo sumo podía intentar calmar sus aguas.

    Darles un soplo de aire fresco.

    Al notar que Rengo conocía a Itami recordé lo que me había mencionado, que se iba de Kamakura en su búsqueda, y asumí que habría tenido éxito en su misión. No lo sabía, claro, y aún menos que... había muerto. Parpadeé, desprovisto de la máscara, la sorpresa me asoló el rostro y saberme fuera de mi eje me hizo sentir mucho más expuesto que antes. Bajé la mirada, entrelazando mis manos en ademán nervioso, y tragué saliva. ¿Que Itami había muerto? No, no podía ser. Él iba a buscarme, él había dicho que tenía información sobre mi padre.

    —Él... —balbuceé, aún fuera de mí mismo, y apreté los párpados para ordenar mis ideas. Solté el aire con pesadez antes de clavar la vista en la arena—. Me lo topé en Kamakura, antes de venir aquí, y me mostró su cabello y tatuajes. Me dijo que... que sabía de mi padre. Pensé que podría ayudarme. Pero...

    Está muerto.

    El aire se me escapó entre los labios y arrugué el ceño. No pude decir más nada, había quedado prácticamente en blanco.
     
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    Amelie

    Amelie Game Master

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    [Yuzuki; Takano]

    "¿Así nada más?"

    Tragó grueso al escuchar las palabras de Yuzuki.

    "¿A los posibles ojos y oídos de vete a saber quiénes?"

    Se había olvidado del resto por completo, en esa playa sólo estaban los dos. Pero se equivocaba, había miradas sobrepuestas en ellos.

    "No hacía falta ser tan atrevido, ¿sabes?"

    Comenzó a preocuparse, pues no había pensado en ninguna posibilidad, no había creado una estrategia, no había sido cuidadoso y metódico; había sido imprudente, algo que le hubiera costado tal vez una semana de su libertad si estuviera aun en Kamakura.

    " Iba a encontrarte tarde o temprano de por sí, ni que haber dejado Kamakura fuese a librarte de mí."

    Pero esto no era Kamakura, ya no estaba mas allí, era libre y no lo había entendido. Hasta ahora.

    "Ahora mi fuerza, mis metas e incluso mis miedos son tuyos, en realidad quién sabe desde cuándo lo son"

    Sonrió como un niño, victorioso. Fue entonces que Yuzuki se separó un poco y colocó su mano en su pecho, para después recargar su frente en él.

    "Te amo...Ya lo sabías, pero no te quitaré el gusto de oírlo"

    Mantuvo la sonrisa, pues era cierto; ambos lo sabían, pues el amor se demostraba con las acciones. Aun así, él decidió decirlo, reafirmarlo para disipar cualquier duda.

    —Me has devuelto a la vida en muchos sentidos — dijo mientras se fundía en un abrazo nuevamente —Sólo quería oírlo, y sobre todo, decirlo

    Pero a lo lejos, una mirada observaba atenta.
    [​IMG]



    [Kirara; Riku; Shinko; Kojiro]

    Se sumergió en el agua pero fue inmediatamente jalado por su alumno, alejándolo un poco de Kirara y Shinko; las palabras de Riku al principio le hicieron negar, y antes de que pudiera contestar, Riku continuó su historia, el cómo fue atrapado y tuvo oportunidades para salir airoso y no lo logró, era un recuerdo doloroso y Kojiro respetaba eso, no quitaría el pesar ni fuerza de aquellas palabras que seguramente deseaba sacar hace ya algún tiempo, así que lo dejó fluir. Pero cuando mencionó el tema de la cobardía no pudo evitar sonreír, pero era una sonrisa de cortesía, falsa; pues había mas tribulaciones dentro de la mente de Kojiro que una simple derrota. Aun así, las siguientes palabras lo hicieron verlo a los ojos, eran maestro y alumno y era cierto, aun tenía responsabilidades con él.

    Kojiro afirmó y suspiró molesto; pues Riku lo había atado a la vida nuevamente y no podía librarse de aquella responsabilidad. Señaló al horizonte — Mira bien eso Riku, mira bien y guárdalo en tu memoria— golpeó en el agua con fuerza, era enojo puro, no era soberbia, no era cobardía — Yo aspiro a ser el mejor; ser como ese horizonte, que por mas que quieras alcanzarlo jamás podrás, cada paso que se avanza el horizonte sigue igual de lejos, inalcanzable —miró a Riku —No traté de morir por una simple derrota; no lo hice porque perdí mi querida nodachi; salté para nuevamente recordarme lo pequeño que soy, y si moría, lo haría de ese tamaño —apretó sus puños y volvió a golpear el agua — No usó sus katanas para terminar el trabajo; yo debí haber muerto allí frente a él pero fui tan insignificante que no valía el esfuerzo. La derrota no me hace débil — sacudió el agua nuevamente mirando con furia hacia Riku, no era dirigida a él, aun así se sentía propia —... la humillación si — desvió la mirada y volvió a señalar el horizonte —Kato está allá, y yo no soy ni siquiera la ola que se aleja del horizonte con fuerza destructora — volvió a golpear el agua — Soy sólo éste chapotear de agua calma; porque él perdonó mi vida, y por ello estoy en deuda de honor. Y decidí que prefiero la muerte a ser sometido a tal humillación.

    Observó a Riku —No espero que lo entiendas, porque sé que mi orgullo es demasiado grande para que puedas concebirlo, no estás en mi carne para entender mis tribulaciones, así como yo tampoco juzgaré tus acciones al correr del enemigo. —sujetó su hombro — Soy tu maestro, y me has atado a la vida por la deuda que también tengo contigo como tal — se giró para mirar a la playa, dejando el horizonte atrás — Pero debo dejarte algo muy claro antes de seguir con esta vida sin sentido —dijo con seriedad para volverlo a mirar fijamente — No vuelvas a insinuar que soy un cobarde o un perdedor —Su mirada parecía ensombrecerse por un instante mientras clavaba sus orbes en Riku con intensidad — Si lo haces, seré yo quien tome tu vida por deshonrarme —Sonrió —Qué buena charla, ¿Eh, Riku? Ven, a la orilla —dijo nadando hacia la costa.




    [Kohaku; Rengo]

    Perder la voz; Rengo lo miró preocupado, eran tan parecidos en ciertos aspectos; incluso en edad, y aun así, había una enorme diferencia en el entendimiento emocional; ambos reprimidos pero con diferentes métodos de expresión. Era cierto. Rengo aun tenía su voz, Kohaku le había regresado algo de esa fuerza que le pertenecía con tan simple acomodo de palabras, tan calmo... tan... triste.

    "Nadie pierde su voz por cuidar a su familia, todo lo contrario"

    Kohaku lo entendía, lo hizo rápidamente así como Natsu y Kuroki. Era mas transparente con sus emociones de lo que él creía, algo que le hizo demostrar una ligera sonrisa de ingenuidad mientras seguía escuchando la voz tenue de Kohaku mientras lloraba sin detenerse. Hasta que Kohaku apuntó a su pecho.

    "Porque está aquí. Siempre permaneció contigo."

    Rengo aun era muy inmaduro, creció sin demasiadas interacciones por lo que nunca vio la necesidad de cambiar, siempre manteniéndose como un niño pequeño. Algo que se acrecentaba estando con Kuroki e incluso con Yuzuki o Natsu, pues ellos lo trataban como tal, y la verdad es que estaba en una transición importante, y no quería darse cuenta de ello. Hasta que comenzó a empatizar con Kohaku. Por eso las lágrimas dejaron de ser sólo por su dolor, sino por el que también sentía por aquel joven frente a él.

    "Me lo topé en Kamakura, antes de venir aquí, y me mostró su cabello y tatuajes. Me dijo que... que sabía de mi padre. Pensé que podría ayudarme. Pero..."

    Rengo limpió sus ojos por un momento, torpemente, pues con las manos con sal se le irritaron aun mas; tardó un poco en recomponerse, pues incluso cuando quería ser serio, las cosas no le salían como él quería, por suerte Kohaku miraba hacia la arena.

    —Eran parecidos... tú y él —mencionó para después negar — Físicamente al menos — aclaró —Los tatuajes...—mencionó Rengo —... un sello de sangre; él tenía la habilidad de rastrear a cualquiera si tenía en su poder un poco de sangre de la persona a buscar. —mencionó para explicarse mejor — Seguro ese sello serviría para poder rastrearlo con facilidad... a tu padre, pues es tu misma sangre. Y al ser tu padre seguramente también posee la misma energía espiritual que tú —dijo con naturalidad para después dejar ir un suspiro mientras miraba a la máscara en su mano — Podría ayudarte; ya no tengo mi energía espiritual pero aun tengo el conocimiento, y lo expandiré aun mas si voy al archivo en Kamakura —levantó la vista nuevamente hacia Kohaku, aun con los ojos irritados, trató de colocar su mano en su hombro; pero se detuvo. Regresó su mano y sostuvo la máscara con ambas —Un favor a cambio de la calma que me has dado —se le notaba mas tranquilo a pesar de que aún había melancolía en su voz— También quiero ayudarte a dejar ir la máscara —Sonrió —Tú lo has dicho ¿No? Aun tengo mi voz, así que pienso usarla.
     
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    Monpoke

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    Hablé de más, me deje fluir ante mis emociones y refleje mis sentimientos hacia Kojiro.

    ¿Orgullo? ¿Què es...? Un orgullo tan grande que dicta perder la vida contra quién te derrota, y sino lo hace deberás someterte a esa persona. Pero por la humillación, es inaceptable.

    La humillación, he vivido tanta en ella que la empiezo a desconocer.

    Realizó una reverencia antes se termine de marchar hacía la orilla. "Me disculpo de mí insolencia, haré caso de su advertencia y no volverá a pasar". Hablé en sinceridad, aquellas palabras no debieron salir.

    Seguí detrás de èl luego de unos segundos, agregando un pequeño comentario a medida nos acercamos a la orilla. "Estoy a favor de informarle que transmití mí nombre como discípulo de su escuela durante la guerra". Termine sin muchas palabras.
     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Pobre desgraciado, un día lo iba a matar yo de preocupación o directamente de la tensión que le metía en el cuerpo cuando se me ocurría molestarlo. La ventaja era que estaba más que acostumbrado a pasar enfadado o tenso, así que me iba a costar unos buenos intentos. Lo había notado tragar grueso y tal cuando le recordé que no estábamos allí solos, aún así como había seguido hablando al final pareció que no le importó lo suficiente para hacer nada al respecto.

    Había que verlo nada más.

    Muy cara de perro viejo y lo que quieras, pero dos caricias en el lomo y ya estaba.


    De cualquier forma, noté su sonrisa apenas un instante antes de recargar la frente en su pecho y entendí que sí, este idiota definitivamente necesitaba que le dijera directamente que lo amaba. Había muchas cosas que se daban por sentado, el cariño que le profesábamos a las personas de vez en cuando era una de ellas y por eso era necesario reafirmarlo con la voz. Es más, teniendo en cuenta que no sabíamos si íbamos a regresar vivos quizás debimos dejarlo dicho cuando Ukita nos mandó a ver el mar.

    Me has devuelto a la vida en muchos sentidos.

    Me dejé hacer cuando volvió a abrazarme, de hecho también relajé el cuerpo justo como había hecho él bajo mi tacto y correspondí el gesto sin siquiera pensarlo. Porque si a él había de dejado de interesarle que tuviéramos ojos encima, la verdad es que a mí me importaba mucho menos, así que no había mucho que hacer al respecto.

    —Fue lo que siempre quise hacer por ti, no te voy a mentir —dije en voz baja—. Así me que alegra haberlo conseguido.

    Le dediqué un par de caricias amplias en la espalda antes de removerme un poco entre sus brazos, no era para romper el contacto ni nada, porque la verdad era que la calidez de su cuerpo había silenciado el ruido que tenía en la cabeza. Lo único que hice fue librar mis brazos para poder llevar las manos a sus mejillas, lo hice inclinarse y le dejé un beso en la frente.

    —Te lo diré más seguido, no vaya a ser que se te olvide —añadí después, retirando mi tacto de su rostro.

    Volví acomodarme entre sus brazos, porque la verdad no se me apetecía nada más y tomé aire despacio, llenándome los pulmones. Ahora más que nunca sentía el cansancio en el cuerpo y en la mente, pero aún así había que estar más muerto que vivo para no notar ciertas sensaciones. No sabía de dónde venía en específico o de quién más bien, pero sentía ojos encima, quería decir, una mirada de esas que uno no puede ignorar del todo a pesar de quererlo. Quizás también en parte por eso me había quedado en medio de aquel abrazo que me hacía las veces de refugio.


    qué mal momento para tener público oye, prefiero a Jiin jodiendo cosas (???
     
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  19.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Kohaku Ishikawa
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    Al menos, pensé, este pecho desprovisto de emociones me permitía mantener la entereza, seguir hablando y enfocarme en convocar las brisas en vez de desarmarme junto a quien llorara frente a mis ojos. Era una virtud o una desgracia, nada nuevo bajo el sol, y en este breve momento lo agradecía. Agradecía la capacidad de embotellar el dolor, la melancolía, y apartarlos a un lado para hablar y hablar sobre dolores, melancolías y voces ajenas.

    Como si nada.

    Lentamente, Rengo comenzó a calmarse un poco. Había bajado la mirada, incapaz de enfrentarlo sin mi máscara, de modo que aguardé en silencio hasta volver a recibir su voz. Me explicó brevemente muchas cosas, algunas que ya sabía y otras que me confundieron, lo suficiente para fruncir apenas el ceño y alzar la mirada.

    —¿Energía espiritual? —repliqué, algo dubitativo—. ¿Qué es eso?

    Ahora cobraba sentido por qué Itami se había hecho con algo de mi sangre para embarrarla sobre sus tatuajes. Vaya, sonaba a una habilidad de lo más extraña. ¿Sería por ser sacerdote?

    El archivo de Kamakura.

    Quería ayudarme.

    A dejar ir la máscara.


    Alterné la mirada entre el accesorio y sus ojos, algo incrédulo. Acabé por sellar los labios, que ni cuenta me había dado los tenía entreabiertos, y un sonrojo algo incómodo me asoló las mejillas. Era... era la primera vez desde Chiasa que alguien lo mencionaba, que pretendía quitarme la máscara de encima. Y era cálido, ¿verdad? Así siempre me hubiese negado en el pasado, puesto cientos de excusas, siempre albergué en mi pecho la certeza de que oír tan simples palabras era como el chisporroteo de una pequeña fogata.

    Recibí su sonrisa, que me quitó un peso de encima y la reflejé con timidez, asintiendo. Vaya, de repente los roles se habían invertido.

    —Gracias. —No especifiqué con qué pretendía recibir su ayuda, una parte de mí no estaba listo para admitirlo, pero si alguien deseaba hacerlo... pues tampoco encontraba ya la fuerza para negarme—. ¿Volverás a Kamakura, entonces?

    La noticia del ataque que la ciudad había sufrido palpitó contra mis ojos y pasé saliva, reuniendo un poquito más de convicción.

    —¿Serviría... serviría de algo si voy contigo, Rengo?
     
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  20.  
    Bruno TDF

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    Togashi

    Shizuoka

    “A mí también me alegra que hayas vuelto amigo. Solíamos ser tres, Kenzo, tú y yo. Ahora somos dos, no puedo evitar sentir cierta amargura.”

    Hideyoshi sonaba afligido por la pérdida de Kenzaburo. Ambos compartían la misma amargura por la partida del samurái con el que habían compartido tanto tiempo sus caminos, sobre todo en Gifu; pensó que si a él le pesaba que aquel guerrero ya no estuviera, cuando no sabía definir si fueron amigos, sin dudas Hideyoshi lo estaría padeciendo más, parecían llevarse bien.

    Luego su amigo mencionó algo sobre un sueño cumplido, algo que aplacó un poco su propia desazón para dar paso a la intriga. Escuchó con atención lo que Hideyoshi había soñado sobre él y sobre Kenzo, lo cual le pareció sorprendente debido a las coincidencias presentes.

    Estuve a punto de morir en batalla —dijo, mirando hacia el faro ardiente—. Me uní a un ataque de mi infantería contra el primer escuadrón que nos cruzamos. Pero los Taira, pese a que acababan de perder a su comandante bajo mi katana, respondieron con fiereza y mataron a mis hombres uno a uno, y yo acabé derribado en el suelo. Un Taira estuvo a punto de rematarme, pero mi médico se interpuso en el último instante… dándome otra oportunidad a cambio de su vida —cerró los ojos, mostrando calma por fuera pero con mucho conflicto en su interior, pues se sentía responsable—. No me considero una persona supersticiosa, por lo mismo tampoco creo en los oráculos pese a que tu sueño ha acertado en nuestras desgracias —abrió los ojos nuevamente y miró a Hideyoshi—. No estás delirando, es normal soñar con cosas que invaden nuestra mente, estoy seguro de que nadie ha parado de pensar en la guerra desde que llegamos a defender Shizuoka. Pero seguimos siendo nosotros, y no los sueños, los que tomamos la rienda de nuestro destino. Yo casi perdí la vida por una mala decisión, mi médico eligió sacrificarse por mí y estoy seguro de que Kenzaburo optó por luchar hasta su último aliento... —volvió a enfocar sus ojos en el faro donde despedían sus restos—. No lo conocía mucho, pero no me cabe duda de que eso era muy propio de un guerrero de su magnitud.
     
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