Colectivo de Pokémon - Shine on! Crónicas de un cazador

Tema en 'Fanfics de Pokémon' iniciado por Plushy, 7 Mayo 2018.

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  1. Threadmarks: Introducción
     
    Plushy

    Plushy PokéWriter Usuario VIP Comentarista destacado

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    Título:
    Shine on! Crónicas de un cazador
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    521
    Bienvenidos sean a este colectivo-compendio-casi actividad que no es la primera pero que espero sí logre tener éxito e.e

    Aquí tampoco se pretende crear una historia mega larga donde si un participante falla ya se quedó trunca, ya que el formato en esta ocasión será el de crónica.

    Resumen del proyecto:
    El famoso "Ladrón de colores" Clear es un veterano y el más famoso de los Cazadores de pokémon variocolor o "Shiny Hunters". Antes de poner un pie en la tumba se va en búsqueda de aquello que algunos llaman imposible: un legendario variocolor. Cada capítulo, en realidad, será una crónica a su pasado sobre cómo consiguió a cada una de sus capturas, desde que era un niño y se hizo de su pequeño amigo especial hasta el recuento de situaciones que nos hará pensar que este personaje no es precisamente un 'héroe ejemplar'; después de todo, no es el único en el oficio y seguramente hay quienes pagarían grandes sumas de dinero o incluso matarían por uno de estos ejemplares... literalmente.

    Cómo participar:
    Para participar sólo confirmen su participación en este tema con su Nick y el pokémon Shiny (no legendario) del que quieran escribir.

    Cómo se va a trabajar:
    Una vez pase la inscripción se seleccionarán al azar los turnos de los participantes. Cada uno deberá escribir un relato que en sí mismo sea autoconclusivo pero que a la vez nos permita llegar al objetivo del encuentro con el pokémon legendario, mismo que será escogido al azar más adelante.

    Considerando que en un entorno realista o al menos más pegado al anime los variocolor son sumamente raros y no los puedes sacar mediante softresets, cada captura se hará en una etapa diferente del protagonista. Por ejemplo, quien inicie la historia deberá escribir de cuando el personaje es un niño (posiblemente 10 años o incluso un poco menos). El segundo en escribir deberá hacerlo cuando el personaje tenga 14-15 y así sucesivamente hasta llegar a la vejez del personaje.

    El último capítulo (el del legendario) será redactado entre todos en un documento de google drive, para llegado ese momento se acordarán las horas y las fechas en las que nos juntaremos a escribir.

    Especificaciones de la historia:
    -El setting es original/basado en un entorno anime. Los personajes presentados no deben tener relación directa con los del anime (Ash, etc).
    -Lo que sí es permitido es tomar elementos generales como una organización criminal (existente u original), lugares de alguna región, items del juego, etc.
    -Los pokémon capturados en crónicas pasadas pueden ser libremente utilizados en las futuras (si de niño capturó un charmander, cuando sea adulto tendrá un charizard)
    -El protagonista no tiene una moral definida y esta puede ir variando a lo largo de la historia, eso sí, con su respectiva justificación del cómo fue cambiando su forma de pensar o actuar.
    -La historia puede tener tintes oscuros, pero no gore ni contenido sexual.


    Participantes.
    1. Plushy Berry - Mismagius
    2. Allister - Eevee
    3. Wicka - Scizor
    4. RamenBlaze - Charizard
    5. JoJoBaoh - Slowking
    6. Liza White - Umbreon
    7. El guardian del aura - Lucario
    8. Gold- Feraligatr
     
    Última edición: 9 Septiembre 2018
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    Plushy

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    Nah al diablo la organizacion... tiro dados como debí hacer desde el inicio

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    Plushy

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    Shine on! Crónicas de un cazador
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    A Clear nunca le habían gustado los Pokémon. Al menos, no a tal grado de querer ser alguna profesión que involucrara estar 100% pendiente de aquellas criaturas, como coordinador, profesor o, la más común, entrenador. No los culpaba, ni los despreciaba, pero se sentía incómodo a si estaba a su lado más de treinta minutos reglamentarios. Por ello es que sus opciones para ganarse la vida se reducían drásticamente a sólo unas cuantas; y aún así, a sus siete años, no estaba seguro de nada. Nada de lo que quedaba se le hacían lo suficientemente atractivo, no se veía siendo chef, ni presentador, estrella de TV o de Cine, tampoco sastre o doctor, mucho menos un biólogo o arqueólogo.

    En general, todo le estaba dando igual, lo único que si tenía seguro a su tierna edad, era que quería irse de Ciudad Marina para siempre y viajar por todo el resto del mundo. ¿Haciendo qué? Quién sabe. A pesar de ser un crío y poco más, era bastante maduro para su edad, y mucho más serio. El resto de sus compañeros de la escuela no dudaban en saltar hacia sus padres y gritarles hasta que la voz se les acabara cómo no podían esperar para crecer e iniciar sus viajes Pokémon, el inicial que esperaban tener, sus sueños de convertirse en campeones regionales y poco más.

    Desde muy temprana edad los habían estado acondicionando para que se preparan mentalmente para hacer un viaje y ganar medallas. Les enseñaban, con ayuda de dibujitos y caricaturas, el triángulo básico de afinidades y debilidades elementales; los ayudaban a acostumbrarse a los Pokémon con largas sesiones en un cuarto lleno de pequeñas crías de diferentes especies y diversos otros ejercicios para cuando llegara el día de “graduarse” e ir al laboratorio del Profesor Rowan para salir hacia una aventura a lo desconocido.

    La verdad, es que tampoco compartía la misma injundia de sus amigos. Durante las clases se aislaba lo más que podía, hasta que algún Pachirisu o Eevee se acercara lo suficiente a él de forma curiosa y, para no resultar grosero o maleducado, se ponía a jugar un poco con ellos hasta que se cansaran y se fueran por su propia voluntad. Durante las enseñanzas de afinidades, se ponía a dibujar sobre sus programas favoritos que poco o nada tenían que ver con los Pokémon, siendo su predilecto el de los Poke Ranger, donde sólo tomaban el nombre de una respectiva especie para hacer alusión al traje que llevaban puesto y poco más.

    Claro está, que como estaba en una escuela para forjar a los próximos entrenadores, sus profesores no lo veían con buenos ojos. De las seis horas que se pasaba en la escuela, cuatro de ellas estaba siendo constantemente regañado por los educadores, y las otras dos se las pasaba en la oficina del director, recibiendo pláticas y sermones sobre como estaba desperdiciando la educación que sus padres, con mucho esfuerzo, le estaban dando; que podía tener un gran potencial como entrenador si se graduaba de ahí y que el resto de sus talentos eran inútiles si no se dedicaba a capturar Pokémon y entrenarlos.

    Siempre se iba con un reporte a su casa y aquel día no fue la excepción. Después que la directora le dijera que iba a ser un completo fracaso, hastiada ya de su indiferente actitud, lo mandó temprano a hogar con dos hojas bajo el brazo; su respectivo reporte del día y un citatorio para hablar con sus padres.

    Clear nunca había entregado ningún reporte, en parte porque no quería mortificar más a su madre, en parte porque no lo creía necesario. Ella estaba consciente de la situación, pero se negaba a tomar cartas en el asunto por temor a enfurecer a su padre, un entrenador fracasado que se la pasaba más tiempo en algún lugar perdido, tratando inútilmente de ganar fama, que en casa. Era por él que estaba en esa escuela del demonio, pues su papá veía en él la forma de canalizar sus sueños frustrados y obtener a través de él la “gloria” que siempre se le fue negada. Pensó que meterlo a la escuela más cara y reconocida de la ciudad lo haría pulir sus “talentos en bruto” y saldría siendo el mejor.

    La verdad es que Clear podría tragarse todo su sentir y hacer lo que sus padres querían, pero no tenía las ganas ni la motivación de ir por un sendero por el cual sabía que iba a ser sumamente infeliz.

    Hace algunas semanas había tenido una charla con su madre, sobre el hecho de que lo sacara de la escuela y usara ese dinero para mejorar la casa. Tener una cocina bonita, un cuarto en condiciones, que se sintiera más como un hogar y menos como una construcción de ladrillo a medio hacer. Sin embargo, las respuestas siempre eran desfavorecedoras.

    «Tu padre trabaja mucho para darte esa educación. No te preocupes por la casa, lo que queremos es que salgas y seas un gran entrenador. Sé que cuando el día llegue nos sabrás retribuir adecuadamente»

    Se lo decía con tanta dulzura y amabilidad, que siempre terminaba sintiéndose un poco culpable. No obstante, la culpa no era suficiente para impulsarlo. Ni lo serían los regalos costosos que su padre le traía de vez en cuando de regiones distantes, ni tampoco darle el equipamiento adecuado cuando ya fuera lo suficientemente mayor para usarlo.

    Cuando llegó a la gran puerta gris de su casa, despintada y cayéndose a pedazos de lo mal cuidada que estaba, tuvo un gran impulso de huir. Dejar sus cosas y huir, alejarse lo más posible de sus padres y de toda la presión que le imponían conscientemente sobre sus hombros. Lo único que lo retenía para hacerlo, era que, desgraciadamente, tenía que tener un Pokémon para defenderse a donde quiera que fuera; tenía que tener los conceptos de batalla bien aprendidos para poder ganar un poco de dinero al principio y mantenerse. Así que tuvo que reprimir de nuevo esos impulsos y entrar casi arrastrando los pies.

    Su madre se encontraba en la cocina, preparando un Magikarp al la Meloc. Era bastante joven para ser ama de casa, fácilmente, si lo quería, podría dedicarse a la coordinación o modelaje. Pero se había embarazado cuando tenía apenas dieciocho años, y su padre la convenció para que dejara todo y él fuera el principal proveedor de la casa, mandandole una pequeña cantidad de dinero para que pudiera sobrevivir criando a su retoño mientras él viajaba. Era una mujer enamorada, amable y quizás amaba demasiado, porque desde que él nació, no volvió a tener las fuerzas para dedicarse a nada más.

    Quiso pasar de largo e irse rápido a su cuarto para cambiarse e ir a casa de Smokie, uno de sus mejores amigos, o más bien, el único que tenía, él único que lo comprendía, pero un ruido proveniente de la sala lo alertó. Ahí, sentado y con una cerveza en la mano, se encontraba su padre viendo uno de los tantos campeonatos regionales por el cable, babeando a cada tanto cuando salían comerciales de modelos promocionando tal o cual servicio, y gritando como idiota cuando uno de sus entrenadores favoritos perdía algún combate.

    Al parecer se le quedó viendo demasiado tiempo, pues su progenitor pronto notó su presencia y se levantó del sillón con una sonrisa en el rostro.

    -¡Ahí está mi pequeño campeón! Vaya, has crecido mucho desde la última vez que te vi. ¿Qué tal te parecieron esas zapatillas deportivas último modelo que te mandé de Aiwass? ¡Seguro las estás guardando para cuando empieces tu viaje!-Exhaló con suma alegría, envolviéndolo en sus fuertes brazos y alzándolo por los aires como si no pesara nada.

    -¿Llegaste tan temprano, Clear? ¿Qué pasó?-Preguntó con suma preocupación su madre, desatendiendo el pescado para prestarle atención.

    A diferencia de su padre, que sólo había estado en su vida en momentos escasamente puntuales, su madre sabía que cuando llegaba temprano era porque algo había pasado, no sabía nunca con exactitud qué, y él siempre le mentía, pero tenía un ese instinto de madre que le decía que algo andaba mal. No planeaba decirle la verdad, no ahora al menos, así que prefirió volver a mentir para evitarle un disgusto.

    -Me habías dicho que papá venía hoy. Así que pedí permiso en la escuela para venir a verlo, con eso de que nunca se queda mucho tiempo en casa antes de ir a su próximo viaje...-Trató de justificarse. Si era completamente sincero, la verdad es que había olvidado por completo que su papá llegaba por esas fechas y es que tampoco le importaba mucho.

    -No tienes que preocuparte, Clear. ¡Esta vez me quedaré varios meses! Ir a Aiwass fue lo peor que pude haber pensado. Aún eres pequeño, pero cuando seas mayor te contaré todo lo que vi y viví. Apenas y salí de ahí por pura suerte.-Comentó su padre con ánimo.-¡Y te traje otro regalo!

    El niño esperó otro par de zapatos, pokébolas exóticas, alguna otra colección de medallas o piedras evolutivas, pero no lo que salió después. Su padre fue al patio trasero y, cuando volvió, traía entre sus brazos a un pequeño Growlithe con un pañuelo rojo alrededor del cuello que decía “para mi adorado hijo”.

    Un Pokémon.

    Genial…

    El can rápidamente saltó de los brazos del entrenador y fue corriendo a olisquear a su nuevo “amo”. Clear apenas y podía contener la creciente incomodidad que sentía de tener al cachorro tan cerca de él, y si pudiera decirlo en voz alta, ya hubiera gritado a los cuatro vientos que quería que el perro se alejara su vista.

    -Ehh… ¿Gracias?-Su voz salió un poco quebrada y asustadiza, la verdad es que lo que más quería ahora era correr.

    -Más fuerte hijo, tu padre no te escuchó y seguro pasó por mucho para traerte a tu primer Pokémon.-Le animó su madre, feliz por ver como el cachorro saltaba alrededor de Clear. Siempre pensó que el desagrado de su hijo a los Pokémon era más una fase que una cosa real, debido a que nunca había interactuado con uno.

    -Gracias.-Dijo de forma más audible, aunque con el mismo tono desganado que antes.

    Su madre lo miró mal, pero su padre pareció no enterarse y le sonrió de igual manera.

    -¡Lo mejor para mi pequeño! Después de todo, un campeón debe comenzar a entrenar buenos Pokémon; sólo mira a tu viejo, tiene todo lo necesario, pero las malditas confederaciones de ligas le tienen tanta envidia que siempre lo hacen perder.

    «Conspiraciones contra ti, sobre todo. Claro que sí.»

    -¿Participaste entonces en la Liga de Aiwass, querido?-Preguntó su mujer, anhelante. De algún modo esperaba que su marido le dijera que sí, lo hizo, y conquistó la copa, pero que por diversas circunstancias no la traía consigo ahora.

    -Hubo ciertos… problemas.-Notó como el tono de su padre pasaba de ser animado a uno más sombrío y enojado.-¿Porque no vas a jugar con Fay, hijo? Tu papá tiene que hablar de ciertos temas.

    Y le había puesto nombre a su “primer Pokémon” sin consentimiento alguno. Pero no podía quejarse, era un precio a pagar para evitar escuchar las constantes quejas y maldiciones de su progenitor contra la vida, las diversas regiones y su desdicha de nunca poder conquistar nada. A veces sólo eran llantos descontrolados y otras veces problemas de ira que se transformaban en cosas rotas y su desaparición por otros dos años más.

    Fue caminando a la casa de Smokie, siendo seguido muy de cerca por Fay. Había intentado alejar al cachorro de todo tipo de maneras mientras iba a la casa de su amigo; lanzándole piedritas, tirandole tierra en los ojos, con amenazas de golpes y tratando de aventajarlo en una carrera para perderlo de vista.

    Y ninguna funcionó.

    Si hubiera prestado atención en clase, hubiera sabido que los Growlithe eran condenadamente fieles a quienes consideraban sus amos, fuera la primera vez que los vieran o no; además, poseían un olfato envidiable y era difícil perderles el rastro. Si hubiera sabido eso antes, no se habría desgastado tanto cuando llegó con Smokie y quizás hubiera tenido más ganas de hacer alguna cosa más.

    -¡Clear, ya era hora que llegaras maldito…!-Smokie lo recibió con el mismo vacile de siempre, pero se quedó helado al ver al cachorro al lado de su amigo.-¿Qué tragedia sucedió para que tengas a un Pokémon a tu lado?

    -No preguntes, Smokie…

    Lo empujó y se abrió paso hacia la sala, donde quedaban algunos restos de palomitas, papas fritas y refresco.

    -Mamá está en el laboratorio investigando la nueva manada de Gastrodon que llegó ayer, así que no vendrá hasta medianoche.

    -¿Dejó comida?

    -Tú siempre estás pensando en eso. Pero sí, hay estofado y ensalada.

    Le avergonzaba un poco pedir comida, siendo que en su casa siempre había al menos un plato para él. Pero entre que su padre se comportaba muy bestia y su madre preparaba cosas visualmente deliciosas pero con sabor horripilante, prefería aguantarse algunas horas el hambre hasta llegar a casa de su mejor amigo.

    Smokie era todo lo contrario a él; sus padres eran renombrados biólogos de la región, pero no por ello le habían impuesto un rol que seguir a su hijo. Lo dejaban ser niño, y mostraban particular interés por cualquiera de sus actividades aunque no esta no fuera de su campo. Lo animaban y apoyaban; y a pesar de estar ausentes la mayoría del tiempo por viajes o por estudios, siempre le hacían saber que lo querían de una u otra forma.

    -Mamá dice que esta vez la manada de Gastrodon vino con un acompañante muy particular…-Mencionó casualmente el otro niño. Smokie sabía que todo lo que dijera relacionado con Pokémon era de poca importancia para Clear, pero aún así era buen oyente.-Un Feraligatr.

    -¿Puedes darle de comer a Fay? No creo que la comida de tu mamá le caiga bien a un Pokémon…

    -¿Así que le pusiste nombre? Wow, vamos escalando rápidamente.

    -Se lo puso mi padre.

    -Bueno, te decía, mamá dice que vio a un Feraligatr con ellos. Cosa sumamente extraña, dado que ellos se alimentan principalmente de Gastrodon y viven en aguas un poco más dulces. Me ha dicho que es un ejemplar mucho más agresivo, más grande, y con un color extraño. Si me lo preguntas a mí, creo que me está mintiendo; en la escuela nunca nos han enseñado sobre Pokémon con colores raros y ni con patrones de conducta tan extraños o que sean vistos en hábitats que no les pertenecen. Seguro solo quiere emocionarme para que tenga algo de que hablar en la escuela.

    -Es tu mamá, ¿por qué te mentiría así? Te lo creo si fuera mi papá tratando de hacer que me interesara más por las competencias, pero tu mamá no es esa clase de persona.


    -Ya te dije, para emocionarme. Últimamente le dije que a ninguno de nuestros compañeros le interesa hablar conmigo porque me consideran aburrido y no comparto su mismo ánimo para irme de viaje.

    Terminó de calentar el estofado y servirse las verduras. Le dedicó una mirada expectante a su amigo, quién sólo se encogió de hombros y le tiró una palomita de maíz a Fay.



    -¿Por qué no vamos al laboratorio de tu madre para constatar que sea verdad?-Preguntó Clear entonces, interrumpiendo el silencio que se había formado entre ellos.


    -Tengo tarea. A diferencia tuya, yo si la hago. Además ¿no qué te incomodaban los Pokémon? Estás como a cien metros de tu inicial y te niegas a darle de comer, siendo que es tu obligación.


    -Por eso te dije que si podías alimentarlo tú.-Suspiró pesadamente.-Y lo decía para constatar que tu madre esté diciendo la verdad. No sé, todos los días no ves algo parecido.

    -¿Y tú que pintas ahí? Sólo irías a que te de más ansiedad.

    -Porque, aunque no me gusten, quiero ver algo extraño. No sé… tengo curiosidad.

    -Amigo, eres demasiado raro.


    Salieron inmediatamente cuando Clear llenó su estómago, siendo seguidos por el vivaracho perrito como si fueran a algún tipo de expedición. El Laboratorio no quedaba lejos y no era como si fueran a escabullirse para entrar sin permiso alguno; los guardias ya los conocían, ya fuera por las expediciones del colegio o porque la madre de Smokie los llevaba para vigilarlos cuando eran mucho más pequeños.

    Entraron por los pasillos menos concurridos, con el afán de no chocar contra algún investigador y por ende, distraerlo de su trabajo. El edificio no era muy grande, pero tenía la suficiente tecnología para que cualquier investigación pudiera ser llevada a cabo. Algunos adultos los saludaron de forma seca mientras los veían pasar y ni molestaron en preguntar por el Growlithe que los acompañaba, estaban demasiado ensimismados en su propio estrés que apenas y se dieron cuenta del cachorro. Dieron vuelta en varios pasillos hasta llegar a una puerta grande de color azul y la empujaron para abrirla, aunque no fue lo suficientemente sutil para evitar que esta rechinara y, por consecuencia, alertara a quienes estuvieran adentro de su presencia.

    La madre de Smokie los recibió antes de que siquiera pudieran pasar a la sala; tenía el cabello rojo desarreglado y las ojeras contrastaban mucho con su blanca piel y ojos verdes, pero aún así se dignó a darles una sonrisa cuando vio a ambos niños. Los dejó pasar, después de todo había un vidrio protector que los separaba herméticamente del otro lado del cuarto, donde se llevaban a cabo algunos frotis de piel, se ponían collares de rastreo y, en general, preparaban todo para tener estudios constantes de la inmigración de los Pokémon marinos que llegaban a la playa de Ciudad Marina.

    Llegan justo a tiempo, niños.-Les sonrió y les señaló el vidrio.-Fue una odisea, pero logramos sedarlo.

    -¿Al Feraligatr brillante?-Preguntó Smokie en tono de burla, seguía pensando que todo era un invento y su madre lo estaba llevando más allá.

    -¡Es cierto!-Exclamó entonces Clear con sorpresa. Él había sido el único que se había pegado al vidrio para ver que clase de procedimientos los científicos estaban llevando a cabo, sin ninguna esperanza de que el cuento de la madre de Smokie fuera verdad.

    Pero se equivocó.

    Nunca había visto nada igual, y sentía como si estuviera frente a algo hermoso y etéreo que se desvanecería si era tocado por sus manos impuras. Ningún Pokémon le causaba impresión, los consideraba meras criaturas útiles que tenían una relación simbiotica con los humanos para un beneficio a partes iguales. Pero… sus pensamientos se fueron a la basura en cuanto el brillo de la sala enfocó al lagarto que los científicos tenían custodiado para sacar muestras de diversa índole. El Feraligatr era mucho más grande que cualquier otro, con escamas que parecían navajas de forma individual, con un brillo que resaltaba aún en la luz artificial del recinto. Sus fauces estaban entreabiertas, mostrando colmillos largos y puntiagudos, como los de una criatura de pesadilla. Sus garras se mantenían afianzadas a la cama metálica por medio de grilletes especiales, pero eran lo suficientemente gruesas como para rebanar a un humano en dos como si fuera mantequilla; el azul de su cuerpo era mucho más fuerte, pero la coloración de sus crestas, las cuales usualmente iban pigmentadas de un intenso color rojo, saltaban a la vista de forma inmediata al ser de un azul casi eléctrico. Era una bestia digna de admiración y temor, a partes iguales.

    Feraligatr entonces se movió en un espasmo violento cuando un investigador lo pinchó para sacar un poco de su sangre y otra frotó uno de sus colmillos para obtener una muestra de su alimentación. Al parecer la anestesia no lo había noqueado totalmente, puesto que se veía en la criatura pequeños atisbos de consciencia. En cualquier momento podría despertarse y huir, y antes de eso debían hacer otras varias pruebas, además de ponerle un collar rastreador para poder investigarlo más a detalle.

    Otro pinchazo, otro espasmo.

    -Llegó con nuestra usual manada de Gastrodon. Algo completamente histórico siendo que son sus presas por naturaleza. En los exámenes que le pudimos hacer antes de que ustedes llegaran, descubrimos que su dieta está más que nada compuesta por platas, bayas y algunos minerales. Algo también sorprendente dado su tamaño y fuerza.-Interrumpió la madre de Smokie, sonriendo de lado a lado.-¿Ven que todo era cierto? Estas cosas no se dicen a la ligera, niños.

    Pero ya nadie le estaba prestando atención, pues incluso su hijo se unió para ver a través del vidrio los diversos análisis que se le estaban llevando a cabo. La mujer sonrió y por mero instinto llevó su mano al saco de su bata; tanto estrés y tantas horas sin sueño, lo menos que podía tener por todo eso era un cigarillo. Tomó el pequeño rollo entre sus manos y se lo llevó a la boca, pero antes de encenderlo se acercó a los niños y puso sus manos en sus cabezas.

    -Sí todo sale bien, podrá ponersele un collar de rastreo y así saber más de él. Podremos investigar más su genoma y saber si su extraño comportamiento se debe a la mutación de su color; o bien, si hay otras cosas más en su biología que desconocemos. Seremos el primer laboratorio en…

    ¡ALERTA ROJA!

    ¡ALERTA ROJA!

    ¡TODOS LOS LOS INVESTIGADORES EVACUEN EL ÁREA!

    El vidrio entonces se tornó rojo, con letras amarillas que pintaban la advertencia. Atrás, a pesar de los tonos que impedían ver bien la imagen con claridad, más se notaba como una mancha de un color azul resaltante, rompía las cadenas que la apresaban y procedía a destruir todo a su paso. Clear fue lo suficientemente observador, para notar como en medio del caos el lagarto parecía no estar en un frenesí agresivo. Más bien, actuaba en medio de confusiones y mareos, pues su enorme cuerpo se tambaleaba de vez en cuando en busca de una salida.

    Notó, también, como los investigadores se replegaban hacia atrás para evitar la furia de su espécimen. Feraligatr rompía todo a su paso; envases, jeringas, cualquier cosa que estuviera a su alcance terminaba hecha pedazos. Hasta que, de un momento a otro, de un exabrupto, se tiró al la pequeña piscina que fungía como canal de conexión entre el laboratorio y el mar. Cuando el enorme ser se perdió entre las aguas, la alarma cesó. Y con ello el desastre y los ladridos de Fay.

    -¡¿Quién abrió la compuerta y aflojó las cadenas de Feraligatr?!-Gritó la madre de Smokie por uno de los comunicadores que tenía a la mano.-¡Esto no fue una casualidad! ¡Y quién lo haya hecho está despedido!

    La mujer parecía una persona completamente diferente cuando estaba enojada, y tanto Clear como Smokie era la primera vez que la veían así. Podría ser quizás a veces una madre exigente, pero ella siempre se aseguraba de estar ahí cuando su hijo la necesitaba; incluso había ido tan lejos para “adoptar” a su amigo y cuidarlo como si fuera suyo. Nunca se molestaba con ellos a pesar de estar cansada, así que verla bajo aquella nueva luz era un descubrimiento aterrador.

    Clear dejó de escuchar cuando la Dra. Logró dar con el culpable de todo aquello. Un pasante que podía fácilmente confundirse con un fideo humano, con pecas por todo su rostro y lentes de botella, el cual temblaba ante la figura de la imponente mujer.

    Estaba claro que esa era su señal de salida, por lo que él, Fay y Smokie evacuaron cuanto antes del laboratorio, pues no querían escuchar como el pequeño desgraciado era vuelto trozos inservibles de carne humana y su frágil autoestima se quebraba y rebotaba por los suelos.

    Smokie lo invitó a dormir a su casa, a sabiendas que si Clear volvía a la suya, seguro lo esperaba una serie de cuestionamientos diversos que su amigo no tendría ganas de responder, lo que lideraría a una muy posible pelea. Sin embargo, a pesar de todo eso, Clear decidió volver, bajo la excusa que soportaría los regaños y las peleas dado que tenía algo más importante que investigar y hacer.

    El camino fue corto, para su desagrado personal. No podía quitarse de la cabeza la imagen de aquella criatura, tan hermosa e imponente como ninguna otra. Y la quería, la quería para él. Clear sabía que no iba a ser un entrenador Pokémon, mucho menos un investigador, doctor o biólogo, pero quería aquello que lo había cautivado. ¿Cómo trofeo? Estaba seguro que no lo quería dañar, siquiera pensar en lastimar a ese Feraligatr o cualquier otro como él, le daba náuseas y lo ponía enfermo.

    ¿Cuál sería la palabra correcta para ponerle un nombre a su capricho? Quizás no lo sabría hasta más adelante, pero no es como si eso le importara mucho. Ahora, su objetivo primordial, era investigar todo lo que pudiera sobre la especie; el conocimiento de tu “presa” es el poder que necesitas para poder capturarla.

    No quería seguir los pasos de su inútil padre, pero debía admitir que si quería lograr su objetivo, conocer las bases del entrenamiento Pokémon era algo necesario para avanzar.

    Cuando abrió la puerta de su hogar, no se encontró con sus padres mirándolo acusadoramente. Al contrario, su padre se encontraba noqueado en el sofá, con la televisión prendida y un montón de botellas de alcohol a su alrededor. Dado el bajo volumen del aparato, no fue difícil para él distinguir los sollozos de su madre, encerrada en la habitación matrimonial.

    La escena la había visto ya tantas veces, repitiéndose siempre en intervalos diferentes, para evitar la monotonía. Sin embargo, ya no causaba en él el mismo impacto que antes.

    Y no era por ser insensible, pero sabía que sus esfuerzos poco o nada calmarían a su deprimida madre.

    Así que decidió pasar de largo, directo a su habitación. Era momento de desempolvar uno de los viejos Pokédex que su padre le regalaba siempre que regresaba de viaje.

    Cuando encontró el aparato, ya medio oxidado por la humedad de su cuarto y lleno de polvo por el desuso, sus esperanzas se rompieron. Esperar que esa cosa encendiera era de optimistas, pero no supo porque entonces aún así lo intentó. Presionó el botón y ninguna luz salió del Dex… y tuvo la imperiosa necesidad de soltarlo para que se hiciera añicos. Estaba cansado, física y emocionalmente; el único Pokémon que había despertado su interés había desaparecido, quizás para siempre y se estaba aferrando a una esperanza tenue, pensando que quizás si conseguía información de su especie, por mínima que fuera, pudiera reunir las fuerzas suficientes para encontrarlo y hacerlo suyo.

    Por mero capricho volvió a presionar el botón, y de nuevo una pantalla negra. Apretó los dientes y pensó en aventarlo contra la pared, a pesar de lo imprudente que sería eso, pues despertaría a su padre de su sueño etílico y seguramente lo golpearía al ver su preciado aparato destrozado.

    Como tantas otras veces había pasado, aunque sin el daño tecnológico y “sentimental” de por medio.

    Iba a dejarlo en la cama y cambiarse para dormir, pero un tenue brillo captó su atención por el rabillo del ojo. La Dex funcionaba, pero al parecer su software era tan viejo que se había tardado en arrancar; con mucho cuidado, sabiendo que cualquier movimiento brusco podría provocar que el aparato se apagase para siempre, navegó por el menú hasta encontrar la información que buscaba.

    Pero no había nada nuevo, salvo quizás sus datos de altura, peso y los datos que podía aprender.

    También decía cosas como su dieta, hábitat, y carácter habitual, pero nada de eso le servía ya que el espécimen que había visto era demasiado diferente. Físicamente como en comportamiento, ya se lo había dicho la madre de Smokie aquel día.

    Dio un scroll más abajo, esperando encontrar algo más, y se encontró las debilidades de un tipo agua puro como él.

    Planta, Eléctrico.

    Dio un vistazo a Fay, ya enrollado en sus sábanas y dormido.

    Un tipo fuego como él nunca podría ayudar a capturarlo.

    Sin embargo, estaba consciente que el perro era el único Pokémon que tenía consigo y no podía abandonarlo así sin más; no era justo. No le agradaba la idea de tener un chucho siguiéndole a todos lados bajo una devoción y lealtad irritantes, pero no era un niño insensible y cruel como para abandonarlo a su suerte dentro de una caja dentro de la ciudad. No creía en esas sandeces de los lazos de amistad entre humano-pokémon, pero se mentiría a si mismo si dijera que el cachorro no le dejó una impresión.

    Apuntó el aparato hacia Fay, evitándose el tener que buscar manualmente y el Dex comenzó a recitar en tono roto y bajo todas las cualidades del cachorro. Luego presionó accidentalmente un botón y también le enumeró todos los ataques que podía aprender en esa etapa.

    Lamentablemente, no había ninguno en el repertorio de un Growlithe que le pudiera servir para su propósito.

    Por mera curiosidad, dio un scroll a la evolución de su Pokémon, y volvió a presionar el botón de antes con el fin de saber que ataques Fay adquiriría al evolucionar.

    Cuando la voz mecánica del Dex describió lo que podía hacer Colmillo Rayo, los ojos de Clear se iluminaron por un breve instante, como hace muchos años no lo hacían.

    Se fue a dormir con una sonrisa, consciente de que su travesía apenas comenzaba.

    Investigó todo lo que pudo, preguntó todo lo que pudo; entrenaba como nadie y exprimía hasta el último pokédolar en la cartera de su padre, aprovechándose de su deseo frustrado de ser campeón de alguna liga. Porque su progenitor no servía para nada más que proveer lo que pudiera de su miserable salario, no era más que una herramienta necesaria para su plan.

    Fue gracias a él que logró conseguir cinco Ultraballs, necesarias si quería tener una captura exitosa.

    Fue gracias a la madre de Smokie que se enteró que aquel Feraligatr se había establecido como alfa en una manada de Gastrodon, la misma que los visitaba regularmente en época de apareamiento, cuyas fechas siempre caían cerca de las vacaciones de verano.

    Fue por ella que se enteró que el mismo Feraligatr había procreado unos Shellos bastante fuera de lo común, no igual de especiales que su padre, pero en los meses subsecuentes encontraron que eran mucho más grandes, fuertes y resistentes que cualquier otro gracias a que uno de los investigadores se dio cuenta de los extraños patrones que adornaban los resquicios de algunos cascarones de sus huevos, y una prueba de ADN bastó para clarificar que tenían ADN de Feraligatr entremezclado.

    La Dra. también le dio unos cuantos libros de biología y algunas de sus investigaciones pasadas, gustosa al creer que estaba forjando un futuro investigador, aunque realmente desconocía el motivo por el cual Clear era tan insistente.

    Su pequeño anhelo se terminó por convertir en una obsesión.

    Fue tan lejos como para adelantar su graduación, y así, después de tres años, la etérea ilusión de su padre había llegado a una realidad. Sus calificaciones habían despuntado después de su encuentro con el lagarto y la Academia estaba dispuesta a concederle dos items, cualesquiera que quisiera, para poder iniciar su aventura más cómodamente.

    Y si bien podría haber elegido un Pokédex exclusivo, una medalla de gimnasio o cualquier otra cosa que otros codiciarían por tener en tan temprana etapa de su profesión, él se decantó por lo más simple; una piedra fuego y una escamacorazón.

    Cuando su padre lo riñó por la decisión tan poco acertada, a Clear no le importó. Se aguantó los golpes y las patadas, sin derramar ni una sola lágrima, sin quejarse; se aguantó los chillidos de su madre, y sus palabras llenas de decepción.

    Porque él tenía un plan, y necesitaba precisamente lo que había pedido para lograrlo.

    Fay se había hecho muy fuerte con el paso de los años, con él podía vencer a Volkner bajo las reglas estándar en un uno a uno si se lo proponía, pero no quería que su cachorro siguiera manteniendo la figura de un Growlithe. Los años de entrenamiento no habían sido sólo para volverlo una herramienta, sino para que al mismo tiempo pudiera aguantar una evolución forzada de manos de su entrenador.

    Cuando colocó la piedra enfrente de su can y una luz envolvente no tardó en aparecer. Fay aún no estaba del todo listo para poder transmutarse completamente, pero aguantó los minutos de evolución con valentía; no chilló, no lloró y cuando al fin el brillo desapareció de su cuerpo, su forma había cambiando completamente. Era mucho más alto, robusto y veloz, aunque cuando Arcanine trató de moverse se encontró con que su peso era un inconveniente y sus movimientos no eran del todo totalmente ágiles.

    Sin embargo, Clear se conformó con eso.

    Lo siguiente que hizo fue obligar a Fay a recordar, llevándolo con un hombre que decía tener fama de poder hacer recodar ataques a sus Pokémon. Ahí se gastó su escamacorazón, pues era el precio a pagar.

    Arcanine terminó mucho peor después de eso, pero ¿qué importaba? Fay aún le era útil y más le valía que siguiera siendo útil por el resto de su vida.

    Había preparado todo a lo largo de tres años, y esos habían sido los detalles finales. No iba a dejar que pequeños deslices arruinaran su plan más longevo hasta el momento. Ahora sólo quedaba el encuentro final. Y sabía como propiciarlo.

    Las noches de lectura que pasaba en vela y los regaños y desprecios por parte de su padre no habían sido en vano, pues sabía de memoria las fechas para las cuales para el apareamiento de los Gastrodon. Así que sólo esperó…

    Esperó hasta que pasaran las fechas del apareamiento y esperó hasta que los huevos de Gastrodon hubieran quedado enterrados en la arena para acercarse. Si aquel Feraligatr tenía una mínima remembranza con sus congéneres, sería en su carácter. Y a pesar de que su teoría podía llegar a fallar dado que en todos esos años el lagarto había demostrado comportarse diferente, había algo dentro de él que le decía que funcionaría.

    Y acertó.

    Cuando llegó al rincón más inhóspito de la playa, oculto a simple vista para cualquier turista o curioso, se encontró con un nido muy particular. Los huevos eran rosas con ligeras tonalidades azuladas y rojas, y entonces supo que eso era lo que estaba buscando.

    Alargó la mano para tocar uno de los cascarones y entonces…

    Tal y como lo esperó, unas mandíbulas salieron de la arena, dispuestas a arrancarle la mano.

    Un buen padre protegía a sus crías, aún sí eso significaba tener que adoptar costumbres poco ortodoxas para ello.

    El lagarto salió de la tierra, dispuesto a ahuyentar al humano que osó perturbar el nido de sus retoños. Clear había sido rápido, retrayendo su extremidad para evitar su pérdida y sonrió.

    Un resplandor rojo pasó a tomar la forma de un can, que con sus colmillos envueltos en electricidad no dudó en abalanzarse y atacar al cocodrilo. Feraligatr, en por mero impulso, se cubrió con uno de sus brazos. Los colmillos se encajaron en su piel y una poderosa descarga lo recorrió, pero no fue suficiente para noquearlo. Con su mano libre, el lagarto le dio un manotazo que fue suficiente para mandar al perro al suelo, pero Arcanine entonces volvió a erguirse y lanzó sus colmillos hacia sus piernas.

    Clear no quería vencer al cocodrilo y si bien aquello era uno de los principios para poder capturar un Pokémon de su calaña, sería demasiado ingenuo de su parte pensar que podía hacerlo. Feraligatr tenía años de experiencia, las cicatrices que alguna vez vio de más joven lo denotaban, por eso es que había estudiado las partes más blandas para poder infringir una parálisis.

    Sólo eso necesitaba.

    Por eso Fay se concentraba en atacar piernas, brazos y cuello. Estaba entrenado para no desfallecer hasta que hubiera marcado todo. Y a pesar de que Feraligtr lo golpeaba, lo hacía sangrar y lo hacía aullar de dolor, no cesó en su ataque hasta que el cuerpo del cocodrilo quedó inmóvil.

    Entonces cuando el Pokémon brillante cayó en la área, con sus músculos tensos y pequeños rayos de electricidad, fue cuando regresó el cuerpo ensangrentado y casi roto de Fay a su respectiva Pokéball. Después buscaría un Centro Pokémon, pero sería cuando ya tuviera a su presa capturada.

    Lanzó la primera Ultraball y como esperó, después de dos sacudidas, el esférico se rompió. El siguiente tuvo un destino similar.

    «Vas a entrar, quieras o no.»

    La parálisis no duraría mucho tiempo, así que se acercó a él antes de que su cuerpo volviera a responder. Sacó una jeringa de anestesia y se la encajó en el cuello. No esperó que surtiera efecto de forma rápida, pero lo único que quería era que el resto de su cuerpo dejara de luchar.

    En el laboratorio no extrañarían una jeringa perdida, sin duda alguna.

    Volvió a lanzar otro esférico y esta vez, después de que se tambaleara algunas veces, se apagó.

    Había tenido que usar todos sus recursos, recurrir a toda la información que había aprendido a lo largo de tres años para poder capturarlo.

    Usar a sus padres para sus caprichos, y a la madre de su mejor amigo para poder obtener lo que tanto deseaba.

    Y no se arrepentía. De hecho, se sentía demasiado feliz.

     
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    Bueno, dije que el argumento tenía buena pinta y que lo leería, así que aquí estoy. Gold, te has pasado de las 5000 palabras, golpe de remo (?).

    Bromas aparte, le tenía puestas bastantes expectativas a este colectivo y creo que de momento ha cumplido. La narración se me hizo bastante fluida a pesar de que la longitud supera lo que teóricamente debía ser, y el personaje que se presenta me gusta, no parece un malo maloso pero al mismo tiempo se muestra que podría acabar siéndolo o tal vez no. Realmente no ocurre gran cosa, simplemente se nos explica a qué se debe la codicia por los shinys, así que espero más para el próximo capítulo. No vi fallos técnicos en abundancia así que buen trabajo en ese sentido.

    Termino recordándote que hay un botón precioso en nuestro querido foro para poner guion largo (?)

    Un saludo
     
  6. Threadmarks: Capítulo 2: Liza White
     
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    Título:
    Shine on! Crónicas de un cazador
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    6512
    1.- LAMENTO MUCHÍSIMO LA DEMORA. Estaba muy oxidada en Pokémon, y hacía tanto que no escribía cosas largas que el bloqueo me ha tenido bien angustiada estos dos meses. Pero entregar iba a entregar sí o sí.
    2.- En mi arco de la vida de Clear me he centrado, como acabaréis comprobando, en el inicio de su vida como entrenador, en el porqué de sus acciones y en el origen de su interés por los cazadores pokémon, más que en la propia captura del pokémon que escogí. Eso decidí dejarlo en segundo plano.
    3.- Espero haber conservado todo como lo dejó Gold, y cualquier error háganmelo saber pls.

    Y espero que la espera mereciese la pena. Me esforcé mucho, y hay bastante acción en todo el capítulo, por lo que espero que no se sienta apresurado. Sin más, espero que os guste, ¡y perdón de nuevo por la tardanza!

    PD: No me matéis, yo tampoco fui capaz de ajustarlo a 5000 palabras


    Cada año, durante la fecha en la que el laboratorio del profesor Serbal abría sus puertas ante las nuevas promesas del mañana, ciudad Marina se llenaba de júbilo. Como una tradición que fue adoptándose con el transcurrir de los años, y gracias a la colaboración del líder de gimnasio y a sus aportes técnicos, la ciudad entera celebraba la partida de nuevos entrenadores de sus tierras por todo lo alto. Las escuelas se aseguraban de finalizar sus clases con una semana de antelación, por si un día fuese demasiado poco, y con ello, la semana de despedida comenzaba.

    Fiestas, representaciones teatrales, actividades para todas las edades; todo lo que un niño de diez años podía desear para finalizar una etapa de su vida con broche de oro. Incluso el líder de la ciudad, Lectro, y su fiel amigo Fausto, miembro del alto mando de Sinnoh, permitían que los pequeños aspirantes combatiesen con algunos de sus pokémon de más bajo nivel, y así, animarles aún más a iniciar su viaje. Y vaya si funcionaba: desde que la medida fue adoptada, y la festividad, aceptada, ciudad Marina comenzó a ver partir a una cantidad inusual de entrenadores por primera vez en toda su historia.

    Y eso beneficiaba a la ciudad en gran medida. Más jóvenes interesados en iniciar su viaje equivalía a una mayor ventaja comercial. Claro que para Clear, toda aquella celebración era totalmente innecesaria y excesivamente ruidosa.

    Recordaba siempre lo mal que dormía durante aquella festividad, dado que su hogar quedaba a escasos metros de donde los espectáculos nocturnos se realizaban. Y si por aquel entonces le asustaba en demasía el día que le tocase a él "celebrar" el comienzo de su viaje, durante una larga y extenuante semana por obligación de su padre... Le llenaba de agotamiento y de pavor.

    Pero finalmente, el día había llegado. Y la estrategia que Clear había optado a seguir durante tantos años como vía de escape fue simple pero concisa: fingir que estaba enfermo. Aún así, como sabía que su padre era muy escéptico para estas cosas, y más cuando sabía que había estado deseando poder disfrutar de estas fiestas con su querido hijo, fingió su malestar gracias a la ayuda de Fay. Un poco de calor en su cuerpo y aguantaría simulando una fiebre por varias horas.

    El resto de síntomas corría por su cuenta.

    —Entonces... ¿No va a salir? ¿Ni un solo día? —la voz de su padre al otro lado de la puerta, cargada de decepción, no tardó en hacerse oír. Incluso cuando se suponía que estaban hablando bajo—. Hoy es el último día de la feria, ¿no debería ir y despejarse?

    —Ya has visto cómo estaba, cariño. Lo mejor será que le dejemos reposar todo lo posible, para que esté recuperado para cuando inicie su viaje. No me gustaría que empeorase justo en su gran día —le aseguró su madre, tratando de desechar la idea de su marido cuanto antes.

    —Pero... Agh, está bien. Supongo que mañana podré recompensarle estos días perdidos con una gran fiesta padre e hijo. Ahí le daré todos los regalos que tengo preparados para su viaje —respondió, con algo más de ánimo, y antes de acercarse tocó con sus nudillos la puerta de la habitación de su hijo. Clear frunció el ceño con desagrado—. ¡Descansa, hijo! ¡Mañana finalmente llegará tu día! Te espera más de una sorpresa, ¿¡no estás emocionado!?

    Y finalmente le escuchó alejarse, exclamando multitud de cosas acerca del campeón que tenía por hijo, que ni llegó a alcanzar, ni pareció interesarle. Aún estaba intentando procesar el hecho de que después de todo el esfuerzo, no lograría saltarse la fiesta "padre e hijo" que le tenía preparada. Lanzó su almohada hacia el suelo, cargando en ella toda su ira, y esta acabó alcanzando al pobre Fay, quien dormía en ese lado de la habitación. Tenía suerte de contar con el suficiente espacio para que ambos cupiesen en él; según su padre, claro. Clear prefería guardarlo todo el tiempo en la pokéball si hacía falta, con tal de no verle pegado a su lado como un guardaespaldas todo el santo día.

    Pero ante su sorpresa, su madre abrió la puerta de la habitación. Aprovechando que la luz estaba apagada se metió bajo las sábanas, fingiendo estar dormido. Su madre pareció dudar durante unos segundos, recargada en el marco de la puerta, pero avanzó en silencio hacia donde el pequeño dormía. Clear se mantuvo totalmente en silencio; no tenía nada de qué hablar con ella.

    Lentamente, sintió cómo depositaba un suave beso sobre su cabeza.

    —Descansa, Clear... —susurró, con un tono tan maternal que le hizo sentir un pequeño pinchazo de culpabilidad en el fondo de su pecho. Antes de marcharse, agregó—. Espero poder verte un poco más feliz mañana.

    Y con aquel susurro, la mujer cerró la puerta de la habitación con suavidad, dirigiéndose hacia la sala de estar. La voz de su marido no tardó en hacerse oír al otro lado de la estancia.

    Clear alzó la cabeza una vez volvió a tener vía libre, y después de guardar silencio durante un par de segundos, hizo a un lado las mantas para sacar la mochila que había estado ocultando. No había llegado a ponerse siquiera el pijama por una sola razón: no iba a quedarse hasta mañana.

    Había estado esperando durante años este momento. Años en los que tuvo que soportar acudir a la escuela pokémon día a día, estudiando información que a él ni siquiera le interesaba. Años en los que tuvo que aguantar el roce de los pokémon por mera obligación. Años en los que debía seguirle la corriente a sus padres, aceptar sus regalos y consejos (¡tuvo que aceptar un maldito Growlithe sin pedirlo!). Se sentía en un mundo en el que no encajaba con nada. Allá por donde iba, no era capaz de verse reflejado en nada. Profesores, rangers, coordinadores, enfermeros... Todo giraba en torno a los pokémon. Sentía que su vida estaba encadenada desde un inicio a aquellas criaturas que abundaban en su planeta.

    Pero él no quería ser uno más.

    —¿Clear? —la voz de un niño al otro lado del walkie-talkie que portaba no tardó en sonar. Lo dejó encendido en su bolsillo mientras anudaba las sábanas y las lanzaba por la ventana. Por suerte, solo vivía en un primer piso—. ¿Dónde te has metido, chico? Habíamos quedado a las 23. Ya no hay nadie en la calle.

    Fay bostezó somnoliento cuando sintió a su amo despertarle con una de sus "cariñosas" patadas, y se levantó con cuidado mientras le veía sentarse en el marco de la ventana.

    —Estoy a punto de salir, mi madre me interrumpió. Aguanta unos minutos más —aseguró, devolviendo al pokémon a su pokéball por precaución. Sacó con cuidado la cabeza por la ventana, sintiendo la fresca brisa nocturna mecer sus cabellos. Sujetando con fuerza la sábana, se deslizó poco a poco, procurando hacer el menor ruido posible. Aunque sabía que su padre se habría quedado dormido en el sofá, y su madre probablemente hubiese sufrido el mismo destino. Una vez pisó el césped, encendió el comunicador de nuevo—. Ya estoy fuera.

    Clear nunca había querido ser un entrenador pokémon, pero desde que tenía conciencia, el día que cumpliría los 10 años no había dejado de rondar por su cabeza. Él siempre había querido escapar de casa, huir de aquella jaula que le angustiaba y buscarse la vida a su modo. Pero aunque quisiese, sabía que aquello era imposible... hasta que cumpliese la edad establecida. Nunca acabó de entender qué clase de madurez se adquiría al alcanzar la tierna edad de diez años como para embarcarte en un viaje así, rodeado de aquellas criaturas que de un solo golpe podían mandarte al otro barrio. Pero si de ese modo alejarse de su hogar era legal... No podía quejarse.

    Corrió hacia su amigo Smokie en cuanto lo vislumbró al otro lado de la calle. Smokie había sido el único amigo en quien había depositado su confianza durante prácticamente toda su vida. Habían sido vecinos y compañeros de clases, y desde siempre empleaba el hogar del chico como un refugio donde esconderse de su familia. No se parecían en nada: mientras que Smokie tenía una sana relación con sus padres y un futuro claro ante sus ojos, así como un notorio interés en los pokémon y sus misterios, Clear no compartía ninguna de estas cosas. Pero a pesar de todo, de alguna forma, se llevaban bien entre ellos. Por ende, Clear no dudó en hacerle saber su plan de fuga con la suficiente antelación como para dejarlo todo en orden.

    —Tío, ya era hora. Les he dicho a mis padres que iría a dormir a tu casa a las diez y media, llevo esperando fuera cuarenta minutos —se quejó el chico, abrochando su abrigo mientras empezaban a caminar. Clear pareció ignorarle, pues no despegó la mirada de su mapa. Smokie rodó los ojos—. Espero que sepas por dónde se va a la sede donde te entregan tu inicial, porque a mí me iba a llevar mi madre en coche.

    —Sí, sí. Solo un par de calles más y habremos llegado.

    Smokie simplemente suspiró. No estaba seguro de estar haciendo lo correcto, él no estaba acostumbrado a saltarse las reglas. Pero de alguna forma, el plan de Clear le resultaba sumamente atrayente. Dado que el chico no iba a quedarse para el día del comienzo de su viaje, y como a todos los niños de su edad se les había reservado un inicial en las oficinas de cada ciudad de Sinnoh, Clear no se lo pensó dos veces: iría a por lo que era suyo... con un poco de antelación. Smokie solo se quedaría a montar guardia, no deseaba quebrar la ley con un allanamiento de morada ni mucho menos, pero al menos, aquello parecía suficiente para su amigo.

    No tardaron más de quince minutos en encontrarse con las puertas de aquella oficina; cerradas, como era de esperarse. Clear tomó una de las pokéball, con cuidado de abrir la correcta. Era obvio entender que Smokie no tenía ni la menor idea de que el pokémon que escapó del laboratorio de su madre, y por el que ella y más de un empleado perdieron su trabajo, se encontraba a centímetros de distancia. Ese Feraligatr de tonalidades tan deslumbrantes... Clear aún lo conservaba como una especie de trofeo.

    Fay se materializó frente a ellos, doblándoles fácilmente la altura a ambos niños. Se sacudió el pelaje y observó a su amo con admiración, aguardando para cumplir con sus órdenes como era usual en aquellos fieles pokémon de su especie. Clear no le dedicó ninguna mirada, se limitó a retroceder visiblemente incómodo. A pesar de los años, seguía sin acostumbrarse a su cercana presencia. Con un gesto, el pokémon le permitió subir a su lomo, y gracias a sus dos metros de altura, pudo alcanzar la ventana del primer piso. Clear había estado notando que durante aquella temporada de calor, dejaban alguna que otra ventana abierta para que corriese el aire, y al día siguiente la estancia no fuera una sauna. Con aquella observación, no fue difícil para el niño adentrar su mano al otro lado hasta correr el cristal hacia el lado opuesto.

    —¿Vienes? —inquirió, asomando su cabeza para ver al niño abrazarse a sí mismo con notorio nerviosismo.

    —Creo... Creo que paso. No quiero meterme en problemas —aseguró Smokie, desviando la mirada hacia ambos lados de aquella calle desierta.

    —Como quieras.

    No fue difícil sortear el escritorio hasta acabar tocando el suelo de aquella habitación. Clear, habiendo planeado todo desde hacía tanto tiempo, había logrado establecer una solución a cada situación posible. Todo estaba fríamente calculado, y con la excusa de tratarse de un trabajo para clase, había visitado en muchas ocasiones aquella oficina. Sabía exactamente dónde se encontraban los iniciales, y lo más importante: sabía dónde estaban las cámaras. No le importaba que viesen su rostro una vez estuviese lejos de allí, pero prefería prevenir antes que curar.

    Mientras tapaba con cinta adhesiva cada recoveco del lugar, el pensamiento de estar haciendo todo aquel esfuerzo por una criatura que odiaba le hacía replantearse sus acciones. Simplemente era consciente de que para poder vivir en un mundo como este, necesitaba ganar combates. Y para ganar combates, requería de un número abundante de pokémon. Por ende, le resultaba más cómodo tomar uno directamente que salir a buscarlo entre la maleza como todos aquellos niños habían estado haciendo siempre. Ese pensamiento se intensificó al ver varias pokéballs colocadas en la estantería que tenía frente a él.

    Piplup, Chimchar y Turtwig.

    Había estado analizando sus opciones, y dado que contaba con un pokémon de agua y otro de fuego, lo lógico sería tomar un tipo planta. Y sin pensárselo dos veces, así lo hizo: tomó la pokémon del inicial y la guardó en su cinturón, regresando sobre sus pasos. Pero de un momento a otro, el sonido de unos pasos en el pasillo que daba al exterior hizo que se detuviese. Y por si fuera poco, el walkie-talkie comenzó a sonar en ese mismo instante.

    —¡Clear, tío, dos tipos de seguridad acaban de terminar su ronda de descanso y vienen hacia aquí! —la voz de su amigo se notaba agitada, y por los sonidos que escuchaba, intuyó que estaba subiendo hacia la ventana—. ¿Dónde estás? Voy contigo ahora mismo, Fay se ha escondido al otro lado del edificio.

    No dudó en cortar la comunicación cuanto antes, consternado. Era imposible, todo había estado calculado. Sabía la hora a la que los guardias tomaban su descanso, ¿por qué demonios acababan de regresar ahora? Sin embargo, intentó guardar la calma.

    Apretó sus dientes al caer en la cuenta. La feria pokémon había cambiado sus turnos.

    Con cuidado, abrió la puerta que comunicaba con el pasillo. El vigilante parecía estar en alguno de los otros pisos, por lo que aprovechó para avanzar manteniendo la precaución. La tensión acumulada comenzaba a pasarle factura, sintiendo sus piernas y brazos rígidos por la presión. Procurando hacer el menor ruido, logró llegar hacia el inicio de las escaleras que le conducirían al piso inferior, y por ende, a la salida.

    Y esa era su misión principal, pero al comenzar a descender los peldaños, de nuevo aquella insistente voz volvió a emitirse por el aparato. Molesto, fue a cortar la comunicación, cuando notó que esta estaba apagada desde la última vez. Alzó la cabeza, corroborando lo que imaginaba: Smokie había salido al pasillo después de adentrarse en la habitación, y le había visto.

    —¡Clear! —exclamó, procurando bajar la voz. Avanzó un par de pasos, con su cuerpo temblando ante la adrenalina del momento—. ¿A dónde demonios vas tú solo? ¡Gracias por esperarme, eh!

    —Smokie, no es el momento, escóndete —susurró Clear, asomando su cabeza en la barandilla de seguridad de las escaleras. Pero su amigo parecía demasiado nervioso como para atenderle.

    —Sabía que no debíamos hacer esto, todo tu estúpido plan estaba condenado desde el principio. Todo está controlado, ¿eh? ¡Y una mierda! —el volumen de su voz aumentaba conforme avanzaba hacia él, visiblemente asustado y molesto a partes iguales—. Cómo demonios salimos de aquí ahora sin que nos pillen, hay un vigilante fuera y otro dentro y nos van a encontrar enseguida, deberíamos entregar...

    Una luz cegadora hizo que dejase de hablar, y llevase su antebrazo hacia su rostro, confuso. Pronto, sintió un poderoso agarre en su brazo; alguien le había atrapado.

    —¡Aquí estás, mocoso! —desde su posición, Clear pudo ver que se trataba de uno de los miembros de seguridad. No tardó en maldecir su suerte por lo bajo—. Estaba escuchando voces desde hacía rato, pero sabía que no estaba loco.

    De la impresión, Clear retrocedió un peldaño, teniendo que agarrarse rápidamente a la barandilla antes de perder el equilibrio. El sonido no tardó en alertar al guardia, quien dirigió el foco de su linterna hacia el origen del ruido.

    —¿¡Quién anda ahí!? —apretó el agarre en Smokie y le obligó a mirarle a los ojos—. Dime, no habrás venido con tu grupito de delincuentes preadolescentes, ¿verdad? ¿Estás solo, muchacho?

    Pero Smokie estaba demasiado asustado como para poder emitir palabra alguna. Clear apretó los dientes, sintiendo frustrados meses de dedicación por aquella estúpida feria.

    —Seas quien seas, te conviene entregarte si no quieres que tu amiguito se lleve toda la culpa solo, ¿no es así?

    Smokie dirigió una mirada desesperada hacia donde sabía que se ocultaba Clear. Este le observó en silencio, sopesando las consecuencias de sus acciones. El ruido en la planta baja le indicaba que el tiempo corría en su contra.

    —¿Y bien...?

    De un momento a otro, una pequeña bolsita fue lanzada hacia los pies de ambos, y en cuestión de segundos, una polvareda los envolvió en absoluto, haciéndoles arder los ojos. Clear había preparado bolsitas de gas pimienta por si acaso algo saliese mal, pero sabía que aquellas cantidades solo le otorgarían la huida. Así, echó a correr escaleras abajo, abriendo la puerta de la salida al momento en el que se encontró con Fay. Al parecer, había logrado rastrearlo con su olfato.

    De un salto subió a su lomo, aprovechando su velocidad para huir de allí. Pero antes de poder hacerlo el segundo guardia, alertado por el estruendo, no tardó en darle alcance, y con su Stoutland irrumpió su huida.

    —¿A dónde te crees que vas? ¡Stoutland, rugido! —y ante aquella orden, el pokémon canino se inclinó sobre sus patas delanteras, propinando un fuerte alarido que hizo que Fair clavase sus garras sobre la tierra para sostenerse. Aprovechando el momento de confusión, el Stoutland se había acercado peligrosamente para embestirles.

    —¡Aléjate de él, rápido! —ordenó Clear, aferrándose a su pelaje con fuerza para no caer. El Arcanine doblaba a su rival en velocidad, pero a pesar de que se hizo a un lado minimizando la embestida, el choque dañó su costado levemente—. ¡Colmillo rayo!

    A su señal, Fay clavó sus dientes en el pelaje de su rival, chisporroteando electricidad ante el solo contacto y haciéndole soltar un alarido de dolor. Su rival dio un salto hacia atrás como medida de seguridad, pero cuando estaba a punto de contraatacar, una sacudida eléctrica por todo su cuerpo le obligó a inclinar su pata contra el suelo, sin fuerzas; estaba paralizado. Clear se sintió aliviado. Pero aún así, en lugar de aprovechar para huir, se dejó llevar por sus emociones negativas y volvió a comandar otro ataque. El Stoutland no tardó en caer desmayado sobre el suelo, ante el temor de su entrenador por su salud.

    Pero a Clear no le importó. En escasos minutos, se perdió el rastro de aquel niño y su Arcanine, mientras los guardias de seguridad se llevaban en su coche a Smokie. El pequeño miró una vez más hacia la calle donde vio desaparecer al chico, antes de introducirse en el vehículo sin volver a mirar atrás nunca más.


    ***
    Los rayos de sol, insistentes sobre su cabeza, anunciaban un nuevo día en la vida de Clear. Abrió sus ojos con cierto cansancio aún, sintiendo el fuerte olor a sal que desprendía el mar recorrer sus fosas nasales. El océano en su basta extensión fue la primera imagen que sus ojos retuvieron, aún a lomos de aquel Feraligatr de colores extraños. Poco a poco, las imágenes de su fuga junto a Fay, y de cómo aprovechó vivir en la costa para huir a lomos del único pokémon de su equipo que aprendió surf regresaron a su mente. Aquel pokémon había estado surfeando durante toda la noche, y probablemente con su velocidad, se encontrasen ya muy lejos de Sinnoh.

    En efecto, al enfocar su mirada en el horizonte, los primeros edificios comenzaron a alzarse, difuminados en la distancia. Al parecer, por la forma de la costa, estaban llegando a un puerto. Sacó el aparato con GPS que le regaló su padre de la mochila, intrigado por saber hacia dónde habían partido. Según la información, estaban llegando a ciudad Calagua, en la región de Hoenn. Habiendo partido desde ciudad Marina hacia el sur, se veía bastante probable.

    Gracias a la velocidad del pokémon acuático, pronto llegaron a la costa, y no tardó en devolverle a su pokéball antes de que nadie lo notase. Lo que menos deseaba es que ese pokémon tan especial llamase la atención. Estiró sus brazos con pereza, comprobando que tenía todo en orden, y sin más, inició la caminata hacia aquella nueva ciudad, sin interés de conocer nada. Solo necesitaba un lugar donde descansar.

    Poco a poco, la imagen de Smokie siendo apresado por el guardia de seguridad fue disipándose de su cabeza hasta desaparecer por completo.

    Aquella ciudad parecía ser de lo más exuberante que probablemente haya visto nunca, y a diferencia de ciudad Marina, contaba con más de un lugar de interés: un centro comercial con productos de lo más completos, un club de fans bastante famoso en la ciudad, un motel de prestigio, un museo e incluso una sede de concursos. Eso, sin contar el atractivo que suponía el propio puerto, donde los entrenadores parecían embarcarse hacia destinos de lo más variados. Por ende, la ciudad parecía mucho más viva que su propia ciudad: lo que le generaba un rechazo inminente. Mientras caminaba entre sus calles buscando el centro pokémon, no pudo evitar fruncir el ceño con disgusto al ver la cantidad de pokémon y entrenadores que paseaban por sus calles.

    —Oye, ¿te has fijado en ese cartel? —la voz de una de las entrenadoras, en un tono confidencial, llamó la atención de Clear mientras pasaba por su lado.

    —¿Cual? ¿El del cazador pokémon que la policía está buscando? —respondió su acompañante, admirando la fotografía pegada en la pared—. Dicen que se dedica a atraparlos para venderlos a otros, y que probablemente no hagan nada bueno con ellos... Qué miedo.

    —¿En serio? ¿Cómo puede existir gente así? —se estremeció la joven, aterrada. Se inclinó para ver la información en el lado inferior con notoria curiosidad—. Incluso parece que ha sido avistado recientemente en los alrededores de ciudad Calagua, porque va en busca de un Milotic que fue visto hace poco en el puerto.

    —¿En serio? Ojalá le pillen a tiempo.

    Y mientras la pareja se marchaba, cambiando su conversación hacia temas triviales sin importancia, caminó hacia el papel donde se mencionaba la búsqueda del cazador de pokémon llamado Sombra. Y sin darse cuenta, una pequeña chispa se encendió por primera vez dentro de él. Un pequeño atisbo de interés comenzó a aflorar ante el descubrimiento de una especie de "profesión" de la que nunca antes había oído hablar.

    Cazador pokémon.


    Antes de darse cuenta, había cambiado todos sus planes en el día de hoy. El cansancio sobre su cuerpo pareció disiparse lentamente, y una sola idea ocupaba su mente ahora. Dio media vuelta y sacó su super caña, por supuesto, regalo de su padre, dispuesto a permanecer todo el día pescando.

    Quería saber más de ese cazador fuese como fuese.


    ***

    Feraligatr sacó la cabeza del agua, mandándole una negativa a su amo: no había ni rastro de aquel pokémon que buscaban. Llevaban toda la tarde rastreando los alrededores del puerto tanto por tierra como por agua, pero o bien parecía ser un bulo, o quizás simplemente ya no se encontraba allí. Frustrado, dejó la caña a un lado para dirigirse hacia otra zona, dado que llevaba bastante tiempo sentado en esa. Habían escogido ocultarse en una zona de la costa alejada del puerto, en una cavidad que se había formado entre las rocas producto de la erosión de las olas, y desde allí vigilaban todo el área.

    —Marchémonos hacia otra zona, aquí ya no hay nada que hacer —determinó Clear, dispuesto a subir al lomo del pokémon para marcharse de allí, cuando notó que la caña que había dejado había empezado a moverse.

    Echó a correr hacia ella, tirando con fuerza hacia el exterior, pero una fuerza contraria le impedía sacar el anzuelo. Feraligatr bajo agua se encargó de buscar quién sostenía el otro lado, cuando notó que simplemente, se había enganchado a un coral bajo el agua. Se acercó para desengancharlo y regresar con su entrenador, cuando una sombra serpenteada, que hasta entonces había estado reposando camuflada en el área, se aproximó lo suficiente como para lanzarle un hidropulso por sorpresa, sintiéndose amenazada. El inicial retrocedió hasta salir despedido hacia el exterior. Clear se asomó, confirmando lo que buscaban: Milotic acababa de aparecer.

    El pokémon se dejó ver por primera vez, lleno de una furia incontrolable. Parecía estar hastiado de los entrenadores que deseaban atraparlo, y esto se notaba en la experiencia que tenía a la hora de combatir, por lo que podía verse al esquivar los ataques. Feraligatr, tras reponerse de la leve confusión que le produjo el golpe por sorpresa, se lanzó hacia su oponente para intentar embestirlo con su cola. Pero bajo el agua, la complexión de Milotic le permitía desenvolverse con mayor facilidad a su alrededor, esquivando sus golpes.

    Sin embargo, Clear sabía lo que hacer.

    —No me sirves para combatir contra ella, solo sácala del agua —comandó, sosteniendo una ball entre sus manos. Feraligatr, aprovechando el extenso cuerpo del pokémon, la sujetó en cuanto pasó por su lado y girando sobre su cuerpo, la lanzó hacia la tierra, donde Clear se encontraba. Antes de recomponerse del golpe, Fay se encontraba gruñendo a su lado—. Colmillo rayo.

    Y encajando las fauces en su cuerpo, tumbó al pokémon acuático, mientras la electricidad recorría todo su cuerpo y la noqueaba por completo. A pesar de estar tumbada, incapaz de moverse, Fay no deshizo el agarre hasta que su amo lo ordenase.

    Pero al hacer un amago de lanzar la pokéball, un Tajo umbrío destrozó el aparato en dos. Al alzar la cabeza, Clear pudo ver a un hombre vestido de negro sobre un Honchkrow apuntar hacia el Milotic que tenía consigo. Al fijarse bien, notó que llevaba una especie de equipo extraño, con lo que parecía una red electrificada. Sin embargo, el niño sonrió. Todo iba de acuerdo a su plan.

    —Chico, será mejor que dejes ese pokémon donde está y te alejes lentamente —la voz grave y firme de aquel hombre infundía respeto, pero Clear se sentía seguro de sus posibilidades. Con un movimiento de su mano, Fay aumentó el agarre de sus fauces. Milotic se estremeció con dolor.

    —Lo cierto es que prefiero algo mejor: quiero ser tu aprendiz. Sé que eres el cazador pokémon que han estado buscando los agentes durante tanto tiempo, Sombra. Acepta mi trato, y te entregaré el Milotic sin ningún problema —sentenció el joven, con rostro imperturbable. El hombre no pudo evitar reír ante el asombro de aquella propuesta.

    —¿Acaso sabes con quién estás hablando, mocoso insolente? —inquirió, sin poder creer que un niño como aquel le estuviese haciendo frente tan descaradamente. El pokémon que llevaba consigo graznó con molestia, pero detuvo su ataque al ver que el Arcanine hacía un movimiento peligroso.

    Clear se encogió de hombros con indiferencia.

    —Claro que lo sé, por eso quiero ser tu aprendiz. También sé que acabarías con mis pokémon de un solo golpe, pero Arcanine es muy veloz y antes de que hagas el amago de atacar, habrá acabado con el Milotic. Y de esa forma te sería inservible, ¿no es así? —curvó sus labios en una mueca inquisitiva, notando a aquel hombre dudar en el fondo.

    —Serás... ¡Detente! —pero el agarre de Fay no parecía querer aflojarse. Milotic soltó una exclamación, sintiendo verdadero dolor, y Sombra apretó sus puños con frustración—. ¿Sabes lo que vale ese maldito pokémon en el mercado negro? ¡No tienes idea, solo eres un niño!

    —Un niño que de alguna forma tiene al cazador pokémon entre la espada y la pared —ladeó la cabeza, insistente—. ¿No merezco ser su aprendiz?

    Permaneció unos segundos estático, mientras ambos se dirigían miradas en silencio. La frustración que sentía el hombre en aquel momento era grande, pero en el fondo admiraba las agallas que le echaba el chico. El brillo de astucia en sus ojos le delataba; sabía que podía ser perfecto en el oficio. Por ello, y sintiéndose apremiado ante el sonido de los barcos de la policía resonando no muy lejos de la zona en una de sus guardias, descendió junto a Honchkrow y extendió sus alas para dejarle el paso, exasperado.

    Clear guardó triunfante a cada pokémon en su pokéball y se subió con notoria incomodidad. Dejó vía libre al cazador para apresar al pokémon, y así lo hizo: con una extraña pokéball de tonalidades oscuras que jamás había visto, sin la necesidad de usar sus redes, encerró al pokémon hasta apresarle por completo. Una vez tuvo todo lo que quería, Clear se vio en la necesidad de matizar un aspecto.

    —Por cierto, espero que cumplas el trato. Si me dejas caer ahora, no será difícil para Fay rastrearte, ya sabes que tiene muy buen olfato —comentó, dirigiendo la mirada hacia atrás—. Después de todo, la policía te está siguiendo de cerca; es lo peor que podría sucederte ahora.

    Sombra no pudo evitar ladear la sonrisa, mientras con un movimiento de su mano, el Honchkrow emprendía el vuelo.

    —Tienes agallas, chico. Puede que no sea tan malo que seas mi aprendiz después de todo.

    Los meses pasaron con rapidez, y Clear fue aprendiendo con cada misión de aquel cazador todo lo que aquellas personas debían hacer para subsistir en un mundo como aquel. De alguna forma, en el fondo se sentía identificado con sus formas de pensar. Ellos eran diferente a todos aquellos entrenadores y amigos de los pokémon, ellos eran rechazados de alguna forma y se limitaban a moverse entre las sombras para conseguir jugosas recompensas por sus capturas. Sin embargo, Clear sabía que su rechazo a los pokémon le sería un gran impedimento a la hora de tener que atraparles; no sentía ningún placer, como otros habían admitido sentir. Aquello no le llenaba, como cualquier otro oficio que usaría únicamente para vivir, y eso le decepcionaba.

    Sin embargo, todo cambió cuando, en medio de una de sus misiones nocturnas, Clear vislumbró un extraño pokémon entre la maleza. Intentó aproximarse con cautela, desviándose del camino sin el consentimiento de Sombra, únicamente para poder contemplar lo que parecía ser un Umbreon. Pero por alguna razón, el brillo de la luna bajo su piel irradiaba un color especial, una tonalidad nunca vista por él. Embelesado, sintiendo la necesidad de acercarse para poder admirarlo mejor, piso una rama, y con el crujido el ágil pokémon no tardó en echar a correr. Quiso correr tras él, pero el hombre le agarró de un brazo antes de que se alejase corriendo.

    —¿A dónde demonios vas? ¡Tenemos prisa, andando! —e insistente, le dio un empujón para que liderase la marcha. Sin embargo, Clear aún seguía absorbido por la imagen que acababa de contemplar, y su corazón se aceleró con emoción por primera vez en mucho tiempo.

    No había sentido esa sensación de querer obtener algo desde... la aparición de Feraligatr. ¿Eso quería decir que existían más como él? ¿Que Feraligatr no era el único? ¿Que existían infinitas especies misteriosas como esas allá fuera, esperando ser encontradas?

    —Sombra... —llamó su atención mientras caminaban por el bosque, sin dejar de mirar al suelo, pensativo. El hombre le dirigió la mirada—. ¿Alguna vez has visto un pokémon de un color diferente al normal en su especie? Como si... ¿Como si se tratase de alguna especie de mutación o algo así?

    —Oh, imagino que te referirás a los pokémon shiny o variocolor —por primera vez desde que le conoció, sintió que el chico tenía verdadero interés en lo que decía. El brillo en su mirada le delataba, por lo que no pudo evitar pensar que debía verse genial a los ojos de un niño como él—. Son variaciones de Pokémon que presentan un color especial y único. En sí es una alteración genética extremadamente rara, pero por supuesto que deben existir muchos allá fuera. De hecho, en el mercado negro son muy bien pagados.

    >>¿Por qué preguntas? ¿Acaso viste uno por aquí?

    Pero Clear no respondió, su mente estaba muy lejos de allí en aquel instante. Pokémon extremadamente raros, pero que existían, de alguna forma u otra. Pensar en las posibilidades de obtenerlos a todos hacía que una descarga de energía recorriese cada poro de su cuerpo. Por primera vez, sentía que el hueco vacío que conformaba su motivo en la vida había sido llenado, al fin había encontrado algo por lo que verdaderamente le interesaba esforzarse.

    Pero la admiración no estaba muy lejos de la obsesión.

    Poco a poco fue tomándose más en serio las claves que Sombra le enseñaba a la hora de cazar pokémon. Aprendió la utilidad que otorgaban los cepos camuflados, así como las redes electrificadas y la propia ayuda de los pokémon para realizar con éxito cada misión. Conoció todos los gajes del oficio a medida que iban transcurriendo los encargos, pero Clear nunca quiso aceptar ninguno de ellos. Solo seguía a Sombra, para observarle y analizar sus movimientos, pero no encontraba ningún interés en los encargos que se le pedían. Todos eran simples, capturar a pokémon normales, de aquellos que tanto abundaban y tan hastiado estaba de ver.

    Sin embargo, en sus descansos, él no dejaba de regresar a aquel bosque, en busca del pokémon del que se había obsesionado. Y sabía que no estaría tranquilo hasta hacer que ese Umbreon fuese suyo y de nadie más. Pensar que otros podrían adquirir semejante especie para combatir o para participar en concursos le llenaba de pavor.

    Hasta que, en medio de otro de sus encargos, justo cuando iban a atrapar a un Ursaring que había estado llamando la atención entre los cazadores más prestigiosos, un destello azulado hizo que ambos reparasen en la presencia de una presencia más. Sobre un saliente, un Umbreon de mirada penetrante les observaba fijamente. Pero las anillas en su cuerpo no eran doradas, sino que brillaban con un tono azulado que sorprendió al cazador pokémon. Clear simplemente se quedó inmóvil, sobresaltado.

    —¡Clear, ¿has visto eso!? ¡Es un pokémon variocolor de los que te hablé! —exclamó el hombre, dejando que el Ursaring se marchase. Avanzó un par de pasos, con las herramientas de captura en las manos—. Al cuerno con el Ursaring, me pagarán mucho más por este espécimen tan raro. ¡Apártate y observa, chico! ¡Este es mío!

    Clear no supo como reaccionar. Su mente no dejaba de gritar que se detuviese, que no avanzase ni un solo paso más. Que ese pokémon era suyo y de nadie más. Comenzó a temblar, impotente, porque sabía que aquel hombre le doblaba en experiencia tanto personal como en combate. Analizó su entorno, notando que justo en el suelo se encontraban los cepos de caza camuflados que habían dejado para su presa. Corrió hacia él, sin pensárselo dos veces.

    —¡Cuidado! —exclamó, empujándolo hacia un lado. Pero lo único que ocasionó es que el hombre viese su pierna atrapada en uno de aquellos cepos, cayendo el suelo adolorido.

    —¡¡Agh!! ¿¡Qué demonios, chico!? —gruñó, sintiendo que perdía sangre con aquel corte profundo en su piel. Cuanto más se agitase, más posibilidades tenía de quedarse sin pierna. A sabiendas de que no podría alcanzar a tiempo al pokémon así, y creyendo que el chico se habría confundido de lugar con los cepos en un intento por salvarle, volvió a analizar sus posibilidades—. ¡Escucha, no hay tiempo para esto! ¡Atrapa ese pokémon y tráemelo de inmediato, ¿quieres?! Dios, esto arde como el demonio.

    Pero no fue necesario decir más, pues el joven ya se encontraba plantándole cara con su Arcanine. A pesar de que el pokémon variocolor envenenó al canino con su tóxico, se abalanzó hacia este con todas sus fuerzas. Clear sabía que aquel pokémon contaba con una gran defensa, por lo que se limitó a cansarle hasta que el pokémon lo apresó entre sus fauces para lanzar la red de captura e impedir así que huyese de nuevo. Esta vez, gracias a lo aprendido y a las herramientas "tomadas por prestado", sería una captura de lo más fácil.

    Empleando todo lo que había aprendido, anudó la red y activó la electricidad que manaba de esta, echando a Fay a un lado. El Umbreon, paralizado y herido, no pudo resistir y cayó al suelo, sin fuerzas para tenerse en pie. Seguidamente, llevó la pokéball especial que se había tomado la libertad de robar del cinturón de Sombra para apresar definitivamente al pokémon especial, haciendo que una enorme sensación de júbilo volviese a crecer en su pecho.

    Sombra se sintió triunfante al ver a su aprendiz conseguir la captura, pero algo en la sonrisa que portaba al girarse hacia él hizo que sintiese la necesidad de pedirle de vuelta la pokéball. Como si su sola presencia, en aquel momento, le inspirase desconfianza.

    —Muy buena captura, muchacho. Pásame la pokéball y tratemos de volver, seguro que me darán una gran recompensa por esto.

    Pero Clear pareció ignorar sus palabras. Avanzó frente a sus ojos, con Fay siguiéndole fielmente a pesar del veneno que le angustiaba, y observó cómo tomaba cada una de sus herramientas, guardándolas todas en su mochila.

    —Clear, ¿qué estás...?

    El joven no le dirigió la mirada, se limitó a marcharse frente a sus ojos, tan embargado por la adrenalina de su captura, tan embelesado con la obsesión de sentir ese mismo placer una y otra vez, que no sintió pena alguna de dejar a aquel hombre herido tras de sí.

    —¿A dónde crees que vas? ¡Clear, vuelve aquí! —exclamó, impotente, intentando levantarse mientras veía al niño darle la espalda, alejándose hacia el interior del bosque. Una fuerte punzada en su pierna le hizo caer de nuevo al suelo. Apretó sus dientes, lleno de ira—. Maldito mocoso, sabía que no eras trigo limpio. ¡Me las pagarás, ¿me oyes?! ¡¡Vuelve aquí ahora mismo!!

    >¡¡Clear!!

    Las voces se sentían muy lejanas en su cabeza. Una sonrisa adornaba su rostro en aquel instante mientras se perdía entre la maleza del bosque.

    Clear, el cazador de pokémon variocolor.

    Aquello sonaba bien. Realmente bien.
     
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