Tochigi Shimotsuke

Kohaku Ishikawa
Herbolaria

La respuesta de Ohara me hizo verlo, parpadear y soltar una risa avergonzada, rascándome algo de cabello. Dioses, me lo había dicho ayer, ¿cierto? Que él no se despedía de las personas. Al parecer seguía dormido. Asentí, disponiéndome a salir de la habitación, y tras decirle adiós a su madre topamos casi inmediatamente con el señor Hideyoshi. Le concedí una sonrisa liviana, un "buenos días" silencioso, y atendí a sus palabras.

Ohara básicamente me dijo qué decirle, pero mantuve siempre mi vista en Hideyoshi. No pretendía negar ni ocultar la existencia del muchacho, mi único impedimento yacía en la sensación extraña que se desprendía de Hideyoshi desde ayer, cuando coincidimos en el bosque y apareció su amigo. Era difícil de describir, una suerte de... dispersión. Sus hilos estaban dispersos, sí.

¿Qué le habría ocurrido?

—Sí, se encuentra estable. —Mi sonrisa se ensanchó apenas buscando tranquilizarlo, aunque desapareció tras oír el nombre que salió de su boca.

Kato Harima.

Ohara volvió a hablar, lo miré de soslayo unos pocos segundos y suspiré. No tenía demasiado contexto de la guerra de Utsunomiya, pero era muy probable que se hubiera tratado de los Taira o los demonios carmesí. Quizá debería haber indagado más con su madre, pero no había encontrado decente hurgar en sus heridas. Ya podría conversarlo con él en otro momento. Regresé la mirada a Hideyoshi y renové mi sonrisa, lo hice a consciencia.

—Justo iba hacia el Shukusha, ¿quiere volver conmigo o tenía otros planes en mente, señor?

 

Contenido oculto: estaba sonando mientras escribía el post y fue muy bonito

Kohaku Ishikawa
Herbolaria -> Shukusha

Hideyoshi me agradeció, a lo cual me limité a asentir todavía con la sonrisa en el rostro, aunque de inmediato noté sus intenciones de seguir hablando y permanecí a la espera. Me provocó genuina curiosidad, en lo que llevábamos dentro del mismo clan realmente no habíamos tenido oportunidades de conversar más allá de algunos eventos apresurados. Mi recuerdo suyo más poderoso, de hecho, era de cuando había enfermado en la ascensión a Kamakura y él me descubrió el rostro mientras descansaba en la clínica. Era un gesto que me había incomodado, lisa y llanamente, pero desde entonces creía haber aprendido muchas cosas; mucho nos había ocurrido a ambos, de hecho, ¿no era cierto? La guerra de Shizuoka, acercarme a Rengo y el despertar de mis poderes espirituales. Aquellos sitios indescriptibles adonde mi mente había sido arrastrada en mis conversaciones con Ebisu y Mara. Mucho había pasado, sí.

Y de haber sabido lo que Hideyoshi estaba pensando, le habría dado la razón.

Su confesión me obligó a alzar las cejas y pestañear, sorprendido. No pude evitar que algo de gracia me hiciera, siendo que genuinamente siempre había creído dar la impresión de... bueno, de no matar ni una mosca. Sabía que podía blandir una espada, aún así, sabía que podía enfrentarme a quien se interpusiera en mi camino, de modo que las sospechas de Hideyoshi, aunque superficialmente infundadas, habían sabido ver más allá. Había sabido, digamos, cómo ver a través de la máscara.

Cosa que se equiparaba a mi imagen de él, de un hombre astuto e inteligente.

Su disculpa dibujó una sonrisa tierna en mi rostro, incluso a pesar de la diferencia de edad y del respeto que, siempre me habían inculcado, debía mostrarle. Curvó mis labios, rasgó mis ojos e incliné lentamente la cabeza antes de volver a erguirme.

—Agradezco de corazón que haya decidido compartir sus pensamientos conmigo —murmuré sereno, con una mano en mi pecho; mis propios latidos repercutieron en las yemas de mis dedos y bajé el brazo, tomando aire. Él había sido honesto conmigo, y yo siempre funcionaba en base a retribuciones—. En aquel entonces, en la clínica de Kamakura, cuando me quitó la máscara... fue un movimiento que me incomodó mucho.

Cerré los ojos apenas un momento. Aún llevaba la máscara, sólo que sobre mi cabeza, a un costado de mi rostro, y en ese momento fui totalmente consciente de su presencia. De su peso y su fuerza.

—Esta máscara es un legado de mi pueblo, de mi familia. La llevé puesta toda la vida, desde el día que nací, pues se creía que era la única condición impuesta por los dioses para mantener vigente la bendición sobre nuestras tierras, para mantenerlas fértiles y productivas. Siempre fue un honor, también una responsabilidad, así como un peso y una dicha. Significa muchas cosas para mí, pero no fue hasta hace muy poco que comprendí... que puedo llevarla conmigo sin negarme a mí mismo.

Volví a tomar aire, recordé que Ohara también me estaba escuchando y volteé un instante para sonreírle antes de regresar a Hideyoshi.

—Comprendo que haya sospechado de mí, y me alegra saber que lo pude convencer de lo contrario. Que sea transparente con respecto a eso, también, habla de usted. —Me tomé un momento para observarlo sin más, para dedicarle una mirada comprensiva, paciente y amable—. Puede tenerlo presente y creerlo, pues yo igual creo que es un hombre fuerte y confiable. Más allá de las dificultades que haya tenido o tenga que superar.

Una brisa suave sopló desde los árboles, fue como si alzara mi espíritu y ensanchó mi sonrisa. Siempre estaba allí, ¿verdad? En la naturaleza.

—Un cambio en las mareas, en la dirección de los vientos, una casualidad de la fortuna o el porvenir de las estaciones. Confíe en que siempre llegará a nosotros aquello que necesitemos para volver a sentirnos propios. Vendrá de la mano del tiempo, del mundo entero.

Pues guardo plena fe de ello.

Había hablado mucho, de hecho noté que últimamente solía aventarme discursos del calibre sin venir a cuento y que cada vez me molestaban menos. Supuse, también, que no era algo impropio de mí, sino que sólo había permanecido... dormido. Suspiré, fue más bien para renovar el aire que tenía en el pecho y comencé a caminar sin prisa en dirección a la ciudad, el shukusha. Aproveché el movimiento para mirar al muchacho Ohara, cosa de hacerle saber que le hablaba a ambos.

—¿Vamos?

 

Kuroki Fusatada

La tensión era palpable en los presentes, sobretodo de mi padre, pero es que si decía quiénes me habían lastimado, sentía no sería tan positivo ya que... Debía intentar pensar un poco más en posibilidades, especialmente teniendo a Kato aquí presente.

El mismo se dirigió a mí, pero yo sentía que "casar a Takeda" iba mucho más allá que solo confundir a los aliados, y estaba por hablar cuando Sho irrumpió, por lo que volteé a verlo y dijo precisamente lo que más temía... Un acuerdo de paz... Japón no podría creerselo.

Eso no debía suceder, y no me preocupaba solo por Rengo.

La conversación continuó, y después de una breve provocación, mi padre decidió intervenir, hablando de los Demonios carmesí y suspiré.

Era... Un buen punto de hecho, no conocía de nada a los mismos, pero el nombre ya debía delatar mucho.
—Yo tengo la intención de ir a Nagoya, fuimos capturados por los Taira en Yamato, y nos despojaron de todas nuestras cosas, entre ellos... Nozomu—. Confesé con evidente pena hacia mi padre, suspirando después de masajearme un momento la frente.
>>Creo que puedo conseguir armamento nuevo allí, además, hay otros miembros del clan y de paso podría investigar si están bien, tengo que ver a una persona importante también, tal vez me ayude a descubrir qué ha sucedido con el hijo de Kato... Y... Bueno, después investigaría dónde se encontraría Takeda para reunirme con él y dar precisamente este dato, así, no veo porqué interrumpir el camino que están tomando—. Aclaré serio ante los presentes, desconociendo que se habían topado con el armero y Nozomu se encontraba allí mismo, pero aún así, iría a Nagoya... Necesitaba ver a Kawa.

 

Kuroki Fusatada

Miré a mi padre cuando habló, sorprendiendome ampliamente lo que me estaba contando...
—¿E-El armero..? Espera... ¿Te dijo algo de mí?—. Pregunté sorprendido, y lo que decía sobre nuestras cosas... Así que lo que escuché... Fue el armero, no me había equivocado.

Pero pese a la sorpresa inicial, suspiré, de seguro aquel hombre debió sorprenderse como irónicamente decepcionarse de verme como prisionero... Menuda carta de presentación debí darle.

Poco después miré a Kato al percatarme que mi padre hacía eso, y su comentario me dió un pulso de fastidio... Por los dioses, lo que me faltaba, creo que podía irme despidiendo de mi katana... Menudo final tan patético le dí.

Repetía lo mismo sobre lo de ser útil o no, por lo que suspiré visiblemente frustrado, no es como que el combate que tuvimos contra Matahachi fuese precisamente justo y equilibrado, pero para hacerle entender eso.

Aunque había algo que captaba mi atención, y no era solo el arribo de Kohaku lo cual me sorprendió verlo sin su máscara ya, si no también a Hideyoshi, desconociendo que a mi amigo ya lo acompañaba una entidad; si no las palabras de Kato...

"Eliminar la amenaza que rodea este lugar"

¿Amenaza? ¿De qué diantres está hablando?

Fruncí el ceño confundido, y aún más al ver las mujeres cuchichear sobre su comentario... Parecía que provocaba una reacción importante.

Quería preguntar acerca de eso, pero suponía que era inútil ante Kato, así que miré a mi padre, confundido.
—Todo lo que sé es que desde el día anterior mencionan mucho a un clan que reside aquí, pero no suena precisamente a una "amenaza" de aquí...—. Dije confundido y con deje tenso... ¿Es que ha habido algo aquí todo este tiempo y no nos hemos dado cuenta?

 

Kohaku Ishikawa
Shukusha

Me había tomado el camino de regreso al shukusha para mentalizarme sobre la presencia allí de Kato, al menos agradeciendo haberlo sabido de antemano. El hombre no me había hecho nada directamente, era consciente de ello, pero no podía evitar guardarle una suerte de rencor, o extremada precaución quizá, luego de haber presenciado algunos de sus actos. Quería decir, no me gustaba dejarme llevar por las emociones, pero su carta de presentación había sido literalmente abrir en dos el estómago de su hijo menor.

Y había cosas que como padre, desde mi perspectiva, resultaban imperdonables.

Reconocí al vuelo a varios de los presentes, fue casi instintivo. Ya Hideyoshi me había adelantado información sobre los rehenes liberados, aunque eso no opacó la genuina alegría que sentí de ver a Kuroki sano y salvo. La sonrisa que le concedí fue bastante amplia, aunque duró poco en lo que oía el intercambio transcurriendo. Ahí estaba Kato, Satou también, y me costó un poco sostener la mirada sobre ellos. De la forma que fuera, las palabras de Harima captaron mi atención, luego Ohara a mi lado.

¿Una... amenaza?

Observé a Hideyoshi de reojo, ceño fruncido, y acabé por menear la cabeza tras sopesar el asunto varios segundos. Vaya, no, si sólo había estado en la herbolaria y luego había conocido a Ohara. No había notado nada extraño en ninguna parte, mucho menos demonios carmesí.

La simple idea de volver a topar con uno me arrojó un escalofrío por la espalda.

No quise mirar a Ohara ni hablarle directamente, no estaba seguro de la posición que alguien como Kato podría tomar al respecto. También existía la gran posibilidad de que no le importara, claro, pero prefería tomar todos los recaudos posibles frente a ese hombre. Además, de las experiencias con Rengo me daba la sensación de que no era alguien afín a la energía espiritual.

Seguí dándole vueltas al asunto, incapaz de dar con algún hilo que seguir, a lo cual preferí mantenerme en silencio.

 

Kohaku Ishikawa
Shukusha

La tensión en el ambiente era palpable, tanto, que reptó por mi cuerpo y se presionó contra mis costillas. No tenía idea cómo Kato había conseguido información semejante, la que lo había traído hasta Shimotsuke, suponía. ¿Estaría directamente relacionada con los demonios carmesí? ¿O sería una sospecha? Tampoco estaba seguro hasta dónde nos concernía involucrarnos tanto a nosotros, meros forasteros, en los asuntos de este lugar y estas mujeres. Era... era como alzarse contra el Señor de una ciudad, ¿verdad? Las observé a nuestro alrededor y pasé saliva. Quizá lo mejor fuera...

La gota impactó contra mi hombro, aquel donde no estaba Chiasa. Volteé el rostro en un gesto automático y un frío penetrante me caló en los huesos al advertir su color escarlata. Carmesí. Alcé la vista hacia el techo, todos lo hicimos y noté cómo Ohara desaparecía de mi lado.

La mujer que acababa de llegar no intentó solventar la situación, ya bastante tensa de por sí. ¿Había un cadáver ahí, en el shukusha? Asesinado durante la noche anterior, suponía. ¿Sería alguna de las mujeres de la ciudad? Quizás... algún conflicto interno. Ohara, sin embargo, regresó junto a mí y sus palabras me hicieron ruido.

Un monje.

Un hombre.

Llevé mi mano a la empuñadura de la katana, lo hice lentamente y mis intenciones no se excedieron de allí; repasé a los demás Minamoto con la mirada, sin embargo, lo hice intentando transmitirles la idea silenciosa de que algo, definitivamente, no andaba bien. Pese al miedo que me generara, también reparé en Kato.

—Voy a subir —avisé, vigilando a su vez a las mujeres que nos rodeaban. Fue una suerte de pedido tácito para que, en cualquier caso, me cubrieran la espalda.

Y así lo hice, volteando hacia Ohara en mi primer paso hacia las escaleras para que se diera por aludido de acompañarme. Quizá pudiera ayudarme de alguna forma o, con suerte, recordara algo. En el camino por las escaleras, de hecho, aproveché la lejanía para por fin hablarle.

—Puedes revisar las demás habitaciones, si quieres. Estuviste aquí por la noche, ¿cierto? ¿No notaste nada extraño?

Contenido oculto

Ame me dejó subir así que weno, me voy adelantando uwu

 

Kohaku Ishikawa
Shukusha

La mujer claro que llevaba una gran cuota de razón, eso no lo negaría nunca. Éramos meros forasteros metiendo las narices en los asuntos privados de una ciudad que ya había sufrido mucho, que había crecido desde ello y no precisaba nuestra ayuda; al menos en la apariencia, claro, y aún así jamás utilizaría esa excusa para justificar nuestros actos. La decisión de subir a investigar era invasiva, lo sabía, también era consciente de las consecuencias que podría acarrear, pero las causas nos excedían. Éramos meros forasteros, sí, pero no meros viajeros. Estábamos a mitad de una guerra.

Con la sangre hasta el cuello y los huesos bajo los pies.

No me perdonaría obviar este suceso y que luego se transformara en una mala idea, y estaba seguro que los demás pensarían igual. La información de Ohara sólo me había ayudado a terminar de reunir la convicción suficiente y lo escuché atentamente mientras subíamos. Abrí la puerta que me indicó y arrugué el gesto de inmediato, el aroma fétido de la sangre inundaba la habitación. Del mismo color, junto a un fogonazo de fuego y acero, destacó la máscara roja que llevaba puesta. Me llevé una mano al pecho por mera inercia y las cicatrices palpitaron. ¿Sería...?

Pasé aire a consciencia y eché un vistazo alrededor antes de acercarme con precaución. Se trataba de un monje budista y tenía un corte limpio que le atravesaba el cuello de lado a lado, su ropa empapada, sin armas visibles.

Había sido lisa y llanamente asesinado.

Chiasa se removió inquieta en mi hombro, tuve cuidado de no pisar la sangre acumulada en el suelo y me agaché, inspeccionando al hombre. También le quité la máscara, buscando detallar su rostro, y entrar en contacto con ésta fue de alguna forma incómodo. Me forcé a repasar los eventos recientes y las posibilidades para distraer las sensaciones intrusivas. Si no sacábamos nada en claro de todo este suceso tan extraño, si las mujeres se negaban a hablar, ¿quizás el lobo de Ukita pudiera servirnos de algo? Había detectado un rastro de sangre en la carreta de aquel cazador profesional, y horas después encontramos aquí, en Shimotsuke, a los previos rehenes del Imperio. El cuento se contaba solo.

Sólo quedaba determinar si la muerte de este hombre sería capaz de otorgarnos alguna pieza de información.

—Previo a nuestra llegada, por las afueras de Shimotsuke pasó una carreta con un hombre y un muchacho —le dije a Ohara en voz baja—. ¿De casualidad no viste u oíste nada de ellos?

 

Kuroki Fusatada

Escuché a mi padre cuando volvió a hablar sobre el armero, por lo que poco después me hizo entrega de un Yoroi, cosa que me sorprendió cuando lo tomé, no parecía algo en extremo dedicado pero si se notaba algo firme y durarero, al menos por un tiempo, luego mencionó que estábamos a mano, por lo que lo entendí...
—Ya veo, vaya. Ojalá haber estado allí, le quedo agradecido entonces—. Mencioné mientras veía el Yoroi, y afirmé cuando mencionó la guerra de Shizuoka.
>>Fue un trato curioso, pero si, me dijo que debía enorgullecerme de sobrevivir a una guerra, y si era así, me daría algo a cambio—. Dije, para volver la vista a Hideyoshi y devolverle el improvisado saludo, para mirar a Kohaku y sonreírle, aliviado también de verlo entero.

Pero después la tensión vino, y debido al dato de los demonios carmesí, me puso incómodo, ¿Debería haber algo aquí? Y la pregunta de Ukita para ver cómo las mujeres reaccionaban solo me hizo despegar cualquier sensación de seguridad, especialmente cuando otra mujer vino, prácticamente apurandonos a qué nos larguemos.

Estaba por atreverme a preguntar qué a dónde esa prisa, ya que al menos nosotros no es que vinieramos a invadir, cuando fue Kohaku el que volteó de pronto, y al deslizar los ojos hacia donde miraba... Me quedé helado.

Una gran mancha de sangre estaba presente, en el techo, algo había arriba, en la segunda planta, y la mujer que recién vino solo sonrió y dijo que era un detalle vanal, un simple descuido.

Miré a Kohaku, con la misma tensión, esto se había tragisversado terriblemente de pronto.

Miré a Kato, pero no le dije nada, era evidente que algo sucedía aquí, y seguramente tenía algún indicio, pero no hablaría.
Por mi parte, estaba por decir algo cuando otra cosa me hizo detenerme, no pude evitar expresar sorpresa... Me tardé un poco en darme cuenta y baje la vista a un punto muerto mientras me quedaba en silencio unos momentos, como reflexionando algo, luego alcancé a escuchar a Kohaku y un pulso de tensión me recorrió, me sorprendía como preocupaba su temerosidad, estaba por moverme cuando la mujer dijo que no le harían nada, pero que era evidente que nos metíamos en algo que no nos concernia...

No lo entendía... Estaba Kato aquí, prácticamente estábamos revelando información crucial... ¿Porqué no correspondían? ¿Porqué de pronto parecía que guardaban un secreto en extremo vital como para simplemente preferir presionarnos en irnos de aquí?

Miré a mi padre, preocupado, y buscando no meter más tensión, no dije nada, pero era evidente que había intriga en mi rostro, miré el Yoroi y decidí solo mantenerlo conmigo, sin colocarmelo.
—Lo sentimos, tampoco es la idea incordiarlas—. Dije hacia la mujer que atendía la armería, aunque obviamente yo no sabía eso, simplemente empecé a caminar calmado a la salida, pendiente de cualquier accionar, no me fiaba que no hicieran nada, si ocultaban algo, era evidente que también eran capaces de defenderlo...

Tan pronto puse un pie afuera, me dispuse a andar con sigilo, haciéndolo cada vez más cuando poco a poco nadie miraba, me coloqué rápidamente el Yoroi y, si bien podía sentir el nuevo peso extra, tampoco era exagerado, de hecho... Era cómodo a su modo, cosa que me sorprendió, pero me dispuse a saltar unas cosas que tenía al alcance para subir al segundo piso sin romper el sigilo, y una vez oculto, me acerqué a una ventana para ver al interior, sorprendiendome lo que veía...

Kohaku ya estaba allí, un hombre yacía en el suelo, con... Una máscara... ¿Podría ser..?
Pero la manera en como se deslizaba, el rostro tan aterradoramente sereno de lo que parecía ser un monje... Y un mala sin el círculo central para comenzar la oración me provocaba incluso un escalofrío... Como... Si la muerte hubiese sido un especie de ritual, recordaba lo que Benkei me había contado en Nagoya, y solo pasé saliva, tenso.

Di un suspiro, para tocar el marco de la ventana, buscando llamar la atención de mi amigo, poco después abrí la ventana para ingresar con cuidado, siendo algo que no me costaba mucho.
—Ko. —le susurré—. Es evidente que algo pasa aquí, y no solo por Kato o por esto, si no porque hay algo aquí en Shimotsuke... No quiero entretener mucho tiempo, pero deberíamos buscar bien. Hay algo con gran energía espiritual por aquí, y... Viendo a un Monje cuando sé que aquí no hay ningún Santuario, es extraño. Este dato y la persona solo confirma que hay algo importante, sin embargo, no puedo garantizarte que resida en este mismo edificio, aunque tal vez sea lo más probable—. Dije, para echar un vistazo alrededor, a ver si se podría encontrar algo, de seguro se preguntaría cómo sabía algo así, pero no había tiempo.

>>Si no veo nada aquí, intentaré echar un vistazo por el resto de las habitaciones desde afuera... ¿Qué opinas de todo esto?

 

Kohaku Ishikawa
Shukusha

Bastante grande fue mi sorpresa al notar cómo la máscara se deslizaba de su posición con suma facilidad apenas tocarla, de hecho conseguí atajarla de casualidad antes de que se embarrara en la sangre del suelo y solté un suspiro, el movimiento tan repentino me hizo consciente de la tensión acumulada que llevaba en el cuerpo. Pude detallar su expresión, alcé la vista para ello y arrugué el ceño, sumamente confundido. La serenidad tan pasmosa en su rostro, como si no hubiera sufrido en absoluto, incluso como si...

¿Hubiera accedido voluntariamente?

Bajé la mirada a la máscara, repasé su textura suavemente con el dorso del pulgar y advertí el detalle de su mala roto, de la cuenta que le faltaba. No estaba en absoluto versado en las tradiciones del budismo, mi villa había aborrecido cualquier religión por fuera del sintoísmo y los Ancianos se habían encargado hacía muchos años ya de filtrar cualquier clase de documentación no correspondiente. En resumen, no tenía la menor idea qué podía significar, aunque sentí que era un detalle importante. Takeda le había obsequiado a Rengo un mala, ¿verdad? Lo había visto en Kamakura con eso puesto.

Oí la respuesta de Ohara a mis espaldas, arrancándome del tren de pensamientos. Su voz casi se solapó con el toque discreto que provino de la ventana; pese al cuidado que cargó, no pude evitar sobresaltarme un poco y alzar el rostro con cierta brusquedad. Me relajé de inmediato tras comprobar que se trataba de Kuroki. Me incorporé y retrocedí para permitirle el ingreso, y así también podía observar el cuerpo de aquel monje con mayor detenimiento. No sabía aún si tenía sentido o no, pero tuve cuidado de no chocar a Ohara. ¿Sería siquiera capaz de tocarlo? Lo dudaba.

Escuché a Kuroki con toda mi atención puesta en él, aún exprimiéndome el cerebro con tal de sacar algo en claro. Todo seguía siendo muy confuso, faltaban demasiadas piezas. Me habló de una gran energía espiritual presente en Shimotsuke y, pese a no demostrarlo, sí que me preocupé. ¿Tendría algo que ver con el muchacho a mi lado, por remota que fuera la conexión? Respiré con pesadez, intentando no agobiarme, y decidí enfocarme en un orden de prioridades. Primero y antes que nada, apoyé una mano sobre el hombro de Kuroki y le sonreí apenas capté su atención.

—Sé que no es momento, pero me alegra ver que estás bien —murmuré, con plena sinceridad, y le sonreí—. Estaba muy preocupado por ti.

Quizás hubiéramos estado separados en gran parte de este viaje, pero lo habíamos iniciado juntos, en el dojo de Nara, y esos eran lazos a los cuales me aferraba sin siquiera dudarlo. Había crecido mucho, me daba cuenta, y aún así seguiría sintiendo el impulso de proteger cualquier rastro de infancia que cabiera en sus ojos. Era consciente que no debía, nada me lo dictaminaba, pero había perdido a mis hermanos menores, a Mao.

No quería perderlo también a él.

Dejé ir su hombro apenas terminé de hablar, también borré la sonrisa de mi rostro y me dispuse a concentrarme en el conflicto reinante. Tras sopesarlo unos segundos, hablé.

—Es definitivamente extraño, sí. La señora que atiende en la herbolaria me contó de la guerra de Utsunomiya que se libró en la capital de esta prefectura contra los Taira, cómo se llevaron de aquí a todos los muchachos jóvenes y a los hombres. Ninguno regresó. Desde entonces, se convirtió en una ciudad de mujeres. Entiendo que deban luchar contra bandidos o cualquier persona que amenace la seguridad de Shimotsuke, pero ¿qué hace este hombre aquí? ¿Por qué murió en estas condiciones? Y... ¿por qué ponerle esta máscara? ¿Acaso... intentaron hacerlo pasar por un demonio carmesí? ¿Sabían que Kato vendría? Aunque... —Volví a detallar la máscara que tenía en la mano, frunciendo el ceño; los recuerdos palpitaban en mi cuerpo y mi voz bajó de volumen—. No es como la que usan los demonios.

Miré a Kuroki, intentando atar cabos.

—¿Estarán protegiendo a alguien, quizá, y este fue un señuelo? Pero en ese caso... ¿por qué su muerte parece haber sido voluntaria? —Suspiré, algo exasperado, y le indiqué el mala en su brazo—. Esta máscara y ese mala puede que sean lo que nos ayude a sacar algo en claro, deberíamos bajar y discutirlo con el resto. Llegado el caso, quizás el lobo de Ukita pueda discernir quién mató a este hombre o incluso si fue un suicidio.

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me siento como sherlock holmes and im havin tons of fun