Tochigi Shimotsuke

Tema en 'Prefecturas' iniciado por Amelie, 15 Febrero 2022.

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    Amelie

    Amelie Game Master

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    Herbolaria
    [Kohaku]
    Ukita afirmó ante las palabras de Kohaku antes de que este avanzara hacia su objetivo.

    Kohaku entró a la herbolaria; era muy pequeña; cuatro paredes con un simple estante lateral; había una mujer mezclando una hierbas; Kohaku ya estaba bastante entrenado en distinguir ingredientes gracias al conocimiento compartido de Riku. La mujer en cuestión no preparaba medicamentos; al parecer, hacía algo en lo que Kohaku ya era más que un experto, estaba preparando tisanas.

    La mujer levantó la vista, su cabello ya era blanco como la nieve; pero sus facciones aun se podían considerar como de una mujer joven.
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    Por un momento, la mujer permaneció en silencio; pero sonrió —Es bueno ver a un joven en Shimotsuke ¿Qué te ha traído a mi herbolaria?





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    Shukusha
    [Kuroki; Shiori; Momoka; Hideyoshi; Sho]

    Sho miró a Momoka ante su comentario; por unos instantes se mantuvo inexpresivo para después mostrar una ligera sonrisa —No necesitas decirme señor

    La mujer que había escuchado a Momoka estaba sonriendo al ver que la joven mujer disfrutaba de la comida mientras los demás permanecían en silencio; observó a Sho y trató de entender el por qué de aquella formalidad entre Momoka y él, curiosa de tener a personas interesantes en su mesa.

    Después, la voz de Kuroki la hizo girarse hacia él; sus palabras demostraban una madurez que ya también comenzaba a notarse en su rostro sin que él mismo se diera cuenta —Hemos ya alimentado a asesinos y bandidos— dijo con seguridad —La gran mayoría no agradecen las amabilidades, y creen que un grupo de mujeres no podremos defendernos —sonrió —Siempre terminan bajo la tierra si es que intentan algo indebido —señaló la comida con orgullo, mientras otras mujeres se aglomeraban en el Shukusha, curiosas ante las nuevas visitas —La gran mayoría nos han pagado con sus conocimientos o servicios; información importante, entrenamiento, un objeto interesante, o simples historias que nos puedan hacer sentir menos aburridas en nuestra monotonía. Así que come y bebe sin preocupaciones; seguramente algo podrán darnos a cambio.

    En ese instante, un par de pasos adicionales entraron en el shukusha; hubieran pasado desapercibidos si no hubiese sido porque la mirada de las mujeres se clavó en los nuevos visitantes; que a diferencia de los primeros en llegar, estos tenían ropas más limpias y un físico menos enfermizo y cansado.

    Ukita al sentirse observado de tal manera lo hizo colocarse en alerta, algo que logró transmitir a Rokujou. Al estar más enfocado en las mujeres, que ya eran al menos unas diez; no pudo notar la presencia de rostros conocidos en una de las mesas cercanas.

     
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    Alisse Madness

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    Rokujou

    Ukita había sido astuto al dejar aquella seña en la carreta para seguirlos mas tarde y poder tener una pista, me limité a simplemente caminar al lado de Ukita y los demás, el trabajar con mas de dos personas estaba fuera de mis costumbres que permanecía en silencio, aun que siempre alerta, una de las mujeres desvió su camino por un momento y nosotros nos dirigimos a lo que parecía ser un restaurante? bastante peculiar debo decir, al entrar todo estaba rodeado de mujeres, mas que clientes, las palabras de aquella mujer me hacían recapacitar sobre ellas, esperaban un buen trato? porque? no son ellas las que seducen y traicionan? en fin, no dije nada pero me detuve en seco al no tarde inmediato la reacción de Ukita, acerque mi mano a mi katana sin desenfundarla aun, siendo discreto para no alarmar a las demás personas que estaban ahí y miré a todos lados hasta que mi vista se enfoco a cierta mesa, no conocía del todo sus nombres pero me pareció haberlos visto antes cerca de la costa, cuando los aliados estaban reunidos, toque el hombro de Ukita para señalarlos con la mirada y esperar a que se diera cuenta.
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Kohaku Ishikawa
    Herbolaria

    La herbolaria era pequeña, pero en cierta forma me resultaba acogedora. Chiasa había trepado hasta mi hombro y desde allí alzó el hocico, olisqueando el aire en varias direcciones. Reparé en la mujer que había allí adentro, aguardé pacientemente a que reparara en mí y le concedí entonces una sonrisa cordial. Su cabello portaba el color de la nieve, pero algo en su rostro aún le otorgaba una chispa de jovialidad.

    Sus palabras me atravesaron una idea en la mente y decidí modificar ligeramente mi introducción, alzando las cejas y fingiendo cierta sorpresa. Mentiría si dijera que no me cohibió un poco saberme sin la máscara, pero logré sobrellevarlo.

    —¿No se ven muchos jóvenes por aquí? —inquirí, casual, y Chiasa chilló a mi lado. Volteé el rostro para verla y rascarle la cabecita—. Pensé en preguntar qué hierbas e ingredientes pueden conseguirse en la ciudad y sus alrededores, y supuse que aquí sabrían ayudarme.

    Regresé mi mirada a ella, sonriéndole, e incliné la cabeza un par de centímetros.

    —Kohaku, es un gusto.
     
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    Amelie

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    Herbolaria

    [Kohaku]
    Ella negó —Nuestros jóvenes fueron llevados a contra de su voluntad hace ya diez inviernos; jamás regresaron. Y nuestros hombres fueron a reclamarlos con armas, tampoco regresaron—dijo recolectando todo el preparado que había hecho para envolverlo en una tela de lino cuadrada, la cual ató con un listón azul —Hay mucha manzanilla muy cerca de la cascada; puedes tomar si es que la necesitas —dijo observándolo a detenimiento —El gusto es mío, Kohaku —le devolvió la sonrisa — Siéntete cómo en casa.

    Un sonido hizo que aquella formalidad entre ambos se rompiera, un florero había caído al suelo y de entre las flores regadas, apareció una gata, la cual se sacudía el agua que le había caído por su travesura.

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    Después de ello, olfateó el lugar; enfocando su mirada en Chiasa preparándose para saltar —Nyanko— mencionó la mujer; provocando que el gato simplemente la mirara, para después subirse a la mesa y recostarse, mientras la mujer se acercaba al florero para levantar las piezas.






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    Shukusha
    [Kuroki; Shiori; Momoka; Hideyoshi; Sho]

    Ukita reaccionó a la mirada de Rokujou y separó la vista para dirigirla a la mesa que enfocaba la atención de su compañero; los ojos de Ukita se abrieron por completo y su boca no pudo evitar abrirse ligeramente ante la sorpresa. No sólo era Kuroki y Shiori, a quienes buscaban; sino que también en la misma mesa se encontraba Hideyoshi; una persona que no esperaba ver, incluso temía que no lo volvería a ver jamás. Ukita sonrió. Eran sus compañeros a los cuales no veía desde hace varios soles. Sujetó el hombro de Rokujou sin separar la vista de los demacrados rostros en aquella mesa —No sólo hemos encontrado a aquellos que buscábamos, también...—su sonrisa se borró unos segundos al no ver allí a Rengo; tragó grueso para después acercarse a la mesa. Seguían siendo observados por las mujeres pero eso ya no parecía preocuparle.

    Ukita se colocó junto a la mesa, observó a sus compañeros y a los dos rostros nuevos que los acompañaban y volvió a sonreír. Ukita ahora tenía una cicatriz nueva en el rostro; pero fuera de aquel detalle, era el mismo de siempre.

    —Nuestro líder nos envió a buscarles— dijo hacia Kuroki y Shiori; después miró a Hideyoshi —Y es grato saber que usted también está con ellos, señor Soga —dijo con tranquilidad; pues no quería apresurar y decir de más. El estado físico de aquellos en la mesa se notaba a simple vista, y en el rostro de Ukita se reflejaba el nivel de preocupación. Quería hacer muchas preguntas pero aquel no parecía ser el momento, no podía ni decirles de la posible guerra; en el estado en el que estaban no podrían ayudar.

     
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    Gigavehl

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    Kuroki Fusatada

    Enarque levemente una ceja al escuchar la respuesta de la mujer, su afirmación tan segura sobre que han alimentado a bandidos, sin dudas fue algo que no esperaba, pero pronto sonreí al escuchar lo segundo sobre lo de subestimar a las mujeres... No podía estar más de acuerdo y hasta afirmé, sonaba coherente y por su forma de expresar delataba que de habernos querido hacer algo, ya lo habrían hecho.

    No pedían realmente mucho a cambio, y por mi parte si una historia querían, vaya que tenía una que les podría interesar, la del inicio de este viaje, la lucha por Rengo... Llegar a Kamakura, vaya, tanto que seguro nadie creería que he pasado por tantas cosas.

    ¿Era esto un sueño acaso? Porque genuinamente era otra ocasión en el que me detenía a verme a mí y mi propio progreso y me sorprendía ampliamente lo tanto que había hecho y desecho, desde lo bueno hasta lo neutro y malo.
    —De acuerdo... Me disculpo por la duda—. Dije para reverenciar y tomar parte de la comida, empezando a comer para al menos calmar un poco la prisa y necesidad.

    Comiendo un poco, dejé el plato para mirar a la mujer.
    —Como puede ver... Recién fuimos capturados, así que en cuanto a valor físico no tenemos nada, ni siquiera dinero. Pero al menos yo personalmente estoy dispuesto a compartir un poco de mi vida. ¿Qué es lo que normalmente le cuentan los viajeros? Tal vez tenga algún relato poco común por estos días—. Dije mientras me servía con calma un vaso de agua, bebiendolo prácticamente de jalón ya que estaba bastante sediento, intentando no dar una exagerada reacción pues al menos, nuestro estado ayudaba a qué se diera a entender porqué llegaba a actuar así.

    Me serví otro vaso y dejé la jarra para beber otro poco cuando volteé hacia la entrada, varias mujeres ya estaban allí, mirándonos curiosas... Eran tantas mujeres... Eso... Era extraño.
    —Disculpe si mi pregunta es algo atrevida, pero... ¿Porqué hay mucho interés en nosotros ahora? Entiendo que nuestro estado actual no es el más adecuado, pero también es la primera vez que vienen varias personas a vernos como si tuviesemos algo a destacar encima—. Pregunté calmado, sin ánimos de forzar nada cuando tomé el plato de nuevo y empecé a comer, al voltear, las mismas miraban curiosas a la salida, como si alguien hubiese entrado.

    Fruncí el ceño extrañado... ¿Podría ser algo importante? Fue poco después que una persona desconocida apuntó a nuestra mesa, por un momento me tensé, pero fue ver salir a la siguiente figura que no evité mostrar el mismo rostro de sorpresa... Ukita... ¡Era Ukita!

    Solté un gemido involuntario producto de la sorpresa y la alegría y hasta alivio que me sentó en un momento, no pude evitar sonreír y contener por un momento las lágrimas, sin dudas... Ver por fin un rostro conocido y aliado después de tanta presión y terreno enemigo aliviaba horrores.

    Por un momento borró su sonrisa, como si no ubicara a nadie más, no pude intuirlo al momento, fue verlo aproximarse que pude verlo a mejor detalle y me percaté que llevaba otra cicatriz, luego lo escuché con atención... Así que Takeda sí que se había enterado de nuestra captura... Entonces ya debían saber lo de Rengo y en ese momento intuí que por eso reflejaba preocupación más allá de nuestro evidente estado.

    —Sentimos el susto, hubieron muchos cambios cuando fuimos a Kanagawa—. Dije, para después reflexionar un momento y desvié la vista a un punto muerto mientras me acababa el arroz y acto seguido el vaso de nueva cuenta, no estaba lleno, necesitaba mucho más, pero con eso de momento me sería suficiente para hablar.

    Tenía tantas cosas que informar... Algunos con urgencia, pero entendía también la incomodidad del asunto.
    —Sentimos lo repentino de los sucesos, no tiene que preocuparse, son... Unos viejos amigos—. Dije incluyendo también al hombre de hace unos momentos, parecía venir con Ukita.

    Miré al mismo y hablé:
    —¿Puedo hablar contigo un momento? Necesito saber qué ha sucedido, podemos dejar comiendo a Soga y al resto por ahora—. Sonreí, mientras miraba una vez más a la mujer.
    >>Solo será un momento, regresaré a terminar de comer, mi ofrecimiento por la historia sigue en pie.
     
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    Gigi Blanche

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    Kohaku Ishikawa
    Herbolaria

    No pude evitar fruncir el ceño al oír las palabras de aquella mujer, eso explicaba la evidente ausencia de hombres en las calles. Noté que no se presentó de vuelta, sin embargo no vi prudente insistir. Estuve por responderle cuando el ruido nos sorprendió tanto a ella como a mí, un gato hizo aparición y consiguió arrancarme una sonrisa. Vaya, sí, tenía sentido.

    Seguí los movimientos del felino y sólo después me dispuse a hablar.

    —¿Fue una guerra? —indagué, intentando sonar casual pero sin perder la debida cuota de empatía—. Discúlpame si es algo obvio, he crecido en una villa recluida y poco supe del mundo hasta que salí a recorrerlo.
     
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    Amelie

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    [​IMG]
    Herbolaria

    [Kohaku]
    Ella afirmó —La guerra de Utsunomiya; aquí en la capital de Tochigi. Se disputaron las tierras de nuestro señor Kugune Moshitaro contra el ejército comandado por Saizo Honda, proclamando la tierra como territorio Taira; nuestro señor había sido rodeado y fue obligado a resguardecerse en el castillo; quedaban pocos en el interior y ya se consideraba la idea de tomar sus propias vidas; mi hijo era un joven samurái en el castillo y logró salir de allí en el asedio, no para huir; sino para pedir ayuda Niigata, quienes respondieron. Él en lugar de volver a mis brazos, siendo que ya había cumplido con su deber; regresó a Utsunomiya, pues no quería que nuestro señor cometiera seppuku antes de que la ayuda llegara. Allí fue atrapado...— el gato se encaramó en ella, notando su tristeza; ella lo acarició —... Mi hijo gritó a voz y canto, para que nuestro señor Moshitaro supiera que había cumplido su deber —sonrió — Esos gritos motivaron al triste ejército detrás de las murallas. Es motivación los mantuvo con vida tres soles más mientras el ejército de Niigata acudía al llamado —la sonrisa desapareció — Mi hijo no sobrevivió. El enemigo no pereció por completo, gran parte de ellos lograron escapar, pues para los guerreros de Niigata, era más importante proteger lo que quedaba de Utsunomiya. Ningún varón de esta ciudad regresó; sólo sus armas y compensaciones en arroz.







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    Shukusha
    [Kuroki; Shiori; Momoka; Hideyoshi; Sho]

    La mujer miró a Kuroki y le sonrió —Estaré esperando la historia —dijo con genuina ternura —permítanme llevarlos a una de las habitaciones, allí podrán conversar en privado — dijo sin esperar réplica, obligando tanto a Kuroki como a Ukita a seguirla; dejando atrás a Rokujou con el resto.

    Los llevó hasta la habitación más lejana en el pasillo; les abrió la puerta y les indicó que entraran —Nuestra curiosidad hacia ustedes es simplemente porque no vemos a viajeros por Shimotsuke, mucho menos desarmados— respondiendo a la duda que Kuroki antes le había planteado.¿ para después deslizar la puerta para cerrarla después de que ustedes entraran.

    Ukita se mantuvo en silencio unos instantes; mirando hacia la puerta, después se acercó a Kuroki y entre susurros preguntó —¿Qué ha sucedido con ustedes?

    Gigavally no necesitas narrar todo lo sucedido a menos que quieras mentirle en algo. Podemos asumir que le has contado todo simplemente diciendo que lo has hecho :3 así puedes pasar directamente a lo que quieres decirle.
    Mori John Whitelocke Alisse Madness
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Herbolaria > Cascada

    La mujer de la herbolaria se dispuso a contar su historia sin tropiezos ni resquemores. Fue honesta, fue pulcra y directa, sembró las imágenes en mi mente y pensé un par de cosas. Lo mucho que debía dolerle, primero, y cuán capaz había sido de cicatrizar la herida; o quizás hubiera encontrado en aquella valentía el ungüento necesario para sanar. Quién sabe. De la forma que fuera, me generó sobrio respeto. Admiración, incluso.

    Guardé silencio un par de segundos, intentando encontrar las palabras indicadas. Acabé por asentir y deslicé la mirada al gato, esbozando una pequeña sonrisa. Cargaba compasión, sí, pero no pretendía excederse en sus pretensiones. Dudaba que fuese una mujer que buscara precisamente lástima.

    ¿Cuánto había ocurrido en el mundo, en el país, desde que yo lo habitaba? ¿De cuánto no había recibido noticia debido a las políticas estrictas de mi familia?

    —Lamento mucho oírlo —murmuré, fue suave y solté el aire por la nariz, pidiendo permiso con la mirada antes de acercarme y acariciar al gato entre las orejas—. Su hijo fue valiente, quizá... demasiado para su bien. Es difícil comprender los designios de los dioses, ¿verdad? Sin importar cuánto los pensemos, a veces... no tienen sentido.

    La proximidad me permitió repasar con mayor detalle sus facciones. Encontré serenidad, había allí una larga experiencia y cuantiosos años de emociones. Había vida, vaya, y se me ocurrió pensar que lo estaba haciendo bien. Sin conocerla de nada, incluso sin venir a cuento, la idea simplemente acudió.

    Una corazonada, si se quiere.

    —Al final sólo nos queda confiar, ¿cierto? En el equilibrio que no podemos ver, en las razones que no podemos comprender. Es una cuestión de fe. —Sin dejar de sonreír, pestañeé tranquilo y volteé hacia la ventana—. Puede que la paz sea eso: una cuestión de fe.

    La brisa agitaba las hojas y respiré hondo para cambiar el aire que llevaba adentro. No creí tener nada más que hacer allí, de modo que me incliné con respeto y me despedí de aquella señora. Sólo era un viajero, sólo estaba de paso. No podía otorgarle más que unas pocas palabras de aliento. Eran mi propia verdad, si se quiere, y compartirlas quizá las convirtieran también en la suya. Quizás así lograra ayudarla. ¿Lo sabría algún día? Seguramente no.

    Era una cuestión de fe.

    Una vez fuera de la herbolaria, decidí dirigirme a la cascada para recoger algo de manzanilla. Chiasa desapareció y apareció, tomé las monedas que traía colgando de su boca y solté una risa en voz baja, resignado, antes de agradecerle. Ni modo, esperaba que nadie las extrañara demasiado.
     
    Última edición: 13 Marzo 2022
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    John Whitelocke

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    Soga no Hideyoshi 曽我秀吉

    Shimotsuke: shukusha

    Entendía la decepción de Kuroki, porque a pesar de las diferencias en el pasado, ellos habían logrado forjar un entendimiento y respeto mutuo por la fortaleza de espíritu que ambos habían demostrado. No sabía mucho de cómo se hallaría el espíritu de Kuroki, pero era innegable que el vigor de Hideyoshi se había deteriorado con los últimos eventos.

    Las palabras del joven buscaron reanimarlo, reconfortarlo y darle algo que había perdido, pero no bastaría, ni alcanzaría, porque por la noche eran las palabras de Keitaro las que lo acechaban en medio de la oscuridad y el silencio nocturno, y el recuerdo de sus ojos:

    [​IMG]

    "¿Por qué? ¿Por qué no huyó cuando pudo? Mi señor..."

    Esas palabras, esa mirada... cada pequeño trozo de su alma se iba consumiendo con cada recuerdo. Como si fuera radiación, de esa que existiría solo cientos de años después de que Hideyoshi muriera, pero radiación para el espíritu y lo que le restaba de humanidad. Deshacía su ser a un nivel muy profundo, y mientras que su aspecto podía mantenerse prolijo y estable, en su interior iba carcomiéndose.

    Lo que Hideyoshi necesitaba era algo que todavía no existía para tratar esos traumas y graves conflictos emocionales, ante episodios de tal magnitud. Era algo que no existía para nadie en ese tiempo, y que cada hombre y mujer en el mundo que viviera y pasara por algo así debía solucionar y sobrellevar por su cuenta.
    Pero no era "solucionable" del mismo modo que fue solucionable el conflicto con los Tao. No se podía solventar como si se tratara de un rompecabezas, o de un conflicto de intereses políticos. El subsuelo de las tinieblas iba llevándose lo que podía a su paso, y en Hideyoshi solo quedaría un cascarón inerte a este andar.

    Pero mientras sus pensamientos se distraían con su miseria, fue Ukita quien lo trajo nuevamente a la realidad.

    Ese hombre agradable estaba contento por ver a Hideyoshi vivo. "Si solo supiera que no queda mucho vivo en mi haber", pensó.

    Cuando Kuroki y Ukita se alejaron, él quedó solo con el resto. Había una joven a quien nunca había visto, Rokujou parecía llamarse, pero no estaba seguro.
    Shiori, Sho y Momoka estaban cerca también. No habló, pero sí comió y bebió tanto como pudo. El cuerpo lo demandaba.
     
    Última edición: 14 Marzo 2022
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    Amelie

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    [Kohaku]
    Kohaku salió de la herbolaria, la mujer no respondió; reflexionando las palabras de aquel joven, como un regalo, un gramo de esperanza brotaba nuevamente inadvertido.

    Kohaku siguió las instrucciones de la herborista mientras recogía las monedas que Chiasa amablemente le había facilitado; llegando al campo de manzanilla cerca de la enorme y hermosa cascada. Pero no sólo había manzanilla, había un cúmulo de arbustos de hojas verdes con ocre y flores rosas.

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    —Algunos la conocen con el nombre flama de oro, crecen salvajes y sin control— aquella voz hizo que Kohaku mirara de dónde provenía. A su sorpresa, era un chico, posiblemente cercano a su edad o incluso un poco mayor.

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    —Han crecido tanto que ahora han consumido el plantío de manzanilla; una planta medicinal que tiene un verdadero uso. Aun así, dejan que la flama de oro consuma el espacio sin arrancarla de raíz — el joven no hablaba con Kohaku, lo hacía en soledad mientras se paseaba entre los arbustos —Deberían arrancarla, debería dejar crecer a la manzanilla.






    [​IMG]
    Shukusha
    [Kuroki; Shiori; Momoka; Hideyoshi; Sho; Ukita; Rokujou]

    Las mujeres miraban como todos seguían comiendo —Nos es grato que puedan recuperar sus fuerzas —una de ellas se acercó a Rokujou —Ustedes también pueden acompañar a sus amigos. Pueden estar tranquilos.

    Sho levantó la mirada —¿Por qué ustedes no nos acompañan? —preguntó ante las mujeres. Quienes se miraron las unas a las otras. Una de ellas hizo una reverencia ante sho y después suspiró.

    —Ustedes son nuestros invitados, queremos atenderlos de su largo viaje — dijo sonriendo.

     
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    Gigi Blanche

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    Kohaku Ishikawa
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    Con el relato de la herborista haciendo eco en mi mente, el recorrido por la ciudad me resultó aún más desolador. Fue imposible no pensar que cada uno de esos rostros, cada una de esas mujeres, ancianas y niñas, había perdido a alguno de los suyos en la guerra. El peso de la idea fue tornándose más y más denso, al punto que una segunda voz comenzó a repetirse contra mis oídos. Era Ebisu, claro, alertándome sobre el estado del mundo.

    Sólo el rugir de la cascada me distrajo lo suficiente.

    Parpadeé, recorriendo su cauce con la mirada, y Chiasa chilló antes de brincar fuera de mi hombro, muy alegre. La vi correteando y rápidamente identifiqué la manzanilla. Fue mientras la recolectaba sin prisa que oí a un joven cerca de mi posición, quejándose de las flamas de oro. Arrugué el ceño, confundido, y me erguí para identificarlo. Vaya, era el primer muchacho que veía en Shimotsuke. ¿Sería local?

    —Conservar el equilibrio es importante, en efecto —comenté al aire, aunque acercándome a él, y cuando hube captado su atención le sonreí con calma—. ¿Pero estás seguro que no poseen ninguna utilidad? Las flamas de oro, quiero decir.


    ZHONGLI-SAMA A!!
     
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    Amelie

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    —No tienen un uso; pero mi madre siempre me identificó con ellas —levantó su dedo índice hacia el cielo ligeramente —"Crecen igual de rápido que tú" —imitó con una voz distinta —Y es por eso que no las arranca aunque ganen terreno sobre la manzanilla.

    El joven había hablado con suma tranquilidad, hasta que levantó el rostro y miró a Kohaku perplejo, se giró detrás de él para cerciorarse de que no hablaba nadie mas, que su pregunta no iba dirigida a alguien entre las flores. Al darse cuenta de que estaban solos volvió su mirada hacia Kohaku

    Puedes verme —dijo primero sorprendido, después una sonrisa se mostró en su rostro —¡PUEDES VERME!— Gritó mientras se señalaba el pecho con sus propias manos.

     
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    Gigi Blanche

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    La imitación que realizó el muchacho de su madre me arrancó una sonrisa, mezcla de diversión y ternura, y por sus palabras asumí que sí, era de allí. Cosa extraña, cuanto menos, aunque no era yo ningún metiche por deporte. Estuve por responderle cuando su expresión me detuvo, luego lo vi voltearse y di un respingo tras recibir sus ojos otra vez. ¿Que si podía verlo? Pues claro, ¿por qué no...?

    Una idea amarga se me asentó en la boca del estómago y esbocé una sonrisa suave. Desde que abrí mi conexión con Ebisu muchas cosas habían cambiado, y quizás estuviera delirando pero lo pensé. La posibilidad de que este muchacho... ya no estuviera entre nosotros.

    —¿Por qué no podría verte? —repliqué, confundido, y me acerqué un poquito más para repasar su rostro—. Yo te veo muy real.

    Aún así, mira que iría a preguntarselo de buenas a primeras.
     
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    [Kohaku]
    El joven lo seguía observando, y al verlo acercarse no se alejó —Nadie me había visto jamás —mencionó con seguridad, para después extender su brazo al hombro de Kohaku; pero no había tacto alguno, no había calor en su hombro; separó su mano demostrando lo que quería —Yo morí hace ya... no sé. Hace mucho.

    Llevó su mano a su propia barbilla sin despegar la vista de Kohaku —¿Qué es lo que tienen tus ojos que te hacen poder verme? —sonrió abandonando por completo la idea que se acababa de plantear, un detalle de alguien que frecuentemente hablaba para sí mismo, pues estaba acostumbrado a no recibir respuesta alguna — Es bueno que puedas hacerlo. Podemos platicar, hace mucho no tengo una plática con alguien. Mis amigos me fueron abandonando al pasar de las estaciones, ahora sólo quedo yo en este basto campo. ¿Te gustan las flores? —preguntó nuevamente sin esperar respuesta —Seguro que si, pues has venido hasta acá. Qué pregunta tan tonta — soltó una carcajada.

     
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  15.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Cascada

    El muchacho me permitió la cercanía, de hecho él mismo la extinguió y recibir su mano en mi hombro... me estremeció el corazón. Me mantuve quieto, le sostuve la mirada, así la sensación inexistente de su tacto, irónicamente, permaneciera sobre mí como un fantasma. No había calidez, tampoco frío, no había nada en absoluto. Sus palabras se encargaron de confirmar mis sospechas.

    Dioses.

    Era apenas un niño.

    Habló sin parar, no esperó respuesta de mi parte a ninguna de sus interrogantes. ¿Sus amigos lo habían abandonado poco a poco, decía? Se refería... a otros espíritus, ¿cierto? Los que lograron encontrar descanso. Repasé el campo de flores con la vista, la cascada rugió desde algún punto indefinido y tomé mucho aire, liberándolo lentamente. Intenté imaginarlo, aquel lugar hasta donde se extendiera el horizonte poblado de almas jóvenes. Almas inocentes, almas desafortunadas, vagando en silencio en torno a quienes habían dejado atrás. ¿Serían los soldados de la guerra, esa donde todos los hombres y muchachos se habían perdido?

    Muy probablemente.

    Le sonreí al joven, lo hice con una dulzura inmensa y asentí, bajando la vista para dejarme caer en el césped sin más. Chiasa siguió correteando por ahí, absolutamente ajena a lo que estaba ocurriendo.

    —Me gustan mucho, sí, siempre me gustaron. Estudio para ser herborista, de hecho, vine a recoger manzanilla. —Suspendí una pausa breve, cobrando consciencia de que no llevaba la máscara puesta—. Y sobre mis ojos... es un don con el que nací, supongo. Al menos eso me han dicho siempre.

    Y otra más, atento a su silueta.

    —¿A ti te gustan? Las flores.
     
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  16.  
    Amelie

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    [Kohaku]
    El joven escuchó atento, y mantuvo una amena sonrisa mientras lo hacía; pues al escuchar lo que decía Kohaku, reafirmaba que podía verlo, y lo mejor era que a él tampoco le parecía tan extraño hacerlo; podía tener una conversación normal, sin tener que ver a Kohaku correr despavorido por la ciudad gritando que había visto un yurei.

    —Un herborista; mi madre también lo es. Yo no seguí sus pasos, seguí los de mi padre y me convertí en bushi —aclaró alegre; pero junto a su cintura no había una katana, y su indumentaria no era la de un guerrero — Pero no por ello no conozco de flores — movió su mano indicándole a Kohaku que lo siguiera entre el plantío de las flamas de oro. Primero llegaban a sus rodillas, lentamente crecían hasta sobrepasar sus cabezas.

    [​IMG]

    —Sígueme, no pierdas el camino. No mires atrás o te perderás, mira adelante y encontrarás la salida—dijo mientras avanzaba rápidamente por los grandes arbustos; aun se escuchaba el agua de la cascada. Pero el joven parecía perderse a ratos, haciendo que el camino fuera más largo de lo que debería, haciendo que el cielo cambiara de color. No ocultaba su confusión ante Kohaku, pero cuando cruzaban miradas, él sólo reía, cómo si se disculpara de los enredos que creaba buscando lo que quería enseñarle. Fue hasta que los arbustos comenzaron a descender en tamaño, llegando a un bosque; pero no se sentía salvaje, había un viejo cementerio. Te fue llevando entre las tumbas hasta que llegó a una en específico.

    A su alrededor crecían los arbustos de flama de oro; al grado de que las tumbas podían pasar desapercibidas a ojos poco entrenados.
    —El primer arbusto lo sombré yo —dijo mirando hacia la tumba con tranquilidad — Un regalo que le dejé a mi padre el día que me fui de aquí...

    Kohaku podía leer la inscripción en la roca "Ohara Shimotsuke"

    —Me gusta la flama de oro porque me recuerda a mi padre; y la manzanilla me recuerda a mi madre; y a ella, la flor que da la flama de oro le recuerda a mi...
    Gigi Blanche Estás fuera de la ciudad. Al nor-este.
     
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  17.  
    John Whitelocke

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    Shimotsuke: cascada y alrededores

    En tanto más bebía y comía, mejor se sentía. Aun perduraban las heridas y el daño físico que había sufrido en Mito, por lo que recuperaba la vitalidad con cada sorbo y cada bocado.

    Se disculpó ante los presentes cuando terminó de comer y beber, para salir un poco a pasear y tomar algo de aire fresco.

    Al salir a las calles, se encontró con el arroyo que atravesaba al poblado. Comenzó a caminarlo vía norte mientras veía como algunos niños chapuceaban en el agua, mientras algunos pescadores intentaban inútilmente conseguir algo de pescado. Mientras caminaba se encontró con la cascada que daba vida a ese arroyo.

    Entre los arbustos vio que un joven se alejaba, siguiendo la flora, alejándose un poco del pueblo hacia el noreste. Parecía estar hablando con alguien, pero no veía a nadie más.

    "No es acaso...", se decía, porque le resultaba familiar la silueta del chico.

    Lo siguió hasta encontrárselo.
     
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  18.  
    Gigi Blanche

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    Noreste de Shimotsuke

    Seguí manteniendo la serenidad de mi rostro, no con intenciones de engañarlo sino para no cargarlo de mis propias emociones. Vete a saber si por cobardía o consideración. Cuando dijo que su madre era herborista sentí una estaca en el pecho, estaba helada y me empujó el corazón contra la piel. Sus palabras se mezclaron con la sonrisa triste de la mujer que había conocido esa misma tarde y pensé, dioses, no tener el poder de prestarle estos ojos.

    Al menos, para que fuera capaz de ver a su hijo una vez más.

    No vi necesario responder nada, de modo que asentí junto a una sonrisa y me dispuse a seguirlo. Fue... complicado, el chico se perdía de a ratos y entre los arbustos tan densos era difícil orientarse. El sol se fue deslizando por el cielo hasta acariciar el horizonte y la noche, como un manto frío, comenzó a asentarse sobre nosotros. El muchacho, sin embargo, jamás perdió la jovialidad. Su risa logró propagarse hasta quedar rebotando en mis oídos, incluso cuando nuestra única compañía era el rugido de la cascada o el susurro del viento. No pude evitar pensar que era una verdadera, verdadera pena.

    Que alguien tan joven hubiera perdido la vida.

    Al final arribamos a un bosque, lo recorrí con la vista y distinguí las tumbas salpicadas entre los arbustos. Sentí una cuota de angustia oprimirme el pecho, pero tomé aire y le dejé guiarme hasta detenernos frente a una piedra concreta. Pensé, quizá, que lo que pretendía mostrarme era el lugar donde su cuerpo descansaba, pero en vez de eso...

    ¿Ohara Shimotsuke?

    —Shimotsuke —susurré, deslizando la mirada al muchacho—. Como la ciudad.

    Sin embargo, era otro el clan al mando, ¿cierto? Repasé las flamas de oro con la vista, incluso llegué a acariciar una con la punta de los dedos y exhalé lentamente. Una sonrisa involuntaria decoró mis labios.

    —Lo entiendo, me ocurre igual con los girasoles. Mi hermana decía que le recordaban a mí, y ahora que ya no está... siempre me recuerdan a ella. —Volví a mirarlo, hablando en un tono de voz bajo—. Uno encuentra cierta clase de consuelo en las flores, ¿cierto? En el hecho de que, a su manera, sean seres vivientes. Que sean el resultado de un proceso arduo, de largas horas de sol y lluvia. Son parte de la naturaleza, y gracias a ello son parte del mundo... y si nos encontramos en ellas, en sus colores y sus formas, podemos convencernos de que realmente nunca nos vamos demasiado lejos. Que siempre podremos volver a vernos a la ribera de un arroyo, en lo alto de una montaña o la inmensidad de las praderas. Seguiremos siendo parte del mundo que habitamos. Eternamente.

    Me tomé un instante para sonreírle, lo hice con la mayor pureza que podía albergar mi corazón y volví a hablar. En ningún momento noté que alguien más había estado siguiendo nuestros pasos.

    —¿Me dirías tu nombre? Yo soy Kohaku.
     
    Última edición: 28 Marzo 2022
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  19.  
    Amelie

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    Shimotsuke
    [Kohaku]
    Escuchó la explicación de Kohaku, había perdido a seres queridos y no se sentía capaz de reconfortarlo, por lo que se mantuvo en silencio mientras Kohaku terminaba de hablar, reflexionando en cada palabra, pues él nunca se detuvo a pensar en lo que verdaderamente podían significar las flores, le gustaban; pero ahora comenzaba realmente a entenderlas.

    Levantó la mirada al sentir la presencia de alguien más; por un momento pensó que era alguien como él, pero miró sus pies; no se deslizaban, no se desvanecían. Eran pies que pisaban firmemente el pasto con pasos pesados, con ritmo de alguien sin propósito. Al darse cuenta que Hideyoshi era humano, y que al parecer no podía verlo, volvió hacia Kohaku para escuchar la pregunta, ahora conociendo su nombre, se sentía con mayor confianza —¿Mi nombre?... es...— se notaba muy confundido — Yo...yo... creo que no lo recuerdo —mencionó apenado; pero casi al instante, su vergüenza pasó a un rostro de preocupación — Pero sé que era un Ohara... lo sé porque visito la tumba de mi padre todos los días —volvió la vista hacia Hideyoshi, quién miraba hacia Kohaku —Creo que te buscan. ¿Es tu padre?

     
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  20.  
    Gigi Blanche

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    Noreste de Shimotsuke

    El muchacho me permitió hablar, y fue en ese pequeño proceso donde logré atar un par de hilos sueltos. Shimotsuke... Sí, ahora lo recordaba, mi maestro me había hablado de un arbusto salvaje, bastante agresivo, que llevaba ese nombre. Uno con una flor realmente hermosa, capaz de ahogar casi cualquier cultivo. ¿La ciudad habría sido bautizada en honor a las flamas de oro? ¿Por eso este muchacho las había plantado para su padre? Compartía, ya de paso, muchas características con un arbusto similar de flores blancas. ¿Cómo era que le llamaban?

    Reina de los prados.

    Pero él no recordaba su propio nombre, si acaso era capaz de deducir su apellido gracias a la tumba de su padre. Quizá... ¿Quizá pudiera ayudarlo? Si regresaba con su madre, si mediaba entre ellos, ¿haría algún bien? ¿Resolvería lo que sea que aún mantuviera a este chico atado a la tierra? El intento valía la pena, ¿cierto?

    No fue hasta que él viró su atención que yo también lo hice, adquiriendo consciencia del crujir entre las hojas secas. ¿Alguien nos había seguido? ¿Cómo no lo noté? Todo mi cuerpo se tensó y llevé una mano a la empuñadura de la katana, fue instintivo y me relajé casi de inmediato tras reconocer a Hideyoshi. ¿Qué hacía ahí? Espera, ¿estaría con los demás? ¿Habíamos dado con ellos?

    ¿Quizá Rengo...?

    —Señor —murmuré, aún perplejo, y meneé la cabeza hacia el muchacho—. No, no es mi padre. Sólo un aliado.

    Luego regresé la atención a Hideyoshi, sin haber recordado que ya no portaba mi máscara sobre el rostro, sino a un costado de mi cabeza.

    —¿Qué hace aquí? ¿Está con los demás? ¿Están a salvo?
     
    Última edición: 2 Abril 2022
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