Tochigi Shimotsuke

Kuroki Fusatada

Había dado un buen ataque, pero tal como con mi padre, no había sido suficiente, aunque por fortuna mi padre había eludido el ataque y la mujer correspondía. Al parecer aquella mujer tenía velocidad también.

Escuché el breve comentario de mi padre y no evité reír por un instante, negando.
—No digas eso, yo soy tu fuerza, y tú mi escudo... ¿Recuerdas?—. Comenté, refiriéndome a lo que me dijo en la guerra ante el General, cuando me había protegido de una flecha.

>>La verdad es que ya me gustaría tener tu nivel de combate, puedo percibir que has mejorado—. Añadí como último, me bastó ver lo último para poder percibir que había algo en él que se movía de forma... Distinta.

No sabía exactamente qué, pero se notaba que no era el mismo que había confrontado en Kamakura.

Escuché su breve advertencia y afirmé, sin separar la vista del enemigo, claro que lo haría, la mujer no parecía muy fuerte, pero tenía razón que debía ser cuidadoso...

>> Demonio 2

 

Kohaku Ishikawa
Calles de Shimotsuke

Logré derribar a mi oponente con un movimiento de mi katana, su cuerpo se desplomó en el suelo, entre la sangre y el barro, y lo observé un par de segundos antes de alzar la cabeza hacia los demonios restantes. El aire comenzaba a quemarme en el pecho, aunque el frenesí no me permitía sentir ni una gota del frío que debía estar calando mis huesos.

Aquella criatura seguía emanando un aura apestosa, pero Kuroki apareció en mi campo de visión y decidí unirme, a él y a su padre, para combatir a la mujer enmascarada.

—Ya queda poco —dije bastante al aire.

Un fuerte estallido metálico, sin embargo, captó mi atención. La espada de la mujer Ohara se había partido bajo la inmensa fuerza de su oponente y pensé, una vez más, que no podía ser humano. Aquel incidente pareció... provocar algo en su hijo. La katana había sido de Shimotsuke Ohara, ¿verdad? ¿Cómo la había llamado?

Hai.

Los pedazos de metal desaparecieron entre el barro y fui más consciente que nunca del broche de luciérnaga que llevaba conmigo. Intenté enfocarme y atacar, aunque mi mente siguiera corriendo en diferentes direcciones. Ohara, aquella criatura, las historias de los ancianos, Take convirtiéndose en pétalos y... las marionetas que nos detuvieron en Tsu, aquellas que nos impidieron alcanzar a Hana a tiempo. Los demonios carmesí, la guerra de Utsunomiya, el culto a Mara y los Taira.

¿Estaba... todo conectado?

>>Demonio 2

 

Kohaku Ishikawa
Calles de Shimotsuke

Cuando quise acordar, los emishi se habían unido a nuestra lucha contra aquella enmascarada y el resultado llegó antes de lo esperado. Su cuerpo se desplomó, casi a la par le ocurrió igual al resto, y recién entonces pude respirar de verdad. Bajé el brazo donde blandía la katana, sintiéndolo más pesado que nunca, y fui terriblemente consciente del chasquido de las gotas contra el metal. Observé la hoja, el suelo lleno de sangre y barro, los cuerpos inertes y me aliviaba, sí, pero también pesaba.

Pesaba muchísimo.

Agité la espada de un movimiento seco y la regresé a su saya; luego la limpiaría adecuadamente. Consideraba casi un milagro que ninguno de nosotros hubiera caído en batalla, y un milagro de vez en cuando no venía para nada mal. Busqué a Kuroki con la mirada, a Hideyoshi y al joven Ohara, luego a su madre y me acerqué con pies de plomo, aunque silenciosos, al cuerpo de Akumu para inspeccionarlo mejor. Casi al mismo tiempo, Chiasa apareció correteando de vete a saber qué dirección y me guardé lo que traía agarrado de la boca prácticamente sin pensarlo.

Contenido oculto

no me acuerdo si hoy ya había usado mi habilidad de robo, pero ahí queda por si acaso

also inspecciono el cuerpo de Akumu y si puedo quedarme con algo mejor, que nunca uso mi habilidad de comercio y está juntando POLVO

 

Kohaku Ishikawa
Calles de Shimotsuke

Sentí un peso incómodo caer sobre mi cuerpo apenas distinguí lo que llevaba pintado la máscara del demonio. Llevaba ya varios días sin oír aquel nombre, pero en ese momento Mara regresó a mí con una fuerza inaudita y tuve que concentrarme a voluntad para no perderme en los recuerdos de su voz, de las imágenes que me había mostrado. Aún no tenía noticia del paradero de shi pero daba igual, ¿cierto? Mara no estaba dispuesto a ayudarme.

No podía ser una mera coincidencia que la facción ansiando acabar con la sangre noble del país respondiera al Dios del caos, aquel contenido dentro de shi, quien había enloquecido o aterrorizado a la gente de Kamakura. El mismo lugar donde surgieron los demonios carmesí. Me faltaban las razones, pero todo aquello estaba conectado; tenía que estarlo.

Tomé, entonces, su espada. Era muy pesada, tuve que cargarla con ambas manos y una imagen captó mi atención de soslayo. Era una luz intensa, anaranjada, y al voltear el rostro comprobé que se trataba del muchacho Ohara. Genuinamente olvidé que me rodeaba mucha gente, que sólo yo podía verlo, y me quedé absorto en la imagen un par de segundos hasta que el calor alcanzó mi cuerpo, latió en cicatrices pasadas, se expandió y solté la espada, asustado. Como si quemara.

Y es que, de hecho, lo hacía.

¿Qué era ese poder? ¿Por qué... afectaba a Ohara?

Volví a mirar el arma, confundido, y me agaché para observarla mejor. Resurrección... Si Akumu era un cadáver reanimado, ¿quizá hubiera sido gracias a esa espada? ¿Ocurriría algo similar si Ohara la tocaba? Pero... ¿y si perdía algo a cambio?

¿Si lo perdía todo?

Meneé la cabeza, descartando mis propias ideas, y suspiré.

—¿No duele? —murmuré en voz baja, realmente se lo estaba diciendo al muchacho así no lo mirara, aunque ya no supe cómo disimular el hecho de verlo allí; necesitaba asegurarme que estaba bien—. Si no la toco, ¿no sientes nada?

 

Kuroki Fusatada

Kohaku no había tardado en unirse a nuestro combate luego del ataque fallido de mi padre y del mío, su defensa era férrea como ya había previsto. Pero uno de los emishi del que Ukita me había hablado apenas el día pasado, también intervino, y la Demonio no pudo hacer nadamas, consiguió darme un leve corte del que pasé de largo al no ser tan grave.

Mi padre volteó a verme, comentando algo que genuinamente captó mi atención... ¿Se refería a mí también? Así que pronto me miré, como si eso resolviese la duda.

Escuché un brutal peso ceder detrás, y al girarme pude ver a esa cosa que nunca sangró, había sido derrotado, dejando caer también una espada cuanto menos extraña...
Suspiré, aliviado al ver al oponente de Hideyoshi caer muerto, y me dispuse a ver el panorama...
—Dioses... Menuda masacre—. Murmuré de forma audible, para mirarlos a todos, me alegraba que la otra mujer que apoyé se encontraba con vida.
>>Menos mal nadie de nosotros cayó.

Era un milagro, habíamos interferido a tiempo y nadie cayó, impidiendo que esto escalase a algo mucho peor.

Miré a mi padre y afirmé.
—Bueno... Sin dudas he mejorado—. Comenté, sonriéndole, aunque me refería a comparación de la primera batalla campal que había presenciado en mi vida, en nuestro hogar.

Volteé cuando Kohaku iba a tomar la espada del fallecido, y guardé la katana que tenía conmigo, sin embargo... Un... Extraño ambiente empezó a presentarse; comenzó a presentarse... Calidez...

Calor...

¿Calor?

Eso me paralizó, hasta las gotas de lluvia habían dejado de caer, miré a los presentes, confundido, y pude percatarme que Kohaku había quitado la mano del arma de pronto, hablando al aire.

Luego una voz me llegó, revelandome algo muy particular, no sabía cómo tomarlo pero casi que lo dejaba de lado al no tener nada que me hiciera conectarlo al ahora.

Por un momento sentí una punzada de tensión, empezaba a quedarme anonadado, podría... ¿Podría ser?

No quería que la emoción me superase, pero este calor... No podía ser casualidad.

Avancé con paso firme pero algo lento hacia Kohaku, con un evidente rostro de confusión...
—Ko... ¿Con quién hablas?—. Pregunté muy confundido y hasta algo preocupado, parecía tenso por tal vez haber lastimado a alguien.

Volteé hacia el cadáver y me arrodillé, para inspeccionarlo más de cerca, miré la máscara que portaba y con la yema del dedo pulgar, limpié donde decía el nombre de la deidad... Mara...

Volví la vista al cadáver, no sangraba, sabía que los demonios carmesí tenían una gran conexión con Mara, o eso parecía... Siempre había algo en cierto modo sobrenatural rodeandolos.

Luego volteé hacia la espada, y la miré de cerca aún arrodillado... Los kanjis expresando algo en claro...

Resurrección.

Y con eso no me lo podía creer...

Miré a Kohaku, confundido, y miré algo brillando en su kimono... Un broche... Pequeño pero perceptible. Una... Una luciérnaga...

Una Luciérnaga...

Poco a poco expresé sorpresa, y la frase otorgada de mi mente comenzaba a tomar fuerza, pero carecía de la evidencia para creer que podría ser real... Pero esta repentina calidez, Mara, Resurrección...

Magia...

Volteé a la espada, luego a Kohaku, recordé el peligro de portar armas sobrenaturales, cual fuese, luego lo que Kyogi hizo con uno de los Shijin... Lo que Rengo nos había dicho, empecé a sentir casi que haber sido derrotado en Yamato había sido lo mejor.

Me llevé una mano en la boca, para después mirar alrededor, como buscando algo o a alguien. Pero al no percibir nada volví la vista a la espada... ¿Podría ser? ¿Alguna conexión? ¿Es acaso... Este el secreto de Shimotsuke?

—Anata wa hotaru no Ohara de fenikkusu o mitsukerudeshou—. Murmuré, aunque al menos seguramente Kohaku llegó a percibirlo como mínimo.

Había replicado las palabras que acababa de escuchar mientras miraba la extraña espada...

—... Encontrarás al fénix en el campo de luciérnagas...—. Dije ahora como traducción a esas palabras, no sabía por un detalle si tenía genuina conexión... Y justo sucedió otra cosa que interfirió y no pude saber otra cosa clave, pregunté; en mi mente... pero ya no hubo respuesta...
Eso por supuesto me frustró... y... aunque temía, sentía que el riesgo valía la pena... Y... Lo hice...

Dirigí mi mano a la espada, temiendo sobre la sospecha que el arma fuese similar a Shi en cuestiones sobrenaturales, pero temía solo había una forma de saber si era verdad mi sospecha. Así que toque con la punta de mis dedos sobre la leyenda de Resurrección...
—... ¿Suzaku..? ¿Suzaku? ¿Estás... Ahí? ¿Puedes oírme?

 

Kohaku Ishikawa
Calles de Shimotsuke

Que el muchacho Ohara hubiese aclarado que no era dolor lo que había sentido me alivió en gran medida, y entonces la voz de Kuroki apareció junto a mí de repente, llamando a mi nombre. Di un muy ligero respingo, volteando el rostro hacia él, y por inercia repasé también a los demás con la vista. Las mujeres de la ciudad se estaban acercando a nosotros, mis ojos toparon por un instante con los de la señora Ohara.

—Yo... —balbuceé, algo aturdido, mientras seguía sus movimientos a mi lado.

Revisó la espada, volteó hacia mí y bajó la vista a mi ropa. Hice lo mismo, entonces, notando que el broche ahora asomaba entre los pliegues de la tela; debía haberse aflojado durante la pelea. Me aseguré de volver a guardarlo, no porque pretendiera mantenerlo oculto sino porque no quería perderlo, y Kuroki logró atar un par de cabos. Su murmullo alcanzó mis oídos, fue suave y grabó una clara imagen frente a mis ojos. El campo de luciérnagas y el ave fénix. Abrí los ojos.

¿Suzaku?

¿El shijin muerto?
​

Kuroki lo llamó, su voz se propagó en multitud de direcciones y alcé la mirada, las luciérnagas ascendiendo como un manto cálido en dirección al cielo. Deslicé los ojos con naturalidad hacia el muchacho Ohara, las llamas habían vuelto a concentrarse en su pecho para desaparecer instantes después, y lo observé bajo una nueva luz. Una luz diferente. Su sonrisa me entibió el corazón y, por alguna razón, sentí el deseo de llorar.

Suzaku.

El flujo del Qi.
​

Su muerte.

El calor al centro del pecho.
​

Ahora que tu Qi fluye en tu cuerpo, sabrás sentir la energía de aquellos que la poseen.

Si estás cerca de un shijin, podrás sentirlo. ​

No estaba seguro si esta sensación era a la que Ebisu se había referido ni por qué no la había sentido antes, pero... ¿Quizá se tratara de la memoria? ¿Quizás el muchacho Ohara necesitara recordar su identidad primero? No. Ya no se llamaba así.

Hotaru Ohara.

Literalmente, campo de luciérnagas.

¿Y su padre? Shimotsuke Ohara.

Campo de flamas de oro.​

—Hotaru —murmuré, poniéndome de pie para detenerme frente a él, y llevé la mano a su broche de luciérnaga para envolverlo con suma gentileza; una sonrisa me cristalizó los ojos. Quizá no pudiera tocarlo, pero al menos tenía eso conmigo—. Es un hermoso nombre.

Luciérnaga.

Ámbar.​

Los campos de girasoles.

El verano.​

Sorbí suavemente por la nariz y volteé hacia Kuroki, deteniéndome en la señora Ohara primero. Le sonreí, asintiendo, intentando decirle así que, por favor, confiara en mí. Hasta ahora había creído que el secreto de Shimotsuke podía relacionarse al clan Utsunomiya, pero... ¿y si era mucho más trascendental? Si los demonios carmesí respondían a Mara y la profecía de Ebisu era cierta, ¿eso no significaba que Mara ansiaría buscar y exterminar a los shijin? Para hacerse con el control de la energía oscura, para impedir que Amaterasu se liberara.

¿Y los Taira apoyarían su causa?

¿Rengo estaba con esa clase de personas?

—Hay... alguien aquí —murmuré, agachándome junto a Kuroki, y sonreí tenuemente en lo que observaba la espada. Resurrección—. Un simple muchacho que acaba de recordar su nombre, alguien que... lleva mucho tiempo vagando por estos campos sin rumbo.

No estaba seguro de lo que hacía, pero decidí, al menos, intentarlo. Estiré el brazo hasta alcanzar la hoja de la espada con la yema de los dedos, justo sobre la inscripción que llevaba, tal y como Kuroki lo había hecho. Seguí hablándole a éste último aún sin verlo.

—A decir verdad... tengo mucho para contarte. —La sonrisa me cerró los ojos—. Así que te debo una buena taza de té.

Exhalé con suma calma, alcé el rostro y, sin dejar de tocar la espada, extendí la mano libre en dirección a Hotaru. Le sonreí a él también.

Ven, Hotaru.

¿No es agradable? Sentir el calor de regreso.

Contenido oculto

como dijo Ko, no sé si hacer esto tenga sentido pero yolo, puede convertirse en un gran momento de anime o no (???

also la rolita absolutely got me *cries*

 

Kuroki Fusatada

Había estado tan ensimismado en mis acciones, tal vez algo erraticas, para tratar de entender; que no me había percatado que las mujeres se habían aproximado, no pude percatarme hasta después de la presencia de la madre del joven Ohara hasta que tuve una visión... Breve... Pero... Claro.

Gemí impresionado, no podría olvidar esa pose, esa... Mirada...

Acababa de ver a Kyogi, con la misma pose que había demostrado en las cuevas de Tsu, dónde Itami nos había defendido...

Yo sabía que ella había matado al fénix, y separé la mano mientras intentaba entender... Suponía que era obvio ya a estas alturas... Si esto de algún modo se conectaba a Suzaku, lógico que lo último que pudo haber visto debió ser a esa mujer.

Pero lejos de intimidarme o despertar temores, solo sonreí, divertido, inclusive reí un instante, negando. Cómo había prometido en Mito, no me dejaría adrementar de este modo de nuevo.

Sin embargo, pronto me percaté de una iluminación curiosa, y al alzar la vista, confundido, pude ver atónito cómo las luciérnagas se alzaban... Otorgando una vista cuánto menos milagrosa y hermosa al sitio, casi como si mi intervención hubiese servido para haber dado el inicio de algo mucho... Mucho mayor... Y pronto sentí mayor calidez, una que me hizo soltar una lágrima, casi como si la visión y... Un algo por ahí me hubiese contagiado algún tipo de... Tal vez, agradecimiento.

No había escuchado al Shijin y honestamente había sido un tiro al aire, pero pensaba que más claro no podría ser ahora... Era una lástima no poder comunicarme ahora.

Otra lágrima escurrió y me la limpié junto al anterior, mientras miraba a Kohaku interactuar con una mujer en específico, desconocía las razones, pero pronto, Kohaku se acercó a mi lado para arrodillarse y lo miré mientras se dirigía a mí... Explicándome en murmuros lo que estaba haciendo... Al parecer, había alguien allí, un joven quien acababa de recordar su nombre y antes, solo estaba vagando sin rumbo en un... Campo...

Por un momento creí si no estaría hablando del espíritu del Shijin, pero no hubo tiempo a preguntar, aún si no dirigía su mirada ámbar sobre mí, el mensaje había sido claro...

Escuchar la parte de una conversación extensa y una buena taza de té, me fue inevitable... Recordé a Itami, y lo que casi que idénticamente me había dicho en Kamakura la primera vez... Por lo que no evité reír con nostalgia y hasta tal vez... Un deje de alegría, por lo que afirmé.

La verdad es que la risa no había sido por Kohaku o Itami... Si no por la ironía del destino...

De nuevo volvía a esto...

Tal vez no era tanto un mensaje astral que me decía que debía dejar esto, o que no era apto... Que al final Kohaku hubiese despertado su energía espiritual por todo lo que hice por Rengo en primer lugar, y aún si quise dejar todo este asunto de lado, de todas maneras, aún aceptando un último encargo, siendo derrotado, humillado y rescatado, estaba aquí, de nuevo, dando con lo que para mí era el sitio donde Suzaku había perecido... Tal vez no era porque no debía seguir, si no porque... Eran las pruebas, ¿No?

Las pruebas de la vida, para demostrar que podía y debía seguir...

Porque Kohaku no podría solo con esto.

Seguía sin encontrar mi propósito y mi lugar en esta vida... Desde que había perdido mi hogar, la búsqueda para encontrarme y entender mi propósito seguía al aire... Pero... Mi hogar había sido arrasado por algo... Resultaba que tenía una hermana, y que además, había sido bendecida por alguna deidad, como Kohaku... Y mi sueño de ser un guerrero se había cumplido a tiempo, siendo Nozomu el regalo final de mi madre...

Desde el inicio, trazos sobrenaturales siempre estuvieron conmigo... Tal vez no esté bendecido por nadie, tal vez jamás pueda ayudar directamente en esas cuestiones. Pero que fuese alguien normal no implicaba que no pudiese ayudar de otra manera, ¿No? Kohaku no podía quedarse así... No habiendo perdido a Rengo de nuevo... Y todo lo que había estado descubriendo por apoyarlo, sería un gran desperdicio dejarlo así... Por lo que... Tal vez, este era mi destino.

Apoyar justamente al joven con el que había iniciado toda esta odisea, siendo recién aceptados por Takeda Minamoto al clan del mismo nombre...

Habíamos iniciado esto. ¿Porqué no continuarlo juntos?

Él había iniciado portando siempre una máscara y hasta siendo algo tímido, yo, también portaba una máscara más simbólica, que ocultaba tantas emociones y pesares por mi pasado y la carga del extinto clan Fusatada. Y ahora... Ambos habíamos cambiado mucho, él ya no portaba una máscara y se notaba un gran cambio, se notaba la madurez, así como yo también. Había cambiado mucho, sé que ya he crecido... Y también me había quitado la máscara, aceptando más las virtudes y deficiencias que tengo, errores, que casi me cuestan la vida al final.

Lo sentía... Esto solo era el inicio de algo mucho más grande, bueno, desde antes lo había sentido, pero a diferencia de ese antes, me sentía más determinado a tomar definitivamente este camino. Después de todo, aquí estaba de nuevo...

Seguí mirando a Kohaku, replicando su sonrisa, inconsciente, viendo como al final extendía su mano al aire, y, supuse, ahí estaba el joven que me mencionó, y pese que no veía nada, miré a donde supuse podría estar su rostro, sin perturbar mi sonrisa.
—Acepto con gran gusto la taza, Ko. Yo también... Tengo mucho de qué hablar, aunque no lo parezca, conozco muchas cosas. Y... Creo que es hora de volver a unir nuestros caminos como había sido en un inicio, estoy dispuesto a ayudarte, como había hecho con Rengo. Debemos estar unidos—. Dije, mirando a Kohaku por si me devolvía la mirada, y luego regresé la vista al vacío.

No sé si sucedería algo si Kohaku tocaba la espada de nuevo, pero lo dejé estar... Después de todo, era lo mejor que se podía hacer por ahora.

Debía acabar con lo que inicié... Después de todo.

 

Kohaku Ishikawa
Calles de Shimotsuke -> Shukusha

La madre de Hotaru se dejó caer sobre sus rodillas apenas aquel nombre brotó de mis labios, la imagen captó mi atención y pude respirar aliviado, ya que no lucía abatida, sino en paz. La guerra de Utsunomiya había ocurrido hacía ya diez años, imaginaba que debía llevar un tiempo similar sin oír a viva voz el nombre de su hijo. Era mucho, mucho tiempo.

Kuroki me respondió, la mención de Rengo me hizo volver el rostro hacia él con cierto énfasis y, tras un breve momento de sorpresa y algo de tristeza, asentí. Fue un gesto consciente, pausado, mi forma silenciosa de aceptar y hacerlo de corazón. Cuando toda esta vorágine pasara, con suerte... tendríamos un momento para beber una taza de té y compartir todo lo que nos había ocurrido por el camino. Podía verlo en sus ojos azules, mucho más adultos que antes.

Había muchas historias por contar.

Entonces toqué la espada, sentí el hierro bajo mis dedos y el mundo desapareció en un parpadeo. Fue una sensación similar a cuando había establecido conexión con Mara y él me mostró un recuerdo de Rengo, sólo que esta vez... podía sentirlo todo, no sólo verlo. Estaba en un par de ojos ajenos, atado a un árbol frío. Y mi voz no era la mía, sino la de Hotaru.

Comprendí a velocidad que se trataba de un recuerdo del muchacho. Frente a mí había un hombre y una mujer que nunca antes había visto, pero aquel escenario, el cansancio que sentía y... lo que estaban diciendo. El golpe de realidad me aplastó el corazón contra el suelo.

Era la muerte de Hotaru.

No quise, por un momento deseé con todas mis fuerzas no tener que revivir una cosa así y gemí, encogiéndome sobre mí mismo. No tenía control real sobre mi cuerpo, sin embargo, ni siquiera era consciente de haber hecho eso, y seguí prisionero de la espada. La desesperación se extinguió con el frenesí de un vendaval y, en su lugar, sentí genuino desconcierto cuando postraron frente a Hotaru a un monje. Cuando reconocí a ese monje.

Era una de las marionetas que nos habían detenido en Tsu de alcanzar a Hana.

De un momento al otro lo asesinaron, el hombre de las cicatrices atravesó su corazón con una nagitana y sólo pude observar, amarrado a aquel árbol. La mujer se acercó, entonces, y realizó un ritual extraño sobre su cadáver. Y el cadáver se alzó, posicionándose junto a ellos. Los hilos siguieron atándose entre sí poco a poco, con información nueva y...

Muy distintas habilidades entre Taki y tú.​

¿Qué?

Muy distinto ser un Onmyoji a un Shugenja.​

¿Qué había dicho?

La emoción inicial regresó como un torrente furioso, mi corazón se aplastó contra mi pecho y no tuve tiempo de preguntarme nada, de procesarlo en absoluto, cuando la mujer se acercó a Hotaru y enterró la katana en su cuerpo. El dolor fue acuciante, me hizo boquear por aire y buscar presionar la herida; herida que no existía en absoluto. Me esforcé por todos los medios en recordar que no era real, que estaba viviendo una memoria, pero no había forma de disimularlo ni apartarlo. No había forma de tranquilizarme.

Dolía.

Dioses, dolía demasiado.

No tuve idea cuánto tiempo se prolongó hasta que, poco a poco, la agonía física fue amaninando. Logré respirar con mayor calma, debilitado, los ojos de Hotaru se cerraron y, segundos después, el mundo volvió a ser el que era. Fue como despertar de una horrible, horrible pesadilla cuando ésta ya había acabado. Pestañeé, seguía de rodillas en el suelo pero me había encogido por completo, con una mano fuertemente presionada en mi torso. Me erguí de a poco, despojándome de las sensaciones físicas para conservar el resto, y clavé mi vista en la espada. Aquel hombre de las cicatrices lo había dicho cuando ya Hotaru estaba muriendo.

Había mencionado una espada.

—Puede que tus recuerdos estén aquí —le dije a Hotaru y me incorporé al fin, alzando la espada conmigo. Dioses, este niño había muerto de una forma tan horrible—. Dijiste que no recordabas qué pretendían proteger las mujeres de este pueblo, ¿verdad?

Puede que seas tú.

Suspiré, agotado por la pelea y el recuerdo de la espada, cuando la voz de Reijiro alcanzó mis oídos. Dioses, era verdad, el niño de los tatuajes seguía en el shukusha. Quizá fuera inútil forzar un pacto sobre él, así como lo había sido con aquel demonio de Odawara, pero no perdíamos nada intentándolo. Alcé la vista al cielo un momento, hacia las cientos de luciérnagas, y me acerqué a la señora Ohara para sonreírle y extenderle la mano libre, ofreciéndole ayuda para incorporarse.

—Regresemos todos al shukusha —propuse, en tono suave y conciliador—. Creo que tenía más razón de la que creía cuando dije que nuestros intereses convergían.

Contenido oculto

si les parece bien, podemos ya asumir que llegaron al shukusha y idk, que Ame plantee el escenario ahí (?

 

Kuroki Fusatada

La mirada que Kohaku me había dedicado cuando respondí, ciertamente me había llamado la atención como también decía bastante, la sorpresa y tristeza me preocupaban un poco, pero lo dejé estar, sentía muy honesto su gesto, por lo que lo dejé hasta allí.

Kohaku tomó la espada y en un inicio no hubo reacción, por lo que me erguí, mirando cómo la mujer de antes se había puesto bastante emotiva, fue suficiente para entender que tenía bastante que ver con todo este tema, y luego escuché al resto, cielos, había olvidado al niño. Poco después por ensimismarme en eso, me percaté un poco tarde que Kohaku se había agarrado el pecho, eso me preocupó, pero pronto pareció más estable, proponiendo volver al Shukusha. Cuando hicimos eso, la interacción fue curiosa, y el niño se mostraba aún hostil, luego observé curioso la escena entre las mujeres con respecto a la espada, cuando mencionaron que si hablaban en privado, no evité intervenir...
—Disculpen, yo vengo con él y...-

Pero me interrumpí, pues si bien estaba decidido a ayudar a Kohaku, desvié la vista hacia el niño, tal vez y había alguna conexión después de todo...
—Ah, no... No dije nada, me disculpo—. Mencioné, dando una breve reverencia de disculpa para después ir con Ukita, afirmándole, cierto era que lo mejor era dividirnos las tareas, suponiendo que Kohaku decidiese ir con ellas, después de todo, la promesa ya estaba allí, y yo ya no quería separarme de este camino, por muy peligroso y confuso que me fuese.

Suspiré, intentando sopesar opciones... Lo cierto es que tenía muy poca información acerca de los demonios carmesí, y no tenía manera de conocer más de ellos... ¿Por dónde apuntar? Apenas si tenía unos trazos de Kamakura...

Me acerqué al niño, serio, y pronto comencé a hablar...
—Seré directo y espero que colabores, te estamos dando la oportunidad de vivir siempre que nos ayudes... Su invasión ha fracasado miserablemente y si aún respetas tu vida, será mejor que hables... Dime... ¿Que tanto saben del secreto de este lugar? Está claro que de algún modo se han enterado de ello. ¿Quién los ha mandado aquí? Porque dudo que todos ustedes sean los únicos que quedan... ¿No es así? Y... ¿Porqué no me dices qué otras prioridades tienen ustedes? Dudo que Shimotsuke sea su único objetivo aquí...

Contenido oculto

Tbh no sé qué preguntar, ahí están las que creo pueden ser un buen inicio (?)

Edit: Recojo cualquier katana sobrante de los cadáveres de la última batalla