Mini-rol Serendipia [Konoe & Lena | Gakkou Roleplay]

—No es una novela erótica.

Carraspeé ante mi propio exabrupto.

Lo apresurado del comentario de Hotaru me sobresaltó y sentí mis mejillas arder. Por eso Mamiya me llamaba Cerasus-chan: Cerezo. Por el color que tomaba mi rostro cuando insistía en ruborizarme.

Era algo que disfrutaba hacer. Otra cosa en la lista de comportamientos de Ai que nunca comprendí del todo. Lastimosamente para mí, Hotaru parecía ser el mismo tipo de persona.

Mi piel era notablemente pálida; no era fácil disimular.

Hice a un lado ese desliz. No me hubiera sobresaltado si realmente lo fuese, no sería la primera ni la última novela erótica que leería. Pero no era el caso esta vez. Estaba bastante segura de que la Princesa de Whitechapel no era un libro de esa índole.

>>Es una historia de romance y aventuras. Ambientada en el Londres victoriano, Mackenzie Burton es una joven que ha sobrevivido en el mundo gracias a su astucia y a la banda de la que forma parte. Una serie de acontecimientos la llevan a encontrarse con una dama adinerada, Lady Danford, y obligada a casarse con el hermano de esta.

Mi mirada vaciló brevemente entre los libros de la estantería. Pasé los dedos sobre los volúmenes. Había tanto romance histórico como novelas contemporáneas. Prefería la sutileza y el entorno casi etéreo de las novelas de época.

Tenían cierto encanto fantasioso, casi mágico.

>>Mientras trata de escapar de un matrimonio concertado que no desea, se encuentra con Trevor Coverdale y nace entre ellos una atracción inesperada. El nombre de la novela es el apodo que tiene la protagonista.

>>No hace mucho que salió a la venta—comenté en voz baja más para mí misma que para nadie más, reflexiva—. Quizás aún no la tengan en el catálogo...

No parecía estar. Si se encontraban ordenados por orden alfabético y en caso de que estuviera catalogada, solo me quedaba pensar que tal vez la hubieran confundido de categoría. ¿Estaría en la sección de novelas de aventuras, quizá?

Suspiré con cierto pesar y giré sobre mis talones.

>>¿También te gusta leer, Ankoku-san?

 

Hotaru alzó las cejas ante su exabrupto, intrigada.

—¿Oh?

Parecía que la siempre recta y protocolaria delegada de clase también podía ruborizarse. Sus mejillas se tiñeron del color del cerezo y se apresuró a explicarse, relatándoles una breve reseña del libro que buscaban.

Qué adorable.

Ankoku apenas prestó atención a lo que decía. Intercambió miradas con Lena, quien escuchaba la conversación con más interés del que realmente reflejaba a simple vista, antes de regresar a su propia búsqueda al saberse observada por ella.

Sonrió para sí misma.

—Hm~ Es extraño —comentó—. Cuando me mencionaron sobre ese libro lo que más me llamó la atención fue su subgénero. Habrá sido una confusión, una pena.

>>Yo soy más de novelas ligeras, querida. Tantas letras me abruman —Caminó con tranquilidad hacia las secciones aledañas—. Tengo una biblioteca repleta de libros que papá ha ido adquiriendo a lo largo de los años, así que algunos títulos me suenan. Pero eso es todo.

—Te gustaba leer mangas, ¿verdad? —comentó Lena, inclinándose ligeramente para alcanzar un libro sobre viajes en el tiempo—. Recuerdo haber visto varios tomos en tu habitación de pasada.

—Ah, con que los curioseaste —Los hombros de Lena se tensaron ligeramente, arrancándole una risita baja—. Sí, me gustan mucho. Algunos mangakas representan tan fielmente la realidad que resulta sorprendente. Como si pudiese ver frente a mí las escenas que crearon sobre el papel.

>>Podría prestaros alguno, aunque...

Se inclinó al pasar por el lado de Konoe, quien aún era incapaz de encontrar el libro que buscaba. Su cabello de obsidiana cayó sobre un costado; buscó sus ojos, y Suzumiya creyó que no había nada que pudiese escapar de su mirada.

>>¿Leerías algo sobre dos chicas, Suzu-chan?

 

¿La princesa de Whitechapel era una novela erótica? No. Estaba segura de que no. Las reseñas que había leído no indicaban nada particularmente lujurioso. Si bien era cierto que las novelas románticas solían contener escenas de sexo, no era algo sobre lo que girase su trama.

Suspiré y deslicé un mechón oscuro tras mi oreja. Hotaru hizo mención al tipo de libros que le gustaban. Mangas y novelas ligeras... era algo bastante típico. No solía leerlas, no por falta de interés, si no porque prefería la profundidad de la pura narrativa.

Sin embargo, sí había tenido la oportunidad de disfrutar sus historias en cierta ocasión. Conocía alguien que también los prefería a los libros.

—Debo admitir que algunos autores de manga captan muy bien las emociones en sus trazos—comenté con suavidad mientras aún buscaba el libro en las estanterías—. Resultan sumamente vívidas, ¿verdad?

Mi mirada se encontró con los ojos verdes de Hotaru cuando se inclinó junto a mí. Sus ojos me resultaron insondables, permeados por los rescoldos de una idea. Y aunque en un primer momento no pude descrifrarla, no era la primera vez que veía una mirada así.

Mi cuerpo se tensó en contra de mi voluntad. Deslicé los ojos de nuevo a los libros.

—¿A qué viene esa pregunta, Ankoku-san?

 

—Oh, por nada en especial —Hotaru le dejó su espacio. La tensión en sus gestos fue más que suficiente para recrearse con la situación, sin cruzar sus límites—. No puedo recomendar cosas sin conocer primero los gustos de los demás, ¿no crees, Suzu-chan?

—Hotaru, déjala tranquila —suspiré, dejando de rebuscar entre los libros para mirarla a los ojos por un breve instante—. ¿Te recuerdo que prometiste no molestarnos?

Ankoku hizo un mohín en mi dirección.

—Solo intentaba buscar cosas en común. ¡Me duele que pienses así de mí, Lena~!

Enarqué una ceja, curiosa.

—¿Eso significa que a ti si te gustan? —cuestioné vagamente, cambiando de sección.

—Creí que los habrías visto —Hotaru me siguió, extendiendo el brazo para ayudarme a alcanzar los libros más altos—. No es como si los escondiese en mi habitación de miradas indiscretas ni nada así. Es un género como cualquier otro.

Lo cierto era que quitando todo su rollo de chica tocapelotas, admiraba la franqueza con la que hablaba en ocasiones. No le avergonzaba admitir siquiera algo así, mientras que yo dificilmente admitía algo a secas.

>>¿Alguna vez leíste algo así, Lennie? —preguntó. Esa vez sonó natural, genuinamente interesada por mi respuesta. Le daba la espalda de modo que no podía ver cómo dudaba por un instante.

Mi mano se detuvo una milésima de segundo. Ah, qué más daba.

—Sí, puede que sí —admití. Arrugué el gesto poco después, presa de una vergüenza repentina—. P-pero solo por curiosidad, simplemente. No te hagas una de tus ideas raras.

Hotaru soltó una risilla.

—Demasiado tarde~.

En mitad de aquella charla, quizás algo más distendida que antes, terminé dando con algo. Me había acercado por mera curiosidad, pero no esperé encontrarlo justo allí de verdad.

—Suzumiya, tienes que ver esto.

Me aparté un par de pasos. En la estantería de la zona de novelas algo más... subidas de tono había aparecido un grupo de libros del mismo título.

La princesa de Whitechapel.

 

No había reaccionado así porque me incomodase la pregunta en sí misma. Era todo lo que implicaba, todos los recuerdos que removía dentro de mí. Por eso agradecí en silencio la intervención de Lena. Cerré los ojos y suspiré para mí misma.

Remover en el pasado y traer a colación hechos enterrados no resultaba agradable. Pero no podía culparla por una simple pregunta. Me había puesto a la defensiva sin notarlo.

En determinado momento Lena me llamó y dirigí la mirada en dirección a lo que señalaba. En una de las secciones, casi al fondo de la librería, vi el título que me encontraba buscando. El rótulo en la parte superior rezaba "Novelas eróticas" en escuetos caracteres.

Separé los labios como si repentinamente me faltase el aire, abrumada, y el calor me subió de golpe al rostro. Así que... era una novela erótica después de todo.

Mi mirada vaciló ligeramente antes de resumir mi estupefacción y vergüenza en un suspiro.

Tomé el libro de la estantería. Ya que estaba allí lo compraría. Llevaba varias semanas queriendo leerlo.

—En cuanto a tu pregunta de antes: No, no tengo reparos en leer literatura lésbica, Ankoku-san—aclaré mientras le daba la espalda—. Es una orientación sexual válida como cualquier otra.

>>Recuerdo el título de un libro en particular: Carmilla de Sheridan Le Fanu. Las interacciones entre ambas protagonistas son muy sutiles porque la época en la que la novela fue escrita no permitía ese tipo de inclinaciones, pero muy presentes. Es un libro de terror gótico; una de las primeras novelas de vampiros que se hizo pública incluso antes del Drácula de Bram Stoker.

>>No soy fan particular del terror pero es una historia que te atrapa. Me la recomendó alguien importante.

Ai Mamiya.

Recordarla en ese momento fue doloroso. Solo el hecho de pensar que rompí su corazón porque era incapaz de corresponder sus sentimientos bastaba para apagar mis ánimos. El mío lo había ocupado otra persona... alguien que también lo rompió porque no podía corresponderme.

Suponía que al cortar todas las flores sí se detenía la primavera.

Traté de centrar mis ideas y distraerme de la vorágine de pensamientos que se gestaban dentro de mí. Mi mirada buscó a Lena y le cuestioné algo más liviana, curiosa.

>>¿Comprarás algún libro, Sallow-san?

 

Konoe se dirigió así hacia el estante que le señalaba. El libro que buscaba, tal y como Hotaru había creído anteriormente, se encontraba en la sección de literatura erótica. Ambas aguardamos, unos pasos atrás, por la reacción de la delegada de clase. Ankoku no ocultaba la diversión en su semblante, francamente divertida con la situación, y con el hecho de llevar la razón desde el principio.

En mi caso, pese a que no lo mostré tan abiertamente, sí que pudo notarse la sombra de una sonrisa en los labios, contagiada por la repentina atmósfera distendida.

—Ah... Tenía que haber apostado algo —Se lamentó Hotaru, acomodándose el cabello con un movimiento vago del brazo.

—Suerte que no lo hiciste —puntualicé, cruzando los brazos contra mi pecho. Había cierta liviandad en mi voz que no había estado allí anteriormente, como si paulatinamente bajase la guardia—. Al menos ya lo tienes, ¿no, Suzumiya?

Nos relató entonces otro de los tantos libros que había leído, al que Hotaru pareció reaccionar con genuino interés, diciendo que si se lo vendía de esa forma hasta ella se lo leería. Paseé por mi parte la mirada por el lugar, distraída, mientras Konoe le daba algunos datos más para ver si con ello lográbamos que Ankoku leyera algo más que una serie de bocadillos en viñetas, cuando una serie de libros captó mi atención.

"Escrito en el agua", de Paula Hawkins.

Mi semblante se contrajo.

Aquel libro traía demasiados recuerdos a mi mente. Fue el regalo que mi madre quiso hacerme el último cumpleaños que pasé en Reino Unido. Recuerdo que lo hizo porque una de sus protagonistas se llamaba como yo. Hasta decía tener un carácter similar al mío. Para ese entonces mi vida se había hecho pedazos, y yo no podía siquiera verla a los ojos. Recibí aquel libro en mi cuarto anudado con un lazo azul y todo cuanto hice fue tirarlo a la basura.

Apreté los labios cuando la pregunta de Konoe me alcanzó. Las chicas se habían acercado, y me miraban con curiosidad, aguardando por mi respuesta.

Dirigí una última mirada de soslayo, fugaz, al libro que había estado observando para negar con la cabeza, escueta.

—No realmente. Podemos irnos si quieres.

Ankoku pareció cavilar algo en silencio. Intercambió miradas sutiles, y como quien no quiere la cosa jugueteó con un mechón de cabello.

—¿Qué tal si le propones algo tú, Suzu-chan? —Dijo de repente, sin venir a cuento. Solté un "¿ah?" en mitad de la sorpresa, pero la chica se volvió hacia la delegada—. Así animas a dos alumnas a volver a la lectura. ¿No es ese como dos logros en uno?

 

No recibí una respuesta inmediata. En lugar de ello Lena negó y dijo que tal vez era ya momento de marcharnos.

Llevábamos minutos allí y ya tenía el libro que había venido a comprar, incluso si no era exactamente lo que esperaba. Tal vez era momento de regresar e intentar terminar la tarea.

Pero, ¿de verdad podríamos acabarla? Mi intención no era ni mucho menos rendirme. No era la primera vez que trataba con este tipo de situaciones. Con un poco de paciencia, tal vez...

No pude pasar por alto la sugerencia de Hotaru. Si había captado su atención en relación a Carmilla tal vez podría crear un puente entre Lena y yo a través de algo que teníamos en común.

Me llevé la mano al mentón, pensativa.

La lectura.

—Hmm... Sallow-san, me dijiste que te gustaban las novelas de romance—caminé hasta una de las estanterías y tomé uno de los volúmenes— Pero estabas mirando este libro, ¿cierto?

Escrito en el agua rezaba su título.

No lo había leído y me causaba curiosidad si a Lena le había llamado la atención. La intención de esta salida juntas era limar asperezas, cualquier cosa que allanase el camino entre ambas era bienvenido.

Esbocé una leve sonrisa.

Me causaba cierta emoción. Desde lo sucedido con Alisha y Ai no tenía nada parecido a una amiga... aunque quizás era demasiado pronto aún. No quería forzar los acontecimientos.

>>Creo que deberías comprarlo. No lo pienses demás si te ha llamado la atención. De hecho...

Caminé hasta el mesón de recepción donde se hallaba la caja registradora y dejé los dos libros sobre él. Los pagué ambos y regresé sobre mis pasos.

Me llevé un mechón tras la oreja con la punta de los dedos con mi mano libre en un ademán tímido y le extendí el libro, liviana.

>>Aquí tienes, Sallow-san—le dije—. Espero que lo disfrutes.

 

Era más que evidente que ambas tenían la capacidad de socialización de una planta rodadora. Lena continuaba alzando sus muros y gruñendo a cada persona que se le acercaba, y Suzumiya y su actitud protocolaria y recta no parecía que fuera a hacer avances en un futuro próximo.

Si bien en un principio me había acercado en un impulso de marcar territorio, la presencia de Konoe, más que suponerme una amenaza, empezaba a darme lástima. Si de verdad pretendía hacerse un lugar en la vida de Sallow iba bastante desencaminada. Cada intento por su parte me hacía observarlas en silencio y rodar los ojos para mí misma.

Por ello decidí intervenir. La realidad era que hallaba cierta diversión en los intercambios de aquel dúo tan dispar. La delegada aceptó mi idea, y seguí con la mirada a la castaña observar un par de libros en concreto, llevándome uno de tantos dulces que guardaba en el bolsillo a los labios.

Cuando Konoe se lo tendió tímidamente, la expresión liviana de Lena se ensombreció. Fue como si aquel título rezase un significado mucho más profundo de lo que ambas podíamos llegar a imaginar. Algo que le traía recuerdos dolorosos a su mente.

Oh.

Lena tardó unos segundos en procesarlo. Extendió finalmente el brazo para recoger el libro que le tendía, y pude notar un brillo de tristeza en sus ojos, al contemplar una vez más su portada.

No la miró a los ojos cuando volvió a hablar. Su voz sonó plana, vacía.

—...Gracias, Suzumiya.

Vaya mala suerte tenía la criatura. Era evidente que había tocado una fibra sensible sin saberlo, probablemente alguna historia relacionada con ese pasado que Lena tanto deseaba olvidar.

Eché un vistazo a la hora, y negué con la cabeza, suspirando. Ah, los guardaespaldas llegarían aquí en breve, pero quizás pudiese intervenir un poco más.

Después de todo tenía muuucho karma limpiar~.

—Ah, Suzu-chan. Creo que yo me llevaré el libro de Carmilla también —comenté, rompiendo el tenso silencio que se había instaurado entre ambas, completamente ajena—. ¿Me ayudas a buscarlo, linda?

>>Lennie, puedes esperarnos fuera si quieres, será rápido~.

La castaña asintió, distraída en sus cavilaciones. Intercambió miradas entre ambas antes de dar media vuelta, apoyándose en la pared de fuera hasta que hubiésemos terminado.

Le sonreí a Konoe, como si fuera su amiga de toda la vida, y le indiqué con un movimiento de cabeza que me siguiese.

Era más que evidente que no íbamos a por ningún libro.

Solté el aire por la nariz en una suerte de risa.

—¿Qué clase de intento se supone que ha sido ese?

 

La reacción de Lena no fue la que esperaba. Su expresión se ensombreció, agriándose momentáneamente. Fue tan fugaz que si no estuviera tan acostumbrada a reparar en los detalles quizás no lo habría notado. Tomó el libro y me agradeció sin mirarme.

En un principio me confundió.

Sentí como si el puente que había intentado crear entre ambas se rompiese y nos separase nuevamente, cada una en una orilla distinta. Recogí la mano que había extendido y contrariada me pregunté que había hecho mal.

¿No le gustaba el libro? Parecía como si... despertara en ella algún tipo de recuerdo. ¿Había hecho sentir mal a Lena sin pretenderlo?

Fui muy ilusa al pensar que limar asperezas sería tan fácil.

Hotaru rompió el silencio y asentí, aunque mi atención estaba en otro lugar. Tenía serios problemas lidiando con la culpa. Podía aguantar muchos estados emocionales distintos, pero la culpa me pesaba especialmente.

Cuando Lena se marchó no pude evitar seguirla con la mirada durante unos segundos al ser consciente de algo con mayor certeza que nunca: No la conocía en lo absoluto. No sabía nada de ella.

Mi mente aturdida se perdió en cavilaciones mientras seguía a Hotaru. Cuando habló finalmente, en medio de una suerte de risa, me sorprendió.

Ella también lo había visto. Generalmente no tenía problemas a la hora de socializar. Las personas solían reaccionar bien ante la amabilidad y ese era mi estandarte. Pero a veces la amabilidad no era suficiente. Y otras, podía incluso resultar contraproducente.

Apreté la princesa de Whitechapel contra mi pecho.

—Yo no... no lo sabía—me excusé tenuemente—. Debería disculparme.

 

La miré sin ninguna expresión aparente. Nos habíamos detenido en uno de los pasillos de la amplia librería, buscando cierta... privacidad. Suzu parecía sumergida en sus cavilaciones, y pronto mencionó en voz baja que igual debía disculparse, abrazando aquel libro como un animalillo indefenso.

Qué adorable.

—Puedes disculparte, pero eso no solucionará el verdadero problema —Sostuve el chupachups entre los dedos. Ah, frambuesa. Mi favorito—. Te encaprichaste en conocer a un animal herido, Suzu-chan. Uno que esconde sus heridas para lamerlas cuando nadie mira.

>>Es evidente que pasarían cosas como esta.

Lo había notado. Sus intentos por sacarle conversación y conocer más de ella eran bastante obvios. Quizás su carácter amable y servicial le sirviese con otros, pero no era así en el caso de Lena.

Yo lo sabía bien. Me había costado meses que se acostumbrase a mi presencia. Parecía guardar un profundo rechazo y una desconfianza inusitada hacia cualquier persona ajena a su zona de confort, como si hubiese sido dañada anteriormente.

Pese a tener algunas piezas del puzzle en mi poder, aún quedaban demasiados huecos en blanco.

Aún desconocía la historia de su pasado.

—La realidad es que Lena tiene bastantes carencias afectivas. Lejos de esa fachada irritable le gustaría hacer amigos —solté una risa nasal de circunstancias—. Simplemente se le da como el culo.

>>¿Por qué te estoy contando esto? No me preguntes la razón, no lo sé —Le dirigí una mirada de soslayo, cruzando los brazos bajo mi pecho—. Quizás solo quiero saber cuáles son tus verdaderas intenciones. Si has sido enviada por algún profesor o por cualquier mierda, preciosa, lo sabré tarde o temprano.

 

Por las palabras de Hotaru y lo que conocía de ella, Lena parecía ser una persona muy solitaria. Rehuía el contacto y el cariño ajeno exactamente como un animal herido, pero al mismo tiempo lo necesitaba desesperadamente. Esa dualidad de sentimientos me estrujó el corazón en el pecho.

Sabía que había personas que huían de ella por su carácter hostil y que tampoco era precisamente alabada entre los profesores. A menudo solía verla en la distancia, sola, con una expresión que no sabría definir con certeza. Y la forma en la que se negó a abrirse, negándose obstinadamente a escribir sobre sus miedos me había hecho darme cuenta que había muchas cosas que no sabía.

Sin embargo, desde el otro lado del puente donde me encontraba ahora mi mano no lograba alcanzarla.

—No, yo...—hice una breve pausa. Mi pecho se vio estremecido por un leve suspiro—, es cierto que estamos aquí porque tenemos un trabajo escolar que hacer juntas, no lo negaré.

¿Qué necesitaba Lena en realidad?

>>Pero no se trata solo de eso. Me gustaría ayudarla.

¿Ayuda? ¿Compresión? ¿Tiempo? Podía darle todo eso. Si lo necesitaba, no me importaba hacerlo. Estaba acostumbrada a dar y dar aunque no recibiese absolutamente nada a cambio. No había interés en mis acciones solo un genuino deseo por llegar a ella.

>>Me gustaría conocerla mejor y si me lo permite... ofrecerle mi apoyo y mi amistad. Pero, ¿qué puedo hacer Ankoku-san? Cada cosa que hago solo parece alejarnos.

 

La escuché con las cejas alzadas, suspicaz. Había algo en que la delegada del aula intentase acercarse a una chica como Lena que no acababa de convencerme. Nunca me había fiado demasiado de las chicas como ella. No era la primera vez que se me acercaban con buenas intenciones, listas para dar el chivatazo a los profesores en cuanto agarrase un poco de confianza y empezase a soltar ciertos detalles.

No obstante no notaba malas intenciones en ella. Se la veía genuinamente desorientada, de hecho. Como un animalillo extraviado.

—Estás demasiado tensa —señalé, apuntando sus hombros con el índice vagamente. Todo en su expresión, incluso el ceño ligeramente fruncido la delataban. Solté el aire por la nariz en una suerte de risa—. Relájate. A Lena le caes bien. ¿La has visto alguna vez acompañando a otros siquiera?

La respuesta, para sorpresa de Konoe, era bastante obvia. Lena no aceptaba acompañar a otras personas en sus quehaceres por regla general, por ello solía vérsela sola a menudo. Si lo hacía debía, al menos, tolerarla ligeramente. Definitivamente no era el tipo que fingía por complacer a otros.

>>Activaste algún recuerdo regalándole ese libro, pero dudo bastante que te odie por ello. Lena parece intentar huir de su pasado... Pero es algo de lo que no siempre podemos escapar —comenté, un tanto críptica. Podría darles un empujoncito, pero Konoe tendría que hacer los deberes en ese aspecto—. Mi consejo es que intentes hacerla sentir una chica normal. Al menos por un día. Id a tomar helado, pasead por el parque, haced cosas de adolescente. Diría que eso ayudará a relajarla lo suficiente como para que deje de parecer tan amargada.

Le guiñé un ojo, coqueta. Anda, si hasta hacer de "celestina" tenía su gracia y todo.

>>¿Crees que serás capaz, o es demasiado para ti, Suzu-chan?