Mini-rol Serendipia [Konoe & Lena | Gakkou Roleplay]

"La brisa sopla fresca, y el rumor de las hojas se funde con el ruido de la televisión, apenas perceptible. Diversos útiles académicos cubren la totalidad de la mesa mientras dos jóvenes, mundos completamente opuestos entre sí, tratan de hacerle frente a la tortuosa lentitud del paso del tiempo, sin ninguna clase de resultado a la vista".

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Título: Serendipia 偶然
Personajes: Konoe Suzumiya y Lena Sallow
Rol original: Gakkou Roleplay
Trama: Después de tres largos años compartiendo clase y pasillos, un trabajo en pareja se les atraviesa y les obliga a convivir más tiempo del necesario. ¿Serán capaces de lidiar con ello, o las diferencias entre ellas serán insalvables?
Notas: Este minirol forma parte kinda de la actividad del simulador de citas de Amane. Vamos a hacer un mix de algunas de las opciones de la lista, así que nos tomaremos ciertas libertades creativas.

Yugen

 

Voy saliendo, abuela
17:00
He dejado la llave en el buzón. Los críos no llegarán hasta después de las seis.
17:00
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Perfecto, Lennie.
17:02
Ahora deja de pensar en la cafetería y céntrate en disfrutar de la tarde con tu amiga
17:03
Mi marido y yo pudimos encargarnos solos por cuarenta años de ese antro. Tennos un poco más de fe, ¿quieres?
17:03

​

Solté el aire por la nariz con una expresión de circunstancias al ver el sticker. En cualquier caso parecía que esa anciana se había vuelto a hacer ideas equivocadas de lo que era pedir la tarde libre en el trabajo para terminar un proyecto escolar. Dudaba bastante que se pudiese disfrutar de una tarde de ese calibre. Resultaba prácticamente imposible en ese contexto.

Y mucho menos catalogaría mi relación con la princesita como "amistad".

—Así que esta es tu casa, ¿huh?

Recorrí las instalaciones con la mirada. Las puertas correderas, la tarima, el patio interior prólijo y bien conservado. Llevaba un par de años en Japón pero era la primera vez que visitaba una casa japonesa tradicional como esa.

Tomé asiento sobre el cojín, haciendo una ligera mueca. En ocasiones como esa extrañaba los asientos de occidente.

>>Es extrañamente acertada para ti. Grita Suzumiya por cada rincón.

La conocía, por supuesto. Quizás no como se conocen dos amigas, pero nos habíamos cruzado lo suficiente como para tener una imagen clara y nítida de la otra. Al menos, de lo que se dejaba ver en el exterior.

La siempre perfecta Konoe Suzumiya, delegada y miembro del Consejo Escolar. Calificaciones perfectas, comportamiento ejemplar. No solo cumplía con sus obligaciones, si no que también se encargaba de velar porque las personas a su alrededor hiciesen lo mismo.

Qué generosa.

La anfitriona se dirigió a la cocina en determinado momento y aproveché para releer con desgano una vez más el enunciado de aquel estúpido proyecto.

La premisa era simple: escribir una narración basada en algunos de nuestros miedos. La tutora quería que usásemos nuestro ingenio para plasmar los recursos literarios aprendidos durante el curso, pero a su vez podía notar cierto intento de introspección psicológica.

Mi cuerpo se tensó automáticamente al leer la batería de preguntas que nos facilitaba en la hoja contigua.

¿Tenía que plasmar todas esas respuestas obligatoriamente sobre el papel? Sonaba ridículo y bastante forzado si me preguntaban. Me negaba sistemáticamente a participar en aquella suerte de confesionario.

Cuando Suzumiya regresó levanté los ojos del papel, desviando la vista hacia el reloj de pared.

Miedo a no terminar aquel proyecto nunca.

Sonaba a una buena respuesta.

 

—Me tomaré eso como un cumplido viniendo de ti, Sallow-san—respondí sin darle más vueltas de las necesarias.

Mi familia era muy tradicional. Incluso ahora que mis padres estaban en Kobe y yo vivía sola, esas costumbres permanecían. Me sentía cómoda en el entorno recto y protocolario que otorgaba la tradicionalidad japonesa.

Las puertas shoji, el fusuma. Dormía en un futón, incluso... debía ser un enorme choque cultural para ella.

No podía culparla por eso.

Honestamente nunca hubiera imaginado que la tutora nos pondría en el mismo grupo para un trabajo escalor. Éramos personas muy diferentes. Mi experiencia personal no resultaba demasiado halagüeña en términos de convivir entre personas demasiado dispares.

¿Cuál era mi mayor temor?

Mis peores miedos ya se habían cumplido hacía tiempo.

Sin embargo, Sallow-san no era mala estudiante per sé, solo carecía del interés necesario. Con un poco de paciencia quizás el esfuerzo diese frutos.

Me ilusionaba la idea de limar asperezas.

—Lamento la espera—me disculpé tras algunos segundos de ausencia y dejé sobre la mesa una bandeja redonda de madera con dos vasos—. Espero que no te desagrade el té. No tengo azúcar, pero puedes endulzarlo con sirope de ágave.

La bandeja apenas cabía en la mesa por la cantidad de papeles e ínsumos escolares que Lena había dejado dispersos.

Me senté y los recogí agrupándolos en un único montón a un lado. Sería catastrófico si acaban manchados de té.

 

Konoe trajo consigo una bandeja con dos tazas de té. Recogió los documentos que había dejado sobre la mesa y nos sirvió una taza a cada una.

Me gustaba el té. Suponía que estaba en mis genes británicos después de todo.

—No era necesario que trajeses nada —repliqué en su lugar. ¿Era tan difícil decir un simple "gracias"? Parecía que sí. Soplé ligeramente sobre su superficie—. En cualquier caso está bien así.

Ciertamente era una situación extraña. Tanto por el lugar como por la propia compañía. Seguí sus movimientos de soslayo, mientras apilaba los papeles lejos de su propia taza.

Suspiré.

—¿Y bien? —inquirí. Señalé el montón con un movimiento de cabeza, dándole un sorbo al té—. ¿Tienes experiencia escribiendo? Debo suponer que eres una ávida lectora cuanto menos, ¿me equivoco?

Tenía completamente el perfil de un ratón de biblioteca, para qué mentirnos. Las veces que la había encontrado allí no eran pocas, pero en su mayoría se encontraría probablemente dedicándole tiempo extra a los estudios.

 

Me llevé un mechón oscuro tras la oreja. Era más una manía que una demostración de un estado emocional, aunque lo cierto es que me alivió que le gustase el té. No había encontrado muchas personas que lo hiciesen. Era un paso pequeño, una diferencia menos entre nosotras.

—Como anfitriona era lo menos que podía hacer.

Lena me cuestionó entonces y dirigí mi mirada al montón de documentos.

Era una ávida lectora, especialmente de novelas románticas que me prestaba Mamiya. Nuestra amistad había empezado de hecho por un libro de Emily Brontë.

—Mhm—asentí por toda respuesta y busqué sus ojos—. Me gusta leer y escribir. Sin embargo, no creo que sea especialmente diestra en lo segundo. Prefiero disfrutar de las obras de otros antes que crear nada yo misma.

Sostuve la taza de té entre mis manos. Su calor me reconfortó.

>>¿A ti te gusta leer, Sallow-san?

 

Apoyé mi mejilla en la palma mientras la escuchaba. Su respuesta no me sorprendió en lo más mínimo.

—Te consideres diestra o no vamos a necesitar de esa experiencia tuya para este proyecto —le recordé. Que hubiese escrito con anterioridad era una buena noticia en sí. Al menos partíamos con algo—. A menos que quieras dejarme a mí a cargo. Créeme, no te lo recomiendo.

Mi relación con la literatura era... escasa. Al menos en lo que se refería a los últimos tiempos. De pequeña coleccionaba libros y vivía en mi propia burbuja de fantasía, pero la adolescencia me golpeó con la suficiente contundencia como para dejar de prestarles atención.

De momento los libros no hacían más que acumular polvo en mi habitación.

—Me gustaba, sí. Hace tiempo que no retomo la lectura —Apoyé la taza sobre la mesa, con aire ausente. Recordé los libros de Jane Austen sobre la estantería del apartamento. Quizás nunca era tarde para retomarlos. Volví mi atención hacia ella—. Pero en lo referido a la narrativa sé entre poco y nada. Mi fuerte son los textos periodísticos, la divulgación de hechos fehacientes.

Hice un gesto vago con la mano en su dirección. Me esforzaba por cumplir con los deberes académicos, conservar la beca que me sustentaba allí.

Pero tampoco pedía imposibles.

>>La creatividad te la dejo a ti, Suzumiya. Ilumíname.

 

La respuesta de Lena me causó curiosidad. Si le gustaba en el pasado, había motivos para pensar que aún podía gustarle. ¿Era esta otra disparidad menos entre nosotras?

—No es una tarea para ser creativos—le corregí con suavidad—, es una tarea para conectar contigo mismo. No es complicado, solo abre el corazón y deja que las palabras fluyan.

>>Ni siquiera necesitas un vocabulario extenso ni grandilocuente. ¿Qué te asusta? ¿Por qué lo hace? ¿Si ese miedo se cumpliera, que harías a continuación? Si tienes las respuestas a esas preguntas ya tienes una gran parte del trabajo hecho.

Bajé la mirada a la taza entre mis manos. El té reposaba imperturbable, ajeno al aluvión de sentimientos que se removieron dentro de mí.

Escuchaba el canto de los pájaros desde los árboles del patio.

>>En mi caso, cuando era pequeña deseaba el bienestar de la gente. Quería que las personas a mi alrededor y aquellas que no conocía fuesen felices y estaba dispuesta a hacer todo lo posible por lograrlo. Paradójicamente, fui egoísta. Presioné, crucé los límites y lastimé a alguien que quería. Apenas estaba siendo consciente de lo que hacía cuando esa persona me lastimó de vuelta.

Habían pasado meses desde entonces. No habíamos vuelto a hablar porque era evidente que carecía de sentido. Ninguna necesitábamos esa toxicidad en nuestra vida.

Un suspiro me estremeció el pecho y alcé la cabeza nuevamente. Nuestros ojos se encontraron y me pregunté, al menos por un momento, qué vería en ellos.

>>¿Lo ves, Sallow-san? No solo no pude hacer feliz a alguien si no que contribuí a su infelicidad. Esa persona me hizo infeliz y en consecuencia me sentí miserable. Uno de mis mayores miedos se cumplió entonces.

>>Solo... tienes que hacer eso. Sé sincera contigo misma. Cuéntale tus inquietudes al papel.

 

Enarqué una ceja.

—Por mucha introspección que tenga el trabajo sigue siendo crear una historia ficticia, no una autobiografía —Señalé el papel a su lado. Seguíamos hablando de Literatura después de todo, no de Filosofía—. Centrarse tan solo en una parte sería contraproducente.

Seguíamos teniendo que emplear recursos literarios; plasmar en aquel proyecto todo lo aprendido durante el semestre. No podíamos irnos demasiado por las ramas.

En cualquier caso no la interrumpí. Repentinamente su mirada se oscureció, su expresión se tornó ausente, y comenzó a relatarme uno de sus propios miedos sin siquiera esperarlo.

La miré con una mezcla de incredulidad e interés. No éramos amigas, ni siquiera cercanas.

¿Por qué me contaba algo así?

—Eso es absurdo —Las palabras brotaron solas, directas y contundentes—. El concepto de felicidad es subjetivo. Quizás creas conocer lo suficiente a una persona como para proponerte hacerla feliz, pero la realidad es que por mucho que te esfuerces, nunca será suficiente.

Solo uno mismo sabía lo que le hacía verdaderamente feliz después de todo.

>>En su defecto una persona que busca ese fin está condenada a desgastarse. El esfuerzo es sobrehumano y las recompensas se vuelven inexistentes —Mi mirada se recrudeció. Estaba siendo dura, pero Konoe parecía creer verdaderamente en lo que decía. ¿Es que tenía aire en esa cabeza suya?—. Con el tiempo acabas perdiendo el control de tus emociones y entonces ya no hay marcha atrás. Si debes culparte de algo es por creer que ese estúpido ideal es siquiera posible de cumplir.

Desconocía los detalles, tampoco me interesaba ahondar en ellos lo más mínimo. Pero cuanto más contemplaba ese brillo cargado de auto-compasión en sus ojos, más me burbujeaba la molestia bajo la piel.

Entonces me miró a los ojos, recordándome el motivo de toda esa verborrea. Su sugerencia me regresó a la realidad y apoyé las palmas sobre la mesa.

—¿Hah? Al papel no le interesa en lo más mínimo mi vida personal —me negué con obstinación. Mi tono no admitía réplicas—. Me niego a contribuir en ser parte del chisme del día en la sala de profesores. No cuentes conmigo para eso.

 

Tensé mis dedos alrededor de la taza.

—Que la felicidad sea algo subjetivo y que por tanto no haya un consenso entre lo que hace feliz a todo el mundo no cambia el hecho de que podía haber hecho más—le respondí. Aunque mi voz tuvo el mismo tono calmo de siempre no pude evitar que cierta rabia sorda se filtrase apenas—. Si no sabes qué hace feliz a alguien, al menos puedes contribuir a no ocasionarle problemas ni perjudicarla.

Sabía eso. Lo había sabido siempre. Y sin embargo hice oído sordos y me traicioné a mí misma. Aunque lamentarse por el pasado era absurdo a aquellas alturas, no podía evitar ese tipo de pensamientos de tanto en tanto.

Lena trajo a colación una nueva diferencia entre nosotras. Y aunque en el fondo sabía que en parte tenía razón, que una actitud complaciente o servicial podía acarrear problemas, era algo que no podía ignorar como si nada. Siempre había sido demasiado idealista.

Al menos hasta hacía unos meses.

En ese momento pareció sobresaltarse y su mirada se recrudeció aún más. Casi lo sentí: como alzaba un muro entre nosotras.

¿El chisme de los profesores? La miré durante unos segundos, incrédula, tratando de comprender. No se trataba de ser la comidilla de nadie y tampoco de expandir rumores. No era un confesionario e incluso si así fuese, sería secreto de confesión. Dudaba que los profesores hicieran ese tipo de trabajos grupales para inmiscuirse en la vida personal de sus alumnos.

—Sallow-san, de eso trata el trabajo—repliqué. Mantuve un tono calmo pero firme. Algo que no la encerrarse en sí misma aún más, de la misma forma que un animal revolviéndose en un cepo de caza—. Quizás sea una narración ficticia, pero debe reflejar tus miedos. No puedes plasmar algo sobre lo que no quieres escribir.

Recuperé mi postura recta al terminar de hablar. Estábamos frente a frente con una mesa de por medio pero no quería inmiscuirme en su espacio personal. Al responderle me había acercado más sin notarlo.

>>Está bien si no quieres decírmelo a mí, no voy a presionarte. Puedes escribir esa parte por ti misma y no la leeré si te incomoda.

 

—Baja de la nube, Suzumiya —le reproché—. Por mucho que quieras alcanzar la perfección sigues siendo humana. Los humanos la cagan, es parte de su naturaleza.

Podía imaginar por su respuesta que nada de lo que le dijese serviría para hacerle entrar en razón. Pero era incapaz de quedarme callada en su lugar.

Su reacción a mi sobresalto fue esperable, sin embargo. Confusa, intentó hacerme entender su punto de vista. Pero yo ya había tomado una decisión.

Y era inamovible.

—No.

Que me asegurase que no leería mi parte no me garantizaba nada. Las palabras se las llevaba el viento y la tutora, en cualquier caso, debía leer mi parte sin importar lo que decidiese.

De por sí era una persona cerrada en cuanto a mis emociones se trataba. Si no era honesta ni conmigo misma, mucho menos iba a serlo en un papel.

>>No voy a escribir sobre mí misma en ningún proyecto. Ni ahora ni nunca —Crucé los brazos sobre mi pecho. Todo en mis gestos mostraba aquella postura cerrada que tomaba cuando me sentía insegura. Era mero instinto de protección—. Puedes exponerte todo lo que quieras sobre ese papel, pero olvídate de mi parte.

 

—No quiero ser perfecta—dije. Mis ojos se clavaron en los suyos y me pregunté el por qué de su actitud. Parecía aún más distante que antes—. No lo soy, ni tengo pretensión alguna de tratar de serlo. Pero sé que pude haber actuado mejor.

Que ambas pudimos hacerlo.

Cometer errores era humano pero también lo era reconocerlos y aprender de ellos. Y yo había cometido muchos. Demasiados. Y tal vez nunca dejaría de culparme por ellos.

La obstinación de Lena solo se hizo más evidente. Ignoró mis intentos por apelar a la razón, demasiado obcecada en proteger su privacidad. O... quizás era más que eso. No era solo proteger su privacidad, era proteger algo que ella consideraba una debilidad.

Estaba tratando de protegerse a sí misma.

El proyecto era grupal; por mucho que yo hiciese mi parte y volcara mi corazón en el papel, no serviría de nada si ella no hacía lo mismo. Me pregunté que tan evidente era mi gesto de preocupación. No ya por el trabajo en sí, que podía pasar a segundo plano en ese momento, si no por la falta de confianza tan evidente entre nosotras.

Desconocía los motivos que habían llevado a Lena a esa actitud evitativa y tampoco preguntaría por ellos. Sin embargo, sí sabía algo: No iba a contribuir a su incomodidad.

Tras algunos segundos de análisis, llegué a la conclusión de que tampoco serviría de nada seguir insistiendo.

—De acuerdo.

Suspiré apenas, llevándome nuevamente un mechón tras la oreja con la punta de los dedos. Al moverme se había deslizado hacia delante.

>>Antes me dijiste que te gustaba leer—dejé el té que aún no había tocado sobre la mesa—. ¿Qué géneros te gustan? Puedo recomendarte algunos títulos.

Necesitábamos un enfoque diferente.

 

Era evidente que me había puesto a la defensiva. Repentinamente me sentí acorralada por las circunstancias, por la estúpida idea de aquel trabajo, pero en el fondo sabía que no era culpa de Konoe. Eran mis propios miedos y prejuicios, aquellos que arrastraba durante años como pesados grilletes, los que hablaban por mí en ese preciso instante.

No era como si fuese a admitirlo, en cualquier caso.

A pesar de haber retrocedido como un animal enjaulado, Suzumiya no desistió. Cualquier otra persona hubiera terminado ahí la sesión (¿qué sentido tenía cuando una de las partes se negaba a hacer su trabajo?), pero ella permaneció en su lugar, con aquella aparente calma, y decidió cambiar de tema sin venir a cuento.

La miré sin comprender, aún con cierta tensión en el cuerpo que se reflejó en mi ceño, levemente fruncido con suspicacia.

¿Qué... pretendía?

Inspiré por la nariz y desvié la mirada de sus ojos.

—Me gustan las novelas de ciencia ficción. Pero... —Hice una breve pausa. Si Konoe se fijaba bien podía ver un ligero atisbo de rubor en mi rostro, apenas perceptible. Bajé mi tono de voz a propósito, como si no quisiese que escuchase lo siguiente—, mis favoritas son las novelas románticas.

Era vergonzoso confesarlo. La imagen que me había labrado en el instituto cambiaba bastante con ese nuevo factor en la ecuación. Nadie se imaginaba que la tipa brusca y mahumorada de tercero era una romántica empedernida en el fondo; si el rumor se esparcía por las aulas perdería toda credibilidad.

Ni siquiera sabía por qué se lo estaba contando a ella en realidad.

Ser consciente de ese hecho hizo que el rubor se acrecentase, y la señalé, inclinándome hacia delante sobre la mesa en un gesto demandante.

—Ni se te ocurra decírselo a nadie, ¿me oyes? —Había una ligera chispa de súplica oculta en aquel verde eléctrico—. Quizás para ti no sea importante, pero para mí sí lo es.

 

Aguardé pacientemente por una respuesta. Sin presiones, aceptaría incluso si no quería responderme. Pero no pensaba rendirme tan fácil. Si el problema era la falta de confianza, solo debía darle un terreno seguro sobre el que pisar.

Se tensó y su mirada vaciló con inseguridad. Cuando respondió, su voz titubeó ligeramente. De hecho, sus mejillas tomaron color y habló en voz muy baja, casi reticente.

Por su actitud supuse que la vida no había sido misericorde con ella. No era solo orgullo, podía evidenciar cuotas de miedo. Un miedo extremo a mostrarse vulnerable.

Esbocé una leve sonrisa y negué por toda respuesta ante su velada amenaza.

Me hizo feliz escuchar eso. Y cuando respondí mi voz se había suavizado considerablemente.

—Tranquila, tu secreto está a salvo conmigo. Gracias por tu honestidad.

>>De hecho, a mí también me gustan. Especialmente las novelas de romance histórico. Tengo... tenía—me corregí.¿Podía considerar a Ai mi amiga aún?— una amiga a la que también le gustan. Nuestra amistad floreció alrededor de Cumbres Borrascosas de Emily Brontë. Es su libro favorito.

Quizás algo de aire fresco nos vendría bien a ambas. El entorno opresivo resultaba contraproducente.

>>Dime una cosa, Sallow-san: Quería salir a comprar un nuevo libro, pero ya que estás aquí—la miré a los ojos con cierta duda en ellos. ¿Cuál era el límite?—, ¿te importaría acompañarme?

 

Era más que evidente que socializar no era lo mío. Por eso prefería no hacerlo en primer lugar. Todo resultaba mucho más sencillo cuando no te involucrabas con nada ni nadie, de esa forma no podías cagarla de ninguna forma.

Tampoco perder a nadie.

Contra todo pronóstico su expresión se suavizó. Me agradeció por ser honesta y parpadeé, un poco sacada de base. No era motivo de agradecimiento, no lo había hecho por ella.

El rubor tardó algo más en desaparecer, sin embargo, mientras recuperaba la compostura de vuelta.

—He leído reseñas muy buenas sobre ese clásico —comenté, como quien no quiere la cosa. El tono brusco se diluyó lentamente, sin siquiera ser consciente—. Siempre ha estado en mi lista de pendientes.

Konoe me dirigió una nueva pregunta entonces. Noté la duda en sus ojos, era la misma expresión que solía poner la gente que me dirigía la palabra. Como si temiesen que pudiesen espantarme en cualquier momento.

Suspiré.

—No veo por qué no —concedí, levantándome de mi lugar para estirar las piernas. Era un alivio porque empezaban a entumecerse—. Al menos alguna de las dos hará algo productivo esta tarde.

Desbloqueé el teléfono un instante, revisé la hora y volví mi atención hacia ella.

>>¿Tienes algún libro en mente?

 

Lena señaló que lo tenía en su lista de pendientes y me apresuré a aclarar un punto importante.

—En realidad no es una novela romántica, aunque sí histórica—puntualicé—. Retrata los problemas psicológicos de unos personajes con una vida miserable. Es oscura, cargada de tragedia y dramatismo.

A Ai le gustaba eso de su narrativa. Las pasiones desmedidas, el desprecio, el orgullo y la venganza. Solía relacionar a Heathcliff con un cardo.

Honestamente nunca logré comprenderla del todo. Ella era la dionaea, la planta carnívora... yo solo era una frágil flor de cerezo.

La afirmación de Lena elevó mis ánimos y me incorporé del zabuton. Sabía lo incómodo que podía resultar un asiento tradicional como ese para alguien que no estaba acostumbrado. Incluso yo misma había tenido problemas de niña. Mis muslos terminaban sobrecargados y mis gemelos acalambrados por mantener la postura por demasiado tiempo.

Resultaba... emocionante. Siempre había pensado que Lena y yo éramos mundos demasiado dispares, que tal vez no lograríamos entendernos. Pero si cada una poníamos de nuestra parte, tal vez pudiese florecer algo hermoso de la semilla que acabábamos de plantar.

Asentí a su pregunta y me dirigí hacia la puerta. No podía ocultar aquella pequeña sonrisa aunque quisiese.

—Uno mucho más halagüeño. La princesa de Whitechapel.

El camino hacia la librería no estaba lejos, solo había que cruzar un par de calles. Solía hacerlo a menudo. Las mismas avenidas, los mismos edificios...

Pasear bajo la hilera de cerezos que bordeaba el camino siempre me llenaba de un extraño sentimiento nostálgico. ¿Cuántas veces había pasado por ahí? ¿Cuántas veces había cruzado la lluvia de cerezos? En mi mente siempre hacía eco ese apodo.

Cerré los ojos tratando de apartar el amargo pensamiento. En su lugar me volví hacia Lena.

—Si necesitas hacer un recado puedo acompañarte también, Sallow-san. No dudes en decírmelo.

 

Fuera nos recibía una agradable tarde de primavera. El ambiente opresivo se despejó paulatinamente y agradecí en mi fuero interno no haberme negado a acompañarla en sus recados. De haber seguido más tiempo allí dentro estaba segura de que habría terminado perdiendo los papeles.

Contra todo pronóstico Konoe no estaba resultando ser una compañía desagradable después de todo. Durante todos estos años había creído que su actitud de estudiante modelo era un completo grano en el culo, y nuestras personalidades, tan dispares, terminarían chocando entre sí. En su lugar parecía ser lo suficientemente tranquila y paciente como para no abrumarme.

Suponía que podía tolerarla, aunque aún era pronto para afirmar nada.

Observé la lluvia de cerezos mientras caminábamos en silencio. Si había algo que guardaría de Japón eso eran los cerezos en flor. Era una lástima su carácter efímero, pero eso solo volvían más valiosos los momentos donde podía apreciarlos. Extendí la palma de mi mano, y un pétalo cayó sobre su superficie.

Esbocé una sonrisa pequeña, ausente. Me pregunté si ella habría cumplido su sueño de verlos también.

—¿Hm? —Alcé la mirada cuando Suzumiya se volvió hacia mí. Ahora que lo decía...—. Me gustaría pasarme por el lugar donde trabajo solo un momento. Habría que tomar el metro.

Tal y como indicó la librería no se encontraba lejos. Las calles tenían cierta afluencia a esa hora de la tarde y no fue extraño ver gente entrando y saliendo del lugar. Entre los rostros desconocidos de los transeúntes me pareció ver un destello que reconocí bien. Deseé no hacerlo.

Maldita Hotaru. ¿Qué estaba haciendo allí?

No es que la odiase ni nada así. De hecho podía considerarla como la única amiga que conservaba hoy día. Pero a diferencia de Suzumiya era un completo caos, una bomba de relojería, y en ese momento deseaba preservar esa paz momentánea todo el tiempo que fuera posible.

Sin previo aviso me deslicé tras la espalda de Konoe, aprovechando que era ligeramente más alta. Sostuve las mangas de su uniforme, sin hacer fuerza.

—No te muevas —le pedí en un susurro. Podía imaginar su confusión, así que agregué entre dientes—. He visto a alguien que no quiero que me vea. Solo será un momento.

Ankoku se encontraba revisando la pequeña estantería del exterior de la librería en ese momento. Parecía estar de paso; ¿reconocería a Konoe entre la gente?

 

Cuando mencionó su trabajo inmediatamente sentí curiosidad. Si debíamos tomar el metro, indicaba que estaba en las afueras. No solía salir de mi barrio muy a menudo.

Era mi zona de confort, el lugar que conocía y donde me sentía segura.

Sin embargo la acompañaría, por supuesto. Iríamos a la librería, compraría el libro y después tomaríamos el metro.
Miré mi reloj de muñeca. Eran las cuatro y media.

Aún teníamos tiempo.

En determinado momento Lena se tensó y se ocultó tras mi espalda. Sentí el ligero tirón de sus dedos en los brazos de mi uniforme.

—¿S... Sallow-san?—mi voz titubeó ligeramente y la seguí con la mirada, confusa.

En cuanto me respondió dirigí mis ojos hacia le gente que entraba y salía de la librería. Sin embargo, no reconocí a nadie que pudiera causarle esa tensión. No sabía nada de los conocidos de Lena. No... sabía prácticamente nada de Lena en realidad.

Le gustaba leer y el té como a mí. No le gustaba hablar de sí misma, aún menos de sus sentimientos. Era una persona aparentemente segura y confiada pero en el fondo parecía frágil y vulnerable. Esa sería de datos no eran suficientes para
considerar que la conocía.

Sin embargo me quedé allí, de pie y sin mover un músculo, hasta que los ojos verdes de una de las clientes de la librería se cruzaron con los míos.

 

—¿Oh? Pero qué ven mis ojos~

Dejó el libro que se encontraba revisando sobre la repisa, y caminó con una sonrisa sedosa hacia donde Konoe y Lena se encontraban. Parecía haber divisado algo mucho más interesante que las novelas que ojeaba.

Sujetó su cartera escolar con ambas manos, ladeando el peso de su cuerpo cuando estuvo frente a la joven.

>>Buenas tardes, Suzu-chan —Las aguamarinas se deslizaron hacia su espalda, tensando los labios en un intento por contener la risa—. Lennie~

No supo qué le parecía más curioso, si era el hecho de ver a la delegada de clase junto a la mismísima Lena Sallow, o que esta última estuviese fingiendo que no la había visto ocultarse tras su espalda instantes antes.

Konoe la conocía de vista, por supuesto. Era su deber como delegada después de todo. Ankoku, no obstante, era de esos estudiantes de los que era imposible no reparar en su presencia. Ya fuese por el estado de su uniforme reglamentario, por su actitud coqueta y deshinibida, o por los rumores que corrían sobre ella en la academia.

La gente decía que era hija de un yakuza, y que cada mañana dos guardaespaldas la acompañaban en coche hasta la escuela.

Pero no eran más que rumores, ¿verdad?

—Hotaru —Lena carraspeó, recuperando la compostura. Apoyó una de sus manos sobre su cadera—. ¿No se suponía que tenías extraescolares?

—Ah, sí. Me las salté —Agitó su mano, restándole importancia a sus palabras. Intercambió miradas entre ambas, analizando sus expresiones con detenimiento. Se detuvo especialmente en Konoe, como si algo en su actitud atrayese su atención especialmente—. La pregunta es qué hacéis vosotras aquí. No me digas... ¿ahora sois amigas? ¿O acaso...?

Soltó una risa baja, negando con la cabeza. Giró sobre sus talones, y sin previo se enganchó en el brazo de la castaña.

—¿Ah? —exclamó, sobresaltándose por la cercanía—. ¿Q-Qué estás...?

—Solo reclamo lo que es mío —Le guiñó el ojo, risueña, atrayéndola hacia sí—. ¿Os importa si me quedo con vosotras hasta que vengan a buscarme? No serán más de diez minutos —Intercambió miradas entre ambas, y dirigió su mirada de nuevo hacia Suzumiya, con aquella sonrisa inocente aún en sus labios—. Yo también quiero conocer a la delegada.

—Piérdete —respondió Sallow, hastiada, haciéndola a un lado. Caminó un par de pasos hasta situarse junto a Konoe, sujetándola de la muñeca—. Tenemos prisa. Vamos, Suzumiya.

Ankoku no se movió de su lugar, alzando las cejas con curiosidad.

Konoe tenía la última palabra.

 

Mi cuerpo se tensó por inercia. No por mí, si no por la persona a mi espalda. Porque sentía su tensión. Intenté hacer lo mejor que pude por cubrirla pero no tuvo ningún sentido. Por supuesto que la había visto.

Ankoku Hotaru.

Los rumores corrían como agua a su alrededor. Era una figura que resaltaba, de la misma forma que un pez negro en un banco de peces dorados. Su actitud indolente y coqueta le había ganado mala fama entre los profesores.

A diferencia de Lena, su caracter no era orgulloso. Y su postura ante las actividades académicas era simple y llanamente indolencia. Si no estudiaba era porque le daba igual hacerlo. Carecía del interés y también de pasión.

No simpatizaba con eso.

Sentí el agarre de Lena en mi muñeca y la miré con cierta contrariedad. En un primer momento pensé en actuar en consecuencia, despedirnos de Hotaru y seguir con lo que habíamos venido a hacer.

Pero a fin de cuentas habíamos ido solo a comprar un libro y ya había dicho que estaba esperando que alguien viniera a buscarla. Si íbamos a estar ahí de todas formas, no importaba si nos quedábamos unos minutos más... ¿no?

Ambas parecían esperar una respuesta por mi parte. La decisión era mía.

Cerré los ojos y suspiré.

—Sallow-san, no creo que haya ningún problema si nos hace compañía—le dije entonces y traté de sonar suave, sabiendo que no le iba a hacer especial gracia escuchar eso—. Justo veníamos a esta biblioteca y serán solo diez minutos. Siempre podemos irnos si te sientes demasiado incómoda, ¿sí?

Dirigí mi mirada a la otra joven.

>>Ankoku-san, puedes quedarte con nosotras. Pero por favor no nos molestes. Estamos haciendo un proyecto escolar.

No era del todo cierto. No estábamos expresamente allí por el trabajo.

Pero eso Hotaru no tenía por qué saberlo.

Contenido oculto

He tenido una seria disyuntiva aquí??
Porque por un lado Konoe le hubiera dicho que no solo porque sabe que Lena está incómoda, pero yo sí quiero que se quede- OH WELL

 

Solté su muñeca en cuanto tuve su respuesta, y le dirigí una mirada de soslayo en consecuencia, ceñuda. Que no había ningún problema, decía. ¿Acaso no veía que no me apetecía lidiar con ella en ese momento?

¿Estaba realmente conmigo o contra mí?

Hotaru por su parte dio una pequeña palmada, complacida con su decisión.

—Sabía que eras una persona razonable, Suzu-chan~ —Alzó su meñique, de manera simbólica—. No os molestaré, tienes mi palabra.

Al menos no mucho.

Nos adentramos las tres así en la librería. Era una tienda sencilla, pero bastante más espaciosa de lo que se veía en el exterior. El lugar se encontraba ordenado de manera prolija por secciones, indicadas por carteles sobre cada estantería. Pasé los dedos sobre la portada de uno de los best-sellers del año, sin prestar demasiada atención a su título.

—¿Estáis buscando algún libro en concreto? —Hotaru llevó su cabello tras la espalda con un movimiento de su mano, sujetando la cartera sobre el hombro contrario—. Quizás pueda ayudaros a encontrarlo.

—La princesa de Whitechapel.

Ankoku pareció reconocer ese libro, contra todo pronóstico, pues se volvió hacia nosotras con interés renovado.

—¡Ah! ¿No es esa una novela erótica? —Paseó la mirada por las distintas secciones, buscando una en concreto—. Si no está en la zona de novela romántica debería estar por allí.

>>¿Para quién es?

Mis mejillas tomaron color de repente. Había estado algo alejada de ambas, curioseando la zona de novelas de ciencia ficción, pero me encontraba lo suficientemente cerca como para escuchar ese último comentario.

Le dirigí a Konoe una mirada disimulada.

¿A ella... le gustaban esa clase de novelas?